Todo Cambia al Volver 01-

heranlu

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Todo Cambia al Volver 01-
Todo parecía estar igual, o al menos nada presentaba muestras de cambios muy significativos, considerando mi ausencia de cinco años en España. Estaba por darle definitivamente la razón a Antonio, mi eterno amante, quien reiteradamente me había dicho que en estos países sudamericanos el tiempo parece caminar mucho mas lento.

Sin embargo esta impresión solamente duró hasta el momento en que Pipo entró como una tromba en la sala y se arrojó en mis abrazos abiertos con todo el ímpetu de sus 18 años. Me abracé a él o mejor dicho me dejé estrujar entre esos brazos que cinco años atrás no eran sino apenas los brazos de un adolescente.

A pesar que en sus cartas me había dicho en forma reiterada que ya era un hombre, ese decir suyo no concordaba con el contenido reiteradamente infantil de sus cartas que tan feliz me hacían al permitirme saber que, a pesar de la separación, conservaba todo el amor y devoción de mi sobrino lejano.

Cuando me dejó en libertad, luego de llenarme de besos, me alejé un poco, para poder observarlo con calma.

El muchacho conservaba su rostro moreno y anguloso, ahora de facciones marcadas, una nariz casi demasiado grande y unos labios pequeños y finos. No era hermoso, pero lo que más me llamaba la atención era que a pesar de su edad Pipo era de estatura baja, lo que recordaba siempre al muchacho adolescente que cinco años atrás había dejado llorando en el aeropuerto.

El cansancio del viaje fue cediendo paulatinamente y el sueño me invadía, de modo que opté por retirarme a mi cuarto, en la intimidad del cual, me di a la penosa tarea de desnudarme. Siempre me ha llamado la atención la celeridad con que me desnudo cuando estoy con Antonio y lo pesado que se me hace el proceso cuando estoy sola.

Cuando por fin me estiré entre las sabanas debí admitir que indudablemente había aumentado de peso pues, mis tetas descansaban pesadamente una sobre la otra y mis muslos rozaban sin espacio alguno entre ellos. Pero al fin me dormí.

Fue después de medianoche cuando escuché los pasos de Pipo acercándose a mi cama. Al comienzo no me causó sobresalto alguno, por cuanto a menudo acostumbraba meterse en mi cama a media noche.

Pero de pronto, me di cuenta que ya no era el adolescente regalón de antes sino un hombre que aunque físicamente no representaba sus 18 años no había dudas que sí los tenia.

Sin embargo en ese momento no atiné a nada y me quedé tranquila fingiendo dormir de modo que cuando el se acomodó a mi lado, casi sin tocarme, yo no me moví y a los pocos minutos me invadió el sueño.

Sería mas de medianoche, cuando desperté. Tenía calor y la pesadez del sueño que había inmovilizado. Fue entonces cuando sentí el cuerpo de Pipo apegado al mío, a mi espalda y su rítmica respiración me indicó que dormía profundamente. Me moví ligeramente en la cama para no despertarlo y traté de nuevo de conciliar el sueño. Estaba aun entre despierta y dormida cuando tuve la sensación que el se apegada a mi trasero como si quisiera restregarse conmigo y pensé que involuntariamente lo hacía, como un movimiento de tipo accidental. No le habría dado mayor importancia sino fuera por algo que, al sentirlo bien, me despertó totalmente.

Seguí sin moverme pero absolutamente despierta, con todos mis sentidos

No había dudas que lo que yo estaba sintiendo allí entre mis nalgas era el pene de Pipo. No podía ser otra cosa por la posición de su cuerpo y del mío. Mas, no era eso lo que me llamaba la atención sino la dimensión de ese miembro que yo podía detectar claramente sobre mi pequeña braga incapaz de cubrir mi generoso trasero. Debí reconocer que tenía un problema, no sabia que hacer.

Podría reaccionar, despertarlo y pedirle que se fuera a su cama, lo que sería como admitir que me había dado cuenta de lo que pasaba, pero también podría simplemente dejarlo pasar por esta noche y ya durante el día manejar las cosas para que la situación no se volviera a repetir.

Opté por esta ultima alternativa y que quedé en reposo sin hacer nada.

Sin embargo era imposible quedarme indiferente a lo que pasaba. El muchacho restregaba su miembro con un ritmo pausado pero seguro, y yo tenia la impresión que ese instrumento había crecido desde hacia minutos de una manera como yo no lo podía imaginar.

