Mi Madre y Yo, Poniéndole los Cuernos a mi Padre 001

heranlu

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Vivo con mis padres en una casa de labranza y hasta los 18 años, a la vez que estudiaba el Bachiller, tenía que trabajar muchísimo porque éramos de familia humilde, pero a esa edad hice unas oposiciones, las aprobé y empecé a trabajar en uno de los bancos de mi pueblo.

Con ello, la economía de mi familia mejoró mucho porque yo me quedaba sólo con muy poquito dinero, lo justo para mis gastos y el resto se lo daba todo a mi madre la cual antes lavaba y planchaba la ropa de varias familias del pueblo; pero cuando yo empecé a ganar dinero, le dije que con el trabajo de mi padre y el dinero que yo le entregaba, teníamos suficiente para los tres y no quería que trabajara más, ni siquiera en las labores agrícolas.

Le compré a plazos un tractor a mi padre y lo convencí diciéndole que, ahora que el tractor le ayudaba en su trabajo mucho más que antes mi madre o yo, que no quería que ella trabajara más, sólo que se cuidara de la casa y de nosotros. Y como ahora que trabajaba en el banco mis padres me trataban como a un rey y me llenaban de mimos, caprichos y detalles de los que antes carecía, mi padre estuvo de acuerdo conmigo en que mi madre no volviera a trabajar más.

Ella, al tener un hijo trabajando en un banco, estaba súper-orgullosa de mí, y además, las otras vecinas del pueblo empezaron a mirarla como si fuera una gran señora, cosa que le gustaba mucho.

Un sábado por la tarde, mi padre estaba trabajando con el tractor que yo le había comprado para librarle de muchas faenas, y como a mí no me dejaban trabajar, me quedé en casa con mi madre. Entré en el cuarto de baño sin darme cuenta de que ella se estaba duchando y cuando la vi en pelota, no sé que me pasó, pero me empalmé.

Yo estaba acostumbrado a verla siempre con moño o con el pelo recogido y dentro de la ducha tenía el pelo suelto y mojado, con una melena larga que le llegaba hasta los hombros y le hacía parecer otra mujer, además me di cuenta de que tiene un cuerpo divino: buenos muslos, unas piernas bellísimas, un culito empinado y unas tetas preciosas, seguí mirándola un buen rato y mi madre se dio cuenta de que la miraba tal y como estaba desnuda, pero no me dijo nada ni hizo ningún ademán de intentar pasar la cortina del baño, al contrario, más tarde me dijo que se había dado cuenta de que la miraba y que por eso se recreó un buen rato en sus poses, para que me diera cuenta de lo buena que está; y como yo estaba embelesado contemplándola sin decir nada, me miró sonriendo y me preguntó:

-¿Quieres ducharte, hijo?

Cuando le contesté que sí, me dijo que esperase un momento, que ella había terminado y ya salía, pero aprovechando los caprichos que ahora me daba, le pregunté:

-¿Y por qué no nos duchamos tú y yo juntos, como hacíamos antes?

-Pues porque antes eras un niño, cariño, y ahora ya eres un hombre…

-Vale, mamá -le dije haciéndome el enfadado- lo que pasa es que tú ahora ya no me quieres tanto como me querías antes...

Y cuando vio que me dirigía a la puerta para salir, me dijo:

-Hay que ver la paciencia que tenemos que tener las madres… venga, cariño, entra aquí y dúchate conmigo... pero deja la puerta abierta, porque si oímos venir a papá yo salgo corriendo ¿eh?

Me metí en la ducha y cuando mi madre se giró, agarré la esponja y empecé a enjabonarle la espalda mientras ella había girado su carita hacia mí y me sonreía con picardía.

Luego bajé enjabonándola hasta sus nalgas y cuando llegué a ellas, solté la esponja y empecé a acariciarle el culito directamente con las manos, llegando con los dedos hasta su ojete; estuve tocándole el culito un rato, hasta que mi madre cogió la esponja del suelo y se giró para enjabonarme ella a mí, entonces se fijó en mi polla que estaba empalmada y durísima y me preguntó:

-¿Qué es esto, hijo?

-Esto es lo que tú llamabas pirulina. -le dije sonriendo, luego le cogí una mano y la llevé hasta mi polla y cuando empezó a acariciármela me sonrió y me dijo:

-Pues ha crecido mucho desde la última vez que te la vi, cariño... es más grande que la de papá… y muy bonita...

