Mónica y Susana, Hermanas tienen nuevos Placeres Sexuales 001

heranlu

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Sorprendida tumbada en la cama leyendo un libro erótico y masturbándose, su hermana le chantajea amenazando con contárselo todo a sus padres. Terminarán montando un número de masturbación y placer mutuo difícil de olvidar.

La pequeña Mónica estaba tumbada sobre su cama, en la habitación que compartía con su hermana Susana, leyendo un libro erótico que había comprado en las galerías comerciales. Tan solo quince años y ya notaba que su sexo le pedía constantemente guerra. Sin duda había algo de ninfómana en ella.

Mientras leía el libro "Las edades de Lulú", sujetándolo con su mano izquierda, la derecha se frotaba por encima de las bragas, las cuales estaban ya pringosas, húmedas tras rozarlas insistentemente con los labios mojados de su vagina.

En aquel momento su hermana entró en la habitación. Siempre llamaba antes de entrar, pero lo hacía de tal modo que al dar el primer golpe en la puerta empezaba ya a abrirla, con lo cual es como si no llamara en absoluto.

Generalmente, para Mónica eso no era ningún problema, pues si estaba masturbándose le bastaba con sentarse rápidamente en la cama y hacer como que ordenaba el cajón de su mesilla, pero en aquella ocasión, su atención estaba tan centrada con el libro que prácticamente no oyó ningún ruido hasta que Susana estaba ya dentro de la habitación, mirándola entre sorprendida y divertida.

- ¿Qué estas haciendo?- le preguntó.

"Como si no lo supieras", pensó ella. Sin embargo contestó "nada" más bien débilmente. Debía confesar que se sentía bastante avergonzada, pues aunque ella y su hermana se veían desnudas prácticamente todos los días, nunca se habían dado las circunstancias actuales.

- Así que nada ¿eh?- le contestó. Se sentó en la cama junto a ella y tomó el libro de sus manos. Lo que Susana dijo a continuación dejó a Mónica perpleja.

- Ya lo he leído, es bueno, ¿dónde lo has comprado?.

Mónica no sabía que responder, aún estaba confusa por el hecho de que su hermana la hubiera sorprendido masturbándose. Susana le sonrió.

- No te preocupes mujer, que no voy a chivárselo a nadie, la verdad es que no esperaba encontrarte así, tocando la guitarra.

- ¿Tocando la guitarra?- preguntó Mónica, extrañada.

Susana soltó una carcajada. Su hermanita tan solo era tres años menor que ella misma, y sin embargo su inocencia era aterradora. A veces pensaba que tenía madera de monja, con su carita de ángel y sus modales de niña refinada. Secretamente, se alegraba de haberla pillado así, expuesta a admitir que también a ella le gustaba el sexo y que no era "algo asqueroso", como siempre decía cuando estaban delante de su madre.

- Si, tocando la guitarra... ¡masturbándote, joder!.

Mónica enrojeció. Su hermana era algo más que atrevida, eso estaba claro.

- ¿Qué vas a hacer ahora?- le preguntó a Susana, refiriéndose, naturalmente, a lo de pillarla "tocando la guitarra".

- Pues no sé- respondió. Una sonrisa de niña traviesa cruzó el rostro de Susana. A Mónica no le gustó.- verás, hermanita, estoy pensando que no esta bien eso de que me llames "guarra" cada vez que sugiero lo bien que me lo pasaría con el primo Toni cuando viene de vacaciones, o cuando a veces pienso en comprarme ese consolador que vimos anunciado en aquella revista que trajo mi amiga Angela ¿te acuerdas?, o que...

- ¡Bueno, vale ya!. ¡Dime que quieres!.

Susana la miró durante unos momentos, sin que su sonrisa desapareciera un sólo momento de su rostro. Finalmente le dijo lo que quería.

- Te mereces una lección, hermanita, podría contárselo a mamá... pero no lo haré- dijo cuando vio la expresión de horror que su hermana puso. - Verás Mónica, lo que quiero es que te deshagas de esa hipocresía que tienes conmigo cada vez que hablo de sexo.

- Vale, de acuerdo- dijo Mónica- no volveré a decirte nada.

