Mis Fantasías Revivieron en las Vacaciones 02

heranlu

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La indiferencia, o más bien el tono maternal de esa última frase me sacó de onda. Regresó la vergüenza, tal vez, pensé, me imaginé algo que no debía.



Apareció otro tema trivial, algunos recuerdos de mi infancia. Yo estaba muy confundido, estaba ahí sentado junto a mi madre, sintiéndome el peor de los pervertidos…Después de un breve silencio, que mi madre aprovechó para tomarse el resto de una cerveza, y después de meditar un poco las palabras que iba a usar, dijo:



- Xavi, tengo que decirte algo que me ha estado dando vueltas en la cabeza todo él día- me tenía acorralado en el sillón, y aunque escaparme hubiera sido patético, no lo dudaría un momento según el rumbo de la conversación.

- Ma, yo…- Me interrumpió con gesto conciliador, me dio unas palmaditas en la pierna como si fuéramos a tratar el asunto como adultos, y dejó su mano sobre mí cerrándome el acceso de escape.

dime, ¿qué pasó hoy en la alberca?- estaba ya muy cerca, creo que pudo escuchar el latir de mi corazón apresurado, a punto de reventar, mientras su mano que estaba posada sobre mi pierna empezó a moverse, provocando una caricia.

Nada, nada... bueno, tu viste que pasó. Le dije nervioso como nunca.

¿y cómo te sientes?

Mal.

¿mal?

Bueno, avergonzado.

¿si? ¿te digo la verdad?, digo, tu y yo siempre hemos podido hablar sinceramente, ¿no es cierto?- su mano se detuvo en mi muslo, cerca de mi verga que cada momento se hinchaba más.

Estaba fascinada con el masaje, como soñando; y cuando sentí el roce de tu miembro... bueno, me electricé. Me sentí muy rara, no sabía que hacer o que decir... por un lado se me hizo confuso el hecho de que mi hijo se excitara tocándome, pero por otro, me gusto...

¿si?- le pregunté helado por la sorpresa. El calor de su mano suave sobre mi pierna y la sensación de sus senos estremecidos por su respiración agitada tan cerca me estaban volviendo loco.

Sí. Me encantó la idea de poder excitarte, dime una cosa, ¿te masturbaste después?

No- conteste titubeante. Me miró con una sonrisa incrédula.

Xavier… quedamos que íbamos ha hablar sinceramente, dime, ¿te masturbaste?

Sí- respondí un tanto avergonzado (finalmente estaba hablando con mi madre).

¿Si? Y cuéntame, ¿ Lo habías hecho antes?

Cuando te vi nadando hoy en la mañana, no pude evitarlo- su voz, que se había tornado íntima, me despojó de toda la vergüenza, y como por instinto mi mano buscó su pierna; notando mi intención se acercó un poco más, a la distancia de un beso, dejando la tersa piel de su muslo a mi alcance, abrí mi mano atrapando toda su pierna, comprobando su deliciosa suavidad, dejando, entre rose y rose, sus piernas descubiertas de aquella falda.



- ¿de veras? Preguntó con voz traviesa, mientras su mano dejaba mi pierna para juguetear en mi pecho- ¿te digo algo? Yo también me toqué después de lo que pasó. Subí a la recamara, me enrollé el traje hasta los muslos…



La interrumpí, deslizando mi dedo por su muslo caliente hasta un cierto punto

- ¿aquí las bajaste, ma?

- no amor, un poquito más abajo…

-entonces, ¿aquí?- pregunté señalando más abajo, cerca de su rodilla, mientras me inclinaba para besar su hombro.

- no cariño, no tanto- Dijo estremecida, mientras su mano se posaba en mis pantalones descubriendo la forma de mi pene erecto, y de mis bolas…



- Entonces fue aquí… dije mientras alcanzaba otro punto de su pierna, esta vez con los labios. Lanzó una risa plena que nunca había escuchado en ella; como la risa de una niña que se divierte en un juego. Era como si compartiéramos una dulce travesura: yo recorriendo su pierna hasta el resorte de su bikini con besos, ella acariciando mi cabeza, intentando ansiosa hundirme en su cuerpo.



