Teléfono Caliente (Orgias) – Capítulos 01 al 07

heranlu

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Teléfono Caliente (Orgias) – Capítulo 01

Ella se sentó en la silla justo enfrente del despacho de su jefe. No se dio prisa en sentarse y cruzó sus piernas elegantemente. Por supuesto, llevaba una minifalda estrecha y relativamente corta. Sus largas piernas quedaban expuestas para ser admiradas.



Él la observó complacido, inspeccionándola de arriba abajo. Finge volver a prestar atención a unos papeles. Pasados unos segundos, los aparta y le pregunta acerca de su estado de salud, el cual confirma que había mejorado en pocos días tras las temperaturas que se habían dado. Todo parece una conversación más en el despacho del "jefe", porque siempre reinaba una cierta tensión en el aire y nerviosismo. Sin embargo, él, de repente, parece ponerse mas tenso y serio de lo habitual, y comienza diciendo:




- Bueno..., quería hablar contigo acerca de un tema del que estoy preocupado. Quiero pedirte que seas comprensiva y no te molestes conmigo, .... voy a ser totalmente sincero. Veras, ... he estado escuchando algunas de tus conversaciones, lo cual sé que no debería haber hecho, pero debes también entender que se trataba de mi obligación.

- ¿Su obligación?

- Sí, es de mi incumbencia controlar el trabajo de mis empleados, otra cosa no me permitiría saber si están haciéndolo bien o mal.

- ¿Pero se trata de conversaciones privadas?

- Entiendo que si las haces en el trabajo y si además tu trabajo consiste en hablar por teléfono, deben estar sometidas a control por parte de tus superiores, por lo que no son del todo privadas.

- ¿Pero a mí nunca se me ha dicho que mis conversaciones podían ser escuchadas?.

- Pues debería habérsete informado; siento se haya pasado eso por alto en tu caso. Pero puedes preguntarles a tus compañeras, todas saben que se controla lo que hablan.

- En fin, lo que quería decirte es que...bueno ...creo que haces muy bien tu trabajo; ... demasiado bien, debería decir.

- Bueno, no sé si tengo que tomármelo como un cumplido.

- Claro que si, lo haces muy bien, te felicito.

- Gracias.

- Pues eso,... creo que lo haces muy bien y ahora te escucho solo por placer.
También tienes una voz muy agradable.

- Me alegro que le guste.

- Tengo que hacerte una pregunta, tengo curiosidad. No interpretas ningún papel cuando trabajas, ¿verdad?. Eres tú misma.

- Si, así es.

- Lo sabía, sabia que era imposible que estuvieras fingiendo.

- Bueno, en honor a la verdad es que no siempre me lo paso bien, algunas veces tengo que sobreactuar y otras fingir del todo.

- En cualquier caso, en todas eres buenísima.

- Gracias otra vez.

- ¿Puedo seguir preguntando?

- A ver.

- ¿Disfrutas mucho?

- Pues si, es irremediable, imaginando lo que se imagina...

- Pero te quedarás con las ganas de hacerlo de verdad, ¿no?.

- En ese momento, si, pero cuando terminas la jornada necesitas un poco de reactivación para proseguir. No sé si me entiendes.

- Claro que lo entiendo. Y... podrías decirme si te tocas cuando lo haces.

- No siempre, algunas veces sí, por eso pedí una habitación privada.

- Ufff... como me gustaría verte...



Tras su sonrisa, no pudo resistirse a seguir preguntando.




- Y ...¿qué usas para hacerlo?; ¿los dedos?.

- Sí. Y mi imaginación.

- Lo sé, sé que tienes una imaginación muy especial para el sexo. Me encantan tus fantasías.

- No todas son mías, ten en cuenta que los clientes ponen mucho de su cosecha y ellos son los que piden y...mandan.

- Pero ¿no me negaras que la mayor parte de las fantasías de las que hablas te gustan?.

- Claro que sí. Casi todas me entusiasman. Solo unas pocas ni me van ni me vienen. Y hasta ahora no ha habido ninguna que me haya desagradado.

- Y si no estas sola, porque tienes que compartir habitación con alguna compañera, ¿también te tocas delante de ella?.

- No. Solo en una ocasión con una chica que vino nueva. Ella lo hacia y me excitó mucho. Al final terminamos liadas las dos.

- Vaya, eso no lo sabia. Lastima que me perdí las conversaciones de esa noche.
Y cuando estás con otra compañera con la que no lo has hecho, debes sentirte en todo caso muy mojada, ¿no?.

- Efectivamente, muy mojada. Casi como lo estoy ahora. Algunas veces he llegado a mojar la falda, porque no suelo llevar bragas.



En ese momento descruza las piernas y deja ver en la sombra su sexo, dándose cuenta él, inmediatamente, de que efectivamente no había ropa interior. Su mirada no puede dejar de centrarse en ese hueco y ella siente su excitación, a la vez que centra todos sus sentidos en esa parte de su cuerpo la cual observan con deseo tangible.



- Y ¿cuál es la fantasía que me ha escuchado que más le ha excitado?

- La verdad es que la mejor es aquella en que te insultan llamándote "puta" y te usan como tal. Y creo que esa es la que más te gusta a ti también, la que mas te pone. Ya te he dicho que te he escuchado muchas veces; cuando te insultan y tratan como una puta es cuando te vuelves loca y pierdes los estribos.

- Sí, es cierto que es una de las cosas que mas me excitan. Me alegro de que compartamos gustos.



A lo largo de la conversación, el Sr. Arkin experimentaba un incremento paulatino y desorbitado de su excitación. Notaba claramente como su poya luchaba con la bragueta de su pantalón reclamando un espacio del que carecía. Deseaba cada vez con más fuerza poder sentir a la mujer que se le estaba insinuando a tan sólo unos centímetros de distancia, poder acariciar esos pezones que se endurecían delante de sus ojos y comprobar el estado de humedad de ese coñito; debía de estar muy, muy húmedo.



Ella podía percibir claramente los deseos de su jefe y, por supuesto, también quería disfrutar con él. Sentía su coño muy mojado, ansioso por que lo penetraran hasta el fondo. Tampoco llevaba sujetador, por lo que era consciente de que sus pezones duros por la lascivia, se transparentaban y señalaban a través su blusa. Eso la excitaba aún más, percibir su mirada en sus tetas ardiendo.



Se hizo un silencio entre los dos. Lorna pensó que tenía que llevar un poco la iniciativa, eso le gustaba y pensaba que también le complacería a él. Decidió no apartar sus ojos de su futuro amante, mientras se incorporaba un poco en la silla para situar sus piernas sobre los reposa-brazos, primero una y después otra, hasta quedar completamente abierta de piernas exhibiendo su coño como si de un gran tesoro se tratara. Pudo ver cómo en la expresión de su jefe aumentaba el calor y, acto seguido, parecía llevarse la mano hacia la bragueta. Notó también como esa parte de su cuerpo se movía sospechosamente e intuyó, después, que ese miembro era liberado al desabrocharse la cremallera del pantalón. Entonces, el Sr. Arkin se reclinó en su sillón y lo desplazó hacia atrás, de tal forma que su observadora viciosa pudiera admirar con claridad la polla que tenía entre sus manos. Tras observar el grado de complacencia en la cara de su putita, le preguntó si era de su gusto, a lo que ella asintió efusivamente y no pudo contener llevarse la mano a su clítoris y labios para masturbarse de forma suave, queriendo reprimir todavía todo ese placer que presentía iba a comenzar a sentir porque ya empezaba a hacerlo.




