¿Ni Hijo se mete en mi Cama? 01

heranlu

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Desde muy joven, aun siendo la mayor, mis hermanos menores, siempre abusaban de mí, nada sexual por si acaso, me refiero abusos entre juego etc. Saqué lamentablemente la personalidad de mi madre, al igual que yo, mujer muy callada, con marido dominante que la tenía siempre bajo su dominio.



La historia se repitió y al cumplir los 20 años, me case con un hombre que pienso fue el mayor error de mi vida. De carácter fuerte, muy agresivo, fui una esposa maltratada física y sicológicamente, violentada sexualmente muchas veces por el , mi matrimonio de 14 años, fue siempre un calvario, hasta que el un día desapareció y nunca mas volvió hasta el día de hoy.



Fruto de este matrimonio, nació Eduardo, mi único hijo, que con el ejemplo entregado por su padre y como si yo estuviese pagando un gran castigo divino, pasé a ser una empleada de el, asumiendo el rol de su padre.



Ya desde pequeño me trataba muy mal, y cuando quería poner un poco de disciplina, era desautorizada por mi marido. Con mayor razón mi hijo asumió que las mujeres estaban en la tierra para servir al hombre.



Cuando Eduardo cumplió los 17 años, era la viva imagen de su padre, incluso hasta físicamente. Su pelo negro, sus anchas espaldas, fornidos brazos y piernas, sus ojos verdes y lamentablemente, también su afición al alcohol.



A mis 39 años, aun conservaba mis atributos que hicieron que el padre de Eduardo se fijara en mí. Mi busto, herencia de todas las mujeres de mi familia, siempre fue la mayor fascinación para mi marido. Como el decía, mis tetas eran perfectas, grandes, duras, con grandes pezones, pero al ser un hombre tan machista, me quería solo para el, siempre me hacía vestir con ropa que disimulara estos atributos, para que ningún hombre se fijase en mi.



Un día, luego de una larga conversación con una vecina, me animo a rehacer mi vida. Ella me dijo que yo era una mujer atractiva, que mi marido, que sabíamos se había ido al extranjero y que no lo veía desde ya 5 años, ya nunca volvería y que después Eduardo en pocos años mas se iría de la casa , me quedaría sola y que no era justo para mí.



Incluso ella me animo y me acompañó a comprar otro tipo de ropa, fuimos a la peluquería etc.



Al principio no quise, pero al verme vestida con ese otro estilo de ropa, más juvenil, mas sexy y al salir de la peluquería, vi como la mirada de varios hombres, me hacían sentir una mujer bella y eso me gustó.



Cuando llegue a casa Eduardo que estaba echado en el sofá viendo televisión, quedó mudo y con unos tremendos ojos abiertos, viendo la nueva madre que entraba por la puerta. Lo saludé con un poco de vergüenza y pasé rápidamente a mi cuarto a cambiarme, para hacer algo de aseo, pero el me impidió el pasó colocando su pierna en la mesa de centro.



Espera … donde vas tan apurada …. Déjame verte … ¿Qué te hiciste?

Nada … bueno fui a la peluquería y me compre algunas cositas en una liquidación.

A si … haber date vuelta

Ya déjame pasar….



El levantó su pierna, y me dijo que me quedaba muy bien…. Que le gustaba el cambio.



Todo el mundo me felicitó por mi cambio, y la verdad a mi me encantó sentirme así, a si que me comencé a vestir un poco mas liberal, cambien mis faldas por vestidos mas cortos, de una pieza, mis pantalones por jeans etc.



Antes, era habitual que Eduardo cuando entraba a la cocina, por ejemplo y me veía lavando los platos, me pegara una nalgada o un pellizco en mi trasero, como saludo o simplemente por que sí, incluso algunas veces me tomaba de la cintura y me apoyaba contra el, dándome algún beso en el cuello, pero nunca lo sentí como algo sexual. Pero luego de este cambio en mi persona, esos toqueteos comenzaron hacer mas frecuentes, incluso apoyándose contra mí, me agarraba por detrás y con la mano completamente tocándome el culo, me decía lo buena que estaba.



