Pagando la deuda a mi casero [cuernos/infidelidad, voyeur, madre/hijo]

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Feb 28, 2015
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Mi nombre es Maria, tengo 41 años y estoy felizmente casada desde los veinte con mi marido Antonio, ambos somos primos segundos y tenemos un hijo de 20 años que se llama Miguel.
Desde que me casé, Antonio me dejó claro que no quería que me pusiera a trabajar, y desde entonces mi única ocupación ha sido la de mantener la casa y cuidar de mi marido y de mi hijo.
Siempre hemos llevado una vida tranquila y nunca nos ha faltado de nada ya que mi marido ganaba bastante dinero, por lo que nos podíamos permitir todos los caprichos que queríamos, como hacer viajes con frecuencia para ver mundo y comprarnos todo lo que nos ha apetecido. Aun así, mi marido siempre se ha negado a que nos comprásemos un piso propio, pues decía que lo mejor era vivir de alquiler para así no tener que hacer ninguna hipoteca y no tener que andar administrando el dinero para hacer frente a los pagos y llegar a fin de mes. Por lo que cada dos o tres años más o menos, solíamos cambiarnos de piso y buscar una nueva vivienda en la que vivir de alquiler. Pero todo se torció hace unos meses, cuando la empresa donde había trabajado mi marido durante todos estos años quebró, y mi marido se quedó en la calle, por lo que tuvimos que empezar a recortar gastos y a ajustarnos un poco el cinturón, pues lo que hasta ahora habían sido caprichos y derroche, ahora se había convertido en escasez y necesidad.

En ese momento llevábamos viviendo en un piso que teníamos alquilado desde hacía más de tres años, que era propiedad de un tal Gerardo, un hombre de aspecto rústico y bastante chapado a la antigua, pero que había invertido bastante bien su dinero y que ahora su posición social y económica era de las más elevadas en la ciudad en la que vivíamos, pues este hombre tenía multitud de propiedades y vivía de los alquileres que sacaba de ellas, tenía muchas casas alquiladas y el dinero que recaudaba a final de mes, le era más que suficiente para su vida cotidiana.
En cambio nuestra situación era más que preocupante, teníamos muchas deudas y a Gerardo todavía le debíamos dos meses de alquiler, pero lo peor de todo es que no podíamos hacer frente a toda la cantidad de pagos que teníamos en ese momento y era evidente que tampoco íbamos a poder pagarle los meses de retraso que le debíamos, ni los meses próximos.

Aunque mi hijo ya tenía edad de trabajar todavía seguía estudiando, pues tanto mi marido como yo queríamos que fuese un hombre de provecho y que en su día de mañana no le faltase de nada, y para ello tenía que hincar bien los codos. Afortunadamente, contábamos con una beca que le dieron hacía cosa de un mes, y gracias a esa beca podíamos permitirnos que mi hijo siguiera estudiando sin tener que preocuparnos por pagarle los estudios.
Yo en cambio ya había empeñado todas las joyas de valor que mi marido me fue regalando durante todos estos años de atrás, pues nos costaba mucho llegar a fin de mes, ya que ni a mi marido ni a mi nos contrataban en ningún sitio, y aunque nuestros padres nos ayudaban económicamente siempre que podían, ese dinero siempre lo empleábamos para comprar alimentos.
Fue entonces cuando le propuse a mi marido ir a hablar con el casero para ver si nos podía dar un poco de margen para que le pagáramos, pues ya llevábamos viviendo allí más de tres años y sabía que éramos de confianza, por lo que quizás no le importase que le pagásemos con un poco de retraso, al saber que estábamos pasando por un bache económico.


  • Cariño, si quieres esta tarde voy a hablar con el casero.
  • ¿Con el casero, para qué? Ahora mismo no podemos pagarle.
  • Lo sé, pero ya sabes que fue muy amable con nosotros cuando le alquilamos el piso, y quizás si le hablo de nuestra situación pueda aplazarnos un poco los pagos. ¿No crees?
  • No sé, todavía me acuerdo de la forma en la que te miraba de arriba abajo cuando vinimos a ver el piso y a firmar el contrato, se le caía la baba contigo. En aquella época usabas minifalda muy a menudo y desde entonces sabes que dejó de gustarme que te las pusieras.
  • Bueno cielo pero ya sabes que yo sólo tengo ojos para ti, no te pongas celoso. Se me ha ocurrido una idea, voy a llamar a mi amiga María la peluquera, que no me cobrará el peinado y me pongo un poco sexy para ver si así consigo que el casero sea un poco más flexible con los pagos, ¿te parece bien? Amor.
  • No creo que sirva de nada, ya sabes lo cabezón que es ese viejo baboso, pero por probar... Nunca se sabe.

Debo decir que a pesar de tener 41 años y ser madre de un hijo, siempre he sido una mujer muy atractiva, y el hecho de no haber tenido que trabajar durante toda mi vida también me ha ayudado un poco, pues cuando no nos faltaba dinero solía ir al gimnasio a hacer aerobic para mantener mi figura. Soy morena de pelo ondulado y ojos claros, y según dice mi marido, tengo una mirada inocentona que junto a mis sonrosados y carnosos labios me hacen muy seductora. Tampoco puedo quejarme de mi pecho, pues la naturaleza ha sido muy generosa conmigo, uso una talla 110 (d) de pecho y una cinturita que es la envidia de todas mis vecinas. Pero si hay algo de mí de lo que me sienta orgullosa es de mi culo, pues me ha costado mucho sudor mantenerlo así de firme y erguido, las clases de aerobic y los ejercicios en el gimnasio me han ayudado mucho, pues no tengo ni un solo gramo de celulitis, y en más de una ocasión, cuando he salido a hacer la compra por las mañanas, he podido notar como los hombres giraban la cabeza para poder deleitarse con mi trasero cuando pasaba por su lado.

Estábamos en pleno mes de agosto, ese día hacía mucho calor y tras dejar que mi amiga peluquera me arreglase un poco el pelo, me puse a vestirme para ir a las oficinas de nuestro casero, pues aquel hombre trabajaba en una empresa propia que se dedicaba a hacer seguros y alquileres de viviendas.
Me puse un top blanco muy ceñido de tirantes, y unos leggings negros de deporte para ir cómoda, y tras pintarme un poco salí de camino a las oficinas, que estaban un poco lejos de donde nosotros vivíamos.
No quise coger el coche para no gastar gasolina, así que sin prisa pero sin pausa comencé a caminar hasta que finalmente llegué al edificio donde mi casero solía estar por las mañanas, al llegar le pregunté por él a su secretaria y enseguida me hizo llamar. Al verme me recibió amablemente dándome dos besos en las mejillas y mientras cerraba la puerta de su despacho me invitó a tomar asiento.

· Lo siento mucho Maria pero no puedo aplazaros más el pago del alquiler, todavía me debéis dos meses de retraso y creo que ya he sido demasiado flexible con vosotros. Ayer mismo tuve que echar a varios inquilinos a la calle porque llevaban mucho tiempo sin pagarme y me temo que si esto sigue así, lamentándolo mucho voy a tener que hacer lo mismo con vosotros.

Cuando escuché aquellas palabras no pude aguantar más por la mala racha que llevábamos atravesando durante todo este tiempo y comencé a llorar totalmente derrumbada, pues sabía que si aquel hombre nos echaba a la calle, no tendríamos ningún sitio donde ir, pues a pesar de que mis suegros y mis padres tenían casa propia, no había sitio para nosotros tres. Así que no tuve más remedio que levantarme de la silla donde me había sentado al llegar a la oficina, acercarme a la mesa del despacho del casero, cogerle amablemente de la mano y suplicarle de rodillas que no nos echase a la calle.


  • Por favor Gerardo no nos eche del piso, se lo suplico. Ofrézcale un empleo de lo que sea a mi marido, o a mí, pero por favor busquemos una solución que nos beneficie a todos. Estamos dispuestos a trabajar las horas que hagan falta, y el dinero que ganemos durante el tiempo que estemos trabajando para usted se lo puede quedar hasta que cubramos los atrasos del alquiler, pero por favor no nos eche a la calle, se lo suplico.

Tras escuchar mis súplicas, el casero se quedó pensando durante unos segundos que me parecieron eternos, y mientras me hacía levantarme del suelo y volver a sentarme en la silla amablemente, a la vez que me ofrecía un pañuelo para que me secara las lágrimas, me dijo:


  • Pues sólo se me ocurre una forma de... Pero da igual no creo que te interese… ¡Olvídalo es una tontería!...
  • No por favor, dígame de que se trata, puede que no sea una tontería como usted se piensa.
  • ¿Qué edad tienes, Maria?
  • 41… pero dígame ¿de qué se trata?
  • Voy a proponerte una cosa, pero si no te interesa olvidaremos la conversación y no volveremos a hablar de esto nunca más, ¿de acuerdo?
  • De acuerdo.
  • Bien, pues déjame que te explique… No sé si sabes que soy viudo, tengo dos hijos, uno de 16 y otro de 18 años. Ya han terminado los estudios y han sacado buenas notas, así que quiero hacerles un buen regalo, un regalo que no olviden nunca. Y quizás tú puedas ayudarme en eso dándoles unas horas de placer… Quiero que se conviertan en hombres pero no quiero llevarlos de putas así que tú serías el regalo de ambos.
  • ¿Me está diciendo que quiere que sea la puta de sus hijos, pero quien se ha creído que soy, soy una mujer casada? - (dije levantándome de la silla y dirigiéndome hacia la puerta del despacho).

  • Piénsatelo bien Maria, sé que últimamente andáis muy mal de dinero y si aceptas os perdonaré los meses de alquiler que me debéis de retraso y regalaré un año de alquiler, que multiplicado por los 500 euros que os cobro mensualmente, son 7.000 euros. Y si lo haces bien, a ti te daré además otros 2.000 euros en un cheque que podrás cobrar cuando termines el trabajo, la cifra total serían 9.000 euros. Creo que es una buena oferta ¿no te parece?... Además no quiero que te comportes como una puta, quiero que seas tú misma. La mujer tan simpática y agradable que has sido siempre.

Cuando oí aquello no pude evitar quedarme parada en medio del despacho sin saber qué hacer, pues esa cantidad de dinero nos vendría muy bien a mí y a mi marido ahora que estábamos atravesando tan malos momentos económicos, y el hecho de no tener que preocuparnos durante todo un año por pagar el alquiler, nos permitiría ir algo más desahogados, pero lo que tenía que hacer a cambio era algo que nunca en mi vida se me habría pasado por la cabeza, pues siempre he estado felizmente casada con mi marido y he sido una madre ejemplar, y si mi marido o mi hijo se enteraban de aquello, no me lo perdonaría nunca. Mientras seguía pensando volví a cerrar la puerta del despacho y me acerqué de nuevo a la mesa de Gerardo, quedándome esta vez de pie frente a él, mientras pasaba una vergüenza enorme.


  • Pero… ¿y si se entera mi marido? soy una mujer casada y madre de un hijo de 20 años, no puedo arruinar mi matrimonio ni mi reputación haciendo algo así.
  • Pues tu verás Maria, has sido tú la que me has pedido una solución para no quedaros en la calle y esta es mi propuesta. Tu marido y tu hijo no tienen por qué enterarse, yo al menos no les voy a decir nada, pero eso ya no es asunto mío. Tú decides…
  • ¿Y qué tendría que hacer exactamente? – (pregunté avergonzada).
  • Pues vendrías a casa después de comer, a las 16:00 de la tarde más o menos, y estarías a nuestra disposición hasta la hora de cenar, sobre las 21:00 o así.
  • ¿A la tuya también?
  • A la de los tres, estaremos mis hijos y yo.

Si ya me estaba costando decidirme, aquella última frase me dejó todavía más descolocada, pues yo estaba convencida de que solo tendría que “entretener” a los dos hijos de Gerardo, a espaldas de mi familia, pero no contaba con que también estaría presente nuestro casero, por lo que tardé mucho en darle una respuesta, y al ver lo mucho que me estaba costando decidirme, Gerardo se acercó a la puerta del despacho mientras yo seguía indecisa de pie frente a su mesa, y mientras él abría la puerta del despacho me dijo:


  • Bueno como veo que te está costando tomar una decisión, te dejo unos minutos a solas para que te lo pienses mientras hago unas llamadas, pero piénsatelo bien, es mucho dinero a cambio de un pequeño sacrificio, y un año gratis de alquiler. Bueno te dejo que te lo pienses y cuando vuelva me das una respuesta.

Dicho esto salió de su despacho dejándome sola mientras yo sentía que todo mi mundo se derrumbaba a mis pies, sabía que si no aceptaba aquella proposición, nuestra vida se convertiría en una auténtica pesadilla, nos quedaríamos en la calle sin un techo en el que cobijarnos y sin nada que llevarnos a la boca. En cambio si aceptaba aquella propuesta por mucho que me incomodase hacerlo, dejaríamos de tener tantos problemas económicos por un tiempo, y si nada salía mal, nadie se enteraría nunca de nada de lo ocurrido, aunque en mi interior me sintiese humillada y avergonzada por lo que iba a hacer.
Al cabo de unos minutos, el casero volvió a entrar al despacho para ver qué era lo que yo había decidido, y sin darle tiempo a preguntarme, le dije:

· De acuerdo acepto, pero me tendría que dar la dirección de su casa.
· Muy bien Maria, has tomado la decisión correcta, pero sólo una cosa más, quiero que vengas con minifalda. La misma minifalda que llevabas puesta la primera vez que viniste por las oficinas con tu marido para firmar el contrato de alquiler. Aquí tienes un cheque de 2.000 euros que podrás cobrar a partir de pasado mañana, cuando hayas cumplido tu parte del trato, y aquí tienes la dirección de mi casa, a las 16:00 en punto tienes que estar llamando a la puerta.
· Está bien, pero hay un pequeño problema… A Antonio no le gusta que lleve minifalda y no podré salir de casa con ella.
· Bueno pero seguro que a ti se te ocurre algo, me da igual lo que lleves puesto cuando salgas de tu casa, pero cuando vengas a la mía quiero verte como tantas veces te he imaginado, con esa minifalda tan sexy que te hace un culo tan estupendo.

Dicho esto, me acompañó a la puerta del despacho amablemente y me fui caminando a casa pensando en lo que estaba a punto de hacer.
Cuando llegué a casa me inventé una excusa y le dije a mi marido que había llegado a un acuerdo con el casero. Le dije que como estos meses de atrás siempre habíamos sido puntuales en los pagos del alquiler, Gerardo me había dicho que no nos preocupásemos por los pagos atrasados y que nos aplazaría el alquiler de los meses siguientes, siempre que nos comprometiésemos a pagarle cuando fuésemos algo más desahogados. Mi marido al principio se extrañó de que el casero hubiese sido tan comprensivo con nosotros de buenas a primeras, pues siempre había sido un hombre que a primer día de mes ya estaba pendiente de que todos sus inquilinos pagasen lo que le debían, pero supongo que por la ansiedad que teníamos en ese momento porque todo se solucionase, mi marido finalmente acabó creyéndose la farsa.
Ese día noté a mi marido mucho más animado que de costumbre, pues al saber que teníamos algo más de margen para poder pagar el alquiler y que no nos quedaríamos en la calle, se alegró bastante.
Minutos más tarde, cuando mi marido ya estaba más calmado le dije que iría a pasar la tarde a casa de una amiga que me había invitado a tomar café, y que no volvería hasta la hora de la cena, a él no pareció importarle y me dijo que lo pasara bien, que él se quedaría en casa haciendo unos papeleos para ver como podíamos organizarnos con todo lo que todavía nos faltaba por pagar, ajeno a la situación en la que yo me encontraba, ya que gracias a su propia mujer el casero se iba a cobrar con ella todos los pagos atrasados del alquiler y los que le deberíamos en los próximos meses.

Ese día comimos más pronto de lo habitual y tras recoger la mesa me puse a prepararme para la cita con el casero y sus hijos.
Me di una ducha rápida y me enfundé unos pantalones vaqueros junto a una fina camisa de verano, después me pinté un poco los labios frente al cristal del baño y guardé en el bolso la falda que me había dicho Gerardo que llevase puesta en nuestro encuentro. Le di un tierno y húmedo beso a mi marido antes de salir de casa y me metí en una cafetería donde aproveche para meterme al baño y cambiar mis pantalones por la falda, siguiendo las instrucciones del casero. Tras tomarme el café rápidamente, cogí el autobús y a las cuatro de la tarde en punto me presenté en casa de Gerardo.
Al llegar me quedé realmente sorprendida, pues nunca me habría imaginado que un hombre tan andrajoso como solía vestir normalmente pudiera vivir en un sitio como el que vivía. Confundida miré de nuevo la nota donde Gerardo me había apuntado la dirección de su casa por si con las prisas me había equivocado de sitio, pero al parecer todo estaba en orden. La vivienda en la que vivía estaba situada a las afueras de la ciudad donde no parecía haber más casas alrededor y desde fuera se veía un chalet enorme, me asomé a la valla pero no pude ver mucho debido a que había mucha vegetación que ocultaba el interior de la vivienda, así que tras arreglarme un poco la falda y el pelo, llamé al timbre. Enseguida comencé a oír fuertes ladridos de varios perros que se acercaban a la puerta, y muerta de miedo me eché un poco hacia atrás, pero tras unos segundos, los perros dejaron de oírse y me abrieron desde dentro. Gerardo salió a recibirme y tras darme dos besos en las mejillas que me parecieron eternos, me invitó a entrar amablemente, junto a él estaban sus dos hijos, que no dejaban de mirarme lascivamente de arriba abajo mientras se sonreían entre ellos.
Yo me sentía muy avergonzada y no me decidía a entrar por si los perros seguían sueltos, pero el casero se dio cuenta y me tranquilizó diciéndome que no me preocupara, que a los perros los habían encerrado en un rincón que tenían apartado para ellos, desde donde seguían dando ladridos.

Cuando entramos en la casa me llevaron directamente al sótano, donde había una especie de sala de celebraciones, que supuse que la usaban para hacer fiestas privadas.
Era enorme, había una barra llena de bebidas alcohólicas, un altavoz en cada esquina, una especie de escenario con una barra en vertical y varias mesas que habían apartado en un rincón, para dejar sitio a un mugriento colchón que habían puesto en el medio. Yo al ver aquello me asusté mucho, pues me imaginé que en ese colchón era donde se iban a cebar conmigo, y encima del colchón había una pequeña almohada y unas sábanas limpias todavía sin poner. Fue entonces cuando Gerardo comenzó a presentarme a sus hijos diciéndome sus nombres y empujándolos suavemente para que me diesen un beso.


  • Bueno Maria te presento a mis hijos, este es David, el mayor.

Y mientras el joven se acercaba para darme dos besos en las mejillas, Gerardo me cogió de un brazo suavemente para que me acercase a él y que los besos de su hijo rozasen tímidamente mis labios.
Cuando le llegó el turno al pequeño, se me acercó rápidamente y al contrario que su hermano se me lanzó a la boca, donde me dio un apasionado beso sin apenas darme tiempo a reaccionar.

· Y este es el pequeño, Andrés. - (apuntó el casero)

  • Yo ya la conozco, es la madre de Miguel. Alguna vez he salido de fiesta con su hijo. – (dijo David)
  • ¿Ah sí? Pues no lo sabía, nunca me habías dicho nada… Seguro que en más de una ocasión tú y tus amigos habéis hablado de ella y os habéis pajeado pensando en su madre, ¿a que sí?
– (dijo el casero)

  • Si papá, muchas veces hemos hablado de ella, es que no hay más que verla, está muy buena… ¡Mira que tetas!

La vergüenza que sentía en ese momento no tenía nada que ver con la que había sentido cuando vi aquel colchón por el suelo, o tras sentir los besos de los chicos en mis labios.
Y sin poder aguantar ni un solo segundo más, decidí echarme para atrás.

· Me marcho, no puedo seguir con esto. – (dije sofocada y completamente humillada).

  • Muy bien como tú quieras, pero entonces supongo que sabrás que no vas a cobrar el cheque.
Mañana mismo pondré vuestro caso en manos de mis abogados, y en unos días tendréis que dejar la casa. – (dijo el casero)

Quería irme de allí a toda costa, pero sabía que si lo hacía mi familia se vería en la calle y sin nada que llevarse a la boca, así que no tuve más remedio que tragarme mi orgullo y permanecer allí completamente humillada a disposición de aquel hombre y sus dos hijos, que no dejaban de mirarme de arriba abajo con ojos de lujuria. Fue entonces cuando Gerardo insistió al ver que no me marchaba:


  • Vamos, ¿a qué esperas?... si vas a irte vete, pero si vas a quedarte ya puedes ir desabrochándote la camisa.

Si quería seguir teniendo un hogar en el que vivir y más dinero del que teníamos en ese momento, sabía que no tenía otra salida más que hacer caso a lo que aquel viejo verde me decía, así que lentamente y para el regocijo de los tres pervertidos que no dejaban de mirarme atentamente, empecé a desabrocharme la camisa dejando a la vista mi sujetador blanco de encaje, que apenas cubría mis grandes tetas.


  • Maria, te voy a contar algo que nadie más sabe... El día que te conocí por primera vez, habría estado dispuesto a pagar cualquier cantidad de dinero por pasar una noche contigo.
No sé si habrás visto la película "Una Proposición Indecente", donde Robert Redford le ofrece a Demi Moore un millón de dólares por pasar una noche con ella. Bien, pues yo no soy Robert Redford, pero aun así, habría llegado a pagar hasta 100.000 euros por ti. Pero lo mejor de todo es que hoy voy a disfrutar de tu cuerpo por sólo 9.000. Como es la vida, ¿verdad?

  • ¿Y por qué yo? Con el dinero que tienes podrías tener a cualquier mujer mucho más joven y guapa que yo. – (respondí avergonzada)
  • Me gustas tú, ya te dije que no me gustan las putas y tú eres preciosa, siempre me la has puesto dura y quiero que mis hijos se estrenen con una mujer madura que los convierta en hombres.
Además, sé que ellos nunca lo olvidarán si eres tú quien los estrena, y puede que a ti te parezca que te estoy pagando mucho dinero, pero esa cantidad para mí no significa nada. El dinero nunca ha sido ningún problema para conseguir lo que he querido.

Aquellas palabras me humillaron aún más, pues aunque siempre he sabido o intuido que le gustaba físicamente al casero, nunca me habría imaginado que hubiese llegado tan lejos conmigo.
Ahora estaba convencida de que se había masturbado infinidad de veces pensando en mí y me acordé de lo que siempre me decía mi marido, que nuestro casero era un pervertido y un viejo verde.

· Bueno creo que ya hemos perdido demasiado tiempo así que vamos a animar esto un pocoAndrés, acércate a ella y quítale la camisa, y tú David, desabróchale el sostén y quítaselo, estoy ansioso por ver esas hermosas tetas que esconde nuestra amada inquilina.

No hizo falta que lo dijera dos veces, conforme Gerardo les dijo aquello a sus hijos, los dos se me acercaron y en cuestión de segundos me dejaron con las tetas al descubierto.
Mi primera reacción fue la de tapármelas con las manos, pero el casero rápidamente me dijo con voz autoritaria:

· Mira Maria, voy a ser muy claro contigo… Sabes perfectamente a lo que has venido aquí, pero veo que no estás colaborando, así que si no colaboras con nosotros lo mejor será que te marches y cuando os hayáis ido de la casa que me habéis alquilado, te prometo que no volverás a saber nada de mí, ni de mí ni de mis hijos. Pero si vas a quedarte aquí, vas a tener que poner un poquito más de tu parte, así que aparta las manos y deja que mis hijos y yo nos deleitemos viéndote las tetas. – (dijo el casero tras acercarse a mí y pellizcar ligeramente uno de mis pezones)

Yo estaba muy avergonzada pero no me quedaba más remedio que hacerle caso, así que sin poder levantar la mirada del suelo, aparté las manos de mis tetas y dejé que aquellos depravados me observasen con deseo, como si yo fuese un trozo de carne.


  • ¿Lo veis?... Sabía que no me equivocaba con ella, tiene unas tetas preciosas y lo mejor de todo es que son completamente naturales. ¿No queréis tocarlas un poquito?
- (dijo el casero animando a sus hijos, que no tardaron ni dos segundos en volver a acercárseme y en comenzar a manosearme las tetas con desesperación).

Mientras sus hijos me manoseaban las tetas, Gerardo se me acercó a mí y cogiéndome suavemente de una mano, me llevó hacia el colchón que había tirado en el suelo, donde ya habían colocado las sábanas.

· Maria, túmbate boca arriba en el colchón y coloca tus manos hacia atrás, sobre la almohada.

Había llegado el momento de sacrificarme por mi familia, así que sin oponer ninguna resistencia ni decir ni una sola palabra, me tumbé sobre el colchón que habían improvisado en aquel sótano, haciendo caso a las palabras que el casero me dijo, quien enseguida animó a sus hijos para que jugaran conmigo.

· Vamos hijos, disfrutad de vuestro regalo… Jugad con sus tetas, y que no os dé vergüenza porque la diferencia entre una mujer como Maria y una puta, es que ella os va a dejar que le hagáis todo lo que queráis sin que le tengáis que pagar un solo euro, de eso ya me encargo yo, incluso os va a besar en la boca y eso no lo hace ninguna puta. ¿Verdad Maria?... Venga, dale un apasionado beso a mis chicos, que están deseando estar con una mujer madura como tú.

Los chavales se tumbaron uno a cada lado mío y yo completamente humillada no tuve más remedio que girar mi cabeza y darle un pequeño beso a Andrés, que todavía no había tenido ninguna experiencia con ninguna mujer, después y más avergonzada todavía, giré mi cabeza hacia el otro lado, donde estaba David, de quien no pude quitarme de la cabeza que era amigo de mi hijo Miguel, y con los ojos cerrados abrí mi boca y dejé que me metiese la lengua y jugase con ella mientras me manoseaba las tetas y me caían varias lágrimas por las mejillas. Cuando abrí los ojos, vi al padre de los dos muchachos arrodillado delante de mí, subiéndome la falda hasta dejármela por la altura de la cintura, dejando a la vista el pequeño tanga que cubría mi entrepierna.
Fue entonces cuando pensé que me lo iba a bajar hasta los tobillos, pero me equivoqué, para mi sorpresa, fueron sus hijos los que lo hicieron.


  • Hijos, ahora coged cada uno la goma del tanga de Maria y quitádselo, uno de los momentos más eróticos de una relación es cuando se le quitan las bragas a la mujer.

Haciendo caso a lo que les decía su padre, comenzaron a bajarme el tanga hasta que me lo quitaron por completo mientras yo les ayudaba a que lo hicieran, cerrando mis piernas y flexionando mis rodillas para facilitarles la tarea. En ese preciso momento fue cuando vi la alianza que me regaló mi marido el día que nos casamos y que con tanto orgullo había llevado puesta durante todos estos años, y sin poderlo evitar, mis mejillas comenzaron a mojarse con lágrimas que me caían de manera intensa. Ahora estaba completamente desnuda delante de aquellos tres pervertidos excepto por la falda, que la llevaba subida hasta la cintura, y cuando quise darme cuenta, el casero comenzó a restregar su mano por mi entrepierna, acariciando suavemente mi delicado y rasurado fruto prohibido.


  • ¿Habéis visto que coño más hermoso? Su chochito es tan elegante como su dueña, con tan sólo una pequeña línea vertical de pelo sobre los labios.
  • Ya habéis tenido suficiente ¿no os parece?, parad esto por favor, soy una mujer casada y decente, esto no está bien. – (les supliqué entre lágrimas).
  • Tu misma Maria, ya sabes cuál es el trato, así que si lo dejamos ahora, lo que has hecho por tu familia no habrá servido de nada. Ya sé que estás casada y eso hace que esto sea todavía más morboso, y por supuesto que eres decente, por eso estás permitiendo que esto ocurra. También sé que siempre le has sido fiel a tu marido, todavía recuerdo el primer día que os vi llegar a mi despacho, lo cariñosos que estabais el uno con el otro, incluso llegué a pensar que os acababais de casar. Pero aquí has venido por voluntad propia, nadie te está obligando a hacer nada que tu no quieras, si quieres irte vete, ninguno de nosotros te lo vamos a impedir, eso sí… Si lo haces, lamentarás no haberte quedado cuando tú y tu familia os veáis en la calle. ¿En serio quieres marcharte?

El muy hijo de puta sabía que me tenía a su merced y que podría hacer conmigo lo que le viniera en gana, pues era consciente de la precaria situación en la que estábamos yo y mi familia, y gracias a eso se aprovechó de la situación para hacer realidad las fantasías que había tenido conmigo durante todos estos años. Sin dejar de sollozar mientras los jovencitos me metían mano por todos sitios, negué con la cabeza dándole a entender que no me iba a marchar, y al casero se le iluminó la cara con una sonrisa de oreja a oreja mientras decía:

· Muy bien, eso significa que se queda y como bien ha dicho ella, es una mujer decente, no una zorra. Eso quiere decir que es una mujer limpia, así que podemos chuparle el coño hasta cansarnos.
Seguro que pocos más lo han hecho a parte de su marido.

