"molinos" mi madre sufre las consecuencias de la crisis

gantz265

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MI MADRE SUFRE LAS CONSECUENCIAS DE LA CRISIS


Desde los doce años aproximadamente esta idea empezó a hacerse machacona en mi cabeza de manera molesta: "Mi madre está demasiado buena". Desde niño había sido feliz con una madre tan bella y que me demostraba tanto cariño. Además, como se había casado muy joven, era muy buena compañera de juegos. Pero cuando llegué a la adolescencia la cosa cambió. Mi madre revolucionaba las hormonas de cualquier macho. Mis amigos y compañeros de colegio las tenían revolucionadas a tope.


Mi madre era un lujo de mujer que destilaba esencia de hembra en cada una de sus voluptuosas formas. Su medía melena rubia era el marco perfecto para aquellos ojazos verde esmeralda , aquellos labios, rojos, carnosos, delicados, escuetos como boquita de piñón y aquella nariz ligeramente respingona, aristocrática.


La arquitectura de sus 1,70 era pura voluptuosidad y morbo, hermosos senos , casi excesivos y unas piernas que nacían de unas exuberantes caderas , espléndidas nalgas que se adelgazaban armoniosamente hasta llegar a los tobillos, siempre vestidas con medias, frecuentemente negras. Sus manos blancas como su delicada piel, de largos dedos y uñas largas muy cuidadas.


Ese cuerpo se hacía evidente por la forma en que vestía: elegante, lejos del recato y también del mal gusto. Era una mezcla de insinuación y coquetería natural, no rebuscada. Los vestidos, blusas, sueters y faldas, siempre ajustados y por encima de la rodilla, a veces regalando a la vista más de la cuenta. La verdad es que ver a mi madre caminar es todo un espectáculo. El "sube- baja" de sus portentosos glúteos, resaltados por la forma que sus piernas toman, al andar sobre los empinados zapatos de tacón, saca los ojos de las órbitas a más de uno.


Poco a poco se me hizo desagradable, escuchar lo que algunos hombres le decían, como la miraban a las piernas y a los pechos, cuando íbamos por la calle. Y los comentarios de mis amigos que se pueden resumir en una de sus frases favoritas: "¡Qué buena está tu madre, Ricardo!". A mis catorce años estaba hasta los cojones de oir lo buena que estaba mi madre; saber que era la inspiración de un montón de pajas. Ser el hijo de la Tía-Buena.


Si por una parte, cada vez me molestaba más su manera de vestir (hubiera deseado que fuera vestida casi como una monja), debo confesar que de vez en cuando la miraba con "otros ojos" no muy filiales. Pero siempre terminaba predominando mi condición de hijo, mi respeto y cariño.


Pero la cosa se hizo asquerosamente molesta hace un año cuando entró en escena un cabroncete de mi edad. Se llama Eduardo y llegó a nuestro edificio y a mi colegio por la muerte prematura de su madre. Su padre hacía tiempo que no quería saber nada de ellos. Así que se vino a vivir con su abuelo, ya viudo, que era vecino nuestro. Un viejo que le pegaba unos recorridos con la mirada a mi madre, cada vez que se la encontraba, desnudándola con los ojos.


Pues el nieto era más salido y cabrón que su abuelo. Casi cada día debía aguantar las babosadas que decía de mi madre y las miradas que la echaba cuando nos cruzábamos con él. Lo más fuerte es cuando coincidíamos en el ascensor y la tenía cerca. Me llevaban los demonios viéndolo tan cera de ella y sabiendo lo que pensaba.


Con su abuelo el trato era cordial ya que mi padre trataba bastante con el. Mi padre era gestor de una agencia financiera y nunca pude imaginarme hasta que punto estaba ligado a aquel viejo. Lo cierto es que llegó la crisis económica y comencé a ver a mi padre con el gesto cada vez más sombrío.


Desde el primer día me cayó mal Eduardo y las cosas no mejoraron. Abundaban entre nosotros los insultos y las putadas llegando alguna vez a las manos. Hasta que llegó el día en que, tras una discusión en la que salió a relucir mi madre, insinuó algo sobre lo ocupada que estaba en casa y lo bien que se llevaba con su abuelo. Era las 11,30 de la mañana y estábamos el descanso de las clases. Por primera vez en mis quince años tuve un negro presentimiento.


Salí de colegio corriendo hacía mi casa a la que apenas se tardaba en llegar 20 minutos. Esta vez me sobraron la mitad. Mientras subía en el ascensor recordaba una conversación de mis padres de la que solo percibí algunas frases; en una le decía mi padre a mi madre que debía ser amable con el abuelo de Eduardo. Recordaba como a mi madre no le gustó nada.


Llegué ante la puerta de mi casa y temblando del nerviosismo introduje la llave con dificultad. Entré en mi casa y esperé oir a mi madre haciendo algo; sin embargo lo que escuché fue una voz de hombre que provenía de la habitación de mi madre. Al acercarme pude reconocer la voz del abuelo que le decía todo tipo de güarradas a mi madre sin que ella dijera nada:


- Cada día me pones más caliente zorra. Me he tomado una viagra para darte rabo durante dos horas y hacer que te corras como una perra caliente. Te vas a enterar mamona.


