Salvando a mi Madre 003

heranlu

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A la mañana siguiente, después de la caliente noche de descubrimientos que le había regalado el chofer, mi madre se levantó muy temprano y esperó, con creciente ansia, la hora en que la transportaría a su colegio. Durante el desayuno se dedicó a observar a su prima Carolina, envidiándola por la manera como había gozado al ser penetrada por el duro miembro de Pancho.



Le vinieron a la mente las imágenes de Carolina retorciéndose de placer bajo el robusto cuerpo que la aprisionaba, apretando con desesperación sus piernas a la cintura de su empalador y levantando sus caderas para aumentar el goce. Su propio placer al sentir por vez primera el creciente cosquilleo que provocaba en su vulva las rudas caricias a las que fue sometida y sobre todo su deleite al mamar por vez primera la rígida barreta de carne que ansiaba poseer. Todo eso desató su arrechura y ansió el momento de volver a ser tocada por el chofer.



Como siempre lo hacían, ella y sus dos primas se sentaron en el asiento posterior, durante el trayecto se fijó que intencionalmente Pancho ajustó el espejo retrovisor para tener una vista de las piernas de todas ellas. Con sorpresa observó que sus dos primas, sí bien de manera disimulada, empezaron a competir por mostrárselas al chofer. Carolina recogió su falda un poco por arriba de las rodillas al mismo tiempo que abría las piernas, en tanto su prima mayor, Viviana, cruzando despreocupadamente las piernas se ponía de costado, como quien observa la calle, dejando buena parte de sus gruesos muslos al aire. Cada vez que el auto se detenía ante un semáforo, el chofer, sin disimulo alguno fijaba la vista en el espejo y se apretaba los labios con evidente excitación, lo que a su vez provocaba que sus primas aumentarán sus impúdicas exhibiciones, ya sea pasándose como al descuido las manos por las partes desnudas de sus piernas o levantándose un poco más la falda al cambiar de posición en el asiento. La desvergonzada competencia continuó hasta que al fin llegaron al colegio de sus primas, al descender Viviana agasajo aún más la vista del chofer dejándole ver gran parte sus piernas, Carolina para no quedarse atrás dejó caer su cartuchera y se inclinó lascivamente dejando entrever parte de su blanco calzoncito.



Al continuar la marcha hacia su colegio, Rita se abrió a su vez de piernas, a la vez que recogía muy arriba los pliegues de su falda, esperando la mirada de Pancho, pero este no hizo además alguno de observación. En el primer semáforo y ya entregada plenamente a su calentura Rita empezó a sobarse sus partes, esperando con esto llamar la atención del Chofer, pero este, para su sorpresa, reacomodó el espejo a su posición original, en evidencia clara de que no quería prestarle atención.



Confusa y sorprendida por la indiferencia recibida, se pasó toda el día pensando en lo ocurrido, anhelaba el regreso, sabiendo que por la diferencia de horario que empleaban los colegios a ella la trasladarían sola hacia la casa. A la salida del colegio sintió que su excitación aumentaba al observar que el chofer la esperaba sonriente, no bien habían avanzado unas cuantas cuadras, ella se atrevió a preguntar ¿ya no te gusto? A lo que Pancho contestó deteniendo el auto e indicándole que se cambiará hacia adelante, cosa que hizo entusiasmada. Al mismo tiempo que reemprendía la marcha la tosca mano del chofer empezó a recogerle la falda hasta la mitad se sus muslos, la piel se le erizo y entrecerró los ojos para gozar mejor. Sintió como uno de los dedos recorría muy suavemente, casi como un roce y sin descanso su pierna, desde el tobillo hasta el borde su calzón, su calentura aumentó y en un auto reflejo sus piernas empezaron a separarse, invitando a que las caricias se dirigieran allí donde los labios que guardaban su raja, habían comenzado a lubricarse deseosos. Prudentemente Pancho se desvió hacia rutas menos transitadas y finalmente se detuvo en un lugar solitario, allí continuó con sus caricias pero sin ir más allá de donde había llegado, ella desesperada tomó la mano y la guío hacia su mojada panocha, sin embargo su amante la retiro dedicándose más bien a pasarla muy lentamente por encima de la holgada blusa de su uniforme.



La tierna adolescente respondió adelantando sus pechos para que fueran estrujados sin piedad, pero el chofer, sin desenfrenarse, siguió ejerciendo su lento y continuo rocé, provocando la evidente dureza de los pezones, que a pesar de la holgura de la blusa se marcaban en evidente plenitud. Las yemas de los dedos, primero circularmente y luego empujándolos de lado con leve presión, concentraban sus caricias en aquellas duras puntas.



Exasperada y anhelante, las ansias por obtener más placer llevaron a mi madre a bajarse los tirantes de su vestido y empezar a abrir con mano temblorosa su blusa, sin inmutarse Pancho continuó calentándola más, dirigiendo sus caricias hacia su cuello y ha la comisura de sus labios. Sin dejar de desabotonarse la blusa ella aprisionó los dedos que pasaban por sus boca y empezó a lamerlos y chuparlos con desesperación, engulléndolos como había hecho con el duro miembro la noche anterior.



Dejándola chupar sus dedos, Pancho utilizó la otra mano para continuar con sus caricias, a la vez que se recreaba mirando los impresionantes globos que se mantenían increíblemente apretujados por el sencillo e inocente sostén; eran francamente perfectos, la levemente oscura piel mostraba un brillo encantador y una tersura uniforme, los pezones se marcaban plenamente y la bahía formada por el encuentro de las gloriosas esferas le sugirió la imagen de su pinga obteniendo una fabulosa cubana. Habiendo ya terminado con la blusa, Rita, empezó a desabrocharse el sostén, dejadas libres, sus tetas saltaron hacia delante, esplendorosas, grandes, tersas y firmes, la piel tensa y reluciente se oscurecía alrededor de las amplias aréolas, que erizadas como piel de naranja se coronaban con unos fascinantes e increíbles pezones, que como pitones gruesos y largos apuntaban hacia arriba invitando al deleite.



