Todo Cambia al Volver 02-

heranlu

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Ago 31, 2007
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De pronto, con la claridad del sol que entraba en mi cuarto, la realidad pareció invadirme sin que encontrara forma de eludirla. Tampoco quería hacerlo.

Una realidad fue mostrándome, en la evocación, la noche con todos sus detalles, cada uno de los cuales hacía despertar en mi cuerpo, aún caliente, latidos y sensaciones rítmicas maravillosas.

He de admitir, que ni por un momento, me sentía culpable, ni tampoco sucia ni indigna, nada de eso, y que la sensación que me embargaba, era de una extraña felicidad, una plenitud hasta ahora no conocida.

Eso era, porque la situación a la que me había visto enfrentada con Pipo, no era de ningún modo premeditada. Tanto yo como él, habíamos caminado libremente hacia el encuentro final y si bien yo fui muy explícita, en algunos momentos, consideraba que había obedecido a mi condición de mujer enamorada. Porque tenía que reconocer que estaba enamorada de mi sobrino, de una forma nueva, especial, distinta y diabólica.

Yo nunca me había enamorado así.

Momentos después, bajo la ducha, sentí mi cuerpo pleno de energía nueva. Me sentía más tersa, más joven, más hermosa y más ardiente.

La sensación de haberle gustado a Pipo como hembra y la forma como el físicamente me lo había demostrado, era algo que me complacía mas allá de todo limite.

Sí. Éramos amantes. Yo lo entendía así y él parecía percibirlo de la misma forma. Esto no podría ser algo transitorio, estábamos entrando a otro tiempo.

Mientras acariciaba mi cuerpo aun excitado, recorría mis curvas en las que antes casi no reparaba, con un deleite de mujer satisfecha. Mis pechos me parecían inflamados por el recuerdo de su caricias y sus besos y mis pezones se alargaban delicados por la calentura, recordando como Pipo succionaba sobre ellos seguro de que era un terreno que podría disfrutar cada noche.

Un aire juvenil, que por cierto fue notado por la gente del instituto, me invadía, cuando ingrese en mi estudio. Esta alegría era atribuida por todos a los efectos de mi viaje europeo, a mi larga permanencia en España y yo sonreía, al pensar que todo había cambiado al volver. Tan solo 48 horas y todo había cambiado.

El día me pareció hermoso, pero demasiado largo. Quería que llegara pronto la noche, quería verlo, abrazarlo, besarlo y todo lo que el quisiera. Era un día Viernes, nos esperaba el fin de semana, me iría temprano a casa.

De pronto, al darme cuenta que era viernes, recordé que ese día estaba Julia en la casa.

Julia era una muchacha, sobrina de una gran amiga mía y que todos los viernes se encargaba de ordenar, hacer alguna limpieza y sobre todo de arreglar mi guarda ropas que siempre es un desastre. A cambio de esta labor ella recibía una buena paga que era en realidad una forma de ayudarla a solventar sus estudios en un instituto de cosmetología

Desde siempre se ha entendido muy bien con Pipo, son prácticamente de la misma edad y a menudo se divierten escuchando música o viendo películas de vídeo. Yo siempre he permitido esa amistad porque Pipo, en general, es algo retraído y es bueno que alterne con muchachos y muchachas de su edad.

Sin embargo un débil pensamiento, como una pincelada difusa atravesó en ese momento por mi mente. Evocaba la imagen de Julia, que de ser una adolescente deslavada y tímida si había trasformado también durante mi ausencia, en una mujer joven de características espectaculares. La había visto el día de mi llegada enfundada en unos jeans que modelaban un trasero perfecto y una blusa pequeña apenas capaz de contener dos pechos que pedían a gritos ser liberados.

Una inquietud molestosa se alojó en mi cuerpo y me di cuenta que ya mas de una hora no había hecho nada de provecho en mi estudio mientras montones de papeles esperaban ser revisados por mi. Unos minutos mas y no me contuve, marqué el número de mi casa y pregunté por Pipo. Me respondieron que Pipo recién venia llegando a la casa y si quería hablar con él. Respondí que no era necesario.

Desde ese momento la inquietud se apoderó de mí. No quería admitir lo que me estaba pasando.

Cerraba los ojos y veía a Julia moviéndose graciosamente frente a Pipo. Imaginaba que él le hacia escuchar la música que yo le había traído desde Madrid, que entusiasmados, en su cuarto, bailaban locamente, que ella hacia movimientos estudiosamente eróticos, que presos de la excitación del movimiento caían sobre la cama y Pipo acariciaba sus muslos preciosos y mamaba sus pechos divinos de mujer en primavera.

