Mi mujer y yo visitamos un local swinger

Registrado
Ene 4, 2025
Mensajes
1,870
Likes Recibidos
3,518
Puntos
113
Ubicación
España
 
 
 


Aunque Sonia, mi mujer, se quiso tomar un tiempo de meditación en nuestra relación (me impuso un paréntesis), tenemos muy buen rollo y amistad. Ella quería que me tragara el esperma de sus amantes y como yo no acepté (una cosa es tragarme mi propio esperma pero el de otros maromos va a ser que no), pues me cambió por otro que sí estaba dispuesto a ello. El problema es que le duran poco las relaciones y a mí siempre me tiene de comodín. Por eso, un día, me llamó y me ofreció acompañarla a un local de intercambio de parejas. Yo acepté, claro está.



Cuando llegó el sábado indicado la fui a recoger a su apartamento. Yo llevaba ropa informal pero elegante: zapatos marrones, pantalón vaquero negro, camisa negra y americana marrón (para conjuntar zapatos con chaqueta y pantalón con camisa). Cuando toco el timbre, Sonia me dice por el telefonillo que baja en 5 minutos. En verdad tardó más pero valió la pena la espera. Mi Sonia no tiene sobrepeso pero tampoco está escuchimizada. Tiene buenas carnes repartidas por muslos, cachas, buena cintura y excelentes pechos. Viene ataviada con un vestido rojo ceñido que le marca cada centímetro de su piel. La parte de arriba parece un body y en la zona de las piernas, dos aberturas laterales enseñan un par de jamones bien formados y desarrollados. Las piernas las lleva enfundadas en unas medias de rejilla muy sensuales. Con sus tacones altos negros y su melena rubia ondulada al viento se da un aire a la mismísima Marilyn Monroe.



--Con pantalón negro y camisa del mismo color en el interior del club no se te va a ver –me suelta Sonia.



--Lo importante es que se te vea a ti, cariño. Tú eres la estrella y seguro que lucirás más que nadie en ese local –le comento, para elevarle más el ego, si esto es posible.



Por el camino hablamos de nuestra relación en impass y yo le comento:



--De las dos condiciones que me has puesto para reanudar la relación conmigo (dejarme sodomizar por ti y tragarme el esperma de tus amantes), estoy dispuesto a aceptar la primera condición. De hecho, me compré unos plugs de diferentes tamaños, para ir dilatando y preparando el ano para que tú, con tus enormes consoladores, me petes el trasero a placer, pegándome buenos caderazos. ¿Qué opinas?



--La verdad es que te echo de menos. Tú y yo tenemos una compenetración, un feeling, que no tengo con nadie más. Me desean muchos hombres pero a la hora de formalizar una relación, se evaporan. Así que, de acuerdo, acepto tu propuesta de cumplir con la primera condición. Volvemos a ser un matrimonio normal. Esta noche puedes mudarte al apartamento familiar. Pero antes espero que disfrutemos de una buena orgía muy guarra, con una atractiva pareja.



--Estoy un poco nervioso por lo que pueda ocurrir en ese club. Lo vi anunciado en Internet y tiene buenas referencias. A ver qué pasa –le digo a Sonia, mientras le acaricio una pierna.



Llegamos al parking del local y nos recibe un aparcacoches alto, de ojos azules y muy musculado. Tiene una media melena color castaño ondulada y mi esposa se encaprichó de él.



--Vete entrando, cariño, y pídeme un cubalibre. Me ha entrado un calentón de repente y me voy a tirar a este maromo en el coche.



--Cuídame el coche… y a la chica –le digo al aparcacoches y me despido, no sin antes darle un morreo extenso e intenso a mi mujer. Sabía que después me llegaría con aliento a polla y quién sabe si también a semen y preferiría que mejor, después, la besara el amante de turno.



Mientras me acerco al local, observo que se parece bastante al descrito por mí en la serie de 20 capítulos que publiqué, titulada “Una mansión que acoge infinidad de orgías”. Es una casa decimonónica de dos plantas rodeada de una inmensa finca. La única diferencia, con respecto a mi fabulada mansión, es que este club tiene muchísimos guardas de seguridad vigilando la finca, incluso hay presencia policial. Esto me puso en sobre aviso de que el sitio pudiera ser un poco conflictivo. Alcohol y celos serán el motivo.



Antes de entrar al local, le echo un último vistazo al coche. Este está a una buena distancia, pero aún así distingo bien a mi esposa, cabalgando a buen ritmo sobre las caderas del aparcacoches.