Sin dejar de admirar tales prodigios, Pancho concentró sus caricias, esta vez con ambas manos, en los púberes pechos, especialmente en los soberbios pezones, que ante las múltiples y delicadas caricias, alcanzaron una dureza asombrosa. Evidenciando su celo, la niña levantó sus pesados balones hacia su amante y con desesperado reclamo exclamó PAPI APRIETALAS, SOBALAS FUERTE, SON TUYAS, HAZ LO QUE QUIERAS. Sonriendo lascivamente, evidentemente dueño de la situación, sin dejar de atender los soberbios pechos, interrogó ¿ALGUIEN TE HA BESADO ANTES LAS TETAS NENA? NO NADIE. ¿DE VERDAD MI ANGEL? NADIE, UNA VEZ SOLO ME TOCARON. ¿NADIE TE LAS HA MAMADO MI REYNA? NO¡¡¡¡¡¡¡ NADIEEEEE. ¿QUIERES QUE TE CHUPE MI NIÑA? ¡SI HAZLO, PERO YA, POR FAVORRR!!!!!!



Tomando con ambas manos una de las tetas, que tan generosamente se le ofrecían, se inclinó y con la punta de su lengua recorrió lentamente su circunferencia, primero los costados y luego las areolas, para terminar repasando una y otra vez el inflamado pezón, hasta que finalmente lo tomo entero con los labios, sorbiéndolo y estirándolo, fue aumentando gradualmente la presión, sintiendo su mórbida y suave dureza. En un determinado momento sus dientes aprisionaron suavemente la base, royéndola con delicadeza, al mismo tiempo que su golosa lengua se enredaba y recorría el inquietante largo de la tierna tetilla, para terminar aplastando el altanero botón que tan tercamente se rebelaba por enderezarse. Al sentir las desconcertantes caricias, Rita se creyó desmayar y angustiadamente sólo atinó a recostarse plenamente sobre el rostro que la mimaba tan agradablemente, al tiempo que con ambos manos apretaba la cabeza de su amante contra la turgente masa de su pecho. Se mantuvo así entregada a un frenesí de sensaciones que finalmente la llevo a buscar y tratar de liberar con torpe urgencia el duro paquete que latía entre las piernas de Pancho. Este sin dejar de prodigar sus caricias, se acomodó para facilitarle la maniobra, ya con el cierre abajo la delicada mano se posó al fin sobre el duro instrumento y empezó a sobarlo con arrebato, sintiendo como se endurecía y crecía aún más.



La expresión de lujuria y deseo que dominaba el rostro de la pequeña mujercita, le indicó que la había puesto como quería, plenamente entregada y arrecha, abandonando el agraciado pecho, se reincorporó, desató su cinturón y se bajo los calzoncillos, dejando emerger su congestionada y palpitante barra de carne. Nada más ocurrió esto, Rita se inclino solicita hacia el objeto de su deseo, pero antes que sus labios engulleran la roja cabeza las fuertes manos la detuvieron, sorprendida y exasperada, forcejeo para posar sus labios en el ansiado objeto de su malicia, pero fue inútil, mientras más se debatía más crecía su arrechura. Alcanzó a tomar con sus manos el caliente tronco recorriéndolo con angustia en todo su largo, sintiéndolo resbalar por el pegajoso líquido que lo cubría. Anhelando besarlo y mamarlo, se escucho bramar con desesperación casi llorando.



NO SEAS MALO, DAMELO, LO QUIERO CHUPAR. ME GUSTA TU PIEZA NUNCA HABÍA VISTO UNA TAN GRANDE Y TIESA. NUNCA HABIA MAMADO UNA, ME GUSTA.



¿Harás todo lo que te pida si te dejo mamarla? Sí pero también quiero que me la metas como a mi prima. Quiero que calces tu pieza en mi panocha, quiero que me abras y me rompas toda, que seas mi macho y me la claves entera, destrózame y hazme gozar como a mi prima.



Pero ella se lo gana, viste como competían por mostrarme sus piernas en el auto, la que hace más cosas por mí tiene su premio y hasta ahora Carolina ha sido la única ganadora. Pruébame papi dime lo que quieres que haga y lo haré. ¿Estás segura mamita? Si dime que hizo Carolina. Bueno, me ayudo a que su hermana se interesara en dejarse manosear y aprender a gozar. ¿Entonces también le has dado a Viviana?. No mi princesa ella todavía no ha hecho meritos suficientes por ahora, igual que contigo, la hago feliz sin penetrarla, pero ya pronto lo tendrá todo. Si quieres que apadrine tu chuchita entonces debes obedecerme en lo que te pida. Pídeme lo que quieres papi y lo tendrás. ¡Tú ya sabes lo que quiero, ayer lo escuchaste¡.



Perdida en medio de su creciente lascivia, Rita recordó la manera como Pancho se había referido a su madre mientras cachaba a su prima.



ME HACES PENSAR EN LOS ABULTADOS Y CARNUDOS LABIOS QUE TIENE TU TIA. AL SUBIR POR LAS ESCALERAS MUESTRA UNOS GRUESOS TOBILLOS Y UNAS SOBERBIAS PANTORRILAS QUE INVITAN A BESARLOS Y ESTRUJARLOS.

METERÍA CON GUSTO MI CABEZA ENTRE SUS MUSLOS, QUE SE ADIVINAN COMO GRUESAS COLUMNAS PARA CHUPARLE LENTAMENTE LA CUCA PELUDA QUE ESTOY SEGURO NADIE A MAMADO. PERO LO QUE ME GUSTA MÁS SON SUS MAMAS, QUE GLOBOS TAN GRANDES, QUE MUJEROTA, HARÍA LO QUE FUERA PARA PONER LA PORONGA ENTRE SUS ABULTADOS SENOS, PARA CORRERME SOBRE ELLOS



Consiente de lo que le pedían, estuvo a punto de decir algo, pero entonces sintió que las manos que antes la habían detenido ahora la dirigían suavemente hacia el enhiesto palo, por un momento se detuvo pensando en su inocente madre y en su amable padre, pero finalmente, su deseo la rindió y tranquilizándose al pensar que su madre nunca permitiría que ello ocurriera, cubrió con sus labios anhelantes, el duro y congestionado glande.



