Probando un Dulce – Capítulos 01 al 04

heranlu

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Ago 31, 2007
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Probando un Dulce – Capítulo 01

Estaba distraído cambiando el pendrive con mi música predilecta en la USB del carro, el semáforo estaba en rojo, así que supuse tendría tiempo de sobra para hacerlo, algo tan mecánico que ya había hecho tantas veces antes, cuando presentí una sombra en mi puerta del conductor, me sobresalté un poco ya que había escuchado que en las detenciones de los semáforos asaltaban a los conductores, como mi carro tiene cierres automáticos no me estaba tan afligido por el hecho, pero no era nada más que una nena pequeñita, sus ojos brillantes de energías, cabellos oscuros y despeinada, su faldita corta a medio muslo, con zapatillas y calcetas, una al tobillo y la otra casi a la rodilla, su rostro era precioso y su actitud, no sabría definirla con palabras, pero rebosaba de sensualidad a esa corta edad, quizás no más de diez años, el frio de la noche le hacía salir vapor de su boca y ella limpiaba su nariz con la manga de su vetusto chaleco de lana − ¿quiere un dulce señor? – me dijo con una vocecita de nena, pero vuelvo a decir que su actitud no era de niñita, más bien una pequeña mujer, quizás las vicisitudes la habían hecho madurar precozmente − ¿qué estas vendiendo chiquilla? – le pregunté, solo con el interés de saber más sobre ella – alfajores y estos de acá son chilenitos … dos en mil pesos – la volví a mirar y esos ojos oscuros, brillantes e intrigantes no me permitían alejarme de ella – cruza la calle … me voy a estacionar … ahí vemos que cosa puedo comprar – le dije comenzando a maniobrar y ponerme en un sitio seguro, mire a mi alrededor y vi otro grupo de vendedores, pero en la otra esquina, lejos de nosotros.



La nena me siguió y siempre por el lado de la puerta del conductor, me mostró su mercadería de dulces envasados en plástico – son muy ricos … no se va a arrepentir – me dijo y se mordió su labio inferior sensualmente, mi pene se puso a mil y me asusté, como esta pergenia a la que todavía se le caen los mocos me puede hacer excitar de esta manera, no lo podía comprender − ¿qué tal si hacemos un trato? – le dije y sus ojitos adquirieron más brillo − ¿quiere más de uno el señor? – me retrucó − ¿cuántos te quedan? – le pregunté, mirando siempre a mi alrededor en alerta – seis … siete … me quedan ocho, señor – me dijo en tono casi de fiesta – bueno … eso quiere decir que serían … cuatro lucas … ¿no? – le dije mostrándole mis cuatro dedos – si señor, son cuatro mil pesitos – la nena estaba contenta de vender toda su mercadería de una sola vez y movía su cuerpecito casi festejando − ¡ya! … dámelos todos … pero recuerda que tenemos que hacer un trato – le dije observándola atentamente.



− Pero no tengo más dulces – me dijo con tono de preocupación pensando me fuese a arrepentir de comprar − y no puedo rebajar el precio – agrego – ¡no! … no quiero más dulces … − le dije para tranquilizarla – mira … aquí están las cuatro lucas … y … diez lucas más si me dejas comerme un poquito de ti … − le pasé el dinero y no me importaba si se echaba a correr, ella me miró – que lindo es su auto … ¿me puedo subir? – me dijo como de lo más normal – si sube … me dije haciéndole lugar, dejando los dulces en el asiento trasero – volví a mirar hacia todos los lados para cerciorarme que no hubiese nadie en las cercanías y nos fuimos para un sector oscuro de la ciudad.



− ¿Qué edad tienes? – le pregunté a sabiendas que era muy niña, pero ella se había alzado su faldita y acomodado sus calcetas mostrándome todas sus piernas y la blancas bragas que vestía, no sabría decir si había alguna intención en todo ello, pero mi verga luchaba contra el genero de mis boxers y pantalón, tuve que acomodarla cómo pude – ocho … pero cumpliré nueve la próxima semana – me dijo denotando un cierto orgullo en el aumento de su edad – seré más grande y así nadie me comandará – dijo con un poco de bronca en la voz − ¿por qué? … ¿tienes alguien que te comanda ahora? – le pregunté – sí … mi padre que bebe todos los días y mi hermano que me quita mi dinero para drogarse – me dijo con rabia – y tu porque se lo permites – le dije ingenuamente − ¡no! … cómo yo soy chica ellos me quitan todo y si no me pegan – me dijo apretando sus puños.



Tuve una lucha interna sintiendo las duras vicisitudes que esta pequeña tenía que vivir, pero ella con su pierna plegada sobre el asiento me daba una vista espectacular de sus tiernos muslos y su ingle, llegué a un sector oscuro de la ciudad y estacioné el auto − ¡mira! … te daré diez lucas más para ayudarte con tus ganancias – le dije pasándole otro billete que ella prontamente guardó en un sucio pañuelo que escondía en su pechito − ¿y yo que tengo que hacer? – me dijo sin señas de miedo o preocupación – tienes que estar tranquilita y nada más – le dije posando mi mano sobre su gastada calceta gris, ella puso su pequeña manito sobre la mía, su piel estaba caliente, la piel de sus delgados muslos era suavecita, poco a poco fui subiendo mi mano hasta llegar al borde de su bragas − ¿me las saco? – dijo la nenita, sorprendiéndome bastante – si quieres … y si puedes … sácatelas, por favor – fue lo último que hablamos.



La pequeña ya sin calzoncito se giró hacia mí y abrió sus piernecitas, no lograba ver su chochito minúsculo, así que encendí la linterna de mi celular, su preciosa panochita brillaba con todo su esplendor, el aroma a orina me parecía una esencia deliciosa, sus labiecitos rosados eran otra perfección de la naturaleza, trate de mantener abiertos esos labiecitos húmedos y me incliné en mi asiento tratando de alcanzar ese agujerito con mi lengua, necesitaba saborear esa pequeña chuchita, pero me fue imposible, entonces me di cuenta que la nena tenía sus ojos cerrados y gemía, su rostro estaba parcialmente cubierto por el enredado manto de sus cabellos. Introduje un dedo en ese estrecho orificio y ella movió sus pequeñas caderas facilitando la penetración, era evidente que ya no era virgen y que gozaba la penetración de mi dedo, trate de penetrarla con otro de mis dedos pero no le entraba, así que desistí, entonces traté de imaginar como llegar con mi boca para comerme ese chocho infantil, mi pene estaba duro como palo y era también un impedimento para desplazarme dentro del estrecho espacio del auto, eche el asiento del conductor atrás al máximo y quedé recostado, entonces la tomé y poco a poco la hice desplazarse con su ingle sobre mi cabeza, al final ella se acomodó solita con su vagina sobre mi boca, mientras con una mano mantenía su faldita alzada para que no estorbara.



Me sorprendió sentirla mover sus caderitas sobre mi boca, como es posible que una niñita así de pequeña pueda saber como moverse sexualmente, pero no me empeñaba en descubrir estos misterios, solo atinaba a mover mi lengua y tragar sus fluidos que no eran pocos, a un cierto momento ella se estremeció y con fuertes jadeos se corrió en mi boca, tembló por varios minutos, sus gemidos y quejidos eran otra fuente de excitación.



Mantuve a la nena lo más firme posible, ella seguía moviendo su ingle en mi cara, pero su mano se había desplazado al cierre de mis pantalones, sin decirme nada me abrió el cierre y metió su manita hasta tirar fuera ese palo duro en que se había convertido mi pene, la oscuridad del lugar no me permitía ver todos los detalles, pero su cabeza ahora tocaba el volante y sus tibia boca se había cerrado sobre mi glande, comenzó a chuparme la verga cuál si fuera un helado de paleta, su diminuta lengua recorría velozmente una y otra vez la cabezota lustrosa de mi pene, el sonido de las chupadas me excitaba aún más.



Me chupo la verga unos diez minutos mientras con sus manitas acariciaba mis pelotas, me chupaba la polla como una profesional del sexo y cuando me corrí en su boca, ella se tragó mi pene y aguantando algunas arcadas, se tragó todo mi semen, no se despego de mi miembro hasta que este un poco flácido salió de su boca, se sentó en el asiento del pasajero y se coloco sus braguitas, se limpio la boca con la manga de su chaleco como lo hacía de costumbre, le pase una confección con pañuelitos de higiénicos y ella solo los guardo en su pechito, donde guardaba todo, no quise hacerle ningún comentario, ella se arreglo su faldita, yo enderecé el asiento del auto y luego nos fuimos hacia el lugar donde yo la había recogido.



La nenita manipuló la radio y puso un poco de música de reguetón, no es mí favorita, pero no objeté, ella al parecer estaba tranquila y miraba hacia el exterior tarareando la música y haciendo movimientos de baile, parecía contenta, cuando llegamos a la altura de la estación Mapocho, ella me dijo – papito … déjame aquí … aquí está bien – abrió la puerta y sin más preámbulos se bajo del auto, la observé por largo rato mientras se alejaba moviendo sus caderas en modo infantil, saltando de vez en cuando como una niña



Estuve toda la semana pensando a ese fortuito encuentro con esta niña desamparada, no podía sacarme de la cabeza ese chocho minúsculo y mojadito, el goce de la pequeña al sentir mis caricias, para finalmente tener un formidable orgasmo con las lamidas de mi sedienta lengua, luego su pequeña boca cerrándose sobre mi pene hasta recibir mi descarga de esperma y engullirlo hasta la última gota, toda esta situación me mantenía con mi verga con constantes erecciones, me calmaba con una que otra chaquetica, pero las imágenes no me daban paz.



Me encontraba en una situación para nada agradable, porque soy un hombre maduro, divorciado, pero con sobrino-nietas de edades similares a la de esta pequeña, me sentía bastante en culpa, pero a su vez tenía una calentura por esa chiquita que me hacía sentir vigoroso, vivo, pero también un viejo verde e inmoral, mi conciencia me machacaba el alma, pero por las tardes mi huevos hervían al pensar en el guante aterciopelado de la pequeña concha de esta chiquilla.



Después de esa semana comencé a girar por los alrededores de la estación Metro de Cal y Canto, cruzaba el Mapocho y volvía por la misma ruta, después de girar por el sector una o dos horas, me retiraba, evidentemente se había ido a otro sector, sé que hay bandas que no permiten que interfieran con sus ventas callejeras, no admiten vendedores extraños y los amenazan y ahuyentan, pensé que algo así podría haber pasado con esta pequeña particularmente indefensa y vulnerable.



Había renunciado a buscarla, pero al regreso de mi trabajo debía pasar por el sector y no cesaba de transitar a velocidad reducida y la buscaba barriendo con la vista ambos costados de la avenida, hasta que un día que ya me iba y la divisé como saliendo de la estación del metro, era una tarde muy fría, estaba descendiendo una ligera neblina sobre la ciudad, me acerqué con mi vehículo hacia la acera y le toqué la bocina, ella un poco desorientada se volteó a mirar, pero no me vio, por lo que volví a hacer sonar mi claxon, ella se fijó en mi carro y comenzó a caminar hacia mí, baje el vidrio y ella me reconoció − ¡oh! Señor … ¿cómo esta? … − me dijo con una amplia sonrisa − ¡Hola! Nenita … ¿que estas vendiendo esta vez? – le pregunté − ¡ah! … tengo estos Super ocho … dos en mil y estas mentitas también a dos en mil – me dijo como esperanzada de hacer una buena venta conmigo − ¿y cuantos tienes? – me miró y escarbó en su caja de cartón − ¡oh! Señor … son muchos … no sabría decirle – me dijo masticando su chicle y preocupada que no le comprara nada – si subes al carro te los compraré todos – le dije apurando la situación, su carita se le iluminó instantáneamente y corrió a subir al auto, esta vez ella vestía unos jeans rosados que le andaban estrechos para su cuerpecito, un polar fucsia muy ancho, quizás era de su hermano y un cortavientos sin mangas de un verde oscuro.



