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Subyugando a la Madre de mi Estudiante – Capítulo 01
Me gano la vida dando clases particulares a domicilio. No es el trabajo que soñaba cuando estaba estudiando, pero tampoco me puedo quejar. Cuando te haces un nombre nunca te falta el trabajo, al contrario, incluso tienes que rechazar alumnos por falta de tiempo y, económicamente, al menos en mi caso, gano un buen sueldo, una vez descontados los gastos. Físicamente soy un tío normal, del montón. Moreno, alto, con algo de barriga…lo dicho, alguien normal y corriente. Con los años he ido desarrollando una especie de alerta para acercarme a mujeres bastante predispuestas al sexo, sin importarles si ellas o yo estábamos comprometidos, mujeres que piensan con el coño antes que con la cabeza. Con Upe fue bastante fácil. Me llamó para ver si podía darle clases a su hijo y, como hago siempre, quedé con ella en una cafetería cercana para hablar del asunto. Me contó que estaba desesperada con el crío, que cursaba 4º de ESO, sobre todo con las matemáticas. Que antes ella le ayudaba con los estudios y demás, pero que ahora ya era imposible, que él no colaboraba y que, tras separarse de su marido, la cosa se había puesto aún peor. Fijamos un par de días a la semana para empezar con las clases y aquí empieza realmente este relato.
El chico en cuestión no es que tuviera problemas con las matemáticas, los tenía con su madre. Realmente entendía lo que le explicaba a la primera y, con un poco de mano izquierda y bastante cháchara con él, poco a poco se fue abriendo a mí. Para no dar muchas vueltas, diré que culpaba a la madre de estar separado de su padre y la forma que tenía de hacérselo pagar era flojeando en los estudios. Como ya me había topado con más casos parecidos, enfocaba las clases de modo que, una vez le explicaba lo que no entendía de la asignatura, me dedicaba a hacerle ver que tenía que cambiar de actitud, que si quería fastidiar a su madre lo hiciera de otra forma, porque si lo hacía con los estudios también se estaba jodiendo él. En pocas semanas la cosa cambió radicalmente, las notas del chico subieron como la espuma y la madre empezó a mostrarse mucho más amable. Pequeños detalles a la hora de recibirme o de despedirme que hicieron que mi alarma se disparase.
Poco a poco fui fijándome más en la madre. No era una mujer que llamara excesivamente la atención, aunque sí estaba para un buen polvo. Bajita, morena con el pelo rizado teñido de rojo, delgada y siempre maquillada. Sus tetas eran de tamaño normal y aún no caídas por la edad y su culo, embutido siempre en mallas o vaqueros ajustados, se adivinaba aún firme y redondo, no excesivamente grande, pero sí bastante prieto y apetecible. Una tarde que tenía clase con el chico se desencadenó todo. Cuando llegué a la casa me recibió bastante sofocada diciéndome que el padre del niño se había presentado sin avisar con un par de entradas para ir a ver un partido de fútbol esa misma tarde y luego llevarlo a un Burger y quedarse a dormir en su casa. Como es lógico, el chico rogó a la madre que lo dejara ir y no pudo hacer nada para evitarlo.
–Lo siento…no he querido discutir con mi ex delante del chico y no me ha quedado más remedio que dejarlo ir –me dijo ruborizada y algo alterada aún por la situación vivida–. De todas formas, tú no tienes culpa de nada y te pago la clase, por supuesto –me dijo extendiéndome un billete de 20€–.
–No te preocupes. Son situaciones que no se pueden evitar…e imagino que para ti fue bastante desagradable –le dije rechazando el billete–. No me sentiría bien cobrando por un trabajo que no he realizado.
Tras insistir varias veces para que aceptase el dinero, y ante mi negativa tajante, me ofreció tomar algo para compensar el desplazamiento. Ahí volvió a saltar la alarma y me arriesgué aceptando su propuesta. Me preguntó si tenía más trabajo esa tarde y le dije que no.
–Genial –me dijo con una sonrisa–. Siéntate que vuelvo enseguida.
Me senté en el sofá de cuero del salón mientras observaba con disimulo el movimiento de su culito envuelto en unas mallas, ya que la camiseta que llevaba apenas lo tapaba. Volvió a los pocos minutos con una botella de vino tinto, dos copas y unos aperitivos.
