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Simón Observa ser Sometida a su Madre Julia - Capítulos 001
Estoy yendo a la casa de la señorita Julia. No sé, pero hay algo que me pone un poco nervioso. No es algo raro, creo, porque Julia es... no sé cómo decirlo, pero es muy linda. O sea, no linda como las chicas de mi edad. Ella es una mujer, y está buenísima. Sí, es eso: Julia está buenísima. Hasta hace poco me empecé a pensar mucho en las mujeres, y en el sexo. Nunca le había dado demasiada importancia. Pero ahora empezaba a aparecer con el pito duro a cada rato. Veía a las mujeres de otra manera, y me gustaban las mayores, las que podrían ser mi madre. Tienen las tetas mucho más grandes que mis compañeras de escuela, y tienen una elegancia y feminidad que solo se consigue con la edad. La señorita Julia es todo eso llevado al máximo nivel. Creo que solo conozco a una mujer que es tan linda como ella: mamá.
Hace unos meses me había pasado algo muy vergonzoso. Estaba en la escuela. Yo me siento en los asientos de adelante. La señorita Julia usa un guardapolvo muy cortito, con bolcillos grandes en donde guarda tizas de todos los colores. En ese momento, ella estaba inclinada, escribiendo en el pizarrón. Su culo quedó en pompa. Llevaba uno de esos pantalones de jean que son tan ajustados que se le marca todo. La forma de sus glúteos quedó ante mi vista, dejándome los ojos como platos. Entonces tuve una erección. Mi primera erección. Al ratito sonó el timbre. Mi amigo Damián me dijo de ir al kiosko, pero yo no podía moverme de mi asiento, porque tenía la pija dura, y, si me paraba, se me iba a notar.
Esa misma tarde me hice la primera paja de mi vida en honor a mi maestra.
Y ahora voy a su casa, y estoy nervioso. Me dio permiso para llevarle el trabajo práctico a su casa porque vivimos cerca, y fue como una misión secreta. Al final del último recreo, se me acercó y, en voz baja, me dijo: “Thiago, si no llegás con la tarea, podés pasar a casa el sábado a la tarde a dejarme el trabajo. Está cerca de tu casa, y me ayudarías un montón, así puedo cerrar las notas del trimestre este mismo finde”. Me encantaba sentir su perfume. No era solo el que se ponía en el cuello. Su piel tenía otro rico perfume, y su cabello también. Yo asentí de una y le dije “Sí, claro, señorita, muchas gracias”.
Así que, acá estoy, caminando con la carpeta en la mano. Miro el cielo, el sol está bajando, y las calles están un poco vacías. Mi mente está a mil. ¿Qué voy a decir cuando la vea? ¿Le digo “hola” y nada más, o hago algún comentario más? No quiero quedar como un tarado, pero tampoco quiero parecer el chico que se queda mudo. Además, la última vez que la vi de cerca, fuera de la escuela, estaba con un vestido rojo... ¡Qué bien le quedaba! Si pienso en eso, capaz me olvido de estar nervioso. O capaz es peor.
De repente me acuerdo de Simón. El chico del otro séptimo, que es hijo de Julia y también es su alumno. Nos llevamos bien, a veces jugamos a la pelota en los recreos. Seguro él estaba en la casa, pero ahora no estoy seguro de si quiero que esté o no.
Llego a la puerta y doy un golpecito. Me acomodo la remera, porque la siento un poco pegoteada por la transpiración, a pesar de que es otoño y no hace ni frío ni calor, y cuando la señorita Julia abre, me quedo quieto un segundo, tratando de recordar si me lavé bien las manos o no.
