Ocurrió con mi Cuñada 002

heranlu

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¡Ya van! Se escuchó desde el interior de la casa. Una voz femenina que aún no me era familiar despertaba mi curiosidad.

-Carmen se está bañando, mucho gusto soy Cecilia, fueron las primeras palabras que me profirió y que están firmemente grabadas en mi memoria.

Hace 14 años inicié un noviazgo con una mujer extraordinaria, quien es ahora mi esposa.

Por asuntos familiares, hasta ese momento solo había conocido a mi cuñada menor, Guadalupe, de quien les platicaré más adelante; y a sus padres.

Al extender su mano para saludarme y presentarse, me fascinaron su piel muy blanca, y sus dedos delgados y finos; y me llamó mucho la atención lo pequeñas que son sus manos.

Fue lo primero que vi, antes de levantar la mirada y encontrarme con una mujer de 20 años, en ese momento desarreglada pues no esperaba visitas, pero que aún sin maquillaje ni peinado, era muy hermosa.

Vestía un short deslavado y viejo, una blusa de la campaña de algún político y tenía mal amarrado el cabello con una liga.

Nada de eso me importó, pues sus ojos cafés claros con una ligera tonalidad verde me dejaron impactado.

Con mucha discreción mi mirada recorrió su rostro, orejas y cabello; y al darme la espalda para regresar a su habitación su delgado cuerpo del que destacaban unas piernas hermosas y firmes nalgas.

-Pasa, si gustas espera en la sala, me dijo.

-Aquí la espero, gracias, repliqué.

Salimos como siempre a dar la vuelta por la noche. Ya cuando la oscuridad domina y la gente en las calles escasea, mi entonces novia y yo encontramos un lugar para hacer lo que los novios hacen en la oscuridad.

Entonces mi esposa aún era virgen y me había confesado solo haber permitido a un hombre chuparle sus enormes tetas y a otro más le había practicado un malogrado sexo oral.

Solo llevábamos 1 mes de novios así que no podía esperar mucho de esa noche; y así fue. Unos buenos besos y mis manos sobre sus pechos, pero nada más.

La dejé en su casa pasada la medianoche y me dirigí a la mía.

Excitado como estaba, recurrí a mi mano para liberar lo que tocar los senos de mi entonces novia, había causado.

Desde entonces, se dieron muchas oportunidades de platicar mucho con Ceci y con los años la confianza fue aumentando.

Tal vez enloquecí más que nunca por ella, un año después, en que fui por mi novia quien para no variar no estaba lista y bajó Cecilia a abrir la puerta.

Con similar atuendo al de aquella primera vez que la vi, pero a diferencia de que en esta ocasión se acababa de bañar y había bajado sin brassiere y con el cabello muy mojado.

-Pasa, me dijo

Entré y me senté en el sofá

Acto seguido se sentó en el sofá de enfrente y puso la tele para ver alguna de sus novelas que ama.

No notó, supongo, que su cabello mojado estaba mojando mucho su blusa y poco a poco permitía que sus hermosos pezones se transparentaran.

Estaba disfrutando el espectáculo cuando sonó su celular. Era su novio que le avisaba que iría por ella en poco más de una hora.

-Nos vemos cuñis, espero que no tarde en bajar mi hermana, me tengo que arreglar.

Confieso que esa noche procuré hacerla muy corta y que la visita a mi novia terminara pronto, pues me urgía llegar a masturbarme con la memoria de los pezones de Ceci perfectamente marcados en su blusa mojada.

Regularmente tardo mucho en eyacular, ya sea cogiendo o masturbándome; pero esa noche bastaron unos segundos de recuerdos para que me saliera semen por montones.

Mi locura fue en aumento.

Poco tiempo más tarde, una noche subí a la habitación de mi esposa a ver películas pues en el cuarto de televisión, Cecilia veía también otra película con su novio.

Subimos y al poco tiempo, agotado por el trabajo, me quedé dormido al igual que mi novia.

Quizá pasaron un par de horas cuando desperté espantado y viendo a mi novia perfectamente dormida decidí bajar en silencio para no despertar a nadie.

Justo al bajar la escalera, escuché gemidos muy leves.

Mis sentidos se avivaron y sigilosamente caminé hace el cuarto de televisión.

La puerta estaba cerrada, por las rendijas de la puerta se apreciaba luces de televisión.

-Alguien está viendo porno, pensé

Decidí asomarme sigilosamente por una rendija

No alcancé a ver mucho, pero lo que vi me hizo tener una poderosa erección.

La piel blanca, los pies pequeños, el grosor de sus piernas y su voz eran inconfundibles.

Cecilia estaba montada sobre su novio, cogiendo, pensando que todos dormíamos profundamente.

