Saulo y su hermana Diana

heranlu

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Saulo era un ermitaño, y como tal nada quería saber de la Sociedad. Ya sobrepasaba los cincuenta años. Era alto. Su rostro moreno, casi mulato, debido a sus largas exposiciones al sol, contrastaba con sus ojos azules y su barba blanca, una barba que le llegaba al ombligo. Estaba tan cachas, que su torso desnudo parecía el de un culturista.

Saulo, vivía en una cueva en la que había una cama hecha con ropas viejas, helechos y plásticos, unas piedras en la que se sentaba y otra piedra larga y plana sobre la que hacía el fuego para cocinar pájaros, ranas, lagartijas, serpientes, saltamontes, grillos y otros bIchos. También tenía una lata para beber.

Estaba cogiendo una sandía del pequeño huerto que tenía delante de su cueva cuando sintió un ruido infernal que hizo que tuviera que taparse los oídos con las manos. Era el ruido que hacía una moto Montesa subiendo la pendiente. La moto se detuvo delante del pequeño huerto.

De la moto se bajó una rubia clavada a la del anuncio original de "Busco a Jacq´s". La rubia se quitó el casco, abrió la cremallera de la funda roja, y mostrando el canalillo de sus grandes tetas, dijo:

-Busco a Saulo.

El Ermitaño, mirándola de mala manera, le respondió:

-Lo que buscas son problemas. ¿Quién eres?

-¿Eres Saulo Bermúdez Bermúdez?

- Sí. ¿Quién lo pregunta?

-Tu sobrina Diana.

-¿De quién eres hija, de María o de Amalia?

-De Amalia.

-¿Y qué te trae por aquí?

-Vengo a notificarte que el mes pasado murió tu madre y te ha dejado como único heredero de una inmensa fortuna.

Aunque su madre y él anduvieran a la gresca desde que era un niño, la noticia hizo que una lágrima rodase por su mejilla.

-Descanse en paz.

Diana acabó de abrir la cremallera de la funda roja y se quitó la parte superior -unas tetazas redondas con unos grandes pezones se marcaron en su camiseta blanca de tiras- ¡Cómo pega el sol aquí arriba!

Saulo, se centró en las tetas y se olvidó de su madre, momentaneamente.

-Esas tetazas las trajo aquí el Mal. Como si no tuviera suficiente con lo que ya me dio.

Diana, sonrió mostrando unos diente blancos como la nieve.

-No las trajo el Mal, tío, las trajo una Montesa. ¿Qué fue lo que te dio el Mal?

-Nada que tenga que ver contigo. ¿De qué murió mi madre?

-De vieja. Tenía más de ochenta años.

-Ya sé que edad tenía.

Saulo no quitaba la vista del canalillo de su sobrina.

-¿Me estás mirando para las tetas?

El Ermitaño no se antaba con medias tintas.

-Estoy. Si no quieres que te miren para ellas no las enseñes.

-¡Qué cara!

-Date la vuelta.

Diana se dio la vuelta, giró la cabeza. y vio que su tío le estaba mirando pàra el culo, que por cierto, era un culazo.

-¡Qué cosas más lindas hace la naturaleza!

-¿Me debo empezar a preocupar?

Saulo, no le respondió a su sobrina, estaba más interesado en una de las urracas que le picoteaban las sandías.

-¡Largo, apestosa! -le dijo Saulo a la urraca que se había posado en el pequeño huerto- No dejan en paz las sandías.

La urraca salió volando y soltando graznidos. Diana, le preguntó a su tío:

-¿Hablas con los a animales?

-A veces. Cuando me dicen algo con lo que no estoy de acuerdo.

Diana, creyó tener motivos para preocuparse.

-Buuuuuueeeeno.

-Era broma, carita de ángel.

-Espero que lo de carita de ángel sólo sea un cumplido. Aunque la carita de ángrl, las tetas, el culo...