Entregada al placer de sorber la humedad de la herramienta que se le ofrecía, escuchó que Pancho, riendo, proclamaba su rendición plena. ERES UNA MAMONA EXTRAORDINARIA, DE SEGURO QUE DEBES HABERLO HEREDADO DE TU MADRE, ERES UNA COPIA CHIQUITA DE ELLA, TENGO IMPACIENCIA POR VERLA PRENDIDA A MI FALO, BABEANDO SOBRE MIS HUEVOS, CON SUS SENOS AL AIRE PIDIÉNDOME QUE LA DEJE EXPRIMIRME TODA LA LECHE, ESTOY SEGURO QUE TU PADRE NUNCA LE HA HECHO CHUPAR LA SUYA



Las imágenes sugeridas le produjeron una mezcla extraña de preocupación y deseo, que refreno algo sus atenciones a la dura bellota que sostenían sus labios. Atento a lo que ocurría, con una mano del chofer la animó a continuar con su trabajo, mientras que con la otra se habría paso entre los duros muslos con dirección al caliente y húmedo chochito. Haciendo presión sobre el pubis empezó a masajearlo circularmente, notando que la niña retomaba el ritmo de su atención a la tiesa polla, expertamente hizo a un lado el borde del calzón alcanzando con un par de dedos la abertura de los labios vaginales, provocando un estremecimiento en el cuerpo de la niña, en cuya mente, totalmente rendida al placer, las imágenes de su madre locamente prendida al palo que ella ahora poseía no hacían ya más que aumentar su arrechura, eso sumado a la sensación de sentirse sucia, produjo una mayor frenesí en las caricias que su boca prodigaba. Sintió que el palpitante trozo de carne se endurecía aún más entre sus labios, al mismo tiempo que los dedos se introducían sabiamente en la oquedad de su ardiente conejo, sobando ávidamente la pepita de su clítoris.



Sintiéndose cada vez más congestionada en el interior de sus acariciados genitales, sin capacidad ya para continuar empleando su lengua, atinó tan sólo a sostener el pedazo de carne entre sus labios al mismo tiempo que sentía la increíble ola de placer que la envolvía, sin poder soportarlo más dejó libre la pieza y bramó cachonda el clímax de su arrechura. ME ESTAS MATANDO, QUE RICO PAPI, TOCAME MASSSS¡¡ SI MI PEQUEÑA PERRITA TE VOY A DAR MÁS, TE VOY A LLEVAR AL CIELO, PERO DIME QUE TAMBIÉN QUIERES QUE CACHE A TU MAMÁ. SI PAPI HAZLA FELIZ TAMBIÉN, ROMPELA HAZLE LO QUE QUIERAS. ESO PRINCESA, PIENSA EN TU MADRE ENCULADA POR MI POLLA, GRITANDO DE CALENTURA COMO TU. QUE RICOOOO¡¡¡ CACHALA NO ME IMPORTAAA, RICOOOO.



Desfalleciente se dejó caer sobre los brazos de Pancho que evidentemente excitado y conservando intacta la dureza de su verga, recostó a la niña boca abajo sobre el asiento. Levantándole la falda hasta la cintura dejó a su vista el prominente trasero que enfundado en el blanco calzón invitaba a masajearlo, sobreponiéndose a su abandono Rita atinó a empezar a sacarse la prenda, levantando levemente sus glúteos para facilitar la maniobra. Atento a la maniobra, Pancho le ayudo a completar la tarea, sosteniéndole por debajo de los lados de las amplias caderas. La flexión de una de las piernas para liberar la braga, regaló a la vista masculina, la desnudez plena de las partes íntimas de la niña. Los abultados y cerrados labios, brillantes por los jugos extraídos, tenían un largo inusual y caían como una especie de pequeñas y finas cortinas. El fruncido y apretado agujero del orto resaltaba con marrón sumamente oscuro sobre el fondo de las nalgas más claras.



Inmovilizándola en esta posición, boca abajo y con una pierna flexionada, empezó una lubrica exploración, palpando los labios los entreabrió delicadamente provocando el despertar del cuerpo entre sus manos, en la parte superior y enrojecida la pepita del clítoris latía levemente, los labios interiores totalmente mojados dejaban al descubierto una roja y suave hendidura, la calentura de Pancho aumentó al imaginar la manera como esos labios vaginales y esa tibia oquedad aprisionarían, cuando la estuviera cogiendo su grueso instrumento, apretándolo y acariciándolo en todo su largo, Sin pensarlo se abrazó a las prominentes caderas y empezó a frotar su rostro contra las juveniles carnes, firmes y suaves, de los muslos y el culo. Lentamente pero con firmeza le hizo saber a la niña que lo que deseaba finalmente era besarla en la chuchita. Nuevamente encelada, sintiendo el calor del aliento y la varonil aspereza del rostro sobre su piel, ávida de saber que sentiría, Rita se inclinó más al mismo tiempo que levantaba sus grupas, con lo cual los labios del rudo chofer se perdieron al fin en la raja de su concha. La fabulosa sensación de la succión masculina y las gratificantes caricias que le brindaban su lengua, la llevaron a iniciar un desenfrenado vaivén de sus caderas, alcanzado al fin un ritmo coordinado con los mimos que recibía, lo que multiplicó su placer.