Casi sin saber lo que hacia, fui al cuarto de baño junto a mi estudio, me desnude para mirarme, contemple mis pechos grandes opulentos, aunque erectos, sus pezones maduros que estaban dilatados y ardientes y separándome del gran espejo miré la curva de mis caderas, generosas plenas de voluptuosidad y la sombra de mi sexo que había sido suyo la noche anterior. Me sentí latir con el recuerdo, giré y vi mi trasero perfecto y grande, cuyas nalgas habían abrigado su sexo en nuestro primer contacto y me percibí mujer plena, mujer deseable, mujer suya par luego decirme m que jamás lo perdería.

La tarde avanzaba, era ya casi de noche, ahora estaba ansiosa y expectante. No me contuve, llame de nuevo por teléfono a la casa para preguntar por Pipo. Me respondieron que me calmara, que Pipo estaba bien y como para tranquilizarme me informaron que Pipo estaba en su cuarto con Julia que se escuchaban las risas de ambos, si quería hablar con él.

O sea que era verdad, no era mi imaginación, estaban realmente juntos en su cuarto, riendo. Seguramente revolcándose en la cama. Por supuesto, Pipo ahora se creía muy macho, muy capaz de tener a una mujer Acaso no había hecho suya a su propia tía ¿

No la había hecho gritar de gusto mientras la atravesaba con su instrumento prodigioso, no se le había entregado ella derritiéndose de calentura llegando a empelotarse a sus ojos en su propio cuarto, acaso no se había derramado en su interior llenándola de litros de semen caliente mientras le decía al oído Puta... Puta... Puta... Puta ¿ al paso que ella se moría con el orgasmo mas formidable del que tenia memoria?

Por supuesto el se sabia ahora capacitado para acometer a Julia, la muy descarada que seguramente le estaba mostrando, como distraídamente, su muslos preciosos, y rozándole con sus tetas insolentes el rostro para que se encendiera y como parte del baile seguramente se despojaba de la blusa poniéndole sus pezones en los labios y claro le decía que tenia mucho calor y se empelotaba mostrándole su sexo humedecido con la finalidad de que Pipo la atravesara allí mismo, la muy Puta descarada, y ahora justamente ahora se revolvían en la cama allí junto al cuarto en que ella lo había hecho suyo.

Ahora yo volaba en el automóvil impulsada por la fuerza de unos celos mortales que sentía por primera vez y dispuesta a matar ese par de libidinosos inmundos que se reían de mi en mi propia casa.

Al entrar en casa lo primero que encontré fue un silencio denso, en medio del cual los latidos de mi corazón perturbado retumbaban en todo el espacio.

Ni risas, ni música, ni ruido de besos, ni gritos ahogados. Nada.

Permanecí inmóvil, en silencio y cuando estuve algo calmada, camine sin zapatos lenta y cuidadosamente por el pasillo hasta cuarto de Pipo segura aun que los encontraría desnudos el uno en brazos del otro reponiéndose de una sesión de sexo brutal, como ahora sabia que Pipo era capaz de brindarla.

La puerta de cuarto estaba abierta y el cuarto estaba desierto y su cama en un orden perfecto.

Seguí caminando hasta el cuarto de visitas y de súbito descubrí a Pipo recostado estratégicamente en un sillón, mirando extasiado hacia el cuarto de baño cuya ventana estaba algo abierta y a través de la cual era posible ver perfectamente la figura desnuda de Julia que se duchaba, mientras entonaba suavemente una canción de moda

Era evidente que no sabia que Pipo la observaba.

La tranquilidad volvió a mi en forma inmediata y reparadora.

Si Pipo estaba extasiado mirándola furtivamente, era sin duda porque en ningún momento la había tenido.

Quise hacer sentir mi presencia, pero me detuvo el hecho de observar que la posición de Pipo en el sillón se debía a dos factores. Uno era que desde allí podía ver a Julia desnuda a su voluntad y la otra era que se estaba masturbando con una placidez del que se sabe solitario.

Me quedé como petrificada.

