Ruth y Eloísa. Mis pequeñas sobrinas.

cgarcia135

Virgen
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Que mi cuñadita Beatriz es una hembra con gran hambre de polla lo sé desde que empecé a follármela con 15 años al pillarla en mi casa viendo videos porno de su hermana y míos mientras practicábamos intercambio de parejas. Me lo confirmo que cuando se echara novio a los 23 años, el que actualmente es su marido y pese a ello, siguió poniendo el culo para que se lo follara y rellenara de lefa. Incluso cuando se quito el DIU para que su cornudo la hiciera madre y se quedo preñada de gemelas seguía poniendo los agujeros para que la follara. Pero lo que fue de nota es que me pidiera que la follara mientras sus hijas tomaban pecho porque se excitaba cuando le chupaban las tetas.

Y las gemelas tomaron pecho hasta los 5 años, así que estaban más que acostumbradas a que mami les metiera la teta en la boca mientras el tío Carlos le metía a ella la polla en el culo. Para ellas era normal ver como su tío venia a casa coincidiendo con la hora de la merienda y que mama, antes de darles teta a ellas, se “tomara un biberón” para estar fuerte. Evidentemente, no se tomaba mi leche ya que solo se la metía en la boca porque quería que las niñas vieran como se comía una polla. Ella no necesitaba excitarme con la lengua para que se me pusiera dura ya que era entrar en aquella casa, de la que tenía llaves y ponérseme el rabo a tope. Y una vez tomado el “biberón”, mami se sentaba encima del tío para que “eso” le ayudara a hacer la leche que tanto les gustaba a las niñas. Por supuesto, desde pequeñas, les explico que era un ritual secreto y que si se lo contaban a alguien, incluso a su padre, la leche de mami dejaría de brotar de sus tetas y entonces, ya no podrían merendar, cosa que aterraba a las gemelas.

El ritual era casi siempre el mismo: Beatriz se quedaba desnuda y de rodillas, me quitaba la ropa a mí. Cuando mi rabo salía de su prisión, estando a la altura de su boca, ella lo aprisionaba y me masturbaba mientras lamia mis cojones y se tocaba el coño, metiéndose habitualmente un par de dedos hasta provocarse un buen squirt mientras yo le masajeaba las tetas y le tiraba de los pezones, lo que le provocaba que sus ubres se pusieran en marcha y gotearan leche de manera incontrolada hasta que sus hijas podían poner la boca para aprovecharla. Mientras las niñas estuvieron en la cuna, apenas se enteraban de nada, pero conforme se fueron haciendo mayores que su madre me chupara la polla todos los días y que eso precediera a que ellas pudieran tomar su merienda fue provocando su curiosidad y no era extraño que las niñas vinieran a sentarse a nuestro lado para ver como su madre me comía la polla y como yo hacía que saliera la tan preciada leche de sus tetas.

Cuando mi cuñada ya había tenido su orgasmo, “de relax” que le llamaba ella, me pedía que me sentara en el sofá favorito del cabrón de su marido y se la solía clavar por el culo, bien abierta de piernas ante la mirada de las dos pequeñas, Ruth y Eloísa, las agarraba y se las ponía en la postura “del caballito” para darle una teta a cada una mientras ella movía su culo de forma rítmica para que mi rabo entrara y saliera de su ojete, lo que le solía provocar dos o tres orgasmos en los 30/45 minutos que dedicaba a esta perversión. He de contaros que mi cuñada es tremendamente friolera y por lo tanto, la calefacción en su casa siempre está a tope. Es más, lo normal es que la casa se encontrara, incluso durante los meses de invierno a unos confortables 26º y por lo tanto, se puede ir en pelotas durante todo el año. Este detalle es importante porque mientras fueron pequeñas, hasta los 18 meses, llevaban el pañal, pero cuando empezaron a controlar sus deposiciones, Beatriz se los quito para que se acostumbraran a pedir para ir al baño y de paso, las acostumbro a ir desnudas por casa, incluso cuando tomaban teta.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que a su tierno año y medio de vida, mis sobrinitas se acostumbraron a frotar a diario sus rajitas contra la pierna de mama cada vez que las amamantaba y con sus piernas frotaban el coño de mami e incluso alguna vez, habían bajado la mano para jugar con aquella humedad que les provocaba tanta atención. Y Beatriz, lejos de molestarse por ello, se abría más de patas para que las niñas se lo tocaran mientras les solía acariciar el pelo con las manos cubiertas por la humedad de su reciente squirt diario. Conforme fueron creciendo, las gemelas ganaron altura y sus pies, que al principio solo llegaban al coño de mama, empezaron a llegar a las pelotas del tío y como uno no es de piedra, empecé a fantasear con la opción de encajarme a mis dos sobrinitas, cosa que me ponía tremendamente animal y hacia que enculara con mucha más fuerza a Beatriz hasta rellenarla de semen.

