Mi Mamá y Yo (parte 1 a 3)

heranlu

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-Mi Mamá y Yo parte 1-

- Quiero que te portes como el hombre que empiezas a ser y que cuides bien de mamá y de Dani- me dijo alborotándome el pelo mientras pasaba una mano por la cintura de mamá para atraerla hacia sí. Al momento le dio un largo y apasionado beso mientras ella sostenía a Dani en brazos, tomó sus maletas y salió por la puerta donde ya le esperaba el taxi.

Mi padre era marino mercante y pasaba largas temporadas fuera de casa. Por aquél entonces, Dani tenía 4 meses y papá no tuvo más remedio que emprender uno de sus viajes, el cual le llevaría a estar fuera de casa durante 8 semanas.

Mi madre era una mujer joven, cumplió 33 años justo el día anterior. Pese a su juventud ya tenía 2 niños, y se conservaba estupendamente. Era de una estatura media, de complexión no delgada pero tampoco gorda. Su tez era ligeramente pálida, para mi de un color blanco rosáceo inmaculado, su piel estaba salpicada graciosamente por pecas de color castaño que hacían juego con su cabello, el cual, en suaves ondas ligeramente rizadas, caía superando generosamente la mitad de su espalda. Sus pechos eran generosos al igual que su culo y toda su figura desprendía frescura.

Por aquél entonces Dani estaba en época de lactancia y mi madre había desarrollado aún más sus ya abundantes pechos. Dado que era verano y que necesitaba dar de mamar a Dani con bastante frecuencia, solía lucir unas blusas amplias, abotonadas en el medio y con la suficiente longitud como para no tener que ponerse mas que unos pantalones cortos de algodón.

El curso siguiente tenía para mi el aliciente de ser el primero de bachillerato y ciertamente me hacía ilusión cambiar al instituto, tener otros horarios, quizás amigos nuevos y todas las novedades que para un chaval podía representar esa nueva etapa en la vida.

Yo era una persona tranquila, con intereses variados pero aún sin haber prestado demasiado atención a salidas con amigos, todo el tema de chicas y cosas así. Mi principal actividad cuando quedaba con amigos era ir a jugar al fútbol y algún sábado ocasional al cine.

Dada la afición al deporte tenía un físico atlético, nada musculado pero sin una pizca de grasa; podía presumir de marcar abdominales en la playa provocando de vez en cuando la admiración de mi madre cuando me quitaba la camiseta en la playa. Por supuesto que la líbido ya había despertado en mi y con cierta regularidad me encerraba en el baño para masturbarme. Mis genitales estaban aún en proceso de desarrollo aunque ya habían empezado a aparecer las primeras señales de vello púbico. A pesar de eso tenía un miembro bastante decente, sobre todo destacaba su grosor y dos testículos de tamaño considerable que colgaban dándole al conjunto un aspecto ligeramente adulto, no acorde a mi corta edad. Pero lo que de verdad llamaba la atención era la piel de mi prepucio, era realmente generosa y cuando mi polla estaba en reposo, la piel colgaba ligeramente del glande.

Eran ya las 8 de la tarde pero todavía hacía mucho calor así que la brisa que entraba me reconfortaba. Fui a mi cuarto, cogí un libro y me tumbé boca abajo en el sofá de sala, bajo de la ventana.

Al poco Dani empezó a llorar y mi madre apareció para tomarlo en sus brazos y sentarse en la plaza que quedaba libre del sofá.

- Parece que este pequeñín va teniendo hambre- me dijo mientras se acomodaba en el sofá junto a mi.

Levanté la cabeza y contesté con otra sonrisa a la vez que no pude evitar dirigir una mirada para ver cómo sus delicados dedos iban desabrochando uno a uno los botones de sus blusa. Retiró una de las copas del sujetador y con delicadeza sacó uno de esos firmes pero abundantes pechos que tenía. Desde mi posición podía ver claramente la pálida piel salpicada aleatoriamente por sus graciosas pecas y por unas, apenas pereceptibles, venas propias que la lactancia traía con sí. Sus pezones eran gordos y estaban envueltos por unas amplias areolas rosadas. Yo había visto a mamá desnuda alguna vez y para dar de mamar a Dani ella no se escondía pero era la primera que la tenía tan cerca.