La visión del sexo de Pipo me había traído de vuelta todo el deseo que se había disipado con mi ataque de celos. De algún modo lo veía mas grande, mas grueso ,mas reluciente y mas hermoso. Seria porque ahora era mío, o quizás porque mi propio sexo lo estaba deseando con esos latidos profundos que no era capaz de contener en ese momento. Allí estaba con la vista fija en él hasta que pude levantar levemente los ojos y pude enfocar sin dificultad a través de la ventana, a la hembra bajo el agua de la ducha.

Era una visión espectacular que justificaba plenamente el empeño de la masturbación de Pipo. Julia sostenía en su mano derecha el perfumado jabón y lo hacía recorrer un viaje erótico de impacto descomunal, por su nalgas y sus pechos, para detenerse en su sexo de vellos mojados ,realizando un ejercicio demoníaco pues presionaba sobre su sexo hasta que la pastilla de jabón desaparecía casi completamente entre sus labios mayores y luego en medio de unos quejidos diabólicos lo dejaba surgir lentamente en una especie de parto erótico conmovedor.

Era imposible abstraerse de ese encantamiento y era por eso que Pipo no se había percatado de mi presencia a dos metros tras él y era por ese mismo espectáculo que yo tenia que sujetar con mi mano abierta bajo mis bragas los latidos de mi sexo grande y salvaje mientras manaba un liquido que ya me humedecía el comienzo de mis muslos suaves.

La tensión era tal que no podía durar mucho sin estallar. Yo lo sabia, lo sentía en mi cuerpo conocedor de estas tensiones.

Esa mujer endiabladamente hermosa, debía yo reconocerlo, luego de jugar con su tetas divinas había descendido de nuevo hasta su vientre y en medio de un contoneo de un ritmo perfectamente mortal, había logrado introducir la pastilla de jabón entera de modo que solo era posible reconocer un pequeño extremo de olor celeste entre sus labios dilatados. Entonces, acariciando sus muslos, como calmándolos, rodeó su sexo con sus manos juntas y recibió en ellas el fruto de su vientre doblándose luego seguramente por la descarga del orgasmo-

Pipo emitió un quejido profundo al tiempo que su chorro monumental cruzó la habitación azotando con violencia la ventana del baño. Yo afirmada en la pared tras el me dejé invadir por las contracciones dolorosas de placer de mi sexo que sentía desintegrado en orgasmos múltiples.

Pipo se había puesto de pie lentamente. Segundos que yo aproveche para salir apenas de cuarto. Entonces me encontré con él, su rostro aún el encendido por el deseo. Me miró sonriente cuando me dijo.

- Tía querida.. ¿ te sientes mal ?

Tienes la cara muy encendida -. ...y me beso en la mejilla.

Luego se encamino a la cocina mientras yo aún seguía desgranando mi placer en explosiones infernalmente discontinuas.
Todo estaba sucediendo con una naturalidad tal, que me hacía aceptar como normales las situaciones que en otro contexto me habrían parecido descabelladas. Debía admitir que mi vida había cambiado en forma drástica desde que volví de España y también debía admitir, que ese cambio, tenía en mi sólo efectos positivos. Me sentía mas joven, mas alegre y más plena.

No era la menor de las causas de este cambio, el hecho de tener, ahí mismo en mi casa, un amante joven casi veinte años menor que yo, al que, aparte de querer desde siempre, ahora deseaba con una intensidad que para mi cuerpo era totalmente desconocida y que mi mente aceptaba paulatinamente como una realidad indesmentible.
Era tal la satisfacción que experimentaba, que me dispuse a sobrepasar todos los posibles problemas que se presentasen y de ese modo conservar el estado de cosas que estaba viviendo.

Así fue como superé mi crisis de celos, que ya he relatado, al asegurarme que no había existido relación entre Pipo y Julia y todo había sido una imaginación mía, como todos los celos, y que era natural que Pipo se hubiese dejado embriagar por la belleza diabólica de Julia, dando curso a su respuesta mas natural, como había sido masturbarse ante esa visión tan descabelladamente erótica que también me había envuelto a mi, sin poder evitarlo, en un torrente de excitación del cual salí en medio de un torbellino de placer ineludible que aún me conmueve en el recuerdo.

No obstante lo anterior, estaba claro para mi, que la muchacha y su perturbadora belleza, constituían, al momento, un peligro claro para mi relación con Pipo

Mi sobrino y yo nos habíamos entregado plenamente en la cama. El me había entregado la cautivadora potencia de su juventud viril, que yo sabría pulir para transformarla en la joya mas preciada de mi madurez, al paso qué yo me había abandonado entre sus brazos en los placeres mas recónditos, con los cuales creía haberlo cautivado de tal modo, que al final se había dormido entre mis piernas lleno de las satisfacciones que seguramente muchas veces imagino extraer de su querida tía.

