Hablando en la barra de un bar con un viejo amigo que trabajaba en Francia y que había venido a Galicia de vacaciones le pregunté:
-¿Sigues con Carolina?
-No, me dejó por un francés. ¿Y tú sigues con Carmen?
-No, me dejó hace un par de años, pero está sola.
-¿Te pilló con alguna?
-No, se cansó de que la engañara.
Mii amigo se mandó un trago del cubalibre, le limpió la boca con el dorso de la mano, y luego me preguntó:
-¿Y ahora de coño que tal andas?
Yo hacía más de un año que no mojaba, pero me escaqueé.
-Prefiero no responder a esa pregunta.
-Yo ando liado con mi nuera.
Me acordé de la mía. ¿Cómo sería la suya?
-¿Y cómo es tu nuera?
-Una preciosidad de veintidós años. Está tan buena y folla tan bien que me tiene enganchado.
-¿Vive contigo?
-Vive.
Aquello me interesaba.
-¿Y cómo hiciste para poder follarla?
-La verdad es que nunca pensé que la podría follar, pero un día, estando borracho, le entré. Resultó que mi hijo la tenía descuidada, y hasta hoy.
-¡Qué suerte tienes, cabrón!
-La verdad es que sí. ¿A quién te tiras tú?
-Sabes que no me gusta el nombre de las mujeres con las que follo.
-O sea, que andas a dos velas.
No quise mentir.
-¡Que bien me conoces, jodido!
-Son muchos años de amistad. Bueno, nos vemos otro día.
-¿Qué tiempo traes?
-Un mes.
Se fue y al rato volví yo a mi casa, donde vivía con mi hijo y con mi nuera, una joven de Guinea Ecuatorial, con el cabello muy corto, negra como la noche, alta, fornida, muy guapa y que aún no había cumplido los veinte años.
Yo estaba recién jubilado. Por las mañanas mi hijo se iba a trabajar y hasta la tarde noche me dejaba a solas con su mujer, un bombón, del que yo pensaba que se debía hacer más pajas de las que me hacía yo de adolescente, porque mi hijo era maricón. Suena todo muy raro, ¿verdad? Pues no lo es, Christina, que así se llamaba, le había pagado un buen dinero para que se casara con el fin de conseguir los papeles y poder trabajar en España de enfermera, ya que ese era su profesión.
Aquella tarde, después de volver del bar, me había sentado en un sofá de la sala con una lata de cerveza en la mano y me había puesto a mirar la televisión. Hora y media más tarde estaba en camiseta interior y tenía una lata de cerveza en la mano y tres latas vacías al lado del sofá. Christina bajó del piso de arriba, llegó a mi lado, cogió las latas de cerveza vacías, y me dijo:
-Está echando panza cervecera.
Al inclinarse me había enseñado casi la totalidad de las tetas, pues llevaba puesta una camiseta blanca, escotada y holgada, al ver aquella preciosidad, me acordé de Leandro y de su nuera, y por vez primera le entré a la mía:
-Tú ya has echado unas tetas de primera.
De pie, y con las latas vacías en las manos, me dijo:
-¿Le gustan las tetas negras?
-Me gustan toda clase de tetas, es una pena que mi hijo no saliera a mí y las aprovechara.
Me miró a los ojos. Parecía que estaba dudando de si seguir con aquella conversación, o de dejarla, Decidió seguir con ella.
-¿Puedo hablar con usted con franqueza, señor?
-Claro, pero para eso quita lo de usted y lo de señor.
-Gracias. Tu hijo aprovecha mis tetas y mi culo, lo que no aprovecha es lo otro.
Ya me lancé en plancha.
-¿Has probado a ponerle el coño en la boca?
-Me comprometí a no intentar forzar su voluntad.
-¿Cuánto tiempo hace que no te lo comen?
Si me respondía a la pregunta que le acababa de hacer tendría muchas posibilidades de follarla.
-Más de un año. Creo que si una lengua se acercase a él, mi coño la devoraría.
Me la había respondido y encima se había insinuado. No podía dejar pasar a oportunidad.
-Vete a tirar esas latas a la papelera y luego, si te apetece que te coma el coño, ven y pónmelo en la boca.
Debía de tener unas ganas tremendas de que le comieran el coño, porque tiró con las latas sobre la alfombra, me quitó la que tenía yo en la mano. Se bebió la cerveza que quedaba de un trago y luego la tiró junto a las otras. Se bajó los pantalones vaqueros, se quitó las zapatillas y el pantalón y luego me puso el coño en la boca, un coño con el pelo tan negro y tan rizado como el que tenía en la cabeza, pero más largo.