Bajé la cabeza al libro de nuevo e hice por continuar la lectura. En la habitación sólo se oía el movimiento de la boca de mi hermano mamando del pecho de mi madre. La sensación de tener a mi madre dándole de mamar a mi hermano tan cerca y los sonidos de mi hermano succionando su pezón hicieron que poco a poco las líneas del texto se conviertieran en un borroso mar de letras desenfocadas. De repente sentí que mis pantalones cortos empezaban a apretar y noté como mi polla se endurecía contra el sofá. Mi mirada fija y absorta en ese puré de letras desenfocadas y el sonido de mi hermano mamando el pecho de mi madre llenaba la habitación. Mi erección era para entonces considerable y podía notar perfectamente como el prepucio albergaba ya una buena cantidad de flujo pre seminal. En medio de esta situación, mi madre posó la mano que le quedaba libre sobre mi cabeza y empezó a jugar distraída con mis rizos mientras mi hermano seguía mamando. Un escalofrío recorrió mi espalda e instintivamente froté suavemente mi pelvis contra el sofá. Noté como las caricias de mi madre hicieron una pausa y yo lleno de verguenza me incorporé notando como mi palpitante polla se había alojado a lo largo de una de las patas del pantalón provocando un bulto considerable. La tensa situación hizo que vacilara unos instantes antes de salir decidido de la habitación. Por algún motivo que aún hoy me pregunto, me incliné sobre mi hermano y le di un beso en la cabeza. Tenía tan cerca ese pecho, esa areola rosada que pude ver cómo de la comisura de los labios de mi hermano salía un hilito de leche. El corazón me iba a estallar. Di media vuelta y como pude salí de la habitación. Noté como mi madre me seguía con la mirada y entré en el baño el cual quedaba a la vista del salón. Cerré con pestillo por dentro y de pie delante del inodoro me bajé los pantalones. Mi polla saltó como un resorte al ser liberada. Me mordía el labio tan fuerte que al poco empecé a notar cierta tumefacción. Con dos dedos y muy delicadamente retiré la piel del prepucio y al inodoro cayó un buen chorro de líquido pre seminal. El glande me palpitaba sintiendo los latidos del corazón ahí mismo. Seguí jugando con mi prepucio cubriendo y descubriendo mi hinchado glande que no paraba de segregar su jugo. De repente tensé las piernas y los glúteos y me corrí sobre el váter como nunca antes lo había hecho. Varios chorros de semén impactaron contra la taza y otra buena cantidad quedó colgando del glande. Como pude, limpié aquel estropicio y abriendo la puerta del baño me encontré a mi madre delante del quicio de la puerta.

- ¿Te encuentras bien cariño?- me preguntó con cierto rubor en sus mejillas.

- Claro mamá- dije agachando la cabeza y dejándola atrás mientras me dirigía a la cocina.

Al llegar a mi cuarto me di cuenta que mis pantalones cortos estaban manchados por los restos de la corrida así que tuve que cambiarmey ponerme unos limpios. Pasé el rato que quedaba hasta la cena leyendo algunos cómics pero sin poder quitarme de la cabeza la sensación que había tenido.

La cena transcurrió tranquilamente aunque yo seguía un poco ensimismado e intentando evitar muchas miradas con mi madre. Un poco de ensalada y una tortilla fueron suficientes para quedarme satisfecho.

- ¿Puedes recoger tu la cocina, cariño?, me preguntó inclinándose un poco para besarme en la frente. Al hacerlo la blusa que se llevaba se abrió ligeramente y ante mi surgieron sus dos pechos que se agitaron levemente como queriendo dejar constancia de su presencia.

- Claro, mamá- respondí visiblemente turbado.

Me dispuse a recoger la mesa y comencé a la lavar los platos de la cena. De pie delante del fregadero intentaba concentrarme en lo que estaba haciendo, intentado despejar mi mente y que mi polla se calmara ya que era perfectamente visible mi erección a través de los holgados pantalones que llevaba. De repente noté sus manos en mis hombros y como su cuerpo se apretaba contra mi espalda. Sus manos rodearon mi pecho y pude sentir sus uñas acariciando mis pectorales. Reposó su barbilla dulcemente en mi hombro y permanecimos así unos segundos en silencio mientras el agua caliente corría por el grifo.

- Te estoy muy agradecida cariño, me estás ayudando mucho en la tareas de la casa mientras papá está de viaje. Se va a poner muy contento cuando llame y le diga cuánto me estás ayudando.

- No te preocupes mamá, sabes que lo hago encantado- pude llegar a decir mientras intentaba ocultar la poderosa erección que me estaba produciendo apretando mi pelvis contra el mueble de la cocina.

