"Molinos" Secretos inconfesables de una madre

gantz265

Pajillero
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SECRETOS INCONFESABLES DE UNA MADRE : VIOLADA EN EL TREN


Todos los hijos tenemos una imagen idealizada, por el cariño y el respeto, de nuestras madres. Nos imaginamos que nada de lo malo, nada de lo sucio; de lo que nosotros englobamos en esos conceptos, puede tener algo que ver con nuestra madre. Puede que pase mucho tiempo o toda la vida sin que descubramos nada reprochable en la mujer que nos dio el ser. A veces sin embargo descubrimos el lado oscuro y puede que eso nos dañe, nos haga sufrir debatiéndonos entre el rechazo y el cariño que está enraizado en nuestro interior.


A mis once años adoraba a mi madre, existía un vínculo de afecto incrementado por el hecho de ser hijo único. Inconscientemente sentía hacía ella una especie de amor posesivo comparable al que sentía por ella mi padre. Me encantaba cuando iba a buscarme al colegio y notaba la admiración de mis compañeros y profesores, muchas veces expresada en silbidos o palabras inconvenientes; otras con miradas llenas de lujuria malamente contenida. Y lo mismo cuando me llevaba al cine o de compras con ella. Si por una parte me enfadaba por las groserías y las miradas, por otra gozaba de satisfacción pensado: -" Es mia babosos, mía."


En el fondo yo sabía que todos aquellos silbidos, comentarios groseros , miradas lujuriosas estaban más que justificadas: Mi madre era hermosa, tenía una figura de locura, voluptuosa, sensual. Unas hemosas piernas siempre enfundadas en finas medias, que sujetaba con liguero. Era muy coqueta y distinguida en el vestir y en el arreglo de sus uñas, cejas, pestañas, labios. Sabía ser atractiva, un poco provocativa sin caer ni una pizca en la vulgaridad. Por eso siempre su ropa insinuaba sus hermosos pechos, sus morbosas nalgas y sus bien torneados muslos. Su media melena rubia, su esbelto cuello y sus ojazos verde esmeralda culminaban esa obra maestra de la naturaleza.


Mi padre fue el afortunado que se atrajo la atención y el cariño de aquella muchacha, a veces un poco arrogante y suficiente en el trato con los chicos. Cuando me miraba desde sus 170 cms con ese gesto severo, que realzaba su fina nariz, después de alguna faena mía, entendía que sentirían sus pretendientes cuando con un solo gesto los despachaba.


Ahora era la señora de un medico de prestigio, cuya consulta además de ser muy cara era difícil de conseguir.


Mi Padre había sido invitado a un congreso científico y mi madre quedó conmigo hasta la llegada del fin de semana. Iríamos el viernes a pasarlo con mi padre, volviendo juntos el domingo. Pero el viaje se complicó porque acababan los pilotos de Iberia de iniciar su enésima huelga. Mi madre buscó la otra alternativa, el tren, consiguiendo en un intercity un cuarto con dos literas. Si cogíamos bien el sueño llegaríamos bastante descansados a la mañana siguiente.


Subimos al coche de literas y después de haber colocado nuestras cosas, nos dirigimos al vagón restaurante para cenar algo. Las miradas de los varones convergieron sobre mi madre que, como siempre, estaba preciosa. Apenas nos sentamos comenzó a molestarme las miradas que un grupo de moros y negros le dirigían casi de forma obsesiva haciendo comentarios que sin duda tenían que ver con lo que les gustaría hacerle a aquella señora tan sensual e inalcanzable para ellos. Pese a estar muy bien vestidos y aseados había lago que resultaba raro. Luego supe que se trataba de inmigrantes marroquíes y nigerianos. Habían pagado una fortuna por documentación falsa y así en el tren atravesarían casi toda España sin que les molestase la policía. En la ropa y los billetes del tren habían gastado casi todo lo que habían ahorrado en los meses que llevaban trabajando, generalmente en cosas no muy legales.


Mi madre al principio se había sentido incluso molesta, haciendo algún comentario de tipo racista; luego ocurrió que del grupo se levantó un moro , pasó al lado de nuestra mesa y saltó dentro de mi madre ese resorte que toda hembra lleva dentro y que en algunas ocasiones se dispara por la presencia de un macho. Supongo que era guapo y que algo de su físico atrajo a mi madre; cuando volvió a pasar se sonrieron mutuamente.


Recuerdo que al salir de vagón restaurante mi madre miró sonriendo hacía la mesa donde se encontraba el moro y sus otros seis compañeros. Fuimos a nuestro camarote y antes de dormirme mi madre salió como veinte minutos. Supongo que volvió donde ellos y quedó para más tarde. Después de dormirme ella salió, se encontró con él y decidió entregarse.


Algo me despertó, tal vez fuera la luz de la litera de mi madre, que aunque tenue daba un resplandor al que yo no estaba acostumbrado. Escuché como una respiración agitada y estaba a punto de llamar a mi madre cuando al girarme pude ver, en el espejo que cubría gran parte del lateral del camarote, un espectáculo que me dejó paralizado: Mi madre y el moro se besaban apasionadamente, ella estaba desnuda con la excepción de sus medias, el liguero y sus zapatos de tacón de aguja; el conservaba aún su boxer.


Recorría con sus manos la blanca y suave piel de los muslos de mi madre mientras ella se estremecía , luego masajeaba sus pechos y mordía subvente el cuello de mi madre que con sus delicadas manos acariciaba su torso y atraía su cabeza hacía sí buscando sus gruesos labios.


El cabrón se detenía un momento a mirarla como si aún no se creyera que aquella hembra, señora distinguida, pudiera ser suya. Iba sintiendo la perversa excitación de poder poseer a una mujer de las que tantas veces le habían mirado con desprecio, como diciéndole : -" Que coño haces en mi pais moro de mierda".


Ahora todas ellas era en mi madre y las iba ha montar hasta caerse rendido.


Se despojó de su boxer y llevó hasta su miembro la mano de mi madre que ciñó con sus elegantes dedos la oscura polla del moro. Comenzó a deslizarla de arriba abajo disfrutando del pedazo de carne que aprisionaba a la vez que disfrutaba extasiada del tremendo aspecto que la verga iba tomando.


Excitado por el placer que mi madre le daba, comenzó a estrujarle con fuerza los pechos, haciendo gemir a madre:


- Suave por favor.


El moro amainó y mientras mi madre seguía pajeándolo comenzó a frotarle la concha y meterle los dedos. Mi madre, la muy puta, abrió las piernas para que el jodido moro trabajara más a gusto. La veía entregada y quería verla aún más; se arrodilló y metió su cabeza entre las piernas de mi madre y comenzó a comerle el chocho mientras se aferraba a sus piernas. Mi madre comenzó a mover su pelvis a la vez que se mordía el labio inferior. Sus manos acariciaban la cabeza del moro y la atraía contra su concha.


Los dos estaban tremendamente excitados y el moro colocando a mi madre en la litera se puso en cima de ella entre sus piernas y le clavo la polla comenzando a bombearla. Se pegó con fuerza a su cuerpo aferrando sus nalgas como si en cada embestida quisiera atravesarla. Aquellas "imágenes" iban quedando en mi mente grabadas de tal forma que hoy cierro los ojos y allí la veo, abierta, espatarrada, recorriendo con frenesí el torso oscuro del moro que, por sus movimientos debía estremecerse al sentir en su piel las finas manos de mi madre. Aquel brutal contraste entre la blanquísima piel de la señora y la oscura piel del inmigrante era algo que nunca podré olvidar.


Conforme se aproximaba el fin los cuerpos se movían con mas rapidez, embistiendo frenéticamente el moro y saliéndole al encuentro con un movimiento de caderas mi madre.


Ella se corrió primero, mordiendo en el cuello al joven para evitar gritar y despertarme. Luego el agitándose violentamente descargó toda su leche en su interior:


- Toma puta, tómalo todo.


Luego se quedó como adormecido sobre ella con su polla dentro decreciendo poco a poco su volumen.


Entonces se oyeron unos golpes suaves en la puerta del camarote; el moro se levantó y mi madre hizo ademán de taparse mientras interrogaba al moro con la mirada. El joven le dijo :


- Estate quieta y sigue echada que lo vas a pasar muy bien.


Al abrir la puerta entró con rapidez un nigeriano, que al ver a mi madre desnuda abrió su tremenda bocaza :


Cómo está la zorra. Y comenzó a desvestirse. El moro dejó las cosas claras:


Me la voy a tirar otra vez y luego te la dejo para ti.


Mi madre con los ojos abiertos como platos intentó que el marroquí echara al nigeriano o pediría ayuda.


- Claro y mañana tu hijito le cuenta a su padre los apuros que pasa su madre por ser tan puta.


- Por favor no me trates así después de lo que hemos hecho juntos.


- Después de lo que hemos hecho juntos se que eres un perra salida y te vamos a calmar.


El moro se colocó a caballo sobre el pecho de mi madre, colocó su polla entre sus tetas y comenzó a follárselas con violencia. Le apasionaba amasar y estrujar aquellos hermosos pechos. Cuando la tuvo bien dura le dijo a mi madre que se pusiera boca abajo y comenzó a hurgarle el agujero del culo con el dedo. MI madre musitaba con desesperación:


- Eso no, por dios, no me hagas eso.


- Eso es lo que más me gusta daros por culo a todas las putas europeas.


Apoyó la punta de su verga y comenzó a empujar. MI madre se aferraba al colchón clavando sus uñas y mordiendo la sábana para que no se le escapara ningún grito, mientras contemplaba al negro desnudo en pie al lado que la miraba mientras acariciaba su tremenda verga negra esperando el momento de montarla.