Le abrí el coño un poquito con los dedos anular y corazón y luego lamí lentamente con la puntita de la lengua desde la base del coño hasta el clítoris, unas seis veces, luego lo abrí un poco más, metí algo más de lengua y lamí de abajo a arriba otras cinco o seis veces, después se lo abrí del todo. Tenía el coño rosado y sus labios se habían hinchado. Lamí su labio izquierdo primero y su labio derecho a continuación. Luego, oyendo sus dulces gemidos y sintiendo como sus manos acariciaban mi cabello, le metí y le saqué la lengua de la vagina unas treinta veces. Para rematar la faena puse la parte de arriba de mi lengua sobre el glande del clítoris y con la otra mitad dentro de su vagina lamí de abajo a arriba, lo que hacía que una parte de mi lengua le trabajaba el glande del clítoris y la otra parte le follase el coño.
-¡Me corro! -dijo tirándome de los pelos, al tiempo que me apretaba contra ella. ¡Me corro, me corro, me corro!
No os podéis ni imaginar como me puse de cachondo al tragar los jugos cremosos de su corrida.
Nada más acabar de correrse, se quitó la camiseta. Vi sus grandes tetas con grandes areolas y tremendos pezones. Luego se arrodilló, me sacó el pantalón y las zapatillas, agarró mi polla empalmada y la mamó con unas ganas tremendas, con unas ganas como yo nunca había visto. Después, meneándomela, me miró a los ojos, y me dijo:
-Teñía necesidad de mamar una polla.
-Lo he notado.
Me echó los brazos alrededor del cuello, se sentó sobre mi polla, y comiéndome la boca, me folló a lo bestia, me folló sin conocimiento, me folló hasta que se corrió en mi polla. Al correrse echó la cabeza hacia atrás y vi como le temblaba el cuerpo.
Al acabar de correrse aproveché para comerle las tetas. Comiéndoselas, me dijo:
-Echaba de menos una polla en mi coño, pero tu hijo me metió tanto el vicio en el cuerpo que ahora necesito meterla en el culo.
Sacó la polla del coño pringada de jugos. Me dio la espalda, froto la polla en el ojete, y a continuación bajó su gordo y duro culo y fue metiendo la polla hasta que le llegó al fondo. Una vez que la tenía dentro, se echó hacia atrás, giró la cabeza, Me echó la mano izquierda a la nuca, nuestros labios se juntaron y nos besamos. Con dos dedos de la mano derecha se acarició el clítoris, se folló el coño, se volvía a acariciar el clítoris... Se hizo una paja. Mi polla en el fondo de su culo sentía sus contracciones No me moví, deje que hiciera ella, y dejé que hiciera porque no sabía como le gustaba. Lo iba a saber tiempo después, ya que dejó de masturbarse y me folló subiendo y bajando el culo a toda mecha. Buscaba el orgasmo y lo encontró. Al correrse oí sus dulces gemidos y vi como los ojos se le ponían en blanco, ya no vi más porque su lengua entró en mi boca, le di la mía y me la chupó con fuerza mientras se corría.
No me corrí dentro de su culo porque no sabía si quería más polla.
Al acabar de correrse sacó la polla del culo, me puso el coño corrido en la boca, y me dijo:
-Hazme correr otra vez.
Le eché las manos a la cintura y a lamidas le limpié del coño sus jugos cremosos, luego las lamidas fueron para su clítoris, lo fueron hasta que ella comenzó a mover la pelvis haciendo que mi lengua le lamiera todo el coño, clítoris incluido. Comencé a oír sus gemidos y mi polla, que se había puesto morcillona, volvió a coger cuerpo. Los gemidos fueron subiendo de tono hasta que explotó.
-¡Me corro en tu boca!
Me encantaba sentir como se corría y beber de ella.
Al acabar de correrse fue a la cocina, que estaba al lado de la sala volvió con un trapo mojado, y limpiándome la polla, me dijo:
-Eres una maravilla de amante, ¿Cómo quieres correrte? ¿Chupándotela... ?
Viendo como le brillaba el interior de los muslos con la humedad que había en ellos, le dije:
-Como a ti más te guste.
-A mí me gusta que me follen como a una perra y que se corran dentro de mi coño.