- Puedo ver que estas muy cachonda, lo tienes muy mojado. Seguro que estás deseando que te follen, ¿a qué sí?. Pues ahora te voy a meter mi polla en tu coño, ahora vas a correrte de placer cuando te la meta y te la mueva un poquito. Verás como te corres, zorrita.



Se fue hacia ella, con la mano en la polla masturbándosela, y la obligó a que se sentara en la mesa, le subió hasta la cintura la falda y la abrió bien de piernas; Lorna se reclinó levemente para poder abrir aún más sus piernas y recibir toda esa polla en su coño, la cual no podía dejar de tocar y mirar anhelándola. Él se arrodilló en el suelo y comenzó a acercar su boca hasta su sexo, primero caricias con los labios y la lengua en su ingle; cada vez más cerca su boca de su coño, sin llegar a penas a rozarla, lo que hacía que ella se estremeciera de deseo, de ganas ardientes de que lo hiciera, de que la tocara, .... Cuando lo hace, el placer empieza a recorrer todo su cuerpo. Le come el coño con pasión y suavidad, la hace sentir en el cielo.



Entonces, él deja de comérselo y se levanta..., coge la polla entre sus manos, dura y desafiante, y le dice:




- Prepárate, te la voy a meter ya, no puedo contenerme, voy a atravesarte ese coño de putita que tienes, estas muy caliente, zorra, y te lo mereces.



En ese momento Lorna imagina su polla entrando en su coño, y se deshace de emoción, de deseo. Efectivamente, la penetra de un golpe hasta el fondo, hasta muy dentro de ella, de una forma un poco violenta, tanto que le dolía a la vez que este dolor le suponía mayor placer. Empezó a moverse rápido dentro de ella, notaba como su coño iba a correrse, ya no podía aguantar, pero sentía tanto gusto que se resistía a correrse para no dejar de sentir lo que experimentaba en esos momentos, así que aguantaba, contenía su orgasmo que peleaba por aparecer, y eso le proporcionaba cada vez más gozo. Su pervertido jefe seguía sacándosela y metiéndosela impetuosamente, y ella trataba una y otra vez de contener su propio orgasmo, lo cual lograba, porque además sentía que se hacía pipi, y eso le inhibía la corrida y con ello, más placer, y gozar más rato antes de correrse. Después de muchas embestidas de su amante, seguía sin correrse o, mejor podría decirse, seguía en una corrida interminable.



Sentirla era contagiarse de ese placer y explotar con ella; tampoco pudo aguantar más y la llenó de su semen, y la zorrita disfrutó de esa corrida tan espectacular que le había llenado entero su coño de leche. Gimió y frunció su cara cuando se corría de tal modo que no pudo ocultar todo lo que había disfrutado. Tras salir de su orgasmo, se quedó mirándola y la consoló diciéndole que era una gran puta, que le había hecho pasar un buen rato. El Sr. Arkin pretendió insinuar que todo había terminado, lo que a ella parecía desagradarle. Pero pasados unos segundos, él le explicó que sabía que era una zorra de verdad y que tenía más ganas de follar, que no se preocupara porque había pensado en otras cosas para complacerla.



Se acercó al primer cajón de su escritorio y cogió un consolador bastante grande, con una manita para frotar el clítoris y otra polla pequeñita para el culo. Se lo mostró, orgulloso de su posesión, y le explicó que lo tenía allí para las putitas como ella que necesitaban pollas a todo momento.



Por supuesto que cambió la expresión de la cara de Lorna, aquel invento parecía que podía darle mucho gustito.




- A ver, tiéndete bien en la mesa, a lo largo y abre bien las piernas. Te voy a meter primero esta polla grande por tu coño. Así,... hasta el fondo, bien dentro,... que te duela un poquito, puerca... Así,... qué bien, putita, ... cómo la disfrutas.

Y ahora vamos a probar esta manita en tu clítoris. Ufff..., que bien..., así..., te gusta, ¿eh?... Tócate tú también si quieres, puta.




Estas muy cachonda, zorra, te vas a correr,.... ya no puedes aguantar más, ¿verdad, putita?.




Mmmm.............

Y, por último, esta pollita pequeña en tu culo. Así.....; así..... ¡cómo te gusta!, ¡cómo lo mojas todo!; mmm......; me gusta,.... Me gusta que te guste, que seas tan guarra, ... uuummm.....

Ya sí que no puedes reprimirte, se va a ir tu orgasmo junto con todo tu pipí, con toda tu meada. Seguro que sí .... Quiero verlo .... Eso es, ... así, ....así,..., correte, .... correte, ¡puta!.




Cuando explotó de placer, efectivamente se meó encima, incontroladamente, sintió como se había corrido a la vez por su vagina, por su culo y por su clítoris. La sensación que embargaba su cuerpo era indescriptible, la que nos sorprende a todos tras una buena corrida. La piel la tenía de carne de gallina, sus pezones erectos, su coño hinchado de sentidos​

Teléfono Caliente (Orgias) – Capítulo 02

Todo parecía haber concluido. El Sr. Arkin se había corrido y ella también; seguramente tomarían un descanso para luego continuar, o se despedirían.



Pero, sorprendentemente, él comenzaba a estar excitado de nuevo. Su polla ya no pendía lánguidamente tras su corrida, ahora recobraba tamaño y complexión aunque todavía no estaba del todo erecta. Asimismo, él parecía que quería seguir disfrutándola. Eso la halagó y volvió a subir el primer peldaño de la excitación que conduce al climax. Se alegró de estar dispuesta a otro buen polvo. Era cierto que cada vez podía disfrutar más del sexo, cada vez necesitaba más y más.



Él también se dio cuenta de que ella estaba dispuesta a seguir. No entendía cómo aquella zorra había conseguido que tuviera ganas otra vez, pero lo cierto es que le apetecía seguir disfrutando de esa guarra; no siempre era posible disponer de una puta así y que encima no exigiera nada, dispuesta a dejarse hacer de todo.



Es que sus pensamientos retorcidos asomaban a su mente sin saber por qué, quería hacerle a esa zorra todas las perversiones que había imaginado y que pudiera imaginar. Recordó que su socio estaba a punto de llegar y avisó a recepción de que lo pasaran a su despacho cuando viniese.



Continuó sin dirigirle la palabra y ella parecía estar esperando que la usaran de nuevo. Le dijo que se abrochara la blusa y se sentara de nuevo en la silla. Lorna obedeció expectante ante la nueva aventura que se le presentaba: el rol que interpretaba su amo traspasaba un pequeño límite más hacia la realidad. Definitivamente era un hombre que había sabido entenderla y se proponía no dejar de hacerlo.



Su jefe también se sentó y la miraba con intención incluso de perturbarla, de que pasara vergüenza; lascivamente su mirada se centraba en sus senos y en su sexo, incluso en sus ojos se reflejaba cierto desprecio que pretendía mostrar hacia ella, desprecio a su cuerpo provocador y a sus ganas de follar. Pero ella, a pesar de sentirse ciertamente avergonzada, a la vez experimentaba un grado de excitación muy alto, con esa nueva forma de dominación que nadie le había enseñado. Su nuevo amo no parecía querer liberarla de la pequeña tortura y tampoco ella pretendía que lo hiciera, porque se sentía plenamente excitada, otra vez, admirándose de que simplemente una determinada situación morbosa pudiera haberla llevado a calentarla de aquella forma.



Ansiaba saber lo que aún le quedaba por llegar, su imaginación volaba elucubrando acerca de lo que todavía pudiera pasar. Y, por supuesto, su coño se humedecía como si hubiera sido la primera vez que lo hiciera. En esos minutos, que a la vez se hicieron interminables, experimentó el gran placer de sentirse una puta de verdad.



