Mucha leche para mi mamá

heranlu

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Me acababa de separar, con 35 años tenía que reiniciar una nueva vida y al quedarme sin casa opté por solicitar a la empresa que me destinara de nuevo en Gran Canaria. Yo nací allí y por motivos de trabajo había vivido los últimos 15 años en Málaga, donde me había casado y tenido dos hijos, pero había llegado el momento de volver, a pesar de que la separación había sido muy amistosa y de mutuo acuerdo. La empresa aceptó mi petición e inicialmente me fui a vivir a casa de mamá mientras encontraba algo que me gustara y para disminuir gastos. Mamá aceptó bien la situación, ella vivía sola desde la muerte de papá, ya hacía 6 años. Ella tenía por aquel entonces 58 años y vivía de una pequeña pensión que le había quedado y no le venía mal el compartir gastos. Por mi parte, si bien tenía que pasar una pensión a mis hijos, mi trabajo me daba cierta holgura y económicamente no me iba mal.
Iban pasando los meses y la verdad es que noté un gran cambio en el ritmo de la casa desde mi llegada, se notaba que había más dinero y mamá incluso llevaba un ritmo de vida superior, ella misma lo reconocía, salía más con las amigas, se compraba más ropa, iba de vez en cuando al bingo, etc, cosas que no podía hacer antes y la verdad es que se le veía bastante más contenta.
Ya llevaba casi seis meses viviendo en Las Palmas cuando conocí a Pilar, una mujer de cuarenta años, separada, muy bien plantada, vamos, que estaba muy buena. Pilar era una mujer de estatura media, con un culo espectacular y unas tetas de las que quitan el sentido. Como es lógico, empecé a salir más y se la presenté a mamá. Aparentemente le había caído muy bien e incluso se hicieron amigas e iban de compras juntas de vez en cuando. Yo seguía con mi rutina de trabajo y luego veía a Pilar casi a diario y en alguna ocasión me la llevaba a casa para follar con ella ya que en su casa era imposible por sus hijas y ya no éramos tan jóvenes como para hacerlo en el coche. A mi parecía la situación más normal del mundo.
Un día al llegar a casa por la tarde encontré a mamá un poco rara, enfadada quizás. Le pregunté y me dijo que no le pasaba nada, pero yo sabía que algo ocurría. Me duché y me disponía a salir cuando ella se acercó y me dijo que si podía hablar conmigo. Como es lógico le dije que si. Nos sentamos en el sofá y ella no sabía como empezar, hasta que se arrancó y me dijo: Yo no puedo continuar así. La verdad es que no le entendía a que se refería, entonces ella continuó Eduardo, desde que estás saliendo con Pilar, me haces menos caso, además estás aportando menos dinero en casa y por si fuera poco…, de vez en cuando tengo que soportar el que te la traigas a casa a hacer el amor.
Yo me quedé perplejo, y me pareció un comentario muy egoísta, me quedé callado unos segundos pero le tuve que contestar Mira mamá, Yo soy un hombre y como es lógico necesito estar con una mujer y tener sexo con ella, por lo que respecta al dinero, sigues viviendo muy bien, mejor que antes de yo llegar, y si te hago caso, pero como comprenderás, también tengo que compartir mi tiempo. Ella, rompió a llorar y dijo: Tengo tanto miedo de que te vuelvas a ir. A esto yo le contesté, Mamá, es ley de vida y lo tienes que entender. Me levanté un poco enfadado y me fui.
Apenas estuve una hora y media fuera, era jueves y al día siguiente había que trabajar. Al llegar a casa me fui directo a mi habitación y ni tan siquiera pasé por la de mamá a darle las buenas noches. Me acosté y como siempre dejé la puerta entornada. Seguía viendo algo de luz en el pasillo. No podía dormirme y de repente se abrió la puerta, era mamá. Se acercó y se sentó en el borde de la cama y me dijo. Perdona hijo por lo de esta tarde, pero es que te quiero tanto y no quiero perderte, desde que has vuelto ha cambiado tanto mi vida y cuando no estás conmigo te echo tanto de menos. Se levantó, se dirigió hacia la puerta y desde ella me dio las buenas noches, se quedó mirándome unos segundos y luego entornó la puerta.
