Simón Observa ser Sometida a su Madre Julia - Capítulos 001 al 002

heranlu

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Simón Observa ser Sometida a su Madre Julia - Capítulos 001


Estoy yendo a la casa de la señorita Julia. No sé, pero hay algo que me pone un poco nervioso. No es algo raro, creo, porque Julia es... no sé cómo decirlo, pero es muy linda. O sea, no linda como las chicas de mi edad. Ella es una mujer, y está buenísima. Sí, es eso: Julia está buenísima. Hasta hace poco me empecé a pensar mucho en las mujeres, y en el sexo. Nunca le había dado demasiada importancia. Pero ahora empezaba a aparecer con el pito duro a cada rato. Veía a las mujeres de otra manera, y me gustaban las mayores, las que podrían ser mi madre. Tienen las tetas mucho más grandes que mis compañeras de escuela, y tienen una elegancia y feminidad que solo se consigue con la edad. La señorita Julia es todo eso llevado al máximo nivel. Creo que solo conozco a una mujer que es tan linda como ella: mamá.

Hace unos meses me había pasado algo muy vergonzoso. Estaba en la escuela. Yo me siento en los asientos de adelante. La señorita Julia usa un guardapolvo muy cortito, con bolcillos grandes en donde guarda tizas de todos los colores. En ese momento, ella estaba inclinada, escribiendo en el pizarrón. Su culo quedó en pompa. Llevaba uno de esos pantalones de jean que son tan ajustados que se le marca todo. La forma de sus glúteos quedó ante mi vista, dejándome los ojos como platos. Entonces tuve una erección. Mi primera erección. Al ratito sonó el timbre. Mi amigo Damián me dijo de ir al kiosko, pero yo no podía moverme de mi asiento, porque tenía la pija dura, y, si me paraba, se me iba a notar.

Esa misma tarde me hice la primera paja de mi vida en honor a mi maestra.

Y ahora voy a su casa, y estoy nervioso. Me dio permiso para llevarle el trabajo práctico a su casa porque vivimos cerca, y fue como una misión secreta. Al final del último recreo, se me acercó y, en voz baja, me dijo: “Thiago, si no llegás con la tarea, podés pasar a casa el sábado a la tarde a dejarme el trabajo. Está cerca de tu casa, y me ayudarías un montón, así puedo cerrar las notas del trimestre este mismo finde”. Me encantaba sentir su perfume. No era solo el que se ponía en el cuello. Su piel tenía otro rico perfume, y su cabello también. Yo asentí de una y le dije “Sí, claro, señorita, muchas gracias”.

Así que, acá estoy, caminando con la carpeta en la mano. Miro el cielo, el sol está bajando, y las calles están un poco vacías. Mi mente está a mil. ¿Qué voy a decir cuando la vea? ¿Le digo “hola” y nada más, o hago algún comentario más? No quiero quedar como un tarado, pero tampoco quiero parecer el chico que se queda mudo. Además, la última vez que la vi de cerca, fuera de la escuela, estaba con un vestido rojo... ¡Qué bien le quedaba! Si pienso en eso, capaz me olvido de estar nervioso. O capaz es peor.

De repente me acuerdo de Simón. El chico del otro séptimo, que es hijo de Julia y también es su alumno. Nos llevamos bien, a veces jugamos a la pelota en los recreos. Seguro él estaba en la casa, pero ahora no estoy seguro de si quiero que esté o no.

Llego a la puerta y doy un golpecito. Me acomodo la remera, porque la siento un poco pegoteada por la transpiración, a pesar de que es otoño y no hace ni frío ni calor, y cuando la señorita Julia abre, me quedo quieto un segundo, tratando de recordar si me lavé bien las manos o no.

