Pagando La Renta En Carne

sonyspeed

Virgen
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Después de venir a la capital, busqué trabajo como loco, pero me fue muy difÃ*cil encontrarlo, especialmente si tomamos en cuenta que yo casi no sabÃ*a hacer nada. Era entonces un chico de 18 años que deseaba estudiar y superarme, pero para poder hacerlo necesitaba dinero y ello significaba ganarlo trabajando. Mi falta de experiencia era una gran limitación, ya que en todas partes pedÃ*an alguna especialización y como 50,000 años de experiencia.

El poco dinero que traÃ*a se me fue acabando y empecé a tener graves problemas. Al venir a la gran ciudad me habÃ*a hospedado en una casa de huéspedes, propiedad de una señora un tanto exigente y de carácter amargo, llamada Ana. Yo la habÃ*a visto darle una gran insultada a una muchacha que le debÃ*a dinero, a la que puso sin misericordia de patitas en la calle. Por ello estaba muy preocupado, ya que para entonces, le debÃ*a ya dos meses y temÃ*a que la emprendiera contra mÃ*.

Una noche, la cosa reventó. Escuché unos golpes imperiosos en la puerta de mi cuarto y al abrir, me encontré directamente con la señora Ana, que cubierta con una gruesa bata de toalla, me miraba con expresión severa. Entró a mi habitación y, después de cerrar la puerta, me exigió sin rodeos ni contemplaciones, el pago de las mensualidades atrasadas. Yo, como pude, le expliqué mi situación y le pedÃ* más tiempo, pero ella fue inflexible. No aceptaba prórrogas. Me habló en un tono golpeado, imperativo y sin ningún comedimiento, empleando palabras gruesas en mi contra. Me tildó de vago, y tramposo.

- Si no me pagas ahora mismo, te pongo en la calle sin importar la hora. Y me quedaré con tus pertenencias, como parte del pago -dijo sin compasión.

Intenté razonar con ella nuevamente, pero todo fue inútil.

- Me pagarás, de una manera, o de otra- dijo.

Casi resignado a mi suerte, buscaba nuevos argumentos, y le dije:

- Estoy dispuesto a todo para pagarle, pero deme un poco más de tiempo.

De pronto ella dijo:

- Hay una forma en que puedes pagarme. - ¡Claro!- exclamé-. ¡La que sea!

Ella me miró fijamente , con un aire extraño en su mirada.

- ¿Has salido por la noche? -me preguntó. - SÃ*. - ¿Has visto que a unas cuadras de aquÃ* se paran en una esquina un grupo de muchachos esperando que alguien los levante?

Por supuesto, los habÃ*a visto. Ella se referÃ*a a unos muchachos que trabajaban de noche como prostitutos y esperaban que los clientes los llevaran con ellos, ya fueran hombres o mujeres. Me quedé de una pieza. ¿Significaba aquello que ella me exigirÃ*a que yo trabajara de prostituto para pagar la renta?

- ¿A qué se refiere? -pregunté cauteloso. - Muy simple. Ellos cobran cierta tarifa por follar con sus clientes. Yo te reconoceré la misma tarifa y asÃ* me irás pagando lo que me debes. Sólo tendrás que follar conmigo.

Me quedé con la boca abierta. ¿HabrÃ*a oÃ*do bien? No supe que responder en ese momento.

Doña Ana era una señora de unos 50 años aproximadamente. Para su edad, no estaba del todo mal: tenÃ*a unos pechos grandes, que aunque no muy firmes, parecÃ*an apetitosos. TenÃ*a el cabello corto, entrecano, y su principal defecto estaba en su carácter agrio, que la convertÃ*a en una persona realmente desagradable. Era la tÃ*pica solterona que nadie quiere.

Asaltado por la duda, estuve indeciso por varios momentos. Ella me miraba con impaciencia. Como para motivarme, se abrió la bata que la cubrÃ*a y pude ver que abajo de ella, estaba completamente en pelotas. Doña Ana tenÃ*a unos pechos grandes, algo de grasa abdominal (la tÃ*pica "llanta"), unas extremidades inferiores poderosas y una entrepierna de muerte. Me quedé observándola con cierta delectación y el espectáculo me excitó.

- ¿Y bien? -preguntó con aire imperativo.

Con cierta timidez respondÃ* en voz baja:

- Acepto...
Sonrió y sin más demora se quitó la bata y la tiró a un lado. Se dio media vuelta y pude ver que tenÃ*a un culo atractivo, con unas nalgas eran redondas que parecÃ*an dos melones. La erección de mi polla no se hizo esperar. En ese instante me sonrojé puesto que pese a todos los problemas, estaba deseándola.