Cuando su polla había entrado totalmente comenzó a moverse y para sujetar a mi madre, una vez más el pervertido moro buscó su tetas y se las apretó con furia:


- Si no te estás quieta te rompo el culo y las tetas, perra.


A medida que el culo de mi madre dilataba el moro la bombeaba hasta agitarse como un poseso. Balbuceba palabras ininteligibles para mi, sin duda llevado por el gran placer que sentía al disfrutar del culo y las tetas de mi madre a la que también le devoraba el cuello.


Finalmente se vino dejándole el culo llenito de su leche.


Y sin apenas volver a mirarla se vistió y salió del camarote.


Sin darle tiempo a descansar el nigeriano sentó a mi madre y le colocó su verga en la boca, ella no hizo ni intención de resistir, pero como se mostraba totalmente pasiva, el negro le dio un tremendo pellizco en un pezón , no gritó pero yo sentí su sollozo ahogado.


- Mamamela bien zorra europea


Le cogío la verga con su delicada mano y comenzó a acariciar la cabezota negra del miembro con sus carnosos labios. Luego con la otra mano masajeaba sus gordas pelotas. La vista de aquellos tremendos huevos la calentó y desde ese momento se debatío entre la humillación que sentía y las reacciones inevitables de su cuerpo.


Fue engullendo el miembro negro hasta casi ahogarse, mientras el nigeriano sonreía lleno de satisfacción. Le follaba la boca disfrutando de sentir a lo largo de su verga la caricia suave de los carnosos labios de mi madre. Luego la puso a cuatro patas y comenzó a clavarla el coño y ahí yo pude ver como mi madre moviendo su hermoso culo colaboraba a que las embestidas tuvieran la máxima profundidad.


Sus blancas nalgas eran amasadas con deleite por aquellas negras manazas.


Volvió a sentirse el golpecito en la puerta y el negro echándose un poco hacía atrás la abrió la puerta y entro otro moro. Antes que mi madre pudiera decir nada el negro se la estaba metiendo de nuevo . Permitió que el moro se sentara delante de mi madre y que la obligar a chupársela ; incluso creo que se excitaba más a ver a mi madre tan ocupada. Y así al poco rato se corrío. Enseguida cambió su posición con la del moro y este empezó a follarse a mi madre mientras esta le limpiaba la verga al negro, que pronto volvió a empalmarse con la mamada de mi madre. Cuando apenas había entrado en su santuario la verga mora, noté como el cuerpo de mi madre se estremecía en un nuevo orgasmo. Al moro le encantaba azotar sus nalgas mientras la penetraba y al negro cabrón pellizcarle y estrujarle las tetas. Cuando el moro se vino volvieron a cambiar posición pero esta vez el nigeriano se la metió por el culo. La bombeaba con furia y ella gruñía con su boca mascando polla mora. Hasta que sintió el calor de la lefa que volvía a inundar sus entrañas. El marroquí seguía tumbado y obligó a mi agotada madre a montar sobre su polla mientras el contemplaba como sus pechos rebotaban, subían y bajaban, a la vez que magreaba sus muslos.


El negro se vistió y salió sin cerrar del todo la puerta; al momento entró otro moro más viejo que los otros de casi 50 años, sacó su polla y comenzó a masturbase hasta que su miembro se puso bien duro. Eran tremendamente grueso, cuando mi madre se lo cogió con su mano no lo podía abarcar. Hablaron en su lengua y el moro que se la estaba follando la atrajo hacia sí para que el otro se colocara detrás y se la metiera por el culo. Mi madre estaba punto de desvanecerse y para mi resultaba terrible ver como aquellos dos degenerados simultaneaban sus embestidas haciendo temblar el cuerpo de mi madre. Los dos se aferraban con ansia a sus carnes magreándola con avaricia como si supieran que en su puta vida volverían a disfrutar de una hembra como aquella.


Mi madre volvió a correrse mientras los dos se sonreían de satisfacción al ver tan entregada a su puta. Luego ellos. Cuando vinieron los otros nigerianos mi madre chorreaba semen por todos sus agujeros. La montaron como les apeteció y ya siempre de dos en dos . Luego la dejaron como una muñeca rota. Vi como se encogía y tapaba con la ropa de cama sollozando en silencio. Yo también lloraba, pero sintiendo lástima de mi. Mi madre ya no era "mía" era una maldita puta que cualquier día se volvería a entregar sabe Dios a que degenerado.


No le dije nada a mi padre, ni salió de mi boca un reproche para mi madre, pero ella notó que algo había cambiado en mí . Poco tiempo después se daría cuenta de cuanto.





SECRETOS INCONFESABLES DE UNA MADRE: EL CASTIGO


Cada domingo acudía con mi madre a la iglesia, pues ella es muy observante de las prácticas religiosas. Nos queda bastante cerca de casa. Es un bonito templo que invita al recogimiento y forma parte de un convento de frailes que lo atienden con mucha dedicación. No es ajeno a ello el hecho de que la feligresía sea de clase acomodada y proporcione a los frailes pingües beneficios con sus generosos donativos.


Además de los frailes, son beneficiarios de la liberalidad de los devotos el grupo de mendigos que montan guardia de manera permanente a la puerta de la Iglesia. Me parece que entre ellos y los devotos de clase acomodada hay como un intercambio de favores "espirituales": tu me compensas por la situación en que me pone el sistema que tu diriges y yo te ayudo a descargar tu conciencia y a sentirte más noble ante el Dios en el que crees.


En algunos casos noté sincero agradecimiento y aprecio por parte de los mendigos hacía algunas señoras que los trataban con sincera caridad. Respecto de los demás entendían que esa limosna era algo debido y les oía murmurar de tal o cual por lo poco o nada que les habían dado. Había en ellos un cierto resentimiento que se veía en su mirada. Cuando se trataba de señoras jóvenes o señoritas la mirada estaba cargada de lascivia y de lujuria. El desagrado que manifestaban las señoras ante el aspecto sucio, desaliñado de los mendigos era directamente proporcional al deseo que hacía ellas sentían estos pobres hombres.


La sensación que yo experimentaba cuando pasaba cerca de ellos era desagrado y miedo; me daba miedo como miraban, sobre todo a mi madre cuando ella se entretenía a sacar de su monedero algunas monedas. En una ocasión en que al salir de la catequesis mi madre se entretuvo a hablar con otras señoras pude ver y oir como Antonio le decía al Chapas, mientras se frotaba con la mano entre las piernas:


- Qué rico pasar una noche haciéndoselo todo a una de esas señoras tan finas.


- Ya lo creo, pero con una paja vas a ir bien servido.


Antonio y el Chapas eran compañeros del Pelas, el "Señor Manolo" y Goyo. Antonio era el más joven con unos 35 años y el "Sr Manolo" el mayor con más de 60, por eso lo trataban sus compañeros con cierto respeto. Todos tenían unas buenas barbas y pocos dientes, el Chapas y el Pelas muy delgados pues con casi 50 años habían pasado por todo. Goyo, con unos 55, era bajito pero con una complexión fuerte y muy velludo.


Uno de los Hermanos, que estaba al cuidado de la iglesia, les encargaba que a la hora de la siesta vigilaran un poco mientras ellos dormían; los mendigos lo hacían por la cuenta que les traía y porque el Hermano les regalaba comida y ropa con cierta frecuencia. Así que no era raro ver a uno o dos de ellos paseando o sentados dentro de la iglesia entre las 2 y las 4,30 de la tarde sobretodo cuando hacía calor o frío y no había nadie en el templo. Los escasos que hacían una visita a esa hora sabían que cumplían una función y no les extrañaba verlos.


En alguna ocasión hacían alguna tontería para divertirse y una de las cosas que se le ocurrían a Antonio es sentarse en el confesonario a echarse la siesta poniendo la cortinilla para que no le molestara la luz. Algunas veces una persona llegaba y al ver la cortinilla puesta pensaba que había un cura dentro y se ponía por la rejilla:


- Ave María Purísima.


El quedaba callado y no pasaba nada, pero una vez una beata fisgona corrió la cortina y le echó una buena reprimenda, lo que fue motivo de diversión para los mendigos.


A la semana siguiente de volver mi padres y yo del "accidentado" viaje en tren, mi madre, por sus escrúpulos religiosos y por una cierta necesidad de descargar la culpa y el trauma de la infidelidad y la tremenda violación, decidió acudir a la iglesia para confesarse; la acompañaba yo ya que ese viernes había una velada artística en el colegio para padres y alumnos que comenzaba a las cinco. Así aprovechaba bien la tarde.


Entramos en la iglesia a eso de la 15,30 y mi madre se puso de rodillas a musitar unas oraciones, luego estuvo un rato pensativa. No había en ese momento más que una viejita en una capilla lateral. Mi madre fue hacía el confesionario y vi como comenzaba a hablar; estuvo un largo rato en el que, por sus gestos en la cara y sobretodo en sus manos que movía nerviosa, entendí que estaba sintiendo desagrado por las explicaciones que debía dar. Cuando terminó y volvió al banco para arrodillarse no té que sus mejillas estaban coloradas, y eso era raro pues mi madre tiene una tez blanquísima; sin duda el cura con sus preguntas la había hecho avergonzarse.


Luego mi madre fue hacía adelante a encender unas velas y en ese momento para mi asombro se corrió la cortinilla y se abrió la puerta del confesionario apareciendo Antonio. Miró rápidamente hacia los lados, luego hacía mí, de una forma que me dio miedo, y salió deprisa a reunirse con los otros. Yo comencé a pensar cosas que me desasosegaban; ahora no era yo sólo el que sabía las cosas indecentes que había hecho mi madre.


Cuando salimos de la iglesia noté como miraban a mi madre y vi la mancha reciente que tenía Antonio en el pantalón debajo de la bragueta.