- Oh, no, mi pequeña hermanita, no se trata de eso. Verás, lo que quiero es hacer que dejes de ser una reprimida, y para eso sólo hay una forma.

- ¿Cu.. Cual?- preguntó- Aquella conversación cada vez le gustaba menos. La respuesta de su hermana la dejó helada.

- Quiero que termines lo que has empezado cuando yo entré. Si, si, quiero que te masturbes hasta que te corras, y no pongas esa cara o salgo ahora mismo de aquí y se lo cuento todo a mamá, ya sabes que se lo creería, tu no sabes mentir.

- Pe.. pero, ¡no puedo!, cómo voy a hacer eso estando tu aquí- Estaba realmente angustiada, definitivamente Susana se había vuelto loca.

- Tranquila- dijo ya casi riendo-, mira, tú te tumbas en la cama, como estabas antes de que entraras, y sigues leyendo el libro, yo mientras me pongo a ordenar las cintas de música, y no te preocupes, que no voy a interrumpirte ni a reírme cuando te corras- De repente se puso seria, con una mirada casi de lujuria en su rostro- ¿lo ves?, ya no me río, venga empieza cuando quieras.

- Pero... no, es que... no puedo..., ¡no! ¡espera!- dijo cuando su hermana ya salía de la habitación, sin duda a contarle a su madre lo que había visto.- vale, está bien, pero cuando termine te olvidas de todo esto ¿eh?.

- Trato hecho, venga, empieza.

Mónica se recostó, e intentando no pensar en nada más siguió leyendo el libro, su dedo volvió a tocar sus bragas, que aunque seguían húmedas, era una humedad fría. Poco a poco, mirando furtivamente a su hermana, que parecía ocupada ordenando los casettes, aunque de vez en cuando la miraba para ver si cumplía sus órdenes, empezó a masturbarse de nuevo.

Tardó mucho rato en volver a excitarse, si no fuera por el libro no lo habría conseguido, pero a los diez o quince minutos su vulva comenzó a hincharse de nuevo, a ponerse caliente. Mónica siguió leyendo el libro, concentrándose en la lectura para olvidar todo lo demás, y a medida que seguía la trama de la historia, se masturbaba cada vez mas fuerte, hasta sentir que se ponía realmente cachonda. Pensó en lo inusitado de la situación, masturbándose delante de su propia hermana, pero apartó esos pensamientos de su mente. Lo que importaba ahora era concentrarse en lo que estaba haciendo, así Susana la dejaría en paz y a los pocos días todo estaría olvidado.

Su vulva segregaba de nuevo los jugos, frutos de su lujuria, los deditos de su mano revoloteaban por encima de sus bragas, más intensamente por la zona del clítoris, pasándolos por la raja. Empezó a suspirar ruidosamente, aunque esperaba no llamar demasiado la atención.

Mientras tanto, Susana se había olvidado por completo de las casettes y se había sentado en el filo de la cama, mirando a su hermana con extraños ojos. Mónica se sobresaltó cuando notó la mano que le masajeaba la rodilla. El libro escapó de sus manos y fue a parar al suelo, junto a la cama.

- ¿Pero qué haces?

- ¿Acaso no lo ves?, solamente quiero ver como lo haces, venga, continua.

Si le hubiera dicho eso cinco minutos antes simplemente la habría echado de la habitación, ocurriese lo que ocurriese, pero Mónica estaba realmente excitada y, para su propia sorpresa, descubrió que marturbarse así, a la vista de su hermana, la excitaba de una forma que era incapaz de explicar. Por tanto siguió marturbándose, empapando más y más sus braguitas mientras Susana le seguía tocando, no ya la rodilla, sino también los muslos, en un suave masaje que le producía un cosquilleo verdaderamente enloquecedor.

Al poco tiempo oyó que su hermana respiraba también ruidosamente, pese a que sólo la miraba, y sin embargo se la notaba casi tan excitada como ella. ¿Sería posible que su hermana fuese lesbiana?. No, decidió, había dado ya demasiadas muestras de que le gustaban los chicos y, sin embargo, algo estaba ocurriendo allí, desde luego la excitación que Susana sentía no era nada normal. La prueba definitiva de que su hermana estaba poniéndose realmente caliente la tuvo cuando con el dedo índice y pulgar de ambas manos intentó bajarle las bragas.