Dicho esto y con la excusa de enseñar a sus hijos como se comía un coño, me hizo separar las piernas y metió su cabeza entre ellas.
Primero empezó a darme pequeños mordiscos en el interior de mis muslos y a rozármelos con sus dientes, y poco después sacó la lengua y empezó a jugar con ella sobre mi clítoris, al mismo tiempo que me metía uno de sus dedos en el coño, parando cada cierto tiempo para explicarles a sus hijos como hacerlo. Unos minutos más tarde, Gerardo se tumbó a mi lado y mientras me acariciaba el vientre y los pechos, me hizo besarlo para que yo también me deleitara con el sabor de mi entrepierna, y aunque yo no quería hacerlo, no tuve más remedio que darle un beso con lengua mientras el pequeño de sus hijos se había colocado detrás de mi cabeza y me amasaba las tetas con pasión, dándome besos por el cuello. Enseguida se acercó su hijo mayor, que aunque todavía no hubiese estado con ninguna mujer de mi edad, se notaba que había estado con más de una chica, ya que tenía bastante habilidad en lo que estaba haciendo, y cuando Gerardo vio cómo su hijo mayor seguía sus pasos, se apartó de mí y se sentó en una silla cercana a observar como sus dos hijos disfrutaban de mí. A los pocos minutos, David también me hizo besarlo mientras Andrés se situaba entre mis piernas para imitar a su padre y su hermano mayor.

Yo hacía lo posible por no gozar con aquello, pero me estaba costando mucho contenerme, ya que mientras uno me besaba y me manoseaba el pecho, el otro me separaba los labios del coño para jugar con mi clítoris, al mismo tiempo que metía y sacaba su lengua de mis entrañas. Ahora eran sus dos hijos los que se turnaban mientras el padre los miraba sin perder detalle, Andrés apenas tenía experiencia y cuando estaba en mi entrepierna yo casi no sentía nada, pero en el momento que cambiaban de sitio y David ocupaba su lugar, la cosa cambiaba radicalmente. Yo estaba empezando a disfrutar con la lengua de David y me sentía culpable por ello, pero no podía hacer otra cosa que cerrar los ojos y dejarme hacer pensando en mi familia, esperando que aquello terminase cuanto antes. Lo que no sabía era que aquello no había hecho más que comenzar y cuando quise darme cuenta, el degenerado de Gerardo, no contento con la humillación a la que me estaba sometiendo, me dijo con una sonrisa de oreja a oreja:


  • Maria, hasta ahora te has portado fenomenal con mis hijos y los has puesto muy cachondos, no hay más que verlos, así que ha llegado el momento de que les devuelvas el favor.

Yo temblé al oír aquello y miré a Gerardo con cara de cordero degollado como suplicándole que no me pidiera hacer eso, pero antes de que pudiera decirle nada, se dirigió hacia un rincón de la sala y sacó de un armario cerrado con llave, el contrato ya firmado por su parte, en el que se comprometía a no cobrarnos durante todo un año el alquiler del piso ni a mí, ni a mi familia. Así que no tuve más remedio que acceder una vez más a la humillación a la que me estaba sometiendo, para evitar que nos quedásemos en la calle.
Totalmente avergonzada me giré hacia los chicos que estaban detrás de mí, y al hacerlo me di cuenta de que ambos ya estaban completamente desnudos esperando que como bien me había pedido el padre, les devolviese el favor. Yo estaba de rodillas en el colchón con las tetas al aire y la falda por la cintura cuando David le dio un pequeño empujón a Andrés, el más pequeño de sus dos hijos, que se me acercó rápidamente para que le chupase su joven y virginal miembro viril, que no dejaba de apuntar al techo.
En ese momento aproveché para bajarme la falda y al menos ocultar aunque solo fuera durante unos minutos, parte de mi cuerpo desnudo, pues a pesar de lo que estaba pasando en aquel sótano, yo me sentía muy avergonzada y humillada. Tras hacerlo me senté sobre el colchón y con mis manos temblorosas, cogí a Andrés de sus glúteos y lo atraje aún más hacia mí, para empezar a pasar mi lengua lentamente por su pene. Le di dos pequeños lametazos por el tronco y en el momento que me la metí a la boca, un gran chorro de semen salió disparado hasta mi garganta sin que me diese tiempo a reaccionar, mientras el joven me agarraba de la cabeza para que no me separase de él, provocándome varios estornudos y arcadas y haciendo que me tragase hasta la última gota de su semen para no ahogarme.
Cuando su padre y su hermano vieron aquello comenzaron a reírse a carcajadas, mientras Gerardo bromeando, le decía a su hijo:


  • Hijo, una de dos, o tienes eyaculación precoz o estabas muy caliente. Aunque yo creo que ha sido más bien lo segundo, jajaja.

Yo seguía tosiendo y recuperándome de aquel acto que me pilló tan de sorpresa, cuando se me acercó su hermano de inmediato, y sin mediar palabra, me metió su polla a la boca aguantándome de la cabeza. Cuando lo hizo y tras sentir mis labios, cerró los ojos y empezó a moverme la cabeza hacia delante y hacia atrás. Poco después apartó sus manos y aproveché para sacarme su polla de la boca y coger un poco de aire, fue cuando me di cuenta del pedazo de rabo que tenía aquel chico, debía medirle unos 20 centímetros aproximadamente y era bastante grueso.
Le miré a la cara y seguía con los ojos cerrados, tenía un gesto facial que hablaba por sí solo y se notaba que estaba igual de caliente que su hermano, pero yo lo único que quería es que aquella pesadilla acabase cuanto antes, así que sin mediar palabra hice lo mismo que hice con el primer joven, comencé a pasar mi lengua varias veces por el tronco de su pene y a jugar con mi lengua durante un rato sobre el glande de aquel chico para acto seguido meterme su pene a la boca. Cuando lo hice empecé a chupársela despacio y con delicadeza por si pasaba lo mismo que con Andrés, pero en ese momento fue cuando me di cuenta de que a pesar que David estaba muy cachondo, no iba a tener un orgasmo tan fácilmente, por lo que gradualmente comencé a aumentar el ritmo, y unos minutos más tarde una nueva explosión de semen inundó mi garganta de nuevo, dejándome con la boca llena de leche, que no tuve más remedio que volverme a tragar para no ofender a ninguno de los tres y evitar que me humillasen más.
Fue entonces cuando Gerardo, el padre, me dijo con ojos de lujuria y cara de depravado:


  • Maria, quiero verte completamente desnuda. Ponte de pie y deja que mis hijos y yo nos deleitemos viendo tu hermoso cuerpo al natural.

Yo sabía perfectamente que no tenía otra alternativa que hacer caso a todo lo que me decían si no quería quedarme en la calle junto a mi marido y mi hijo, así que no tuve más remedio que hacer lo que aquel pervertido me pidió, y ya apenas me importaba demasiado quedarme desnuda delante de aquellos depravados, total ya me lo habían visto todo y habían abusado de mí a su antojo, así que me dispuse a quitarme la falda, pero antes de que terminase de desabrochármela para dejarla caer al suelo, Gerardo me interrumpió de nuevo diciendo que sólo me la subiera hasta la cintura, pues quería que me quedase con la falda puesta. Y eso hice, completamente humillada, me puse de pie y comencé a subirme la falda hasta la cintura dejando a la vista mi rasurado coño, delante de aquellos tres pervertidos.
Enseguida se me acercaron los tres, y mientras David me cogía de la mano haciendo que empezase a dar vueltas sobre mí misma como si fuese un simple trozo de carne, el padre de los chicos comenzó a acariciarme y apretarme el culo con fuerza, mientras me daba varios azotes en las nalgas. Fue entonces cuando me di cuenta de que a los chavales se les había vuelto a poner dura la polla, y en ese mismo instante, Gerardo rompió el silencio para volver a darme otra de sus humillantes órdenes.

· Muy bien Maria, ahora vuelve a tumbarte boca arriba sobre el colchón, mis hijos quieren follarte.

Me sentía como una marioneta frente a aquellos degenerados pero no tenía otra opción que hacerles caso, y con los ojos humedecidos y mis mejillas llenas de lágrimas, no tuve más remedio que tumbarme sobre el colchón y dejarme hacer, esperando que todo aquello terminase cuanto antes mientras el padre animaba a sus hijos a que me follaran como si fuese una puta cualquiera.


  • David, fóllate a la madre de tu amigo y demuéstrale lo hombre que eres.

El chico no tardó ni dos minutos en tumbarse sobre mí y abrirme las piernas para meterse él en medio, fue entonces cuando le supliqué al oído que no lo hiciera, que era la madre de su amigo, pero eso pareció excitarlo todavía más y haciendo oídos sordos a mis súplicas, comenzó a restregarme su pene por los labios de mi vagina, como si estuviese jugueteando y tanteándome el coño antes de penetrarme.
Minutos después, al ver que el joven no se decidía en meterme la polla, el casero me pidió que le ayudara y fuese yo quien lo hiciera. El muy cabrón, quería que yo le cogiese la polla a su hijo y me la metiese en el coño como si fuese una golfa. Al oír aquellas palabras, no tuve más remedio que tragarme mi orgullo y con mis manos temblorosas guiar el pene del chico hacia el interior de mi vagina, mientras me mordía los labios para intentar no gemir ni emitir ningún sonido que les hiciera pensar que yo estaba disfrutando con aquello, pues me sentía sucia y tenía la autoestima por los suelos. Le estaba siendo infiel a mi marido por primera vez a cambio de conservar nuestro hogar y tener un techo en el que resguardarnos del frío, y eso me hacía sentirme fatal conmigo misma, pues siempre he sido muy feliz en mi matrimonio y nunca antes se me había pasado por la cabeza hacerle algo así a mi esposo, pero sabía que si no lo hacía, nos quedaríamos en la calle y sin ningún alimento que llevarnos a la boca.


  • Maria, quiero que tú también colabores, besa a mi hijo mientras te folla y compórtate con él como lo haces cuando te acuestas con tu marido.

Me costó un poco dar el paso pero los bombeos del joven cada vez eran más rápidos, parecía que aquellas palabras de su padre lo habían excitado todavía más, y aunque yo me resistía a disfrutar con aquello, los estímulos que estaba recibiendo en mi entrepierna provocaron que involuntariamente abriese mi boca levemente, permitiendo que aquel joven comenzase a besarme y a jugar con mi lengua mientras me penetraba vigorosamente. Cerré los ojos y me dejé llevar con la respiración entrecortada, por la confusa sensación de placer y humillación que estaba sintiendo en aquel momento, y suavemente comencé a acariciar la espalda y los glúteos de aquel chico mientras él me seguía besando como si le fuese la vida en ello, al mismo tiempo que me penetraba salvajemente delante de su hermano y de su padre.
Unos minutos más tarde sentí que el chico estaba llegando al éxtasis y que en cualquier momento acabaría teniendo un orgasmo, fue entonces cuando traté de apartar un poco mi cara de la suya para suplicarle a su padre que no le dejase correrse dentro, pues yo todavía era fértil y si el chico terminaba dentro de mí, podría dejarme preñada. Pero antes de que me diese tiempo a articular palabra, el chico comenzó a dar pequeños y rápidos espasmos sobre mí, mientras descargaba todo su semen en mi interior, sin sacar su pene de mi vagina.
Cuando terminó de correrse, cayó sobre mí completamente agotado y casi sin fuerzas, apoyando su cabeza sobre mis hombros y dando grandes suspiros y gemidos cerca de mis oídos, mientras yo hacía lo posible por quitármelo de encima para tratar de limpiarme y evitar que su semen llegase a mi útero.

Segundos después, el chico se tumbó boca arriba a mi lado mientras se recuperaba del orgasmo que acababa de tener, al mismo tiempo que yo trataba de incorporarme sobre el colchón para limpiarme todo el semen que me había dejado por los muslos y por el chocho, pero antes de que consiguiera ponerme de rodillas, el casero animó a su otro hijo para que tomase el relevo.

· Vamos Andrés, es tu turno. Ha llegado el momento de que te estrenes y sepas lo que se siente al estar con una mujer. Es toda tuya.

Rápidamente el más joven de los dos chavales se me acercó y de un pequeño empujón, volvió a tumbarme boca arriba sobre el colchón impidiéndome que me levantase para limpiarme, y sin decir absolutamente nada, se tumbó sobre mí siguiendo los pasos de su hermano. Yo estaba aturdida y muy nerviosa, pues sabía que si no hacía nada podría quedarme embarazada, pero el casero se dio cuenta de mi inquietud y llevando una de sus manos a uno de sus bolsillos, sacó un envoltorio con varias pastillas, y sentado en la silla frente a nosotros me lo enseñó diciendo:

· No te preocupes Maria, son pastillas para el día después, si te sigues portando tan bien y nos obedeces a todo lo que te digamos tal y como estás haciendo hasta ahora, cuando terminemos contigo te las daré para evitar que te quedes embarazada y que tu marido se entere de que le has puesto los cuernos, pero ahora deja que mi pequeño disfrute también de tu cuerpo.

Al oír aquello me quedé algo más tranquila y sosegada, pues sabía que si conseguía aquellas pastillas, no tendría que preocuparme por quedarme preñada, pero para conseguirlas tenía que hacer todo lo que ellos me dijesen, ya que si no lo hacía, nunca me darían esas pastillas y podría tener un disgusto mayor. Ahora el muy cabrón me tenía chantajeada por dos sitios, ya no solo no me daría el contrato de vivienda en el que nos permitiría vivir gratis a mí y a mi familia durante todo un año en su piso de alquiler, sino que ahora yo también podría tener un embarazo no deseado por parte de aquellos mal nacidos. Así que ahora estaba a su entera merced, y no tuve más remedio que dejar de resistirme y permitir que aquel jovencito se divirtiese conmigo.
El chico no paraba de estrujarme y chuparme las tetas mientras me restregaba el pene por mi entrepierna, y para tener 16 años no tenía nada que envidiarle a su hermano ni a su padre, pues tenía un miembro bastante desarrollado para su edad. Yo me sentía muy avergonzada y humillada pero por si eso no era suficiente, las palabras de aquel joven me ruborizaron todavía más.


  • Yo también conozco a tu hijo, pero a ti no te conocía. Tu hijo tiene mucha suerte de tener una madre tan maciza y complaciente como tú.
Seguro que en más de una ocasión también se ha masturbado pensando en ti y ha tenido ganas de follarte como yo estoy a punto de hacer.

Por aquellas palabras supe que el carácter de Andrés era muy parecido al de su padre, que al oírlo tanto él como su hermano, no dejaban de reírse a carcajadas.
Enseguida se tumbó encima de mí y sin mediar palabra metió su erecto pene dentro de mi vagina de un fuerte empujón, provocándome que diese un gran suspiro de placer y dolor al mismo tiempo, al sentir como aquel joven me penetraba. Estaba como poseído, yo era la primera mujer con la que aquel joven mantenía relaciones sexuales y a pesar de que no tenía ninguna experiencia, tenía muy claro cómo follarse a una chica, pues en esa edad seguro que había visto muchas películas pornográficas que le habían servido de ejemplo.
No dejaba de manosear mis tetas al mismo tiempo que bombeaba en mi entrepierna, su boca buscaba mis labios y su lengua recorría mis mejillas de arriba abajo al ritmo de sus vigorosas embestidas, yo apenas tuve que moverme para facilitarle la tarea, únicamente cerré los ojos y me dejé llevar respondiendo a sus besos y a sus caricias, deseando que aquello terminase cuanto antes.
Pronto sentí que su excitación cada vez iba en aumento y a los pocos minutos, terminó teniendo un fuerte orgasmo que provocó que descargase todo su semen en mis entrañas antes de caer rendido a mi lado, sobre el colchón. Cuando lo hizo, suspiré aliviada pensando que todo había terminado, pero enseguida me di cuenta de que aquello solo era el principio.
El casero enseguida se me acercó y me dijo que me pusiera de pie mientras él se situaba detrás de mí, y mientras el semen de aquel jovencito se deslizaba por mis muslos, Gerardo me bajó la falda hasta los tobillos y comenzó a acariciármelo suavemente susurrándome al oído:

· Llevo años soñando con este precioso culo que tienes Maria, y hoy al fin va a ser mío.

Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo cuando oí aquello y enseguida me puse a temblar, pues aquel pervertido no contento con la humillación a la que me estaba sometiendo, ahora quería sodomizarme.
Enseguida traté de suplicarle que no lo hiciera, le dije que le haría todo lo que él quisiera, tanto a él como a sus hijos, pero que no me penetrase por detrás, y una vez más mis suplicas no sirvieron de nada.
De un fuerte empujón, me hizo caer al suelo quedándome a cuatro patas y mientras yo trataba de darme la vuelta para evitar que me sodomizase, el casero me volvió a insistir…

· Maria un trato es un trato, hoy eres nuestra, nuestro juguete. Esta mañana te he propuesto estar a nuestra disposición a cambio de no echaros a la calle a ti y a tu familia y tú has aceptado, así que debes cumplir tu palabra a no ser que no te importe que lo que has hecho hasta ahora no haya servido de nada.

Mientras él se desnudaba, yo no tuve más remedio que permanecer resignada a cuatro patas esperando que aquel depravado pusiera punto y final a aquel tormento, y enseguida sentí como me abría las nalgas con las manos, dispuesto a sodomizarme no sin antes echar varios escupitajos en mi ano. Pronto sentí como la polla de Gerardo se deslizaba de un lado hacia otro esparciendo sus escupitajos, y como poco a poco comenzaba a penetrarme el culo sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Con mis mejillas cubiertas de lágrimas, no tuve otra opción que apoyar mi cara sobre la almohada para tapar mi boca y evitar que se oyeran mis gritos, mientras Gerardo me metía su polla hasta el fondo. Me penetraba despacio y con delicadeza pero aun así el dolor cada vez era mayor, y mientras yo hacía lo posible por tratar de relajar mi esfínter para que el dolor no fuera tan grande cuando el casero me sodomizaba, traté de consolarme mentalmente pensando que aquello lo hacía por mi familia.
Afortunadamente aquella pesadilla pronto se vio interrumpida gracias a que Gerardo tuvo un orgasmo a los pocos minutos de sodomizarme, pero enseguida me hizo ver que aquello solo era un descanso, pues enseguida me volvió a decir:


  • Maria mis hijos son jóvenes, y como ya sabes los jóvenes se excitan con mucha facilidad, así que ahora utiliza tu boca y tus manos para que se vuelvan a excitar y para que así ellos también puedan disfrutar de tu delicioso culo.

Yo estaba muy dolorida, las pocas veces que he intentado que mi marido me penetrase por detrás, siempre hemos tenido que dejarlo por imposible, pues tengo el culo muy estrecho y siempre que lo hemos intentado me ha hecho mucho daño. Pero quizás ahora que Gerardo me lo había abierto a la fuerza, no me doliese tanto cuando me lo hicieran sus hijos, pues a pesar de que los dos chicos estaban muy bien dotados, el pene de Gerardo era mucho más grueso.
Yo lo único que quería era terminar con aquello y que ese infierno al que me estaban sometiendo terminase cuanto antes, así que me acerqué a Andrés y sin decir absolutamente nada, cogí su pene y mientras cerraba los ojos me lo metí a la boca. Comencé a chupársela con ansia y desesperación, lo único que quería era que aquello terminase y cuanto antes se excitasen los chicos, antes terminaría todo, así que se la chupé durante unos minutos al mismo tiempo que le manoseaba los testículos con una de mis manos, y enseguida se le puso dura.
Cuando estuvo lo suficientemente excitado, fue él mismo quien me apartó la cabeza de su entrepierna y se puso rápidamente detrás de mí buscando mi culo.
Fue bastante torpe y me hizo daño, aunque la sensación de dolor ya no era tan grande como cuando lo hizo Gerardo, y tras un par de embestidas acabó llenándome el culo de semen.
Tras correrse, cayó rendido sobre mi espalda haciendo que me cayese boca abajo sobre el colchón, y sin apenas fuerzas lo aparté dejándolo tumbado a un lado, mientras yo me incorporaba de nuevo para dar paso a su hermano mayor. Después me acerqué a David, y mirándole a los ojos me metí su pene a la boca para comenzar a chupárselo, él aprovechó para manosearme un poco las tetas mientras yo se la chupaba, y enseguida conseguí que volviese a tener una erección lo suficientemente considerable para penetrarme, pero antes de que me diese tiempo a apartarme de él y colocarme, me cogió de las caderas y me dio la vuelta dejándome de espaldas a él, fue entonces cuando comenzó a meterme la polla por detrás mientras suspiraba diciendo:

· ¡Joder Maria, que delicia de culo tienes, está muy estrechito! ¡Ahora entiendo porque mi padre y mi hermano se han corrido tan pronto!

Mientras me sodomizaba cogiéndome de las caderas, comenzó a darme varios azotes en las nalgas, y poco después comenzó a vaciarse dentro de mí, dándome varios empujones con su pene todavía en mi interior. Cuando se apartó de mí, no sin antes darme varios besos por el cuello mientras me cogía del pelo para atraer mi cara a la suya y besarme, yo estaba agotada, ya apenas me quedaban fuerzas para seguir y no pude evitar llorar en silencio de forma desconsolada. Me sentía como si fuese una verdadera puta por haberle sido infiel a mi marido y por haberme dejado hacer todas esas vejaciones con aquellos pervertidos, pero el casero enseguida se me acercó con un rollo de papel para que me limpiase un poco y me echó un sobre cerrado sobre la almohada.


  • Contiene un contrato firmado por mí, en el que tú y tu familia dispondréis del piso durante doce meses sin gasto alguno por vuestra parte. Mañana podrás cobrar también el talón, tú has cumplido con tu parte del trato y como ves, yo también cumplo con la mía. Ya puedes marcharte si quieres.

Lo primero que hice fue coger el sobre y mientras terminaba de limpiarme como podía con aquel pequeño rollo de papel, me incorporé cogiendo mi ropa mientras me ponía de pie para vestirme y arreglarme un poco el pelo, después cogí el bolso donde guardaba la ropa con la que había salido de casa y me metí al baño a lavarme y a ponerme la ropa con la que me había visto salir mi marido.


  • Confío en que nunca le digáis nada de esto a mi hijo. – (dije desde el baño)
  • No te preocupes, será nuestro secreto. – (contestó David)

A los pocos minutos, salí del baño y me dirigí hacia la puerta dispuesta a volver a casa.

Al día siguiente, y con mucho miedo por si mi marido sospechaba de mí o descubría lo que había pasado, le dije que me habían tocado 2000 euros en la lotería, y por suerte me creyó a la primera.
Él me dijo que también tenía buenas noticias que darme y me contó que la tarde anterior, mientras yo estaba “en casa de mi amiga”, lo llamaron por teléfono para hacerle una entrevista de trabajo, y antes de terminar la semana mi marido estaba trabajando como conductor de autobús en una nueva empresa. Pasaron varios días y las cosas empezaron a mejorar, fue entonces cuando mi marido y yo respiramos aliviados, pues todo parecía indicar que nuestra mala racha se había acabado y volvíamos a tener ingresos con los que poder hacer frente a todos los pagos.
Lo único que no me gustaba en absoluto era que desde aquella misma tarde en la que accedí al chantaje del casero y de sus dos hijos, David se había convertido en muy buen amigo de mi hijo, pero yo no podía hacer nada por impedir que Miguel se juntase con aquel chico, pues no había ningún motivo a la vista para impedírselo, así que no me quedó más remedio que aceptar la amistad que habían cogido.

Unos días más tarde, David invitó a Miguel a pasar el próximo fin de semana en una casa que tenía su padre cerca de la Costa Brava, y aunque yo no quería que mi hijo se fuese con él, no me quedó otra opción que asumirlo rezando porque ninguno de aquellos dos chicos, le dijesen a mi hijo lo que habían hecho conmigo. Ese mismo día llamaron a mi marido del trabajo y le dijeron que tenía salir por la tarde para hacer un viaje de dos semanas, así que después de comer y ayudarle a preparar la maleta, mi marido se despidió de mí dejándome sola en casa.
Por la noche sonó el teléfono y cuando lo cogí escuché la voz de Gerardo, al oír su voz me puse muy nerviosa pero antes de darme tiempo a decir nada, me dijo que quería que me pasara por su oficina a primera hora de la mañana para hablar sobre un tema según él, muy importante para mí. Yo traté de ponerle excusas, pues intuía que aquel pervertido quería volver a chantajearme de nuevo, pero sin casi dejarme hablar me convenció para que fuera, al fin y al cabo yo no perdía nada por hacerlo, pues tenía mi contrato firmado por él en el que decía que nos cedía el alquiler del piso, así que si me intentaba chantajear de nuevo me negaría rotundamente, puesto que mi marido ya había conseguido trabajo y nuestra necesidad económica estaba comenzando a desaparecer.
Aun así lo que no me hacía ninguna gracia era volver a verle de nuevo, y menos todavía después del festín que se había pegado conmigo, pero sentía curiosidad por lo que quería decirme, así que al día siguiente salí de casa muy temprano y me dirigí a su oficina. Al llegar me recibió el mismo, pues estábamos en pleno mes de agosto y no había nadie en las oficinas, me hizo pasar a su despacho y mientras me invitaba amablemente a tomar asiento, me dijo:

· Verás Maria, el motivo de haberte llamado es para decirte que me quedé personalmente muy satisfecho contigo el otro día y quería que lo supieras.
· Ya me imagino, me humillaste como quisiste y me hiciste hacer verdaderas obscenidades contigo y tus hijos aprovechándote de la situación en la que yo y mi familia nos encontrábamos, pero no te hagas ilusiones porque eso no va a volver a suceder – (le dije con voz tajante y gesto serio)
· Tranquila mujer, no te pongas así… Ya me he enterado de que tu marido ha conseguido trabajo y tal y como están ahora las cosas es un verdadero alivio, pero no te enfades, sólo me apetecía volver a verte.

Yo me sentía muy incómoda con aquella conversación y quería evitar hablar de aquello como fuese, así que sin dejarle terminar de hablar, le dije que para qué me había llamado, que fuera al grano y me dijese el motivo de haberme hecho ir a sus oficinas.


  • Bueno verás, resulta que conozco a los jefes de tu marido, ellos son amigos íntimos y fui yo quien les habló de tu marido para que lo contratasen tan rápidamente.
Por otra parte también me ha parecido buena idea la de mandar a tu hijo y los míos a pasar el fin de semana a mi casa de la Costa Brava para que así se vayan conociendo y vayan cogiendo amistad.

  • Muchas gracias, ¿algo más? – (le respondí con tono serio)
  • Si, bueno el caso es que a los jefes de tu marido les debo algún favor y he pensado que sería perfecto hacer una fiesta con ellos como la que hicimos nosotros en mi casa.
  • ¿Con los jefes de mi marido? ¿pero tú estás loco? ¡Eres un hijo de!... Ya no estamos tan necesitados, vamos ¡ni de coña! – (respondí enfadada mientras me levantaba de la silla dispuesta a marcharme)
  • A ver Maria, cálmate… No estoy pidiendo tu opinión, sino exponiéndote mis planes. Espera un momento, antes de que te vayas quiero que veas algo…

Y mientras me disponía a marcharme, Gerardo desde su sillón cogió el mando de la televisión que había en su despacho y puso un video en el que aparecía yo entrando al sótano de su casa, delante de él y de sus hijos. Yo me quedé paralizada al ver que lo había grabado todo en video, y él con una sonrisa de oreja a oreja, hizo un avance rápido del video donde se veía con detalle todo lo que pasó aquella tarde.

· Bueno pues tú decides, pero si no aceptas el trato que sepas que me aseguraré de que tanto tu marido como tu hijo vean este video.
· ¡Eres un hijo de puta! Me prometiste que nadie se enteraría de esto.
· Y nadie se enterará si haces lo que te pido.
· ¿Quién más ha visto esto?
· Te aseguro que nadie ha visto el video, de veras, ni siquiera mis hijos saben que existe. Pero no creo que te interese que esto salga de aquí, ¿verdad? - (dijo sonriéndome desde su sillón)

Cuando cogí el teléfono la noche anterior y oí la voz de Gerardo algo me decía que su llamada no era para nada bueno y ahora vi que tenía toda la razón al pensar aquello.
Una vez más volvía a tenerme a su merced, me había vuelto a chantajear y esta vez no tenía más remedio que aceptar su chantaje para que nadie más viese el video, ya no solo mi hijo y mi marido, sino mis conocidos o familiares, pues aquel tipo era tan perverso que si yo no aceptaba hacer lo que él me pedía, haría cualquier cosa con tal de conseguirlo.
Seguía paralizada frente a la puerta, sin dejar de mirar la televisión y ver lo que me hicieron en aquel sótano a cambio de que no nos echasen de casa, y sin poder evitar ponerme a llorar desconsoladamente, asentí con la cabeza dándole a entender a aquel depravado que accedería a su chantaje.


  • Está bien, pues esta misma noche a eso de las doce te recogerá un taxi en la puerta de tu casa y te llevará a la mía, donde yo y los jefes de tu marido te estaremos esperando.
Toma, coge esta bolsa… Te he comprado algo de ropa para que vengas vestida con ella, estoy convencido de que será de tu talla, pero si no lo es, póntela igualmente, al fin y al cabo, estamos entre amigos.