El martes siguiente volvía del colegio para mi casa cuando al doblar una esquina me encontré a Antonio y al Chapas sentados en un banco de la calle; me llamaron y me hicieron sentar con ellos. Antonio fue al grano directo:


- Creo que eres un chico malo que no le ha contado a su padre cosas que ha visto y que le interesan.


- Yo no he visto nada.


- Pero Chaval, ¿tu piensas que me voy a creer que a medio metro de ti se follan unos tíos a tu madre y tu no oyes ni ves nada?


- Se lo juro que no.


- Mira se lo voy a decir a tu padre lo que pasó en el tren y te va a odiar toda su vida por haberle ocultado eso.


Ya estaba tan asustado que les dije:


-Yo quiero mucho a mi padre pero no quiero que se enfade con mi madre.


- Bueno chico, mira lo que vamos a hacer, saca tu bloc y escribe lo que yo te diga:


"Querido papa siento mucho decirte que en el viaje que hicimos mamá hizo cosas con unos hombres mientras yo dormía. Yo las vi pero no te he dicho nada porque no quiero que discutais ni que os separeís. Os quiero mucho a los dos, perdona a mamá." Ahora firma.


Yo la firmé y le entregué el papel.


-Bueno chaval, no te preocupes porque seguro que tu madre sabrá arreglar las cosas y a lo mejor no le tenemos que decir nada a tu padre. Hala, vete a casa y no te preocupes.


Cuando el jueves vino a recogerme mi madre después de la catequesis, se le acercó el Chapas y le dijo:


- Señora quisiéramos hablar un momento con usted.


Mi madre extrañada y molesta como pensado "¿que querrán estos pordioseros?", se acercó a ellos y comenzaron a hablar; Antonio sacó un papel del bolsillo y se lo dio para que leyera. Miró hacía mí como si quisiera reprenderme pero se dio cuenta que otras cuatro señoras estaban pendientes de ella. Antonio le quitó el papel de la mano y lo guardó; siguieron hablando. Me di cuenta que mi madre miraba alternativamente a uno y otro con angustia intentando convencerlos de algo; finalmente agachó la cabeza y volvió hacía el grupo de las señoras. Venía roja de vergüenza y de ira.


- ¿ Qué te pasa mujer, que te han dicho esos pordioseros?


- Cosas de este hijo mío que no se porta como debe.


Volvimos a casa sin que me dijera una palabra. Luego hasta acostarme mi madre disimuló. A la mañana siguiente mi padre me llevó al colegio y mi sorpresa fue cuando al volver para la comida me encontré a mi madre arreglada de forma inusual, sobre todo por el vestido, uno muy ajustado que sólo se ponía para fiestas de noche en las que mi padres solían volver tarde. Cuando terminamos de comer mi madre dijo a la chica de servicio que se tomara la tarde libre y que me iba a acompañar al colegio; al llegar habló con la madre de un compañero para pedirle que le hiciera el favor de acompañarme a casa a la salida, pues al ser viernes había una actividad que terminaba pasadas las siete y ella tenía un compromiso. Era un favor normal que otras veces había hecho mi madre. Yo barruntaba algo anormal y cuando mi madre desde la puerta se giró y vi como me miró comprendí que iba a hacer algo de lo que me hacía responsable.


Empecé a caminar hacia las aulas pero enseguida decidí que debía averiguar que iba a ocurrir con mi madre. Salí corriendo hasta ver de lejos a mi madre y comencé a seguirla. Un poco más adelante estaban el Chapas y Antonio que caminaron detrás de mi madre. Iban riéndose y haciendo comentarios, seguro que referidos al culo de mi madre que, con aquel vestido y sus zapatos de tacón alto, tenía un movimiento sube y baja impactante. Se les iba cayendo la baba sabiendo que dentro de poco sería suyo.


Mi madre llegó ante nuestro Chalet y entró; los mendigos esperaron a unos metros unos minutos y luego llamaron al timbre, mi madre les abrió y entraron. Rápidamente fui a la parte de atras para saber si la ventana de la cocina estaba abierta, puesto que yo no tengo llave; para mi suerte o desgracia estaba abierta y pude entrar. Las voces de los mendigos venían del salón; me acerqué con cuidado y como la puerta estaba solo entornada y tiene cristales serigrafiados podía ver casi todo el salón sin ser visto, escuchando lo que decían. Habían retirado la mesa del centro y sentados en el sofá contemplaban a mi madre que iba de un lado a otro contoneándose exageradamente tal y como le habían ordenado.


- Ahora quítate el vestido, y sigue moviéndote zorra.


Mi madre se desabrochó el vestido poniéndolos a cien según iba apareciendo su hermoso cuerpo con la lencería negra que llevaba puesta. Continuó andando mientras los cinco babeaban viendo aquellas piernas macizas, enfundadas en medias negras sujetas por un liguero, que comenzaban en finos tobillos terminando en unos rotundos muslos y unas hermosas nalgas que rebosaban de las escuetas braguitas. Ver como a cada paso vibraban aquellas carnes en un movimiento tremendamente voluptuoso. Lo mismo que temblaban sus hermosos senos rebosantes en más de la mitad de las copas del sujetador.


- Ahora la señora nos va a desnudar como si fuera nuestra mamá.


Mi madre fue desnudándolos uno a uno, inclinándose o poniéndose de rodillas para sacarles la ropa, los pantalones, los zapatos. Cada postura era un auténtico espectáculo que estaban disfrutando como locos.


- Ahora quítate el sostén y las bragas.


Ver las tetas exuberantes de mi madre y su coño bien poblado de vello los puso a menearse la polla como posesos.


-Ven aquí y danos gusto.


Mi pobre madre se acercó al sofá donde estaban sentados Antonio y el Chapas. De rodillas contemplaba las dos vergas ya duras , oscuras, mal olientes que iban a ser su dura tarea.


- La señora con esas manos tan delicadas va a hacernos unas buenas pajas.


Chapas y Antonio llevaron las manos de mi madre a sus penes y comenzaron a disfrutar de la delicada suavidad de su tacto. Luego comenzaron a acariciar sus bien torneados brazos disfrutando de su piel. El movimiento de las manos de mi madre hacía que todo su cuerpo se agitara, especialmente sus pechos, lo que atrajo la atención de los dos que comenzaron a estrujarlos y pellizcaros, dándole buenos tirones en los pezones.


- Bueno ahora nos la vas tener que chupar.


Y Antonio sujetó su cabeza inclinándola sobre su miembro. Por el movimiento que hizo debió sentir una arcada, pero poco a poco lo superó.


- Quiero que me acaricies con tus labios la punta del capullo.


Mi madre comenzó a comerse esa cabezota morada. Antonio estaba como ido del tremendo placer que sentía en su miembro acariciado por los carnosos y rojos labios de mi madre y por sus delicados dedos. Mientras seguía dándole gusto al otro cabrón con su otra mano.


Luego el Chapas reclamó su boquita y mi madre comenzó a mamársela, mirándole hacía su cara como asustada. No solo porque la polla fuera grande, que contrastaba por su grosor con la extremada delgadez del pordiosero, sino por que temía tuviera alguna enfermedad.


En ese momento Antonio le dijo a mi madre que levantara el culo, la puso a cuatro patas y comenzó a penetrarla.


- Que guarra, si está mojada.


Fuera por los constantes toqueteos, la vista de aquellas ollas o el disfrute de tenerlas en la mano. Lo cierto es que mi madre estaba excitada. Más tarde lo entendí con claridad, una vez puesta a la faena se entregaba cada vez más y aquellas pollas que al inicio rehusaba con asco terminaban siendo mamadas con fruición mientras sus manos disfrutaban manoseando sus troncos.


Antonio comenzó a culearla a base de bien aferrado a sus caderas y dándole unas tremendas embestidas que hacían temblar hermosas nalgas. De vez encunado las amasaba y le daba buenos cachetazos.


Dando un gruñido, con los ojos casi en blanco, el Chapas comenzó a correrse en la boca de mi madre, trasmitiendo toda la tensión de su venida a sus manos que apretaban brutalmente las tetas de mi madre. Ella encadenó su gemido de queja al de placer pues tuvo un tremendo orgasmo, mientras Antonio seguía dándole verga a destajo. Con la colaboración de la puta de mi madre que le salía al encuentro moviendo el culo, puede ver como temblaba su cuerpo del placer que sentía mientras su tranca derramaba su semen en la concha de mi madre, que seguía entretenida limpiado con su boca la polla del Chapas.


Antonio se volvió a sentar en el Sofá para descansar un poco:


- Como te hemos dado mucho gusto tienes que ser agradecida y tratar con cariño a los huevos que te han surtido.


Mi madre no necesitó más indicaciones y comenzó a acariciar suavemente las bolas de los dos sátiros con sus manos, para darle luego unos delicados besos que los ponía locos a los dos.


- Ahora vamos a comérnosla todita Antonio.


La hicieron echar en el sofá y Chapas se fue ciego a meter la cabeza entre sus piernas, mientras que Antonio se concentró en sus pechos.


La cara interna de sus turgentes y blancos muslos comenzó a ser lamida y mordisqueada por Chapas que disfrutaba dándole cada vez vocados más grandes, arrancándole doloridas quejas que los excitaban más. Luego concentró su atención en los pliegues de su chocho provocándole gran placer porque mi madre abría bien las piernas y sujetaba la grasienta cabellera del mendigo apretándola contra su parte más íntima.


Mientras; Antonio se daba un festín con las tetas de mi madre, cuyos pezones estaban erizados; y aunque por una parte los mordiscos y manoseos a veces la hacían quejarse por su brutalidad, otras le resultaban sumamente placenteros. En un momento dado mi madre comenzó a arquear su cuerpo y por primera vez la oí:


- Cabrones, parad que me vais a volver loca.