Me di cuenta que tenia mas calor y que ello ya no era consecuencia de la temperatura ambiente.

Yo estaba alterada, mi corazón latía con fuerza y mi respiración se había hecho agitada.

Me concentré un momento en lo que sucedía y pude darme cuenta que Pipo seguía dormido, no tenía dudas, pero también seguía ese ritmo endemoniado con que me tenía paralizada por medio de ese tronco que crecía entre mis nalgas como un instrumento diabólico.

Ahora yo estaba completamente despierta, podría haber cambiado de posición, pero no lo hice. Me dije a mi misma que era para no ocasionar que el muchacho despertara y se diese cuenta de lo que pasaba y se avergonzara, pero esta explicación me sirvió solamente durante unos pocos minutos, porque rápidamente tuve que admitir, casi sin darme cuenta al comienzo, y plenamente consciente ahora, que una curiosidad malsana me había invadido por el tamaño de lo que ahí tenia rozándose conmigo. Al poco tiempo me di cuenta también que mis pechos me molestaban y sin tocarme pude estar cierta que mis pezones se habían dilatado poderosamente. En suma estaba excitada sexualmente de una manera tan intensa como hacia tiempo no me sucedía

Ahora quería francamente mantener el contacto, era mas, quería aumentarlo.

Poco a poco toda la realidad normal de mi regreso, y lo sucedido ese día en la casa se fue borrando de mi mente como algo lejano, para ser reemplazado por la realidad de lo que estaba sucediendo en mi cama en ese momento. Lentamente, nada mas que eso me importó, dejándome invadir plenamente por lo que estaba viviendo.

Me di cuenta que el muchacho chocaba su pene contra la tela de mi braga, de modo que muy suavemente, sin despertarlo, me moví para poder sacármela y luego también, con infinita suavidad, retomé la posición inicial para ofrecerle mi trasero desnudo.

El sentir su miembro deslizarse, ahora libremente entre mis nalgas me ocasionó una sensación excitante tan violenta que sentí latir mi sexo hasta las profundidades y un liquido caliente y denso comenzó a invadir mi vagina ocasionándome un placer delicioso.

Ahora no sabia si era el o yo quien mantenía el ritmo de nuestro contacto, solamente perciba con claridad, como ese tronco ocupaba el espacio entre mis nalgas ahora deslizándose en forma perfecta facilitado por la lubricación de mis jugos.

En algunos momentos, un matiz de desenfreno, se apodero de mi y moví mi trasero con voluptuosidad para adivinar con la sensibilidad de mi raja la textura y dimensión de ese pene que en este momento ya me había trastornado sin remedio.

No podía calcular su dimensión, ni su grosor, ni su largo porque la sensación era completa de placer extendido a todo mi cuerpo.

Así estaba ahora, totalmente presa de un deseo desatado, y me acariciaba los pechos al mismo ritmo de su pene en mi raja, tiraba de mis pezones ocasionándome un placer doloroso y embriagador, hasta que me vino un orgasmo omnipotente, de tal fuerza, que sentí que mis nalgas casi se separaban y luego se juntaban y en ese momento mientras se lo mantenía sujeto allí, sentí que Pipo explotaba derramándose allí mismo, inundándome como nunca había visto, de modo que estaba completamente mojada en medio de unos latidos desesperados de mi vulva a la que apenas podía calmar con mi mano derecha y de ese modo pude contenerme para no gritar en medio de la noche que estaba albergando esto que no sabia si era pecado.

Me quedé completamente tranquila mientras sentía como Pipo latía y goteaba entre mis nalgas hasta percibir que su cuerpo y el mío volvían al reposo y el sueño se apoderó de mi.

Desperté cerca del mediodía y al recordar lo sucedido en la noche con el muchacho, toda mi sabiduría teórica y clínica, perfeccionada durante cinco años en Europa me pareció totalmente superflua porque tenía en mi mente y sobre todo en mi cuerpo la persistente sensación de lo vivido.



Así, quise dejarme llevar por las obligaciones en el Instituto en que trabajo y por las conversaciones con los colegas de profesión luego de cinco años de ausencia, pero he tenido claro durante todo el día que lo único que estaba haciendo era arrastrar hacia adelante una realidad con la cual fatalmente me encontraría al termino del día, de modo que, cobardemente decidí dejarme invitar a comer por Antonio para no llegar temprano a la casa y así no enfrentarme con Pipo.



