Salvando a mi Madre 002

heranlu

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Desde su privilegiada posición, Néstor ya no sólo utilizaba su dedo para acariciar la suave y tibia piel, sino que ahora recorría el largo de las piernas con la mano entera, llegando hasta donde los bordes del calzón ceñían los muslos, que ardientes se apretaban uno al otro. La mancha creciente de humedad que se formaba por los jugos que brotaban de la chucha, le permitía observar claradamente los abultados labios que guardaban su entrada.



El silencio, la mansedumbre y calentura de mi madre le animaban a proseguir, pero el riesgo de que fueran descubiertos y su plan original, le llevaron a detener poco a poco las ardientes caricias.



Tratando de aprovechar hasta el último momento, se incorporó lentamente, pegándose más a ella, sintiendo la calentura del macizo cuerpo en el movimiento desesperado del prominente trasero, que pegado a sus caderas, buscaba apretar su ya duro miembro. Sus manos acariciaron suavemente la poca desnudez ,que la blusa dejaba al descubierto en hombros y brazos, para terminar finalmente posadas sobre el inicio de las caderas, que empezó a empujar suavemente, alejándolas y alejándose, al mismo tiempo que susurraba muy cerca al oído: Tía espero que tu raspón ya esté mejor.



Sin entender la causa de la separación de los cuerpos, con la calentura encima y sin entender que pasaba, mi madre se dio la vuelta, encontrando que Néstor, sonriendo con aparente inocencia, le decía:



Tía me has hecho sentir muy bien, haciéndome recordar los juegos que he tenido con mi hermana Olinda.

¿Pero tú jugabas así con tu hermana?

Siempre que estábamos solos en casa, ella me apretujaba y hacía cosquillas, para luego salir corriendo. Iba tras de ella y cuando la alcanzaba la cargaba igual que hice contigo, ella también cerraba los ojos y me pedía que la apretara fuerte, lo que hacía hasta que me cansaba y rodábamos por el suelo. Ella me enseñó a curar los raspones con el dedo y al final de nuestros juegos, me guiaba para que lo hiciera.

¿Pero ella es casi diez años mayor que tú, eso habrá sido cuando eras muy niño?

Sí cuando yo tenía once años, pero desde entonces lo hicimos siempre. La última vez fue antes de irme al ejército, jugamos más que otras veces y ella se hizo muchos raspones.



Mientras la sorpresa hacía disminuir su enojo, mi primo la volvía a abrazar, a la vez que le decía: Pero me ha gustado más jugar contigo.

¿Por qué?

¿Contigo me dan ganas de hacer otras cosas?

¿Cómo qué?

No lo sé. Apretarte más, cargarte de otra manera, sentirte más cerca. Al principio me imaginé que estaba jugando con ella, pero luego me di cuenta que eran diferentes y eso me gustó.

Sí somos bastantes diferentes, yo soy más baja, tengo más edad, el cabello largo, soy más prieta y sobre todo tengo más edad.

Por eso me ha gustado, te puedo alzar con mayor facilidad, enredarme en tu cabello que se confunde con el color canela de tu piel, que brilla cuando sudas, y en cuanto a la edad, siento que cuando juegas te vuelves como una niñita asustada.



Mecánicamente y sin saber que decía, mi madre sólo atinó a decir: Este sobrino mío. Riendo él empezó a hacerle cosquillas en los costados diciendo: Esta tía mía.



Alejándose y fingiendo un mohín de molestia, mi madre exclamó: Ya está bien, basta. Seguro de sí mismo él continúo riendo, obteniendo que finalmente ella también sonriera, al tiempo que decía que debía continuar con el lavado de la ropa, poniéndose en cuclillas para empezar a separar la ropa.



La sensación de que alguien había entrado a la casa, llevó a que mi primo se hiciera a un lado, sin dejar de mirarla. Las rodillas al descubierto mostraban una tersa y tensa piel, un poco más oscura que la que le habían mostrado los muslos, la falda, tensa por la posición asumida, resaltaba de manera precisa los bordes del calzón que aprisionaba las poderosas ancas. La blusa permitía vislumbrar el nacimiento de los suculentos senos, en cuya unión mostraban un leve oscurecimiento de la piel, en contraste con el color más claro que tenían cerca de los bordes del sostén.



Tía no te sientes nerviosa al tener que pasar las noches sola, por el viaje de mi tío

Bueno la verdad es que sí, sobre todo ahora que tú primo me ha pedido permiso para ir a una fiesta y regresar mañana.

¿Entonces puedo acompañarte si quieres?



El tono sugerente de la pregunta, las sensaciones que la habían poseído, pero sobre todo el pensamiento de lo que hubiera podido ocurrir, sí Néstor hubiera continuado con el juego, volvieron a inflamar la arrechura que aún sentía. Con una mezcla de miedo y ansiedad, se escuchó responder a si misma: Claro.



Con estos recuerdos, mi madre volvió al momento presente, al sofá, donde las piernas estiradas de mi primo, aparentemente dormido, la apretujaban contra un rincón, al mismo tiempo que le habían ido recogiendo su falda.



Sintiendo una creciente calentura por la situación y sin saber que hacer, trató de concentrarse en su tejido.



Ante su inmovilidad Néstor continuó sus avances, otro estudiado movimiento de sus pies, recogió más la falda, sintiendo dejaba al descubierto gran parte de las robustas piernas que tanto deseaba. Mi madre, atinando únicamente a extender el tejido sobre las piernas de ambos se concentro en sentir el contacto de aquellos calidos pies que descansaban sobre las tradicionales medias de color gris que cubrían sus regordetas piernas. Deseando no habérselas puesto y sin detenerse a pensarlo, esclava de las sensaciones que la embargaban, deseando que al fin llegarán a tocar su desnuda piel y con el fin de facilitar el avance, acomodó sus las piernas recogiéndolas sobre el sillón.



Para su sorpresa el movimiento coincidió con otra maniobra de mi primo, y yendo más allá del borde de sus medias, los pies quedaron colocados sobre su cada vez más caliente vulva. Desconcertada y sin creer lo que le estaba ocurriendo, incapaz de levantarse o hacer algo, enrojeció a la vez que una creciente vergüenza y temor, empezó a acompañar su arrechura.



Una parte de ella le gritaba que era una mala mujer, que se aprovechaba de su sobrino y traicionaba a su marido, en tanto que otra bramaba por ser liberada y correr al encuentro de las sensaciones nuevas y crecientes que iba descubriendo.



No recordaba haberse sentido así, desde que siendo una tierna adolescente pudo observar desde una puerta entrebierta, como una de sus primas gemía con satisfacción al ser enculada salvajemente por el chofer de la casa paterna. Quedó hipnotizada por la visión que se le ofrecía: Su prima de espaldas, con la falda levantada, el torso desnudo, con las piernas levantadas y los ojos cerrados, apretaba febrilmente la cabecera de la cama, mientras aquel hombre mayor, con la lujuria pintada en su rostro se recreaba mordiendo los pequeños pezones a la vez que enterraba sus caderas entre las de ella.