Mónica intentó impedirlo, separando las manos de su hermana de su cintura, pero su resistencia era débil, debido a lo caliente que estaba. Después de todo, pensó, que mas da que me masturbe con o sin las bragas, ella ya me ha visto desnuda muchas veces. Dejó por tanto que le bajara las braguitas hasta los tobillos, para acabar quitándoselas definitivamente, lanzándolas a una esquina de la habitación.

- Sigue masturbándote... - ordenó con una voz grave, propia de una hembra
excitada.

- ¿Qué vas a hacer?- le preguntó mientras se masturbaba lentamente.

- Lo que tu quieras que te haga, separa más las piernas.

Mónica separó las piernas tanto como pudo. Por mucho pudor que sintiera unos minutos antes, ahora poco le importaba ya todo, lo único que quería era correrse, a lo cual Susana parecía muy dispuesta a ayudarla... bien, que la ayudara.

Susana captó el brillo de la excitación en los ojos de su hermana, y sin esperar más, se lanzó al ataque. Se puso tumbada frente a Mónica, rodeó sus piernas con las manos y aplicó su lengua directamente sobre los labios menores del conejito de su hermana. Empezó a lamer rítmicamente, mientras notaba el balanceo de la cintura de Mónica, pues la muy zorrita movía las caderas arriba y abajo para aumentar la presión del coño contra su lengua.

Mónica estaba en la gloria, atrás quedaban ya los momentos de duda. Se movía rápidamente, acomodando el ritmo de sus caderas a los lengüetazos que recibía de su hermana. Se estaba volviendo loca de gusto.

- Susy, ca... cariño ¡Sigue! ¡ahhh, ahhh, que gusto, hermanitaaa...!, dame más, dame, dame... ¡ohh, que lengua, que ma.. maravilla!, ¡te quiero, amor mío, ohhh...!, te gusta, eh, ¿te gusta chuparme?, ¡ohh!, me gustaría chupártelo a ti también, vamos...

Susana no se hizo esperar, besó a su hermana en la boca, un beso francés, húmedo, mezclando sus lenguas, y seguidamente se situó encima de ella, en posición inversa, haciendo que los calientes labios de su vagina quedasen a la altura de la boca de su hermana, acto seguido siguió lamiendo, y no se sorprendió al sentir en su propia vulva los labios y la lengua de Mónica, que chupeteaba golosamente, haciendo que expulsara su espeso líquido lubricante, dulce y cremoso.

Aquello no podía prolongarse mucho más tiempo, pues las dos estaban a punto de caramelo, lamiéndose mutuamente, sorbiendo y chupeteando cada una los fluidos de la otra, saboreándolos con su lengua, para seguidamente tragarlos mientras los gemidos de las dos escapaban involuntariamente de sus gargantas.

- Ay, cariño... ¡Cariñooo!- gritaba Susana, totalmente abierta y rozando el clítoris de su hermana con la lengua entre palabra y palabra- Así... ¡ahhh, que gusto me das!, mi hermanita... si, eso es ¡dame gusto, dámelo todo, si... ahhhh!.

Los suspiros y chupeteos mutuos se sentían por toda la habitación, algún que otro grito de placer se escapaba, incluso cuando hacían lo posible por no alertar al resto de la casa. Pero era imposible contenerse ante tal placer. El orgasmo les iba llegando a las dos en lentas, pero al mismo tiempo intensas oleadas de placer.

Suspiros agónicos, convulsiones de los dos jóvenes cuerpos estremecían a las muchachas, que ya habían dejado de ser seres racionales. Ahora solo pensaban en el placer, en la lujuria, en el orgasmo que las dos estaban a punto de sentir.

De pronto Susana se separó de su hermana. Se notaba que no quería hacerlo, pero al mismo tiempo Mónica supo que aquello no era el fin del placer, que a su hermana se le había ocurrido algo que las haría gozar a las dos aún más si cabe.

Susana no la defraudó, Situándose frente a ella, situó su vulva totalmente empapada de jugos a pocos centímetros de la vulva de su hermanita, abriendo los labios menores con sus manos. Mónica supo lo que tenía que hacer, y abriendo ella misma también sus propios labios vaginales, unió su montículo al de su hermana. Fue como un beso. Un beso de dos conejitos ardientes y húmedos, de dos clítoris hermanos rozándose el uno al otro, hinchándose ante el placer que se provocaban mutuamente.

