Susy

Donan

Virgen
Registrado
Jul 25, 2017
Mensajes
19
Likes Recibidos
15
Puntos
0
Antes de relatar debo admitir que soy un cabronazo, que
mi lado bueno ataca mi conciencia con toda la fuerza de
la moral y que me ha costado muchas noches sin poder
dormir.

Una vez al año vamos con mi esposa a visitar a mi hermano
que vive a cuatro horas de camino.

Yo no me había percatado, pero Susanita-la hija de mi
hermano- se presentaba ya como toda una princesa,
hace algunos años era solo una mocosa que aún no
despertaba pasiones en un hombre.

Nos instalamos en la casa, no desaprovechaba ocasión
para lanzar miradas lascivas a Susanita, y es por más
que trataba de reprimirme, mis ganas de deleitarme
son su carnosos atributos eran más fuertes.

Pasaron tres días, y aunque no se me presentó la
oportunidad, yo busqué la ocasión para realizar lo
que relato.

Hacía varios años que mi esposa tenía problemas para
conciliar el sueño, tomaba fármacos para poder lograr
caer en los brazos de Morfeo. Ella yacía profundamente
dormida. Yo en el otro extremo de la cama pensaba
en Susanita y en todas sus cositas que habían crecido
de una manera extravagante. Me tocaba y dejaba volar
la imaginación. No podía conciliar el sueño, así que bajé
a la cocina por un vaso de leche.

Después de hacerlo, se metió en mi cabeza la loca idea de
escabullirme hasta el cuarto de Susanita. Y así lo hice.

Acostada, Susanita estaba cubierta con una sabana
color rosita. Después de asegurarme de que Susanita
se encontraba en un sueño muy profundo, me dispuse a
bajar lentamente la sabana. Mi corazón latía fuerte y mis
manos temblaban, pensaba que en cualquier momento
podía aparecer mi hermano y propinarme una golpiza.

Los nervios se convirtieron en éxtasis al ver lo que había
debajo de aquella cobija. Las piernas de Susanita se podían
ver perfectamente, porque solo vestía un calzoncito que
apenas cubría su conchita. El calzoncito le quedaba muy
ajustado y hacía ver como si su conchita estuviera hinchada.
En la parte de arriba, traía puesta una camiseta de tirantes.
Sus brazos y sus axilas quedaban al descubierto.

Yo temblaba, pero también estaba muy excitado. Miré su
rostro tierno, blanco, inocente. Poco a poquito fui bajando
su calzoncito hasta que llegó a los tobillos. Muy despacio
-para que no fuera fuera a despertar con un movimiento
brusco de mi parte- separé un poco su piernas.

Acerqué mi nariz a su conchita, su olor era magnifico,
llené mis pulmones de aquel aroma tan agradable.

No quise tocar con los dedos, porque temía que fuese
a despertar. Con mi lengua, fui chupando primero por
fuera y después hábilmente la introduje más y más
adentro. Era delicioso, mi lengua gozaba de todo aquel
líquido pegajoso. Mi nariz absorbía todo ese maravilloso
perfume.

Lo efímero es lo mejor, así que no tardé en salir de su
habitación. Me fui directo al baño, y pensando en lo que
acababa de hacer, tiré un chorrazo de mecos al retrete.
 
Arriba Pie