Su otro jefe abrió la puerta del despacho y entró en la habitación con naturalidad, no esperaba encontrarse ninguna situación fuera de lo normal, pero, sin embargo, debió notar la tensión y humedad que había en el ambiente, a decir por la expresión significativa de su rostro.



Los dos compañeros hablaron de sus asuntos por algunos minutos, pareciendo ambos ignorar el cuerpo de esa mujer que parecía estar ardiendo por dentro. Cuando terminaron, el Sr. Arkin preguntó a su socio:




- ¿Sabes que hacíamos yo y esta puta antes que tú llegaras? – no le dejó que contestara, le explicó que se la estaba follando haciéndola correr como loca. Se levantó y se dirigió hacia ella, le manuseó el pecho y lo dejó expuesto, preguntándole a su invitado:

- ¿Has visto que buena que está esta zorra?, ¿no me digas que no te apetece echarle un polvo?. Te aseguro que a mí, hace un momento, me ha hecho sentir, la muy puta. La cogió por la barbilla y subió su cabeza para exhibirla como si de un animal se tratara. Inquirió a su invitado que contestara, cuando saliera de su asombro. Inmediatamente, el Sr. Luyet respondió insistente y afirmativamente sobre sus ganas de follársela.




- ¿Qué te gustaría hacerle a esta puta?. Creo que ella está dispuesta a hacer lo que haga falta, total de que la hagamos que se corra como una puerca.



Hablaban de ella como si no estuviera allí delante, como si ni siquiera mereciera la pena hablarle, como si no fuera nada, sólo un objeto para dar placer a sus amos que tanto la hacían disfrutar. Y eso, ¡cómo la excitaba!.




- No te cortes, di lo que te apetece. Yo acabo de follármela por el coño y después le he metido el consolador que tenemos para las putas, por todos los sitios, ya sabes. Se ha corrido como loca, la muy cerda.

- Pues la verdad, a mí me encantaría follármela por el culo, tiene que tener un culo tremendo...

- Eso le gustará,... a ver ...¿le decimos que te la chupe un poquito primero?.

- Sí, me parece bien.



Luyet se apresuró a desabrocharse la bragueta para dejar al aire su verga erecta; ella fue levemente obligada por su amo a bajar la cabeza hasta la altura de esa polla para proceder a comérsela. Lo hizo al principio suavemente, pasando su lengua por todas las partes de la polla, desde su base hasta el glande; la mojaba con su saliva y se excitaba con ese miembro del que iba a gozar en un momento. Entonces, el Sr. Arkin le ordenó que se la metiera entera en su boca y que se la chupara con fuerza; y así lo hizo, poniendo todo el ímpetu del que fue capaz; la ahogaba esa gran polla en la boca, pero no podía dejar de hacerlo, era una puta y tenía que dar placer a los hombres. Su otro jefe apartó su polla de la boca y le dijo que no siguiera, que iba a correrse, que prefería follarla por detrás y llegar al orgasmo dentro de su culo. La dieron la vuelta, la ordenaron que se inclinara sobre la silla y que abriera bien sus piernas para recibir las pollas que la iban a follar. Ofrecida, le clavó primero la polla en su coño y la embestía con fuerza, haciéndola gemir de placer y desear el orgasmo intenso que quería sentir. Totalmente mojada, soltando además la corrida previa de su amo por el coño, anhelaba más placer y se estremecía por el que sentía.



Su mejor amo tenía la polla tiesa y se la tocaba mientras miraba cómo se la estaban follando. Y le dijo al que la estaba jodiendo que le metiera ahora la verga por el culo, que se lo destrozara ... hasta que le saliera por la boca. Ella se estremeció de placer y miedo, a la vez, pensando en lo que le iban a hacer; le dolería a la vez que subiría al cielo con cada empujón.



Así fue; al principio le costó metérsela, pero lo consiguió y se la introdujo todo lo dentro que podía, abriéndola para él. Lorna llegó al orgasmo al poco tiempo y fue una de los mejores corridas que podía recordar. Ellos advirtieron su placer y se excitaron con él aún más, por lo que el hombre que la estaba penetrando se corrió a gusto y le cubrió el ano de semen. Pero el otro hombre quería volver a correrse, le metió la polla en la boca y la obligó a que se la tragara. Después de un rato de suculenta mamada, la folló también por el culo; a pesar de que ahora ella gritaba más de dolor que de placer, no le importaba, estaba enloquecido de placer y sólo pensaba en correrse; siguió embistiéndola con fuerza y, finalmente,... se corrió, al mismo tiempo que le gritaba que se aguantara el dolor, le pegaba cachetadas y la insultaba. Al notar su corrida, ella respiró aliviada. Había sido alucinante, se encontraba como drogada de tanto placer.



Una vez que ambos hombres hubieron terminado, se vistieron y se sentaron como si tal cosa, dejándola a ella todavía extasiada y destrozada. Fumaron un cigarrillo y se felicitaron por la buena jodida que habían echado.



Ella entendió que debía vestirse y marcharse; tras despedirse, ya en la puerta de salida de la habitación, su gran jefe la llamó y le dijo que había sido una buena putita, que al menos se merecía una buena recompensa. Ella dio por hecho que iba a pagarle dinero por lo que había hecho, porque eso era lo que deseaba: ¡iba a ser una puta de verdad a la que pagan!. Pero él pensaba en otro tipo de contraprestación, aunque fue lo suficientemente inteligente como para comprender que ella se excitaría mucho si se la pagaba como puta. Sacó su billetera del bolsillo y le entregó 300 Euros. Encima de todo, la habían pagado muy generosamente. Un escalofrió recorrió su cuerpo, ¡cómo podía ser posible que aún quisiera seguir jodiendo!.



A Lorna siempre la había excitado pensar en llegar a ser una puta de verdad, pero jamás hubiera creído que pudiera serlo. La experiencia la había hecho enloquecer de placer, de sexo puro y duro, y nada más recordar lo vivido se excitaba hasta tal punto que una emoción escalofriante recorría su cuerpo.



Durante los días posteriores, no pudo dejar de recordar varias veces al día lo que su jefe le había hecho, ansiando que se repitiera. Pero, sin embargo, en esos días sus jefes pasaron olímpicamente de ella y no le hicieron ni puto caso, simplemente la miraban con sonrisa maliciosa sin ni siquiera dirigirle la palabra.​


Teléfono Caliente (Orgias) – Capítulo 03


Pero dos semanas después, su gran jefe volvía a llamarla a su despacho. Se puso nerviosa, pero inmediatamente acudió. De nuevo, el Sr. Arkin le requirió para que se sentara y directamente le preguntó:




- ¿Quieres ganar mucho dinero como puta?.



Ella, sorprendida, titubeó, pero finalmente dijo que sí. Su jefe sonrió queriendo insinuar que sabía que su respuesta iba a ser positiva.




- Te pagaríamos 2.000 Euros, pero las condicion es la siguiente:: podremos hacer contigo lo que queramos, sin límites. ¿Te atreves?.



Se trataba de mucho dinero, pero el riesgo era muy importante. Y lo curioso era que se excitaba imaginándolo. Pero era demasiado riesgo. Su sentido común la obligó a rechazar la oferta, aunque no pudo evitar sentirlo de alguna forma.



Su jefe presentía que la oferta le era tentadora, y aumentó la cantidad. Ella siguió rechazando la proposición y la suma fue de nuevo incrementada. Llegaron hasta los 3.000 Euros y ella preguntó a quienes se referían cuando hablaba en plural. Él contestó que eso formaba parte del juego y que podía ser un número indeterminado de personas los que fueran a disfrutar de ella.