Yo me quedé embobado, mirando a la puerta, no por lo que me acababa de decir, que en ese momento no le encontré su verdadero significado, sino porque mi madre llevaba una camisón muy transparente, no llevaba sujetador y le había visto por completo sus tetas, que eran enormes, bien formadas, con una areola muy grande y oscura. Por si fuera poco con el trasluz en la puerta había visto que llevaba un tanga pequeñísimo y al girarse le había visto el culo, también muy bien formado para su edad. Realmente me sorprendía que mi madre fuese tan moderna, o quizás yo no me había fijado, pero por mucho que intentaba recordar nunca la había visto así.
A la mañana siguiente me sorprendí porque ya estaba levantada, había hecho el desayuno y aun seguía con su camisón transparente. La verdad es que intentaba evitarlo pero cuanto más lo intentaba más miraba sus tetas y cuando se levantaba no podía dejar de mirarle el culo y el pubis, con aquella braguita que apenas le tapaba y dejaba ver su vello, por cierto muy abundante y oscuro. Evidentemente ella se dio cuenta de que la miraba pero aparentemente no le importaba. Yo estaba muy perturbado, incluso avergonzado por mi actitud de mirar y encima estaba empalmado como un burro. Cuando acabé de tomarme el café con leche me levanté y llevaba un paquete considerable. Pude ver como mi madre me lo miró, lo cual me avergonzó aún más y me fui poco menos que a la carrera.
Ese día decidí no volver a la comida, no podía quitarme de la cabeza las tetas, el tanga, el pelo negro en el pubis, y todo aquello me tenía desorientado y sobre todo avergonzado. Esa noche volví tarde y decidí, contrariamente a lo que era habitual, no salir con Pilar. Era viernes, me tomé unas cervezas y volví a casa sobre las once de la noche. Al llegar a casa no había nadie, mamá estaba seguramente en el bingo con las amigas, como solía hacer todos los viernes. Me fui a la cama directamente, incluso sin ducharme, que siempre lo hacía.
Me dormí casi de inmediato y serían aproximadamente las dos de la madrugada cuando algo sobresaltado me desperté pues mi madre entró en la habitación y tocándome en el hombro me dijo ¿No has salido hoy?, si llego a saber que no sales me hubiera quedado en casa para estar contigo.., Yo medio dormido y deslumbrado por la luz del pasillo, le contesté: No pasa nada, está bien que hayas salido, tienes que divertirte, a lo que ella replicó No, de aquí en adelante mi única misión es cuidar de ti y que estés bien. Ya por ese tiempo se me había aclarado la vista y volvía ver mejor.
Mamá se había cambiado y volvía a tener un camisón, aunque diferente, más oscuro pero igual de transparente, con encajes en los bordes. Me dio un beso y se levantó. Al llegar a la puerta me miró y me dijo Por cierto, te gusta este camisón, me lo he comprado hoy, es muy bonito verdad. Mientras decía esto se daba vuelta sobre si misma para enseñármelo mejor. La verdad es que era espectacular, pero yo sólo podía ver lo que estaba debajo del camisón, esta vez no llevaba ni el tanga puesto.
Estaba avergonzado pero no pude evitar el tener que hacerme una paja y creo que por primera vez empecé a pensar en mi madre como una mujer. Además aquella situación me generaba una especie de morbo y en la semana siguiente se convirtió en una especie de adicción, estaba deseando llegar a casa, para luego ver a mamá con sus camisones, igual que en los desayunos. Dejé de salir con Pilar, le di la excusa de que no me encontraba muy bien y en toda la semana no salí. Mamá estaba muy contenta y me atendía de una forma muy especial, estaba muy cariñosa conmigo, me acariciaba el cuello, veíamos la televisión juntos y ella apoyaba su cabeza, incluso me abrazaba mientras estábamos allí sentados…Ella tampoco salió en toda la semana.