Me quedo congelado. Es imposible no mirarla, parece salida de una revista o de esas películas que ve mi primo Edu. La seño Julia tiene unos treinta años, pero se ve mucho más joven y hermosa que cualquier otra persona que yo conociera. Su piel es clara, y su cabello, de un color castaño oscuro, lacio y brillante. Lleva puesta una falda que le llega justo por encima de las rodillas, un poco suelta que hacía que pareciera que flotaba cuando se mueve. La tela era de un color crema, y la falda se pegaba a su cintura de una forma que me hacía difícil no mirarla. Arriba, llevaba una camisa de mangas cortas, de esas con un par de botones abiertos que dejan ver apenas un poco de piel. Es blanca, con algunos detalles bordados en los costados, y me doy cuenta de que con cualquier mínimo movimientos, la tela se ajusta más a su cuerpo, resaltando las pequeñas pero lindas tetas que tenía.

—¡Tiago! ¡Pasa, por favor! —me dice con esa sonrisa que tiene siempre. Sus ojos brillan, y yo siento que me estoy volviendo un tomate.

Entro despacio, y justo cuando me preparo para darle la carpeta y salir corriendo de ahí, veo que no estamos solos. Pero no es Simón, son Liam y Santino que están en el ******, riéndose de algo que no alcanzo a escuchar, y en ese momento pienso: ¿Por qué justo ellos dos? Son los que siempre arman lío en clase, y ahora me siento como si estuviera en medio de una trampa.

—Esperá con ellos. Voy a corregir rápido, así ya se van con las notas —dijo mi linda maestra, con una sonrisa que calentaba mi corazoncito.

Me senté con ellos en el ******, medio incómodo. La señorita Julia se había acomodado en la mesa del comedor, con nuestros trabajos delante. Por un comentario que escuché que ellos se susurraban, me di cuenta de que todo había sido idea de Liam, que le había insistido con que revisara el trabajo ahora. Y ella, con esa amabilidad que tenía siempre, les dijo que sí. Igual era lindo verla ahí, concentrada corrigiendo. Era hermosa hasta cuando hacía las cosas más comunes.

Los minutos pasan lentos. Yo no quiero hacer mucho ruido, pero Liam y Santino parecen no tener problema en reírse de cosas en voz baja, cosas que no entiendo.

—¿Y con este gil qué hacemos? —lo escucho decir a Santino, un chico rubio y pequeño, con una agresividad que no coincide con su apariencia física.

—No importa, lo hacemos igual —dice Liam, susurrando, aunque igual yo lo escucho.

Los miro de reojo, y me doy cuenta de que tienen un plan y yo no estoy en él. Capaz piensan hacerle una broma a Simón, aunque parece que no está. La miro a la seño. ¿No será…?

—¿Profe, puedo tomar algo? —pregunta Santino de repente.

Julia levanta la vista de las hojas, sorprendida, pero no duda en decir que sí.

—Claro, Santi. En la heladera hay gaseosa.

Él se levanta y, mientras camina hacia la cocina, me lanza una sonrisa que me pone incómodo. Liam lo sigue con la mirada y suelta una risita baja. Yo no me muevo. Ni siquiera tengo sed, pero la situación me hace sentir raro, como si estuvieran tramando algo y yo estuviera en medio sin entender.

Lo miro de reojo, tratando de que ni él ni Liam se den cuenta. Algo raro está haciendo. Al principio no entiendo, pero cuando saca algo de su bolsillo y lo echa en el vaso, me entra una especie de escalofrío. Miro a Liam, y veo que se muerde el labio, como esperando a que él termine. Todo es rápido, y me siento un tonto, atrapado sin saber cómo actuar.

Entonces Santino pasa de largo por donde estamos nosotros, y va hasta la mesa del comedor, donde está la seño.

—Profe, le traje un poco de Coca. —Santino le tiende el vaso a Julia, con la misma cara inocente que siempre pone cuando la señorita lo reta en clase

Julia sonríe y acepta el vaso sin sospechar nada. Yo la miro, queriendo decirle algo, cualquier cosa, pero no me salen las palabras.

—Vos cerrá la boca —me dice Liam, dándose cuenta de mis pensamientos—. Quedate tranquilo. Hoy es tu día de suerte. Me lo vas a agradecer —dice después, dejándome más confundido todavía.