De repente cayó un chaparrón de una tormenta de verano. Diana quedó empapada. Sus pezones y sus areolas rosadas se marcaban en la camiseta. Saulo, mirándo para aquellas maravillas, le dijo:

-Entra en la cueva que hago un fuego para que seques esa ropa.

-No se si no será mejor que me cale la lluvia hasta los huesos. Tu mirada no me da buena espina.

-Entra que no te voy a hacer nada que tu no quieras que te haga.

Aquellas palabras, sin decirle nada, le dijeron todo lo que Diana quería saber. Metió la moto en la cueva. Saulo echó unas ramas, unas piñas y unos troncos y encendió el fuego, que ya estaba con brasas. Diana se desnudó, con Saulo de espaldas, después se puso al lado del fuego, sentada en una piedra, se cubría con una gabardina con sietes a punta pala. Las tetas las tapaba con los brazos y juntaba las largas piernas. Saulo estaba sentado en la cama. Se dio la vuelta. Diana, le preguntó:

-¿Vas a regresar al pueblo para recoger la herencia?

-No, no me interesa el dinero. Además, aunque quisiera volver y vivir una nueva vida, no podría.

-¿Por qué?

-Por lo mío.

-¿Qué es lo tuyo?

Le enseñó las marcas de dos colmillos en una pierna.

-Me mordió un lobo rabioso.

-¿Y qué?

-Que ya no creo en Dios, ni me fío de los hombres, y mucho menos de mi mismo.

-Ahora se de donde salen eses pectorales y esas piernas tan fuertes. Dejaste de rezar y te pasas el día haciendo ejercicios... En fin, si no quieres la herencia, me podías hacer rica a mí.

-¿A eso has venido?

-Si te digo la verdad, no. Oí hablar mucho de ti. Tenía ganas de conocerte. ¿Es verdad que antes de de ermitaño fuiste mercenario?

-Sí, en la guerra de Angola. Me apodaban El Sanguinario. Estaba drogado día y noche y maté más gente de la que debería. Por eso vine aquí, buscando el perdón de Dios, pero parece ser que para mí nunca habrá paz. Llevo el Mal dentro. ¿Qué más te dijeron de mí?

-Dice mi madre que también te apodaban el Follalotodo. Y que le gustabas a las mujeres más que a las abejas la miel.

-No se me daban mal, no.

-¿Qué tipo de mujeres te buscaban?

-No es algo que deba decir a una jovencita que está desnuda, por muy sobrina mía que sea.

Se quedaron mirando para la pequeña hoguera. La cueva, en ese momento, olía a humedad, a piñas quemadas, a curiosidad y a lujuria Diana, insistió.

-¿Cómo eran las mujeres que te buscaban?

-Nunca te dijeron que la curiosidad mató al gato.

-En mi caso sería gata. Cuenta, que si no perdí a virginidad con chicos que estaban como quesos, no la voy a perder con mi tío.

Saulo, se soltó.

-Las mujeres me buscaban por motivos diferentes. Unas por que sus maridos, o novios, no las hacían correr. Otras porque a sus maridos, o novios, les daba asco comerles el coño. Otras porque sus maridos o novios, no les daban por detras...

-¿Por el culo?

-Sí, por el culo.

-¿Una mujer se corre dándole por el culo?

-En casos contados, pero al estar muy caliente lo disfruta.

-¿Comiste algún coño virgen?

-Por la manera que hablas me parece que tú te comiste alguno.

-Sólo uno, el de mi amiga Maribel, una morenita muy hermosa, compañera de estudios.

-¿La sedujiste o te sedujo?

