Por el Aislamiento Social Obligatorio - Capítulos 001 al 002

heranlu

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Por el Aislamiento Social Obligatorio - Capítulos 001​



Hace tres años comencé a salir con un viudo; a propósito, mi nombre es Liluska, tengo 36 años de edad, soy de estatura mediana, cabello oscuro y ondulado, hago running; y, a pesar de tener buenos pechos, todos dicen que mi arma de seducción, son mis largas piernas.

Como les decía, conocí a Marcos, de 52 años, quien había enviudado hace cinco años. Desde que intimamos, nos convertimos en adolescentes, como cualquier pareja de novios, haciéndolo cuando podíamos y en cualquier lugar.

Este año, en el mes de marzo, cuando se distribuyó esta maldita pandemia, y comenzaban las medidas de aislamiento social obligatorio, Marcos me dijo:

Marcos: Lilu, tengo algo importante que plantearte.

Liluska: Dime; pero, ¿por qué esa cara?

Marcos: He escuchado que se prohibirá la libre circulación; sólo se podrá, adquirir alimentos y recibir asistencia médica de urgencia.

Liluska: ¡Qué! ¿Eso puede suceder?

Marcos: Sí. ¿No has visto en las noticias, lo que sucede en Europa?

Liluska: Sí, pero…

Marcos: La cuestión es que te pido que vengas a vivir con nosotros.

Liluska: ¿Te parece? No creo que sea buena idea; así no más. ¿Lo has consultado?

Marcos: Sí. Mi hijo y yo, lo deseamos.

Liluska: ¿Seguro? Creo que es tu idea más bien.

Marcos: No. Es en serio. Mira si se propaga como allá; estaremos semanas sin poder vernos.

Liluska: Lo tengo que pensar. La convivencia es algo serio ¿y si nos va mal?

Marcos: No tenemos mucho tiempo. Cuando lo decreten no podremos acomodarnos.

Esta propuesta me puso entre la espada y la pared. Yo estaba muy cómoda en mi coqueta apartamento, manejaba mis horarios y actividades; y, a Marcos, lo veía seguido; ya que, trabajamos para la misma empresa.

Al cabo de dos días, anunciaban por cadena nacional, las medidas restrictivas. Y rápidamente sonó mi móvil, con la voz casi desesperada de Marcos. Acordamos que juntaba algo de ropa, y esa misma noche, en su casa, durante la cena, lo decidíamos.

Se me hizo muy difícil elegir que llevar; ya que, elegía algún vestido de noche, o sandalias; y, me preguntaba cuando lo usaría, sino podríamos salir. Así que, la elección de lo que ocupó el bolso, fue caótica.

Casi llegando la noche, se me hizo difícil conseguir un taxi; había un gran revuelo en la ciudad, como si estuviera por arribar un huracán, supongo.

Cuando llegué a la casa de Marcos, ambos me recibieron en la puerta; y en ese momento, pensé que no era buena idea; ya que, veía en su hijo, una expresión de resignación en su cara.

A Jonathan, el hijo de Marcos, me lo había presentado hace un año atrás, cuando formalizamos lo nuestro. Es un adolescente de 19 años, serio y muy educado, quizás, algo tímido.

A verlos a ambos en la puerta, tuve ganas de pegar media vuelta, e irme; sentía que no estaba preparada para esto de la convivencia, y lidiar con un adolescente, mucho menos.

Marcos: ¡Bienvenida! ¡Qué suerte que te animaste!

Saludé a ambos con un beso en la mejilla; aunque Marcos, intentó encajarme uno de sus besos profundos y húmedos.

Dejé mi bolso a un costado, y los tres nos dirigimos a la sala, donde nos acomodamos en los sillones. Inmediatamente, Marcos nos preguntó que deseábamos beber. Y yo, en ese momento, necesitaba el trago más fuerte que existiera.

La conversación comenzó de compromiso; y creo que, Marcos era el único que estaba convencido que la convivencia iba a funcionar.

Al rato, cenamos, y la TV nos sacaba del compromiso de charlar; cuando de pronto, anunciaban las restricciones de circulación en la vía pública. Nos miramos los tres, como si hubiéramos naufragado, en una isla solitaria.

Después de la cena, cada uno se retiró a sus habitaciones; y yo me retrasé a propósito, en la cocina, para que Jonathan no me viera como novia de su padre.

Esa noche, lo hicimos con Marcos; pero, fue la primera vez, que no emití ningún gemido, no hice ni el mínimo ruido; temía que, en cualquier momento, apareciera Jonathan para hacernos alguna escena de rebeldía.

Los días siguientes, transcurrieron en una tensa calma; en realidad, era mi parecer; ya que, estaba muy acostumbrada a vivir sola; y ahora, debía cuidarme a cada paso que daba; principalmente, para no incomodar a Jonathan. No imaginaba cuanto tiempo iba a resistir, no tener intimidad, momentos a solas; nos cruzábamos constantemente en la casa. Marcos comenzó con el teletrabajo; Jonathan inició sus estudios por Zoom; y a mí, la empresa me dio vacaciones prolongadas. Ni siquiera podía salir a correr; así que, debía inventarme una rutina de gimnasia, en horarios raros, para no excitar a nadie. Mi objetivo era pasar lo más desapercibidamente posible; pero, no sabía hasta cuándo podría resistir esa situación.

A la semana siguiente, viví mi situación más incómoda; resulta que, no recuerdo porque tuve que ir a nuestra habitación, cuando a través de la puerta entre abierta, observo a Jonathan parado frente al vestidor. Sigilosamente me acerco, para averiguar qué hacía allí; ya que, sus cosas están en su habitación. Cuando de pronto, descubro que se estaba masturbando, con algo negro que envolvía su miembro. Salí corriendo hacia el baño de servicio, y me encerré.

Comencé a pensar nerviosamente, sobre que debía hacer. ¿Pasarlo por alto? ¿Comentárselo a Marcos? ¿Hablarlo personalmente con Jonathan? Sin poder decidirme, al rato, escucho que él se encerraba en su habitación. Así que, fui hasta el vestidor para saber que era ese trapo negro.

Cuando llegué, lo primero que observé, es que no había prendas negras colgadas; así que, abrí los cajones, uno a uno, hasta descubrir que un par de medias mías, tenía resto de semen fresco. ¿Qué iba hacer ahora?

Pasé todo el día, indecisa; pero, al día siguiente, aproveché el momento a solas con Marcos; y, le conté lo sucedido.

Marcos: ¿Estás segura? Bueno, después de todo, es un adolescente.

Liluska: Entonces, ¿lo dejamos pasar?

Marcos: ¿Qué quieres que haga? ¿Qué lo rete? Ya no es un niño.

Liluska: ¿No te molesta que se haya masturbado con una prenda mía?

Marcos: A su edad, lo hacía con la ropa interior de una tía.

Liluska: Para mí es incómodo. ¿Y si llamas a una de esas chicas, para que lo haga? ¿Tu hijo es virgen?

Marcos: Lilu, estamos en cuarentena; y él, no es virgen, ya lo llevé con una de esas chicas, como dices vos. Habrá que convivir con un adolescente en celo. Ja Ja Ja

Liluska: No le veo lo gracioso.

Marcos: Como madrasta, si quieres, podes ayudarlo.

Liluska: ¡No sé qué me quieres decir! Mejor me voy.