Todos dormían cuando llegué, de modo que pude irme a mi cuarto con la clara intención de dormirme cuanto antes, tratando de pensar lo menos posible en lo que pudiera suceder.

Me daba la tranquilidad suficiente el haber decidido que si Pipo volvía a meterse en mi cama, hablaría calladamente con el y le explicaría con todo mi bagaje de experiencia en casos semejantes en mi clínica, que hay cosas que se deben encausar de otra manera.

Fui ilusa, sin embargo, al pensar que el sueño acudiría a mi benévolamente.

No fue así y ni la lectura, ni la música lograron nada, porque luego de un par de horas de lucha, debí admitir que lo único que tenía en mi mente era la imagen de lo vivido la noche anterior.

Mi mente quizás estaba dispuesta a rechazar la idea, pero mi cuerpo parecía haberse independizado y cada parte de mi piel evocaba la suavidad de la suya. Comencé a latir como una principiante y la evocación de sus longitudes imaginadas, de sus grosores agresivos y del placer inaudito que me había embargado la noche anterior, terminaron por apoderarse de mi hasta llegar a la conclusión que lo estaba deseando de verdad, que anhelaba sentir sus pasos caminando por el pasillo y verlo metiéndose en mi cama creyendo que yo estaría dormida

En los siguientes minutos fui paulatinamente transformándome en una verdadera antorcha, pues cada parte de mi cuerpo parecía arder, atenta a cada ruido a cada murmullo proveniente de su cuarto allí a tres metros del mío.

Me levanté lentamente sin hacer el menor ruido, y a los pocos momentos estaba de pie, totalmente desnuda, en el pasillo que separaba nuestros cuartos.



No serian quince pasos desde mi cama hasta la entrada de su cuarto, pero cada uno de ellos estaba acompañado de un pequeño estremecimiento profundo, el deseo me tenia dominada, jamás me había sentido así.

Cuando estuve frente a su puerta me di cuenta que ella estaba abierta y que la luz desde mi cuarto originaba un pequeña claridad en el suyo.

Pipo estaba dormido y yo avancé hasta situarme junto a la puerta abierta. Si en ese momento el muchacho hubiese despertado me habría visto desnuda frente a él, pero estaba dormido dándome la espalda.

Su respiración agitaba rítmicamente su pecho. Seguramente, debido al calor, se había dormido sin cubrirse con la sabanas.

En ese momento Pipo se movió sobre la cama. Me quedé paralizada mientras el muchacho cambiaba de posición quedando de espaldas, aparentemente seguía dormido

En ese momento fue que pude observar el bulto gigantesco de su slip que parecía no poder resistir la tensión ocasionada por su miembro salvajemente erecto.

Como atraída por un imán erótico de fuerza irresistible,

comencé a acercarme a la cama.

Ya estaba ahí, estaba desnuda, estaba ardiendo, estaba excitada y deseosa, no había nada que pudiera detenerme.

Me acerqué al borde de la cama y me puse de rodillas en el suelo,

Varias veces estuve en esa posición en el pasado, cuando el muchacho había estado enfermo años atrás, pero ahora la enferma era yo, enferma de pasión y de una calentura que ya no podía dominar.

Su bulto estaba allí a cincuenta centímetros de mis ojos. la tela del slip parecía estar tensada al máximo, entonces con movimientos casi automáticos de mis manos, deslice la prenda para liberar el tesoro que la noche anterior había tenido entre mis nalgas.

Era algo prodigioso, era un miembro perfecto, una creación acabada. Osciló levemente y luego quedó en reposo muy ligeramente inclinado. casi vertical. Me habría gustado tocarlo, pero las manos no me obedecían, tan subyugada estaba contemplándolo.

No se si Pipo estaba soñando, no se si en realidad había advertido mi presencia y eso lo excitaba mas, pero lo que ahora sucedía era que ese pene fabuloso comenzó a oscilar ante mis ojos describiendo pequeños círculos y latiendo pasional, descarado y de pronto la piel de su extremo se fue deslizando hacia abajo.

En ese momento el grado de mi excitación alcanzaba limites casi insoportables, no quería tocarme para no romper el hechizo de ese momento de tal modo que, cuando la cabeza quedó totalmente descubierta los latidos en mi vientre eran casi dolorosos.