Empujando sus traseros, las hermanas unieron aún más sus vulvas, apretándolas, frotándolas fuertemente, pero gracias a los cremosos jugos que expelían, el roce era exquisitamente dulce, provocándoles una ardiente oleada de estímulos.

- Ya, ya... ¡Susana, no puedo más!, ahhh ¡Por favor, ahhh... voy a correrme cariñoooo...!.

- Sí, sí, sigue moviéndote, yo... ahhhh ahhh.. yo también me voy... ¡Sigue... Sigue!, ahhh, ahhhh, ¡me corro...!.

El orgasmo les llegó a las dos casi simultáneamente. Medio segundo antes, intuyendo que las dos se corrían al mismo tiempo, apretaron todo lo posible sus labios mojados, llenos de fluido, el espasmo de su intenso orgasmo estalló en las dos al mismo tiempo. Y el placer continuaba, expandiendo el orgasmo compartido por sus vulvas, ampliándose en oleadas hasta llenarlas totalmente. Las dos expulsaron abundantes jugos, que al verse aprisionados entre las dos vulvas, no tenían otra alternativa que introducirse en la otra vulva, de mezclarse y llenar el interior de aquellas grutas ávidas.

Aquel orgasmo duró casi quince segundos, espasmo tras espasmo, contracción de los labios de una contra contracción de los labios de la otra, llenándose mutuamente de placer, del regusto intenso que sentían en su mutuo contacto. Poco a poco, las oleadas fueron bajando su intensidad, permitiendo a las hermanas tomar el control de sus propios cuerpos, agitándose cada vez más suavemente, suspirando cada vez más bajo y profundamente.

Sus vulvas se separaron lentamente, casi como si les costara trabajo hacerlo ahora que se habían conocido tan íntimamente. Al separarse unos pocos milímetros, grandes concentraciones de una mezcla de fluido espeso se derramó de sus vulvas, llenando la colcha de la cama e inundando la habitación del olor ocre y dulzón que emitían.

Mónica y Susana se miraron, el placer aún ocupando sus rostros. Se acercaron la una a la otra y compartieron otro beso húmedo, pero esta vez con calma, explorándose la una a la otra mientras se abrazaban. Se quedaron las dos allí, tumbadas sobre la cama durante largos minutos, recuperándose del intenso esfuerzo realizado, acariciándose mutuamente, y sabiendo que aquello era tan sólo el principio.

Ninguna de las dos renunciaría a un placer así por mucho tiempo. Era seguro que los próximos años iban a estar llenos de orgasmos compartidos, de nuevos placeres sexuales, de unos juegos que ahora que los habían descubierto jamás dejarían de practicar.
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Mónica estaba medio tumbada en la cama de Susana, mirando hacia su hermana, y sonreía levemente según hablaban de sus cosas. No intentaban evitar el tema de lo ocurrido entre ellas pero no salió para nada, simplemente era una conversación de amigas, eso si, muy distendida.

Susana sentia ganas de volver a hacer cosas juntas como antes, de recobrar costumbres que tenian; lo primero que le vino a la mente fue cuando se probaban ropa y comentaban como les quedaba y se sugerian un conjunto u otro... pero esta vez al pensar en ello solo le venia a la mente el cuerpo desnudo de su hermana, se habia quedado grabado en ella. Ahora inocentemente en su cama, vestida con una camiseta blanca de tirantes y unos pantalones cortos tambien claros, y unos calcetines grises con los que jugueteaba quitandose uno con el pulgar del otro pie mientras hablaban.
Asi no se parecia en nada a la de aquel dia... pero en el interior de Susana todo seguia igual... "cómo me gusta mi hermana" parecia decir su subconsciente cada vez que se giraba hacia ella cuando la conversacion lo requería. Sentia el deseo de levantarse y saciar sus deseos con ella en ese mismo momento. Pensó en la suerte que tenia de que quiza su pasión fuera correspondida por Mónica pero ni de lejos se atrevería, de hecho trató de dejar de pensar en ello y concentrarse en lo que hablaban, ya que quedarse en blanco por unos segundos habría provocado una incomodidad enorme entre las dos. Pero Mónica, extraña- mente para su edad, todo este tiempo desde su primer encuentro y tambien en este momento, estaba sabiendo llevar la situación perfectamente, (incluso a veces aliviando a Susana de situaciones embarazosas).
Lo cierto es que en estos dias se llevaban mejor que nunca y habia aumentado logicamente la confidencialidad. Susana sentía que en ese momento no necesitaba estar mas que con Mónica y lo demas importaba poco, en todos los sentidos se sentia afortunada de ser hermanas y de lo que hubiera ocurrido hasta llegar a esa situación.

