"Molinos" Carcel de menores

gantz265

Pajillero
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CARCEL DE MENORES: MADRE REHABILITADORA …A LA FUERZA.


La sentencia del tribunal nos dejó consternados; los jueces querían cortar por lo sano y atajar la violencia de los grupos juveniles xenófobos y ultraderechistas. Mi hijo Jaime de 17 años debía ingresar durante tres años y medio en una carcel de menores; el abogado nos dijo que era excesivo pero que lo que se buscaba era escarmentar a los jóvenes para que no se integraran en ese tipo de grupos.


Su padre y yo lo acompañamos al centro de internamiento; lo que percibimos fue desasosegador: ni los gestos ni las miradas de los suspuestos educadores-vigilantes y de los otros muchachos hacían concebir esperanzas. Yo me sentí molesta por la forma en que unos y otros me miraron; incluso pude oir como uno de los funcionarios comentaba a otro:


- Joder que buena está la madre del pijito-nazi.


Mi marido y yo entendimos que en ese ambiente ningún beneficio educativo o corrector de conducta sacaría nuestro hijo. Más bien saldría de allí un ser más destrozado y quizás más inhumano. La primera visita me lo confirmó: cuando pasé a la sala de visitas pude ver los tipos y las caras más variados, en su mayoría inquietantes; luego las palabras de mi hijo me hizo conocerlos. Había allí muchos chicos inmigrantes mayoritariamente marroquíes, algunos latinoamericanos y subsaharianos y bastantes españoles. La vida no les había dado ninguna oportunidad, en general, y había sacado lo peor de cada uno.


Mi hijo me contaba como circulaba la droga, como había malos tratos de unos a otros, violaciones etc. A todo ello los funcionarios hacían la vista gorda si entendían que permitirlo les traía menos complicaciones que reprimirlo.


Mama, fíjate como te miran.


La verdad es que me dio miedo sostener la mirada de algunos muchachos que de hito en hito, mientras conversaban con la persona que los visitaba, me miraban insistentemente. Mientras conducía de vuelta a casa me di cuenta de que a aquellos chicos enjaulados les impactaba mi manera de vestir elegante y algo sexy , pues a mis 38 años años mis formas de hembra maciza y mi melena rubia debía excitarlos mucho dada su situación. Estaba acostumbrada a que en el hospital donde trabajaba en los laboratorios, mis compañeros médicos me dedicaran miradas libidinosas; pero lo que percibí en sus ojos era más fuerte que cualquier burrada que hubiera escuchado antes.


Cuando regresé el sábado siguiente mi hijo temblaba mientras me contaba lo que había soportado y sufrido, estaba aterrorizado y sus palabras me acongojaron a mi.


Algunos de los que me habían visto el día anterior habían propalado lo buena que estaba la madre de "Jaimito", como le llamaban, eso llegó a oídos de los capos de la carcel, lo peor de lo peor, tipos a los que nadie visitaba, carentes de todo afecto humano. Después de preguntarle marranadas sobre como follaba, si me había visto desnuda etc; hicieron venir a un pobre desgraciado del que hacían lo que querían y lo violaron unos cuantos, mientras el pobre infeliz aullaba de dolor. Cuando llegó el funcionario allí no había pasado nada y el vigilante se marchó sabiendo lo que dejaba a sus espaldas.


- Bueno chaval, pues esto que has visto no es nada comparado con lo que te vamos a hacer si tu mamita no colabora a nuestra "rehabilitación".


Mi hijo se despidió con los ojos nublados:


- Mama antes de irte tienes que hablar con el Fiti que está ahí esperando.


Se levantó y al salir se cruzó un muchacho, al que el vigilante hizo ademán de impedir el paso.


- Quieres que te monte esta noche una movida del copón?


Eso bastó para que el funcionario retrocediera. Se acercó a mí y se sentó en frente. A pesar de tener la edad de mi hijo sus hundidos ojos , su aspecto, eran los de un viejo, viejo como el demonio, como el pecado, como la lujuria. No había más vida en ellos que la excitación y la malicia.