-¿Y si quedas preñada?
-No te preocupes por eso, tomo precauciones.
-Pues ponte como una perra.
Se puso a cuatro patas sobre la alfombra, yo me arrodilló detrás de ella, le froté la polla en el coño y luego se la clavé hasta las trancas, le eché las manos a las tetas y después la follé al tran tran, Pasado un tiempo, Christina quiso más acción. Me dijo:
-Deja que te folle yo a ti.
Su culo voló de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante. Poco después, sintiéndome gemir, me dijo:
-¡Aguanta, aguanta, aguanta...!
Yo, magreando sus tetas, aguanté como un lobo. Al venirle, me dijo:
-¡Ahora, córrete ahora!
Comenzó a correrse, y al hacerlo apretó el culo contra mí. Con la polla enterrada en el fondo de su coño, y sintiendo como le temblaban las nalgas, le llené el coño de leche.
-¡Sí, sí, sí, lléname!
No quedó preñada, pues al día siguiente le bajó la regla.
Una semana después de haber follado en la sala, por la mañana, y estando cogiendo una camisa y un pantalón par vestirme, llegó por detrás, me agarró por la cintura, me empotró contra a la pared y me dijo:
-Te la voy a mamar hasta dejarte seco.
Con sus tetas apretadas contra mi espalda y lamiéndome una oreja, metió su mano dentro del calzoncillo, agarró mi polla y la meneó. Cuando se hartó de lamer y de chupar mi cuello, tirando de mi polla morcillona, me colocó frente a ella, se puso en cuclillas, me bajó el calzoncillo hasta las rodillas, se quitó la blusa y luego pasó la polla por los pezones y por las areolas mientras me miraba a los ojos. Después levantó la polla con la mano izquierda y me lamió y me chupó los huevos, al tiempo que su mano derecha subía y bajaba lentamente por la polla. De los huevos subió lamiendo la polla hasta llegar al frenillo, en él se detuvo y lo lamió la tira de veces. Luego metió el glande en la boca, lo mamó y me volvió a mirar a los ojos, a continuación sacó la polla de la boca, le escupió y acto seguido se pegó en la cara con ella. Le dije:
-Ya me tienes.
-Te tendré cuando haya bebido hasta la última gota de la leche de tu corrida.
-No voy a ser yo quien te lleve la contraria.
Metió de nuevo la polla en la boca, pero esta vez me la mamó entera y meneándola por la base. Como me miraba, vio como me ponía tenso y como se cerraban mis ojos, en ese momento mamó solo el glande y se fue tragando la leche que salió de mi polla. El gusto fue tan grande que gemí como un adolescente,
Me dejó arrimado a la pared, con una sonrisa de oreja a oreja y se fue hasta mi cama, cama que estaba sin hacer porque me acababa de levantar de ella. Se acabó de desnudar, se metió en la cama, y sonriendo, me dijo:
-Me toca.
Fui a la cama. Iba a saborear todo su negro cuerpo. Me eché a su lado y magreando una de sus esponjosas tetas, le pasé la lengua entre sus carnosos labios. Su lengua asomó y se rozó con la mía, luego las lenguas ya se entrelazaron, nos las chupamos..., nos dimos unos besos ricos, ricos. De su boca pasé a su cuello y a sus orejas y luego a sus deliciosas tetas. Las agarré por debajo con las dos manos, las levanté y luego lamí sus areolas haciendo círculos sobre ellas con la punta de la lengua, después lamí sus pezones, se los lamí bien lamidos, y a continuación, magreándole las tetas, se las mamé metiendo en la boca los pezones y las areolas. Cuando ya la tenía perra, bajé lamiendo su vientre y me detuve un tiempo lamiendo su ombligo antes de bajar al pozo. Cuando me metí entre sus piernas ya las había abierto, y había flexionado las rodillas. Al lamer su coño, me cogió la cabeza con las dos manos, me la apretó contra el coño, y encendida, me dijo:
-¡Déjame a mí, déjame a mí!
Pegué lengua contra su coño como si fuera una lapa. Christina movió la pelvis a toda hostia, de abajo a arriba y de arriba a abajo, y en nada, pero en nada de nada, me dio una tremenda corrida en la lengua.
Al correrse no dijo nada, solo se convulsionó y jadeó como una perra en celo. Yo ya estaba con la polla tiesa, y teniendo el coño a tiro, no iba a dejar pasar la oportunidad. Se la clavé de una potente estocada. Christina se quería resarcir del tiempo que llevaba sin follar.