En medio de diario agitar de las actividades del Instituto, allí en mi oficina, desgranaba y organizaba mi mente para encontrar una forma sabia, inteligente y delicada para poder estar a cubierto de ese peligro con nombre de mujer que sin duda acecharía a Pipo cada viernes. Hasta el momento se limitaba a observarla, pero que pasaría si ella un día tomaba la iniciativa y el la hacía suya y así entraba en la fatal comparación?
Era eso lo que yo tenía que evitar.

Prescindir de los servicios de Julia en la casa, me parecía demasiado drástico y evidente y realmente no sabría luego que explicación podría darle a Pipo de una medida de ese tipo.
De modo que al fin de cuentas llegue a la conclusión que lo mejor seria tratar de acercarme a la muchacha y sacar información que pudiera serme útil.

Y ahí estábamos el viernes siguiente Julia y yo frente a frente.

Había regresado temprano a casa con el pretexto que Julia, haciendo uso de sus conocimientos en la academia de cosmetología, me diera algunos consejos sobre maquillaje.

La muchacha poseía una gracia natural y un desplante soberbios, lo que sumado a lo que yo le había observado en la ducha la convertía en una enemiga, mas que temible, si llegaba a plantearse una situación de enfrentamiento por Pipo.

Poco a poco fue surgiendo en mi mente la idea que cada minuto me parecía más genial.
Debía ponerla de mi lado. Tenía que transformarla en mi aliada, y si era necesario en mi confidente. Debería quizás contarle todo lo que me estaba pasando desde mi regreso desde España. Debería contarle también que estaba enamorada de mi sobrino, quizás también que lo deseaba, y agregar que había soñado en hacer el amor con él en las noches y que en la soledad de mi cama me lo imaginaba desnudo entre mis brazos y que eso me tenía casi enferma.

Pensé que ante una historia así, que por lo demás estaba tan cerca de la verdad, la muchacha tendría que impactarse y metida en este terreno desnudaría también sus deseos y pensamientos y de esa manera yo podría marcar el territorio y si ella se había hecho ilusiones, simplemente abandonaría el campo de batalla pues yo tendría todas las de ganar.

Julia observaba mi rostro con mirada de experta maquilladora, mientras en ningún momento dejaba de hablar, haciendo elogios sobre mi belleza, elogios que en realidad yo no merecía porque ya dije que no soy una mujer particularmente agraciada.

Pero la muchacha lo decía todo, con tal encanto, que aun sabiendo que eran zalamerías, no podía dejar de admitir que me agradaban. De alguna manera esa muchacha no me caía mal en absoluto, era solo que representaba un peligro que ni ella misma sabía.

Era una muchacha rubia, de una palidez inquietante, de una piel perfecta y de un rostro lleno de una picardía casi selvática.
Sus grandes ojos azules eran lámparas infernales que parecían verte por dentro cuando te enfocaban. Pero lo más inquietante de ella era su cuerpo.
La verdad era que esta mujer parecía hablar al unísono con su cuerpo y con su boca. Cada palabra, cada frase tenía un complemento en algún movimiento de ese cuerpo diabólico, de modo que escucharla hablar era casi como verla bailar una danza enloquecedora que fatalmente te cautivaba.

Yo comencé a contar mi preparada historia sobre mi situación con Pipo mientras ella esparcía en mi rostro una de las cremas que había terminado por seleccionar.

Mientras yo me extendía en detalles de mi estado de ánimo por mis deseos por Pipo, la muchacha había dejado paulatinamente de hablar como si quisiera concentrarse en su operación maquilladora o quizás, pensaba yo, estaba realmente interesada en lo que me pasaba y ello la estaba conmoviendo. En todo caso lo que ya no decía con palabras si me los estaba diciendo con el tacto de sus manos esparcido por mi rostro.
En un momento que pude ver su cara la noté por primera vez concentrada, seria, y con pequeños murmullos me indicaba que me escuchaba y me instaba a continuar.

Le hablé entonces de la noche en que Pipo entró en mi cama, como había sentido la presencia de su virilidad entre mis nalgas, como se había derramado allí y como yo me había corrido sin remedio sin poder evitarlo en medio de un orgasmo que parecía matarme.

