PROVOCATIVA Continuación.

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Oct 12, 2011
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Faltan minutos para que salga de trabajar, para que abandone, por este día, mi puesto de recepcionista en este restaurante-bar de la ciudad de México. Me puse un vestido de esos que te gustan, con doble escote y muy untado al cuerpo, sin bra y con una tanga tan diminuta y ajustada que cualquiera apostaría que no uso, el color rojo me hace ver más inquietante. En un rato te contaré como he acaparado las miradas este día. Los clientes, casi todos, han clavado sus ojos en mi seno. El escote suele absorber la conciencia y cuesta trabajo salir de ahí. Si por ellos fuera me harían suya aquí mismo, pero se contentan con algunos rozones o caricias disimuladas y muchas miradas impertinentes, cosa de todos los días; sobre todo desde que decidí volverme provocativa.

El gerente tampoco me ha dejado tranquila, hoy buscó cualquier pretexto para arrimárseme y clavarme su sexo en el trasero. He hecho como que no me daba cuenta y lo esquivé como mejor pude pero en la cara se le notaba lo cabronamente calenturiento que estaba. Ves, antes de conocerte no me habría atrevido a decir “cabronamente” ni mucho menos, esa es parte de tu influencia.

Por fin. Salgo del trabajo. Voy apresurada apresar que los tacones de aguja me impiden ser tan ágil como quisiera. Tengo ganas de verte y sentirte. Añoro tu mano perdiéndose debajo de mi falda como bienvenida. Mira, te estoy viendo recargado en ese coche azul y, ya estoy comenzando a mojarme. Hace semanas que esta es nuestra relación. Desde que me acosaste en el autobús.

Te levantas, me ves, sonríes, vienes hacia mí.

- No voltees. Sigue adelante, me dices.

Seguro tengo pintada la decepción en la cara. Idiota. Eres un idiota. Me digo y me repito mil veces. A punto de abrirte las piernas y así me recibes.

- Vas muy rápido, Anita. La voz me hace saltar.
- Perdón por asustarte. Es el gerente del restaurante.
- Ah, no hay problema. De reojo veo que me miras ¿o nos miras? Una risa maliciosa te domina la cara.
- ¿Te acompaño? No te vayan a violar por andar solita.

Idiota. Vamos caminando por la calle oscura. Los tacones me hacen ir con cuidado. El acomedido del gerente, me toma por la cintura para ayudarme. ¿Qué hago? ¿Lo dejo? Volteo sutilmente para preguntarte con la mirada. Tu sonrisa es de aprobación. ¿A dónde quieres llevarme?

El gerente me apergolla más contra él, su mano pasa de la cintura a la cadera. Estamos a punto de llegar al zaguán donde me diste el beso y algo más, ¿recuerdas? Es un espacio solitario. No me preguntes por qué voy a hacer lo que estoy a punto de hacer.

Hago como que el tacón se me dobla y me recargo sobre el zaguán. El gerente solicito me sostiene y casi sin querer lo jalo hacia adentro del corredor, debajo de un foco. ¿Puedes vernos? Estoy pegadita a él, siento su aliento caliente sobre mi rostro, me ve como seguro el lobo feroz vio a la caperuza. No se atreve. Duda. Siento su mano temblar mientras acaricia mi brazo. Sé que me ves, que nos estás viendo, presiento tus ojos brillar en la oscuridad. Y es por eso que mi mano se atreve a hacer lo que hago. Acaricio sin pudor el sexo del gerente por encima del pantalón. Intenta besarme en la boca pero rehúyo. No, mis besos no son para él.

Siento sus labios recorrer mi cara, frenético, inexperto, ganoso. Continua con su besuqueo por encima de mi ropa, se detiene un rato en mi pecho y llena de babas mi vestido sobre la punta de los pezones, que por cierto demuestran su atención estando firmes, bien paraditos. Sus manos amasan mis tetas, las tuercen y acarician torpemente. Cuanta inexperiencia en un hombre mayor. Lo dejo hacer. Sigue besando y baja por el centro de mi cuerpo, por mí ombligo y se mete bajo mi vestido. Tiene que levantarlo todo sobre mi cintura. Su nariz se pega sobre mi tanga, se clava lastimándome un poco, para luego repasar su lengua y mojar la tela que cubre mi vulva.

A pesar de mi, me mojo; siento como el triangulo de la tanga se moja de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro. El gerente come con fervor, como un hombre que nunca ha probado semejante manjar, lo hace muy mal, pero aun así puedo disfrutarlo. En parte porque con sólo tocarme me estremezco, soy una mujer fácil, tú lo has dicho. Y segundo, porque sé que me estás viendo y gozas mi disfrute.

El gerente se levanta. Me mira con una mirada que da asco, va bajando la cremallera de su pantalón y saca su pene duro y prepotente. Me toma la cabeza y me presiona de forma más que brusca para que baje. Estoy frente a su pene y sé lo que él espera que haga. No me gusta su olor, pero no encuentro como salir de esto. Abro la boca para comer aquel pedazo de carne pútrida.

- Buenas noches. Es tu voz.

Provocas que el gerente eyacule sobre mí y me llene la cara con su semen, mientras sale corriendo. Te acercas lentamente. Me levantas. Me limpias con un pañuelo la leche en mi cara y unas pocas lágrimas que me han empezado a correr. No sé si odiarte o amarte. Ves, opto por lo segundo. Me lanzo a tus brazos y te beso, te beso con las ganas que tenía de hacerlo desde que salí del trabajo, te beso con la lujuria que me despiertan tus besos, te beso con las ganas de comer y ser comida.