Y ahí me quedo, en silencio, mirando cómo Julia le da un sorbo al vaso, mientras algo en mí me grita que esto no está bien.

Santino se vuelve a sentar con nosotros.

—Esperemos cinco minutos —dice Liam.

—¿Qué le pusieron? —le pregunté, preocupado.

—Vos cállate, bobo —me dice Santino.

—Ya te vas a enterar. Vos solo seguinos la corriente —me dice Liam, que es más amable, pero me da más miedo.

Siento que la transpiración recorre mi frente, y también mi espalda. Pasan los cinco minutos. Liam se para. Le dice algo a la seño, pero no lo escucho. Ella lo mira confundida. La birome se le cae de la mano. Se pone de pie.

Al rato se acercan los dos a donde estamos Santino y yo. Liam se sienta y ella se queda parada, frente a nosotros.

—¿Qué me querían decir? —pregunta la seño. Yo sigo sin entender nada.

—Seño… ¿quién le parece el más lindo del curso? —pregunta Liam.

—El más lindo… No sé. En realidad, varios me parecen muy lindos.

Estoy confundido. ¿Por qué la seño le responde una pregunta como esa?

—Bueno, diga quienes —insiste Liam.

—Bueno, ustedes tres, de hecho… me parecen los más bonitos del curso. Pero creo que Thiago es el más lindo.

Santino me mira con odio.

—Bueno, pero entonces… los tres le parecemos lindos —dice Liam.

Es un chico alto y delgado, con el pelo cortado al ras y los ojos azules. No era raro que le pareciera lindo a las chicas del curso. Pero sí era raro que le pareciera lindo a la seño. Y mucho más raro que yo le pareciera más lindo todavía.

—Sí, claro —dice ella.

—¿Y… se cogería a uno de nosotros? ¿Se cogería a Thiago?

—¡¿Qué?! ¡No! —exclama ella—. Si son unos niños. Si tuviera su edad, seguro que me gustarían mucho. Pero ahora…

La señorita Julia se estaba comportando de manera demasiado sincera. Pienso en eso que Santino le metió a la gaseosa, y después pienso en que Liam dijo que esperemos cinco minutos. Ahora me doy cuenta de que lo decía para que eso que le puso a la coca era una droga, o algo parecido. Sé que todo eso está mal, pero la seño dijo que yo era el más lindo, y eso me dejó lleno de fantasías.

Liam miró a Julia con una expresión descarada y preguntó sin rodeos:

—Seño, ¿qué ropa interior tiene puesta?

Julia se mostró confundida, se puso un poco roja, extrañada por la pregunta. Pero después de un instante, pareció ceder a la sinceridad inusual que tenpia en ese momento y respondió con voz suave:

—Es… es un conjunto negro. Nada de otro mundo.

—Y… ¿No estará menstruando, ¿no?

—No —responde ella.

Estoy muy nervioso, pero no puedo evitar pensar hasta dónde llegaría todo eso. Que la seño hable de esas cosas sin rodeos estaba haciendo que mi pito se pusiera duro.

Santino, sin perder el tiempo y con una sonrisa curiosa, le pregunta:

—¿Y cómo se describiría físicamente, seño?

Julia, aún bajo ese extraño efecto que la hacía hablar sin reservas, responde con naturalidad:

—Bueno, soy no soy ni alta ni petisa. Mi piel es clara, y tengo el cabello lacio, castaño oscuro, que llega hasta mis hombros. Mis ojos son marrones y las piernas largas y torneadas.

—¿Y cómo son sus tetas? —pregunta Santino.

—Bueno. Son pequeñas, pero bien levantadas, y con una linda forma.

—¿Cuál es la parte de su cuerpo que más le gusta?

—Mis piernas. Pero… lo que más llama la atención es mi trasero.

—Y sí, si tiene un culo carnoso y bien paradito. Por eso todo el mundo se la quiere coger —acota Santino.

