-
Roberto y su Recatada Nuera Elisa - Capítulos 001
Elisa es una mujer de posición acomodada, Carlos, su esposo, es directivo de una multinacional con sede en Madrid, al tener un elevado sueldo ella no trabaja y dedica el tiempo a cuidar de su hijo de un año y a mantener su cuerpo en forma en el gimnasio, se crió en una familia conservadora y nunca le faltó de nada, por lo que podría decirse que es una mujer “estirada” que mira a los demás por encima del hombro. Con 32 años es la típica mujer que hace girar la cabeza a los hombres cuando se cruzan con ella, su cuerpazo escultural, 170 cm de altura, 98 de pecho, 92 de cintura y 100 de caderas, hacen que se sienta atractiva y segura y cree controlar todo lo que sucede a su alrededor.
La madre de su esposo se llama Marian y se quedó viuda hace unos años, aunque ha vuelto a casarse con otro hombre llamado Roberto. Éste es el segundo protagonista de esta historia, a pesar de tener cincuenta años se mantiene en forma, tiene cuerpo atlético y bien formado, es el típico macho Alfa que lo controla todo y nada pasa desapercibido para él.
Viven en otra ciudad distinta a la de Elisa, por lo que solo se ven en navidad o verano, esto le resulta cómodo a ella porque no le gusta el ambiente que se respira en casa de sus suegros, son muy liberales, pasean por la casa semidesnudos y en ocasiones se exceden con las muestras de cariño, lo que a ella le resulta bastante violento al no estar acostumbrada por su educación conservadora, por otro lado, cada vez que está con su suegro, éste la impone y pierde toda la confianza que tiene en si misma y se siente permanentemente examinada e indefensa ante él.
Se aproximaban las navidades y Elisa iba a desplazarse con Carlos y su hijo a casa de sus suegros. Esto produjo una riña entre ambos porque ella quería ir a un hotel y su esposo no accedía, le parecía mal despreciar al invitación de sus padres de que fuesen a su casa y, aunque ésta era pequeña y solo tenía una habitación libre, el niño podía dormir en ésta y ellos dos en el sofá cama del salón, al fin y al cabo solo eran tres noches.
Elisa como castigo decidió dejar sin sexo a su esposo hasta la vuelta de las vacaciones, además, tampoco era algo que a ella le llamase especialmente la atención, a parte de un noviete que tuvo antes de casarse y con el que no llego a acostarse, Carlos era el único hombre con el que había mantenido relaciones sexuales y nunca había disfrutado de ellas, no al menos como le contaban sus amigas que lo hacían.
El 23 de diciembre se desplazaron a la ciudad de sus suegros y, al llegar, estos les recibieron con muestras de cariño. Elisa notó especialmente cariñosos a su suegro, quien, al darle los dos besos de rigor, aprovechó para deslizar las manos por su espalda hasta posarlas sobre su culo y apretarlo con total descaro.
Al notar las manos en su trasero un escalofrío recorrió su cuerpo y vio como sus pezones se erguían marcándose a través de la blusa, inmediatamente se fue al baño avergonzada, no quería que nadie se diera cuenta, se miró en el espejo y comprobó como sus pezones pugnaban por atravesar el sujetador y se marcaban poderosos en su blusa. – Joder, solo me ha rozado y ha conseguido que me excite como nunca. – Al pensar esto desabrochó la cremallera de su vaquero y metió la mano bajo su braguita. – No puede ser, estoy húmeda. – Miró los dedos y comprobó que estaban impregnados en sus flujos, no podía creerlo, si el sexo para ella no tenía ninguna importancia por qué le había pasado esto con su suegro. A partir de ese instante y en su papel de mujer controladora solo pensó en devolverle la pelota – Me has calentado y esta noche te la voy a devolver. – Con su esposo lo hacía a menudo, cuando discutían le provocaba y luego le dejaba con las ganas, le gustaba tener el control, disfrutaba dominando a su marido y ahora iba a hacer lo mismo con su suegro.
Esa noche Carlos había quedado con sus amigos de la Universidad para cenar y recordar viejos tiempos, por lo que a Elisa le tocó quedarse con el niño y con sus suegros. Roberto propuso salir a tomar unos vinos antes de cenar y Elisa decidió vestirse muy atractiva para la ocasión, quería impresionar a su suegro y demostrarle lo que ella valía, primero eligió la lencería y se puso un sujetador de encaje negro con las copas bordadas y una braguita brasileña tipo tanga a juego, se miró en el espejo y se vio impresionante, sus grandes tetas se veían majestuosas y casi se salían del sujetador. – Ahora va a ver Roberto quien soy yo, va a desear mis pechos pero no va a poder tocarlos ¡Qué se fastidie! Pensó – Después miró la braguita y vio como apretaba sus cachetes y se ajustaba a su vulva, era tan diminuta que casi se metía entre sus labios. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su cara.
A continuación eligió la ropa, quería ir seductora, ni muy recatada ni demasiado insinuante, se puso una minifalda negra de tablas y una blusa rosa de organza transparente, se miró de nuevo en el espejo y se vio soberbia. Entonces pensó en lo que hacía y se dio cuenta que se estaba vistiendo así para su suegro, ¿Qué es lo que pretendía? ¿Impresionarle? ¿Excitarle? No lo tenía claro pero sabía que hoy quería ir rompedora, se puso los zapatos de tacón de aguja y un abrigo negro y salió al salón donde la esperaban sus suegros con el niño.
Roberto al verla se quedó helado, su nuera, que ya era bastante alta, con los zapatos de tacón, su estilizado cuerpo, la blusa que transparentaba un sujetador que apenas podía contener sus enormes tetas y una faldita que cubría mínimamente las largas y bellas piernas, tuvo claro que tenía ante él un autentico monumento. Pensó – ¡Joder que polvos tiene que echarte tu marido cabrona! –
Salieron a dar un paseo y entraron en un restaurante, como las mesas estaban ocupadas se acomodaron en unos taburetes altos en la barra, cuando Elisa fue a sentarse Roberto comenzó a reírse por dentro y fijó su vista en el asiento de su nuera, ésta no sabía como sentarse en el taburete, la minifalda tan corta que solo le daba dos opciones, o abría las piernas para apoyar los pies en los resaltes laterales, con lo cual mostraba el interior de su falda dejando a la vista su braguita, o se ponía de lado y las cruzaba dejando a la vista su estupendo muslo y el comienzo de su cachete, nerviosa y viendo que ya todos estaban ubicados, eligió la segunda.
Miró a su suegro y comprobó que éste no dejaba de mirar su pierna, se sentía desnuda e intentó tirar de la faldita para cubrir más el muslo, pero era imposible, así que se rindió y permitió que él diera un buen repaso a sus piernas. Mientras tomaban un vino su suegra habló de lo feliz que era con Roberto, después de perder al padre de Carlos había pasado una crisis muy mala, pero ahora junto a él se sentía plenamente feliz, lo malo es que desde hacía unos meses su relación se había complicado debido a que ella no podía mantener relaciones sexuales por una infección que le estaba dando muchos problemas, y como él era muy activo lo estaba pasando realmente mal. Elisa se sintió un poco incomoda al tratar este tema, pero ya sabía de antemano que sus suegros eran así y hablaban de estas cosas con total libertad.
Pasado un rato, entre la agradable conversación, el calor del local y los efectos de las tres copas que llevaba, Elisa se fue relajando hasta el punto de que sin querer deshizo el cruce de piernas y las separó. Roberto se percató de inmediato y fijó la vista en el hueco entre sus piernas, estaba frente a ella y ahora podía ver con claridad el triangulo de su braguita negra, esto le excitó sobremanera y pensó en cómo conseguir llegar a ella, su objetivo desde ya era acceder al interior de esos muslos, que imaginaba suaves y cálidos, y subir por ellos hasta tocar esa braguita, y lo que es más, acariciar el tesoro que se escondía bajo esa fina tela.
