Simplemente, una fantasÃ*a

roman74

Pajillero
Registrado
Ene 9, 2008
Mensajes
2,925
Likes Recibidos
60
Puntos
48
 
Estoy sentada en la cama, viendo el ordenador de lejos. Con Quique todo terminó de manera abrupta, estoy dolida, muy dolida; me has conocido en un momento extraño de mi vida: desconfiando de todos los hombres y sumida en mi propia desesperación.
Me acerco al ordenador y abro el historial de nuestras conversaciones. Dios, con lo frÃ*a que me mostraba al principio... no entiendo cómo he llegado a cogerte tanto cariño sólo de tardes y tardes de msn... ni entiendo cómo has llegado a ser una parte tan importante de mi dÃ*a a dÃ*a, teniendo en cuenta que no te he llegado a ver.
Abro un email, y veo una foto tuya. Madre mÃ*a, pienso, qué ojos. Me encanta esa foto: sonrÃ*es, con la boca, esa boca perfecta, de dientes blancos y ordenados, y con los ojos, verdes, preciosos.
Recuerdo sin necesidad de releerlas algunas de nuestras conversaciones. Tu picardÃ*a sigue asombrándome, con la pinta de bueno que tienes... me hiciste perder la cabeza antes de que te confesase siquiera que te estaba tomando afecto.
Me mata el ansia de verte. Por puro placer, cojo el vibrador y me pongo a imaginar... imagino que un dÃ*a, por ejemplo de la semana que viene, me llamas y me dices que has llegado a la estación, que si te puedo recoger.
¿Cómo serÃ*a el encuentro? Si mi timidez no me lo impidiera, te saltarÃ*a encima y te comerÃ*a a besos. Pero seguro que no lo harÃ*a, me quedarÃ*a un poco cortada, dos besos, hablarÃ*a atropelladamente sobre chorradas, todo para olvidarme de que sabes más de mi intimidad que el resto de las personas que me conocen, para poder sentirme a gusto. Ese serÃ*a el momento perfecto para un beso que me hiciera callar... (Me encantan tus labios, ¿te lo he dicho?) pero tú me has dicho que también eres tÃ*mido, asÃ* que seguirÃ*amos conteniéndonos, como dos idiotas, durante el trayecto hasta mi casa.
Mi mente y mi cuerpo empiezan a creerse que lo que imagino es verdad.
Abro la puerta y entras detrás de mÃ*. Te indico cuál es mi habitación, y dónde está el baño. Dejas tus cosas sobre mi escritorio mientras yo pregunto qué te apetece hacer ahora: ¿una vuelta? ¿una serie?
  • ¿No habÃ*amos quedado en que me enseñabas a jugar al mus?- respondes.
  • Bueno...
Voy a buscar la baraja y los amarracos, y de paso cojo la botella de tequila y dos vasos de chupito. También habÃ*amos quedado en eso, recuerdo, a raÃ*z de leer I Love Dublin, de que tú me dijeras que no lo habÃ*as probado y de que descubrieras que a mÃ* me encanta, aunque no me guste tomarlo con limón.
Estás sentado en el suelo, encima de un cojÃ*n. Me miras, medio turbado, medio pÃ*caro, aún avergonzado por todo lo que sabemos el uno del otro (más tú de mi que yo de ti) pero casi... casi con sorna.
  • ¿Qué, con limón o sin limón? - te pregunto.
  • Con limón, morena, que habrá que probarlo en condiciones, ¿no?
Escondo una sonrisilla y corto un limón en rodajitas. Lo llevo a la mesita de centro, y lo dejo junto con la sal, la botella y los vasitos.
Te explico lo básico del juego, no es difÃ*cil, pero sé que al principio cuesta recordar las mejores jugadas. No hay dios que sea buen maestro viendo cómo esos ojos repasan mis piernas, cubiertas tan solo por unas medias negras finas, ya que la falda es muy mini, lo justo para tapar el liguero.
Reparto, y dejo el mazo a mi derecha. Le pones a tu izquierda, dándome a entender que quieres mus. Estás aprendiendo, me fÃ*o, dúplex de reyes seises, corto.
Veo tu cara de sorpresa y tu envite a grande. Te digo que si te das mus y yo corto, normalmente es porque tú no tienes nada y yo tengo jugada, te doy opción a retirar el envite. No quieres. Allá tú.
Chica en paso, pares sÃ* y sÃ*. Te envido. No me lo quieres, prudente. Juego sÃ*, y también. Echo cinco, y te acoquinas. Ése juego es para mÃ*.
Damos la vuelta a las cartas. Tienes dos reyes sota, me ganas la grande, y la chica, porque tienes un cuatro. Yo 7 y tú 3, te toca beberte un chupito.
No puedo evitar morderme el labio inferior al mirarte. Moreno de ojos verdes... sólo pensarlo me da un escalofrÃ*o de gusto.
Coges el salero y te acercas a mÃ*. Lo que empezó como un comentario de coña, se ha convertido en algo más que un juego, se palpa en el ambiente. Lames mi cuello, despacio, y echas la sal mientras cojo el aire que me falta tras ese gesto y me pongo el limón entre los dientes. Llenas rápido tu vaso, lames la sal en mi cuello, te tomas el chupito y muerdes el limón de mis labios, teniendo buen cuidado de hacer un breve contacto entre los mÃ*os y los tuyos.