Ya dentro del establecimiento, noto que hay parejas que me miran con cierto desprecio, seguro que piensan “Ya está aquí el típico solitario que viene a babear”. Me dirijo a la barra y pido dos cubalibres. Noto que hay una pareja sentada a unos metros de mí que me observa con interés. Al yo haber pedido dos consumiciones están expectantes por conocer cómo será mi chica. A esta pareja se la ve joven, treintañeros. La chica es pelirroja, con un top azul y una minifalda negra. Con medias azules y botas altas se la ve una loba hambrienta. El chico no es muy alto, como mucho 1,70 m, pero se le ve fuertote, de estos que se machacan en el gimnasio. Lleva una camisa negra con transparencias y pantalón vaquero azul. Tiene pinta de gigoló e incluso de chapero barato.



Mi mujer se retrasa y pido otro cubata. Al cabo de un buen rato aparece Sonia por la puerta, le hago unas señas para que me vea y se acerca. Le pregunto:



--¿Te puedo dar un morreo sin peligro?



--Tranquilo, el chico se corrió en mi pubis. Llevo las bragas y la almeja encharcadas y pegajosas. Pégame un buen beso para que la gente no se crea que somos hermanos o primos.



La cojo por la nuca y le pego un buen morreo. Su aliento sabe a polla pero por lo menos no hay restos de esperma.



La pongo al corriente de la pareja en cuestión. Sonia los observa, les parece gente sana y atractiva. No pierde el tiempo y me coge del brazo y nos acercamos a la mesa donde se encuentran ellos.



--Hola me llamo Sonia y mi marido Jonathan, ¿venís mucho por aquí?



--Hola, encantados. Yo me llamo Aitana y mi marido se llama Leo. Es la tercera vez que venimos a este club. La verdad es que le estamos cogiendo gusto. Se conoce gente muy interesante.



Para romper el hielo les invitamos a unas consumiciones y hablamos de todo un poco. Aitana es psicóloga y Leo es abogado. También surge el tema, como no podía ser menos, de la orientación sexual. Leo se declara bisex.



--¿No te importará que te lama la bolsa escrotal mientras te zumbas a mi esposa, verdad? --me pregunta Leo.



--¡Qué me va a importar! Me chifla que me morreen el ojete y el perineo y que me llenen bien de saliva los huevos mientras me follo a una chica. Y si encima es su marido el que me sirve de mamporrero, pues mucho mejor. Me pone más cachondo y me da más morbo –le comento y nos echamos a reír los cuatro.



Decidimos ir a la pista a bailar un poco, Leo con mi mujer y yo con la suya. Esta se me restriega bastante y me palpa el paquete con disimulo. También me da unos buenos lametones en las orejas y me dice cosas como “Estoy deseando llevarte a mi casa y follarte salvajemente. Estás muy bien para ser un cincuentón y me estás calentando mucho”.



Yo también le mordisqueo el cuello y las orejas y le suelto guarradas para encenderla más. De reojo observo lo que hacen mi mujer y Leo. Este le palpa el trasero mientras la morrea bien. Sonia tampoco pierde el tiempo y mientras lo morrea, le acaricia la espalda por dentro de la camisa. Como esta tiene transparencias, se ve claramente y sin censura, cómo Sonia amasa y palpa cada centímetro de su desarrollado dorso.



Después de estar casi una hora magreándonos de lo lindo en la pista de baile, decidimos volver a nuestros asientos y tomar otra ronda de consumiciones. Esta vez invitaron ellos.



Aitana y Leo nos invitan a su apartamento. Aceptamos encantados. Nos despedimos de algunas amistades que hicimos en la larga velada que pasamos en aquel local y nos dirigimos al vestíbulo, para recoger nuestros abrigos. Aitana y Leo nos dan sus teléfonos y dirección, por si por un casual nos perdemos la pista en la carretera.



Cuando el aparcacoches nos trae el auto, le guiña un ojo a mi mujer y le ofrece, con disimulo, un papel todo arrugado que Sonia recoge en su mano. Ya dentro del coche, lo desenvuelve y lo lee: “Toma mi teléfono. Llámame cuando quieras. Eres una ramera muy caliente y me pones mucho. He quedado con ganas de ti”. Nos echamos a reír y Sonia rompe el papel y lo tira por la ventanilla.