Otro escalofrío de excitación recorrió su cuerpo y decidió aceptar la propuesta, después de todo no pensaba que esos hombres pudieran hacerle algo que ella no quisiera, que no pudiera disfrutar. Él le explicó que esa noche se encontrarían en la puerta de un hotel conocido de la ciudad y la ordenó que continuara con su trabajo.



Durante todo el resto de su jornada laboral se encontró húmeda y expectante ante la incertidumbre de lo que podía ocurrir esa noche. Ya había decidido ir de compras tras terminar el trabajo y vestirse para la ocasión.



Recorrió unas cuantas tiendas hasta que encontró la ropa ideal: una minifalda negra, un top ceñido que contemplaba la silueta de sus senos (también negro con diminuta pedrería) y una blusa negra transparente. Tenía que buscar unos zapatos que le complementaran y podría utilizar su mejor abrigo para llevar encima.



Cuando terminó la compra, se dirigió a su casa para meterse en la ducha y arreglarse. Tras maquillarse cuidadosamente, pero sin exagerar, estaba totalmente lista para la cita. Faltaba ya media hora, así que se apresuró a marcharse para llegar a tiempo, aunque con un poco de retraso, a su excitante aventura que se estaba atreviendo a ejecutar. Su jefe, Sr. Arkin, le estaba esperando, le sonrió y la acompañó hasta el vestíbulo. En recepción pidieron las llaves de una habitación y subieron al ascensor. No podía qué menos que sentirse tensa, lo que su jefe percibía y tranquilizaba con una sonrisa.



Llegaron a la décima planta y se dirigieron hacia la número 115. La habitación era muy amplia pero acogedora, con la cama en el centro y a su alrededor un conjunto de sofás, un escritorio y el amplio armario recubierto de espejos. Elegantemente decorada e impecable, como sólo están las habitaciones de hotel. La invitó a que se sentara en la cama, pero prefirió antes ir al baño. Mientras estuvo allí, llamaron a la puerta de la habitación; su jefe abrió y lo invitó a pasar. Ella no pudo evitar estremecerse ante la llegada de otro de sus clientes.



Salió del cuarto de baño y fue presentada a su invitado. El hombre empezó a examinarla descaradamente e incluso a meterle mano. Y se ruborizó, estaba siendo tratada como una puta, y esta vez estrictamente de verdad.



Comenzaron a llegar el resto de los hombres, cuatro en total, y, por último, una chica. Era descarada y vestía como tal; que estaba claro a lo que se dedicaba.



Ordenaron a Lorna que se sentara en la cama y se quitara la blusa, mientras todos la observaban sentados, repartidos entre los sofás y las sillas del escritorio. Lo hizo despacio, casi avergonzada, soportando las miradas morbosas de todos sus espectadores.



Los hombres discutieron entre ellos cómo iban a empezar. Finalmente decidieron que las dos putas se calentaran entre ellas, con lo cual ellos se pondrían cachondos y estarían preparados para la acción. Las chicas comenzaron a besarse y a tocarse. Les ordenaron que se desnudaran. Todos andaban excitados viendo la escena, ahora una de las putas le comía el coño a la otra.



Uno de los tíos no pudo resistirse más y se acercó para empezar a follar con violencia a Lorna; su culo se encontraba en pompa, lo cual le facilitó la operación. Ella empezó estremecerse sin parar de placer, aquella polla la embestía sin compasión. De pronto, otro de los hombres se follaba a su compañera con la misma violencia que se lo hacían a ella, y un tercero le ponía el pene en su boca para que se lo chupara. Su excitación aumentaba y aumentaba hasta límites inimaginados, y aun le quedaba mucho que disfrutar. Quisieron follársela dos tíos a la vez, y recibió dos pollas de tamaño imponente en su coño; las dos se movían de locura y el placer era indescriptible. El de arriba decidió metérsela por su culo; lo hizo despacio, abriéndola poco a poco, y hasta adentro del todo; entonces comenzó a moverse suavemente hasta ir incrementando el movimiento haciéndolo vertiginoso. Ya no podía más, aquello era irresistible, por mucho que intentaba contener su orgasmo, cada empujón la hacía desfallecer de placer, sentía que yo no podía guardarlo por más tiempo y experimentaba el goce que se tiene segundos antes de la corrida...Y llegó, explotó todo dentro de ella y tocó el cielo con las manos....



Pero los que la usaban seguían disfrutando, camino también del climax. El que se la jodía por el coño, la sacó de allí y se la hundió fuertemente en la boca, hasta su garganta y ella se la tragó ávidamente hasta que se corrió y le esparramó todo su esperma por la cara. El otro se corrió casi a la misma vez con su culo y prefirió no sacarla llenándoselo de su leche. Éstos ya parecían satisfechos, al menos por el momento, pero su jefe estaba ardiendo de deseos habiendo observado el espectáculo de su coño, de su culo y de su boca; él había preferido permanecer menos activo y observar con atención, eso sí, mansturbándose continuamente esperando su ocasión. Cuando vio que los tíos que se follaban a su putita se habían ya corrido, se acercó a ella, la abrió de piernas sobre la cama y la penetró bruscamente; la folló y la folló hasta que consiguió que ella se excitara muchísimo de nuevo, notó cómo volvía a humedecerse y cómo se movía para recrearse en el placer que le daba su polla. Verla disfrutar así le hacía disfrutar aún más a él, por lo que se corrió dentro de ella salvajemente. Pero Lorna seguía caliente y necesitaba correrse de nuevo; él la conocía, sabía lo zorra que era, y estaba seguro de que deseaba más. Metió los dedos dentro de ese coño caliente y los movió dentro para acortar el camino del orgasmo de esa puta, para que se corriera como la guarra que era; tras unos minutos manejando ese coño caliente y empapado, notó su climax, pero no se detuvo, siguió masturbándola, .... y ella llegó a una cota superior del placer sexual. Todo su cuerpo le dolía, pero no era realmente dolor, era excesiva sensibilidad; jadeaba y le costaba recobrar el nexo con la realidad.​


-Continuará



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heranlu

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Teléfono Caliente (Orgias) – Capítulo 04

Con el dinero que había ganado, pudo permitirse un viajito a las Islas Canarias por un fin de semana, lo justo para cargar baterías. Sobre todo le apetecía disfrutar del sol y descansar, descansar mucho.



Su primer deseo tras instalarse en el hotel era ir a la playa. Consultó la información turística que le habían dejado en su habitación, y buscó la playa nudista más cercana. Ahora que estaba fuera de su tierra, que allí nadie la conocía, iba a aprovechar para bañarse y tomar el sol desnuda. Siempre lo había querido hacer, debía de sentirse una sensación muy especial, aparte de la excitación que también le provocaba.



Cuando llegó a la playa, ya a las seis de la tarde, el sol calentaba pero no quemaba. No había mucha gente, por lo que estaban dispersados a relativa distancia en la arena. La mayoría de ellos desnudos por completo y una gran mayoría de hombres frente a unas cuantas mujeres.