Pancho empleaba toda su habilidad para acariciar permanentemente y de múltiples maneras, con sus labios y su lengua, la pepita de la niña, percibiendo con orgullo como se endurecía gradualmente a la vez que provocaba nuevos y entrecortados gemidos. CHUPAME, PASA LA LENGUA POR TODA MI RAJA, AGHHH, RICO. Enervado por lo que escuchaba, tomó su miembro y empezó a pajearse con desesperación, advertida de su esfuerzo la niña extendió uno de sus brazos, alcanzando a acariciar la base de su tranca, lo que redobló sus ansias y liberando su otra mano empezó a acariciar el pequeño agujero que coronaba el culo de la niña, que se estremeció por la desconocida caricia. PAPI QUE ME HACES. SE SIENTE RICO Y RARO, ME GUSTAAAA. HAZLE LO MISMO A MI MADRE. Esa declaración fue demasiado para Pancho que empezó a perder el control, sintiendo su eminente venida dejó de lado su atención al agujero del rabo y se concentró en aumentar las caricias que su boca brindaba a la vulva, consiguiendo al fin que la niña alcanzará su segundo orgasmo y cayera desfalleciente. Examinando cada detalle del juvenil cuerpo, las gruesas pantorrillas, las prominentes grupas, los costados de las aplastadas tetas sobresaliendo por los costados del torso, sin dejar de pajearse y tocando la lubricada chcuchita que sería suya, sintió llegar su orgasmo, emergiendo con cada uno de los grumos que expulsaba, se oyó a si mismo gritar. TAMBIEN SE LO HARÉ A TU RICA MADRE​
Pancho, sonriendo, seguro de que seguiría sus instrucciones, observó con lascivia el ingreso de Rita a la casa. Ya en la soledad de su dormitorio, la adolescente repasaba las indicaciones para ese fin de semana: Vigilar el comportamiento de sus padres en la privacidad de su cuarto.



Esa noche, a través de la puerta entreabierta del dormitorio, se afanó en escuchar y atisbar a sus padres, pero estos simplemente durmieron. Al día siguiente no bien su padre salió de casa y apenas escuchó correr el agua de la ducha que tomaba su madre, cruzó el dormitorio, para quitar el seguro de la puerta que daba al balcón, contiguo al suyo, y así conseguir un mejor lugar para su observación nocturna.



Cuando salía, a través de la puerta entrecerrada del baño, vio el desnudo cuerpo de su progenitora. A los cuarenta y seis años su madre presentaba una rotunda e impactante figura. Sorprendida por tales atributos, normalmente ocultos por la holgada y sobria ropa materna, pensó que a pesar de todo, las prendas no habían evitado que Pancho percibiera lo que ellas ocultaban.



Torneadas pantorrillas, que se marcaban nítidamente con cada cambio de posición, daban paso a firmes y grandes muslos, que rotundos exhibían pocas estrías en el nacimiento de un generoso trasero que era enjabonado cuidadosamente; mientras que unos sorprendentes pechos, bastante más voluminosos que los de Rita, oscilaban dejando distinguir pezones gruesos y oscuros.



La cintura un tanto gruesa, mostraba algunos rollos, que no disminuían la rotundidad y el esplendor que mostraba la figura materna. La angostura de la espalda hacía resaltar, los imponentes globos lácteos y el altanero tamaño de las ancas que se bamboleaban con firmeza.



Sin quererlo, pensó en el gozo que debía obtener su padre al poseer a su madre, y comprendió la calentura de Pancho por gozar de las delicias que el cuerpo de su progenitora mostraba. Sin embargo le costó imaginarse cómo sería el comportamiento de su madre, usualmente callada y seria, durante los momentos íntimos con su padre y mucho menos, se pudo imaginar como respondería al próximo asalto que el chofer intentaría. Con tales pensamientos abandonó el dormitorio y esperó ansiosamente a que la noche llegará.



Con la casa ya en silencio y desde una cómoda posición en el balcón, observó que sus padres se preparaban a acostarse. Mientras su padre se cambiaba en el baño, su madre, sin quitarse un calzón blanco de algodón que iba de la cintura hasta los muslos, liberó sus pechos del vasto sostén que los contenía, poniéndose rápidamente un holgado y largo camisón, cubriéndose bajo las sabanas, al poco rato, con un pijama corto su padre, apagando la luz de la habitación de la habitación, también se acostó.



Durante unos minutos no escuchó nada y pensó que al igual que la noche anterior sería una espera inútil. Sin embargo, su vista ya acostumbrada a la oscuridad, percibió que su padre, empujando uno de los hombros maternos hacía que su madre, dócil y rápidamente, se pusiera de costado, dándole la espalda, quedando ambos, con la cara vuelta hacia el balcón, desde donde eran ansiosamente observados.



Por el movimiento de las sabanas intuyó que su padre, había recogido el camisón y deslizado el calzón que cubría el sólido culo materno y que mientras una de sus manos recorría las rotundas piernas, la otra se entretenía magreando las inmensas tetas. Su madre se dejaba hacer: Entornaba los ojos con una naciente expresión de lujuria en su rostro, mientras acomodaba sus caderas entre las de su marido y mordía sus labios con desesperación.



Entonces el cuerpo de su padre se apretó más al de su madre, empezando un meneo que iba creciendo. La está ensartando, pensó Rita, sin poder evitar una oleada de morbosidad. El meneo continuaba y los gestos de calentura, en el rostro de su madre aumentaban. Los ojos, totalmente abiertos, miraban con desesperación al vacío, los entreabiertos labios formaban un pequeño y fruncido círculo, por donde deberían empezar a escapar incontables gemidos de placer, que sin embargo, para sorpresa de Rita, no se producían, mientras que ella con sólo observar la escena, empezaba a ser asaltada por una creciente y angustiante arrechura.



Imaginó que de ser ella, la que estuviera en lugar de su madre, gozando, como evidentemente lo hacía por las embestidas varoniles que cubrían sus caderas, de seguro gritaría y gemiría con toda su brama, como lo había hecho ante las caricias expertas del chofer. Excitada y sin dejar de observar a sus padres, introdujo una mano bajo su calzón, empezando a sobar con desesperación los labios de su calenturienta y ya mojada rajita. Un gozó creciente la invadía y desquiciaba, su rostro, al igual que el de su madre, delataba el ansia de sexo que sin clemencia la invadía.



