Sara y su nieto Sancho

heranlu

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Sancho, tenía 22 años. Media 1.82, pesaba 80 kilos, era morero, de pelo negro y corto, mandíbula fuerte y pómulos marcados. Nariz aguileña, ojos negros y grandes, musculoso, vestía siempre con traje y era un seductor. Estudiara informática, pero su gran negocio comenzó el día que una abuela de unos 60 años llevara un PC a arreglar al taller donde trabajaba. La abuela, en la trastienda, le había tocado el culo, y sonriendo, le había preguntado:

-¿Cuánto?

-¿Cúanto, qué?

-¿Qué cuanto me cobras por echar un buen polvo? ¿Quinientos, seiscientos, setecientos...?

Sancho no sabía como salir del apuro, y le respondió.

-Se arrepentiría, señora, soy medio marica, y medio sádico. Me gusta azotarles el culo a las mujeres hasta que les quedan las cachas al rojo vivo. Me gusta lamerles el culo y follárselo con la lengua. Me gusta untar la polla con mantequilla y clavársela hasa el fondo del culo mientras las nalgueo. Al darles por culo me gusta apretarles los pezones hasta que sientan dolor. Me gusta correrme en sus culos... Entre sus tetas... en sus bocas.. Me gusta que me coman el culo, que me lo folle con sus lenguas y con sus dedos. Me gusta decirles palabras guarras, insultarlas... Sólo si se prestan a todo esto dejo que me monten y se claven en sus coños mis 22 centímetros de largo y 16 de perímetro.

-¡¡22 de largo y 16 de gorda!! Sentirla en el culo y en el coño debe ser delicioso. ¿Puedo verla?

-Flácida no tiene mérito.

La abuela le echó la mano a la bragueta. Sacó la polla, y al verla, exclamó:

-¡Es la cosa más bonita que he visto en mi vida! -le retiró la piel que cubría el glande- ¿Puedo darle una mamadita? Una sola.

-Mame.

La abuela probó la mercancía...

Esa noche, Sancho, le puso el culo y el coño a la abuela como dos bebederos de patos. La abuela, que tuviera seis orgasmos en una hora. Corrió la voz entre sus amigas, y dos años más tadre, Sancho, trabajaba abuelas del país y del extranjero.

Con los beneficios puso un ciber café y una tienda de informática en Barcelona. Mientras no encontraba piso, y aconsejado por sus padres, se fue a vivir a casa de su abuela, que vivía en un barrio residencial de Barcelona. Sara, La abuela, llevaba diez años viuda, tenía 58 años, era alta, delgada, tenía el pelo corto y blanco. Vestía ropas oscuras muy largas. Su caracter era huraño. No se relacionaba con nadie. El primer día, de noche, sentada en un sillón de la sala, ya le puso las peras a cuartos al nieto.

-... Aquí no traigas mujeres. La música, por el día, la pones baja y si llegas a casa después de las once, no quiero oír un ruido.

Sancho, sentado en otro sillón, le respondio:

-Me parece muy bien.

-Ahora, cuenta. ¿Cómo están tus padres?

-Bien. Mi padre sigue con la fábrica de conserva y mi madre con sus labores.

-¿Y cómo sigue la puta de tu abuela Carmen. Sé que estuviste una semana de vacaciones en su chalé.

-Prefiero no hablar de esa semana.

Sancho miró para lo poco que se veía de las piernas de su abuela y vio que las tenía peludas. Ella, incómoda, le preguntó:

-¿Qué miras?

-Sus piernas. La abuela Carmen también las tenía así cuando llegué de vacaciones a su chalé.

-¿Y qué?

-No puedo hablar de eso

Sanchó sabía que cuanta más intriga le pusiera al tema, más fácil de seducir sería su abuela, ya que a eso iba, a dar el gran pelotazo.

-¿No intentaría seducirte?

-Prefiero no contestar.

-¡Así qué fue eso! ¡Maldta puta! ¡Nunca la tragué!

-No hace falta que jure que no la traga, pero no fue eso. Descubrió mi secreto y me chantajeó.

-¿Pero que secreto puedes tener tú, criatura?

-¿No le parece raro que a mi edad pudiese comprar dos locales y abrir una tienda de informática y un ciber café?

-¿No te dio el dinero tu padre?

-No. Lo gané yo.

-¡¿Andas metido en la droga?!

-No.

-¿Y de dónde quitaste el dinero?

-No se lo puedo decir.

-Lo entiendo. ¿Y qué le tuviste que hacer a la puta para que se callase la boca?

-¿Si se lo cuento no se lo contará a nadie?

-Palabra.

Ya tenía a su abuela donde quería.

-Entonces se lo contaré todo, secreto incluido, pero con una condición.

-¿Cuál?

-Que cierre los ojos y se ponga en el lugar de la abuela Carmen.

-¡Ni muerta!

-Es que si no se pone en su lugar no entenderá como me puso tan caliente que disfruté haciendo lo que ella quería.

-Vale, cerraré los ojos y imaginaré que me haces a mí lo que le hiciste a ella.

-Empezó hablando ella.

-"Así que tu oficio de informático es una tapadera".

-¿Tapadera, de qué?

-"De tu verdadero oficio. El de chapero".

-¡¿Quén se lo dijo?!

-"Una amiga a la que le puliste mil euros por una hora".

-¿Cuánto quiere por callar la boca?

-"A su tiempo, ¿Quieres blanquear todo el dinero que has ganado?"

-Claro que sí.