-¡Dame duro!
Le eché las manos a las tetas, y magreándolas, le di caña de la buena.
-¡Así, así, así...!
Christina movía el culo alrededor, y de cuando en vez me echaba las manos a la nuca para atraerme hacia ella y besarme. Luego yo aprovechaba para mamarle las tetas y después le seguía dando leña. Paraba, cada vez que sentía que me iba a correr. Ella sabía que paraba por eso, lo que no sabía yo era que en una de esas paradas me iba a echar las manos al culo, me iba a apretar contra ella e iba a mover el culo alrededor para correrse ella y hacer que me corriera yo dentro de su coño.
-¡Dame lechita, dame!
Si no me hubiera dicho que tomaba precauciones, diría que buscaba quedarse preñada.
Christina me había cogido la manta y hacía conmigo lo que le salía del coño. Ese día, comiendo unos espaguetis en casa, me dijo:
-Esta noche quiero que vengas a nuestra habitación y me comas el coño con tu hijo durmiendo a mi lado.
-Mira, bonita, sé que mi hijo sabe que follo contigo, y también sé que se alegra, pero de eso a meterme en vuestra cama, media un abismo.
-¿Habló contigo?
-No, pero esas cosas se notan. Anda muy contento, y no me extraña, ahora folláis todas las noches.
Era lista como ella sola.
-¿Andas poniendo la oreja?
-Digamos que oigo cosas.
Christina sonrió y luego me dijo:
-¿Estás celoso?
-Para nada.
-A mí me late que sí.
-Bueno, a lo mejor algo de pelusilla tengo.
-¡Lo sabía! ¿Sabes tú como supo tu hijo lo nuestro?
-¿Cómo?
-Porque de la mañana a la noche pasé de tratarte de usted a tutearte.
-¿Y tú no se lo negaste?
-No. ¿Vendrás esta noche a nuestra habitación?
-¡Con mi hijo en la cama...
-Le daré un par de somníferos y estará profundamente dormido.
-¿Por qué quieres hacerlo con él al lado?
-Por morbo, por puro morbo.
-No sé
Sí sabía, esa noche, unos veinte minutos después de irse para cama mi hijo y mi nuera, entré en su habitación. Estaba a oscuras y se veía muy poco. A Christina no la vi hasta que me sintió y abrió los ojos. Al saber en qué lado de la cama estaba, le quité la sábana de encima y me metí entre sus piernas. Al lamer su coño me encontré con que lo tenía encharcado. Supuse que esperando por mí se había hecho un par de pajas. Al comenzar a lamer hice un ruido parecido al que hace un perro al beber, menos mal que ni hijo estaba dormido. Lamí y follé el coño con la lengua más de diez minutos, pero no se corría. Poco después, me dijo en bajito:
-Para, para qué vamos a probar de otra manera. Échate a mi lado.
Me eché a su lado, me montó metió la polla en el coño, se echó hacia delante y me folló lentamente para que la cama no se moviera. Miré para el lado y vi a mi hijo de espaldas y durmiendo. Aunque Christina era una nuera atípica, aquello tenía su morbo. La quise follar yo y me dijo.
-¿Quieres metérmela en el culo?
-Sí.
Se giró, empuñó mi polla pringada de jugos, la puso en el ojete, y lentamente la metió hasta el fondo del culo. Luego me llevó las manos a sus tetas y después se echó hacia atrás y me folló con la misma lentitud que se había movido al follarme con el coño. Vi como mi hijo se sentaba en la cama y quise que me tragara la tierra, pero se me pasó aquella sensación al ver como mi hijo se echaba encima de su mujer y se la clavaba en el coño. Mi sorpresa fue brutal, pero me alegré de que Christina lograra que a mi hijo le gustaran los coños. Ninguno de los tres comentó nada. Cuando le dio caña, también se la di yo. Poco después mi hijo le llenó el coño con su leche, yo le llené el culo con la mía. Christina se corrió estremeciéndose y chillando como nunca antes había oído chillar, y no precisamente por el dolor que estaba sintiendo.
Al terminar de corrernos tuvimos una charla y aclaramos las cosas.
Christina quedó preñada y ahora trabaja de enfermera. Yo cuido al niño, sin saber si soy el padre o si soy el abuelo, pero bueno, aquí andamos, haciendo tríos con otras personas, y follándola yo y mi hijo cuando ella quiere, pues hace de nosotros lo que le sale del coño.