Formaban un extraño reflejo una de otra. La hija, entregada a su propio placer, enardecida por lo que veía e imaginaba, se contenía mordiéndose los labios, a fin de permanecer inadvertida, mientras se tocaba afanosamente, buscando alcanzar los deleitantes espasmos que sabía no tardarían en llevarla a la gloria. Por el contrario, el rostro ansioso de la madre, sin dejar de traslucir el gozó que sentía, mostraba también contención por no abandonarse a él, a no dejarse llevar por el indudable ardor que la embargaba, por refrenar gemidos o exclamaciones, que delatarán los dulces ardores que la poseían.



Rita, aturdida por el placer que con su mano se auto infringía, sentía la picazón del deseo florecer en todo su cuerpo, el endurecimiento de los gruesos botones de sus pechos aumentando su sensibilidad, le trasmitían oleadas de gozo nacidas del simple hecho de rozarse con la tela de su pijama, mientras los vellos de todo su cuerpo erizados delataban el ansia de caricias que su piel reclamaba. Totalmente abandonada a su propia satisfacción, prestaba atención a sus padres, ya no para cumplir con Pancho, sino para satisfacer su propia arrechura.



La desconcertaba y enojaba que su madre no abandonara la compostura que la caracterizaba, y que su padre no la tomara más duramente, deseaba que arrojando las sabanas, sus cuerpos desnudos se revolcaran apretados sobre la amplia cama.



Anhelaba ver como su madre era penetrada por la herramienta paterna, quería escucharla gritar desesperada, denunciando y reclamando placer, mientras su padre sin dejar de mantenerla firmemente ensartada, mordiera y apretujara las ubres el culo o las piernas maternas.



Sin embargo nada de ello ocurría, su madre desconcertantemente se contenía y únicamente las fugaces pero constantes expresiones de impudicia que surcaban su rostro, oculto a la mirada de su marido, delataban el vendaval de placer y deseos que la embargaban y el evidente reclamo de su cuerpo por acrecentarlos.



La madre gozaba en silencio, con angustia, avergonzada de las sensaciones que la poseían, en tensión por la lucha entre la lujuria que la agobiaba y la voluntad de no evidenciarla. Por el contrario la creciente lascivia de Rita, encontraba desfogo en la introducción descontrolada de sus dedos, en su húmeda hendidura, así como en el magreo desesperado de sus erguidos pezones.



Contrariando la arrechura que mostraban sus gestos, el cuerpo de su madre se mantenía casi inmóvil, sacudido únicamente por las embestidas cada vez más rápidas de su marido, limitándose a tratar de que las acometidas recibidas no separaran sus caderas de las de su esposo. Pero aún este único gesto, de su rotunda anatomía, era realizado con cuidado, sin convertirse en algo más que un esfuerzo por facilitar las iniciativas de su acompañante, sin asumir un ritmo propio y sin buscar acomodarse a la obtención de un mayor placer que proviniera de su propio ánimo.



En un determinado momento, las sabanas se corrieron dejando al descubierto los senos maternos, al mismo tiempo que su madre parecía rendirse a las sensaciones que la enervaban: oscilando levemente la cabeza, con los ojos entrecerrados y apretando sus labios con fuerza, oprimió la mano que tocaba sus pechos, con el evidente afán de que su marido aumentara sus caricias, lo que sin embargo pareció ser entendido de otra manera, ya que abandonando su presa, la mano se dirigió más bien a sujetar el borde de la amplia cadera.



Evidentemente contrariada por lo ocurrido, sus ojos evidenciaron gran consternación y una difícilmente contenida desesperación. Muy imperceptiblemente para no delatarse, inició la tarea de acariciarse a sí misma, al principio y muy tímidamente fue recorriendo la superficie de sus anhelantes ubres, para finalmente, con el rostro totalmente crispado por el esfuerzo de no delatarse, concentrarse en la evidente turgencia de sus tiesos pezones.



Con los ojos agrandados por el evidente incremento de su placer, con los labios entreabiertos a punto de gritar su calentura y aumentando la fricción sobre sus duros botones, la mueca de su madre delató el increíble celo que empezaba a desbordarla. Rita a punto de alcanzar la propia cima de su clímax, intuyó que su progenitora no aguantaría más y daría rienda suelta a sus instintos, y con ese pensamiento empezó a estremecerse sin control, rebalsada por las oleadas de un largo orgasmo, cerró los ojos y gozó de su culminación, esperando en vano la brama de su madre, escuchó más bien una serie de gruñidos ahogados del padre, que como ella intuyó, acompañaban la expulsión del liquido masculino.



Abriendo los ojos captó que su madre, ante la inmovilidad paterna, suspendía las caricias que se prodigaba a si misma, al mismo tiempo que un evidente gesto de deseo insatisfecho emergía en su rostro.



Comprendiendo la situación que pasaba su madre, recordando experiencias anteriores de inconformidad y desesperación ante la falta de culminación de sus propios apetitos carnales, Rita esperó a que su padre, al igual que había hecho el chofer con ella, reanudará su accionar, satisfaciendo la evidente lubricidad que aún embargaba al cuerpo materno, pero no fue así, antes más bien su padre se dio media vuelta, dándole la espalda al macizo cuerpo que lo había acogido y al poco tiempo roncaba con satisfacción.



Su madre con expresión de inconformidad, y desilusión, se mantuvo despierta un poco más de tiempo, abandonada quien sabe a que pensamientos, para finalmente también dormirse. Desde ese momento no sucedió nada más en la habitación. Rita evidentemente extrañada por el comportamiento de su padres, y sintiendo lastima por la situación de su madre, se retiró de su punto de observación, pensando cuan diferente había sido su propia experiencia esa noche, anhelando el próximo encuentro con el chofer, se sorprendió pensando que le gustaría ver que desatará la calentura de su madre.



Al regreso del colegio y mientras Pancho conducía hacia un lugar a salvo de curiosos, Rita iba describiendo vividamente los detalles de lo que había observado en el dormitorio paterno, sin comentar lo que ella misma había hecho y sentido. Se complacía en el evidente interés y regocijo, que reflejaba el rostro de su amante, especialmente cuando describió la rotundidad del cuerpo materno y su comportamiento al tocarse ella misma los pechos.