Sosteniendo levemente inclinado el blanco culo con una de sus grandes manos, con la otra tapaba la boca de su prima, tratando inútilmente de sofocar el creciente aumento de los quejidos que emitía, al fin dándose por vencido empezó a su vez a vociferar, eres mi perrita, eres mi pequeña y tierna perrita.



El evidente contraste entre los cuerpos que se estrujaban, le provocaron una creciente calentura. El robusto y amplio cuerpo del chofer aplastaba y se sumergía en el delicado y casi etéreo cuerpo de la adolescente que era sólo unos meses mayor que ella, las peludas y grandes manos amasaban sin compasión la desnuda piel que casi no tenía vellos, una sola mano bastaba para casi contener y levantar ambos glúteos de la niña, las tiernas y blancas piernas se cerraban en torno a la oscura y amplia espalda del hombre, que respondía lanzándose furiosamente contra el cuerpo de ella.



La estaba ¡PARTIENDO!!! La estaba ¡ROMPIENDO!!! La estaba ¡CLAVANDO!!!



Las palabras acudieron libremente a su mente y fueron suficientes para inflamar en ella las sensaciones de deseo que había empezado sentir y conocer apenas una semanas atrás.



En sus escarceos y toqueteos juveniles, entre los matorrales de los parques, había podido sentir apoyado contra sus piernas o su culo la naciente hombría de sus enamorados, sopesando con creciente curiosidad y a través de la presión con que su cuerpo respondía a las desconcertantes caricias, la envergadura que aquellos duros miembros deberían tener.



Una noche de esas, un enamorado de mayor edad, al sentir que la niña respondía con un movimiento acompasado a las sobadas que ejercía su pinga sobre los carnosos muslos, se atrevió a ir más allá. Concentrada en imaginar la envergadura del instrumento varonil que la homenajeaba, ella se sorprendió al sentir sobre su piel la tibieza y dureza de la barreta que había sido librada de los pantalones que la guardaban.



El miembro varonil, trasmitía a su piel, calidas y desconocidas sensaciones, su flexible dureza decía que era un instrumento que podía presionar y penetrar, pero a la vez acariciar y acomodarse, el tibio y pegajoso liquido que empezaba a dejar sobre su piel, permitía adivinar una función de lubricación que facilitaba los roces y los tornaba suaves, la caliente temperatura que emanaba de todo el miembro pero sobre todo de su parte superior, la incitaba a que ella a su vez, se abriera para recibirlo.



Se sintió transportada a una situación que nunca había imaginado, sintiendo sensaciones muchas más agradables y fuertes que las que le proporcionaban: Los tímidos besos, los apenas disimulados roces que sus amigos le daban a sus tetas, sus piernas o su culo, mientras jugaba con ellas, o las atrevidas y torpes caricias que por todo su cuerpo le brindo su primo aquella vez en que se escondieron dentro del ropero.



Como en un sueño, se descubrió ofreciendo su culo en pompa al atrevido instrumento, que presionaba inútilmente sobre la tela del virginal del calzón. Su instinto la llevó a inclinarse aún más, a la vez que separaba las piernas, con lo cual y a través de la tela que resguardaba las nalgas, la cabeza de la pinga alcanzó a rozar brevemente los labios tapiados que guardaban su tesoro.



Sintiéndose desfallecer, empezó ya sin pudor a agitar sus nalgas, lo que sumado al obvio entusiasmo de su pareja, provocó que en un determinado momento el miembro se sumergiera y quedará aprisionado entre la parte superior de sus tibios muslos. Cerrando las piernas, aprisionándolo, presa de una desconocida fiebre que la impulsaba a adueñarse del palpitante tronco que la acariciaba, empezó entonces un rítmico balanceo, poco a poco fue sintiendo que el grosor y la longitud que aprisionaba, era cada vez mayor.



Sintió que sus nalgas chocaban con el vientre de su joven amante, que con cada meneo de su culo y con el impulso de las acuciantes embestidas que recibía, el soberbio aparato sobresalía por la parte delantera de sus muslos, fue presa de un estremecimiento al pensar que todo eso debería alguna vez atravesarla. La respiración agitada de su amante aumentó, sintiendo que algo ocurriría, dejó que la aprisionara aún más contra sus cuerpo y cuando sin detenerse la colocó de lado, ella obedeció sumisa, descubriendo que desde esa posición y a pesar de la oscuridad, podía mirar la cabeza mojada y congestionada del tronco que tanto deseaba, sobresaliendo entre sus piernas con cada vaivén.



Acurrucada contra el cuerpo que la sujetaba se sintió como presa en una cuchara, una cuchara deliciosa, que en cada movimiento le producía y sacaba sensaciones desconocidas, que iban en aumento, acompañando la también increíble humedad que brotaba de su palpitante y estrecha chucha, de donde nacía una creciente y agradable comezón que le llevaba a juntar las piernas.



De pronto la desesperación de su acompañante pareció desbocarse, abandonando la exploración de sus caderas, sus manos empezaron a sujetar y sobar los ya desarrollados senos, primero por encima de la ropa y luego por debajo de ella, su sencillo y pequeño sostén fue levantado fácilmente, dejando escapar un par de firmes y suaves globos.



Esto pareció enardecer aún más al amante, que evidentemente sorprendido y enloquecido por el volumen que tenían, obviamente demasiados grandes para la prisión que habían abandonado, se aferró a ellos con desesperación, presionándolos, sobándolos, palpándolos, levantándolos, juntándolos.



Sin descanso alguno los recorrió una y otra vez por entero, descubriendo y explorando azorado los erectos pezones que sobresalían, entre un mar de pequeñas y agradables circunvalaciones que deberían tapizar y formar unas grandes e increíbles aureolas.



El aumento de las increíbles caricias en sus senos, el continuo roce del tronco entre sus muslos, la impresión de sentirse dominada, pero sobre todo la sensación de penetración que sentía cuando el tronco se sumergía entre sus muslos y rozaba la parte inferior de su vulva, empezaron a arrancarle ahogados gemidos.



En un momento sintió que el cuerpo que la atenazaba empezaba a temblar y que el duro tronco sujeto entre sus piernas se agitaba como si tuviera vida propia, como si fuera a explotar, como respuesta apretó aún más las piernas, sintiendo que con ello ayudaba al palpitante miembro y de pronto con sorpresa percibió a través de su piel los estremecimientos con que aquella maravilla, anunciaba y acompañaba, la nítida expulsión de un liquido caliente y grumoso que empezaba resbalar entre sus piernas y las caras internas de sus muslos, poco a poco sintió que la sorprendente erupción iba declinando, hasta sentir que el miembro quedaba inmóvil y palpitante, a la vez que el abrazo que la había aprisionado la dejaba libre.