Un fin de semana, cerca de las 3 de la mañana, siento que Eduardo llega a la casa. Yo ya dormía desde hace horas. Sabía muy bien que venía con unas copas de más, como siempre, pero esta noche fue diferente. Sentí cuando paso por fuera de mi cuarto, entrando al baño, para luego ir a su cuarto. Pero como a los 10 minutos, siento que alguien se esta metiendo a mi cama.



¡Que haces!

Tengo frió … ¿me puedo acostar contigo?

Estas pasado a alcohol, acuéstate en tu pieza será mejor

Nos seas egoísta … tengo frió …. Si quieres me lavo los dientes y vuelvo

No, Quédate en tu cuarto no mas

Ya no seas a si .. mala madre con tu hijo que tiene frió , pobrecito



Se levanta, lo escucho lavarse los dientes y nuevamente se mete a mi cama, abrazándome por detrás.



Hacía como cuatro años que no se metía en mi cama y de verdad la noche estaba helada, así que no le di mayor importancia a sus manos heladas en mis piernas, ya que sabía muy bien que mi hijo era de temperatura elevada y al rato su temperatura subiría mas que la mía. El siempre dormía solo con ropa interior y en invierno a pesar del frió, igual solo se ponía una polera vieja para dormir.





Era extraño sentir la presencia de alguien en mi cama, abrazándome, y mas sentir que su mano me acariciaba la pierna por sobre mi pijama. De repente, en un movimiento, el me mete la mano por dentro de la tela y la deja en mis piernas.



¡ Estas helado ¡

A si se me calientan más rápido las manos



Sentía las caricias de mi hijo en mi pierna desnuda, todo su cuerpo apoyado contra mi espalda. Pero luego comencé a sentir algo más.



Sentí como su pene se estaba poniendo poco a poco mas duro, apoyado contra mis nalgas. La sensación me puso algo incomoda y me corrí un poco, pero el se corrió conmigo, apoyándolo mas fuerte aun. El respiraba pausadamente como tratando de conciliar el sueño, pero yo, con eso ahí, me sentía rara, incomoda, intranquila. No pensaba que mi hijo se estaba excitando conmigo, si no mas bien pensé que era producto del alcohol, de la acumulación de sangre en su pene al estar tan apoyado contra mi etc. pero ese bulto apoyado contra mi seguía poniéndose cada vez mas grande y mas duro, hasta sentirlo completamente.



Hacia muchos años que no sentía un pene y menos en esa condición apoyado contra mi cuerpo. No era que me estuviese excitando, pero si sentía una sensación rara que no me molestaba, además la temperatura de Eduardo ya había subido y estaba muy acogedora con su cuerpo apoyado detrás mió.



Luego su mano salio de mi pierna y se puso en mi vientre. Era rico sentir el calor de esa mano, que con suaves caricias me acariciaba el vientre. Pero esos movimientos poco a poco iban subiendo hasta que comenzaron a rozar el comienzo de mis pechos.



Muchas veces Eduardo, cuando me tomaba por detrás en la cocina, me los había apretado y manoseado, pero como juego, siempre brusco, incluso hasta hacérmelos doler, sin embargo esto era distinto, con mucha suavidad me acariciaba por debajo de ellos, subiendo lentamente hasta dejar mi pecho completamente en su mano.



Las caricias continuaron y mis pezones reaccionaron a tales caricias. Sus dedos comenzaron a acariciármelos suavemente haciendo que estos crecieran aun más. Quise detenerlo y le traté de sacar la mano, pero el la dejó ahí y con la fuerza que el tenía no logré moverla ni un centímetro.



Esas caricias continuaron, siempre suave, y aunque me tenían muy nerviosa, me gustaba sentir sus manos ahí y le dejé que continuara. Pero la presión de su mano, cada vez me las apretaba más fuerte y reconozco que ya comenzaba a excitarme. Pero era mi hijo, no podía pensar en el como hombre, aunque mi cuerpo hace años que pedía a gritos estar con alguien. Desde que su padre nos dejó nunca estuve con nadie mas, de hecho su padre fue el único hombre con el que yo había estado y eso ya hace 5 años.



