Ocurrió con mi Cuñada 003

heranlu

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Cecilia estaba sola por unos momentos, con los ojos rojos por una discusión telefónica más, con el padre de su hija; pero aun así sonriente al verme.

¿Sería mi oportunidad?

Cuando uno es muy joven, tiembla ante la primera oportunidad de dirigirse a una mujer, desde un breve y torpe saludo en el colegio, hasta la primera llamada telefónica o la primer notita de amor, cuesta mucho trabajo.

Qué decir de cuando llegamos al momento de poder tomar una mano tan temblorosa como la nuestra o dar nuestro primer beso, uff, ¡qué difícil!

Vamos más allá, incluso cuando finalmente podemos posar nuestras inhábiles manos en un par de pechos o de meter un dedo en una vagina en un primer “faje” nos cuesta mucho, aunque las hormonas normalmente nos guían. Ya qué más puedo decir del primer oral o la primera cogida. Todo es sublime, pero COMÚN.

Lo que no es común es pretender cogerte a tu cuñada.

La cuñada es otro nivel. Es la hermana de tu esposa, la mujer con quien tus suegros te dejan a solas por la confianza, la que confía precisamente en ti tanto como para platicar cualquier cosa o vestir de la forma que sea en tu presencia.

Pero cuando las cosas “se van dando” y ya con los años de experiencia, uno aprende a buscar oportunidades y hacer realidad sus fantasías.

-Qué onda, cuñis, replicó al saludarla

-Nada, ¿estás bien?, pregunté

-Sí, bueno, no tanto, ya sabes el papá de la niña que es un idiota, me dijo.

Me acerqué a ella y la abracé. La abracé fuertemente y ella a mí, nuestros rostros quedaron muy cerca y ambos recurrimos a acercarnos aún más. Su mejilla izquierda estaba pegada a la mía y sentía como una lágrima recorría las mejillas de ambos.

No dude en despegarme un poco para darle un beso en esa mejilla.

-Lo lamento, cuñis, le dije; y le di otro beso en la mejilla.

Pegué de nuevo mi rostro al suyo pero más cerca de su boca.

Ya no corría otra lágrima y noté un ligero temblor en su cuerpo.

-Es mi oportunidad, pensé, es ahora o nunca.

Volví a separarme un poco y le di dos o tres besos en la mejilla, pero más cerca de su boca. Ella tenía cerrados los ojos y no oponía resistencia alguna.

Tras el tercer beso ella abrió los ojos y casi sin separarse de mi rostro, dijo:

-Te quiero, cuñis

Y me dio un beso tronado en la mejilla y me volvió a abrazar.

En tanto yo recorría su espalda con mis manos hasta llegar al extremo superior de sus caderas. La acariciaba con cariño y ternura y ella a mí.

Empecé a darle pequeños besos en su mejilla y en algún momento ella volteó más hacia mí su rostro y el siguiente beso fue entre su barbilla y sus labios.

Vino otro beso cariñoso más, pero ahora en su nariz.

El siguiente, fue directo en sus labios.

Dos o tres besos de piquito, luego otro más pero siempre sin abrir la boca.

Me detuve, la separé un poco de mí, abrió los ojos, tomé su rostro entre mis manos y dije:

-Soñé muchos años con besar tus labios

-La verdad yo nunca lo imaginé, pero me gusta, dijo Cecilia.

Acto seguido empezamos a besarnos apasionadamente, sus labios apretaban los míos y su lengua buscaba furiosa la mía.

Nuestros hijos veían la tele en un cuarto de arriba y no había nadie en casa. Esa primera planta vacía era ese lecho oscuro que los enamorados buscan para denotar su pasión.

Nos besamos cerca de 10 minutos, sin tocarnos más que la cintura, cara, brazos y espalda.

Tomé la iniciativa y empecé a tocar sus nalgas y piernas y ella discretamente puso su mano derecha sobre mi short y acariciaba mi verga poderosamente erecta.

Le subí la falda que traía para tocarla mejor y pasé mi mano de sus nalgas a su vagina, sobre su calzón de encaje que casualmente usa.

Estaba mojadísima, pero en verdad muy mojada, todo el frente y parte baja de su ropa interior estaba empapado de sus fluidos.

Traté de meter mi mano, pero me detuvo.

-Aquí no cuñis, no, mejor no.

Sin despedirse subió al cuarto de los niños y segundos después recibí un mensaje en mi celular.

-“Por fa, no le vayas a decir a nadie lo que acaba de pasar. No está bien. Luego platicamos. Necesito pensar”
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-Cuñis, puedes escribir?, preguntó Ceci por WhatsApp unas horas después de ese primer beso.

-Sí, estoy en la oficina. Qué onda? Respondí

-Cómo que qué onda? Contestó

-Perdona, no he querido ser grosero ni mostrarme desinteresado, fue solo una expresión, reviré.

-Ah, pues, podemos platicar?, escribió

-Claro, supongo que del beso? Escribí

-Beso? Jajaja me apañaste y ni permiso pediste, contestó en un tono ya más relajado

-Bueno, del faje jeje. A mi me gustó mucho. Sé que te desconcertó pero tu cuerpo me dijo que le agradó, contesté

-Obvio sí, nunca pensé que algo así pasara entre nosotros. En serio siempre me has gustado pero nunca pensé en nada más, contestó cautelosa

-Pues a mi me encantó. Qué te parece si nos vemos mañana que trabajas, cuando salgas? Pregunté mostrándome decidido

-Ay, cuñis, no sé, replicó

-Bueno, cuñis, piénsalo y me dices mañana. Va? Contesté

-Ok, te aviso.

