NO me deja Masturbarme

heranlu

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Soy un hombre de 40 años, de buena presencia.

Mi mujer se llama María.

La gente suele decir que soy un hombre bueno y ella bastante mala.

Tengo una hija única llamada Laura. Es una persona llena de sentimientos y de una gran pasión. Tiene 19 años y un novio llamado Rafael.

Los veranos los solemos pasar los tres miembros de la familia en nuestro apartamento de la playa.

El mes de agosto me fui solo al apartamento. Mi mujer se tenía que quedar por su trabajo (o al menos eso decía).

Laura llevaba todo el verano con su novio pero se vino conmigo unos 15 días. Él por lo visto se iba a la casa de sus padres. Me pareció una estupidez puesto que podía pasar todo el verano en compañía de mi hija.

Nos levantábamos por la mañana, desayunábamos e íbamos de compras. Luego a la playa. Después nos duchábamos y luego comíamos. Una siesta, y a tomar un helado. Un paseo por el pueblo. A veces íbamos al cine. Cenábamos, finalmente andábamos por el paseo marítimo.

Ella solía hablar sin parar. Aunque a veces caminábamos silenciosamente.

Al carajas del novio se le ocurrió venirse unos días. Ambos se metían en una de las habitaciones. Me avergonzaba y me tapaba los oídos. Se oía el chirriar de la cama. Él gemía y ella resoplaba ligeramente.

Un fin de semana decidimos viajar a Madrid para dar una sorpresa a su madre que estaba sola la pobre. Pero al llegar fue terrible. Encendimos la luz al entrar. Recorrimos el pasillo y entramos en el dormitorio. La luz estaba apagada. Mi mujer estaba acostada con otro hombre. Su amante. Las piernas me temblaban.

Me marché a vivir a otra casa y los fines de semana me iba a la playa a relajarme. El caso es que mi hija decidió venirse conmigo. Incluso se venía alguna vez a la playa.

Papá no voy a abandonarte. Debes olvidarte de esa.

No debes hablar así de tu madre.

Pasaba demasiado tiempo con mi hija hasta el punto de que me llegaba a incomodar. Sentía mi intimidad invadida. Asuntos personales como la masturbación no podía llevarlos a cabo, primero porque me sentía sin ganas y segundo porque mi hija siempre estaba al acecho. Así hasta tres meses seguidos. La falta de desahogo sexual hacía que tuviese erecciones largas y ardientes.

Uno de esos fines de semana en la playa estalló la tormenta. Tenía una de esas erecciones. Mi hija me estaba mirando el cuerpo, el pecho y el pene. Eso me indignó y solté toda mi colera.

Si sé lo que te pasa- me decía- y en el fondo soy yo. No te estoy dejando que estés un momento a solas.

¿Y quién te da permiso para que te metas así en mi vida?

Quiero que esto te obligue a buscar una mujer para que te olvides de mi madre.

Entonces grite:

No. No conozco a otra mujer. Pero si me decido a ello es cosa mía.

Rompí un jarrón de porcelana de un manotazo.

Papá, papá estoy enamorada de ti- me dijo con lagrimas en los ojos-.Estoy enamorada de mi padre.

Me quedé como un muerto sin saber que decir. Ella se tranquilizó un poco.

No te dejo masturbarte por si un día ocurre lo peor y si es así quiero que sea lo más maravilloso para ti. Que estés esperando con anhelo ese día como si fuese tu primera noche de bodas.

Yo no sabía que hacer.

Se me ocurrió poner un cd de música.

¿Bailas?- le dije.

Sí.

Fue una tontería. Quise demostrarme a mí mismo que controlaba la situación. Mi hija se pegó completamente mientras bailábamos. Tenía una tremenda erección. Parecía que mi pene había crecido. Nuestras caras se encontraron. Mi corazón se aceleró como un motor. Notaba también los latidos de Laura. Nos besamos en la boca. Y nuestras lenguas y salivas se juntaron.

Fuimos al dormitorio casi a empujones debido a la lujuria. No recuerdo ni como nos desnudamos. La ropa cayó al suelo. Besé y lamí todas las partes de su cuerpo. Ella metió mi polla en su boca. Mi camisa despareció. Ella echó en falta su sujetador. Me acordé de ella estando con su novio. Resoplaba. Ahora jadeaba locamente. Llegábamos a gemir y a gritar. Tuve miedo de sufrir un infarto o un colapso emocional. Separé sus bragas y se la metí toda. Noté como sus paredes me apretaban. Como su humedad se derramaba. La polla ardía dentro. Ella gritaba y gritaba encima de mí. Moviéndose como una energúmena. Adelante y atrás. Le noté hasta tres orgasmos. Me corrí y grité soltando un semen que quemaba. Mi polla seguía dentro cuando comenzaba a perder la erección. Le noté un cuarto orgasmo. Me pareció muy largo. Aullaba. Teníamos espasmos.