Y cuando sucedía esto, Beatriz daba por finalizada la sesión de lactancia, desmontaba a las crías de su posición y descabalgando, se giraba y me dejaba la polla como los chorros del oro mientras de su ojete recién follado salían borbotones de mi leche hasta que en una ocasión, Eloísa le pregunto a su madre que era eso que le salía del culete.

Beatriz: Es leche, cariñito – le contesto a su hija, sacándose mi polla de la boca – es como la que os da mama de las tetas, pero del culete.

Eloísa: ah! – contesto la cría

Y tras unos segundos de pensárselo, le hundió la lengua en el culo a su madre.

Jamás olvidare aquel primer contacto: Mi cuñada se quedo paralizada con la polla dentro de su boca, abrió desmesuradamente los ojos, me miro y tuvo el que creo que ha sido uno de los mayores orgasmos de su vida mientras mugía como una vaca dando a luz y empapando el suelo del comedor con ella. Mientras, la pequeña Eloísa, seguía dándole a la lengua en el ojete de su madre. La pequeña, que siempre ha sido muy receptiva a gustos nuevos estuvo un rato amorrada, provocando contracciones de placer en su madre y cuando vio que ya no llegaba con su lengua, tuvo la feliz idea de meter los dedos buscando mas sustancia, lo que provoco otro mugido de Beatriz y otro charco de flujo. Y mientras tanto, yo, recostado en el sofá veía como mi sobrina le comía el ojete a su madre para limpiarle toda la lefada que le acababa de meter, así que lejos de relajarme tras la corrida, me puse más cachondo y listo para el siguiente asalto. Beatriz seguía de rodillas, con mi polla en la boca y la lengua y los dedos de su hija en el ojete, gimiendo, con los ojos cerrados, en un mundo muy, muy lejano. Cuando la pequeña Eloísa termino de sacarle toda la leche del culo a su madre se giro hacia Ruth y le dijo

Eloísa: Tata, has de probar la leche del culito de mama. Es diferente a la de las tetas

Ruth: Mami! ¿Me dejas probar a mí ahora? – Le dijo mientras acercaba la boca al ojete de su madre, que seguía de rodillas, con las pantorrillas chorreando de sus corridas.

Beatriz: No cariño – Le respondió – la leche del culete me la pone el tío Carlos para ayudar a que me salga la leche de las tetitas. No la hago yo

Ruth: Tito Carlos – Me dijo la pequeña - ¿Le puedes poner más leche en el culo a mami? Es que quiero probarla también…

Carlos: No se, cielo – le respondí tratando de ser lo más dulce posible pese a estar tremendamente cachondo – es mami la que decide si quiere tener leche en las tetitas o no.

Beatriz: Lo siento, cielo – le dijo mi cuñada a mi sobrina – pero si mami tiene leche en las tetitas y vosotras no se la sacáis, le duelen mucho.

Ruth: oh… - Dijo con un mohín

Beatriz: Pero… Si lo que quieres es probar la lechita del tito Carlos… - Me miro a mi y en sus ojos había una lujuria indescriptible y para rematar la situación, mientras sonreía, me paso la lengua desde los huevos al capullo - ¿Por qué no me ayudáis a sacársela?

¿Había escuchado lo que creía que había escuchado? ¿Mi cuñada le estaba diciendo a sus hijas, como si fuera la cosa más natural del mundo que le ayudaran a que me corriera? Mi polla pego un brinco y se termino de endurecer. De mi capullo empezó a salir liquido pre seminal solo con pensar que esas dos monadas rubias iban a ayudar a su madre a vaciarme los huevos.

Beatriz: ¿Veis, niñas? A tito Carlos le está empezando a salir un poco de leche por la puntita. Eso significa que tiene mucha para dar y que si no se la vaciamos, le va a doler.

Eloísa: ¿A él también le duelen las tetitas, mami?

Beatriz: No cariño. A él le duele aquí debajo – dijo mientras me acariciaba los cojones

Eloísa: Oh! Pobrecito! Voy a darte besitos para que se te pase, tito!

Y diciendo eso, empezó a darme besos con su infantil boca en mis depilados cojones. El contacto de sus labios con mis huevos provoco un espasmo de placer que aprovecho Beatriz para decirle a Ruth que eso era que me dolían mucho y que tenía que ayudar a su hermana a darme besitos en los cojones. En cuanto la cría se puso a ello, su madre me miro con la cara más morbosa que le recuerdo y se llevo la mano a la entrepierna.