-Ni una cosa ni la otra. Surgió. Habíamos dormido juntas decenas de veces. Esa noche de invierno el trueno de una tormenta y el resplandor del rayo que cayó cerca de su casa la asustó. Se abrazó a mí poniendo sus manos sobre mis tetas. Le debió gustar porque me las empezó a magrear. Yo sintiendo sus pequeñas y duras tetas pegadas a mi espalda, sus manos magreando mis tetas y jugando con los pezones, me puse cachonda. Me di la vuelta. Nos miramos. Nuestros labios, temblando con el nerviosismo, se juntaron. Nos besamos, con ternura al principio y con pasión después. Al rato estábamos desnudas. Yo le comí las tetas a ella y ella me las comió a mí. Al bajar mi mano a su chochito lo encontré chorreando. Le metí un dedo y ella me metió otro a mí. Nos masturbamos y nos besábamos... Gimiendo, me dijo que se iba a correr. Bajé y le lamí el chochito hasta que sentí como jadeando y rertorciéndose me llenaba la boca con el jugo calentito de su corrida. Se lo bebí, lamiendo como una perra. Al acabar de correrse, bajó ella y poco después, fui yo la que me corrí en su boca. Fue el mejor orgasmo que haba tenido en mi vida. por lo intenso y largo que fue. ¿Tú a cuántas se lo comiste?

-A docenas. Es lo que tiene cuando se corre la voz entre las jovencitas.

Diana, se abrió la gabardina y separó las piernas. Saulo vio sus preciosas tetas y su coño rodeado de pelos rubios. Diana sabía lo que tenía y lo que buscaba. A Saulo se le olvidó quien era y hasta donde estaba.

-¡Coooooooño!

-¿Te gusta lo qué ves, tío?

-¡Cómo no me va a gustar! ¡Vaya pastelito!

Diana, se volvió a tapar. Siguió con su enredo, y su tío se iba a dejar enredar.

-Cuéntame con quien echaste el polvo más escandaloso, tío.

-Ahora mismo lo que tengo es ganas de follarte.

-Y yo de saber cosas. Cuenta un polvo que echaras que me impacte.

-¿Te vale el de tu tía María?

-¡¿Follaste a tu hermana?!

-Hace 40 años.

-¡Hace 40 años tenía..¡

-Sí, esa edad. En aquellos tiempos era una morenita delgadita, con tetas pequeñas, con grandes ojos negros, y muy guapa. Llevaba el cabello negro recogido en dos trenzas... El caso fue que me pilló comiéndole el coño a tu madre...

-¡Eras un cabronazo! ¿También te follaste a mi madre?

-También. Es que tu madre me había pillado follando con la mujer del vecino y me dijo que o la follaba también a ella o se lo decía al marido.

-¿Con Andrea, la mujer de Carlos?

-Si, y tu tía hizo lo mismo, me dijo si no la follaba a ella le diría lo mío y lo de tu madre a nuestro padre. ¿Qué querías que hiciera?

-¿Qué hiciste?

-Follarlas a las dos.

-Detalles, dame detalles.

-¡¿De tú madre y de tu tía?!

-Sí, tiene un morbazo que te cagas.

-Ven a la cama que te lo voy a explicar con obras.

Diana, cubierta con la gabardina, fue a la cama, se sentó al lado e su tío, y le dijo:

-Mi virginidad no te va a salir gratis.

-Lo sé. Vienes por la herencia y la tendrás.

-¿Cuándo?

-Después de follarte.

-Ya, ¿pero después de follarme, cuándo?

-En la luna nueva. Iré al pueblo y te pasaré todo lo mío.

-Tienes obsesión con la luna.

-¡Qué remedio!

-¿Cuándo te diste cuenta de que quería seducirte?

-Cuando te apeaste de la moto y bajaste la cremallera. Soy lobo viejo.

-Ya será perro viejo,

-No, lobo, lobo viejo. Tenemos cuatro horas. Al salir la luna llena más te vale estar muy lejos de aquí.

-Ni que fueras un hombre lobo.

-Lo soy, Diana. lo soy.

-Ya, un lobo que me quiere comer. -se despojó de la gabardina y se echó boca arriba sobre la dura cama. ¡Come, lobo!