Ella se desconcertó, al sentir que le faltaba algo, que perdía algo, su calentura fue dando paso a una sensación de frustración que no podía explicar, quiso decir algo pero no supo que era. Presa de estas sensaciones se reincorporó y al ver la expresión placida y de satisfacción que mostraba su compañero, sintió enojo y pensó en reclamarle algo. ¿Pero qué?



Fue conciente del magreo que había sufrido, de la desnudez de sus pechos, que tanto se había empeñado en esconder, avergonzada por el tamaño que tenían, de los grumos de sustancia pegajosa que impregnaban las cavidades de sus muslos, de su falda levantada, pero sintió que nada de eso importaba, que se trataba de otra cosa que no le habían dado, que no había sabido obtener.



Se fijó entonces en la pinga que conservando todavía su dureza, se mantenía enhiesta en toda su longitud, brillando por el líquido expulsado y palpitando levemente. Sin saber que hacía se inclinó sobre ella y empezó a examinarla. Su agresiva dureza se sostenía en un grueso tronco, que su pequeña mano apenas alcanzaba a rodear y que estaba surcado por azuladas venas, que resaltaban congestionadas debajo de la blanca piel que aparecía recogida formando un borde, que delimitaba el tronco de la voluminosa cabeza que había visto sobresalir entre sus piernas. Totalmente húmeda, despedía un olor acre y acido, que sin embargo le pareció agradable, en la base del troncó colgaban un par de enormes bolsas, que ellas asoció a la palabra huevos.



De pronto y sin ningún aviso su ocasional acompañante se incorporó, guardando el instrumento dentro del pantalón, le tendió una mano. Sintiendo que su rabia aumentaba se levantó sola y hecho a correr sin importarle sus bamboleantes tetas, ya lejos y detrás de unos árboles, compuso su vestimenta y se dirigió a su casa.



En días posteriores lo buscó, ansiosa de repetir la experiencia, y sobre todo de obtener lo que había faltado, sin embargo no obtuvo respuestas a sus insinuaciones. Ella nunca supo que al verla correr semi desvestida, él había tenido miedo de que fuera a denunciarlo, motivo por el cual y a pesar de sus deseos, había decidido nunca más tocar a esa joven que a pesar de fabuloso cuerpo que mostraba, era casi todavía una niña.



Con estos pensamientos en mente y consiente de lo que le había faltado, envidiando lo que estaba obteniendo su prima, empezó a cruzar sus piernas a la vez que con vida propia sus manos empezaban a recorrer febrilmente y por encima de la ropa sus abultados y agitados pechos.



Repentinamente vio como el cuerpo de su prima se arqueaba tratando de fundirse con las caderas que la aprisionaban, en tanto sus piernas se incrustaban con mayor fuerza sobre las espaldas del hombre que la penetraba. Este de manera rápida y aprovechando su envergadura tomo con ambas manos las piernas que lo aprisionaban y las colocó rápidamente sobre sus hombros, inclinándose totalmente sobre el frágil cuerpo que se le rendía, a la vez que incrementaba la fuerza de sus embestidas.



La increíble visión de su prima, casi doblada en dos, sujetada por los poderosos brazos, totalmente abierta y la fiereza con que el hombre la penetraba, fue demasiado para ella y dejó escapar un leve gemido mientras una de sus manos empezó a apartar el borde de sus calzones, rumbo a su ya húmeda vulva.



Inesperadamente los gemidos de su prima empezaron a convertirse en gritos y el hombre, sin detenerse y sin soltarla se echó hacia atrás levantándola de la cama y sosteniendo el tierno culo en el aire, para a continuación levantarse también él. Manteniendo su meneo y la posición del núbil cuerpo, se encaminó con su precioso cargamento hasta una silla donde se dejó caer, mientras un lascivo rictus de poder iluminaba su rostro.



Manteniendo el movimiento de sus caderas y levantándolas los más que le permitía su posición, sostenía a sus prima rodeada con sus fuertes brazos, mientras sus manos se posaban sobre los níveos hombros, para empezar entonces a empujarlos hacia abajo cada vez que elevaba sus caderas, su prima respondió con una serie de roncos gritos, que parecieron enardecer más al hombre, que habiendo conseguido la posición deseada, se dedicaba plenamente a clavar profundamente su aguijón dentro la goteante vulva.



Totalmente fuera de control, su prima empezó a emitir una serie de increíbles bramidos, mientras que el evidentemente complacido el hombre, aumentaba sus movimientos penetrándola con fuerza, respondiendo a los inquietantes apremios de la joven hembra que se le entregaba.



¡PAPITO ROMPEME MÁS, LLENAME CON TODO, DAME TU LECHE, HAZME TODO, NO TE DETENGAS.

SI MI BEBITA ¡COMETELO TODO, QUE TE DUELA!!

¡SI ME DUELE, ARGHHHH, ERES UNA BESTIA, UNA BESTIA!! NO PARES POR FAVOR AGGGHHH PERFORAME MAS, QUIERO TODO. AHHHH, ARGGGHHH

ERES UNA REINA, TE DARE TODO, SIEMPRE TE CACHARÉ,

¡SIIII!! CACHAME SIEMPRE. ME GUSTAAAAA

TE CACHARÉ TODOS LOS DÍAS AL TRAERTE DEL COLEGIO, EN TU CUARTO, CUANDO TE LLEVE A LAS FIESTAS, SIEMPRE TE DARÉ TU PEDAZO

SI PAPI ¡ME HACES FELIZ COMO NADIE! TU TROLA ES GRUESA Y DURA COMO UNA BARRETA. AHHHH AHGGHHH.

¿Y EL HUEVON DE TU NOVIO NUNCA TE HA HECHO GRITAR?

NUNCA, SOLO LO DEJO TOCARME, NUNCA ME HA PENETRADO

¡TU ERES EL UNICO QUE ME HA COMIDO Y ME GUSTAAA!!

PERO TE GUSTA CUANDO EL TE TOCA

SI ME HACE PENSAR EN TIIII

ALGUN DÍA QUIERO VER COMO TE TOCA

SIII, LO QUE QUIERAS, PERO NO TE DETENGAS, NO TE DETENGAS. ¡ME MUERO, ME MUERO ARGHHHHHH.



En ese momento culminante, con el rostro congestionado, con los ojos abiertos y en blanco, el cuerpo de su prima se crispo totalmente para luego caer como desmayada.