- no amor, mira.- se despegó un instante de mi, y levantándose un poco, tras quitarse ese molesto trapo transparente, enroscó su tanguita hasta media pierna, dejando descubierto su monte de vellitos oscuros recortados para el bikini. Abrió sus piernas, mientras sus ojos se clavaban en mi, inquietos, ansiosos, incluso un tanto nerviosos por una posible desaprobación. Pero era imposible desaprobar aquella maravilla: la única parte de su cuerpo que no estaba bronceada, se veía casi inocente, los pelitos más cercanos a su vagina ya estaban empapados, pronto el interior de sus muslos también lo estuvo. La visión de su vulva húmeda y brillante y su olor, el delicioso olor salado de sus jugos incitaban a un beso, a devorar aquella parte de su cuerpo, hasta oírla gemir desesperada, pero… ya me había gustado ese juego.



- ¿y dime, ma? ¿Luego que hiciste?- dije separándome un poco, deseoso de contemplarla.



- Acerqué mi mano a mi cosita- llevó su mano a su vagina- y empecé a hacerme cariñitos, amor- empezó a moverse, a dibujar pequeños círculos, con dos dedos separó sus labios descubriendo su clítoris, y empezó a frotarlo visiblemente exitada…



- Eres muy hermosa, ma- dije maravillado- pero- continué, mientras jalaba el resorte de su top y besaba su hombro- no me vas a decir que tenías esto puesto, ¿verdad?



Dijo que no con un gemido.



- Entonces quítatelo- balbuceando perdida en el placer me pidió que yo lo hiciera. Separé sus tirantes, bajándolos por sus hombros, y luego develé lentamente sus senos enroscando la prenda hasta su pancita. Eran maravillosos, mejor de lo que me había imaginado. Blancos, perfectamente redondos, con forma de gota; eran enormes; sus pezones rozados estaban erectos como dos piedras, y su leve movimiento se volvió un golpeteo violento a medida que se acercaba al orgasmo. Después de darle un suave beso en la teta derecha, nuevamente me separé de ella, como si admirara esos dos nuevos portentos que exhibía. Gimió como intentando retenerme cerca de su cuerpo, pero siguiendo la travesura, le sonreí negando.



- ¿y en que pensabas mientras tanto, mami?

- en ti- respondió casi sin voz.

- ¿en qué? Es que no te oí.

- en que te amo, en que te quiero- gritó como loca.

- ¿ y nada más?

- en tu pito, amor, pensaba en tenerte dentro… en hacerte el amor…

- ¿si? ¿te gusta mi pito?