Volvió a pensar en lo de probarse ropa y le pareció demasiado fuerte así que propuso a su hermana ir al cuarto de baño y hacerle un peinado especial o intentarlo. Al rato estaban en ello, rieron juntas un rato y de vez en cuando, Susana, que estaba detrás, le pegaba achuchones a Mónica sonriendo, o acariciaba sus mejillas, y empezó a creer que lo de su hermana no era madurez o saber estar, los gestos de ella eran de hermana; de cariño pero no el que Susana queria sino fraternal, a lo que Susana sonreia aparentando que todo iba bien.
Terminaron y ya estaban cansadas de pasar buenos ratos desde que sus padres salieron de viaje, era viernes de vacaciones, a media tarde, un dia genial.
Nada más salir del cuarto de baño Mónica se giró y abrazó a Susana en un arranque de los que solian tener ahora y le dijo que se alegraba de que su relación hubiera mejorado. Susana se alegró aunque pensó que eso no venía a
cuento. Monica echó hacia atrás la cabeza unos centímetros hasta que quedaron mirándose a los ojos. Susana pensaba lo precioso que era el rostro de su hermana cuando vio que se acercaba y posaba los labios sobre los suyos. Fue el beso más dulce que le habian dado nunca, sin darse cuenta se lo estaba devolviendo apretándola hacia sí por la cintura, sintiendo los labios ligeramente entreabiertos de Mónica, que se mostraba realmente experta besando. Transcurrieron unos momentos hasta que separaron sus bocas, no asi sus cuerpos.

- ¿Qué significa esto? - preguntó Susana.
- Creo que me estoy enamorando de ti - respondió Mónica sin pensárselo. Para Susana el día de su primera vez esto hubiera sobrado, solo importaba la atracción que sentía por ella, pero la situación había cambiado y aquello era lo que más deseaba oir.
No respondió a lo que había dicho Mónica, al menos con palabras pero sí con más besos, esta vez más largos, disfrutando el momento. De nuevo sintió que lo único que necesitaba estaba entre sus brazos.

- ¿Te das cuenta de lo que estamos haciendo? - dijo Susana.
- Nada malo, algo tan encantador no puede ser malo, ¿no crees? es imposible -

Susana se puso a la espalda de ella y la abrazó desde atrás al tiempo que caminaban hacia su habitación. Se tiraron en la cama de Susana, la que estaba mas cerca, y con calma se besaron sin decidirse ninguna a tomar la iniciativa. Esta vez no había que cerrar la puerta, ni acallar los gemidos, no había nada que se interpusiera en la atracción mutua que sentían. Susana, que era la que estaba debajo, pensaba en la suerte que tenian de que este momento hubiera llegado sin sus padres en casa. Sentía que su hermana menor estaba entregada, que podia hacer con ella lo que quisiera. Le pidió que se desnudara, algo que Mónica estaba deseando, pero que hizo con una lentitud que la desesperaba. Ese cuerpo era definitivamente tan bonito como recordaba, quizá más aún como es lógico, ahora ya no se lo tenía que imaginar, podia verlo y sobre todo tocarlo, cuando se dio cuenta estaba ya acariciando su cintura, y directamente pasó a sus pechos, notó su gran suavidad, los besó, y después su ombligo, su abdomen, sus muslos.