Elisa se percató que su suegro no dejaba de mirar el hueco de su falda y estuvo tentada de cerrar las piernas, pero algo se lo impidió, sintió una tremenda excitación y de forma instintiva y muy despacio las abrió un poquito más, no sin antes asegurarse de que su suegra no podía verla ya que estaba sentada junto a ella. En un instante cruzó la vista con su suegro y de forma impulsiva bajó una mano, la puso sobre su muslo y se acarició la cara interna de éste subiendo hasta el borde la faldita, al hacerlo pudo observar como bajo el pantalón de Roberto crecía su pene de forma incontrolable mostrando una tremenda erección, una sonrisa de triunfo se dibujo en su rostro. – Ya lo he conseguido, ahora te fastidias. –
Roberto vio como su nuera separaba las piernas y se acariciaba el interior del muslo, ahora tenía una visión completa del triangulo de la braguita, miró fijamente y pudo percibir una machita en la tela. – ¡Que zorra! ¡Está cachonda! Ya sabía yo que a esta pija le iba la marcha. – De un salto bajó del taburete y se puso junto a su nuera, tomó una copa de vino con una mano y pasó la otra por su espalda.
ROBERTO.- Creo que ha llegado la hora de brindar. ¿No os parece?
Mientras su esposa y su nuera cogían las copas, él miró hacia atrás y vio que había un grupo de hombres de espaldas a ellos y ninguno podía verle, entonces bajó la mano por la espalda de su nuera hasta llegar al culo, lo apretó con fuerza y pasó la mano al otro cachete apretándolo igualmente, con toda tranquilidad deslizó la mano libremente por el estupendo culo de su nuera sin que ésta fuese capaza de oponer resistencia. – Así me gusta zorrita, ahora levanta un poco ese culazo. – Sin decir palabra metió la mano entre el culo de su nuera y el asiento y tiró de ella hacia arriba y hacia atrás, ésta de forma instintiva se elevó un poco en el taburete y se sentó de nuevo sacando parte de sus nalgas por la parte trasera del asiento.
Elisa no podía creerlo, a su pequeña provocación Roberto había respondido de una forma que no era capaz de controlar, estaba tocando su culo descaradamente y se sentía desarmada, no sabía cómo evitarlo, es más, ni podía ni quería hacerlo, estaba completamente excitada y le gustaba sentir la mano de su suegro acariciando su trasero. Al ver como él la guiaba con su mano para que se echase hacia atrás en el taburete, no lo dudó ni un momento y obediente se sentó sacando casi la totalidad de su culo por detrás del asiento ofreciéndoselo para que pudiera tocarlo a conciencia.
Roberto lo tuvo claro, ahora su nuera acababa de darle su consentimiento y no iba a perder la oportunidad, de forma disimulada tiró de la falda hacia atrás, su nuera se elevó un poquito y la faldita se liberó colgando por detrás del asiento, Roberto metió la mano bajo la falda y por fin pudo tocar la suave piel de su nuera, en señal de triunfo apretó con rabia sus cachetes, notó como ella se revolvía ligeramente en el asiento pero no por ello cedió, al contrario, los acarició suavemente y de pronto los apretó con rudeza, como si quisiera hacer daño a su nuera, ésta apretó los labios pero no emitió queja alguna.
Elisa era incapaz de controlarse, sentía como las manos de su suegro se deslizaban por su trasero acariciándolo unas veces y castigándolo otras, pero excitándola y haciéndola disfrutar con cada una de ellas, sabía que debía poner fin a aquello, no por el dolor que sentía en algún momento, sino porque no estaba bien lo que estaban haciendo, sus convicciones y su educación así se lo decían, pero su mente pedía una cosa y su cuerpo otra muy distinta, era incapaz de hacerlo, estaba sintiendo algo que era incapaz de describir y la ponía fuera de si, notaba su braguita húmeda y eso la excitaba aún más, entonces percibió como su suegro metía uno de los dedos en el surco entre sus nalgas. – ¿Qué pretende hacer? – Sintió miedo y se apretó contra el asiento, pero Roberto la pellizcó con fuerza y ella se elevó de inmediato, lo que aprovechó su suegro para meter la mano entre el asiento y su trasero. Éste se aproximó a su oído y susurró unas breves palabras.
ROBERTO.- Levanta un poco el culo, Zorrita.
Roberto vio la cara de sorpresa de su nuera al oír sus palabras, pero también vio como acto seguido ésta apoyaba las manos en el taburete y se elevaba lo justo para dejarle espacio a él, sin esperar un segundo metió un dedo en el surco de las nalgas y lo deslizó hasta llegar al ano de su nuera, al acariciarlo pudo percibir como ella temblaba, pero aun así seguía manteniéndose separada del asiento para que él pudiera mover la mano a su antojo. Comenzó a hacer círculos con el dedo alrededor del estrecho anillo marrón de Elisa, presionó sobre él e intentó penetrarlo pero era imposible, no estaba lubricado y se notaba que ella apretaba para impedírselo. Entonces oyó como su esposa decía que iba al baño.
Elisa se encontraba totalmente acalorada, la mano de su suegro había acariciado su culo hábilmente y ahora podía sentir ese dedo hurgando en su orifico anal, y todo por su culpa, porque había sido ella misma quien le había provocado primero y cedido al deseo de su suegro después al incorporarse en el asiento para que él metiese la mano bajo su trasero. – ¿Qué hago? Esto no está bien. – No sabía como actuar, estaba excitadísima y no deseaba poner fin a aquella situación, pero tenía miedo. ¿Que pretendía su suegro? ¿Iba a penetrarla analmente con el dedo? – Ni pensarlo, eso está mal, es una guarrería y no lo voy a consentir, no lo he hecho con mi esposo así que menos se lo voy a permitir a este depravado. – Hizo un ligero movimiento de caderas para sacudir la mano de su suegro y se dejó caer un poco, al hacerlo, y por sorpresa, sintió como la yema del dedo presionaba su esfínter, éste cedía levemente y el dedo penetraba ligeramente en su ano, si quererlo se le escapó un leve gemido.
ELISA.- Ummm.
Su suegra en ese mismo instante se incorporó para ir al baño, por lo que no se percató de lo que acababa de pasar a su lado, Elisa aprovechó para sacudir la mano de su suegro rápidamente.
ROBERTO.- ¿No me digas que no te ha gustado?
ELISA.- Eres un sinvergüenza, te has aprovechado de que no quería montar un escándalo delante de tu esposa.
Roberto se rió sin disimulo.
Con sus palabras, Elisa había intentado justificarse ante él y al mismo tiempo convencerse a si misma de que lo que había dicho era cierto, aunque sabía que no era así, ella había sido cómplice de todo lo ocurrido y además había disfrutado haciéndolo. Se levantó y se acercó al cochecito del niño para ver que tal estaba, al darse la vuelta se encontró con su suegro pegado a ella.
Roberto vio como su nuera iba a mirar a su niño en el cochecito y la siguió, cuando ésta se giró se encontró pegado a su pecho, entonces pudo comprobar el grado de excitación de ella, a través de la blusa se adivinaban dos pezones que destacaban claramente en el sujetador, eran como dos enormes garbanzos marcándose en la blusa transparente.