El dialogo y las imágenes, llevaron a que mi madre, perdiese totalmente la cabeza. Se bajó el calzón y levantando su falda, sus dedos empezaron a hurgar y frotar febrilmente su goteante vagina, buscando apagar la dulce comezón que la corroía, para lograr sólo aumentarla. Sintiendo que no era dueña de su cuerpo, empezó a tener una leve idea de lo que estaba ocurriendo con su prima y su envidia aumentó.



Enfebrecida por el deseo, mi madre observó al hombre incrementar sus movimientos sobre el cuerpo exangüe de su prima, gruñendo como un salvaje sus manos apretaban la dulce carne adolescente, cuando súbitamente y con premura, el hombre levanto las nalgas de su prima, arrancándolas de su regazo.



Sorprendida y como en cámara lenta ella apreció que el duro mástil, que se había mantenido enterrado en la chorreante cueva de su prima, empezaba a abandonarla: ENORME, GRUESO Y FUERTE. Mucho más que el que ella había tenido en su mano, su asombro aumentó al percibir que era también mucho más largo.



Cuando la gruesa cabeza acabó al fin de salir, ella puso apreciar el instrumento en todo su abrumante esplendor: Poderosamente proyectado mostraba una leve curvatura que resaltaba su grosor, complemente mojado y brillante el tronco cubierto por gruesas venas, terminaba en una roja e inquietante cabeza que emergía de entre un anillo de rosada piel. En el nacimiento del tronco colgaban un par de grandes huevos, cubiertos por una piel oscura y levemente arrugada, que a ella se le antojaron delicados y a la vez robustos.



Totalmente concentrada en la contemplación del portentoso aparato, no se dio cuenta que al levantar la mirada el hombre se había percatado de su presencia. La expresión inicial de sorpresa y temor, que esbozó al verse descubierto, fue sustituida por una impúdica sonrisa, al notar los movimientos de la mano de mi madre sobre su desnuda vulva y la anhelante arrechura que reflejaba su rostro, pero sobre todo la mirada fija que ella mantenía clavada en su pinga, ya desenterrada de la estrecha raja que había poseído.



Reconociendo inmediatamente que se trataba de Rita, la menor de todas las primas que vivían en la casa, quedó a la vez sorprendido por las esplendidas formas que las holgadas vestimentas y el largo uniforme del colegio no le habían permitido apreciar. La chica estaba de maravilla, su blusa medio abierta dejaba asomar un par de grandes melones que apretujados por un pequeño sostén blanco, rebosaban de manera agresiva por todos sus bordes, la falda levantada dejaba ver unas buenas pantorrillas que sostenían unos apetitosos y carnosos muslitos, que anunciaban las esplendorosas nalgas que de seguro sostenían. La vulva casi lampiña dejaba entrever unos labios increíblemente abultados y gruesos, que las caricias que la niña se auto infligía, habían separado mostrando una brillantez rosada en la que resaltaba la roja y congestionada pepita del placer. La morbosa situación congestionó aún más su ya dura pinga y entonces empezó a meneársela con enorme desesperación, con la vista fija en la figura que asomaba a la puerta empezó estrujar la sudorosa piel de la adolescente que tenía tendida a su lado, deteniéndose sobre todo en las delgadas y duras nalgas que había abandonado. Al notar que la mano de la otra chica aumentaba la velocidad con que se frotaba el clítoris, no pudo contenerse más y grito: ¡Ven aquí!



Sorprendida mi madre no supo que hacer, el grito la había sacado de su trance, pero su ardiente arrechura le impidió detenerse, continuando con su ansioso pajeo. Su prima con los ojos cerrados y creyendo que la orden había sido para ellas, simplemente se pegó más al cuerpo de su amante y dándose la vuelta quedo boca abajo con el culo totalmente expuesto.



Nuevamente el hombre la apremió a acercarse y ella sintiéndose completamente enervada y ya sin voluntad se acercó obediente. Conforme se acercaba el olor de macho que emanaba del duro miembro que la mano del hombre agitaba se hacía más y más fuerte, reclamándola, embriagándola, reforzando el llamado.



Al fin sin saber como se encontró junto a él y reclinándose junto al sudoroso y desnudo cuerpo empezó a restregarse contra él. El hombre tomó sus manos y las llevó hacia su orgulloso miembro, ante el cual ella cayó de rodillas, anhelante y temerosa, sujetándolo con ambas manos sintió por vez primera, los fuertes latidos y la poderosa dureza que emanaban del fuerte tronco que apenas sostenía.



Una creciente desesperación empezó a embargarla y frenéticamente empezó a acariciar la barreta a todo su largo, primero tímidamente y luego con una desbocada lujuria. La roja cabeza llamaba poderosamente su atención y se adueñaba de su voluntad, incitándola a que se acercara cada vez más a ella, sin saber como, se sorprendió a si misma otorgándole tiernos besos, primero con los labios cerrados, pero luego y al sentir el calor que le trasmitía la esponjosa dureza de la portentosa y redondeada pico, empezó a envolverla con sus labios, chupando hambrienta y sin descanso, con frenesí reverencial la cresta desnuda que tanto había llamado su atención.



Cerró los ojos, concentrando sus sentidos en la exploración que realizaba su boca, sus instintos le llevaron a recorrer con su lengua la tibia aspereza que mostraba la cumbre del miembro que acariciaban sus manos. Lamiendo sus contornos llegó al anillo de piel que separaba la cúspide del tronco, encontrando que la piel replegada, cubría un áspero y grueso borde que le otorgaba a la cabeza la forma de una campana, sintió también que una fina y tensa tira de piel jalaba la base de la punta hacía el grueso tronco, concentrándose en ella, sin saber bien lo que hacía, la acarició vehemente con la punta de la lengua y tomándola delicadamente con los dientes empezó a tirar rítmica y muy suavemente de ella.



El sobresalto con que respondió todo el cuerpo del hombre y el aumento de sus gruñidos de satisfacción, le animaron a continuar con las caricias que su boca otorgaba. Sintió entonces que la mano del hombre, abandonaba la presión que había sostenido sobre su nuca al sentir que ella empezaba a lamerle el miembro, para pasar a explorar con descaro y brusquedad su cuerpo enteró. Primero arrancó prácticamente su blusa, al tiempo que introducía sus ásperos dedos entre los bordes del sostén para intentar jalarlos hacia arriba, por un instante la amplitud y generosidad de sus mamas, impidió que eso ocurriera, pero finalmente el broche cedió y las tetas saltaron al fin liberadas, sólo para ser nuevamente apresadas por las mano, que ansiosa las apretaba, para finalmente concentrarse en recorrer con las yemas de los dedos los bordes de la oscura aureola y la punta de sus gruesos pezones, que respondieron poniéndose dolorosamente duros. Apreciando la reacción que lograba el hombre paso la mano por la espalda, hacia el pliegue que formaba la unión del culo generoso que se perdía entre los pliegues de la falda recogida, sin embargo la posición no le permitió alcanzarlos debiendo contentarse con sobar el redondeado nacimiento de las caderas.