Se sentó a unos metros prudenciales de las personas más cercanas y se desnudó por completo (estaba loca por hacerlo); sabía que los hombres de alrededor la mirarían y clavarían sus ojos en todas las partes de su cuerpo; no le importaba, al contrario, tenía madera de exhibicionista. Una vez en la arena, observó a las personas que tenía en su entorno, evidentemente, todos ellos desviaron la mirada hacia otro lado disimulando haberla observado en su desnudo. Primero se fijó en las mujeres más cercanas, algunas eran atractivas pero ninguna tanto como ella. Los hombres eran casi todos jóvenes y parecían bien dotados. También había parejas de homosexuales tomando el solo tranquilamente. Se relajó tumbándose al sol y dejando que el calor acariciara todo su cuerpo, la primera vez que lo sentía así, en cada centímetro de su piel. La sensación de desnudez en los senos no le era extraña, acostumbraba a hacer top less, pero su sexo al aire le producía nuevas sensaciones que, por supuesto, la excitaban. Pensó que los hombres la miraban, y se atrevió a entreabrir sus piernas para provocarlos (si hubieran estado a la suficiente distancia, hubieran podido ver cómo estaban de mojados sus labios).



Permaneció allí relajada durante algún tiempo, hasta que tanto calor la invitó a bañarse. Tendría que levantarse y exhibirse desnuda hasta la orilla. Se puso de pie y sus senos comenzaron a encogerse con el viento; caminó despacio hacia la orilla, con toda la naturalidad de la que fue capaz, y se metió en el agua. No pudo hacerlo de golpe, estaba demasiado fría, aunque quería hacerlo lo antes posible dado que sabía tener clavados muchos ojos.



Disfrutó tranquilamente de su baño y salió del agua con sus pezones duros y totalmente encogidos por el frío; todos volvían a mirarla con deseo. Se dejó secar al sol y se incorporó para volver a prestar atención a sus vecinos. Uno de ellos parecía no quitarle ojo de encima y, además, resultaba bastante atractivo. Si él no le quitaba la mirada, ella tampoco lo haría. Al cabo de unos minutos, tumbado de costado en la arena, se llevó la mano a la polla que ya tenía dura. Ella siguió el ejemplo y se tocó su clítoris con suavidad; también se acarició sus pechos y se excitó mucho pensando en cómo la gente los estaban mirando.



Él se levantó, se dirigió hacia ella, y extendió su toalla al lado de la suya. No mediaron palabras, simplemente se miraron con deseo y siguieron tocándose a si mismos. Después comenzaron a hacer el amor, delante de todos los bañistas. Fue espectacular. Tanto que uno de los hombres se acercó también y les preguntó si podía participar. Ella sonrió y se incorporó para comerle la polla al nuevo invitado, mientras su primer admirador le metía la polla por el coño suavemente.​


Teléfono Caliente (Orgias) – Capítulo 05

Llevaban saliendo varias semanas. Ya había habido tres cenas, un almuerzo y unos cuantos cafés. Sin embargo, nada de nada. Incluso llegó a pensar que quizás Luis no se sintiera atraído por ella. Pero eso tampoco casaba con sus habituales invitaciones y por su actitud hacia Lorna.



Esa noche habían quedado en su casa para cenar, por lo que se había esmerado en que todo saliera bien: buena comida, buen vino, un ambiente acogedor, etc. Esta vez quería que no se le escapara, no podría hacerse más el esquivo.



Tras la afrodisiaca cena (hasta en eso había pensado), se sentaron en el sofá con una copa de vino en la mano. El alcohol había hecho mella en los dos y ella se sintió lo suficientemente atrevida cómo para insinuársele delicadamente.



Él sonreía pícaramente observando la sesión de sensualidad que le estaban exhibiendo, pero ni hacía ni decía nada. Ella seguía pensando excitada en cómo provocar más a ese hombre que deseaba y que no se lanzaba sobre su cuerpo. Cada vez su falda se subía más, ya podía verse parte de los ligueros negros; incluso se había bajado ligeramente la blusa dejando al aire su hombro derecho, ello producía que su escote se abriera, dejando entrever el principio de sus pechos que prometían ser duros y firmes.

Ella se quedó parada unos instantes. Ya no sabía de qué hablar y la situación comenzaba a hacerla sentir incómoda. Él aprovecha la ocasión para incorporarse y decirle que se va. Obviamente ella se asombra de esa decisión y le pregunta por qué. Su respuesta es otra pregunta: ¿tú quieres que me quede?. Ella titubea y medio avergonzada no puede menos que reconocer que sí.




- Pues entonces, tendrás que demostrarme cómo me puedo divertir contigo. ¿Qué eres capaz de hacer?.



Ella entendió que debía hacer algo "interesante" para que aquél amante que se le resistía cambiara de opinión y quisiera quedarse. No sabía si acertaría con la oferta, pero no tenía nada que perder, ese hombre no era como los demás, todas sus artimañas habían fracasado. Sólo le quedaba sacar de dentro lo salvaje que llevaba, así que llevó sus manos hasta su cinturón y se dispuso a desabrocharlo. Pero él la agarró de las manos y suavemente le susurró que se estuviera quieta. Ella intentó liberarse, aunque él no la soltó, se acercó más a su cara y le ordenó que no se moviera. Comenzó a besarle el cuello para aproximarse a su boca, y se la comió, primero con suavidad y después con vehemencia. Entonces le soltó las manos y directamente apretó sus pechos con los pezones erectos. Ella gimió de placer y él continuó acariciándole todo el cuerpo. La desnudó de forma violenta y se desabrochó el pantalón para sacársela. Ella se arrodilló a chuparla y lamió el líquido transparente que le salía.



En ese momento le dijo que tenía que obedecerle, que sería su esclava por un rato, que quería saber hasta dónde era capaz de llegar. Se sentó en el sofá y le dijo que se sentara encima. Ella se abrió de piernas sobre él y empezó a bajar lentamente, introduciéndosela toda dentro. El placer la hacía cerrar los ojos y no podía evitar montarle cada vez más rápidamente. Él notaba su excitación y placer y le ordenaba que fuera más despacio, conteniendo su propio orgasmo. Hubo un momento en que ella, cansada, dejó caer todo su peso sobre él, metiéndosela fuertemente y hasta el final, tanto que le dolía, lo cual provocaba aún mayor gozo. En esos instantes, él no podía más controlar su orgasmo y la ordenó que se moviera a la vez que también la embestía, así ... hasta que eyaculó dentro de ella. Increíblemente, al notar su orgasmo, ella también se corrió de tal forma que su vejiga se relajó hasta el punto de inundarlo todo.​


Él disfrutó viendo su placer, sintiéndose todo empapado de sus líquidos. Esa mujer era impresionante, capaz de apartar todos los prejuicios y las vergüenzas para dejarse llevar por el hedonismo, por el placer del sexo duro. Inmediatamente tuvo que pensar en cómo conmover todavía más a aquella mujer, cómo hacerla sentir.



Después de descansar unos minutos plácidamente, fue al cuarto de baño y de vuelta entró en su dormitorio. Abrió su armario y vio una gabardina colgada: se hizo una idea. La cogió y salió de la habitación para decirle que se la pusiera. Ella se levantó y procedió a recoger su ropa interior y demás, pero le ordenó que no se pusiera nada, nada absolutamente, sólo la gabardina. Él, sin embargo, se vistió de nuevo impecablemente, como había llegado. La cogió de la mano y salieron a la calle. Se subieron al coche y ella se preguntaba a dónde irían. Él condujo en silencio, centrando sobre ella, a veces, su mirada. Le sonreía, pero podía observarse en su cara un atisbo de preocupación; pero era superior su deseo, la excitación de la aventura. Lo había percibido en ella casi desde el principio, por eso su comportamiento había sido cuidadosamente misterioso, con clase y detenidamente estudiado, la inteligencia sería su mejor arma si estaba en lo cierto acerca de lo que intuía de ella, y estaba en lo cierto, los acontecimientos de ultima ahora se lo habían confirmado.