La pequeña se sentó y acomodó en el asiento y me mostró sus jeans −estos me los compré con la venta que le hice a usted la última vez – me dijo como orgullosa de haber podido cambiar algo de su guardarropa, yo estaba pensando donde llevarla porque no quería estar con ella en la incomodidad del vehículo y con el peligro de que alguien nos sorprendiera, además yo la quería conmigo por un tiempo más largo, como vivo solo, me decidí a correr el riesgo y llevarla a mi departamento, total normalmente cuando yo me retiro es tan tarde que no me cruzo con vecinos fisgones ni otras personas que pudieran reparar en esta pequeña.



− ¿Has visto cuantos confites te quedan? – le pregunté – no lo sé Señor … espere un poco – y comenzó a contar su mercadería – Señor … son quince Super ocho y veinte bolsitas de menta – me dijo un poco compungida por la cantidad − ¿y cuánto sería eso en plata? – dije haciendo como que examinaba el contenido de la cajita − ¡oh! es mucho Señor … pero podría dejárselo en dieciséis mil pesos todo – me dijo negociando el precio de su mercancía, pero yo estaba interesado en otra cosa y no sé si ella lo percibía o no, era tan dulce su inocencia, real o no − ¿estás segura? – le pregunté levantando una ceja y frunciendo el ceño, ella me miró algo acongojada − ¡oh! Señor … por ser usted se lo dejare en quince mil todo – agregó apresurada para no perder el cliente − ¿te recuerdas que la otra vez te hice una propuesta? – le dije y ella bajo la vista mordiéndose su labiecito – Sí Señor … me recuerdo muy bien – dijo tímidamente − bueno la propuesta es la siguiente … visto que son tantos los dulces … ¿estarías dispuesta a acompañarme a mi casa? … así me ayudas a bajarlos … − le solté si saber a ciencia cierta su respuesta – además, te los compraré todos … por … digamos veinte mil pesos … y aquí tienes algo más por acompañarme … − le dije pasándole treinta mil pesos, ella ávidamente tomó el dinero, lo revisó y lo guardó – ¡gracias! Señor … ¡gracias! … − dijo, yo no quise agregar nada más, ya había aceptado de ir a mi departamento, ya habría tiempo para seguir negociando.



− ¿Me permite de escuchar música, Señor? – dijo la nena haciéndose cargo de la radio, como la vez anterior colocando una alocada música – no le subas mucho el volumen … estamos por llegar a mi casa – le dije cuando estábamos a un par de calles de mi departamento – altiro le bajo el volumen … disculpe, Señor … − me dijo la chicoca – deja de llamarme “Señor” … mi nombre es Jorge … y a propósito ¿Cuál es tú nombre? … − le pregunté – mi papá me llama Verónica … pero mi pololo me llama Vanessa … − me dijo muy suelta de cuerpo – pero como … ¿tienes nueve años y ya tienes pololo? … − le dije un poco sorprendido − ¡sí! … mi pololo se llama Manuel y conduce un colectivo de esos amarillos … de esos que van para Curacaví … − me dijo – él a veces me lleva para su casa, pero no me deja quedarme … − agregó un poco desencantada – entonces él te da dinero – aseveré − ¡no! … compramos un pollo asadito y nos vamos a la casa de él … y eso … a veces me compra la mercadería … como usted … − concluyó – pero cuando vas a casa de él ¿hacen alguna cosa? – le dije inquisitivamente − ¡pero claro! … él es mi pololo … hacemos lo que hacen los pololos … obvio – me dijo con toda seguridad.



Llegamos en las cercanías de Matucana y di toda una vuelta de manzana para ver si había alguien a la entrada del edificio, no había tráfico ni nada, así que retrocedí unos metros y entre al estacionamiento, como siempre no había nadie, tomé mi maletín y la chica bajó con la caja de mentas y chocolates, subimos al sexto piso y no nos cruzamos con nadie – no vayas a hacer ruido – le dije en voz baja – no Seño … umh … Jorge … − entramos y cerré la puerta cautelosamente.



Yo me moría de ganas de saltarle encima, pero la noche era joven y estábamos al fin solos y en la seguridad de mi casa − ¿te gustaría tomar un baño? – le pregunté − ¿a esta hora? – me retrucó, yo la quedé mirando y ella colocó sus manitos en sus caderas y con cara de niña mañosa − ¿y agua caliente tienes? – a este punto la cosa me resultaba hasta divertida – por supuesto que hay agua caliente, incluso si quieres podemos lavar tu ropa mientras nos bañamos y luego la pondremos en la secadora … ¿te parece? – ella me miró un poco perpleja − ¿de veras tienes todos esos adelantos? – me dijo dubitativa – así es Vanessa … hay de todo lo que tú quieras – le dije – debe ser muy rico usted para tener todas esas cosas tan modernas … − me dijo indagatoriamente − ¡no! … no soy rico, pero tengo un buen trabajo … ¿te va de bañarnos juntos? – le pregunte para apresurar las cosas − ¡sí! … pero quiero algo … − me dijo y yo imaginé más dinero – dime chiquilla … ¿qué es lo que quieres? – pregunté – quiero comer algo y también que me laves la ropa … umh … Jorge – me dijo con una mirada escurridiza – niña por dios … primero iremos a la ducha para bañarnos y luego comeremos unos huevito fritos con un jugoso bistec, tengo pan de molde también y una torta de ayer … ¿te parece bien como comida? – dije yo − ¡uy! que rico … porque no alcancé ni siquiera a almorzar hoy día … − me dijo sonriendo animosamente.



Me la llevé a mi cuarto y ella se desvistió en un abrir y cerrar de ojos, la tenía toda desnudita delante a mí y con una manito se tapaba su almejita, yo me desvestí con la verga dura como palo, ella me miraba e inocentemente trataba de cubrir esos senos inexistentes en su pechito, le tomé la mano y me pareció tan pequeñita al lado mío, yo soy alto 1,86 y ella poco más de un metro o quizás menos, no me resistí a tomarla en brazos como a una muñeca de porcelana, sus pezoncitos quedaron a la altura de mi boca y les pasé la lengua, ella reía divertida, lo más sorprendente es que no demostraba ningún temor, la alcé hasta tener su conchita a la altura de mi nariz, su olor era embriagador, mientras el yacusi se llenaba, la deposité en el agua y comencé a enjabonar sus muslitos y con mucha espuma en mis dedos comencé a buscar la rajita de su sexo.



Me senté en la vasca con burbujas de jabón por todos lados, ella estaba maravillada con todos esos chorros de agua caliente que salían de diferentes partes, la senté en mi regazo con mi verga entre sus delgados muslos, ella se apoyó en mí pecho y yo extraje la ducha teléfono para lavar sus cabellos, no le gustó mucho porque dijo que le iba a costar peinarse, yo le dije que no se preocupara, porque le daría dinero para que fuera a peinarse a una salón de belleza del centro, se tranquilizó inmediatamente, permitiéndome echar bastante shampo a sus gráciles cabellos, una agua oscura salió de esa maraña que tenía en su cabeza, aproveche a mirarla bien y no tenía piojos, lave su cuerpecito deleitándome con sus gemidos y chillidos de niña, una vez que estuvo bien lavada, sus cabellos tomaron un tono más claro y brillante, sus cabellos eran largos y lisos, su piel blanquísima y su carita de ángel, con unos labios casi dibujados, rosados y carnosos, le di un beso en la boca y ella la abrió permitiendo a mi lengua tocar la suya, moví mi mano a su culo, con la esponja llené sus pequeños y mullidos glúteos de jabón, luego inserté un dedo en su ano, ella se apretó a mí y me besó con más fuerzas, entonces intenté meter un segundo dedo − ¡ay! … no tan fuerte … y más despacito … si no me duele – dijo moviendo su culito en círculos.



Comencé a culear su estrecho culo con un solo dedo, ella tomó mi verga y comenzó a masajearla como lo haría cualquier mujer, solo que su manita apena si podía con la envergadura de mi pene, cada vez me maravillaba más de cómo una nena pudiese tener toda esa experiencia, pero mi miembro estaba a punto de explotar, ahora ella estaba a horcajadas casi sobre mi verga, sin soltar mi pene Vanessa comenzó a refregar su conchita sobre mi glande y poco a poco lo iba introduciendo, no podía imaginar lo suave y estrecho de este pequeño coño, no sé cuanto de mi miembro se había adentrado en su chocho, pero no me pude aguantar y me corrí dentro de ella, ella lo sintió y se apretó a mi pecho gimiendo, mi semen inundó su vagina, lubricándola más, mi pene perdió solo un poco de la erección, gracias a esto, el resto de mi verga se clavó mullidamente en esa panocha infantil, ella movía sus caderas facilitando una profunda penetración, Vanessa se estremeció un par de veces, abrazándose con fuerza a mí, pequeños gritos salían de su boca y me mordió una oreja con la excitación de su propio orgasmo.



La mantuve apretada a mi pecho mientras ella continuaba a estremecerse y a gemir, yo también estaba gimiendo y gozando de su estrecho sexo, se separó un poco de mi − ¿te sientes bien, Jorge? – me preguntó la nena con un tono de preocupación – estoy perfectamente bien, nenita … me has hecho muy feliz – le dije, ella me beso en la nariz – estas jadeando mucho … como si estuvieras cansado – dijo ella alzándose despacito para hacer deslizar mi verga fuera de su chocho, cuando estaba saliendo la punta de mi verga, ella se abrazó a mí gimiendo – también tú me has hecho sentir muy feliz – dijo levantándose y sentándose en mi vientre, yo le tome sus pechitos planos y pasé suavemente la esponja en sus diminutos pezones, ella dócilmente abrió sus muslos y mi polla comenzó a revivir una vez más – ¡esta nenita es mejor que el viagra! – pensé lascivamente.



Estuvimos por cerca de media hora inmersos en la tibieza del yacusi, probé a meterlo en su culito, pero dada las muestras de dolor desistí por el momento, pero antes de salir del agua la chiquita se enderezó y comenzó a jugar con mi pene − ¡oh! cómo es grande … me llega al ombligo – decía con su vocecita divertida, puso sus dos manitas y comenzó a hacerme una paja, yo me relajé y la deje hacer, me puse duro como palo y ella espontáneamente se levantó y se dejo caer sobre mi miembro en un instante, puso sus manos en mis rodillas y comenzó a mover sus caderas con rapidez, sus glúteos hacían espuma subiendo y bajando en el agua, había un ruido como chapoteo y ella se deleitaba dando chillidos y risotadas, se quejaba y chillaba, pero no disminuía sus movimientos, mis ojos estaban fijos en esos dos huequitos que se formaban al final de su espalda antes de sus nalgas, su pequeño trasero tenía una forma de corazón perfecta, hizo vibrar el agua y saltó haciendo salir mi pene de su conchita, tuve la intención de tomarla por las caderas y empalarla en mi verga, pero el espectáculo de su orgasmo me tenía subyugado, miré como sus glúteos se movían con sus músculos y ella continuaba a mover sus caderitas en el agua y a gemir casi sollozando.