  • Pero… ¿y si a mi hijo o a mi marido les da por llamar a casa a esa hora? Si no cojo el teléfono van a pensar que ha sucedido algo, o incluso mi marido puede sospechar.
  • No te preocupes por eso está todo pensado, hablaré con mis hijos para que le insinúen a tu hijo que te llame antes, y los jefes de tu marido se encargarán de que no tenga tiempo de llamarte esta noche.
Una cosa más, si finalmente te echas atrás y no vienes esta noche o no vienes vestida con esta ropa, pasará lo siguiente… Tu marido será despedido de inmediato y volveréis a tener serios problemas económicos, después le haremos llegar una copia de este video tan excitante en el que su querida mujer es la protagonista, y finalmente a tu querido hijo le llegará otra copia del video para que vea lo bien que se lo pasa su madre a espaldas de su marido. Estás avisada…

Tras oír las humillantes palabras de Gerardo, cogí la bolsa y salí de la oficina, ya en el coche, abrí la bolsa que me había dado y vi el tipo de ropa que quería que me pusiera esa noche.

Dentro de la bolsa había un top elástico y semi-transparente de color negro, con escote “palabra de honor”, y una minifalda tipo “cinturón” de color blanco, de esas que no cubren más que lo necesario y que se ajustan al cuerpo como si fuese una segunda piel. Seguí mirando y también vi un tanga de hilo de color rosa pálido, con bordados y transparencias en la parte frontal, junto a unas medias de rejilla y unas botas altas de tacón. Fue entonces cuando una inmensa sensación de culpabilidad me recorrió de arriba abajo, ¿cómo pude ser tan ingenua de pensar en que si accedía a la propuesta que me hizo el casero por primera vez, mis problemas económicos acabarían?, quizás porque en ese momento estábamos pasando tantos apuros económicos en casa, que no vi otra solución para intentar que nuestra suerte cambiara, pero nunca se me pasó por la cabeza que si accedía a aquello, esa no sería la única vez que sucedería, pues ahora me había vuelto a chantajear con la única diferencia de que me vistiese y me comportase como una prostituta para él y para los jefes de mi marido, a cambio de que nadie más viese el video de mi primer encuentro con Gerardo y sus dos hijos, y así evitaría que a mi marido lo despidiesen del trabajo y nuestra situación volviese a empeorar.
El cabrón de Gerardo lo había planeado todo, había hecho que un par de amigos suyos contratasen a mi marido en una empresa en la que tendría que viajar frecuentemente y pasar mucho tiempo fuera de casa, pero por si eso no fuera poco, también se había llevado lejos a mi hijo para que así yo me quedase sola y pudiera hacer conmigo lo que a él le diese la gana.

Cuando llegué a casa, me preparé algo rápido para cenar y después me metí a la ducha dispuesta a prepararme y vestirme, con la ropa que me había dado el casero para nuestro nuevo encuentro.
Ya dentro de la ducha comencé a enjabonarme todo el cuerpo mientras pensaba en todo lo que estaba a punto de ocurrir esa misma noche, pero poco después empezó a sonar el teléfono.
Rápidamente salí de la ducha y cogí una toalla para secarme todo el agua y el jabón que llevaba por encima, y mientras me secaba dudé en coger el teléfono por si era el cabrón del casero y por si intentaba humillarme aún más con un nuevo chantaje, pero luego pensé en que por las horas que eran, quizás fuese mi hijo el que llamaba, así que salí completamente desnuda corriendo por el pasillo hasta que llegué al salón y cogí el teléfono. Al oír la voz de Miguel me sentí aliviada, y con disimulo traté de ocultar mi estado de ánimo para que no me notase extraña, pero cuando me despedí de él y colgué el teléfono no pude evitar ponerme a llorar pensando en lo que se me venía encima.
Unos minutos después, miré el reloj que había en el salón y ya eran casi las once y media de la noche, así que completamente desnuda y todavía mojada por el agua de la ducha, volví al baño para terminar de aclararme y comencé a vestirme con la ropa que me habían ordenado llevar. Un cuarto de hora después, a falta de ponerme las botas y pintarme un poco, fui a la cocina y pasé un poco el mocho por el pasillo y por el comedor, para limpiar toda el agua que había en el suelo al haber salido mojada de la ducha para coger el teléfono. Luego volví al baño de nuevo y me enfundé las medias de rejilla y las botas, eran unas botas altas con mucho tacón y me llegaban casi por las rodillas, después me situé frente al espejo y al verme así vestida, no pude evitar que varias lágrimas cayeran por mis mejillas viendo la pinta de puta que llevaba en ese momento. Pero enseguida traté de reponerme y tras secarme las lágrimas, comencé a darme un poco de color en los párpados de los ojos y a pintarme los labios de un color rojo pasión.

Enseguida sonó el timbre de casa, era el taxista que Gerardo había llamado para que viniese a recogerme, le dije que bajaba enseguida y tras montar en su coche puso rumbo a casa de mi casero.
De camino a su casa, vi como el taxista ajustaba el espejo retrovisor hacia mis piernas para poder deleitarse viéndome así vestida, yo iba con las piernas cruzadas para intentar que se me viese lo justo, pero aun así, aquel tipo no dejaba de mirar por el retrovisor mientras conducía para deleitarse con mis muslos.
Enseguida llegamos a casa de Gerardo, y tras bajarme del coche no supe muy bien si acercarme a la ventanilla del taxista por si le tenía que pagar el desplazamiento o no, pero enseguida siguió su rumbo sin articular palabra y se alejó de allí dejándome sola en medio de la calle.
Muerta de miedo miré hacia los dos lados de la calle, pero por suerte a esas horas de la noche no había nadie, así que sin pensármelo ni un segundo me acerqué a la puerta del chalet de Gerardo y llamé al timbre. Enseguida contestó y me abrió la puerta desde dentro mientras salía a recibirme, al verme me dijo que estaba preciosa y mientras nos dirigíamos al interior de la vivienda, me puso una mano en las nalgas, que no apartó hasta que no llegamos al sótano donde nos esperaban los dos jefes de mi marido.

Al verme se quedaron asombrados, pero alucinaron todavía más cuando Gerardo les dijo que era la mujer de Antonio, su nuevo empleado.
No eran muy mayores, serían más o menos de mi edad, y enseguida se me acercaron y se presentaron amablemente, dándome un beso en la mejilla.
Enseguida me di cuenta de que antes de que yo llegara estaban viendo algo en la televisión, pues aunque la tele estaba apagada, el DVD seguía funcionando y había varias fundas de películas pornográficas repartidas por el mueble-bar. No tardaron en ofrecerme algo para beber pero yo estaba muy tensa, pues sabía lo que estaba a punto de suceder, aunque lo que más me desconcertaba era que ellos no parecían estar al corriente de nada. Mientras tanto, Gerardo aprovechó para encender la televisión y cambiar el DVD que estaban viendo, enseguida apareció la primera imagen en la que aparecía yo bajando las escaleras del sótano. Tras ver aquello me puse más tensa todavía, y una sensación de vergüenza se apoderó de mí haciendo que me sonrojase aún más, pero había algo raro en el video, no parecía estar completo, pues no se veía a ninguno de sus dos hijos, únicamente se nos veía a mí desnuda, y totalmente entregada a Gerardo.
Evidentemente, cuando aquellos hombres vieron el video, se quedaron boquiabiertos sin poder apartar la mirada del televisor, y yo me fui a un rincón del sótano donde había un sofá en el que me senté y me puse a llorar completamente avergonzada.


  • ¿Habéis visto que bombón?, se llama Maria y se acostó conmigo por amor a su familia. Necesitaba pagarme el alquiler y su situación económica era crítica, pero ahora y gracias a que grabé aquel encuentro, vamos a cumplir nuestra fantasía de follarnos a una mujer casada, como tantas veces hemos hablado. Por ella no os preocupéis, hará cualquier cosa que le digamos ya que sabe que si no lo hace, este video llegará a manos de su hijo y de su querido marido.

  • Pero Gerardo tío, una cosa son las tonterías que hemos hablado alguna vez después de habernos tomado cuatro copas, y otra muy distinta chantajear a esta pobre mujer, que además es la esposa de uno de nuestros empleados. – (dijo Arturo, que parecía el más sensato)
  • A mí tampoco me parece bien, pobrecilla… Ella no es ninguna zorra, sólo lo ha hecho para conseguir que su familia tuviera un hogar. – (respondió Sebastián)

Fue entonces cuando esperanzada por las dudas de los dos socios, intenté hacer lo posible para que se olvidasen de aquello y pudiera volver a casa, pero el cabrón de Gerardo enseguida se me acercó y me dijo:


  • Maria, ábrete de piernas.

Yo seguía sentada en el sofá, tenía las piernas cruzadas y varias lágrimas recorrían mis mejillas.
Avergonzada y sin levantar la mirada del suelo, negué varias veces con la cabeza mientras gimoteaba, pero Gerardo empezó a respirar cada vez más fuerte, como si estuviese enfurecido, y por miedo a que se enfadase conmigo y enviase el video a mi marido o a mi hijo, finalmente abrí mis piernas lentamente y completamente ruborizada, dejando a la vista el minúsculo tanga rosa de hilo que me había hecho ponerme bajo las medias de rejilla. Tras unos minutos con mis piernas abiertas y mientras los dos socios me miraban atentamente, Gerardo volvió a ordenarme con voz autoritaria:

· Ahora acaríciate lentamente el coño, tócate para nosotros.

Evidentemente yo no me decidía a hacerlo, pero sabía a lo que había ido allí y lo que me jugaba si no hacía caso, así que tras cerrar los ojos, comencé a pasar mis dedos por encima de mi entrepierna, que seguía cubierta por el minúsculo tanguita y las medias de rejilla. Comencé acariciándolo muy despacio, con dos dedos, pero instantes después el ritmo de mis caricias empezó a aumentar, hasta que Gerardo me cogió del brazo y me llevó al centro de la sala, donde comenzó a sobarme descaradamente el culo mientras les explicaba la situación a los otros dos.


  • Ella no le va a contar nada a nadie, y a parte de nosotros nadie sabrá nunca lo que ha pasado aquí esta noche. Además, miradla bien…Contemplad que culo tiene, mirad sus enormes tetas, y ¿qué me decís de esa hermosa carita? ¿En serio no os apetece follárosla? Será nuestra durante toda la noche, pero solo lo haremos si ambos estáis de acuerdo, ¿Arturo, tú que dices? – (dijo Gerardo mientras me exhibía como si fuese un simple trozo de carne)
  • Hombre… por mi parte claro que me gustaría echarle un buen polvo, no hay más que ver lo buena que está, así que si Sebas está de acuerdo podemos pasar un buen rato esta noche, aunque la verdad es que me da un poco de pena por ella y por su marido, pero… ¿qué demonios? ¡Vamos a pasarlo bien!
  • Joder me he puesto tan cachondo cuando la he visto bajar las escaleras así vestida y ahora que ha empezado a acariciarse el coño, que me es imposible decir que no. ¡Que empiece la fiesta!
  • Pues que sepáis que toda la ropa que lleva la he elegido yo, quería que os causase buena impresión y ya veo que no os ha dejado indiferentes – (respondió Gerardo sonriendo)

Yo hice un último intento por intentar convencer con palabras a los dos socios de que aquello no estaba bien, pero mis esfuerzos fueron en vano, ya que ninguno de los dos se echó atrás y estaban ansiosos por divertirse conmigo, así que totalmente resignada no me quedó otra opción que hacer caso a todo lo que me pedían para que aquel video no lo viese más gente. Gerardo por su parte, se apartó de mí dejándome en medio de la sala y mientras se sentaba junto a sus dos amigos sin quitarme el ojo de encima, me dijo:

· Maria voy a poner un poco de música, quiero que bailes sensualmente para nosotros.

Mis ojos estaban humedecidos, y muerta de vergüenza comencé a bailar lentamente mientras aquellos tres tipos me miraban desde sus asientos con ojos de lujuria.
Detrás de mí había una barra vertical que usé para agarrarme a ella y hacer algún que otro giro, evitando mirar a aquellos tipos para no sentirme tan humillada, pues me sentía como una verdadera puta bailando en el escenario de un burdel, para calentar a los hombres del local antes de irse con ellos a follar.
Mientras tanto ellos estaban eufóricos, no me quitaban los ojos de encima por ningún motivo y mientras se tomaban un par de cubatas, comenzaron a bromear entre ellos y a decir multitud de guarradas y obscenidades sobre mí. De vez en cuando me decían lo que debía hacer y yo obedecía sin más, ahora ya no solo era Gerardo quien me daba las órdenes, sino también los dos jefes de trabajo de mi marido, que estaban entusiasmados con la sorpresa que les había preparado su amiguito.

· ¡Sigue así, no pares de moverte!
· ¡Juega con tu faldita, ve subiéndotela y bajándotela de vez en cuando, para que veamos bien qué es lo que escondes entre las piernas!
· ¡Súbete más la falda, déjatela por las caderas que te veamos bien el culo!
· ¡Joder tío, me está poniendo a cien! Menudo bomboncito nos tenías preparado, sería un pecado no clavarle la polla esta misma noche.
· ¡Guapetona ya va siendo hora de que te vayas quitando esa faldita tan mona que llevas puesta, pero hazlo mientras sigues bailando, como si nos estuvieses haciendo un striptease!

No tuve más que dar un pequeño tirón a la falda para que se me bajase hasta los muslos, ya que al ser una falda elástica únicamente llevaba una goma que se ajustaba a mi cintura, después me di la vuelta quedándome de espaldas a ellos, y con mi culo en pompa terminé de bajarme la falda hasta los tobillos, mientras ellos admiraban pasmados y con gran entusiasmo mis grandes y tersos glúteos, enfundados por el minúsculo tanguita de hilo que llevaba puesto.


  • ¡Joder tío, le sienta de muerte esa ropa interior, tienes muy buen gusto! – (dijo Arturo mirándome lascivamente)

  • ¿Y os habéis fijado en cómo se le mueven esos melones, por qué no vemos como se le bambolean sin ese top tan ceñido? Seguro que es una gozada ver cómo le bailan al natural. – (respondió Sebas)
  • Ya lo has oído Maria, los deseos de los jefes de tu marido son órdenes para ti.

Y sin hacerles esperar demasiado, dejé de moverme sobre el escenario y comencé a subirme el top hasta que terminé sacándomelo por la cabeza y dejándolo caer al suelo, pero no sin antes intentar cubrirme mis pechos con las manos.


  • ¡Jooooder, mirad que pedazo de tetas tiene… no le caben ni en las manos!
  • Maria, ponte las manos en la nuca y muévete hacia los lados de forma rápida, queremos ver como se te balancean esas hermosas domingas.

Para mí todo aquello era un suplicio, en cambio para ellos no era más que pura diversión.
Si ya había sido duro para mí acostarme con Gerardo y sus dos hijos, ahora todavía lo era más, sabiendo que los que me estaban humillando eran los jefes de mi marido, y eso me hacía sentir fatal conmigo misma. Mis tetas se movían a un ritmo frenético, chocaban entre sí y se balanceaban de un lado para otro con gran agitación, mientras aquellos tres degenerados brindaban y bromeaban entre ellos.


  • Chicos, ¿qué os parece si cogéis vuestras copas y nos subimos a mi habitación? Allí estaremos mucho más cómodos. – (dijo Gerardo)

No hizo falta que respondieran, enseguida se levantaron los tres de donde estaban sentados, mientras cogían sus copas, Gerardo se acercó a mí y cogiéndome del brazo suavemente, me hizo subir las escaleras hasta que llegamos a su habitación, mientras yo trataba de cubrir como podía, mis pechos con las manos. Los jefes de mi marido iban detrás de nosotros, y mientras caminábamos hacia la habitación de Gerardo, me daban pequeñas caricias y palmaditas en las nalgas. Cuando llegamos a la habitación, Gerardo les hizo un pequeño gesto a los jefes de mi marido, y rápidamente retiraron la colcha de la cama para tumbarse uno a cada lado, mientras me decían que yo me tumbase boca arriba en medio de ellos con las manos en mi nuca, fue en ese momento cuando comenzaron a manosearme de forma descarada. Empezaron a pellizcarme suavemente los pezones y a pasar sus lenguas por ellos durante un buen rato, mientras yo hacía esfuerzos y luchaba contra mis instintos, para no responder a sus estímulos.


  • Maria, quítate las bragas lentamente, queremos que seas tú la que te desnudes para nosotros. – (dijo Gerardo)

Yo me sentía muy humillada y quería que aquello terminase cuanto antes, pero no tenía otra opción que obedecer a todo lo que aquellos tres pervertidos me obligaban a hacer, para que no hubiesen represalias y nadie viese el video de mi infidelidad forzada, así que tragándome mi orgullo, y con varias lágrimas en mis ojos, puse mis dedos sobre el elástico de aquel minúsculo tanguita que me habían obligado a llevar y comencé a deslizarlo lentamente sobre mis piernas, dejándolo a la altura de mis rodillas. Los jefes de mi marido ya se habían levantado de la cama y ahora los tres estaban frente a mí, contemplando mi tesoro más preciado, el que tenía entre mis piernas. Ninguno de ellos me quitaba los ojos de encima, estaban embobados conmigo, pero yo me sentía tan avergonzada que tuve que cerrar los ojos para evitar ver el rostro de aquellos pervertidos que no dejaban de mirarme lascivamente.


  • ¡Dios… qué chocho más hermoso tiene este bellezón, es espectacular! ¡Me encanta la forma en la que se lo ha depilado! – (dijo Sebas nada más ver mi rajita totalmente expuesta)
  • Toda ella lo es, es una mujer preciosa y su marido debería sentirse muy orgulloso de tener a una hembra así en casa. – (contestó Arturo)
  • Pues sí, pero seguro que hoy a ninguno de vosotros os gustaría estar en la piel de su maridito, ¿verdad?... – (respondió Gerardo sonriendo maliciosamente, mientras se acercaba a mí y me deslizaba el pequeño tanguita desde las rodillas hasta mis tobillos, para terminar quitándomelo por completo)

Ante aquellas palabras, los tres comenzaron a reírse a carcajadas sin dejar de mirarme con deseo, mientras yo seguía tumbada boca arriba en la cama, completamente desnuda a excepción de las mallas de rejilla y las botas altas que me habían ordenado llevar puestas en aquella cita. Al mismo tiempo Arturo y Sebastián hablaban entre ellos sobre todo lo que me iban a hacer esa noche y sobre cómo me iban a meter la polla, mientras hacían comentarios guarros y obscenos, discutiendo amigablemente entre ellos por ver quién iba a ser el primero en disfrutar de mi cuerpo, hasta que finalmente Gerardo puso un poco de orden.


  • Antes de nada, divirtámonos un poco más con ella, recordad que hoy hará todo lo que le pidamos a cambio de que nadie más vea el video de su engaño a su marido, así que aprovechémonos de esta preciosidad como se merece… Vamos Maria, ábrete de piernas así tal y como estás y mastúrbate para nosotros, queremos ver cómo te tocas delante nuestra y como te nos insinúas.
  • Por favor no me pidáis hacer esto, soy una mujer casada y madre de un hijo, imaginad que le obligasen hacer esto a vuestra esposa. ¿Cómo os sentiríais? – (dije completamente abochornada)
  • Yo no estoy casado y lo sabes, y a los jefes de tu marido nunca les pasará esto porque tienen bastante dinero como para permitir que sus esposas tengan que pagar los gastos de su casa con su propio cuerpo. Además, ya me estoy empezando a cansar de que siempre me estés poniendo pegas y lo hagas todo a desgana, así que a partir de ahora vas a ser tú la que nos pida que te lo hagamos. ¿Qué os parece chicos, queréis que sea ella la que nos pida que nos la follemos? – (respondió Gerardo enfadado)
  • ¡Por supuesto que sí tío, esa es una idea cojonuda y será mucho más morboso que sea ella la que nos diga que le hagamos guarradas, eres un puto genio Gerardito! – (respondieron los dos socios riéndose entusiasmados)

Aun así traté de volver a insistir para intentar que cediesen en sus peticiones, pero estaban tan eufóricos por lo que acababan de ver y escuchar que hicieron oídos sordos a mis palabras, y no tuve más remedio que obedecer a todo lo que me dijeron ya que Gerardo estaba empezando a perder la paciencia, y me daba mucho miedo que en cualquier momento perdiera los nervios y todo lo que yo había hecho hasta ahora por mantener oculto mi gran secreto, no hubiera servido de nada, así que no pude hacer otra cosa más que entregarme a los caprichos de aquellos degenerados.
Casi al instante de animar a los jefes de mi marido diciéndoles que fuese yo quien les pidiese hacer guarradas conmigo, Gerardo que estaba de pie frente a mí, me dijo con voz autoritaria:

· Maria, escúchame bien porque solo te lo voy a decir una vez…
Ahora vas a decirle a Sebas y Arturo que quieres ver como se les pone dura la polla mientras tú te acaricias el coño, porque te pone cachonda que te miren mientras te masturbas. Pero quiero oír como las palabras “polla, coño y cachonda” salen de tu boca, de lo contrario te aseguro que te arrepentirás de no haberlo dicho. ¿Me has entendido?

Yo en ese momento no dejaba de preguntarme porqué me estaba pasando todo esto a mí, pues nunca antes le había hecho daño a nadie ni mucho menos había tratado con desprecio a mi casero como para que ahora me humillase de esta forma tan cruel y rastrera, siempre había sido muy amable con él y no entendía por qué me hacía hacer y decir estas cosas, quizás mi error fue el de haber sido tan atenta con él desde el principio. Me tomé un par de segundos antes de decir aquella humillante frase para mí y al cabo de unos instantes empecé a decir sin poder mirarlos a la cara, lo que ellos estaban deseando oír de mi boca.

· Arturo, Sebastián… Quiero ver como se os pone dura la polla mientras me acaricio el coño delante de vosotros, me pone muy cachonda que me miréis mientras me masturbo.

Al oírme decir eso, los tres se enardecieron aún más y la excitación que sintieron pronto se hizo notar bajo sus pantalones, en los que ya se marcaba un importante bulto que anunciaba lo empalmados que estaban observándome y escuchándome. Yo comencé a acariciarme los pechos y los pezones contra mi voluntad sin decir ni una palabra más, y poco a poco fui deslizando mis manos hacia mi entrepierna tratando de evitar mirar a aquellos pervertidos que ya se habían sacado la polla de los pantalones, y se la acariciaban enérgicamente sin quitarme ojo de encima.


  • Ahora métete los dedos.

Cerré los ojos y comencé a introducirme un dedo suavemente en el interior de mi vagina mientras mis lágrimas seguían resbalando por mis mejillas, no quería ver la cara de satisfacción de aquellos tipos ante mis actos, pero enseguida oí como se abría el cajón de un mueble y volví a abrir los ojos por miedo a lo que me tenían preparado, fue entonces cuando Gerardo me dijo enseñándome un par de vibradores…

· Maria, tengo un pequeño regalito para ti… El otro día fui al sex-shop y compré este vibrador y estas bolas chinas para que juegues con ellas un rato y tú también disfrutes. Nunca he visto usarlos a ninguna mujer a parte de las que salen en las películas porno y quiero que nos hagas una demostración de cómo se usan.

Enseguida se me acercó y mientras me daba el vibrador me dijo:

· Quiero que te lo metas hasta el fondo.

Al ver la longitud de aquel vibrador me asusté mucho ya que era enorme, mediría unos 25 centímetros más o menos y dudé mucho en hacer lo que Gerardo me pidió, ya que sabía que aquel “juguetito” no me iba a caber entero, pero Gerardo enseguida volvió a insistir:

· ¡Vamos Maria, métetelo hasta el fondo! ¡No me hagas tener que repetírtelo!

Muerta de miedo y vergüenza al mismo tiempo, cogí aquel vibrador enorme y lo puse en marcha, poco a poco lo fui acercando a mi entrepierna y dejé que vibrara durante unos segundos sobre mi clítoris, mientras me chupaba los dedos de la otra mano y los introducía por mi vagina, para ir abriendo el camino antes de intentar meterme el vibrador.
Después aparté el vibrador de mi clítoris y lo llevé a la entrada de mi vagina, donde comencé a introducirlo lentamente, fue entonces cuando los obscenos comentarios de aquellos pervertidos me sacaron de mi concentración, pues decían auténticas burradas sobre mí y sobre mi maquillaje, que ya me había desaparecido de los ojos debido a todas las lágrimas que cubrían mi rostro.

· ¿Qué coño pasa Maria? ¡No se te ocurra parar ahora! – (insistió Gerardo con gesto enfadado)

Y sin hacerle esperar demasiado, seguí deslizando poco a poco el vibrador en mi interior, mientras me restregaba la otra mano por el clítoris para humedecerme y que el vibrador entrase con facilidad.
Seguí intentándolo un par de veces más pero era imposible meterme aquel “juguetito” por completo, y viendo que todavía no estaba lo suficientemente mojada como para meterme el vibrador entero, Gerardo me volvió a dar una nueva orden:

· Todavía estás muy tensa Maria, y tenemos que poner remedio a eso porque si no no vas a disfrutar de nuestras pollas. Olvídate de lo que te he dicho antes y juega un poquito con el vibrador, métetelo y sácatelo del coño como si fuese mi polla. Queremos comprobar si es cierto eso que nos has dicho antes, de que te pones cachonda mientras vemos cómo te masturbas.

Al oír aquello me quedé algo más aliviada pues en la situación en la que me encontraba era imposible que pudiese meterme el vibrador entero sin hacerme daño, así que haciendo caso a la nueva orden que me había dado el casero, saqué el vibrador de mi entrepierna y me lo llevé a la boca, donde lo chupé durante un buen rato para humedecerlo, no sin antes cerrar los ojos para evadirme de aquellos tres hombres que no dejaban de mirarme como si fuese una presa a la que habían dado caza. Después volví a introducirlo en mi vagina y comencé a meterlo y sacarlo como si me estuviese follando a aquel vibrador, que poco a poco estaba provocando que empezase a disfrutar de aquello. Aunque yo no quería excitarme con aquella situación, los estímulos que estaba recibiendo me provocaban mucho placer y estaba empezando a disfrutar con aquel juguete, algo de lo que enseguida se dieron cuenta mis chantajistas y aprovecharon para cambiarme el vibrador por las bolas chinas.


  • Ya sabes lo que tienes que hacer. – (dijo Gerardo)

Pero al ver el tamaño de aquellas bolas chinas me quedé perpleja, pues eran casi como las pelotas de golf, y me asusté de tal forma que no me decidía a empezar, estaba paralizada.


  • ¡O te las metes tú o lo hacemos nosotros, Elige!

Bajo esa nueva amenaza, no dudé ni un momento en comenzar a introducir en mi vagina una por una, las seis bolas de color negro, dejando únicamente el pequeño cordoncito por fuera.


  • ¿Ves como no era para tanto, Maria? si es como ponerse un tampón.

Los tres comenzaron a reírse, mientras Gerardo se me acercaba y comenzaba a tirar lentamente del cordoncito hacia fuera, hasta que salió la primera bola.
Mi cuerpo se estremecía cada vez que sacaba una, y cuando por fin consiguió sacar de mi interior todas las bolas chinas, los tres comenzaron a desnudarse rápidamente.


  • Maria, quiero que los jefes de tu marido disfruten de tu boca antes de que sus pollas te la follen, quiero que nos beses a cada uno de nosotros con un beso largo y con lengua, igual que los besos de enamorada que le das a tu querido maridito cuando estáis solos.

Obedecí sin rechistar, enseguida me puse de pie delante de ellos y primero me dirigí hacia el casero que era el que llevaba la voz cantante, pues sabía que si a él lo besaba con pasión y me entregaba por completo a sus besos, me pondría las cosas fáciles. Abrí mi boca y dejé que fuera él quien jugase con mi lengua mientras me abrazaba y me acariciaba la espalda y el culo.
Estuvimos besándonos alrededor de un minuto y después me cedió a Sebas, que no solo hizo lo mismo que Gerardo, sino que además también me acarició los pechos y jugó con mis pezones mientras me besaba. Me dio varios pellizcos en los pezones que me hicieron dar varios respingos, algo que aprovechó para deslizar sus manos a mi entrepierna y tratar de acariciarme el chocho, cosa que le impedí como pude, manteniendo mis piernas bien cerradas. Y al ver que no le dejaba jugar con mi tesoro más preciado, enseguida cesó en sus intentos y terminó cediéndome a Arturo, que fue el más listo y aprovechó mis movimientos para meter su mano en mi entrepierna antes de comenzar a besarme.
Poco después, Gerardo comenzó a hablar y deje de besar a Arturo para ver cuáles eran los planes de mi casero, aunque eso no le impidió a Arturo el seguir manoseándome descaradamente mientras su amigo me decía lo que tenía que hacer.


  • Ahora nos vas a chupar la polla, Maria es una gran experta haciendo mamadas y os lo va a demostrar enseguida. ¿verdad Maria?