Pero esto no podía ser, a si que haciendo un poco mas de fuerza, logre que su mano bajara nuevamente hasta mi vientre.



Sin embargo sus caricias, siempre suaves, no se detuvieron ahí y con movimientos circulares, acariciándome el vientre, poco a poco fueron bajando, hasta que en un movimiento de sus manos, estas llegaron a tocar el comienzo de mi pelo púvico.





Nuevamente mi mano se coloco sobre la de el, tratando de subirla, pero esta se mantuvo firme, jugando con sus dedos sobre mi vellosidad.



La situación ya estaba pasando de los límites permitidos, y comenzaba a sentir que su cuerpo, lentamente se movía detrás mió, frotándose contra mi cuerpo y aumentaba su respiración.



Sabía muy bien que mi hijo se estaba excitando con su madre y tenía que ponerle fin a todo esto, a si que usando todas mis fuerzas, logre que su mano volviera a mi vientre, pero solo por un minuto, ya que nuevamente la bajo, y esta vez mas abajo, rozándome mis genitales.



¡Eduardo! … ¡No! ( Tratando de sacar su mano de ahí)



Pero la fuerza de el me sobrepasaba con creces y sus dedos comenzaban a explorar mi sexo. Por más que intentaba sacarla de ahí, el más me tocaba, hasta que uno de sus dedos, comenzó a penetrarme.



Estaba desesperada, era mi hijo el que estaba ahí detrás mió, con su mano completamente en mi sexo, con su enorme y dura verga apoyada contra mi cuerpo. Mis esfuerzos por zafarme eran inútiles, y el ya me tocaba descaradamente y me frotaba su verga fuertemente por el culo.



Sentía su grueso dedo, entrando y acariciándome, haciéndome sentir un éxtasis que hace mucho no sentía, haciéndome sentir mujer nuevamente, pero aun forcejeando para que me dejara.



En un rápido movimiento de el, su mano salió y libero su gruesa verga, para nuevamente colocarse dentro de mi.



Sentí miedo, sabía que si el me quería penetrar por la fuerza, ninguna súplica, ningún esfuerzo mió, podría evitárselo.



Mis suplicas de que se detuviera no eran escuchadas y masturbándome con su grueso dedo, y con su enorme verga entre mis piernas, entrando y saliendo de ellas, me tenía completamente mojada.



Por un momento me dieron ganas de entregarme completamente a mi hijo, sentir ese gran pedazo de carne que tenía entre mis piernas, dentro mió, muy dentro mío. Sentirme mujer, sentirme llena de verga, entregarme al placer que sabía muy bien que el podía entregarme, pero con todas mis fuerzas, físicas y mentales, trataba de que esto no pasara.



Su grueso miembro, aprisionado entre mis piernas y mis nalgas, se movía tan cual como si me estuviese follando. Tan solo la delgada tela de mi pijama me separaba del contacto de su piel, pero la sensación era increíble, mientras su dedo intruso, dentro de mi mojada concha, me estaba volviendo loca.



Ya mis fuerzas se acababan y la penetración continuaba, hasta que el apoyándolo fuertemente en donde mis dos piernas se juntaban, y masturbándome mas rápido aun, lanzo un potente chorro de semen, muy caliente, que dejó completamente mojado mi pijama y gran parte de las sábanas.



Solo una fracción de segundo y una pizca de cordura, evitó que yo me corriera junto a el. Por unos minutos su mano continuó dentro de mi y al igual que el movimiento de su gruesa verba, frotándose contra sus restos de semen en mi mojado pantalón, hasta que con un largo sus piro, dejo de moverse y me sacó el dedo de mi interior.



Solo ahí recién pude liberarme de su abrazo. Me levanté de la cama muy rápidamente y el quedó ahí, con los ojos cerrados, ya prácticamente dormido.



Con el corazón casi saliéndose de mi pecho, me fui al baño y cerré la puerta. Aun no podía asimilar lo que había vivido. ¡ La casi violación de mi hijo!.