Solo alcanzaba a ver los movimientos salvajes propios del clímax, esos momentos en que las mujeres enloquecen y se olvidan de todo antes de venirse. Pero solo alcanzaba a ver las piernas de su novio, las pantorrillas y pies de ella y por supuesto a escuchar sus gemidos.

Sin más, decidí esperar al orgasmo.

Justo cuando se estaba viniendo, regresé rápido a la habitación y cerré muy despacio.

Habrían pasado quizá 2 minutos cuando escuché que alguien subía y entraba al baño compartido por dos de las 3 habitaciones. Pocos minutos después, alguien salió, cerró y bajó de nuevo.

Supuse que habría sido Cecilia así que igual muy despacio, salí de la habitación y entré a ese baño.

Revisé el cesto de la basura y abrí con cuidado el papel que parecía estar recién depositado.

¡Mucho semen! ¡El tipo había eyaculado dentro de mi cuñada!

Yo no sabía que mi cuñada de entonces 21 años ya tenía sexo salvaje pero la idea me puso más loco que nunca.

Sí, apenas pude regresé a mi casa y como antes, en segundos me corrí pensando en los movimientos de sus piernas, gemidos y el papel higiénico lleno de semen.
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Habrían pasado como mes y medio desde aquel roce, faltaba poco para el que quiero narrarles en una entrega posterior a esta.

No recuerdo cuántas veces me masturbé recordando sus movimientos y gemidos sobre su novio; Cecilia me tenía enloquecido, al grado de cometer una estupidez que bien pudo terminar mal, pero para mí buena fortuna, no fue así.

Mi hijo y su hija son muy cercanos de edad. Nuestro hijo concebido en el pleno del matrimonio le lleva poco menos de un año a la suya. La suya fue concebida al calor del engaño, al poco tiempo de nacido mi hijo, y su anterior pareja le hizo creer que quería tener un hijo o hija con ella y luego se casarían. Nunca ocurrió esto último y la dejó al poco tiempo, desamparada.

Cuando eso ocurrió, sin pensarlo por un momento, decidimos hacernos cargos de todos los gastos de la niña, pues la situación económica en casa es buena y daba para eso y más.

Tal vez por eso Cecilia me agarró un especial cariño, pues prácticamente era el padre de su hija, en todo sentido.

Dada la cercanía de edades, conviven mucho y unas de esas convivencias más recurrentes son las pijamadas.

Sin embargo, su hija aún es insegura para dormir lejos de su mamá, así que cada ocasión en que la niña se queda en casa, también se queda su madre.

Esa tarde, mi esposa me avisó que iría primero la niña a ver películas con mi hijo y más tarde, al salir de una fiesta que tenía con su nuevo novio, Cecilia iría para que, si en algún momento despertaba su hija, la viera ahí y no se inquietara.

Justo esa semana, yo había cambiado de celular. Tenía antes uno muy pequeño que me costaba trabajo manejar y decidí cambiarlo por otro con una pantalla bastante más grande.

Sin embargo, el otro era de gran calidad y con una cámara que parecía una profesional.

Precisamente al avisarme de la pijamada, me encontraba formateando el celular viejo para intentar venderlo, al tiempo, recibí un mensaje de mi cuñada avisándome que estuviera pendiente por si llegaba “un poco mal” pues en la fiesta habría alcohol y pensaba tomarse unas copas.

Ahí me vino a la mente y una perfecta buena-mala idea: espiarla.

Todo dependía de los tiempos. Por un lado, que mi esposa se durmiera temprano y por otro que Cecilia me avisara con tiempo suficiente para colocar el celular en una rendija del baño que me permitiera verla al cambiarse de ropa de salir por ropa de casa, pero que no fuera demasiado tiempo como para que o sea agotara la batería o se llenara la memoria por la resolución de la grabación.

Todo salió perfecto. Mi esposa se durmió alrededor de la 1 de la mañana y cerca de las 2 me llegó un mensaje de mi cuñada.

-Cuñis, estoy a una cuadra de tu casa, ábreme, decía Ceci en su mensaje.

Corrí hacia el baño, coloqué el celular y lo camuflé lo mejor que pude. A decir verdad, sí se veía el teléfono, pero pensando en que llegaría un poco ebria quizá no lo notaría.

Salí del baño hecho un manojo de nervios. Nunca había hecho algo parecido pero el morbo de verla desnuda me dominaba.

Escuché el auto pararse frente a mi casa, salí tratando de respirar hondo para calmar mis nervios y abrí la puerta.

¡Qué encanto de mujer!

¡No había tomado una copa… UPS! Se veía preciosa, olía delicioso aún y vestía un pantalón y blusa que le lucían excelsos.

Pensé en correr al baño y retirar el teléfono, pero ya todo estaba saliendo bien y preferí tomar el riesgo.