Miró a su alrededor y comprobó que el grupo de hombres que estaban a su lado seguían sin prestarles atención, sin dar tiempo a que su nuera reaccionara se pegó más a ella y metió una mano bajo su falda, con rapidez la deslizó entre sus piernas hasta tener contacto con su braguita, ágilmente metió un dedo y acarició su vulva por encima de la telilla, pudo comprobar entonces que la braguita estaba completamente empapada. Su nuera hizo un intento de separarse, pero él la sujetó del brazo con la otra mano al tiempo que apartaba la telilla de la braga y deslizaba el dedo entre los labios vaginales húmedos e hinchados.
Elisa sintió una mano entre sus piernas y sin poder hacer nada para evitarlo comprobó como ésta ya estaba acariciando su sexo por encima de la braguita, intentó separarse pero el brazo de su suegro la sujetó con firmeza impidiéndoselo, entonces notó como esos dedos exploraban su sexo y se hundían ligeramente en el surco entre sus labios. El enorme placer que esto la producía hizo que temblara y casi no pudiese mantenerse en pie, cuando pensaba que iba a caerse vio como su suegro la sujetaba con fuerza.
ROBERTO.- Apóyate en el taburete, coge la copa de vino con la mano y disimula.
Así lo hizo, se apoyó en el taburete mientras los ágiles dedos de su suegro se movían a placer entre los pliegues de su sexo, notaba como recorrían una y otra vez su vulva y penetraban ligeramente en su vagina, después sintió como uno de ellos descubría su clítoris y comenzaba a acariciarlo circularmente, en ese instante las piernas la temblaron y tuvo la sensación de que se meaba, por su sexo fluía liquido sin parar, sentía vergüenza y rabia al notar como éste se deslizaba por el interior de sus muslos sin que pudiera controlarlo, estaba demostrando a su suegro que le gustaba que la tocase, era algo imperdonable, pero el placer era tal que se mantuvo en silencio sujetándose con fuerza al taburete, miró de reojo a su suegro y vio como él disimulaba sonriendo y mirando hacia el baño por si regresaba su esposa.
Roberto tenía a su nuera donde él quería, estaba indefensa y era un juguete en sus manos, con los dedos penetraba descaradamente su coño empapado y al acariciar su clítoris había visto como ella reaccionaba separando las piernas para facilitarle el acceso, su sensación de dominio era total, percibía como Elisa se agarraba con fuerza al asiento con respiración acelerada al tiempo que notaba como sus dedos se impregnaban con los flujos que salían incesantemente de su sexo.
ROBERTO.- Así que soy un sinvergüenza y no has querido montar un número por Marian. Ella no está aquí. ¿Quieres montarlo ahora?
Elisa era incapaz de hablar, bastante tenía con controlar su respiración y acallar los gemidos que querían salir de su boca.
ROBERTO.- ¡Vamos! Contesta.
ELISA.- No.
ROBERTO.- ¿No? ¿No qué? ¿Quieres que pare?
ELISA.- No, por favor, no pares.
Roberto sonriente siguió acariciando el clítoris de su nuera mientras con otro dedo penetraba violenta e incesantemente su vagina. Elisa esperaba ansiosa cada penetración y empujaba sus caderas hacia arriba al tiempo que apretaba el culo para amortiguar las embestidas. Estaba probando un tipo de sexo desconocido para ella, su suegro la había llamado zorra, había intentado penetrar su ano y ahora la estaba follando violentamente con sus dedos, y en lugar de rechazarlo estaba disfrutando. Sin poder contenerse sintió como iba a correrse y se agarró con fuerza a su suegro.
ROBERTO.- ¿Vas a correrte ya Zorrita?
Apretando la boca con fuerza para contener los gemidos asintió con un movimiento de cabeza.
ROBERTO.- Así me gusta, córrete mi niña, no te controles, córrete a gusto.
ELISA.- Ummm, ummm. Ha sido bestial.
ROBERTO.- ¿Te ha gustado?
Al escuchar a su suegro Elisa se dio cuenta de lo que había hecho, no era posible, una mujer de su condición y estatus permitiendo eso – ¡Dios! Esto no puede estar pasando. ¿Cómo es posible? –
ELISA.- No, no puede ser, no deberíamos haber hecho esto, no vuelvas a tocarme nunca.
Elisa vio como su suegro sacaba la mano del interior de su falda con rapidez y se sentaba en su taburete, al instante llegó su suegra, como pudo se acomodó la braguita y estiró la falda. Después siguieron hablando y tomando vinos con normalidad, aunque ella seguía pensando en lo ocurrido y en lo imperdonable de su actitud, sin darse cuenta había abierto las piernas y su suegro podía observar con detenimiento lo que antes ya había tocado.
Roberto miró a su nuera y vio como está separaba las piernas involuntariamente ofreciéndole una perfecta visión de su braguita, en ella se observaba una enorme mancha que cubría la telilla, por el interior de las piernas se veían igualmente las gotas del flujo que habían salido de su sexo y se deslizaban por sus muslos.
Poco después regresaron a casa y vieron la televisión, pasado un rato, Roberto y Marian se fueron a la cama y Elisa acostó al niño en la habitación, volvió al salón y dejó la puerta entreabierta para poder escucharle si la llamaba, montó la cama en el sofá y como Carlos aún no había vuelto de su cena se acostó.
Un par de horas después a Elisa la sorprendió un ruido en el pasillo, se incorporó y vio que la puerta del baño estaba entreabierta y tenía la luz encendida, pensó que podía ser su esposo que ya había regresado de la cena, así que se levantó sigilosamente para verle, se aproximó al baño y al mirar por la rendija de la puerta vio con sorpresa que era su suegro quien estaba allí, se encontraba desnudo, sentado en la taza del retrete con los ojos cerrados y masturbándose.
Era la primera vez que veía a un hombre en estas circunstancias, para ella esto era algo impensable, si hubiese pillado a su esposo haciéndolo no le hubiese hablado en muchos días. Cuando era joven sus amigas decían que lo hacían a menudo, pero ella nunca había sentido la necesidad de tocarse y no entendía que Roberto lo hiciese. En ese momento sintió un escalofrío al recordar como su suegro la había tocado en el restaurante, solo de pensarlo notó como su sexo se humedecía, era la primera vez que acariciaban su clítoris para masturbarla y había sido algo explosivo, imposible de describirlo, era el mejor orgasmo que había tenido en su vida y se lo había dado su suegro.
A pesar de ello, la imagen de su suegro desnudo moviendo rítmicamente la mano a lo largo de su pene la produjo una gran curiosidad y además la excitó terriblemente. Se quedó unos instantes observando pero por miedo a que la viese se fue de nuevo al salón, se tumbó en el sofá mirando de reojillo en dirección al pasillo y esperó para observar a Roberto cuando saliese del baño. Pasados unos minutos vio como salía y se paraba en la puerta mirando en dirección a donde ella se encontraba.
Como sus suegros tenían la calefacción encendida todo el día, en la casa hacía mucho calor, por ello, Elisa dormía tan solo con una braguita y un camisón cortito. Al notar la presencia de su suegro se giró rápidamente para que no pudiera ver que estaba despierta, pero al hacerlo arrastró las sabanas sin querer.
Desde la puerta y con la tenue luz del pasillo, Roberto pudo ver con claridad las largas y esbeltas piernas de su nuera que finalizaban en un redondo y prominente culo, cubierto exclusivamente por unas diminutas braguitas de color blanco que no dejaban nada a la imaginación.
Elisa esperaba que se fuera para poder taparse y al mismo tiempo recuperarse de la excitación que recorría su cuerpo, pero en lugar de ello vio como Roberto se aproximaba al sofá, se arrodillaba en el suelo y con mucho cuidado posaba una mano sobre su pierna. No sabía que hacer, su conciencia le decía que debía darse la vuelta, decirle que era un guarro y apartar su mano, pero por otro lado, si lo hacia podía despertar a su suegra y sentía miedo del escándalo que se produciría al verles discutir, por lo que prefirió esperar pensando que se iría inmediatamente.