Dijo Gerardo mientras me cogía de los hombros haciendo que me pusiera de rodillas con mi cara a la altura de su pene.
Con sus manos, me dirigió la cabeza hacia su vientre y no tuve más remedio que meterme su pene a la boca sin necesidad de cogerla con las manos, mientras él, con las suyas me marcaba el ritmo y manejaba mi cabeza a su antojo. Poco a poco comenzó a acelerar el movimiento haciéndome pensar que iba a tener un fuerte orgasmo, pues lo hacía tan rápido que hasta me caían babas por la comisura de los labios, pero curiosamente paró y le cedió el turno a Sebas, que enseguida empezó a restregar su pene por mis mejillas y a dar pequeños golpecitos en ellas con su miembro, antes de metérmelo en la boca.
Sebastián también me cogió de la cabeza para guiarme, pero a diferencia que Gerardo, comenzó a meterme la polla hasta adentro, haciendo que apenas pudiese respirar.
Mientras lo hacía, no dejaba de decirme guarradas como: “chupa, zorra” o “trágatela entera”, y poco a poco sus insultos se fueron transformando en jadeos hasta que minutos después, sus fuertes embestidas dieron paso a un enorme chorro de semen que me llegó hasta la garganta.
Ya casi sin fuerzas por el orgasmo que acababa de tener, se apartó de mí y le cedió el sitio su socio Arturo, que al igual que sus dos amigos me metió la polla en la boca sin contemplaciones, y sin apenas darme tiempo a toser ni a coger aire, pero tras hacer varios movimientos me mandó parar.


  • ¿Qué pasa Arturo, no te gusta como la chupa? – (preguntó Gerardo).
  • Por supuesto que sí, me encanta como lo hace, pero si continúo follándole la boca no voy a tardar en correrme, y antes de eso quiero probarla enterita. Sebas… voy a follármela a cuatro patas, aunque de momento se la voy a meter por el coño. Ponte delante de ella para que te la vuelva a chupar, y así seguro que te vuelve a despertar la polla después de esa enorme corrida que has soltado. – (respondió Arturo mientras me levantaba en brazos y me hacía ponerme a cuatro patas sobre la cama)

No tardó ni un minuto en penetrarme cogiéndome de las caderas, mientras su otro socio se ponía delante de mí y me volvía a meter la polla a la boca para que se la volviese a chupar.
Mientras tanto, Gerardo miraba expectante y sonriente como sus dos amigos disfrutaban de su presa, y como yo hacía lo posible por dejarlos bien satisfechos.


  • ¿Quieres probar su coño, Sebas? Parece que ya tienes el rabo pidiendo guerra de nuevo. – (dijo Arturo riéndose mientras me follaba a cuatro patas como si fuera una perra)
  • Mejor que se la clave Gerardo que ya lleva un rato mirando y si estamos pasándolo tan bien con este bombón, es gracias a él.
  • No, tranquilos no os preocupéis, vosotros seguid que yo me reservaré para otros menesteres de mayor calidad.

En ese momento y entre suspiro y suspiro ante las embestidas que estaba recibiendo de Arturo, comencé a llorar de nuevo, pues Gerardo tenía una gran habilidad para humillarme todavía más con sus palabras que con el martirio sexual al que estaba siendo sometida, y sabía que si ahora era él prefería esperar, era porque ya estaba planeando algo nuevo para volver a avergonzarme.

· Bueno pues en ese caso déjame sitio, que tú ya llevas follándole un buen rato el coño y yo estoy deseando hacerlo (respondió Sebastián)

Arturo enseguida se apartó y Sebas ocupó su lugar metiéndomela hasta el fondo, mientras empezaba a dar grandes suspiros.
Estaba muy excitado y el ritmo de sus embestidas era cada vez mayor, mientras me penetraba se inclinaba hacia mí para intentar besarme, pero yo trataba de no darle facilidades para que lo hiciera.
Me estrujaba los pechos que me colgaban sobre el colchón como si fuese una vaca con las ubres llenas de leche, y al cabo de unos minutos, me agarró fuerte de las caderas mientras comenzaba a bombear con fuerza, llenándome el coño de semen. En ese momento se me vino el mundo encima, pues aquel tipo se había corrido dentro de mí y yo no había tomado ningún medicamento para evitar quedarme embarazada, pero no pude hacer nada por impedir que aquello sucediese, y si no conseguía pronto unas pastillas del día después, el problema podría ser mayor. Fue entonces cuando me acorde de las pastillas que me dio Gerardo en nuestro primer encuentro, y a pesar de que no las llevaba en el bolso, me sentí aliviada sabiendo que las guardaba en casa.


  • Bueno, pues yo ya me doy por satisfecho. – (dijo Sebas, mientras se incorporaba y se iba a la cocina a tomar algo refrescante para reponer energías)
  • Pues ahora ha llegado mi turno, es hora de sodomizarla. – (respondió Gerardo mientras se me acercaba sonriendo maliciosamente)

De nuevo recordé la escena del primer día, miré mi anillo de casada y pensé en mi marido, en lo que le quería y en todo lo que estaba haciendo para evitar su sufrimiento.
Gerardo cogió un tarro lleno de vaselina y empezó a untarse una gran cantidad por el pene, antes de ponerse detrás de mí y chuparme el ano para dilatármelo.
Cuando comenzó a encularme volví a sentir mucho dolor, pero el dolor que sentí en ese momento no era nada comparado al sufrimiento moral que estaba sintiendo durante toda la noche.
Mientras me penetraba, comenzó a darme pequeños azotes en las nalgas y a hacer comentarios que para mí vergüenza, me hacían desaparecer el dolor momentáneamente, y cuando quise darme cuenta todo había terminado, pues unos minutos más tarde cayó sin fuerzas encima de mí.

· Bueno Arturito… Es tu turno, demuéstrale a esta puta lo que se siente al estar con un hombre de verdad.

No tuvo que repetírselo y yo apenas tuve que moverme, pues rápidamente, Arturo ocupó el lugar de mi casero y comenzó a penetrarme, pero aunque lo hacía con mucha delicadeza no pude evitar chillar de dolor, pues el diámetro de su pene era enorme y mi ano no estaba acostumbrado a tanto ajetreo. Intenté desviar mis pensamientos para sufrir menos y fue entonces cuando me vino a la cabeza algo en lo que no había pensado. ¿Habría cámaras también en la habitación, estarían conectadas? Si me estaban volviendo a grabar esta pesadilla nunca acabaría.
Pronto volví a la realidad debido al dolor que sentía mientras aquel tipo me daba por detrás, deseaba que terminase cuanto antes pero se me estaba haciendo interminable, aunque para ellos mi culo debía ser de lo más apetecible, porque ninguno de los tres tardaron más de cinco minutos en correrse.
Cuando Arturo recuperó el aliento, salió de la habitación y se fue a la cocina con su socio a por algo para reponer energías, dejándonos a mí y a Gerardo solos en la habitación, yo me quedé tumbada boca abajo en la cama, estaba agotada y muy dolorida, fue entonces cuando Gerardo me echó una pequeña toalla a la cama para que me limpiase un poco y me señaló dónde estaba el baño, por si quería darme una ducha.


  • Gerardo, una pregunta… No habrás puesto cámaras en la habitación, ¿verdad? - (le dije tímidamente)
  • Hoy no, ya llevan puestas desde hace mucho tiempo, hay dos aquí y otras dos en el sótano. – (dijo riéndose mientras me señalaba donde estaban colocadas)

Fue entonces cuando me di cuenta de que todo lo que había hecho hasta ahora no había servido para nada, y no pude evitar ponerme a llorar desconsoladamente sobre el colchón.


  • Tú ahora vete a la ducha, y ya hablaremos. – (me dijo mientras salía de la habitación y se reunía con sus amigos en la cocina)

No tardé ni dos minutos en incorporarme y meterme al baño, pues a pesar de que estaba destrozada física y moralmente, lo único que quería era salir de allí cuanto antes y olvidar todo lo que había pasado esa noche. Me di una ducha rápida enjabonándome todo el cuerpo y haciendo gran hincapié en mi entrepierna, limpiándome todos restos de semen que tenía por encima, y tras secarme me vestí rápidamente y salí del baño. Al hacerlo, miré el reloj y vi que ya eran casi las cinco y media de la mañana, caminé por el pasillo y al llegar a la cocina vi a los tres tipos desnudos completamente, tomándose un tentempié mientras hablaban y se reían entre ellos haciendo bromas sobre todo lo que habían hecho y lo bien que se lo habían pasado conmigo esa noche.
Cuando me vieron, los jefes de mi marido comenzaron a decirme infinidad de barbaridades, volviéndome a recordar lo bien que se lo habían pasado a mi costa y avergonzándome todavía más.

· ¡Vuelve pronto encanto!
· Si sigues portándote así de bien con nosotros, al final vamos a tener que hacer fijo a tu marido en nuestra empresa.

Al mismo tiempo Gerardo me dijo que había un taxi esperándome en la puerta mientras me hacía un gesto señalando a la entrada de la vivienda, y no dudé ni un solo segundo en salir a paso ligero mientras los dos socios seguían diciéndome guarradas y haciéndome sentir como si fuese una vulgar prostituta que había ido a darles placer sin cobrarles nada a cambio.
Yo lo único que quería era salir de allí cuanto antes, y abandonar esa vivienda a la que ya había ido dos veces seguidas, para que unos depravados me follasen y me humillasen sin contemplaciones, a cambio de un vil chantaje, así que tras salir de aquella casa, me subí rápidamente en el taxi que me esperaba frente a la puerta para alejarme cuanto antes de ese lugar.

Al llegar a mi hogar, lo primero que hice fue asegurarme de cerrar bien con llave y dejar las llaves puestas en la cerradura, para que nadie pudiese abrir desde fuera, pues estaba sola en casa y me sentía muy insegura. Después me desnudé completamente dejando toda la ropa tirada por el suelo, y me fui a buscar el bolso, donde guardaba las pastillas anticonceptivas que me dio Gerardo la primera vez que me chantajeó. Me tomé un par de pastillas y fue en ese mismo instante cuando comencé a llorar desconsoladamente, recordando todo lo que había ocurrido esa noche.
Poco después me metí a la ducha y comencé a enjabonar todo mi cuerpo con desesperación, me sentía mancillada y muy sucia moralmente, pues ya le había sido infiel dos veces a mi marido para evitar que nos quedásemos en la ruina, y algo en mi interior me decía que todo lo que había hecho para salvar mi matrimonio no había servido de nada, pues el muy cabrón de nuestro casero, había grabado todo en video para asegurarse de que aquel no fuese nuestro último encuentro, y aquello estaba comenzando a convertirse en una auténtica pesadilla de la que no podía despertar.

Un enorme sentimiento de culpa se apoderó de mí por completo, mientras varias lágrimas se deslizaban por mis mejillas en abundancia. Comencé a enjabonar todo mi cuerpo con fuerza y rabia, pues lo único que quería era asegurarme de limpiar cada milímetro de mi piel, haciendo desaparecer todos y cada uno de los restos de semen, con los que aquellos pervertidos me habían deshonrado. Tenía miedo de quedarme embarazada, pero además de eso, me asustaba aún más que los jefes de mi marido se fueran de la boca, y le hiciesen cualquier comentario a mi marido con el que pudiese llegar a sospechar de mi infidelidad. Cuando salí de la ducha, me lie una toalla por el cuerpo y me puse a recoger del suelo, la ropa de putón que me habían hecho llevar puesta esa noche para tirarla a la basura, no quería dejar ni un solo rastro de lo sucedido aquella noche. Después me puse un fino camisón de verano, y me tumbé en la cama dispuesta a quedarme dormida y a olvidarme de todo durante unas horas, aunque al principio me costó mucho conciliar el sueño, pero finalmente acabé quedándome dormida debido a lo dolorida que estaba por el gran festín que se habían dado conmigo.

Los días siguientes se me hicieron eternos, pues el hecho de estar sola en casa sin mi marido ni mi hijo, hacían que las horas se hiciesen interminables, pero por suerte tres días más tarde llegó mi marido.
Aun así y aunque teníamos la casa entera para los dos solos, no me vi con ganas de mantener relaciones sexuales con él, pues todavía estaba algo dolorida por la sodomización a la que me sometieron aquellos degenerados, así que como pude traté de convencerlo poniéndole excusas, y aunque me insistió varias veces para salir a cenar o tomar algo durante esos días que estuvimos solos, preferí que nos quedásemos tranquilos en casa. Lo único que quería era estar tumbada junto a él y sentir su protección, quería ocultarme del mundo y evitar las desconocidas miradas que hacían que me sintiese tan incómoda.
Poco a poco fueron pasando los días, y aunque ya no sentía tanto dolor como los días anteriores, todavía me sentía insegura y tenía miedo de que los jefes de mi marido le hiciesen algún comentario sobre mí, no me quitaba de la cabeza como aquellos tipos habían abusado de mí, pero con mi marido en casa, trataba de mantener mi mente ocupada en otras cosas para evitar que se diese cuenta de que algo pasaba.

Dos días más tarde llegó mi hijo, y tras contarme lo bien que se lo había pasado con los hijos de Gerardo, me dijo que se había apuntado en el mismo equipo de fútbol de ellos, para así hacer algo de deporte y ponerse en forma ahora que hacía buen tiempo. A mí no me hizo ninguna gracia que mi hijo hubiese hecho tan buena amistad con aquellos chicos, pero intenté aparentar la mayor normalidad posible para no levantar sospechas, y media hora más tarde recibí un wasap de Gerardo diciéndome que quería que fuese esa misma tarde, al entrenamiento del partido que tenían nuestros hijos.
A pesar de que yo no sabía lo que aquel pervertido pretendía citándome en el campo de fútbol, intuí que no era para nada bueno, así que le contesté diciendo que no me esperase, pero casi al instante me llegó otro mensaje suyo con una foto mía siendo sodomizada, y no tuve más remedio que aceptar su invitación. Mientras comíamos, le dije a Miguel que aquella tarde lo acompañaría a su entrenamiento, y aunque al principio se extrañó ya que no me gusta mucho el fútbol, finalmente le hizo mucha ilusión que fuese a verlo. Llegó la hora del entrenamiento y nada más meterse mi hijo en los vestuarios, vi como Gerardo se acercaba a mí con una sonrisa de oreja a oreja, fue entonces cuando se me encogió el estómago pensando en lo que aquel cerdo me tenía preparado.


  • Hola Maria… estás preciosa, no sabes lo mucho que te he echado de menos estos días. – (me dijo mientras se me acercaba y me daba dos besos amablemente, acariciándome el culo con disimulo)
  • ¿Qué es lo que quieres, para qué me has hecho que venga? – (le dije enfadada mientras le apartaba rápidamente la mano)
  • Tranquila, no te preocupes, no es para lo que tú te piensas… Como ya habrás podido comprobar, soy el presidente y dueño de este equipo de fútbol, y quiero ofrecerte un puesto de trabajo dentro de él como relaciones públicas. No te quitará mucho tiempo, sólo es asistir a los partidos, en los que además juega tu hijo, y muy de vez en cuando asistir a algún acto al que yo no pueda acudir. Te pagaré un buen sueldo y así además ayudarás a tu marido a traer más dinero a casa.
  • ¿Y ya está, dónde está el truco? Gerardo, no me fío de ti.
  • No hay truco Maria, confía en mí... Te lo debo por todo lo que te hicimos el último día, además, así vendré mucho más contento a los partidos sabiendo que estás tú.
  • No me interesa, búscate a otra persona. – (le dije con voz tajante y firme)
  • No te pongas así mujer, recuerda que todavía tengo el video de tus dos deslices y si alguien allegado a ti los ve, tu matrimonio puede pasar una crisis mucho mayor a la que habéis pasado hace poco, así que más te vale hacerme caso y aceptar mi oferta, de lo contrario quizás tenga que hacerle una pequeña visita a tu amado esposo.

Me tenía bien agarrada y lo sabía, al tener en su poder los videos que había grabado mientras yo mantenía relaciones sexuales a espaldas de mi marido, sabía que yo no podría negarme a hacer cualquier cosa que él quisiera, y tras escuchar aquellas palabras no me quedó más remedio que aceptar las nuevas órdenes que me había dado, a cambio de que aquellos videos no los viese más gente para que no llegasen a oídos ni de mi hijo ni de mi marido. Quería irme de allí cuanto antes, pero a mi hijo le había hecho mucha ilusión que fuese a verlo entrenar, y aunque hice el gesto de marcharme, Gerardo me agarró del brazo y me llevó a las gradas del campo, donde se sentó a mi lado para que viésemos entrenar a nuestros hijos.

El partido de entrenamiento se me hizo eterno, pues aunque era un equipo de tercera división, las gradas del campo estaban llenas de gente. Gerardo hizo que nos sentásemos en un sitio en el que apenas se nos veía, y cuando empezó el partido, aprovechó para meterme mano descaradamente mientras yo trataba de apartarlo sin éxito alguno. Esa tarde hacía mucho calor y yo había ido vestida con un escotado top de tirantes que me hacía mucho escote, y una fina falda que me llegaba por las rodillas. Yo tenía bien cerradas las piernas para impedir que Gerardo me manoseara, pero al ver que no conseguía su propósito, enseguida se sacó el móvil del bolsillo y me empezó a mostrar una multitud de fotos en las que salía yo manteniendo relaciones tanto con él, como con sus hijos y los jefes de mi marido, fue entonces cuando me dijo que me dejase hacer y le hiciera caso a todo lo que me dijese o enviaría todas las fotos al móvil de mi hijo antes de que pudiese darme tiempo a impedírselo, pues ya las tenía preparadas y únicamente tenía que apretar un botón, así que una vez más, tuve que volver a ceder ante sus humillantes peticiones. Me dijo que me quitase las bragas y se las diese, y aunque me costó mucho hacerlo por miedo a que alguien pudiera descubrirnos, finalmente terminé quitándomelas con disimulo y dejándolas tiradas en el suelo. Enseguida se agacho a recogerlas, y agachado sobre mis piernas, se las llevó a la cara para oler mi aroma más íntimo durante unos minutos, antes de guardárselas en el bolsillo como si fuesen un trofeo. Después me dijo que abriese un poco las piernas y con disimulo, sin dejar de mirar al césped del campo, comenzó a acariciarme el chocho en medio de toda esa gente que estaba viendo entrenar a los chicos.

Yo estaba muy nerviosa, no dejaba de mirar hacia atrás y hacia los lados por si alguien se había dado cuenta de lo que estaba ocurriendo, pero la gente estaba concentrada en el partido de fútbol y nadie se percató de nada. Fueron pasando los minutos mientras Gerardo seguía acariciándome y yo intentaba no disfrutar con aquello, pero me estaba resultando realmente difícil, debido a los estímulos que estaba recibiendo en mi entrepierna. Esta vez Gerardo jugaba con ventaja, estábamos en medio de un centenar de gente que en cualquier momento podía pillarnos, y eso unido a las caricias de mi casero estaba comenzando a darme cierto morbo. Yo hacía lo posible por disimular, intentando morderme los labios y no suspirar muy fuerte, pero Gerardo tenía tanta habilidad que me resultó realmente difícil conseguirlo.
Entre unas cosas y otras ya había pasado más de media hora de partido, y los dos sabíamos que enseguida llegaría el descanso del primer tiempo, así que Gerardo comenzó a frotarme la entrepierna con más rapidez haciendo que yo me estremeciese todavía más ante aquellos estímulos. Lo peor fue cuando metió dos de sus dedos en el interior de mi vagina, por más que lo intenté no pude evitar emitir un fuerte gemido, pero por suerte en ese mismo instante, uno de los hijos de Gerardo metió un gol y los aficionados se pusieron a gritar como locos, celebrándolo.
Yo no dejaba de mirar hacia todos sitios asustada, pues la mayoría de gente se había levantado de sus asientos y ahora sí podían ver lo que allí estaba ocurriendo, pero la gente estaba tan concentrada en el partido que nadie pareció fijarse en como aquel degenerado me estaba masturbando delante de mi hijo y de todos los chavales.
Traté de apartarle la mano asustada, pero eso pareció no gustarle y comenzó a mover sus dedos rápidamente en mi interior, haciendo el típico gesto de mete-saca con ellos.
Yo estaba muy mojada, a pesar de que cualquiera podía descubrirnos en cualquier momento, no podía evitar disfrutar con los dedos de Gerardo, y poco a poco me fui abandonando a sus caricias, recostándome en la silla de las gradas para dejarlo hacer con tranquilidad. Pocos minutos después, comencé a dar pequeñas convulsiones que anunciaban que en cualquier momento iba a tener un orgasmo, y sin poderlo evitar, comencé a soltar varios fluidos vaginales sobre los dedos de Gerardo, sin poder parar de moverme hacia atrás y hacia delante.
Fue en ese preciso momento cuando el árbitro pitó el final del primer tiempo, y Gerardo con una sonrisa de oreja a oreja por haber logrado su objetivo, sacó suavemente sus dedos de mi vagina y se los llevó a la boca con disimulo, para saborear todos y cada uno de mis flujos internos.

La gente comenzó a levantarse y a abandonar las gradas, para ir al baño o a la cantina del polideportivo a comprar pipas y refrescos, y yo aproveché para hacerle un gesto a mi hijo y hablar con él antes de que se metiese en el vestuario. Gerardo al intuir lo que iba a pasar me siguió de cerca y cuando Miguel se acercó, lo primero que hizo fue felicitarlo por el gran partido que estaba haciendo, aunque no le prestó ninguna atención, pues su único objeto de diversión era yo.

· Cariño, creo que me voy a ir ya a casa, ya es tarde y todavía tengo que prepararle la cena a tu padre antes de que se vaya a dormir, mañana se marcha de viaje muy temprano.
· ¿Ya te vas? Pero si no es tan tarde mamá, espérate a que acabe el segundo tiempo y me voy contigo, para una vez que vienes a verme…
· Claro Maria, aún es pronto, además al chico le hace ilusión que su madre haya venido a verlo. – (respondió Gerardo dándole la razón a mi hijo)
· Ya cielo pero es que aún tengo que preparar la cena y poner varias lavadoras con ropa que se tiene que llevar tu padre, vendré otro día a verte y me quedo todo el partido, te lo prometo.
· No seas así Maria, si solo son 45 minutos lo que falta para que acabe el partido, además si no habéis venido en coche luego puedo llevaros yo a casa, a mí no me importa – (insistió Gerardo con disimulo, haciéndome un pequeño gesto de sacar el móvil)
· Bueno está bien cariño, me quedo hasta que termine el partido, pero cuando acabe no tardes en salir del vestuario. – (contesté por miedo de que Gerardo le enviase las fotos a mi hijo)

Dicho esto, Miguel se fue al vestuario con sus compañeros y Gerardo enseguida me agarró con disimulo de la cintura para susurrarme al oído:

· Vaya, vaya Maria… Debería habérmelo imaginado, como tú ya te lo has pasado bien ahora querías irte y dejarme a mí con el calentón, ¿verdad? Pues has hecho bien quedándote, porque si te hubieses llegado a ir, tu hijo se habría llevado una inesperada sorpresa. – (dijo enseñándome el móvil)

Rápidamente lo aparté de mí y me dijo que lo acompañase a la oficina del polideportivo para firmar mi nuevo contrato, y aunque tuve miedo en hacerlo por si lo que pretendía era echarme un polvo en esas oficinas, no tuve más remedio que seguirlo. Subimos un par de escaleras y me llevó a una especie de recepción, donde había una chica a la que le dijo que yo iba a ser la nueva relaciones públicas de su club de fútbol, y la chica enseguida me mostró el contrato amablemente para que lo firmara. Antes de hacerlo, le eché un pequeño ojo por encima y todo parecía estar en orden, así que tras firmar los papeles, Gerardo se despidió de la recepcionista y volvimos a bajar al campo de futbol para buscar sitio en las gradas.

Esta vez no había tanta gente en las gradas como en la primera parte, había muchos huecos vacíos y no había ni la mitad de personas que cuando empezó el partido.
Ya era medio de noche, estaba empezando a oscurecer y los focos del campo estaban encendidos, en la parte de arriba del campo de futbol había una especie de tejas de uralita para protegerse del sol, y ahora que estaba anocheciendo, las uralitas hacían que las gradas del campo no filtrasen mucha luz. Al ser un campo de tercera división, los bordes de las gradas estaban hechos de ladrillos y Gerardo buscó un sitio en un rincón y me hizo volver a sentarme a su lado en la última fila, donde apenas había nadie, delante nuestra habían alrededor de treinta personas, y desde donde estábamos nosotros sentados, la sombra de la pared de las gradas no dejaba ver lo que allí estaba sucediendo. El árbitro pitó el saque inicial y enseguida comenzó la segunda parte, pasaron unos minutos hasta que Gerardo comenzó a desabrocharse el pantalón y acto seguido cogió suavemente una de mis manos diciendo:

· Maria, acaríciamela un poco mientras ves a tu hijo jugar al fútbol, me da morbo que me sobes la polla delante de tu hijo.

Acababa de empezar la segunda parte pero yo ya estaba deseando que terminase, con aquellas palabras me sentí todavía más humillada de lo que ya me estaba sintiendo, pero hice de tripas corazón y enseguida comencé a acariciarle la polla con delicadeza, sin dejar de mirar ninguno de los dos como nuestros hijos perseguían el balón.
Acaricié toda la longitud de su pene y empecé a amasar sus testículos suavemente, no tardó demasiado en ponérsele dura y cuando la tuvo lo suficientemente tiesa, me dijo excitado:

· Joder nena... que bien se te da ponerle dura la polla a los tíos, eres toda una experta en levantar rabos, tu marido se debe sentir muy orgulloso de ti.
Ahora deja de tocarme los huevos y hazme una paja, pero hazlo lentamente, todavía no quiero correrme.

Y haciéndole caso, cogí su pene con delicadeza y suavemente comencé a deslizar mi mano hacia arriba y abajo.
Estuve así un buen rato mientras los dos mirábamos como nuestros hijos corrían por el campo de futbol, y cuando menos me lo esperaba, me dio un pequeño tirón al tirante del top que llevaba puesto y me sacó un pecho que enseguida se metió a la boca. Enseguida paré de masturbarlo y traté de cubrirme como pude, mirando hacia todos los lados por si alguien nos veía, pero estábamos ubicados en una zona en la que gracias a la luz de los focos que alumbraban el césped, y la pared que teníamos al lado, la sombra nos favorecía y apenas se nos veía.
Fue entonces cuando Gerardo enfurecido me dijo mientras manoseaba el teléfono:

· ¿Acaso te he dicho que pares y te tapes?
Pues ahora vas a ser tú la que te vas a sacar las dos tetas y me vas a pedir que juegue con ellas mientras tu hijo juega con el balón. ¡Y sigue masturbándome cojones, que no tenga que repetírtelo!

Con los ojos humedecidos, no tuve más remedio que bajarme los tirantes del top que llevaba puesto y dejar mis dos tetas al aire, para acto seguido volver a coger su pene y seguir masturbándolo lentamente, al mismo tiempo que decía la frase que me había ordenado.

· Gerardo, ¿quieres jugar con mis tetas mientras mi hijo juega con el balón? – (dije avergonzada en voz baja)

Ni siquiera se molestó en contestarme, se volvió a meter una de mis tetas a la boca y empezó a manosearme la otra a su antojo mientras yo seguía masturbándolo lentamente. De vez en cuando me pasaba la lengua por los pezones y tiraba de ellos hacia fuera con sus dedos, dándome pequeños pellizcos, y cada cierto tiempo restregaba su cara por mis tetas mientras yo lo masturbaba con dulzura.
Poco después puso su mano sobre la mía sin dejar de chuparme las tetas, y empezó a guiarme para que aumentase un poco más el ritmo, haciendo que lo masturbase un poco más rápido.
Yo no estaba muy pendiente del partido, pues lo único que me preocupaba era que mi hijo o alguien más pudieran vernos, y cuando ya pensaba que se me iba a dormir la mano de tanto sube y baja, me puso una de sus manos en la cabeza y mientras me la agachaba hacia su vientre, me dijo:

· Ahora hazlo con la boca, esto está a punto de terminar y quiero vaciar mis huevos en tu garganta, para que hagas apetito antes irte a casa con tu marido a cenar.

Yo traté de resistirme, pues tenía miedo de que alguien pudiera descubrirnos, y el hecho de estar haciendo todo eso a unos pocos metros de mi hijo, hacía que me sintiera todavía más incómoda, pero Gerardo al ver que no le hacía caso, me cogió del cuello para que levantase la cabeza, y tras poner su cara a escasos centímetros de la mía, me dijo con tono autoritario:

· ¿Ya estás negándote otra vez?... Está bien pues lo haremos a tu manera, vas a ser tú la que me supliques chuparme la polla.
Y más te vale que me convenzan tus palabras, porque de lo contrario vas a lamentar mucho el no haberme hecho caso.

Dicho esto se puso a juguetear con el móvil y no tuve más remedio que intentar complacerlo, para que aquellas fotos no llegasen a mi hijo de ninguna manera.
Me quedé unos segundos pensando antes de articular palabra y mientras me volvía a guardar los pechos bajo el top de tirantes que me había puesto ese día, comencé a balbucear tratando de que nadie oyese lo que decía, y que al mismo tiempo Gerardo se sintiera satisfecho con mis palabras.

· Por favor Gerardo, ¿me dejas que te chupe la polla antes de que termine el partido y mi hijo pueda vernos? Estoy hambrienta y ya sabes lo mucho que me gusta chuparte la polla, además me da morbo hacerlo delante de mi hijo, sabiendo que en cualquier momento puede verme agachada y cabeceando sobre tus rodillas.