-"Puedes decir que te lo di yo, pero si haces lo que te mande".

-Lo haré.

Fuimos al baño. Se desnudó. Sus tetas eran grandes, decaídas, pero muy apetecibles. Sus largas piernas tenían el vello de meses, o quizás de años, no lo puedo precisar. En el coño tenía una mata espesa de pelo negro, como a mi me gusta en una mujer. Se sentó en una silla, abrió las piernas, y me dijo:

-"Coge en el mueble un par de maquinillas, la brocha, la espuma de afeitar y aféitame las piernas".

-Se las afeite hasta llegar al lado de la almeja. Al terminar, su coño estaba abierto y mojado. Me dijo:

-"Dame tu polla a mamar que hace cinco años que no cato una".

Saqué mi verga, empalmada. Cogió con su mano mis 22 por 16 y se los llevó a la boca.

Sara abrió los ojos.

-¡¿Que medidas has dicho?!

-22 centímetros de largo por 26 de perímetro.

Sara, volviendo a cerrar los ojos, dijo:

-Buen tamaño.

Sancho quiso saber si iba bien.

-¿Donde iba?

-La tengo en la boca.

Iba de maravilla.

-Me la mamó y después, me dijo:

-"Cómeme el coño".

-La agarré por la cintura y le pasé la lengua por la vulva empapada. Le follé la vagina con la lengua, después le metí dos dedos, le busqué el punto G, se lo masajeé, apreté mi lengua contra su clitoris y lamí de abajo arriba hasta que de su coño salió un chorro de flujo que me puso perdido. Se corrió temblando y jadeando como una perra... Y mejor lo dejamos aquí que si te cuento como untó mi polla de mantequilla para que se la metiera en en el culo, no respondo de lo que pueda pasar.

Sara, colorada como una grana, abrió los ojos, y le dijo:

-Si, Sancho, sí, no se debe jugar con fuego.

Sara, cuando se metió en cama, seguía empapada, pero era una mujer que sin ser de misa, era recta, y masturbarse cuando tenía ganas de hacerlo, como en ese momento, para ella era un pecado, y más pensando en su nieto. Pero una mano bajó a su coño. El coño le comenzó a picar. Sara comenzó a frotar... y tuvo un orgasmo brutal, tan brutal que la dejó en posición fetal y mordiendo la almohada para que su nieto no se sintiera sus gemidos.

Al día siguiente, cuando Sancho volvió de trabajar se llevó una grata sorpresa. Sara estaba teñida de rubia, llevaba puesta una falda verde que le daba por encima de las rodillas, una blusa blanca, con tres botones abiertos, que dejaban ver el canalillo de sus grandes tetas, calzaba unos zapatos negros de tacón de aguja y tenía las piernas depiladas. Sancho, le dijo

-¡Qué gupa está, abuela.

-Unos trapitos que tenía por ahí. ¿Cenamos?

-Sí, tengo hambre.

-¿Alguna clienta hoy?

-Me tomé un mes de relax

Cenaron, y otra vez en la sala, sentados en los mismos sillones de la noche anterior, le dijo Sara a su nieto:

-Cuéntamé lo de la mantequilla.

-Puede arder Troya, abuela.

-Que arda.

-Lastima que no haya mantequilla en la nevera.

-La compré esta mañana.

-Cierre los ojos.

Sara cerró los ojos. Sancho fue a su lado, la besó. y comenó a hablar.

-Ella estaba sentada en un sillón. -le iría haciendo lo que le decía- Le desabroché los botones de la blusa .. No llevaba sujetador. Lamí uno de sus pezones,... luego la areola... le chupé la teta... lamí el otro pezón... la areola... chupé y magreé la dos tetas.... Saqué la polla y se la metí entre las tetas. Ella agarraba las tetas y me chupaba la polla... -Sara chupaba con ganas- Hice que se levantara. La besé y le quité los zapatos, la falda y las medias. Mi polla latió al ver aquel bosque marrón... Me agaché y metí mi lengua en su vulva... estaba encharcada, lamí, lamí y lami... -Sara empezó a gemir- Le di la vuelta y mi lengua acarició su ojete... la nalgueé mientras mi lengua entraba y salía de su culo... Fui a la cocina. -Sara quedó de pie con los ojos cerrados. Su mano derecha bajó al coño y la izquierda subió a las tetas. Se tocó mientras no llegaba su nieto- Le di la mantequilla. Sin abrir los ojos, untó mi polla con ella... Se dio la vuelta, apoyada al sillón abrió las piernas, le metí en el culo un dedo untado de mantequilla...-Sara ya no paraba de gemir- dos... tres... La volví a azotar con las palmas de mis manos... Le metí la cabeza de la polla en el culo...

Sara exclamó, mientras le iba entrando:

´¡¡¡Ooooooooooooooooooh! ¡¡Que guuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuusto!!

-Se la clavé hasta el fondo y la follé sin piedad.... Sentí sus gemidos de pre orgasmo. Se la quite del culo, y se la metí hasta el fondo en el coño. -sintió que Sara se iba a correr- No pudo aguantar, y dijo:

-¡¡¡Me coooooooooorrro!!!

-Y me corrí dentro de ella.

Después de correrse, le dijo Sara a su nieto.

-Quiero que dejes de ser chapero. Te quiero sólo para mí.

-Ser chapero es mi gran fuente de ingresos, abuela.

-¿Quieres ser mi único heredero?

-Claro que quiero.

-Pues heredero o chapero, tú elijes.

Sancho había conseguido dar el gran pelotazo.
 
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