Una vez en la habitación, el cliente directamente se desabrochó la bragueta y le pidió que se la comiera. Ella estuvo haciéndolo durante mucho tiempo, le dolía la boca, y, por fin, hizo que se levantara y que se tumbara boca arriba sobre la cama. Sin contemplación alguna, sin interesarle si se encontraba excitada o no, la penetró fuertemente, la cabalgó así por varios minutos y luego decidió clavársela en el culo, tocándole a la vez su clítoris para hacerla que cada vez se abriera más. Notó su corrida, esta sí que era una puta de verdad que estaba disfrutando como una loca. Le llegaba el orgasmo, se corría, la sacó y vació todo su semen sobre ella.



Su chulo se había excitado admirando el polvo que estaba presenciando. Se acercó y le preguntó a su cliente si podía follársela; no hubo objeciones, la jodió a toda caña y terminó corriéndose en su boca.



Se bajaron del coche y comenzaron a pasear tranquilamente. Entonces le explico que esa noche iba a ganar mucho dinero con ella. Le miro sorprendida, pero no pudo decir que no, a pesar de lo preocupante de la situación, su curiosidad y su deseo la llevaban a no salir corriendo.

La empujó al filo de la carretera, para que resultara perfectamente visible, a cada 50 metros se encontraban con otras chicas, algunas solas, otras acompañadas, y otras apoyadas en los vehículos que se paraban para alquilar sus cuerpos. Las putas los miraban con asombro y se reían maliciosamente.



De pronto un coche se paró al lado de ellos, y su conductor preguntó si era el chulo de la puta que tenía al lado. Él contestó que sí y le dijo que costaba 120 Euros una hora con ella en la cama, pero que era condición que él mirara simplemente, sin participar para nada a no ser que el cliente lo quisiera. Protestó por el precio y entonces su chulo comenzó a desabrocharle el cordón de su gabardina para dejar al aire todo su cuerpo desnudo, exhibiéndole sus tetas y su sexo. Finalmente, ante el espectáculo tentador, aceptó la oferta. Subieron al coche y se dirigieron a un hotel. Ella se sentó atrás y los dos hombres intercambiaron algunas palabras sobre ella.



Una vez en la habitación, el cliente directamente se desabrochó la bragueta y le pidió que se la comiera. Ella estuvo haciéndolo durante mucho tiempo, le dolía la boca, y, por fin, hizo que se levantara y que se tumbara boca arriba sobre la cama. Sin contemplación alguna, sin interesarle si se encontraba excitada o no, la penetró fuertemente, la cabalgó así por varios minutos y luego decidió clavársela en el culo, tocándole a la vez su clítoris para hacerla que cada vez se abriera más. Notó su corrida, esta sí que era una puta de verdad que estaba disfrutando como una loca. Le llegaba el orgasmo, se corría, la sacó y vació todo su semen sobre ella. Su chulo se había excitado admirando el polvo que estaba presenciando. Se acercó y le preguntó a su cliente si podía follársela; no hubo objeciones, la jodió a toda caña y terminó corriéndose en su boca.​

Teléfono Caliente (Orgias) – Capítulo 06

Si se ponía a pensar acerca del mejor polvo de su vida, la verdad es que le era difícil elegir entre varios de ellos. Había analizado todos sus encuentros morbosos, y había llegado a la conclusión de que, desconociendo el por qué, lo que más la excitaba era sentirse dominada, usada, despreciada como una puta, como si las putas, o las mujeres en general, no tuvieran derecho a disfrutar del sexo y si lo hacían eran objeto de desprecio o repulsión. Pero lo curioso de ello es que no era ésta su forma de pensar en realidad, sino que era cómo si en el terreno sexual se convirtiera en otra persona y adoptara otro rol de pensamiento y comportamiento.



Lo importante es que había llegado a comprenderlo y aceptarse tal como era, sin que ello la hiciera sentir culpable en ningún sentido o sucia de ninguna forma. Y eso precisamente era lo que la había conducido a disfrutar tanto del sexo, quizás antes, cuando no había llegado a darse cuenta de que ello no tenía nada de malo, no había logrado disfrutar como lo hacía ahora.



Como a todo el mundo, también la excitaba sentirse deseada.



Cuando se lo planteaba, se daba cuenta que había realizado casi todas sus fantasías, gracias a Dios que tenía una imaginación portentosa y siempre surgía alguna nueva.



Pero Carlos la estaba haciendo sentir últimamente como nunca lo había hecho antes. Hasta ahora había sabido entender increíblemente sus gustos, la conducía por todo aquello que imaginaba. Y comenzaba a estar muy enamorada de él, parecía ser el hombre ideal, aunque no quería, no podía evitar ilusionarse.



Esa noche también lo esperaba, ansiando porque llegara el momento de averiguar con qué nueva aventura la sorprendería. Iban a salir a cenar fuera y a partir de ahí ya no sabía nada más.



Se arregló de forma cuidadosa y se vistió sensual y elegantemente.



Ya era casi la hora de la cita. Carlos estaría a punto de llamarla por el portero.



En el restaurante todo fue estupendo; comida excelente, buen vino. Durante la copa del postre, él le dijo que esa noche irían a casa de un amigo, sin más detalles.



Tras salir del restaurante, se dirigieron en coche hasta las afueras de la ciudad. Pararon a las puertas de un chalet bien guardado por dos grandes perros. Les abrió el dueño de la casa, fueron presentados por Carlos y se sentaron en el salón. Al principio la situación fue de lo más normal, con conversaciones convencionales. Su anfitrión parecía muy agradable.



Les invitó a una copa, y al cabo de la segunda, Lorna comenzó a sentirse demasiado embriagada en comparación con lo que había bebido. Al cabo de unos minutos, cuando su mente comenzaba a divagar sin control, el amigo de Carlos decidió preparar unos cuantos porros. Le ofrecieron uno y, aunque al principio su intención fue rehusarlo, sus compañeros la convencieron para que fumara y lo hizo. Al comenzar a hacerle efecto el cannabis, las sensaciones que experimentaba le gustaban y, además, se dio cuenta de que se desinhibía y se volvía atrevida. En ese punto comenzó a pensar en el sexo, y mientras los dos hombres hablaban, ella imaginaba cómo sería follárselos a los dos a la vez, centrando sus sentidos en su clitoris, de manera que se excitaba apresuradamente viendo en su mente lo que podría suceder.



Los dos hombres la miraron y Carlos le preguntó si se sentía lo suficientemente colocada a esas alturas de la noche. Ella se rió a carcajadas y asintió. Pero, aún así, le dieron a fumar otro de esos cigarros. Después de esto, la subieron al dormitorio principal en la parte de arriba de la casa. Lorna jamás se había sentido de aquella manera, tan desconcertada y, a la vez, con una sensación de bienestar increíble que, por otro lado, la convertían en una mujer aún más salvaje, más descarada.



Con la luz encendida, los dos hombres comenzaron a desnudarla. Carlos le dijo a su amigo lo puta que era y lo que disfrutaba del sexo, que era capaz de cualquier cosa total de darle satisfacción a su coño. Escuchar esos comentarios sobre su propia persona, en lugar de avergonzarla, la excitaron.



Cuando estuvo totalmente desnuda, la observaron y magrearon detenidamente entre los dos. Ella disfrutaba de esas caricias, su piel se estremecía, y todo lo demás dejaba de existir, todo su ser se concentraba en sus sentidos, en su emoción, en su placer. El alcohol y el chocolate la habían llevado a unas sensaciones extrañas pero alucinantes, cómo si los sentidos de su piel hubieran decidido multiplicarse, su excitación era mayor que nunca y ... nada importaba, había nacido para sentir, para que fuera llenada de placer, para sentirse totalmente embriagada de deseo. Y sin freno.