Sus palabras no dejaron lugar a dudas y el miedo por mi hijo no me dejaba salida, no podía contar con los funcionarios, estaba sola ante aquella realidad. Me dirigí al funcionario que estaba presente y el me acompañó, después del turno de las visitas, ante el educador jefe. Había con él otro funcionario:


Mire, creo que los muchachos que están con mi hijo necesitan un trato humano; he pensado que unos ratos de conversación con ellos les haría bien , que ellos puedan hablar conmigo como con su madre, o hermana o amiga, que no tienen.


Intentaba ser lo más convincente posible:


Si usted facilitara una sala donde poder hablar en grupo ellos y yo sin que se sintieran vigilados, sería de gran ayuda.


Los tres se miraron y el vigilante de las visitas dijo:


- Quizás sea bueno, el Fiti es uno de los interesados.


Se sonrieron y me miraron desvergonzadamente:


Me parece una buena experiencia, haré lo posible para que el sábado pueda usted empezar.


El Sábado siguiente me esperaba sonriente el educador en la recepción del centro:


Buenos días Señora, puede comenzar hoy las sesiones. He pensado que nada mejor para que ellos se sientan a gusto que usted charle con ellos en su medio, donde se sienten, en cierta manera, en su casa. He autorizado que se reunan en la habitación de su hijo. Ya me contará como ha ido todo.


Mientras me hablaba me miraba de arriba a bajo y yo leía en sus ojos y sonrisa cínica:


- Que mejor te puede venir que las cuatro literas según vas vestida.


Instintivamente me intente estirar la corta falda que llevaba a mitad de los muslos. Agaché la cabeza avergonzada y seguí a un funcionario.


Mientras caminaba observaba como los demás funcionarios me miraban y hacían comentarios; uno lo oí claramente:


- A esta la van a "insertar" y "reinsertar" de cojones.


Cuando entré en el corredor de las habitaciones los ojos de los muchachos se asomaban a sus puertas fuera de sí por la excitación que sentían sabiendo lo que me aguardaba.


Llegué a la habitación de mi hijo, entré dentro; había seís muchachos con él, uno de ellos el Fití.


Venga Jaime dale un beso a tu mama y date una vuelta por ahí que ya ha visto que estás muy bien.


Apenas se cerró la puerta y el Fiti me espetó:


Tenemos solo dos horas y queremos llegar pronto a un trato personal profundo; y como un gesto vale más que mil palabras, haznos un buen strip-tease mientras nos desnudamos como la zorra que eres.


Comencé a quitarme la chaqueta y la blusa mientras ellos clavaban sus ojos en mis grandes senos cuyos pezones se veían atraves de la fina tela del sujetador color carne.


Mientras yo no podía evitar mirar con asco los cuerpos de aquellos pervertidos. Tanto los dos chicos españoles como los dos muchachos marroquíes estaban muy flacos, casi escualidos.


Me aterró el ver numerosas marcas de pinchazos en diversas partes de su cuerpos. Unos restos de polvillo blanco en una mesita me daba entender que se acababan de meter unas "rayas". Los otros dos muchachos un hispano y un subsahariano no hablaban, eran de complexión fuerte, el hispano un poco gordito y con la cara llena de granos y espinillas. Todos se pajeaban mientras yo seguía desnudándome.


Mientras me quitaba la minifalda y dejaba ver mis espléndidos muslos enfundados en unas finas medias también de color carne, escuchaba sus comentarios. Su voz no era fuerte, no chillaban, no les quedaban muchas fuerzas y la excitación que les producía mi cuerpo y la cocaína esnifada, querían concentrarla en su entrepierna. Cuando soltaba los tirantes del liguero para poder quitarme el tanga y dejé ver mi peludo coño rubio, notaba su agitada respiración. Cuando mis turgentes pechos fueron liberados observé sus caras y solo acertaban a mascullar:


Joder que tetas!


