Soy la Esclava de mi Tata 001

heranlu

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a no puedo más, lo que voy a contar no se lo he contado a nadie, no me atrevo. Encontré esta página y la usaré para contar la que ha sido mi vida desde que hace 3 años. Uso mi nombre real por mí, solo así siento que de verdad me estoy desahogando. Sólo contando todo como pasó me sentiré bien conmigo.

Mi nombre es Angélica. La mayoría de mis amigos me conocen como Angie, tengo 23 años y estoy estudiando la carrera de arquitectura en una de las universidades más conocidas del país. Vivo en la ciudad de México en el departamento de mi abuelo, lo cual nunca tenía que ocurrir de acuerdo a mis padres.

Mi familia es de un pueblo de Hidalgo, uno que se compone sobretodo de rancherías y campo para sembrar. Viví toda mi vida con mis padres, mis hermanos y la familia de mi madre. Mi padre siempre fue pobre hasta que conoció a mi mamá. De la familia de mi papá nunca supe nada, hasta que lo averigué por mi misma...

Siempre las mujeres de mi familia hemos llamado mucho la atención en el pueblo. Yo me parezco a mi madre y a varias tías y primas. Soy mediana, mido 1,62 m, tengo la piel clarita y el pelo castaño oscuro, ojos grandes y cejas gruesas. Desde la primaria se me empezaron a notar los rasgos de una mujer adulta. Actualmente tengo las caderas muy pronunciadas, pechos grandes y firmes. También un trasero nada discreto, no conozco a ningún hombre al que no lo haya sorprendido viéndolo, incluidos mis familiares. Me gusta llamar la atención pero también me ha traído problemas. Las condiciones en las que estoy actualmente no se si considerarlas un problema o un encanto.

Cuando estaba a punto de cumplir 19, recibí la noticia de que me aceptaban en la universidad. Es una universidad pública pero de mucho prestigio. Por lo que al ser prácticamente gratis, no podía desaprovechar la oportunidad. El único impedimento era la necesidad de residir en la zona donde tomaría clases, tenía que rentar por fuerza un departamento o un cuarto. O al menos eso creí.

Mis padres tenían una alegría incontrolable al saber que me aceptaban en la facultad de arquitectura de esa universidad tan prestigiosa. Por lo mismo me sorprendió enormemente oír como discutían esa misma noche. Iba camino a mi cuarto cuando oí como mi madre le reclamaba duramente a mi padre por alguna razón. No pude evitar acercarme sigilosamente a su puerta para escuchar algo de lo que discutían. Esto es lo que recuerdo:

Mamá: ¡No puedo creer tu obsesión! Ya déjalo en paz. Tu padre tenía derecho a saber. Lo que hizo fue hace mucho tiempo. No te pido que lo perdones, pero no les heredes tus problemas a tus hijos.

Papá: ¡No es por mí! Imagina que le hace lo mismo a Angélica, más ahora que estará sola en la ciudad.

Mamá: Angie ya es una adulta, además no sabe done vive. Tu padre me prometió que no la buscaría y yo le creo.

Papá: Yo no le creo nada, sobretodo viviendo cerca de la universidad, es muy fácil que la encuentre. Incluso por casualidad.

Sentí que se dieron cuenta que alguien escuchaba por lo que decidí ir a mi cuarto y no oir más. Quizá debí escuchar lo que dijo mi padre.

Terminé rentando un cuarto a hora y media de la universidad. Nada bonito y compartía el baño con varios inquilinos más, los cuales a menudo lo dejaban muy sucio. Un par de aquellos inquilinos en varias ocasiones trataron de invitarme a salir o pasar a mi cuarto. Mi familia siempre fue de buenas costumbres y para mí era muy fácil rechazarlos, sobre todo porque no me parecían de mi mismo nivel. El que fuera mi novio tenía que ser un hombre exitoso, guapo, de buena familia y muy probablemente sería el que me haría su esposa. O eso pensaba en aquel momento...

Mi papá me regaló un pequeño auto rojo, la marca era Atos según recuerdo. Con él podía llegar en hora y media a la escuela. Así estuve yendo y viniendo por tres meses. Afortunadamente la escuela tenía estacionamiento y no era nada caro. Dejaba el coche a unos pasos de las aulas, era un estacionamiento al aire libre. Con el auto suelo llevar a mis amigos y compañeros de clase que no tienen vehículo.