En contra de lo que esperaba, Roberto fue ascendiendo la mano por el contorno de su pierna hasta alcanzar su culo, el movimiento era lento, suave y en ella causaba un efecto relajante que no le permitía moverse ni emitir queja alguna. Para su sorpresa, la mano se deslizó entre sus piernas y acarició levemente el interior de sus muslos rozando la braguita, lo que produjo en ella un escalofrío que la hizo temblar de excitación y nerviosismo, acelerando al mismo tiempo su respiración.
Roberto vio como su nuera temblaba al sentir el contacto de su mano y comprendió que estaba despierta, así que aumentó su osadía y se levantó del suelo tumbándose en la cama detrás de Elisa, poco a poco se aproximó a su cuerpo hasta que notó que su polla se apretaba contra el suave trasero de ella.
Elisa vio como Roberto se tumbaba junto a ella y apretaba su miembro erecto contra su culo al tiempo que apoyaba la mano en su cintura y la deslizaba poco a poco en dirección a su pubis. – ¿Qué hago? –Sabía que debería apartarle pero su cuerpo la incitaba a apretarse más contra él, los suaves movimientos de su suegro habían logrado que su pene se ajustase a la hendidura de su trasero y ahora podía sentir todo su poderío, antes en el baño le había parecido que era grande, pero ahora estaba segura de ello, el miembro de su suegro era mucho más grande que el de su esposo o el del primer novio que tuvo.
Roberto mantenía un suave movimiento frotando su polla contra el suave y torneado culo de su nuera, disfrutaba sintiendo como su verga se deslizaba adelante y atrás entre las nalgas de ésta hasta que segundos después y con enorme satisfacción vio como ella comenzaba a moverse al mismo ritmo. Era evidente que le gustaba. – Esta zorrita está necesitad de una buena polla. – Ahora ya, sin vacilación, introdujo la mano bajo la braguita y acarició el vello púbico, después movió sus dedos en busca del clítoris de su cuñada y comenzó a pajearla.
Elisa, al notar el contacto de los dedos en su clítoris, perdió el control y ya no era consciente de sus actos, sin pensarlo llevó la mano atrás buscando el miembro de su suegro, necesitaba tocarlo, quería comprobar su tremenda erección.
ROBERTO.- ¿Te gusta? ¡Tócala! Seguro que nunca te han follado con una como ésta.
Roberto, con un movimiento rápido, cogió la braguita y tiró de ella arrancándosela, enseguida colocó la polla entre las piernas de su nuera y comenzó a frotarla contra la vulva hinchada y húmeda. Ésta al notarlo soltó un quejido de placer y se abandonó a los deseos de su suegro, había pasado de ser una hembra fría y controladora a una mujer sumisa y deseosa de sexo. La polla de Roberto recorría repetidamente el surco de su vulva, avanzaba hasta el clítoris y después lo deslizaba hacia atrás hasta llegar al perineo, en ocasiones paraba y presionaba levemente metiendo el capullo entre los labios vaginales para después sacarlo y volver a recorrer el mismo camino.
Elisa notaba como esa deseada polla se frotaba contra su sexo húmedo y ella se movía cuanto podía para facilitarlo, cuando advertía que la cabeza del miembro estaba a la entrada de su vagina empujaba las caderas hacia atrás intentado que la penetrase, pero no lo conseguía, su suegro la sacaba y volvía a torturarla con ese movimiento que estaba volviéndola loca. Por fin vio como su suegro la obligaba a separar las piernas y llevaba la polla a la entrada de su ya empapado coño.
ROBERTO.- ¿La quieres? ¡Pídemela!
Elisa deseaba tenerla dentro, ansiaba ser follada por esa enorme polla que jugaba entre sus labios y no acababa de penetrarla, pero tenía vergüenza, ella no era así, no podía pedirle eso. – No puedo pedírselo, una mujer decente no lo hace, pero necesito que me la meta ya. ¡Quiero que me folle! – Al notar que su suegro se echaba hacia atrás y retiraba el miembro de su húmeda cueva, de sus labios salieron las palabras que nunca hubiese imaginado que pronunciaría.
ELISA.- ¡¡¡Métemela por favor!!! Necesito sentirla dentro.
Roberto, con un movimiento de cadera, se la clavo hasta lo más profundo de su vagina y empezó un movimiento salvaje, al mismo tiempo, con la mano la agarró con fuerza de la cadera obligándola a empujar hacia atrás buscando de este modo que la penetración fuese más acompasada y su polla se encajase totalmente en su deseado coño.
Elisa sintió como una ola de calor inundaba su cuerpo, ahora tenía la polla de su suegro penetrándola una y otra vez y notaba con sumo placer como ese miembro se ajustaba por completo a las paredes de su vagina, su cuerpo reaccionaba de forma descontrolada cada vez que esa gruesa y venosa verga se deslizaba en su interior y hacía que ella empujase sus caderas hacia atrás buscándola con desesperación, su suegro estaba consiguiendo hacerla pasar del dolor al placer a cada momento.
Roberto acariciaba su clítoris mientras la follaba y notaba como su nuera ya no podía mas y estaba a punto de correrse, entonces se dio cuenta que aun no había tocado esas tetas que tanto le gustaban y tiró hacia arriba del camisón dejándolas a la vista, al hacerlo pudo comprobar que eran realmente grandes y de las pequeñas areolas marrones despuntaban dos erectos y duros pezones, alargó la mano y agarró una de ellas, primero con suavidad, recorrió todo su contorno y la masajeó, después pasó a apretarla con ansiedad.
Elisa vio como su suegro tiraba con fuerza y subía su camisoncito dejando sus pechos al aire, los miró y comprobó que eran fiel reflejo de su excitación, los pezones abultados la delataban, entonces comprobó como Roberto los apretaba y retorcía con dureza, algo a lo que no estaba acostumbrada, tanto su novio como su esposo habían sido siempre muy dulces con ella, sin embargo su suegro la estaba haciendo daño, pero no podía decirle que parase, necesitaba que la poseyera con esa fuerza animal que estaba demostrando.
ROBERTO.- ¡Joder! No sabes cuantas veces he soñado con follarte, siempre me han vuelto loco tus tetazas. Me encanta follar este coñito de Zorra que tienes.
Elisa escuchaba sus palabras y aún se excitaba más, nadie la había hablado nunca así, oía lo que decía su suegro mientras éste taladraba su coño sin parar, pero le daba igual estaba sintiendo un enorme placer y quería disfrutarlo hasta el último segundo.
ROBERTO.- ¿Te gusta que te folle? ¡Zorra!
Como no respondía, Roberto retorció su pezón con fuerza.
ELISA.- Uffff. Siii. ¡¡¡Fóllame!!! Me encanta.
Roberto la sujetó con fuerza y aceleró sus embestidas, su polla se clavó literalmente en el coño de su nuera.
ELISA.- Ummmm, ¡¡¡¡Me voy a correr!!!! Fóllame con fuerza, así, así me gusta.
Al oír esto, Roberto se excito más y la folló con violencia hasta que acabó corriéndose en el interior del coño dolorido de su nuera.
ROBERTO.- ¡Joder! Eres realmente una buena Zorra, no sabes cuanto necesitaba metértela bien adentro y correrme en tu coño.
ELISA.- Ufffff. Ha sido estupendo, pero prométeme que esto no va a volver a suceder. Por favor, prométemelo.
Roberto no contestó, se limitó a acariciar sus tetas, le encantaba tocarlas y apretarlas entre sus dedos.
ELISA.- Ahora debes irte, Carlos puede volver en cualquier momento y no debe encontrarte aquí.