Al sentir que la áspera y gran mano que la acariciaba quedaba detenida en su camino hacia sus nalgas y deseando que ello ocurriera, sin dejar de succionar y lamer la estaca palpitante, mi madre se medio incorporó, permitiendo que la mano continuara el avance hacia sus grandes hemisferios. Ante esta evidente muestra de cooperación el hombre no pudo reprimir sus pensamientos y empezó a vociferar, de manera entrecortada:



ARRECHA, ERES UNA PERRITA ARERCHA Y SERAS MÍA SOLAMENTE

TE ENTERRARE TODO MI MIEMBRO, TE PARTIRE Y TE HARE GRITAR COMO NADIE LO HA HECHO, ARRRRGGHHHHH

SI PAPITO SOY TUYA, TUYA (respondió la vos de su prima tumbada boca abajo)



En ese momento mi madre, sin dejar de chuponear y acariciar la cada vez más dura y oscura pichula, abrió los ojos percatándose que desde la posición en que se encontraba su prima no podía verla y que se mantendría inmovilizada en ella, por la presión que la otra mano del hombre ejercía al apretar y sobar sus pequeñas y sonrosadas nalgas.



Se imaginó entonces la estremecedora imagen que formarían los tres cuerpos sudorosos, su prima boca abajo con las largas y delgadas piernas separadas, totalmente mojada y mostrando la roja tonalidad de una chucha que se encontraba totalmente abierta por el dulce castigo al que había sido sometida, moviendo torpemente sus caderas para acompañar las fuertes caricias que seguían recibían sus expuestos glúteos.



Ella inclinada sobre la hombría que momentos antes había hecho gritar y gozar como una loca a su prima, con sus carrillos inflándose cada vez que intentaba lamer y succionar un mayor pedazo de la dura cabeza de la verga, y sus manitos resbalando aferradas al grueso aguijón, frente al que su mente y su cuerpo se rendían. Casi desnuda, con los senos que colgando temblorosos, se mostraban coronados por unas oscuras areolas de las que emergían unos pezones agresivos, que se le antojaron irreconocibles por la dureza y longitud extraordinarias, que habían alcanzado.



Su gran y firme culo, totalmente desnudo, mostraba entre su plenitud el oscuro y apretado canal que separaba los dos simétricos hemisferios que formaban una grupa admirable, cuyas monumentales proporciones contrastaban con las mostradas por su prima. Sus brillantes y morenos muslos, por cuyo interior la delicada piel era cubierta por los abundantes jugos que germinaban al interior del canal prieto de su palpitante cuca.



Y entre ambos cuerpos juveniles, el oscuro y fuerte cuerpo del macho, que como si fuera su rey hacía con ellas lo que quería. Con ambas manos perdidas sobre los púberes cuerpos, recibiendo la adoración sin restricciones de una tierna boca en su terrible miembro, arrancando gemidos que rendían pleitesía a su fuerza y poder, alentándolo a exigir y tomar lo que quisiera, sin compasión o escrúpulo alguno.



La tierna carne de la adolescente que sería mi madre, se agitó convulsa con esos pensamientos, por un momento se paralizó al tomar conciencia de la perversa y prohibida situación en la que se había involucrado, pero el escozor que sentía entre sus piernas aumentó, al sentir que uno de los gruesos dedos del hombre empezaba a recorrer lentamente los bordes del orificio que ofrecía su expuesto culo. Fue una sensación inesperada, por un instante ella deseo y espero que el dedo se introdujera en su apretado orto, sin embargo la mano resbaló y aprisionando la jugosa entrada de su raja, fue separando con premura y brusquedad, los carnosos y sorprendidos labios que se abrieron sin dificultad descubriendo la humedad de sus secretos.



Las sensaciones encontradas que sentía eran increíbles, se juzgo sucia y a la vez deseada, una esclava entregada que despertaba la furia del cilindro de carne que penetraría sus entrañas y la haría gritar avariciosa por tenerlo completamente dentro, una niña pecadora que azotada en sus mejillas por una gorda polla, terminaba entregando al castigo los cachetes de su culo, una adolescente temerosa que quería huir, pero sólo para ser perseguida por el terrible hombre desnudo, que alcanzándola la alzaba de la cintura y doblaba sus piernas para finalmente clavarla sobre su duro garrote, una perrita temerosa que sin poder escapar del gran animal que la perseguía, era ensartada por una larga y dura pija a la que quedaba enganchada y totalmente sometida.



Todos esos pensamientos no hicieron más que aumentar su arrechura y cuando los hábiles dedos aprisionaron finalmente el tierno y congestionado botón de carne situado a la entrada de su chucha, sintió que una corriente eléctrica ascendía por su columna, obligándola a estirarse y se consideró morir. Queriendo gritar y bramar la arrechura de su primer orgasmo, luchó para no abrir la boca y desprenderse del ardiente pedazo de carne que lamía y succionaba, con la angustia y desesperación de una nena prendida a su primer chupón.



Cuando el hombre atento a lo que le ocurría, se agacho y empezó a susurrarle al oído: Eres mi perrita, bebita chupas como una princesa!! . Ella simplemente asintió con la cabeza, sin dejar su adorado cilindro. Pero el hombre perdido en su propia arrechura retiro su tronco de la ardiente boca y mirándola posesivamente a los ojos, le recriminó silenciosamente a la vez que acercaba su oído a los labios de los que pendían sus propios jugos. Rindiéndose a la separación y deseando regresar a chupar su ardiente caramelo, ella apretó con fuerza el miembro ansiado, y emitió la respuesta con un ronco murmullo: Siii, soy tu perrita, soy todo lo que quierass!!!



Durante lo que para ella fue un tiempo interminable, siguieron alternado apagados murmullos, que para su sorpresa aumentaban su brama y arrechura. Haciendo que aumentara la velocidad con que frotaba el enorme pedazo de carne que se elevaba entre las piernas del hombre, mientras que este, con maña experimentada, empleaba sus dedos para sobar y apretar delicadamente su clítoris, totalmente lubricado, por los jugos que desprendían las paredes de la virginal entraña.