Saulo, le levantó, quitó el pantalón y una polla normalita quedó apuntando al frente. Se echó al lado de su sobrina, la besó y le comió las tetas a conciencia. Más de media hora le llevó lamer y chupar cada poro de la piel de las tetas y cada pezón. Al terminar de comérselas, bajó al coño y lo encontró chorreando. Empezó a comerlo como un cristiano, lamiendo y chupando labios, y clítoris. follando con la lengua vagina y ojete... Cuando sintió que se iba a correr lamió como si fuera un perro, lo que le ayudó a beber la inmensa corrida que salió del coño de su sobrina. Al ver que terminara de correrse, le clavó la polla en el coño mojado. Entró apretadísima, tanto que a Diana se quejaba, pero fue al principio, después la gozaba, tanto la gozó, que al sentir la polla de su tío latiendo dentro de su coño, se volvió a correr.

Al acabar, Saulo, la puso a cuatro patas. La agarró por las tetas y la folló a toda hostia. Al ratito, se la quitó y se corrió en la entrada de su ojete. Diana, empujó y Saulo acabó de correrse dentro de su culo. Diana ya estaba cachonda otra vez.

-No la quites, tío, sigue metiendo.

Saulo se la fue clavando hasta llegar al fondo. Le folló el culo largo rato. Llegó un momento en que Diana, disfrutaba una cosa mala. Quiso tocarse el clítoris para correrse de nuevo. Saulo le agarró las dos manos y le llevó los brazos a la espalda, luego le volvió a follar el culo como le follara el coño, a toda hostia. Diana, acabó exclamando:

-¡¡¡Me corro!!!

Se corrió sacudiéndose y gimiendo. De su coño salió un torrente de jugo que caía sobre un jersey que había en la cama cuando Saulo comenzó a correrse de nuevo dentro del culo de Diana. Esta vez, levantando la cabeza, aulló con alegría:

-¡Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!

Descansaron un rato, y después, Saulo, hizo que Diana se corriese tres veces más.

Cerca de caer la noche, le dijo Saulo a su sobrina.

-Vete y aléjate de este monte lo antes posible.

Diana, vistiéndose, le dijo a su tío:

-Ya, eres un hombre lobo. ¿Te has parado a pensar que la soledad te pudo afectar el cerebro? Con atención médica...

Saulo, le ordenó:

-¡Qué te acabes de vestir, coño!

-Vale, vale. Te espero en la ciudad.

-Espera, ahora vete.

Diana se acabó de vestir, sacó la moto de la cueva, se montó, la encendió y se fue ladera abajo. Casi llegando a la carretera, se le caló. Ya cayera la noche. La luna llena estaba en su máximo esplendor. Oyó un desgarrador aullido humano.

¡¡¡Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!!

Un viernes por la tarde, estaba Diana en un bar con una amiga, rubia como ella y con un cuerpo que quitaba el hipo. Las dos estaban contentillas. Diana, le preguntó:

-¿Crees en los hombres lobo, Soraya?

-Todos los que conozco comen más con la vista que con la boca.

-Me refiero a un hombre lobo de verdad.

-Esas criaturas no existen. Existen los vampiros.

-¿Y dónde los has visto tú?

-En el banco.

-No estoy de broma. Yo conozco uno.

-¿Cómo se llama?

-Saulo, y es tío mío.

-¿El ermitaño? ¿Ese que dicen que vive en La Montaña del Diablo?

-Ese. Follé con él y volveré a follar. Es un bestia metiendo y sacando.

Soraya, le echó un trago al gin tonic, y después le dijo:

-¡Qué poco aguantas la bebida, cariño!

-Nada tiene que ver la bebida con lo que te estoy diciendo.

Soraya, con tono burlón, le dijo a Diana:

-Hoy comienza la fase de luna llena. ¿Vas a ir a follar con el hombre lobo?

-No follé con él de noche, follé con él de día.

-Claro, claro. No cojas la moto para volver a casa, hazme caso. ¿Quieres que te acerque yo?

-Sí, esta noche no me gustaría estar sola. Puede que el semen que depositó dentro de mi haga que me transforme en mujer loba. Quisiera que me ataras a la cama por si eso ocurre.