Luego, como si estuvieran agotados por la excitación, se sentaron en las literas y me hicieron pasearme por la habitación para contemplar como mis gluteos generosos en sus formas y volumen, le meneaban sobre mis piernas modeladas por los zapatos de tacón alto:


- La Puta que la parió ¡Que culo tiene!


El Fiti respiró hondo se puso de pie y los otros cinco a su lado:


Bueno zorra ya estamos ciegos, ahora vas a moverte deprisa para aprovechar bien el tiempo.


Me hizo poner de rodillas y mamarles la polla a los seis; mientras le mamaba a uno pajeaba a los dos que tenía al lado, así todos por turno. Al que se la mamaba me sujetaba la cabeza mientras se movía como un poseso golpeando mi mentón con sus bolas. Las pollas de los flacos eran normales, pero las otras dos eran muy gordas. Les encantaba ver mi dificultad para comérmelas. Tal vez por eso los habían invitado.


Después que les dí dos pasadas me tumbaron en una litera, atravesada, con el culo apoyado en el borde. El Fití me abrió de piernas y me la clavó mientras los dos marroquíes me mordían y mamaban las tetas, uno a cada lado, a la vez que yo los pajeaba. Las embestidas del pervertido drogata eran tremendas, parecía que su delgado cuerpo quisiera entrar detrás de su verga dentro de mí. El castigo se hacía duro por los apretones , manoseos y mordisco que le daban a mis pechos ; mientras yo me agotaba moviendo mis manos sobre sus vergas. Los moritos estaban en la gloria:


- Que rica paja haces mujer con manos blanquitas.


El Fiti se corrió en mi húmedo chocho, que no podía ser insensible a la follada que me estaba dando, pero no podía ser disfrute porque me atenazaba el miedo de que aquella espesa leche llevara el veneno del sida o sabe Dios qué.


En seguida los dos marroquíes y el otro español de colocaron entre mis piernas, bombeando como fieras, mientras mis brazos y muñecas me dolían de cansancio al deslizar mis manos una y otra vez sobre las vergas.


Cuando los cuatro terminaron de follarme y magrear mis tetas, iniciaron el periodo de recuperación y excitación, pasando a ser protagonistas los otros dos. El Fiti dejó libres al negro y al hispano para que me manosearan y chuparan todo el cuerpo, dándoles así un buen espectáculo. Luego les indicó que me pusieran a cuatro patas y mientras uno me bombeaba a gusto el chocho por detrás amasando mis nalgas y dándole cachetazos, el otro me follaba la boca mientras yo le masajeba sus gluteos y el se se aferraba a mis tetas. Antes de que se corrieran les hizo cambiar los puestos y cuando me habían bombeado un buen rato y cuando ya pensaba que se iban a venir en mi coño y en mi boca dio una vuelta de tuerca.


- Negro túmbate debajo de la litera!


El muchacho se tumbó de tal manera que yo me sentara y clavara sobre su verga a la vez , para inclinarme hacía adelante y meter mi cabeza entre las piernas del Fiti a mamarle su todavía flácida pija ( era evidente que se mataba a pajas aquel cabrón salido). El negro se movía suavemente como si esperara algo y eso llegó:


Ahora mamita te voy a llenar esa concha de puta que tienes.


Aquello era demasiado , el hispano colocaba su gruesa polla junto a la del negro y empujada causándome un gran dolor al dilatarse tremendamente mi vagina.


Intenté suplicar pero me sujetó la cabeza entre sus piernas y se me saltaron las lágrimas por el dolor. Cada vez las pollas entraban juntas más adentro, y yo observaba de reojo las caras ávidas de aquellos pervertidos, que me miraban deleitándose con el destrozo que me estaban haciendo. Todo mi cuerpo estaba al límite. El muchacho negro me apretaba con fuerza las nalgas mientras el hispano se aferraba a mis tetas para mantener el equilibrio y embestir con más fuerza ; los otros me hicieron agarrarles las pollas mientras buscaban un pedazo de mi blanca piel para disfrutar.