- Vamos, yo tambien quiero verte - dijo Mónica. En este caso fue ella la que empezó a desnudar a su hermana, cuando le quitó la camiseta sobó sus tetas por encima del sujetador blanco a la vez que la dio un corto pero intenso beso en la boca, introduciendo su lengua. Mientras le desabrochaba el sujetador se seguian dando pequeños besos; Susana ayudó a la hora de quitarse los pantalones y las bragas, sobre todo por sus propias ganas de marcha. Mónica se humedeció
la mano derecha con saliva y acarició superficialmente la rajita de Susana, se agachó y empezó a besar y acariciar la parte interior de sus muslos, sin dejar de frotarle el coño, consiguiendo ponerla definitivamente a tono. Fue acercando su boca al conejito húmedo de su hermana, y lo rozó con la punta de la lengua.
Susana, que estaba tendida hacia arriba con los ojos cerrados y con las manos estimulando sus pezones, intentaba evitar dar respingos ante el juego de lengua que sentía en su entrepierna. Mónica lamía de abajo a arriba la raja de Susana, sin introducir la lengua, haciendola morirse de ganas de tenerla dentro de una vez, cosa que no se hizo esperar, con gran habilidad la lengua y labios de la pequeña se encargaron del coño mientras con las manos le acariciaba los muslos, recordando la suavidad que tenian y que le encantaba.
Al poco rato empezó a usar su lengua en círculos sobre el clítoris de Susana, e introducía dos dedos dentro de su vagina.
- mmmm , asi..., sigue.....
Susana se encontraba en el cielo, su querida hermana no hacia nada imaginativo ni cambiaba de posición, pero no hacía falta más, sabia que iba a ser uno de esos orgasmos lentos pero enormes, como los que se habia producido ella misma pero de labios de Mónica el placer se multiplicaba por 10. Mónica tenia sus manos ocupadas en Susana, pero aunque no podía darse placer a si misma le bastaba con hacer disfrutar a su hermana mayor. Quería darle un orgasmo intenso.
Eso sí, de su vagina no paraba de manar su espeso flujo. Se introdujo la mano izquierda bajo las bragas y empapó sus dedos todo lo que pudo. Se incorporó a la altura de Susana sin quitar la mano derecha del coño de ésta, que empezaba a sentir la llegada del clímax, aún con los ojos cerrados por lo que no se dio cuenta del movimiento de Mónica, la cual introdujo dos dedos embadurnados de su jugo en la boca abierta; los gemidos se cambiaron por chupeteos. Al rato cambió los dos dedos por su lengua y a la par empezaron a moverlas en círculos dentro de la boca de la otra, como queriendo sentir todos los recovecos, como dos hambrientas. Esto fue mucho para Susana, que se corrió salvajemente, durante un largo rato, hasta volver en sí y reparar en la situación: la cama estaba totalmente deshecha, Mónica desmelenada y en bragas y ella empapando las sábanas y aún con las manos en sus pezones que no había quitado en todo el rato, tenía incluso marcas en ellos, seguramente del momento del orgasmo. Y reparó también en que se sentía feliz y por otra parte satisfecha de haber descargado un deseo que, cuando se masturbaba, intentaba aplacar pensando en otras personas, tanto chicos como chicas pero nunca con quien en esas noches de autosatisfaccion compartía habitación con ella; no aceptaba que la amaba, pero ahora había dado rienda suelta.

El objeto de su deseo también estaba feliz de haberle hecho correrse de esa forma, y se lo mostraba sonriendo; se acercaron y entre risas empezaron a juguetear y a retozar en la cama, acariciándose de vez en cuando. De esa forma sí parecían dos hermanas normales y corrientes, excepto por los besos en la boca y algun que otro tocamiento. No tenían otro plan mejor que volver a excitarse y volver a hacerlo; cuando la calentura se empezaba a hacer notar, oyeron el teléfono; con más rabia que nerviosismo Susana se dirigió a la cocina, y tratando de no mostrar una respiración agitada descolgó.

- Si?... bien, todo bien... sí, he bajado esta mañana ... en el salón viendo la tele...

Mónica había ido también a la cocina al ver que sería su madre la que llamaba, ya que estaba impaciente por saber cuando volvían, juntó su oreja al auricular, bien, les quedaba algo más de una semana, ahora su madre empezó a soltar cosas que tenían que hacer o comprar, así que a Mónica se le ocurrío girar la cabeza de Susana con la mano y darle un beso con lengua, mientras pensaba en el ataque que les daría a sus padres si supieran lo que se estaba haciendo al otro lado del teléfono. Se puso en cuclillas y comezó a comerle el coño de nuevo, Susana como pudo siguió hablando por el teléfono hasta que para su alivio colgó y empezó a gemir y a prestar su atención al cosquilleo en su sexo.