Me quedo congelado. Es imposible no mirarla, parece salida de una revista o de esas películas que ve mi primo Edu. La seño Julia tiene unos treinta años, pero se ve mucho más joven y hermosa que cualquier otra persona que yo conociera. Su piel es clara, y su cabello, de un color castaño oscuro, lacio y brillante. Lleva puesta una falda que le llega justo por encima de las rodillas, un poco suelta que hacía que pareciera que flotaba cuando se mueve. La tela era de un color crema, y la falda se pegaba a su cintura de una forma que me hacía difícil no mirarla. Arriba, llevaba una camisa de mangas cortas, de esas con un par de botones abiertos que dejan ver apenas un poco de piel. Es blanca, con algunos detalles bordados en los costados, y me doy cuenta de que con cualquier mínimo movimientos, la tela se ajusta más a su cuerpo, resaltando las pequeñas pero lindas tetas que tenía.
—¡Tiago! ¡Pasa, por favor! —me dice con esa sonrisa que tiene siempre. Sus ojos brillan, y yo siento que me estoy volviendo un tomate.
Entro despacio, y justo cuando me preparo para darle la carpeta y salir corriendo de ahí, veo que no estamos solos. Pero no es Simón, son Liam y Santino que están en el ******, riéndose de algo que no alcanzo a escuchar, y en ese momento pienso: ¿Por qué justo ellos dos? Son los que siempre arman lío en clase, y ahora me siento como si estuviera en medio de una trampa.
—Esperá con ellos. Voy a corregir rápido, así ya se van con las notas —dijo mi linda maestra, con una sonrisa que calentaba mi corazoncito.
Me senté con ellos en el ******, medio incómodo. La señorita Julia se había acomodado en la mesa del comedor, con nuestros trabajos delante. Por un comentario que escuché que ellos se susurraban, me di cuenta de que todo había sido idea de Liam, que le había insistido con que revisara el trabajo ahora. Y ella, con esa amabilidad que tenía siempre, les dijo que sí. Igual era lindo verla ahí, concentrada corrigiendo. Era hermosa hasta cuando hacía las cosas más comunes.
Los minutos pasan lentos. Yo no quiero hacer mucho ruido, pero Liam y Santino parecen no tener problema en reírse de cosas en voz baja, cosas que no entiendo.
—¿Y con este gil qué hacemos? —lo escucho decir a Santino, un chico rubio y pequeño, con una agresividad que no coincide con su apariencia física.
—No importa, lo hacemos igual —dice Liam, susurrando, aunque igual yo lo escucho.
Los miro de reojo, y me doy cuenta de que tienen un plan y yo no estoy en él. Capaz piensan hacerle una broma a Simón, aunque parece que no está. La miro a la seño. ¿No será…?
—¿Profe, puedo tomar algo? —pregunta Santino de repente.
Julia levanta la vista de las hojas, sorprendida, pero no duda en decir que sí.
—Claro, Santi. En la heladera hay gaseosa.
Él se levanta y, mientras camina hacia la cocina, me lanza una sonrisa que me pone incómodo. Liam lo sigue con la mirada y suelta una risita baja. Yo no me muevo. Ni siquiera tengo sed, pero la situación me hace sentir raro, como si estuvieran tramando algo y yo estuviera en medio sin entender.
Lo miro de reojo, tratando de que ni él ni Liam se den cuenta. Algo raro está haciendo. Al principio no entiendo, pero cuando saca algo de su bolsillo y lo echa en el vaso, me entra una especie de escalofrío. Miro a Liam, y veo que se muerde el labio, como esperando a que él termine. Todo es rápido, y me siento un tonto, atrapado sin saber cómo actuar.
Entonces Santino pasa de largo por donde estamos nosotros, y va hasta la mesa del comedor, donde está la seño.
—Profe, le traje un poco de Coca. —Santino le tiende el vaso a Julia, con la misma cara inocente que siempre pone cuando la señorita lo reta en clase
Julia sonríe y acepta el vaso sin sospechar nada. Yo la miro, queriendo decirle algo, cualquier cosa, pero no me salen las palabras.
—Vos cerrá la boca —me dice Liam, dándose cuenta de mis pensamientos—. Quedate tranquilo. Hoy es tu día de suerte. Me lo vas a agradecer —dice después, dejándome más confundido todavía.
Y ahí me quedo, en silencio, mirando cómo Julia le da un sorbo al vaso, mientras algo en mí me grita que esto no está bien.