Ingresando a un edificio que servía de estacionamiento, Pancho buscó el piso más vacío y el lugar más cubierto y se pasó hacia la parte trasera, donde Rita enardecida por su propio relato apretujaba sus muslos uno contra otro. No bien estuvo a su lado, sin decir palabra alguna el chofer la sentó frente a sí, entre sus piernas, cuidando que la falda quedara levantada, le hizo sentir la dureza que había provocado, el relato de lo ocurrido en el dormitorio de sus padres.



Sintiéndose trasladada al paraíso, Rita se acurrucó sobre el varonil pecho, a la vez que percibía el calor que emanaba del prominente aparato sobre el cual habían depositado sus fastuosas nalgas, sintiendo, orgullosa, que la dureza y las palpitaciones de la verga aumentaban, como rindiéndoles tributo.



Amo de la situación, Pancho se limitaba a acariciar sus cabellos y su cuello mientras le pedía repetir detalles de su relato, sobre todo lo referido a las expresiones de lujuria insatisfecha de su madre y de su esfuerzo por no demostrar y entregarse a su propia excitación.



ENTONCES TU MAMITA GOZABA. SI PAPI ESTABA CALIENTE. ¿COMÓ TÚ MI NIÑA? SI PERO ERA COMO SI NO QUISIERA DEMOSTRALO.



PERO TU MAMITA SE QUEDÓ CON GANITAS. SI ELLA QUERÍA SEGUIR, PERO MI PADRE NO LE HIZO CASO.



Respondía al interrogatorio contenta, sintiendo que con cada respuesta aumentaba su propio ardor y que el chofer se enardecía y multiplicaba las atenciones a su cuerpo. Entre la bruma del placer que la envolvía, empezó a comprender que ella podía pasar a manejar la situación y conseguir al fin, que el duro rollo masculino que sentía entre sus piernas invadiera al fin su intimidad. Sin dejar de menear el culo, mirando los ojos del chofer, desabotonó su blusa y bajando el sostén, liberó sus dos soberbios globos de carne, a la vez que describía, con el mayor detalle posible, la mayor magnificencia de los pechos de su progenitora: su pesado bamboleo en la ducha, el color y el tamaño de los pezones, y sobre todo la manera como su madre se los había auto restregado mientras su rostro se congestionaba por el placer de ser penetrada.



Asombrado e incitado por las imágenes que se le describían, el chofer se lanzó sobre las juveniles y grandes tetas, con dedicación y maña, las lamía, chupaba y acariciaba de un lado al otro. Sobaba con la palma de sus manos los empitonados pezones que parecían reventar, para luego chuparlos tirando de ellos. Su mente calenturienta pasaba de recrearse de la suavidad y el bamboleo de las dulces esferas que apretujaba, a imaginar anhelante lo que sería perderse entre los más grandes pechos de la madre.



Rita, cerraba los ojos y se dejaba hacer, con deleite empezaba a soltar gemidos de placer reclamando más atención. AGGHH, OHHH, SIGUE PAPI, AGGHHH, QUE BUENO, RICOOOO, MASSS, MAS, AUHHH. Enardecida por la atención que sus palabras provocaban sobre sus ubres, Rita continuaba relatando las escenas vistas, agregando incluso detalles de su propia imaginación. La frenética boca del chofer respondía, recorriendo sin descanso la totalidad de los mullidos senos, que se mostraban brillantes y enrojecidos, mientras sus manos se multiplicaban, amasando, estrujando, explorando los duros glúteos que se apretaban contra su ingle.



Te gustara, te gustaraaaa muchooo Papiii! Que me gustará reinita. EL CULO, EL CULO DE MI MADREEE! Estimulado por lo que escuchaba, Pancho aumentó la intensidad de sus magreos sobre el trasero, mientras ansiosamente lo levantaba a fin de liberarlo de la molesta bombacha, que una vez retirada dejó a su merced toda la intimidad de la muchacha.



Ansiosa por volver a sentir la dureza del mástil del que se había alejado, Rita se dejó caer, pero el chofer aprisionaba sus cachas desnudas, abrazándolas, mientras su boca continuaba agasajando sus pechos. Desesperada bajo la mano, buscando cuando menos palpar la dureza masculina, sobó con desesperación ansiosa la solidez palpitante del miembro, para proceder a liberarlo de su encierro. Bajando el cierre del pantalón, metió la mano debajo de la ropa interior, embriagándose al sentir desnuda, la caliente y mojada reciedumbre. ASUUUUUUU, exhaló mientras liberaba al gigante de su encierro, provocando un gruñido orgulloso del chofer.



Una de sus manitas dedicó toda su atención al tronco, recorriéndolo y palpándolo, una y otra vez, sintiendo toda su potente y gruesa longitud, deteniéndose especialmente en la suave y a la vez poderosa cabeza que respondía a sus mimos, cubriéndose continuamente de un pegajoso liquido, a la vez que se ponía más caliente. Su otra mano sostenía uno de sus senos, para facilitar que su pezón fuera succionado por los ávidos labios del chofer. Mientras luchaba inútilmente para vencer la resistencia de los brazos que la aprisionaban y bajar su cuerpo hacia el anhelado y palpitante instrumento que tenía debajo.



Segura de lo que debía hacer para lograr su cometido, empezó a susurrar al oído de su amante nuevas imágenes de provocación: “Mi madre es muy carnuda, sus nalgas son grandes y blancas, cuando se agachó en el baño se veían inmensas” Pancho agradablemente sorprendido por lo que escuchaba y cada vez más entregado a su propio placer, apretaba entre sus brazos el mullido culo colegial, prendido de las juveniles ubres, cerraba los ojos y se imaginaba acariciando a la madre, a la vez que recordaba la infinidad de veces que a pesar de la amplias y largas faldas con que eran cubiertas, había alcanzado a vislumbrar las desnudas pantorrillas e intuido las pesadas y rotundas nalgas que debían sostener.