El no escuchara mi madre me alarmaba; tenía que ver que pasaba allí dentro. Recorrí toda la casa cerrando puertas y bajando persianas despacio para no hacer ruido; asegurándome de que cuando abriera la puerta de la habitación de mis padres todo estuviera oscuro. Una tenue luz que se veía por debajo de la puerta me indicaba que en la habitación había una cierta claridad, lo cual jugaba a mi favor.


Con mucho cuidado giré la manilla y abrí un poco la puerta; la circunstancia era ideal ya que la luz provenía de la lámpara de la mesilla de noche a la cabecera de la cama y estaba muy cerca d sus cabezas. La verdad es que la única que podría darse cuenta era mi madre ya que el viejo estaba como loco afanándose en metérsela a mi madre.


Ella estaba abierta de piernas, con los brazos extendidos a los lados, aguantando las embestidas del viejo que, montado en cima de ella entre sus muslos, se retorcía y empujaba clavando su pija en el coño de mi madre. Mientras tanto la besuqueaba y amasaba con fuerza sus nalgas agarrdo a ellas. Mi madre soportaba con asco la cogida que el viejo le daba. A ratos el tipo se paraba agotado de empujar y entonces le comía la boca a mi madre o se entretenía en chuparle las tetas. Luego volvía a bombearla con más brío.


Sin esperar al final salí de la habitación y tras dejar las puertas y ventanas tal y como estaban antes me marché. Iba jodido y preocupado porque en una de las veces que el tipo se había dado un descanso se le salió la polla de la concha de mi madre y vi que se la estaba follando sin condom. Aquel viejo cabrón era capaz de dejar preñada a mi madre. Llegué a la última hora de clase y me tuve que aguantar la mirada de disfrute de Eduardo que adivinaba lo que yo había visto.


Dos días después, escuchando una discusión de mis padres, supé que mi madre se estaba convirtiendo en la puta del viejo debido a que mi padre había utilizado parte de su dinero para pagar la hipoteca de nuestro piso, ya que estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades: y otra parte del dinero lo había gestionado mal. Lo que podía haber sido un pelotazo era un desastre por la crisis económica y solo con suerte y tiempo podría recuperarse. El viejo, que tenía otras rentas financieras, exigía los favores de mi madre a cambio de su paciencia con mi padre que se había convertido en un cornudo consentidor.


El tipo empezó a actuar cada vez con más prepotencia como si mi casa y mi madre fueran suyas. Además de lo que hiciera con ella cuando estábamos mi padre y yo fuera; no se cortaba un pelo y si le apetecía venía a pasar el rato. Más de una tarde mientras estaba yo haciendo las tareas del colegio llegaba el tipo y se sentaba con mi madre en el sofá, la obligaba a enseñarle las tetas y, mientras se las estrujaba, mi madre debía hacerle una paja con sus delicadas manos.


Pero lo más duro estaba aún por llegar. Eduardo era un vividor y un golfo que apenas estudiaba. Si embargo cuando nos dieron las calificaciones de la tercera evaluación aquel cabrón que siempre suspendía dos o tres, había aprobado todas las materias e incluso había sacado alguna buena nota. El muy cabrón me dijo que su abuelo le había prometido un buen regalo si se esforzaba. Al finalizar las clases le entregó al tutor un justificante firmado por su abuelo de que al día siguiente no podía venir a clase. Yo intuí lo que aquello podía significar y al día siguiente no fui a clase. Me quedé escondido en la escalera de mi edificio.


A eso de las 10,30 de la mañana escuché como Eduardo llamaba a mi puerta y mi madre lo recibía.


- Buenos día Señora, me ha dicho mi abuelo que quería verme.


El hijo de puta se cachondeaba encima. Esperé a que empezaran y se distrajeran y entré en casa. Los ruidos venían de la cocina. Me asomé con cuidado para descubrir como Eduardo le ofrecía a mi madre su verga para que se la chupara. Ella estaba medio desnuda con sus tetas al aire, sentada en una silla, comiéndole la "chota" al tipo con ganas.


Tenía las piernas abiertas, ya desprovista de tanga. Ofreciéndome una vista impresionante de su concha depilada. A pesar de el coraje que me dio, la pija se me puso dura. El desgraciado no aguantó mucho y se corrió en el cuello y en las tetas de mi madre que si se descuida se traga su leche. Pero Eduardo quería más así que obligó a mi madre a que se pusiera su pene entre las tetas y le hiciera una cubana; la verdad es que mi bulto estaba a reventar y comencé a masturbarme.


Cuando la tuvo dura le dijo a mi madre que se tumbara sobre la mesa de la cocina, la abrió de piernas y se la clavó. Estuvo dándole un buen rato mientras le amasaba las tetas y le estiraba los pezones. Luego le dijo se quería darle por detrás y mi madre puesta de pie se dobló sobre la mesa y él se la metió desde atrás mientras le magreaba las nalgas. Fueron dos pajotes los que me hice mientras el tipejo se la trajinaba por delante y por detrás amasando sus nalgas y estrujando sus tetonas. Después de un buen rato en que el mamón cada vez se cimbreaba más rápido le descargó dentro su lefa.


Yo estaba jodido por ver la degradación de mi madre y por no haberme podido contener. Y aquello no se detenía. El abuelo había encontrado una manera de estimular a su nieto y manejaba bien el asunto. Eduardo de momento no volvió a follarse a mi madre. Sin embargo el viejo le permitía venir a mi casa alguna de aquellas tardes en que mi madre con las tetas al aire se la chupaba o masturbaba al abuelo. Hubiera preferido que fuera mi madre a su casa pero se ve que el viejo nos quería putear por lo que mi padre había hecho.