Íbamos detrás del coche de Aitana y Leo. De repente observamos que ponen el intermitente de la derecha y paran en el arcén. Se baja Aitana y se dirige hacia nuestro coche. Bajo la ventanilla de Sonia y Aitana asoma su cabeza y nos dice:



--¿Por qué mejor no voy yo con Jonathan y tú, Sonia, no vas con mi marido? Así ya vamos entrando en calor con lo del intercambio.



Nos parece muy buena idea. Sonia se baja y en su lugar se sienta Aitana. Mi mujer apresura el paso para meterse en el coche de Leo. Nada más arrancar, Aitana posa su mano izquierda en mi paquete y me suelta:



--Este pollón me lo quiero zampar antes de llegar a mi chalet. Quiero que descargues una buena lechada en mi garganta, para así, cuando estemos en casa te encuentres más relajado y dures más a la hora de montarme, ¿qué te parece?



--Por mí estupendo. Desembálame la butifarra con sus dos huevos, cariño, y engúllelos a gusto. Seguro que Sonia le está haciendo lo mismo a tu esposo.



--Conociendo a mi Leo, este seguro que ya le está taladrando la garganta a la furcia de tu esposa. Le va a atravesar el cerebro con su mástil. Su rabo pica pa’ riba un poco. A mí siempre me deja el paladar dolorido. A tu hembra, con el calentón que Leo lleva, seguro que le atraviesa el paladar.



Toda esta conversación me puso muy cachondo. Mi verga estaba forzando la cremallera del pantalón, quería hacer acto de presencia. Aitana, hay que reconocer, tiene boca de mamona de las buenas (con morritos algo hinchados y una lengua muy gorda, larga y juguetona). Es una auténtica ramera experta en hacer Glory Hole.



No me equivoqué. Nada más liberar (con sus propias manos), al pajarillo de la jaula, le pega un intenso morreo al glande. Se centra mucho en esta parte de la polla. Lame, mordisquea, succiona y besa mi rosado capullo. En ocasiones hace un Full Pack (se mete todo el rabo y los dos testículos en el interior de su boca). Cuando los saca, se notan muy brillantes por la ingente cantidad de babas con las que los adobó.



--Tu mujer tiene pinta de ser muy puta, seguro que le está comiendo el paquete a mi marido a conciencia.



--No te engañas, Aitana. Mi mujer es un zorrón poligonero. Debes desquitarte y hacer lo mismo conmigo. Engulle mi rabo y bébete hasta la última gota de leche que salga. Ya queda poco.



La luz del interior del coche de Leo se enciende. Leo lo hace adrede para que yo tuviera mejor visibilidad de lo que está ocurriendo en el auto. En esto que observo a Sonia erguir su cuerpo (que tenía inclinado hacia la bragueta de su amante), y mirándose en el espejo retrovisor del interior, comienza a expandir por su cara, a modo de mascarilla, toda la lechada que Leo le soltó en el rostro. Sonia sabe que la estoy observando y le pone sensualidad al acto. En ocasiones se chupa los dedos.



Toda esta situación me pone tan cachondo que no tardo muchos segundos en eyacular en la garganta de Aitana. Mientras que con la mano izquierda sujeto el volante, con la derecha aprovecho y le calco fuerte, por el cogote, la cabeza a Aitana, para conseguir que me engulla toda la verga. Su rostro choca contra mi pubis. Aitana, en dos ocasiones, estornuda una buena cantidad de esperma.



Llegados a la urbanización de nuestros anfitriones nos adentramos en una hilera de chalets adosados. La puerta automática de un garaje se abre, nos metemos en el interior de este. Cuando Sonia y Leo salen del coche observo que a mi chica le brilla la cara y presiento que la tiene pegajosa. Sonia se acerca a Leo y le dice:



--Lámeme la cara y saborea tu propio esperma. Más tarde también probarás el esperma de mi marido.



Leo obedece sumisamente y le contesta:



--Me desborda la emoción al pensar que en un breve momento me introduciré, enterito, el paquete de Jonathan en mi garganta.



--Claro que sí, maricón. Le comerás el rabo y los huevos a mi marido mientras este le revienta el culo a la zorra de tu mujer –le suelta Sonia. Los cuatro soltamos unas risotadas.



Yo le pego un buen morreo a Aitana y saboreo los restos de mi esperma que aún le quedan en la cavidad bucal. También le lamo la cara y las narices buscando la lechada mezclada con mocos que soltó por los orificios nasales, al petarle duro la garganta. Me lo trago todo.