Ahora sí, realmente estaba incómoda. De hecho, cuando nos juntábamos a la mesa, a comer, no podía verlo a la cara.

El debate continuó por la noche, en la cama.

Liluska: Quiero que me aclares lo que me dijiste esta tarde.

Marcos: ¿Qué te dije? No me acuerdo.

Liluska: El asunto de tu hijo.

Marcos: Ah, eso. Nada, simplemente que tenemos que arreglarlo entre nosotros. ¿Viste las noticias? ¡Estamos encerrados!

Liluska: Y ¿cómo es eso de arreglarlo entre nosotros?

Marcos: Entiendo que, quizás dije algo fuera de lugar; pero, piensa en los momentos que estás a solas, y te viene ese pulsar sexual, vos ¿cómo lo solucionabas?

Liluska: No estamos hablando de mí.

Marcos: Ok. Yo a su edad, cuando no tenía novia, o simplemente pensaba en una mujer, debía recurrir a mis manos, para calmar la calentura.

Liluska: Eso lo entiendo; pero, dejar que tu hijo se masturbe con mis prendas, es otra cosa.

Marcos: Te entiendo la incomodidad; pero, para él, eres una hermosa mujer; y quizás, porque es tímido y eres mi novia, no se atreva a más. Si fueras su madre, estaríamos hablando de un problema.

Liluska: ¿Entonces?

Marcos: Nada. Hablaré con él si quieres; pero, no puedo garantizar, que no se siga masturbándose, pensando en vos.

Liluska: No me imaginé una situación como esta.

Marcos: También quiero que sepas, que, si pasa algo entre ustedes, está bien.

Liluska: ¿Te volviste loco? ¿Qué quieres decir?

Marcos: Nada, simplemente es sexo; y, para mí, hay que dejarlo fluir. Y como están las cosas, pasaremos un buen tiempo encerrados.

Liluska: ¡Realmente enloqueciste! No conocía ese costado tuyo.

Marcos: No me mal entiendas; no te estoy induciendo a nada, simplemente te aviso que entendería la situación.

Liluska: Bueno. Basta. No quiero seguir hablando del asunto. Si pudiera, ya me volvería a mi departamento.

Marcos: No pienses mal. Sólo digo de pasar lo mejor posible, esta puta desgracia.

Los días continuaron con cierta normalidad. Yo me había convertido en la ama de casa, haciendo los quehaceres del hogar y cuidándome de no provocar a Jonathan.

Pero, con el correr de las semanas, el aburrimiento sobre mi nuevo rol en la vida, se apoderaba de mí.

Verme, y verlos en ropa de gimnasia todo el día; evitando cualquier situación que derivara en una discusión; claro, ellos tenían una rutina; Marcos pasaba gran parte del día con teletrabajo; Jonathan, con sus estudios y PlayStation. Pero ¿yo?

Un día, a media mañana, cuando ejecutaba las tareas de limpieza y ordenamiento de las camas; no me percaté que Jonathan, aún estaba en su habitación.

Entré sin golpear a la puerta, pensando que estaba en la cocina, con sus clases vía Zoom; pero, en cambio, estaba tirado en su cama, masturbándose. Al verlo, pegué un salto.

Liluska: ¡Uy! Perdón.

Jonathan concentrado en su actividad, tardó en taparse con la ropa de cama. Al verme, quedó mudo; y su cara, cambió de color, se puso roja carmesí.

Mi primera intensión fue salir corriendo; pero, no sé porque, me dio lástima de haberlo avergonzado.

Liluska: Te pido disculpas. Pensé que estabas en la cocina con tus clases.

Él seguía mudo y sonrojado; de hecho, si hubiera tenido una pala, seguro que a estaría haciendo un pozo, para enterrarse. Pero yo, no sé porque, quería arreglar la situación.

Liluska: No te sientas mal, yo también fui adolescente, entiendo por lo que estas pasando.

Como una idiota, sin comprender que lo único que deseaba Jonathan, es que yo desapareciera; me quedo observando; en una mano, tenía su teléfono celular, y se escuchaba a bajo volumen, unos gemidos; y, la otra mano, estaba debajo del acolchado, a la altura de su entrepierna; quizás, sosteniendo su erecto pene; lo cual, era difícil de simular.

Liluska: ¿Qué estás viendo?

Me acerco a su cama, y tomo su móvil, para verificar que estaba viendo un video pornográfico.

Liluska: Ah. No te avergüences, a mí también me gusta la pornografía.

Vuelvo a ver con más detenimiento la escena en el teléfono; y, ahora, era yo la sonrojada. En el video estaba yo, con medias negras de liga, mamando la verga de su padre, en nuestra cama. De repente, entendí que había puesto a Jonathan, en la peor de las situaciones.

Jonathan: Por favor, no le cuentes a papá.

Me suplicó, casi lanzando un llorisqueo. Mientras yo, pensaba en cómo remediar este momento.

Liluska: Por supuesto que no le contaré nada. Quédate tranquilo. Pero, no voy a permitir que nada ni nadie, se interponga en lo que estamos construyendo con tu padre. Por favor, no hagas más esto.

Jonathan: Te lo prometo. Perdón; pero, el impulso fue más fuerte que yo. No lo pude evitar.

Liluska: ¿Qué no puedes evitar?

En ese momento, Jonathan volvió a ponerse bordó de la vergüenza; y yo, me sentí muy estúpida con lo que pregunté. Y no sé porque, deslicé mi mano por debajo del acolchado, alcanzando su erecto pene.

Liluska: Por favor, no me estropees nuestra relación.

Subí y bajé mi mano, un par de veces, cuando sentí su líquido caliente, escurriéndose sobre mis dedos; y él, suspiró profundamente.

Realmente no sabía qué hacía; se me mezclaban los dichos de Marcos, la vergüenza de este chico, el temor a que no pudiéramos convivir en paz. Así que, sólo me retiré de la habitación, pensando que yo era quien, estaba estropeando todo.

Los días subsiguientes, Jonathan y yo, nos volvimos a ver a la cara con normalidad; probablemente, porque ambos habíamos tirado las cartas sobre la mesa.

Después de un par de semanas, en el almuerzo, Marcos irrumpió:

Marcos: ¿Por qué no organizamos una fiesta?

Jonathan: ¿Qué ridiculez es esa?

Liluska: ¿Cómo una fiesta?

Marcos: Claro, ¿no están aburridos? Todos los días son iguales.

Liluska: Pero ¿Qué tienes en mente?

Marcos: El sábado pido una rica cena por delivery, nos vestimos como para salir afuera, ponemos música, bailamos; en fin, nos divertimos.

Jonathan: ¡Qué divertido! ¿Entre nosotros tres?

Liluska: Para mí, no es mala idea; después de todo, será diferente.

Marcos: Si vos te aburres, puedes jugar con tus amigos, a la PlayStation en línea, como todos los sábados.

Jonathan: Ok. Acompaño.

Mientras lavábamos los platos, luego del almuerzo.

Marcos: Lilu ¿no te perece una buena idea?

Liluska: Sí. Por lo menos, será un rato diferente.

Marcos: Después no fijamos si tenemos que ponernos; de lo contrario, habrá que comprar por Internet.

Liluska: Ah. Vos dices ¿tirarnos el ropero encima? Yo no sé si puse algo en mi bolso. ¿Cuánto hace que estoy con ropa de gimnasia?

Marcos: Después vemos. Te quiero despampanante.