La deje que se recuperara de sus convulsiones y exaltación de su goce, era también para mí un gocé tremendo ver a esta mujer en un cuerpo de niña, pues ya no había razón de dudarlos, la pequeña tenía mucha experiencia sexual y había aprendido precozmente a disfrutar plenamente de una penetración a su cartuchona vagina, nos salimos de la vasca y la sequé bien, puse sus ropajes a lavar y envuelta en una gran toalla me la llevé a mi dormitorio, me parecía de transportar una muñeca, ella arrebollada en la toalla se dejaba mimar, la deposité sobre mi cama y le encendí la Tv, me había olvidado de que había dejado el lector con un video porno, así que apareció una imagen de un muchacho de color dándosela por el culo a una muchachita adolescente, le dije si quería cambiarla y ella respondió negativamente, así que le dije que iba a preparar algo de comer y que ella disfrutara del video.



Preparé una sartenada de carne picadita con huevos, calenté un poco de pan en el microondas y me fui a buscar a mi pequeña huésped, estaba con su mano tocando su conchita mirando como la muchacha que follaba con el negrote, abría sus nalgas con sus manos y se tragaba una y otra vez la gruesa verga por su estrecho culo – ¡señorita! … deberías estar viendo “La Sirenita” o “El Rey León”, no esas – le dije en son de broma − ¿por qué? … si es lo mismo que tú querías hacerme en el baño … − me dijo en forma tan sensata que me dejó sin palabras – tienes razón tesoro – le dije, luego le pasé una remera mía y también unas viejas pantuflas – vamos cariño … vamos a comer algo … − le dije, se me escapó una carcajada verla tan pequeña con esa inmensa polera que le dejaba sus hombros al desnudo y esas viejas chancletas que debía caminar arrastrando los pies para que no se le salieran, el verla tan digna en tan indigno ropaje, con esos hombros desnudos, le daba una carga erótica relevante, también el modo en que había arreglado sus largos cabellos, un moño elegante y sofisticado que la hacía lucir como una mujer adulta refinada



Nos fuimos a la cocina y nos sentamos a comer, me asombró la cantidad que podía comer esta pequeña, luego recordé que había dicho que no había ni siquiera almorzado y ya no me pareció tan sorprendente, no hablaba solo comía y comía con verdadero placer – así que tienes un novio que también te lleva a su casa … ¿verdad? – le pregunté interesado en saber más cosas de esta picara ninfa sexual – sí … él me compra toda mi mercadería y luego me lleva pa’ allá – me respondió mientras atiborraba su boca de torta – ¿y él vive solo? … así como yo … − le dije − ¡no! … el tiene señora, pero ella trabaja en el hospital y cuando tiene turnos me puede llevar a su casa … obvio, ¿no? – no quise seguir preguntando pues ya había entendido suficiente − ¿te ha gustado la comida? ¿te sientes mejor ahora? – indagué – estaba todo muy rico – me dijo la nena sorbetéando su leche chocolatada y su nariz sucia de merengue de la torta, parecía realmente una de mis nietas, excepto porque vestía una vieja remera y bajo esa prenda yo sabía que estaba sentada completamente desnuda, me volvieron los pecaminosos pensamientos – vamos a mi dormitorio … − le dije y ella bebiendo el poco de leche que le quedaba, me respondió inocentemente − ¿y no me vas a hacer lavar todas estas cosas? – me volvió a sorprender su candidez – ¡no! … Vanessa … luego en la mañana lo haré yo mismo – le dije alzándome de la mesa.




Continuará


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heranlu

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Probando un Dulce – Capítulo 02

Me fui a hacer una limpieza bucal antes de ir a la cama y ella se fue a continuar a ver el video triple “X”, me acerqué a ella y simplemente sentí olor a mujer, la diablilla se estaba tocando su conchita y mordiendo sus labios, me metí en pijamas a su lado − ¿nos vamos a dormir? – me preguntó frunciendo el ceño – ¡por supuesto que no! – le respondí prontamente – ¿y entonces para que el pijama? … ¡sácatelo! – me saqué mi pijama y ella hizo lo mismo con la remera, nos quedamos desnudos, ella arrimó a mi cuerpo su frágil humanidad y mi pene comenzó a reaccionar, su manita se apoderó de mi polla y la sicalíptica doncella bajó sus labiecitos hasta tocar mi glande y besuquearlo y lamerlo con abandono, como la más expertas de las putas, me hizo gemir, estiré mis manos y tire sus caderas hacia mí, la subí en vilo hasta que coloqué su conchita en mi boca, su sexo rosadito y diminuto empezó a recibir los ataques de mi lengua, pronto ella comenzó a gemir.



La endiablada putilla movía sus caderas en círculos y refregaba su chochito ardoroso en mi boca, era increíble la cantidad de fluidos que esta lampiña chiquita emanaba de su conchita, su vagina rosácea y apretadita bullía casi a formar gorgoritos, le hice abrir más sus piernecitas y alcance con la punta de mi lengua el puntito rugoso de su ano, la pequeña exhaló un lascivo quejido y apretó sus nalguitas, poco a poco penetré su ínfimo orificio, deleitándome de las contracciones de placer que estaba procurándole a la pequeña ninfómana, mientras tanto la chicoca engullía mi verga una y otra vez con algunas escandalosas chupadas, haciendo ruido de arcadas y ahogos.



El exquisito sexo oral que me procuraba su diminuta boca, me tenía moviendo mi pelvis para sentir la estrechez de su garganta, su delicioso culito rosado estaba bañado con mi saliva y mi lengua se insinuaba en su interior, la chiquilla apretaba los músculos de sus glúteos incesantemente, me concentre en su liliputiense clítoris y la chica dejó mi polla para iniciar un seductor y entusiasta movimientos de sus minúsculas ancas y chillando bramidos guturales y lujuriosos se corrió en mi boca convulsionando en un espasmódico orgasmo, sus pequeñas uñas arañaban mis muslos y su rostro se aplastaba contra mi pene casi en adoración.



Limpié de mi rostro el charco acuoso que la ninfa caliente había derramado y la tomé acomodándola sobre la cama, su exigua humanidad me obligó a colocar un cojín bajo su trasero, la nena abrió sus piernecillas y apoyé mi glande en sus minúsculos labiecitos, su muy apretado chochito dio la bienvenida a mi verga dura como palo, la penetré centímetro a centímetro hasta que la pequeña puso sus manitos en mi pecho y comenzó ella solita una danza del vientre que hizo espacio a toda la longitud de mi miembro, luego cuando se sintió cómoda se aferró a mis hombros y en susurros de su vocecita infantil, la escuche decir – culéame papito … culéame rico … pero despacito papito … la tienes muy grande … − sus murmullos eran como el trino de un avecilla recibiendo la primavera, sabía gozar la pendeja y me hacía deleitar de este momento que dentro de su morbosa inmoralidad e ilicitud, hacía que mi fuerza de macho fuese realzada superlativamente, transformándome en el semental que nunca fui.



Le hice el amor, dentro de la grotesca situación de ver a un adulto mayor sobre el cuerpo menudo y desnudo de una nenita, la dulzura con que ella recibía mi verga me tenía cogiéndola con el máximo de ternura, mi cetro se hundía una y otra vez en su conchita infantil, la pequeña ninfa besaba mis pectorales y yo no alcanzaba su boca y solo lograba besar sus cabellos que olían a shampo, la cogí delicadamente como si fuese una muñeca de porcelana, cuando sus muslos comenzaron a presionar mis flancos, aumenté ligeramente la velocidad y escuche su voz enronquecida – ahora papito … ssiii … ooohhh … más fuerte papito … aaahhh … ssiii … papito ssiii … − las contracciones producidas por su vagina fue más que suficiente para hacerme apretar mis nalgas y expulsar un hectolitro de semen dentro de su estrecho canal vaginal, ella convulsionó – ooohhh … ssiii papito … dámela toda … dame tu lechita papito … ssiii – no sé si la pergenia se volvió a correr o simplemente prolongue su orgasmo, pero creo que a mi edad estaba recibiendo un regalo … la aterciopelada calidez de la apretadita concha de esta diminuta doncella ninfómana – ¡Uuff mi dios! … ¡que placer! – pensé mientras me derrumbaba al lado de mi pequeña amante.



Vanessa acariciaba los pelos de mi pecho apoyando uno de sus muslos sobre mi vientre, poco a poco su manito comenzó a hacer círculos y a derivar hacia mi verga, se detuvo en mis tibios huevos – ¿todavía hay lechita aquí papito? – me decía la perversa jovencita con una voz de niña caprichosa, sus aterciopeladas caricias tuvieron el efecto de hacer que mi verga comenzase a endurecerse, con gran asombro para mi condición de adulto mayor, besando mi pecho y mi vientre se fue deslizando hasta que sentí su lengüita cosquilleando mi cabezota brillante de su saliva y la reciente rociada de esperma, con su aparato lingual escarbaba en el orificio de mi glande y bebía los restos de semen que lograba succionar, lo asombroso de todo era su experticia, la naturalidad con que esta pendeja se comportaba, como si fuera una mujerzuela cualquiera de esas que se encuentran en algunos parques o esquinas de la ciudad, pero no me importaba si era la prostituta de Babilonia o la Mesalina de Roma, su modo maduro de enfrentar el sexo era asombroso, recibía y daba con placer, increíblemente mi pene reaccionó una enésima vez y ella sin mucho preámbulo me monto a horcajadas y apuntando mi glande a su estrechez, con el peso de su cuerpo se fue empalando hasta incrustar mi pene hasta apoyarse con sus glúteos en mis bolas.



− Así papito … así … culéame riquito papito … hazlo papito … hazme sentir … culéame – la nena había comenzado a cabalgar mi herramienta con voracidad, su chochito resbaladizo engullía con ganas mí verga, se abrazó a mí y trataba de alcanzar mi boca, me incline a recibir su lengua y su boca abierta a mi lengua, nos fundimos en un beso inter generacional, mi chiquita, mi putita, me tenía otra vez duro como el acero con sus concupiscentes caricias y naturaleza lujuriosa, me mordía los labios y se colgaba de ellos mientras saltaba con su bajo vientre sobre mi pija, la levanté un poquito tratando de alcanzar sus pezoncitos, pero no fue posible, así que los atrape entre mis dedos y se los jale suavemente y luego los apreté con una cierta energía, la nena me mordió el labio casi con violencia, luego se enderezó con los ojos cerrados, apoyó sus manitos en mí pecho y comenzó un agresivo vaivén con sus caderas, tenía su boca entreabierta y jadeaba tiritando sicalípticamente, tomé sus flancos y la ensarté en mi polla reiteradamente con fuerza, ella gritó finalmente − ¡ay! sí papito … ssiii … más … culéame más fuerte papito … ssiii … − se desplomó sobre mi pecho casi sin fuerzas, pero sin dejar de mover sus caderas para no cesar en el mete-saca de mi verga, luego se enderezó y moviendo sus caderas, gradualmente fue aumentando su movimiento, su rostro ya no era el de una chicoca, más bien el de una pequeña mujer insaciable – acaba papito … acaba … dame tu lechita … déjame llenita … acaba … papito … acaba – la succión de su vagina, arranco desde el fondo de mis pelotas la totalidad de mi semen, mi corazón latía a mil, hasta tuve la sensación de un infarto, mi pecho comprimía mi corazón para forzarlo a latir y generar los espasmos necesarios a expulsar toda mi esperma, la chicoca con una sonrisa de oreja a oreja me dijo – ¿te gustó, papito? – mi agitado respirar no me permitía responder, así que moví mi cabeza afirmativamente y ella me abrazó con cierto ímpetu y pasión.