- Vamos a la cama cielo, me tiemblan las rodillas - pidió Susana.

Mónica obedeció y no sin prisa imitaron la posición anterior pero tumbadas, mientras se quitaba las braguitas. Una vez empapada la vulva de Susana de saliva, empezó a acariciar el clítoris con los dedos y a jugar con él.

- ¿Te temblaban de gusto o de nervios? - quiso saber Mónica.

Susana relajó su tensión sexual de un profundo suspiro para poder responder.

- Tía pero como se te ocurre hacer algo así...
- Pues bien que me devolvías el beso, además, eso no es nada.
- ¿¿Nada?? - preguntó Susana - ¿Y qué es para tí "algo"?
- Pues... masturbarme en el salón viendo la foto de mamá en la boda de Andrés.

Susana ahora sí se sobresaltó, además Mónica sonreía como si fuera algo normal: Durante unos segundos pensó en los cuadros que había en el salón, no, no podía ser otro, era uno del que a veces habían comentado a su madre que se había puesto muy guapa para aquella boda, hacía seis meses; era verdad que tenía buen cuerpo y llevaba un vestido oscuro con escote que le sentaba espléndido, de cara era normal, no como para decir que era guapa; bueno, ese día sí lo estaba, después de haber pasado por la peluquería. Era de esas madres que se cuidaban, pero nunca se podía pasar por la mente de Susana algo como lo que acababa de oir. Mónica ajena a estos pensamientos tenía ya toda su lengua explorando las paredes de su vagina.
Empezaba a pensar en levantarse y vestirse, cuando Mónica empezó a girar su cuerpo en posición de 69; sin estar muy segura de lo que hacía, Susana introdujo su boca en la entrepierna de Mónica y empezó a lamer con ganas; el olor de hembra joven de Mónica podía más que su voluntad; no obstante a pesar del placer, Susana se sentía incómoda y encontraba la situación violenta, pero inexplicablemente esto era lo que más la encendía. Se dedicó a aprovechar ese cuerpo que su hermana le brindaba.

Los sexos de ambas ahogaban gemidos y exclamaciones de placer cada vez más intensos. Las dos estaban ya en una nube. Mónica, habituada ya a llevar la iniciativa, hizo ademán de ponerse debajo, lo hicieron con cuidado ya que la cama no era muy grande. Así Mónica se dedicó a magrear las nalgas de Susana; de cuando en cuando se encargaba del ano de Susana, con lengüetazos que la mayor exteriorizaba con estremecimientos y con abundante flujo que Mónica encontraba delicioso. Las dos tenian bien manchada la cara ya de sus jugos.
Mónica se separó, se puso de cara a Susana y lamió su cara y su boca recogiendo su flujo; eso le daba reparo a Susana, pero la visión de su hermanita relamiéndose y restregándose el líquido por las tetas le animó a hacerlo, pegó un par de lametones y le gustó. Mónica mientras no se había despreocupado de la vulva anhelante de Susana, y siguió masturbándola moviéndo rápidamente dos dedos por entre la rajita y con la palma de la mano estimulando el clítoris, mientras chupaba los pezones de Susana. Ésta se estaba derritiendo, en esta posición era estimulada y a la vez podía manosearle las tetas a su hermana. Un nuevo orgasmo empezaba a partir de su sexo estremeciéndola.

- Aaahhhhh, más rápido Mónica, me estoy corriendo, aahhhhhh -

Mónica cumplía, con la boca chupaba un pezón y con una mano pellizcaba el
otro, matándola de placer.