Por suerte aquellas palabras parecieron gustarle y enseguida se desprendió del móvil, yo en cambio estaba muy avergonzada, ya no solo por estar permitiendo que ocurriese todo eso delante de nuestros hijos y de toda esa gente que había cerca de nosotros viendo el partido, sino porque nunca antes le había hablado de tal forma a nadie, incluso ni cuando mantenía relaciones sexuales con mi marido, y eso hacía que me sintiese todavía más humillada de lo que ya estaba.

· Claro que sí Maria, ¿cómo podría negarme si me lo pides así? Pero date prisa en hacer que me corra, porque al partido le quedan menos de cinco minutos y como el árbitro no alargue unos minutos de prórroga, entonces no solo tú hijo va a ver cómo me chupas la polla, sino también todo el campo de futbol. - (respondió burlándose de mí)

Tras escuchar que quedaba tan poco tiempo para que finalizase el partido de entrenamiento, no dudé ni un segundo en agacharme sobre sus piernas, ya que si no lo hacía, el muy cabrón seguro que no me dejaba marcharme de allí hasta que no consiguiera que llegase al orgasmo. Con una de mis manos comencé a masajear sus testículos rápidamente mientras mi lengua jugaba con su glande, y poco después me metí su pene a la boca y empecé a chuparlo con delicadeza, al mismo tiempo que él ponía una de sus manos sobre mi cabeza para marcarme el ritmo. Poco a poco fui acelerando la forma en la que le chupaba el pene y cuando quise darme cuenta el árbitro pitó el final del partido, fue entonces cuando traté de incorporarme asustada, pero él me lo impidió diciendo en voz baja:

· Tranquila Maria, tú sigue que primero tienen que meterse al vestuario para ducharse y cambiarse de ropa, además… ¿No pretenderás dejarme a medias ahora, verdad?

La gente pronto comenzó a levantarse de las gradas y a abandonar el campo de futbol mientras nosotros todavía seguíamos allí haciendo verdaderas guarradas en público, yo comencé a ponerme muy nerviosa y mis ojos empezaron a humedecerse pensando que en cualquier momento podrían descubrirnos. Mientras yo seguía chupándole la polla a aquel degenerado, no pude evitar mirar de reojo a las gradas y vi como varios hombres nos miraban asombrados, pues se habían dado cuenta de todo lo que allí estaba pasando, fue entonces cuando pensé que nos iban a formar un escándalo y que todo se acabaría sabiendo, pero por suerte se alejaron de allí como si nada cuando Gerardo se despidió de ellos, ¡el muy cabrón los conocía!
Mientras tanto yo hacía lo posible por conseguir que llegase al orgasmo cuanto antes, pues en lo único que pensaba en ese momento era en lograrlo antes de que mi hijo regresara de los vestuarios, pero Gerardo tenía mucho aguante y no me estaba siendo tarea fácil. Seguí manoseando sus testículos sin sacarme su pene de la boca, y empecé a desplazar mi lengua de un lado para otro al mismo tiempo que se la chupaba, hasta que por fin y después de mucho esfuerzo, conseguí mi propósito, Gerardo me agarró fuerte de la cabeza y mientras daba pequeñas convulsiones, me dijo completamente excitado:

· ¡Trágatelo todo, puta! No quiero que desperdicies ni una sola gota de mi semen, o habrán consecuencias.

Y acto seguido comenzó a soltar fuertes chorros de esperma en mi garganta, yo empecé a ponerme roja mientras trataba de engullir todo el semen que Gerardo estaba vertiendo sobre mi garganta, pero me fue imposible hacerlo y me aparté durante unos segundos para comenzar a toser, fue entonces cuando Gerardo levantó la mano en forma de saludo y oí la voz de mi hijo que se nos acercaba.
Rápidamente me incorporé en las gradas y me arreglé como pude el top y el pelo, mientras me relamía la comisura de los labios con mucho disimulo, para hacer desaparecer el semen de Gerardo que me había quedado en la boca. Enseguida llegó Miguel donde estábamos y nos preguntó que si nos había gustado el partido.

· Yo me lo he pasado genial, se me ha hecho muy corto, como estaba en tan buena compañía lo he disfrutado más que nunca.
Tienes que convencer a tu madre para que venga a verte jugar más a menudo. – (le respondió Gerardo)

Yo estaba muy nerviosa y sonrojada, no quería que mi hijo se diese cuenta de nada de lo que había pasado y enseguida le dije que volviésemos a casa.
Cuando terminamos de bajar las gradas y nos dio la luz de los focos que alumbraban el campo de fútbol, los tres nos dimos cuenta de que se me había ensuciado el top de tirantes, llevaba muchas manchas de gotazos y todavía tenía restos de semen por el pecho. Miguel enseguida me preguntó que qué me había pasado para ir tan manchada, y lo único que se me ocurrió fue decirle que Gerardo me había invitado a un refresco, pero como había tanta oscuridad en las gradas, me habría caído alguna gota por encima, Gerardo enseguida comenzó a sonreír ante la mala excusa que le di a mi hijo, y me echó un cable diciéndole que probablemente había sido el cucurucho de nata al que me había invitado.

Finalmente salimos del polideportivo y Gerardo se despidió amablemente de nosotros, dirigiéndose hacia la recepción donde subí con él unos minutos antes a firmar mi nuevo contrato como relaciones públicas, mientras yo y mi hijo subíamos al coche y nos dirigíamos a casa. Nada más llegar, lo primero que hice fue meterme al baño para quitarme el top de tirantes y ponerme otra cosa después de darme una ducha, para evitar que mi marido viese lo sucia que llevaba la ropa. Después de ducharme fui a la cocina y saludé a mi marido dándole un beso, vi que ya había preparado la cena y había puesto la mesa, así que enseguida nos sentamos a cenar y aproveché para contarle a él y a mi hijo que me habían ofrecido trabajo en el equipo de fútbol. A mi marido al principio no le hizo ninguna gracia ya que nunca le ha gustado que yo trabaje, y tampoco entendía cómo iba a trabajar de relaciones públicas para un equipo de fútbol, sabiendo lo poco que me gusta el fútbol, pero finalmente acabé convenciéndolo diciéndole que así teniendo otro sueldo más en casa, iríamos menos apurados para hacer frente a los pagos, y no tendría que salir todo de su trabajo.


  • Bueno pues si tú estás convencida… Así al menos te entretienes.
  • Si tú supieras como me entretengo… (pensé compadeciéndome de él).

Por las tardes seguí asistiendo al polideportivo buscando nuevos patrocinadores para el equipo de fútbol, acudía a reuniones para elegir la nueva equipación del equipo y me reunía con los directivos para hablar sobre la situación del club. Ya había pasado una semana desde mi incorporación como relaciones públicas y todo parecía ir sobre ruedas, Gerardo estaba muy cambiado conmigo, se mostraba muy respetuoso y aunque no me gustaba tener trato con él, me sentía bastante tranquila, hasta que un día inesperado me llamó por teléfono y me dijo que quería que lo acompañase a un nuevo evento que organizaba una conocida marca comercial, y que implicaba viajar a Madrid durante todo el fin de semana. Estábamos a jueves y tendríamos que salir mañana a primera hora, así que me citó en su despacho esa misma tarde para darme todos los detalles con más calma. Aunque no me hacía ninguna gracia tener que irme de viaje tan repentinamente y mucho menos con un tipo tan degenerado, no tuve más remedio que asistir a la cita, pues hasta ahora las cosas me estaban yendo muy bien en el trabajo y no quería perderlo por una tontería, porque me pagaban muy bien para lo poco que hacía.

Cuando llegué al despacho de Gerardo, me sorprendí mucho al ver que su hijo David estaba reunido con él, y pronto descubrí el verdadero objetivo de aquel viaje.
Saludé con indiferencia a David y Gerardo amablemente me invitó a tomar asiento mientras me explicaba el verdadero propósito de aquella reunión.


  • Verás Maria, te he llamado porque mi hijo David ha visto las grabaciones tanto del primer día en el que él mismo participó, como las del último, con los jefes de tu marido, y me ha pedido que te permita hacer un viaje con él y dos compañeros suyos del equipo.
  • ¡Sois unos hijos de puta! ¿Aún no habéis tenido suficiente? Haced lo que queráis pero no voy a aceptar ni un solo chantaje más de vosotros.

Hicieron oídos sordos a mis palabras y David, que estaba totalmente cambiado en personalidad respecto a la timidez que tenía el primer día, siguió hablando:


  • En un principio vendrán con nosotros Fran y Aitor, pero quizás prefieras que sea tu hijo quien nos acompañe y vea a su adorada madre en plena acción.
O no, pensándolo mejor, creo que tal vez deba ver antes en video lo que su madre es capaz de hacer por él y por su querido esposo.

  • ¿Aitor? No podéis hacerme esto, Aitor es uña y carne de David, ¿también ha visto el video? – (pregunté a Gerardo con desesperación)
  • Sabe que existe, pero todavía no lo ha visto, aunque quizás estaría bien ponerlo en el vestuario antes de los partidos, eso sería muy excitante, motivaría más a los chicos. – (respondió David)
  • Esto se os está yendo de las manos, cada vez lo sabe más gente, los jefes de mi marido, tus hijos, y ahora también algunos de los compañeros de equipo donde juega mi hijo al fútbol, si hacen algún comentario sobre mí y mi hijo lo escucha, va a empezar a intuir que algo raro pasa. ¡Por favor parad esto antes de que se entere más gente! – (dije abochornada)
  • Nadie va a decir nada mientras tú hagas todo lo que te pidamos, ya me he encargado de eso, pero yo voy a estar pendiente desde aquí a todo lo que los chicos me digan, y si en algún momento me llaman y me dicen que no estás obedeciéndoles en algo, entonces sí que me aseguraré de que no solo tu hijo y tu marido se enteren de todo, sino también toda la plantilla del equipo de fútbol junto a los directivos del club y los compañeros de trabajo de tu marido. Así que tú decides, ¿te vas con ellos o te quedas en casa? – (contestó Gerardo)

Una vez más volvía a estar bajo las garras de aquellos pervertidos y aunque intuía que podría volver a pasar, no quería pensar en que ese día pudiese llegar.
Apoyé mis brazos en mis piernas y tapándome la cara con las manos comencé a llorar desconsoladamente, sabía que no podía hacer nada por detenerlos y que una vez más tendría que volver a someterme a los caprichos de esos degenerados, solo que esta vez había una diferencia, mis chantajistas eran unos mocosos adolescentes. Tras unos minutos de llantos acepté la propuesta y pensé en Gerardo para que me ayudase a elegir ropa que llevarme al viaje, pues fue entonces cuando me acordé de cuando me compró ropa para su fiesta privada con los jefes de mi marido, y me gustó la idea de que esta vez fuese él quien me ayudase a elegirla para estar sexy. Pronto nos despedimos de su hijo y tras salir del despacho me hizo subir en su coche, me llevó a un centro comercial que había a las afueras de la ciudad para que ningún conocido nos reconociese y entramos en varias tiendas de ropa y lencería femenina, allí empezó a seleccionar varias prendas para que me las llevase al probador y me las pusiera para ver si eran de mi talla y media hora más tarde volvimos al coche. En el camino de regreso, Gerardo tomó un desvío y paró en un sex-shop que nos pillaba de camino, donde me hizo entrar con él, cuando entramos habían varios hombres de mediana edad que al verme llegar no me quitaron los ojos de encima, me miraban embobados y con ojos de lujuria, en cambio yo estaba muy ruborizada y deseaba salir de allí cuanto antes. Gerardo me hizo acompañarlo hasta el aparador donde estaban todos los consoladores y juguetes para mujeres, y mientras cogía un vibrador que incluía interruptor a distancia, me lo enseñó diciendo:

· Mira Maria, ¿te gusta este, es grande verdad?... Quiero que te lo lleves al viaje y que te presentes en la estación llevándolo en el coño. Yo me quedaré con el interruptor que lleva y me encargaré de que David se asegure de que lo llevas metido en el coño antes de despedirte de tu marido, pero si me dice que no es así, te arrepentirás de no haberme hecho caso. ¿Me has entendido?

Yo completamente avergonzada le dije que no tenía de qué preocuparse, y rápidamente me dirigí hacia la salida de aquel sex-shop dispuesta a abandonar ese sitio cuanto antes, pues me sentía bastante incómoda ante las lascivas miradas de todos los allí presentes, pero Gerardo enseguida me hizo volver a su lado diciéndome que todavía faltaba algo más por comprar.
Poco a poco y con gran detenimiento por parte de Gerardo, nos fuimos adentrando en el interior de aquel sitio que era bastante amplio, y me llevó a la zona de disfraces, de donde sacó un uniforme de sirvienta y otro de enfermera sexy.

· También quiero que te lleves estos dos disfraces en la maleta, seguro que a los chicos les excita mucho verte vestida así, pero antes debes probártelos para ver si te quedan bien.

Me dio los disfraces y llamó al encargado del sex-shop, que enseguida vino y me abrió la puerta de una especie de probador que había en la tienda, y que estaba cerrado con llave.
Me metí tímidamente al probador y comencé a probarme los disfraces mientras Gerardo esperaba fuera, me dijo que antes de volver a vestirme abriese la puerta para ver si me quedaban bien y eso hice, primero me probé el disfraz de sirvienta y después abrí la puerta para que me dijese que tal me quedaba, al verme así vestida empezó a relamerse los labios dándome a entender que le gustaba como me quedaba, pero antes de que me diese tiempo a meterme de nuevo al probador para probarme el disfraz de enfermera me dijo:

· Espera… creo que te queda un poco grande, te tapa mucho. Voy a decirle al encargado que si tiene tallas más pequeñas.

El encargado del sex-shop pronto volvió a acercarse a nosotros y mientras me miraba de arriba abajo con detenimiento, Gerardo le pidió su opinión, yo estaba muy avergonzada y comenzaba a sentirme como un simple objeto de deseo en medio de ese lugar tan oscuro y perverso, lo único que quería era volver a entrar al probador cuanto antes y encerrarme dentro para evadirme de aquellas lujuriosas miradas.
Al cabo de unos segundos, el encargado nos dijo que lo esperásemos un momento y se metió a una especie de almacén, donde guardaban más género para el sex-shop, la espera se me hizo eterna, pues mientras esperábamos al encargado vi como la mayoría de hombres que había en aquel establecimiento mirando por las estanterías, se nos acercaban y comenzaban a mirarme con disimulo de arriba abajo.
Unos minutos más tarde apareció el encargado con varios uniformes de sirvienta y de enfermera, todos de talla más pequeña a los que habíamos cogido en un principio, me los dio y me volví a encerrar dentro del probador durante unos segundos. Comencé a probarme varios uniformes de sirvienta y me quedé con el que más ajustado y corto me quedaba, después volví a abrir la puerta y me asusté al ver que no solo Gerardo estaba esperando al otro lado para ver que tal me quedaba el uniforme, sino también el encargado junto a los tipos que habían entrado al sex-shop, pues se habían acercado lo suficiente como para poder verme sin dificultad, a escasos metros de donde yo estaba.

· Mucho mejor este, le queda como un guante ¿no le parece? – (le dijo el encargado a Gerardo)
· Por supuesto que sí, está preciosa así vestida y no le tapa tanto como el otro, pero creo que todavía hay algo que no me convence demasiado – (respondió Gerardo subiéndome la falda del uniforme)
A ver Maria, quítate las bragas e inclínate un poquito hacia delante para ver si te queda bien o si todavía tenemos que elegir otra talla más pequeña.
· Pe… pero… – (balbuceé avergonzada)
· No te preocupes mujer, hay confianza. El encargado solo está aquí para darnos su opinión y cuanto antes veamos si te queda bien, antes volveremos a casa.

Ahora sí que quería salir de allí cuanto antes, no solo tenía que bajarme las bragas delante de varios desconocidos, sino también inclinarme y dejar que me vieran las nalgas y el coño bajo ese uniforme de sirvienta que hacía que me sintiese realmente humillada. Completamente abochornada me tragué mi orgullo e hice lo que Gerardo me había ordenado, y poniendo mis dedos sobre la goma de mis bragas, comencé a deslizarlas hasta mis tobillos mientras me inclinaba dejando mi culo en pompa, y mi preciado tesoro expuesto ante aquellas perversas miradas que no dejaban de observarme con lascivia.

· Mucho mejor ahora, nos lo quedamos ¿verdad Maria? – (dijo Gerardo mientras me manoseaba suavemente el chocho y me daba varios azotes en las nalgas delante de aquellos hombres)
Ahora ya solo falta ver cómo te queda el otro, pruébate el de enfermera sexy a ver qué tal te sienta.

Volví a meterme en el probador y empecé a probarme varios de los uniformes de enfermera que había traído el encargado, pero no quería que volviesen a hacer lo mismo cuando saliese del probador y me viesen disfrazada de nuevo con el nuevo uniforme, así que me puse el disfraz de enfermera que más apretado me estaba y el que menos me cubría, y volví a salir del probador para que me diesen su opinión.
Cuando me vieron se quedaron boquiabiertos, el disfraz me estaba muy pegado, tanto que parecía que fuese mi segunda piel, y la faldita del uniforme únicamente me llegaba por debajo de los glúteos, no me cubría apenas, así que tras varios segundos de silencio, Gerardo dijo entusiasmado:

· Este te queda mucho mejor que el de sirvienta Maria, es tu talla ideal. Ya puedes vestirte si quieres mientras yo voy a pagarle el juguetito y los disfraces al encargado.

Cuando salí del probador ya con los disfraces en la mano, Gerardo estaba en la zona de pago hablando con el encargado del sex-shop, que al verme llegar me ofreció una bolsa donde guardó los disfraces y nos dio las gracias por la compra y tan placentera visita. No tardamos en salir de allí y dirigirnos al coche, después arrancó y pusimos rumbo al polideportivo, al llegar él fue el primero en bajar, no sin antes asegurarse de abrir el envoltorio donde iba metido el vibrador y quedarse con el interruptor a distancia, y mientras me daba las bolsas con la ropa y los disfraces que habíamos comprado para que me llevase al viaje con aquellos jovencitos, se me acercó y me dio varios azotes en las nalgas diciendo:

· Voy a echar de menos este hermoso culo que tienes, Maria… Pero bueno al fin y al cabo es por una buena causa, ya tendré tiempo de volver a disfrutarlo más adelante y con más calma.
No pensarás que voy a dejar pasar la oportunidad de echarte un buen polvo vestida de sirvienta y de enfermera complaciente, ¿verdad? Ah y otra cosa… Ponte falda, y no te olvides de meterte en el coño el vibrador que te he comprado antes de aparecer por la estación, de lo contrario David me llamara por teléfono para avisarme y lamentarás no haberme hecho caso.

Completamente abochornada comencé a alejarme de él y fui al aparcamiento donde dejé mi coche aparcado cuando fui a sus oficinas del polideportivo, rápidamente me metí en el coche y tras cerrar el seguro, traté de asimilar lo que me había dicho. Aquel hijo de puta tenía nuevos planes para mí, por lo que esa no iba a ser la última vez que tuviese que someterme a sus caprichos para evitar que mi familia se enterase de mis infieles aventuras. Sentí que el mundo se me venía encima y que no había forma de parar aquella avalancha de depravación a la que me estaban sometiendo, me sentía como un simple objeto de deseo con el que aquel canalla y sus secuaces se estaban divirtiendo a su antojo, y no podía hacer nada para detenerlos.
Poco después y tras limpiarme las lágrimas mirándome en el espejo retrovisor, me puse el cinturón y arranqué el coche para poner rumbo a casa.

Ya en la cena le conté a mi hijo y a mi marido que ese mismo fin de semana tenía que viajar a Madrid, y evidentemente a ninguno de los dos les hizo ninguna gracia, pero no tuvieron más remedio que pasar por el aro ya que sabían, o más bien creían, que era por motivos de trabajo. Al terminar de cenar, aproveché que había fútbol y que mi hijo y mi marido se pusieron a verlo, para ir a mi habitación y ponerme a preparar la maleta con todo lo que tenía que llevarme a ese viaje. La verdad es que no me calenté mucho la cabeza, pues al fin y al cabo iba a estar prácticamente todo el fin de semana en una habitación de hotel, así que no me eché demasiada ropa. Guardé el disfraz de porno chacha junto al de enfermera sexy junto a la ropa que Gerardo me había ayudado a elegir, aparte de eso eché también un par de bikinis por si acaso y tras darme una pequeña ducha me metí en la cama.

A la mañana siguiente me desperté muy temprano, recogí un poco la casa y después me puse a prepararme para el viaje.
No quise vestir de forma muy llamativa para no levantar sospechas, así que me puse un top blanco de tirantes y una falda vaquera, junto a unas sandalias de verano para ir cómoda, y cuando llegó la hora de irme a la estación, mi marido y mi hijo se empeñaron en acompañarme para despedirse, pero aunque habría preferido ir sola, finalmente dejé que vinieran conmigo para que no sospechasen nada. Cuando entramos en la estación me acordé de lo que Gerardo me había recordado tantas veces, llevar aquel vibrador metido en mi coño, así que por miedo a que el cabrón de su hijo se diese cuenta de que no lo llevaba puesto, le dije a mi hijo y a mi marido que necesitaba ir un momento al baño, los dos me preguntaron preocupados que si me encontraba bien y yo tratando de disimular, les dije que solo eran los típicos nervios del viaje pero que no me ocurría nada. Fue entonces cuando mi marido me dijo mientras me alejaba para dirigirme al baño:

· Tranquilízate cariño no tienes que preocuparte de nada, Miguel y yo estaremos bien, al fin y al cabo solo son dos días y el lunes volverás a estar en casa con nosotros.

Tímidamente entré en el baño con miedo por que hubiese más mujeres dentro, pero por suerte en ese momento no había nadie, así que sin pensarlo mucho, ya que si me ponía a darle vueltas a la cabeza me costaría más acceder a hacer lo que el pervertido de Gerardo me había ordenado, me metí en un compartimento del baño y cerré por dentro con pestillo, después me subí la falda hasta la cintura, me eché hacia un lado las bragas y me senté sobre la taza del váter para comenzar a introducirme en el coño aquel enorme vibrador. Al principio me costó mucho hacerlo debido a lo ancho y largo que era, así que tuve que masturbarme durante unos minutos para que se me humedeciera la entrepierna, y finalmente con mucha delicadeza comencé a penetrar mi coño con aquel trozo de plástico.
Ya con el vibrador metido en mi coño, me incorporé un poco para ponerme de pie y volver a bajarme la falda, me volví a colocar las bragas de nuevo y salí del baño caminando con mucha torpeza, allí seguían esperando mi hijo y mi marido, que al ver el tiempo que había tardado en salir del baño se habían comenzado a preocupar por mí.

· Cariño ¿va todo bien?, has tardado mucho, ya nos estábamos empezando a preocupar por si te había pasado algo.
· No cielo, es que había mucha gente y he tenido que esperar a que se quedase algún sitio libre – (le mentí excusándome)

Dicho esto comenzamos a dirigirnos al andén, donde al llegar vimos a Fran y Aitor esperándome, al que no vi fue a David y me extrañó mucho, pero traté de actuar como si nada para que mi familia no se enterase de lo que allí estaba sucediendo. Por el contrario, mi hijo al ver a sus amigos esperando para subir al tren conmigo se sorprendió bastante, ya que no le había hablado de ellos, y fue entonces cuando les preguntó confundido:

· ¿Y vosotros que estáis haciendo aquí, también os vais de viaje?
· Sí, pero nosotros vamos por nuestra cuenta… Nos ha citado en Madrid el propietario del club para elegir la nueva equipación del equipo. Tu madre en cambio, creo que va a unas reuniones con los directivos para hablar sobre posibles patrocinadores nuevos, ¿verdad Maria? – (le respondió Aitor disimulando para no levantar sospechas)

Yo le di la razón y me acerque a ellos para saludarlos amablemente dándoles dos besos a cada uno, fue entonces cuando empezó a vibrar suavemente el vibrador que llevaba metido entre mis piernas, provocando que mis palabras se entrecortasen, e intuitivamente traté de cerrar mis piernas todo lo que pude intentando que nadie se diese cuenta de nada, aunque en realidad los chicos si se percataron de lo que estaba ocurriendo y comenzaron a mirarme con una ligera y perversa sonrisa delante de mi hijo y mi marido.
Poco después, Fran y Aitor subieron al tren mientras yo me despedía de mi hijo y mi marido, y justo en el momento que fui a darles un beso volvió a encenderse el vibrador, pero esta vez con mucha más fuerza que antes, provocándome un fuerte suspiro y un ligero temblor de piernas que afortunadamente, ellos interpretaron como algo natural por el hecho de desprenderme de ellos al irme de viaje y dejarlos solos en casa, pues nunca antes había viajado sola. Enseguida volvió a cesar la vibración que sentí durante un instante entre mis piernas y al subir al tren y buscar mi asiento, vi a David con el interruptor en la mano y una sonrisa perversa en su rostro.

Los chicos nada más verme se ofrecieron a ayudarme con la maleta para subirla a la parte de arriba, y David que estaba escondido tras una pequeña cortina que había en la ventana, me dijo que me sentase junto a él, haciendo que me situara en el lado del pasillo. Después, Fran y Aitor le dieron la vuelta al respaldo de sus asientos de forma que al sentarse, sus caras quedaron frente a las nuestras, y mientras el tren se ponía en marcha, aproveché para asomarme a la ventana y despedirme una vez más, de mi hijo y mi marido, que todavía seguían en el andén esperando a que el tren arrancase, rumbo a nuestro destino.
Enseguida el tren comenzó moverse, y en ese mismo instante David volvió a encender el vibrador, mientras yo con mis manos y mis piernas temblorosas debido a los fuertes estímulos que estaba sintiendo en mi entrepierna, juntaba mis rodillas como medianamente podía, diciéndoles adiós a mi hijo y a mi marido desde la ventana.

No tardé en sentarme en mi asiento debido a que mi entrepierna cada vez vibraba con más fuerza y tenía miedo a caer al suelo con el vaivén del tren, y en cuanto tomé asiento, no pude evitar decirle a David lo molesta que estaba con él, mientras me quitaba mi anillo de casada y lo guardaba en el bolso, pues sabía que desde ese preciso momento, sería el juguete sexual de aquellos tres pervertidos y harían conmigo todo lo que a ellos les diese la gana sin que yo pudiera negarme.


  • Eres peor que tu padre, ¿tenías que poner en marcha el vibrador delante de mi familia, no podías haber esperado a que estuviésemos solos?
  • Tenía que asegurarme de que lo llevabas puesto, además… Podemos hacer contigo lo que queramos, no estás en situación de exigirme nada, ya sabes que con solo una llamada que haga, mi padre hará que todo el mundo se entere de lo puta que eres. Y ahora por protestar vas a hacer algo por mí, te vas a meter en el baño del tren y te vas a quitar el sujetador y ese top de tirantes que llevas, mejor ponte una camisa, quiero que lleves bien sueltecitas esas hermosas tetas que tienes, para ver cómo te bailan con el vaivén del tren.
  • Está bien, pero deja que me quite también el vibrador… Me siento muy incómoda con él.
  • ¡Ni se te ocurra quitártelo!, quiero que nos divirtamos un poco antes de llegar a Madrid y lo único que quiero que te quites es el sujetador, así que no me hagas esperar y tira para el baño. Te doy diez minutos, ni uno más, si en diez minutos no estás aquí, llamaré a mi padre por teléfono para contarle que no te estás portando bien con nosotros y tomará medidas drásticas.

No quise continuar una discusión que sabía que tenía perdida de antemano, así que obedeciendo como una idiota, me levanté y cogí de la maleta la primera camisa que vi para dirigirme al baño y hacer lo que me había dicho antes de que perdiese la paciencia y llamase al cabrón de su padre. Hacer este tipo de cosas en público me daba mucho reparo y lo único que deseaba era que llegásemos a nuestro destino cuanto antes, para que nos metiésemos en el hotel y que allí hicieran conmigo lo que ellos quisieran, sin que ninguna mirada curiosa pudiera observarnos.
Tras volver a sentarme en mi asiento, me aseguré de que nadie nos estaba mirando, y saqué de mi bolso el sujetador que me acababa de quitar en el baño, para dárselo.


  • Muy bien Maria, así me gusta, que me hagas caso. Pero ahora quiero comprobar que todavía sigues llevando el vibrador en el coño.

Sin darme tiempo a decir nada, introdujo su mano derecha por debajo de mi falda hasta que llegó a mis bragas, y cuando se aseguró de que el vibrador seguía en su sitio, me dijo algo que me dejó helada.