-Original.

-¿Lo qué?

-La manera de decirme que quieres follar conmigo.

-No quiero follar contigo.

Soraya no la creyó y fue al ataque.

-¿Desde cuándo te gusto? Tú a mi me gustaste desde la primera vez que te vi.

-No me gustas como mujer, bueno, sí, -se puso colorada- me gustas, pero no soy lesbiana.

-Ni yo, Bueno un poquito, ¿Pero no somos todas las mujeres un poquito lesbianas?

-Supongo que sí.

-¿Dejarías que te hiciera el amor?

-No sé, puede que no, o puede que sí.

-Yo ya hice algún dedito pensando en ti. ¿Y tú?

-Pensando en ti, no.

-¿Y en otra chica?

-Sí.

-¿En quién pensaste la última vez?

-¡A ti te lo voy a decir!

-Te digo con que amiga nuestra me acosté si me dices tú en quién pensaste.

Diana era demasiado curiosa. No se lo pensó dos veces.

-En Sonia. Pensé en Sonia cuando me hice el último dedo.

-Yo me acosté con ella.

En la boca de Diana se dibujó una hemosa sonrisa.

-¡¿De verdad?!

-De verdad de la buena.

-¿Es dulce en la camas?

-Sí, su cochito sabe a miel de colmena. Tengo unas ganas locas de comerte el tuyo. ¿Te llevo a tu casa?

-Lleva.

Diana, que trabajaba de modista, vivía sola en una casita que alquilara a las afueras del pueblo. La casita estaba al lado de un monte, y allí la llevó Soraya en su moto.

Diana, al entrar en su habitación, le dijo a Soyaya, que la había cogido por la cintura y la besaba en el cuello:

-Hueles a pecado.

-Soy un pecado húmedo, muy húmedo -le giró la cabeza con tres dedos y la besó- un pecado que te va a hacer pecar.

Soraya le bajó la cremallera del vestido. Le quitó el sujetador y le magreó las tetas mientras seguía besando su cuello y sus labios. Le quitó las bragas, se agachó, la cogió por la cintura, y le lamió el periné y el ojete. Diana abrió las piernas y Soraya le pasó la lengua desde el coño hasta el ojete. Al rató, Diana, se dio la vuelta y Soraya le comió el coño a conciencia. Después se levantó, comió sus tetas y la besó... Al rato, Diana, desnudó a Soraya y le comió las tetas, unas tetas con grandes areolas rosadas y gordos pezones... Se agachó y le comió el coño. al levantarse y después de volver a besar a su amiga, se echó sobre la cama. Soraya la volvió a besar y a comer las tetas... Metió su cabeza entre las piernas y comenzó a comerle el coño...

Ya estaba a punto de echar por fuera, cuando le dijo Diana:

-Átame, cielo, átame no vaya a ser...

Soraya, con una sonrisa en los labios, le dijo:

-¡Qué viciosilla eres!

Con cuatro cintas la ató de pies y manos a la cama de la habitación, y le dijo:

-Vas a saber lo que es bueno. Voy a hacer que te corras seis o siete veces.

Media hora más tarde, llegó la noche, y con ella la luna llena...

Soraya le comía el coño y le acariciaba las tetas cuando Diana se empezó a convulsionar. Pensó que se estaba corriendo otra vez, (ya se corriera tres veces en su boca) y siguió lamiendo. De repente vio que le salían unos grandes pelos rubios en las piernas. Levantó la cabeza y vio como le aumentaban de tamaño las tetas, los muslos, como le salían unas uñas que se hacían garras.... Horrorizada, quiso gritar, pero la voz no le salía de la garganta. Quiso moverse. El miedo la paralizaba. Al rato, Diana, con la cara y el cuerpo cubiertos de pelo, y con unos grades colmillos que enseñaba al gruñir, rompió las ataduras. De un salto salió de la cama. Soraya, se desmayó. Al verla como muerta sobre la cama. Diana, desnuda. saltó por la ventana y se perdió en medio del monte.