Siguió un buen rato sobándome, tanto la polla como los huevos y al tener las manos enjabonadas, la caricia era muy suave y me puso a cien, pero como la postura que teníamos era muy forzada, le di la vuelta colocándola otra vez de espaldas a mí, le puse la polla entre las mollas del culo, pasé mis brazos por debajo de los suyos y empecé a acariciarle las tetas sin que ella se opusiera ni me dijera nada. Intenté cogerle los pezones pero como estaban muy duros y yo tenía las manos enjabonadas, se me escapaban, lo que nos hizo reírnos a los dos. Yo seguí un buen rato sobándole las tetas en silencio y cuando la oí suspirar, pegué mi boca a su oído y le pregunté:

-¿Mamá... a papá se la chupas?

-No, cariño, eso sólo lo hacen las putas.

-¿Y a mí me la chuparías, mamá? -volví a preguntarle bajando una de las manos y acariciándole con ella su coñito.

-Hijo, sabes que yo por ti hago todo lo que sea... pero no me pidas eso, por favor... yo nunca se la chupé a nadie y no sé si sabría...

Cuando comprobé que mi propuesta no la escandalizó, sino que la única disculpa que me ponía era sólo la de no saber chuparla, le di la vuelta hacia mí, le puse las manos en los hombros y la empujé hasta que quedó agachada delante de mí, imagino que mi madre ya sabía lo que quería de ella porque en cuanto se agachó, abrió un poquito la boca, momento que aproveché yo para meterle la polla dentro.

Empezó a chupármela a la vez que me acariciaba los huevos, lo hacía muy bien para ser la primera vez, y además me gustaba el hecho de tener a mi madre arrodillada a mis pies chupándomela y cuando noté que estaba ya a tope, la levanté, la puse de nuevo de espalda con las manos apoyadas en la pared y como mi madre se dejaba hacer todo lo que yo quería sin decirme nada, se la metí poco a poco en el coño.

No sé si por efecto del jabón o de la calentura que teníamos los dos, el caso es que le entró a la primera, la cogí por la cadera y empecé un mete-saca lentísimo, entonces le susurré al oído:

-¿Te gusta, mamá?


-Claro que me gusta, hijo, estamos locos, pero me gusta... muchísimo... muchísimo...

Seguí bombeando dentro de su coño, llevé las manos de nuevo hasta sus tetas y se las apreté mientras jodíamos, lo que nos volvía locos a los dos, y cuando le dije que estaba a punto de correrme, me susurró:


-Espera un poquito, hijo... que yo también me voy... los dos juntitos... los dos juntitos... ahora... ahora... así... así...

Cuando terminamos, nos dimos un beso en la boca y volvimos a ducharnos juntos; fuimos a la cocina y mientras esperábamos a mi padre me senté en una silla y le pregunté:

-¿Ha sido mejor que cuando follas con él? –le dije sin hacer mención a mi padre, aunque ambos sabíamos a quién me refería.

-Muchísimo mejor, hijo, ha sido delicioso pero que no se entere nadie, cariño, que no se entere nadie porque sería una vergüenza...

Mi madre estaba radiante y bellísima, la senté sobre mis piernas de cara hacia mí y le desabroché la bata, nos besamos en la boca con locura, luego le acaricié los muslos y ella se abrazó a mi cuello susurrándome:


-Estamos locos, mi vida... si alguien nos viera...

-Te quiero, mamá... -le dije y volví a acariciarle las tetas que estaban otra vez durísimas, luego bajé las manos hasta su coño que seguía mojadito, luego le metí un dedo dentro y volvimos a besarnos.

-Yo también te quiero hijo, y más ahora, después de lo que hemos hecho...

-¿Te gusta lo que hacemos, mamá? ¿Que hayamos follado y estar así ahora conmigo?


-Sí, hijo, me vuelves loca con tus caricias en mis piernas, en mis tetas y en mi chochito, tanto que vuelvo a estar otra vez calentita...