Beatriz: Muy bien, chicas! ¿Veis que grande y dura se le pone la cosa al tito Carlos? – Dijo mi cuñada mientras se frotaba el clítoris

Ruth: ¿Eso es lo que te mete en el culito para ayudarte a dar leche?

Beatriz: Si cielo. Eso es…

Eloísa: ¿Y no te duele cuando entra, mami?

Beatriz: No cariño. Tito Carlos lo hace con mucho cuidado. Además, mami tiene el culito preparado para que entre sin problemas, cielo – Le contesto a su hija incrementando el ritmo de su paja – además… además, cuando la mete por el culito, da muchísimo gusto, cariño. Como cuando haces caca después de muchos días sin hacerlo – uso un símil que pudieran entender ya que las niñas, en ocasiones, tenían problemas de estreñimiento.

Y la pequeña Ruth hizo la pregunta del millón…

Ruth: Mami ¿y a nosotras también nos la puede meter por el culito? Si da tanto gustito…

Beatriz: Estoy segura que el tito Carlos os querrá ayudar a tener ese gustito. Ya lo probareis –dijo empezando a notar los primeros síntomas de su inminente orgasmo – ahora, dejar de darle besitos y empezar a lamer, como si fuera un helado. Por sus huevos y por su cosa.

Eloísa: jajajajaja – se rio la niña - ha dicho huevos!!!

Carlos: Beatriz ¿No ves que las niñas no saben lo que son los huevos? – Le dije imponiéndome solo con el tono – enséñales.

Y mi cuñada se puso de rodillas y empezó a lamer aquellos huevos que tantos años había trabajado. Lo hizo con la maestría que da la práctica y empezando en el ojete y terminando en el capullo, con una pasada lenta y larga, pero sin dejar de acariciarse el clítoris. Sabía cómo comerme los bajos para obtener un orgasmo de los buenos. Las niñas, al verla, empezaron a imitarla y de repente tenía tres lenguas trabajándome los cojones y la polla. Además, la muy zorra lo estaba haciendo mientras me miraba a los ojos y se masturbaba, cosa que sabía que me encantaba. Durante diez minutos, esas tres pequeñas zorras estuvieron trabajándome los cojones y el rabo, hasta que no pude más y así se lo dije:

Carlos: Niñas, el tito Carlos está a punto de daros una lechita – les dije mientras me agarraba la polla con la mano y me masturbaba - ¿Quién la quiere?

Eloísa: Yo! Yo!

Ruth: No! Yo! Tú te la has comido antes del culo de mami! – Dijo la pequeña, con toda la razón

Beatriz: Niñas, no os peleéis – dijo pacificando la momentánea trifulca – Tiene razón Ruth. Eloísa se ha comido la del culo de mami, así que es justo que ella sea la que se tome la de ahora

Y diciendo esto, cedió su sitio entre las tres y le explico cómo poner la boca para mamarme la polla y que le “diera la cremita”. Después, le dijo a Eloísa que me lamiera los huevos para ayudar a su hermana a que saliera más y le prometió que toda aquella que no pudiera tragar Ruth, se la podía comer ella. Luego se separo y miro como sus dos hijas me comían la polla y los cojones y luego me miro a los ojos para explotar en un orgasmo tremendo, que llego a salpicar a las niñas, que estaban entre sus piernas.
Viendo eso y sintiendo las lenguas de mis sobrinas en mi rabo, no pude aguantar más y solté en la garganta de la pequeña Ruth uno de los lechazos más densos que recuerdo. A la pequeña le entro a presión y con tanta fuerza que le salió parte de la lefa por la nariz, manchando la cara de su hermana, que no tardo un momento en dejar de lamer mis huevos y empezar a lamer el pecho de su hermana, donde había quedado un gran grumo. La pequeña Ruth, de alguna manera y supongo que fueron los genes, se las ingenio para que el resto de las descargas fueran de su boca a su estomago, tragando como si hubiera mamado pollas toda su corta vida.

Cuando abrí los ojos, tras la brutal corrida, vi a Beatriz de rodillas, junto a sus dos hijas, jugando a lamerse entre ellas los restos de mi semen que todavía quedaban en sus cuerpos o incluso en el suelo.

Esa fue la primera vez que vacié los huevos con mis sobrinas, pero como predijo la pequeña Ruth, a base de rabo, les ayude a tener mucho, mucho placer. Tanto a ellas como a su madre y por supuesto, a mí mismo.

Continuara…
 
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