-¿Sigues con Carolina?
-No, me dejó por un francés. ¿Y tú sigues con Carmen?
-No, me dejó hace un par de años, pero está sola.
-¿Te pilló con alguna?
-No, se cansó de que la engañara.
Mii amigo se mandó un trago del cubalibre, le limpió la boca con el dorso de la mano, y luego me preguntó:
-¿Y ahora de coño que tal andas?
Yo hacía más de un año que no mojaba, pero me escaqueé.
-Prefiero no responder a esa pregunta.
-Yo ando liado con mi nuera.
Me acordé de la mía. ¿Cómo sería la suya?
-¿Y cómo es tu nuera?
-Una preciosidad de veintidós años. Está tan buena y folla tan bien que me tiene enganchado.
-¿Vive contigo?
-Vive.
Aquello me interesaba.
-¿Y cómo hiciste para poder follarla?
-La verdad es que nunca pensé que la podría follar, pero un día, estando borracho, le entré. Resultó que mi hijo la tenía descuidada, y hasta hoy.
-¡Qué suerte tienes, cabrón!
-La verdad es que sí. ¿A quién te tiras tú?
-Sabes que no me gusta el nombre de las mujeres con las que follo.
-O sea, que andas a dos velas.
No quise mentir.
-¡Que bien me conoces, jodido!
-Son muchos años de amistad. Bueno, nos vemos otro día.
-¿Qué tiempo traes?
-Un mes.
Se fue y al rato volví yo a mi casa, donde vivía con mi hijo y con mi nuera, una joven de Guinea Ecuatorial, con el cabello muy corto, negra como la noche, alta, fornida, muy guapa y que aún no había cumplido los veinte años.
Yo estaba recién jubilado. Por las mañanas mi hijo se iba a trabajar y hasta la tarde noche me dejaba a solas con su mujer, un bombón, del que yo pensaba que se debía hacer más pajas de las que me hacía yo de adolescente, porque mi hijo era maricón. Suena todo muy raro, ¿verdad? Pues no lo es, Christina, que así se llamaba, le había pagado un buen dinero para que se casara con el fin de conseguir los papeles y poder trabajar en España de enfermera, ya que ese era su profesión.
Aquella tarde, después de volver del bar, me había sentado en un sofá de la sala con una lata de cerveza en la mano y me había puesto a mirar la televisión. Hora y media más tarde estaba en camiseta interior y tenía una lata de cerveza en la mano y tres latas vacías al lado del sofá. Christina bajó del piso de arriba, llegó a mi lado, cogió las latas de cerveza vacías, y me dijo:
-Está echando panza cervecera.
Al inclinarse me había enseñado casi la totalidad de las tetas, pues llevaba puesta una camiseta blanca, escotada y holgada, al ver aquella preciosidad, me acordé de Leandro y de su nuera, y por vez primera le entré a la mía:
-Tú ya has echado unas tetas de primera.
De pie, y con las latas vacías en las manos, me dijo:
-¿Le gustan las tetas negras?
-Me gustan toda clase de tetas, es una pena que mi hijo no saliera a mí y las aprovechara.
Me miró a los ojos. Parecía que estaba dudando de si seguir con aquella conversación, o de dejarla, Decidió seguir con ella.
-¿Puedo hablar con usted con franqueza, señor?
-Claro, pero para eso quita lo de usted y lo de señor.
-Gracias. Tu hijo aprovecha mis tetas y mi culo, lo que no aprovecha es lo otro.
Ya me lancé en plancha.
-¿Has probado a ponerle el coño en la boca?
-Me comprometí a no intentar forzar su voluntad.
-¿Cuánto tiempo hace que no te lo comen?
Si me respondía a la pregunta que le acababa de hacer tendría muchas posibilidades de follarla.
-Más de un año. Creo que si una lengua se acercase a él, mi coño la devoraría.
Me la había respondido y encima se había insinuado. No podía dejar pasar a oportunidad.
-Vete a tirar esas latas a la papelera y luego, si te apetece que te coma el coño, ven y pónmelo en la boca.
Debía de tener unas ganas tremendas de que le comieran el coño, porque tiró con las latas sobre la alfombra, me quitó la que tenía yo en la mano. Se bebió la cerveza que quedaba de un trago y luego la tiró junto a las otras. Se bajó los pantalones vaqueros, se quitó las zapatillas y el pantalón y luego me puso el coño en la boca, un coño con el pelo tan negro y tan rizado como el que tenía en la cabeza, pero más largo.