A la mañana siguiente, Diana, despertó con el cuerpo ensangrentado. Al lado de de ella tenía a un jabalí, al que le faltaba un trozo del muslo y que estaba destripado. Volvió a su casa. Tuvo suerte. Nadie la vio. Soraya ya se había ido.

Estaba a punto de caer la noche cuando Diana llegó a la cueva del Ermitaño. Metió la moto dentro. Saulo no estaba. Se desnudó. Sabía que no tardaría en transformarse. Así fue, al rato aullaba:

-¡¡¡Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!!

En la entrada de la cueva apareció El Ermitaño transformado en hombre lobo. Era un bicharraco de casí dos metro. La mujer loba, al verlo, saltó sobre él. El hombre lobo no le iba a hacer daño porque era hembra. La agarró fuertemente. La puso a cuatro patas. Le agarró las tetas con las garras y hizo amago de clavárselas. La mujer loba gimió como una perrita sumisa. El hombre lobo, con su trementa tranca erecta, le puso sus brazos sobre la espalda y se la clavó hasta el fondo. La loba echó la lengua fuera y comenzó a jadear... Cuando el hombre lobo se corrió dentro de la mujer loba, le clavó las garras en la espalda, y aulló:

-¡¡¡Auuuuuuuuuuuuu!!

Despues de follar, el hombre lobo salio de la caza y la mujer loba lo siguió. Poco después se unía a ellos una manada de lobos.

Saulo y Diana despertaron uno al lado del otro, en la cueva. No se acordaban de nada de lo que hicieran, pero al estar cubiertos de sangre, Saulo, supo que le había jodido la vida a su sobrina.

-Lo siento, Diana. No fue mi intencióm...

-No lo sientas. Estuve leyendo sobre los licántropos y somos inmortales.

-Cambiarás de idea. La nuestra no es vida, es una aberración.

-Las noches de luna llena, el resto del mes podemos vivir como reyes con tu herencia. Te he traído ropas limpias para que vuelvas a la ciudad.

-Iré contigo. Te lo debo. Ahora vamos a lavarnos a la fuente.

Las portadas de los periódicos del quiosco del pueblo llevaban una foto con una una noticia en letras grandes: "HIJO DE GRANJERO FOTOGRAFÍA UNA MUJER LOBA COMIENDO UN CERDO EN LA GRANJA DE SU PADRE".

En su casa, Soraya, cogia alguna ropa y la metía en una bolsa con la idea de ir en busca de su amiga Diana y su tío.

Saulo y Diana sintieron el ruido de una moto subiendo los caminos de tierra de la ladera de la montaña y se taparon los oídos. Al llegar al lado del pequeño huerto, Soraya, se bajó de la moto, quitó el casco y unos tapones que traía en los oídos, y les dijo a Saulo y a Diana que estaban comiendo una sandía:

-¡Familia de monstruos! Me habéis condenado a una vida de perros.

Saulo, miró para su sobrina, y le preguntó:

-¿Te acostaste con ella?

-Se acostó ella conmigo.

-¡Tenías la rabia y no me lo dijiste, zorra!

-Te dije que podría estar contagiada.

Soraya, se avalazó sobre Diana, diciendo:

-¡Te voy a hacer un traje de hostias, puta!

Diana la recibió con un puñetazo en el estómago.

-¡Y una mierda, come coños!

Se enzarzaron a hostias. Luego, a tumbos por el suelo, se rompieron las ropas y las bragas, después, ya medio desnudas, al tirarse de los pelos, sus bocas se rozaron. Se escupieron a la cara una a la otra. Volvieron a dar tumbos pegadas como lapas. Sus tetas y sus sus coños se rozaban. La pelea las excitaba, ya que las dos tenían el interior de los muslos húmedos, y aquello, sudor no era.. Cuando ya estaban calientes, en los dos sentidos, Saulo, las separó.