Bebita que rica que eres, eres una nena piernona /Te gustan mis piernas/ Si mi princesita, son gruesas y duras /Te gustan más que las piernas de mi prima/ Claro que si mamita, las tuyas son mejores, me arrechan más/ ¿Por que? / Son pesadas y cortitas /Y eso es bueno /Claro mi bebita, porque anuncian que tienes un culo, voluminoso y carnudo/ pero mis chiches son muy grandes y feas/ No sabes lo que dices niñita, tienes unos pechos muy bonitos/ te gustan de verdad/ claro son pesadas, suaves y lo mejor son sus pezones enormes, me gustaría estar prendido de ellas todo el día y chupártelas como has hecho conmigo/ Me vuelves loca lo que haces con tu mano, me arrecha/ Quien te había tocado así antes princesita/ Nadie, es la primera vez /Que cojudos los enamorados con que te he visto/ Siiii, fueron unos cojudos, tócame más por favorrrr/ Ya mi bebita, goza tranquila, cierra tus ojitos que papito siempre te cargara y te tocará tu chuchita/ ¿Entonces serás mi papito? /Siii, soy tu papito y tu eres mi niña mala!!/ Castígame entonces papi, bájame el calzón y castígame, me he portado mal!!/ ¿Como quieres que te castigue mi niña? / con tu trola, méteme tu tronco, clávamela toda/ Eso quieres mi niñita /Si papitooo / Si la niña quiere pinga tendrá que ganársela, ¿Harás todo lo que te pida? / Lo que quieras papi, pero no me lo niegues, por favor dámelo todoooooo/ tranquila mi princesa, te daré lo que pides, pero no ahora, tu primita podría asustarse, por ahora consuélate con chuparlo y goza, goza hijita míaaaa/ Ya papitooo.



Mi madre se preparaba a tomar nuevamente la palpitante pieza entre sus labios, cuando repentinamente se sintió desfallecer de una manera totalmente desconocida. Transportada a un desconocido paraíso, sintió la apremiante necesidad de cerrar los ojos y apretar sus manos sobre el duro barrote que la había embrujado. Sumergida en un mar de indescriptibles y agradables sensaciones, que le hacían creer que moriría, se encontró plena y totalmente satisfecha, fue conciente de había empezado a obtener lo que su anterior y joven acompañante no había sabido darle.



Su cuerpo se empezó a agitar tembloroso, mientras su mimosa chucha premiaba a la mano que la acariciaba, con intermitentes chorros con jugos que emergían incontenibles de su interior. Cada chorro, de una manera insoportable y curiosa, aumentaba y aplacaba a la vez sus ardores, lo que le llevó a desear que el momento no acabara nunca.



Tuvo entonces la sensación de que su inconcebible celo le provocaba una brama que la llevaría a chillar sin control alguno, asustada y abandonando el que había sido su objetivo, elevó su rostro congestionado y sus apretados labios, hacia el hombre que ya prevenido y entendiendo su angustia, le respondió cubriendo sus labios los suyos, a la vez que le brindaba su gruesa lengua como un sustituto, al que ella sorprendida se aferró ronroneando de placer.



Finalmente no pudiendo aguantarse más, intento abrir la boca para permitir que los gritos que nacían en sus entrañas, emergieran libres, pero el hombre que ahora reconocía como su dueño, apretó aún más sus labios, sofocando con fuerza los angustiantes y roncos ruidos que ella empezaba a emitir: ARRRGGGHHHH, AHHHHH, AGGGHHHH, UFFFHHH.



Totalmente saciada y ya sin fuerzas para nada, se dejó caer sobre el cuerpo del hombre que la había hecho explotar de una manera tan sorpresiva, el cual con una lujuriosa sonrisa, expresaba la satisfacción que le confería la nueva posesión que había logrado ejercer sobre la apasionada y voluptuosa adolescente, así como las cosas que imaginaba iba a obtener en adelante, del sensual y esplendoroso cuerpo que había satisfecho.



Una desparramada boca bajo con las piernas abiertas y la otra todavía aferrada a su mástil poderoso, ambas niñas habían seguido, sin saberlo, el mismo camino que pronto recorrerían sus normalmente conservadoras progenitoras.



La sonrisa de Pancho se tornó más libidinosa al sentirse como el gallo que con un vigoroso espolón reinaría entre aquellas hembras ardientes, dóciles e insatisfechas.



Con estos pensamientos y solazándose en estropicio que había logrado desatar en los cuerpos adolescentes, sintió la apremiante necesidad de acabar con la terrible erección que había conseguido y que empezaba a hacerle doler los huevos. Así que cubriendo las espaldas de la cría que había traspasado, empezó a sobarse rítmicamente sobre su cuerpo, que creyendo que sería nuevamente penetrada ella intento ponerse de costado, pero él no lo permitió.



Golosamente sentía que su pinga era acariciada en todo su extensión, por la calida y suave piel de la manceba, que respondía instintivamente tratando inútilmente de ondularse, en un determinado momento y sintiendo que la ansiada descarga iba a producirse, se separó del trémulo cuerpo que había despertado y cuidando de mantenerla inmovilizada boca abajo con una de sus manos, con la otra levantó el rostro de la nueva chiquilla, que con una mirada agradecida, volvía a mostrar su admiración por la ostentosa extensión y dureza del aparato, que palpitante se le ofrecía nuevamente, sin poder contenerse, lo tomo nuevamente entre sus labios, chupándolo y lamiéndolo, con una lenta y gozosa dedicación, presintió entonces que el hombre que el hombre iba a acabar, al igual que ella lo había hecho y sintiéndose orgullosa por haber sido elegida para satisfacerlo, se dedicó a prodigar sus caricias, empleando sus labios, su lengua, y sus dientes.



Los apagados gruñidos que empezaba a emitir el hombre le anunciaron que ya faltaba poco, se sintió sorprendida agradablemente, al escuchar que los fuertes bufidos daban paso a palabras, obviamente dirigida a ella: ERES LA MEJOR PERRITA!! LA NIÑA MÁS MALA QUE HA TENIDO PAPITOOOO!!!!! PUTITA MIAAA!!! COMO ERESSSS!!!



Su prima, que continuaba boca abajo, al escuchar los gritos y sentir que la mano que la sujetaba se incrustaba ardiente sobre el nacimiento de la rosada raja de su culo, respondió a su vez a viva voz: DAMELO ENTONCES!!! TU LECHE PAPI QUIERO TU LECHE!!! DEJAME ORDEÑAR TUS HUEVOS COMO ME HAS ENSEÑADOOO, POR FAVOR.



ME VENGO, ME VOY A VACIAR, TE DARE TODA LA LECHE QUE TE HAS GANADO MI PEQUEÑA PUTITAAAA!!!

SIII PAPI, DAME TODA TU LECHE, SOY TU NIÑA PUTITA. CUBREME TODA



La confusa situación, ella asida por sus labios y sus manos al temible y regio miembro, los gritos de ardor y arrechura que lanzaba el hombre y que la impulsaban a incrementar las atenciones que dispensaba su boca, y los gritos de su prima, que ansiosa reclamaba un premio que no se estaba ganando. Le produjo un súbito renacimiento de sus dormidas ganas, azorada llevó una de sus manos a su jugosa y suculenta entrepierna. Recordando las gratas lecciones que había recibido de la mano del hombre, empezó a masajear el tibio clítoris, que reaccionó endureciéndose y devolviéndole una increíble ráfaga de celestiales sensaciones, que la hicieron dedicarse con mayor placer a prodigarse en largos y envolventes lengüetazos sobre los bordes de la palpitante y dura cabeza.