Todo en la escuela marchaba muy bien, comencé a hacer amigas y amigos. Muchos de ellos guapos y fornidos, algunos se veían de buena clase y familia; otros no tanto. En ese entonces era una muchacha muy estirada y soberbia, pensaba que pertenecía a las clases más altas de la sociedad. Pensaba que sólo era cuestión de tiempo para que algún hijo de familia rica me diera la vida que me merecía. Estudiar en una buena escuela y conseguir un buen trabajo mejoraba mis posibilidades de conocer a alguien que valiera la pena.

La universidad es un campus muy grande y no está cerrado. Para la gente que no estudia o trabaja, es una especie de parque o paseo. Cualquiera puede andar por sus instalaciones o incluso entrar a las aulas sin ningún problema. Mientras platicaba con mis amigas en los patios o incluso cuando tomaba clases cerca de la ventana, comencé a sentirme observada. Es una sensación a la estoy acostumbrada, por eso se distinguir muy bien cuando alguien me mira fijamente. Al principio pensaba que era algún compañero, desde el primer día descubrí a varios mirando mi pompis; antes de subir las escaleras, todos me daban el paso y sentía la mirada de todos en mi trasero mientras subía los escalones. Varios llegaron a tropezar.

Pero esta sensación era algo diferente, no era una mirada casual. Se sentía como una mirada fría como de alguien que esta en busca de algo. En varias ocasiones me sentía perseguida, volteaba hacia y no veía a nadie. Las unicas veces que llegué ver a alguien era mientras estaba en grandes espacios abiertos. En el estacionamiento, en los parques de la universidad y en sus plazas. A lo lejos veía la figura de un hombre alto, algo panzon pero delgado. De pelo blanco, vestido con poca elegancia, mirándome fijamente. En cuanto yo comenzaba a caminar hacia él, notaba como se daba media vuelta y se iba. El era el que me había estado observando.

En una ocasión, regresando de un descanso y un lunch, estabamos riendo mis amigas y yo. Entramos al aula, nos burlabamos de los chicos que estaban atrás de nosotras, no me fijé en mi alrededor. Sólo dejé mis cosas sobre la mesa trabajo del aula y me senté. Al poco tiempo comencé a sentir algo extraño en uno de mis gluteos, una especie de líquido. Con cuidado me puse de pie y toqué la sustancia con mi mano derecha. Llevaba unos jeans azul claro. La sustancia era viscosa, como jabón. Tenía un aroma agradable pero una textura como moco. Me sonrojé. Fui al baño de inmediato. Al quitarme los pantalones me di cuenta del tono blanquecino de la sustancia. No me pude contener y lo acerqué a mi rostro para poderlo oler, me parecio un aroma encantador, relajante. Lo limpié con papel y algo de agua de una botella. Varios debieron pensar que me oriné encima. La misma sustancia la encontré en una ocasión al abrir el coche, la manija de la puerta de mi coche estaba totalmente embarrada con la sustancia. Por el aroma me di cuenta que se trataba de la misma sustancia. Y de repente sentí la misma mirada, al darme media vuelta vi al hombre que me había estado siguiendo, en el extremo más lejano del estacionamiento. La diferencia es que ahora estaba sonriendo. En cuanto lo noté decidió irse.

Este punto marca el final de mi vida como Angie la señorita de familia. Ninguno de mis familiares en Hidalgo conocen la verdad. Quizá algun día se enteren, quizá alguno de ellos lea esto y se pregunté si soy su prima o su hermana. O peor, su hija. La decisión que estaría a punto de tomar me llevaría a dejar de ser la damita orgullosa y cotizada para convertirme en la puta más popular de la zona. Quizá la mujer con la que más hombres ha estado en el área. No soy famosa, la mayoría de los hombres con los que me acuesto creen que soy su conquista, o que no acostumbro tener relaciones con desconocidos. Otros tienen una percepción más acercada a la realidad. No quiero confundir a nadie. No obtengo grandes beneficios económicos con esto. Mi abuelo es el que ha ganado más a partir de los servicios que presto a sus amigos, conocidos y clientes que consigue. Él me dice que es la renta, mi comida y mi material para la escuela. Yo sólo le digo que lo amo, o el "si señor, lo que usted me diga" que tanto le gusta a él escuchar y que tanto me gusta a mí decirle. La escuela digo que me importa, pero me engaño. Sólo voy para poder conocer más hombres, si tienen novia mejor, si estan casados... no me resisto. No llevo malas calificaciones, pero buena parte de ello se debe a que otros han hecho las maquetas y planos por mí o por que algún profesor decide pagarme con puntos extra. Como dije anteriormente, soy discreta. Varias me llaman puta a mis espaldas, pero es más por envidia que por algo que ellas sepan.