- si, si, si; me encanta amor… te amo, te amo…





Por fin me acerqué a ella, y nos fundimos en un beso exquisito. Su lengua recorría mi boca, como tratando de ahogarme con ella; sus brazos se tendieron sobre mi cuello, mientras mi mano aprisionaba una de sus tetas; la acariciaba, la estrujaba, pellizcaba su pezón sintiendo como temblaba y se estremecía, su respiración cálida estaba al mil por hora. Nos separábamos entre beso y beso, yo mordía sus labios, besaba su nariz; de cuanto en cuanto intercalábamos te quieros suspirados; Ella tenía sus ojos cerrados, yo contemplaba su rostro hermoso; cada vez con más seguridad nuestras manos recorrían nuestros cuerpos; me había quitado la camiseta, y ella, no se cuando, pero se terminó de quitar la ropa. No hubo un solo palmo de su piel que no aprisionara en ese momento, Su espalda, sus nalgas, Sus senos, sus piernas que trataban de aprisionar mis manos cuando se acercaban a su interior; los vellitos de su monte de Venus y la parte razuradita alrededor del mismo; acercaba mi mano a su vulva trémula para sentir la humedad y el calor que expedía, a veces la rozaba, todavía sin llegar a tocarla, sintiendo su inminente orgasmo, sin embargo, parecía incómoda cuando rozaba su vientre; no obstante con una mirada le hice saber que no había problema (y de hecho no lo había, no está gorda, pero como casi todas las mujeres, tiene la idea de estarlo)que me volvía loco tal como era; que la deseaba, que la necesitaba desde hace no sé cuánto tiempo, desde siempre; y sonriendo satisfecha, sabiéndose hermosa ante mis ojos; como si hubiera vencido su última defensa, se entregó a sus impulsos, Me tocaba, me arañaba, me mordía los hombros; movía su cadera sobre el sofá como una gatita en celo; era mía, como siempre había soñado. En un momento dado, deslizó su mano libre hasta mis shorts, y con un rápido movimiento descubrió mi verga, erecta como nunca, y empezó a frotarla con tal pasión, con tal ternura, y con tal seguridad, esa que solo puede tener una mujer madura; que estuvo a punto de hacerme venir ahí mismo. Precisamente para que no lograra hacer venir, aceleré las caricias en su clítoris, mientras metía un dedo en su vagina, conduciéndola a un fabuloso orgasmo, su mano quedó fundida en mi verga, mientras extenuada, me regalaba un dulce beso.



Tras estar así, con sus labios y los míos fundidos un rato, su lengua y mi lengua jugueteando; mi mano acariciando sus senos y su vientre, y ella recorriendo con su dedo mi verga y mis huevos, Se separó de pronto, como si hubiera estado soñando…



- ¿Fue así como lo hiciste, ma? ¿En eso estabas pensando? – le pregunté mientras la besaba…

- casi.

- ¿cómo casi?

-Antes quiero que sepas, amor; no sé, bueno; no sé si esto esta bien o mal; pero tengo muchas ganas de hacerlo… ¿y tu? ¿te gusto?

- Me encantas, ma. Siempre he soñado con esto. Bueno pero dime, ¿porqué casi?

- No, te toca a ti, primero dime ¿qué es eso que has soñado?

- adivina.

-No se vale, Xavier; yo te conté.

- No, adivina.

- ¡Eres un niño consentido!

- Pero solo tu me concientes…

- Para eso soy tu mami, ¿no?



Me lanzó esa mirada traviesa que mantenía desde hace rato, y se hincó frente al sofá, inclinándose sobre mi, sin soltar mi verga, hecho su cabello hacia un lado; acomodó algunos pelitos que tenía pegados a lo largo, me besó el glande y la metió en su boca, profundamente, como si quisiera ahogarse. Parecía insegura, como si nunca, o por lo menos hace mucho no lo hiciera. Tuve que guiarla un poco, pero después fue maravilloso: la abrazaba con sus labios, humedeciéndola completamente; subía y bajaba: se separaba de pronto para lamerla y besarla, la jalaba; la metía en su boca nuevamente; la sensación era maravillosa, y más maravillosa era la imagen: seguía con sus ojos cerrados, saboreando el cacho de carne, lo escupía, lo tallaba contra su cara… Su mano de nuevo se metió entre sus piernas, y no lo pude aguantar; quería que esa mano fuera mía; quería que fuera mi lengua, y la separé de mi cuerpo. Ya voluntariosa se levantó, separó sus piernas y se hincó sobre mi; acomodó mi verga en su vagina y empezó a dar sentones, luego giraba, se estiraba y se contraía; yo estaba extasiado, besando y mordiendo sus pezones; separando sus nalgas y buscando introducir uno de mis dedos en su ano. Cuando por fin lo logré, ella lanzó un gemido frenético, acelerando el movimiento de su cadera, abriendo por fin sus ojos y clavándolos en mi como tratando de entender que significaba ese dedo en su anito.



- Voltéate, quiero metértelo en el ano. Le dije, con la respiración quemándome.

- No, no se amor, nunca lo he hecho así. Seguí moviendo mi dedo en su hoyito mientras la clavaba más fuerte, ella estaba al punto del orgasmo.