-¿Me ayudarías con Dani cuando termines con los platos cielo?- me preguntó dándome un beso en la mejilla.

-Claro mamá, enseguida termino- respondí mirando cómo salía de la cocina.

Respiré aliviado y volví a mi tarea. Yo estaba confundido, no podía entender que mi propia madre me estuviera produciendo semejantes estado de excitación. Luchaba por quitarme esas imágenes de la cabeza pero una y otra vez volvían a mi mente.

Cuando llegué a la habitación de mamá la ténue luz de la mesilla iluminaba cálidamente el cuarto. La luz de la luna acariciaba suavemente los pies de la cama y yo quedé petrificado en la puerta contemplando la maravillosa imagen que tenía ante mis ojos. Mi mamá estaba apoyada en el cabecero de la cama reposando su espalda sobre una almohada que había doblado y tener así una postura más cómoda. Mi hermano pequeño recostado sobre su barriga había comenzado a mamar y mamá me sonrió desde la cama. Me hizo un pequeño gesto tocando el colchón indicando que me acercara a ellos. Llegué a su altura y me pusé de rodillas en la cama, apoyándome sobre los talones. Intentaba disimular el nerviosismo que ya para entonces tenía cuando mi madre me tomó suavemente por la mano.

-Ven cielo, es hora de relajarse- me dijo con una sonrisa mientras me hacía un hueco a su lado y hacía que apoyara mi cabeza sobre su hombro izquierdo.

La mano que tenía libre la posó sobre mi muslo y comenzó a acariciarme suavemente describiendo pequeños círculos con la punta de sus uñas. La tela de mis pantalones de verano era tan fina que podía sentir perfectamente las yemas de sus dedos y sus uñas sobre mi piel.

-Al final lo he bañado yo sola, parecía que volvía a tener hambre y no quería tenerlo esperando mucho tiempo- me dijo mi madre con una sonrisa mientras yo hacía todo lo posible por abstraerme y no provocar lo que irremediablemente sucedió. Mi polla empezó a cobrar vida y tuve que maldecir el momento en el que olvidé ponerme los calzoncillos. Disimuladamente eché un vistazo y vi cómo el bulto de mi polla amenazaba con alcanzar la mano de mi madre. De repente mi madre apartó su mano para coger a Dani dándome así un respiro. Se cubrió el pecho, cambió a mi hermano de postura y se descubrió el que yo tenía más cerca. Por un momento pude ver el pecho de mi madre en todo su esplendor. Una amplia areola rosada coronada por un pezón robusto del que prendía una diminuta gota de leche. Los labios de mi hermano se avalanzaron sobre él y siguió mamando. En ese momento pude percibir un ligero jadeo que llenó completamente el silencio de la habitación. Con disimulo miré a mi madre y vi sus carnosos labios entreabiertos, cerró por un momento los ojos y dejó caer nuevamente su mano sobre mi muslo. Al recuperar su posición, involuntariamente quise entender yo, tensó la fina tela de mis pantalones y mi polla dura quedó si cabe más expuesta formando un grueso bulto.



-Mi Mamá y Yo parte 2-

Para entonces, un sudor frío se había apoderaba de mi y, gracias a la cálida brisa de aquella noche de verano, mi piel pronto presentaba....

- ¿Tienes frío cariño? - me susurró mi madre.

Yo quedé mudo y luchaba entre salir corriendo de la habitación o pegarme más ella, en realidad sólo quería sentir su piel contra la mía.

Hice un esfuerzo para mirarla a los ojos y levemente negué con la cabeza a lo que ella respondió con una sonrisa. Inmediatamente noté como dos de sus dedos comenzaban a avanzar muy lentamente y hasta con sigilo desde la cabeza de mi pene recorriendo todo el tronco para acabar abarcando en su totalidad toda la extensión de mi pene duro. Lo abrazó con la palma de su mano y lo apretó dulcemente mientras no dejaba de sonreírme. Mis mejillas se encendieron y bajando la cabeza pude ver la gran mancha que había provocado en mis pantalones ese gesto. Aflojó la dulce presión que infligía y pasó, de una manera natural y despreocupada, como el que mueve la cucharilla del café absorto en sus pensamientos, a acariciar la longitud de mi duro pene con dos de sus dedos, utilizando únicamente sus uñas. Recuerdo perfectamente la sensación que me estaba causando y aún me estremezco al recordarlo. Tensé involuntariamente y como un acto reflejo los músculos de mis piernas y me acurruqué en su hombro mientras mi hermano seguía mamando glotonamente del pecho de mi madre.