–Yo no soy de cerveza, espero que te guste el vino –me dijo mientras servía las copas y se sentaba a mi lado–. Te pido otra vez disculpas…espero que esto no vuelva a repetirse…me refiero a la escena con el padre –dijo ruborizándose–.
–Jajaja, no te preocupes, lo he entendido a la primera, jajaja.
–Es que no quiero que se acostumbre a aparecer por aquí cuando le dé la gana, sin avisar y disponiendo del chico cuando se le antoje.
–Es lógico. Si estáis separados esta ya no es su casa. Además…tú también necesitas tu intimidad para hacer lo que te apetezca y…
–Pues como no sea para ver la tele, jajaja, –me interrumpió mientras se terminaba la copa–. Desde que nos separamos yo…
–¿Hace mucho? –la interrumpí mirándola fijamente a los ojos–.
–Seis meses –dijo manteniéndome la mirada–. No ha sido una decisión fácil. El chico, muchos años de pareja…Pero cuando te das cuenta de que hay que poner punto y final…
–¿Te arrepientes? –la corté mostrando un interés ficticio–.
–No, en absoluto. Pero…
–Pero echas de menos algunas cosas –dije con atrevimiento mientras posaba mi mano derecha sobre su muslo–.
Suspiró y con un gesto felino se colocó a horcajadas sobre mí, metiéndome la lengua hasta la campanilla. A tientas dejé la copa sobre la mesita que tenía enfrente y me dediqué a amasar el culo de aquella madre necesitada de polla mientras ella se restregaba sobre mi entrepierna jadeando cada vez más fuerte.
–Uff…ufff…sí…joder…cuánto tiempo…
La despegué un poco de mi cuerpo y le saqué la camiseta sin que ella dejara de frotarse sobre mí. Le desabroché el sujetador negro que llevaba y aparecieron ante mí dos tetas medianas, turgentes, de pezones pequeños y bastante oscuros que me metí alternativamente en la boca para saborearlos mientras ella se agitaba cada vez más rápido.
–Ahh, dios, sí, joder, ¡¡¡qué ricoooo!!! Dame fuerte, ¡dame cañaaaa!
Un poco sorprendido empecé a chupar con fuerza los pezones, que ya estaban duros y empitonados, dándoles pequeños mordiscos.
–Más duro, joder, ¡másssss! Dame fuerte en las tetas, coño, ¡fuerteeeee!
Decidí hacer caso a sus indicaciones y, mientras succionaba con fuerza un pezón, le di una palmada en la otra teta, haciendo que rebotase. Dio un gemido de placer y se desató por completo.
–¡AAAHHH! Sí, así joder, así. ¡Dame fuerteeeeeeee! Úsame, ¡soy tu putaaaaa!
Mientras procesaba que había encontrado a una madre a la que le encantaba que le dieran caña, mi polla se endureció por completo. Eso de darle palmadas en las tetas mientras ella botaba sobre mi rabo aún vestidos me calentó a tope y me dispuse a disfrutar de la situación y de aquella mujer completamente entregada. Bajé la mano derecha hasta sus mallas y, tras comprobar que estaban empapadas, percibí que no llevaba braguita ni tanga. Por encima de la tela palpé su clítoris, gordo como un garbanzo, y lo acaricié, notando que se hinchaba aún más por segundos. Empecé a masajearlo en círculos y a los pocos segundos se corrió por primera vez, empapando toda su entrepierna y parte de la mía.
–Qué bueno, qué buenoooo…ya, ya… ¡me corroooooo!!!!
–Pues sí que vas necesitada de polla…casi sin tocarte te has corrido como una niñata –le dije mientras la separaba de mí para que se pusiera de pie–.