Luego de un breve silencio, Liam agrega otra pregunta, con cierta picardía:

—¿Está depilada?

Julia asiente levemente y responde:

—Sí, aunque me dejo una pequeña mata triangular. Me gusta cómo me queda.



La maestra está rara, como si no estuviera ahí con nosotros. Pero a la vez parece todo lo contrario, porque si responde cada pregunta con sinceridad, es porque su concentración no le falla. Me da pena, ahí, tan vulnerable, sometida a los caprichos de mis compañeros. Pero también me está calentando mucho.

Liam sonríe al escuchar las respuestas de Julia y, con un tono seguro, hace una petición directa:

—Seño, ¿por qué no se desnuda para nosotros?

Julia frunce el ceño, y por un momento parece recuperar algo de su consciencia. Su mirada pasa rápidamente de Liam a Santino y luego a mí, mostrando una mezcla de duda e incomodidad. Se muerde el labio y responde con un tono nervioso:

—No… no creo que sea apropiado. Además, mi hijo está en la casa…

Liam, sin perder la calma, le contesta de manera tranquilizadora:

—No se preocupe, seguro que no va a bajar. Está ocupado en su cuarto, ¿no?

Julia asiente lentamente, todavía con cierta reticencia, pero después de un instante comienza a aflojar su postura, como si las palabras de Liam le hubieran dado permiso para hacer lo que él pedía.

Con manos temblorosas, Julia comienza a desabotonarse la blusa. Cada botón que suelta deja a la vista más de su piel clara, y mis ojos no pueden despegarse de cada movimiento. Cuando se quita la blusa por completo, la deja caer a un lado, revelando su torso cubierto solo por el corpiño negro que había descrito antes. La prenda resalta su figura y deja poco a la imaginación.

Después, sus manos van hacia la cintura, donde comienza a deslizar el cierre de su pollera. La tela cae suavemente hasta sus pies, revelando sus largas piernas y sus caderas definidas. Julia se queda en ropa interior un momento, como dudando de lo que estaba haciendo, pero luego se quita también el corpiño, liberando sus tetas.

Yo casi me atraganto con la saliva, cuando veo esos senos de pezones rozados y areolas grandes. Y después, lo mejor. La seño se baja la bombacha, despacito, quedando a la vistaesa mata de vello que ella había mencionado.
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Simón Observa ser Sometida a su Madre Julia - Capítulos 002


Julia parece atrapada en una especie de trance, como si no fuera realmente consciente de sus acciones, aunque al mismo tiempo no puede detenerse. Sus ojos reflejan una mezcla de duda y desconcierto, y aunque su expresión muestra cierta resistencia, sus movimientos son suaves y automáticos, como si una parte de ella estuviera completamente entregada a lo que le piden mis compañeros. Esa vulnerabilidad y sumisión voluntaria crean un ambiente confuso, en el que parece atrapada entre la obediencia y el desconcierto.

Liam la mira con una sonrisa de satisfacción y le pide:

—Ahora, gírese para nosotros, por favor.

Julia obedece con un leve rubor en el rostro, dándonos la espalda y permitiéndonos ver su figura completa desde atrás. Mi mirada va directamente a su trasero. Los glúteos son grandes y están bien parados y tienen una redondez perfecta. Es un culo perfecto, cosa que yo ya sabía. Entonces los chicos se ponen de pie. Veo que tienen el pito duro, igual que yo. Se ponen una a cada lado del la profesora, y me empiezan a manosear.

Las manos de Liam se mueven primero hacia el seno desnudo de Julia, posándose suavemente en él. Parece encajar a la perfección en sus manos. Con movimientos lentos, empieza a acariciarla, alternando entre suaves apretujones y caricias en círculos que hacen que su piel tiemble bajo el tacto. Julia respira entrecortadamente, todavía algo perpleja, pero sin dejar de entregarse a los chicos. Ella no es muy alta, pero ellos tampoco, sobre todo Santino, así que se nota que son dos chicos dominando a una mujer. Sé que se están aprovechando de la pobre, pero ellos siempre me intimidaron, y encima tenía el pito tan duro que no podía dejar de verlos.