Yo le dije que también tenía ganas de volver a joderla, así que en la posición en la que estábamos, me bajé el pantalón hasta media pierna y mi madre se sentó encima de mi polla, metiéndosela dentro. Estuvimos así follando despacito durante mucho tiempo, yo con las manos en sus tetas y ella meneando el culito acompañando mis embestidas, hasta que se paró el sonido del tractor con el que trabajaba mi padre, entonces me dijo en voz baja:

-Ya viene papá, cariño.

-Ya lo sé, mamá, pero no querrás que lo dejemos ahora que estamos en lo mejor ¿no?


-No, hijo, no quiero que te salgas de mi, ahora mismo me da igual que nos vea, tú sigue jodiéndome, cariño, que me gusta... me gusta muchísimo...

Mi madre seguía subiendo y bajando sobre mi polla y cuando mi padre estaba entrando en casa, cabalgó más deprisa sobre mí, hasta que nos corrimos los dos, yo derramando mi leche dentro de su coño y ella susurrándome:


-Ya, cariño, ya... ahora... ahora...

Cuando mi padre entró en la cocina, mi madre aún estaba abotonándose la bata, y yo guardándome la polla.

Por la noche, nos sentamos los tres a ver la tele con la luz apagada, como hacíamos siempre; mi padre se sienta delante, muy cerca del televisor porque sino, no ve, mientras que mi madre y yo nos sentamos siempre más atrás, juntos en el sofá.

Al rato, mi padre se quedó dormido, entonces pasé una mano por encima del cuello de mi madre hasta llegar a sus tetas y metí la otra por dentro de la bata hasta llegar a su coñito, ella me acariciaba la polla por encima del pantalón del pijama y nos dábamos unos besos rápidos, pero deliciosos.

Cuando terminó la película, tanto mi madre como yo estábamos excitados a tope, despertamos a mi padre y yo les dije que, aunque tenía sueño, iba a quedarme un rato haciendo papeles del banco, entonces mi padre, muy orgulloso de mi, me dijo:

-Pues trabaja, hijo, yo voy a acostarme porque estoy agotado, pero que se quede tu madre contigo, así te hace compañía y no te quedarás dormido.

En cuanto mi padre se acostó, mi madre y yo volvimos a besarnos como locos, me senté en el sofá y ella se arrodilló entre mis piernas, me sacó la polla y empezó a chupármela en silencio, mirándome a los ojos para ver en mi cara el placer que me estaba dando, luego la sacó un momento de la boca y me dijo muy bajito:


-¡Cómo me tienes, cielo! cómo me ha gustado que me acariciaras delante de él... si hasta me corrí y todo, mi vida...

La senté en el sofá y empecé a comerle el coño como había visto hacer en algunas películas, le localicé el clítoris y empecé a sacudírselo con la lengua, mi madre se derretía con las caricias que le estaba dando con mi lengua, y me susurró muy bajito:


-Sí hijo, sí... nunca me habían lamido ahí y estoy derritiéndome, sigue, sigue...

Luego la puse a cuatro patas en el suelo, se la clavé de un solo golpe, y al ratito empezó a correrse de nuevo susurrándome:


-Atízame ahora con fuerza, mi amor... me da igual que tu padre se levante y nos pille, dame fuerte mi vida, que me corro... ya... ya...

Estuvimos follando casi hasta el amanecer, y cuando nos acostamos estábamos agotados.

Por la mañana fuimos los tres a misa, como hacíamos cada domingo, y al salir mi padre se fue con los amigos a tomar el vermouth, me dijo que yo podía ir con ellos si quería, pero le dije que no, que le ayudaría a mamá a preparar la comida.

Nada más entrar los dos en casa, mi madre se quedó quieta junto a la puerta cerrada, sin moverse y sin decir nada, entonces yo la cogí por el culito apretándola contra mí, le di un beso en la boca y cuando nos separamos le pregunté sonriendo:

-¿Qué pasa, mamá, que hoy ya no me quieres?


-Claro que te quiero, hijo, te quiero muchísimo... pero pensaba que al quitarte ayer la calentura conmigo, hoy ya no querrías saber nada de mamá... y si supieras lo contenta que estoy de saber que te sigo gustando...

La cogí por la cintura elevándola del suelo y la llevé hasta mi habitación donde la tumbé sobre la cama subiéndole la falda y bajándole las braguitas, para comerle el coño con la misma ilusión que el día anterior.

