Perdónanos Mamá - Parte 02

heranlu

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Soy Alberto y voy a continuar mi historia donde la dejé. Una vez que mi hermano Luis y yo terminamos de hacer el amor a mi madre, y tras un largo periodo de tiempo que aprovechó para recuperarse del inmenso placer que sus hijos le habían proporcionado, mi madre pareció turbarse y se miró, como si hasta ese momento no se hubiese percatado de que se encontraba desnuda y chorreando semen delante de sus hijos.

Tras un breve espacio de tiempo, tras el cual sus mejillas se tornaron sonrojadas, agarró su ropa y salió de la habitación muy turbada. Mi hermano y yo nos quedamos mirándonos sorprendidos, sin saber qué hacer, por lo que mientras esperábamos el regreso de mi madre, decidimos vestirnos.

Tras una hora de espera, por fin ella regresó junto a nosotros, eso sí, vestida e incluso peinada, cosa que provocó que Luis y yo nos sintiéramos orgullosos de lo hermosa que era.

Mi madre al vernos volvió a sonrojarse y dijo:

- Hijos míos, callaros y escuchar lo que tengo que deciros. - Si mamá.

Ella empezó a hablar pausadamente, como si midiera cada palabra para evitar equivocarse, y su voz era entrecortada.

- No sé cómo explicaros lo avergonzada que me encuentro por lo sucedido, no sé cómo ha podido ocurrir, pero el caso es que ha pasado, no puedo dar marcha atrás en el tiempo y borrar ese hecho, pero os ruego por favor que intentéis olvidarlo, y que sigáis mirándome como a vuestra madre y no como a una cualquiera.

- No me explico cómo he caído en ese error y creo que no podré perdonármelo nunca, a vosotros no puedo reprocharos nada, ha sido culpa mía por no saber contenerme, tal vez ha sido culpa que, tras la separación de vuestro padre, no he vuelto a tener relaciones sexuales hasta hoy.

- Mamá, tú tranquila que Luis y yo siempre te miraremos como a una madre y jamás pensaremos que eres una cualquiera, de tu decencia no tenemos ni la menor duda, ya que te conocemos bien, no le des más vueltas a la cabeza que no ha pasado nada malo, ¡mas bien todo lo contrario!, ¡menudo favor nos has hecho!, no hay mujer en el mundo que nos hubiese podido proporcionar el placer que tú nos has dado, y mucho menos con el cariño con que tú lo has hecho, no nos pidas que olvidemos lo mucho que hemos gozado contigo...

- ¡Alberto, te pido por favor que no sigas hablando!, haced lo que os he pedido que será lo mejor. Mi madre cortó la conversación, y no se volvió a hablar de ese tema. Pasaron varios días, en los que tanto yo como Luis, nos matábamos a pajas, ya que no podíamos evitar recordar lo ocurrido y no pasaba día en el que no tuviéramos que entrar en el cuarto de baño a desfogarnos.

Ella se daba cuenta de que íbamos al baño con más frecuencia de costumbre, pero hizo todo lo posible para ignorarlo, ya que quería evitar a toda costa, volver a sacar a relucir ese tema.

Nuestra vida fue pasando con normalidad y mi madre pareció olvidar lo ocurrido a pesar de que seguía vistiendo de forma que no hubiera forma de verle nada, -me imagino que no quería darnos motivos para excitarnos-

Un día, mi hermano y yo regresamos a casa algo más tarde de lo habitual, y para evitar la bronca de mi madre, decidimos entrar a casa sin hacer ruido y sin encender las luces, al pasar junto a su habitación, escuchamos unos susurros, que nos hicieron pararnos en el acto, contuvimos la respiración para poder escuchar mejor, tras lo que nos dimos cuenta de que ella sin duda se encontraba masturbándose.

A cada momento que pasaba sus gemidos eran mayores y no tardó en correrse como una loca, cosa que provocó que nosotros nos dirigiéramos a nuestra habitación sigilosamente para evitar ser descubiertos.

Una vez dentro, mi hermano y yo comenzamos a hablar sobre lo sucedido.

- Luis, ¿has oído como se masturbaba mamá?. - Sí, Alberto, ¡joder, con qué ansía lo hacía!. - Comprende Luis que ella también es una mujer y tiene que desfogarse. - No, si yo lo entiendo, pero... ¿en que crees tú que estaba pensando mientras se masturbaba?. - No lo sé, pero ojalá fuera en mí. - ¡Coño, o en mí!. - Qué sabemos nosotros, igual es solamente lo que nosotros deseamos y ella realmente pensaba en otro hombre. - ¡No, si al final nos pondremos celosos!. - Luis, ¿a ti te gustaría volver a hacer el amor con mamá?. - ¡Pues claro!, ¿y a ti?. - ¡Cada día que pasa la deseo más!. - Tendríamos que hacer algo para intentar que volviera a hacer el amor con nosotros, pero... ¿qué?.

Estuvimos varias horas pensando en algún plan para conseguir nuestros objetivos, pero terminamos durmiéndonos sin conseguir pensar en algo interesante. A la semana siguiente, vino a nuestra casa el hijo de nuestro vecino, Juan, el cual tenía 17 años y vivía obsesionado con los ordenadores, y esta era la causa de nuestra amistad, ya que cada dos por tres tenía que venir a solucionarnos algún problema en el nuestro.

Nada más verlo, me vino a la mente que tal vez Juan podía sernos de ayuda en otra cosa mejor que arreglarnos el ordenador, por lo que tras hacerlo pasar a nuestra habitación y en presencia de mi hermano, comencé a interrogarle.

