El Manso Embravecido
Estrella Porno
Susi no pudo evitar el quedarse embobada mirando el escaparate de una pastelería. Entre el amplio surtido de pastelitos había unos con forma de falo. Entra y pide uno.
El tronco está formado de chocolate duro y vainilla. La cabeza es de fresa. Un chorro de nata recorre todo el diseño, desde la parte superior hasta la base. El tamaño del pastelito será de unos 15 cm.
Susi se lo mete entero en la boca de una asentada. Lo engulle sin el auxilio de ningún refresco. Casi se le hace bola. Quedó con apetito y pide dos más.
Yo estoy sentado en la mesa contigua y observo que el dependiente le echó el ojo, seguro que se la quiere llevar a la trastienda. El confitero no hace más que rondarla, está preparando el terreno para cazar a la presa, pero yo tengo planeado arrebatársela.
Susi, que así se llama la chica y que supe después, al presentarme, tiene un buen revolcón. Medirá 1,65 m. De peso supera un poco su IMC indicado (aunque no me extraña, si se zampa con asiduidad tantas pollas de chocolate, crema y nata). Es rubia y con el pelo corto. Lleva mucha saturación de maquillaje en ojos, mejillas y labios. Estos los tiene muy abultados, como si se pinchara ocasionalmente ácido hialurónico. De ropa lleva una blusa azul con mucho escote, un pantalón corto gris muy ajustado que hace resaltar (más aún si cabe), sus anchotes muslos, y de calzado lleva unas botas altas hasta la rodilla, de cuero negras.
--¿Mal de amores? --le pregunto, rompiendo el hielo.
--El cabrón de mi novio me dejó ayer. Dice que ha descubierto que es maricón. Prefiere meterse una polla en la boca en lugar de un coño. ¿Se lo puede creer? Después de casi un año de relación me viene con estas.
--Bueno, mujer, eres muy joven todavía. Seguro que encuentras pronto el amor de verdad. No te faltarán pretendientes.
--Ya tengo 26 años. Todas mis amigas tienen pareja estable. Y ahora yo me encuentro sola. No sé qué hacer el fin de semana.
--¿Por qué no te vienes con mi mujer y conmigo a hacer una ruta de senderismo? Lo pasaríamos bien.
--No sería mala idea. Así también bajo algún kilito. Me abandoné últimamente un poco. Quizás ese sea uno de los motivos por los que me dejó mi novio.
--No te martirices por ello. Estás estupenda. Tienes las carnes en su sitio. Las chicas macizas sois muy apetecibles. Pero te recomiendo cambiar las pollas de confitería por las de verdad. Son más sanas, no engordan y la crema que sueltan no tiene aditivos perjudiciales de ningún tipo.
Susi se echa a reír por mi ocurrencia. La invito a tomar algo en otro establecimiento. Ella acepta. Cuando vamos saliendo por la puerta, la mirada que me clava el confitero es de un odio mortal. Le arranqué la presa que tenía pensado devorar en su trastienda.
Por el camino hacia una cafetería de moda que hay en el centro de la ciudad le comento:
--Tienes un buen saque. Las vergas de chocolate tendrían una medida de 15 cm y te las metías en la boca con mucha facilidad. Nos dio mucho morbo a la gente que te observábamos, sobre todo al dependiente.
--Jajaja. Sí, ya me di cuenta. Pero es un niñato que no me aguantaría ni un round. Prefiero a hombres maduritos que me den lo que quiero en la cama, y sin poner caras de asco.
--¿A qué te refieres?
--Yo disfruto una barbaridad cuando me comen el coño y el culo. Sentir una lengua juguetona haciéndome cosquillas en la almeja, el perineo y en el esfínter anal me vuelve loca. Que el maromo no tenga ningún reparo en lamerme la raja del culo, de abajo hacia arriba (comportándose con su lengua como si fuera papel higiénico de alta calidad), me lleva a un orgasmo seguro en pocos minutos. Pero no todos los hombres están dispuestos a ello. La mayoría la quiere meter, correrse y se acabó.