Resoplas, el desacostumbrado sabor te quema la garganta. Yo creo que se tiene que ver cómo me has puesto a kilómetros. Me rÃ*o, ya menos tensa, al ver tu cara de asco.
  • ¿cómo te puede gustar esto? ¡Si está fortÃ*simo!
  • En cuanto te acostumbres, será otra cosa, ya lo verás.- respondo.
Repartimos de nuevo. Ahora tú eres mano, y, tras dos descartes, me cortas. Mierda, después de jugar la baza veo que he perdido contra un novatillo... o el chico tiene dotes innatas para ello o soy una maestra ejemplar.
Ahora me toca a mÃ* tomarme el chupito. Hago amago de cogerlo y beberlo sin más, pero me detienes rápido:
  • ¡Ea, ea, chiquilla! La gracia está en que los dos lo tomemos igual, ¿no?
Me rÃ*o sin poder evitarlo. ¡No sabes tú ni ná!
Con un gesto de resignación intento ocultar mis ganas de comerte vivo, cojo el salero y paso mi lengua por tu cuello, despacio, saboreando tu piel. Sabes que me encantas con barbita de dos dÃ*as. Sólo soy capaz de pensar en que por fin te tengo en mi casa, en mi suelo; muerdo el lóbulo de tu oreja y echo la sal.
En un instante, vuelvo a lamerte, trago el tequila y como el limón; me quedo pillada mirándote y me besas, firme, pero suave; correspondo y te retiras.
  • Va, Nere, vamos a terminar el juego, que todavÃ*a estoy a 13.
Chupito va, chupito viene, acabamos la vaca. El tequila se ha acabado y la cabeza me da vueltas... imagino que tú estarás igual, si no peor, porque, a pesar de todo, te he ganado.
  • Ahora me toca cobrar mi premio, ¿no?- te digo, mirándote.
Asientes, en silencio. Me acerco a ti de rodillas, por no levantarme del suelo, y te empujo suavemente para que te tiendas sobre los cojines. Te quito la corbata, te ato con ella las manos a la pata del sofá. Quiero, como premio, que aprendas que estar atado no agobia tanto como parece.
Protestas, como un niño chico. Pero los dos sabemos que si hubieras querido detenerme, lo habrÃ*as hecho.
Me pongo encima de ti, te desabrocho la camisa. Te vuelvo a besar, ahora sÃ*, con ganas, con muchas ganas, con las mismas que tenÃ*a de verte. Vuelvo a dedicarme a tu cuello, a tu pecho, a tu ombligo. Quiero saborearte entero.
Noto, debajo de mi, que no te está desagradando la situación. Te quito el cinturón tras un rato de lucha con la hebilla, y tus pantalones acaban tirados en alguna parte de mi salón. Me encanta la forma de tu polla empalmada y enmarcada por esos bóxer, pero éstos siguen el camino del pantalón.
Me incorporo un momento, y observo tu cuerpo. SÃ*, desde luego se nota que eres deportista. Como se me va a caer la baba, me dedico a pasear mi lengua por tu bajo vientre, haciéndote sufrir un poquito. Sostengo tu pene con mi mano, te lo recorro con la lengua, de abajo a arriba, lentamente, y lo meto en mi boca. No es demasiado grande, pero está lejos de ser pequeño: está de puta madre, como todo tú, y además, me le puedo meter entero en la boca, asÃ* que eso hago.
Respiras hondo, mientras yo sigo con mi trabajito. Noto mis braguitas húmedas pegadas a mi piel, sigo chupando, lamiendo, mamando ese pedazo de carne caliente. Noto cómo dentro de mi boca, estás a punto de acabar, asÃ* que me retiro para evitar, por esta vez, que me riegues por dentro, y te masturbo hasta que terminas, manchándome la camisa blanca.
Te quito la corbata que apresaba tus manos, y, cogiéndome la nuca con ellas, me besas, suspirando. Me encanta tu cara de satisfacción.
Te levantas, medio cubierto por la camisa desabrochada, y me alzas a mÃ*, llevándome hasta la cama.
Quitas mis botines, mi camisa manchada, desabrochas mi liguero y bajas mis braguitas, dejándome con la falda y las medias; sigues besándome mientras tu cuerpo, ya desnudo del todo, se inclina sobre el mÃ*o, haciendo que me excite más si cabe por la sensación del roce de nuestras pieles, tantas veces deseada.
Tu lengua juega, traviesa, deteniéndose de vez en cuando en puntos crÃ*ticos de mi piel. Sabes lo que me gusta, y te aprovechas de ello. Mordisqueas mis pezones, suavemente primero, algo más fuerte después, mientras tu mano se pierde entre mis piernas, haciéndome soltar un gemido. Pronto tu boca la acompaña, me chupas, me lames, mientras me taladras con los dedos, haciendo que me vuelva loca y que mi espalda se arquee, buscando el ansiado orgasmo, que no permites que llegue, parando justo en el momento preciso.
  • De todas las partidas que he echado al mus… creo que ésta es la que más me ha gustado.- susurras.
Te colocas entre mis piernas, y apuntas con tu pene hacia mi cuevita chorreante.
Me corro entre gritos indiscretos al notar la punta del vibrador hundiéndose en mis entrañas, mientras pienso en cómo me gustarÃ*a que esa polla de plástico no fuera otra que la tuya.
Qué ganas tengo de que subas a verme.
 
Arriba Pie