- Que grande estás hijo mío, cuánto has crecido - me susurró mi madre quien seguía arrastrando sus uñas a lo largo de mi pene.

Mi excitación estaba por la nubes y en un gesto lleno de vergüenza y cariño a la vez, la abracé dejando que ella siguiera haciendo. Llegó hasta la cabeza de mi pene y encontrando la generosa piel de mi prepucio comenzó a masajearla entre sus dedos dándole de vez en cuando suaves tironcitos. Deslizó su mano hacia mi torso, lo acarició y bajando introdujo la yema de sus dedos dentro de mi pantalón, dudó un instante y finalmente me agarró la polla a lo que yo respondí dando un respingo y abrazándola aún más fuerte.

- Tranquilo cariño, soy tu madre - me dijo sonriendo.

Acomodó mejor a mi hermano y con la otra mano me bajó los pantalones hasta la mitad de mis muslos. Debido a la postura que había tenido que forzar, el pecho de mi madre se apretó contra los labios de mi hermano haciendo que derramaran una cantidad de leche considerable. Percatada del pequeño accidente volvió a sostener a Dani e hizo lo que pudo para recoger con sus dedos la leche que se derramaba por su pecho.

- Tienes una polla muy graciosa cariño, a tu madre le encanta - me dijo jugando con la piel de mi prepucio que levemente colgaba de un lateral del hinchado glande.

Con los dedos llenos de su leche se entretenía con mi piel, la yema de su dedo índice presionaba mi glande describiendo leves círculos, manejando el sobrante de piel a su antojo. Una vez que dio con la abertura, deslizó la yema de uno de sus pringosos dedos en el interior e irremediablemente, la leche, que todavía bañaba sus dedos, y mi líquido pre seminal se mezclaron. Con dos dedos, delicadamente me bajó la piel y fue ahora que la viscosa mezcla se desparramó sobre el tronco del mi pene. La mano de mi madre quedó empapada y pude ver su cara de asombro cuando descubrió la gran cantidad de líquido pre seminal que secretamente albergaba mi prepucio.

De reojo miraba a mi madre que con la boca semiabierta parecía no dar crédito a lo que veía. Yo ya no sabía dónde meterme y sentía que iba a estallar en cualquier momento. Volvió a cubrir mi hinchado glande jugando con el sobrante de piel. La operación tuvo que gustarle porque empezó a masturbarme de aquella manera, con dos de sus dedos retiraba y volvía a cubrir mi glande aprovechando con maestría todo el líquido que para entonces bañaba toda mi dura polla.

- Ma...mamá - logré llegar a pronunciar.

- Sshhhh - me interrumpió ella mientras yo tensaba los músculos de mi piernas y me apretaba a ella.

Los primeros chorros salieron despedidos verticalmente como fuegos artificiales. Mi madre ahora sólo sostenía mi polla con sus dos dedos alrededor del glande, dejando que ella liberara toda la energía acumulada. Pronto mi pecho y mi abdomen quedaron empapados. Mi madre no daba crédito a lo que veía y yo, muerto de vergüenza, confundido y con una gran sensación de alivio, me acurruqué en su hombro y caí dormido.

Hacía ya calor y lo primeros rayos del sol entraban en el cuarto. Medio dormido, hice un rápido repaso mental a lo que había pasado la noche anterior. Entreabrí los ojos y lo primero que vi fue la sonrisa de mi madre. El sol le acariciaba el pelo provocándole un halo angelical haciendo que sus cabellos casi cegaran mi despertar. De lo siguiente que me percaté fue de que estaba totalmente desnudo tumbado en su cama y de que ella con dedicación había humedecido una pequeña gasa y se esmeraba por limpiarme el pecho y mi vientre de los restos de mi corrida de la noche anterior.

Sus pechos estaban al descubierto, el camisón graciosamente enrollado alrededor de su cintura y, sentada sobre sus talones me sonreía mientras se inclinaba levemente hacia delante para seguir limpiándome.

- Buenos días, cariño - me dijo sonriendo.

Por un momento dudé si aún estaba dormido y todo aquello no era más que un tardío sueño de aquella mañana veraniega.

Mis sospechas se desvanecieron rápidamente cuando mi madre tomó mi polla en sus manos y con delicadeza pasaba una y otra vez la húmeda gasa a lo largo de mi miembro, el cual no tardó en volver a recuperar la dureza de la noche anterior. Me incorporé levemente apoyándome en mis codos mirándola todavía incrédulo, avergonzado y con la necesidad de excusarme por todo lo ocurrido.