Liluska: Mmm. No sé

Marcos: Dale. Vamos a divertirnos. Rompamos esta rutina.

Liluska: Ok

Después de un par de días, nos sentamos los tres frente a la computadora, para comprar ropa online.

El primero en resolverlo, fue Jonathan; se compró una camisa hawaiana, un jean y un par de zapatillas.

Luego, le siguió Marcos; que se compró una camisa de lino, con cuello Mao; y, un pantalón sport.

Y culpa de mi indecisión, los demás empezaron a opinar y a elegir; así que, prácticamente ellos me compraron un vestido corto azul, con escotes pronunciados; tanto adelante, como por detrás. Por suerte, pude elegirme un par de sandalias muy finas, que hacía tiempo las deseaba.

También elegimos el menú de la comida. Será una cena gourmet.

La situación estuvo divertida. Fue un buen momento entre los tres.

Por suerte, los paquetes llegaron un día antes; ahora, sólo quedaba verificar los talles; pero, no habría tiempo, para solicitar un cambio.

Y llegó el sábado. Ese día desayunamos todos juntos; y, realmente éramos un equipo, con el objetivo de divertirnos por la noche. Ultimamos detalles; Jonathan, se encargaría de la música; Marcos, sería el barman de la noche; y yo, me encargaría de la ambientación y la mesa.

Yo había adelantado mis quehaceres domésticos, para disponer varias horas del día, en prepararme; y todo, debía hacerlo yo misma; ya que, no podía trasladarme a la depiladora, la peluquería, la manicura, y todo lo que una mujer necesita, para verse espléndida. De hecho, había acordado con Marcos, el uso del baño en suite, de nuestra habitación.

A media mañana, me golpean la puerta del baño, justo cuando estaba arreglándome las uñas de los pies. Del otro lado estaba Marcos que tenía un regalo para mí.

Marcos: Lilu salí que tengo una sorpresa para vos.

Me envolví en una toalla y salí.

Liluska: Aún no terminé.

Marcos: Ok, pero tengo un regalo para ti, que necesitarás para esta noche.

Como una niña en Navidad, comencé abrir el paquete ansiosamente, descubriendo que se trataba de lencería muy fina.

Liluska: ¡Es hermoso mi amor! Pero, esto debería usarlo en nuestra intimidad.

Marcos: ¿Por qué? Si has salido conmigo a cenar, usando estas prendas.

En realidad, pensaba más en la reacción de Jonathan; ya que, me estaba regalando prendas que eran el fetiche de él; y, no quería provocar un retroceso de la situación, que se había solucionado. También quería evitar dar más explicaciones, y que naciera un problema con Marcos.

El resto del día, lo pasé entusiasmada como cuando era joven, y revivía la expectativa cuando me preparaba para mis primeras citas.

Al atardecer, ya estaba lista para vestirme; por lo que decidí ponerme el regalo de Marcos. Primero, me calcé el culote de encaje, quedándome perfecto; evidentemente, una región que Marcos conocía a la perfección. Luego me coloqué y abroché el portaligas; y, por último, deslicé las medias negras; las cuales, hacían más largas mis piernas; abroché los clips en las ligas; y, me subí a las sandalias de 21 centímetros de taco. Al principio, me costó mantener el equilibrio; evidentemente, me había desacostumbrado a los finos tacos.

Por último, una vez alzado a la altura de mis hombros, dejé caer el vestido, que ellos habían elegido para mí; me acomodé los breteles y fui hacia el espejo del vestidor, para verificar como lucía.

Era imposible que no provocara calentura; el escote delantero, apenas cubría la mitad de mis senos; giré, y el escote trasero, dejaba descubierta mi espalda, hasta la culminación de la columna; los breteles eran tan finos, que quizás una brisa, podría hacerlos caer de mis hombros. Me fijé el largo del vestido, y apenas cubría la región de las ligas. Que sea lo que Dios quiera, me dije.

Cuando fui a perfumarme, descubro otro regalo de Marcos; se trataba de una gargantilla con una piedra preciosa, que me coloqué inmediatamente. Ahora sí, frente al espejo, había una “femme fatale”.

Todo el rito, me había consumido una hora y media, sin darme cuenta; así que, me apresuré a bajar.

Cuando me faltaban un par de escalones, me topo con ellos, que estaban esperándome; y, observo que sus caras se ponen boquiabiertas. Se colocaron uno a cada lado, y me tomaron de ambas manos, conduciéndome al jardín, en donde había una tabla de quesos y distintos embutidos. En el camino, me elogiaron como a una Miss Universo.

Marcos se dirigió a una improvisada barra, en donde preparó un par de aperitivos y tomó un set de 6 latas de cervezas.

Por su parte, Jonathan se dirigió al equipo de música, y echó andar una selección de temas de jazz.

Cuando ambos regresaron, Marcos propuso un brindis.

Marcos: ¡Brindemos por esta hermosa noche!

Chocamos nuestras copas, y comenzamos a confesar travesuras; en nuestro caso, haciendo memoria de la juventud.

Estuvimos riéndonos, picando y tomando, cerca de una hora.

Liluska: Jonathan ¿tomaras toda esa cerveza?

Jonathan: No creo, no soy de tomar mucho.

Marcos: Lilu, tu copa está vacía, ¿te sirvo otro?

Liluska: No, mejor sigo con el vino de la cena.

Entonces, pasamos al comedor, sentándonos los tres, en un extremo de la larga mesa; Marcos en la cabecera; y, Jonathan y yo a los lados.

Al rato, me levanto, para traer nuestro plato principal. Cuando apoyé la fuente en la mesa, y dejé descubierta la trucha ahumada, con vegetales asados, todos nos manifestamos al unísono, y relamimos nuestras bocas.

Durante la cena, seguimos conversando de diversos temas; pero, también, bebimos bastante, seguramente, por la ingestión de tantos alimentos salados. Así que, el postre, helado, realmente funcionó como bajativo.

En varios momentos, noté a Marcos y a Jonathan, con mirada obnubilada sobre mis pechos; de Marcos, no me extrañaba; ya que, casi nunca disimulaba; pero, de Jonathan, esperaba que Marcos no le llamara la atención, porque sería vergonzoso. Por mi mente, se cruzó el recuerdo de aquella tarde que lo descubrí masturbándose con un video de nosotros; y ahora, pensaba que le estaba dando muchas razones, para que lo volviera hacer.

Después de la sobremesa, Marcos se paró y nos ordenó bailar; por lo que, Jonathan volvió al equipo de música; y esta vez, echó andar una selección de temas musicales, de la década del 90, mi preferida.

Me costó levantarme; estaba experimentando ya, el etílico ingerido; pero, al escuchar esa música, inmediatamente me puse a bailar con Marcos; quien invitó a Jonathan a unirse.

Luego de un buen rato, nos rendimos y nos tiramos sobre los sillones, yendo por más bebida. Jonathan cambió la música, por algo más romántico; pero, de la misma época.

A su regreso, sacó un par de cigarrillos de marihuana, y nos ofreció. Marcos tomó uno y lo encendió, a la par que de su hijo. Luego de un par de pitadas, me ofrecieron.

Liluska: No, gracias. No fumo eso desde mi época universitaria.

Marcos: Vamos, la estamos pasando bien, no seas aguafiestas.

Seguramente por el alcohol dándome vueltas por la cabeza, y porque realmente la estábamos pasando bien, acepté.

