Historias el macho
Pajillero
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Paz llevaba años trabajando junto a su esposo en el despacho contable que ellos mismos fundaron, Luis Manuel, pensaba que su esposa era una mujer tranquila y sencilla.
Se acercaba el fin de año y los clientes más importantes del despacho estaban invitados a una reunión muy especial. Paz les había dicho que tenía una sorpresa para ellos, pero ninguno sabía de qué se trataba. Cuando todos estuvieron reunidos en la sala de juntas, Paz entró y cerró las persianas.
"Hola a todos, y bienvenidos a esta reunión que se organizo con el fin de agradecerles por su confianza hacia nosotros y por ser parte importante de nuestro éxito", dijo Paz de manera formal.
Luego, su tono de voz cambió y se volvió más seductor. "Y quiero que sepan que, en este despacho nos tomamos a nuestros clientes muy en serio".
Con esa frase, Paz se quitó la blusa y dejó al descubierto su brasier que albergaba un gigantesco par de tetas que apenas podía sostener. Luego se quitó la falda y mostró su tanga diminuta que contrastaba con su tersa piel morena. Los clientes estaban sorprendidos y excitados.
"Vamos, señores, no sean tímidos. Vengan por su premio", dijo Paz.
Los hombres no tardaron en acercarse a ella y empezaron a tocarla y manosearla. Uno de ellos le desabrochó el brasier liberando sus monumentales pechos adornados por enormes pezones obscuros y comenzó a chuparlos. Otro se arrodilló frente a ella y le bajó el tanga, hundiendo su lengua en su coño depilado.
Paz gemía de placer mientras le mamaban las chichis y le comían el coño. "Sí, así, disfruten de mi cuerpo. A partir de hoy soy su puta ", dijo entre gemidos.
Uno de los clientes, el más joven, se quitó los pantalones y los bóxers. Su verga estaba dura y palpitante. Paz se arrodilló frente a él y comenzó a mamarla con ganas. Otro hombre se acercó por atrás y le metió su verga en el culito apretado.
Paz se sintió llena y complacida. Mientras mamaba una verga, tenía otra en su culo. Uno de los clientes se acostó en la mesa de juntas y le pidió a Paz que se sentara sobre su verga. Ella lo hizo feliz y se sintió más llena que nunca.
Los tres hombres comenzaron a embestirla rítmicamente, follando su coño, su culo y su boca. Las embestidas eran cada vez más fuertes y rápidas. El sudor cubría los cuerpos de todos, el sonido de las carnes chocando resonaba por toda la sala.
Paz sintió que estaba a punto de llegar al orgasmo. "Sí, fóllenme, denme toda su leche. Quiero sentir sus chorros calientes dentro de mí", dijo entre gemidos mientras se contraía de placer.
Los tres clientes no tardaron en venirse. Uno llenó su boca de esperma espeso, otro su ano y el tercero su coño. Cuando terminaron, Paz se levantó con las piernas temblando y como pudo limpió el semen que le escurría por los muslos con un pañuelo desechable que tenía en su bolsa y con ese mismo limpio también la mezcla de saliva y semen de su rostro.
"Espero que hayan disfrutado su premio y que sigamos haciendo buenos negocios", dijo Paz y se vistió de nuevo con su ropa de oficina. Los clientes estaban exhaustos pero satisfechos.
Paz salió de la sala de juntas con una sonrisa en su rostro. Caminó hacia la salida de la empresa y se encontró con Luis Manuel, que iba a buscarla para ir a cenar juntos.
"Hola mi amor, ¿cómo te fue en tu reunión?", preguntó Luis Manuel. "Muy bien, mi vida. Estoy segura de que los clientes quedarán muy satisfechos con nuestro servicio", dijo Paz y le dio un beso en la mejilla.
Luis Manuel nunca supo lo que sucedió en esa sala de juntas y Paz siguió siendo una esposa aburrida y sencilla para él.