- Mamá...esto...yo...

- Tranquilo cariño, todo está bien, soy tu madre, ¿por qué no va una madre a poder satisfacer la necesidades de su hijo?. Estás en una edad maravillosa y tu madre se ha dado cuenta cómo la miras en muchas ocasiones, en el fondo me alegra mucho que pueda provocarte tanto deseo. Lo único que quiero es complacer a mi hijo, que se sienta amado y deseado por la mujer más importante en su vida ahora mismo, ya tendrás otras oportunidades más adelante.

Mientras me hablaba ya había agarrado mi polla con una mano y comenzó a masturbarme lentamente. Podía notar como mi polla se endurecía entre sus dedos, me dejé caer otra vez en la cama cerrando los ojos. Ella me soltó y pronto noté su calor y respiración en mi cara. Una suave caricia me rozó los labios y rápidamente pude comprender que me estaba acariciando con sus pechos. Se inclinó hacia mí y me dio un tierno beso en los labios.

- Pero ahora es hora de ir a la ducha, ¡perezoso! - me dijo mientras me pellizcaba la barriga jugando.

Con una erección monumental floté hasta la ducha, abrí el grifo y me metí dentro. Apoyé mis manos en la pared del baño y agachando la nuca, dejé que el agua corriera por mi cuerpo. Estaba tan envuelto en mis pensamientos que ni siquiera oí como mi madre tocaba suavemente con los nudillos en la mampara y pedía permiso para entrar. Sólo me percaté de su presencia cuando noté sus manos enjabonado mi espalda. Sus manos recorrían mi torso mientras se pegaba más a mi haciendo que pudiera notar sus grandes pechos contra mi espalda. En pocos segundos acabamos perfectamente cubiertos de jabón. Ella deslizo una mano por mi espalda y con delicadeza empezó a enjabonarme los huevos mientras mi polla se mecía dura en el aire. Yo ya no podía más, aquello casi me parecía una tortura. Mi madre había dado un giro inesperado de repente y parecía tenerme como su juguete. Cuando el agua había hecho desaparecer los restos de jabón se arrodilló y suavemente me dio la vuelta provocando que mi dura erección quedara a escasos centímetros de su cara. Ni que decir tiene que para entonces mi polla babeaba lo que ella aprovechó para darme un lengüetazo en el glande, como el que prueba un helado por primera vez.

- Cariño, acércame el aceite corporal por favor - me dijo sonriendo mientras acariciaba mi pelvis.

Con sensualidad comenzó a verter el aceite sobre sus tetas mientras las masajeaba. Sus pezones estaban duros y la areola se le notaba ligeramente hinchada. Emitió un ligero jadeo y me sonrió desde abajo. De manera instintiva di un paso hacia delante. Mi polla vertía líquido pre seminal directamente sobre sus tetas mezclándose con el aceite. Tomó sus grandes tetas y aprisionó mi polla entre ellas. Yo di un resoplido de placer y notaba mi polla más dura que nunca. Muy lentamente empezó a hacerme una paja con sus tetas.

- Tienes la polla más bonita del mundo, cariño - me dijo dándole un beso a mi hinchado glande.

Me apoyé en la paredes de la ducha para no perder el equilibrio ya que notaba que mis piernas estaban empezando a flaquear. Ella incrementó el ritmo y en poco tiempo el sonido de mi polla resbalando sobre sus tetas era lo único que resonaba en el baño.

- Vamos hijo, fóllate las tetas de mami.

Comencé a mover las caderas, primero lentamente, casi con miedo, pero estaba tan cachondo y mi madre me daba tanta confianza que poco a poco fui incrementando el ritmo hasta que posé mis manos en sus hombros y empecé a deslizar mi dura polla entre sus tetas con verdadera devoción. Los dos gemíamos de placer, podía ver a mi madre cómo se mordía el labio y me dedicaba lujuriosas miradas. Mi polla babeaba entre sus tetas lo cual no pasó desapercibido para mi madre y por un instante aflojó la tensión y aprovechó para restregarse todo sobre sus tetas, se pellizcaba sus pezones, las tomaba en sus manos y se inclinaba para lamer todo lo que yo había vertido sobre ellas; por último deslizo sus manos e intuí cómo se tocaba sus coño lo que hizo que sus tetas se apretaran entre sus brazos ofreciéndomelas de nuevo. Acercó su cara a mi polla que palpitaba dura en el aire y pasó su lengua por todo el tronco lo cual interrumpí casi involuntariamente para volver a meter mi polla entre sus tetas. Creo que a ella le sorprendió mi acto reflejo pero por alguna razón la encendió más ya que notaba cómo ella movía compulsivamente sus manos acariciándose el coño mientras gemía de placer. La tomé nuevamente de sus hombros ya provechando la tensión que generaban sus brazos contra sus tetas y empecé a follármelas de nuevo.