Recordaba sobre todo la vez, en que ayudando a cargar unas bolsas, iba detrás de la señora, mientras subían las escaleras, gozó con el tremendo espectáculo brindado por la tenue y amplia oscilación de la tela del vestido, que permitía adivinar unas grupas poderosas, con cada escalón la tela se agitaba y pegaba levemente, marcando muy brevemente el perfil de los jamones debajo de ella, absorto en su observación recibió un regalo inesperado, la luz de una ventana trasparentó momentánea y muy ligeramente, la falda, pero fue suficiente para que pudiera apreciar el contorno de una voluminosas nalgas y la plenitud de los muslos portentosas, imagen que durante largo tiempo le sirvió para aliviarse con agrado.



Movido por el deseo y las imágenes que revivía, sin soltar su presa, una de sus manos empezó a acariciar, acompasadamente toda la intimidad femenina, desde el cerrado ojete hasta el botoncito del clítoris, provocando el desquiciamiento del juvenil cuerpo. Cachonda perdida Rita continuó con su provocación:



Agarra el culo a mi madreeee, muérdelo, apriétalo, ella quiere eso, le gustará muchoooo, AAHHHH PAPIIII (exclamo Rita cuando la mano acarició su clitorís)



Sí mi bebita lo agarraré como el tuyo, le haré de todo, ¿Pero como sabes que le gustará?



Mi padre la agarraba de costado, le apretaba las caderas y le sobaba las nalgas, mientras ella las sacaba para atrás, cerrando los ojos y mordiéndose los labios, la pobrecita se pegaba y acurrucaba como una niñita, quería más y mássssss”



“Princesa estás segura” “Si le gustó, le gustó ser tomada así desde atrás” “¿Papi la tomaras tú desde detrás, le agarraras su culote mientras la penetras y la haces gritar?”
La escabrosa escena descrita por la niña, las ansias de rendir a la madre y las caricias constantes que recibía su pinga, terminaron por hacerle perder la cabeza a Pancho, cuyo celo desbocado solo pensaba en saciarse.



Adivinando el estado al que había llevado al chofer, sin dejar de susurrar encendidas palabras sobre el cuerpo y el comportamiento materno, sintió al fin que su cuerpo resbalaba entre el brazo de su amante y se dispuso a sentir al fin la gloria. Poco a poco fue sintiendo la hombría acomodarse entre sus piernas, sus muslos recibían y apretaban aquel increíble palo de grosor palpitante, que empujado hacia abajo por la grupa desnuda que lo oprimía, se extendió horizontalmente hasta quedar aprisionado entre el canal de los anhelantes glúteos.



Sintiendo la dura barreta entre sus piernas, Rita empezó un meneo constante, acariciando con sus muslos, sus labios vaginales y su propio orto, toda su longitud del tallo portentoso, mojándolo con él sudor y los jugos que exhalaba su ardiente panocha. Orgullosa, sintió que el chofer la apretaba sobre sí y empezaba a acompañar sus meneos. De manera instintiva, se empezó a levantar, poco a poco, buscando un mejor acomodo y para su deleite el chofer la ayudó, levantando con sus manos su trasero, quedó de esa forma acuclillada, y moviéndose de atrás hacia delante, consiguió que el glande del viril falo, recorriera su ojete y entreabriera sus cerrados labios vaginales, estremeciéndose cada vez que rozaba su congestionada pepita de amor. Movía con dedicación su culo y su chuchita, agasajando con deleite al miembro que reclamaba para sí.



El chofer, que no tenía pensado cacharla todavía, para seguir utilizando su calentura a favor de la caída materna, empezó a tratar de evitar la penetración, pero ella hábilmente y dejando de lado los susurros exclamó con ansia: MI MAMÁ QUIERE UN HOMBRE QUE LA HAGA GRITARRR. ELLA QUIERE QUE SE LA CACHEN BIEN, ELLA SE QUEDA CON GANASSSS.



Olvidándose de sus intenciones y dejándose arrastrar por lo escuchado, Pancho respondió ¿ESTÁS SEGURA BEBITA, SEGURO QUE QUIERE GOZAR? SIIIIIII PAPITO, Respondió Rita, al tiempo que bajando sus piernas buscaba acomodar la punta del falo entre sus labios vaginales. ELLA NO QUIERE MOSTRARLO, SE CONTIENE, PERO AL FINAL SE APRETABA SUS PEZONES MORDIENDOSE LOS LABIOS. Extasiado y estimulado por las caricias que recibía su aparato, el chofer se dejó llevar ¿SE APRETABA SUS PECHOS, ELLA MISMA? SIII, ASÍ COMO YOOOO PAPITOOOOO.



Diciendo esto último, Rita empezó a ilustrar su relato jaloneando sus salientes y duros pezones mientras apretaba sus labios con verdadera lascivia. Esto provocó que se detuvieran los intentos de evitar la penetración y al fin pudo colocar su anhelante raja sobre la punta del glande, dedicándose a rozarla con hambre, su chuchita, totalmente remojada quería comerse totalmente aquella pieza, y poco a poco, los virginales labios vaginales empezaron a envolver con suavidad y calentura, la cabeza del aparato. Cerrando los ojos se apretó a su amante, volviendo a susurrar. ¿Te la comerás papito? ¿Le abrirás la cuquita con tu pinga? ¿La apretaras calata como yo? ¿Le harás sentir tu pingasaaaaaaa?



Las palabras y el dulce recibimiento de su glande por la húmeda cavidad del cuerpo que tenía entre sus brazos, enardecieron totalmente al chofer, que sin pensar en nada más que calmar sus ardores y con la imagen de la matrona que pronto asaltaría, empujo hacia arriba sus caderas a la vez que llevaba fuertemente hacía abajo las voluptuosas caderas que aprisionaba.