Notando lo que ocurría y admirado por la habilidad intuitiva que mostraba su nueva conquista, Pancho sintió que alcanzaba cumbres de orgullo y placer inesperados, y entregándose totalmente al goce que como un ardor delicioso y angustiante, emergía desde la base de sus huevos, emitió un bramido, largo y profundo, el más sabroso que alguna mujer le había arrancado antes.



Sintiendo la necesidad de acabar con su tormentoso placer empezó a concentrarse en las sensaciones que le producía la sabia lengua de la chiquilla, pero recordando las lecciones que había aprendido: No dejar nunca a una mujer insatisfecha. Se contuvo.



Mientras hacía que su mano desplazara y reemplazara a la de la tierna cría, se dedicó agradecido a frotar y masajear diestramente el ya enardecido e inflamado clítoris, presionándolo suavemente y utilizando sólo la yema de sus dedos, empezó un suave movimiento circular que le permitió hacer erupcionar la diminuta cabeza que coronaba el frágil botoncito, provocando una súbita sacudida en el cuerpo gozador de su aplicada alumna.



Conciente de su pericia y ya nuevamente dueño de la situación, prosiguió mecánicamente con sus sabias caricias, a la vez que se abría nuevamente a los placeres que la dúctil lengua le provocaba. Alcanzando a recobrar la cumbre de su calentura, sintió que se ahora sí y sin remedió alguno se venía, que un potente chorro empezaba a emerger con soberbia energía, abriéndose paso hacia la punta de su mimada pinga.



El incremento de presión con que los labios cogían la congestionada y abultada cabeza de su viril miembro, así como la súbita inmovilidad de la lengua que se aplastaba contra su glande, le anunció que casi al mismo tiempo había conseguido que la niñita coronara unos segundos antes su propio orgasmo.



Con un último ejercicio de voluntad, retrajo el duro miembro de la boca, que sorprendida y egoísta trataba de retenerlo. El primer chorro salpicó todo el rostro sorprendido de la niña, que con urgente agradecimiento y presa todavía de los temblores de su propio orgasmo, intentaba seguir brindando sus favores. El segundo lechezaso, saltó más espeso y grumoso, muy cerca de los labios que anhelantes se entreabrieron tratando inútilmente de tragárselo todo, para terminar resbalando por una de las comisuras, a las que golosa y oportuna, acudió la ágil lengua, que recuperó ávidamente los restos que se le escapaban, mientras una lubrica expresión de satisfacción cubría el púber rostro.



Inflamado por la visión de la viciosa niña, plenamente esclavo de la creciente eminencia que anunciaba el fin de su portentosa eyaculación, gimiendo con desesperación, se volteó hacia el abierto promontorio que formaban las tiernas nalgas de la niña que sostenía boca abajo, se dejo caer con fuerza, punteando con desesperación la entrada del orto que elástico y cerrado se resistía a la inesperada embestida, el tibio contacto de la piel y la presión de la punta de su glande sobre la pequeña entrada del frágil y virginal culo, le permitieron alcanzar una tercera y enorme emisión, que le produjo un placentero y largo ardor, debido a la presión con que la tibia cuna se oponía a la descarga seminal, la leche finalmente terminó de salir y rebalsó incontenible emergiendo sobre la rosada y fruncida oquedad que formaba la entrada del ano todavía incolume.



Sintiendo la ardiente leche y el palpitante miembro la niña se movió histéricamente tratando inútilmente de quedar nuevamente perforada, a la vez que casi sollozando, gritaba,: DENTRO LA QUIERO DENTRO, NUNCA ME DAS DENTRO, DAMELA PAPITO, POR FAVOOORRRR.



Sorprendido por la inquietante urgencia del reclamo y por la brama desesperada de la menudita mujer que aplastaba con su cuerpo, sintió que una última oleada de placer seminal luchaba por emerger, lentamente y con dificultad, por el ya cansado tubo. Angustiado por llegar a expeler un nuevo chorro y agradecido por la entrega que le ofrecía su chiquilla, respondió guturalmente: HOY NO MAMITA, PERO YA PRONTO TE LA DARE TODA!! / ME MIENTES NUNCA ME LA DAS ERES MALO/ SOY MALO PERO TE GUSTO/ SI PAPIII ME GUSTASSS MUCHOOOO METEMELA SIQUIERA UN POQUITO/ AHORA NO BEBITA YA CASI LLEGO OTRA VEZ/ YA PAPI LLEGA OTRA VEZ, DERRAMA MAS LECHE/ HE SIDO UNA NIÑA MUY MALA.



En medio de su frenesí por desatar la ola de placer que le permitiera alcanzar la polución final, la última declaración de la púber alimentó la fogosidad que le producía el sentirse el amo de la situación y manteniendo la presión sobre ella, se movió hacia la cabecera de la cama, para terminar restregando sobre la tiernas mejillas, la dura roca de su hombría.



Desde su incomoda posición la niña sorprendida, recibía en su rostro, las enérgicas fricciones de la dura puya, que no pocas veces se había cebado y atorado en su ahora dúctil caverna.



Miró el rostro lascivo del hombre que la poseído cuando se le ocurría y entendió al fin lo que quería, con temor y lentamente empezó a chupar la dura verga que se le ofrecía. Satisfecho, Pancho la tomó de las axilas y levantándola le ordenó que se arrodillase, obediente ella lo hizo, sin soltar su nuevo caramelo, sorprendiéndose de que nunca antes se le hubiera ocurrido, lamerlo y chupetearlo, de la manera en que ahora lo hacía, y cerrando los ojos pasó sus delicados brazos buscando tomar las duras y peludas nalgas de su amante.



Respondiendo a sus intenciones, Pancho se paró, y ella arrodillada quedó asida a la curvada pichula, a la vez que abrazaba el trasero del fuerte hombre. De espaldas a ella y todavía saboreando los grumos que empezaban a secarse sobre su rostro, su prima contemplaba arrobada lo que tan cerca a ella sucedía, conciente de la falta de habilidad de su prima, comprendió que había sido la primera en saborear el salado semen, orgullosa por haber sido premiada de esa manera, centro su atención en las cinceladas facciones del hombre que la había otorgado tan inusuales sensaciones. El placer llenaba el masculino rostro y cuando su mirada encontró la de ella, le dirigió una mueca lasciva, a la que ella respondió pasándose la lengua por los labios.



