Relacion lesbica con Martina

Pipsqueak

Virgen
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Mi nombre es Sandra y tengo 38 años. No sé si lo que hago, o hice, está bien o está mal, pero mi último año ha sido muy malo. Mi marido y yo nos divorciamos, y tras el mismo, estoy sacando adelante a mi hija Martina yo sola, pues su padre no se hace cargo de ella. Sacar a mi hija de 18 años sola es complicado, pues todo son gastos y muy pocos ingresos. Mi hija pregunta por su padre, y como explicarle a tu hija que su padre se desentiende de ella. Es duro.

Mi amiga Carmen me ha ayudado bastante, en cuanto a apoyo emocional, siendo mi paño de lágrimas, y sobre todo en subirme la moral y la autoestima. Con ella he descubierto un mundo nuevo en lo emocional, nunca pensé que mantendría relaciones lésbicas, relaciones sexuales con otra mujer, y con ella lo empecé a tener. Quizás deje para más adelante como surgió con ella, pero gracias a ello mi mundo cambio, mi mundo emocional, emotivo, y sexual ha cambiado.

Y ello me lleva a contar el principio de mi historia. Sin duda que el sexo es una buena vía de evasión, y con Carmen lo conseguía. Tras nuestro primer encuentro lésbico, su tacto, su roce, sus estímulos hacían que me olvidara de mis problemas económicos. Cada vez que estábamos juntas, que nos besábamos, que disfrutábamos del sexo juntas, mi mente se evadía y por un corto, pero intenso periodo de tiempo volvía a ser yo. Una noche, tras tomar un poco más de alcohol, de sentir nuestros cuerpos juntos, de recorrer nuestras partes íntimas, de experimentar orgasmos y de disfrutar de nuestra mutua compañía, volví a casa más indispuesta de lo normal. La cabeza me daba vueltas, no por el sexo con ella, sino por las copas de más que mi cuerpo tenia.

Con esas condiciones de raciocinio mermadas me dispuse a descansar y que el alcohol, con el sueño, se disipara. Dado que mi poder económico no era elevado, Martina y yo dormíamos juntas. No podía ofrecerle un cuarto a ella con los gastos que tenía, así que desde el divorcio compartíamos cuarto y colchón. Como siempre, Martina dormía como un ángel, acurrucadita en su lado, abrazada a su muñequita de trapo. Tras desvestirme directamente me acosté, no tenía ni fuerzas para ponerme algo con la que tapar mi cuerpo, sencillamente me tape con la sabana. En mi boca todavía tenía el sabor del whisky de la noche, y en mi mente el cuerpo sudoroso de Carmen mientras fundíamos los cuerpos en su cama. A los minutos mi hija se desveló, y al verme en la cama me abrazo con todo su cariño.

.-Mami, te quiero mucho.

.-Yo también corazón, ahora a dormir.

Y de esa manera, abrazada a mí, Martina se durmió rápidamente. Yo me quede desvelada, no conseguía quitarme de mi cabeza a Carmen, de cómo sus manos me acariciaban, de cómo sus dedos pellizcaban mis pezones, y de cómo sus labios me trasportaban al séptimo cielo al sentirlo lamer mi coño. Mi mano, al recordarlo se dirigió hacia abajo, buscando esos labios vaginales que tanto había manoseado y que tanto había lamido. Mi cuerpo disfrutaba de su recuerdo, gozaba con mis dedos imitando a los suyos, y de repente, Martina, en pleno sueño se agarró a mi pezón izquierdo, y como cuando era bebe, empezó a chuparlo. Empezó a comerme la teta, como cuando mis pezones la alimentaban de pequeña, y a pesar de que no salía leche de ellos, esa sensación, esa boca mordiendo mi pezón y succionando mi teta recordaba los momentos con Carmen devorándomelos, con lo que en vez de apartarla, deje que lo siguiera haciendo de forma inconsciente, con lo que mi excitación interior aumento más y más.
Mis dedos se deslizaban por mi entrepierna con más ansias, con más frenesí entre sus hondonadas, buscando esos rincones ocultos y esos pliegues, hasta alcanzar el clítoris, logrando que se empaparan con los fluidos vaginales que de ellos emanaban. Mi tensión sexual aumentaba más y más al, sentir la boca de Martina comiéndome de esa manera el pecho, al notar mis dedos embadurnados con mi fluido vaginal. Estaba perdiendo la cabeza imaginándome, recordando mi primera vez con Carmen, y esa sensación lujuriosa por probar algo nuevo, de sentir una experiencia nueva en la vida.