Me quede sintiendo ese cuerpecito que reposaba sobre mí, mi pene resbaló fuera de su chocho y cuando quise moverla me di cuenta que se había adormecido, así que como mejor pude, la arrebujé con las sabanas y cubiertas de la cama y la deje ahí inerme y consumida, la sentí indefensa y un poco de remordimientos de conciencia pasaron por mi mente, pero fue algo fugaz que no me disturbó, el sentir su frágil cuerpo femenino, era suficiente para disipar cualquier remordimiento, sentía que estaba mejor protegida por mí que rondar sola por las calles de la ciudad en valía de quizás quien, por lo menos conmigo tenía cobijo y protección.



Mis pensamientos iban y venían, algunos de quererla solo para mí, pero luego me decía que no podía ser posible, confundido con un torbellino en mi cabeza, me sentí cansado, pero más vivo que nunca, quizás me había transformado en un viejo verde, sentía mi ser renovado de energías, algo de su juvenil e infantil juventud, había sido absorbida por mi ser, así me quede dormido con una feliz sonrisa





Sentía el peso de la pequeña sobre mi pecho que dormía como una verdadera angelita, me había regalado momentos de un erotismo maravilloso e indescriptible con su manito, su boca y su conchita, había insuflado energías nuevas y vigor a mi viejo y trasnochado instrumento que había vuelto a la vida como si fuese todavía un adolescente, en otras ocasiones necesitaba de un par de horas para reponerme, en cambio ahora lo lograba en minutos.



Mi glande lucía enrojecido a la espera de que otra vez, la boca de la pergenia lo gratificara con la arrogante pretensión de hacerlo gozar de nuevo, como si estuviésemos en la India, donde la serpiente se yergue hipnotizada por el sonido de la flauta, así mismo mi verga alzaba su cabezota estimulada por los afelpados labios de esta chiquilla, al sentir su cálida boca en mi pene me desperté instándola a proseguir con tan magna tarea que me hacía poner mi piel como la de un pollo desplumado, puse mi mano en su cabecita empujándola para que se tragara toda mi verga.



—Vamos nenita … bésame mi carajo … vamos cariño … haz feliz a tu papito que te quiere mucho.



La nena rozaba mi glande con su diminuta lengüita, una vez, luego otra y otra, después fijo sus infantiles ojos en los míos como si quisiera penetrar mi alma, como si quisiera descifrar mis más oscuros pensamientos, los pensamientos perversos que inundaban mi mente, esos antojos lascivos por su cuerpecito de niña, esos deseos carnales por ese chochito estrecho, antojos atávicos y patriarcales nacidos lejos en el tiempo y que nuestra civilizada sociedad de hoy los reprime y condena, yo quería cogerla, besarla de pies a cabeza, hacer rodar su humanidad de nueve años en mi tálamo nupcial.



La tomé delicadamente, la puse boca abajo y le comí su culito hasta hacerlo dilatar y le enterré mi verga en ese estrecho esfínter, Vanessa gimió y mordió mi brazo, pero no gritó ni lloró, le había introducido mi pene completo en su trasero y la nena empujaba sus caderitas ensartándose aún más y más, sus pequeños mordiscos no me dañaban, pero me hacían enardecer queriendo descargar toda mi esperma en sus vísceras, me la culié primero con suavidad y después con arrojo, sin pausas, mi miembro palpitaba en la profundo de este pequeño ser y mi hambre de sexo comenzaba a despertarse en lo profundo de mis cojones.



—¡Aaahhh! … ssiii … toma puta … toma … todo para ti — los chorros de semen salían con inusitada fuerza desde mi polla e inundaban las rosáceas paredes anales de Vanessa que se contorcía y ahora sí lanzaba unos chillidos agudos —Ssiii papito … dame toda tu lechita … ssiii lléname toda … uummff que rico papito … culéame más … asíii ricooo — la nena no cesada de contorsionarse bajo mi peso, sus dos manitas estaban tratando de abrir aún más sus nalguitas y forzaba a su ano a prender más de mi polla.



Non sé cuánto duró esta celestial enculada, lo cierto es que no la olvidaré jamás, mi pene poco a poco se puso flácido y salió se su estrecho potito dejando un chorro de esperma y otras porquerías, pero el todo había valido la pena, en medio de la noche la tomé envuelta en una toalla y me la lleve al baño para limpiarnos, ella rodeo mi cuello con sus bracitos y me dio un beso —Ha sido rico papito — dijo y luego escondió su rostro en mi pecho.



Nos metimos al agua tibia del yacusi y Vanessa comenzó a juguetear con mi polla, sus manitos milagrosas pronto hicieron que mi pene se endureciera, con verdadero asombro de mi parte, la nenita se untaba jabón en sus manitas inmaculadas y luego las deslizaba arriba y abajo sobre mi verga, enrollando mi prepucio hacia atrás y haciendo surgir la cabezota hinchada y violácea de mi pene, se moría de la risa viendo los efectos de sus caricias, se divertía cual si fuese su juguete preferido, y quizás lo era.



Vanessa no terminaba de impresionarme con sus jueguitos para nada infantiles, fue así que me hizo señas de que me sentara en el borde de la vasca y ella se ubicó entre mis piernas, su boca se cerró sobre mi glande y comenzó una enérgica chupada a mi polla, sus mejillas se hundían tratando de chuparme con el máximo de su fuerza, mi rostro se deformaba en muecas de goce intenso, lo que realmente aumento mi placer, es que ella estaba tratando de meterme su pequeños deditos en mi culo, sentía su manito bajo mis huevos buscando el orificio de mi ano, me eché un poco hacía adelante y abrí más mis muslos, hasta que sentí en el boquete de mi ano esos delicados deditos que se introducían dentro de mí, mi verga estaba que explotaba de un momento a otro.



—Brava Vanessa … asiii … ssiii … brava … se buenita con papito … ssiii hazme acabar en tu boquita cariñito mío … ssiii amorcito … ahora … ssiii — no sé realmente como mi cuerpo produjo tanto semen en tan poco tiempo, pero chorros enormes de lefa le llenaron su boquita haciéndola ahogar en un principio, pero luego sincronizó sus chupadas y se tragó todo lo que pudo, casi sin fuerzas me deslicé dentro del agua tibia y reconfortante, pero nada más abrir mis ojos me encontré con una almejita lampiña que chorreaba agua y se avecinaba a mi boca.



—Papito es tu turno … comete mi coño … es todo para ti — Vanessa con sus piernecitas abiertas me entregaba su capullo empapado en agua y jabón, tomé sus párvulos glúteos y acerqué sus impúberes carnes a mi labios, Vanessa gimió al sentir que mis labios atraparon a su erguido clítoris, aún jadeante después de la acabada en boca de ella, mi lengua comenzó a recorrer ese diminuto chocho, lentamente el sabor a agua y jabón se fue transformando en un exquisito elixir de chuchita infantil, sus fluidos emanaban en abundancia y ella aferraba mi cabeza y refregaba su concha en mi boca, tenía una capacidad asombrosa de mover su pelvis y sus caderas, su conchita hacía un sube y baja en mi boca tragándose mi lengua, le metí un dedo pulgar en su culo y ella se volvió como loca —Ssiii papito … uummff que rico papito … — comenzó a follar mi boca desesperadamente y luego colapso en interminables convulsiones y espasmos que la tuve que sujetar para que no se cayera, gemía y respiraba entrecortadamente, susurraba muchos “que rico” y otras ininteligibles palabras, la hice deslizarse junto a mi pecho y quedo inerme a recuperarse en mis brazos.



Fueron momentos de total éxtasis, no emitíamos una sola palabra, solo había espacio para besos y caricias, Vanessa muy acurrucada a mi pasaba su lengua humedeciendo sus labios una y otra vez, yo recogí la esponja y comencé a bañar sus hombros, luego traté de jugar con sus inexistentes tetitas, solo un pequeño pezón que se endureció entre mis dedos, levanté su barbilla y le di un beso en la boca, ella respondió efusivamente, luego tomó mi flácido pene en sus manos



—Éste no quiere más guerra, papito



—Tú lo has dicho, cariño



—Tengo hambre papito … ¿podemos comer alguna cosa?



—Por supuesto mi amorcito … sequémonos y vamos a la cocina … te prepararé algo



Vanessa salió de la vasca chorreando agua y alcanzó una toalla para ella luego me pasó una a mí, nos secamos, ella fue a buscar la remera que usaba como pijama y yo me puse mi albornoz



—¡Uy! Que elegante que estás, papito



—No te burles de mí, pequeña



—Pero si es verdad, papito … pareces un acaudalado Señor de negocios importantes …



—¡Que acaudalado ni que acaudalado! … soy solo un profesional que trabaja para papá fisco



—Pero estoy segura de que eres un importante trabajador de papá fisco



Me hizo un guiño que me resulto divertido, la chicoca continuaba a asombrarme con su rapidez de mente, no se le escapaba detalle y era muy divertida en sus comentarios, charlamos de todo y me parecía estar con una mujer adulta acostumbrada a tener amantes y a despertarse en casas ajenas, le pregunté por su novio y me dijo que no era tanto su novio, más bien un amigo con ventajas, ya que él tenía una esposa



—Y tú … ¿Dónde está tú esposa?



—Yo … bueno … yo me separé hace muchos años y vivo solo



—¿Y tú mujer?



—Ella … bueno ella rehízo su vida y vive con otro



—Eres un cornudo … tienes una cornamenta de alce



Se reía con una risa contagiosa que hizo que yo también me riera casi a carcajadas



—Te equivocas … fui yo que le fallé … ella me sorprendió con otra … nos divorciamos



—Entonces eres un viejo caliente que se anda follando hasta a las nenitas que encuentras por ahí



—Quizás … tu eres la primera … nunca había sentido esta atracción que tú me provocas



—¿Y tú quieres que yo te crea?



—Pues es la verdad y a mi edad, ¿de que vale mentir?



—Pues no te hagas, que no eres tan viejo, me has cogido muy rico … mejor que mi novio



—Gracias nenita, pero el mérito es todo tuyo porque me provocas mucho



—Y tu también me provocas a mí, papito rico



Vanessa se levantó de su taburete y me pidió que la alzara y la pusiera en mis rodillas



—Ves … haciendo eso eres tú a provocarme



—Pero si no he hecho nada papito … a ver … déjame ver … ¿Qué es esta cosita que se está poniendo durita?



Metió su manito entre los pliegues de mi bata hasta que alcanzó mi verga que de reflejo se inició a erguir como un soldado dispuesto a dar guerra, esta nenita haría quebrar a los laboratorios del Viagra, es mucho más efectiva con su falsa inocencia y lujuria, se acomodó a horcajadas en mi regazo e inició una masturbación fantástica, luego con una cuchara saco un poco de dulce de leche, me embadurno el miembro y se puso a chuparlo como una delicia.