Me levanté y le ordené que se desnudara mientras yo también me quedaba en pelotas delante de ella, con el rabo completamente tieso y soltando líquido preseminal. La observé completamente desnuda y me gustó mucho lo que vi. Tenía un cuerpo bastante armónico y se notaba que iba al gimnasio. Su coño, de labios prominentes, sin un solo pelo, se veía brillante por la corrida anterior. Pasé la mano por su raja y empecé a frotar de nuevo, ahora sin tela que entorpeciese la acción. Tras recorrer toda su extensión llegué de nuevo a su clítoris, que apareció hinchado coronando su cueva. Notando que su respiración se aceleraba y lo encharcado que tenía el chocho, le metí dos dedos en forma de gancho, buscando su punto G mientras me la follaba con ellos. Soltó un alarido de placer y posó su mano derecha sobre el clítoris, frotándoselo a toda pastilla mientras yo hurgaba con mis dedos en su raja. En menos de diez segundos empezó a gritar como una loca mientras le temblaban las piernas por la corrida que se avecinaba.
–Ya, ya, ¡YYYYAAA!!!! ¡ME CORROOOOOOOOO!!!!!!
Se corrió de un modo brutal, temblando y retorciéndose sobre sí misma, agarrada a mí para no caerse y dejándome la mano empapada de un líquido blanquecino y espeso que goteaba hasta el suelo del salón.
–Así que eres una mami a la que le gusta que le den caña, ¿verdad? –le dije mientras me sentaba de nuevo en el sofá–. Bueno, ahora vamos a ver qué sabes hacer. Venga, de rodillas y ¡a comer! –le ordené señalándome la polla con la mirada–.
Se arrodilló, me empezó a pajear lentamente, soltó un “uff, qué polla, mucho mejor que la de mi ex” y empezó a darle lametones para ensalivarla por completo. De pronto se metió el glande en la boca y empezó a chuparlo como un caramelo mientras seguía pajeándome lentamente. Sin previo aviso, abrió la boca a tope y, con un par de movimientos, relajó la garganta y se la tragó entera, hasta que su nariz topó contra mi pubis. Puso las manos en mis muslos y, moviendo arriba y abajo la cabeza, empezó a follarse ella misma la garganta, haciendo ruidos guturales y llenándome los huevos de babas. Me la estaba comiendo una mamadora excelente. Se la tragaba hasta el fondo y luego se la sacaba para poder respirar, completamente empapada de babas que me resbalaban por los huevos hasta la raja del culo. Sin decirle nada, agachó un poco la cabeza y se metió los huevos en la boca, chupándolos como dos caramelos gigantes, mientras aumentaba el ritmo de la paja que me estaba haciendo. Tomó algo de aire y, separándome las nalgas, metió la lengua entre ellas y me recorrió la raja del culo con ella, ensalivándola y dándome toques en el ojete con la punta.
–Joder, vaya sorpresa. Así me gusta, como una buena perrita. Es lo que eres, ¿verdad? ¿Eres mi perrita? –le dije poniéndome de nuevo en pie y dándole un pollazo en la cara–.
–Sí, joder, sí… ¡soy tu perraaaaa!!!!! –me gritó antes de volver a tragarse toda mi polla–.
La engulló con gula, con tantas ganas de polla que la devoraba a lo bestia. Puso las manos en mis nalgas y, moviendo la cabeza adelante y atrás, se follaba esa sola la garganta a un ritmo endiablado. Pude notar con claridad cómo le llegaba a la garganta, la taladraba y, aguantando las arcadas, la sacaba completamente llena de babas. Tras varios minutos así noté que me venía la corrida y le puse las dos manos en la nuca para que no pudiera apartarse cuando la llenara de leche. Cuando ya no pude aguantar más todo mi cuerpo se tensó al completo, noté un escalofrío brutal desde la cabeza a los pies y, sujetándola con todas mis fuerzas, pegada a mí, empecé a soltar chorros de lefa caliente y espesa en la boca de esa madre sumisa y necesitada de rabo.
–¡YAAAA! ¡ME CORROOOOOOOO!!!!! TRAGA, ZORRA…¡¡¡TRAGAAAAAA!!!
Como una buena mamona me hizo caso y se lo tragó todo. Abrió la boca a los pocos segundos para que pudiera ver que se había tragado toda mi corrida y, sin decirle nada, volvió a meterse mi nabo en la boca para dejármelo limpio y reluciente.
–Muy bien zorrita, buena chica. Como el crío hoy no duerme aquí, te haré yo compañía. Prepara algo de cena, que la noche va a ser larga.