Las embestidas se hicieron atroces cuando los dos que me follaban se vinieron dentro de mi casi simultáneamente.


No me dieron tregua, los dos que acababan de follarme se sentaron en la litera y el Fití me ordenó que chupara sus gruesas pollas que no habían pedido toda su hinchazón. Cuando estaba engullendo aquella vergota negra sentí que varias manos se ponían en mi cintura, luego unos dedos que subían de la raja del chocho y se detenían en el agujero del culo, metiendo primero uno y luego dos dedos. Ellos percibieron mi temblor efecto del pánico que sentía sabiendo lo que iban a hacerme. Fití apoyó su verga y empezó, poco a poco a meterla, yo seguía estremeciéndome y él llegaba hasta el fondo luego tomó ritmo cada vez más violento mientras yo apenas podía mascullar mi dolor ahogada mi boca por aquel pollón negro. Me rompió toda y se corrió agitándose y luego desplomándose exhausto sobre mí.


La operación se repitió cuatro veces mientras yo me alternaba en la polla del hispano y la del negro. Me hizo mucho daño uno de los marroquíes que se movía en circulo sobre mi culo mientras me clavaba y pellizcaba mis nalgas y tetas diciendo:


- Tú mujer: muy puta, muy puta.


Luego se volvieron a sentar los cuatro en las literas y tomaron posesión de mí a la vez el negro en mi chocho y el hispano en mi culo alternando sus embestidas haciendo que mi cuerpo temblara de atrás a delante cada vez más rapidamente mientras ellos hacían comentarios sobre como temblaban mis carnes y rebotaban mis tetas. Esta vez los dos tardaron más y dieron tiempo a que los otros se empalmaran y puestos de pie se pajearan intentando correrse. Tres lo hicieron poco después de que el chico negro me llenara el culo y el hispano la concha.


Pero quedaba lo que quizás fue más desagradable para mi. Uno de los marroquíes no consiguió correrse con la paja y cuando todos se sentaron el me hizo tumbar en la litera de arriba y echado sobre mi comenzó a follarme en la postura de misionera y a besarme en la boca como si fuera su mujer. Ver sus ojos que casi se metían en los míos mientras su lengua llenaba mi boca; sentir a la vez ese manoseo suave en mis pechos y sus manos recorriendo mi espalda mientras me follaba despacio, me resultó más desagradable que otras cosas sin duda más duras. Cuando se corrió sonrió satisfecho, los otros ya no estaban . Afuera oí a mi hijo que se esforzaba porque nadie abriera la puerta y me viera.


Te vamos a partir la cara niñato.


El Fiti le protegió a su manera:


Vale dejar al chaval, si va a ver terapia todos los sábados.


Recompuse mi aspecto como pude y salí de la habitación recorriendo el pasillo entre las miradas de aquellos muchachos que aquella noche se iban a pajear bestialmente pensando en lo que sus compañeros me habían hecho y ellos pensaban hacerme. Los funcionarios me miraban complacidos porque aquella noche no habría movida y también podrían pajearse. Yo no sabía que la destrucción del sistema era tal que también aquella noche mi hijo se pajearía recordando lo que había visto por la mirilla de la puerta mientras evitaba que nadie más entrara en la habitación.




CARCEL DE MENORES (2) : MADRE EMPUTECIDA.


En "Carcel de Menores: Madre Rehabilitadora…a la fuerza" una madre contaba lo que se vio obligada a hacer para preservar a su hijo de los abusos propios de esos centros. En esta segunda parte sigue contando su experiencia en aquel infierno.