Santino se vuelve a sentar con nosotros.
—Esperemos cinco minutos —dice Liam.
—¿Qué le pusieron? —le pregunté, preocupado.
—Vos cállate, bobo —me dice Santino.
—Ya te vas a enterar. Vos solo seguinos la corriente —me dice Liam, que es más amable, pero me da más miedo.
Siento que la transpiración recorre mi frente, y también mi espalda. Pasan los cinco minutos. Liam se para. Le dice algo a la seño, pero no lo escucho. Ella lo mira confundida. La birome se le cae de la mano. Se pone de pie.
Al rato se acercan los dos a donde estamos Santino y yo. Liam se sienta y ella se queda parada, frente a nosotros.
—¿Qué me querían decir? —pregunta la seño. Yo sigo sin entender nada.
—Seño… ¿quién le parece el más lindo del curso? —pregunta Liam.
—El más lindo… No sé. En realidad, varios me parecen muy lindos.
Estoy confundido. ¿Por qué la seño le responde una pregunta como esa?
—Bueno, diga quienes —insiste Liam.
—Bueno, ustedes tres, de hecho… me parecen los más bonitos del curso. Pero creo que Thiago es el más lindo.
Santino me mira con odio.
—Bueno, pero entonces… los tres le parecemos lindos —dice Liam.
Es un chico alto y delgado, con el pelo cortado al ras y los ojos azules. No era raro que le pareciera lindo a las chicas del curso. Pero sí era raro que le pareciera lindo a la seño. Y mucho más raro que yo le pareciera más lindo todavía.
—Sí, claro —dice ella.
—¿Y… se cogería a uno de nosotros? ¿Se cogería a Thiago?
—¡¿Qué?! ¡No! —exclama ella—. Si son unos niños. Si tuviera su edad, seguro que me gustarían mucho. Pero ahora…
La señorita Julia se estaba comportando de manera demasiado sincera. Pienso en eso que Santino le metió a la gaseosa, y después pienso en que Liam dijo que esperemos cinco minutos. Ahora me doy cuenta de que lo decía para que eso que le puso a la coca era una droga, o algo parecido. Sé que todo eso está mal, pero la seño dijo que yo era el más lindo, y eso me dejó lleno de fantasías.
Liam miró a Julia con una expresión descarada y preguntó sin rodeos:
—Seño, ¿qué ropa interior tiene puesta?
Julia se mostró confundida, se puso un poco roja, extrañada por la pregunta. Pero después de un instante, pareció ceder a la sinceridad inusual que tenpia en ese momento y respondió con voz suave:
—Es… es un conjunto negro. Nada de otro mundo.
—Y… ¿No estará menstruando, ¿no?
—No —responde ella.
Estoy muy nervioso, pero no puedo evitar pensar hasta dónde llegaría todo eso. Que la seño hable de esas cosas sin rodeos estaba haciendo que mi pito se pusiera duro.
Santino, sin perder el tiempo y con una sonrisa curiosa, le pregunta:
—¿Y cómo se describiría físicamente, seño?
Julia, aún bajo ese extraño efecto que la hacía hablar sin reservas, responde con naturalidad:
—Bueno, soy no soy ni alta ni petisa. Mi piel es clara, y tengo el cabello lacio, castaño oscuro, que llega hasta mis hombros. Mis ojos son marrones y las piernas largas y torneadas.
—¿Y cómo son sus tetas? —pregunta Santino.
—Bueno. Son pequeñas, pero bien levantadas, y con una linda forma.
—¿Cuál es la parte de su cuerpo que más le gusta?
—Mis piernas. Pero… lo que más llama la atención es mi trasero.
—Y sí, si tiene un culo carnoso y bien paradito. Por eso todo el mundo se la quiere coger —acota Santino.
Luego de un breve silencio, Liam agrega otra pregunta, con cierta picardía:
—¿Está depilada?
Julia asiente levemente y responde:
—Sí, aunque me dejo una pequeña mata triangular. Me gusta cómo me queda.