- Oye Juan, aparte de los ordenadores, ¿también te gustan las mujeres?. - ¡Coño, pues claro!. - Me da corte preguntártelo, pero... ¿qué te parece mi madre?. - Qué puedo deciros, si digo que está muy buena soy capaces de partirme la cara. - ¡Tú tranquilo!, vamos a hablar con sinceridad, esto es una cosa muy seria. - ¡Pues cualquiera lo diría con las preguntas que me hacéis!. - Bueno, contesta a mi pregunta. - Sí, Alberto, tu madre me parece que está buenísima, algo regordeta, pero muy bien para su edad, además es guapísima y muy simpática, ¿por qué me hacéis esa pregunta?. - Vamos a ser claros contigo, nos da pena ver que desde que se separó no ha vuelto a hacer el amor con nadie, y no nos desagrada la idea de que tú, que eres una persona discreta pudieras hacerla gozar un poco. - ¡Cooooño!, ¡es lo mejor que me han propuesto en mi vida!, pero... y ella está de acuerdo. - ¡Pues claro que no, imbécil!, mi madre es una mujer decente, de lo que se trata es de intentar calentarla, a ver si así puedes lograr algo, lo único que tienes es nuestro permiso y nuestra ayuda.

Tras esto comencé a relatar a Juan mi plan, que consistía en que tenía que traer un vestido de su madre que más o menos tenía la misma talla que la nuestra, elegir el más sexy que tuviera, y venir a nuestra casa diciendo a mi madre, que lo había comprado para dar una sorpresa a la suya, y que quería que se lo probara ella para comprobar que la talla era la correcta. Efectivamente, Juan volvió a la hora, con una bolsa de plástico en la mano. Tras entrar en la casa y ver a mi madre, dijo.

- Hola señora, me gustaría que me hiciera un favor. - Dime Juanito, si puedo hacerlo lo hago. - Quisiera que se probara este vestido, es que se lo he comprado a mi madre por su cumpleaños, se trata de una sorpresa, y no puedo hacer que se lo pruebe ella, y ya que usted tiene la misma talla más o menos, me gustaría que se lo pusiera para ver cómo le queda. - - No hay problema Juanito, espera aquí con mis hijos que ahora vuelvo. Efectivamente mi madre volvió al poco rato con un vestido muy corto que dejaban ver sus hermosas piernas cubiertas por unos pantys, además su pecho que era de mayor tamaño que el de la madre de Juan, apenas podía ser contenido por el vestido, lo cual hacía un cuadro muy sexy.

Nada mas verla los tres nos quedamos embobados mirándola, cosa de la que mi madre se dio cuenta enseguida, pero no dijo nada, hasta que tras darse unas vueltas para que Juanito comprobara cómo le quedaba el vestido, dijo.

- Yo creo que le quedará muy bien a tu madre, a mí me queda estrecho de pecho, pero a ella seguro que le queda bien. - Está usted guapísima señora, seguro que a mi madre no le queda tan bien, pero... ¿seguro que a mi madre le quedará bien de pecho?, veo que a usted le viene pequeño. - Dijo esto mirando descaradamente sus pechos, cosa que casi hace enrojecer a mi madre.- - Mamá, ya que está haciendo el favor, hazlo bien, deja que Juan se acerque y compruebe que el tamaño de tus pechos es mayor que el de la suya.- dije yo con sonrisa pícara, como si de una pequeña broma se tratara.-

Y antes de que mi asombrada madre pudiera decir que no, Juan se acercó a ella y a un palmo de sus pechos comenzó a mirarla con descaro, -envalentonado por lo que antes le habíamos dicho-, ella al darse cuenta de esta maniobra se puso colorada, y después nos miró a nosotros como si se preguntara, si comprendíamos algo de lo que estaba pasando.

- Juan, ¡no te acerques tanto, que parece que quieres tocarle las tetas!.- - ¡Qué más quisiera yo!. - ¡Pero Juan, qué dices!, y tú Alberto, ¡Haz el favor de callarte!.

Y cuando parecía que iba a abandonar la habitación dije muy seriamente. -Mamá, escúchame, no te vayas, todo ha sido culpa mía, he sido yo el que ha provocado a Juan para que se insinúe contigo. Y proseguí.

- Luis y yo habíamos pensado en buscarte una aventura sexual, sobre todo cuando la otra noche te descubrimos masturbándote, y creemos que Juan puede proporcionarte un gran placer, ya que no nos hacemos a la idea de que algún día termines acostándote con algún hombre que a nosotros no nos agrade.

Mi madre casi se cae de espaldas al escuchar esto, y su cara se puso aún más roja, sobre todo al escuchar que la habíamos sorprendido masturbándose, -y es que en realidad ella sabía, que por mucho que lo intentaba evitar, no pasaba una noche en la que no tuviera que hacerlo recordando el placer que sus hijos le habían proporcionado, y para colmo en esos momentos notaba cómo su cuerpo volvía a traicionarla, y se encontraba excitada por mucho que quisiera evitarlo. Por ello cuando Juanito, aprovechando que mi madre se encontraba muda por estos pensamientos, y pensando que ello se trataba de un sí, acercó sus manos a los hermosos pechos de mi madre y comenzó a acariciarlos. - No, Juanito, no, que eres un niño, no hagas caso a mis hijos y vete, te lo ruego, todo es mentira no sé como te han liado.