Instintivamente mi mano se fue al interior de mis piernas, sintiendo lo mojado de mi pantalón, mezcla de su semen aun tibio y lo mojada que me había echo sentir.



Al sacarla restos de semen quedaron en mi mano y lo quedé mirando. Hacia muchos años que no tenía contacto con este líquido, y menos el de mi hijo. Era increíble la cantidad que había arrojado. Sin pensar lo que hacía me llevé la mano a mi nariz y aspire su olor. Era olor a hombre, olor a sexo, era semen recién sacado directamente de la verga de mi hijo, y ahora estaba en mi mano, un olor, casi olvidado por mi olfato, que me tenía loca.



Entre nuevamente a la habitación. El dormía profundamente como si nada hubiese pasado. Saqué de mi closet un nuevo pijama y me fui a dormir a su cuarto. Me cambie la prenda y apagando la luz me acosté, recordando cada segundo de lo vivido. Nos sabía como enfrentar esta situación, era pecado lo que el había echo conmigo y quizás yo también era pecadora al haberme excitado. Pero sus caricias me tuvieron loca por muchos minutos y apunto de acabar.



Mi corazón aun no dejaba de latir, y aunque me había lavado las manos, su olor aun permanecía ahí. Cada caricia de el las recordaba perfectamente, su mano en mi sexo, su pene entre mis piernas, era pecado pero fue exquisito, y sin darme cuneta mis manos estaba entre mis piernas presionando mi sexo, recordando lo vivido. Hacía mucho tiempo que no me masturbaba, pero hoy mi cuerpo lo pedía a gritos.



Como una puta en celo, tiré toda la ropa hacia atrás, me saqué el pantalón y con mis piernas completamente abiertas, comencé a mastúrbame frenéticamente. Una horda de placer invadió mi cuerpo, quería más y más. Hasta me levanté y tomé mi mojado pantalón de pijama y me restregué en mi cara, sintiendo su olor, su semen, mientras con mis dedos, me acariciaba rápidamente mi clítoris.



No demoré en alcanzar el orgasmo y justo en ese momento, mientras apoyando mis piernas en la cama, y levantando en alto mi sexo, el pijama estaba en mi boca, chupando los restos de semen que en el quedaron.



Acabé monstruosamente, como no recuerdo nunca antes haberlo echo. Mi orgasmo salió como un chorro por mi sexo y mis gemidos solo fueron aplacados por la tela de mi piyama que permanecía en mi boca.



Ya desahogada, luego de mucho rato de estar así, desnuda de la cintura para abajo, en la cama de mi hijo, con su piyama en la cara, me coloqué ese mismo piyama mojado y conseguí dormirme, sin saber que pasaría el día de mañana.
Hacia muchos años que no dormía tan bien. Me relajé tanto que no me di cuenta de la hora, aparte que la pieza de mi hijo es mucho más oscura que la mía. En seguida recordé todo lo vivido la noche anterior, cada uno de los eventos. Me quedé mucho rato acostada, pensando en lo sucedido, como enfrentar a mi hijo y la verdad, nada se me ocurría.



Me levanté, me dirigí a mi pieza y me quedé parada afuera unos minutos tratando de tomar el valor para entrar. Al hacerlo, vi que mi hijo dormía profundamente. Me quedé mirándolo y tratando de asimilar lo que había pasado. Como mi hijo, fruto de mis entrañas, había sido capaz de hacer una cosa así.



Saqué algo de ropa y me fui a bañar. Bajo el agua caliente, pensaba que sucedería ahora, por un lado tendría que hacer algo, hablar con el sobre lo que había pasado, y que de ningún modo quería que lo vivido se volviera a repetir, pero eso solo eran palabras de madre, porque como mujer me sentía completamente diferente. Sentía el calor en mi interior y un cosquilleo entre mis piernas que no cesaba. Como madre me moría de vergüenza, pero como mujer, me moría de ganas de que se repitiera.