CONTINUARÁ
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Subyugando a la Madre de mi Estudiante – Capítulo 01
Me gano la vida dando clases particulares a domicilio. No es el trabajo que soñaba cuando estaba estudiando, pero tampoco me puedo quejar. Cuando te haces un nombre nunca te falta el trabajo, al contrario, incluso tienes que rechazar alumnos por falta de tiempo y, económicamente, al menos en mi caso, gano un buen sueldo, una vez descontados los gastos. Físicamente soy un tío normal, del montón. Moreno, alto, con algo de barriga…lo dicho, alguien normal y corriente. Con los años he ido desarrollando una especie de alerta para acercarme a mujeres bastante predispuestas al sexo, sin importarles si ellas o yo estábamos comprometidos, mujeres que piensan con el coño antes que con la cabeza. Con Upe fue bastante fácil. Me llamó para ver si podía darle clases a su hijo y, como hago siempre, quedé con ella en una cafetería cercana para hablar del asunto. Me contó que estaba desesperada con el crío, que cursaba 4º de ESO, sobre todo con las matemáticas. Que antes ella le ayudaba con los estudios y demás, pero que ahora ya era imposible, que él no colaboraba y que, tras separarse de su marido, la cosa se había puesto aún peor. Fijamos un par de días a la semana para empezar con las clases y aquí empieza realmente este relato.
El chico en cuestión no es que tuviera problemas con las matemáticas, los tenía con su madre. Realmente entendía lo que le explicaba a la primera y, con un poco de mano izquierda y bastante cháchara con él, poco a poco se fue abriendo a mí. Para no dar muchas vueltas, diré que culpaba a la madre de estar separado de su padre y la forma que tenía de hacérselo pagar era flojeando en los estudios. Como ya me había topado con más casos parecidos, enfocaba las clases de modo que, una vez le explicaba lo que no entendía de la asignatura, me dedicaba a hacerle ver que tenía que cambiar de actitud, que si quería fastidiar a su madre lo hiciera de otra forma, porque si lo hacía con los estudios también se estaba jodiendo él. En pocas semanas la cosa cambió radicalmente, las notas del chico subieron como la espuma y la madre empezó a mostrarse mucho más amable. Pequeños detalles a la hora de recibirme o de despedirme que hicieron que mi alarma se disparase.
Poco a poco fui fijándome más en la madre. No era una mujer que llamara excesivamente la atención, aunque sí estaba para un buen polvo. Bajita, morena con el pelo rizado teñido de rojo, delgada y siempre maquillada. Sus tetas eran de tamaño normal y aún no caídas por la edad y su culo, embutido siempre en mallas o vaqueros ajustados, se adivinaba aún firme y redondo, no excesivamente grande, pero sí bastante prieto y apetecible. Una tarde que tenía clase con el chico se desencadenó todo. Cuando llegué a la casa me recibió bastante sofocada diciéndome que el padre del niño se había presentado sin avisar con un par de entradas para ir a ver un partido de fútbol esa misma tarde y luego llevarlo a un Burger y quedarse a dormir en su casa. Como es lógico, el chico rogó a la madre que lo dejara ir y no pudo hacer nada para evitarlo.
–Lo siento…no he querido discutir con mi ex delante del chico y no me ha quedado más remedio que dejarlo ir –me dijo ruborizada y algo alterada aún por la situación vivida–. De todas formas, tú no tienes culpa de nada y te pago la clase, por supuesto –me dijo extendiéndome un billete de 20€–.
–No te preocupes. Son situaciones que no se pueden evitar…e imagino que para ti fue bastante desagradable –le dije rechazando el billete–. No me sentiría bien cobrando por un trabajo que no he realizado.
Tras insistir varias veces para que aceptase el dinero, y ante mi negativa tajante, me ofreció tomar algo para compensar el desplazamiento. Ahí volvió a saltar la alarma y me arriesgué aceptando su propuesta. Me preguntó si tenía más trabajo esa tarde y le dije que no.
–Genial –me dijo con una sonrisa–. Siéntate que vuelvo enseguida.
Me senté en el sofá de cuero del salón mientras observaba con disimulo el movimiento de su culito envuelto en unas mallas, ya que la camiseta que llevaba apenas lo tapaba. Volvió a los pocos minutos con una botella de vino tinto, dos copas y unos aperitivos.