Doña Ana aprovechó la ocasión para acercarse a mÃ* y aplastar su cara contra la mÃ*a y cerrar mi boca con un beso salvaje. Introdujo su lengua por la fuerza entre mis labios y la deslizó entre mis dientes, buscando mi lengua, para entregarse a un duelo mayúsculo. Me abandoné a aquella mujer dominante, que comenzó a acariciarme y estrujarme el pene por encima de los pantalones. En ese momento no respondÃ*a a las caricias de ella, pero la dejaba hacer.

Sin darme tiempo a más dudas y vacilaciones, ella fue a acostarse en la cama, con las piernas abiertas. Se quedó quieta unos segundos y luego elevó la voz:

- ¿Qué estás esperando para quitarte la ropa? - dijo imperiosa.

Me desvestÃ* rápidamente y me acerqué a ella.

- Empieza dándome un buen trabajo de lengua -ordenó.

Sin quitar la vista de su vulva entreabierta, fui descendiendo hasta ella, con sentimientos encontrados, ya que me sentÃ*a excitado, pero también encontraba cierta desazón. Apliqué la lengua a su vulva y ella gimió de placer. Comencé a lamer y encontré que no era tan repugnante como me habÃ*a imaginado.

Con mis escasos conocimientos sobre la materia, fui haciendo mi mejor trabajo, guiado en gran medida por las órdenes que ella me daba, con palabras gruesas. Ella se revolvÃ*a excitada y yo sentÃ*a que mi polla estaba a punto de reventar. Cuando consideró que ya era suficiente, me detuvo en mi labor y me ordenó que la penetrara.

Torpemente traté de meter mi polla en su vagina. Ella me respondió con palabras soeces, condenando mi impericia. Maniobré mejor con mi rabo y, poco a poco, lo fui introduciendo en su vagina. Lentamente, mi polla fue penetrando y abriéndose paso entre su ardiente y lubricado canal.

Doña Ana gemÃ*a de placer y poco a poco la punta de mi polla fue llegando hasta el fondo de su vagina. Se podÃ*a notar cómo sus músculos vaginales oprimÃ*an la punta de mi polla que, dicho sea de paso, aumentaba la excitación en mÃ*. Cuando tenÃ*a la mitad de mi polla dentro de su hermosa vagina, la agarré por sus enormes caderas y clavé de un golpe mi polla en sus entrañas.

Comencé a bombear rÃ*tmicamente y sin tregua. Mi polla entraba y salÃ*a hasta la punta sin cesar. Doña Ana gritaba de placer. No pudiendo sostenerme más en aquella posición, me derrumbé sobre ella y agarré con mis manos sus pechos, que unos momentos después cubrÃ* de besos. SeguÃ* bombeando y bombeando en forma voraz e incontenible.

- ¡Ahhhhhhhh! gritó doña Ana, que comenzó a temblar como un volcán. Se estaba corriendo como una auténtica cerda.

Las contracciones de su vagina fueron demasiado para mÃ*. En forma bestial, mis huevos explotaron y me corrÃ* como un géiser, lanzando un poderoso chorro de esperma hasta el fondo de sus entrañas. El orgasmo de ambos fue brutal y quedé casi desmayado encima de doña Ana, quien quedó desmadejada sobre el lecho.

Tras un momento de reposo, ella se levantó, recogió su bata, se cubrió y salió al tiempo que decÃ*a:

- Bien, ese fue el primer abono. Creo que has hecho un buen negocio.

Yo me quedé pensativo y desconcertado. Cierto que habÃ*a gozado el placer del sexo, pero también me sentÃ*a usado, agredido en mi autoestima y no pude menos que pensar en lo que habÃ*a descendido mi vida, al verme reducido a un mero objeto sexual.

SabÃ*a que esto era sólo el principio y deseaba encontrar una solución definitiva a mi vida. Entonces, tomé una decisión y decidÃ* comunicarla a doña Ana. Me puse rápidamente los pantalones y salÃ* al pasillo.

Llegué hasta la puerta de su habitación y tras un instante de vacilación, llamé. Ella salió y me miró fijamente, con un gesto de interrogación en su cara.

Por un instante me sentÃ* desfallecer en mi decisión, pero recobrando el ánimo, le dije tÃ*midamente:

- Doña Ana... ¡Deseo hacerle otro abono sobre lo que le debo!

Desde aquella noche esa fue la norma. Me apliqué a hacer abonos y pronto cancelé mi deuda. Y cuando estuve solvente, comencé a hacerle anticipos sobre las rentas futuras.
 

masterxx

Virgen
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todos deberiamos de poder pagar la renta de esa forma:clap:
 

Lynce

Virgen
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No estarÃ*a de más que en uno de esos pagos te chupara toda la polla... que las caseras no sólo cobran, también tienen sus obligaciones... :enfermo:
 
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