Las pocas dudas que podían quedarme se desvanecieron; mi madre era una putona que lo estaba pasando de miedo.


Encandilado por las palabras y gestos de mi madre Chapas le gritó a Antonio:


- Quítate y déjamela que voy a reventar a esta puta.


La sujeto las piernas por detrás de las rodillas levantándola la cocha y el culo, apoyo el glande, se dejó caer con su peso sobre ella y comenzó a bombearla de forma bestial.


Parecía imposible que un hombre tan extremadamente flaco pudiera desarrollar esa energía clavando a una hembra. Luego, notándola caliente, permitió que lo aprisionara con sus piernas y se abrazó a ella besándola el cuello y la boca. Estuvieron un buen rato en un acoplamiento total durante el cual mi madre tenía los ojos cerrados y se mordía los labios. Finalmente, sintiéndose venir, Chapas se separó aferró los senos de mi madre para apoyarse y agitándose hasta la extenuación volvió a llenar de leche su chochazo.


Antonio que la tenía durísima por lo que estaba viendo, empujó a Chapas que estaba derrumbado sobre el cuerpo de mi madre y a ella la puso boca abajo, le puso el cojín de un sillón debajo del vientre para levantarle el culo y sin que se lo esperara, pues estaba agotada, apoyó la punta de la verga en el ojo del culo y comenzó a apretar. Mi madre sintió un fuerte dolor y a su mente volvieron los recuerdos de la violación anal en el tren:


- Eso no por Dios te lo pido, eso no.


- Calla zorra, que te voy a dar la penitencia que te mereces.


Mi madre clavaba sus uñas en el cuero del sofá, manoteaba y agitaba desesperadamente su rubia cabecita, pero la dura tranca del sátiro iba abriendo camino hasta que sus bolas golpearon en las nalgas. Poco a poco el agujero dilató y la polla comenzó a moverse cada vez con más soltura. Pero, como ya había visto en el tren, eso era algo a lo que mi madre no se adaptaba, por lo que seguía doliéndole. Los dos cabrones sonreían con su cara barbuda y su boca desdentada. Antonio se estremecía al sentir el apretado masaje que el culazo de mi madre le daba y Chapas babeaba contemplando aquella yegua montada a conciencia por su compañero:


- Dale Antonio, rómpele el culo.


Más de veinte minutos tardó todavía en correrse Antonio, luego mientras se venía se echó sobre mi madre y estrujando sus tetas le lleno el culo de semen.


Estaban agotados, Chapas se miraba el miembro y veía que a pesar del espectáculo del que había disfrutado, no se levantaba. Cuando se levantó Antonio, él se echó sobre el cuerpo de mi madre y comenzó a restregarse y manosearla pero no conseguía empalmarse. Entonces Antonio, que se partía de risa viendo su desesperación, buscó alguna manera que hiciera reaccionar sus vergas para echarle un último polvo a la señora. Sus ojos se fijaron en unas botellas de champán, se levantó abrió dos y derramó sus contenido sobre el cuerpo de mi madre, luego le dio una botella a Chapas.


- A la señora le gusta mucho el champán, así que vamos a darle gusto.


Los dos a la vez comenzaron a penetrar a mi madre por el culo y el coño con las botellas abriendo cada vez más sus orificios; estuvieron un largo rato mientras mi madre se agitaba con desesperación. Cuando vieron que sus pollas estaban otra vez en forma Antonio se sentó en el sofá haciendo que mi madre se pusiera sobre el metiéndose la verga y Chapas la clavó por detrás.


Así estuvieron un buen rato y esta vez, a pesar del dolor que sentía en el culo, el placer que le daba en la chocha la polla de Antonio hizo que mi madre tuviera un nuevo orgasmo. Y debo decir que, al ver su hermoso cuerpo aprisionado entre aquellos dos pervertidos, sentí por primera vez una sensación agradable en mi pequeña polla, preludio de futuras calenturas.


Cuando se corrieron los dos mi madre se incorporó y apenas se podía mantener en pie, de sus agujeros caían resbalando por sus muslos hilos de lefa que rebosaban de su intimidad. Los dos mendigos comenzaron a vestirse y yo me retiré saliendo por la ventana de la cocina y volviendo a prisa al colegio a tiempo para que me recogiera la mamá de mi compañero y me trajera a casa.


Cuando llegamos, salió mi madre a recibirnos en bata, diciendo que se había mareado y caído encontrándose mal. Lo mismo le dijo a mi padre cuando llegó por la noche, supongo que para curarse en salud si al día siguiente se le veían moratones del trajín que le habían metido.


Para mi sorpresa a la semana una niña, durante la clase de religión, me dijo que su madre decía lo buena que era la mía, pues el día anterior había visto como despedía a la puerta del chalet a tres mendigos de la iglesia.


Y la sorpresa no paró ahí sino que un día que regresé antes de tiempo del colegio, al llegar a casa y llamar al timbre pasaron más de diez minutos, abriendo la puerta mi madre, que le había dado otra tarde libre a la criada. Detrás de ella estaba el hermano Anselmo que sonriente me dijo:


-Se bueno y estudioso que tu madre merece buenas satisfacciones.


Seguimos yendo a la iglesia y a parte de las miradas y sonrisas descardas que mi madre tenía que aguantar, noté la familiaridad que a partir de entonces tenía el hermano Anselmo con ellos, a los que regalaba cosas con mucha más asiduidad y abundancia.


Sin duda alguna es que, por alguna razón, les había quedado eternamente agradecido.



SECRETOS INCONFESABLES DE UNA MADRE: VENDIDA


A medida que me adentraba en la adolescencia y mi pajarito empezó a reaccionar requiriendo las atenciones de mi mano, las imágenes de mi madre follando en el tren y con los mendigos se hacían recurrentes. No perdía ocasión de aprovechar sus descuidos o su coquetería al vestir, para contemplar morbosamente aquellas extraordinarias hechuras de hembra. Eso sin que mi madre lo notara o se sintiera molesta; pues pasados los incidentes que he descrito, no tuve conocimiento de otra cosa semejante. Pero aunque la respetaba y ella me seguía tratando con cariño, mi actitud íntima hacía ella no podía ser ya igual.





Si en un tiempo me molestó que lo hombres miraran a mi madre en la calle, ahora casi lo disfrutaba. Alguna vez que íbamos en el autobús de pie y un hombre se la quedaba mirando el busto, al cruzar nuestras miradas el hombre encontraba mi sonrisa de aprobación y complicidad.


En mi colegio, entre mis compañeros de curso, mi madre despertaba pasiones, por lo que me fui acostumbrando a sus comentarios:


- Jo, macho que buena está tu madre.


- Seguro que tiene las tetas como las de la revista del "Champi".


- ¿La has visto alguna vez desnuda?


- ¿La has visto follar con tu padre?


Mi respuesta era no, aunque con buenas ganas me quedaba de contarles que había visto bastante más que eso.





Cuando llegó el verano disfrutamos todos en la piscina del agua y del cuerpazo de mi madre. En bikini había muchas tías que estaban buenas, pero mi madre además tenía ese toque de distinción y sensualidad que hacía subir la temperatura haciendo necesario un buen remojón.


Nos reuníamos en una esquina y establecíamos comparaciones entre las chicas del papel y las usuarias de la piscina:


- Jo, tio, tu madre está más buena que las de la revista del Champi.


El Champi era un tío que tenía al lado del colegio un negocio de papeleria y kiosko, donde comprábamos comics, cromos y… entre otras cosas alguna revistilla guarra, que el cabrón nos vendía a precio de oro. Le iba bastante bien pues además vendía chucherías para los pequeños y hacía muchas fotocopias.





Era un tipo grandón y desgarbado, con unas grandes manazas. Nos llamaba la atención porque era muy velludo y cejijunto con unos ojos vivos y una risa retorcida. Como le iba bien el negocio se compraba ropa cara, aunque no le sentaba y no sabía combinar. Siempre estaba comprándose los últimos aparatos electrónicos, que nos enseñaba en la tienda para demostrarnos que tenía tantas y mejores cosas que nosotros los chicos de buena familia.


Un día nos sorprendió con una proposición:


- Tengo algo que os gustaría más que una revistilla.


Por muchas cosas que dijimos no acertábamos, hasta que el muy cabrón nos explicó.


Como era muy avaricioso siempre estaba buscando modo de hacer dinero y había decidido dar un paso arriesgado. Entre las muchas fotocopias que le encargaban estaban los exámenes de algunos profesores, de los míos el de inglés, ciencias y matemáticas.


Cuando nos lo dijo flipábamos, pero el tío pedía un cantidad imposible para 8 chavales de 13 años. No se iba a arriesgar por cuatro pesetas, decía, y con razón.


Así que a mitad de curso teníamos ante nuestros ojos una garantía de éxito final, con lo que representaba en recompensas de nuestros padres, pero se nos escapaba de las manos.


Entonces ocurrió otro hecho que acabó de derrumbar la imagen de mis padres. Un domingo mi padre salió supuestamente a cazar y mi madre me llevó a pasar el día al parque de atracciones, pero al llegar me tomé unos churros con chocolate y en una de las atracciones comencé a marearme de tal forma que vomité todo y decidimos volver a casa antes de comer. Cuando entramos echamos en falta a la criada suponiendo que había salido a alguna cosa. Pero al subir a las habitaciones oímos unos ruidos en la habitación de la criada que no dejaban lugar a dudas.


-Pero será desvergonzada esta mujer.


Mi madre golpeó la puerta:


- Isabel, haz el favor de salir.


Cuando abrió la cara de la criada era todo un poema, pero la de mi madre y mía la superó con creces, el "amigo" que se estaba trajinando a Isabel era mi padre.