Cuando se corrió en mi boca, me coloqué encima y ella misma me cogió la polla y se la metió en el coño diciéndome;


-Jódeme, cariño... jódeme... que eres un maestro chupando a mamá... y jodiendome... y besándome... y tocándome el culito...

Empecé a bombear dentro de su coño mientras nos besábamos en la boca, luego le pasé las manos por debajo del culo y la apreté contra mí diciéndole:

-¿Te gusta joder conmigo, mamá?

-Sí mi amor... me vuelves loca...

-A mí también me gusta, mamá...


-Pues disfruta de mí, amor mío, que tontos fuimos hasta ayer ¿eh, cariño? pero a partir de ahora nos vamos a desquitar de todo el tiempo perdido, mi vida...así... así...

Nos corrimos como locos, besándonos en la boca y metiéndonos mano por todas partes y ya más tarde, en la cocina, mientras ella preparaba la comida, me coloqué a su lado y estuve tocándole el culito por encima de la falda con lo que volví a calentarme; cuando se lo dije, mi madre apagó el gas y dejó de cocinar, se abrazó a mi cuello restregándome la polla con su coñito varias veces y me dijo muy bajo:


-Eres un semental, cariño, anoche me dejaste agotadita, hace muy poquito que nos corrimos juntos ¿y ya vuelves a tener ganas de mamá?

Cuando le dije que sí, mi madre se apoyó sobre la cocina, se subió la falda hasta la cadera retirándose las braguitas, y me dijo:


-Pues venga, cariño... jódeme otra vez que mamá es tuya... jódeme hasta que te quedes a gustito, mi amor...

La agarré por la cadera y se la metí otra vez en el coñito, a pesar de lo que mi madre había dicho, ella también estaba excitada porque tenía el conejito húmedo, así que empecé a follarla con fuerza y le dije:

-Tú también tenías ganas ¿eh?, porque tu chochito está empapado...


-¿Cómo no va a estar empapado, mi amor? estoy en la cocina de mi casa, esperando a mi marido y con la polla de mi hijo metida en el coño... ¿hay mayor calentura que esta?...

Seguimos follando hasta que nos corrimos los dos, entonces mi madre me dio un beso en la boca y me dijo:


-Eres maravilloso, cariño... eres el mejor hijo calentando a mamá...

Cuando vino mi padre a comer, le comenté que ese año no podría irme de vacaciones con ellos al pueblo de mi padre, como hacíamos siempre, porque en el banco no me daban vacaciones, entonces nos dijo mi padre:

-Yo tengo que irme porque mis padres tienen mucho trabajo allí y tengo que ayudarles, pero tu madre se quedará contigo, hijo, así te lava y te plancha la ropa porque en un banco hay que ir muy bien arreglado...

El día que se fue mi padre le dije a mi madre que no me gustaba verla con aquél peinado ni con aquellas ropas, así que se soltó el pelo en una melena y salimos los dos de compras.

Mi madre se compró un traje de chaqueta muy bonito y luego yo le compré una minifalda muy corta y ajustada que había en la tienda, mi madre no la quería pero cuando le insistí, se la probó disimulando como que era para una sobrina suya, y como tiene las piernas muy bonitas, la minifalda le quedaba divina, luego fuimos a una tienda de lencería y le compré varias braguitas minúsculas, tipo tanga, y mi madre al salir me comentó:

-Qué vergüenza comprar esta ropa en el pueblo donde todos me conocen, además ¿qué le digo a tu padre cuando me vea con ella?

-No, mamá, esta ropa la colgamos en mi armario, y te la pones sólo cuando estemos los dos solitos ¿vale?

Mi madre iba cogida de mi brazo, entonces me lo apretó y me comentó:


-Estoy pensando ya en cuando me ponga esa ropita para ti y llevo el coñito otra vez mojadito, mi vida, me está pasando lo que no me había pasado nunca...

-Eso es lo que yo quiero, mamá, que disfrutes y seas feliz conmigo.

-Claro que soy feliz a tu lado, mi vida, y disfruto muchísimo... porque yo te quiero muchísimo, hijo, y desde que pasó lo del sábado, no he dejado de pensar en ti ni un sólo minuto.

-Yo también he pensado en ti, mamá, te imaginaba al lado de mi padre y los celos me mataban por dentro...