Le abrí el coño un poquito con los dedos anular y corazón y luego lamí lentamente con la puntita de la lengua desde la base del coño hasta el clítoris, unas seis veces, luego lo abrí un poco más, metí algo más de lengua y lamí de abajo a arriba otras cinco o seis veces, después se lo abrí del todo. Tenía el coño rosado y sus labios se habían hinchado. Lamí su labio izquierdo primero y su labio derecho a continuación. Luego, oyendo sus dulces gemidos y sintiendo como sus manos acariciaban mi cabello, le metí y le saqué la lengua de la vagina unas treinta veces. Para rematar la faena puse la parte de arriba de mi lengua sobre el glande del clítoris y con la otra mitad dentro de su vagina lamí de abajo a arriba, lo que hacía que una parte de mi lengua le trabajaba el glande del clítoris y la otra parte le follase el coño.
-¡Me corro! -dijo tirándome de los pelos, al tiempo que me apretaba contra ella. ¡Me corro, me corro, me corro!
No os podéis ni imaginar como me puse de cachondo al tragar los jugos cremosos de su corrida.
Nada más acabar de correrse, se quitó la camiseta. Vi sus grandes tetas con grandes areolas y tremendos pezones. Luego se arrodilló, me sacó el pantalón y las zapatillas, agarró mi polla empalmada y la mamó con unas ganas tremendas, con unas ganas como yo nunca había visto. Después, meneándomela, me miró a los ojos, y me dijo:
-Teñía necesidad de mamar una polla.
-Lo he notado.
Me echó los brazos alrededor del cuello, se sentó sobre mi polla, y comiéndome la boca, me folló a lo bestia, me folló sin conocimiento, me folló hasta que se corrió en mi polla. Al correrse echó la cabeza hacia atrás y vi como le temblaba el cuerpo.
Al acabar de correrse aproveché para comerle las tetas. Comiéndoselas, me dijo:
-Echaba de menos una polla en mi coño, pero tu hijo me metió tanto el vicio en el cuerpo que ahora necesito meterla en el culo.
Sacó la polla del coño pringada de jugos. Me dio la espalda, froto la polla en el ojete, y a continuación bajó su gordo y duro culo y fue metiendo la polla hasta que le llegó al fondo. Una vez que la tenía dentro, se echó hacia atrás, giró la cabeza, Me echó la mano izquierda a la nuca, nuestros labios se juntaron y nos besamos. Con dos dedos de la mano derecha se acarició el clítoris, se folló el coño, se volvía a acariciar el clítoris... Se hizo una paja. Mi polla en el fondo de su culo sentía sus contracciones No me moví, deje que hiciera ella, y dejé que hiciera porque no sabía como le gustaba. Lo iba a saber tiempo después, ya que dejó de masturbarse y me folló subiendo y bajando el culo a toda mecha. Buscaba el orgasmo y lo encontró. Al correrse oí sus dulces gemidos y vi como los ojos se le ponían en blanco, ya no vi más porque su lengua entró en mi boca, le di la mía y me la chupó con fuerza mientras se corría.
No me corrí dentro de su culo porque no sabía si quería más polla.
Al acabar de correrse sacó la polla del culo, me puso el coño corrido en la boca, y me dijo:
-Hazme correr otra vez.
Le eché las manos a la cintura y a lamidas le limpié del coño sus jugos cremosos, luego las lamidas fueron para su clítoris, lo fueron hasta que ella comenzó a mover la pelvis haciendo que mi lengua le lamiera todo el coño, clítoris incluido. Comencé a oír sus gemidos y mi polla, que se había puesto morcillona, volvió a coger cuerpo. Los gemidos fueron subiendo de tono hasta que explotó.
-¡Me corro en tu boca!
Me encantaba sentir como se corría y beber de ella.
Al acabar de correrse fue a la cocina, que estaba al lado de la sala volvió con un trapo mojado, y limpiándome la polla, me dijo:
-Eres una maravilla de amante, ¿Cómo quieres correrte? ¿Chupándotela... ?
Viendo como le brillaba el interior de los muslos con la humedad que había en ellos, le dije:
-Como a ti más te guste.
-A mí me gusta que me follen como a una perra y que se corran dentro de mi coño.
-¿Y si quedas preñada?
-No te preocupes por eso, tomo precauciones.