Cuando ellos venían yo no salía de mi cuarto para no darle el gusto al hijo puta de Eduardo de verme la cara; pero dejaba la puerta entreabierta para escuchar y me pajeaba imaginando lo que mi madre estaba haciendo.


Por su parte el muy cabrón empezó a decir a sus amigos que mi madre era una calentona que le gustaban los chicos jóvenes y que estaba empezando a enrollarse con ella.


Después de la cuarta evaluación sabía que los buenos resultados de Eduardo tendrían su recompensa. La mañana en que a primera hora no se presentó en clase supe lo que le esperaba a mi madre. A penas terminó la clase salí como alma que lleva el diablo. Lo que me encontré fue más duro.


Apenas entré en casa escuché los chillidos de mi madre:


- Nooooo!! ¡Basta por favor! ¡Sácala, te lo suplico!


Cuando pude abrir la puerta de la habitación vi a mi madre tumbada boca abajo sobre la cama mientras Eduardo enterraba su pija entre sus gluteos. Aunque no se distinguía bien era claro que la verga del desgraciado estaba penetrando por el estrecho agujero del culo de mi madre. Además el tipejo se abrazaba a ella agarrándole las tetas hasta hacerle daño, apretándoselas con fuerza cada vez que la embestía.


Mi madre se aferraba a las sábanas gimiendo de dolor mientras él la mordía el cuello y le decía:


- Te voy a hacer un buen agujero para que al abuelo no le cueste trabajo romperte el culo.


A pesar del dolor de mi madre, salí de la habitación y me masturbé recordando lo que acababa de ver. El pervertido se la volvió a coger otra vez por el culo. Volví al colegio sabiendo como se reiría de mí al día siguiente.


Luego el abuelo siguió con su estrategia y hasta fin de curso Eduardo no se la volvió a follar; aunque se hartó de pajearse delante de mi madre mientras su abuelo disfrutaba de las tetas y las mamadas de mi madre.


Las vacaciones de verano no fueron muy duras ya que las cogimos en meses distintos y ahí tuvimos un alivio.


Pero lo peor estaba por llegar. Empezado el nuevo curso había elecciones para delegado de clase; Eduardo quería ser el elegido y hacerse el puto jefe. Cuando me lo contó mi amigo Carlos me quedé de piedra:


- Nos ha reunido en el patio a casi todos los de la clase y nos ha dicho: "Os gustaría meterle mano a la madre que esta mas buena de todo el colegio ¿verdad? Pues si me elegís delegado podreís hacerlo con la madre de Ricardo"


Evidentemente muchos le dijeron:


-No te lo crees ni loco.


- Mañana a la salida de clase abrir bien los ojos ¡ Gilipollas!


Aquello fue penoso para mi. Al día siguiente mi madre estaba a la puerta del colegio esperando con la falda más corta que tenía. Eduardo se acercó a ella y comenzaron a caminar. Yo me puse al lado pero fue inútil; el se situó al otro lado de ella y comenzó a tocarle el culo mientras íbamos para casa. A veces la agarraba de la cintura y otras le echaba la mano por encima del hombro. Mi madre iba muerta de vergüenza.


Aquella demostración fue suficiente para que saliera elegido delegado aunque muchos no acabaran de creer en su promesa. Pero él estaba dispuesto a hacerse el puto jefe de la clase y, para mi pesar, cumplió lo prometido. Solicitó una excursión cultural de la clase eligiendo para acompañarnos al profesor de matemáticas que era un pitagorín despistado e ingenuo se invitó a mi madre. Cosa que era habitual con los miembros de la Asociación de padres.


Empezado el viaje, tras una media hora, los chicos se las arreglaron para montar una historia, y mi madre, fingiendo ser la mamá simpática, se fue hacía atrás del autobús y se sentó en un asiento de la antepenúltima fila para no llamar demasiado la atención.


Tres o cuatro de la clase se encargaron de tener entretenido al profesor y la "cosa" empezó. Me obligaron a sentarme en la misma fila al otro lado del pasillo para encubrir mejor lo que iba a ocurrir.


Mi madre ya había pactado con Eduardo lo que debía hacer. Mientras un chico se sentaba en el asiento de al lado, ella se subía la falda hasta la cintura y se bajaba el tanga. Todo su chochazo y sus piernas abiertas quedaba a la vista del muchacho. Luego se desabotonó la chaquetilla que llevaba puesta y se subíó el sueter hasta el cuello. No llevaba sujetador y sus tetonas quedaron a la vista. Los chicos que iban en las dos filas por delante se volvían y reían con los ojos desorbitados.


Mientras, mi madre le indicó al chico que se sacara la polla y comenzó a pajearlo mientras él, vuelto hacia ella comenzó a sobarle las tetas, los muslos y la concha. En poco más de 5 minutos se corrió. Alguién trajo unos papeles de periódico y los puso en el suelo y en el respaldo del asiento previendo el charco que se iba a hacer.


Y así uno detrás de otro todos los chicos de la clase iban sentándose al lado de mi madre para magrearla y pajearla mientras ella les hacía con su delicada mano un tremendo pajote. En las dos horas y media que duró el trayecto mi madre les dio satisfacción a todos, excepto a mi.