  • ¿Chicos, no tenéis sed?, yo estoy sediento… Maria, acércate al vagón del bar y tráenos unos refrescos para cada uno. Pero antes, desabróchate un poco un par de botones de la camisa para lucir bien esos melones que tienes, el camarero también tiene derecho a alegrarse la vista, y quizás te haga descuento al verte tan acalorada. – (dijo riéndose)

Estaba sofocada, obedeciendo las órdenes de aquel niñato me abrí un par de botones y traté de que la camisa ocultase la mayor parte de mis pechos posible, pero antes de levantarme de mi asiento para dirigirme al bar del tren, David me agarró de la mano y me terminó desabrochando todos los botones de la camisa. Completamente humillada le supliqué que no me hiciera pasearme así por en medio del tren, pues también habían niños y no quería que se formase un escándalo cuando la gente me viese, pero David echó mano al móvil y me amenazó con llamar a su padre, por lo que no tuve más remedio que levantarme de mi asiento con la camisa completamente abierta, y dirigirme al vagón del bar tratando de cubrir mis pechos, cogiendo los dos extremos de la camisa con una de mis manos.
El problema sería cuando me diesen los refrescos, pues el muy cabrón me había dicho que se los trajese en vaso en vez de en la lata que suelen servirlos, y con los tres vasos me sería realmente difícil evitar derramar la bebida sin que se me viera nada.
David me siguió de cerca y se quedó en la puerta de la cafetería viendo como yo pedía los refrescos, y cuando me los sirvieron, me resultó bastante complicado coger los tres vasos y a la vez cubrirme los pechos con la camisa, pues iban bastante cargados de bebida y si no tenía cuidado podrían derramarse con facilidad. Minutos después salí de la cafetería del tren y comencé a caminar con cuidado hacia nuestros asientos, fue entonces cuando David puso en marcha el vibrador y al sentirlo no pude evitar dar un pequeño respingo, que hizo que se derramase un poco uno de los vasos sobre mi camisa.
Yo trataba de caminar despacio y pensar en otra cosa para mantener el equilibro, pero David al ver que me estaba costando lograr que los vasos llegasen intactos a su destino y que mis pechos no quedasen expuestos ante toda la gente que viajaba en el tren, alargó un poco el brazo y cogió su vaso para que yo solo llevase los de Fran y Aitor.

Finalmente llegué a nuestras butacas y tras sentarme en mi asiento les di los vasos, mientras ellos me miraban con ojos de deseo al ver lo provocativa que estaba con esa camisa abierta, después llegó David y se sentó a mi lado, fue entonces cuando me dijo:


  • Muy bien Maria, lo has hecho de maravilla, ¿ves como no era tan difícil? Ahora ábrete la camisa y deja que mis amigos te vean las tetas, que todavía no te las han visto y ya va siendo hora.
  • Pero… Estamos en un tren público, hay niños con sus padres y pasa gente por el pasillo con frecuencia, podrían verme desnuda y se podría armar un escándalo.
Por favor espera a que lleguemos al hotel y allí haré todo lo que queráis, te lo prometo. – (dije tratando de convencerlo)

  • Deja de quejarte porque no te va a servir de nada, así que ábrete la camisa y cuenta hasta cinco antes de cerrarla. Si no quieres que nadie te vea, ya te asegurarás tú de hacerlo cuando nadie esté mirando, te prometo que si lo haces, después dejaré que te la vuelvas a abrochar de nuevo.

Levanté la cabeza y miré hacia los lados para comprobar que ningún otro pasajero mirase hacia donde yo estaba, por suerte, al lado nuestro no viajaba nadie y asegurándome de que en ese momento no pasaba nadie por el pasillo, me abrí rápidamente la camisa dejando mis grandes tetas a la vista de aquellos chicos, que lentamente comenzaron a contar hasta cinco como si estuviesen cantando. Esos cinco segundos se me hicieron eternos, cuando finalmente llegaron al último número, me cubrí los pechos bruscamente para que nadie más se diese cuenta de lo que allí estaba pasando, y rápidamente comencé a abrocharme la camisa completamente sofocada.

Treinta minutos más tarde aproximadamente llegamos a nuestro destino, ya estaba anocheciendo y al bajar del tren los chicos llamaron a un taxi para que viniera a recogernos.
Enseguida llegamos al hotel que habíamos reservado y con nuestros escasos equipajes nos dirigimos a recepción para que nos diesen la llave de la habitación, me hicieron firmar unos papeles y aunque no me hizo ninguna gracia hacerlo por si mi marido se enteraba de que había estado sola en un hotel con varios jovencitos, no tuve más remedio que firmarlo. Después subimos a la habitación para dejar las cosas y arreglarnos un poco antes de bajar a cenar en el restaurante del hotel, sabía que esa noche iba a ser larga, pero me consolaba saber que al menos estábamos en una gran ciudad donde nadie me conocía.
Los chicos enseguida abandonaron la habitación y se bajaron a la recepción para hacer tiempo mientras yo me daba una ducha y me cambiaba de ropa, finalmente me quité el vibrador y al hacerlo sentí un gran alivio, pues estaba muy incómoda y ya me empezaba a molestar, tenía la entrepierna bastante dolorida y en la ducha me di un pequeño masaje con jabón para aliviarme un poco el dolor, después busqué en la maleta y fue cuando caí en la cuenta de que no me había traído la suficiente ropa como para elegir que ponerme, pues únicamente me eché un par de bikinis junto a toda la lencería y ropa “de folleteo” que me ayudó a elegir Gerardo, y los disfraces que compramos en el sex-shop. Afortunadamente había varios tops de tirantes y un par de camisas más, así que me volví a poner la falda vaquera con la que salí de casa, un bikini que usé de ropa interior y una camisa limpia. Después me pinté un poco frente al espejo del baño y bajé a la recepción del hotel donde me esperaban los chicos para cenar.
David nada más verme se acercó a mí y tras llevarme a un rincón de la recepción donde no había demasiada gente, comenzó a inspeccionar mi nueva indumentaria, subiéndome un poco la falda y mirando por debajo de mi camisa, fue entonces cuando me dijo:


  • Muy mal Maria, te has puesto ropa interior y yo en ningún momento te he dicho que te pongas nada debajo de la ropa, así que ahora mismo vas a ir al baño y te vas a quitar ese bikini, quiero que vayas sin sujetador y sin bragas durante toda nuestra estancia en Madrid.
  • ¿Pero no íbamos a cenar, que es lo que pretendes, que vaya exhibiéndome por todos sitios? – (respondí avergonzada)
  • ¿Ya estás protestando otra vez? Tenía razón mi padre cuando dijo que eras un poco tocapelotas. Tú verás, pero o haces lo que te digo o lo llamo para que le haga llegar los videos de tus aventuras sexuales a Miguel y a tu querido marido. Tú decides… – (dijo sacándose el móvil del bolsillo y amenazándome con hacer una llamada)

Cuando nombraba a mi familia me desarmaba por completo, la poca valentía que me quedaba, aquel niñato la eliminaba de un solo plumazo con sus amenazas, y sin poder hacer nada para convencerlo de que me dejase llevar ropa interior durante la cena, me dirigí humillada hacia los servicios del hotel para quitarme el bikini que me había puesto bajo la ropa.
Ya en el baño me quité el bikini y tras coger una pequeña bolsita de una especie de dispensador que había en el cuarto de aseo, para que las mujeres echásemos las compresas y tampones usados, metí dentro mi bikini. Al salir del baño le di la bolsita a David pensando que la guardaría para devolvérmela más adelante cuando volviésemos a nuestra habitación, pero conforme cogió la bolsita la terminó tirando a una papelera cercana que había en la recepción. Hecho esto volvimos hacia donde nos esperaban sus dos amigos, y enseguida entramos al restaurante del hotel, donde el metre nos sentó en una mesa que había para cuatro personas y que estaba muy apartada de la salida. A esa hora había mucha gente en el restaurante, pues era una buena hora para cenar y prácticamente estaba lleno, nosotros estábamos sentados en la última mesa que había, y detrás nuestro solo estaba la pared que delimitaba el final del comedor.

Cuando terminaron de servirnos los platos, los chicos comenzaron a meterme mano disimuladamente por debajo de la mesa, y aunque yo hice lo posible por impedir que lograsen su objetivo, una vez más las palabras de David me volvieron a recordar para que había ido a ese viaje con ellos.


  • Incorpórate un poco para subirte la falda con disimulo hasta la cintura, separa las piernas y pon tus manos sobre la mesa para no llamar la atención.

Al muy degenerado le gustaba exhibirme y meterme mano delante de todo el mundo, y a mí no me quedó más remedio que hacer lo que me pedía para que aquello no fuese a más, así que accediendo a sus perversas peticiones incliné un poco mi cuerpo hacia delante, a la vez que me subía la falda con disimulo, después puse mis manos sobre la mesa para aparentar que estaba cenando, mientras las manos de aquel niñato comenzaban a acariciar mis muslos. Con mi entrepierna totalmente expuesta e indefensa bajo la mesa de aquel restaurante lleno de gente, comencé a sentir como los dedos de aquel degenerado se deslizaban por mi vagina con gran desesperación, y mientras yo trataba de cenar para no levantar sospechas y evitar que se formase un escándalo, sentí como aquellos dedos comenzaban a penetrarme y a jugar con mi clítoris, provocándome dar disimulados suspiros de placer ante aquellos estímulos que estaba recibiendo. Un rato después, David le hizo una señal a Aitor y automáticamente se cambiaron de sitio, Aitor se sentó a mi lado y comenzó a manosearme tomando el relevo de su amigo, fue entonces cuando completamente humillada traté de decirle:

· Por favor Aitor no lo hagas, piensa en mi hijo, es tu compañero de equipo, o piensa en tu madre y tu hermana, imagina que fueran ellas las que estuviesen aquí sentadas.
· ¡Ya estoy harto, estás agotando mi paciencia! Como vuelvas a intentar hacernos chantaje emocional, llamaré a mi padre y le contaré absolutamente todo, es la última vez que te lo digo, me estás hinchando los cojones con tus quejas, desde el principio sabías a lo que venías, así que o dejas ya de quejarte y obedeces a todo lo que te digamos, o atente a las consecuencias. – (dijo David sin levantar demasiado la voz, mientras me miraba enfurecido)

Y con mis ojos humedecidos, no tuve más remedio que abrirme aún más de piernas completamente humillada, para facilitarles la tarea de acariciarme el chocho en medio del restaurante, con el lógico miedo de que alguien pudiera vernos. Yo estaba muy avergonzada y no dejaba de mirar con disimulo hacia todas partes por si alguien se daba cuenta de lo que allí estaba ocurriendo, pero por suerte la gente estaba a su bola y no pareció darse cuenta de nada, tras un rato de caricias por parte de Aitor, David volvió a pedirme que hiciera algo más:

· Maria, desabróchate un poco la camisa para que Fran pueda entrever esas hermosas tetas que tienes, es el único que no está disfrutando de tu entrepierna y ¿qué menos que alegrarle un poco la vista, no crees? También quiero que alargues un poco una de tus piernas y le acaricies el paquete con uno de tus pies, no vas a ser tú la única que disfrutes esta noche.

Fue entonces cuando comencé a desabrocharme de nuevo la camisa al igual que había hecho horas antes en el tren, con la única diferencia de que esta vez únicamente me desabroché tres botones que dejaban ver bastante bien mis pechos, luego alargué uno de mis pies e hice lo que David me había pedido, mientras Aitor seguía acariciándome el chocho bajo la mesa con mucha pasión y entrega.
Cuando quise darme cuenta, me sorprendí al ver que el camarero se había acercado a nuestra mesa por detrás de mí, para traernos la carta de postres, y muerta de vergüenza di un pequeño respingo en mi asiento, dejando de acariciarle el paquete a Fran con uno de mis pies, mientras trataba de cubrir mis pechos que asomaban por la camisa, como medianamente podía con mis manos.
Aitor rápidamente dejó de manosearme por si el camarero se percataba de algo, y después de eso los chicos parecieron tranquilizarse hasta que terminamos de cenar, yo aproveché para volver a abrocharme los botones de la camisa y colocarme la falda correctamente con disimulo, y al terminar de cenar los chicos se empeñaron en dar una vuelta por Madrid antes de subir a la habitación.
Al escuchar aquello me sentí bastante aliviada ya que a pesar de que no llevaba ropa interior, sabía que cuanto más tiempo tardásemos en subir a la habitación sería mucho mejor para mí, pues al volver al hotel sabía la movida noche que me esperaba ante aquellos incansables jovencitos.

Paseamos tranquilamente durante un buen rato por el centro de Madrid, y media hora más tarde dijeron de ir a la zona de copas para tomar algo antes de volver al hotel.
De camino, vimos a lo lejos las luces de una pequeña discoteca y se empeñaron en que entrásemos, aquello estaba abarrotado de gente y había muy poca luz, conforme fuimos adentrándonos en la discoteca David me cogió del brazo y me llevó a la pista para que bailase un rato, pero cuando quise darme cuenta me dejó sola en la pista mientras él se iba a la barra con sus amigos para pedir unos cubatas, yo me sentía cohibida y apenas me movía, únicamente hacía amagos de lado a lado para que David no se enfadase y no me obligase hacer un striptease ahí en medio, como el que me hizo hacer en el tren.
Al cabo de un rato, se me acercó un chico de unos treinta años más o menos y comenzó a restregarse contra mí sin decirme absolutamente nada, yo traté de apartarlo varias veces pero aquel chico no se cansaba de insistir ni de manosearme, y cuando ya estaba a punto de abandonar la pista para alejarme de aquel pervertido, llegó David con un cubata en la mano y me lo ofreció, mientras se alejaba con el chaval que no dejaba de manosearme descaradamente. Desde la pista de baile me puse a observar lo que hacían y unos minutos más tarde vi como empezaban a hacer amistad y a bromear entre ellos, al cabo de un rato se me acercó Aitor y me dijo que ya era hora de irnos, pero a mí me estaban dando ganas de orinar y antes de que nos pusiésemos camino al hotel nuevamente, le dije que me esperasen un momento, ya que el hotel estaba bastante lejos de donde nosotros habíamos ido y no aguantaría todo el camino sin poder orinar.

· Espera un segundo que vaya al baño, no tardo nada te lo prometo.
· Lo siento Maria pero son órdenes de David, debemos irnos ya.
· Sólo es un segundo, te prometo que no tardo – (insistí mientras comenzaba a dirigirme al baño)
· ¡He dicho que no, cojones! ¿Qué parte no has entendido?, venga tira para afuera. – (respondió Aitor agarrándome con fuerza de un brazo)

Al salir de la discoteca, vi a David y a Fran esperándonos, pero me sorprendí al ver que también estaba con ellos el chaval que no había dejado de meterme mano en la pista de baile.


  • ¿Qué hace él aquí? – (pregunté indignada y atemorizada).
  • Nos ha caído bien, y tú le gustas – (respondió David con tono autoritario)
  • Por favor dejadme ir al baño, de verdad que no tardo nada, os lo prometo. Necesito orinar, no me puedo aguantar más. – (respondí avergonzada)

En ese momento tenía la vejiga tan llena, que lo único en lo que pensaba era en ir al baño cuanto antes, sin preocuparme lo más mínimo porque el chaval que había estado sobándome en la discoteca estuviese con nosotros, pero David se negó a que volviese a entrar sola en la discoteca y enseguida nos pusimos a caminar para volver al hotel. El chico le dijo a David que conocía un sitio que nos pillaba de camino, en el que yo podría orinar antes de llegar al hotel y nos hizo dar un pequeño rodeo, hasta que llegamos a una especie de descampado alumbrado por varias farolas en el que no había nadie.

· Ala Maria, ¿no querías mear?... pues ahí puedes hacerlo, ponte de cunclillas bajo esa farola, queremos ver cómo te sale el chorrito de entre las piernas. – (dijo David riéndose a carcajadas)
· ¡Por favor, no me hagáis hacer esto!… dejadme ir a un baño en condiciones. – (le supliqué abochornada)
· ¿A un baño en condiciones, y qué tiene este de malo? Además… ¿no decías que tenías tantas ganas y que ya no podías aguantar más? Pues venga, de cunclillas delante de nosotros.

Completamente avergonzada me dirigí hacia la farola con la única intención de vaciar mi vejiga, pero antes de que me alejase demasiado de ellos, David volvió a insistirme:

· Espera Maria, vamos a hacer que esto sea aún más divertido… ¡Quítate la camisa!
· ¿Cómo… qué?... – (dije confundida)
· ¡Que te quites la puta camisa! Y no me hagas repetírtelo o llamo a mi padre ahora mismo, ya estoy hasta los huevos de que siempre te estés haciendo la tonta y que siempre estés poniendo pegas a todo lo que te digo, o te quitas la camisa o llamo a mi padre, tú decides.

Ante aquellas palabras no pude evitar ponerme a llorar de rabia e impotencia, y bajo la farola de aquel descampado comencé a desabrocharme la camisa hasta deshacerme de ella, dejando desnuda la parte superior de mi cuerpo frente aquellos pervertidos que me miraban sin perder detalle, y se reían mientras bromeaban entre ellos.

· Te estarás preguntando porqué una mujer tan hermosa y madura como Maria es tan sumisa con nosotros, ¿verdad? Pues la única razón es que este bomboncito nos debe unos cuantos favores y esta es la única forma que tiene de saldar su deuda con nosotros. – (le dijo David al chaval de la discoteca, que todavía no salía de su asombro)

Ya con mi camisa en la mano y mis pechos al aire frente a aquellos jóvenes, me puse de cunclillas bajo la luz de la farola dispuesta a orinar, pero antes de hacerlo David volvió a decirme:

· Maria, espera un momento… Acércame la camisa, que te veo incómoda, y quítate también la falda, que no quiero que se te manche.
· ¡Por favor no me hagas quedarme desnuda en medio de la calle, soy una mujer casada y tengo un hijo de tu misma edad, que además es amigo tuyo, por favor te lo suplico no me humilles más, llévame al hotel y allí me haces lo que tú quieras, pero no me avergüences más en plena calle, por favor te lo pido!
· No te preocupes ahora por eso ya habrá tiempo de ir al hotel, te vas a cansar de estar ahí metida, tenemos todo el fin de semana, así que quítate la falda y abre bien las piernas para que veamos cómo te sale el chorrito, mientras te abres el coño para que no nos perdamos ni un solo detalle.

Yo no dejaba de llorar, me sentía sucia y humillada, pero los chicos estaban disfrutando como nunca viendo que siempre se salían con la suya, delante de ellos comencé a desabrocharme la faldita vaquera que llevaba y cuando terminé de quitármela se la di a David sin poder mirarlo a la cara por lo avergonzada que me sentía, después volví a caminar hacia la farola y bajo la luz que desprendía aquella bombilla, me puse de cunclillas separando mis rodillas para que los cuatro chicos pudieran contemplar como hacía pis, bajo la fuerte luz de aquella farola que iluminaba con todo detalle cada centímetro de mi cuerpo desnudo. Estuve un buen rato agachada, pues mi vejiga estaba tan llena por todo el tiempo que había aguantado sin mear, que cuando lo hice, aquel chorro no parecía tener fin, pero al cabo de unos minutos terminé de hacer pis y fue el chico de la discoteca el que se me acercó para ofrecerme un pañuelo de tela, con el que quería que me limpiase la entrepierna después de mear.
No dudé en hacerlo, y tras pasarme ese pañuelo por el chocho, volví a acercarme a David para que me devolviese mi ropa, no sin antes, devolverle el pañuelo al chico que me lo había prestado, pues quería guardárselo de recuerdo con los restos de mi orina.

Comencé a vestirme todo lo rápido que pude mientras los chicos comenzaron a caminar alejándose de mí y dejándome sola en aquel descampado, cuando terminé de subirme la falda, aceleré el paso para no andar sola por esas calles tan oscuras en las que no se veía a nadie por ningún sitio, y al situarme cerca de donde los chicos caminaban pude oír como David invitaba al chico de la discoteca a que nos acompañase al hotel con la única condición de que solo mirase, pues según David yo les pertenecía únicamente a ellos.
Ya al lado de los chicos comencé a abrocharme los botones de la camisa y seguimos andando hasta que llegamos al hotel, al entrar cruzamos la recepción y no vimos más que a los empleados que estaban tras el mostrador, después cogimos el ascensor para subir a la habitación y nada más entrar, lo primero que hice fue tirarme boca abajo en la cama donde me puse a llorar desconsoladamente, por todas las humillaciones que me habían hecho pasar ese día.

Los chicos lo primero que hicieron fue turnarse entre ellos para ir al baño a mear, mientras los demás iban a la nevera a coger alguna cerveza fresca con la que calmar su sed, después se sentaron un rato en el sofá para descansar mientras se bebían la cerveza, y encendieron la televisión para ver si había televisión por cable en la que estuviesen poniendo alguna película porno que les sirviese como calentamiento, antes de ensañarse conmigo. Yo no podía pensar en otra cosa más que en mi familia, quería que todo aquello terminase cuanto antes, pero sabía que no había hecho más que comenzar y tendría que hacer todo lo que fuese necesario, para que ni mi marido ni mi hijo llegasen a ver los videos en los que por chantaje, se me veía manteniendo relaciones sexuales con mi casero y sus hijos, además de los jefes de mi esposo.
Tras unos minutos llorando desconsoladamente en la cama, aproveché que los chicos estaban entretenidos viendo una película porno para meterme en el baño y darme una ducha, pero cuando estaba enjabonándome el cuerpo, oí como David me gritaba desde la puerta del baño.

· Vamos Maria, date prisa en salir del baño que tienes que ponerte a trabajar enseguida. Quiero que seas tú la que nos desnude a todos y espero que no te importe que el chaval de la discoteca nos acompañe, lo hemos invitado para que vea como nos divertimos contigo, pero quien sabe… si el chaval se porta bien, quizás más adelante tenga más protagonismo, así que venga, date prisa y sal del baño si no quieres que me enfade.


No tardé mucho en aclarar mi cuerpo desnudo bajo la ducha para quitarme el jabón, ni en salir del baño para evitar que David se enfadase conmigo y que todo lo que yo había sufrido esforzándome porque aquellos videos no llegasen a mi familia no hubiese servido de nada, me lie una toalla sobre mi cuerpo desnudo y enseguida abrí la puerta para dirigirme al salón, donde ya habían varios botes vacíos de cerveza sobre la mesa. Cuando los chicos me vieron únicamente con la toalla cubriendo mis partes más íntimas, no me quitaron el ojo de encima, pero David enseguida se me acercó y mientras le hacía un gesto a Fran para que se levantase del sofá, me cogió de un brazo y me puso frente a él, diciendo:

· Vamos Maria, no nos hagas perder más el tiempo que al final se nos va a hacer de día, empieza a desnudar a mis amigos.

Enseguida hice lo que me pidió y comencé a desnudar a Fran y Aitor, sintiéndome como si fuese una simple prostituta a la que habían llamado para divertirse esa noche con ella, cuando terminé de desnudarlos, David se me acercó por la espalda y empezó a darme pequeños besitos por el cuello mientras me susurraba al oído que lo desnudase a él también, el único que seguía vestido era el chaval de la discoteca, que miraba asombrado sin perder detalle. Fue entonces cuando David completamente desnudo, buscó en su mochila y sacó una cámara de fotos para dársela al chico de la discoteca, después le dio un pequeño tirón a la toalla que cubría mi cuerpo haciendo que cayese al suelo, dejándome completamente desnuda a mí también y me volvió a coger del brazo para llevarme a la habitación, donde me tiró a la cama como si fuese un trapo. En ese momento le hizo una pequeña señal al chaval de la discoteca y después metió su cabeza entre mis piernas, para comenzar a chuparme el chocho mientras aquel chaval hacía fotos a diestro y sinestro desde varios ángulos.

En ninguno de los dos chantajes que sufrí anteriormente me sentí tan violada y forzada como me estaba sintiendo en ese preciso momento, aquel chico era mucho peor que su padre y me lo estaba demostrando con creces, su lengua me recorría el clítoris y penetraba mi vagina a su antojo, mientras que sus manos acariciaban y estrujaban mis pechos con pasión.
Yo tenía los ojos cerrados y la cabeza girada hacia un lado para no mirar a aquellos pervertidos que jugaban conmigo como si fuese un simple juguete con el que desfogarse sexualmente, pero pronto sentí como una mano me ladeaba la cabeza y al abrir los ojos asustada, vi a Aitor que se nos había acercado. Antes de darme tiempo a reaccionar, Aitor me tapó la nariz provocando que yo tuviese que abrir la boca para coger aire, y aprovechó ese justo momento para introducirme su erecto miembro hasta la garganta, mientras el chaval de la discoteca seguía haciendo fotos con la cámara.
Yo sentía una gran repugnancia por todo aquello, pero no tuve más remedio que comenzar a chupar la polla de Aitor mientras David seguía comiéndome el coño, enseguida sentí como un aluvión de semen me inundaba la garganta y mientras tosía como podía teniendo la polla de aquel chico todavía en mi boca, traté de tragar la mayor cantidad de semen posible para no ahogarme.

· Lo siento, pero es que estaba tan cachondo que no podía aguantar más – (dijo Aitor disculpándose con sus amigos)
· No te preocupes, todos lo estamos y no es para menos con semejante bombón, ¿no os parece?... Vamos Fran, ahora te toca a ti, acércate para que Maria te la chupe mientras yo me la follo por detrás – (respondió David con una ligera sonrisa en su rostro)

Rápidamente comencé a suplicarle que por detrás no, pero una vez más mis suplicas no sirvieron de nada, me agarró por la cintura con fuerza para darme la vuelta sobre la cama, haciendo que me pusiera a cuatro patas, y por suerte, únicamente se centró en mi vagina, que no dejaba de manosear mientras con una de sus manos guiaba su pene hacia el interior. Por otra parte, Fran ya se había puesto delante de mí y aunque yo traté de suplicar y de negarme a chupársela, pronto mis pequeñas quejas se vieron ahogadas por su erecto pene, que enseguida metió en mi boca.
Los dos jóvenes me usaban a su antojo mientras hacían comentarios obscenos y burlones hacia mí, David comenzó a bombear con fuerza entre mis piernas mientras su amigo me follaba la boca, y tras varios minutos de auténtica pesadilla, Fran sacó su pene de mi boca y comenzó a golpear mi cara con él, hasta que terminó llenándome todo el pelo y el rostro de semen. En cambio David seguía embistiéndome cada vez con más fuerza, me estaba follando a cuatro patas mientras el chico de la discoteca seguía haciendo fotos desde todos los ángulos, incluso alargando la mano para situar la cámara bajo mis piernas y hacer primeros planos de las penetraciones, hasta que por fin, David comenzó a tener un orgasmo y a soltar fuertes y continuos chorros de semen en el interior de mi vagina.
Enseguida se apartó de mi espalda y yo caí boca abajo en el colchón completamente exhausta, pero antes de darme tiempo a recuperar fuerzas, el muy degenerado siguió humillándome diciendo:

· Muy bien Maria así es como me gusta que te comportes, como lo que eres, una auténtica puta. Pero no te detengas ahora porque esto no ha hecho más que comenzar, ya tendrás tiempo de descansar cuando vuelvas a tu casa, vamos ponte de rodillas sobre el colchón y hazme un beso negro.

Cuando oí aquello imaginé que quería que le diese un apasionado beso con lengua, y poniéndome de rodillas me acerqué a él buscando su rostro, fue entonces cuando comenzó a reírse de mí de forma despectiva, y me explicó lo que era un beso negro dejándome completamente abochornada delante de los demás chicos, que no dejaban de mirarnos atentamente y de reírle las gracias a aquel joven pervertido.
Una vez más, no tuve más remedio que tragarme mi propio orgullo y acceder a las peticiones que aquel niñato me hacía, para que mi familia nunca supiese nada de lo ocurrido, sentí mucho asco y repugnancia por lo que debía hacer a continuación y comencé a pensar si de verdad merecía la pena seguir con aquella humillación, o si por el contrario sería mejor que mi familia se enterase de todo para evitar tener que pasar por todo ese calvario al que me estaban sometiendo, pero mi familia no se merecía esa deshonra y con solo pensar en la cara que pondrían mi hijo y mi marido cuando se enterasen de todo, se me caía el mundo encima, así que no me quedó más remedio que obedecer a las palabras de aquel niñato y situarme tras él, para lamerle el culo delante de sus amigos.
David se puso de cunclillas sobre el colchón y a mí me hizo tumbarme boca arriba en la cama, para después él sentarse sobre mi cara, a mí me faltaba el aire y me dieron varias arcadas al oler el trasero de aquél joven, pero sabía que debía hacer lo que me pedía y enseguida comencé a pasar mi lengua tímidamente por su ano. Afortunadamente, pocos minutos después se le volvió a poner dura y se apartó hacia atrás para meterme su polla a la boca, yo me sentí bastante aliviada al saber que ya no tendría que seguir haciendo algo tan desagradable y vejatorio, pero enseguida me cogió de la cabeza y empezó a follarme la garganta a un ritmo frenético. Yo no tardé en ponerme roja y en comenzar a toser con aquel miembro en mi boca debido a que me faltaba el aire, mientras aquel joven me embestía la garganta y tras unos minutos que se me hicieron eternos, me agarró fuerte de la cabeza para que no me separase de él, y con su pene todavía en mi boca comenzó a soltar fuertes chorros de semen que no tuve más remedio que tragar para no ahogarme. Después cayó rendido sobre la cama por el orgasmo que había tenido y yo aproveché para salir corriendo al baño a vomitar, pero enseguida oí los gritos de David desde la habitación:

· Maria ¿A dónde coño vas?, date prisa en volver porque todavía no hemos acabado contigo y como nos hagas esperar te vas a arrepentir mucho – (gritó enfadado)

Tras lavarme un poco la cara y aclararme la boca con un poco de agua, volví a la habitación tímidamente, cubriendo mi cuerpo desnudo con mis brazos sin poder levantar la mirada del suelo, y en cuanto me vieron llegar, David volvió a decirme con tono autoritario y burlón:

· ¿Se puede saber qué coño haces ahí parada? Vuelve a la cama y deja ya de taparte mujer, ya te hemos visto todos desnuda y haciendo cosas mucho peores

Avergonzada y sin dejar de cubrir mi cuerpo desnudo con las manos, comencé a dirigirme hacia la cama donde David seguía tumbado a sus anchas, y mientras me dirigía hacia él, le hizo un pequeño gesto a uno de sus amigos y me dijo en voz alta:

· Maria, ponte de rodillas en el suelo e inclínate sobre la cama, que Aitor te va a dar por el culo.