Pero mi amigo, a pesar de escuchar las tímidas palabras que brotaban de los labios de mi madre, notó como sus pezones comenzaban a erguirse rápidamente, por lo que supo a pesar de su inexperiencia, -era virgen-, que debía proseguir y aprovechar la oportunidad.

Mi madre, mientras continuaba siendo acariciada, seguía diciendo "no, no, no,", hasta que Juanito, bajó una de sus manos hacía abajo y comenzó a levantar su vestido, cosa que hizo que Luis y yo, pudiéramos contemplar sus braguitas blancas totalmente mojadas a través de sus pantys.

Yo me acerqué, y como si realmente tratara de ayudar a mi amigo, me puse tras ella y poniendo mis manos por delante comencé a desabrochar su vestido, al mismo tiempo que mi lengua recorría su nuca, aumentando el placer que las caricias de Juanito le provocaban.

- Alberto, estate quieto, ¡por lo que más quieras!. Por fin, su vestido cayó al suelo, quedándose mi madre ante los ojos como platos de mi amigo, con su ropa interior blanca, mostrando sus tiesos pezones que parecían poder atravesar y romper su sujetador, y la creciente humedad de su coño, que traspasaban sus braguitas y pantys.

Yo seguía lamiendo su nuca por detrás, y me arrimaba a ella haciendo con ello, que mi madre notara mi erecta polla rozando su culo, cosa que en vez de evitar, parecía que ella con sus movimientos de cadera quisiera notar más y más.

Mi hermano Luis, observando a Juanito sobando a mi madre en ropa interior y a mí haciendo lo propio por detrás, pareció enloquecer, y cuando me di cuenta, se había bajado los pantalones mostrando una erección bestial, cosa que mi madre observó también con ojos de deseo.

Juan, seguía disfrutando de tal manera con el cuerpo de mi madre. Que no se daba cuenta de la reacción de mi hermano y la mía, y como si un triunfo suyo se tratara, comenzó a desnudarse hasta quedarse totalmente desnudo, mostrando mi cada vez más excitada madre, su enorme polla, totalmente desproporcionada para su edad, y para la cara de niño que tenía.

Ella pareció asustarse al ver el enorme tamaño de la polla de Juan, pero al notar que yo también me había desnudado y que había puesto mi polla caliente en sus espaldas, el placer que esto le proporcionaba, parecía hacerle olvidar el miedo que la misma pudiera proporcionarle.

Juan, loco de placer, quiso por fin poder acariciar el coño de mi madre, libre de la tela de sus bragas y pantys, y sin poder esperar desgarró los últimos y metió la mano bajo sus bragas.

- ¡Cojones!, ¡vaya pedazo de coño!, ¡viva la madre que os parió!. - ¡Pues métesela, cojones!. Yo mismo, aparté las bragas de mi madre sin llegar a bajarlas, y a través del agujero que Juan había provocado en sus pantys, al desgarrarlos, y entre la abertura que yo mismo había logrado al ladear sus bragas, mientras mi erecta polla se pegaba a su culo, Juan comenzó a introducir su enorme rabo, en el chorreante chocho de mi madre, que a pesar de su enorme lubricación, apenas podía abarcar aquel miembro tan enorme. - Juan, ¡ten cuidado que me desgarras!, ¡ahhhh, ohhhhhhh!.

A cada centímetro de polla que penetraba en su coño, mi madre no podía dar un gemido de placer mezclado con dolor, cosa que yo para acentuar lo primero, dedicaba con más ardor mis caricias y mis besos por su nuca y espalda.

Juan, gozando como se encontraba, todavía no parecía darse cuenta de que aparte de él y mi madre, mi hermano y yo nos encontrábamos participando, hasta que por fin, cuando pudo introducir toda su polla en el coño de mi cada vez más excitada madre, le dije que se tumbara en el suelo sin dejar de penetrarla, cuando así lo hizo, fue ella la que comenzó a moverse, moviendo sus caderas para sentir con más fuerzas, aquel miembro que la penetraba.

Yo, por mi parte, al tener su culo a mi alcance, rompí sus pantys por detrás y aparté sus bragas a un lado, y al tener su ano libre de todo obstáculo, comencé a lamérselo con mi lengua, haciendo con ello que mi madre, literalmente se desasiera de placer, sobre todo, al notar el pollón de mi amigo penetrándola cada vez con más fuerza y el contraste de mi lengua acariciando su ano con suavidad.

En aquella situación noté, cómo mi madre se corrió de una forma brutal, y mi amigo a pesar de lo que se encontraba gozando, siguió bombeando su polla en su chorreante coño, por lo que yo, decidí que había llegado la hora de que la penetrara por detrás.

Ella al darse cuenta dijo:

- ¡Alberto!, que me están matando por delante, ¡deja mi culo que es virgen!.

Juan, que escuchó esto pareció darse cuanta de cuanto estaba pasando, y con ello gozar aún más, por lo que sus golpes de polla fueron más rápidos, cosa que provocaron a mi madre gritar de placer, por lo que aproveché para comenzar a penetrar su culo con mi tiesa polla, y a pesar de la dificultad con la que me encontré, a causa de la estrechura de su ano, pude hacerlo sin escuchar muchos gritos por su parte, ya que el placer que sentía con la polla de Juan ahogaban el dolor de su ano.

Pronto este dolor se cambió por un inmenso placer, y no tardó en decir a gritos.

- ¡Luis, deja de masturbarte y ven aquí!.