A él lo conocí un día lluvioso. Era tarde, me había quedado con mi maestra a revisar varios temas y nos quedamos un par de horas a ver si la lluvia bajaba, solo empeoró. Decidimos irnos. Usé unos planos viejos que estaban abandonados para cubrirme lo que pude. No bastó, la lluvia los terminó rompiendo y yo terminé empapada. Pero eso no era lo peor. Al buscar mis llaves en mi mochila, no estaban. No tenía como entrar al vehículo. En un estacionamiento desierto. El suelo estaba muy encharcado. Sentía todo lleno de agua, mis zapatos, mis calcetines y mi ropa interior. Pero también lo sentí a él.

Por el ruido de la tormenta y mi desesperación por hallar mis llaves, no escuché cuando se acercó a mí. Pero ya era tarde, sabía que estaba a un paso detrás de mi. Incluso podía oler su potente aroma a sudor y desodorante. "Angélica Vera? Soy Renato Vera, tu abuelo". Me quedé sin respiración, tenía ahora más miedo. ¿Por qué este hombre me había estado siguiendo? ¿Él era el responsable de la sustancia que encontré? ¿A qué le temía tanto mi padre sobre este hombre?. No podía pensar, me quedé paralizada. Sentí una mano fuerte, gruesa y pesada sobre mi hombro. "Vamos a mi camioneta Angie, vivo muy cerca de aquí, mira mi credencial, no miento". Si era él.

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Yo estaba temblando. Estaba completamente empapada, de pies a cabeza. Y me sentía muy nerviosa, entre el frío y la ansiedad no podía hacer más que titubear. "Vamos Angie, no quiero que te enfermes, menos ahora que por fin te encontré." me dijo con su profunda voz. Sentí como pasó su enorme mano de mi hombro a mi cintura. Se sentía caliente, gruesa y muy fuerte. Sentí como me apretó la cintura un poco y me jaló para que me pegara a su cuerpo, de esa forma su paraguas alcanzaría a cubrirnos a los dos. De esa manera caminamos juntos hasta su camioneta, yo con los brazos cruzados, muerta de nervios y muerta de frío, pegada a él. Él tomando mi cintura fuertemente, como si quisiera evitar que me fuera corriendo y con la otra mano sujetando su paraguas.

Yo seguía temblando. Poco a poco entre la lluvia vi como nos acercábamos a una camioneta detenida a un costado de la avenida. Era blanca, algo grande, como las que usan para hacer envíos, no tenía cristales en la parte de atrás. Me abrió la puerta para que entrara, me sente en el asiento del copiloto y él se quedó de pie, al lado mío, me dijo "estas toda mojada, seguro solo piensas en quitarte esa ropa. Dame tu blusa, no quiero que enfermes". No sabía que hacer, me le quedé viendo a los ojos. Ahora que lo pienso, desde ese momento dejé de tomar decisiones serias en mi vida. A partir de ahí mi cerebro se apagó, me sentía como un animalito que acaban de recoger de una tormenta. Aliviada por escapar de la lluvia y el peligro de estar ahí sola pero al mismo tiempo asustada por no saber a donde me llevarían.