La maestra está rara, como si no estuviera ahí con nosotros. Pero a la vez parece todo lo contrario, porque si responde cada pregunta con sinceridad, es porque su concentración no le falla. Me da pena, ahí, tan vulnerable, sometida a los caprichos de mis compañeros. Pero también me está calentando mucho.
Liam sonríe al escuchar las respuestas de Julia y, con un tono seguro, hace una petición directa:
—Seño, ¿por qué no se desnuda para nosotros?
Julia frunce el ceño, y por un momento parece recuperar algo de su consciencia. Su mirada pasa rápidamente de Liam a Santino y luego a mí, mostrando una mezcla de duda e incomodidad. Se muerde el labio y responde con un tono nervioso:
—No… no creo que sea apropiado. Además, mi hijo está en la casa…
Liam, sin perder la calma, le contesta de manera tranquilizadora:
—No se preocupe, seguro que no va a bajar. Está ocupado en su cuarto, ¿no?
Julia asiente lentamente, todavía con cierta reticencia, pero después de un instante comienza a aflojar su postura, como si las palabras de Liam le hubieran dado permiso para hacer lo que él pedía.
Con manos temblorosas, Julia comienza a desabotonarse la blusa. Cada botón que suelta deja a la vista más de su piel clara, y mis ojos no pueden despegarse de cada movimiento. Cuando se quita la blusa por completo, la deja caer a un lado, revelando su torso cubierto solo por el corpiño negro que había descrito antes. La prenda resalta su figura y deja poco a la imaginación.
Después, sus manos van hacia la cintura, donde comienza a deslizar el cierre de su pollera. La tela cae suavemente hasta sus pies, revelando sus largas piernas y sus caderas definidas. Julia se queda en ropa interior un momento, como dudando de lo que estaba haciendo, pero luego se quita también el corpiño, liberando sus tetas.
Yo casi me atraganto con la saliva, cuando veo esos senos de pezones rozados y areolas grandes. Y después, lo mejor. La seño se baja la bombacha, despacito, quedando a la vistaesa mata de vello que ella había mencionado.
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Simón Observa ser Sometida a su Madre Julia - Capítulos 001
Estoy yendo a la casa de la señorita Julia. No sé, pero hay algo que me pone un poco nervioso. No es algo raro, creo, porque Julia es... no sé cómo decirlo, pero es muy linda. O sea, no linda como las chicas de mi edad. Ella es una mujer, y está buenísima. Sí, es eso: Julia está buenísima. Hasta hace poco me empecé a pensar mucho en las mujeres, y en el sexo. Nunca le había dado demasiada importancia. Pero ahora empezaba a aparecer con el pito duro a cada rato. Veía a las mujeres de otra manera, y me gustaban las mayores, las que podrían ser mi madre. Tienen las tetas mucho más grandes que mis compañeras de escuela, y tienen una elegancia y feminidad que solo se consigue con la edad. La señorita Julia es todo eso llevado al máximo nivel. Creo que solo conozco a una mujer que es tan linda como ella: mamá.
Hace unos meses me había pasado algo muy vergonzoso. Estaba en la escuela. Yo me siento en los asientos de adelante. La señorita Julia usa un guardapolvo muy cortito, con bolcillos grandes en donde guarda tizas de todos los colores. En ese momento, ella estaba inclinada, escribiendo en el pizarrón. Su culo quedó en pompa. Llevaba uno de esos pantalones de jean que son tan ajustados que se le marca todo. La forma de sus glúteos quedó ante mi vista, dejándome los ojos como platos. Entonces tuve una erección. Mi primera erección. Al ratito sonó el timbre. Mi amigo Damián me dijo de ir al kiosko, pero yo no podía moverme de mi asiento, porque tenía la pija dura, y, si me paraba, se me iba a notar.
Esa misma tarde me hice la primera paja de mi vida en honor a mi maestra.