Yo no entendía nada, sentía mi pene algo delicado —Córrete en mi boca una vez más, papito — sus ojitos centelleaban con lujuria e imploraban por mi semen, por dos veces ella me echo dulce de leche y luego lo quitó todo con su lengua y sus chupadas, el placer más grande que madre natura nos ha regalado, me lo estaba haciendo sentir esta pequeña con su menuda lengüita —¡Oh! … pequeñita … ssiii … continua asíii … ssiii — me corrí una vez más, pero esta vez no fue abundante, después de todo soy un adulto mayor, no puedo generar esperma como un joven, eso sí, mi esperma fue espesa y cremosa, la chiquita no me soltaba el pene, lo estrujaba con sus deditos para hacer salir hasta la última gota, yo estaba con mi cabeza hacia atrás perdido en una nube de lujuria.



—¿Te ha gustado, papito?



La nena limpiaba sus labios con el dorso de su mano y me miraba con una mirada ávida, en espera de alguna recompensa, para ella una aprobación mía iba a ser su pago, esperaba ansiosa mi respuesta, yo la levanté y la volví a sentar en mis rodillas



—Tesoro … nadie me ha hecho correrme cómo tú y jamás pensé que eras tan buena mamadora, querida … simplemente ha sido la mejor chupada de mi vida —



Vanessa me hecho sus brazos al cuello y me besaba y me abrazaba



—¡Oh! papito, a mi también me gusto tu semen, junto con el dulce fue un manjar exquisito



Sus ojitos estaban sonrientes, ella estaba feliz, me besó muchas veces y sus labios sabían a manjar y a esperma, sentí mucha ternura por ella y por la simpleza de sus afectos y sentimientos, nos habíamos entregado ambos a un festín de sexo y lo disfrutábamos entre ambos con intensidad, esta chiquita a su tierna edad ya tenía su técnica, me masturbo, me mamó, me metió sus deditos en mi ano, acaricio mis huevos cómo nadie, me los chupo y los metió en su pequeña boca, primero uno y después el otro, después se tragó mí verga hasta la raíz y engulló todo el semen que salió de mis pelotas, era una libidinosa putilla y lo hacía con gusto, de su propia iniciativa, no había que forzarla a nada, todo estaba bien para su placer y lujuria.



Sentada en mi regazo, metí mis dedos bajo la remera y toqué ese chocho liliputiense, me parecía extraordinario que haya podido aceptar mi gruesa verga, en ese coño pequeñísimo y regordete, enfilé uno de mis dedos y le acaricié su botoncito, Vanessa gimió y se apretó a mi pecho, abrió sus muslos espontáneamente, con dificultad le metí un segundo dedo y comencé a masturbarla, ella comenzó a lamer mi pecho y a contorsionarse, sus gemidos se intensificaron y su respiración se puso más afanosa, luego tomó mi antebrazo y comenzó a forzar mis movimientos para hacerlos más rápido, abrió sus muslos y los pellizcaba desesperándose en su calentura …



—¡Ooohhh! … papito … papito … me estoy corriendo … uummff … que rico … ssiii …



La chiquita se estaba muriendo de placer en mi brazos, busqué sus labios y me respondió con un apasionado beso, su minúscula lengua bailando alrededor de la mía, su torso encorvado hacia adelante y su pelvis frotándose contra mis dedos y su pelvis follando mi mano, la había hecho acabar y por algunos instantes se quedó inmóvil sintiendo mis dedos que continuaban a follarla, luego junto sus muslos y me dio a entender que debía sacar mis dedos de su conchita, con un tímido ademán bajo la remera para cubrir hasta sus rodillas y se escondió en mi pecho.



Ambos estábamos un tanto extenuados, ella dormitaba abrazada a mí, me levanté con ella en brazos y la llevé a la cama, la acomodé, la cubrí con las sabanas y ella abrazó la almohada para volver a dormir, eran la cinco de la mañana, no tenía que ir a trabajar ese día, así que me acosté detrás de ella a cucharita y me quedé dormido.



El sol estaba alto en el cielo y sus luz entraba a rayitas por mis persianas, la pequeña dormía sueños beatos, a veces se sobresaltaba como si estuviese soñando, quizás teniendo alguna pesadilla, ¿cómo una nena como ella podría tener pesadillas?, me pregunté, a nueve años folla como una vieja puta, sabes todo o casi todo del placer del sexo y lo disfruta, quien sabe desde hace cuantos años que folla, quien habrá sido su mentor … ¿el chofer del colectivo? … no quise creer que un simple conductor de un taxi pudiese haberle enseñado tantas cosas, la sentí refunfuñar y gemir, luego la sentí que lanzó una patadita hacia abajo, quizás sueña que pelea con alguien, mire su cara y no pude leer nada en su rostro inexpresivo.

Continuará
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heranlu

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Probando un Dulce – Capítulo 03

La observé por largo rato, sus rasgos de niña eran evidentes, reflejaban su tierna edad, Vanessa abrió sus ojos y esa mirada era diferente, sus ojos parecían de una adulta, movió su cuerpecito para sentir mi polla en sus nalgas y luego apoyó su espalda en mi pecho, pasé una mano y acaricié sus pezoncitos diminutos, sensualmente besé su cuello y ella se refregó en mí, haciéndome sentir que le gustaban mis caricias, poco a poco moví mi mano hacía su fruto prohibido, me sentía cómo en el paraíso, todo un Adán sintiendo la serpiente que se contorsionaba en mi piel y mis manos recorriendo su cuerpo dirigiéndose hacia su manzana empapada en lujuriosos fluidos, la voltee en su espalda y me fui a besar esas tetitas que un día no muy lejano crecerían, chupé toda esa delicada piel, cómo Adán, estiré mi mano para coger la manzana, mi Eva abrió sus muslitos atrayéndome hacia el pecado, cuando abrí sus labiecitos una descarga eléctrica recorrió mi espina haciéndome encorvar mi espalda, creí sentir un dolor, quizás era un castigo de dios, pero ya nada importaba, las cataratas hechiceras de sus fluidos se habían abierto y mi cerebro se obnubiló, borrándome del paraíso



—Que hermosa eres, mi amor … eres tan linda mi pequeñita …



Vanessa solo gemía y empujaba mi cabeza hacia su arroyo divino, su encharcada vagina lucía brillante e inflamada, milímetro a milímetro mi lengua recorrió su torso, su vientre y ese maravilloso monte de venus, liso sin pelitos ni vellos, mi lengua se perdió en esos tiernos y sabrosos pliegues, su pelvis comenzó a rotar y ella comenzó a gozar …



—Papito … cómo me gusta … que rico lo haces … más … chúpame más …



La hice estremecer apoderándome por un rato de su clítoris, luego me deslicé hacia arriba y apoyé mi pecho en esos pezoncitos, sus mamas eran inexistentes, pero verla así pequeña y femenina, era una carga erótico de por sí, mis sentidos comenzaban un viaje hacía la concupiscencia absoluta, quería volver a depositar una carga de lefa en su coño novicio, su suavidad y elasticidad eran suficiente cómo para provocarme esa lascivia morbosa de querer poseerla.



Tendría que reencarnarme en cualquier excepcional escritor, para encontrar los términos claros y concisos y describir a los lectores las sensaciones que estaba sintiendo, los estímulos que me transmitía esta chicoca, quizás nunca encuentre modo de relatar esta experiencia inaudita, pecaminosa, perturbadora, no había nada en mí de arrepentimiento, de culpa, de pesar, me sentía como un semental dándole a su potranca ganosa de verga con todo, la sentía revolcarse bajo mi cuerpo contorciéndose sin escrúpulos ni medias tintas, a ella le gustaba follar y ser follada, por lo menos es lo que intentaba mantener en mi mente para disfrutarla a concho.



Me parecía una pequeña criatura sedienta de sexo, quizás una picola ninfómana, lo cierto es que Vanessa era insaciable, me la estaba comiendo a besos mientras acercaba mi glande a su bañada hendedura, ella abrió al máximo sus muslos para dejarme penetrarla, su boquete estrechísimo hizo que mi miembro resbalara fuera un par de veces, su manito aferró mi pene y con experticia, se enterró mi verga en su chocho, apretó sus muslos y gimió con largos quejidos, y tentó abrazar mi cuerpo sudado y caliente, mi lujuria estaba desatada, me la estaba devorando, sus gemidos y chillidos me hacían aguijonearla con mi punzón en lo profundo, hasta hacerla gritar



—¡No! te detengas, papito … sigue … sigue … asiii … ssiii … papito rico … asiii …



Vanessa colapsó y sus palabras se transformaron en algo incoherente, balbuceaba y gemía, trataba de enterrar sus uñas en mí sin lograr rasgar mi gruesa piel, me empujaba cómo si la estuviera ahogando con mi peso, pero cuando trataba de alzarme, ella me tiraba sobre su cuerpecito una y otra vez, luego sus fuerza la abandonaron y se relajó con sus muslos abiertos, yo no había acabado, pero me parecía irrelevante al lado de su potente orgasmo, lo único que deseaba era complacer su chocho hirviente.



Me deslicé a su lado y ella se giró exhausta, me dediqué a acariciar su cadera y su nalga, ella se giró quedando boca abajo, me levanté y mis besos se esparcieron por su espalda, bajando a sus glúteos, me encanta lamer, así que lamí la tierna carne de esos cachetes blanquitos y los abrí para penetrarla con mi lengua, Vanessa se medio giró y me miro con una sonrisa en sus labios, yo también le sonreí y le hice un guiño, ella volvió a apoyar su cabeza en la almohada y levantó ligeramente su culito, el canal que se formaba en medio a esas dos protuberantes nalgas y la calidez que emanaba su orificio rugoso y diminuto, que me hizo aflorar mi libido, sus ruidos, murmullos y quejidos me decían que disfrutaba el asalto a su ano, estaba sintiendo tanto placer como yo al lamer su culito albino, tuve que arreglar mi tremenda erección para que no me molestara, Vanessa de dio cuenta que la estaba follando con mi lengua, ya que mis movimientos habían aumentado en el frenesí de sentir la palpitaciones y contracciones de su esfínter, la llevé al paroxismo, muy cerca de un orgasmo, pero no la hice acabar, la giré, puse un grueso almohadón bajo sus glúteos, y teniéndola así de frente, apunté mi glande a su esfínter y delicadamente la penetré toda, Vanessa se movía lo suficiente para hacer deslizar mi polla dentro de ella, sus ojos no se despegaban de los míos, una vez más nos uníamos carnalmente deleitosamente.



Su culito era muy estrecho, mucho más que su panocha, me hacía sentir una perversa lujuria el tenerla empalada en mi pene y con su rostro lleno de goce, delicias supremas indescriptibles, mi Vanessa se movía gozando de ser pistoneada profundamente en su ano, esto superior a millares de pajas, esto era un goce extremo, un goce divino, su conchita derramaba fluidos que bañaban mi verga que entraba y salía de ese túnel de placer, lubricándola para aceitar el mecanismo de la maquina perforadora en la que me había convertido, Vanessa comenzó a mover su cabecita de lado a lado, bramaba y resoplaba su lujuria, intentaba tirarme encima de ella, pero yo me gozaba la vista de mi verga que penetraba su culito estrecho repetidamente.