Luego durante la visita cultural y la comida se le acercaban, le metían mano y la magreaban como podían. Bien calientes todos esperaban su desahogo a la vuelta.


Para ello idearon un sucedáneo de penetración.


Esta vez yo me tuve que sentar en el asiento que está al lado de la escalera de bajada del autobús en la parte trasera. Empezado el trayecto y montada por mis compañeros una "movida" de distracción y diversión, mi madre se acercó a la escalera y se puso de pié en el peldaño de abajo. Se levantó la falda hasta la cintura y se sacó las tetas al aire. Su cabeza quedaba a mitad del respaldo de los asientos delanteros. Estaba perfectamente oculta para el retrovisor del conductor.


Llegó el primer chico y ella se inclinó hacía adelante apoyando sus manos en el respaldo del asiento de adelante. El muchacho se desabrochó los pantalones y se bajó hasta las rodillas su slip. Se agarró a sus tetas por detrás y apretó su pene contra sus nalgas, comenzando a restregarse. Y así estuvo amasando sus tetas y restregándose hasta que se corrió.


En seguida se colocó de la misma manera otro chico que optó por meter su polla entre los muslos de mi madre; moviéndose mientras ella los apretaba, como si la estuviera penetrando. No tardó mucho en correrse.


Poco a poco las nalgas y la parte interior de los muslos de mi madre se llenaron de la lefa de los chicos, pero a ninguno le daba asco frotarse contra ella mientras le estrujaban las tetas. Al final cuando se corrió el último, se limpió como pudo y se sentó, aunque por breve tiempo, ya casi habíamos llegado.


Desde ese día me recuerdan a diario lo buena que está mi madre. Me siento una mierda. La crisis económica va a durar; el viejo se follará en mi casa a mi madre cuando quiera, Eduardo seguirá teniendo su recompensa cada evaluación y seguramente al próximo año, si mi padre no hace algún "milagro", mi madre tendrá un papel relevante en la reelección de Eduardo. Está muerta de vergüenza y no ha vuelto a ir por el colegio; yo también, pero tengo que ir todos los días.


Eso si, auque luego siento un enorme remordimiento, me hago unas pajas increíbles recordando todo lo que he visto hacer a mi madre.
 

gantz265

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MI MADRE SUFRE LAS CONSECUENCIAS DE LA CRISIS, 2ª parte.

Por mucho que lo intentéis, nunca podréis saber como se siente uno yendo al colegio todos los días; convivir con todos tus compañeros de aula que le han metido mano a tu madre, y que los ha pajeado a cada uno. Así que a los comentarios, que desde tanto tiempo atrás venía escuchando sobre lo buena que estaba mi madre, se añadió alguna expresión sobre lo buena que era dando gusto al personal.

Como os dije mi madre evitaba ir al colegio y tardó mucho en hacerlo hasta que no tuvo más remedio. Ella se debía sentir mal, sobre todo en mi presencia. Yo había presenciado a menos de un metro el magreo que le habían dado y ella era consciente de que la miraba de manera distinta.

Pero las cosas iban a ponerse aun peor para ella. Los muchachos del curso superior al nuestro celebraban una fiesta a la que invitaban a chicas de otros colegios o institutos, muchas de mi edad; pero los tipos no nos invitaba porque no les hacíamos falta para nada. Todo mi curso presionaba a Eduardo para que los convenciera y nos invitaran. Cuando al final lo consiguió nos preguntábamos como se las había arreglado.

Llegó el dìa de la fiesta y todos nos las prometíamos felices. El ambiente era estupendo y enseguida nos dispusimos cada uno a pasar una noche de puta madre bebiendo, bailando y, si era posible, ligar con una chavalita que estuviera bien. Lo que nos extrañaba era que de momento no apareciera Eduardo. Pero el lo tenía todo previsto; esperó más de una hora para que la gente estuviera cada uno a su rollo y así no llamar la atención demasiado.

Yo mismo tardé en darme cuenta de que Eduardo había llegado muy bien acompañado por…. mi madre. Estaba deslumbrante con un vestido de noche corto, muy escotado por delante y por detrás, altos tacones y medias negras. Poco a poco se fueron dando cuenta todos de la presencia de aquella señora que estaba tan buena; y de su sorpresa por la edad de mi madre fueron pasando al asombro al ver lo que ocurría con ella.

Los chicos organizadores de la fiesta, conforme a lo que habrían pactado con Eduardo, se fueron turnando para bailar con mi madre. Lo de bailar es un decir, porque se pegaban a ella como lapas y la magreaban a placer. Las chicas se iban mosqueando porque de repente su pareja le decía: - Espera un momento que ahora vuelvo.

Y se iba a por mi madre a darse el lote con ella.

Así entre las miradas libidinosas de muchos chicos, el desprecio y la ojeriza de bastantes chicas y la indiferencia del resto, mi madre intentaba algo parecido a bailar mientras la cosa iba a más. Cada tanto alguno le traía una copa y se la tenía que beber. Los tipos cada vez más borrachos y calientes se propasaban más; Yo veía como uno se apretaba contra ella y descaradamente le metía las manos por debajo del vestido amasándole con las dos manos el culo y metiéndole el dedo en el ano.