Estábamos terminando los cigarrillos, riéndonos de cualquier pavada, cuando me percato que Jonathan no sacaba su mirada de mi falda. Al tirarme en el sillón, no me di cuenta que, mi vestido estaba subido, mostrando el comienzo del portaligas. Ahora sí, que le volé la cabeza, pensé.

Por suerte, justo cuando iba a bajármelo, para cubrirme, Marcos interrumpió, invitándome a bailar abrazados.

La selección musical era perfecta e incitaba a besarse, acariciarse y demás; acciones que tardó Marcos, en ejecutar.

No estaba muy de acuerdo, porque sabía que, para Jonathan, esto era provocador; pero, mi cuerpo ya no me obedecía, y se dejaba llevar. Sólo reaccioné, cuando sentí las manos de Marcos, acariciándome las nalgas; así que, descolgué mis brazos de sus hombros, para reacomodar sus manos en mi cintura. De repente, Jonathan irrumpe.

Jonathan: ¿Me enseñas?

Liluska: ¿A qué?

Jonathan: A bailar así, lento. Nosotros no lo hacemos en esta época.

Marcos se aparta y me ofrece a él.

Tomamos posición y comenzamos a bailar apretados. Pero, no pude evitar sentir, su bulto sobre mí; para colmo, seguramente por genética, era grande como la del padre. Él se meneaba más flexible que Marcos; por supuesto, debido a su juventud; y, se me hacía imposible, no ponerme cachonda. Así que, con la escusa de que tenía sed, me aparté, para ir mi copa.

Al terminar la copa de un trago, Marcos me tomó de la mano y me hizo sentar sobre sus piernas. Inmediatamente, comenzó a tocarme el muslo, acariciándolo y subiendo; y de repente, metió su mano por el escote. Yo tardaba una eternidad en reaccionar, cuando siento que Jonathan se acerca a nosotros.

Liluska: Por favor Marcos, basta.

Pero mis brazos pesaban varias toneladas cada uno, y con mis súplicas, no lograba detenerlo.

Marcos: Dale Lilu, estamos pasándolo súper.

Sin entender hacia donde se dirigía, seguía masajeando mis pechos, Jonathan comienza a acariciarme el cabello, y miro a Marcos fijamente a sus ojos. Mis pezones ya estaban terriblemente erectos, mi cuerpo no me obedecía, y mi mente confundida, deseaba detener la situación.

Marcos: ¡Estás bellísima! Déjanos hacerte gozar.

Liluska: ¡Qué!

Marcos: Dale. Chúpasela, así lo calmas.

Sigo mirándolo fijamente a los ojos.

Liluska: ¡Basta! ¿Se volvieron locos?

Cuando giro mi cabeza, para decirle a Jonathan que se apartara, mi cara choca con su miembro y lo miro a la cara. Su expresión era de súplica; y en ese instante, intenta metérmela en la boca. Yo no abro mis labios, lo que quedó como un roce, y me giro para rogarle a Marcos, que se detuviera.

Marcos me guiña un ojo, como incitándome, sin dejar de meterme mano; ahora, por todos lados, y haciendo efecto en mi cuerpo. Siento que Jonathan me toma la cabeza, para girarla, y nuevamente su verga queda frente a mi boca; pero, esta vez, abro mis labios y dejo que introduzca su glande.

Hasta ese momento, descubro que estaba agarrada de los antebrazos de Marcos, sin reacción, pero con fuerza. Lo suelto, y con mi mano derecha, tomo el miembro de Jonathan, para direccionar la mamada; haciéndolo ahora, de forma consciente y como sabía hacerlo. Levanto mi vista, verificando su expresión de goce; mientras tanto, mi mano izquierda, va en búsqueda del bulto de Marcos; quien observaba de cerca, como se la chupaba a su hijo.

El dedo índice de Marcos, entraba y salía de mi empapada vagina, haciendo todo tipo de juegos; provocando sensaciones efectivas, y comenzando a recorrer un camino sin retorno. No tardé en comenzar a emitir gemidos.

Con la otra mano, Marcos desabrochaba su bragueta, para liberar su verga.

Marcos: Ahora me toca a mí, mi reina. ¿No te parece?

Miro a Jonathan como despidiéndome. Marcos y yo, estábamos sentados en el sofá; mientras, que Jonathan, había permanecido parada.

Me inclino en dirección al erecto pene de Marcos, y comienzo a chupársela, como tanto a él le gusta.

Siento que Jonathan me levanta el vestido, por detrás, y se arrodilla en el piso, para estar más cómodo. Comenzó a acariciarme las nalgas y a besarme la vagina. En esa posición, yo inclinada sobre la entre pierna de Marcos, le dejaba todo a su disposición.

Yo gemía dificultosamente, por tener la boca ocupada; y lo hacía, porque Jonathan con su lengua, hacía cosas increíbles en mi vagina y en mi ano. Sentía su devoción, y también, su desesperación juvenil.

De repente, en mi paladar, se estrella un chorro tibio de semen. Me sorprende, porque Marcos siempre avisa; pero, seguramente por lo que estaba sucediendo, se dejó llevar.

Termino de tragar su leche y logro gemir con libertad.

Marcos: Vamos a la cama, estaremos más cómodos.

Me susurra al oído, y con una mano aparta a Jonathan; y con la otra mano, me toma para ayudarme a incorporarme. Así, los tres tomados de la mano, me dirigieron a nuestra habitación.

Allí, Marcos por detrás, me corrió un bretel, y el vestido se deslizó sin dificultad, hasta los pies, como me lo había imaginado.

Ahora estaba casi desnuda frente a Jonathan; sólo las medias negras y el portaligas cubrían mis piernas; ya que el culote, me lo habían sacado, no sé en qué momento.

Marcos: Sigan, que yo ya me recupero.

Paralizada sobre mis tacos, no atinaba a nada, cuando Jonathan se lanzó sobre mis pechos, para besarlos; así que yo, sólo lo tomé de la nuca, para que no se apartara.

Así, permanecimos un instante. Yo disfrutando de su apasionamiento por mis pechos, y sintiendo su erecto miembro, chocando en mi pelvis; el cual, ya deseaba que se me metiera.

Creyendo que se iba a quedar a vivir ahí, lo tomé de la mano, invitándolo a la cama; mientras, Marcos desde atrás, se había dedicado a mantener, la humedad de mi vulva.

Fui yo, la primera en deslizarme por la cama, poniéndome de costado y esperando que Jonathan, llegara hasta mí. Marcos nos siguió.

Sin proponérnoslo, Jonathan quedaba de costado, frente a mí; y Marcos, se acomodó por detrás. Tomé la verga de Jonathan, para alojarla en mi interior; lo cual, sucedió sin dificultad. Comenzamos a coger a un ritmo, como si fuéramos adolescentes. ¡Qué bien se sentía esa pija!

Al rato, siento la erección de Marcos, sobre mi espalda; así que, se la tomo con la mano, y lo dirijo hacia mi ano. Al comienzo, sólo entró su glande; pero, las embestidas de Jonathan por delante, hacen que la de Marcos se meta por completo, doliéndome por su tamaño.

A los minutos, logro superar los dolores. Mi vagina envolvía la verga de Jonathan, sintiéndola en todo su largo y grosor; mientras, que mi culo, se había flexibilizado, sintiendo también, todo su tamaño.