-
Roberto y su Recatada Nuera Elisa - Capítulos 001
Elisa es una mujer de posición acomodada, Carlos, su esposo, es directivo de una multinacional con sede en Madrid, al tener un elevado sueldo ella no trabaja y dedica el tiempo a cuidar de su hijo de un año y a mantener su cuerpo en forma en el gimnasio, se crió en una familia conservadora y nunca le faltó de nada, por lo que podría decirse que es una mujer “estirada” que mira a los demás por encima del hombro. Con 32 años es la típica mujer que hace girar la cabeza a los hombres cuando se cruzan con ella, su cuerpazo escultural, 170 cm de altura, 98 de pecho, 92 de cintura y 100 de caderas, hacen que se sienta atractiva y segura y cree controlar todo lo que sucede a su alrededor.
La madre de su esposo se llama Marian y se quedó viuda hace unos años, aunque ha vuelto a casarse con otro hombre llamado Roberto. Éste es el segundo protagonista de esta historia, a pesar de tener cincuenta años se mantiene en forma, tiene cuerpo atlético y bien formado, es el típico macho Alfa que lo controla todo y nada pasa desapercibido para él.
Viven en otra ciudad distinta a la de Elisa, por lo que solo se ven en navidad o verano, esto le resulta cómodo a ella porque no le gusta el ambiente que se respira en casa de sus suegros, son muy liberales, pasean por la casa semidesnudos y en ocasiones se exceden con las muestras de cariño, lo que a ella le resulta bastante violento al no estar acostumbrada por su educación conservadora, por otro lado, cada vez que está con su suegro, éste la impone y pierde toda la confianza que tiene en si misma y se siente permanentemente examinada e indefensa ante él.
Se aproximaban las navidades y Elisa iba a desplazarse con Carlos y su hijo a casa de sus suegros. Esto produjo una riña entre ambos porque ella quería ir a un hotel y su esposo no accedía, le parecía mal despreciar al invitación de sus padres de que fuesen a su casa y, aunque ésta era pequeña y solo tenía una habitación libre, el niño podía dormir en ésta y ellos dos en el sofá cama del salón, al fin y al cabo solo eran tres noches.
Elisa como castigo decidió dejar sin sexo a su esposo hasta la vuelta de las vacaciones, además, tampoco era algo que a ella le llamase especialmente la atención, a parte de un noviete que tuvo antes de casarse y con el que no llego a acostarse, Carlos era el único hombre con el que había mantenido relaciones sexuales y nunca había disfrutado de ellas, no al menos como le contaban sus amigas que lo hacían.
El 23 de diciembre se desplazaron a la ciudad de sus suegros y, al llegar, estos les recibieron con muestras de cariño. Elisa notó especialmente cariñosos a su suegro, quien, al darle los dos besos de rigor, aprovechó para deslizar las manos por su espalda hasta posarlas sobre su culo y apretarlo con total descaro.
Al notar las manos en su trasero un escalofrío recorrió su cuerpo y vio como sus pezones se erguían marcándose a través de la blusa, inmediatamente se fue al baño avergonzada, no quería que nadie se diera cuenta, se miró en el espejo y comprobó como sus pezones pugnaban por atravesar el sujetador y se marcaban poderosos en su blusa. – Joder, solo me ha rozado y ha conseguido que me excite como nunca. – Al pensar esto desabrochó la cremallera de su vaquero y metió la mano bajo su braguita. – No puede ser, estoy húmeda. – Miró los dedos y comprobó que estaban impregnados en sus flujos, no podía creerlo, si el sexo para ella no tenía ninguna importancia por qué le había pasado esto con su suegro. A partir de ese instante y en su papel de mujer controladora solo pensó en devolverle la pelota – Me has calentado y esta noche te la voy a devolver. – Con su esposo lo hacía a menudo, cuando discutían le provocaba y luego le dejaba con las ganas, le gustaba tener el control, disfrutaba dominando a su marido y ahora iba a hacer lo mismo con su suegro.
Esa noche Carlos había quedado con sus amigos de la Universidad para cenar y recordar viejos tiempos, por lo que a Elisa le tocó quedarse con el niño y con sus suegros. Roberto propuso salir a tomar unos vinos antes de cenar y Elisa decidió vestirse muy atractiva para la ocasión, quería impresionar a su suegro y demostrarle lo que ella valía, primero eligió la lencería y se puso un sujetador de encaje negro con las copas bordadas y una braguita brasileña tipo tanga a juego, se miró en el espejo y se vio impresionante, sus grandes tetas se veían majestuosas y casi se salían del sujetador. – Ahora va a ver Roberto quien soy yo, va a desear mis pechos pero no va a poder tocarlos ¡Qué se fastidie! Pensó – Después miró la braguita y vio como apretaba sus cachetes y se ajustaba a su vulva, era tan diminuta que casi se metía entre sus labios. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su cara.
A continuación eligió la ropa, quería ir seductora, ni muy recatada ni demasiado insinuante, se puso una minifalda negra de tablas y una blusa rosa de organza transparente, se miró de nuevo en el espejo y se vio soberbia. Entonces pensó en lo que hacía y se dio cuenta que se estaba vistiendo así para su suegro, ¿Qué es lo que pretendía? ¿Impresionarle? ¿Excitarle? No lo tenía claro pero sabía que hoy quería ir rompedora, se puso los zapatos de tacón de aguja y un abrigo negro y salió al salón donde la esperaban sus suegros con el niño.
Roberto al verla se quedó helado, su nuera, que ya era bastante alta, con los zapatos de tacón, su estilizado cuerpo, la blusa que transparentaba un sujetador que apenas podía contener sus enormes tetas y una faldita que cubría mínimamente las largas y bellas piernas, tuvo claro que tenía ante él un autentico monumento. Pensó – ¡Joder que polvos tiene que echarte tu marido cabrona! –
Salieron a dar un paseo y entraron en un restaurante, como las mesas estaban ocupadas se acomodaron en unos taburetes altos en la barra, cuando Elisa fue a sentarse Roberto comenzó a reírse por dentro y fijó su vista en el asiento de su nuera, ésta no sabía como sentarse en el taburete, la minifalda tan corta que solo le daba dos opciones, o abría las piernas para apoyar los pies en los resaltes laterales, con lo cual mostraba el interior de su falda dejando a la vista su braguita, o se ponía de lado y las cruzaba dejando a la vista su estupendo muslo y el comienzo de su cachete, nerviosa y viendo que ya todos estaban ubicados, eligió la segunda.
Miró a su suegro y comprobó que éste no dejaba de mirar su pierna, se sentía desnuda e intentó tirar de la faldita para cubrir más el muslo, pero era imposible, así que se rindió y permitió que él diera un buen repaso a sus piernas. Mientras tomaban un vino su suegra habló de lo feliz que era con Roberto, después de perder al padre de Carlos había pasado una crisis muy mala, pero ahora junto a él se sentía plenamente feliz, lo malo es que desde hacía unos meses su relación se había complicado debido a que ella no podía mantener relaciones sexuales por una infección que le estaba dando muchos problemas, y como él era muy activo lo estaba pasando realmente mal. Elisa se sintió un poco incomoda al tratar este tema, pero ya sabía de antemano que sus suegros eran así y hablaban de estas cosas con total libertad.
Pasado un rato, entre la agradable conversación, el calor del local y los efectos de las tres copas que llevaba, Elisa se fue relajando hasta el punto de que sin querer deshizo el cruce de piernas y las separó. Roberto se percató de inmediato y fijó la vista en el hueco entre sus piernas, estaba frente a ella y ahora podía ver con claridad el triangulo de su braguita negra, esto le excitó sobremanera y pensó en cómo conseguir llegar a ella, su objetivo desde ya era acceder al interior de esos muslos, que imaginaba suaves y cálidos, y subir por ellos hasta tocar esa braguita, y lo que es más, acariciar el tesoro que se escondía bajo esa fina tela.