Como no le respondía ni hacía nada. Dejó a un lado su paraguas y se inclinó hacia mí. Acercó sus manos a mi pecho y desabrochó el botón del cuello (lo tenía abotonado por el frío aunque me apretaba un poco). Luego continuó con el siguiente botón, un poco más abajo. Justo donde se encuentran las clavículas. Lo desabrochó con gran facilidad. Luego cuando estaba a punto de desabrochar el siguiente, lo detuve con mis manos. Yo no era capaz de hablar sin titubear aún. "Tranquila, llevar esa blusa empapada seguro te provocará una neumonía, atrás tengo muchas sábanas, te daré una para que te cubras" sus palabras me relajaron, su tono de voz era idéntico al que mi papá usaba conmigo. El siguiente botón cubrirá el inicio de mis senos, la parte que forma una "Y" cuando usas brasserie.

Sentí como sus dedos rozaron la parte superior de mis senos, y luego, no me di cuenta como, ya había desabrochado tres botones más. Pronto sus manos estaban en mi vientre desabrochando los últimos botones. Separó ambas partes de mi blusa y mi brassiere quedó completamente al descubierto. Era de satín morado, con algo de encaje. En ese entonces sólo usaba brassieres de copa completa, por lo que no se veía mucho de mi escote. Sin embargo, al parecer le fascinó a mi abuelo. Un buen rato se quedó perdido, casi boquiabierto, mirando mis pechos y mi brassiere morado. Yo sólo lo miraba a los ojos, sin poder hacer mucho, nunca antes me habían mirado con tal descaro en plena calle. “Estas bien crecidita, ya te ves como toda una… señorita” me dijo mientras me cubría con la sábana que sacó de la parte de atrás. Después de cubrirme me besó la frente y cerró la puerta, cerró la parte de atrás de la camioneta, entró al lugar del conductor y la encendió.

Dentro de la camioneta, en la parte de atrás, tenía un colchón muy grande, cubierto por sábanas rojas de porcelana, muchos cojines y lo que aparentaba ser un frigobar, entre otras cosas extrañas y luces neón. En ese momento no pude terminar de fijarme porque mi abuelo cerró la pequeña ventanita con la que se podía observar la parte de atrás de la. Camioneta desde el lugar del conductor y el copiloto. "No te preocupes, es para los clientes. Yo jamás lo he usado. Aunque tu lo usarás bastante seguido…" me dijo mi abuelo. No supe a qué se refería. En ese momento no me lo podía imaginar. Pensaba que había comprado ese colchón para acomodarme un cuarto en su departamento, no tenía idea de la realidad.

El camino fue muy corto. No más de 15 minutos, sin embargo se hizo eterno y bastante incómodo. No podía quitarme de la mente sus ojos clavados en mis pechos. Llegamos a una unidad habitacional con muchos edificios altos, todos de tabique, cerca de unas pirámides antiguas. Había en la entrada una caseta de vigilancia con varios guardias de seguridad privada, saludaron a mi abuelo y algunos se me quedaron viendo. Entró a la unidad la camioneta y condujo hasta el estacionamiento, apagó el motor. “Aquí he vivido los últimos 10 años, si tu quieres también es tu casa, vamos a que te la muestre, seguro te encantará…” me dijo y bajó de la camioneta.

Aún estaba fuerte la tormenta, me abrazó y bajó, caminamos juntos unos minutos hasta su edificio. Me dijo que su departamento estaba en el primer piso y señaló una ventana grande. Subimos usando las escalera aunque había elevador, fue solo un piso como dijo. Entramos en su departamento. No era para nada como esperaba. Estaba muy limpio y adornado, con muebles bonitos, cuadros y detalles dorados por doquier. La pared estaba recubierta de una piedra blanca que era muy similar a la cubierta de la mesa del comedor. “No vayas a ensuciar, puedes entrar a bañarte pero deja aquí tus zapatos y tu pantalón, cuando salgas cenaremos.” Me quitó la sábana y de nuevo me quedé con el torso semidesnudo, me comencé a desabrochar el pantalón antes que él interviniera como pasó con mi blusa. Estaba súper mojado, y lo tenía todo pegado al cuerpo, me costó mucho trabajo bajarlo. Normalmente tengo dificultad para ponerme y quitarme los pantalones ajustados por el volumen de mis glúteos y muslos, así mojados me costó mucho más trabajo.