Entonces, el dueño de la casa dijo:



- Vamos a ver si es cierto que es capaz de todo para obtener placer.



Salió de la habitación y en unos minutos volvió, trayendo con él a un perro pastor alemán de importante tamaño, uno de los que estaban en la entrada.



Cuando vio al animal comprendió lo que querían que hiciera. Si no hubiera estado tan colocada, seguramente hubiera rechazado la oferta incluso ofendida por la propuesta. Pero no entendía por qué, su estado de embriaguez provocaba que no pudiera evitar entusiasmarse con la idea, porque en el fondo siempre lo había deseado, y, el colocón la hacía lo suficientemente atrevida como para plantearse seriamente hacerlo delante de esos hombres.



Así que, aunque un poco avergonzada, no dijo nada y les dejó hacer. Le pidieron que se tumbara en la cama, abierta de piernas y totalmente desnuda como estaba.



Situaron al perro entre sus piernas y le incitaron a que lamiera su coño. Cuando sintió su áspera lengua chupándoselo todo con ansia, el placer inundó su cuerpo. Su sexo se mojaba y mojaba y el perro no cesaba en su empeño de dejarlo todo bien limpio y seco. Podía verse como salía el líquido de su vagina para ser inmediatamente retirado por la lengua del perro.



Los hombres disfrutaban de la escena y se masturbaban mientras.



El amigo de Carlos sacó unos calcetines y se los puso en las patas. Inmediatamente, la ordenaron que se diera la vuelta y se pusiera de rodillas en el suelo. Lorna por supuesto que obedeció, sintiendo como su coño se empapaba más imaginando la polla que le iban a meter dentro. La situación la hacía sentir sucia, y eso le gustaba, la ponía a doscientos por hora.



Los hombres ayudaron al perro para que acertara con el agujero, y la embistió como el animal que era. El dolor lo recorrió todo, pero el perro seguía empujándola con fuerza. Tanto era a la vez el placer que experimentaba, que a la cuarta o quinta embestida rápida del animal, Lorna se corrió por varios minutos, sin dejar de pensar que era indescriptible lo que estaba sintiendo, que jamás había sentido tanto placer.



El perro se corrió varias veces dentro de ella, y Lorna avanzaba hacia un nuevo orgasmo. Entonces se paró, jadeaba de cansancio, e intentó, por primera vez, sacar su verga del coño de esa mujer. No podía, su polla se había inflado tanto que ahora era imposible sacarla. Habría que esperar a que se le bajara. Pero cada vez que el perro tiraba hacia atrás, Lorna se estremecía de dolor y de placer, llegando al segundo orgasmo en poco tiempo.



Los espectadores, asombrados, esperaban pacientes a que aquel perro pudiera sacarla para dejarle sitio a ellos. Pero pasaba el tiempo y el amigo de Carlos puso su polla en la boca de Lorna para que se la mamara bien mientras tanto.



Cuando el perro por fin la sacó, del coño de Lorna salió tanto líquido que aquello parecía una meada. Y Carlos se la metió para disfrutar de ese coño tan caliente. Pero lo tenía tan abierto por el puto perro que no le hacía sentir su polla. Se lo dijo. La insultó por lo puerca que era. Y la castigó follándosela con violencia por el culo. Pero no fue un castigo, Lorna se volvió a correr y el amigo de su novio también lo hizo en su boca. Carlos la obligó a que se tragara todo su semen y luego él no pudo aguantar más su propio orgasmo.



Los hombres se vistieron y la dejaron tirada sobre la cama, con el perro intentando limpiar otra vez su coño. Le dijeron que se siguiera follando al perro si le apetecía y que, además, le iban a traer al otro.



Se fueron y cerraron la puerta. El pastor alemán parecía haber recuperado fuerzas y se echaba sobre ella intentando montarla otra vez. Como ella se resistía optaba por lamerle el coño. Ella no sabía qué pensar, qué hacer, pero la cuestión era que las drogas habían producido en ella el que no dejara de estar cachonda, de a pesar de haberse corrido ya dos veces, seguir con su coño caliente deseando más. Por eso, al principio se resistió y luego terminó por consentir al perro en su deseo de comérselo, y lo lamía muy bien. En ese momento se abrió la puerta y otro perro entró en la habitación. Éste era negro y del mismo tamaño aproximadamente que el pastor alemán; no sabía qué raza era, pero seguramente tendría también un buen palo. Volvieron a cerrar la puerta y se quedó sóla en la habitación con esos dos animales.



El último invitado, al ver al pastor alemán tan entusiasmado con aquel coño, se unió a él y fueron dos grandes lenguas las que se introdujeron por todas las partes de su coño. De nuevo estaba muy excitada, sentía cómo iba a correrse y se contenía porque deseaba sentir las pollas de esos perros dentro de ella con ese grado de excitación. La idea la volvía loca. Ahora que estaba sola, podría disfrutar sin límites del sexo con dos animales. Que puerca se sentía y lo que le gustaba. Se bajó de la cama al suelo y se puso de rodillas para esperar que alguno de esos perros la cubrieran. Fue otra vez el pastor aleman el que la penetró, se ve que había adquirido experiencia y quería repetir. Volvió a follársela sin piedad, mientras que ella tocaba la polla del otro perro que también había salido de su capullo; no sabía cómo estaba haciéndolo para contener la corrida, quizás el deseo de probar después a la gran polla que tenía entre sus manos la volvía capaz de aguantar sin irse.



Pero en esos momentos su instinto la llevó a acercar su cara a esa verga para comérsela, y a punto de hacerlo, su mente reaccionó cuestionándose lo que iba a hacer. Pero el propio pensamiento acerca de que hasta a ella misma le había parecido sucio, la condujo a comerse esa polla con ansia.



Al perro seguro que le estaba gustando. De vez en cuando le salía un chorro de semen y sus movimientos eran cada vez más violentos.



El pastor alemán pareció volver a agotarse otra vez. Esta vez, poco tiempo después de terminar, sacó su polla del coño de esa puta.



Ella se apresuró a ofrecerse al perro negro cuyo tremendo palo se había estado comiendo. En pocos segundos el animal acertó a metérsela y entonces se volvió loco embistiéndola.



Ya sí que no podía más. Aguantaba entre pequeñas oleadas de placer el gran orgasmo. Este perro no se cansaba, su polla era mayor que la del pastor alemán y no paraba de empujarla. Sintió como ya venía su orgasmo sin poder detenerlo más, se toco el clítoris con los dedos, y ... se ... corrió; enormes mareas recorrían su cuerpo estremeciéndola, y seguían viniendo, una y otra vez, parecía que no iban a marcharse. El perro la follaba y ella flotaba en el calor del extasis.​


Teléfono Caliente (Orgias) – Capítulo 07

Dos meses después, Lorna se encontraba totalmente obsesionada con ese hombre. Todas las experiencia con él habían sido emocionantes, placenteras. Se preguntaba qué le quedaba ya por descubrir.



Carlos la llamó esa noche para decirle que tenía trabajo para ella, sin explicarle nada más. Quedaron para el fin de semana para cumplir con su misterioso trabajo. Evidentemente, podía imaginar más o menos en qué podría consistir.



A la hora en punto, él la recogió como siempre a la puerta de su casa.



Esa vez viajaron durante más de dos horas y parecían dirigirse a una ciudad cercana. Cuando llegaron, fueron a un hotel lujoso. La habitación que tenían reservada era muy amplia y disponía de sala de estar, baño con ¡yakuzi! y dormitorio.