El siguiente prefería pegarse por detrás y meterle la mano entren las piernas y sobarle las tetas por encima del vestido. Conforme mi madre iba perdiendo el control de si misma por las copas que le daban los chicos además de sobarla y magrearla montaban el espectáculo. Le levantaban el vestido por encima de la cintura para que todos viéramos sus muslos, sus nalgas y su diminuto tanga. Le abrían el escote para que se le vieran las tetas; y algunos se las chupaban o se las pellizaban. Yo jodido y humillado aguantaba las risas y comentarios de mis compañeros; pero a la vez me sentía cada vez más excitado.

Antes de que ella y algunos de los chicos no pudieran mantenerse en pie por la borrachera, se la llevaron a una pequeña habitación. Cuando después de un rato encontré un hueco entre otros chicos para asomarme, vi a mi madre completamente desnuda conservando solo las medias y los zapatos. Estaba arrodillada con la cabeza metida entre las piernas de un tipo que estaba comodamente sentado en el sillón con los pantalones bajados y las piernas abiertas.

La cabeza de mi madre subía y bajaba conforme sus labios recorrían de arriba abajo la pija del muchacho. Cuando el tipo se corrió después de un buen rato, se puso otro chico en su lugar: - Escupe la lefa zorra, que no quiero que me pringues la polla con la leche de otro. Y primero hazme un a paja con las tetas.

Aunque estaba de espaldas a mi veía como mi madre se ponía derecha y pegaba su pecho contra la verga y los huevos del tipo para abrazar con sus turgentes tetas el palpitante pedazo de carne que tía delante de ella.

Luego el tipo le dijo que comenzara a chupársela mientras le tocaba las tetas. Así después de un buen rato el tipo le dijo que le ofreciera las tetonas y, dándose el mismo los últimos meneos, se corrió sobre ellas. No pude ver más por un largo rato porque otros chicos querían también asomarse y mirar ya que la mamada solo era para el curso de los organizadores.

Cuando pude volver a asomarme, otro chico estaba de pie delante de mi madre que seguía rodillas. Ella se agarraba a sus piernas mientras el tipo la tenía agarrada por el pelo y empujaba su cabeza contra él a la vez que movía su pelvis, dándole así una tremenda follada de boca a mi madre.

Durante más de dos horas estuvo mi madre chupándosela a los 25 chicos de aquel curso. Muchos se entretenían antes o después en restregarle por la cara su pene y moviéndose de lado a lado azotaban su cara con la polla.

Pero cuando terminó de mamársela vino quizás lo peor. Para mí por lo menos.

Mis compañeros y yo oímos que querían hacer algo con ella en la habitación pero luego decidieron llevarla al salón grande para que disfrutáramos todos. Mientras la sentaban en una especie de diván o sofá los dos chicos que estaban a su lado le decían que ahora eran ellos los que la iban a hacer gozar.

Pronto llegó a mi el comentario de que lo que pretendían era ver cuantas veces eran capaces de hacerla correrse. Mi madre empezó a sentir las manos de varios chicos a la vez que la sobaban, labios que chupaban sus pezones y su clítoris, dedos que se metían en su concha y comenzó a retorcerse en el sofá gimiendo de placer, mientras que sintiendo vergüenza al verse objeto de todas la miradas suplicaba:

¡Dejadme, por favor!

Pero los chicos siguieron y tuvo su primer orgasmo.

Le abrían totalmente las piernas y metían sus hocicos volviéndose locos mientras lamían, chupaban y mordisqueban el clítoris, los labios de su concha y la cara interna de sus muslos

Unas manos eran sustituidas por otras, unos labios por otros y su cuerpo volvía una y otra vez a contraerse y responder al estímulo con un nuevo orgasmo. Así la tuvieron hasta que se acabó la fiesta. Fue una suerte para ella que el acuerdo al que había llegado Eduardo no incluyera que se la follaran.

Terminada la fiesta Eduardo me llamó para que juntos la lleváramos a casa. Esperaba con un coche un amigo suyo. Ya en el coche le dijo a mi madre:

- Bueno, Señora no es justo que usted lo haya pasado también y a mí no me haya dedicado ni un minuto en toda la fiesta,

Se bajó la cremallera del pantalón, se sacó la polla y, sujetando la cabeza de mi madre la hizo inclinarse hasta que sus labios toparon con su pija. Durante el corto trayecto mi madre se la chupaba mientras el tipo le tocaba las tetas o le subía el vestido para sobarle el culo.

Todavía estuvo unos minutos así, con el coche detenido delante de mi casa, hasta que Eduardo se corrió mientras le decía:

-Trágatelo todo, golfa, no vayas a entrar en tu casa con el vestido manchado.

Eran las seis de la madrugada. Mi madre como pudo se dio una ducha y se metió en la cama; mi padre no dijo ni palabra.

Era evidente que los dos aceptaban su papel con tal de seguir con su tren de vida. Yo en mi interior les perdí totalmente el respeto. Vivía con un cabrón cornudo y una grandísima puta. Sería bueno tomar nota de cara al futuro y ante mis compañeros.

Pero mientras tanto mi madre seguía siendo objeto de uso y explotación, ahora por parte del abuelo de Eduardo. Se ve que eso de llevar la voz cantante era cosa de familia; puesto que el viejo cabrón quería ser elegido presidente de un club de viejos como él.

Para asegurarse la elección buscó a los que se dejan sobornar y como aquellos viejos no les hacía demasiada falta el dinero les ofreció la posibilidad de tener para sus antojos a una hembra apetecible como mi madre.