Arrancándome gemidos, casi gritados, logro un ritmo, evitando el choque de sus cabezas, dentro mío. Mientras me salía de Marcos, me introducía en la de Jonathan; y así, me invadía una catarata de orgasmos.

No sólo estaba experimentando mi primer “menage a trois”; sino que, era la situación más morbosa que vivía. Los tenía a padre e hijo, cabalgándome y cambiándome de posición, a su merced.

Seguramente, en algún instante, quedamos rendidos y nos dormimos, a alguna hora de la madrugada.

Marcos estaba boca arriba, y yo abrazada a él, con una pierna encima de su abdomen y piernas; cuando siento por detrás, que Jonathan, de costado, intentaba cogerme nuevamente. Lo deje hacer, y yo me mantengo pasiva, para que Marcos, no se despertara.

Mientras que, sentía a Jonathan, acabar dentro mío; y yo, sentir un nuevo y delicioso orgasmo; pensaba que ahora, me había convertido, en la puta de la casa.
 

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Por el Aislamiento Social Obligatorio - Capítulo 002​



Al día siguiente, desperté sola en la cama, sintiendo que me molestaban las medias, las ligas me cortaban la circulación de sangre; así que, me las saqué y me dispuse a darme una ducha, cuando de repente Marcos irrumpe en la habitación, portando una bandeja con el desayuno.

Marcos: ¡Buen día mi amor!

Liluska: Hola ¿qué hora es?

Marcos: Las nueve y media ¿a dónde ibas?

Liluska: Al baño, a darme una ducha

Marcos: ¿y si desayunamos antes?

Liluska: Ok. Gracias mi amor.

En mi interior, rogaba que no preguntara sobre lo sucedido anoche. Por suerte, creo que Marcos leyó mi mente y no insinuó nada. Desayunamos la rica preparación y el café doble y cargado, que me vino de maravillas.

Cuando terminamos, me zambullí en el baño, por una larga y caliente lluvia.

Me vestí con indumentaria de gimnasia y me encontré con Jonathan en la cocina; tampoco deseaba sus comentarios.

Jonathan: Hola Lilu

Liluska: Hola Jo

Jonathan: ¡Estuvo espectacular lo de anoche! Ahora sos muy especial para mí.

Liluska: No deseo hablar ahora; pero, ¿entiendes que debemos volver a la normalidad? ¿verdad?

Jonathan: Sí, por supuesto que entiendo; pero, alguna mamada o polvo haremos de vez en cuando ¿verdad?

Liluska: ¡No seas insolente! No me gusta que me hables así.

Jonathan: Ok, pero no me cortes la cara. ¿Acaso con papá te es suficiente? Pronto va a necesitar la pastillita celeste con vos. ¡Mama mía! ¡Qué bien coges!

Me retiré inmediatamente de la cocina, ya no soportaba su desparpajo. Al salir, casi me choco con Marcos.

Liluska: ¿Salimos a caminar? El día está hermoso parece.

Marcos: Dale, espérame que busco mi tapa bocas. No te olvides el tuyo.

El domingo se presentaba soleado, con una temperatura agradable, y no había nadie en la calle; así que, fuimos directo a un parque que se encuentra cerca.

A pesar del sonido de los pájaros y el murmullo de las hojas de los árboles, necesitaba hablar con Marcos.

Liluska: Marcos, en relación a lo de anoche…

Marcos: No tienes que aclarar nada. Nos divertimos mucho y fue sólo sexo, y del muy bueno. Es delicioso poder compartirte con otro hombre.

Liluska: Pero, quiero hablarte de Jonathan.

Marcos: Podría haber sido él, o cualquier otro hombre. ¡Hicimos realidad una fantasía!

Liluska: ¡Escúchame! quiero hablarte de Jonathan.

Marcos: Tranquila Lilu, tienes mi permiso para hacer lo que quieras, cuando quieras, está todo bien.

Liluska: ¡Es imposible! No quiero que cambie lo que teníamos…

Marcos: No cambia nada Lilu, sólo se amplió

Liluska: ¿No me vas a escuchar?

Marcos: Sí, por supuesto; pero, entiendo que atravesamos un límite, y quiero que te sientas libre. Por supuesto que si Jonathan, se pone pesado, me avisas y lo ponemos en vereda.

Opté por callarme la boca, había perdido el hilo de lo que quería expresar; así que, volví a disfrutar de la caminata.

Con el correr de los días, llegué a pensar que lo de esa noche, quedaría como una anécdota; ya que nadie mencionó más nada.

Al cabo de unas semanas, haciendo las tareas del hogar, nuevamente descubro a Jonathan en nuestra habitación. Esta vez, en lugar de espantarme, me dio curiosidad su ritual. La puerta estaba entre abierta, por lo que lo espié desde ahí.

Observaba que olía y se acariciaba con mis medias de liga, seguramente para sentir la suavidad de ese material.

Al rato, llevó la prenda hacia su miembro, que ya estaba en su máximo esplendor, comenzando a masturbarse con las medias envueltas en sus manos.

Se arqueaba hacia atrás, demostrando placer y pensé que intentaba recordarme desnuda en su mente.

La escena era erótica, sensual, y lograba un cierto morbo en mí, hasta que me decidí a entrar; en principio, para interrumpir su paja y echarlo de la habitación.

Cuando estuve frente a él, me miró, se sonrojó y continuó haciéndolo; seguramente, no existía nadie que lo pudiera detener.

No sé qué me pasó, pero me agaché y metí mi cara entre las medias, hasta que me topé con su miembro. Comencé a besárselo y luego a chupárselo suavemente.

Él soltó las medias y me tomó de la nuca, para acabar en el cielo de mi paladar.

A pesar de las fuertes sensaciones, guardábamos silencio; mientras yo tragaba sus últimas gotas de semen.

Su miembro se resistía a la flacidez, así que me tomó de las axilas, para levantarme, y una vez erguida, me giró rápidamente para que me apoyara en el estante del vestidor.

No le costó introducirme su verga, yo estaba lo suficientemente húmeda; así que, me bombeó con fuerza.

Luego de unos diez minutos, me produjo el primer orgasmo; al cual, me resistí gemir del placer. Me gustaba mucho sentir su joven miembro, como entraba y salía de mi vagina, manejándome desde la cintura, jugando distintas rutinas.

Al cabo de quince minutos más, sentía su chorro de semen y mi segundo orgasmo, terminando con un par de profundos bombazos.

Me besó la nuca y se retiró de la habitación.

Yo quedé unos instantes temblando, pensando que ahora sí, me había convertido en la puta de la casa.

Mientras tanto, en esas semanas, había notado en Marcos, un aumento en sus preocupaciones laborales, que por supuesto, se notaban en la noche, cuando íbamos a la cama; durmiéndose apenas apoyaba su cabeza, en la almohada.

Un viernes por la noche, le pregunté:

Liluska: ¿Hay muchos problemas en la empresa?

Marcos: Sí, se retrajo mucho las ventas. Además, hay filiales del interior, que piensan cerrar.

Liluska: ¿Le temes a algo?

Marcos: No, pero debo trabajar más, y llegando el fin de semana, quedo agotado.

Liluska: ¿Yo puedo hacer algo para relajarte?

Marcos: ¡Pobre mi reina! ¿Te estoy prestando poca atención?

Liluska: No, para nada. Quizás por el cansancio no me pides que te haga algo, para dormir mejor.

Marcos: ¿Qué se te ocurre?

Liluska: Creo que, con una mamada, dormirías como un bebé.