- Aaahhh, así cariño - gemía mi madre presa de un fuerte orgasmo.

Vi cómo ponía los ojos en blanco y su cuerpo se tensaba mientras seguía dándose placer. Yo no pude contenerme más y exploté entre sus tetas. Los primeros chorros salpicaron su barbilla para luego poner una espesa capa de semen sobre sus pálidas tetas. Yo jadeaba y me apretaba contra ella mientras convulsionaba y así quedamos en silencio por unos segundos interminables hasta que ella me abrazó por la cintura restregándose contra mi polla que aún temblaba. Se incorporó y me besó profundamente gimiendo en mi boca.


-Mi Mamá y Yo parte 3-

La mañana transcurrió sin más sobresaltos. Me vestí, comí algo y salí a la calle. El calor apretaba y tuve que reducir mi paseo para refugiarme en casa. En aquella época la mayoría de mis amigos estaban ya en sus lugares de vacaciones pero a nosotros, este año, nos tocaba quedarnos en casa debido a la ausencia de mi padre, el cual nos prometió compensarnos más adelante con alguna escapada otoñal.

No dejaba de pensar en los últimos acontecimientos con mi madre y la naturalidad con la que ella había iniciado esos encuentros sexuales. Por supuesto que yo había, alguna vez, fantaseado con ella pero nunca habría pensado que ella podía dar pie a nada. Repasaba una y otra vez su actitud en esos momentos, repetía las conversaciones en mi cabeza y por mucho que me esforzaba no llegaba a encontrar una explicación lógica para semejante punto de inflexión en nuestra relación. En realidad, la única conclusión que sacaba y que de alguna manera apaciguaba mi inquietud era la naturalidad con que ella había afrontado esos dos encuentros. Desde luego, concluía también, nunca conocemos en profundidad ni a la más cercana de las personas con las que tratamos y esto, como comprobarán los estimados lectores, iba a confirmarlo a lo largo de aquel día.

Cuando regresé a casa era ya la hora de comer y en la cocina encontré a mi madre atareada con los fogones.

- Hola mamá, ya estoy de vuelta, me lavo las manos y me pongo a preparar la mesa - dije acercándome por detrás con la intención de saludarla con un beso como hacía siempre.

- Gracias cariño, la comida estará lista en cinco minutos, he hecho lasaña, tu plato favorito, y de postre nos vamos a tomar unas fresas, que están de temporada ahora y tenían una pinta estupenda - me dijo sonriendo a la vez que se volteaba ligeramente.

Vestía únicamente una camisa blanca que escasamente le cubría su generoso culo. Pude apreciar que no llevaba sujetador ya que al voltearse vi cómo sus tetas se mecían dentro de su camisa. Acercó sus labios a mi mejilla y sostuvo un tierno beso durante varios segundos mientras mis manos instintivamente ya se habían posado sobre sus caderas.

Hice lo que pude para contenerme y no restregarle a mi madre mi ya dura polla contra sus muslos y culo y me fui hacia el baño a lavarme.

Mi madre era una gran cocinera, había tenido una gran maestra, y es que los platos que preparaba mi abuela eran más que un manjar.

- ¿Qué es esa bolsa mami?

- Ah, son cosas para tu hermanito, aproveché para sacarlo a dar un paseo y que le diera algo de sol mientras tu no estabas. Estuve en la farmacia y compré pañales, cremas para bebé y un biberón, quiero retrasar al máximo la lactancia pero pensé que era mejor estar preparada para cuando llegara el momento.

- Me parece a mi que él no tiene intención de parar mami - dije yo bromeando.

- jajaja, eso me parece a mi también y estoy segura que a alguien no le importaría revivir esas experiencias, ¿verdad cariño?.

Me puse rojo como un tomate. La idea de mamar de sus tetas había rondado mi cabeza de un tiempo a esta parte y mi madre parecía que me estaba haciendo esa proposición de manera inocente.