-Pues ponte como una perra.
Se puso a cuatro patas sobre la alfombra, yo me arrodilló detrás de ella, le froté la polla en el coño y luego se la clavé hasta las trancas, le eché las manos a las tetas y después la follé al tran tran, Pasado un tiempo, Christina quiso más acción. Me dijo:
-Deja que te folle yo a ti.
Su culo voló de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante. Poco después, sintiéndome gemir, me dijo:
-¡Aguanta, aguanta, aguanta...!
Yo, magreando sus tetas, aguanté como un lobo. Al venirle, me dijo:
-¡Ahora, córrete ahora!
Comenzó a correrse, y al hacerlo apretó el culo contra mí. Con la polla enterrada en el fondo de su coño, y sintiendo como le temblaban las nalgas, le llené el coño de leche.
-¡Sí, sí, sí, lléname!
No quedó preñada, pues al día siguiente le bajó la regla.
Una semana después de haber follado en la sala, por la mañana, y estando cogiendo una camisa y un pantalón par vestirme, llegó por detrás, me agarró por la cintura, me empotró contra a la pared y me dijo:
-Te la voy a mamar hasta dejarte seco.
Con sus tetas apretadas contra mi espalda y lamiéndome una oreja, metió su mano dentro del calzoncillo, agarró mi polla y la meneó. Cuando se hartó de lamer y de chupar mi cuello, tirando de mi polla morcillona, me colocó frente a ella, se puso en cuclillas, me bajó el calzoncillo hasta las rodillas, se quitó la blusa y luego pasó la polla por los pezones y por las areolas mientras me miraba a los ojos. Después levantó la polla con la mano izquierda y me lamió y me chupó los huevos, al tiempo que su mano derecha subía y bajaba lentamente por la polla. De los huevos subió lamiendo la polla hasta llegar al frenillo, en él se detuvo y lo lamió la tira de veces. Luego metió el glande en la boca, lo mamó y me volvió a mirar a los ojos, a continuación sacó la polla de la boca, le escupió y acto seguido se pegó en la cara con ella. Le dije:
-Ya me tienes.
-Te tendré cuando haya bebido hasta la última gota de la leche de tu corrida.
-No voy a ser yo quien te lleve la contraria.
Metió de nuevo la polla en la boca, pero esta vez me la mamó entera y meneándola por la base. Como me miraba, vio como me ponía tenso y como se cerraban mis ojos, en ese momento mamó solo el glande y se fue tragando la leche que salió de mi polla. El gusto fue tan grande que gemí como un adolescente,
Me dejó arrimado a la pared, con una sonrisa de oreja a oreja y se fue hasta mi cama, cama que estaba sin hacer porque me acababa de levantar de ella. Se acabó de desnudar, se metió en la cama, y sonriendo, me dijo:
-Me toca.
Fui a la cama. Iba a saborear todo su negro cuerpo. Me eché a su lado y magreando una de sus esponjosas tetas, le pasé la lengua entre sus carnosos labios. Su lengua asomó y se rozó con la mía, luego las lenguas ya se entrelazaron, nos las chupamos..., nos dimos unos besos ricos, ricos. De su boca pasé a su cuello y a sus orejas y luego a sus deliciosas tetas. Las agarré por debajo con las dos manos, las levanté y luego lamí sus areolas haciendo círculos sobre ellas con la punta de la lengua, después lamí sus pezones, se los lamí bien lamidos, y a continuación, magreándole las tetas, se las mamé metiendo en la boca los pezones y las areolas. Cuando ya la tenía perra, bajé lamiendo su vientre y me detuve un tiempo lamiendo su ombligo antes de bajar al pozo. Cuando me metí entre sus piernas ya las había abierto, y había flexionado las rodillas. Al lamer su coño, me cogió la cabeza con las dos manos, me la apretó contra el coño, y encendida, me dijo:
-¡Déjame a mí, déjame a mí!
Pegué lengua contra su coño como si fuera una lapa. Christina movió la pelvis a toda hostia, de abajo a arriba y de arriba a abajo, y en nada, pero en nada de nada, me dio una tremenda corrida en la lengua.
Al correrse no dijo nada, solo se convulsionó y jadeó como una perra en celo. Yo ya estaba con la polla tiesa, y teniendo el coño a tiro, no iba a dejar pasar la oportunidad. Se la clavé de una potente estocada. Christina se quería resarcir del tiempo que llevaba sin follar.