–Yo no soy de cerveza, espero que te guste el vino –me dijo mientras servía las copas y se sentaba a mi lado–. Te pido otra vez disculpas…espero que esto no vuelva a repetirse…me refiero a la escena con el padre –dijo ruborizándose–.
–Jajaja, no te preocupes, lo he entendido a la primera, jajaja.
–Es que no quiero que se acostumbre a aparecer por aquí cuando le dé la gana, sin avisar y disponiendo del chico cuando se le antoje.
–Es lógico. Si estáis separados esta ya no es su casa. Además…tú también necesitas tu intimidad para hacer lo que te apetezca y…
–Pues como no sea para ver la tele, jajaja, –me interrumpió mientras se terminaba la copa–. Desde que nos separamos yo…
–¿Hace mucho? –la interrumpí mirándola fijamente a los ojos–.
–Seis meses –dijo manteniéndome la mirada–. No ha sido una decisión fácil. El chico, muchos años de pareja…Pero cuando te das cuenta de que hay que poner punto y final…
–¿Te arrepientes? –la corté mostrando un interés ficticio–.
–No, en absoluto. Pero…
–Pero echas de menos algunas cosas –dije con atrevimiento mientras posaba mi mano derecha sobre su muslo–.
Suspiró y con un gesto felino se colocó a horcajadas sobre mí, metiéndome la lengua hasta la campanilla. A tientas dejé la copa sobre la mesita que tenía enfrente y me dediqué a amasar el culo de aquella madre necesitada de polla mientras ella se restregaba sobre mi entrepierna jadeando cada vez más fuerte.
–Uff…ufff…sí…joder…cuánto tiempo…
La despegué un poco de mi cuerpo y le saqué la camiseta sin que ella dejara de frotarse sobre mí. Le desabroché el sujetador negro que llevaba y aparecieron ante mí dos tetas medianas, turgentes, de pezones pequeños y bastante oscuros que me metí alternativamente en la boca para saborearlos mientras ella se agitaba cada vez más rápido.
–Ahh, dios, sí, joder, ¡¡¡qué ricoooo!!! Dame fuerte, ¡dame cañaaaa!
Un poco sorprendido empecé a chupar con fuerza los pezones, que ya estaban duros y empitonados, dándoles pequeños mordiscos.
–Más duro, joder, ¡másssss! Dame fuerte en las tetas, coño, ¡fuerteeeee!
Decidí hacer caso a sus indicaciones y, mientras succionaba con fuerza un pezón, le di una palmada en la otra teta, haciendo que rebotase. Dio un gemido de placer y se desató por completo.
–¡AAAHHH! Sí, así joder, así. ¡Dame fuerteeeeeeee! Úsame, ¡soy tu putaaaaa!
Mientras procesaba que había encontrado a una madre a la que le encantaba que le dieran caña, mi polla se endureció por completo. Eso de darle palmadas en las tetas mientras ella botaba sobre mi rabo aún vestidos me calentó a tope y me dispuse a disfrutar de la situación y de aquella mujer completamente entregada. Bajé la mano derecha hasta sus mallas y, tras comprobar que estaban empapadas, percibí que no llevaba braguita ni tanga. Por encima de la tela palpé su clítoris, gordo como un garbanzo, y lo acaricié, notando que se hinchaba aún más por segundos. Empecé a masajearlo en círculos y a los pocos segundos se corrió por primera vez, empapando toda su entrepierna y parte de la mía.
–Qué bueno, qué buenoooo…ya, ya… ¡me corroooooo!!!!
–Pues sí que vas necesitada de polla…casi sin tocarte te has corrido como una niñata –le dije mientras la separaba de mí para que se pusiera de pie–.