Mientras tanto, Santino se coloca detrás de ella, y sus manos recorren su cintura hasta detenerse en sus caderas, para luego deslizarse detrás, donde comienza a palpar sus glúteos con firmeza, demostrando su atrevimiento. Los acaricia y aprieta, resaltando la forma redonda y firme de sus nalgas, esas mismas que últimamente me estaban volviendo loco. Los dedos de Santino se hunden en su piel, moldeándola y explorándola con una mezcla de ansiedad y deleite. La seño parece estremecerse ante cada toque, y sus labios se entreabren como si quisiera decir algo, aunque las palabras no salen.

Liam se inclina y acerca su rostro a las tetas de Julia, besando suavemente sus pezones antes de atraparlos entre sus labios. Empieza a succionarlos mientras sus dedos continúan masajeando el otro seno. Noto que ella respira agitadamente. Ahora su expresión cambió. Parece estar a gusto entre esos dos.

Detrás, Santino empieza a besarla por todas partes, bajando despacito, dejando un rastro de besos en su espalda hasta llegar a sus glúteos, donde se detiene para besarlos. Se queda un rato ahí, y entonces lleva su boca al centro, separa sus nalgas y lame con desesperación en ese lugar por donde sale la caca, pero que, por algún motivo, a los chicos parece resultarle muy tentador. De hecho yo mismo nunca pensé en lamerla de esa manera, pero ahora se me antojaba algo delicioso.

Ella sigue ahí, totalmente sumisa, mientras mi compañeros de clase la devoran. Después de un rato, parecen querer probar con otra cosa.

—¿Por qué no nos la cojemos y ya? —comenta Santino, dirigiéndose a su amigo.

—Quedamos en que esta vez no lo íbamos a hacer. No empieces. Acordate que tenemos el tiempo justo hasta cuando despierte —explica Liam.

“Cuando despierte”. Esa frase me taladra la mente. Entonces los dos se bajan los pantalones, y veo sus pitos desnudos, completamente parados.

—Seño, chúpenos la pija —le ordena Liam.

La seño se pone en cuclillas. Se humedece los labios un instante, como si eso la ayudara a prepararse, y luego, con delicadeza y un ritmo lento, toma el pito duro de Liam entre sus manos. Suavemente, abre la boca y deja que entre, envolviéndolo con sus labios, que se cierran con firmeza alrededor. Su lengua se mueve en un vaivén sutil, recorriendo cada milímetro con lentitud, como si fuera consciente de cada movimiento que realiza, aunque su expresión siga sin cambiar.

No puedo creer lo que estoy viendo, y eso que hasta ahora había visto mucho. Mi querida seño, esa que me había parecido inalcanzable, ahora estaba agachada, chupándole la pija a mi revoltoso compañero de curso.

Liam observa, jadeante, mientras ella aumenta el ritmo poco a poco. Julia lo mira a los ojos, y sus labios se deslizan hacia adelante y atrás, dejando que su lengua explore cada parte. La boca de Julia se mueve de forma rítmica, generando un sonido leve pero constante, luego su lengua sigue el recorrido en círculos pequeños y constantes que hacen que los ojos de Liam se entrecierren de placer. Ella se toma su tiempo, alternando entre suaves caricias con los labios y un toque firme de su lengua en la punta. Ahora Liam tiene el pito lleno de saliva de nuestra maestra.

Después de un momento, Julia se detiene y gira hacia Santino, quien la observa ansioso, con los ojos bien abiertos y respirando de forma agitada. Con la misma tranquilidad, toma su miembro en las manos y comienza a deslizar sus labios sobre él. Santino cierra los ojos, mientras Julia repite el movimiento: sus labios lo envuelven completamente, y su lengua se desliza en círculos. La boca de Julia se adapta a cada cambio de ritmo, alternando entre movimientos largos y pausados y otros más rápidos e intensos, con su lengua en constante movimiento, generando un placer visible en cada expresión de Santino.

