pervertido6753
Virgen
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Tenía los pezones rosados, le gustaba que pasara mi lengua por ellos decía "Me hace cosquillas".
La semana pasada fuimos a la feria, le puse un traje corto que permitía que todos vieran su pantis rosados.
Las madres me comentaron que tal vez no era de su talla, pero, la mirada de los padres y otros pequeños de
la feria <<valió la pena>>
En el juego de lanzar pelotas obtuve para ella un elefante rosado, como todo en su cuerpo, después de frotarse durante un
largo tiempo.
Le tome una foto con su peluche y ella saltaba de emoción por el premio que le di.
Ella juega con su peluche de color rosado. Un elefante gigante. Y su gran trompa.
Su sonrisa inunda la habitación, nada existe solo ella.
--¿Quieres jugar en la piscina?--le digo sabiendo que le compre un juego de vestido de baño celeste.
Ana tenía el cabello oscuro, y la piel pálida.
Baje a preparar la piscina mientras ella se cambiaba su ropa.
La piscina no era grande ni mediana, era pequeña, pues ella tampoco era grande.
--¿Juan, jugaras conmigo? --tomo mi mano al salir del baño y miraba como sostenía la manguera con la otra.
Podía sentir la presión de la manguera corriendo con fuerza y en la otra la suavidad de su manito.
--Busca tu pulpo para que juegues con el--le dije, quería verla chapotear y divertirse. Verla disfrutar es mi felicidad.
De la habitación, ahora en la piscina nueva.
Nueva como su cuerpo, tocado por pocos, virginal.
La forma ovalada de la piscina le permitía colocarse sobre los bordes y brincar.
El jardín tenía plantas pobres, no quería invertir en nada que no fuera ella.
Se nota, que su vagina dibuja una línea atreves de su panti celeste.
Con el agua, proyectaba estar desnuda.
Le gusta gatear dentro de la piscina, y caer de lado a lado, golpeando, una y otra vez el agua.
Splash! Splash! el agua al desplazarse.
Sus glúteos blancos se comían su panti, se colocaba en cuatro y se tiraba de panza como un pingüino.
Dejando disfrutar su trasero.
Siento como mi pene empieza a llenarse de sangre. Me palpita.
Como vi que se tocaban los hombres en la feria, sosteniendo su paquete que tenían en la entrepierna.
Al verla pasar.
Me excito. La fuerza de mi pene hace que se note la erección en el pantalón corto que llevo.
Veo como absorbe su ropa interior, como se dibuja una línea oscura entre sus glúteos.
Me mira. Libera una sonrisa casi infantil al aire, llamando como una loba a la manada nocturna. Soñadora.
Coloca un pie fuera de la piscina y otro adentro del agua. Y brinca. Jugando con su sexo, que es golpeado por el borde.
Tiene un rostro angelical, me toco. Instintivamente.
Su angelical rostro, su piel blanca, nueva.
Ella juega a buscar su pulpo, cerrando los ojos y sumergiéndose en el agua.
Y yo con mi pene imaginando tocarla, ser el borde.
--¿Quieres tocar me?--le pregunto, me mira la entrepierna y sale de la piscina.
Las sabanas blancas se confunden con su cuerpo.
--¡Qué buen pene!--dijo Ana, cogiéndola con la mano y observándola con curiosidad.
Entonces se inclinó y se llevó a la boca el pene rojo y grueso, que estaba semi flácido.
Pero enseguida volvió a ponerse tan dura como antes.
--Ven...follemos.--Saque mi pene de su boca y la tumbe sobre el elefante.
Ella se montó con cuidado y agarro mi pene y empezó a hundírsela.
Enseguida empezó a agitarse arriba y abajo como una loca:
--Oh Juan, oh Juan, así es aún mejor, mucho mejor..., oh Dios, oh Dios..., noto como tu pene
toca mi corazón...
Gemí de placer.
Lámeme las tetas, quiero sentirte en todas partes.
Las bese y chupando los pezones uno tras otro.
Frente ticamente.
La levante a punta de empujones y con mis últimos empujones, le frotaba fuertemente las tetas. Pero, ella no parecía notarlo.
Ana se quedó quieta dejándose ensartar por mi pene que derramaba leche.
Pude sentir como temblaba todo su cuerpo y que no podía pronunciar palabra, sólo gemir débilmente.
Y después, quedó echada entre mis brazos como si estuviera muerta.
Finalmente me levanté y le dije que fuéramos a la piscina.