Marcos: Ja ja ja. Dale

Me alegre de sacarlo de su mufa. Sabiendo cuáles son sus fetiches, me calcé las medias negras y me deslicé hacia su entrepierna, para que pudiera verme como se la chupaba.

Al comienzo, le besé suavemente el glande, mientras lo masturbaba con mi mano; logré que su erección rápidamente. Luego, me lo introduje en la boca, colocándome de costado, para que apreciara mis piernas largas.

En un momento, verifiqué que la puerta de la habitación estuviera cerrada, para evitar la maldita costumbre de Jonathan, de espiarnos, filmando con su celular.

Marcos: Mmm ¡Qué delicia! Ahora quisiera tu culito. Agarra el vibrador y cojamos.

Liluska: Ok

Tomé mi vibrador de la mesa de luz, y le mostré como me masturbaba, volviendo a chupársela. Sabía que esa imagen, le volaba cabeza; aunque siempre insistió, que sería perfecto que hubiera otro hombre, en lugar del consolador.

Marcos: ¡Subí!

Obedecí dándole la espalda y entregándole el mando del vibrador; mientras, con mi mano le dirigía su verga hacia mi ano.

Al cabo de unos bombazos, acabó dentro, y me ordenó:

Marcos: ¡Seguí masturbándote!

Él no la sacó de mi culo, y los dos dirigimos el consolador hasta mi orgasmo.

Así transcurrían las semanas. Con Marcos teníamos buen sexo, pero más espaciado en el tiempo; por lo que, de vez en cuando, accedía a los pedidos de Jonathan; pero, lo manteníamos en secreto, no quería herir a ninguno en su hombría.

Un día, mientras tenía sexo con Marcos, me susurra al oído:

Marcos: ¿estás cogiendo con Jonathan?

Mientras gemía, pensaba la respuesta.

Liluska: Sí, de vez en cuando. El encierro por la cuarenta, creo que le afecta.

Marcos: ¡Esa es mi reina! ¿Repetimos un fin de semana de estos?

Liluska: ¿Qué cosa?

Marcos: Los tres juntos.

Liluska: ¿Seguro?

Marcos: Por supuesto. Pero esta vez, que ya tenemos más confianza, te quiero bien puta.

Liluska: ¿A qué te referís?

Marcos: Que lo hagamos deliberadamente.

Liluska: No te entiendo.

Marcos: El sábado que viene, pedimos comido a un delivery. Vos te vistes bien sexy; por ejemplo, con la blusa negra transparente, para que te veamos los pechos mientras cenamos. La lencería que me gusta.

Liluska: ¡Oh! Qué exigencias

Marcos: Prepárate un show de striptease; luego, nos puedes mostrar cómo te masturbas con los dos consoladores, para enseñarnos que quieres que te hagamos.

Liluska: ¡Uy! No sé si me animaré

Marcos: Tengo la solución. Cuando te vistes para la cena, te colocas el huevo, que yo te lo manejo con el celular; y para cuando terminemos de cenar, seguro que estarás muy cachonda, y no tendrás dificultades para hacerlo.

Liluska: Si esto te hace feliz y te hace olvidar el trabajo, ok.

Cuando llegó el sábado, estaba segura que a partir de esa noche, me convertiría definitivamente, en la puta de la casa.

A la tardecita, me di una ducha y luego de secarme, me coloqué el huevo rosa en la vagina, con la antenita hacia atrás; luego de unos minutos, se encendió el led rojo y comenzó a vibrar suavemente. Marcos seguramente estaba pendiente de ese momento, pensé.

Luego, me puse el portaligas y las medias negras, y subí mi culote, asegurando que el huevo no se escaparía, hasta sacármelo. De cualquier manera, a esa hora no necesitaba de esas vibraciones dentro mío, el sólo hecho de pensar en lo que sucedería, me había puesto a mil.

Terminé de vestirme con la blusa transparente y una pollera corta de cuero, subiéndome a mis tacos, luego de maquillarme.

Cuando bajé, ellos ya estaban terminando de alistar la mesa. Al llegar, nos besamos los tres, casi al mismo tiempo.

Nos sentamos a la mesa, y sus miradas se clavaron en mis pechos; de pronto, observo a Marcos que toma su celular para subir la intensidad de las vibraciones.

Liluska: ¡No! Por favor, como estaba, está bien mi amor.

Marcos: Ok

De repente, Jonathan se asoma por debajo de la mesa, para averiguar de que se trataba, y al ver la lucecita roja en mi entrepierna, exclamó:

Jonathan: ¡Oh! ¡Dios mío!

Todos soltamos una carcajada, que nos sirvió para distendernos.

La charla en la cena, se puso hot, hablando solamente de sexo.

Marcos: ¿Qué te gusta de ella?

Jonathan: Toda completa. ¡Es una diosa! Y es sublime como mama.

Liluska: ¡Ya basta!

Marcos: Sí, ¡la mejor chupando! A mí, me gusta tenerla en sándwich con varias vergas. Nos faltaría uno más, para ocuparle todos los orificios, y sé que ella puede atenderlos a todos. ¿Y vos que te gusta de él?

Liluska: ¿Debo contestar?

Jonathan: Sí, y sé honesta.

Liluska: En primer lugar, su tamaño es perfecto para mi vagina; y vos Marcos, la tienes perfecta para ahí atrás.

Jonathan: ¿Y en segundo lugar?

Liluska: Bueno, que estás caliente todo el tiempo. Ja ja ja

Marcos: Lo que es ser joven.

Jonathan: ¿Piensan invitar a un tercero?

Liluska: ¿se volvieron locos?

Marcos: Tranquilo. Vamos paso a paso.

Jonathan: ¿Y con otras mujeres? ¿Qué onda?

Marcos: Le he dicho que me encantaría verla con otra; pero, no hay caso.

Liluska: No siento atracción, no me imagino el lesbianismo.

Jonathan: ¿Y un travesti? Cumpliría todas las funciones

Marcos: ¡Uy! ¡Qué morboso! Quizás.

Liluska: Ya se fueron a la banquina. ¡Basta!

Con este tenor, terminamos de cenar, y yo estaba a punto caramelo. Así que me levanté a bajar la intensidad de las luces; mientras que, Marcos puso música jazz de fondo.

Yo me apoyé en el respaldo del sofá, frente a ellos y de pie, que permanecían en la mesa. Me subí la pollera, contorneándome con movimientos sexy, y comencé el striptease, bajándome el culote, para sacarme el huevo rosa de la vagina. En ese instante, ellos observaron que estaba totalmente húmeda. A continuación, comencé a desabrocharme la blusa; pero:

Marcos: ¡No te la saques!

Así que continué bajando el cierre de la pollera, dejándola caer; así, baile por unos instantes, hasta que les mostré los dos consoladores. Ellos gritaron como si estuvieran en un cabaret.

Me dirigí hacia un aparador, en donde coloqué un consolador, pegándolo con su ventosa, a la altura de mi cola; luego, tomé el otro y les mostré como la chupaba. Mientras, jugaba con mi ano, sobre el otro consolador.

Mientras lo introducía en mi cola, accioné la perilla del vibrador en mi mano, y separé algo mis piernas.

En eso, Jonathan se levanta, como para venir.

Marcos: ¡Siéntate!, aún no terminó.

Así que les mostré, como jugaba con los elementos siliconados, hasta que me resistí el orgasmo.