- Eres una puta, me dices. Mira que dejarte hacer por ese. – Quiero protestar, no me dejas. Shhhh. Sí, estás mojada. Dices mientras metes tus dedos por mi vulva empapada haciendo a un lado la tanga. Quítate la tanga.

Se me había olvidado que tenía el vestido montado sobre las caderas. Me deshago de la tanga, mojada ya, y siento el fresco pegarme en las nalgas y en la entrepierna. Siento como moldeas mi cuerpo, soy de plastilina en tus manos, me volteas y haces que me recargue en la pared. Sigues magreando mi vagina con tus dedos, entran y salen de mí, provocando que me llene más de jugos y te los empape.

Sé que te estás sacando el sexo. Ahora golpeas mis nalgas con él. Lo recuerdo, me sorprendió la primera vez que lo sopesé en mi mano, ahí mismo en ese zaguán, y me gustó, me enamoré de él desde ese entonces y lo sigo disfrutando cada vez que me lo brindas.

Está entrando lentamente en mi vagina lubrica. Siento como recorre mis paredes y me llena por completo. Tomas mis caderas y comienzas a bombear dentro de mí, primero con calma pero poco a poco el ritmo y el desenfreno comienza a ser mayor. Me gusta, me gusta la forma en que me coges, entre amorosa y cruel. Siento cuando te derramas en mí, yo ya lo he hecho dos veces antes que tú.

Salimos del lugar. No me has permitido ponerme la tanga, así que en realidad ahora no traigo nada de bajo. Ya es muy noche. Quiero ir hacia la parada del camión pero me llevas hacia el metro. Entramos. El vagón esta casi vacío, apenas 6 hombres tú y yo. No me gustan los nuevos asientos, son una hilera de posibilidad de lugares. No hay forma de apartarse de nadie, todos estamos expuestos a la vista de todos. Me siento y tú te quedas de pie, frente a mí. Miro tus ojos y entiendo que la noche no ha terminado.

Me acaricias el mentón, lo haces de forma cariñosa, recuesto mi mejilla sobre tu mano y me mandas un beso, continuas con las caricias que bajan al cuello, son suaves, apenas pasas tu dedo por sobre mí. Metes tu dedo por debajo del cuello del vestido y lo halas para descubrirme el hombro. Me asustas, siento cierto pudor, intento subirlo con mis manos, me detienes con fuerza. Sigues, mis hombros han quedado descubiertos. Los ocupantes del vagón se mueven algo nerviosos, se han dado cuenta de la situación, están entre incómodos y excitados. ¿Te has dado cuenta, verdad? Pero no te importa, o si te importa y te excita. Bajas más aún mi vestido y dejas al aire mis tetas. Estoy sonrojada, escondo la cara y me obligas a levantarla. El tren ha seguido su marcha.

Sabes que tenemos la atención del vagón. Me acaricias sin vergüenza, rodeando mi aureola con tus dedos, haciendo que mis pezones se levanten y endurezcas. Consigues que lance un gemido que seguro eriza la piel de los presentes. Bajas el cierre de tu pantalón y sacas, la que yo considero, una hermosa verga, mi verga amada y deseada. Está firme y caliente frente a mí, con la cabeza pelada y dispuesta, la acercas un poco más a mí para que la meta en mi boca.

Chupo. Chupo. Sé que te gusta cómo te chupo la verga. Lo sé porque respingas a ratos y jadeas a pesar de ti. Haces que te la chupe como nunca antes, tomando mi cabeza y usándola como si te masturbaras. Oigo tu voz, me ha parecido que has dicho: ¿Quieres? Intento voltear para ver con quien hablas pero no me lo permites. Me aprietas más contra tu sexo. Veo la sombra de alguien que se sienta a mi lado.

- Abre las piernas, dices.
- No trae calzones, dice en voz alta y alegre el desconocido.
- Levántate un poco. Me mandas.

Haces fuerza para que me siente y siento la carne erecta de Desconocido. Me penetra sin preámbulos. Me está cogiendo, me coge con gusto. Alguien más se ha sentado a mi lado. Son dos. Siento como me toman de las manos y me las guían. Ah, sus sexos, dos enormes sexos en cada mano. Y las suyas acariciando mis tetas que antes eran tuyas.

Te retiras de mí para verme ser tomada por Desconocido y dos chicos. Quisiera no gozar, quisiera no estar gozando de esto. Me siento sucia y depravada pero me gusta y lo gozo como no tienes idea. Me corro, me corro. Siento como se escurren de mí mis jugos. También siento como Desconocido se viene dentro de mí. Me aparta a un lado como si nada, como si no fuera nadie. Me toma uno de los chicos y se clava dentro. ¿Es normal sentir este pudor y este ser desvergonzada al mismo tiempo?

No dura mucho. El chico termina pronto. El otro quiere intentarlo. Me mira con cierta ternura. Me levanta con cariño y me hace que me siente en él, no soy ya yo como para resistirme.

- Todavía faltan diez estaciones. Me dices y te guardas tu verga.
Nuestros nuevos amigos sólo sonríen.
 

mayalewo77

Virgen
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un relato muy excitante y muy liberal al tiempo con bastante comunicacion entre esa relacion muy bien

 

epale62

Virgen
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Chama "taz sobrada" ;si no es imaginación eres una puta pervertida, si es imaginación tienes una creatividad sin igual. Entodo caso son tus relatos Exitantes al maximo
 
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