Me habría precipitado sobre él, lo habría besado hasta morir, se lo habría mamado hasta cansarme, pero si lo hubiese hecho lo habría despertado y yo solamente quería dejarme invadir por la contemplación y en ese momento se me ocurrió la idea

Imaginé que Pipo no estaba dormido y simplemente estaba observándome y al mismo tiempo ocultándose.

Me puse de pie en el centro de la pieza y sin dejar el ningún momento de mirar su miembro prodigioso, comencé una forma de extraño y excitante baile sin mover los pies sino solamente el resto de mi cuerpo. Si me estaba observando, quería mostrarme. Junté y separe las piernas, como en un baile descarado, me acaricié los senos con voluptuosidad, avance mi vientre hacia la cama, me acaricié las nalgas, y finalmente separé los labios de mi vulva para ofrecerla.

Era un ofrecimiento salvaje y abierto, sin restricciones.

No se si fueron minutos, pero el deseo me había hecho perder la noción del tiempo y en ese momento Pipo estalló.

Como un volcán escupió su liquido blanco espeso que en el aire se separo en gotas gigantes una de las cuales azotó mi rostro. Sentí que las piernas se me aflojaron y me sentí caer alcanzando a afirmarse en la puerta, dejándola entre mis muslos, mis labios mayores se separaron recibiendo agradecidos el borde de la puerta por el cual me fui deslizando derramando mis fluidos en su perfil mientras se apoderaba de mi un monumental orgasmo.

Me incorpore de nuevo sin soltar la puerta de entre mis muslos sintiendo siempre el compras de mi vagina como un reloj desbocado pero ahora satisfecho.

Aun latía cuando, de regreso a mi cuarto, me tendí en mi cama y me dormí.
Al día siguiente ya tenia la certeza acerca de lo que me estaba sucediendo.

Estaba tan claro en mi ser completo, que deseaba a mi sobrino, que no traté de hacer ningún análisis de la situación, ni de buscar sus causas, ni de calcular sus efectos y sus riesgos. Mi única preocupación era saber de que manera lo estaba procesando el y eso aún era una etapa oscura de lo que estaba pasando.

Si bien Pipo era el estimulo desencadenante de toda mi calentura, no tenía un solo indicio de si el era consciente de lo que había desencadenado en mi.

Había dos posibilidades.

Para el todo había sucedido mientras dormía realmente, o bien había vivido todo conscientemente y no se atrevía a admitirlo. Pero lo que yo tenia que hacer ahora no podría suceder durante el sueño aunque la situación completa era ensoñadora.

Durante todo el día me invadió una gran inquietud. Suspendí mi consulta, porque no era capaz de prestar atención debida a ninguna situación externa, tan arrobada estaba por lo que veía venir inevitablemente. Ya al final de la tarde mi desequilibrio era tan evidente que opté por irme a la casa.

Cerca de las 7 de la tarde entre en el ****** y por primera vez desde nuestros encuentros nocturnos, lo vi.

Estaba mirando unos libros sentado sobre la alfombra y desde allí me miró hacia arriba para decirme con una naturalidad que me desarmó por completo.

Hola tía querida, te ves francamente hermosa.

Automáticamente me mire la falda, porque pensé que alguna evidencia externa de mi conmoción interior podría haberse hecho presente, pero no vi nada, solamente sentí que me ruborizaba en forma intensa.

El muchacho se comportaba de la forma mas normal del mundo, como si nada hubiese pasado, como si nunca se hubiese metido en mi cama para masturbarse evidentemente entre mis nalgas, como si jamás hubiese estado desnudo sobre su cama moviendo su miembro enloquecedor ante mis ojos, como si nunca me hubiese visto desnuda rodando hasta el piso de su cuarto en medio de un orgasmo conmovedor desencadenado únicamente por mirar esa maravilla.

Esa actitud suya, de una naturalidad evidente, ocasionó en mi un confuso sentimiento de deseo y de rabia. Pensaba, con mi mente agitada de mujer adulta en celo, que esa actitud de Pipo, parecía ser, en el fondo, una especie de burla por mi pasión desmedida y me invadió, en ese momento, el deseo casi malsano de poder demostrarle a ese muchacho, lo que su tía podía enseñarle en un terreno en el cual no era sino un chico ignorante y presumido.

Mi cuerpo entero sintió, casi como una ofensa, lo que ridículamente estaba yo experimentando, de pie allí en medio de mi propia casa, encendida de un deseo que me devoraba, frente al motivo desencadenante de ese deseo que miraba como despreocupado un libro mientras yo me derretía sin remedio.