Mientras me miraban boquiabiertos, me agaché y comencé a gatear hacia ellos. Una vez debajo de la mesa, desabroché la bragueta de Marcos, sacando con dificultad, su erecto miembro; al mismo tiempo que, con mi otra mano, masajeaba el bulto de Jonathan. Ambos habían subido el mantel, para observarme.

Chupándosela a Marcos, bajaba el cierre del pantalón de Jonathan, y él me ayudó a liberar su verga. Me alterné con las mamadas, mientras ambos, me masajeaban los pechos, por encima de la blusa transparente, hasta que me tomaron de las manos, para sacarme debajo de la mesa.

Cuando me incorporé, me tomaron de los brazos, como custodiándome, y nos dirigimos hacia la habitación nuestra, a la cama doble.

Allí, me hicieron sentar en borde, y colocaron sus miembros frente a mi cara, para que siguiera mamándolos; lo cual, hice con esmero.

Luego de un rato, Marcos obligó a Jonathan a agacharse, para que me besara la vagina; mientras él, ocupaba toda mi boca y sus manos monopolizaban mis erectos pezones.

Al cabo de un par de lengüetazos de Jonathan, no aguanté y me vino un tremendo orgasmo contenido. Él como un bebé, se tomó todo el líquido y siguió jugando con su lengua.

A esa altura, los necesitaba dentro mío; y por suerte, Marcos me tomó y recostó en la cama, ordenándole a Jonathan que me cogiera. Acomodándome en cuatro patas, el pibe me tomó de la cintura y me ensartó, sin dejarme llegar a la cabecera de la cama.

Marcos nos observaba, y yo lo miraba expresando mi placer. Luego se acercó, y me metió la suya, nuevamente en la boca; así, permanecimos hasta mi segundo orgasmo.

En el último gemido, me tomó Marcos y me recostó, acomodándose él, detrás de mí; sabía que quería penetrarme por el ano; así que, lo ayudé.

Cuando comenzamos cómodamente a coger, Jonathan se recuesta frente a mí, buscando nuevamente entrarme por la vagina.

Logramos un acompasado ritmo; mientras, me retiraba por atrás, de la verga de Marcos, me metía hasta el fondo por delante, en la verga de Jonathan.

Así, estuvimos un buen rato, por la traspiración de los cuerpos, hasta escuchar por detrás, un sordo grito y un chorro caliente dentro de mi cola. Marcos no la sacó; mientras, Jonathan rompía el compás que teníamos, bombeándome con fuerza.

Al rato, suelto otro orgasmo, perdiendo la cuenta, y siento que la verga de Marcos, vuelve a hincharse dentro de mi cola; lo que me provoca, otra acabada, pero leve.

Al comenzar a moverse Marcos, Jonathan me llena con abundante leche por delante; y luego, se incorpora para metérmela en la boca.

Jonathan: Límpiamela y vuélvela a parar con tu lengua.

Obedezco mirándolo a los ojos, mientras Marcos me coge casi con furia, y le pido:

Liluska: Más despacio Marcos por favor, que me duele.

Marcos: ¡Uy! Perdón mi amor.

Jonathan: ¿Me puede meter por atrás?

Liluska: Mmm, no sé, la tienes mi grande para mi colita, me parece.

Marcos se sale y se recuesta sobre sus espaldas, ordenándome que lo monte. Yo le obedezco y veo que Jonathan, probará por detrás.

Detengo la cabalgata, para que Jonathan lo haga despacio. Siento que cuidadosamente se abre camino, mi ano se dilata al paso de su mástil; pero, no logra meterlo todo, por lo que comienza a moverse, metiéndomela hasta la mitad.

Trato de retomar el trote sobre Marcos; pero, Jonathan descansa toda su humanidad sobre mi espalda.

Marcos: en esta posición, me encantaría verte como se la chupas a un tercero.

Al escucharlo, Jonathan se metió por completo, y yo grité, al mismo tiempo que me venía un orgasmo desde las entrañas.

Liluska: Cambiemos, estoy exhausta de esta posición.

Deshicimos ese sándwich, nos recostamos de lado, Marcos volvió a entrarme por detrás, eso me alivió mucho, y Jonathan se metió por delante, bombeando rápido, porque quería volver a acabar.

Estuvimos un buen rato así, ya que Marcos me hacía la cola muy suavemente, y Jonathan no lograba eyacular; pero yo, expulsaba las últimas gotas, quedándome seca por dentro.

De repente, Jonathan se arquea hacia atrás, introduciéndose hasta el fondo y soltando un penetrante chorro de semen; mientras yo, sentía que casi se meten sus bolas dentro de mi vagina.

Jonathan: ¡Espectacular! El mejor polvo de mi vida.

Y se recuesta de espaldas, mirando el techo y tomándome un pecho con su mano, como si se tratara de un apoya manos.

Mientras tanto, Marcos seguía culéandome muy suave y susurrándome al oído, que amaba.

Los primeros rayos de sol, nos sorprende exhaustos; habíamos estado cogiendo toda la noche y perdimos la noción del tiempo, seguramente por la intensidad de las acciones.

Poco a poco, nos quedábamos dormidos, pensando y exclamando, que habían sido los mejores polvos de nuestras vidas.

Al mediodía me desperté sola en la cama, y de fondo escuchaba la máquina de cortar césped.

Me puse la bata y salí al parque; allí estaban ellos dos, uno cortando el pasto y el otro recogiendo las hojas.

Liluska: Vaya ¿Qué mosquito les picó? O ¿soy la única hecha una piltrafa?

Marcos: ¡Hola mi reina! Me despertó una llamada de la empresa.

Liluska: ¿Un domingo?

Marcos: Sí, no me hables, estoy furioso. Resulta que el miércoles, debo viajar al interior a cerrar una filial.

Liluska: ¡Uy! ¡No! Por favor, cuídate. ¿Por cuántos días?

Marcos: No te preocupes, no hay gente, sólo es poner en orden unos papeles. Al otro día estoy de regreso.

Jonathan tenía puesto los auriculares, y no se percató de mi presencia.

Liluska: ¡Ah! Bueno, no es tan grave.

Marcos: No, pero quizás me demande un par de viajes.

Liluska: Voy a preparar café ¿Quieren?

Marcos: Sí, gracias.

Jonathan: ¡Oh! Liluska no te vi. Buen día. ¿Te encuentras bien?

Liluska: Hola, si estoy bien, aunque cansada. Voy a preparar café ¿Quieres?

Jonathan: No es para menos. Fantástico, prepárame uno bien cargado.

En la cocina, preparando la cafetera, pensaba en mi nuevo rol en la casa, la de puta de estos dos hombres, y el mote me molestaba. ¿Porque pensaba de esta manera machista? ¿Acaso no puedo sentir placer por el sexo? Sin que esto signifique, convertirme en una puta.

Con mi anterior relato, muchos me escribieron manifestando cuanto se habían calentado, como desearían que su pareja fuera así. Pero, sepan que es muy difícil y riesgoso aceptar a saltar ciertas barreras, porque siempre se debate sobre el rótulo que a una le otorgan. Sin lugar a duda, debe cambiar la dialéctica entre el hombre y la mujer. Por suerte, Marcos me fue llevando a esta nueva realidad.

La cafetera comenzó a chillar, esfumando los pensamientos elaborados hasta ese momento. En ese momento, irrumpe en la cocina Jonathan.