Chilló en modo espeluznante cuando al fin convulsionó en un orgasmo animal y salvaje, lo que gatilló mi percutor e hizo que yo también me corriera en su agosto pasaje, con sus manitas juntas me pedía que le acabara un poco de semen en ellas, quité mi pene de su hoyuelo y dirigí unos chorritos a esas tiernas manos, ella sonreía gozosa y comenzó a espalmar mi esperma en todo su cuerpecito, me derrumbé a su lado respirando fatigosamente, ella se excuso y se levantó al baño, seguramente para evacuar mi lefa de su recto, me quedé solo por un momento y los pensamientos culposos comenzaron a devorar mí conciencia, pero cuando ella regresó y se puso a caballo en mis muslos, el peso de la chicoca hizo que la balanza se moviera hacia el lado de la libidinosidad, y ya nada me detuvo, si bien no podía tapar el sol con un dedo, mi erección era suficiente para obnubilar cualquier razonamiento circunspecto.



Abracé a la chicoca y la tiré hacia mí …



—¿Te dolió?



—No mucho … la primera vez que me lo hicieron, si que me dolió …



—Y de eso, ¿hace mucho tiempo?



—Sí … hace unos cuatro años …



—¿Y de cuando qué haces el amor? … quien fue tú primer hombre …



—¿Por qué me haces estas preguntas? … no me gusta hablar de ello … no es agradable



—Perdóname … no quiero que te recuerdes de cosas feas que te hayan sucedido



—¿Recuerdas que te conté que mi padre bebía y mi hermano se drogaba?



—Ellos eran mi pesadilla … temblaba cuando los escuchaba regresar a casa … no tenía via de escape … ellos me usaron todas las veces que quisieron … y todavía lo hacen cuando regreso a casa con ellos … por eso prefiero quedarme afuera con alguien … hago el amor con hombres mayores, pero no me maltratan, no me pegan, no me hieren … por el contrario, recibo muchos halagos … me he acostumbrado a esto … y me pagan lo suficiente para alquilar una pieza por ahí y no regresar a casa …



—¿Y cuantas veces a la semana encuentras algún cliente?



—¿Sabes dónde están Los Trapenses?



—Hay gente por ahí que me conoce y a veces estoy varios días por allá … ellos tienen bellas y cómodas casas … lindos autos y mucho dinero … puedo vivir más de un mes fuera de mi casa con lo que ellos me dan



Vanessa me narró muchas situaciones horrorosas, pero sin perder un momento su dignidad ni su temperamento, a veces me hablaba como en tercera persona y no se tratará de ella misma como protagonista, creo que esa era su válvula de escape a la realidad, una realidad paralela para sí sola.



Bueno, la chica se prostituye, estaba pensando con el pene lo sé, pero no seré yo el que se la pueda a cambiar las asquerosidades de este mundo, pensé en procurarle un desayuno frugal y llevarla al sitio de donde la recogí, había pasado unos buenos momentos con ella, demasiado hermosos y no podía dejar que se fuera sin disfrutar su propio deseo y placer, la chicoca se había puesto a cabalgar mi verga, no se la introducía, solo refregaba sus labiecitos en la cabeza de mi glande, quise tomas sus caderas pero ella me quitó las manos y siguió balanceándose sobre mi miembro duro, su angelical rostro era todo un programa, era una mujer que quería disfrutar de su macho y sería ella la que comandara la escena.



Vanessa había tomado su ritmo y en estos momentos el instrumento del placer era yo, su dulce boquita subió a mis labios y su lengüita se introdujo en mi boca como una serpiente, jugaba a lamer el interno de mi boca, emitía sonidos de ninfa en celo, más de un par de veces mordió delicadamente mis labios, embriagándome en el sabor de su saliva, después apoyó ambas manos en mi pecho y contorsionando su cinturita, bajó sus caderas hasta empalarse una vez más en mi miembro



—Ssiii mi niña … estoy dentro de ti … muévete … muévete … asiii



El afelpado guante de su chocho envolvía toda mi pija, soplé en sus oídos un saco de sonidos y palabras calientes junto a gemidos libidinosos, me estaba haciendo gozar nuevamente, el goce insuperable, mi verga se hacía espacio y escarbaba en sus entrañas, Vanessa ronroneaba como una gatita, frotaba su pelvis contra la mía, mis vellos púbicos contra su tierna piel lampiña, era una danza de amor, ella sentía tanto placer y incontrolable, sus muslos vibraron tratando de apretar mi cuerpo, la nena se corría jadeando de placer y emitiendo agudos chillidos de lascivia, su orgasmo se prolongó por varios minutos, yo la dejaba hacer y que desahogara su placer en mí, cuando ella se normalizó, me bastaron pocos embates y descargué mis cojones en su conchita, la nena me acariciaba y besaba, extraordinario el sentimiento, me parecía estar en un harem con mi preferida que me entregaba toda su pasión de hembra, me sentía como un Jeque o un Sultán, mi odalisca, mi concubina estaba allí para satisfacerme, era como una criatura de cuentos de hadas de las mil y una noche.



No había que darle tantas vueltas al asunto, Vanessa se regocijaba y le encantaba sentir una pija en su concha, lo hicimos varias veces más, hasta el mediodía, le di suficiente dinero para que se mantuviera alejada de sus parientes y luego bajamos al estacionamiento, salimos raudos hacia el centro de la ciudad, no había gran circulación de personas ni de vehículos, en el edificio nadie salió a fisgonear, cuando atravesamos San Pablo con Manuel Rodríguez, me dijo papito déjame en el mercado



—¿Te volveré a ver?…



—No lo sé, papito … gracias por todo … gracias por el dinerito …



—¿Dónde te puedo encontrar?



—No lo sé, papito … la vida va dando tumbos … en uno de esos, quizás volveremos a vernos



La vi alejarse con su andar despreocupado, hasta filosófica fue la despedida, la vi que se perdió en un pasaje dentro del mercado, desapareciendo de mi visual.



Toda esta experiencia nueva para mí, me despertó una especie de perversión inimaginable para mis ortodoxas ideas, me parecía aberrante, pero era cualquier cosa que me superaba, yo con toda mi educación superior de Arquitecto, casado y divorciado, padre de dos hijas mayores de edad, ciudadano de conducta intachable, me encontré convertido en un predador, algunas veces a la semana recorría las calles de la ciudad buscando alguna nena de calle para llevarla a mi departamento, Vanessa se había convertido en mi cómplice, ella me buscaba otras chiquitas y además, participaba en los hechos.



Con Vanessa nos encontrábamos un par de veces al mes y los resultados eran orgiásticos, ella me follaba a mí y yo la cogía a ella, de hecho, me confeso que ahora yo era su único novio, estaba tan embelesado sexualmente con esta chicoca, que le creí, así fue que nos fuimos conociendo cada vez más, yo tengo dos propiedades más en el barrio Brasil, hice arreglar una de ellas y construimos una especie de nidito de amor para nuestros encuentros, fue ella que me presentó a Helena, una chica de diez años y que tenía problemas similares a ella, me pidió si la podía acoger por un par de días en nuestro nidito, con una carita igual a la del gato con botas de Shrek, jamás habría podido negarme.



Vanessa me había dicho que Helena estaba al tanto de nuestros encuentros, en un principio ella salía del departamento cuando teníamos nuestros encuentros, pero un día conversando entre nosotros, salió el tema



—Papito … ¿Qué te parece Helena?



—Porque, ¿Le vas a pedir que se vaya?



—¡No! … Quiero saber si te gustaría tirártela también a ella



—¿Y tú crees que ella lo haría conmigo?



—Justo por eso te estoy preguntando … no creas que no me he dado cuenta como la miras



—Bueno … entonces pregúntale y la próxima vez lo haremos los tres … ¿te parece?



—Papito rico déjamelo a mi … así tendrás otra almejita lampiña solo para ti



Vanessa y yo convivíamos ya desde hace un año y se había establecido un cierto grado de complicidad en nuestra relación, yo un sexagenario con una chicoca de casi once años, me parecía algo inhabitual por decir lo mínimo, con dos me parecía de haber encontrado un ángel sin haber cruzado las puertas del paraíso, mi Vanessa me había comprendido a la perfección y trataba de complacer mi morbosidad para con las niñas, buscando más carne para mi parrilla.



Habíamos concordado que este fin de semana sería la ocasión de convocarla a nuestra cama, yo llegué de viernes y las muchachitas estaban viendo el cable con sus reguetoneros preferidos, Vanessa ya no era la chicoca que encontré hace un par de años, le había comprado un completo vestuario en el sector de Patronato, en todas esas tiendas para niñas, ajustados jeans y remeras de todo tipo, la nena se había acostumbrada a un modo de vivir diferente y me lo agradecía cada día que nos encontrábamos en nuestro nidito, ahora me estaba preparando su amiguita Helena y yo no veía la hora de tenerlas a las dos en esa cama amplia que me había costado una fortuna, pero que había valido la pena, nada mejor que follar en una cama amplia, cómoda y sin una sonajera de muelles desvencijados.



Vanessa giraba en el departamento vistiendo una tanga y una remera amarrada a la altura de su ombligo, Helena estaba vestida, pero me di cuenta de que vestía ropa de Vanessa pues la talla era muy similar, parecían fresquitas, como si se hubiesen duchado de reciente, yo había traído unas pizzas y Vanessa tenía cervezas frescas en el refrigerador, me dijo que prepararía la mesa y yo le dije que me iba a duchar.



Me desvestí en el dormitorio y me puse mi albornoz, escuchaba a la chicas cuchichear y reírse en la cocina y en la sala comedor, me fui al baño y el agua caliente comenzó a darme ese gustito de relajo y bienestar, haciendo que mi cuerpo se recargara de energías nuevas, estaba pensando en cómo consumir estas nuevas energías cuando sentí que corrieron la cortina de la ducha, ambas pequeñas estaban piluchitas pidiendo espacio en la vasca de baño, este no era el yacusi que tengo en casa, solo una bañera común y corriente, solo un poco más espaciosa, procedí a agacharme a poner el tapón y la diabólica Vanessa aprovechó a meter su manita entre mis nalgas, mi pene estaba duro como una roca de granito, ¡ops! dije yo y me levante de prisa, la chicoca se mataba de la risa, al menos el tapón estaba puesto … —El que se agacha pierde —dijo Vanessa, ambas nenas comenzaron a manosear mi cuerpo haciéndome cosquillas, afortunadamente no soy muy sensibles a esos estímulos, así que me desquite toqueteando sus partes íntimas.