Elisa se percató que su suegro no dejaba de mirar el hueco de su falda y estuvo tentada de cerrar las piernas, pero algo se lo impidió, sintió una tremenda excitación y de forma instintiva y muy despacio las abrió un poquito más, no sin antes asegurarse de que su suegra no podía verla ya que estaba sentada junto a ella. En un instante cruzó la vista con su suegro y de forma impulsiva bajó una mano, la puso sobre su muslo y se acarició la cara interna de éste subiendo hasta el borde la faldita, al hacerlo pudo observar como bajo el pantalón de Roberto crecía su pene de forma incontrolable mostrando una tremenda erección, una sonrisa de triunfo se dibujo en su rostro. – Ya lo he conseguido, ahora te fastidias. –
Roberto vio como su nuera separaba las piernas y se acariciaba el interior del muslo, ahora tenía una visión completa del triangulo de la braguita, miró fijamente y pudo percibir una machita en la tela. – ¡Que zorra! ¡Está cachonda! Ya sabía yo que a esta pija le iba la marcha. – De un salto bajó del taburete y se puso junto a su nuera, tomó una copa de vino con una mano y pasó la otra por su espalda.
ROBERTO.- Creo que ha llegado la hora de brindar. ¿No os parece?
Mientras su esposa y su nuera cogían las copas, él miró hacia atrás y vio que había un grupo de hombres de espaldas a ellos y ninguno podía verle, entonces bajó la mano por la espalda de su nuera hasta llegar al culo, lo apretó con fuerza y pasó la mano al otro cachete apretándolo igualmente, con toda tranquilidad deslizó la mano libremente por el estupendo culo de su nuera sin que ésta fuese capaza de oponer resistencia. – Así me gusta zorrita, ahora levanta un poco ese culazo. – Sin decir palabra metió la mano entre el culo de su nuera y el asiento y tiró de ella hacia arriba y hacia atrás, ésta de forma instintiva se elevó un poco en el taburete y se sentó de nuevo sacando parte de sus nalgas por la parte trasera del asiento.
Elisa no podía creerlo, a su pequeña provocación Roberto había respondido de una forma que no era capaz de controlar, estaba tocando su culo descaradamente y se sentía desarmada, no sabía cómo evitarlo, es más, ni podía ni quería hacerlo, estaba completamente excitada y le gustaba sentir la mano de su suegro acariciando su trasero. Al ver como él la guiaba con su mano para que se echase hacia atrás en el taburete, no lo dudó ni un momento y obediente se sentó sacando casi la totalidad de su culo por detrás del asiento ofreciéndoselo para que pudiera tocarlo a conciencia.
Roberto lo tuvo claro, ahora su nuera acababa de darle su consentimiento y no iba a perder la oportunidad, de forma disimulada tiró de la falda hacia atrás, su nuera se elevó un poquito y la faldita se liberó colgando por detrás del asiento, Roberto metió la mano bajo la falda y por fin pudo tocar la suave piel de su nuera, en señal de triunfo apretó con rabia sus cachetes, notó como ella se revolvía ligeramente en el asiento pero no por ello cedió, al contrario, los acarició suavemente y de pronto los apretó con rudeza, como si quisiera hacer daño a su nuera, ésta apretó los labios pero no emitió queja alguna.
Elisa era incapaz de controlarse, sentía como las manos de su suegro se deslizaban por su trasero acariciándolo unas veces y castigándolo otras, pero excitándola y haciéndola disfrutar con cada una de ellas, sabía que debía poner fin a aquello, no por el dolor que sentía en algún momento, sino porque no estaba bien lo que estaban haciendo, sus convicciones y su educación así se lo decían, pero su mente pedía una cosa y su cuerpo otra muy distinta, era incapaz de hacerlo, estaba sintiendo algo que era incapaz de describir y la ponía fuera de si, notaba su braguita húmeda y eso la excitaba aún más, entonces percibió como su suegro metía uno de los dedos en el surco entre sus nalgas. – ¿Qué pretende hacer? – Sintió miedo y se apretó contra el asiento, pero Roberto la pellizcó con fuerza y ella se elevó de inmediato, lo que aprovechó su suegro para meter la mano entre el asiento y su trasero. Éste se aproximó a su oído y susurró unas breves palabras.
ROBERTO.- Levanta un poco el culo, Zorrita.
Roberto vio la cara de sorpresa de su nuera al oír sus palabras, pero también vio como acto seguido ésta apoyaba las manos en el taburete y se elevaba lo justo para dejarle espacio a él, sin esperar un segundo metió un dedo en el surco de las nalgas y lo deslizó hasta llegar al ano de su nuera, al acariciarlo pudo percibir como ella temblaba, pero aun así seguía manteniéndose separada del asiento para que él pudiera mover la mano a su antojo. Comenzó a hacer círculos con el dedo alrededor del estrecho anillo marrón de Elisa, presionó sobre él e intentó penetrarlo pero era imposible, no estaba lubricado y se notaba que ella apretaba para impedírselo. Entonces oyó como su esposa decía que iba al baño.
Elisa se encontraba totalmente acalorada, la mano de su suegro había acariciado su culo hábilmente y ahora podía sentir ese dedo hurgando en su orifico anal, y todo por su culpa, porque había sido ella misma quien le había provocado primero y cedido al deseo de su suegro después al incorporarse en el asiento para que él metiese la mano bajo su trasero. – ¿Qué hago? Esto no está bien. – No sabía como actuar, estaba excitadísima y no deseaba poner fin a aquella situación, pero tenía miedo. ¿Que pretendía su suegro? ¿Iba a penetrarla analmente con el dedo? – Ni pensarlo, eso está mal, es una guarrería y no lo voy a consentir, no lo he hecho con mi esposo así que menos se lo voy a permitir a este depravado. – Hizo un ligero movimiento de caderas para sacudir la mano de su suegro y se dejó caer un poco, al hacerlo, y por sorpresa, sintió como la yema del dedo presionaba su esfínter, éste cedía levemente y el dedo penetraba ligeramente en su ano, si quererlo se le escapó un leve gemido.
ELISA.- Ummm.
Su suegra en ese mismo instante se incorporó para ir al baño, por lo que no se percató de lo que acababa de pasar a su lado, Elisa aprovechó para sacudir la mano de su suegro rápidamente.
ROBERTO.- ¿No me digas que no te ha gustado?
ELISA.- Eres un sinvergüenza, te has aprovechado de que no quería montar un escándalo delante de tu esposa.
Roberto se rió sin disimulo.
Con sus palabras, Elisa había intentado justificarse ante él y al mismo tiempo convencerse a si misma de que lo que había dicho era cierto, aunque sabía que no era así, ella había sido cómplice de todo lo ocurrido y además había disfrutado haciéndolo. Se levantó y se acercó al cochecito del niño para ver que tal estaba, al darse la vuelta se encontró con su suegro pegado a ella.
Roberto vio como su nuera iba a mirar a su niño en el cochecito y la siguió, cuando ésta se giró se encontró pegado a su pecho, entonces pudo comprobar el grado de excitación de ella, a través de la blusa se adivinaban dos pezones que destacaban claramente en el sujetador, eran como dos enormes garbanzos marcándose en la blusa transparente.