Cada tanto, Julia intercambia entre los dos, dándoles a ambos el mismo nivel de atención. Su rostro se mantiene sereno, con una pizca de concentración, como si estuviera siguiendo un ritmo interno que solo ella comprende. Liam y Santino, entre jadeos y suspiros, se miran satisfechos. Julia sigue alternando entre los dos, ajustando el ritmo y la presión con precisión, envolviendo cada pija con sus labios, y su lengua juega en la punta de cada miembro, arrancando reacciones de sorpresa y placer de ambos.

Con un cambio de posición, Julia se concentra en Liam, mientras sus manos se extienden hacia Santino, tomando su pito con firmeza y moviéndolo al mismo ritmo que sigue con la boca. Es una coordinación que sorprende, porque, aunque su mirada permanece algo perdida, su cuerpo parece seguir los gestos de manera natural. Sus manos no dejan de moverse, acariciando y ajustando la presión, haciendo que Santino también se estremezca, mientras su boca se desliza suavemente sobre Liam, que la observa con fascinación, mientras acaricia la cabellera castaña de la maestra.

—¿Vos te vas a quedar ahí mirando como un boludo? —me pregunta Liam.

Me quedo en mi lugar, mirando todo lo que está pasando frente a mí. Siento una mezcla de cosas en el pecho, en la cabeza y, sobre todo, en mi cuerpo, que parece dividido entre el impulso de quedarme inmóvil y el deseo casi irresistible de acercarme. Sé que esto no está bien, que debería darme la vuelta e irme, pero al mismo tiempo, me fascina verla ahí. En cuclillas, convertida en un juguete sexual, dispuesta a aceptar todo lo que le pedían.

Liam me lanza una mirada que parece desafiante, como si me estuviera diciendo que soy un cagón por quedarme ahí sin hacer nada. No sé cómo explicarlo, pero su mirada me molesta, me hace sentir débil, y al mismo tiempo, despierta una especie de rebeldía en mí. Yo no quiero que ellos piensen que soy un bobo, que no tengo el valor de unirme a ellos en esto. Siento cómo mis manos se aprietan en puños, tratando de controlar esa mezcla de incomodidad y curiosidad que va creciendo.

Me miro las manos, nervioso, y luego vuelvo a mirar a Julia. Sus tetas se agitan mientras su cabeza sube y baja una y otra vez para darle placer a sus peores alumnos. Mis pensamientos van y vienen rápidamente, y me siento atrapado entre esa sensación de culpa y el deseo que me está consumiendo.

Finalmente, decido que no puedo quedarme ahí parado como un espectador. Me pongo de pie. Con manos temblorosas, llevo mis dedos al botón de mi pantalón y, sin mirar a nadie directamente, bajo el cierre y dejo que el pantalón caiga al suelo. Siento el aire fresco en mis piernas y me doy cuenta de que estoy completamente expuesto, pero hay algo en esa vulnerabilidad que me hace sentir un poco más fuerte, como si estar ahí, formando parte de todo esto, me diera un nuevo tipo de control, una especie de valentía que no sabía que tenía.

Doy un paso adelante, acercándome a la señorita Julia, que ahora está frente a mí. Me observa un momento, sus ojos parecen perdidos, pero noto un leve destello, algo en su mirada que me hace sentir que, aunque sea por un instante, está plenamente consciente de lo que está pasando. Esa mirada me da un escalofrío, pero ya estoy demasiado metido en esto como para retroceder. Me acerco un poco más y ella, sin dudar, se inclina hacia mí.

Sus labios envuelven mi pito con una suavidad y un calor que jamás había imaginado. Al principio, el contacto me sorprende, y tengo que esforzarme para no dar un paso atrás, porque la sensación es muy intensa. Pero rápidamente, esa sorpresa se convierte en otra cosa, en una sensación que me recorre el cuerpo y me hace perder el control por completo. Ella mueve la boca lentamente, creando un ritmo que es tanto cuidadoso como hipnótico, y yo no puedo apartar la vista de ella, de cada movimiento que hace, de cómo sus labios se deslizan por toda la extensión, dejando una sensación que me quema.