Obviamente mi abuelo lo observó todo. Vio como poco a poco me bajé el pantalón y se iba descubriendo mi calzón que hacía juego con mi brassiere, morado con algo de encaje. De repente lo volteaba a ver, el muy descarado no dejaba de ver mi trasero. En parte sentía que me estaba desnudando para él, todavía me tenía que terminar de quitar el pantalón y caminar hasta el baño. Sabía que no me dejaría de observar, pero en parte yo quería que me viera. Me emocionaba conocer a mi abuelo y que viera que ya era una mujer adulta. “El baño está a mitad del pasillo del lado izquierdo, ahí encuentras todo nenita” me dijo cuando vio que me quité los zapatos. En ese momento sentí que él y yo estábamos jugando, en parte nos estábamos vengando de papá por haberlo alejado de la familia. Aunque en mi mente aún tenía la duda de sus razones, sentía que había sido injusto. Por seguir en el plan de juego, al caminar al baño, me fui contoneando mis caderas, al llegar al final me di cuenta que tenía aún la vista en mis pompas, me sonreí y entré al baño.

El baño era muy grande, tenía una gran tina y una banca acojinada, al final el wc y la regadera. Me quité mi ropa interior y entré a la regadera. Se sintió super bien después de haber estado bajo la lluvia y el frío. Decidí salir en toalla, toda mi ropa incluso la interior estaba mojada aún. Al salir escuché a mi abuelo desde otro cuarto, me gritó que me había dejado la cena en la mesa, que después me podía ir a dormir al cuarto del fondo. Tomé café con leche que ya estaba servido y un pan con jamón. Todas mis cosas de la universidad se quedaron al lado de mi coche, seguro ya estaban arruinadas, decidí ir a dormir. Mañana sería otro día. Al entrar al cuarto traté de buscar el interruptor de la luz, no pude encontrarlo. Todo estaba muy obscuro. A tientas encontré la cama, me quité la toalla y me metí entre las sábanas. Caí pronto en un profundo sueño.

Desperté sintiendo un intenso espasmo, no había duda, era un orgasmo. Yo estaba acostada boca arriba, aún con la sábana encima pero con uno de mis pechos afuera. Al lado mío estaba acostado de lado mi abuelo. Todo sobre esos momentos es muy borroso. Por unos 15 minutos no me podía mover, me sentía en extremo relajada. Recuerdo que mi abuelo decía algo pero podía distinguir que era. Mi mirada estaba fija en el techo, sentía su enorme mano entre mi entrepierna, me estaba masajeando, él me había provocado el orgasmo. El cuarto, antes obscuro, tenía ahora una extraña luz rojiza.

De repente sentí como se levantó y me quitó por completo la sábana, separó mis piernas y empezó a meter sus dedos en mi vagina. Yo seguía sin poderme mover. Sentía como si estuviera buscando algo dentro de mí, de repente un dedo, a veces dos. Entre más tiempo pasaba, mejor se sentía. Hasta que de repente de nuevo lo sentí, ahora un poco más intenso. Sentía como electricidad que partía de mi entrepierna al resto de mi cuerpo. Pasando por mis brazos, piernas, hasta llegar a mi cabeza. Era la primera vez que sentía dos orgasmos casi seguidos. En ese momento sentí un tremendo éxtasis. Recuperé por un momento los sentidos y me pude mover. El cuarto estaba a media luz. En el techo había un enorme espejo instalado. La luz provenía de unas lámparas neón colocadas alrededor del cuarto. Me puse de rodillas y me alejé lo más posible de mi abuelo.

Él estaba al pie de la cama, vestido, con una enorme erección. Le pregunté con nerviosismo que hacía, que pretendía con todo esto. Él se acercó a mí y me dijo que me dejara llevar. Me tomó la cabeza con una mano y me comenzó a besar. Yo estaba de nuevo empapada pero esta vez por mi propio sudor y no por la lluvia. Sus besos eran muy tiernos, de repente mordía mis labios, cada que lo hacía al mismo tiempo me daba un pequeño pellizco en mi pezón derecho, eso me hacía sentir bonito abajo. Me estuvo haciendo lo mismo un largo rato, yo era incapaz de pensar en cualquier cosa, jamás me la había pasado tan bien con algún hombre, el hecho de que fuera mi abuelo se sentía como una aventura. Me tomó por las manos y me jaló un poco, de forma que quedé a gatas, sobre mis manos y rodillas arriba de la cama. Él acarició mi espalda y se colocó detrás de mí. Yo ya sabía lo que iba a pasar, una parte de mi sabía que estaba terriblemente mal, pero la mayor parte de mi lo deseaba, estaba súper caliente.