Pasaron las horas. Llegó la noche. Estuve a punto de escribir pero me contuve para no presionarla.

A eso de las 2 de la mañana, seguía despierto. Ya me había masturbado lo menos 5 veces recordando sus besos, sus nalgas en mis manos y su panocha húmeda cuyo olor se impregnó en mis dedos y olí hasta que desapareció.

De repente, un mensaje en mi celular.

¡Tenía que ser suyo!

-Cuñis, no he podido dejar de pensar en ti, me dormí muy a fuerzas para dejar de pensar en lo que pasó y aunque me siento mal por mi hermana, sí quiero verte mañana. Pero cómo le hacemos para que nadie se de cuenta? Escribió

-Bueno, yo muchas veces salgo a la consultoría a las 8 o 9 pm que es justo a la hora que sales. Puedo pasar por ti. Di en tu casa (vive con mis suegros) que una compañera te invitó a cenar y tardarás en regresar. Contesté

-Bueno. Pero y a dónde iremos? Contestó

-Ni tú ni yo podemos andar dando roles por ahí. Lo razonable es irnos a un motel. Contesté

-O sea tú ya quieres… -replicó

-Pues claro que quiero, por lo menos besarte de nuevo en un lugar íntimo. Repliqué

-Bueno pero te aclaro que yo no tengo ni ropa sexy ni nada así y tendré que llegar a bañarme después de trabajar todo el día. No te prometo nada eh, no te vayas a molestar si no puedo. Contestó

-Claro. Mira, yo te llevaré unos regalitos para que te sientas cómoda. Contesté

-Bueno, te veo mañana a las 9 en el Oxxo cerca de mi trabajo. Besitos. Contestó

-Ok, descansa. Un beso. Cerré la plática

Acto seguido, me masturbé una vez más, ahora imaginado lo que pasaría al día siguiente.

Desde temprano pasé a una tienda departamental y compré:

1. Una lencería roja de dos piezas

2. Un perfume que sé que le encantaba y no había podido comprarse por su condición económica

3. Un jabón fino para que se bañara

4. Una toalla igual muy fina para que se secara

5. Condones

6. Lubricante en base agua

Guardé todo en la caja de seguridad de uno de mis negocios y continué mi día normal.

A las 8 de la noche me despedí de mi esposa, argumentando que tardaría porque tenía una reunión de socios.

Enseguida me fui a sacar las cosas de la caja de seguridad y me dirigí al Oxxo.

Llegué temprano, me comía la ansiedad de verla.

De repente a lo lejos la vi acercarse.

Pantalón azul de vestir, bastante ceñido. Tacones bajos negros. Blusa blanca con el gafete de su trabajo y un ligero saco color azul a tono de su pantalón. Sus lentes que lejos de restarle belleza destacan sus finos rasgos y su cabello despeinado después de una jornada entera.

Sin saludarme abrió la puerta del auto y se subió.

-Hola cuñis, todo bien? Le dije

-Sí, todo bien. Vamos. Contestó nerviosa.

Arranqué y me dirigí al mejor motel de la ciudad. Es el mejor no solo por ser el más caro sino por ser el más discreto tanto al arribo como para ofrecer servicios. Además de que la salida es distinta de la entrada y es prácticamente imposible que te cruces con alguien saliendo o entrando pues para cualquier cosa los encargados vigilan que no haya autos en tránsito al arribar o salir.

En todo el camino no dijo ni una palabra ni soltó su celular. Llegamos, pedí la mejor suite y llegamos al garaje. Me bajé y cerré el portón eléctrico.

Le abrí la puerta. Se bajó y me dijo “no te prometo nada”

Acto seguido entró al cuarto y empezó a revisar lo que había para bañarse. Estaba el clásico jabón motelero y una toalla muy limpia. Sin embargo, enseguida le dije “toma, te traje unos regalos” y extendí mi mano con la bolsa de la tienda que contenía todo lo que le compré.

El motel tenía un detalle. La ducha era de cristal, así que podía verse todo desde la cama.

Consciente de sus nervios le dije que me saldría para que no la viera bañarse. Con una sonrisa por la consideración, asintió con la cabeza y me salí a fumar.

Al salir, puso seguro a la habitación y me senté en mi auto a esperar.

Tardó cerca de 45 minutos.

Ya habría fumado para entonces al menos unos 10 cigarros para contener la ansiedad.

La verga la tenía durísima todo ese tiempo, sintiendo como me salía líquido seminal sin siquiera tocarme. Me preocupaba mi excitación porque sin duda, si se animaba a que la cogiera, la primera cogida no duraría nada en vaciarme.

Pasados esos 45 minutos, escuché como quitó el seguro y abrió la puerta. Me levanté de mi auto y me dirigí a la entrada. Había apagado casi todas las luces excepto la de un buró.

Al entrar, había apagado el aire acondicionado pues es friolenta.

Estaba envuelta en la toalla que le compré pero en sus hombros noté los tirantes rojos de la lencería que le compré.

Olía delicioso, se había puesto suficiente del perfume que le compré pero no tanto para opacar el olor del jabón que seleccioné para ella.

Me senté en la cama y me quité los zapatos. Y en tanto lo hacía, ella se sentó a mi lado y me empezó a besar, sin decir nada.
 
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