- No Xavi, no se- dijo en tono de súplica, tratando de no ceder ante mi, vencida por su excitación. Sabía que si insistía más podría terminar con todo; pero igual me arriesgué.

- es eso, eso es lo que he soñado- me miro suplicante si dejar de moverse sobre mi verga. Me miró con ojitos tiernos, como haciendo un último esfuerzo por convencerme. Sonreí como cuando niño quería un juguete caro, besé sus labios, y susurré a su oído que la amaba; después de pensarlo un momento, me devolvió el beso, y solo respondió: yo también, ¿Qué hago?



Se separó de mi cuerpo quedando de pie, Yo rápidamente me levanté detrás de ella, besando su cuello, frotando su culo con mi verga (ella se repegaba ansiosa como si quisiera aprisionarla con las nalgas) y metía mi mano entre sus piernas. Le dije que se pusiera en cuatro patas, se río, -nerviosa supongo por la indicación obscena- y abrazándome para no separarme de su cuerpo movió la mesita frente al sofá y se puso en cuatro patas en el piso, como una perrita. Empecé a besar sus nalgas, la linea que las separa y su agujerito que ya estaba un tanto dilatado por las caricias anteriores. Luego con una mano empecé a frotar su vulva, ella ante la caricia abrió un poquito sus piernas dándome paso a su sexo y dejando expuesta esa entradita rosada y virgen. Ahí metí primero un dedo, y jugué con el un rato.

Luego, cuando estaba ya acostumbrada a eso, metí otro; ella bramaba y gemía como loca; movía su pelvis atrás y adelante como si quisiera comerse mis dedos, mientras con unas pequeñas contracciones, los aprisionaba con deliciosa fuerza. Ya finalmente, presintiéndola lista, le acerqué la verga, primero la cabeza, ella lanzó un gritito de dolor, pero se repuso rápidamente levantando su culo, ofreciéndolo para una nueva embestida. La empecé a introducir lentamente, intercalando besos en su espalda intentando no lastimarla mucho. Gimió, se mordió los labios pero resistió hasta tenerla dentro, estaba muy excitada para detenerse, y además pareció que el sexo anal le había encantado, porque después la apretaba con sus nalgas; gemía como una loca; no resistí más salí rápidamente, y empecé a derramar semen sobre su espalda... volteó en ese momento, tomó mi verga agitándola para que los últimos restos del jugo calleran en su boca, luego de saborearlos, se levantó para enjuagarse la boca, regresó a mi lado y quedamos abrazados, besandonos con un amor que no había sentido con ninguna chava, luego de un breve descanso continuamos, lo hicimos de todas las formas posibles, jugamos: bebí una cerveza en su cuerpo, dejando que el líquido se filtrara por sus vellitos y se mezclara después con la humedad de su vulva mientras me la comía desesperado… Creo, y espero no sonar cursi, que ha sido la primera vez que he hecho el amor.



Los dos días que quedaban de nuestras vacaciones familiares se convirtieron en una semana más, y hubiera sido más tiempo de no ser porque ella tenía que volver al trabajo y yo a la escuela. Fueron días maravillosos: hicimos el amor en cada espacio de la casa, en la regadera, el la alberca, en el cuarto, en la cocina; descubrí que si le lamía el clítoris se volvía loca; que le encantaban los besos en la espalda y en el interior de los muslos. Repetimos varias veces el sexo anal en esos días, siendo ella quien lo proponía, no se, tal vez en su afán de consentirme; salimos varias veces en la noche como pareja, primero le dio pena, temiendo que pudiéramos encontrar algún conocido; pero pronto con besos y caricias dejó la vergüenza; Se veía feliz; radiante, más hermosa que nunca; procuró comprarse ropa más sexy, que me hacía volver loco; fuimos a varios antros, a cenar… parecía que nos queríamos mucho, dijo una señora que nos vio una noche. Y era muy, pero muy cierto. Al final de cuentas, es mi mamá.​
 
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