Desde esta posición, la veo de una forma que nunca había imaginado, y eso hace que todo sea aún más impactante. Su cabello cae sobre su rostro y veo cómo sus manos se mueven hacia los otros dos, quienes se acercan también para no perder su turno. Julia ahora alterna su mamada entre los tres, como si tuviera todo el tiempo del mundo y cada uno de nosotros fuera el único. Su lengua y sus labios trabajan sin pausa, dedicándose a cada uno de nosotros con la misma intensidad.

Mientras ella me atiende, siento cómo sus manos se mueven hacia Liam y Santino, y aunque está concentrada en mí, sus dedos se deslizan hábilmente sobre ellos, estimulándolos con una habilidad increíble. A veces, siento que pierde el ritmo, como si ese extraño estado de perplejidad volviera, pero rápidamente lo recupera, volviendo a moverse con la misma fluidez.

Julia no se detiene, sigue alternando entre nosotros, dándome la impresión de que está atrapada en un ciclo sin fin, como si se hubiera entregado completamente a nuestros deseos. Sus labios y su lengua no descansan, y yo no puedo dejar de observar cada detalle, cada movimiento de su boca, el sonido suave de su respiración entrecortada, el brillo de sus ojos que, por momentos, parece perdido. Ella pasa de uno a otro, siempre manteniendo la misma dedicación, como si cada vez fuera la primera.

—Em… ya voy a terminar —digo, agitado.

Ahora ella está chupándosela a Liam, mientras nos masturba a Santino y a mí.

—El último en sumarse y el primero en acabar —se ríe Santino, odioso.

—Andá con él y tragate todo —le dice Liam a la seño.

Ella obedece. Suelta la verga de Liam. Un hilo de baba se rompe en el aire. Arrima sus labios húmedos a mí, y empieza a succionar. Dos segundos después, suelto toda la leche en su interior, y veo el movimiento de su garganta mientras traga.

Unos instantes después, hace lo mismo con los chicos. Yo, ahora con el deseo sexual saciado, caigo a tierra. Es nuestra maestra, y estamos abusando sexualmente de ella. Me agarra mucho miedo.

—Ya me tengo que ir —digo.

—No te preocupes. Ella se va a olvidar de todo. Va a ser como si sufrió un desmayo durante media hora —dice Liam, mientras se acomoda el pantalón.

—¿En serio? ¿Qué le pusieron? ¿Budunganga?

Santino suelta una carcajada maléfica.

—Se dice “burundanga”, bobo —grita.

—Es algo mucho mejor —explica Liam—. Después te cuento. —Después, dirigiéndose a la seño Julia, le dice—. Profe, vístase, vuelva a donde estaba sentada y corrija los trabajos. No nis vaya a poner una mala nota.

—Claro —dice ella.

Se pone la ropa interior y después la pollera y la blusa.

—La droga dura una hora exactamente —me cuenta Liam—. Después de eso, se desmaya. En realidad, solo se queda dormida. Se la puede despertar enseguida, y ella va a pensar que estuvo desmayada y no se va a acordar de absolutamente nada desde el momento en que la droga hizo efecto y el momento en que se quedó dormida.

—¿En serio? ¿Ya la usaron antes a esta droga? ¿No le va a pasar nada malo?

—No le va a pasar nada, gil —dice Santino.

—La usamos varias veces ya, pero con ella es la primera vez que la usamos. Desde hace rato que le teníamos ganas a esta putita —explica Liam.

—Como todo el mundo —acota Santino.

De repente me acuerdo de algo.

—¡Simón! ¿No era que estaba en la casa?

Y en ese momento, Simón baja por las escaleras. Tiene los ojos brillosos y rojos, como si hubiera estado llorando.