Cuando por fin mi hermano lo hizo, mi madre comenzó a masturbarlo ella misma, al mismo tiempo que era penetrada por delante por Juan y por detrás por mí.

A pesar de lo que tanto Juan como yo nos encontrábamos gozando, increíblemente fue mi hermano el que comenzó a correrse, y cuando mi ya casi desmayada madre se dio cuenta, dijo.

- Luis, acerca tu polla y correte en mi boca.

Luis, así lo hizo y entre gritos de placer, comenzó a correrse llenando la abierta boca de mi madre, de un río de leche que la hizo atragantarse, al mismo tiempo que ella volvía a correrse, dando unos espasmos de placer que casi me hicieron daño en mi polla que perforaba su ano de lo fuertes que fueron.

Mi madre, a pesar de tener la boca y la cara llena de la leche de su hijo Luis, y a pesar de haber tenido ya dos inmensos orgasmos, continuó gozando como una loca, hasta que al darse cuenta, de que Juan iba a correrse, dijo entre gritos, casi alaridos:

- ¡Córrete cabrón, llena mi coño de leche!.

Efectivamente, el muy cabrón de mi amigo se corrió dando gritos de placer, y yo seguí bombeando mi polla en ardiente culo de mi madre, hasta que, cuando noté que otro orgasmo había llenado su cuerpo de placer, me corrí de forma tal, que de su culo brotaban borbotones de leche calentita.
Éste último, parecía encontrarse en el paraíso, y no tenía fuerzas para articular palabra, solamente se limitaba a mirar al rostro de mi madre, y cuando parecía que lo hacía para evitar que alguna gota del semen de mi hermano, que todavía cubría su boca y cara, resbalase sobre él, sonrió y acercó sus labios a los de la mujer que tanto placer le había proporcionado, y la besó, en principio tiernamente y después con ardor.

Cuando por fin separaron sus labios, Juan dijo.

- Gracias señora, no podré agradecerle jamás lo que ha hecho por mí. - No tienes nada que agradecerme Juan, ya que me has pagado muy bien lo que yo halla hecho por ti, con tu polla me has hecho gozar como una loca, aunque... tengo que reconocer que mis hijos también han ayudado algo. Y guiñando un ojo a Juan, se tocó el culo y la cara, como si quisiera comprobar, que el semen de sus hijos todavía la cubrían. Mi madre por fin se levantó, se miró un poco y dijo:

- ¡Vaya como me habéis puesto!, ¡me habéis bañado en leche!, voy a tener que bañarme. - Efectivamente mi madre, se dirigió con pasos lentos como si se encontrara agotada hacia el baño, quedándonos los tres a solas en la habitación, aprovechando para vestirnos. - ¡Vaya madre que tenéis!, ¡qué suerte!. - Sí, Juan, ya lo sabíamos, no hace falta que nos lo digas. - Ya hacía años que yo me masturbaba pensando en ella, pero el placer que me ha dado ha sido muy superior a mis mejores sueños. - Yo no sé lo que tú has gozado, pero yo cuando se la metí en su estrecho culo, creí morir de gusto. - ¡Pues no os podéis imaginar el gusto que me dio a mí correrme en su cara, y comprobar que no se apartaba!. - ¡Qué envidia me dais!, ojalá yo pudiera gozar con mi madre como vosotros con la vuestra. - No hace falta que lo digas, ya que mientras yo le daba por el culo, pude observar que mientras te follabas a mi madre, de vez en cuando tu mirada se desviaba al vestido que tú te habías traído de la tuya, ¡seguro que imaginabas que te estabas follando a la tuya!. - Tengo que reconocer que sí, no me avergüenzo de ello, y menos en vuestra presencia, ya que al veros tan felices, me convenzo de que efectivamente no hay nada malo en ello. Mientras los tres hablábamos de este tema, apareció mi madre recién bañada, aún con el pelo mojado, y se sonrió al vernos a los tres charlando tan tranquilamente, pero lo que más la alegró, fue comprobar que nuestras miradas se posaron en ella con cariño y casi orgullo, ya que se encontraba espléndida, sobre todo con el vestido corto que se había puesto, que mostraban sus hermosas piernas.

- ¡Qué guapa estás mamá!. - Gracias hijos. - Señora, cuanto más la miro, más increíble me parece haber podido poseerla. - Gracias Juan, pero... me ha parecido escuchar mientras me bañaba, que tú pareces tener los mismos deseos que mis hijos, y que también te atrae la idea de hacer el amor a tu madre. - Es verdad, hasta hoy no lo había descubierto, ya que siempre me había masturbado pensando en usted, pero tengo que reconocer que mientras le hacía el amor, alguna vez me vino a la mente mi propia madre. - Pero Juan, ¿alguna vez te has insinuado con ella?. - ¡Jamás!, es más, sólo de pensarlo me tiemblan las piernas. - Juan, tengo que decirte que a tu madre la conozco desde hace muchos años, incluso llegamos a ir al colegio juntas. No quiero contar muchas cosas ya que pertenecen al pasado y no quiero equivocarme, pero... tal vez podamos hacer algo. - ¿A qué se refiere?. - Juan, vamos a hacer una cosa, dile a tu madre y a tu hermano que se vengan esta noche a cenar con nosotros, ya que tu padre trabaja hasta muy tarde, y dile que yo estoy deseando recordar viejos tiempos con ella, y que podemos pasar una velada agradable. Efectivamente, Juan se fue a su casa a decirle a su madre que estaban invitados a cenar en nuestra casa, momento en que aprovechamos mi hermano y yo para interrogarla sobre lo que pretendía.