- Siiiiii, asi, cielo, sigue... - Susana deseó que este momento fuera eterno,

el placer era total, a los pocos segundos se empezó a convulsionar en un gran orgasmo mientras se aferraba a su hermana pequeña con fuerza.
Mónica no quería ser menos y nada más sacar los dedos de dentro de su hermana se los introdujo ella. Ahora Susana le frotaba los pezones con los dedos, mientras pensaba en el aguante que mostraba Mónica, o quizá que no tenía la misma facilidad que ella para alcanzar el orgasmo. No había duda de que era capaz de tenerlos, la propia Susana estaba segura de haberle producido uno en su primer encuentro, pero quizá necesitaba más ayuda. Tumbó a Mónica boca arriba, y sin quitarle las manos de los pechos empezó a lamerle el conejito, que estaba realmente caliente y palpitante. Jugó con el clítoris absorbiéndolo, apretándolo con la punta de la lengua. Mientras, se chupó tres dedos que fue metiendo sucesivamente por la rajita, notando que su hermana empezaba a enloquecer de gusto y a emitir ronroneos.

- Mmmmm, ahhh, ... lo estas haciendo muy bien, Susana, ... qué gusto...

Después de un largo rato así, Susana cogió las piernas de Mónica y las elevó hasta tener su culo a su disposición; lo lubricó bien con saliva e intentó meter un dedo; tras presionar unos instantes Mónica relajó su orificio y exhaló un suspiro placentero a la vez que el dedo se introducía en ella, Susana intentó meter un segundo dedo que costó aún más. Así, volvió a chuparla el clítoris mientras movía en círculos los dos dedos dentro del culito de Mónica o los metía y sacaba ligeramente. Besaba y lamía sus muslos, su ombligo, su rajita; durante un rato introdujo dos dedos de la mano libre en la vagina.
Mónica estaba gozando desbocadamente y empezaba a notar el orgasmo, aunque le costaba llegar. A ratos Susana se incorporaba y la besaba con pasión, dándole a probar sus propios jugos de nuevo.

- Vamos cielo, ... un poco más, me corro , mmmm.

Mónica necesitaba algo más. Susana de repente sacó sus dedos de dentro de ella, y se levantó dejándola anhelante sobre la cama.

- Susana, qué haces, no me hagas esto... -

Mónica empezó a masturbarse lo más rápido que pudo, cuando se quiso dar cuenta Susana entró en la habitación con algo de ropa en las manos, que rápidamente Mónica reconoció que era de su madre, Susana cogió un jersey y se lo puso a Mónica en la cara.

- A ver si te ayuda esto, zorra, ... vamos ...

Mónica lo cogió y empezó a oler profundamente el perfume que emanaba, al tiempo que su vulva empezó a segregar gran cantidad de líquido. Se estaba poniendo realmente cachonda, por si eso fuera poco Susana había empezado a deleitarla con expertos movimientos de lengua en su conejito. Susana estiró un brazo y cogió algo de entre la ropa y se lo tendió. Eran unas bragas de seda, color crema, las palpó, sus pezones se endurecieron más aún; se acarició interponiendo las bragas entre su mano y su piel. Sus poros se iban abriendo al contacto de la suave tela mientras con la otra mano acariciaba el pelo de Susana y la atraía más hacia sí. Ahora cogió el sujetador que se correspondía con las bragas. Solo de palparlo su sexo chorreaba, Susana notaba en su boca que había acertado. Mónica se acarició también con esta prenda, se la llevó a la nariz, olía inconfundiblemente a mujer. Las sensaciones la abrumaban y la encandilaban, en pocos segundos le sobrevino un orgasmo tremendo, largo, que la llenó por completo, pero no solo de placer sino de culpabilidad.

Cuando el placer iba escapando lentamente de su cuerpo recordó que había pronunciado, y varias veces, el nombre de Julia, su madre, lo que no era nada comparado con lo que había hecho con su ropa interior. Pero Susana no mostraba enfado ni mucho menos. Mónica se levantó y la besó en la mejilla.

- Lo siento. Sabes que a quien quiero es a tí. - dijo Mónica.
- Lo sé, tranquila. Supongo que necesitabas un empujoncito. Yo solo queria que te corrieras, y perdona por lo de zorra.
- Ah, qué va, eso me puso a cien, Susana, no te preocupes. - dijo Mónica mientras recogía su ropa y se la empezaba a poner. - Venga, preparo la cena. -

La sesión de sexo lésbico las había dejado satisfechas, ya que se ducharon por separado y tras ver televisión haciendose algunas carantoñas bastante comedidas se fueron pronto a la cama a reparar las energías gastadas. Sin embargo, Susana permanecía despierta pensando en lo que se le había ocurrido momentos antes.
 
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