Nos quedamos así. Apretados. Uno junto al otro. Hasta que nos dormimos.

Por la mañana me dolía el pene por dentro.

Nos bajamos a la playa. Pasamos la mañana sin decir nada. Subimos. Comimos. Al terminar noté otra violenta erección.

Ven- le dije.

No- me contestó.

La agarré. La llevé al dormitorio y le empujé ligeramente. Ella intentó resistirse. Le levanté la falda y le bajé las bragas. Se la iba a meter con fuerza pero me di cuenta de lo que estaba haciendo y me controlé. Se la metí lentamente. Al hacerlo noté sus convulsiones. Tuvo unos seis orgasmos continuados. Así contra la pared. Follé con fuerza hasta que me vacié.

Pasábamos los días en el apartamento horas y horas con el coño de mi hija en la boca. O viendo la televisión con mi polla dentro de su coño, erecta o flácida.

Nos quedábamos dormidos uno encima del otro. Mi hija tenía que ir a su clase o algo así. Y no iba.

Llegué a calmar mi furia sexual. Íbamos al cine y comíamos helados juntos.

Tuvimos el último encuentro sexual. Sabía que Laura era una mujer de una tremenda pasión reprimida. Sabía que su novio no la dejaría satisfecha nunca. Yacíamos en la cama. En nuestra posición preferida. Ella sobre mí. Montándome.

¿Por qué te gusto tanto?

Porque estoy loca por ti.

¿Pero tiene que haber alguna razón?

Hay una locura que llevo dentro.

¿Es una locura sexual?

Sí.

¿Y porque no la puedes vivir con otros hombres?

Porque tengo miedo. Tú eres la única persona en quien puedo confiar.

¿Y ahora estás tranquila?

Sí.

Saca tu locura entonces. Demuestra lo mucho que me amas. Te lo consiento. Suéltate encima de mí.

Se agitó nerviosamente. Y luego con brusquedad. Había perdido el control. Se movía encima y no me dejaba ni respirar. Parecía como si estuviese violándome. Creo que era una ninfómana reprimida.
Por la tarde me crucé con un chico y no recuerdo que pasó pero este se puso a increparme por no sé que asunto. Quizás porque le empujé ligeramente sin darme cuenta. Laura venía en ese momento y se puso a correr como una loba enfurecida y a dar empujones a gritar. ¡Vaya escándalo! Llegó a darle golpes y la verdad es que afortunadamente el chico se quedó quieto.

La bronca de la calle me decidió a marcharme de ahí.

De vuelta a Madrid hice las gestiones necesarias para el divorcio con mí todavía mujer María y luego para alquilar un piso a mi hija.

Luego me llamaba por teléfono.

No me hagas esto.

No queda más remedio. Esa locura no podía continuar.

Papa. Déjame estar contigo aunque no nos acostemos.

No. No está bien lo que hacemos.

El día de su boda no tardó en llegar. Finalmente su novio se había decidido a casarse. Asistí por un lado aliviado. Pero por otro dolido porque el divorcio con mi mujer se estaba llevando acabo. Mi hija estaba allí en el altar vestida de novia. Yo no quería recordar que meses atrás la había estado tocando. No sé que impulso desesperado me llevó a acercarme a Maria, mi todavía esposa y decirle al oído:

Hazme una mamada.

María se quedó mirándome con ganas de saltar a mi cuello.

¿Pero qué me estás diciendo?

Durante la cena vi a mi hija acercarse a su madre y hablarla al oído. El rostro de María se volvió menos tenso y me miró con tristeza. Creo que Laura le había contado lo que hicimos en la playa.

Semanas después recibí una llamada telefónica.

¡Hola!

¡Hola hija!

Quiero verte

Aquí me tienes.

Me refiero en privado

No

Que te parece quedar conmigo en un local nocturno. Aparezco bonita y elegante. Nos sentamos en un rincón oscuro y nos besamos.

¿Delante de todos?

Sí.

No. No quiero

La conversación terminó ahí.

No volví a ver a mi hija hasta el verano siguiente. Esta vez no fui al apartamento de la playa sino al norte de España. Y además muy bien acompañado. Iba con Leticia una chica de 20 años, atractiva igual que mi Laura. Mi vida era tranquila con ella. Paseábamos juntos por esos verdes campos, cogidos de la mano o con mi mano en su cintura y la de ella en mi culo.

Una noche fuimos a un pueblo de los alrededores y nos metimos en un local con mucha marcha. Después nos sentamos fuera a tomar alguna consumición. Justo a dos mesas, estaba sentada mi hija con su marido. Hacía como si no nos hubiese visto. Leticia como era habitual estaba coqueteando con un chico amigo suyo con el que se acababa de encontrar. Laura le miraba sin piedad. Sabía que Leticia me era infiel de vez en cuando y que no era capaz de sujetarse. La verdad es que la dejaba hacer porque confiaba mucho en ella.