Y ahora voy a su casa, y estoy nervioso. Me dio permiso para llevarle el trabajo práctico a su casa porque vivimos cerca, y fue como una misión secreta. Al final del último recreo, se me acercó y, en voz baja, me dijo: “Thiago, si no llegás con la tarea, podés pasar a casa el sábado a la tarde a dejarme el trabajo. Está cerca de tu casa, y me ayudarías un montón, así puedo cerrar las notas del trimestre este mismo finde”. Me encantaba sentir su perfume. No era solo el que se ponía en el cuello. Su piel tenía otro rico perfume, y su cabello también. Yo asentí de una y le dije “Sí, claro, señorita, muchas gracias”.
Así que, acá estoy, caminando con la carpeta en la mano. Miro el cielo, el sol está bajando, y las calles están un poco vacías. Mi mente está a mil. ¿Qué voy a decir cuando la vea? ¿Le digo “hola” y nada más, o hago algún comentario más? No quiero quedar como un tarado, pero tampoco quiero parecer el chico que se queda mudo. Además, la última vez que la vi de cerca, fuera de la escuela, estaba con un vestido rojo... ¡Qué bien le quedaba! Si pienso en eso, capaz me olvido de estar nervioso. O capaz es peor.
De repente me acuerdo de Simón. El chico del otro séptimo, que es hijo de Julia y también es su alumno. Nos llevamos bien, a veces jugamos a la pelota en los recreos. Seguro él estaba en la casa, pero ahora no estoy seguro de si quiero que esté o no.
Llego a la puerta y doy un golpecito. Me acomodo la remera, porque la siento un poco pegoteada por la transpiración, a pesar de que es otoño y no hace ni frío ni calor, y cuando la señorita Julia abre, me quedo quieto un segundo, tratando de recordar si me lavé bien las manos o no.
Me quedo congelado. Es imposible no mirarla, parece salida de una revista o de esas películas que ve mi primo Edu. La seño Julia tiene unos treinta años, pero se ve mucho más joven y hermosa que cualquier otra persona que yo conociera. Su piel es clara, y su cabello, de un color castaño oscuro, lacio y brillante. Lleva puesta una falda que le llega justo por encima de las rodillas, un poco suelta que hacía que pareciera que flotaba cuando se mueve. La tela era de un color crema, y la falda se pegaba a su cintura de una forma que me hacía difícil no mirarla. Arriba, llevaba una camisa de mangas cortas, de esas con un par de botones abiertos que dejan ver apenas un poco de piel. Es blanca, con algunos detalles bordados en los costados, y me doy cuenta de que con cualquier mínimo movimientos, la tela se ajusta más a su cuerpo, resaltando las pequeñas pero lindas tetas que tenía.
—¡Tiago! ¡Pasa, por favor! —me dice con esa sonrisa que tiene siempre. Sus ojos brillan, y yo siento que me estoy volviendo un tomate.
Entro despacio, y justo cuando me preparo para darle la carpeta y salir corriendo de ahí, veo que no estamos solos. Pero no es Simón, son Liam y Santino que están en el ******, riéndose de algo que no alcanzo a escuchar, y en ese momento pienso: ¿Por qué justo ellos dos? Son los que siempre arman lío en clase, y ahora me siento como si estuviera en medio de una trampa.
—Esperá con ellos. Voy a corregir rápido, así ya se van con las notas —dijo mi linda maestra, con una sonrisa que calentaba mi corazoncito.
Me senté con ellos en el ******, medio incómodo. La señorita Julia se había acomodado en la mesa del comedor, con nuestros trabajos delante. Por un comentario que escuché que ellos se susurraban, me di cuenta de que todo había sido idea de Liam, que le había insistido con que revisara el trabajo ahora. Y ella, con esa amabilidad que tenía siempre, les dijo que sí. Igual era lindo verla ahí, concentrada corrigiendo. Era hermosa hasta cuando hacía las cosas más comunes.
Los minutos pasan lentos. Yo no quiero hacer mucho ruido, pero Liam y Santino parecen no tener problema en reírse de cosas en voz baja, cosas que no entiendo.
—¿Y con este gil qué hacemos? —lo escucho decir a Santino, un chico rubio y pequeño, con una agresividad que no coincide con su apariencia física.