Ya no me preocupaba por el dolor que sentiría cuando aquel chico me sodomizase, lo que más me inquietaba es que lo iba a hacer otro compañero del equipo de fútbol en el que jugaba mi hijo y eso me hacía sentirme como una auténtica puta, pues los amigos de mi propio hijo estaban disfrutando de mi cuerpo a su antojo y yo no podía hacer nada por impedirlo.
Enseguida se situó detrás de mí y sin articular palabra alguna, comenzó a penetrar mi estrecho y delicado ano con su erecta polla, haciéndome gritar de dolor mientras yo me aferraba a la colcha de la cama recibiendo sus fuertes embistes. El joven comenzó a tirarme del pelo haciendo que yo levantase la cara de la cama, a la vez que me enculaba durante varios minutos que se me hicieron eternos, hasta que por fin comenzó a eyacular y a soltar todo su esperma en el interior de mi dolorido culo. Fue entonces cuando respiré aliviada pensando que todo había acabado y les supliqué entre llantos:

· Por favor marchaos, ya os habéis divertido bastante conmigo durante esta noche, ahora quiero estar sola.
· ¿Y quién coño te ha dicho que hemos terminado?, nuestro nuevo amigo ha hecho muy bien su trabajo y se merece una recompensa – (respondió David)

Después se acercó al chico que conocimos en la discoteca y le dijo que se desnudase y se tumbase a mi lado, luego cogió la cámara de fotos y se nos acercó dispuesto a fotografiarnos a los dos en la cama.
Ahora David tenía un nuevo objetivo, el de fotografiarme completamente desnuda junto a una persona que nadie en nuestra ciudad conocía.
No hizo falta que le dijese nada más, pues el chico de la discoteca enseguida comenzó a acariciar suavemente mis pechos y a darme pequeños besitos por el cuello, mientras David nos hacía fotos desde todos los ángulos y tras unos minutos de largos manoseos y caricias, me hizo girarme hacia un lado de forma que le diese la espalda. Después levantó una de mis piernas con sus manos y acto seguido empezó a follarme frente a David, permitiéndole hacer primeros planos con la cámara de fotos, mientras me penetraba. Yo no dejaba de llorar de rabia e impotencia, me sentía frustrada y mancillada, estaba muy dolorida y aquella larga sesión de sexo y depravación parecía no tener fin, en cambio el chico de la discoteca estaba disfrutando como seguro que no habría disfrutado en su vida, con su boca buscaba mis tetas mientras me follaba a un ritmo frenético sin soltarme la pierna para que no pudiese bajarla, dejando mi entrepierna completamente expuesta ante David que no dejaba de hacer fotos, y me embestía con gran rapidez y firmeza. Afortunadamente, pronto comenzó a aumentar el ritmo de sus gemidos y mientras me seguía embistiendo con fuerza, empezó a soltar interminables chorros de semen en el interior de mi vagina, quedándose completamente exhausto sobre la cama, debido al gran orgasmo que acababa de sentir disfrutando de mi cuerpo. Poco después se levantó de la cama y se acercó a David, le dio las gracias por dejarle follar conmigo y mientras todos salían de la habitación, David que todavía seguía haciéndome fotos, me dijo:

· Maria, mañana vas tú sola a elegir los nuevos patrocinadores para el equipo, nosotros nos quedaremos descansando en la habitación del hotel hasta que llegue la hora de irnos.
Ya nos veremos en la estación.

Tras decirme eso volvió con sus amigos al comedor y yo me quedé sola y dolorida en la cama durante unos minutos, recuperándome de tanta sesión de sexo en la misma noche.
Después me incorporé lentamente y me fui al baño a tomarme varias pastillas anticonceptivas para evitar que lo que había pasado aquella noche en esa habitación de hotel, tuviese nuevas y desastrosas consecuencias, y mientras ellos seguían en el comedor bebiendo cervezas y gastándose bromas, me di un relajante baño de agua caliente de más de 20 minutos.
Cuando salí del baño los chicos ya no estaban, me habían dejado una nota en la cama diciendo que se iban a dar una vuelta con el chico de la discoteca y que volverían tarde, así que tras secarme un poco el pelo y asegurarme de poner el despertador para despertarme pronto, me tumbé en la cama dispuesta a dormir y descansar de tan ajetreada noche.

Al día siguiente tras despertarme y vestirme, recogí la poca ropa que había llevado a aquel viaje y salí de la habitación con mis cosas, para no tener que volver al hotel después de la reunión.
Me citaron en unas oficinas donde los patrocinadores del equipo amablemente me ofrecieron sus ofertas y todo surgió con la más correcta normalidad, todos fueron muy simpáticos conmigo y tras decidir que patrocinadores nos representarían en las siguientes jornadas, me dirigí a la estación. Al llegar vi a los chicos sentados en un banco de madera que había frente a los raíles del tren, que enseguida llegó a la estación, y tras subir y sentarnos en uno de los vagones, emprendimos nuestro viaje de vuelta a casa. El camino de regreso fue mucho más tranquilo que el de ida, pues los chicos estaban agotados por no haber dormido durante toda la noche y por suerte para mí, se pasaron todo el viaje durmiendo. Cuando llegamos a nuestro destino, me estaban esperando mi hijo y mi marido, y tras ayudarme a bajar el equipaje, ambos me dieron un beso y me preguntaron que cómo me lo había pasado, mientras abandonábamos la estación y volvíamos a casa.

Fueron pasando los días y yo seguía sin poder quitarme de la cabeza todo lo que había sucedido en aquel viaje con los chicos, seguí asistiendo con frecuencia a los entrenamientos para no levantar sospechas, pero procuraba mantenerme lo más alejada posible de Gerardo y sus hijos. Al finalizar el mes, me llegó el primer pago por mi nuevo trabajo como relaciones públicas y al ir a cobrarlo al banco, me sorprendí mucho ya que había mucho más dinero del que me dijeron que me pagarían antes de firmar el contrato, y supuse que fue como una especie de sobresueldo que me había ofrecido Gerardo, por haberle permitido tanto a él como a sus hijos divertirse conmigo sexualmente. Aquello me hizo sentirme como una verdadera puta a la que le pagaban por sus servicios prestados y al llegar a casa con el dinero, a penas abrí la boca, ese día estuve muy callada y muy distante, fue entonces cuando mi marido y mi hijo me dijeron mientras comíamos, que desde que había vuelto de aquel viaje me había cambiado mucho el carácter, ahora ya no me preocupaba por ellos tanto como antes y estaba bastante borde. Tenían razón, incluso las relaciones sexuales con mi marido se habían enfriado, pero no podía contarles el verdadero motivo de mi cambio de aptitud, así que les puse la excusa de que estaba algo estresada por el trabajo y que estaba pensando en dejarlo, pero ellos intentaron hacerme cambiar de opinión diciéndome que no me preocupara por eso, pues lo más difícil era adaptarse cuando se llevaba poco tiempo trabajando, por lo que no tuve más remedio que seguirles la corriente y seguir trabajando para aquel mal nacido sin que ellos supieran lo más mínimo de lo que estaba sucediendo a sus espaldas.

Unas semanas después mi marido me dijo que sus jefes le habían puesto un viaje en el que tendría que salir fuera de España, y que probablemente no volvería a casa hasta dentro de 15 días, evidentemente eso no me hizo ninguna gracia, sobretodo porque en dos días sería el cumpleaños de nuestro hijo, pero mi marido enseguida se excusó diciéndome:

· Cariño sabes que no puedo negarme, llevo muy poco tiempo en la empresa y ahora que las cosas nos van mejor económicamente no puedo arriesgarme a decir que no y perder el empleo.
No te preocupes, cuando vuelva te prometo que celebraremos el cumpleaños de Miguel los tres juntos.

Mi marido tenía razón, pues con el poco tiempo que llevaba trabajando en aquella empresa, si ya empezaba a quejarse no daría buena impresión y mucho menos sabiendo que trabajaba para dos de los mejores amigos de Gerardo, ya que éste podría convencerlos para que despidieran a mi marido y volviésemos a pasar apuros económicos, así que sin recriminarle nada más a mi querido esposo, tuve que aceptar que se marchase a aquel viaje y se perdiese el cumpleaños de nuestro hijo. Aun así, algo en mi interior me decía que aquello no era más que una nueva encerrona y efectivamente así fue, pues el mismo día que mi marido se marchó de viaje, Gerardo me llamó al móvil para citarme de nuevo en sus oficinas.

· Maria hay algo de lo que quiero hablar contigo, necesito que vengas esta misma tarde a mi oficina, es importante.

Por un momento pensé que quería hablarme sobre algo relacionado con mi nuevo empleo de relaciones públicas, pues quizás sentía curiosidad por conocer que patrocinadores había contratado para el equipo de fútbol, pero enseguida recordé lo que sucedió la vez anterior en la que nada más irse mi marido de viaje, me llamó por teléfono para volver a chantajearme, y por miedo a que lo volviese a hacer de nuevo, me negué rotundamente y le colgué el teléfono sin dejarlo explicarse. Después de aquello no volvió insistir, pero a la mañana siguiente cuando mi hijo volvió del instituto, llegó a casa con muy mala cara y tras dar un fuerte portazo al entrar, se encerró en su habitación sin decir absolutamente nada, dejándome muy preocupada. Enseguida fui a preguntarle que si le había pasado algo y fue entonces cuando me dijo el motivo de su enfado.

· ¿Cariño que te ocurre, te ha pasado algo en el instituto?
· ¿Que qué me pasa, y tú me lo preguntas?... Pues me pasa que nunca me habría imaginado que mi madre fuese tan puta como para follarse a todo el que se le pone por delante. Ahora lo entiendo todo, por eso estabas tan distante conmigo y con papá, porque estabas deseando que se marchase de viaje para volverte a follar a más hombres a sus espaldas.

Al oír aquellas palabras se me vino el mundo encima, me puse pálida y no supe qué decir, pues era evidente que se había enterado de todo lo que había ocurrido, pero a pesar de sentirme muy avergonzada quise averiguar cómo se había enterado y le seguí preguntando como si no supiese de lo que me estaba hablando.

· ¿Pero por qué dices eso hijo, qué te hace pensar que yo…?
· Muy fácil, porque lo he visto con mis propios ojos. Cuando he salido del instituto, Gerardo me estaba esperando y me ha llevado a sus oficinas con la excusa de hablarme sobre el equipo de fútbol, pero al llegar me ha enseñado un sobre lleno de fotografías en las que salías tú follando con los jefes de papá, con Gerardo e incluso con sus hijos. Así es como le conseguiste el trabajo a papá ¿verdad?, follándote a sus jefes.

En ese momento me sentía tan angustiada y tan avergonzada porque mi hijo se hubiese enterado de todo, que mi primera reacción fue la de darle una bofetada, aunque enseguida me derrumbé y comencé a llorar delante de él, pidiéndole perdón y preguntándole si le había dicho algo más aquel hijo de puta, que tanto me estaba humillando.

· ¿Y te ha dicho algo más Gerardo?
· Sí, me ha dicho que no has cumplido con tu palabra y que quiere que sea yo quien te convenza. Dice que vayamos esta misma tarde los dos a verle a su despacho y si no vamos se lo contará todo a papá y le enviará unos videos tuyos que tiene guardados, además de las fotografías, pero no solo eso, también me ha dicho que hará varias copias y les dará una a cada uno de los chicos del equipo de fútbol y que como se te ocurra que nos mudemos de ciudad, subirá las fotos y los videos a internet para que tanto los compañeros de trabajo de papá, mis profesores, compañeros de clase y nuestros familiares y conocidos, aparte de media España, te vean follando a espaldas de tu marido.
· ¿Pero… te ha dicho que vayamos los dos? – (pregunté extrañada)
· Sí, y que como yo no vaya contigo, mejor que no te molestes en ir a verle.

Estaba claro que Gerardo no se andaba con juegos, pues era tan cruel como para haberle enseñado las fotos a mi hijo, y me tenía tan sometida, que antes de que la cosa se complicase todavía más, no me quedó más remedio que contarle todo lo sucedido a mi hijo para que no pensase que lo que yo había hecho había sido voluntariamente, así que me acerqué a él, y sentándome a su lado sobre la cama, le dije:

· Está bien hijo, te voy a contar todo lo que ha pasado para que sepas como he llegado a esta vergonzosa situación y para que entiendas que lo que he hecho no ha sido por simple diversión. Como bien sabes, durante este tiempo de atrás andábamos muy mal de dinero en casa y no podíamos pagar el alquiler del piso, y Gerardo me dijo que si no pagábamos nos echaría a la calle en pocos días. En casa de los abuelos no hay sitio para nosotros tres y aunque siempre nos han ayudado en todo lo que han podido, con el dinero que cobran de su pensión tienen lo justo para pagar la comida y los gastos de su casa. Un día fui a hablar con Gerardo a su oficina para explicarle nuestra situación económica y fue entonces cuando me chantajeó ofreciéndome 9.000 euros, 2.000 en dinero y el resto que se supone que serían los pagos de todo un año para poder seguir viviendo en el piso sin tener que pagar absolutamente nada de alquiler durante todo ese año, pero a cambio tendría que acostarme con él y con sus dos hijos. Por supuesto yo al principio me negué rotundamente, pero como sabes estábamos atravesando tantos apuros económicos que tras pensarlo fríamente no tuve más remedio que aceptar el trato. Después de aquello, Gerardo me llamó y me dijo que le había encontrado un nuevo trabajo a tu padre, pero resulta que los que ahora son los jefes de tu padre, también son amigos de Gerardo y me dijo que a cambio de que papá mantuviese el trabajo, también tendría que acostarme con ellos. Pero eso no es todo, ¿te acuerdas del viaje que hice hace unas semanas para contratar nuevos patrocinadores para el equipo?, pues no era más que una excusa para que David (el hijo mayor de Gerardo), junto a dos de sus mejores amigos, pudieran acostarse conmigo durante todo el fin de semana en un hotel, sin que nadie que nos conociese pudiera vernos. Cuando llegamos al hotel, la primera noche me llevaron a una discoteca y allí invitaron a un desconocido que se me acercó mientras me “exhibían”, para que también se nos uniese y follase conmigo. Todo lo que ha pasado ha sido por culpa de Gerardo, que no ha hecho otra cosa más que chantajearme y humillarme para disfrutar de mí y de mi cuerpo a su antojo. Únicamente lo he hecho por nosotros tres, para que no tuviésemos que pasar por más apuros económicos y no nos faltase un techo donde vivir y alimentos que llevarnos a la boca, sólo ha sido por protegeros, tanto a ti como a tu padre. Ya sé que no debí pagar así la deuda, pero de no haberlo hecho, ahora mismo estaríamos viviendo en la calle y mendigando para poder comer. El cabrón de Gerardo tenía cámaras escondidas y grabó en video nuestro primer encuentro para después poder seguir chantajeándome, y únicamente acepté esos chantajes para que tanto tú como tu padre no os enteraseis de nada, aunque ahora tú ya lo sabes, pero espero que tu padre no se entere nunca de esto, ya que puede que no lo entienda y no quiera seguir viviendo conmigo, y eso sería algo que no me perdonaría nunca en la vida, porque yo quiero a tu padre y lo último que querría es hacerle daño y herir sus sentimientos.

· ¡Pero mamá! ¿Por qué no me dijiste nada?, lo debes haber pasado fatal, entiendo que no le quisieras contar nada a papá para no hacerle daño, pero si me lo hubieses dicho a mí, quizás podría haber hecho algo para evitar que tuvieras que acceder a todas esas humillaciones por las que debes haber pasado. Yo podría haber dejado los estudios y haberme puesto a trabajar, o buscar un trabajo por las tardes para ayudaros económicamente. No deberías haber afrontado esto tú sola.

· Lo sé cariño, pero ya sabes que tanto tu padre como yo preferimos que sigas estudiando para que el día de mañana tengas un buen trabajo y nunca te falte de nada. No te preocupes mi vida, ya ha pasado todo y ahora lo que debemos intentar es que todo siga como hasta ahora.

· ¡Pero esto no puede quedar así mamá, ese hijo de puta no se puede salir con la suya, tenemos que ir a la policía y denunciarlo!

· No creo que sea buena idea cielo, ya has visto de lo que ese cerdo es capaz. Tiene mucho dinero y amigos por todas partes, si se entera de que lo hemos denunciado, podría tomar represalias y subir las fotos y los videos a internet para humillarme todavía más. Lo mejor es dejar las cosas como están y hacer caso a todo lo que nos pida, porque de lo contrario no solo tu padre se enteraría de todo lo ocurrido, y no me veo con fuerzas para seguir avergonzándome públicamente por lo que ese mal nacido me obligó a hacer. Ahora lo mejor será que vayamos a su despacho para ver qué es lo que quiere decirnos y olvidarnos de todo esto cuanto antes.

· Tienes razón mamá, lo mejor será dejar las cosas como están y pasar página para que nadie sepa nada de lo que ha pasado. Por mi parte puedes estar tranquila, no le diré absolutamente nada a nadie, será nuestro secreto, te lo prometo. Pero sigo pensando que deberías habérmelo contado, para al menos desahogarte contigo misma y poder hablarlo con alguien cercano. Siento mucho como te he hablado antes, pero no sabía nada y pensé que lo habías hecho por voluntad propia, si llego a saber cómo había surgido todo, no te habría hablado así.

· No te preocupes hijo, no pasa nada, es completamente normal que reaccionaras así al ver esas fotos.

Después de aquella charla nos dimos un fuerte y cariñoso abrazo, y cuando terminamos de comer comenzamos a prepararnos para ir a las oficinas de Gerardo.
Nada más llegar lo primero que hice fue encararme a Gerardo por haberle enseñado aquellas fotos a mi hijo, pero Miguel enseguida me agarró fuertemente impidiéndome que me acercase más a mi casero, y mientras trataba de tranquilizarme como pudo, me hizo sentarme en una silla frente a la mesa de aquel depravado. Después mi hijo tomó asiento en la silla de al lado y Gerardo cerró la puerta del despacho, no sin antes asegurarse de decirle a su secretaria que no nos molestasen durante aquella reunión.

· Tranquilízate Maria, sabías tan bien como yo que esto podía llegar a pasar algún día, y si alguien tiene la culpa de que tu hijo haya visto las fotos, esa eres tú por no haberme hecho caso.
Pero eso no quiere decir que sea algo malo, al fin y al cabo ya iba siendo hora de que tu hijo se enterase como es verdaderamente su madre.

· Quiero que te olvides de mí de una puñetera vez y que nos dejes en paz para siempre. Ya has sacado suficiente provecho de mi deuda económica y si accedí a tus últimos chantajes fue para evitar precisamente esto, que mi familia sufriese por lo que me obligaste a hacer. Ahora ya no tiene ningún sentido seguir con esta reunión, se ha acabado. ¡No quiero volver a verte nunca más!

· No se te ocurra salir por esa puerta o atente a las consecuencias, esto terminará cuando a mí me dé la gana ¿Está claro? – (respondió amenazante)
Sé que mañana viernes es el cumpleaños de tu hijo y quiero que hagas una fiesta en su honor, lo celebraremos en tu casa y vendrán los jefes de tu marido, así que espero que no los defraudes y que prepares algún aperitivo para picar, antes de sacar la tarta. Evidentemente tu hijo también estará presente, al fin y al cabo es su fiesta de cumpleaños, y más te vale hacerme caso si no quieres que tu marido y todo internet vean los videos y las fotos.

Ante aquellas palabras, mi hijo perdió los nervios al oír que también vendrían los jefes de mi marido, y esta vez fue él quien se enfrentó a Gerardo agarrándole por la corbata y diciéndole:

· ¡Eres un hijo de puta! te voy a denunciar por el daño psicológico y humillaciones a las que estás sometiendo a mi madre. Más te vale dejarla en paz o serás tú quien acabe pagando las consecuencias.

Fue entonces cuando traté de agarrar a mi hijo para que soltara a Gerardo y le supliqué por favor que esperase fuera del despacho, me costó mucho convencerlo pero finalmente me hizo caso y salió del despacho enfurecido. Cuando me quedé a solas con Gerardo le pedí disculpas por el comportamiento de mi hijo y mientras se arreglaba un poco las apariencias me dijo:

· No tiene importancia, es un chaval joven y ya sabemos cómo son de impulsivos los chicos de su edad, además todavía no sabe como es su madre en la intimidad, pero más te vale pararle los pies a tiempo porque como haga alguna estupidez, serás tú quien lo acabe pagando y tu familia se hundirá en la ruina. Por cierto, ahora que estamos a solas tengo algo más que pedirte, pero no te preocupes, es algo muy simple… ¿Recuerdas los uniformes que compramos en el Sex-shop antes de que hicieras el viaje a Madrid con David y los otros chicos? Pues quiero que te pongas el uniforme de criada para la fiesta de cumpleaños de tu hijo, ya te dije que le iba a sacar partido a esos uniformes. Pero sólo quiero que vayas vestida de criada ¿entiendes?, no se te ocurra ponerte ropa interior, quiero que les alegres la vista a los jefes de tu marido para que en ningún momento se les pase por la cabeza despedirlo.

Yo me quedé pálida, pues no solo me estaba pidiendo que me disfrazase de porno-chacha en la fiesta de cumpleaños de mi propio hijo, sino que también quería que no llevase ropa interior, para que se me viese todo al agacharme. Dudé varias veces en responder y negarme, pero sabía que no podía hacer nada para impedir tener que ir así vestida delante de mi hijo, así que tras unos minutos de silencio me dijo:

· Eso es todo, ya puedes marcharte con tu querido hijo, nos veremos el viernes a la hora de comer y espero que seas generosa con nosotros.

De camino a casa, Miguel y yo empezamos a pensar si teníamos alguna alternativa para evitar un nuevo encuentro con Gerardo y sus secuaces, pero ambos llegamos a la conclusión de que ninguna de ellas nos sacaría de aquella encerrona, pues hablarlo con mi marido sólo supondría herirlo sentimentalmente y tal vez la ruptura de mi matrimonio, al margen de que eso tampoco impediría que las fotos y los videos circulasen por internet y las viese todo el mundo. Ir a la policía era algo impensable, ya que haciendo eso se sabría absolutamente todo lo sucedido y no teníamos la certeza de que Gerardo se viese afectado, por la gran cantidad de amigos y contactos que tenía en todos sitios. Mudarnos de ciudad tampoco era buena idea, ya que mi marido no tendría posibilidad alguna de encontrar un nuevo trabajo fácilmente y ya habíamos estado a punto de hundirnos económicamente hacía poco tiempo, además estaba convencida de que Gerardo tarde o temprano acabaría encontrándonos gracias a sus influencias y nos volvería a hacer la vida imposible una vez más, así que ambos tuvimos que hacernos a la idea y asumir que aquel encuentro sería inevitable.

Al día siguiente me desperté muy temprano y me dirigí a la habitación de mi hijo, donde él todavía seguía durmiendo, era su cumpleaños y tras despertarlo cariñosamente, le di su regalo y lo felicité dándole dos besos, pero aun así nuestra felicidad no era plenamente satisfactoria ya que ambos sabíamos lo que ocurriría en unas horas.
Cuando se marchó al instituto, yo me vestí y salí a comprar algo de comida para el fin de semana, pues ese día venían Gerardo y los jefes de mi marido a comer con nosotros con la excusa de “celebrar” el cumpleaños de mi hijo, y tras hacer las compras volví a casa para prepararlo todo antes de que Miguel volviese del instituto. Antes de ponerme a hacer la comida me vestí únicamente con el disfraz de criada que me había dicho Gerardo, y aunque me dijo que no me pusiera ropa interior, dudé varias veces en ponerme por lo menos un tanguita para cubrir mi entrepierna, aunque finalmente no lo hice por miedo a enfadarlo y que toda aquella humillación no hubiera servido de nada. Poco después llamaron al timbre y al abrir vi a nuestros tres “invitados” a la fiesta de mi hijo, que me saludaron amablemente con una sonrisa de oreja a oreja, mientras pasaban hacia el salón. Gerardo fue el último en entrar, y cuando me vio vestida de criada tal y como me había obligado a vestir, lo primero que hizo fue cogerme firmemente de las nalgas para darme un beso en los labios mientras me acariciaba por todos sitios durante un buen rato. Traía una especie de caja en la mano y enseguida me la dio para que la guardara, diciendo:

· Maria, ocúpate de guardar esto a buen recaudo hasta que terminemos de comer.
· ¿Qué es? – (pregunté temerosa)
· Una caja, ¿no la ves?... Todo el mundo cuando va a un cumpleaños debe llevar un regalo, y yo no voy a ser menos.
Pero más vale que no se te ocurra abrirla antes de que llegue tu hijo para ver lo que contiene, o antes de que yo te diga que la abras, sino me enfadaré mucho.

Intrigada por lo que contendría aquella caja, me dirigí a mi habitación y la escondí en mi armario, para después volver al salón donde ya estaban los tres “invitados” sentados frente a la televisión, con una cerveza cada uno en la mano. Poco después llegó mi hijo del instituto y cuando lo vieron entrar en casa, los tres lo saludaron eufóricos mientras él trataba de evitarlos como podía, cuando entró en la cocina y me vio vestida con aquel mini disfraz de criada se sorprendió mucho, pero le hice un pequeño gesto y enseguida entendió que aquellos pervertidos, fueron los que me habían obligado a vestir así para ellos. Media hora más tarde, terminé de servir los platos y todos comenzaron a sentarse en la mesa, no sin antes hacerme ir a por la caja que me habían pedido que guardara hacía unos minutos, yo estaba completamente intrigada, sentía miedo por lo que aquella caja escondía, pero Gerardo enseguida nos explicó de qué se trataba mientras abría la caja y nos enseñaba lo que contenía.

· Maria, desde el principio te has portado con nosotros de maravilla, así que he tomado la decisión de que esta será la última vez que me aprovecharé de ti. Por eso te he traído un DVD que contiene todos tus encuentros sexuales conmigo y con todos los hombres con los que te he hecho follar, además de todas y cada una de las fotos que te hemos hecho sin tu consentimiento. Como ves, también he redactado un documento en el que doy fe de que si alguna vez sale a la luz alguna de estas imágenes en los próximos cinco años, cobrarás una buena fortuna de nuestra parte. Sólo espero que nunca vuelvas a estar tan desesperada económicamente, como para ser tú quien publique las imágenes para que te tengamos que indemnizar. Pero aquí no acaba todo, también me aseguraré de que a tu marido nunca le falte trabajo y de que sus dos jefes lo hagan fijo en la empresa, además están muy contentos con él y nunca más volverá a faltaros el dinero en vuestra familia. Le he conseguido a tu hijo dos becas para que vaya a la universidad y se pague la carrera que él mismo elija, por lo que vuestra vida volverá a ser como un cuento de hadas y podréis permitiros todos los caprichos que queráis. A cambio, estaremos con vosotros dos durante toda la noche, incluyo a tu hijo porque también quiero que él esté presente y participe en todo lo que le digamos.

· ¿Cómo que participe? – (pregunté confundida)

· Bueno, ya sabes… Ya que esta va a ser la última vez que nos divirtamos contigo, queremos que sea algo especial y que tu hijo vea a su madre en acción, los tres lo hemos hablado antes de venir y nos parece buena idea que tu hijo también disfrute de su madre.

· ¿Queréis que me acueste con mi propio hijo? ¿Os habéis vuelto locos? ¡Sois una panda de pervertidos, marchaos de mi casa ahora mismo!
– (respondí indignada levantándome de la silla y señalando hacia la puerta)

· Muy bien, como quieras… Espero que no te importe el uso que le dé a las fotografías y los videos
– (respondió Gerardo mientras se dirigía hacia la puerta junto a sus dos amigos, llevándose la caja junto a todo lo que había dentro de ella)

Y mientras yo me quedaba sentada llorando completamente abochornada y humillada, Miguel salió rápidamente en busca de Gerardo y los otros dos para suplicarles que no se fueran.
Al cabo de unos minutos volvieron a aparecer en el salón y mientras mi hijo se me acercaba y me abrazaba tiernamente, me dijo tratando de tranquilizarme:

· Mamá por favor, vamos a hablarlo, piensa que si accedemos a este último chantaje, no volverán a extorsionarte nunca más y esta pesadilla habrá acabado para siempre. Además, por mí no te preocupes ni te sientas avergonzada, te prometo que lo que ocurra aquí esta noche se quedará entre estas cuatro paredes y nunca nadie sabrá lo sucedido, pero Gerardo me ha dicho que si no aceptamos y hacemos todo lo que ellos nos digan durante esta noche, va a asegurarse personalmente de que se sepa todo lo que ha pasado hasta ahora. Piénsatelo por favor, si no hacemos lo que ellos quieran esta noche, papá se enterará de todo y no querrás que vea las fotos y los videos de los que tanto habláis ¿verdad?