-¡Dame duro!
Le eché las manos a las tetas, y magreándolas, le di caña de la buena.
-¡Así, así, así...!
Christina movía el culo alrededor, y de cuando en vez me echaba las manos a la nuca para atraerme hacia ella y besarme. Luego yo aprovechaba para mamarle las tetas y después le seguía dando leña. Paraba, cada vez que sentía que me iba a correr. Ella sabía que paraba por eso, lo que no sabía yo era que en una de esas paradas me iba a echar las manos al culo, me iba a apretar contra ella e iba a mover el culo alrededor para correrse ella y hacer que me corriera yo dentro de su coño.
-¡Dame lechita, dame!
Si no me hubiera dicho que tomaba precauciones, diría que buscaba quedarse preñada.
Christina me había cogido la manta y hacía conmigo lo que le salía del coño. Ese día, comiendo unos espaguetis en casa, me dijo:
-Esta noche quiero que vengas a nuestra habitación y me comas el coño con tu hijo durmiendo a mi lado.
-Mira, bonita, sé que mi hijo sabe que follo contigo, y también sé que se alegra, pero de eso a meterme en vuestra cama, media un abismo.
-¿Habló contigo?
-No, pero esas cosas se notan. Anda muy contento, y no me extraña, ahora folláis todas las noches.
Era lista como ella sola.
-¿Andas poniendo la oreja?
-Digamos que oigo cosas.
Christina sonrió y luego me dijo:
-¿Estás celoso?
-Para nada.
-A mí me late que sí.
-Bueno, a lo mejor algo de pelusilla tengo.
-¡Lo sabía! ¿Sabes tú como supo tu hijo lo nuestro?
-¿Cómo?
-Porque de la mañana a la noche pasé de tratarte de usted a tutearte.
-¿Y tú no se lo negaste?
-No. ¿Vendrás esta noche a nuestra habitación?
-¡Con mi hijo en la cama...
-Le daré un par de somníferos y estará profundamente dormido.
-¿Por qué quieres hacerlo con él al lado?
-Por morbo, por puro morbo.
-No sé
Sí sabía, esa noche, unos veinte minutos después de irse para cama mi hijo y mi nuera, entré en su habitación. Estaba a oscuras y se veía muy poco. A Christina no la vi hasta que me sintió y abrió los ojos. Al saber en qué lado de la cama estaba, le quité la sábana de encima y me metí entre sus piernas. Al lamer su coño me encontré con que lo tenía encharcado. Supuse que esperando por mí se había hecho un par de pajas. Al comenzar a lamer hice un ruido parecido al que hace un perro al beber, menos mal que ni hijo estaba dormido. Lamí y follé el coño con la lengua más de diez minutos, pero no se corría. Poco después, me dijo en bajito:
-Para, para qué vamos a probar de otra manera. Échate a mi lado.
Me eché a su lado, me montó metió la polla en el coño, se echó hacia delante y me folló lentamente para que la cama no se moviera. Miré para el lado y vi a mi hijo de espaldas y durmiendo. Aunque Christina era una nuera atípica, aquello tenía su morbo. La quise follar yo y me dijo.
-¿Quieres metérmela en el culo?
-Sí.
Se giró, empuñó mi polla pringada de jugos, la puso en el ojete, y lentamente la metió hasta el fondo del culo. Luego me llevó las manos a sus tetas y después se echó hacia atrás y me folló con la misma lentitud que se había movido al follarme con el coño. Vi como mi hijo se sentaba en la cama y quise que me tragara la tierra, pero se me pasó aquella sensación al ver como mi hijo se echaba encima de su mujer y se la clavaba en el coño. Mi sorpresa fue brutal, pero me alegré de que Christina lograra que a mi hijo le gustaran los coños. Ninguno de los tres comentó nada. Cuando le dio caña, también se la di yo. Poco después mi hijo le llenó el coño con su leche, yo le llené el culo con la mía. Christina se corrió estremeciéndose y chillando como nunca antes había oído chillar, y no precisamente por el dolor que estaba sintiendo.
Al terminar de corrernos tuvimos una charla y aclaramos las cosas.
Christina quedó preñada y ahora trabaja de enfermera. Yo cuido al niño, sin saber si soy el padre o si soy el abuelo, pero bueno, aquí andamos, haciendo tríos con otras personas, y follándola yo y mi hijo cuando ella quiere, pues hace de nosotros lo que le sale del coño.