Mi madre se puso histérica y le dijo lo que no está en los escritos, con palabras muy ofensivas y humillantes delante de mí. Fue excesivo y sentí lástima de mi padre que, cabizbajo, no acertaba a decir dos palabras coherentes de disculpa. Entonces mi madre dijo algo que me sacó de quicio:


- Eres un canalla; así me pagas tantos años de fidelidad y dedicación.


Miré con pena a mi padre y me fui a mi cuarto; estaba enfurecido con mi madre, pues, aunque lo que había hecho mi padre estaba mal, no podía compararse ni de lejos con lo que año y pico atrás había visto hacer a mi madre. Decidí que iba a hacerle pagar su injusta dureza con mi padre y, recordando a los mendigos, comencé a maquinar un posible plan que matara dos pájaros de un tiro.





Yo sabía que al Champi se le caía la baba mirando a las señoras cuando llevaban a sus niños al colegio y se detenían a comprar algo en su kiosko, a veces cuando tres o cuatro de ellas se entretenían hablando a la entrada puede observar como bajaba su manaza detrás del mostrador y se tocaba el bulto de la entrepierna. Cuando las veía marcharse con esos andares de "pijas" como decía él, los ojos fijos en sus culos y en sus piernas acompañaban su contoneo un buen rato. Creo que ahí estaba una de sus grandes frustraciones: podía tener un buen piso en su barrio con bastantes comodidades y aparatejos electrónicos y vestir ropa de marca; pero aquellas mujeres a veces cursis, "pijas", altivas y soberbias – en las dos acepciones de la palabra - era algo que ni había osado imaginarse.


Le comenté mi plan a Quique y fuimos a ver a Champi:


- A ti te gusta mi madre , ¿cierto?


- Y ¿qué cojones pasa si me gusta?


- Pues que a lo mejor a cambio del examen yo podría hacer que pasaras un buen rato con ella.


- ¿ Qué coño has dicho, pequeño cabrón? . Se le abrieron los ojos como platos.


- Pues eso, que yo puedo conseguir que mi madre folle contigo.


Se dio la vuelta y cogiendo una botella se sirvió un buen vaso de lo que fuera y expirando con satisfacción miraba a un punto indeterminado valorando lo que mis palabras significaban. Era muy zorro y intuyó que si yo estaba dispuesto a entregarle a mi madre era por algún feo asunto entre ella y yo, por lo que se mostró exigente:


- Tu madre y 100.000 pelas.


Me puse hecho un energúmeno; encima de poner a mi madre tenía que pagar. Al final Quique, que era ya otro pequeño zorro, consiguió que Champi rebajara a la mitad sus pretensiones económicas y a mí me excluía de pagar, lo harían mis siete compañeros, pero con una condición, querían ver como se la tiraba. De momento no me gustó la idea pero Quique me convenció:


- Si sabemos que se la tira que más te da que miremos.


El Champi encontró divertida la idea, de hecho el pensaba presumir de hembra con mi madre y esto sería como la guinda del pastel.





Tras darle varias vueltas al asunto decidimos que se la follaría en su casa, pues así podía pasearla por los baretos de su barrio y ponerles los dientes largos a sus amigos.


Nos encontramos con el problema de cómo conseguir que a los otros 7 sus padres les dejaran estar fuera todo un día, ya que mi madre y yo podíamos aprovechar cualquier fin de semana que mi padre estuviera en algún congreso. Al final, en una de las conversaciones que teníamos en el kiosko de Champi, comentando que el profesor de Ciencias nos mandaba hacer un trabajo de campo, él nos sacó del paso. Les dijo a las madres que, en un pueblito cerca de la ciudad, un amigo tenía un invernadero en una finca y que se ofrecía a llevarnos un sábado para que aprendiéramos todo lo relacionado con el cultivo de árboles y plantas. Así que cuando tuvimos una fecha segura de un congreso de mi padre fijamos el día "D".


Me dí cuenta de que me estaba haciendo un poco cabrón cuando no me inmuté ante las súplicas y lágrimas de mi madre.


Creo que era finales de marzo, comenzando la primavera, a las 9 de la mañana quedamos en la parada del autobús, donde nos esperaba Champi, algunas madres acompañaron a mis "colegas" para despedirlos; con nuestras mochilas bien abastecidas subimos al autobús, llegamos al barrio del Kioskero, nos mostró donde estaba su casa, los bares y garitos que iba a recorrer y donde iba a comer. Después el subió a su casa para vestirse elegante. Nos dio una llave para que entráramos antes y nos escondiéramos en diferentes puestos; no había problemas pues, excepto la cocina y el baño, era un piso diáfano que él había reformado "como en las "pelis" de Nueva Cork".


- Ya se que os gustará mirar de cerca, pero estaréis escondidos hasta que os haga una señal, no quiero tener escenitas.





Llamó por teléfono para quedar con mi madre en una zona de la ciudad donde nadie la conociera; luego bajamos a la calle y, mientras el iba al encuentro de mi madre, nosotros comenzamos a planificar como seguirlos y poder ver lo que pasaba. Serían las 12 cuando los dos bajaron de taxi donde Champi nos había dicho, noté a mi madre muy nerviosa, segura que ya se había pasado un poco con ella en el taxi. Le puso su manota sobre el hombre y comenzaron a caminar; de vez en cuando la miraba y la acercaba contra sí, mirándola desde su arriba su escote –pues aunque mi madre tenía buena altura le sacaba toda la cabeza - y dándole algún beso en la mejilla. Mi madre se iba poniendo colorada, pues los hombres de aquel modesto barrio no estaban acostumbrados a ver una mujer como ella por allí. Su vestido, muy ajustado, sin ser vulgar dejaba ver un generoso escote y bastante de sus bien torneados muslos.


Entraron en un bar donde había unos diez hombres, parecían tener familiaridad con Champi. Nosotros desde fuera, con nuestras gorras caladas hasta las cejas, veíamos como los tíos saludaban a mi madre sin esforzarse demasiado en disimular lo que les interesaba mirar. Posiblemente nunca había sentido mi madre miradas tan descaradas en ese grado de proximidad. En un momento dado él dejó que su mano resbalara por su cintura y se asentara en su culo sobándolo despacio. Los otros tíos se miraban sonriendo con malicia, mi madre deseaba que se la tragara la tierra. Terminaron de tomar algo y se despidieron. Nos escondimos detrás unos coches y esperamos que anduvieran un poco. En ese momento salieron tres tipos a mirarles mientras comentaban:


- No me jodas Pepe, ni una puta de lujo está tan buena.


El siguiente sitio era más bien un garito donde había bastante gente, mesas de billar y máquinas de juegos. Se dirigieron a una mesa donde jugaban unos amigos del Champi, cuando les vieron acercarse abrieron la boca, mirándose unos a otros. Los gestos de él invitaron a los tíos a saludar a mi madre con un beso; sus mejillas ardían de vergüenza, pero aquello no era nada con lo que vino después; pues además de volver a sobarle el culo, en un momento de la conversación , le paso la mano por encima del hombro, la dejó resbalar y comenzó a deslizar sus dedos por el escote para terminar asentándola firmemente sobre su pecho. Mi madre no sabía ni donde mirar y la expresión de su rostro no dejaba lugar a dudas. Cuando salían del establecimiento pudimos oir los comentarios de los tíos sobre como era posible que se hubiera traído una tía así, pues una puta de clase no accedería a ir con un tío como él.


- Joder tío, se está hartando de sobarla.


- Qué descarado es el cabrón.


Mis amigos tenía razón, yo creo que se iba calentando y ya no podía estar con las manos quietas. Después de entrar en otros dos bares se dirigieron a lo que parecía el mejor restaurante de la zona. No se veía casi nada desde fuera; enviamos a Pancho que se dirigió al servicio y a la vuelta nos contó que la cogía las manos y la miraba el escote con descaro. En ese momento decidimos irnos para la casa, comernos nuestros bocatas y esperar que vinieran.


- Tío, no se que te habrá hecho tu madre pero estás disfrutando más que yo.


Quique tenía razón estaba excitadísimo y me gustaba aquel juego.





Eran casi las cinco cuando les vinos venir, nos escondimos y esperamos; se abrió la puerta y entraron. El después de cerrar se quedó parado mientras mi madre daba unos pasos hacia el centro del piso hasta que se detuvo, consciente de que no iba a ninguna parte, se volvió y allí estaba él mirándola callado. La miró unos minutos y mientras se dirigía a un sillón para sentarse le dijo:


- Quítate el vestido despacio.


Mientras mi madre lo hacía, su terrible mirada, llena de lujuria, se concentraba en las partes de su hermoso cuerpo que quedaban al descubierto. Ante él – y ante nosotros – los encantos de mi madre aparecían realzados por la exquisita lencería que ella siempre usaba. Sus hermosos senos pugnando por salirse, sus magnificas piernas enfundadas en aquellas medias de seda negra sujetadas por el ligero y que adquirían una divina forma al sostenerse sobre los altos y finos tacones de sus zapatos.


- Ahora comienza a caminar.





Sentía un temblor en todo mi cuerpo y sentía la boca seca, ver las turgentes carnes de mi madre en movimiento era demasiado, me llevé instintivamente la mano a la bragueta, me saque la pija y comencé a meneármela. Eso era exactamente lo que hacían Quique y Pancho, completamente extasiados. Champi se frotaba el tremendo bulto que se adivinaba entre sus piernas. Mi madre seguía caminando y contoneándose cada vez más deprisa según le indicaba aquel sátiro. El vaivén de sus pechos y de sus nalgas me tenían loco. Al kioskero también pues se levantó y atrayendo hacia sí a mi madre comenzó a morrearla mientras le magreaba a placer las nalgas y los muslos.


- Ponte de rodillas, zorra, y quítate el sujetador.