Abandone la sala sin decir nada y mientras caminaba hacia mi cuarto se aclaraba en mi mente, en forma cada vez más diáfana, lo que yo debería hacer en el tiempo siguiente.

Con un esmero que casi nunca pongo en estos quehaceres, comencé a embellecerme, como si fuera a un ritual, a una ceremonia, o quizás a una batalla. Algo de eso tenía la situación que quería enfrentar.

Mi estado de animo ahora era sereno, casi placido, sin premuras, era una mujer segura de si misma en la cual toda inquietud había desaparecido. Así me siento cuando tomo una decisión.

Yo estaba consciente de que recursos tenía y de cuales carecía absolutamente.

No soy una mujer de rostro agraciado, mas bien mi semblante en siempre serio, a veces duro. Mi estatura es normal para una mujer sudamericana, diría que un poco superior al promedio y mi cabello es negro manteniéndolo de un largo hasta los hombros. Mis ojos son negros, vivaces, encendidos Antonio dice que el deseo se me nota primero en los ojos que en ninguna otra parte.

Mis recursos comienzan mas abajo.

Antonio dice que mis pechos son fascinantes, yo los encuentro un poco grandes, pero he de reconocer que se mantienen perfectos para mis treinta y ocho años, casi sin caída, erectos, provocativos, duros, y naturales. Mis pezones muy morenos, parecen tener una elasticidad prodigiosa, por cuanto se dilatan de una forma que llega a molestarme cuando me excito y cuando son succionados me ocasionan unas descargas demoledoras que repercuten en mi vientre de por si encendido.

Mis caderas mis nalgas y mi vientre, según Antonio, forman un conjunto enloquecedor, y no tiene ambages en confesarme que ese conjunto es el que lo mantendrá unido a mi por el resto de su tiempo.

Si bien es un raro elogio, debo confesar que me satisface plenamente. A mi juicio lo mejor que tengo son mis muslos, bien formados, de piel casi perfecta y sobre todo de una suavidad que se vuelve traicionera cuando por las noches me los acaricio y que inevitablemente me llevan a buscar la autosatisfacción tranquilizadora.

Seguramente demoré en estos arreglos y apreciaciones un par de horas, porque era ya cerca de las once, cuando escuché la voz de Pipo dándome las buenas noches y casi de inmediato el audio de su televisor. Eso me tranquilizó, por cuanto, yo necesitaba una situación así.

Envuelta en una bata blanca, que me llegaba un poco sobre las rodillas y que me hacía lucir mas morena de lo que realmente soy, entré en su cuarto para sentarme en el pequeño sillón, desde el cual podía también ver el monitor en forma perfecta.

No dije una sola palabra, porque la situación no era novedosa en absoluto, a menudo mirábamos juntos televisión.

Fue evidente que la forma como yo estaba sentada no le fue en absoluto indiferente. Yo tenia a Pipo plenamente enfocado en mi campo visual porque, tenerlo siempre bajo vigilancia era la viga maestra de mi estrategia.

Sus ojos se clavaron en mis piernas con un movimiento rápido. Mi bata se deslizaba libre dejando, premeditadamente expuestos mis muslos casi completos.

Pipo nunca había visto mis muslos completos, podría haberlos quizás rozado, cuando se metía en mi cama, pero nunca los había visto expuestos así. A pesar de mi temperamento absolutamente permisivo, he sido siempre muy pacata para vestir.

De ese modo me fui abandonando en forma premeditada y acomodándome en el sillón pareciendo tan preocupada de la trama de la película que mi bata se fue abriendo con cada movimiento hasta abrirse completamente dejando expuestos mis muslos completos y al deslizarse, las curvas de mis caderas podía ser perfectamente observada aunque solamente de costado. Los cambios de luz ocasionados por la luminosidad en la pantalla daban a mi piel reflejos extraños y seductores.

Hacia ya largos minutos de Pipo solo miraba la pantalla ocasionalmente y tenia su vista subyugada por mi figura, pero yo no me daba en absoluto por enterada, fingiendo una concentración total en una trama que ignoraba absolutamente.

Esta concentración mía, le dio el animo suficiente a Pipo para buscar bajo las sabanas la dureza de su miembro, evidentemente erecto, y pude convencerme que sin mayores problemas y sin ocultar los movimientos era evidente que el muchacho estaba masturbándose decididamente, no ocultaba sus movimientos.