- ¿Para qué los has invitado a cenar?. - Quiero ayudar a Juan a conseguir sus objetivos?. - Pero... ¿cómo?. - A Rosa, su madre, ya os he dicho que la conozco desde hace muchos años, y sé de qué pié cojea, a ella nunca le gustaron los hombres, realmente lo que le gustan son las mujeres, eso sí es una reprimida y si se casó, fue solamente para guardar las apariencias y para poder tener hijos. - ¿Y cómo sabes tú esas cosas?. - Porque sé que se encuentra enamorada de mí, cuando éramos niñas, aprovechando que era algo mayor que yo, algunas veces me proponía jugar a "los novios", el juego consistía, aunque muy inocentemente, en que ella se ponía encima de mí, -las dos vestidas- y comenzaba a frotarse conmigo y hacer los gestos que cualquier pareja de novios hicieran en realidad, en fin que me besaba, y movía sus caderas como si me estuviera follando, chocando y frotándose nuestros coños, hasta que nos corríamos, sobre todo ella que parecía disfrutar como una loca. - Luego nuestras vidas se separaron, y no volví a verla hasta que "casualmente", vino a ser nuestra vecina, yo nunca he dicho nada, pero conozco en su mirada que me desea con locura. Es más, de no haber surgido el placer que vosotros me proporcionáis, seguramente habría caído en sus brazos tarde o temprano. - Mamá, no pretenderás acostarte con ella para convencerla de que haga el amor con su hijo. - No, Alberto, esa no es mi intención, si quiere hacerlo con su hijo, será porque ella quiera y lo desee, simplemente quiero deciros que vosotros habéis despertado todo mi instinto sexual, y si me acuesto con ella será simplemente porque me está apeteciendo, y si vosotros podéis presenciarlo más placer me provoca. -Dicho esto nos miró como si buscara nuestra aprobación.- - Mamá, el simple hecho de imaginarte abrazada a la madre de Juan, nos está poniendo cachondos. - Ya lo veo hijos míos.- Lo dijo mirando nuestros abultados pantalones. Por fin a la hora de cenar, llegaron a nuestra casa, Rosa, la cual de cuerpo era más o menos como mi madre, tendría unos 46 años de edad, era morena y su pecho, aunque grande era algo más pequeño que el de la mía. Venía vestida con un vestido corto ceñido a su hermoso cuerpo, cosa que a nosotros no nos extrañó, sobre todo al saber lo que anteriormente nos había contado mi madre.

Junto a ella vinieron un sonriente Juan, y su hermano Antonio, su cara se encontraba cubierta de unas gafas que le daban un aspecto infantil.

Rosa apenas podía evitar mirar a mi madre con ojos de deseo, y bastante trabajo tenía con esto para darse cuenta de que sus propios hijos hacían lo mismo, -seguramente Juan, no había podido evitar contar a su hermano lo que le había sucedido anteriormente, y Antonio la miraba como si quisiera ver todos los detalles del hermoso cuerpo que había desvirgado a su hermano.

Por fin mi madre puso la cena en una mesa redonda del comedor, sentándose ella junto a Rosa, y nosotros cuatro alrededor. Comenzamos a charlar de temas intranscendentes, a pesar de que nuestras miradas se cruzaban de una manera que podrían hacer arder el aire que respirábamos.

El mantel que cubría la mesa colgaba holgadamente sobre nuestras piernas, y aprovechando esto Rosa de vez en cuando hacía todo lo posible para, como si se tratara inocentemente, acariciar las piernas de mi madre, la cual se daba perfectamente cuenta de que esas caricias no eran tan "inocentes".

Ella pareció darse cuenta de que había llegado la hora de pasar a "la acción", y como el que habla del tiempo que hace, dijo.

- Rosa, te acuerdas cuando éramos niñas a las cosas que jugábamos. - Sí, Ana, pero no lo vayas a contar aquí. -Lo dijo medio turbada, medio sonriendo, con sonrisa cómplice, pero pensando que jamás mi madre iba a contar lo del juego de "los novios", y mucho menos delante de nosotros cuatro. - Sí, Rosa, nos divertíamos mucho jugando, por cierto... ¿le has contado a tus hijos cuando jugábamos a "los novios".

Rosa casi se cae de la silla al escuchar esto, y apenas podía articular palabra para responder.

- No, no, ¿cómo iba a contar eso?. - Tranquila Rosa, si eran juegos inocentes, no hay nada malo en ello, yo sí se lo he contado a los míos. - ¿Qué tu le has contado qué?. Y nos miró a Luis y a mí, como si quisiera adivinar que pensábamos nosotros de ella al conocer que en su juventud había practicado juegos lésbicos con mi madre. - Anda mamá, cuéntanos en que consistía el juego, Alberto y Luis ya lo saben, ¿por qué no podemos saberlo nosotros?. - Hijos míos que me da mucha vergüenza. Pero ante la insistencia de ellos y la de mi propia madre que la animaba a ello, contó una versión muy suavizada del juego, muy sonrojada y alterada. - ¡Hala mamá!, eso no lo sabíamos, pero no nos extraña que gozaras con esos juegos, con lo buena que está ahora Ana, cómo estaría antes. - ¡Hijos míos!, ¿cómo podéis hablar así delante de vuestra madre?, ¡pedirle perdón a Ana!. - Tranquila Rosa, no hace falta que me pidan perdón, si me halaga que piensen que todavía estoy muy buena, además... aunque tus hijos sean todavía jóvenes, tienen el mismo derecho que nosotras cuando teníamos su edad a conocer los secretos del sexo, ¿o no te acuerdas de cuando nosotras teníamos su edad?. - Está bien, olvidaré lo sucedido, pero me gustaría educar a mis hijos y no que se conviertan en unos golfos.

