Taller de Manualidades

roman74

Pajillero
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Me llamo Alonso, y la historia que voy a narrar sucedió cuando yo apenas contaba con 21 años, como siempre me gustó hacer manualidades hice un par de cursos para prepararme como monitor y poder asÃ* trabajar en algo de mi gusto. Siempre pensé que encontrarÃ*a trabajo en algún colegio o ayuntamiento para dar talleres a niños y niñas, pero la primera oferta que encontré fue en la asociación de mayores de mi barrio, una de las monitoras acababa de dar a luz y necesitaban alguien para cubrir su baja.
Los primeros dÃ*as fueron un poco duros, mis alumnas (pues a este tipo de actividades los hombres no se apuntan) eran todas de sesenta años para arriba, bastante torpes siguiendo las indicaciones, muy susceptibles a las crÃ*ticas… todas menos una, Doña Pilar. Doña Pilar habÃ*a sido la quiosquera del barrio desde que yo era pequeño, asÃ* que me conocÃ*a de lejos, era una mujer de unos 65 años, de mirada dulce y sonrisa pÃ*cara, caderas anchas, piernas fuertes, y pechos enormes, que siempre fueron el objeto de las miradas de todos los crÃ*os cuando nos ponÃ*amos de puntillas sobre la ventanita de su quiosco para pedirle alguna chucherÃ*a.
Cuando las demás alumnas protestaban, ella siempre me decÃ*a, – No te preocupes, Alonso, que estas viejas siempre se están quejando, no nos hagas caso…
Los dÃ*as fueron pasando y la confianza con mis alumnas fue creciendo, de tal forma que nos lo pasábamos fenomenal en los talleres, y entre pinceles, arcillas y demás, ellas no paraban de hablar, de cotillear, de meterse las unas con las otras. Cuando alguna hacÃ*a un comentario picante, yo siempre era la diana de sus risitas: – ¡Hay que calor traigo hoy! -¡Pues ahÃ* tienes un buen pedazo de arcilla para que se te pase! jajaja – O si no dÃ*selo a Alonso, que te puede ayudar con esas calorinas jajaja – Uy, pobre, no tengo yo ni para empezar, jajaja…
Yo me hacÃ*a el loco, y me reÃ*a con sus comentarios, Doña Pilar siempre salÃ*a en mi defensa: – Anda que no eres tu ilusa, no va a tener nada mejor que echarse al puchero este buen mozo que una gallina vieja como tu… jajaja
Cuando llegaron los carnavales, empezamos a hacer unas máscaras de escayola, las alumnas se pusieron por parejas, y con la cara como molde se las hicieron las unas a las otras. Aquel dÃ*a Doña Pilar llegó casi al final de la clase, porque venÃ*a del médico, me comentó, y como todas las demás tenÃ*an ya su máscara, parecÃ*a apenada por no poder disfrazarse como las demás, asÃ* que me ofrecÃ* a quedarme un rato más y hacerle yo la suya.
Cuando nos quedamos solos, se sentó en una silla bajita, y con la cabeza hacia atrás, apoyada en una mesa, empezamos a hacer la máscara. Primero le tapé los ojos y la parte superior de la cara con un plástico y a continuación empecé a poner capas de escayola.
- Eres un encanto por quedarte a ayudarme, no tenÃ*as porque hacerlo, Alonso- me dijo.
- No pasa nada, no se iba a quedar mi mejor alumna sin su máscara para carnaval, además tengo que agradecerle que siempre sale en mi defensa cuando se meten conmigo.
- Esas lo que pasa es que son unas viejas amargadas más calientes que una olla exprés y como no tienen narices para echarte un piropo, se meten contigo, que es más fácil.
- ¿Y por qué me iban a echar un piropo?
- Ay, Alonso, ¿pues no ves que eres un muchacho joven, apuesto, y nosotras una pandilla de viejas arrugadas? ¿no te das cuenta de lo mucho que nos calientas a todas?.
En ese momento enmudecÃ*, no sabÃ*a que decir… Doña Pilar estaba siendo tan clara y directa que me habÃ*a dejado sin palabras. No pude por menos que cambiar de tema:
- Bueno, ya terminé de poner la escayola, ahora no se puede mover hasta que seque un poco, asÃ* que le voy a dar un poco de aire caliente con un secador, para que tarde menos.
Doña Pilar no podÃ*a ver lo colorado que me habÃ*a puesto, ya que tenÃ*a los ojos totalmente tapados, pero por la sonrisa picarona que apareció en sus labios encarnados, yo dirÃ*a que se lo imaginó. EncendÃ* el secador, y empecé a darle un poco de aire caliente a Doña Pilar.
- Uff, que sofoco, Alonso, me muero de calor, déjame que me quite la chaqueta por lo menos…
- ¡No se mueva!, si quiere yo la ayudo, no se puede mover hasta que la máscara esté más seca, o sino no habremos hecho nada
- Esta bien, quÃ*tamela tu entonces…
Y diciendo esto abrió los brazos, esperando a que le desabrochara la chaqueta. La situación se estaba poniendo bastante caliente, no solo por el secador, y empecé a desabrochar los botones de su chaqueta con suma delicadeza, mientras iba apareciendo debajo aquel escote objeto del deseo infantil, que no solo podÃ*a ahora contemplar, sino que mis dedos al ir desabrochando los botones, iban rozando suavemente, provocando un hormigueo en mi interior que se vió rápidamente traducido en un bulto en mi entrepierna… estaba terriblemente cachondo con aquella escena, asÃ* que no iba a desaprovechar la oportunidad que se me brindaba…
Cuando terminé de desabrocharle los botones saque una manga de un brazo y luego la otra, retiré la chaqueta, y volvÃ* a coger el secador:
- ¿Mejor asÃ*, Doña Pilar?
- Si, mucho mejor, aunque me ha gustado tanto que me quitaras la chaqueta, que me rozaras con tus manos, que no sé si pedirte que me la vuelvas a poner para sentirlo de nuevo…
- Si lo que le ha gustado ha sido el roce de mis manos, eso se puede arreglar sin tener que poner la chaqueta de nuevo… – y volvÃ* a situar una de mis manos en su escote, rozando apenas con las yemas de mis dedos aquellos pechos que amenazaban por salir hacia afuera. La respiración de Doña Pilar se agitaba por momentos, y mi mano comenzaba a hurgar en aquel escote, como buscando una moneda que se hubiera perdido en el fondo del bolsillo…
- Alonso, creo que puedes apagar ese secador, la escayola se va a secar en un momento, de lo caliente que voy…. ¿y tu? ¿Cómo estás? -y tocando mi pierna con su mano, comenzó a trepar por ella hasta llegar al terrible bulto que se habÃ*a formado en mi pantalón – aja, ya veo que no necesitas el secador tampoco…
En aquel momento, se oyó una puerta, y entró alguien en el taller… era el encargado de limpiar las aulas. –Buenas, voy a ir limpiando esta clase, y asÃ* voy adelantando trabajo… – dijo cortándonos aquel estado febril en el que estábamos…
- No se preocupe, ya hemos terminado – Dijo Doña Pilar, que levantándose de la silla, cogió su chaqueta en una mano, y la máscara, ya seca, en la otra. Y dirigiéndose a mi mientras salÃ*a del aula añadió – …por hoy.
 
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