Me levanté y le ordené que se desnudara mientras yo también me quedaba en pelotas delante de ella, con el rabo completamente tieso y soltando líquido preseminal. La observé completamente desnuda y me gustó mucho lo que vi. Tenía un cuerpo bastante armónico y se notaba que iba al gimnasio. Su coño, de labios prominentes, sin un solo pelo, se veía brillante por la corrida anterior. Pasé la mano por su raja y empecé a frotar de nuevo, ahora sin tela que entorpeciese la acción. Tras recorrer toda su extensión llegué de nuevo a su clítoris, que apareció hinchado coronando su cueva. Notando que su respiración se aceleraba y lo encharcado que tenía el chocho, le metí dos dedos en forma de gancho, buscando su punto G mientras me la follaba con ellos. Soltó un alarido de placer y posó su mano derecha sobre el clítoris, frotándoselo a toda pastilla mientras yo hurgaba con mis dedos en su raja. En menos de diez segundos empezó a gritar como una loca mientras le temblaban las piernas por la corrida que se avecinaba.
–Ya, ya, ¡YYYYAAA!!!! ¡ME CORROOOOOOOOO!!!!!!
Se corrió de un modo brutal, temblando y retorciéndose sobre sí misma, agarrada a mí para no caerse y dejándome la mano empapada de un líquido blanquecino y espeso que goteaba hasta el suelo del salón.
–Así que eres una mami a la que le gusta que le den caña, ¿verdad? –le dije mientras me sentaba de nuevo en el sofá–. Bueno, ahora vamos a ver qué sabes hacer. Venga, de rodillas y ¡a comer! –le ordené señalándome la polla con la mirada–.
Se arrodilló, me empezó a pajear lentamente, soltó un “uff, qué polla, mucho mejor que la de mi ex” y empezó a darle lametones para ensalivarla por completo. De pronto se metió el glande en la boca y empezó a chuparlo como un caramelo mientras seguía pajeándome lentamente. Sin previo aviso, abrió la boca a tope y, con un par de movimientos, relajó la garganta y se la tragó entera, hasta que su nariz topó contra mi pubis. Puso las manos en mis muslos y, moviendo arriba y abajo la cabeza, empezó a follarse ella misma la garganta, haciendo ruidos guturales y llenándome los huevos de babas. Me la estaba comiendo una mamadora excelente. Se la tragaba hasta el fondo y luego se la sacaba para poder respirar, completamente empapada de babas que me resbalaban por los huevos hasta la raja del culo. Sin decirle nada, agachó un poco la cabeza y se metió los huevos en la boca, chupándolos como dos caramelos gigantes, mientras aumentaba el ritmo de la paja que me estaba haciendo. Tomó algo de aire y, separándome las nalgas, metió la lengua entre ellas y me recorrió la raja del culo con ella, ensalivándola y dándome toques en el ojete con la punta.
–Joder, vaya sorpresa. Así me gusta, como una buena perrita. Es lo que eres, ¿verdad? ¿Eres mi perrita? –le dije poniéndome de nuevo en pie y dándole un pollazo en la cara–.
–Sí, joder, sí… ¡soy tu perraaaaa!!!!! –me gritó antes de volver a tragarse toda mi polla–.
La engulló con gula, con tantas ganas de polla que la devoraba a lo bestia. Puso las manos en mis nalgas y, moviendo la cabeza adelante y atrás, se follaba esa sola la garganta a un ritmo endiablado. Pude notar con claridad cómo le llegaba a la garganta, la taladraba y, aguantando las arcadas, la sacaba completamente llena de babas. Tras varios minutos así noté que me venía la corrida y le puse las dos manos en la nuca para que no pudiera apartarse cuando la llenara de leche. Cuando ya no pude aguantar más todo mi cuerpo se tensó al completo, noté un escalofrío brutal desde la cabeza a los pies y, sujetándola con todas mis fuerzas, pegada a mí, empecé a soltar chorros de lefa caliente y espesa en la boca de esa madre sumisa y necesitada de rabo.
–¡YAAAA! ¡ME CORROOOOOOOO!!!!! TRAGA, ZORRA…¡¡¡TRAGAAAAAA!!!
Como una buena mamona me hizo caso y se lo tragó todo. Abrió la boca a los pocos segundos para que pudiera ver que se había tragado toda mi corrida y, sin decirle nada, volvió a meterse mi nabo en la boca para dejármelo limpio y reluciente.
–Muy bien zorrita, buena chica. Como el crío hoy no duerme aquí, te haré yo compañía. Prepara algo de cena, que la noche va a ser larga.
CONTINUARÁ
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