Mi madre lo hizo así mientras el se bajaba la cremallera de la brageta y sacaba una pija descomunal; La cara de Pancho me servía de espejo, sus ojos y su boca abierta expresaban los mismos pensamientos que bullían en mi cabeza: "Como es posible que a una mujer le pueda caber una bicha como esa". Ni con sus dos manazas podría Champi cubrir todo el recorrido de su verga desde los huevos a la cabezota morada que lo culminaba.





La tenía ya bastante tiesa y comenzó a "abofetear" el rostro de mi madre con ella, que la miraba asustada; luego se la agarró y se entretuvo golpeándole las tetas y acariciándole lo pezones con su pene.


- Ahora dame un buen masaje con esas tetonas de puta que tienes.


Mi madre se cogió los pechos y abrazó con ellos la polla de Champi, masajeándosela de arriba a bajo.


- Lo estás haciendo muy bien cariño, me vuelves loco con esas tetas.


Estuvo un buen rato sintiendo el suave y tibio masaje en su miembro hasta que se fijó en la preciosa boca de mi madre y colocó el glande en sus labios.


Mi madre comenzó a recorrer la verga con su mano mientras le daba besos y mordisquitos al grueso capullo y le acariciaba los huevos con la otra mano.


-Te voy a matar de gusto princesa.


El muy cabrón se daba cuenta – y yo también – de que mi madre, a la vez que asustada, estaba excitada y "admirada" por aquella hermosa estaca que tenía en su mano y en su boca. Comenzó a chuparla con fruición mientras él comenzaba a desnudarse. Tanto su torso y brazos como sus piernas eran tremendamente velludos. Sin que él se lo dijera mi madre comenzó a acariciar sus piernas y sus gluteos; era evidente que le gustaba el pelo de su cuerpo. El correspondía a sus caricias recorriendo sus preciosos brazos y amasando suavemente sus pechos. Sus ojos y sus cara congestionados por la lujuria, que a mi me parecían terribles, no espantaban a mi madre que de vez en cuando, mientras mimaba con sus labios la verga, intercambiaba una mirada de complicidad. Estaba totalmente entregada.





- Ahora levántate y abre un poco las piernas.


Mi madre se incorporó y el se puso ante ella de rodillas, bajándole las braguitas. Luego comenzó a recorrer con sus manotas las piernas de mi madre. Sus ojos acompañaban a sus manos disfrutando de aquellos esplendidos muslos que tenía a escasos centímetros de sus ojos. Luego recorrió la cara interna de los muslos con su lengua, continuando con delicados mordiscos en aquella delicada y blanca piel. Mi madre, con los ojos cerrados, acariciaba la hirsuta cabeza de Champi; Estaba disfrutando.


Entonces él aferró sus nalgas, la atrajo hacía sí y hundió su cabeza entre sus piernas, comenzado a comerle la concha. En seguida mi madre comenzó a moverse y a gemir, apretando su cabeza contra su chochazo.


- Cómetelo todo cabrón.





Después de un buen rato, él se incorporó:


- Ahora te voy a montar como ni te imaginas.


La llevó a la cama, que estaba en un ángulo del piso y la tumbó. Le abrió las piernas y metió sus dedos en la vagina:


- Estás empapada yegua, así te va a entrar mejor.


Apoyó la tremenda cabezota de su cipote en la concha y comenzó a empujar:


- AAAhhhh…Por dios amor vete despacio que me destrozas.


Champi avanzó poco a poco, aunque a veces el muy cabrón daba algún empujón brusco para que mi madre diera un grito,; eso lo ponía a cien.


Debajo de la cama asomaban las cabezas de dos de mis "compas" que habían perdido de momento toda visión.





Cuando le clavó toda la verga y comprobó que podía iniciar el mete-saca, cogió las piernas de mi madre y las levantó, apoyándolas sobre su pecho.


Entonces miró alrededor y con un moviendo de su cabeza y un guiño nos indicó que era el momento de sentarnos en primera fila. Luego comenzó a bombear a mi madre con furia aúnque no estaba totalmente amoldada a su verga:


- No me des así, cabrón, que me matas.


El miraba el rostro desencajado de mi madre, que se crispó aún más cuando vió aparecer y acercarse a la cama a los 8 "angelitos" mirones.


Mientras el kioskero la follaba con saña , ella lo miraba y nos miraba a nosotros, debatiéndose entre el gustazo que empezaba a sentir y la vergüenza de ser follada delante de su hijo y sus amiguetes.





Las sensaciones de su cuerpo se impusieron y aceptando la circunstancia se abandonó a la jodienda,


- Ala chavales, no os cortéis, haceros unas buenas pajas.


Se lo agradecimos al Champi, porque estábamos para reventar. Nos sacamos las pijas y comenzamos a darle. Quique me miró :


- Jo, tío como molan las tetas de tu madre cuando se mueven con cada metida.


- Como podrá aguantar ese pedazo de polla.


Nos fuimos a verlo. Nuestras ocho cabezas a los pies de la cama contemplaban como los labios de su coño engullían su pijota y, mientras mirábamos como salía y entraba embadurnada en los jugos de mi madre, nos fuimos corriendo una tras otro.


Los gemidos y gritos de mi madre se hacían excesivos:


- AAAAAAyyyyyyyyy, que no puedo más.


- Así, puta, córrete.


El espectáculo de las convulsiones de mi madre en su tremendo orgasmo nos tenía hipnotizados, creo que salvo yo, ninguno había visto antes una jodienda en directo.


Nuestro asombro aumentó cuando Champi, llegando al climax, comenzó a penetrar a mi madre de manera brutal. Echado hacia delante sujetaba con sus manos los brazos abiertos por las muñecas y se vencía sobre ella de manera que las rodillas de mi madre tocaban con sus pechos. Aquel gorila peludo estaba machacando el blanquísimo cuerpo de mi madre y eso nos tenía ciegos.


Al final dando un gran estertor la llenó con su leche.





Después de un rato, en que echado sobre ella le comió la boca y el cuello a placer, el muy pervertido tuvo una idea genial. Se sentó a la cabecera de la cama y ordenó a mi madre que puesta a cuatro patas se la chupara:


- Que guarra eres, mira como has puesto a los chicos, lo menos que puedes hacer es dejarles que descarguen a gusto. Ala chavales, follárosla por detrás.


Mi madre hizo un amago de protesta, pero el la sujetó y no podía sacar la polla de su boca. Aún así estábamos petrificados. Una cosa era mirar y otra tirárnosla.


- Vaya hombre a ver si ahora vais a ser maricas.


Moncho fue el primero que se atrevió; le costó encontrar el camino pero cuando la metió empezó a tirar con un loco. Los demás perdimos el miedo a tocar y cada uno buscó una parte del cuerpo de mi madre para acariciarla. Yo, aunque estaba loco por cogerle una teta, desde atrás me conformaba con amasarle una nalga. El cabrón de Quique siguió la invitación de Champi´:


- Mirar que tetas más ricas. Y con sus manazas se las estrujaba a placer. Dejó una al cuidado de Quique que amasó con sus dos manos. Y Así mientras la magreabamos , íbamos pasando por detrás metiéndosela sin tardar en corrernos más de diez minutos.








Me costó decidirme, pero como sabía que mi madre no me veía y debía haber perdido la cuenta de las metidas, me acoplé y también me la tiré. Champi me echó una mano:


- Ehhhh, que alguno repite. Vale se acabó.


Se colocó detrás de mi madre que hizo ademán de echarse, pues estaba agotada, pero él la mantuvo con el culo levantado. Miró con fruición los abundantes jugos - propios y ajenos - que salían del coño de mi madre y resbalaban por sus muslos.


- Que guarra eres, como te has puesto.


Untó sus dedos en la concha y depositó los grumos en el agujero del culo, M madre tardó en reaccionar, pero pronto intuyó lo que se le venía encima:


- Eso no, por dios te lo pido, eso no.


Como respuesta recibió un buen cachetazo en el culo. Luego el pervertido apoyo su polla en el agujero y empujó. El grito de mi madre nos asustó:


- Nooooooooooooooo.


El kioskero siguió empujando y la pija se abría camino; pero sus gestos denotaban que le costaba.


Mi madre movia la cabeza con desesperación y daba manotazos contra la cama:


- NO puedo con eso, no puedo.


El seguía empujando y ya la tenía casi toda dentro:


- Ya lo creo que puedes. Te la vas a comer toda.


Mi madre mordía la almohada y gruñía mientras él ya sentía la caricia de sus nalgas en los huevos.


Paró un poco para que el agujero dilatara y poco a poco comenzó a moverla. Fue aumentando el ritmo sin importarle los gritos de mi madre.


- Me duele mucho, sácala bestia, que eres una bestia.


Fue su última protesta, vimos como se quedaba palidísima mientras la bestia peluda cada vez le daba más fuerte. Después de media hora de darle, el cabrón se corrió. Para entonces mi madre se había desvanecido.





Miré a Champi y él comprendiendo mi preocupación me animó:


- Es normal, le he dado muy duro, pero dentro de un rato vuelve en sí no te preocupes.


Quique aprovechó la ocasión:


- O sea que si le hacemos algo no le pasa nada malo.


- No chaval, aprovechar.


Entonces haciendo valer mi condición empecé el primero y cumplí mi mayor deseo, puse mi pija entre sus tetas y comencé a follárselas hasta que me corrí. Luego fueron pasando los otros y haciéndole lo que les dio la gana: Metérsela en la boca, follársela por la concha y por el culo, morderla y pellizcarla hasta que nos cansamos y no había manera de que se nos levantara la polla.


Luego nos vestimos y bajamos a la calle a esperar. A la hora bajaron los dos; mi madre casi no se tenía. Champi le pidió un taxi y luego vestido con chándal nos acompañó hasta el colegio donde esperaban algunas señoras.