-Es que tengo que seguir durmiendo con él, mi vida, porque si no qué pensaría, pero no te preocupes, él ya no me tocará más, seré sólo para ti, cariño, sólo tuya...

Cuando llegamos a casa, le dije que se pusiera un tanga blanco de hilo y la minifalda y cuando iba a ponerse un sujetador, la cogí por el culito, la besé en la boca y le dije:

-No te ponga sujetador, mamá, mientras estemos solitos lleva siempre las tetas al aire para mí, ¿vale?

Mi madre se abrazó a mi cuello, me mordió el lóbulo de la oreja y me dijo al oído:


-Cómo me calientas, hijo... cómo me calienta estar así para ti, mi amor, como si fuera tu puta...

La verdad es que mi madre está bellísima, mientras yo le seguía acariciando el culito y volvíamos a besarnos y me preguntó:


-¿Tienes ganas hijo? ¿Tienes ganas de volver a follar con mamá?

-Muchísimas, mamá ¿y tú?


-Yo también cariño, porque me gusta tanto cuando estás dentro de mí...

Nos fuimos a la cama donde hicimos por primera vez el 69, mi madre decía que estaba aprendiendo más en esos días que en los 19 años que llevaba casada, se la veía disfrutar como si lo hiciera todo por primera vez y yo también disfrutaba a tope con ella, estuvimos follando un buen rato, sin quitarle ni la minifalda ni el tanga y luego le pregunté si me daba su culito para que le pudiera meter la polla por él, y me contestó:


-Claro que te doy mi culito, cariño, te doy mi culito y te doy mi vida...ahora es tuyo, hijo, tan tuyo como el resto de mi cuerpo...

Fui al baño y cogí gel de ducha con el que unté un dedo que fui metiendo despacito en el culo de mi madre, ella se encontraba de rodillas, con el hilo del tanga sobre una de sus nalgas y la faldita enrollada en la cintura y la visión de mi madre así me volvía loco de placer, cuando el dedo entró y salió varias veces sin dificultad, eché gel en la punta de la polla y la coloqué a la entrada del ojete diciéndole:

-Ahora te voy a desvirgar el culito, mamá, relájate, mi amor… disfruta y hazme disfrutar a mí...


-Sí, cariño... métemela en el culito que mamá guardó virgen para ti... sólo por ti me dejo encular, mi vida, para que tú disfrutes metiéndomela...

Fui metiéndosela poco a poco hasta que le entró toda y cuando notó mis huevos golpear contra sus nalgas giró la cara sonriendo, me lanzó un besito y me dijo:


-Te quiero, amor mío... ensártame el culito con tu polla, mi amor... dame fuerte y no tengas miedo... que me gusta...

Estuvimos follando por el culo un rato muy largo, luego se la saqué y le dije que iba a limpiarla para metérsela otra vez por el coño, pero ella me dijo:


-Límpiala en mi boca, cariño, límpiala con mi lengua, con mi boquita...

Se puso a chupármela y a lamérmela hasta que me la dejó otra vez llena de saliva y durísima, entonces volvió a ponerse a cuatro patas y se la metí de nuevo en el coño.

La cogí por las caderas y estuvimos follando durante mucho tiempo, luego se puso boca arriba para poder besarnos mientras follábamos y al rato de estar jodiendo en esta postura me dijo:


-Me corro, cariño... me corro... dame tu lechecita dentro, mi amor, córrete con mamá... así... así...

Aquella noche dormimos juntos y al día siguiente, cuando salí de trabajar, alquilé un montón de películas porno y cuando llegué a casa, cerramos todas las ventanas, pusimos la calefacción y estuvimos toda la tarde viéndolas, desnudos, besándonos y metiéndonos mano.

En una de las paradas que hicimos, mi madre me dijo:


-Tengo el coñito chorreando, mi vida, no sé que me haces pero me derrito cuando estoy a tu lado... a partir de ahora voy a estar siempre dispuesta para ti, cariño, siempre esperándote...

Desde entonces, seguimos igual, follando cuando nos apetece, mi madre ya va siempre con el pelo suelto y con braguitas pequeñitas, se la ve más joven y más guapa cada día, porque, según dice ella:


-Son los caldos que suelta mi chochito cada vez que me tocas, amor mío...