Cuando metí un dedito en la panocha de Helena, ella se quedó quietecita y Vanessa aferró mi pene comenzando una paja con sus manitos milagrosas, luego agarró la cola de caballo de Helena y empujo su cabeza sobre mi pene, Helena en un principio no abrió su boca, pero luego sin via de escape, se rindió y comenzó a hacer delicias con su pequeña lengua, Vanessa empujaba su cabeza rítmicamente, de vez en cuando Helena hacía una que otra arcada y Vanessa se reía a carcajadas



—Comete la pija de mi papito … prueba lo rica que está … ¡chúpala! … ¡chúpala! …



Vanessa diabólicamente caliente, se metió detrás de Helena y comenzó a comerle el culito, la perversa pequeña de vez en cuando asomaba sus ojitos y me hacía un guiño, luego entendí el porqué, ella misma hizo girar a Helena y le dijo que se sentara en mi pija dura como el acero, la chica un poco dubitativa me miró y yo me encogí de hombros, la que comandaba era Vanessa, así que se giró y comenzó a flexionar sus piernas para bajar su trasero, yo agarré un poco de jabón y me impregné el pene, Helena quiso arrepentirse, pero prestamente Vanessa se cargó en sus hombros y la chicoca resbaló y se empaló completamente en mi pene, lanzo un grito e intento pararse …



—¿En que habíamos quedado? …



—Es que me duele … me está doliendo …



—Sí, pero eso es pasajero … ya verás … resiste … es rico, te acostumbraras también tú …



—Quizás si se lo saco un poquito ….



—No, papito … tu no hagas nada … a ella le gusta, se está haciendo la cartucha … ya veras



—¡Ay! Vane … sí que me duele …



—No me digas … ¿cómo cuando te metí la zanahoria no te dolió? …



—¿Le metiste una zanahoria? … ¿y cuando fue eso? …



—Hace dos días, estábamos practicando para estar contigo y a ella no le dolió …



—¡Uy! Vane que mentirosa que eres … sí que me dolió … pero como tu insististe tanto … yo no quise reclamarte mucho … pero si me dolió …



—¿Y ahora Helena te duele? …



—No, ahora se me está pasando …



—¡Viste! … yo te dije que se sentía rico … sigue … culéatela papito … culéatela más fuerte a esta putita …



—¡Uy! Que rico que tiene el potito esta nena … lo tiene apretadito …



—¿Viste papito? … culéatela … yo le voy a comer el coño para que acabe con tu pija dentro de su culo … abre las piernas maldita putilla … ábrelas que te voy a hacer gozar como nunca lo has hecho …



Así diciendo, vi que la cabeza de Vanessa desaparecía entre los muslos de Helena, yo la agarré por debajo de sus muslos y le hice abrir bien las piernas, ella se puso a gemir más intensamente, era tan livianita, que podía mantener su peso con mis brazos y hacerla subir y bajar en mi verga que al parecer se había puesto aún más dura, de tanto en tanto la lengua de Vanessa acariciaba mis bolas rugosas y lampiñas, ya que la misma chicoca acostumbraba a afeitar toda mis zonas erógenas.



Muy luego Helena empezó a menear su culo y sentí las contracciones de su esfínter alrededor de mi verga, la pequeña Vanessa chapoteaba con sus manos, tratando de penetrar mi propio culo con sus deditos, cuando mi culo fue invadido por sus falanges, mis bolas explotaron y descargue una abundante rociada de esperma en el culo de Helena, ella se contorsionó toda y la sentí que se apegaba a mí

—¡Oh! papi me estas llenando todo mi culito … ooohhh … que rico papi … que rico … ssiii … dámela toda … dame toda tu lechita papi …



Continuará

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heranlu

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Probando un Dulce – Capítulo 04

Sentía unos movimientos en las paredes del recto de Helena que me estimulaban mucho, luego entendí que Vanessa le había hecho un Fisting a su amiguita y lo que yo sentía era su mano dentro del chocho de Helena … mi polla muy disminuida, después de semejante acabada, se deslizó fuera del culo de Helena …



—Ahora me toca a mi papito … ahora me toca a mi …



Vanessa me urgía tratando de hacer de lado a Helena, para tomar ella posesión de mi pene, la mitad de la pastilla de Viagra que me había tomado, había hecho efecto y mí pene conservaba una respetable erección, Helena se movió y Vanessa se sentó en mi pene que le entró fácilmente, solo que ella lo hizo quedando con su rostro hacia mí, sus piernas estaban por el costado de mis caderas y ella trataba de besarme mientras daba saltitos sobre mi pene, causándome un inmenso placer, me di cuenta que sus senos comenzaban a florecer, mi niña se estaba convirtiendo en mujer, hasta sus gemidos eran más de hembra adulta, pronto festejaríamos su doceavo cumpleaños, el año pasado había comenzado a menstruar, lo único que no cambiaba era su insaciable apetito sexual, ella gozaba y me hacía gozar a mí, además, me había tomado cariño y trataba de hacerme feliz en todo …



—Como se siente rica tu pija en mi culito, papito rico … culéame más papito … tú sabes que me gusta cuando me das duro en mi anito … dámelo todo papito … dámelo, tú puedes y te gusta … dámelo papito … así … ssiii … muérdeme mis tetitas … papito cómeme toda …



La chicoca caliente al máximo, seguía moviendo sus caderas y pelvis, alternando saltitos acompañados de gemidos y gritos de niña, es lo que más me gustaba de Vanessa, esa fuerza natural de entregarse al sexo sin ningún tapujo, ella quería gozar y hacer gozar, lo estaba consiguiendo con creces, mi pene había vuelto a su erección total y palpitaba dentro de su recto a punto de explotar



—¡Ay! nenita que me vas a hacer que me corra en tu culito hermoso … aaahhh … ooohhh … ssiii



—¡Ssiii! Papito lléname … dame tu lechita ardiente, papito rico … culéame más fuerte … ssiii que rico papito … más papito mio … más … dámela toda … más papito … yo también me corro … que rico papito … ssiii … ssiii …



Agarré sus caderitas con fuerza y se la metí hasta el fondo una y otra vez hasta que los borbotones de esperma salieron a inundar su culito que se contraía apretando mi verga, ordeñando hasta la última gotita de mi leche caliente, la retuve apretada a mi pecho sintiéndola respirar afanosamente, Vanessa tenía mi rostro en sus manos y me besaba por todas partes



—Te amo papito … te amo …



—Y yo a ti nenita … también yo te amo mucho …



—Si me amas … entonces … ¿Por qué me tratas con una niñita? … soy grande … soy una mujer … y tú eres mi hombre … eres mi amante … no eres mi padre …



—Tienes razón nen… umh … quiero decir amorcito … te llamaré amorcito … ¿está bien? …



—Estamos mejorando, papito … tienes que darme más méritos de mujer … soy tú mujer o no …



—Eres mi tesoro … no puedes dudar de que te quiero mucho … ¿verdad? …



—Sí, papito … sé que me quieres … pero tienes que amarme también …



La chicoca se aferraba a mí, yo la besaba estrechándola, casi desaparecía en mi pecho, era menudita, pero no había lugar a dudas que también era una amante formidable y realmente me había afeccionado a ella y a su fogosidad, Helena en tanto nos miraba con una cierta desazón, Vanessa se dio cuenta de que la estábamos dejando relegada …



—Ven Helena … tú también estás con nosotros … no somos dos … somos tres y papito puede con nosotras dos … él es nuestro hombre … también a ti te quiere … ¿no es verdad papito? …



—Tal como dice la Vane … eres parte de nosotros … te has quedado aquí y nosotros somos tú familia ahora …



—Lo sé … debo acostumbrarme … hay veces que yo los veo muy felices a ustedes dos … siento alegría y una sana envidia también … la Vane se merece a ti … tú la cuidas … bueno cuidas de nosotras dos y en el modo en que a nosotras nos gusta … eres nuestro papito …



—Ya papito, que tal si vamos a comer algo a la cocina, tu trajiste una pizzas … vamos Helena, ayúdame a poner la mesa para los tres …



Así las chicas salieron de la bañera, se secaron, se pusieron alguna prenda de vestir, yo vi a Vanessa que se puso la remera y nada más, sin braguitas ni nada, en cambio Helena se puso sus bragas y un top cortito que se le veía el ombligo, eran un sueño tener estos dos chochitos solo para mí, yo me quede un rato en la bañera acariciando mi sensible pene que se quedó en una semi erección, quizás en mi subconsciente ya me veía otra vez con aquellas dos.



Cuando entré a la cocina, las dos chicas tenían todo realmente ordenado y limpio, así que como había traído algunas provisiones, además de las pizzas, cociné unos bistec de lomito con huevos fritos y metí al horno con una pizca de aceite papitas fritas precocidas, yo me preparé también un vinito del tinto y había bebidas gaseosas, la chicas hicieron arcadas al probar el vino, no les gustó, bueno ya habrá tiempo para que aprendan a apreciar un buen mosto, por ahora me basta el apetito sexual voraz de mis ninfas.



—Papito estuvo todo muy rico … no solo, eres un buen amante, también eres un cocinero experto, todo te queda rico … también tu pija es rica, papito …



—Si papi, la Vane tiene razón, se come muy rico y tú nos comes muy rico también … je je je



—Bueno si ustedes dicen que estuvo rico, creo merecer una recompensa … ¿no? …



—¿Y qué quieres que te hagamos, papito? … ya hemos hecho de todo contigo …



—A mí me falta tragarme tú lechita, la Vane dice que es muy rica … yo quiero hacerte eso papi … ¿quieres que te haga eso? …



—Ya eso me gustó … dejemos los platos en el lavaplatos … mañana los lavaremos … vámonos al dormitorio …



Así riéndonos de todo nos fuimos al dormitorio, la Vanessa por el camino se despojó de su remera quedando desnuda, su culito menudo y redondito era todo un programa, Helena para no ser menos se quitó su top, su pechito plano aún denotaba su corta edad, ambas niñas gozaban de su fogosidad innata y yo me deleitaba de que así fuera. Pronto nos acomodamos en el amplio lecho y Vanessa puso sus manos en mi pene …



—Yo te lo preparo Hele … me gusta hacer que se ponga durito …



—¡Pero Vane! … no seas glotona, déjame a mí … yo también se hacerlo y también me gusta cuando se pone más grueso …



—¡Ya sin discusión! … primero estaba Helena … tú Vane, ven para acá que te quiero comer el chocho …



—¡Uy! Papito rico … como tú digas … como quieres que me ponga … de frente … ¿o quieres comerte mi culito también? … dime si me tengo que girar …



—Gírate … te voy a meter de todo … ya verás …



—¡Uy! Papito … mira cómo se me pone la piel … que rico papito …



—¡Ya poh! Hele … es todo tuyo … comienza …



—¡Ay! papi, pero la Vane no para de moverse y no me deja hacerlo …



—¡Pero Hele! … estás puro pintando monos … si no quieres hacerlo dímelo y lo hago yo …



—¡Ay! por dios, parecen maracas baratas … no se peleen y hagan lo que acordamos … ¿Ok?



