Mi otro cuerpo

sincero49

Virgen
Registrado
Jun 26, 2023
Mensajes
14
Likes Recibidos
57
Puntos
13
Hola a todos. Me llamo Sofía, tengo 32 años y tengo una hermana gemela, Beatriz, Bea. Siempre nos hemos parecido mucho, somos gemelas-gemelas no mellizas. De pequeñas no nos distinguía casi nadie, nuestros padres y algunas amigas muy cercanas. Los profesores, por ejemplo, en el colegio nos confundían siempre. Aunque nos parecemos mucho, nunca hemos hecho eso de tomar el lugar de la otra, ni nada parecido.
Como es lógico, entre Bea y yo hay muchísima confianza, yo creo que desde que nacimos hasta los 19 o 20 años, excepto ratos sueltos y clases en la universidad, que ella estudió periodismo y yo química, estuvimos siempre juntas. Luego, a partir de esa edad ya empezamos a tener vidas un poco más separadas, tampoco mucho, pero hasta eso 19 o 20 años, estuvimos prácticamente siempre la una con la otra.
Entre Bea y yo hay una relación especial, a nosotras nos parece lo normal, pero sabemos que al resto del mundo no le pasa. Sentimos que la una forma parte de la otra, es difícil de explicar, podemos decir que sentimos, sin ser así, que somos la misma persona. Durante toda nuestra vida todo lo hemos hecho juntas, desde las cosas más intrascendentes a las cosas más importantes. Todo lo hemos aprendido a la vez, si una se enteraba de algo, lo primero que hacíamos era contárselo a la otra. Entre nosotras nunca ha habido ningúna vergüenza ni pudor, nos extrañaba mucho que nuestras amigas les diera vergüenza que una de sus hermanas supiera algo de ella. Para Bea y para mí, la vergüenza entre nosotras no existe.
Hemos ido madurando juntas y todas las curiosidades, dudas... que tuviéramos sobre nuestros cuerpo, siempre teníamos a la otra. Si teníamos curiosidad por ver cómo era alguna parte de nuestro cuerpo que no era fácil verse sin un espejo y contorsionandose, simplemente le pedíamos a nuestra hermana que nos lo mostrara, sin ningún pudor. También hemos ido descubriendo cosas sobre nuestro cuerpo juntas. Recuerdo cuando Bea descubrió que si te ponías a horcajadas en el brazo del sillón del salón y apretabas y soltabas las piernas muy rápido, te daba gustirrinin. O como yo descubrí que si te subías a una aspiradora muy vieja que había en casa, que temblaba muchísimo cuando estaba encendida, la sensación era todavía más agradable.
No voy a contar como fuimos madurando y descubriendo nuestro cuerpo y el sexo, todo fue muy inocente, como el caso de cualquiera. La única diferencia es que nosotras somos dos y lo que descubría una lo sabía la otra. Quizá todo fue un poco más rápido porque entre dos es todo más fácil. Pero nada por lo que no haya pasado todo el mundo, también tuvimos nuestras dudas, nuestros miedos, nuestras sorpresas.
Compartimos cuarto toda la vida, hasta que nos fuimos de casa de nuestros padres al terminar la carrera y ponernos a trabajar. Fue idea de Bea, estábamos ya en segundo de carrera, tendríamos unos 19 años. Muchas veces nos habíamos masturbado estando las dos en el cuarto, de hecho, alguna vez una oía a la otra masturbarse y se ponía a masturbarse ella. No era nada raro oír a Bea con la respiración entrecortada y gimiendo, ver como se retorcia y movía su mano bajo la sabana. Lo mismo puede decir ella de mi.
Como digo, fue idea de Bea. Estábamos en época de exámenes, después de un día de estudio y estrés era muy normal acabarlo relajándose un poco. Yo estaba en los preliminares, acariciándome un poco, estaba sola en la habitación y entró Bea. Al principio, creo, no se dio cuenta de lo que estaba haciendo, así que se puso a hablar, sin prestar mucha atención, de algo intrascendente. Yo seguí a lo mío, no era la primera vez que pasaba, y como ya he dicho, entre Bea y yo no tenemos ningún pudor.
Bea se dio cuenta de lo que estaba haciendo y me dijo- Ay, perdona, no me he dado cuenta- Y se puso a buscar algo en el armario.
De Repente dejó lo que estaba haciendo y se fue a la puerta y cerró con pestillo. No era raro que cerráramos con pestillo, no lo he dicho pero tenemos un hermano 2 años más pequeño que era muy pesado. Ahora es un padre responsable.
Mientras cerraba el pestillo dijo- El otro día pensé que esto estaría bien- y se acercó a la cama.
Me dijo que me sentara en la cama, yo estaba tumbada, y se metió entre la pared y yo, con las piernas abiertas. Yo estaba sentada entre sus piernas. Me destapó, me quitó de encima todas las mantas y las sábanas, yo estaba en pijama.
Agarrándome de la cintura me pegó a su pecho- Relájate, abre un poco las piernas- me dijo mientras ella me separaba las piernas con una mano.