- ¿Os lo habéis pasado bien chicos?


- Si señora nos lo hemos pasado muy bien.



SECRETOS INCONFESABLES DE UNA MADRE: EL DERBY.


Después de haber vendido a mi madre nuestras relaciones se llenaron de temor y rencor por su parte y de un terrible morbo por la mía. El hecho de habermela follado con mis amiguetes hacía que cada vez más fuera para mí una tía que estaba muy buena


a la que ya no miraba como a una madre. Ella lo notaba y , dada su delicada situación por lo que yo podía decirle a mi padre, sabía que tarde o temprano se producirían nuevos episodios escabrosos.


Para ser sincero creo que por mi parte ya no había barreras morales o afectivas que me hubieran llevado a tener el anterior respeto hacía ella; pero un detalle eliminó toda posibilidad: cada vez que mi madre acudía al colegio y pasaba cerca del kiosko de Champi, se miraban de una manera especial. Mi madre lo miraba y él apuntaba una ligera sonrisa. Ella lo miraba sin vergüenza o rencor, sin sentirse humillada, lo miraba de arriba abajo, despacio, como recordando la follada que le dió y luego giraba lenta y altivamente la cabeza y casi esbozaba una sonrisa de satisfación. Supe que le había gustado y pensaba para mis adentros que era una grandísima zorra.


Tuve la sospecha de que ella había echo lo posible para tener un nuevo encuentro con él, pero la verdad es que, aunque me picaba la curiosidad, estaba cada vez más ocupado en mis cosas, mis estudios, el deporte y haciéndome un fanático del Real Madrid. A mis catorce años hubiera vendido mi alma al diablo por una camiseta firmada por Michel o Butragueño.


Estábamos en el més de noviembre y se acercaba el partido con el F.C. Barcelona en el Bernabeu ( El Sancta Sanctorum), ya era entonces difícil conseguir una entrada, pero yo había llegado a la situación de hacer cualquier cosa por entrar. Mi colegas Quique, Pancho, Moncho y compañía, estaban en las mismas. Las posibilidades de conseguir entradas : reventa, domir en la cola por la noche etc. iban descartándose por diversas razones. Estábamos jodidos.


Había dos tipos mayores de nuestro colegio que eran una especie de ídolos para nosotros, era de la peña Ultra Sur, toda su parafernalia de cantos, banderas, chupas etc, nos tenían fascinados. Ellos entraban en el Bernabeu cuando querían, se decía que eran los niños protegidos de Ramón Mendoza, el presidente del Madrid.


Una tarde que salía con mi madre de ver al tutor los dos tipos y otros Ultras estaban a la puerta del colegio; mientras mi madre saludaba a otras señoras me acerqué al grupo, los tío me saludaron:


¿Qué pasa enano?


¿Quién es esa piva que sale contigo, tu vieja?


Pues está buenísima.


Eh, tíos no os paseís.


Seguimos un rato hablando y luego mi madre me llamó y nos fuímos.


Al día siguiente en el recreo nos encontramos con los dos Ultras y el que se llamaba Ernesto me sacó el tema de mi madre:


Joder tío, la había visto otras veces y me había llamado la atención, no sabía que fuera tu madre.


Pero aunque sea tu madre – dijo el otro - tiene un polvo.


Ya os estáis pasando.


No te enfades tío pero es que está de toma pan y moja.





La verdad es que las simpatías no eran mutuas pues a mi madre todo lo que fueran pandillas o bandas le molestaba. Decía que eran borregos con las ideas tan cortas como los pelos de sus cabezas rapadas, violentos y borrachos.





Quedaba una semana para el partido con el Barcelona y nuestras posibilidades de entrar en el Bernabeu seguían siendo nulas. Hablamos con los dos tipos y ellos tan chulitos nos dijeron:


Je je, lo sentimos chavales pero en días como este tenemos muchos compromisos.


Al salir a mediodía me llamó Quique:


Mira tío no te mosques pero se me ha ocurrido que a lo mejor podríamos hacer con esos tíos un trato como el que hicimos con Champi.


Joder, claro, pero tenemos que hablar con ellos antes de que sea demasiado tarde.


Quedamos en que lo propondría Quique que vivía cerca de uno de ellos.





A la mañana siguiente durante el recreo se acercaron los dos Ultras para hablar conmigo:


- Nos ha dicho tu colega que si os metemos en el Bernabeu nos podemos tirar a tu madre. ¿Os estáis quedando con nosotros?


- Para nada tío, creo que os la puedo poner a vuestra disposición.


- Entonces ¿Es verdad que se la tiró el Champi?


- El Champi y nosotros.


- No jodas, ¿Te follaste a tu madre?


-Ya te digo, no creo que haya problemas.


- Vamos a ver chaval, veo que apuntas maneras para ser uno de los nuestros, pero no creo que tu madre acepte, por mucho que la acojones, pagar el precio de vuestra entrada.


- Hará lo que sea.


- Vamos a ver tío, como ya os dijimos tenemos muchos compromisos, pues hay un montón de gente pidiéndonos entrar; para que vosotros entréis nos tendremos que justificar con toda la peña. Eso significa que los casi doscientos tíos pueden querer cobrar. ¿ Entiendes?


Por un momento dudé, la verdad es que con aquella gente no había posibilidad de control. Posiblemente estarían borrachos y sabe dios que harían con mi madre. Pero recordé sus miradas con Champi y me excité. Además ver el partido con los Ultra sur metiendo caña tenía que ser la leche:


He entendido perfectamente.


Los tíos vieron que estaba dispuesto a todo:


Vale tío, pues el domingo a las 4,30 estáis con tu madre en la puerta 50. Creo que lo vamos a pasar bien todos.


Ah, que vaya sexy, en plan señora pija.


Cuando llegue a casa se lo espeté enseguida:


Mamá el domingo te vienes conmigo al partido.


Me miró extrañada, no le di tiempo a preguntar:


- Tú eres nuestra entrada. Deberás ir en plan pija y muy sexy.


Ella supuso que tendría algún apaño con un portero del estadio y consciente de su situación no fue necesario repetir las amenazas de la vez anterior.





Llegó el domingo por la tarde y mi madre salió conmigo al punto de encuentro con mis colegas. Cuando la vieron se quedaron con la boca abierta, estaba guapísima. Se había puesto un ajustado vestido de lana negro muy corto, a mitad de sus muslos, con unas medías negras, también de lana finísima y unas botas de tacón alto por debajo de la rodilla. Completaba su atuendo una chaqueta negra de napa. Los colegas no se cortaron un pelo y le dijeron lo que les pareció. La verdad es que durante el camino hasta el estadio estuvimos bastante gamberros. En medio de la riada humana que bajaba hacia el Bernabeu una mujer como ella en medio de ocho chavales llamaba la atención; creo que mi madre iba muerta de vergüenza.





A las 4,30 estábamos en la puerta y los Ultra no se hicieron esperar: los tipos hablaron con el portero y disimuladamente nos hizo pasar. Los cabrones no se cortaron un pelo:


- ¡Vaya piba que os habeís traído!


- Preséntanosla.


- Venga tíos que va a empezar el partido, dejaros de leches.


Los tíos le dieron un beso de saludo cada uno y comenzamos a subir unas escaleras para luego seguir por un pasillo y llegar a uno de los vomitorios del fondo sur. Cuando subía las escaleras nos recreamos en su hermoso culo:


Vaya nalgas que tiene la cabrona.


Mi madre ni siquiera miró para atrás. Seguramente pensaba en como terminaría aquello.





Cuando accedimos a la grada enseguida vimos el sector detrás de la portería ocupado por los Ultra Sur, sus chupas de cuero, sus vaqueros sus botas militares, bastantes con la cabeza rapada, sus bufandas, banderas y pancartas; dos de las banderas eran enormes.


Comenzamos a descender hacía ellos y mi madre me miró, se veía en su cara el desagrado que sentía con solo pensar que tendría que estar 90 minutos en medio de aquellos tipos, aguantando sus gritos y quien sabe qué más. Por eso había en su mirada preocupación.


Pasando por entre medio de ellos los dos tipos nos llevaron hasta donde estaban los que parecían los líderes del grupo. Uno de ellos no parecía para nada Ultra, ni en el pelo ni en el vestir, los otros tres sí, dos de ellos eran unos tíos altos y tirando a gordos, inmensos como armarios. De eso había bastantes entre los Ultras. El que vestía en plan pijo nos saludó:


Venga tíos a animar a tope y tu guapa ven aquí a mi lado.


Luego con un gesto nos indicaron que nos distanciáramos un poco y nos mezclamos con los demás. Los tíos hacían comentarios:


Joder que tía más buena.


¿La conoceís alguno?


Los dos tipos del colegio les explicaron someramente el tema. La cosa se calentó cuando les explicó no era de uso exclusivo de los jefes sino para todos. La noticia corrió como la pólvora y todos los tipos levantaban la cabeza mirando hacía donde se encontraba mi madre.


La peña estaba entusiasmada y explotó en aplausos y gritos cuando saltaron al césped la Quinta del Buitre y compañía. Era el cuarto año consecutivo que iban a ganar la liga, empatando solo 3 partidos en casa y perdiendo sólo uno fuera.


Directamente proporcional fue la pitada cuando saltaron los jugadores del Barcelona.





Empezado el partido la peña anima a tope pero ya un cabrón se colocó detrás de mi madre apoyando su "paquete" contra el culo de mi madre que no podía ni moverse puesto que estaba apoyada sobre una de las barandillas de hierro que hay en la grada. Como prueba de la tolerancia del club hacía los Ultras pronto circularon las botellas de cerveza y cubatas de ron o ginebra a discreción. Uno de los tipos que estaba a su lado le ofreció de beber mientras le pasaba la mano por el culo y la cintura atrayéndola hacía sí. Mi madre terminó aceptando y el tipo ahora le pasaba la mano por encima del hombro para posarla en sus tetas. Otro cabrón que estaba al lado viendo su condescendencia se animó y comenzó a amasarle el culo. Cada vez eran más los tíos que se percataban de ello y se empezaban a calentar.