Me saludó con un dulce beso en la mejilla. Entró a la casa y se quitó al entrar los tacones. Masajeó un poco sus pies y se dirigió al baño a un costado de la habitación.

-Buenas noches, cuñis, le dije; e ingresé a mi cuarto

-Descansa, cuñadito, gracias por estar pendiente de mí, escuché que dijera, a lo lejos.

Evidentemente no fui a acostarme, me tiré al piso para ver por el filo inferior de la puerta, el movimiento de luces y el ruido de la puerta, para tratar de inferir qué sucedía. Habrán pasado unos 12 minutos cuando abrió la puerta y apagó la luz, vi sus hermosos pies descalzos caminar hacia la habitación de los niños y cerrar la puerta. Esperé paciente 30 minutos exactos, dando tiempo de que se durmiera.

Con el corazón latiendo a mil por hora me dirigí al baño.

¡Ahí estaba aún el celular!

Lo tomé temblando y seguía grabando.

¡Lo logré! Pensé.

Caminando sigiloso me dirigí al estudio, cerré con cuidado la puerta y bajé las cortinas, conecté el celular a la computadora y ahí estaba. Un video de aproximadamente unos 50 minutos que son los habían pasado desde que inicié la grabación hasta que la detuve unos minutos atrás.

Conecté una pantalla de 32 pulgadas que tengo a un costado de la computadora. ¡Tenía que observar a lo grande el producto de mi morbo!

En el video se veía como ingresaba al baño, primero a lavarse la cara, luego salía y regresaba con una minúscula batita azul y un calzón de encaje, como los que casi siempre usa, color beige. Al cerrar la puerta primero se quitó la blusa, abajo traía una especie de camiseta que quitó enseguida y dejó al descubierto un brassiere de esos gruesos que se necesitan para dejar bien sujetos un buen par de tetas. Increíble pero ahí vino mi primer orgasmo, sentado y sin tocarme, solo mirando, me vine a chorros al ver esas preciosas tetas liberarse al quitarse el brassiere. Sus pezones más rozados que cafés, pezón casi invertido de areolas medianas. Sus pechos tan blancos como el resto de su piel y con un movimiento impresionante y la firmeza que envidian mujeres aún más jóvenes y que no han tenido hijos. Acto seguido se bajó el cierre lateral del pantalón azul que lucía. Al bajárselo dejó ver esas tremendas nalgas blancas medianamente firmes y mejor aún fue cuando se retiró el calzón blanco también de encaje que traía. Su vulva con apenas unos vellos color rubio cenizo como su cabello y en un movimiento alcancé a ver perfecto esos deliciosos labios vaginales que coronan su vagina.

Se sentó así, totalmente desnuda a orinar, estaba embobado viendo el balance de sus tetas y el movimiento de su piel a cada paso.

Al terminar, se limpió bien y me regaló un cuadro estupendo al empinarse por completo frente a la cámara para recoger el brassiere que se le había caído.

Con mucha calma se lavó los dientes y desmaquilló así, desnuda. Y casi como si supiera que la grababa, se vistió con movimientos sexys, poniendo primero el calzón limpio que llevaba y con una caída muy sensual, su bata.

Salió del baño e ingresó al cuarto.

Como comenté, había dejado pasar 30 minutos antes de ir a recuperar el celular y habían pasado quizá otros 30 en lo que veía una y otra vez su cuerpo desnudo.

No me resistí.

Tengo que ver ese cuerpo en persona, pensé

Entré muy despacio al cuarto y ahí yacía Cecilia, acostada boca arriba sin sábanas pues había algo de calor, con las piernas parcialmente abiertas y la bata se había retraído casi a la altura de sus pechos. Podía ver perfecto bajo su calzón pues era un poco transparente y se apreciaban sus pocos vellos púbicos y se marcaban los labios vaginales. Sus piernas blancas lucían extraordinarias en la cama.

Nunca la había visto así.

Sus pies… son hermosos.

Tengo qué tocarlos, pensé

Y lo hice, con mucha cautela, me froté las manos para que se sintieran un poco tibias y no la despertara.

Acaricié un poco sus pies y estaba tan agotada que no lo notó. Su respiración seguía igual. Todo estaba bien.

Pensé en masturbarme ahí, pero si algo respeto en la vida es a los niños y no me sentí cómodo de hacerlo con ellos durmiendo cerca de esa cama.

Me retiré de nuevo al estudio. Vi una y otra vez el video y eyaculé lo menos 6 veces.

Recorté el video para que quedara solo de los minutos que me interesaban conservar.

Lo comprimí y cifré para que nunca nadie tenga acceso.

Aún no lo sabe, nunca le he confesado lo que hice. Pero sigo viendo una y otra vez ese video. Lo veo de hecho ahora que concluyo esta narración.
 
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