Las dos muchachas intentaban zafarse de Saulo para seguir dándose de leches, aunque yo creo que lo que se morían era por comerse las bocas, las tetas, los coños, se morían por comérselo todo.

Diana, con los ojos inyectados en sangre, una teta fuera de la camisa y con las bragas en los pies, le dijo a Saulo:

-¡Suéltame que la como!

Soraya, con las dos tetas al aire, el vestido rasgado, el coño al aire y cara de abravada, le dijo a Saulo:

-¡Sueltala, suéltala que me la zampo!

-Tenéis toda una eternidad para pelearos.

Lo de la eternidad calmó a Soraya. Le preguntó a Saulo:

-¡¿No moriremos nunca?!

-Si en fases de luna llena venimos a la cueva, no.

Los ánimos se fueron calmando, y más se calmaron cuando les dijo Saulo:

-Estáis escandalosamente sensuales.

Diana, le preguntó:

-¿Quién está mas apetitosa?

-Ella.

Sorayá le dijo a Diana:

-¡Jódete!

Saulo no dejó que la cosa fuese a más.

-Haya paz, haya paz. Dije que estás tú más apetitosa porque a mi sobrina ya la caté, pero estáis igual de sensuales. Lo que no sé es cual de las dos folla mejor.

Soraya miró para el Pecho lobo. Le gustó lo que estaba viendo. Le dijo:

-Eso tiene fácil solución, si ella quiere. ¿Podrás con las dos?

-¿Te apetece un trío, Diana?

Diana, mintió.

-¡No! Que te folle ella primero. Yo te follo después y comparas.

Se metieron en la cueva. Saulo se desnudó y se echó sobre la cama. Iba a dejar hacer.

Soraya se desnudó. Subió a la cama de piedra. Le cogió la verga a Saulo, la descapulló, le lamió la cabeza, se la mamó mientras se la meneaba, luego lamió de los cojones al glande, mirando para Diana, que se había sentado en una piedra. Diana la miraba a ella. Ya no había rencor en sus miradas. Había otra cosa. Soraya se dio la vuelta, le puso el coño en la boca a Saulo y le siguió mamando y masturbando la verga.

Diana, sin dejar de mirar a Soraya, se metió dos dedos en el coño y se masturbó... De vez en cuando, sacaba los dedos del coño, los llevaba a la boca y los chupaba mirando para su amiga. Soraya sacaba la lengua y lamía los labios, lo que ponía a Diana aún más cahonda de lo que ya estaba.

Al rato largo, Soraya, se volvió a dar la vuelta, le dio las tetas a mamar a Saulo, después cogió la verga y pasó la cabeza por los labios con ella y luego metió la cabeza. Un gemido escapó de su boca al tenerla dentro.

Diana, subió a la cama. Le olió el culo a Soraya. Se lo lamió y se lo folló con la punta de la lengua sin dejar de masturbarse. Le quitó la polla del coño y se la puso en la entrada del ojete, Soraya. empujó y metió la cabeza, Siguió metiendo. Cuando iba por la mitad, se la volvió a sacar y se la llevó al coño. Los gemidos de las dos muchachas anunciaban que sus orgasmos estaban muy cerca. Diana dejó a Soraya y le puso el coño en la boca a Saulo, Soraya, al ver como se lo comía, sintió que le venia. Saulo lo notó y le dio caña al estilo motosierra. Soraya se corrió inundándole de jugo la verga y los cojones.

Al acabar de correrse Soraya, le dijo Diana:

-Aparta.

Soraya se quitó de encima. Diana, dándole la espalda a su tio, metió la verga en su coño. Estaba tan cachonda, que fue meterla, echar el culo hacia atrás una docena de veces y empezar a correrse. Saulo sentía como el jugo de la corrida de su sobrina, anegaba sus cojones cada vez que se abría y se cerraba apretando su verga. No aguantó más y le lleno el coño de leche.

Fue una tarde muy larga y de muchos orgasmos. Ellas se corrieron como lobas y Saulo como un lobo.
 
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