Ese era el momento que yo estaba esperando. Él demostrara explícitamente que estaba bajo los efectos de un estimulo que provenía desde mi cuerpo, Ahora yo ya podía tomar la iniciativa porque Pipo no podría negar lo que estaba sucediendo.

Sin dejar de mirar el televisor y como no dándome cuenta de nada me levanté del sillón y despojándome de la bata me senté a su lado en la cama completamente desnuda.

Al estar a su lado me di cuenta que el muchacho estaba conmovido, pero no trató en absoluto de evitar mi contacto. Ambos hicimos como si siguiéramos muy concentrados mirando la película y yo, sabiamente, deslice mi mano bajo las sabanas para buscar su miembro fabuloso el que encontré con una facilidad asombrosa.

Al fin lo tenia en mi mano.

Si la imagen me había cautivado hasta desfallecer la noche anterior, la textura de su piel me dejo alelada. Era de una suavidad infinita. No me atrevía a mover mi mano, solamente quería sentirlo latir entre mis dedos, así como lo estaba haciendo, apreciar su grosor que hacia imaginar placeres dolorosos y recorrer su longitud con la tranquilidad de quien aprisiona algo largamente deseado.

Había pasado mi brazo bajo su cabeza y ahora hacia descansar su rostro sobre mis pechos desnudos. Estaba fascinado. Movía sus mejillas como para sentirlos mejor y yo trataba de acomodarme para que mis pezones quedaran al alcance de su boca cuyo aliento caliente estimulaba mi piel en forma diabólica.

Ahora ya ninguno de los dos miraba la pantalla, el telón parecía haberse levantado totalmente y cada cual estaba asumiendo el rol, que seguramente veníamos diseñando en el inconsciente desde días.

Con una suavidad que yo me desconocía fui retirando la sabana que lo cubría, primero con mis manos y luego con mis pies hasta que quedamos los dos desnudos y expuestos solamente a la luz centelleante de la pantalla.

Ahora yo podía tocar y ver el prodigo, era grueso, era largo, era suave, era palpitante pero por sobre todas las cosas era real. Con esa presencia subyugante que tienen las cosas reales, cuando ya la imaginación ha dejado de trabajar y se nos presenta el objeto deseado a nuestro alcance sin remedio.

Como le estaba pasando a él con mis pechos que ahora recorría, no solo con sus mejillas, sino con sus manos, locas al comienzo, que volaban como pájaros inexpertos desde la base a los pezones, saltando de uno a otro, apretando y soltando besando y mamando, en una sinfonía no ensayada, pero enloquecedora en la riqueza de sus matices táctiles.

Ahora, esas caricias desordenadas, comenzaban a enloquecer mi cuerpo que se agitaba, liberándose ya de esa guía planificada que yo había diseñado. Ahora estábamos los dos libres en medio de la vorágine del deseo. Un deseo que se acercaba a su objetivo consumatorio.

Incorporándome sobre la cama, separando mis muslos, me puse de rodillas conteniendo su cuerpo entre mis piernas. Sin soltar de mi mano su pene maravilloso, lo llevé dócilmente a la entrada de mi sexo, acariciando mis labios mojados con su cabeza reluciente

Mis nalgas sobre sus muslos reconocían la suavidad de su piel y mis pechos oscilaban libremente frente sus manos que trataban de cazar mis pezones ahora dilatados y sensibles hasta la desesperación.

Mi sexo se abría generoso a las caricias de la cabeza de su pene y mi deseo se me escapaba de control, aunque yo quisiera prolongar la tensión infernal de este momento de deseo desencadenado, hasta que no pude evitarlo. Me deslice lo suficiente y mi tubo se abrió bajo la presión inaudita de su entrada. Una descarga en la parte posterior de mi cabeza y un estremecimiento de mi vientre completo me indicó, que en la oscuridad de mis ojos cerrados, me estaba penetrando el mas deseado de mis tesoros eróticos y comencé a darme cuenta que desde hacia meses, desde que estaba aún en España, deseaba este momento, que se me aparecía, a veces, en forma de pequeños relámpagos de recuerdos pecadores y otras de sueños disparatados que rechazaba al amanecer.

Pero ahora estaba ahí, entrando sin remedio, ocupando todos mis espacios, barriendo todos mis recuerdos, impulsándome hacia ese mundo paralelo a la realidad cotidiana y donde el deseo reinaba en medio de la satisfacción.