A jugar con su pulpo.
:icon_razz:
La semana pasada fuimos a la feria, le puse un traje corto que permitía que todos vieran su pantis rosados.
Las madres me comentaron que tal vez no era de su talla, pero, la mirada de los padres y otros pequeños de
la feria <<valió la pena>>
En el juego de lanzar pelotas obtuve para ella un elefante rosado, como todo en su cuerpo, después de frotarse durante un
largo tiempo.
Le tome una foto con su peluche y ella saltaba de emoción por el premio que le di.
Ella juega con su peluche de color rosado. Un elefante gigante. Y su gran trompa.
Su sonrisa inunda la habitación, nada existe solo ella.
--¿Quieres jugar en la piscina?--le digo sabiendo que le compre un juego de vestido de baño celeste.
Ana tenía el cabello oscuro, y la piel pálida.
Baje a preparar la piscina mientras ella se cambiaba su ropa.
La piscina no era grande ni mediana, era pequeña, pues ella tampoco era grande.
--¿Juan, jugaras conmigo? --tomo mi mano al salir del baño y miraba como sostenía la manguera con la otra.
Podía sentir la presión de la manguera corriendo con fuerza y en la otra la suavidad de su manito.
--Busca tu pulpo para que juegues con el--le dije, quería verla chapotear y divertirse. Verla disfrutar es mi felicidad.
De la habitación, ahora en la piscina nueva.
Nueva como su cuerpo, tocado por pocos, virginal.
La forma ovalada de la piscina le permitía colocarse sobre los bordes y brincar.
El jardín tenía plantas pobres, no quería invertir en nada que no fuera ella.
Se nota, que su vagina dibuja una línea atreves de su panti celeste.
Con el agua, proyectaba estar desnuda.
Le gusta gatear dentro de la piscina, y caer de lado a lado, golpeando, una y otra vez el agua.
Splash! Splash! el agua al desplazarse.
Sus glúteos blancos se comían su panti, se colocaba en cuatro y se tiraba de panza como un pingüino.
Dejando disfrutar su trasero.
Siento como mi pene empieza a llenarse de sangre. Me palpita.
Como vi que se tocaban los hombres en la feria, sosteniendo su paquete que tenían en la entrepierna.
Al verla pasar.
Me excito. La fuerza de mi pene hace que se note la erección en el pantalón corto que llevo.
Veo como absorbe su ropa interior, como se dibuja una línea oscura entre sus glúteos.
Me mira. Libera una sonrisa casi infantil al aire, llamando como una loba a la manada nocturna. Soñadora.
Coloca un pie fuera de la piscina y otro adentro del agua. Y brinca. Jugando con su sexo, que es golpeado por el borde.
Tiene un rostro angelical, me toco. Instintivamente.
Su angelical rostro, su piel blanca, nueva.
Ella juega a buscar su pulpo, cerrando los ojos y sumergiéndose en el agua.
Y yo con mi pene imaginando tocarla, ser el borde.
--¿Quieres tocar me?--le pregunto, me mira la entrepierna y sale de la piscina.
Las sabanas blancas se confunden con su cuerpo.
--¡Qué buen pene!--dijo Ana, cogiéndola con la mano y observándola con curiosidad.
Entonces se inclinó y se llevó a la boca el pene rojo y grueso, que estaba semi flácido.
Pero enseguida volvió a ponerse tan dura como antes.
--Ven...follemos.--Saque mi pene de su boca y la tumbe sobre el elefante.
Ella se montó con cuidado y agarro mi pene y empezó a hundírsela.
Enseguida empezó a agitarse arriba y abajo como una loca:
--Oh Juan, oh Juan, así es aún mejor, mucho mejor..., oh Dios, oh Dios..., noto como tu pene
toca mi corazón...
Gemí de placer.
Lámeme las tetas, quiero sentirte en todas partes.
Las bese y chupando los pezones uno tras otro.
Frente ticamente.
La levante a punta de empujones y con mis últimos empujones, le frotaba fuertemente las tetas. Pero, ella no parecía notarlo.
Ana se quedó quieta dejándose ensartar por mi pene que derramaba leche.
Pude sentir como temblaba todo su cuerpo y que no podía pronunciar palabra, sólo gemir débilmente.
Y después, quedó echada entre mis brazos como si estuviera muerta.
Finalmente me levanté y le dije que fuéramos a la piscina.
A jugar con su pulpo.
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