Cuando me tenía así, las dos sentadas en la cama, yo entre sus piernas, ella apoyada en la pared yo apoyada en su pecho con las piernas separadas, metió su mano en mi pijama y la llevó a mi coño, que estaba ya un poco húmedo, yo estaba empezando a masturbarme.
- Relájate- Dijo Bea. Yo me empecé a dejar llevar.
Como si supiera exactamente como lo habría hecho yo, en el momento justo, sacó la mano del pantalón y me la llevó a la boca para que yo escupiera en ella y la humedeciera para seguir. Por aquella época yo ya me había masturbado muchas, muchas veces, pero aquello fue un descubrimiento. Estábamos perfectamente sincronizadas, los movimientos de su mano, sus manos, llegaban en el momento justo. Sus dedos entraban en mi exactamente en el momento justo, como si aquella mano fuera la mía, su otra mano jugaba con mis tetas, pellizcaba mis pezones en el momento que yo lo necesitaba, en el momento perfecto. Yo no tuve que hacer nada, simplemente estar allí mientras mi hermana hacía todo. Nunca había sentido tanta relajación y tanto placer, poco a poco mi excitación fue subiendo, oía la respiración de Bea en mi oído, acompasada con mi respiración. Fue el mejor orgasmo que había tenido hasta ese momento, fue larguísimo. Durante un rato me dieron espasmos de placer mientras los dedos de Bea jugaban dentro de mi. Luego nos quedamos las dos sin movernos durante un rato hasta que Bea dijo- Parece que esto está muy bien- mientras salía de detrás de mí - Ahora voy a probar yo- dijo quitándose la bata que llevaba.
Nos pusimos en la misma posición que estábamos, pero donde estaba Bea yo y donde estaba yo Bea.
- Hazlo como te lo harías a ti- Me dijo.
Yo metí mi mano por debajo del pantalón de Bea y llegué a su coño, que estaba muy húmedo, mucho más húmedo de lo que esperaba. Empecé a tocarla como si me estuviera tocando yo, la posición era perfecta, realmente su coño estaba, más o menos, en la misma posición que estaría el mio al masturbarme. Teníamos, también, el coño igual, con los mismos pliegues. Era una sensación muy rara, porque mis manos reconocían esos labios, esos pezones, pero cuando los pellizcaba no notaba nada en ellos, y eso me excitaba.
Entendí porque estaba Bea tan húmeda, entendí su respiración entrecortada cuando era ella la que jugaba conmigo, cuando era ella la que me acariciaba. Después del orgasmo que acababa de tener, mientras notaba estremecerse de placer a mi hermana entre mis brazos, yo volví a tener un orgasmo, esta vez más suave y contenido. Una especie de orgasmo largo, una increíble excitación sin llegar a explotar, un placer suave, largo. Notaba mi coño terriblemente húmedo mientras Bea se revolvía con espasmos agarrandome las piernas, notaba su coño palpitar, sus pezones duros entre mis dedos, su respiración, su aliento. Todo era placer. Bea tuvo un orgasmo como el mio, vi su cara ponerse roja de placer, su boca abierta respirando entrecortadamente.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, Bea acurrucada entre mis piernas. Luego, sin decir nada, se levantó y se fue a su cama. Las dos estábamos cansadas y relajadas, nos dormimos. No fue necesario decir que lo repetiriamos.
Y lo repetimos muchas veces, mientras las dos vivimos en la misma casa no pasó una semana en la que no nos masturbaramos la una a la otra, como mínimo, un par de veces a la semana. Aunque había semanas en las que lo hacíamos todos los días.
Desde que nos independizamos siempre reservamos algún momento para estar solas y renovar nuestros lazos de hermanas. Incluso cuando hemos tenido parejas, Bea está casada, hemos seguido buscando el momento. Nunca se lo hemos comentado a nadie, es una cosa entre nosotras.
Con el tiempo hemos ido perfeccionando la técnica. Por ejemplo, siempre nos hacemos un moño, si no la que está detrás está muy incomoda con el pelo de la otra. También nos desnudamos las dos, es más cómodo, más fácil acceder a nuestra entrepierna y a nuestros pechos, y notar la piel de una sobre la de la otra es más cálido, muy agradable. También, con el tiempo, hemos descubierto cosas nuevas que lo hacen todavía más excitante. Si una de nosotras encuentra una manera de darse placer nueva, la siguiente vez que nos juntamos, la otra lo descubre también, siempre es una sorpresa cuando noto los dedos de Bea tocando un sitio o de una manera que a mi no se me había ocurrido, y notar una oleada de placer. Se que a Bea le pasa lo mismo con mis descubrimientos.
Muchas veces lo hemos hablado entre nosotras, nos sentimos muy afortunadas de tener otro cuerpo con el que jugar, porque nos damos placer la una a la otra y a la vez el placer de una se suma al de la otra. Es difícil de explicar, seguiremos explorando esta sensación y, si damos con la manera de hacer que se entienda, os lo contaremos.
 
Arriba Pie