Salí de la ducha y me vestí ahí mismo, cosa que nuca había echo. No quería que mi hijo me viera en toalla. No sabía tampoco como sería la reacción de mi hijo, quizás estaría muy arrepentido de lo que había echo, quizás, solo fue el alcohol y no recordaría nada, o quizás intentaría algo mas ya que había dado los primeros pasos. Mil ideas en mi mente pasaban en solo un segundo.



El no despertó si no cerca de la hora de almuerzo. Lo sentí que se levantó y entró a la cocina cuando yo preparaba el almuerzo.



Hola viejita … buenos días … ( pasando por detrás mió, dándome un abrazo corto, con un beso en el cuello y una nalgada)



Eso era algo natural que hacía cuando se despertaba de buenas, yo solo pude contestar a duras penas, "buenos días". El sacó un jarro de jugo y lo bebió directamente del jarro, con la puerta del refrigerador abierto.



Y luego se fue a bañarse, como si nada hubiese pasado. Almorzamos y la conversación por parte de el, fue lo más natural, realmente como si nada hubiese pasado la noche anterior. Yo por mi parte no encontré las fuerzas o la forma de tocar el tema y todo, quedó en nada. Así pasaron los días y todo volvió hacer como antes, al menos para el, por que yo recordaba como si recién lo hubiese vivido todo lo que pasó.



Cada noche me imaginaba que el entraría en cualquier momento a mi cuarto y se acostaría nuevamente en mi cama, incluso esperaba con ansias el día viernes o sábado cuando por lo general el llegaba con una copas de más.



No me importaría su aliento a alcohol, solo quería sentirme nuevamente tocada por sus manos, sentir nuevamente su semen caliente entre mis piernas o quizás su miembro dentro de mi. Pero no, nada de eso ocurría, solo sus toqueteos usuales mientras yo cocinaba o planchaba, pero que ahora eran recibidos de una manera distinta. Esperaba que el entrara y me tocara con sus manos. Aunque solo eran fracciones de segundos, sus grandes manos apoyadas en mis nalgas eran como un golpe de electricidad que me recorría todo el cuerpo.



Mi cuerpo había despertado de un gran letargo de 5 años y me pedía sexo a gritos, esa era la verdad, y mis masturbaciones se fueron incrementando de una manera increíble. Mientras me duchaba, pensaba en las manos de mi hijo y sin poder aguantar las ganas, terminaba tocándome yo misma, alcanzando en pocos minutos grandes, pero silenciosos orgasmos, al igual cuando me encerraba en el baño hacer mis necesidades, o en la soledad de mi cuarto antes de dormir. Incluso comencé a hacer locuras que nunca se me hubiesen imaginado. Al recoger sus ropas, buscaba su ropa interior y olorosaba el lugar donde mi hijo había depositado su verga durante el día, excitándome al sentir su aroma o de repente, con mucha suerte, como quien encuentra el tesoro más precioso, sacaba su slip de la ropa sucia, manchados con semen quizás de algún sueño húmedo, que terminaba casi por completos metidos en mi vagina, buscando saciar mis ganas.



Yo sabía muy bien que mi hijo era un mujeriego y que las mujeres le llovían. Muchas veces fui su cómplice en ocultar a alguna muchacha sus salidas con otras. Sabía muy bien, que su vida sexual era muy activa, por comentarios que siempre escucha uno en el barrio. Además que cuando andaba con alguna muchacha mucho tiempo, el la llevaba a nuestra casa y se encerraban en su cuarto, sabiendo perfectamente que es lo que en este pasaba.



Ya habían pasado casi 4 meses desde que nuestro furtivo encuentro. Una noche, ya era muy tarde, escucho que el entra a la casa y que venía acompañado de su novia de turno.

No podía dormir y me levante silenciosamente a buscar un vaso de agua a la cocina. Al salir de mi habitación escuche los sonidos que provenían de la habitación de mi hijo.



Sin pensarlo, me acerque por el pasillo hasta su puerta y apoyando mi oído en esta, escuchaba como estaban follando. Los gemidos de ella me excitaron inmediatamente. Se quejaba de una manera brutal, penetrada una y otra vez por mi hijo.