Entonces llegó el soberbio cabezazo de Hugo Sanchez y el estadio estalló:


¡!Gooooooooool!!


Uno de los grandullones mirando a mi madre exclamo:


-Esto hay que celebrarlo debidamente, ¡extended la bandera!


No se si la peña intuyó el porqué o era lo propio por el gol; pero en apenas dos minutos la bandera de 5 por 4 mts quedó extendida dejando a un buen grupo de nosotros tapados:


Joder que no vemos nada.


Cállate gilipollas que ahora vas a ver algo que te va a gustar.





El grandullón se acercó a mi madre con una litrona de cerveza a la que le daba buenas chupadas:


Ahora bebe tú que te quiero bien mojadita.


Mi madre por no complicarse la vida o tal vez porque estaba realmente asfixiada, por la temperatura que desprendían los Ultras apretujados bajo la bandera, acercó su boca a la botella y le dio un buen trago, mientras los hilos de cerveza caían por las comisuras de sus labios, no acostumbrados a beber a morro.





Luego aquel cabrón gigante se arrodilló delante de ella, le levanto el corto vestido hasta la cintura y comenzó a recorrer con su morro la parte interior de los delicados muslos de mi madre y a oler y mordisquear su pequeña braguita. Mi madre hizo ademán de retirase y separar su cabezota; no lo pudo hacer pues estaba apoyada contra la barandilla de hierro y dos la sujetaban por los brazos. De todas maneras aquel cabrón debía hacerlo bien porque era evidente en sus gestos que mi madre se debatía entre una sensación agradable y la vergüenza que sentía al ser el centro de tantas miradas.





El tipo comenzó a arrancarle con los dientes la braguita hasta rompérsela y dejar a la vista la mata de pelo que ocultaba su rajita. El tío sabía lo que hacía, comenzó a comerle los labios de su vagina mientras amasaba suavemente sus nalgas y muslos; la estaba poniendo a cien y ella comenzaba a mover su cadera. Entonces el grandullón se levantó y le dijo a que vestía de pijo :


Toda tuya Jefe, está deseando que se la claven.


El tipo se desabrochó el pantalón y se sacó la polla, que estaba bastante tiesa después del espectáculo visto:


Abrírle bien las piernas.


Dos tipos la cogieron cada uno de una pierna y, junto con los dos que la sujetaban de los brazos, la levantaron en el aire con las piernas abiertas. El pijo se acercó y sin ninguna dilación le metió su polla hasta el fondo y comenzó a bombearla.





Así me gusta zorra que estés bien mojada, así sabe más rico.


Mirarla que carita tiene de felicidad.


Ciertamente la expresión de su rostro denotaba que estaba disfrutando. Toda aquella chusma cada vez más excitada le gritaba todo tipo de obscenidades:


Dale a esa zorra hasta que la partas.


El tipo después de darle caña unos quince minutos se corrió mientras mi madre le gritaba inútilmente que no se fuera dentro de ella. Sus ojos se abrieron como platos cuando vió que el Jefe le cedía el puesto al grandullón que se la había calentado, tenía una polla muy gruesa y un poco más larga de lo normal; de no haber estado ya lubricada y dilatada por la anterior penetración lo hubiera pasado mal.





Con la mirada clavada entre las piernas de mi madre, dio un bufido y dijo:


Ahora vas a saber lo que es bueno.


La penetró lentamente mirándola a la cara. Luego la abrazó por la cintura sosteniéndola en vilo:


Quitarle la chaqueta y el vestido para que disfruten los muchachos de un buen espectáculo.


Los que antes la sostenían se apresuraron a desvestirla.


La chusma rugió:


Que buenaza está.


Ahora puta quítate tu sola el sujetador.


Mi madre obedeció y sus hermosas tetas quedaron a la vista de todos.





Ahora vas a montar un potro salvaje muñeca.


Entonces la hizo echar la cabeza hacia atrás y comenzó a girar sobre sí mismo como ofreciéndosela a todos. Cuando paró la volvieron a sujetar en el aire unos cuantos mientras el grandullón comenzaba a darle unas embestidas brutales. El temblor de sus carnes blancas los excitaba como a una jauría de lobos. Todo el que podía buscaba su pedazo de carne. Sus tetas, sus muslos, sus nalgas, sus brazos eran estrujados, amasados, pellizcados y mordidos.


En ese momento el estadio volvía a vibrar con un nuevo gol de Butragueño. Los cabrones debían pensar que empujar en el coño de mi madre era como irse hacía arriba en el campo.


Después de unos veinte minutos el tipo se vino dentro de ella. Mientras otro se colocaba entre sus piernas alguien le ofreció un baso con un cubata de ginebra y limón; como estaba fresquito mi madre lo bebió con avidez. Empezaba a estar fuera de sí. El tipo se agitaba moviendo frenéticamente la pelvis mientras los chavales, ya bastante borrachos, anhelaban su turno. Había llegado el descanso y la gente se preguntaba porqué seguía desplegada la bandera de los Ultra Sur. Cuando terminó la metida el tipo hubo un conato de enfrentamiento puesto que todos querían meter y el tiempo era limitado. Apareció otro grandullón e impuso su ley, salvando a mi madre de que la destrozaran. Les mostró la manera de disfrutar varios a la vez del cuerpo de mi madre. Se tumbó en la grada e hizo que mi madre lo cabalgara; mientras otro tipo de pie se la metía en la boca y a la vez, sus delicadas manos, pajeaban a otros dos tios.


Un quinto tipo se acoplaba a su espalda y disfrutaba a placer de sus hermosas tetas


Venga tíos iros pajeando para que todos aprovechemos algo de esta puta.


Y Eso hacían, se pajeaban y llegaban a punto para disfrutar dos o tres minutos de las delicadas carnes de mi madre; Si tocaba follada, mamada o paja era cuestión de jerarquía y antigüedad dentro del grupo. Los tipos iban pasando por el cuerpo de mi madre mientras el Barcelona se acercó 2-1, pero el Madrid respondío y al final el resultado fue de 3-2. Un partidazo.


El partido llegó a su fin y la peña empezó a retirarse la bandera se enrebujó parcialmente y se podía ver desde cualquier parte del estadio lo que estaba ocurriendo.


Desde la grada alta lateral un grupo de seguidores del Barcelona, que llevaban algunos prismáticos, pudieron ver en detalle la follada y el rostro de los protagonistas.


- Joder tú, esos cabrones se están follando a una tía que está buenísima.


Aunque alguno quedaba sin mojar los dirigentes ordenaron suspender la función puesto que ya solo quedaban ellos en la grada. Mi madre se vistío como pudo y con los 6 u 8 cabecillas se dirigieron a la salida. Mis colegas y yo les seguíamos. Pero la cosa no había terminado, puesto que en vez de salir a la calle los tipos se encaminaron al la habitación que tenían en los sótanos donde guardaban toda su parafernalia de banderas, pancartas y otras cosas más peligrosas. Al ver que les seguíamos el Jefe nos dijo que diéramos la vuelta, pero uno de ellos le dijo que éramos los que habíamos traído a la tía y que éramos candidatos a ingresar en los Ultra Sur.





Cuando llegamos al cuarto nos encontramos con dos señores mayores; eran dos porteros de confianza del grupo que les facilitaba la entrada y otras cosas. Se habían enterado del tema y querían aprovechar. Entramos todos y rápidamente echaron en el suelo una colchoneta mientras le decían a mi madre que se "despelotara". Tenían la idea clara uno se tumbaba y mi madre puesta a cuatro patas le hacía una mamada, mientras otro se la metía por el culo. Con el grandullón de la polla gruesa y otro lo pasó mal. Le dieron duro. Los viejos porteros resultaron ser un poco cabrones y le dieron buenos mordiscos y pellizcos mientras se la calzaban. Como estaba medio ida por la borrachera mis colegas y yo la dimos por el culo mientras se la chupaba los viejos.


Cuando terminaron, los tipos le regalaron una camiseta del Madrid y se la pusieron encima del vestido de lana. Salimos del estadio y los tipos se fueron por su lado, mientras nosotros enfilábamos calle arriba camino de nuestras casas. Alguién reconoció a mi madre y le dijo algo; la dejamos que fuera unos metros delante sola pues me resultaba molesto. En un lado de la calle estaban montando en un autobús un grupo de hinchas del Barcelona, bastante borrachos y jodidos por la derrota de su equipo. Habían estado retenidos por la policía para evitar incidentes con los Ultra Sur. Cuando los vimos nos paramos para evitar problemas, pero mi madre siguió para adelante sin percatarse. Entre ellos estaban los que la habían visto con los prismáticos y comenzaron a decirle barbaridades:


Ven acá zorra madridista.


Uno de ellos se acercó a ella y cuando se percató de su estado la cogió por un brazo y la empujó hacia el autobús; entonces el cabrón de Moncho comenzó a gritar:


BarÇa, BarÇa.


Y se coló en el autobús sin problemas porque la gente estaba pendiente de mi madre. Luego nos contó que buscaron un sitió despejado de gente a las afueras de Madrid y que le dieron una follada de campeonato. Por supuesto Moncho también se la tiró. Luego acompañó a mi madre hasta cerca de mi casa, quedándose con la camiseta que le habían dado a ella.





El Lunes en el descanso de las clases se la puso y tan contento nos dijo:


Hay pocas camisetas que tengan una historia tan gloriosa como esta.


Y el jodido cabrón tenía razón.
 
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