La cena transcurrió, y cuando Rosa se tranquilizó un poco, prosiguió con sus pequeñas y furtivas caricias a mi madre por debajo del mantel, hasta que ésta se levantó diciendo.

- Voy a poner una película de video para entretenernos mientras terminamos de cenar.

Efectivamente mi madre puso una película de contenido lésbico, que aunque no se trataba de una película pornográfica, sí trataba este tema de una forma explicita aunque suave.

Rosa, pareció incomodarse al ver aquellas imágenes, pero el placer que sentía al tener cerca de su cuerpo a mi madre mientras observaba aquello, le impedía protestar y casi la hacía olvidar la presencia de sus hijos y la nuestra.

Para colmo, mi propia madre comenzó con el mismo juego y también disimuladamente y como si fuera inocentemente, comenzó a acariciar las piernas de Rosa, la cual apenas podía contener el placer que esto le proporcionaba.

Ella pensaba que ni sus hijos ni nosotros nos dábamos cuenta de nada, pero estábamos asistiendo a ello con placer, y cada vez nos provocaba más morbo. Por fin mi madre decidió lanzarse al ataque, y por debajo del mantel introdujo su mano hasta ponerla sobre las piernas de Rosa, que al notarla se puso roja como un tomate y pareció perder la respiración. Mi madre, comenzó a acariciar sus piernas hasta que por fin decidió introducir su mano por debajo del vestido, hasta lograr acariciar sus calientes muslos.

Rosa, lejos de decir nada, y a pesar del miedo que le provocaba pensar que sus hijos se dieran cuenta de algo, comenzó a separar sus piernas, para dar facilidad a que mi madre pudiera alcanzar su húmedo coño, que ardía en deseos de ser acariciado por aquella mano que se acercaba lentamente.

Cuando por fin mi madre alcanzó el coño de Rosa, esta se deshacía de placer y apenas podía contener sus gemidos, por ello mi madre dijo.

- Rosa, he pensado que para demostrar a nuestros hijos la inocencia de nuestros juegos infantiles, lo mejor será que se lo demostremos aquí delante de ellos, no vayan luego a pensar cosas raras.

Rosa, comenzó a decir ruborizada que no, que eso no podía ser, que le daba mucha vergüenza, pero mientras lo decía la mano de mi madre seguía acariciándola hasta que su cuerpo apenas podía contener el placer. Por lo que terminó asintiendo pensando que tal vez de esa manera podía frotarse con mi madre y correrse sin que sus hijos lo notaran, y de esa manera poder desfogar el terrible deseo que la embragaba la mente, dijo.

- Esta bien Ana, vamos a hacerlo, pero que conste que es sólo para que se den cuenta de las tonterías que hacíamos de jóvenes.

- Efectivamente ambas se levantaron de sus sillas, y mi madre se tumbó en el suelo encima de la alfombra, Rosa por su parte sin poder casi esconder su mirada de deseo, por mucho que intentara evitarla, y sonriendo a sus hijos como si tratara de aparentar que iba a representar una obra de teatro para demostrarles que en su juventud sólo jugaba a cosas inocentes, y que no lo hacía por placer, se puso encima de mi madre entre risas, como si toda se tratara de una broma, y si bien en principio se limitaba a estar quieta sin moverse, poco a poco su excitación fue subiendo, hasta que comenzó a frotar sus caderas, cosa que le proporcionó tanto placer que sus gemidos, aunque ahogados llegaban a nuestros oídos claramente.

Mi madre, al mismo tiempo también notaba que se encontraba gozando frotándose con la amiga de su infancia, y siendo observada por los hijos de ambas, y abrió la boca ofreciendo sus labios a su cada vez más excitada amiga, que no pudo evitar pegar los suyos y loca de excitación comenzó a introducir su húmeda lengua, como si hubiese olvidado por completo nuestra presencia

Rosa, ya en esos momentos se deshacía de placer, y comenzó a acariciar a mi madre de forma apasionada, sin dejar de besarla ni por un instante, como si quisiera saborearla al máximo.

Mi madre puso sus manos en las caderas de su amiga y le fue subiendo el vestido poco a poco, haciendo que los hijos de Rosa y nosotros pudiéramos ver sus blancas bragas, y después comenzó a acariciar su hermoso culo y sus espaldas con ardor.

Ver a nuestras madres abrazadas y sobándose de aquella forma, nos provocaba a los cuatro una excitación bestial, y asistíamos a aquello sin perder detalle y sin decir una palabra, no fuera que fastidiáramos el espectáculo.

Rosa se incorporó un poco para poder desabrochar el vestido de mi madre sin dejar de mirar su cuerpo ni un momento, como si no hubiera otra cosa en el mundo que pudiera apetecer que ver su cuerpo desnudo, y cuando lo logró, hundió su cara entre sus hermosos pechos, sin poder ahogar sus gemidos, no contenta con ello terminó con los botones que le quedaban, y al observar las bragas de mi madre, lanzó sus manos y las introdujo por debajo de las mismas hasta tocar su coño, como si pensara que alguien se lo podía quitar. Ya su cuerpo se encontraba excitado de tal manera que no hacía nada por contener sus gemidos de placer, y ni siquiera el pensar que sus hijos la estaban contemplando, podían apaciguar su deseo, a pesar de que de vez en cuando levantaba la mirada y podía comprobar las miradas de sus hijos y las nuestras.