AGHHHHHHHHHHH, OOOHHH, ARGGHFFHHH, PAPITOOOOO, MIAAAAAAA. Gritó Rita abrazándose a su amante, al recibir la embestida del espolón. La esperada penetración, la enloqueció se sentía plena, invadida, desgarrada, por el grueso falo que se abría paso entre sus carnes.



Dejándose caer, quiso aumentar la introducción, pero a pesar de la fuerte lubricación, sentía que el miembro viril se atoraba y que entre el placer aparecía el dolor. Asustada intento levantarse, pero su amante la mantenía aprisionada de las caderas, DUELE PAPI; ASÏ NO, POR FAVOOR. ABRETE MAMITA, TE VOY A ROMPERRRR, ESO QUERÍAS AGUANTA YA FALTA POCO, ASI LA VOY A ATORAR A TU MAMÁ, CON ESTA TRANCA LA VOY A HACER GRITAR.



En medio del dolor y de las lagrimas que empezaban a invadirla, la imagen de su madre entre las piernas del chofer, con los glúteos al aire, mientras era ensartada por la pinga que ahora estaba en ella, la excito y abriéndose de piernas intentó sentir menos dolor, pero eso aceleró la invasión y al fin la tranca logró abatir el duro himen que frenaba su avance, introduciéndose de golpe y completamente. Hasta los huevos, pensó Rita, mientras exhalaba un profundo gemido AAHHHHHHHHHHHHH Totalmente ensartada por los 32 cm del grueso tallo, empezó a sentir el chofer acariciaba su congestionada pepita y el dolor daba paso nuevamente al placer. Sentía su vagina ya plenamente llena, el garrote que la había hecho sufrir, ahora la hacía sentirse satisfecha. Se había comido todo el motivo de sus ardores e instintivamente recordando el meneo de sus padres empezó a hacer lo mismo, ayudada por el chofer.



MIOOO, ES MIOOOOO, GRANDEEEEE, GRANDEEEEEE, DAMEEEE MASSSSSS, HAZME LLEGARRRRRR, SOY TUYAAAAAAAA, TUYAAAAAA.

La sensación era sorprendentemente diferente a todo lo que hasta entonces había sentido, toda la satisfacción que había conseguido al ser acariciada por los dedos del chofer o por los suyos propios, no era nada, comparada con la Que obtenía al sentirse poseída por el grueso miembro de un macho. ASI DAMELO, PAPI, DAME MI PALO, NO SEAS MALO HAZME LLEGARRR. NO QUIERO QUEDARME COMO MI MAMÁ. ROMPEMEEEEEEE, DAME TODOOOOOOO.



Totalmente entregada a su placer, seguía incitando a su amante, que tornaba más duras sus estocadas y que desesperado ya no sólo chupaba los portentosos senos sino que empezó a mordisquearlos. Mientras sentía que su pinga, arropada por la estrecha abertura empezaba a alcanzar la cima de su congestión.



Rita intuyó lo que iba a pasar y apresuro más sus movimientos, instintivamente contrajo sus músculos vaginales para sostener y dar más placer al cetro que la acometía. Sintiendo que a pesar de su dedicación, su amante amainaba su meneo, como si quisiera abandonar el acto, exclamó desesperadamente su apetencia de macho: NO SEAS COMO MI PADRE, HAZME LLEGARRRRR!!!! NO SEAS MALOOOOOOO, HARE LO QUE QUIERASSSSS, PERO HAZME FELIZZZZ. Eso acabo por derrumbar el poco razonamiento del chofer que reanudo el ritmo y aumento la furia de su penetración. Entregados sin reserva a sus mutuas ansias de obtener la satisfacción, apresuraban su copula, besándose, apretándose, mordiéndose, acariciándose con deleite, olvidándose de ningún cuidado y del sitio donde se encontraban, hambrientos del cuerpo del otro, encerrados cada quien en sus propias sensaciones, tratando de acrecentarlas sin descanso.



Ella concentrada en entregarse a los increíbles efectos que el vaivén del falo producía, mientras rememoraba las escenas del silencioso sexo de sus padres. El sintiendo la húmeda estrechez que congestionaba y daba placer a su miembro, imaginando que poseía a la suculenta madre. A punto de alcanzar el clímax, tornaron sus gemidos en exclamaciones:



MALO TU PAPÁ, DEJA CALIENTE A TU MADRE. SIIIIII ES MALOOO, MUY MALOOOO



NO SEAS COMO ÉL, ROMPEME MÁS, POR FAVOR, LO QUIERO, DAMEEEE, YA NO ME AGUANTO MASSSS, PAPIIII, DAME MÁS FUERTEEE



LO QUIERES MAMITA. SIIIIII LO QUIEROOO, DUROOO Y CALIENTE, NO SEAS MALOO, ¿MALO CÓMO TU PADRE?, SIIIII NO LE DA A MI MADRE LO QUE QUIERE.



¿QUIERO HACER GRITAR A TU MADRE, HACERLA FELIZ? SI HAZLA GRITAR COMO YO, ELLA QUIERE GRITAR, PERO NO LA DEJAN, ROMPELA TAMBIEN, HAZLA GRITAR, DALE PAPIIII, DALE, HAZLOOOOO.



SI MI PEQUEÑA LA TOCARÉ, LE CHUPARÉ LAS TETAS Y LE METERÉ PINGA, HASTA QUE SE VUELVA LOCA Y ME PIDA QUE SE LA META POR ESE INMENSO CULO QUE SE MANEJA Y QUE TU PADRE NO SABE ATENDER.



Con esa última imagen, el culazo de la madre ensartada por su mástil, pidiendo placer a gritos, el chofer empezó a temblar a la vez que jadeando soltaba su leche. La tibieza de los chorros que recibía su vagina y que tornaba más agradable el roce con sus entrañas, y la imagen de su madre atorada por esa misma pinga, fue demasiado para Rita que jadeando y gimiendo sin control, alcanzó un largo y delicioso orgasmo que la llevo a pensar que se moría, mientras gritaba RICOOOOOOOOOOOOOOOO.
 
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