Las semanas fueron transcurriendo. En cada visita de fin de semana sabía que me esperaba ese degenerado de Fiti con tres o cuatro muchachos más: negros, moros, algún latinoamericano, gitano y otros muchachos como mi hijo. Los había cabrones y degenerados como el Fiti, que buscaban destrozarme y hacerme sentir dolor mientras me follaban; y otros que simplemente se volvían locos dándome polla hasta saciar las infinitas y atrasadas ganas de hembra.





Aprendí a soportar sesiones maratonianas en las que aquellos incansables muchachos me perforaban el culo en unas acometidas brutales que parecían interminables. Ante mis ojos y por mi boca pasaron todo tipo de pijas; largas como para atragantarme, gordas que apenas me cabían en la comisura de los labios. Generalmente sucias, con resto de la lefa en sus prepucios por falta de higiene.


También me hice experta en saber lo que me esperaba con solo ver aparecer a los muchachos en la puerta. Había algunos que daba miedo mirarlos a los ojos; y lo que venía después lo corroboraba con creces. Mis pechos y mis nalgas sufrieron lo que no está en los escritos.


En las horas que duraba la visita apenas tenía descanso entre unos y otros. Lo que más me mortificaba era saber que mi hijo presenciaba los abusos que sufría a escondidas y que, en las pocas palabras que cambiábamos, no manifestaba ningún tipo de desagrado o pena por lo que me sucedía.


Por otra parte, cada vez era más humillante para mi soportar las miradas, risitas y comentarios en baja voz de los funcionarios de la prisión, que me recibían, me abrían las puertas y me acompañaban hasta la habitación de mi hijo. Se les notaba en la cara como disfrutaban viendo llegar a la señora rica, bien maquillada, elegante y distinguida, pero con una minifalda que dejaba ver en toda su extensión mis piernas y muslos, cuidadosamente moldeados en el gimnasio.


Desde que me veían bajar de mi coche hasta que me dejaban ante la habitación-celda de mi hijo, no dejaban de mirarme de arriba a bajo particularmente las piernas. Conforme avanzaba por los pasillos y me franqueaban las puertas notaba como, mientras clavaban sus ojos en el meneo de mi trasero al andar, pensaban: " ahí va esa yegua a que la monten unos cuantos potros calientes".


Cada fin de semana notaba como me iban perdiendo el respeto y no se cortaban en hacer comentarios groseros que poco a poco se hicieron más audibles; hasta que un día, uno que había llegado hacía poco, al abrirme la última puerta dijo delante de los chicos que me esperaban: - Llegó la hora feliz chavales!


Me volví hacía él para plantarle cara; pero su la mirada y la de otros dos vigilantes que se reían mientras se tocaban la entrepierna me hicieron bajar la cabeza de vergüenza y humillación. Me sentía poco más o menos que una puta callejera a la que los tíos miran y observan mientras viene un cliente a follársela o se deciden a llevársela a algún garito infame para tirársela.






Al siguiente fin de semana el nuevo vigilante dio una vuelta de tuerca. Me acompañó como siempre hasta la habitación de mi hijo; pero en vez de marcharse, pude ver como permanecía observando desde la pequeña ventanilla de la puerta lo que me hacían los chicos; en varios momentos la expresión de su rostro denotaba que se estaba masturbando mientras yo sufría los abusos.


Dos sábados después otro vigilante, en vez de llevarme a la habitación de mi hijo, me condujo a un despacho. Se le notaba nervioso, como si no le gustara aquello. Cuando me abrió la puerta vi que estaban dentro el Fiti y el nuevo vigilante. Fiti se acercó a mi y, mientras me sujetaba la cara con la mano, me dijo :


Este como si fuera yo.


Comprendí que de momento no podía hacer otra cosa que obedecer. Me dijo que me desnudara y que le mamara la verga al funcionario. Me quite la ropa quedándome solo con las medias y los zapatos. Cuando me acerqué a él me puso de rodillas y apretó mi cabeza contra su vientre metiendo todo su pene hasta llegar a mi garganta haciéndome daño. Cuando se cansó me hizo subir a un viejo sofá y me penetró brutalmente.