Cada tarde al volver del colegio o estando yo ya en casa, venía un viejo baboso a follarse a mi madre. Decidí que si a ella no le importaba que yo supiera que era una puta yo no debía tener tantos miramientos. Así que sin tomar las precauciones de veces anteriores decidí abrir un poco la puerta, sin excederme, pero lo suficiente para observar todo.

Curiosamente los viejos pervertidos no ponían problema, incluso creo que a veces, se excedían en sus expresiones y en algunas cosas que hacían con mi madre, porque se calentaban más pensando que se estaban follando a una señora con su hijo mirando.

Ella la primera vez me reprendió pero me encaré con ella y no tuvo fuerza moral para imponerse a mí.

Aquellas escenas que presencié no se me borrarán jamás de la mente. Uno de los vejetes debía de estar obsesionado por los pechos grandes. Desde que entró en la habitación toda su atención fueron las hermosas ubres de mi madre. Una vez que se desnudaron el se tumbó en la cama e hizo que mi madre se sentara a horcajadas sobre él; siguiendo sus indicaciones mi madre se movía de izquierda a derecha y de arriba a bajo para que que sus melones se movieran a la vista del viejo. Lugo el tipo la ordenó que se los sopesara con las manos y se los estrujara ella misma.

Cuando ya su vista quedó satisfecha se sentaron los dos en la cama; él baboso colocado a la espalda de mi madre se abrazó a ella cogiéndole las tetas y estuvo más de medía hora amasándoselas y estrujándoselas brutalmente. Mi madre como podía echaba las manos atrás y le frotaba el pene. Satisfecho el tío del magreo que le había dado la tumbó sobre la cama, se sentó sobre ella y comenzó a follarle las tetas hasta que se corrió, llenándoselas de sus asquerosa lefa.

Otras veces vi como mi madre, después de dejarse magrear un buen rato, se debía afanar en chuparle la polla a aquellos viejos por más de media hora hasta que conseguía ponérsela dura para que se la metieran. Algunos de estos viejos cabrones eran unos sátiros que disfrutaban pellizcando sus blancas carnes y sobretodo sus tetas, pegándole dolorosos estirones a sus pezones.

Alguno quiso disfrutar al máximo de la ocasión y se le fue la mano con la viagra. Una tarde estando ya en casa se presentó un tipo delgaducho y bajito con cara de ancianito venerable pero cuyos ojos al mirar a mi madre se convirtieron en los del mismo diablo.

Cuando se desnudó vi que estaba terriblemente empalmado, hizo que mi madre le chupara la pija apenas unos minutos y luego abriéndole las piernas brutalmente comenzó a clavarla. El tipo se movió con una agilidad excesiva para su edad y en diez minutos se corrió.

Lo jodido para mi madre fue que después de descargar en su coñito, la verga del tipo seguía dura. El tipo quiso recrearse dejando que mi madre lo pajeara mientras recobraba fuerzas y cuando se sintió con ellas obligó a mi madre a ponerse boca abajo.

Mi madre aunque el abuelo de eduardo le había ordenado que accediera a todo lo que quisieran, se resistía un poco a que la penetraran analmente.

Ahora suplicaba a viejito cabrón:

- No me haga eso por favor. No me haga daño.

Pero como casi siempre era inútil. Ella alargó su mano hasta el cajón y sacó una cajita de crema que e sátiro uso para untarle el agujero de su hermoso culo. Luego el tipo apoyó la cabeza morada de su polla y comenzó a empujar recargándose sobre ella. A pesar de que ya le habían dado más veces por el culo y que el pene de l viejo era normal, mi madre dio un fuerte chillido y no paró de gemir y suplicar en todo el rato.

Cuando le hacían daño a mi madre, yo me calentaba mucho más y no podía aguantarme; entonces me hacía una paja sin esperar a ir a mi habitación. Esta vez, como otras desde que se percató, mi madre miró hacía la puerta y pudo darse cuenta de lo que hacía. Supongo que eso la jodía más; sabía que su dolor me daba un gran placer.

Y esta vez fue bien duro. El tipo se agotaba taladrando el estrecho orificio de mi madre, pero no terminaba de correrse. Se detenía y se echaba sobre mi madre, sobándola mientras se reponía y luego volvía al ataque. No se como ella pudo aguantar tanto rato la sodomización.

Finalmente el tipo bastante agotado optó por tumbarse en la cama boca arriba y dejar que mi madre cabalgase sobre su pija hasta que después de otro buen rato el tipo se derramó dentro de ella. Cuando el viejo se marchó ya agotado, y todavía medio empalmado, mi madre estaba con menos fuerzas que él. Había sido una tarde dura.

Pasaron los meses, con las visitas acostumbradas del abuelo y Eduardo, esperando éste su ansiado premio de fin de curso para lo que quedaban tres semanas. Pero un mañana Eduardo fue sacado del aula y le informaron de que su abuelo estaba muy mal. Por lo que decía la cosa no tenía solución. El, siempre tan chulito, ahora no hacía más que lamentarse de que se tendría que ir a vivir con su tía, que debía ser bastante rígida.