· ¿Ves Maria? Tu hijo parece más razonable que tú, deberías escucharlo – (interrumpió Gerardo)

· Está bien… – (dije entre lágrimas, tras pensarlo detenidamente durante varios minutos)

· Perfecto, pero eso sí… Esta vez no quiero que te niegues a nada, sino no hay trato. Desde ahora mismo y hasta el domingo por la noche, tú, tu hijo y todo lo que hay en tu casa estará a nuestra disposición y lo usaremos a nuestro antojo. ¿Estás de acuerdo o nos vamos?

· Está bien, haremos lo que nos pidáis, pero júrame que después de esto no volveremos a saber nada más de ti durante el resto de nuestra vida. – (respondí abochornada)

· Tienes mi palabra – (dijo Gerardo levantando su mano derecha en forma de juramento)
Ahora los jefes de tu marido te van a acompañar a tu habitación para elegirte la ropa con la que vas a celebrar el cumpleaños de tu hijo. Queremos que te pongas sexy para tu hijo porque hoy es un día muy especial para él y tienes que estar radiante, mientras tanto, Miguel y yo nos quedaremos aquí esperándote.

Abrieron mi armario de par en par y todos los cajones de mi mesita donde yo guardaba toda mi ropa interior, y me hicieron ponerme la más sexy, un tanga de color rojo con bordados y transparencias por delante, luego me sacaron los zapatos con más tacón que guardaba en mi armario y me dijeron que me los pusiera. Aquello era humillante, pues los tipos que se encargaban de darle trabajo a mi marido, ahora eran los mismos que estaban hurgando en mi armario para elegir la ropa con la que querían que fuese vestida, haciéndome sentir como una vulgar prostituta. Después sacaron de mi armario un vestido de color rojo pasión que había llevado años atrás a la boda de unos amigos y buscaron entre mis joyas para que me pusiera un collar y unos pendientes a juego. Luego se marcharon dejándome sola en la habitación para que me vistiese y mientras se dirigían hacia el salón me dijeron que me soltase el pelo y me pintase los labios de color rojo, antes de volver con ellos.
Nada más quedarme sola, no pude evitar ponerme a llorar de nuevo pensando en que esta vez mi hijo también estaría presente, pero enseguida traté de sacar fuerzas de donde pude y me vine arriba pensando que aquella sería la última vez que tendría que someterme ante las perversiones de aquellos depravados. Traté de convencerme a mí misma de que esta vez iba a intentar no llorar delante de mi hijo para que no se sintiese mal viéndome sufrir y para intentar hacerle aquel encuentro algo más llevadero de lo que en realidad sería, pues estaba convencida de que al ser el último encuentro con aquellos mal nacidos, esa noche iba a hacerse realmente larga ya que seguramente me pedirían hacer cosas realmente vergonzosas y humillantes. Aun así tenía que hacer lo posible para complacerles y dejarlos satisfechos, aunque para lograrlo tuviese que comportarme de la forma más dócil posible con ellos, de esa manera todo sería mucho más fácil y terminaría antes.

Me puse el vestido y las joyas que me habían dejado sobre la cama y después me metí en el baño para maquillarme como si de una cita a ciegas se tratase, luego me solté el pelo y tras peinármelo un poco, comencé a pintarme los labios frente al espejo. Unos minutos más tarde fui al salón y vi que habían recogido la mesa y la habían pegado a la pared de forma que así tuviésemos mucho más espacio, también habían puesto algo de música ambiente y estaban sentados en el sofá charlando junto a mi hijo. Cuando me vieron se quedaron boquiabiertos, me comían con la mirada y yo sin saber muy bien que hacer, me quedé de pie frente a ellos en medio del salón mirando al suelo, pues sentía tanta vergüenza porque mi hijo estuviese allí delante, que quería evitar mirarlo a la cara para no sentirme todavía más avergonzada. Fue entonces cuando Gerardo comenzó a darme órdenes.

· Maria estás preciosa, ¿por qué no bailas un poquito para nosotros?... Pero hazlo de forma sensual, que hoy tienes delante a un admirador especial.

Enseguida comencé a moverme al ritmo de la música, aunque tratando de no mirar hacia donde ellos estaban, pues no quería acobardarme al ver que mi hijo también me miraba atentamente, y cuando terminó la canción Gerardo volvió a darme una nueva orden.

· Muy bien Maria lo estás haciendo fenomenal, se nota que hoy estás más motivada de lo normal y creo que ya sé cuál es la razón…
Ahora coge a tu niño de la mano y desnúdalo mientras sigues bailando sensualmente para nosotros.

Como ya empecé a temerme anteriormente mi hijo iba a tener un papel mucho más protagonista que el de simple espectador.
Me acerqué a él tímidamente, y mientras le ofrecía la mano para llevarlo al centro del salón conmigo, vi como él me hacía un pequeño gesto dándome a entender que no pasaba nada y que me tranquilizase, por lo que enseguida comencé a desnudarlo hasta que se quedó únicamente con el bóxer puesto. Tras hacerlo, Gerardo le hizo una señal a mi hijo para que volviese con ellos y se sentase a su lado, mientras yo seguía bailando sensualmente como si fuese una bailarina de striptease y ellos fuesen mis clientes.

· Genial Maria, me gusta cómo te estás portando esta noche. Sigue bailando de forma sensual y empieza a jugar con los tirantes de tu vestido, comienza a bajártelos y subírtelos de forma erótica y haz lo mismo con la faldita del vestido, súbetela hasta la altura de tus caderas dejándonos ver el pequeño y sexy tanguita que escondes debajo.

Empezaba a sofocarme y aquello no había hecho más que comenzar, me incomodaba mucho la presencia de mi hijo y sabía que tenía que hacer lo posible porque aquella noche fuera inolvidable para mis chantajistas, porque de lo contrario seguirían humillándome hasta que ellos quisieran y aquel martirio no acabaría nunca. Comencé a jugar con mi vestido tal y como me habían dicho y tras un rato de pequeñas y breves exhibiciones, Gerardo volvió a decirme mientras se levantaba del sofá para hacerme sitio junto a Miguel:

· Ahora siéntate al lado de tu hijo y empieza a darle pequeños y tiernos besitos por el cuello, usa tu lengua, pásala por el lóbulo de su oreja y se cariñosa con él, quiero que sienta tu respiración y tu lengua en sus oídos. Vamos Maria, excita a tu hijo, hoy es su gran día y quiero que le hagas un buen regalo de cumpleaños, uno que no olvide durante el resto de su vida.

Se me humedecieron los ojos, fruto de la humillación y vergüenza que sentí al tener que hacer aquello con mi propio hijo, pero no quería que mi hijo me viese pasarlo mal, así que me abracé a él como hacía años que no lo hacía y comencé a besarle las mejillas apasionadamente, mientras pensaba en que él junto a su padre lo eran todo para mí y lo único que tenía en este mundo, por lo que quisiera o no, debería hacer cualquier cosa que estuviese en mi mano para evitar que mi familia se derrumbase.

· Maria, ahora remángate el vestido hasta las caderas y súbete a horcajadas encima de tu hijo. Quiero que lo beses apasionadamente y que él te manosee el culo y los pechos mientras os besáis.

Sabía que tenía que hacerlo, pero hacer algo así con mi hijo era algo que nunca antes se me había pasado por la cabeza, y empecé a suplicarle a Gerardo que por favor no me pidiera hacer eso con mi propio hijo, aunque como era de esperar, Gerardo hizo oídos sordos a mis palabras.

· Vamos mujer, no te desanimes ahora que lo estás haciendo fenomenal. Besa apasionadamente a tu hijo y deja que te manosee, hoy es su cumpleaños y debes hacerle un buen regalo.
Métele la lengua en la boca y empieza a jugar con la suya mientras él disfruta del hermoso cuerpo de su madre.

Me senté encima de él y comencé a besar a mi propio hijo delante de aquellos depravados, cerrando los ojos y pensando que era con mi marido con quien lo estaba haciendo, pero pronto los comentarios y risas de nuestros tres pervertidos espectadores, me hicieron volver a la realidad.

· Joder, ¿os habéis fijado bien en el hermoso cuerpazo que tiene esta mujer?, y como se entrega… Cualquiera que los vea pensaría que son amantes y no madre e hijo.
Acércate más a él Maria, quiero que cada uno sintáis la entrepierna del otro mientras os besáis y os manoseáis. – (dijo Gerardo mientras nos observaba atentamente junto a sus amigos)

Estaba claro que el único objetivo de aquella celebración, no era el que mi hijo me viese a mí manteniendo relaciones sexuales con ellos, sino el de que ellos me viesen a mí con mi propio hijo, y yo aún no estaba segura de que fuese capaz de soportar aquella humillación. Cuando me acerqué aún más a mi hijo enseguida me di cuenta de lo excitado que estaba, pues pude sentir como su miembro había aumentado considerablemente y eso me provocó un bochorno increíble, pues estaba claro que mi hijo se estaba excitando sexualmente con su propia madre.

· Ahora poneos de pie y situaros en medio del salón delante de nosotros, quiero que le bajes los calzoncillos a Miguel y lo dejes completamente desnudo.

Me ruboricé al oír aquellas palabras, aunque sabía que después de aquello me dirían que yo también me desnudase y eso me avergonzaría aún más, miré a mi hijo a los ojos y él me hizo un pequeño gesto tranquilizándome con la mirada, así que me puse de rodillas delante de él y tiré de sus bóxer hacia abajo. No quise mirar, pero de inmediato un grito de Gerardo me obligó a observar el erecto pene de mi hijo a escasos centímetros de mi cara. Llevaba sin ver el pene de mi hijo desde que tenía 13 años, y ahora su pene no tenía nada que envidiarle al de su padre, pues lo tenía realmente desarrollado, incluso me pareció que era mucho más grande que el de mi marido. Estaba sofocada y mis mejillas se sonrojaron como nunca antes, no tardé en volver a ponerme de pie, pero antes de que me diese tiempo a hacerlo, Gerardo volvió a hablar de nuevo:

· Maria, ¿Cuánto tiempo hacía que no veías desnudo al hombre de tu casa?
· Mucho – (respondí tímidamente)
· ¿Y te gusta lo que ves?

Sentía tanta vergüenza que no me decidí a contestar, pero Gerardo al ver que no le respondía, enseguida volvió a insistir:

· Bueno pues ahora que tú ya has visto completamente desnudo a tu hijo, ahora es tu turno, desnúdate y deja que él también vea a su madre desnuda.

Yo estaba paralizada, no podía moverme…
En otras circunstancias no me habría importado quedarme desnuda delante de mi hijo, pero ellos estaban provocando que aquello fuera algo realmente erótico y que mi hijo se excitase conmigo.
Al ver que no me desnudaba, Gerardo se me acercó rápidamente y mientras me bajaba los tirantes del vestido me dijo:

· Deja que yo te ayude

Conforme bajó los tirantes de mi vestido, este comenzó a deslizarse hacia abajo hasta que cayó a mis tobillos, mientras yo trataba de cubrir como podía, mis pechos desnudos con mis manos.
En ese momento habría estado dispuesta a hacer cualquier cosa, incluso a someterme analmente con los tres hombres, o hasta les habría chupado las pollas hasta que se corriesen, pero el hecho de quedarme desnuda delante de mi hijo me daba mucha vergüenza, y todavía no había salido de mi shock cuando Gerardo enseguida comenzó a darle órdenes también a mi hijo:

· Miguel, ayúdale a tu madre a quitarse el tanga.

Yo evité mirar a mi hijo a la cara, estaba tan nerviosa y avergonzada que desvié mi mirada hacia otro sitio mientras seguía cubriendo mis pechos con las manos, pero Miguel cogió las gomas del pequeño tanguita que cubría mi entrepierna y enseguida comenzó a bajármelo diciéndome con voz sosegada:

· Tranquila mamá, no te preocupes. Piensa que solo es quedarte desnuda delante de mí y en breve todo esto habrá terminado.

Lo que mi hijo seguramente no sabía era que esto no había hecho más que comenzar, estaba convencida de que mi hijo pensaba que después de aquello, Gerardo y los otros dos se divertirían conmigo delante de él sin hacerlo participe, pero estaba completamente equivocado. Conforme empezó a deslizar mi pequeño tanga por los muslos, no dudé ni un solo instante en cubrir mi entrepierna con una de mis manos mientras me cubría los pechos con la otra, pero Gerardo al ver que yo no colaboraba, se me acercó con unas esposas en la mano diciendo:

· Vaya, vaya… así que no quieres que te vea desnuda el niño, ¿verdad? Ya sabía yo que iba a pasar esto y por eso he venido preparado, te voy a esposar las manos para evitar que te tapes.

Enseguida me puse a suplicarle que por favor no lo hiciera, pero una vez más, mis palabras no sirvieron más que para animarlo todavía más a hacerlo.
Me cogió bruscamente de las manos y mientras me las colocaba en la espalda, comenzó a ponerme las esposas para que me quedase completamente desnuda delante de todos, incluido mi propio hijo.

· ¿Por qué me haces esto? Siempre he hecho todo lo que me has pedido. – (dije abochornada)
· Es cierto, pero siempre has tratado de poner excusas e impedimentos para no tener que hacerlo, y esta vez va a ser diferente. Además, te recuerdo que has sido tú quien ha aceptado el trato de que dispondríamos de todo lo que hay en tu casa y que podríamos usarlo a nuestro antojo, incluida tú y tu querido hijo, si has cambiado de opinión no tienes más que decirlo, pero ya sabes que si te echas atrás, esta no será la última vez que te sometamos. ¡Tú decides!

Ante aquellas palabras me quedé sin saber que decir, por una parte deseaba que se fueran, pero por otra sabía que si lo hacían mis humillaciones no acabarían nunca, y lo que más anhelaba era que aquel suplicio terminase cuanto antes. Pasados unos segundos, asentí con la cabeza intentando controlar mis lágrimas como podía, y fue entonces cuando uno de los jefes de mi marido salió de la casa mirando su móvil.
Al ver que se marchaba me extrañé pero enseguida comprobé que no iba más que a recibir a alguien, pues pronto apareció acompañado de una joven rubia, de la edad de mi hijo.

· ¿Qué hace ella aquí? Ese no era el trato. – (respondí confundida)
· Tranquila preciosa, es nuestro regalo de cumpleaños para tu hijo. Se llama Irina y es rusa, fuiste tú la que aceptaste cuando te dijimos que toda tu casa estaría a nuestra entera disposición durante esta noche, así que nos hemos permitido la libertad de invitar a esta preciosidad, pero no te pongas celosa, que tú también vas a tener oportunidad de disfrutar de tu hijo.
– (contestó Gerardo con tono guasón)

Me ruboricé de nuevo al oír aquellas palabras.
La chica iba con unos pequeños shorts y un top elástico, y sin articular palabra se puso a bailar al ritmo de la música mientras comenzaba a desnudarse, lo hacía con gran soltura y fue entonces cuando pensé en lo mucho que me costaba a mí quedarme desnuda frente a todos ellos y el poco trabajo que le costaba a ella hacerlo. Enseguida se le acerco Gerardo por detrás y empezó a manosearle el culo mientras terminaba de quitarle el sujetador, ella parecía encantada, no dudó ni lo más mínimo en dejar sus pechos al aire y no dejaba de sonreír.
Aquellos depravados habían contratado a una prostituta para que se la follara mi propio hijo delante de mí.
La chica apenas sabía hablar español, pues únicamente hablaba en su idioma natal, pero al parecer uno de los jefes de mi marido conocía su idioma, posiblemente por las veces que habría viajado a ese país debido a su empleo como dueño de la empresa de autocares, y fue él quien hizo de traductor para que la chica entendiese lo que querían de ella. Le dijeron algo en ruso y la chica enseguida se acercó a mi hijo, que estaba embobado, fue entonces cuando se puso a jugar con él delante de mí. Después acercó su cara a la de mi hijo quedándose a escasos centímetros, para más tarde comenzar a restregar sus tetas por la cara de mi niño, mientras yo que seguía de pie en medio del salón, veía como el pene de mi hijo comenzaba a reaccionar provocándole una gran erección debido a los jugueteos de aquella desvergonzada.
Por un momento dejé de ser el centro de atención de aquellos pervertidos, pero a pesar de ello no me sentía aliviada, sino preocupada por si aquella furcia le pegaba alguna enfermedad venérea a mi pequeño.
Enseguida se le acercó a la chica el que hacía de traductor y le dijo algo al oído, haciendo que se pusiera de rodillas delante de mi hijo y se metiese su erecto pene a la boca, cuando vi aquello traté de apartar la mirada, pero Gerardo se me acercó y me sentó junto a mi hijo diciendo:

· Mira lo bien que se lo está pasando tu hijo, ¿te gusta lo mucho que está disfrutando de su regalo de cumpleaños?

En cambio yo traté de resistirme como pude para no sentarme tan cerca de ellos e intenté apartar la mirada para no ver como aquella niñata le chupaba la polla a mi hijo, pero Gerardo enseguida me levantó la voz y me ordenó mirar atentamente diciendo:

· ¡Te he dicho que mires, cojones! ¡Y contesta a mis preguntas o te aseguro que te arrepentirás de no hacerlo!
Seguro que estás celosa de no ser tú quien se la esté chupando.

Tras decir esto, Gerardo les hizo un pequeño gesto a los jefes de mi marido y enseguida se me acercaron, no tardaron en comenzar a manosear mis pechos y mis muslos mientras buscaban mi entrepierna sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, pues todavía seguía con las manos esposadas a la espalda, y justo a mi lado, la prostituta seguía de rodillas frente a mi hijo chupándole la polla.
Yo giré la cabeza hacia otro lado con mis ojos humedecidos por cómo se estaban aprovechando de mi hijo, al mismo tiempo que hacía esfuerzos por no excitarme ante los fuertes estímulos que me estaban provocando los jefes de mi marido, no quería mirar como mi hijo disfrutaba con una ramera a escasos centímetros de mí, y tras unos minutos que se me hicieron eternos, los manoseos cesaron y me hicieron observar como aquella fulana hacia que mi hijo llegase al orgasmo. Miguel tenía su cabeza apoyada en el respaldo del sofá y los ojos cerrados, mientras aquella furcia ya se había sacado de la boca el pene de mi hijo y seguía masturbándolo con gran ímpetu, con una de sus manos. En pocos minutos, mi hijo aceleró su respiración y mientras comenzaba a dar pequeñas convulsiones, empezó a soltar varios chorros de esperma que fueron directos a la cara de aquella puta. Todos aplaudieron entusiasmados cuando vieron aquello y felicitaron a la chica por su gran destreza, mientras le ofrecían una toalla que trajeron del baño para que limpiase su rostro y el pene de mi hijo, que estaba agotado debido al fuerte orgasmo que acababa de sentir.

Cuando ya comencé a pensar que todo había acabado, uno de los jefes de mi marido me cogió del pelo haciendo que me levantase del sofá y me situó en medio del salón, frente a los demás que seguían sentados, allí me obligó a ponerme de rodillas delante suya y tras agarrarme de la cabeza con una mano y bajarse el pantalón con la otra, dirigió su pene hacia mis labios. Estaba muy excitado, pues tenía una gran erección, y antes de darme tiempo a reaccionar me la metió en la boca haciendo que mi hijo viese como arrodillada allí en medio de todo el mundo, le chupaba la polla a aquel pervertido.
Fue entonces cuando comencé a escuchar como Gerardo le hacía comentarios obscenos sobre mí a mi hijo, y ahí fue cuando me hundí moralmente, no me vi capaz de seguir chupándosela a aquel tipo y aunque sabía que aquello traería consecuencias, me aparté de él como pude completamente avergonzada, pero enseguida sentí como me cogía de la cabeza y me daba dos fuertes bofetadas para después volver a meterme su erecto miembro a la boca. En ese instante cerré los ojos y traté de terminar con aquello lo antes posible, me apliqué todo lo que pude para conseguir que aquel tipo tuviese un orgasmo cuanto antes, pero lo cierto es que me estaba costando conseguirlo, hasta que finalmente me sacó su polla de la boca rápidamente y comenzó a derramar su semen sobre mi cara, al igual que mi hijo hizo con la prostituta que le habían traído. El tipo se quedó exhausto y casi sin fuerzas debido al orgasmo que yo acababa de provocarle con la boca, mientras yo seguía de rodillas en el suelo con mis manos esposadas a la espalda, fue entonces cuando se agachó y cogió la toalla que había en el suelo para limpiarme un poco la cara, o más bien, para esparcirme todo su semen por la cara, ya que únicamente me pasó la toalla durante unos segundos por el rostro.

· Bueno chaval, creo que ya ha llegado la hora de que empieces a disfrutar de tu madre…
Vosotros, apartad las sillas y tumbad a Maria sobre la mesa donde hemos cenado – (dijo Gerardo a los jefes de mi marido)

· No por favor, no podéis hacernos esto… ¡Es mi hijo! – (grité angustiada)

Evidentemente hicieron oídos sordos a mis quejas y entre los dos jefes de mi marido me cogieron en brazos y me tumbaron sobre la mesa, para después quitarme las esposas de la espalda y esposarme a un pequeño tubo que había en la pared, por donde supuestamente iban los cables del aire acondicionado. Ya tumbada boca arriba sobre la mesa, con mis manos sobre la cabeza esposadas a aquel pequeño tubo de metal, le dijeron a mi hijo que se situara de pie entre mis piernas, mientras los jefes de mi marido me las sujetaban para que yo no pudiera cerrarlas y mi hijo pudiera colocarse en medio. Después, Gerardo le dijo a mi hijo que me manoseara igual que lo había hecho cuando yo me subí a horcajadas encima suya sobre el sofá, pero mi pequeño no se decidía en hacerlo y enseguida aquel pervertido volvió a insistirle.

· Vamos chaval, que no te de vergüenza… Seguro que en más de una ocasión has fantaseado con follarte a tu madre y esta es tu mejor oportunidad, no tengas miedo, nadie más se va a enterar de lo que pase aquí esta noche. Venga anímate y acaricia el hermoso coño de tu madre, apuesto a que está bien mojada sabiendo que vas a ser tú quien la haga gozar esta noche.

Tras decir eso, los jefes de mi marido me abrieron aún más las piernas dejando completamente expuesta mi entrepierna a todas las miradas, sobre todo a la de mi hijo, que era el centro de atención esa noche.
Pero mi hijo seguía sin moverse y esta vez fue Irina la que se acercó a él por detrás, y la que agarrando la mano de mi hijo la llevó hasta mi más preciado tesoro, haciendo que los dedos de mi hijo acariciasen suavemente mi expuesta e indefensa vagina. Mi hijo se dejó llevar y comenzó a acariciarme tiernamente mientras la putilla le besaba el cuello y las mejillas, provocando que volviese a excitarse de nuevo, poco después le soltó la mano y comenzó a masturbarlo lentamente, mientras restregaba sus pechos por la espalda de mi hijo al mismo tiempo que Gerardo seguía insistiendo.

· Vamos chaval, ¿en serio no tienes ganas de follarte a tu madre? Venga, anímate y cómele el coño, que seguro que lo está deseando.

Y cuando todo parecía que no iba a cambiar de rumbo, mi hijo me miró fijamente mientras la zorra seguía detrás de él masturbándolo, y me dijo con ojos de lujuria:

· ¡Lo siento mamá, te prometo que lo he intentado, pero ya no aguanto más!

Para acto seguido inclinarse sobre mí y meter su cara en mi entrepierna.
Enseguida comenzó a darme pequeños besitos por el interior de mis muslos, hasta que llegó a la altura de mi vagina, donde empezó a pasar su lengua delicadamente por ella.
Yo traté de resistirme pero no pude hacer mucho ya que los jefes de mi marido todavía me tenían agarrada de las piernas y casi no podía moverme, por lo que no tuve más remedio que cerrar los ojos y abandonarme a las caricias de mi hijo, que no dejaba de pasar su lengua por toda la longitud de mi vagina. Instintivamente comencé a suspirar ante los estímulos que mi propio hijo me estaba haciendo sentir y cuando quise darme cuenta, mi hijo ya me estaba penetrando el coño con su húmeda lengua, provocándome un placer mayor del que nunca antes había sentido, pues lo hacía de maravilla y ahí fue cuando me di cuenta de que esa no era la única vez que había chupado un coño, ya que tenía una gran destreza.
Cuando volví a abrir los ojos, los jefes de mi marido ya estaban sentados en el sofá divirtiéndose con la putilla que habían contratado, mientras Gerardo nos miraba sin perder detalle con cara de pervertido total, y poco después, vi como mi hijo se incorporaba y con una de sus manos guiaba su polla, hasta la entrada de mi indefenso y húmedo chocho.
Fue entonces cuando Gerardo, sentado en el sofá empezó a animar a mi hijo para que me follase sin piedad.

· ¡Eso es chaval, así se hace! ¡Vamos, dale polla a la puta de tu madre, que lo está deseando y hoy es tu gran día!

Mi hijo me agarró de las caderas atrayéndome todo lo que pudo hacia él, y acto seguido comenzó a penetrarme lentamente, haciendo que yo no pudiera evitar gemir y retorcerme de gusto al ritmo de sus fuertes embestidas. Una parte de mí me decía que aquello no estaba bien y me hacía sentir sucia y culpable conmigo misma, pero otra parte de mí deseaba que mi hijo me hiciera suya y finalmente dejé de darle vueltas a la cabeza y disfrutar del momento, ya tendría tiempo después de arrepentirme por lo que había sucedido.
Las fuertes embestidas de mi hijo hacían que mis pechos se bamboleasen a un ritmo frenético y ante el salvaje polvo que mi propio hijo me estaba echando, no pude evitar ponerme a gritar del gusto sin importarme que alguien pudiera oírme. Fue entonces cuando Gerardo se nos acercó, y tras bajarse el pantalón, me giró la cabeza hacia él y me metió su polla en la boca, esta vez no dudé ni un instante en chupársela, pues la polla de mi hijo me estaba produciendo un placer indescriptible, algo que enseguida notó Gerardo, pues no tardó demasiado en correrse en mi garganta mientras mi hijo aceleraba progresivamente sus embestidas y se ponía a suspirar con fuerza.
Al cabo de un instante, mi hijo comenzó a ponerse tenso y a avisarme de que estaba a punto de correrse, y aunque hizo el gesto de sacar su polla de mi vagina y de retirarse de mí para no vaciarse en mi interior, yo instintivamente crucé mis piernas sobre su espalda, impidiéndoselo.

· ¡Córrete dentro hijo, córrete dentro de mamá, cariño! ¡Vamos cielo, dale toda tu leche a mami!

Estaba desatada y ansiosa por sentir como el semen de mi propio hijo me inundaba por dentro, y cuando finalmente mi hijo llegó al orgasmo, yo tampoco pude evitar correrme al sentir como sus calientes chorros de esperma, me llenaban el coño. Tras terminar de correrse, mi hijo cayó rendido sobre mí pecho, tenía la respiración acelerada y estaba agotado por tan morboso orgasmo, los dos nos quedamos tumbados descansando sobre la mesa mientras Gerardo me quitaba las esposas, y cuando lo hizo, abracé la cabeza de mi hijo mientras él, confundido se preocupaba por mi estado.

· Mamá, imagino que habrás tomado algún tipo de precaución ¿verdad?... A ver si después de esto te vas a quedar embarazada.
· No te preocupes ahora por eso hijo, me he tomado un par de anticonceptivos esta mañana en el desayuno.

Pasado un rato, los jefes de mi marido y la fulana que vino con ellos ya estaban comenzando a vestirse, y mientras Gerardo terminaba de recoger sus cosas, se despidió de nosotros diciendo:

· Os habéis portado de maravilla esta noche y como lo prometido es deuda, ya no tendréis que volver a preocuparos nunca más por mí ni por nadie de mi entorno, os lo prometo.
Maria, en la cocina te he dejado el documento del que hablamos en la cena, junto al DVD con los videos y las fotos, ha sido un placer tenerte como inquilina.

Dicho esto, se marcharon dejándonos solos y mientras yo me incorporaba sobre la mesa del salón, para recoger mi ropa y darme un baño relajante, mi hijo fue a la cocina a por los papeles y el DVD.
Esa noche le pregunté a mi hijo que si le apetecía dormir conmigo, pues con todo lo que había ocurrido no quería dormir sola y su padre no volvería hasta dentro de dos semanas, aceptó encantado.
Ya en la cama de matrimonio hablamos de lo que había pasado y los dos nos prometimos que sería nuestro secreto, pero a partir de ese momento nuestra vida cambió completamente, ambos habíamos disfrutado como nunca antes y tomamos la decisión de que cuando mi marido estuviese en casa yo me comportaría con él como hasta ahora, como su respetable esposa, pero en el momento en el que mi marido saliera de viaje y mi hijo y yo estuviésemos solos, yo sería la hembra de mi hijo y follaría con él siempre que a él le apeteciera. Mi marido nunca se enteró de nada de lo ocurrido y ahora somos una familia mucho más unida que antes, tanto a mi marido como a mí, no nos falta trabajo y mi hijo está estudiando para ser juez.




 
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BLESHTAR

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Excelente.. me encanto aunque cortò en la mejor parte.. cuando empezaba la relacion madre he hijo
 
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