Estuvo bombeando un rato y luego decidió metérmela por el culo. Introdujo su pene sin dejarme ponerme un poco de crema que traía en mi bolso. Me hizo un daño horrible pues me penetró de golpe. Me mordí los labios para no llorar. Mientras me follaba no paraba de decirme las ganas que siempre había tenido de follarme y lo que le gustaba mi culo tan apretadito. Unos minutos más tarde se corrió. Estaba sudoroso. Se tumbó boca arriba y me dijo que le limpiara su pene con la lengua. Aguanté el asco y chupé su pene hasta limpiarlo del todo.


Luego, mientras con una mano me pellizcaba los pezones, invitó a Fiti a darme caña y el degenerado me proporcionó una de sus deasgradables sesiones. Luego con gran cinismo llamó al otro vigilante para que me llevara a la habitación de mi hijo.


-No quiero privar a los chicos de su extraordinaria labor terapéutica.


Era claro que ni él ni Fiti querían tener problemas con los muchachos. Aunque fuera un poco más rápido aquella tarde, cuatro chicos me podrían echar un polvo.






Tres semanas después me encontré con una nueva sorpresa. Esta vez fue el nuevo funcionario quien me llevó él mismo al despacho. Me hizo pasar y me presentó a uno de los vigilantes que ya conocía, era el más viejo de todos, de unos 54 años. Se acercó y me dio un beso en la boca mientras me sobaba los pechos. El vigilante nuevo me explicó con sorna que los chicos le querían dar una sorpresa en su cumpleaños a aquel veterano funcionario, por lo bien que se había portado con ellos; o sea yo, para hacer lo que quisiera. Me desabrochó la blusa y continuó sobándome los pechos.


Me dijeron que me desnudara y me ordenaron chuparles sus penes alternativamente. Luego me indicaron que me tumbara sobre el viejo sofá y se entretuvieron en magrearme, pellizcarme las tetas y meterme los dedos en la vagina hasta que consiguieron ponerme húmeda. Me pusieron a cuatro patas y uno introdujo su pene en mi boca y el otro en mi ano. Se reían mientras intentaban acompasar sus embestidas para hacer más fuerza aún. Cambiaron sus posiciones varias veces hasta que se corrieron casi al mismo tiempo.


Hicieron que bailara desnuda delante de ellos mientras hacían comentarios groseros. Cuando estuvieron repuestos y de nuevo sus penes estaban bien erectos. El más joven se tumbó sobre el sofá y me indicó que me subiera. Al mismo tiempo el otro me penetraba por detrás. Intentaba moverme a su ritmo. Cambiaron de posición. Pellizcaban mis pechos, me daban palmadas en mi culo y me decían que me moviera más. Hacía lo que podía y lo que el dolor me permitía hasta que un buen rato después terminaron en mi interior.


Después se vistieron y como me temía me llevó a la celda de mi hijo para que a cuatro muchachitos salidos no les faltara su ración de carne aunque fuera algo reducida.






Tres semanas después la experiencia fue terriblemente humillante. El nuevo vigilante me condujo por una zona de la carcel que no conocía. Después de pasar por dos largos corredores llegamos a una sala que debía ser de recreación de lo presos, pues había entre otras cosas una televisión. Para mi sorpresa en la sala había más de veinte chicos.


El tipo me explicó cínicamente;


Ahora, Señora, se trata de hacer una terapia de rehabilitación más extensiva.


Hizo una señal y cuatro chicos se acercaron a una mesa donde ya estaba el Fiti y en la que había un tapete y cartas poker. El vigilante comenzó a desnudarse y los otros chicos hicieron lo propio y, una vez desnudos se sentaron a la mesa. Todos los que estaban en la sala me miraron con sonrisas e hicieron algunos comentarios groseros. En esos momentos llamaron a la puerta y apareció el viejo funcionario con otros tres chicos portando botellas de whisky, cervezas, una cubitera y algunos vasos. El tipo les hizo un giño a todos y le dijo a su compañero:


-Tranquilo, que yo me encargo de que por aquí no pase nadie en toda la tarde.