-------
Un día me llamaron de la Gerencia del banco para el que trabajo y me ofrecieron ir de interventor a una sucursal de Asturias; el trabajo es casi el mismo y la mayor responsabildiad se compensa con un aumento considerable de sueldo, así que acepté.



El día que me dieron la noticia, se la comenté a mis padres cuando estábamos cenando, estuvimos sopesando los pros y los contras de esta oferta de trabajo, y hablamos de que llevaría consigo un traslado, buscar vivienda y, por primera vez en mi vida, abandonar el nido familiar y empezar a volar solo.

Mi madre no decía nada, sólo me miraba con los ojos tristes; mi padre, en cambio, me dijo que debería aprovechar este ascenso que me ofrecían, y que no me preocupase por vivir solo ya que tarde o temprano tendría que empezar a hacerlo, además, hasta que me fuera acostumbrando, mi madre podría venir un tiempo a vivir conmigo, ya que él se las arreglaría bien en casa.

En ese momento, miré para mi madre y vi en sus ojos un brillo y una alegría que me emocionaron, y le pregunté:



-¿Tú vendrías conmigo, mamá?



-Al fin del mundo, hijo, contigo iría al fin del mundo si me lo pidieras. –dijo mirándome a los ojos con con una dulzura en su mirada y en su voz que la delataron.



Después de hablar con mis padres, las pocas dudas que tenía para aceptar el traslado desaparecieron, así que pagué la entrada de un piso, hipotequé el resto con dinero que me prestó el banco y nos vinimos a él mi madre y yo. Ella pensaba que su estancia conmigo sería temporal, pero yo tenía otros planes, aunque me los callé.



Ahora cada día, cuando salgo del trabajo, suelo ir con los compañeros a tomar un par de cervezas y después voy para mi piso donde encuentro la casa limpia, la ropa a punto, la comida hecha y a mi maravillosa madre esperándome.

Desde que vivimos solos, nuestro hogar es un remanso de armonía y de felicidad, nos comportamos como lo que somos, dos personas enamoradas que conviven juntas sin el vínculo del matrimonio y con una única misión: Hacer feliz al otro.

Así cada día, cuando llego a casa, mi madre viene hacia mí, rodea mi cuello con sus brazos divinos mientras yo le acaricio el culito y nos besamos con ternura, yo me excito con facilidad a su lado y ella está viviendo a mi lado una segunda juventud que, según sus palabras es muchícimo más bonita, y más activa sexualmente que la 1ª.



Un mediodía, cuando entré en casa, mi madre vino a recibirme con la misma sonrisa y el mismo amor con los que me recibe cada día, pero con un brillo especial en los ojos que no supe achacar a nada especial, puesto que la noche anterior había sido normal entre nosotros, compartiendo la misma cama, amándonos hasta quedar rendidos y despertando a la mañana siguiente juntos, felices y enamorados.

Aquél día, cuando terminamos de comer y mamá retiró los platos, al girarse con ellos hacia el lavavajillas, me miró sonriendo y dijo:




-Por cierto, mi vida… creo que estoy preñada…


Pegué un salto de alegría que por poco me caigo al suelo, me abracé a mi madre y la besé con desesperación, quería transmitirle lo feliz que soy a su lado, la alegría que tenía en ese momento y tantísimo como la quiero, pero no sabía cómo hacerlo, no me salía ni una sóla palabra. Mi madre debió comprenderlo porque separó sus labios de mi boca, me miró a los ojos con dulzura y me susurró:




-Yo también, amor mío… yo también te quiero muchísimo…


Empecé a comer a besos la boquita de mi madre, le dije que la quería con locura y que estaba muy feliz de que estuviera embarazada, entonces me dijo:




-Yo también estoy contentísima, mi amor, pero no me digas que estoy embarazada, mejor dime que estoy "preñada" porque es una palabra más ardiente y que resume mejor nuestra relación ¿verdad?.


Nos fuimos a nuestra habitación con una calentura que hacía tiempo que no teníamos, nos desnudamos sin dejar de besarnos y al caer en la cama, me dijo:



-Ven dentro de mamá, mi amor, que quiero ser tuya.