Para disimular mi nerviosismo y mi erección me levanté y llevé los platos al fregadero. Notaba cómo mi madre me seguía con la vista por toda la cocina. Me di la vuelta y me sonrió mientras se mordía ligeramente la uña de su dedo índice de manera coqueta:

- Cariño estoy un poco cansada, necesito tumbarme un poco, ¿por qué no nos tomamos las fresas en el dormitorio y así compruebo cómo está Dani?

- Vale mamá, lo preparo todo y voy.

Tomó la bolsa que le había comprado a Dani en la farmacia y se fue al cuarto.

En cuanto salió por la puerta resoplé de alivio y me llevé la mano hacia el bulto de mi polla cuando noté que la pernera de mis finos pantalones estaba empapada de líquido pre seminal. ¡Joder, cuándo había pasado aquello! Entonces caí en la cuenta de el porqué de aquellas miradas.

Fui a mi cuarto corriendo y me cambié de pantalones. Preparé las fresas cortándoles el tallo y las acomodé en una bandeja junto al cuenco de nata montada.

Déjala con cuidado sobre la cama hijo, enseguida estoy lista, Dani necesitaba un cambio de pañales.

Me senté en la cama apoyándome sobre el cabecero mientras mi madre, de espaldas, terminaba con Dani. ¿Cómo podía mi madre tener semejante culo? Quedé completamente hipnotizado con los sutiles movimientos de sus nalgas amablemente acariciadas por su camisa blanca. En un momento que ella se inclinó hacia delante para acomodar a Dani mis sospechas se confirmaron, sólo llevaba unas braguitas, más concretamente un tanga que se introducía entre sus nalgas y dejaba a la vista dos rotundas montañas de carne ligeramente pálidas.

Se di la vuelta y gateó hasta mi sentándose a horcajadas sobre mis muslos.

- ¿Qué tal las fresas cariño, ya las probaste? - me preguntó cogiendo una y mojándola en el cuenco de nata.

- Aún no mami, te estaba esperando.

- Pues entonces tendrás que hacer tu los honores - me dijo sonriendo mientras me acercaba la fresa untada en abundante nata a los labios.

Yo estaba prácticamente sin habla y tan sólo volví en mi cuando noté como me restregaba un poco de la montañita de nata sobre los labios antes de metérmela en la boca.

Como pude la mastiqué saboreándola.

- Está deliciosa mami.

Se acercó a mi y pasó su lengua por mis labios de la manera más morbosa que pude imaginar recogiendo así los restos de nata que habían quedado.

- Y parece que la nata está super dulce - dijo sonriendo pícaramente mientras se relamía.

Tomó otra fresa y mojándola en la nata se la llevó a la boca. Mientras la disfrutaba me acariciaba mis muslos desnudos introduciendo cada vez más sus manos por las perneras de mis pantaloncitos. Cada vez que hacía esto yo me removía debajo de ella, notar las yemas de sus dedos y sus uñas acariciar mis muslos me estaba poniendo a mil, y no sólo a mi, mi polla ya lucía una erección considerable y su bulto era perfectamente visible.

- Parece que las fresas están teniendo un curioso e inesperado efecto aquí abajo - dijo palpándome el bulto de mi dura polla mientras soltaba una risita maliciosa.

Entonces me tomó las manos y las posó sobre sus grandes tetas mientras me miraba con una tierna sonrisa maternal. Sus pezones estaba durísimos, los podía notar entre mis dedos.

-Pues parece que no soy el único al que las fresas le han producido algo mami - solté animado a seguirle el juego.

- A mami le encantan las fresas con nata cariño, ya deberías saberlo - me dijo guiñándome un ojo y tensando mis pantalones haciendo que el bulto de mi polla fuera más visible, si es que eso a esas altura fuera posible.

- Pues a mi me encantan tus tetas mami - le dije hundiendo mis dedos en ellas y masajeándolas a través de su fina camisa.

Entonces se llevo las manos al filo de su camisa y despacio empezó a sacársela. Ante mi aparecieron dos enormes pero firmes tetas coronadas por sendas areolas rosadas, ligeramente salpicadas con puntitos rugosos y un grueso pezón.

Sin decir nada metió la mano en el cuenco de nata y embadurnó sus areolas con ella. Se notaba claramente que sus tetas eran una parte muy sensible de su cuerpo porque mientras lo hacía se mordía el labio y se notaba como poco a poco se estaba poniendo más cachonda.

- ¿No le vas a comer las tetas a mami, cariño?