Miró a su alrededor y comprobó que el grupo de hombres que estaban a su lado seguían sin prestarles atención, sin dar tiempo a que su nuera reaccionara se pegó más a ella y metió una mano bajo su falda, con rapidez la deslizó entre sus piernas hasta tener contacto con su braguita, ágilmente metió un dedo y acarició su vulva por encima de la telilla, pudo comprobar entonces que la braguita estaba completamente empapada. Su nuera hizo un intento de separarse, pero él la sujetó del brazo con la otra mano al tiempo que apartaba la telilla de la braga y deslizaba el dedo entre los labios vaginales húmedos e hinchados.
Elisa sintió una mano entre sus piernas y sin poder hacer nada para evitarlo comprobó como ésta ya estaba acariciando su sexo por encima de la braguita, intentó separarse pero el brazo de su suegro la sujetó con firmeza impidiéndoselo, entonces notó como esos dedos exploraban su sexo y se hundían ligeramente en el surco entre sus labios. El enorme placer que esto la producía hizo que temblara y casi no pudiese mantenerse en pie, cuando pensaba que iba a caerse vio como su suegro la sujetaba con fuerza.
ROBERTO.- Apóyate en el taburete, coge la copa de vino con la mano y disimula.
Así lo hizo, se apoyó en el taburete mientras los ágiles dedos de su suegro se movían a placer entre los pliegues de su sexo, notaba como recorrían una y otra vez su vulva y penetraban ligeramente en su vagina, después sintió como uno de ellos descubría su clítoris y comenzaba a acariciarlo circularmente, en ese instante las piernas la temblaron y tuvo la sensación de que se meaba, por su sexo fluía liquido sin parar, sentía vergüenza y rabia al notar como éste se deslizaba por el interior de sus muslos sin que pudiera controlarlo, estaba demostrando a su suegro que le gustaba que la tocase, era algo imperdonable, pero el placer era tal que se mantuvo en silencio sujetándose con fuerza al taburete, miró de reojo a su suegro y vio como él disimulaba sonriendo y mirando hacia el baño por si regresaba su esposa.
Roberto tenía a su nuera donde él quería, estaba indefensa y era un juguete en sus manos, con los dedos penetraba descaradamente su coño empapado y al acariciar su clítoris había visto como ella reaccionaba separando las piernas para facilitarle el acceso, su sensación de dominio era total, percibía como Elisa se agarraba con fuerza al asiento con respiración acelerada al tiempo que notaba como sus dedos se impregnaban con los flujos que salían incesantemente de su sexo.
ROBERTO.- Así que soy un sinvergüenza y no has querido montar un número por Marian. Ella no está aquí. ¿Quieres montarlo ahora?
Elisa era incapaz de hablar, bastante tenía con controlar su respiración y acallar los gemidos que querían salir de su boca.
ROBERTO.- ¡Vamos! Contesta.
ELISA.- No.
ROBERTO.- ¿No? ¿No qué? ¿Quieres que pare?
ELISA.- No, por favor, no pares.
Roberto sonriente siguió acariciando el clítoris de su nuera mientras con otro dedo penetraba violenta e incesantemente su vagina. Elisa esperaba ansiosa cada penetración y empujaba sus caderas hacia arriba al tiempo que apretaba el culo para amortiguar las embestidas. Estaba probando un tipo de sexo desconocido para ella, su suegro la había llamado zorra, había intentado penetrar su ano y ahora la estaba follando violentamente con sus dedos, y en lugar de rechazarlo estaba disfrutando. Sin poder contenerse sintió como iba a correrse y se agarró con fuerza a su suegro.
ROBERTO.- ¿Vas a correrte ya Zorrita?
Apretando la boca con fuerza para contener los gemidos asintió con un movimiento de cabeza.
ROBERTO.- Así me gusta, córrete mi niña, no te controles, córrete a gusto.
ELISA.- Ummm, ummm. Ha sido bestial.
ROBERTO.- ¿Te ha gustado?
Al escuchar a su suegro Elisa se dio cuenta de lo que había hecho, no era posible, una mujer de su condición y estatus permitiendo eso – ¡Dios! Esto no puede estar pasando. ¿Cómo es posible? –
ELISA.- No, no puede ser, no deberíamos haber hecho esto, no vuelvas a tocarme nunca.
Elisa vio como su suegro sacaba la mano del interior de su falda con rapidez y se sentaba en su taburete, al instante llegó su suegra, como pudo se acomodó la braguita y estiró la falda. Después siguieron hablando y tomando vinos con normalidad, aunque ella seguía pensando en lo ocurrido y en lo imperdonable de su actitud, sin darse cuenta había abierto las piernas y su suegro podía observar con detenimiento lo que antes ya había tocado.
Roberto miró a su nuera y vio como está separaba las piernas involuntariamente ofreciéndole una perfecta visión de su braguita, en ella se observaba una enorme mancha que cubría la telilla, por el interior de las piernas se veían igualmente las gotas del flujo que habían salido de su sexo y se deslizaban por sus muslos.
Poco después regresaron a casa y vieron la televisión, pasado un rato, Roberto y Marian se fueron a la cama y Elisa acostó al niño en la habitación, volvió al salón y dejó la puerta entreabierta para poder escucharle si la llamaba, montó la cama en el sofá y como Carlos aún no había vuelto de su cena se acostó.
Un par de horas después a Elisa la sorprendió un ruido en el pasillo, se incorporó y vio que la puerta del baño estaba entreabierta y tenía la luz encendida, pensó que podía ser su esposo que ya había regresado de la cena, así que se levantó sigilosamente para verle, se aproximó al baño y al mirar por la rendija de la puerta vio con sorpresa que era su suegro quien estaba allí, se encontraba desnudo, sentado en la taza del retrete con los ojos cerrados y masturbándose.
Era la primera vez que veía a un hombre en estas circunstancias, para ella esto era algo impensable, si hubiese pillado a su esposo haciéndolo no le hubiese hablado en muchos días. Cuando era joven sus amigas decían que lo hacían a menudo, pero ella nunca había sentido la necesidad de tocarse y no entendía que Roberto lo hiciese. En ese momento sintió un escalofrío al recordar como su suegro la había tocado en el restaurante, solo de pensarlo notó como su sexo se humedecía, era la primera vez que acariciaban su clítoris para masturbarla y había sido algo explosivo, imposible de describirlo, era el mejor orgasmo que había tenido en su vida y se lo había dado su suegro.
A pesar de ello, la imagen de su suegro desnudo moviendo rítmicamente la mano a lo largo de su pene la produjo una gran curiosidad y además la excitó terriblemente. Se quedó unos instantes observando pero por miedo a que la viese se fue de nuevo al salón, se tumbó en el sofá mirando de reojillo en dirección al pasillo y esperó para observar a Roberto cuando saliese del baño. Pasados unos minutos vio como salía y se paraba en la puerta mirando en dirección a donde ella se encontraba.
Como sus suegros tenían la calefacción encendida todo el día, en la casa hacía mucho calor, por ello, Elisa dormía tan solo con una braguita y un camisón cortito. Al notar la presencia de su suegro se giró rápidamente para que no pudiera ver que estaba despierta, pero al hacerlo arrastró las sabanas sin querer.
Desde la puerta y con la tenue luz del pasillo, Roberto pudo ver con claridad las largas y esbeltas piernas de su nuera que finalizaban en un redondo y prominente culo, cubierto exclusivamente por unas diminutas braguitas de color blanco que no dejaban nada a la imaginación.
Elisa esperaba que se fuera para poder taparse y al mismo tiempo recuperarse de la excitación que recorría su cuerpo, pero en lugar de ello vio como Roberto se aproximaba al sofá, se arrodillaba en el suelo y con mucho cuidado posaba una mano sobre su pierna. No sabía que hacer, su conciencia le decía que debía darse la vuelta, decirle que era un guarro y apartar su mano, pero por otro lado, si lo hacia podía despertar a su suegra y sentía miedo del escándalo que se produciría al verles discutir, por lo que prefirió esperar pensando que se iría inmediatamente.