--Bueno, ese no es mi caso. El cunnilingus completo es mi especialidad.
--Tampoco menosprecio un buen empotramiento, que me bombeen el chocho a buen ritmo, pero a los preliminares hay que dedicarles su tiempo también –comenta Susi, con cara de lascivia.
--Es que para mí no son preliminares, son parte central del acto sexual. No hay porqué diferenciarlos. He ahí el error de mucha gente.
En la susodicha cafetería nos tomamos varias consumiciones. Después la invité a ir a mi piso. No estaba Sonia, mi mujer, es una pena. Se la presentaré el fin de semana.
Una vez en mi apartamento no perdemos más tiempo y nos lanzamos a besarnos y a magrearnos. Nos desvestimos en un santiamén y nos tumbamos en la cama matrimonial, para poner en práctica un 69.
Susi se coloca arriba y yo abajo. Su bollo está más sabroso que los de chocolate y nata. La chica me hunde en la cara su esponjoso chumino. Tampoco ella pierde el tiempo, me come el rabo en sentido literal. Se lo zampa como los que se engulle en la confitería. Mi polla es unos centímetros más larga que las de postre que acostumbra a comerse Susi. Se la traga entera igualmente. Noto cómo su nariz y labios chocan contra mi pubis y cojones.
Yo estaba tan cachondo que a los pocos minutos le disparo en su garganta una buena descarga de lefa. Susi se atraganta y le sale algo de esperma por los orificios nasales. Acelero los lametones y chupetones en su mejillón buscando el provocarle pronto su orgasmo. ¡Premio! A los pocos segundos Susi berrea un “¡Me corro, cabrón! Trágate todos mis jugos. Relámeme bien la concha, ¡so guarro!”.
¡Qué ricos caldos! ¡Es auténtico champagne de la cosecha del 97! Le morreo el chocho dejándoselo bien limpito. Susi hace otro tanto con mi polla. La succiona y sorbe las últimas gotas de leche que suelta. Con sus labios gordos como longanizas me la exprime fuerte. Me la drena bien. Hace unas gárgaras y se lo traga todo.
Nos tomamos un descanso. Bebemos unos refrescos y charlamos de nuestros gustos musicales y literarios. Vamos planificando el finde. Susi observa unas fotos de Sonia y le parece una mujer muy hermosa. Está dispuesta a hacer la tijera con ella, mientras yo les como el bolló a las dos.
Una vez recargadas las pilas nos colocamos en mi postura preferida (ella sentada sobre mí, dándome la espalda). Se clava mi nabo de una sola estocada y comienza a cabalgar como una poseída. Yo la sujeto por la cintura y le lamo la espalda. Estamos en esta posición un buen cuarto de hora. Después nos cambiamos a la postura que le gusta a ella: a cuatro patas.
--¡Fóllame a lo perra! ¡Dame duro, cariño!
--Toma polla, ¡cacho puta! ¡Qué vicio tienes, cariño! Eres una buena golfa.
Susi pone unas caras de lascivia desenfrenada tan morbosas, que me provocan otra sublime eyaculación, pero antes estuve un buen rato dándole unas emboladas salvajes.
Susi enlaza otro orgasmo mientras me dice:
--Joder, ¡qué placer me das, Jonathan! Quiero que al acabar de corrernos me lamas el conejo, otra vez, y me lo dejes como los chorros del oro.
Efectivamente, una vez aliviados los dos, yo me tumbo en el suelo. Susi se coloca en cuclillas sobre mi cara y acerca su chumino a mi boca. Se lo chupeteo y me trago sus jugos, mezclados con restos de mi esperma. Le dejo la almeja reluciente. Susi, con sus labios de mamona, también me limpia el rabo. Introduce su lengua en mi uretra buscando alguna gota de semen rezagada.