Excitada por completo encendí la luz, y pude apreciar como la boca de Martina chupaba, y succionaba mi pezón como si fuera un chupete, y con esa visión de mi hija, y con la imagen de Carmen en mi mente seguí masturbándome hasta correrme varias veces. Chorreaba como esa primera vez, empapando la cama por completo y con mis dedos pringosos siguiendo y siguiendo estimulando mi coño empapado.
Quizás por el alcohol o por la excitación del momento quería más, quería sentir el coño de Carmen entre mis labios, sentir su textura, sentir su mojadez recorriendo mi boca y notar su calor uterino brotar hacia mí, pero ella no estaba. Solo Martina, con su boca y mi pezón como su chupete. Con cuidado separe a Martina de mi pecho, cosa que costo, pues lo tenía bien agarrado con su boca. Caliente como una perra, le quite su pijama, y la desnude por completo. Mi ángel dormía plácidamente y con sumo cuidado fui separando sus piernas hasta dejar a mi vista su joven chochito. Su cuerpo de color canela yacía ante mí, desnudo, con sus pechos sin desarrollar, con esas aureolas indicando lo que un día serán unos pechos, quizás, grandes, quizás pequeños, pero pechos listos para manosearlos, y disfrutarlos por alguien.

Empecé a lamérselos, no sé cómo, pero empecé a pasarle mi lengua por esos pezones suyos, con una excitación que iba en aumento, suavemente, delicadamente, pue son quería que se despertara. Poco a poco mi lengua los había recorrido por completo, y mis manos empezaron a acariciarla, buscando esa sensación placentera como con Carmen al manoseárselo. Mmm, notaba como con cada recorrido de mi mano sobre Martina, mi coño volvía a empaparse, y como la lujuria se iba apoderando de mí.
Quería más, mucho más, así que tras lamérselos un poco más fui bajando hacia su rajita, la cual todavía no tenía pelos, dejando simplemente sus labios al descubierto, unos cerrados, pero sonrosados labios vaginales rodeando su piel de color canela. Suavemente empecé a acariciársela, con delicadeza, rozándole por fuera con la punta de mis yemas. Observe como Martina no se inmutaba y su sueño era profundo, así que seguí acariciándoselo más y más, profundizando en su campo de amapolas hasta notar un leve gemido.

Pare, pensé que se despertaría, pero no lo hizo, solo movió levemente su cuerpo, pero sin perder la postura en la que estaba. Completamente caliente y excitada por lo que estaba haciendo proseguí y fui jugando con su pequeño coño, deslizándole mis dedos entre sus labios, profundizando en ellos suavemente, notando como de vez en cuando gemía. Estaba sin duda disfrutando de su tacto, gozaba con el roce de ese segundo coño que tocaba en mi vida, tercero si cuento el mío y el de Carmen.
Quería probarlo, ¿a qué sabría el coño de Martina? El coño de Carmen era amargo, deliciosamente amargo, el cual te inundaba la boca a los pocos segundos de estar comiéndoselo, y si te descuidabas se te corría en plena cara. Le podías separar con facilidad los labios vaginales por completo, y su clítoris era fácil de alcanzar con la punta de la lengua. Y con ese pensamiento deje de acariciarle el chochito a mi hija y empecé a pasarle la lengua. Mmmm, que suave, y que cerrado, la punta de mi lengua no traspasaba la primera capa. Su clítoris no quedaba a mi alcance. Tenía el coño cerrado, su virgen coño estaba sin abrir, con lo que su campanita mágica permanecía fuera del alcance, tanto de mi lengua, como de mis dedos, claro está, a menos que presionase mucho y entrase con ellos hasta lo más profundo de su cueva.