La noche siguiente nos encontramos dentro del mismo local tomando unas copas. Leticia efectivamente estaba coqueteando con unos amigos. De pronto me pareció ver a mi hija dirigiéndose a Leticia. Llega y le lanza una bofetada. Ella responde con empujones y golpes. En el forcejeo varios botones salieron disparados. Se tiraban de los pelos y se daban patadas.

No vuelvas a tratar así a mi padre delante de todos eh.

¿Pero qué dice esta loca?- decía Leticia.

A ambas se les veían los sujetadores e incluso las bragas.

La gente consiguió separarlas. Abochornado me marché al hotel. Leticia no apareció. A la mañana siguiente le llamé por teléfono. Me dijo que se pasaría como a las tres. Supuse que había pasado la noche con uno de sus amigos.

Había dormido mal. Me imaginaba a mi hija y a mi novia peleando por mí. Tuve una erección. Esa lucha por mí me había excitado.

A las tres llamaron a la puerta. Era Leticia. Hablamos un poco de cosas intrascendentes. Luego se metió en la ducha. Me di cuenta de que yo estaba muy caliente. No podía evitarlo. Iba a tener una erección. Había dormido mal y tenía en la mente la pelea entre ambas. Tuve un sobresalto. Llamaron al timbre. Estaba seguro de que era Laura, mi hija.

Fue salir Leticia del cuarto de baño y entrar mi hija, tras abrirle yo la puerta. Lo que pasó entonces me los esperaba. Laura se lanzó a por Leticia como en la noche anterior. Cayeron al suelo entre golpes. Laura azotaba a Leticia pero la otra respondía como podía. Intenté separarlas pero me llevé golpes. Rompieron sus vestidos dejando al descubierto su ropa interior; sus sujetadores y sus tangas.

Me pareció que las dos estaban bellísimas.

Hubo un momento que me asusté porque no sabía que hacer. Mi corazón latía y latía. Afortunadamente las dos estaban muy cansadas. Debajo estaba Leticia y encima Laura. Jadeaban de cansancio. No podían más. Una tumbada sobre la otra.

Aproveché para sentarme en un sofá. Tuve una erección y entonces sucedió. No sé como no conseguí dominarme. Me la saqué y me puse a masturbarme. Leticia que estaba debajo me miró y Laura que estaba encima de ella también dirigió su mirada hacia mí.

No tenían ya sujetadores que estaban esparcidos por el suelo.

Casi sin darme cuenta se levantaron. Leticia agarró el trasero de Laura y se puso a darle azotes bastante fuertes.

Laura era más fuerte que Leticia pero se estaba dejando vencer. Y Leticia le golpeaba en las nalgas sabiendo que a mí me gustaba. Yo resoplaba y jadeaba. Estaba al borde del orgasmo. Parecía que iba a ser un goce muy intenso y necesario. Laura y se revolvió y le dio una sonora torta en la cara a Leticia. Y esta se la devolvió. Ambas dieron grititos agudos. Me corrí sollozando de placer y soltando una gran cantidad de esperma. Tuve dos orgasmos seguidos. No me había pasado en mi vida.

¡Cómo he podido hacer esto!- dije lamentándome.

Leticia y Laura hicieron las paces. Le dejó un vestido a mi hija.

Ella antes de marcharse me llamó por mi nombre.

Sólo quiero protegerte. Te perdono lo que has hecho.

Yo también- me dijo Leticia- sonriéndome con ternura.

Unas horas después hablaba con Leticia en la cama.

¿Por que os peleabais?

Nos peleábamos por ti.

¿Pero tú porque?

Porque le tengo envidia por la pasión que tienes por ella. La amas más que a mí.

¿Y ella?

Supongo que porque estoy saliendo contigo y ella no puede hacerlo. Y tiene unos celos enormes

Creo que deberíamos dejarlo- le dije.

¿Dejar el qué?

Lo nuestro y lo de mi hija también. No está bien. Nunca quise esto.

Los días siguientes Leticia y yo no salíamos de la casa. Follábamos todo el tiempo, en todas las habitaciones. Hicimos sexo anal. Nos dolió. Me aprisionaba. Al sacarla fuera tuve una corrida muy caliente. Estaba extenuado. No conseguía tener una erección completa. Y además me dolía. Nos íbamos a la cama y me pasaba todo el tiempo lamiéndole la vagina. Pero sobre todo la masturbaba. Le tocaba los pechos, le acariciaba en le clítoris primero con suavidad y luego muy rápidamente. Le metía los dedos, a veces hasta tres. La notaba totalmente empapada con mis manipulaciones. La hacía enloquecer.

Como te quiero cabrón. Sí tu no rompes un plato. Eres endiabladamente guapo.

Me decía cerrando los ojos y se estremecía. Ponía un gesto de ir a llorar pero era placer. Así y así hasta que ella ya no podía más.

FIN​
 
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