—¿Y este, por qué vino? —dijo, refiriéndose a mí, tratando de sonar firme, aunque se nota que los otros dos lo intimidaban, como me pasa a mí—. Dijeron que solo iban a ser ustedes dos.

—Vino porque tu mami le dijo que viniera. Y nosotros ya le habíamos puesto la pastilla, así que no nos quedó otra que sumarlo a la fiestita, para que no diga nada —dice Liam, mintiendo, pues la droga se la pusieron cuando ya sabían que yo estaba ahí—. ¿Te vas a quedar calladito, no? —dice después, mirándome con unos ojos amenazantes.

—Obvio. Además, si le digo a alguien, nadie me va a creer —respondo.

Liam suelta una carcajada, y ahora hasta Santino se ríe conmigo.

—Eso es cierto —dije el pequeño rubiecito.

—Tomá —le dice Liam a Simón, extendiendo la mano.

Le entrega algo pequeño. Yo deduzco que es una pastilla. Entonces me doy cuenta de que Simón entregó a su propia madre para tener una de esas drogas y poder usarla con alguien más.

Justo en ese momento, Julia apoya la cabeza en la mesa, como si estuviera muy agotada.

—¡Mamá! —grita Simón.

—No te preocupes, no es nada. Podés despertarla cuando nos vayamos.

—¿Y nos corrigió los trabajos? —pregunta Santino. Él mismo se acerca a la mesa—. Joya, estamos todos aprobados.

Salimos de la casa de la seño. Yo me siento muy culpable. Caminaos juntos por un rato.

—Tomá —me dice Liam, entregándome una pastilla.

—¿Qué? —digo, confundido.

—¿Le vas a dar una a este? ¡Si se cogió a la seño gracias a nosotros! —se queja Santino, y yo no puedo evitar estar de acuerdo con él.

Liam le dice algo al oído.

—Está bien, se lo merece por portarse bien, y por quedarse callado —dice después.

Me parece raro. Es obvio que le tengo miedo y que no voy a decir nada por eso. Pero agarro la pastilla.

—Acordate, tarda cinco minutos en surtir efecto, y dura media hora hasta que se duerma quien la toma. Siempre te conviene terminar todo cinco o diez minutos antes —dice Liam.

—No tenés idea de la suerte que tenés. Te sacaste la quiniela —dice Santino—. Che, y con quién pensás que la va a usar el boludo de Simón —dice después, preguntándole a Liam.

—¿Y con quién va a ser? —responde.

—¡¿Con la seño?! —dice Santino, escandalizado—. No sé, no creo que se anime.

Me quedó atónito al escuchar lo natural que les parece que un chico se coja a su madre.

—Sí que se va a animar. Ahora que sabe lo bien que funciona la pastilla, la va a usar. Y nadie mejor que ella.

—Yo una vez me cogí a mi tía —dice Santino—. Pero nunca pensé en usarlas con mamá. Está bueno, pero… Nah.

—¿Y vos con quién la vas a usar? —pregunta Liam.

—Em, todavía no sé —respondo, aunque ya tengo en mente a varias opciones.

—Mirá que las próximas no van a ser gratis. Y no son baratas —advierte Santino—. Así que usala sabiamente.

—Sí —respondo.

Nos separamos en una esquina. Voy a casa, nervioso. Las manos me transpiran.

—¿Y cómo te fue? —me pregunta mamá, cuando llego.

Es diferente a la señorita Julia, aunque tiene algunos parecidos. Es muy joven, solo tiene treinta y un años. Y es muy linda. Rubia, de pelo ondulado. Su rostro muy bello, con pómulos afilados, nariz respingona y un lunar encima de los labios. Tiene un cuerpo espectacular, un culo tan perfecto como el de la seño, pero con unas tetas mucho más grandes.

—Bien, aprobé —le digo.

Me siento extraño. La miro, y pienso que quizás no es tan raro como se dice que un chico quiera cogerse a su madre.
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