Jonathan: ¿Escuchaste?

Liluska: ¿Qué cosa?

Jonathan: Papá viaja el miércoles, y no va estar en todo el día.

Liluska: ¿y?

Jonathan: Pensaba que podíamos pasar el día en la cama. No lo haríamos a escondidas.

Liluska: ¡Qué loco! No sé, veremos. ¿Ahora soy la puta de la casa?

Jonathan: ¡No! Por Dios, jamás pensaría así de vos.

Liluska: ¿Entonces?

Jonathan: Simple. Eres la pareja de mi padre, y por lo que vi, tienen buen sexo. A mí me deslumbraste desde el primer día; sin bien al principio sufrí, porque estaba recaliente, las cosas se dieron y puedo disfrutar del sexo contigo, no tanto como quisiera, pero lo disfruto. Y encima, se da que podemos estar los tres haciéndolo. Nada, sólo pienso que somos tres personas que nos gusta el sexo y lo disfrutamos.

Liluska: Bien. Voy a servir el café.

Los días siguientes transcurrieron en una apacible convivencia.

El martes por la noche, cenamos temprano e hicimos el amor con Marcos; él viajaba temprano al otro día.

Al amanecer del miércoles, me levanté con Marcos, para prepararle el desayuno, y media hora después, lo despedía con un profundo beso, en la puerta de nuestra casa.

Al cerrar y con intención de volverme a la cama, me topo con Jonathan que estaba parado detrás mío y desnudo.

Liluska: ¡Qué susto! ¿Qué haces ahí? ¿No despediste a tu padre?

Jonathan: No llegué para la despedida.

Liluska: Déjame pasar.

Jonathan: ¿No tienes ganas?

Liluska: ¿De qué?

Jonathan: De que pasemos el día juntos en la cama.

Liluska: Tengo un poco de sueño ahora.

Jonathan: ¿Puedo dormir con vos?

Liluska: Ok, ven.

Nos fuimos a mi habitación y nos acostamos; pero, al rato, siento la mano de Jonathan en mi cola. Lo dejé hacer, porque la idea, me había despabilado, aunque me hacía la dormida.

Luego, su dedo recorría mi rayita y comencé a calentarme; pero, seguía simulando.

Jonathan estaba creyendo que estaba dormida, porque se acercó con su duro miembro y tomó mi mano; la cual, la dejé muerta, y la llevó hacia su verga. Él le dio forma de tubo a mis dedos y deslizó su miembro entre ellos. Mientras tanto, con su otra mano, me corría el bretel del camisón, para descubrir uno de mis pechos, que mostraba ya, el pezón endurecido.

Yo no sabía cuanto más podría simular; ya que él, se estaba saliendo de sus cabales, moviéndose más rápido en mi mano, temiendo que hiciera un enchastre, en cualquier momento. Así que abrí mis ojos.

Liluska: ¿No podías esperar un poco a que durmiera algo?

Jonathan: No, perdón. Ponte las medias negras, por favor.

Liluska: ¿A esta hora de la mañana?

Jonathan: Sí, dale. Y trae tu colección de juguetes.

Liluska: Eres vicioso como tu padre.

Me levanto y del cajón, saco un consolador y dos vibradores, arrojándolos a la cama; luego, tomo un par de medias negras, y me las coloco de manera sexy, en el borde de la cama.

Él estaba acostado de espaldas, así que cuando terminé de subirme las medias, dejé caer mi camisón de raso, simplemente retirando los breteles de mis hombros, y comencé gatear sobre la cama, en dirección a su mástil; estaba pensando en regalarle una tragada de leche; total, él se recuperaba pronto.

Cuando llegué, tomé su verga con mis manos y comencé a succionarla.

Jonathan: Date la vuelta, ofréceme tu culito, te voy a poner esto.

Me muestra la perita que dilata el ano, lamiéndola; yo obedezco; así que, quedamos en posición de 69. Él me lo colocó suavemente; mientras yo, me esmeraba con la mamada. Luego, tomó un vibrador.

Jonathan: Este tiene mi tamaño.

Giró la perilla y comenzó a introducirme el vibrador en mi vagina; al mismo tiempo que, acercaba su cabeza, para jugar con su lengua en mi clítoris. Lo escuchaba gemir entre mis piernas.

Jonathan: Espera ¡Me vengo!

Me la meto lo más profundo que puedo, y logro que su chorro se estrelle en mi garganta. Mientras emitía sonidos de placer, termino de limpiarle el glande, y para mi sorpresa, no deja de seguir dura.

El vibrador ya hacía efectos en mi vagina, arrancando gemidos y movimientos acorde a los que imprimía Jonathan.

Jonathan: ¿Hacemos una prueba?

Liluska: ¿Cuál?

Jonathan: Gira hacia mí.

Roto mi cuerpo, y quedamos acostados de lado y de frente. Siguió maniobrando el vibrador, en la zona totalmente empapada y se acercó a mí. Quería probar de meterse junto al vibrador.

Liluska: ¡Para! ¡Te volviste loco!

Sentía medio vibrador metido y su glande intentando abrirse camino.

Jonathan: Probemos, si lo logramos, tenemos una sorpresa para cuando estemos con papá.

Estaba partiéndome por la mitad, hasta que, no sé cómo, también logró meter hasta la mitad su verga. Yo estallé de un grito y un tremendo orgasmo experimenté.

Dilatada mi vagina, se movía a la par del vibrador, obligándome a contraer las nalgas.

Liluska: ¡Ya es suficiente!

Se salió, pero dejó el vibrador, que ya hacía estragos en esa sensibilizada región. Se pasó hacia atrás, y allí, sacó suavemente el dilatador, para introducirme su verga.

Con los dos adentro, en un par de bombazos, comencé a sentir otro orgasmo, tipo ametralladora.

Jonathan: ¡Que lindo es estar así! ¿Verdad?

Liluska: Mmm, sí.

Jonathan: Cuéntame ¿Qué fantasías has hecho?

Liluska: ¡Ag! ¡Ag! ¿A qué viene esa pregunta?

Jonathan: No sé, quiero saber

Liluska: Ninguna

Jonathan: ¿Cómo? Nuestro trío ¿no fue una?

Liluska: Era la fantasía de tu padre.

Jonathan: ¿No tienes fantasías?

Liluska: No, simplemente me gusta el sexo y lo disfruto.

Él se movía cómodo en mi ano, hacía un buen rato; mientras, yo volvía a acabar y ya no soportaba más el vibrador en mi vagina.

Liluska: Sácalo por favor.

Jonathan lo retiró, y me clavaba cada vez más al fondo.

Jonathan: Yo tengo un montón de fantasías, y tu eres siempre la anfitriona.

Tuve miedo de preguntar, por lo que seguí disfrutando del placer en mi ano; pero, él siguió.

Jonathan: Tengo un par de amigos bien dotados, que podríamos llenarte todos tus agujeros.

Liluska: Olvídalo

Jonathan: ¿Se la chuparías a un desconocido? por ejemplo ¿en un estacionamiento?

Liluska: Quizás

Esa respuesta fue como un detonante, porque me llenó de leche. Permaneció un rato allí, y sentía que no dejaba de seguir dura. Brincó sobre mí, para meterse por delante.

De esta manera, tuvimos una maratón de sexo hasta el mediodía, cuando nos dio hambre; así que, almorzamos algo simple. Me sentía como una adolescente con Jonathan.


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