La siguiente semana llevaba el mismo camino pero había una un matiz diferente y era que llevaba diez días sin sexo, lo cual para mi era mucho tiempo. Estaba francamente cargado y aunque me estaba haciendo pajas no me aliviaban lo suficiente. Quedé con Pilar pero con la mala suerte que se puso mala, y además de verdad. El sábado estaba ya como loco, empalmado todo el día. Salí para tranquilizarme, pero al volver a casa, todo volvía a ser igual y mamá no paraba de ser cariñosa conmigo y aunque llevaba ropa normal, no podía dejar de mirarla, era una auténtica obsesión.
Decidí hablar con mamá, explicarle lo que sucedía, y pedirle que dejase de usar sus camisones, que aunque me diese vergüenza me ponían a 150. El problema es que no encontraba el momento adecuado y llegó de nuevo la noche. Cuando mamá vino como siempre a darme las buenas noches, aproveché el momento y se lo dije. Ella al decírselo se quedó parada, mirándome, con una ligera sonrisa en los labios. Me pasó la mano por la frente y me dijo: Vale, voy a dejar de usar esta ropa, para que lo dejes de pasar mal, pero entre madre e hijo no tiene porque haber tapujos. Se levantó, se quedó unos instantes como pensativa, pensé que se iba a ir, pero insistió” Haré lo que me pides. En ese momento se abrió el camisón y lo dejó caer, se quedó totalmente desnuda ante mí, mirándome. Me volvió a decir ¿No es esto lo que me has pedido, que deje de usar el camisón?, se sentó desnuda a mi lado, levantó la sábana y se metió conmigo en la cama. Yo estaba paralizado y solo puede decir Mamá, mamá…
De la sorpresa hasta se me había arrugado la polla, pero mi madre empezó casi de inmediato a pasarme la mano, primero por encima y luego ya la metió dentro del calzoncillo y empezó a darme caña en la polla. Yo estaba en pleno éxtasis y entregado como un cordero, y ella comentó: No podía permitir que me dejaras, tú eres para mi, aquí en casa vas a tener todo lo que necesitas. En ese instante se montó encima, se introdujo la polla y empezó a cabalgarme. Estábamos los dos como locos, las tetas enormes se bamboleaban de un lado a otro y me las metía en la boca, al mismo tiempo que ella misma se las sobaba hasta que yo empecé a sobárselas, a cogerla por el culo y sobárselo bien.

Me puse encima y la empecé a bombear sin piedad, ya no había madre e hijo, sino que tenía debajo a un pedazo de hembra y no la iba a dejar escapar, la sujeté por el culo y la empitoné con fuerza. Así estuvimos bastante rato, yo soy un poco lento, hasta que ella explotó. Sólo con ver la cara de gusto que tenía ya no pude evitar correrme y soltarle un buen chingazo de leche en el conejo. Me puse de rodillas en la cama, ella se incorporó y empezó a limpiarme bien la polla, acariciándome los huevos, me hacía tan bien la mamada que apenas en un minuto volví a descargar con un orgasmo que para mi no tenía precedentes, jamás me había corrido dos veces casi consecutivas. Me quedé agotado, hacía mucho, mucho tiempo que no descargaba de esa manera, incluso diría que ha sido el mejor polvo de mi vida.
Nos quedamos dormidos, pero de madrugada me volvió a despertar y me dijo. Venga que yo necesito más palo y tú tienes que levantarte bien seco de los huevos para que no vuelvas a estar con Pilar, ni otra mujer. No dije nada y me puse a la faena.
Desde ese día, hace tres años, somos pareja en todos los sentidos, mi madre es una amante excepcional, siempre está dispuesta a follar, a descubrir nuevas cosas, nuevas posturas, nuevas sensaciones. Queréis que os diga algo: le voy a seguir dando caña mientras el cuerpo le aguante y me aguante a mi.
La verdad es que me ha cambiado la vida este hecho, que jamás pensé que me podía suceder a mi y os aseguro es totalmente real. Os aconsejo una cosa, si estáis en disposición de follar a vuestra madre, o siendo madre a vuestro hijo, mientras que sea de mutuo acuerdo y mayor de edad, no os lo planteéis, que la vida son tres días, y dos los perdemos en tonterías.
 
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