Durante las dos horas de clase que quedaban no hacía más que darle vueltas a la cabeza a una idea. Aquella tarde solo había una hora de educación física. Durante la comida me decidí y hablé con Eduardo. Me reí de él diciéndole que se le había acabado el chollo, que cuando mi madre se enterara de que su abuelo había palmado ya no le podría poner nadie las manos encima. Pero que esa tarde si aún no se había enterado era su última oportunidad de cogérsela. Y también la mía; porque el debía conseguir que mi madre accediese a follar conmigo también; sino yo haría saber a mi madre que el abuelo estaba a punto de morir.

La cosa no era fácil por que mi madre se resistiría a aceptar. Terminada la clase de educación física , que era la única que teníamos esa tarde, nos dirigimos los dos hacía mi casa. Eduardo me miraba mal, no nos podíamos ni ver pero nos necesitábamos, antes de entrar en mi casa fuimos a la de su abuelo, se dio en la cara con betadine y se puso una gasa y esparadrapo. Me dijo que le dejara hablar a él y que me limitara a seguir el cuento.

Cuando mi madre abrió la puerta, se mostró sorprendida al vernos a los dos juntos, y fijándose en Eduardo le preguntó:

¿Qué te ha pasado?

Ha pasado que yo estaba hablando de ti y tu hijo me ha insultado y ha insultado a mi abuelo delante de los compañeros. Le he llamado hijo de puta y nos hemos liado a puñetazos; me ha hecho un corte en el pómulo, y tu vas a pagar por esto.

Mi madre sabía lo que eso significaba y le dijo a Eduardo:

Bueno ven a mi habitación.

Eduardo entonces él le dijo que yo debía acompañarles.

¿Pero que estás diciendo, chico?

Mira, tu hijo no quiere aceptar que es un hijo de puta y para que ya no vuelva a tener ninguna duda he decidido que te folle.

¡ Eso, de ninguna manera!

Pues tendré que decirle a mi abuelo, lo que este cabrón a dicho de él. Ya sabes lo que le importa su buena imagen. Y entonces puede ser peor.

Mi madre reflexionó un momento y comenzó a caminar hacia su habitación seguida por nosotros.

Ya tenemos puta para nosotros solitos. Te lo vamos a hacer todo. Te vamos a matar a pollazos. Y tu, trata a tu madre como la puta que es ¡díselo!

Estaba deseándolo y liberar poco a poco la tensión que había en mi, el deseo brutal de follármela.

-Que ganas tenía de ti, puta. Ya verás lo que te voy a hacer.

Mi madre estaba asustada porque nuestras caras denotaban el ansia salvaje de poseerla, sabiendo que quizás era nuestra última ocasión. Comenzamos a girar a su alrededor, dándole azotes y pellizcos en el culo de vez en cuando. Ella me miraba sobretodo a mí porque mi actitud le parecía excesiva aún creyendo que lo hacía para complacer a Eduardo. El se acercó y la abrazó: - Vamos a calentarla un poco.

La magreamos a placer ya que solo llevaba puesto un vestido ligero sobre su ropa interior. Mientras le amasábamos las nalgas, le metíamos la lengua en la boca con furia. Sobre todo yo, quería explotar aquel cuerpo con tal avidez que casi la hice caer cuando le aferraba aquellos muslazos levantándoselos.

Nos desnudamos y nos sentamos en la cama para que ella nos hiciera un srtip-tress, que a pesar de ser tosco, porque ella estaba nerviosa y avergonzada, nos volvió locos. Ella miraba como se levantaban nuestras dos vergas, mientras nosotros la recorríamos con los ojos de arriba abajo. Sus grandes pechos subían y bajaban por su agitada respiración y los miraban con deleite. Me parecía que no podría abarcar con mis manos el inmenso territorio de sus carnes blancas, firmes y suaves. Aquellos muslos y nalgas, aquella espalda la hubiera querido disfrutar de un solo estrujón. Me sentía como un lobo hambriento.

Seguramente a Eduardo experimentaba un deseo tan brutal como el mío. Por eso decidió que la quería toda en exclusiva para él primero y que nos la follaríamos por turno. La tumbó en la cama y echado sobre ella comenzó a disfrutar de sus senos. Los manoseaba , los estrujaba con saña, le estiraba los pezones y la mordía. Mi madre comenzó a gemir y luego a gritar. Le suplicaba:

- No me hagas eso que me duele mucho.

- Cuando esté harto de ellas ya aprenderé a sobártelas más suave.

Pero a pesar de todo su cuerpo se iba calentando en medio de la vergüenza y los nervios. Eduardo buscó su entrepierna, comenzó a manosear y morder sin hacer demasiado daño la parte interna de sus muslos, que lo volvían loco por su suavidad. Luego buscó los labios de su vulva y le comió la concha a placer guiado por sus gemidos hasta que ella comenzó a mover su cadera.

- Te la voy a meter ya, porque de lo puta que eres me vas a hacer correr.

Se la colocó en el coño y empujó, escuchando aquel grito gutural, que le salio a mi madre de lo más hondo, cuando recibió aquella tranca. El goce que le daba la polla la compensaba con creces del desagrado que sentía al verme allí esperando mi turno. Aquel cabrón tenía una tremenda agilidad, que le permitía disfrutar de la espalda y las nalgas de mi madre con sus manos, sin perder el ritmo del bombeo moviendo con frenesí su pelvis. La mordía en los labios y el cuello cubriéndola de babas. De pronto sintió como ella le tiraba de los pelos de la cabeza a la vez que movía su cadera saliéndole al encuentro de cada embestida: -Aaaay, Aaaaay .