En contra de lo que esperaba, Roberto fue ascendiendo la mano por el contorno de su pierna hasta alcanzar su culo, el movimiento era lento, suave y en ella causaba un efecto relajante que no le permitía moverse ni emitir queja alguna. Para su sorpresa, la mano se deslizó entre sus piernas y acarició levemente el interior de sus muslos rozando la braguita, lo que produjo en ella un escalofrío que la hizo temblar de excitación y nerviosismo, acelerando al mismo tiempo su respiración.
Roberto vio como su nuera temblaba al sentir el contacto de su mano y comprendió que estaba despierta, así que aumentó su osadía y se levantó del suelo tumbándose en la cama detrás de Elisa, poco a poco se aproximó a su cuerpo hasta que notó que su polla se apretaba contra el suave trasero de ella.
Elisa vio como Roberto se tumbaba junto a ella y apretaba su miembro erecto contra su culo al tiempo que apoyaba la mano en su cintura y la deslizaba poco a poco en dirección a su pubis. – ¿Qué hago? –Sabía que debería apartarle pero su cuerpo la incitaba a apretarse más contra él, los suaves movimientos de su suegro habían logrado que su pene se ajustase a la hendidura de su trasero y ahora podía sentir todo su poderío, antes en el baño le había parecido que era grande, pero ahora estaba segura de ello, el miembro de su suegro era mucho más grande que el de su esposo o el del primer novio que tuvo.
Roberto mantenía un suave movimiento frotando su polla contra el suave y torneado culo de su nuera, disfrutaba sintiendo como su verga se deslizaba adelante y atrás entre las nalgas de ésta hasta que segundos después y con enorme satisfacción vio como ella comenzaba a moverse al mismo ritmo. Era evidente que le gustaba. – Esta zorrita está necesitad de una buena polla. – Ahora ya, sin vacilación, introdujo la mano bajo la braguita y acarició el vello púbico, después movió sus dedos en busca del clítoris de su cuñada y comenzó a pajearla.
Elisa, al notar el contacto de los dedos en su clítoris, perdió el control y ya no era consciente de sus actos, sin pensarlo llevó la mano atrás buscando el miembro de su suegro, necesitaba tocarlo, quería comprobar su tremenda erección.
ROBERTO.- ¿Te gusta? ¡Tócala! Seguro que nunca te han follado con una como ésta.
Roberto, con un movimiento rápido, cogió la braguita y tiró de ella arrancándosela, enseguida colocó la polla entre las piernas de su nuera y comenzó a frotarla contra la vulva hinchada y húmeda. Ésta al notarlo soltó un quejido de placer y se abandonó a los deseos de su suegro, había pasado de ser una hembra fría y controladora a una mujer sumisa y deseosa de sexo. La polla de Roberto recorría repetidamente el surco de su vulva, avanzaba hasta el clítoris y después lo deslizaba hacia atrás hasta llegar al perineo, en ocasiones paraba y presionaba levemente metiendo el capullo entre los labios vaginales para después sacarlo y volver a recorrer el mismo camino.
Elisa notaba como esa deseada polla se frotaba contra su sexo húmedo y ella se movía cuanto podía para facilitarlo, cuando advertía que la cabeza del miembro estaba a la entrada de su vagina empujaba las caderas hacia atrás intentado que la penetrase, pero no lo conseguía, su suegro la sacaba y volvía a torturarla con ese movimiento que estaba volviéndola loca. Por fin vio como su suegro la obligaba a separar las piernas y llevaba la polla a la entrada de su ya empapado coño.
ROBERTO.- ¿La quieres? ¡Pídemela!
Elisa deseaba tenerla dentro, ansiaba ser follada por esa enorme polla que jugaba entre sus labios y no acababa de penetrarla, pero tenía vergüenza, ella no era así, no podía pedirle eso. – No puedo pedírselo, una mujer decente no lo hace, pero necesito que me la meta ya. ¡Quiero que me folle! – Al notar que su suegro se echaba hacia atrás y retiraba el miembro de su húmeda cueva, de sus labios salieron las palabras que nunca hubiese imaginado que pronunciaría.
ELISA.- ¡¡¡Métemela por favor!!! Necesito sentirla dentro.
Roberto, con un movimiento de cadera, se la clavo hasta lo más profundo de su vagina y empezó un movimiento salvaje, al mismo tiempo, con la mano la agarró con fuerza de la cadera obligándola a empujar hacia atrás buscando de este modo que la penetración fuese más acompasada y su polla se encajase totalmente en su deseado coño.
Elisa sintió como una ola de calor inundaba su cuerpo, ahora tenía la polla de su suegro penetrándola una y otra vez y notaba con sumo placer como ese miembro se ajustaba por completo a las paredes de su vagina, su cuerpo reaccionaba de forma descontrolada cada vez que esa gruesa y venosa verga se deslizaba en su interior y hacía que ella empujase sus caderas hacia atrás buscándola con desesperación, su suegro estaba consiguiendo hacerla pasar del dolor al placer a cada momento.
Roberto acariciaba su clítoris mientras la follaba y notaba como su nuera ya no podía mas y estaba a punto de correrse, entonces se dio cuenta que aun no había tocado esas tetas que tanto le gustaban y tiró hacia arriba del camisón dejándolas a la vista, al hacerlo pudo comprobar que eran realmente grandes y de las pequeñas areolas marrones despuntaban dos erectos y duros pezones, alargó la mano y agarró una de ellas, primero con suavidad, recorrió todo su contorno y la masajeó, después pasó a apretarla con ansiedad.
Elisa vio como su suegro tiraba con fuerza y subía su camisoncito dejando sus pechos al aire, los miró y comprobó que eran fiel reflejo de su excitación, los pezones abultados la delataban, entonces comprobó como Roberto los apretaba y retorcía con dureza, algo a lo que no estaba acostumbrada, tanto su novio como su esposo habían sido siempre muy dulces con ella, sin embargo su suegro la estaba haciendo daño, pero no podía decirle que parase, necesitaba que la poseyera con esa fuerza animal que estaba demostrando.
ROBERTO.- ¡Joder! No sabes cuantas veces he soñado con follarte, siempre me han vuelto loco tus tetazas. Me encanta follar este coñito de Zorra que tienes.
Elisa escuchaba sus palabras y aún se excitaba más, nadie la había hablado nunca así, oía lo que decía su suegro mientras éste taladraba su coño sin parar, pero le daba igual estaba sintiendo un enorme placer y quería disfrutarlo hasta el último segundo.
ROBERTO.- ¿Te gusta que te folle? ¡Zorra!
Como no respondía, Roberto retorció su pezón con fuerza.
ELISA.- Uffff. Siii. ¡¡¡Fóllame!!! Me encanta.
Roberto la sujetó con fuerza y aceleró sus embestidas, su polla se clavó literalmente en el coño de su nuera.
ELISA.- Ummmm, ¡¡¡¡Me voy a correr!!!! Fóllame con fuerza, así, así me gusta.
Al oír esto, Roberto se excito más y la folló con violencia hasta que acabó corriéndose en el interior del coño dolorido de su nuera.
ROBERTO.- ¡Joder! Eres realmente una buena Zorra, no sabes cuanto necesitaba metértela bien adentro y correrme en tu coño.
ELISA.- Ufffff. Ha sido estupendo, pero prométeme que esto no va a volver a suceder. Por favor, prométemelo.
Roberto no contestó, se limitó a acariciar sus tetas, le encantaba tocarlas y apretarlas entre sus dedos.
ELISA.- Ahora debes irte, Carlos puede volver en cualquier momento y no debe encontrarte aquí.
-