Ya en el salón de estar, Leo pone Hard Rock de los años 80 como hilo musical. Nos desnudamos al son de la música. Aitana se queda únicamente con las medias azules y Sonia, con las medias de rejilla. Son unas prendas que tanto a Leo como a mí nos ponen mucho.



Aitana y yo nos animamos a practicar un 69, ella arriba y yo abajo. Sonia, por el contrario, opta por colocarse a cuatro patas sobre un sofá y Leo, de pie, le calza en el coño su pollón de 19 cm, entero, en tres estocadas. En ocasiones le pasa los dedos índice y corazón de la mano derecha por el chumino y el pubis, después se los lleva a la boca y los chupa. Pone cara de gustarle. Se cree que son fluidos vaginales, por lo caliente que está mi Sonia. Desconoce por completo que en verdad son restos espermáticos del aparcacoches.



--Jonathan, mira cómo me follo a la puta de tu mujer. Observa la cara de vicio que pone la muy golfa –me suelta Leo, todo envalentonado, mientras le pega, a Sonia, unos impetuosos caderazos.



Aitana se corre en mi cara. Presenciar cómo su marido se tira a otra mujer la lleva al clímax en pocos minutos… también mi cunnilingus tuvo algo que ver. Yo saboreo sus espesos y abundantes fluidos. Son sabrosos y muy nutritivos.



Yo me siento en un sofá y Aitana se sienta sobre mí, dándome la espalda. Se clava mi rabo en su concha de una sola asentada y comienza a bombear. A los pocos minutos noto que una lengua juguetona me lame la bolsa escrotal, me la llena de babas y me la morrea. Sonia no puede ser porque la contemplo sentada en el sofá donde estuvo follando. Esta vez está tumbada boca arriba masturbándose (y recogiendo el semen de Leo que le sale de su almeja, para luego restregárselo por sus senos), viendo el espectáculo que le estamos ofreciendo. Así que no podía ser otra persona más que Leo. El muy chapero le pone ganas a la comida de ojete, perineo y testículos que me está practicando. En ocasiones lame el cacho de polla que va quedando fuera de la vagina, entre fuelle y fuelle. También lame la almeja de su esposa, lubricándola con su saliva (aunque el chocho de Aitana ya está, de por sí, bien lubricado). Con su lengua, estimula el clítoris desde fuera, mientras mi verga lo estimula desde dentro.



Cuando mi polla se sale del conducto vaginal de Aitana, Leo le pega unos cuantos chupetones a mi verga y me succiona fuerte el glande, antes de volver a meter mi rabo en el berberecho de la guarra de su esposa. Hay que reconocer que tener de mamporrero al cornudo de una buena hembra en celo, me eleva la excitación sexual hasta cotas inimaginables.



Aitana tuvo sus dos buenos orgasmos. Entonces decido concentrarme y poner la guinda de la escena porno corriéndome en el interior de la almeja de mi amante de turno.



--Préñate de mí, cariño. Ten un churumbele conmigo. Cuando te desacoples de mi rabo dale al cabrón consentidor y maricón de tu marido a beber mi lechada, recién salida de tu coño.



Leo se coloca en el suelo boca arriba. Cuando Aitana cree que ya vacié toda mi carga testicular en su vagina, decide desacoplarse de mí y colocarse en cuclillas sobre el rostro de su marido. A los pocos segundos comienza a salir mi esperma en unos cuantos chorros espumosos. Leo los va sorbiendo y tragando. Aitana aplasta su chocho en la cara de su marido y comienza a hacer círculos con las caderas. En ocasiones se deja ver la lengua de Leo relamiendo el interior y el exterior del chumino de su esposa. Le está dejando los bajos bien limpios de fluidos vaginales y de esperma. Aitana nos mira, a Sonia y a mí, con una mirada picarona y suelta una sonora carcajada, como diciendo “Mirad lo bien que tengo domado a mi macho”.



Sonia se acerca a mi oído y me dice:



--Así te quiero tener yo. No me vasta con que seas un cornudo consentidor, también quiero que seas un buen maricón a mi servicio y que les limpies las pollas, con tu boca, a mis amantes.



--Confórmate con romperme el culo con tu infinita colección de consoladores –le comento, y le doy un beso en su hombro derecho. Intuyo que es uno de los pocos sitios de su cuerpo que no tiene restos de esperma.
 
Última edición:
Arriba Pie