—No importa, lo hacemos igual —dice Liam, susurrando, aunque igual yo lo escucho.
Los miro de reojo, y me doy cuenta de que tienen un plan y yo no estoy en él. Capaz piensan hacerle una broma a Simón, aunque parece que no está. La miro a la seño. ¿No será…?
—¿Profe, puedo tomar algo? —pregunta Santino de repente.
Julia levanta la vista de las hojas, sorprendida, pero no duda en decir que sí.
—Claro, Santi. En la heladera hay gaseosa.
Él se levanta y, mientras camina hacia la cocina, me lanza una sonrisa que me pone incómodo. Liam lo sigue con la mirada y suelta una risita baja. Yo no me muevo. Ni siquiera tengo sed, pero la situación me hace sentir raro, como si estuvieran tramando algo y yo estuviera en medio sin entender.
Lo miro de reojo, tratando de que ni él ni Liam se den cuenta. Algo raro está haciendo. Al principio no entiendo, pero cuando saca algo de su bolsillo y lo echa en el vaso, me entra una especie de escalofrío. Miro a Liam, y veo que se muerde el labio, como esperando a que él termine. Todo es rápido, y me siento un tonto, atrapado sin saber cómo actuar.
Entonces Santino pasa de largo por donde estamos nosotros, y va hasta la mesa del comedor, donde está la seño.
—Profe, le traje un poco de Coca. —Santino le tiende el vaso a Julia, con la misma cara inocente que siempre pone cuando la señorita lo reta en clase
Julia sonríe y acepta el vaso sin sospechar nada. Yo la miro, queriendo decirle algo, cualquier cosa, pero no me salen las palabras.
—Vos cerrá la boca —me dice Liam, dándose cuenta de mis pensamientos—. Quedate tranquilo. Hoy es tu día de suerte. Me lo vas a agradecer —dice después, dejándome más confundido todavía.
Y ahí me quedo, en silencio, mirando cómo Julia le da un sorbo al vaso, mientras algo en mí me grita que esto no está bien.
Santino se vuelve a sentar con nosotros.
—Esperemos cinco minutos —dice Liam.
—¿Qué le pusieron? —le pregunté, preocupado.
—Vos cállate, bobo —me dice Santino.
—Ya te vas a enterar. Vos solo seguinos la corriente —me dice Liam, que es más amable, pero me da más miedo.
Siento que la transpiración recorre mi frente, y también mi espalda. Pasan los cinco minutos. Liam se para. Le dice algo a la seño, pero no lo escucho. Ella lo mira confundida. La birome se le cae de la mano. Se pone de pie.
Al rato se acercan los dos a donde estamos Santino y yo. Liam se sienta y ella se queda parada, frente a nosotros.
—¿Qué me querían decir? —pregunta la seño. Yo sigo sin entender nada.
—Seño… ¿quién le parece el más lindo del curso? —pregunta Liam.
—El más lindo… No sé. En realidad, varios me parecen muy lindos.
Estoy confundido. ¿Por qué la seño le responde una pregunta como esa?
—Bueno, diga quienes —insiste Liam.
—Bueno, ustedes tres, de hecho… me parecen los más bonitos del curso. Pero creo que Thiago es el más lindo.
Santino me mira con odio.
—Bueno, pero entonces… los tres le parecemos lindos —dice Liam.
Es un chico alto y delgado, con el pelo cortado al ras y los ojos azules. No era raro que le pareciera lindo a las chicas del curso. Pero sí era raro que le pareciera lindo a la seño. Y mucho más raro que yo le pareciera más lindo todavía.
—Sí, claro —dice ella.
—¿Y… se cogería a uno de nosotros? ¿Se cogería a Thiago?
—¡¿Qué?! ¡No! —exclama ella—. Si son unos niños. Si tuviera su edad, seguro que me gustarían mucho. Pero ahora…
La señorita Julia se estaba comportando de manera demasiado sincera. Pienso en eso que Santino le metió a la gaseosa, y después pienso en que Liam dijo que esperemos cinco minutos. Ahora me doy cuenta de que lo decía para que eso que le puso a la coca era una droga, o algo parecido. Sé que todo eso está mal, pero la seño dijo que yo era el más lindo, y eso me dejó lleno de fantasías.