La arrechura fue aumentando en Pancho, mientras una de sus tiernas perritas lo mamaba, la otra, semi desnuda, con unas, cíclopes ubres en las que destacaban unos pezones enormes, lo miraba arrobada y sumisa, mostrando ansias por ser nuevamente atendida.



Sin control y buscando que se produjera la ansiada eyaculación, empezó a mover las caderas a la vez que apremiaba bruscamente a la chupadora niña a incrementar sus caricias. Sin preocuparse de lo que hacía empezó a bramar nuevamente, a la vez que decía: COMO CHUPAS MAMITA, SIGUE, SIGUE, MI PRINCESA COMETELO TODO, CHUPA TU BIBERON, ARRRFFFF. TE ESTAS GANANDO TU PREMIO PRINCESA, SIGUE NIÑA BUENITA, BUENECITA MI NIÑAAAAA, ARRRGGGG YA CASI ACABO, NO TE DETENGAS CHIQUITA MIA, DIOS COMO LAMES. AHHHRGGGG, QUE BOQUITA TIENES, ME HACES PENSAR EN LOS ABULTADOS Y CARNUDOS LABIOS QUE TIENE TU TIA.



La exclamación llego directa al cerebro de mi madre, se estaba refiriendo a su progenitora, a mi abuela, que por entonces era una madura mujer de cuarenta años. Sorprendida pensó haber escuchado mal. Pero mirándola lúbricamente a los ojos, como para que no quedara dudas que se refería a su madre, aquel hombre continuó con su lasciva descripción.



QUE HEMBRA DESEABLE, TU TIA, SUS AMPLIAS FALDAS DELATAN UNAS GRUPAS PODEROSAS, QUE AL USAR TACONES SE DELINEAN COMO UNAS SOBERBIAS ANCAS, EN LAS QUE CON GUSTO ENTERRARÍA MI TRANCA.



Aparentemente indiferente a las exclamaciones, posiblemente acostumbrada a escucharlas, su prima continuaba aplicadamente con su tarea. Pero mi madre que se debatía en una mezcla confusa de sentimientos, empezó a odiar a aquel hombre que de manera tan sucia y cruda empleaba las imágenes de su madre para alcanzar su placer, pero al mismo tiempo empezó a disgustarse con su progenitora, porqué algo debería haber hecho para llamar la atención de esa manera.



AL SUBIR POR LAS ESCALERAS MUESTRA UNOS GRUESOS TOBILLOS Y UNAS SOBERBIAS PANTORRILAS QUE INVITAN A BESARLOS Y ESTRUJARLOS.

METERÍA CON GUSTO MI CABEZA ENTRE SUS MUSLOS, QUE SE ADIVINAN COMO GRUESAS COLUMNAS PARA CHUPARLE LENTAMENTE LA CUCA PELUDA QUE ESTOY SEGURO NADIE A MAMADO.



Lentamente la imagen de su madre, que con las piernas levantadas, la falda recogida, y entregada gustosamente a las caricias que la boca de aquel hombre le daban, fue llenado su enfebrecida imaginación y empezó a nacer en ella un sentimiento de envidia y temor. De temor, ya que aquel hombre evidentemente tenía la habilidad poder lograr, que aún una mujer seria y recatada como su madre, pudiera perder la cabeza. De envidia porqué hubiera deseado que su chucha fuera la elegida para ser besada por aquel arrogante amante.



Confundida y caliente por tan extraña situación, se descubrió mordiéndose lúbricamente el labio inferior, y enrojecida por la vergüenza de verse vencida, sintiendo ya verdaderos celos de su madre, levantó la vista encontrando la ardiente y obscena mirada con que aquel hombre la contemplaba, a la vez que soltaba nuevas exclamaciones.



PERO LO QUE ME GUSTA MÁS SON SUS MAMAS, QUE GLOBOS TAN GRANDES, QUE MUJEROTA, HARÍA LO QUE FUERA PARA PONER LA PORONGA ENTRE SUS ABULTADOS SENOS, PARA CORRERME SOBRE ELLOS



Esta última imagen terminó por derrumbar su ya debilitada razón y los celos se adueñaron completamente de ella, sin saber lo que hacía se irguió y tomó sus pesados pechos, que como soberbios globos cubrieron inmediatamente sus pequeñas manos, y levantándolos en una posición de abierta suplica y entrega, se los ofreció al maduro hombre que con lujuria satisfecha alcanzo a grabar en su memoria la perfección que mostraba las espectaculares esferas, bajo cuya tensa piel se adivinaban un sin número de pequeñas y azuladas venas que le conferían un color muy especial.



Después de eso un relámpago deslumbro el cerebro de Pancho, percibiendo que la golosa boca arrancaba y sorbía hasta la última gota del liquido poco espeso que seguía expulsando, presa de los temblores que se apoderaban de su cuerpo, apretó contra sí el tierno cuerpo que le había proporcionado el nuevo placer, exclamando: QUE BUENA NIÑA, QUE OBEDIENTE MI NIÑITA QUE ME DA TODOOOO. Al mismo tiempo que sonreía cómplicemente a la complaciente jovencita que lo miraba arrobada manteniendo el ofrecimiento de sus pechos, todavía alzados en su dirección.



Antes de derrumbarse abrazando el cuerpo que palpitaba bajo él, le indicó con un gesto a la sumisa e implorante hembrita que se retirara. Lenta y silenciosamente ella obedeció y antes de cruzar el umbral le hizo un regalo inesperado, inclinándose groseramente levantó el memorable culo en pompa y abriendo lo más que podía las gruesas piernas, dejó al descubierto la oscura, pequeña y fruncida entrada de su esfínter, así como los gruesos y colgantes labios que protegiendo la entrada de la cuevita, mostraban los reflejos de las pequeñas gotas de liquido que pendían de ellos.



Con esa imagen, en su mente y aprisionando el cuerpo de la niña que aún se mantenía junto a él, se durmió finalmente.



Con la cuca empapada por las ardientes evocaciones de sus juveniles experiencias, mi madre volvió al presente, y presa de la creciente excitación que surgía de la morbosa situación que enfrentaba y que tan placenteros recuerdos le había traído, ya sin recato alguno, simplemente se dejo hacer.



Mi primo sintiendo que mi madre se entregaba, pero sin sospechar las calientes recuerdos que había despertado, empezó a ejercer una suave presión con el pie que había quedado encima de la abultada vulva y al cabo de poco tiempo empezó a sentir que el calor que emanaba del sexo de mi madre aumentaba.



Al no percibir rechazo alguno, aumento la presión que ejercía, arrancando un sobresalto y un apagado gemido de los labios apretados de mi madre, que sin cuidado alguno y cerrando los ojos, dejo descansar sus manos sobre el atrevido pie, como animándolo a aumentar la presión, al mismo tiempo que se sumergía nuevamente en sus recuerdos.​
 
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