Antes de que terminara la frase yo me abalancé hacia delante y me metí todo lo que pude en la boca haciendo que mi madre soltará un gemido. Ella se agarró las tetas por debajo sujetándolas, ofreciéndomelas y yo pasaba de una a otra completamente ido y excitado. Cuando las dejé completamente limpias, mi madre tomó el cuenco de nata y literalmente mojó sus dos tetas en él.

- Más hijo, quiero que me las comas más.

Y entonces empujó una de sus tetas dentro mi boca. La cantidad de nata que había puesto y mi saliva se desbordaban de mi boca. Apretó y entonces pude notar cómo su leche caliente invadía mi boca. Yo estaba atónito y completamente excitado, ¡estaba mamando de las tetas impregnadas en nata de mi madre! Ella jadeaba ligeramente, estaba igual o más excitada que yo. Me masajeaba mi dura polla a través del pantalón, jugaba con mis huevos, con la piel de mi prepucio y yo estaba tan concentrado en mamar de sus tetas que ni siquiera había notado que mis pantalones estaba completamente empapados, parecía como si me hubiera hecho pis encima pero era toda la cantidad de líquido pre seminal que estaba expulsando.

Cuando por fin me separé, a mi madre le chorreaba de las tetas una mezcla de saliva, leche materna y nata, y el pezón completamente erecto y ligeramente enrojecido. Sin decir nada y haciendo un esfuerzo por salvar la tremenda erección que tenía, me bajó los pantalones a mitad de mis muslos y mi polla saltó como un resorte escupiendo sus jugos por el aire.

Tomó mis mejillas tiernamente entre sus manos y me dio un profundo beso.

- Nunca me habían comido las tetas así cariño, ahora te toca a ti disfrutar de tu madre.

Me recosté en el cabecero intentado recuperar el aliento y ella agarró uno de los biberones que le había comprado a mi hermano. Lo abrió, separó la tetina y demás accesorios y empezó a llenarlo de nata usando sus dedos. De vez en cuando me metía sus dedos pringosos en la boca y yo saboreaba los restos de nata acumulada. No entendía muy bien lo que pretendía pero no me importaba, era el único sitio donde yo quería estar en ese momento.

Cuando el biberón rebosaba nata por sus costados, se inclinó sobre mi polla y dejó caer una buena cantidad saliva. Como si no estuviera ya perfectamente lubricada, pensé yo.

Con su mano izquierda tomó mis huevos en la palma de su mano ejerciendo una ligera presión, dejando que el propio peso de mis hinchados huevos hiciera que resbalaran entre sus dedos. Le dio la vuelta al biberón y con una mirada que no olvidaré jamás lo hundió en mi dura polla que no había dejado de apuntar al techo en ningún momento. Solté un bufido agarrándome a la sábanas con fuerza mientras mi madre dejaba el biberón completamente hundido hasta mis huevos.

- Ahora es tu momento cariño - me dijo acariciándome la mejilla e introduciendo su dedo pulgar entre mis labios.

Notaba mi polla palpitar dentro del biberón cuando mi madre empezó un sube y baja que fue la sensación más placentera que había experimentado en mi escasa vida sexual. Su ritmo era lento, se recreaba en el movimiento y estaba claro que estaba disfrutando dándole semejante placer a su hijo. Cuando le tocaba bajar, a veces lo hacía de manera lenta y otras imprimía algo más de presión, y cuando mi polla quedaba completamente oculta ella imprimía unos ligeros movimientos circulares que me transportaban directamente al paraíso.

- aahh ma...mamá, no he sentido mayor placer en mi vida, siento que mi polla va estallar.

- Llena el biberón de leche cariño, llénalo para mami - me decía incrementando ligeramente el ritmo.

De repente yo no pude aguantar más y exploté en el que fue el orgasmo más intenso que había tenido hasta le fecha. Cuando mi madre notó mis convulsiones se abalanzó sobre y empezó a besarme apasionadamente mientras yo llenaba el futuro biberón de mi hermano de mi propia leche. La nata y mi semen se fundieron en uno y el biberón chorreaba embadurnando mis huevos haciendo un charco en las sábanas de la cama.

Me escurrí hacia bajo quedando ahora totalmente en posición horizontal y mi madre se acurrucó a mi lado olvidándose del biberón que quedó haciendo equilibro sobre mi abdomen.

- Te quiero mi niño, que descanses.

Y me besó en la mejilla.

-Continuará....


-i
 
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