La acompaño a su casa y quedamos para el fin de semana. Senderismo y sexo guarro con mi esposa y conmigo es lo que le espera a esta gacela desparejada.
El tronco está formado de chocolate duro y vainilla. La cabeza es de fresa. Un chorro de nata recorre todo el diseño, desde la parte superior hasta la base. El tamaño del pastelito será de unos 15 cm.
Susi se lo mete entero en la boca de una asentada. Lo engulle sin el auxilio de ningún refresco. Casi se le hace bola. Quedó con apetito y pide dos más.
Yo estoy sentado en la mesa contigua y observo que el dependiente le echó el ojo, seguro que se la quiere llevar a la trastienda. El confitero no hace más que rondarla, está preparando el terreno para cazar a la presa, pero yo tengo planeado arrebatársela.
Susi, que así se llama la chica y que supe después, al presentarme, tiene un buen revolcón. Medirá 1,65 m. De peso supera un poco su IMC indicado (aunque no me extraña, si se zampa con asiduidad tantas pollas de chocolate, crema y nata). Es rubia y con el pelo corto. Lleva mucha saturación de maquillaje en ojos, mejillas y labios. Estos los tiene muy abultados, como si se pinchara ocasionalmente ácido hialurónico. De ropa lleva una blusa azul con mucho escote, un pantalón corto gris muy ajustado que hace resaltar (más aún si cabe), sus anchotes muslos, y de calzado lleva unas botas altas hasta la rodilla, de cuero negras.
--¿Mal de amores? --le pregunto, rompiendo el hielo.
--El cabrón de mi novio me dejó ayer. Dice que ha descubierto que es maricón. Prefiere meterse una polla en la boca en lugar de un coño. ¿Se lo puede creer? Después de casi un año de relación me viene con estas.
--Bueno, mujer, eres muy joven todavía. Seguro que encuentras pronto el amor de verdad. No te faltarán pretendientes.
--Ya tengo 26 años. Todas mis amigas tienen pareja estable. Y ahora yo me encuentro sola. No sé qué hacer el fin de semana.
--¿Por qué no te vienes con mi mujer y conmigo a hacer una ruta de senderismo? Lo pasaríamos bien.
--No sería mala idea. Así también bajo algún kilito. Me abandoné últimamente un poco. Quizás ese sea uno de los motivos por los que me dejó mi novio.
--No te martirices por ello. Estás estupenda. Tienes las carnes en su sitio. Las chicas macizas sois muy apetecibles. Pero te recomiendo cambiar las pollas de confitería por las de verdad. Son más sanas, no engordan y la crema que sueltan no tiene aditivos perjudiciales de ningún tipo.
Susi se echa a reír por mi ocurrencia. La invito a tomar algo en otro establecimiento. Ella acepta. Cuando vamos saliendo por la puerta, la mirada que me clava el confitero es de un odio mortal. Le arranqué la presa que tenía pensado devorar en su trastienda.
Por el camino hacia una cafetería de moda que hay en el centro de la ciudad le comento:
--Tienes un buen saque. Las vergas de chocolate tendrían una medida de 15 cm y te las metías en la boca con mucha facilidad. Nos dio mucho morbo a la gente que te observábamos, sobre todo al dependiente.
--Jajaja. Sí, ya me di cuenta. Pero es un niñato que no me aguantaría ni un round. Prefiero a hombres maduritos que me den lo que quiero en la cama, y sin poner caras de asco.
--¿A qué te refieres?
--Yo disfruto una barbaridad cuando me comen el coño y el culo. Sentir una lengua juguetona haciéndome cosquillas en la almeja, el perineo y en el esfínter anal me vuelve loca. Que el maromo no tenga ningún reparo en lamerme la raja del culo, de abajo hacia arriba (comportándose con su lengua como si fuera papel higiénico de alta calidad), me lleva a un orgasmo seguro en pocos minutos. Pero no todos los hombres están dispuestos a ello. La mayoría la quiere meter, correrse y se acabó.