Cuando se cerró la puerta el nuevo vigilante me dijo que mi misión era que ningún vaso estuviera vacío durante la partida de cartas y "atender" a todos en lo que quisieran sin rechistar. La partida era por eliminación de modo que el que perdía debía dejar su puesto a otro. Me dio un pequeño delantal blanco y me dijo que me quitara la ropa y que tan solo llevara puesto el delantal. . Apenas me llegaba a tapar por delante dejando absolutamente al aire mi espalda y culo. Me imaginaba la impresión que causaría en todos aquellos muchachos. Y me sentía avergonzada al estar denuda delante de tantos chicos a la vez.


Ya estaban todos sentados en torno a la mesa redonda. Uno levantó su vaso para que le pusiera un par de cubitos. Al acercarme metió su mano por detrás hasta mi sexo. Me abrió las piernas y metió sus dedos en mi vagina. Comentó que estaba caliente y dijo que empezaran sin él. Me tumbó un sofá, se bajó los pantalones y comenzó a follarme con un ritmo rápido. Pronto se corrió volviendo a la mesa con los demás. Los otros se metieron con él y uno propuso que durante un rato ninguno se moviera de la partida y que yo podía atenderles bajo la mesa.


Sin apenas darme tiempo a limpiarme el semen de mi vagina me ordenaron meterme bajo la mesa no sin antes rellenar los vasos. Durante una hora estuve bajo la mesa chupándoles a todos sus penes. Todos se corrieron en mi boca, algunos varias veces. Les pedí que me dejaran salir porque me dolían mucho las rodillas. Entre risotadas me dejaron salir para que rellenara sus vasos. Cuando todo estuvo repuesto, el Fiti me llevó a una mesa haciendo que me acostara sobre ella quedando mis pies sobre el suelo.


Separó mis pies. En esa postura tenía mis orificios a su disposición. Sin dudarlo me tomó de las caderas y me penetró analmente. Di un grito pues me había hecho mucho daño. Sin inmutarse siguió follándome hasta que se corrió. Cuando se retiró intenté incorporarme pero otro de ellos empujó mi espalda y me dijo que le encantaba esa postura. Me penetró vaginalmente mientras me sujetaba por las caderas. Uno tras otro fueron follándome durante mucho rato por ambos orificios.


Algunos tardaron bastante pues ya se habían corrido dos o tres veces en mi boca cuando estuve bajo la mesa. Solo se detuvieron cuando se les acabó la bebida. Chorreando semen por las piernas, pues no me permitían limpiarme, volví a rellenar los vasos. Uno de ellos comentó que yo tenía el culo irritado y "que me iba a aliviar". Me llevó a la otra mesa de nuevo y me fue introduciendo cubitos redondos de hielo por el culo y vagina. El frío de los hielos hizo que me doliera aún más toda la zona pero no me permitió incorporarme.


Así pasaron las horas jugando a las cartas y follándome sucesivamente. Finalmente se olvidaron de las cartas y se dedicaron a follarme por parejas o tríos al mismo tiempo, mientras los demás los jaleban y me decían todo tipo de burradas. Comentaban entre risotadas el aguante que yo tenía y lo bien que follaba. Cuando acabó todo me vestí como pude; estaba totalmente dolorida por las numerosísimas penetraciones y las posturas en que me habían follado.


Pero lo peor fue comprobar, cuando ya los chicos abandonaban la sala, que entre ellos, escondido, había estado mi hijo, que estaba totalmente borracho y que tenía una gran manchan en su pantalón en torno a la bragueta. Me miró con ojos turbios y supé que había estado a punto de haber sido violada por mi hijo.
 
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