Sentía el aliento caliente de Julia sobre mi cuello mientras ella avanzaba sus manos plenas de crema hasta mis hombros. La suavidad de su masaje me daba tal sensación de confianza que me adentré mas profundamente en mi relato.

Le conté el momento en que había entrado en el cuarto de Pipo, desnuda sin poder contenerme y había contemplado por primera vez su miembro fabuloso oscilando en el aire y como esa visión me había derrumbado sobre el piso con la violencia de un orgasmo desconocido, mientras mi cuerpo ardía, como estaba ardiendo en ese momento bajo el impacto de su masaje.
Ya no podía contenerme en mi relato, tenía que seguir hasta el fin, ahora era necesario porque ella, si me estaba escuchando en su silencio elocuente.

Entonces le conté que la noche siguiente había ido a su cuarto dispuesta a todo, que me había preparado, que lucia hermosa que mi cuerpo se derretía en el deseo por mi sobrino y me había metido desnuda en su cama donde el me esperaba inmóvil y quemándose.

Las manos de Julia sobre mis hombros parecían haber cobrado vida independiente. Mas allá de un plan de masaje, ahora eran manos acariciadoras, eran unas manos buscadoras, que exploraban ni piel buscando francamente mis pechos que ya habían respondido a su tacto y estaban duros henchidos, calientes y se dejaron invadir sin pudor alguno por esas manos excitadas por mi propio relato, de modo que arrastrada en esa cascada desencadenada por mi, seguí hablando.

Le dije que Pipo había mamado mis pezones con desesperación acumulada seguramente años, mientras mis manos se habían apoderado de su instrumento maravilloso que palpitaba entre ellas como si estuviese asustado y loco.


Julia se había apegado a mí, y ahora yo sentía la dureza de sus pechos presionando en mi espalda, mientras ella jugaba con mis pezones poderosos de hembra madura y caliente y sentí como ella deslizaba la toalla con que me cubría dejándome desnuda, levantando mis pechos cubiertos de esa crema que se había hecho fluida por el calor de mi cuerpo y sus caricias.
Ahora yo disfrutaba plenamente mi relato, de modo que con placer casi morboso le conté el momento en que montada sobre Pipo había metido la cabeza de su miembro en mi haciéndolo avanzar hasta mis profundidades hirvientes mientras el se quejaba invadido de ese placer tanto tiempo esperado.

Julia ahora se restregaba francamente contra mi espalda y ahora yo sentía la piel desnuda de sus pechos acariciándome, porque ella, en algún momento se había desnudado sin que yo me diera cuenta y así me hacía reconocer los contornos de sus tetas mientras la dureza de sus pezones marcaban una ruta en la piel de mi dorso ocasionándome un placer inaudito.
Ahora, ninguna de las dos, se acordaba del maquillaje o de las cremas, porque eso había sido simplemente el pasaporte para entrar a este territorio creado por la evocación de mi relato. Así que no opuse resistencia cuando ella, apretando suavemente mis brazos desnudos me invito a ponerme de pie y fue, en ese momento, cuando sentí su cuerpo apegado a mi espalda. y fue entonces también cuando escuché su voz, algo enronquecida por el deseo, diciéndome al oído

- Cuéntame Horte... cuéntame -

Y yo le conté como Pipo me había despertado en medio de la noche y como un potrillo desbocado me había asaltado, sin preguntarme nada, sin delicadezas y me había penetrado mil veces sin hacer caso de mis quejidos que ciertamente a veces eran de dolor y otras de placer, pero siempre eran erupciones de un deseo que me había invadido para transformarme para siempre y que ahora me estaba devorando, mientras ella, Julia, sin soltar mis tetas recorría mis nalgas generosas con su sexo enardecido e iba dibujando en sus superficies un paisaje salvajemente nuevo como si su sexo fuese un pincel erótico endiablado esparciendo su liquida caricia sin detenerse ni un instante.

Y me entregue a ese abrazo extraño, en que yo no le veía el rostro, pero tampoco era necesario, porque la estaba conociendo entera a través de la suavidad infinita de sus pechos aplastados de placer contra mi espalda, la agilidad de sus manos en mis tetas y la cadencia de su vientre bailando con mis nalgas una danza arrebatadora en medio de la cual el reloj de su sexo al unísono con el mío desgranaba la felicidad de un encuentro inesperado en medio del orgasmo común que nos invadía.​
 
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