La muy puta se estaba corriendo y eso le hizo acabar a él también después de veinte minutos de bombeo. Esperó un poco echado sobre ella y luego se puso de rodillas sobre la para contemplar aquella hembra que acababa de follarse a placer. Luego me miró a mí y me dijo: - Fóllate a esta putona con ganas.

Sin dejarla reponerse le pedí que me hiciera una mamada; ella me miró con los ojos abiertos como platos y comenzó a chupar. Cuando me cogió la polla con la mano y sentí sus labios rozando mi glande me estremecí sintiendo temblar todo mi cuerpo; pero no podía permitir que ella percibiese en mí ningún tipo de debilidad así que le espeté: - Vaya, si no le da asco. Claro como se la chupas todos los días a esos viejos cabrones.

Estuve un rato disfrutando como mi polla se enterraba en esa boca hasta los huevos y, para no correrme, la sacaba y le daba golpes en la cara como había visto hacerle alguna vez. Cuando la tuve bien lubricada, la tumbé en la cama me senté sobre ella y se la puse entre las tetas; y apretándoselas con fuerza se las follé a destajo. Le daba unos empellones tremendos. Creo que así le quemaban aquellos globos de carne.

Por la erección de los pezones me di cuenta de que mamá estaba otra vez caliente y me dispuse a penetrarla. Le levanté las piernas y las apoyé sobre mi pecho; Lo había visto hacer a algún viejo y así pude disfrutar de aquellas piernotas que tanto me gustaban y poder ver como se meneaban sus tetas, como los flanes, a cada acometida de mi pija. Las manos de mi madre crispadas sobre la sábana delataron un nuevo orgasmo y yo pude disfrutar de aquel rostro desencajado por el placer antes de que mi polla descargara con un tremendo espasmo: -Vas a quedar bien llena, so zorra.

Tan pronto como me retiré se montó Eduardo e hizo que también se la chupara; luego la puso a cuatro patas penetrando su concha por detrás, para poder amasar a placer sus nalgas y disfrutar de su espalda que tanto le excitaba. Estuvo dándole más de media hora mientras sus gemidos y súplicas se hacían constantes, ante las tremendas sacudidas que le daba . A veces sus manos se asían con fuerza al colchón y nosotros interpretabamos que se estaba corriendo: - Pero que guarra eres, como vas a poner la cama.

Por fin aferrado a su cadera vertió en su interior otro chorro de lefa: -Esta noche la dejamos preñada Ricardo. Yo sin cambiarla de postura se coloqué detrás de ella . Pero entonces Eduardo me dijo: - Me haría ilusión que fuera mío así que vas a tener que darle por el culo.

Ella comenzó a suplicar y llorar, y como intentó retirarse le pedí a Eduardo que la sujetase por los hombros y yo comencé a azotarla las nalgas y los muslos con fuerza hasta que se quedó quieta. Lubriqué mi polla en su coño pringoso, mientras le preparaba el agujero del culo untándola con esos pringues y escupitajos.



Luego miré con fruición aquel culazo y separándole los cachetes apoyé la cabezota morada de mi verga y comencé a abrir camino. Ella daba manotazos al colchón mientras yo continuaba avanzando disfrutando del boquete que poco a poco le iba abriendo. Cuando sentí en mis cojones la calidez y suavidad de las nalgas, empecé a moverme cada vez con más rapidez , según el culo de mamá se acomodaba a aquel huesped no deseado.

- Acaba ya cabrón y sácame eso.

- Te lo sacaré cuando te halla roto el culo ramera.

Un buen rato después mi caliente leche llenaba sus entrañas.

Estaba agotada pero no le dimos descanso, y mientras nosotros nos recuperábamos tumbados, la obligamos a pajearnos con sus tetas y a chupárnosla. Cuando las tuvimos otra vez duras Eduardo ideó un final de puta madre. Me tumbé en la cama y mi madre se montó sobre mí clavándose mi pija. Eduardo de acomodó detrás y se la metío por el culo. Los dos empezamos a empujar y mi madre a bramar como una desesperada. Me volvía loco ver su cara desencajada por el dolor, y tal vez por el placer, mientras sus hermosas tetas se bamboleaban ante mi.

Aquellos gritos de dolor que tantas pajas habían provocado sonaban como la mejor música a pocos centímetros de mis oidos. Aquello me excitaba salvajemente; y a pesar de tener casi los dos cuerpos sobre mí, tenía fuerza para darle con mi pelvis unos buenos empellones a aquel cuerpazo que me había parido. Cuando me corrí temblaba como si tuviera cuarenta de fiebre.

Consciente de que lo que había hecho era muy gordo no salí ya de mi habitación hasta el día siguiente. Marché al colegió y a la vuelta me encontré con que mis padres sabían que el viejo estaba moribundo ya desde el día anterior. Mi madre intuyó el engaño y cuando llegué fue a casa del viejo a ver si estaba Eduardo. El estaba acompañado de su tía recogiendo algunas cosas para irse con ella; en su cara no había ni esparadrapo ni señal alguna de nada.

Sentí abrirse la puerta de mi habitación y me volví en la silla. Mi madre estaba ya sobre mí y me arreó un bofetón descomunal:

Tiene razón ese cabrón de Eduardo. ¡Eres un grandísimo hijo de puta!

Si no fuera por mi padre ya me había echado de casa. Me las está haciendo pasar muy putas.
 
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