--Bueno, ese no es mi caso. El cunnilingus completo es mi especialidad.
--Tampoco menosprecio un buen empotramiento, que me bombeen el chocho a buen ritmo, pero a los preliminares hay que dedicarles su tiempo también –comenta Susi, con cara de lascivia.
--Es que para mí no son preliminares, son parte central del acto sexual. No hay porqué diferenciarlos. He ahí el error de mucha gente.
En la susodicha cafetería nos tomamos varias consumiciones. Después la invité a ir a mi piso. No estaba Sonia, mi mujer, es una pena. Se la presentaré el fin de semana.
Una vez en mi apartamento no perdemos más tiempo y nos lanzamos a besarnos y a magrearnos. Nos desvestimos en un santiamén y nos tumbamos en la cama matrimonial, para poner en práctica un 69.
Susi se coloca arriba y yo abajo. Su bollo está más sabroso que los de chocolate y nata. La chica me hunde en la cara su esponjoso chumino. Tampoco ella pierde el tiempo, me come el rabo en sentido literal. Se lo zampa como los que se engulle en la confitería. Mi polla es unos centímetros más larga que las de postre que acostumbra a comerse Susi. Se la traga entera igualmente. Noto cómo su nariz y labios chocan contra mi pubis y cojones.
Yo estaba tan cachondo que a los pocos minutos le disparo en su garganta una buena descarga de lefa. Susi se atraganta y le sale algo de esperma por los orificios nasales. Acelero los lametones y chupetones en su mejillón buscando el provocarle pronto su orgasmo. ¡Premio! A los pocos segundos Susi berrea un “¡Me corro, cabrón! Trágate todos mis jugos. Relámeme bien la concha, ¡so guarro!”.
¡Qué ricos caldos! ¡Es auténtico champagne de la cosecha del 97! Le morreo el chocho dejándoselo bien limpito. Susi hace otro tanto con mi polla. La succiona y sorbe las últimas gotas de leche que suelta. Con sus labios gordos como longanizas me la exprime fuerte. Me la drena bien. Hace unas gárgaras y se lo traga todo.
Nos tomamos un descanso. Bebemos unos refrescos y charlamos de nuestros gustos musicales y literarios. Vamos planificando el finde. Susi observa unas fotos de Sonia y le parece una mujer muy hermosa. Está dispuesta a hacer la tijera con ella, mientras yo les como el bolló a las dos.
Una vez recargadas las pilas nos colocamos en mi postura preferida (ella sentada sobre mí, dándome la espalda). Se clava mi nabo de una sola estocada y comienza a cabalgar como una poseída. Yo la sujeto por la cintura y le lamo la espalda. Estamos en esta posición un buen cuarto de hora. Después nos cambiamos a la postura que le gusta a ella: a cuatro patas.
--¡Fóllame a lo perra! ¡Dame duro, cariño!
--Toma polla, ¡cacho puta! ¡Qué vicio tienes, cariño! Eres una buena golfa.
Susi pone unas caras de lascivia desenfrenada tan morbosas, que me provocan otra sublime eyaculación, pero antes estuve un buen rato dándole unas emboladas salvajes.
Susi enlaza otro orgasmo mientras me dice:
--Joder, ¡qué placer me das, Jonathan! Quiero que al acabar de corrernos me lamas el conejo, otra vez, y me lo dejes como los chorros del oro.
Efectivamente, una vez aliviados los dos, yo me tumbo en el suelo. Susi se coloca en cuclillas sobre mi cara y acerca su chumino a mi boca. Se lo chupeteo y me trago sus jugos, mezclados con restos de mi esperma. Le dejo la almeja reluciente. Susi, con sus labios de mamona, también me limpia el rabo. Introduce su lengua en mi uretra buscando alguna gota de semen rezagada.
La acompaño a su casa y quedamos para el fin de semana. Senderismo y sexo guarro con mi esposa y conmigo es lo que le espera a esta gacela desparejada.