Le dijo que tenía un cliente para ella, que pedirían la cena en la habitación y, seguidamente, llamó por teléfono con el móvil. Quedaron en una hora y media aproximadamente.



Carlos le había comprado una lencería muy especial, totalmente sensual. Era un conjunto Burdeos medio transparente, con bordados, sujetador, braguitas tanga y liguero. Encima, una blusa negra de gasa totalmente transparente.



Después de que se lo había puesto todo cuidadosamente en el baño, pegaron a la puerta. Parecía que era del servicio de habitaciones trayendo la cena.



Carlos le ordenó que abriera la puerta tal y como estaba vestida. Así lo hizo; en los ojos del camarero no podía ocultarse su admiración, por más que trataba de simular una situación normal. Proseguía haciendo su trabajo evitando mirar a la señora.



Tras dejar el carrito en su sitio, le preguntó al señor si deseaban algo más. Le contestó que no, y cuando ya se volvía, le preguntó si le gustaba su mujer. El camarero la miró obscenamente y sonrió afirmando que sí, que le gustaba mucho.



Carlos le pidió que se retirara y le dio las gracias con una buena propina. El hombre se marchó desilusionado por no haber obtenido otro tipo de propina.



La cena era exquisita, servida con un buen vino. Después de tomar el postre, unos deliciosos crepes, él se levantó y se marchó sin despedirse.



Ella se quedó aburrida y encendió el televisor. Zapeando entre un montón de canales, encontró una película porno; decidió verla para amenizar la espera. El hecho de que no supiera que iba a pasar la excitaba, a la vez que le provocaba cierto desasosiego.



Después de un rato, llamaron a la puerta. A pesar de que le daba un poco de vergüenza, decidió abrir tal y como estaba vestida, más bien medio desnuda. Tras la puerta, un hombre de unos 35 años de edad, elegantemente vestido con traje pero sin corbata, el pelo engominado y corto, muy atractivo, alto; en décimas de segundo la escudriñó de arriba abajo. Después la saludó y como ella parecía no reaccionar, le preguntó si podía pasar. Ella asintió y le permitió la entrada a la habitación.



El hombre se sentó en uno de los sofás de la sala de estar y examinó con la mirada la habitación. Se presentó, dijo llamarse Alberto y le preguntó a ella su nombre.



Se quedó mirando la televisión donde aparecía una pareja follando y ella se encendió un cigarrillo permaneciendo de pie y a la expectativa.




- Carlos me ha hablado muy bien de ti. Espero no ser decepcionado. He pagado una importante cantidad de dinero.


Ella no dijo nada. Seguía esperando, esperando órdenes por lo que parecía.




- ¿Te estabas masturbando mientras veías esta película?.
- No. Sólo la miraba.
- Prefiero que la quites y pongas música.



Después le pidió que se sentara en una silla enfrente de él. Ella situó la silla a unos tres metros de distancia y se sentó.




- Abre bien las piernas y tócate.


Ella lo hizo sin quitarle la mirada. Se tocó suavemente los senos dejándolos al descubierto; luego se levantó al braguita y le enseñó su hermoso sexo. Comenzaba a estar mojado, pero todavía le faltaba mucho para estar totalmente excitado.



Durante mucho rato el cliente se limitó a mirar y ella a masturbarse ante sus ojos. Para entonces la putita comenzaba a desear con ansia que la usaran. Además, se sentía muy atraída por ese hombre tan atractivo e imaginaba como sería sentirlo.



Alberto empezó a tocarse por encima del pantalón, y luego se desabrochó para sacar una polla tremenda. Ella se relamió admirando esa maravilla.



Entonces se levantó hacia ella y le acarició los pechos, pasando después su mano por su coño totalmente mojado. Le quitó el tanga y se arrodilló para comerse ese coñito tan excitante. Era extraño y especial como lo hacía, le pasaba su lengua por todo su sexo, de abajo a arriba, hasta poco más arriba de su clítoris, una y otra vez.




- Estás pidiendo a gritos que te meta algo por el coño. Eres tan puta y tan calentona como me habían prometido.



Metió dos dedos en su coño y ella se estremeció. Sus palabras la habían excitado más. Aquello prometía.



Sacó los dedos de su coño y se los pasó por los labios para que los lamiera.



Le ordeno que se arrodillara para comerle la polla. Comenzó a hacerlo con ansia, tragándosela todo lo que podía. Él le cogió la cabeza y se la apretaba hacia sí obligándola a que se la metiera más dentro.



Cuando tuvo suficiente de buena mamada, la puso en el sofá de rodillas y le metió la polla hasta dentro, moviéndose despacio, abriéndole el coño con su enorme polla. Ella se tocaba el clítoris y gemía suavemente.

Comenzó a embestirla más fuerte y rápidamente, teniendo que parar de vez en cuando para no correrse. Finalmente no pudo más y la llenó de leche, tanto que su esperma le salía goteando y manchando el sofá. Él se corrió sintiendo los espasmos de la corrida de ella. Definitivamente era una buena puta.



Cuando llegó Carlos, ellos estaban en el yacuzzi. Alberto le dijo que tenía razón, que le había hecho disfrutar y que parecía que podría servirle adecuadamente.



Carlos les esperó en el dormitorio a que salieran de la bañera. Le contó lo que esta puta había estado haciendo con dos perros y dos hombres a la vez, y se rieron.



Alberto se vistió y a ella le dijeron que se pusiera de nuevo la lencería tan erótica que había estrenado. Se metió en el cuarto de baño y desde allí pudo oír como llegaban varias personas a la habitación. Al salir, estaban instalando focos, cámaras y demás. Parecía que le tocaba rodar una película porno.



Le pidió a Carlos hablar en privado, porque no estaba de acuerdo con aquello, podrían reconocerla quién sabe quién y eso era un riesgo que no podía correr. Carlos no le respondió nada. Simplemente sacó de un cajón una peluca negra y un antifaz del mismo color. En esas condiciones, no había nada que objetar.



Se maquilló intensamente y se colocó la peluca y el antifaz. La verdad es que era casi imposible reconocerla. Cuando salió a la sala de estar, todo estaba preparado y la esperaban. Procedieron a rodar sin más y Alberto se fue hacia ella para manosearla y exhibirla ante las cámaras que la perseguían.



Después, el que parecía ser el director, le ordeno que se tumbara en la cama y comenzara a tocarse. El hecho de que la estuvieran grabando la excitaba todavía más. El objetivo se centro en su sexo, que estaba de nuevo chorreando.



Tanto Carlos, Alberto como otro chico más la insultaban y la obligaban a chuparles las pollas o masturbarlos. Su coño se encogía de expectación, sentir como la penetraban.



Los cámaras no paraban de rodar y el director la jaleaba sobre lo bien que lo estaba haciendo. El tercer hombre la cogió violentamente de las caderas para embestirla por detrás. Empezó a moverse como un loco, y ella, tocándose el clítoris se corrió en oleadas, saliendo incluso líquido de su sexo, lo cual fue filmado pormenorizadamente.



Siguió follándosela con más fuerza, ignorando su corrida, haciéndole daño, hasta que él también se corrió derramando en sus nalgas.



Entonces Carlos le abrió su culo con el semen del otro, y le metió la polla hasta el fondo. Ella chillaba de dolor, pero luego éste se fue convirtiendo en un placer inusitado; se acariciaba el clítoris con vehemencia, disfrutando de la jodienda.



El hombre que acababa de follarla, no hacía más que repetir lo puta que era, que nunca había disfrutado de una zorra así. Ella no podía evitar sentirse halagada, en esos momentos de placer pretendía ser la más zorra de todas y estaba dispuesta a todo.​




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