Liam miró a Julia con una expresión descarada y preguntó sin rodeos:
—Seño, ¿qué ropa interior tiene puesta?
Julia se mostró confundida, se puso un poco roja, extrañada por la pregunta. Pero después de un instante, pareció ceder a la sinceridad inusual que tenpia en ese momento y respondió con voz suave:
—Es… es un conjunto negro. Nada de otro mundo.
—Y… ¿No estará menstruando, ¿no?
—No —responde ella.
Estoy muy nervioso, pero no puedo evitar pensar hasta dónde llegaría todo eso. Que la seño hable de esas cosas sin rodeos estaba haciendo que mi pito se pusiera duro.
Santino, sin perder el tiempo y con una sonrisa curiosa, le pregunta:
—¿Y cómo se describiría físicamente, seño?
Julia, aún bajo ese extraño efecto que la hacía hablar sin reservas, responde con naturalidad:
—Bueno, soy no soy ni alta ni petisa. Mi piel es clara, y tengo el cabello lacio, castaño oscuro, que llega hasta mis hombros. Mis ojos son marrones y las piernas largas y torneadas.
—¿Y cómo son sus tetas? —pregunta Santino.
—Bueno. Son pequeñas, pero bien levantadas, y con una linda forma.
—¿Cuál es la parte de su cuerpo que más le gusta?
—Mis piernas. Pero… lo que más llama la atención es mi trasero.
—Y sí, si tiene un culo carnoso y bien paradito. Por eso todo el mundo se la quiere coger —acota Santino.
Luego de un breve silencio, Liam agrega otra pregunta, con cierta picardía:
—¿Está depilada?
Julia asiente levemente y responde:
—Sí, aunque me dejo una pequeña mata triangular. Me gusta cómo me queda.
La maestra está rara, como si no estuviera ahí con nosotros. Pero a la vez parece todo lo contrario, porque si responde cada pregunta con sinceridad, es porque su concentración no le falla. Me da pena, ahí, tan vulnerable, sometida a los caprichos de mis compañeros. Pero también me está calentando mucho.
Liam sonríe al escuchar las respuestas de Julia y, con un tono seguro, hace una petición directa:
—Seño, ¿por qué no se desnuda para nosotros?
Julia frunce el ceño, y por un momento parece recuperar algo de su consciencia. Su mirada pasa rápidamente de Liam a Santino y luego a mí, mostrando una mezcla de duda e incomodidad. Se muerde el labio y responde con un tono nervioso:
—No… no creo que sea apropiado. Además, mi hijo está en la casa…
Liam, sin perder la calma, le contesta de manera tranquilizadora:
—No se preocupe, seguro que no va a bajar. Está ocupado en su cuarto, ¿no?
Julia asiente lentamente, todavía con cierta reticencia, pero después de un instante comienza a aflojar su postura, como si las palabras de Liam le hubieran dado permiso para hacer lo que él pedía.
Con manos temblorosas, Julia comienza a desabotonarse la blusa. Cada botón que suelta deja a la vista más de su piel clara, y mis ojos no pueden despegarse de cada movimiento. Cuando se quita la blusa por completo, la deja caer a un lado, revelando su torso cubierto solo por el corpiño negro que había descrito antes. La prenda resalta su figura y deja poco a la imaginación.
Después, sus manos van hacia la cintura, donde comienza a deslizar el cierre de su pollera. La tela cae suavemente hasta sus pies, revelando sus largas piernas y sus caderas definidas. Julia se queda en ropa interior un momento, como dudando de lo que estaba haciendo, pero luego se quita también el corpiño, liberando sus tetas.
Yo casi me atraganto con la saliva, cuando veo esos senos de pezones rozados y areolas grandes. Y después, lo mejor. La seño se baja la bombacha, despacito, quedando a la vistaesa mata de vello que ella había mencionado.
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