Así, mi lengua siguió lamiéndoselos, sorbiendo como podía de aquel manjar sin despertarla. La lengua le recorría por completo, empapándola de mi saliva, a la vez que se lo lubricaba. Mis dedos, rozaba, acariciaba, penetraban poco a poco en ella, a lo que su pequeño e inexperto cuerpo reaccionaba con leves movimientos y esporádicos gemidos y suspiros, sin duda de algún placer que su cuerpo dormido necesitaba expulsar.

La verdad no se el tiempo en que estuve comiéndole el coño a Martina, lamiéndole su conchita, sorbiéndole el jugo de mi saliva con algo de su jugo vaginal, pues aprecie como algo soltaba, quizás pis, no sé, la cosa es que mi boca le sorbía , le succionaba, le frotaba el coño sin detenerme. Mis dedos, empapados por ese fluido resultante se lo repartían por toda aquella superficie de pecado. Y así, entre chupada, lamida, y dedos jugando con su coño, me volvía a correr, empapando mi coño por completo. Notaba como mi coño, sin penetración alguna, tenía contracciones, espasmos placenteros con toda esa cantidad de fluidos que salía de mi cuerpo.

Y para rematar la noche, y tal como hicimos Carmen y yo en nuestro momento, quería que nuestros coños se frotasen y compartieran esos fluidos que nos empapaban y nos chorreaban, con lo que, con delicadeza deslice una de mis piernas por un lado de Martina, y pasando una de las suyas por debajo de mí, llegue a que nuestros coños se uniesen, se rozasen y se empezaran a embadurnarse, y de esa manera empecé a frotarme con mi hija, Coño con coño, labios con labios, nuestros cuerpos se frotaban, nuestros coños se rozaban y se daban placer mutuo, por lo menos a mí me lo daba, pues chorreaba de gusto y mis contracciones vaginales aumentaban con cada roce. Por suerte Martina solo gemía muy esporádicamente y seguía dormida, con lo que su pequeño cuerpo era usado por su madre para hacer una rica, una deliciosa, una excitante, morbosa, lujuriosa, pecaminosa, incestuosa, tijera.

Era tanto el placer que su pequeño coño quedó empapado por una de mis corridas, la cual con tanto gusto fue acompañada por una meada de campeonato, la cual fue frenada por el coño de Martina de forma brusca, salpicando por completo su pequeño cuerpo, como el mío, dejando nuestros cuerpos embadurnados, por un olor y una pringosidad elevada. Estaba rendida tras ello, mi cuerpo había explotado de placer, de goce, de lujuria por aquel momento furtivo con el cuerpo dormido de mi hija, la cual era totalmente ajena a lo que su madre había echo.

Poco a poco el cansancio se fue apoderando de mí, y tras separarme de mi hija un poco, de limpiarle con la sabana, su joven, y ya usado coño, de restregarme con esa misma sabana el mío, eliminando parte de mis corridas, me dispuse a descansar, a dormir un poco, ya mañana lavaría la sabana y eliminaría esas sustancias pecaminosas que habían quedado adheridas en ella. Mire a Martina, lo plácidamente que dormía, la acerque, la abrace y me quede dormida a su lado, notando su cuerpo junto al mío, como esa primera vez con Carmen.
 
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Incestuosabi

Virgen
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Rico a mi me lo hacen despierta desde que tenía 8 me decían si me lo dejaba tocar, darle besitos me saldrían los pelos y tetas antes, aun lo seguimos haciendo
 

nomada2011

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Enhorabuena, con mucha carga erótica y con sutileza en el trato del tema incestuoso con madre-hija en plano amor-sexo... muy bien en el texto y la sensualidad exprimida, a la espera la segunda parte
 
M

Miembro eliminado 191735

Guest
Muy natural, me parece un gran relato, voy a leer más del mismo autor, creo que valen la pena
 

Sirango

Pajillero
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Muy buena prosa y se ve bastante natural y fluido este es el tipo de relatos que me gusta leer
sin fumadas ni idas de hoya conciso al grano recreandose en los detalles justos sigue asi
 
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