Y yo latía con cada paso que avanzaba y yo me movía para que el sintiera que yo estaba viva, que no me había muerto de placer a la primera entrada y que quería tenerlo a el de la única forma como era posible, hasta que sentí que me había llenado completa.

La desesperación se había apoderado de ambos. Yo presentía la descarga y él la sentía llegar y ahora me mordía los pezones hasta el punto que yo debería haber gritado, pero no era momento de gritos, sino de convulsiones profundas como la que me estaba invadiendo, como la que me estaba llenando golpe a golpe con su liquido llamando a las puertas de mi útero y yo entera convulsionándome, doblándome mordiéndolo con mi tubo loco mientras me doblaba para besar su boca sin permitir que se saliera de mi interior porque quería tenerlo allí por el resto de mi vida.

Lo estaba teniendo conmigo, se estaba vaciando en mi, me estaba entregando su íntimo regalo y yo me estaba derrumbando de placer y felicidad de una forma como nunca lo había experimentado.

Lentamente me fui extendiendo a su lado acogiéndolo con mis brazos y mis piernas. Quería tender para el un nido de suavidades, de tibieza y de aromas de mujer para que reposando su cabeza entre mis pechos encendidos y satisfechos se durmiera conmigo. Acariciaba su cabello negro con infinita ternura y mientras absorbía sus lentos besos en mis pezones, el sueño nos venció con la más hermosa de las convicciones. Era mío.



Me despertó, en medio de la noche, la vehemencia de sus besos. Sin despertar completamente, separé mis labios para recibir su lengua en erótico dialogo con la mía. Note de inmediato que nuestros cuerpos ardían en un roce, que seguramente el había iniciado sin que yo me despertara. Ahora era imposible permanecer dormida, yo tampoco quería estarlo, porque el deseo despierto me llevaba despeñada por esa pasión que ahora se renovaba sin trabas y con nuevos bríos.

Su lengua, ingenua aún, se dejó dominar por la mía, que la enlazaba, tratando de entregarle toda mi sabiduría.

De pronto, como obedeciendo a un impulso casi animal, se puso sobre mi, con tal agilidad, que me quedé un momento paralizada. Fue justo el momento que hizo útil para montarme, introducir sus piernas separando las mías y buscando con su mano los labios de mi sexo, separándolos para introducir su grosor implacable. Sin caricias previas, sin espacios silentes, sin dudas, sin recorridos pausados. Simplemente me llenó de su virilidad en un solo impacto, sin dejar un solo rincón de mi tubo sin su presencia y un quejido profundo y corto salió espontáneamente de mi boca porque no recordaba una introducción de tan hermosa violencia.

No atiné sino a acomodarme, de alguna forma, para facilitar su entrada, aunque ya era tarde. Me tenía traspasada completa.

Luego salió, tan veloz como había entrado, para volver a entrar con igual violencia y adueñarse plenamente de mí en una danza de intensidad inusitada en la cual me llevaba de orgasmo en orgasmo sin piedad.

Con una agilidad, que me pareció evocada de alguna novela que leyera hace años, alzó mis piernas para llevar mis pies sobre mis hombros y así pude sentir mis hermosos muslos acariciando sus costados y mis tetas presionadas contra su pecho. En esa posición, me levantaba levemente desde las nalgas y de ese modo lograba una penetración tan brutal, que tuve que poner sus manos sobre mi boca para no gritar desesperada.

En ese momento me di cuenta que no podía hacer nada, ni moverme ni irme, ni hablar. Apenas respiraba, porque el placer me tenía traspasada y me di cuenta que me tenía a su merced, que podría hacer lo que él quisiera conmigo, que podría tenerme, dejarme, amarme, destrozarse, partirme el sexo, morder mis pechos o atravesarme el rostro a bofetadas y yo no diría absolutamente nada, porque yo quería estar allí y ser el objeto de una pasión que el podría diseñar de la forma que quisiera. Así, cuando lo sentí golpear violentamente con su chorro en lo mas profundo de mi y mi organismo se desintegraba en estertores placenteros, mientras me aplastaba hasta la muerte, me di cuenta que le pertenecía, que era suya, como el había sido mío y entonces fue lentamente acercando sus labios hasta mi oído y me fue diciendo varias veces la misma palabra desgranando mis orgasmos con su ritmo.

- Puta...Puta...Puta...Puta...

La noche comenzaba a terminar.​


-
 
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