Escuché como se desabrochó el pantalón y cinturón, sentí unas amables caricias en mis pompis. Ahí fue cuando sentí su miembro en la entrada de mi cuerpo. Era como si mi vagina lo estuviera besando aunque yo no estaba haciendo nada. Después de un rato él rompió el silencio: “Sacude la colita si quieres que te la meta” no pasó ni un minuto y yo ya me estaba contoneando. “Que buena nenita” me dijo y sentí como poco a poco entraba. “Estás más sabrosa que tu madre” me dijo mientras la metía y la sacaba muy despacio. “Y de seguro hasta eres más puta que ella”, me la metió hasta dentro. Yo no era virgen antes de eso, ya había tenido algunas experiencias con amigos y noviecitos, incluso con un primo. Pero sí puedo decir que esa fue la primera vez que me cogieron de verdad. Me la estuvo metiendo y sacando por un ratote, sentía como la punta de su miembro tocaba mi mero fondo de mi vagina. Cada que lo tocaba sentía maravillas, sólo podía pensar en que lo siguiera haciendo, no me di cuenta y estaba jadeando. “Buena putita hija de tu puta madre” me dijo antes de comenzar a metérmela con más energía todavía. Unos minutos y de nuevo lo sentí, mi tercer orgasmo en una noche, pero este fue lo máximo… Toda mi piel se estremeció, sentí que mi cuerpo se derretía, al final caí sobre la cama, de nuevo me relajé al grado de apenas poder moverme. Me quedé dormida.

Desperté de nuevo pero ya era de día. Las sábanas eran blancas y estaban secas. Yo estaba desnuda, era normal así me dormí. En el techo sí había un enorme espejo. Sobre un pequeño buró estaba mi ropa de ayer, completamente seca y limpia. Incluyendo mi ropa interior. Yo me sentía muy feliz, como cuando despiertas de un buen sueño. Pero en el fondo sabía que aquello no había sido un sueño. Me vestí y salí al comedor, mi abuelo estaba sentado, leyendo el periódico. Me dijo que me sentara. Me sirvió el desayuno. “No te acostumbres a que te trate como princesa, si te vienes conmigo, vas a tener que trabajar, quedas avisada.” No le respondí nada. “Mi departamento es completamente tuyo mientras no esté aquí. Salgo mucho, soy transportista. Pero mientras yo esté aquí obedecerás y me dirás “si señor”, ¿Te quedó claro?” No le respondí nada. “Ya aprenderás a obedecer” Le respondí con una pregunta:

Yo: ¿Por qué mis papás te alejaron, que hiciste?

Abuelo: ¿No te lo imaginas?

Yo: ¿Te cogiste a mi mama?

Abuelo: No, bueno si, pero tu papá no lo sabe. Me alejaron por otra razón, ya lo descubrirás. Toma para tu taxi, y toma esto otro para que te queden ganas de volver.

Se desabrochó el pantalón y se sacó su enorme miembro erecto, grueso y lleno de pelos. De inmediato mi mente se transportó a la noche anterior, me puse muy muy nerviosa pero al final perdí la conciencia. Me quité el pantalón y los calzones y me acerqué a él. Todo en lo que podía pensar era en sentir de nuevo uno de esos orgasmos tan intensos. “Ven putita, acércate” Caminé hacia él. “¿Quieres que te coja putita?” No le respondí nada. “Que niña tan necia, te enseñaré a decir sí señor. Pon tus manos sobre la mesa” Le hice caso, de forma que quedé con las pompis desnudas empinadas. “Tremendos cachetones que te cargas Angie, ni tu madre estaba tan buena, aprenderás para que los tienes”. Me soltó una tremenda nalgada, sentí como todo mi trasero se sacudía. Escuché como se reía “Angie que enormes nalgas tienes, seguro todos los hombres que conoces sueñan con agarrarte a nalgadas. Cada que te de una dirás “Si señor quiero otra” entendido putita?”

“Si señor”, le respondí.
 
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