Rosa, como si no pudiera contener su deseo de sentir el cuerpo de mi madre, comenzó a quitarse su vestido y cuando terminó, sin darle tiempo a quitarse la ropa interior, se tumbó encima de ella para sentir sus carnes calientes unidas en un abrazo bestial.

Mi madre, gozando con ello dijo:

- Alberto, levántate y quítame la ropa interior, quiero sentirla totalmente, y Antoñito, quítasela a tu madre quiero que "juegue" conmigo al máximo.

A Rosa en ese estado y deseando febrilmente poder sentir el cuerpo de mi madre en su totalidad, pereció no importarle quién fuera el que le quitara la ropa interior, ni el que se la quitara a su amiga, el caso era verse libre de cualquier tela que la impidiera gozar de lo que deseaba.

Tal vez por eso, y observando cómo yo aproveché que mientras quitaba el sujetador de mi madre, mis manos acariciaros sus erectos pezones, y que al quitarle las bragas mis manos comprobaron la humedad de su coño, lejos de pensar nada malo hasta le pareció natural, y cuando llego su hijo, Antoñito, y comenzó a quitarle su sujetador, y notó como sus suaves manos le acariciaban sus pechos en su totalidad, recorriendo cada centímetro de ellos, sobre todo sus pezones, y para colmo cuando al bajarle las bragas sintió sus manos sobándole el culo y el coño, no dijo nada y se calló como si no se hubiese percatado de nada, a pesar de que se dio cuenta perfectamente, de que si bien ella pensaba que era lesbiana y que nunca había sentido nada con un hombre, las manos de su hijo la habían provocado placer.

No obstante, aquellos pensamiento se diluyeron al poder ver el cuerpo desnudo de mi madre, y se abalanzó a por ella besándola y acariciándola. Por fin, la tumbó y tras acariciarse las dos por todas partes de sus cuerpos desnudos, y ante nuestros agraciados ojos, se dio la vuelta y poniéndose encima, comenzaron con un maravilloso 69.

Luis y yo al ver como la lengua de Rosa recorría cada centímetro del coño de mi madre, nos volvíamos locos de placer, cosa que notábamos en las miradas de los hijos de Rosa, que también ocurría con ellos.

Pero más placer sentían ellas lamiéndose sus coños, y siendo lamidas, y más todavía sintiéndose observadas por sus hijos. No tardaron en correrse las dos de una forma tan brutal, que sus gemidos casi hicieron temblar las paredes.

Continuaron abrazadas en aquella postura unos breves momentos, en los cuales pudimos observar sus caras relucientes, a causa de las humedades vaginales que cada una de ellas había lamido.

Nosotros cuatro, que lo habíamos observado todo con nuestras pollas a punto de reventar, aprovechamos los momentos en que ellas descansaban de sus orgasmos, para comenzar a denudarnos.

Así cuando mi madre nos vio a Luis y a mí, con nuestras pollas tiesas, no se asombró, ya que más bien lo estaba deseando, pero cuando Rosa, pudo observar la enorme polla de su hijo Juan, erecta al máximo, y a su hijo Antoñito, que en esos momentos se dio la vuelta, terminando de quitarse sus slips, mostrando su terrible erección, estuvo a punto de desmayarse de la sorpresa que se llevó. Rosa, a pesar de no haber nunca sentido atracción por los hombres, notó como su coño se humedecía de nuevo a marchas forzadas, pero reprimiendo sus instintos, pensó que las erecciones de sus hijos se debían únicamente a la visión de su amiga desnuda.

Sin embargo cuando observo a sus hijos mirándola con unos increíbles ojos de deseo, y más todavía, cuando comprobó como Luis y yo mismo, nos dirigimos en dirección a mi madre, y comenzamos a acariciarla por todos los poros de su cuerpo, no pudo evitar hacer a sus hijos un leve gesto, como invitándolos a hacer con ella lo que desearan.

Estos no se hicieron de rogar, y mientras Luis y yo continuábamos acariciando y besando a mi madre, se acercaron a Rosa de una forma que mezclaba el miedo a ser rechazados y la excitación más bestial.

Juan, que era el mayor fue el primero en decidirse y posó sus manos en los ardientes pechos de su madre, provocando que sus pezones se irguieran inmediatamente. Su hermano Antonio, con su polla erecta casi libre de vello, se puso detrás de ellos y comenzó a acariciar a Rosa por la espalda y su culo.

A Rosa no tardaron en escapársele unos suspiros de placer, que ya no se molestaba siquiera en apaciguar, para disimular lo que disfrutaba con las tiernas caricias de sus hijos, sobre todo al comprobar como mi madre hacia lo propio sin ningún tipo de vergüenza.

Rosa abandonada a las razones que le daba su excitado cuerpo, lanzó una de sus manos atrás, agarrando y acariciando la polla de su hijo Antonio, y su otra mano hizo lo mismo con la de Juan, en los mismos momentos en que éste posaba sus labios en los de su madre, besándola con deleite.

Rosa, comenzó a estremecerse de placer, casi de la misma manera que lo hacía mi madre, sin poder contener el placer que sentía con las caricias de sus hijos.