—Sí papito, no te enojes … mira … me abrí mis cachetitos … méteme tu lengua, papito …



—Sí papi … ahora puedo chupártela … ahora sí …



Finalmente, Helena cerro sus labios sobre mi pene y la Vanessa con sus dos manos se abrió sus glúteos para permitirme que le besara su culito, pero mi intención era jugar con su orificio, le metí mi dedo pulgar y ella gimió intensamente



—¡Ay! papito, pero méteme un poco de cremita … me duele si lo haces así solo … ahí en el comodino hay un tubito con cremita, papito … ponme un poquito papito rico …



—Espera papi … yo te lo busco … toma … aquí está …



Así estábamos concentrados en lo que estábamos haciendo, Helena me lo chupaba con ardor y dedicación, Vanessa continuaba con sus manitos forzando la apertura de su culito y yo me embadurné dos de mis dedos con cremita y se los metí en su estrecho canal rectal, ella gimió …



—Sí papito … ssiii … ahora sí … ¿quieres que me gire para que te comas mi almejita, papito? …



—umh … umh … girate un poco … Helena, por favor sin los dientes … más suavecito, tesoro …



—¡Uy! Esta boba todavía no aprende … ¿quieres que te lo haga yo, papito? …



—¡Ay! Vane … no te pases de lista y déjame tranquila … que yo también sé hacerlo …



—¡Ya chicas! … ¡basta! … estamos aquí para pasarlo bien y no para discutir … terminen con la tontería …



—¡Ay! papito ssiii … comete mi almejita, papito …



—(Slurp, slurp, slurp) … nunca me cansaré de comerme tu chorito, cariño … Hele, me vas a hacer acabar si me pajeas así tan rápido … ooohhh ¡que ricooo! … aaahhh …



—Acaba papi … acaba … estoy lista para que me des tu lechita, papi … acaba …



—¡Uuuggghhh! Ssiii … ssiii …. Aaahhh … aaahhh … ssiii … comete mis mocos … ssiii cómetelos … ssiii …



Termine dentro de la boca de la pergenia y con mis piernas tiesas y moviendo mi pelvis, exploté una y otra vez, rociando mi esperma dentro de su cavidad bucal, Vanessa se dejo caer al lado de su amiga …



—Dame … dame un poquito a mi, Hele …



Vanessa no se movía un centímetro de mi verga, continuaba a succionar con frenesí, con potencia, sus mejillas estaban hundidas por el esfuerzo de chupar, Vanessa la levantó casi con fuerza y puso sus labios en los labios de su amiga, escarbando con su lengua en busca de un poco de semen, Helena la abrazó y cayeron las dos en la cama besándose efusivamente, intercambiaban sus salivas con sabor a lechita, se besaron por cerca de cinco minutos y Vanessa metió sus deditos en la vagina de Helena, la hizo gemir, en un dos por tres, la chicas se trenzaron en un sesenta y nueve muy caliente, pues se veía que ambas disfrutaban el sabor de sus conchitas empapadas, no se si fue la pastillita azul o el erotismo de la escena, pero mi miembro volvió a ponerse duro en tiempo récord, me quedé observándolas con la prolijidad que se chupaban y lamían sus chochitos, entonces me di cuenta que solo una mujer sabe como comerse la concha de otra mujer, sus movimientos eran similares, y la apertura de sus muslos, y los quejidos y gemidos, eran comparables, casi idénticos, Vanessa fue la primera que grito su orgasmo, pero junto a sus espasmos, no cejó en lamer y besuquear el chocho de Helena, la cual entró en un paroxismo convulsivo, cuando acabó en la boca de su amiga, había una mueva de agonía en su rostro y con su ceño fruncido y con sus ojitos cerrados, se abandonó a las caricias de Vanessa … a un cierto punto la Vane me miró, yo acariciaba mi erección …



—Papito, ven … culéatela … esta lista para ti …



Me coloque entre las piernecitas de Helena y sin mucho preámbulo, coloque mi glande en sus enrojecidos labios vaginales y le hundí mi asta profundamente, la pequeña arqueó su espalda y luego empujó su pelvis hacia arriba tragándose toda la longitud de mi verga, gimoteando y profiriendo inentendibles vocablos, sus brazos se aferraron a mis brazos, luego me los tiro al cuello mientras movía su pelvis …



—Así papito … culéatela fuerte, papito … dale … dáselo todo, papito rico …



La Vanessa estaba detrás de mí empujando mis nalgas para aumentar la penetración al chocho de su amiga, luego sentí que comenzó a masajear el surco entre mis nalgas, luego sus dedos húmedos con cremita comenzaron a hurguetear mi orificio anal, hasta que me penetró con sus deditos, mi pene pareció adquirir mayores dimensiones dentro del chocho de Helena, la comencé a embestir con mayor energía, la chicoca gemía y no soltaba mi cuello …



—¡Umpf! Papi … ssiii papi … culéame … dámelo todo … me vas a hacer acabar, papi … umpf que rico, papi … umpf … aaahhh … ooohhh …



El chocho de la pequeña se contraía en modo demencial, me apretaba con sus músculos vaginales, hasta casi causarme dolor en mi delicado glande, sin poder contenerme, exploté una vez más, mis pelotas se descargaban dentro Helena, la que se apretaba a mi sollozando y gimoteando, de su garganta salían una especie de bramidos de calentura indescriptibles … Vanessa me empujo hacia un lado y se lanzó de cabeza a lamerme mi pene chorreante de semen y fluidos de Helena, acuciosamente deslizaba su lengua por toda la longitud de mi asta y a ratitos me succionaba para hacer salir hasta la última gota de esperma, causándome un placentera tortura que me tenía boqueando y respirando por la boca, aparte de mover mi pelvis automáticamente.







Tomé la cabeza de la pequeña y la atraje a mi pecho, le di un beso voraz, sensual, caliente, nuestros labios mojados de fluidos y lujuria, mi manos acariciaban esas tetitas incipientes de ella y la chicoca restregaba su cuerpo caliente contra el mío, la pequeña Helena aún con sus piernas abiertas, su sexo enrojecido vertiendo semen sobre las sábanas, nos miraba con un dedo en la boca y suspirando apagada de su orgasmo, me quedé al centro de las dos abrazándolas a ambas, Helena se giró y se adormeció, pero esa no era la intención de Vanessa que continuaba serpenteando su cuerpo contra el mío y susurrándome al oído palabras apasionadas …



—Papito mío … quiero que me hagas a mí lo mismo que a ella … mira como la dejaste … esa no despierta hasta en varias horas más … te la comiste tan rico que me están dando celos, papito … quiero quedar igual que ella …



Vanessa me mordía mi lóbulo derecho y tomando mi mano se la llevo a la rajita de su concha …



—Mira papito … estoy toda mojadita … mi lagunita quiere tu pececillo, papito … lléname también a mí, te quiero dentro de mi panochita …



Me estaba mordiendo mis labios y su mano se movía en ascenso y descenso aferrada firmemente a mi verga, su imploración era como una oración, una petición que hizo palpitar mi pene y las azulinas venas de mi polla se rellenaron de sangre haciendo endurecerse a mi pija, me coloque entre sus piernas y ella las abrió de par en par, sin soltar mi herramienta, la enfilo entre sus labios ardientes, cuando sintió mi glande deslizarse en la hendedura de su vagina, Vanessa se volvió como loca, sus piernas me envolvieron y sus brazos se cerraron en torno a mi cuello y jadeaba como poseída …



—¡Uy! Papito … ¡que rico! … umpf … umpf … umpf … ssiii … te siento papito … dámelo más fuerte … soy tuya papito … dámelo todo …



La pequeña, bramaba bajo mis embestidas, casi me dolía mi hueso pélvico, se lo estaba metiendo con todas mis fuerzas, entonces le tome sus piernecitas y las levanté hasta casi hacerlas tocar sus hombros, su culito también se levanto y su cuerpo formo cómo un resorte que resistía los golpes de mis caderas y volvía a poner su chochito pronto para la siguiente embestida, Vanessa me enterró sus uñas en mis brazos, pero nada podía distraerme del placer y la desenfrenada lujuria que su estrecha panocha me hacía sentir, sentí los estremecimientos de ella y también cuando me mordió mi hombro, luego solo emitía unos cortos sonidos y se abandonó a mis enérgicos embates, finalmente se quedó inerte, respirando afanosamente, las contracciones de su vagina surtieron el efecto de hacerme explotar dentro de ella, su párvula almejita venía inundada una vez más con mi lechita caliente …



—¡Ugh! … ¡ugh! … ¡ugh! … me pediste que te la diera toda … aquí la tienes toda para ti, amorcito … siente como te lleno toda … ¡ugh! …



Con fuerza descargué mis últimos chorritos dentro de ella, quedé exhausto y acaricié sus enmarañados cabellos, despejando su angelical rostro que se mantenía con sus ojitos cerrados y su ceño aún algo fruncido, deposité un apasionado beso en sus labios invitantes, me correspondió alzando su pecho y haciéndome sentir sus pequeños senos en mis pectorales …



—¡Ay! papito … ¿cómo lo haces? … mis piernas me tiemblan con escalofríos y mi chochito no deja de palpitar … quisiera que nunca se acabaran estas sensaciones … me acostumbras mal … no hago más que pensar en ti y a como me haces sentir, papito rico … me haces feliz …



Vanessa me estaba acariciando mis mejillas y sus ojos brillantes iluminaban mi rostro y borraban de mi cuerpo el cansancio, esta chica era realmente milagrosa …



—Vane … eres tú que me transformas y haces que mi cuerpo sea rejuvenecido cada vez que estoy contigo, tú me haces feliz a mí …



—Papito te amo … te amo … te amo …



—También yo a ti Vane …



Se acurrucó a mi lado, pasó una pierna sobre mi vientre y me abrazó, luego sentí su respirar acompasado mientras se abandonaba a un sueño reparador, también yo me entregué al dulce arrullo de Morfeo y sin darme cuenta me sumí en un sueño restaurador, necesario para estar a la par de estas diablillas que les gusta coger tanto como a mí.



Pasaron las semanas y este trio que habíamos formado funcionaba a la perfección, las chicas se sentían hermanadas en mi verga y para una era “Papito” y para la otra simplemente “Papi”, pero las dos se afanaban en gozar de esa sana y desenfrenada sexualidad que le otorgaban sus juveniles cuerpos, yo me ayudaban un poco con la pastillita azul y otro con las sensuales incitaciones de ambas, yo era el proveedor y ellas odaliscas de mi pequeño harem.



¿Cómo dice el dicho? … “Si el diable te quiere tentar … a la casa te viene a dejar”, no estoy del todo seguro que así sea, pero sucedió que una de mis hijas se divorció del marido y se quedó con dos pequeñas, mis sobrino-nietas, Marcela de 10 y Ximena de 12, llegó desesperada a casa mía una tarde, se echo a llorar por su situación y me dijo que su mayor problema era donde dejar las niñas, ya habían terminado el colegio y no podían quedar solas en casa, yo le dije que no tenía las comodidades para tener dos niñas y que tampoco el tiempo necesario, fueron tantas sus suplicas que accedí, pero le dije que contrataría a alguien que las cuidara mientras yo estaba al trabajo, me dijo que era solo una cosa momentánea y que cuando solucionara el problema se las llevaría consigo, no lo sé, pero a mi me pareció que se estaba deshaciendo de un cacho, como que le molestaran las niñas, bueno eso daría tema como para un libro, las madres de hoy en día son mucho más centradas en sus propios asuntos que en los de sus hijos, pero quien soy yo para criticar, al día siguiente me encontré con dos chiquitas en casa y dos en el nido de Vanessa, ¿a quién podía pedir ayuda? … a ella, a Vanessa.



Vanessa me escucho atentamente cuando le expliqué la situación, pero su sonrisa maliciosa me dejo intranquilo y no pude evitar de hacerle la pregunta

—¿De qué te ríes amorcito? … es una cosa triste …

—je je je … dos almejitas lampiñas al cuidado tuyo … perdóname, pero imagino cosas …

—¡Uy! ¡Vanessa, como puedes pensar tales cosas! … son mis nietecitas …

—Sí, lo sé … lampiñas … estrechitas y muy probable vírgenes, papito rico …

La lujuria brillaba en sus ojos y mi pene se endureció al instante




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