Yo sabía muy bien que mi hijo se gastaba una tremenda verga, que nunca había visto, pero si que había sentido perfectamente entre mis piernas, sobre mi pijama muy largo y grueso, como todo en su cuerpo.



Mis manos instintivamente se fueron directo a mi sexo y comencé a masturbarme escuchado gemir a la muchacha, imaginando que era yo a la que penetraba mi hijo. La muchacha alcanzo su primer orgasmo, casi al mismo tiempo en que yo alcanzaba el mió, mas, mi hijo no paro de follarla. Escuche perfectamente como el le pedía que se diera vuelta y luego de unos segundo, escuche un nuevo gran quejido de la muchacha, seguramente cuando mi hijo le volvía a meter su tremenda cosa en otra posición.



Mi hijo era una máquina de follar y se estaba desquitando de una manera bestial con esa joven, que no paraba de gemir. Mis dedos entraban y salían de mi mojada vagina, a la velocidad del rayo, aun después de haber acabado, me sentía mas excitada, seguía con ganas y mi sexo ardía de calentura. Ya tenía metido cuatro dedos, completamente en mi vagina y esta pedía aun más.



Envuelta completamente en el placer me llevé la otra mano al culo y me comencé a meter un dedo hasta el fondo. Nunca había experimentado tanto placer de sentir algo en mi culo. No era un lugar virgen, ya que mi marido en algunas oportunidades cuando me violaba, había entrado con su grueso miembro por ahí, pero solo causándome mucho dolor. Esto era distinto, mi cuerpo pedía mas y mas. Que ganas de haber tenido otra mano mas, para poder haberme apretado también los pezones que estaban durísimos.



Con mis dedos completamente dentro de mí, por ambos lados, escuchaba como la muchacha alcanzaba su segundo orgasmo casi llorando de placer. Pero mi hijo no se detuvo y como si nada, le pedía que se colocara en cuatro patas que se la quería enterrar por el culo y acabar ahí. La muchacha le pidió que no, pero mi hijo no permitió esa respuesta y al cabo de unos minutos, la muchacha era penetrada por la tremenda verga de mi hijo, por detrás. Los gemidos de ella continuaron ahora quizás ahora con algo de dolor, pero al cabo de un rato nuevamente se transformaban en quejidos de placer.



Mi segundo orgasmo llegó como un relámpago y comencé a botar gran cantidad de jugos que corrían por mis piernas, aguantando la respiración, para no gritar de placer. Mis dedos no eran suficientes para mi excitada vagina que ya casi se comía la palma de mi mano, mientras el dedo de mi otra mano, metido hasta el fondo imaginando que era la verga de mi hijo.



Escuché a mi hijo que estaba por acabar y la muchacha se quejaba más y más fuerte aun, acelerando más sus quejidos. ¡ Que ganas de ser esa joven que estaba ahí en cuatro patas con mi hijo aferrado a sus caderas apunto de descargarse en su interior!



Un gran quejido de mi hijo y un gran alarido de la muchacha, me dio la señal que estaba acabando su exquisito semen en el culo de la muchacha. Casi podía sentir sus grandes manos apretándome fuertemente contra el y su semen entrando a borbotones en mi culo al mismo tiempo que mi tercer orgasmo, mojaba aun mas mis piernas y mi mano



Me quedé un rato mas escuchando a mi hijo reponerse de la descarga, ya entre grandes respiros de el, mientras la muchacha aun se quejaba. Seguramente el seguía metiéndosela por detrás, pero ahora mas suave, era seguro que tendría todo el culo lleno de semen, quizás escurriendo por sus piernas, mientras mi hijo continuaba un suave mete y saca.



Con las piernas casi dormidas, por la posición que tenía tras la puerta, me dirigí a mi cuarto. Las piernas me temblaban y estaba completamente mojada en sudor y en mis propios jugos.



Mi boca estaba seca, pero no tenía fuerzas de ir a beber agua. Mi corazón latía ya a un ritmo un poco menos acelerado. Lejos había sido la mejor de mis masturbaciones desde que empecé a soñar con mi hijo.​
 
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