Una vez que mi hermano y yo comprobamos que su humedad vaginal ya parecía un rió desbordado, la "obligamos" a ponerse a "cuatro patas", y Luis, comenzó a penetrarle su ardiente coño en esa postura entre sus gritos de placer. Yo me tumbé debajo de ella, poniendo mi polla a la altura de su boca, ofreciéndosela, cosa que no tardó en aceptar y sus labios calientes la rodearon, y después su lengua comenzó a recorrérmela con ansia, mientras mi hermano seguía follándola cada vez con más fuerza.

Rosa, al comprobar cómo gozaba mi madre siendo follada por sus hijos, sintió una inmensa envidia, y ella misma se puso en la misma postura que observaba, siendo su hijo Juan, el que aprovechando que era mayor, comenzó a penetrarle su coño con el pollón que aquella misma tarde había follado a mi madre. No tardó Antonio en ponerse en la misma postura que yo, y en ofrecer su polla a Rosa, que comenzó a succionarla como si fuera a acabarse el mundo en breves instantes.

Rosa, no tardó en sentir el primer orgasmo de su vida proporcionado por hombres, notando cómo entraba y salía de su coño el pollón de su hijo Juan, y lamiendo la polla su hijo pequeño Antonio, la cual mientras lamía, observaba con deleite, sorprendida por lo grande y dura que la tenía a pesar de no tener prácticamente vello.

Mi madre, casi al mismo tiempo se corrió entre espasmos de placer, cosa que provocó en mi hermano no poder contenerse y descargó su semen dentro de su coño al mismo tiempo que le arañaba la espalda.

Yo noté que mi hermano se había corrido, al sentir en mi polla el fuerte abrazo de los labios de mi madre, que al notarse inundada de leche, no pudo evitar succionar mi polla con más fuerza.

A su vez en aquellos momentos, Juan al darse cuenta de que había conseguido que se corriera su madre, bombeó con más fuerza su polla, hasta que logró correrse de forma bestial y gritando.

.- ¡Mamá, mamá!, ¡me corrooooooooo!.

Rosa al notar su coño inundándose de la leche de su hijo, volvió a correrse, pero era tal lo que estaba gozando, que no dio tiempo ni a descansar a Juan, y dijo:

- Juan, saca tu pollón de mi coño, que debe ser el triple de grande que el de tu padre, y deja a tu hermanito que me folle, que él también tiene derecho a disfrutarme. - Éste, sin pararse siquiera a limpiar con algo los borbotones de semen de su hermano que brotaban del coño de su madre, y loco de excitación comenzó a penetrarla bombeando su polla con deleite, todo ello sin llegar a quitarse las gafas y que no podían ocultar su enorme excitación.

Aquello pareció darnos envidia, ya que mi hermano y yo, hicimos lo mismo, ya que en esos momentos fui yo el que apartó a Luis y comencé a penetrar el chorreante coño de mi madre.

Tras un periodo de tiempo Rosa y mi madre, parecieron ponerse de acuerdo para correrse, y ambas gritaron y gimieron como si las estuvieran matando. Yo no pude evitar correrme también, y mi semen se unió al de mi hermano en el interior de su coño, y mi madre al notarlo le flaquearon los brazos y se dejó caer suavemente sobre la alfombra.

Antonio, por su parte, con la cara desencajada seguía follando a Rosa, hasta que gritando como un poseso, descargó tal cantidad de semen, que a pesar de seguir su polla en el interior de su coño, entre la paredes de éste y su polla brotaron algunas gotas que materialmente no cabían en su interior. Cuando Rosa y mi madre, totalmente satisfechas por el placer sentido, pensaban que ya todo había terminado y se disponían sonrientes a vestirse, nosotros cuatro nos miramos, y como si todos nos hubiese pasado por la cabeza la misma idea, cambiamos de pareja.

Así, mi hermano, tumbó a una poco evasiva Rosa ya que sus hijos la habían hecho conocer los placeres del sexo con hombres, y comenzó a follarla ante la atenta mirada de sus hijos, que no tardaron en echar a suertes, a quién le correspondía follar a mi madre en primer lugar, ante la mirada deseosa de ella... Ganó Juan que tuvo el honor de poder follar a mi madre por segunda vez en un día.

Ambas mujeres se corrieron siendo folladas por los hijos de la otra, y ellos para no ser menos, volvieron a llenar sus coños de otro semen distinto a los anteriores.

Después yo mismo, y a pesar de que pude observar que Rosa parecía encontrarse prácticamente desmayada, aparté a mi hermano y comencé a follarla disfrutando sintiendo su coño chorreando y de ser observado por mi madre y los demás.

Antoñito por su parte, comenzó a follar con la mía, con la cara deformada por el placer, notando yo inmediatamente, que indudablemente ella gozaba con los más jóvenes, pero que lo que lo que más placer le proporcionaba, era ser observada por sus hijos mientras follaba.

No tardamos en corrernos los cuatro, quedándose ellas, sin poder articular palabra y repletas con las leches de nosotros cuatro unidas en sus coños. A pesar de ello, los cuatro nos las ingeniamos de tal manera para convencerlas de que volvieran a realizar un 69 entre ellas, para que ambas pudieran saborear nuestras leches mezcladas en sus coños, cosa que hicieron con deleite y sin ningún tipo de asco y más sabiendo de dónde procedían las mismas.

Este último orgasmo de ellas, provocó que tuvieran que permanecer unidas en aquella postura durante bastante tiempo para reponer fuerzas, ya que prácticamente que quedaron inconscientes.​
 
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