Me tumbé sobre mi madre con la polla apretada contra su pubis, frotándome contra su ardiente coñito y encendiendo en mi madre el deseo y la pasión con los que vivimose cada uno de nuestros encuentros; nos besamos en la boca hasta que mi madre se separtó de mi beso para decirme:




-Te deseo ahora, amor mío, no me hagas esperar porque no puedo más…


La miré a los ojos acariciándole su barriguita en la que se está gestando nuestra hija, ella me sonrió amorosamente y puso su mano sobre la mía para acompañarla en la caricia sobre su vientre; seguimos besándonos y cuando bajé la mano para acariciar su coñito, mi madre abrió sus muslos mojaditos por los calditos que manaban de su coño, estábamos ardiendo en deseo, así que le metí la polla con la facilidad que me dio lo dispuesta que estaba mi madre para recibirme.



-Te quiero, mamá. –le dije mientras entraba en ella.




-Yo también te quiero muchísimo, mi vida… estoy coladita por ti… en cuanto me tocas me derrito, por eso me tienes loquita, mi amor, bueno… no sólo loquita, ahora también me tienes preñada…


Las palabras de mi madre me calentaron todavía más, tanto que mi polla estaba a punto de soltar todo su arsenal dentro de ella que notó lo cargado que estaba y me sonrió diciéndome:




-Ya estás a puntito, ¿eh, mi vida?, yo casi también… pero espera un poquito, mi amor… no te corras todavía… estate un poquito más dentro de mí, que me estoy derritiendo de gusto, mi amor...



Dejé de embestir contra el coño de mi madre, me paré un poco dejándole la polla dentro, empujándole hacia el fondo pero sin meterla ni sacarla, hasta que me dijo:




-Esto es delicioso, mi amor… la siento crecer de grosor dentro de mí y me vuelve loca ¿podrás aguantar un poquito más?


-Claro mamá –le respondí- no te preocupes, que te espero.



Seguimos un rato más, pegados uno al otro, besándonos con mi polla dentro de ella, mi madre agitaba su coñito y hacía ventosa con él como si quisiera absorberla, luego me abrazó con fuerza, empezó a levantar su pubis contra mí y me dijo:




-Ahora, hijo… me voy a chorros… dame fuerte ahora y vente tú también conmigo, cariño... córrete tú también con mamá... así... así... los dos juntitos... así...



Empecé a follarla más rápido hasta que me vino uno de los mejores orgasmos de toda mi vida pensando en que, además de haber dejado preñada a mi madre, ahora la tenía debajo de mi cuerpo, corriéndose conmigo, soltando jugos que me empapaban la entrepierna, dándome besitos en el cuello y susurrándome:




-Así, mi amor... córrete con mamá... ahora... ahora...


Mi semen empezó a inundar el interior de mi madre, mientras ella gozaba de un orgasmo interminable, sus muslos temblaban pegados a mis piernas y sus uñas se clavaban en mi piel; hasta que, poco a poco, empezó a relajar su cuerpo, respiraba entrecortadamente y abrió la boca para tomar aire en una serie de maravillosos e interminables suspiros, luego separó un poquito las piernas y como yo continuaba dentro de su preciosa cueva, hice ademán de sacarla, pero mi madre me susurró:




-No te vayas de mamá, mi amor, sigue dentro de mí…



Seguíamos abrazados, yo dentro de su gruta y ella acariciándome la espalda, bajé una de las manos para acariciarle su precioso muslo y mi madre me la llevó hasta su barriguita, diciéndome:




-Una parte de ti empieza a crecer conmigo y eso me excita… pero creo que a ti también ¿verdad, mi amor? porque creo que nunca habías estado tan cargadito como hoy… ¿tan caliente te pone tener a mamá preñada…?



-Me calienta muchísimo y me gusta que estés preñada de mí, mamá y te quiero como nunca pensé que se podría llegar a querer a nadie –le dije besándola.



Continuábamos abrazados en la cama, y mi madre, que es mucho más sensata que yo en casi todos los aspectos, me dijo:




-Tengo que decirte una cosa, mi amor, y no quiero que te enfades, pero voy a tener que ir a ver a papá y estar con él, para que parezca…



-¿Y si no vas? –le pregunté- sería bonito decirle a todo el mundo que vivimos juntos, que nos queremos y que fui yo y no él quien te dejó preñada.




-Mira mi amor, al convertirme en tu mujer he perdido la honra, no me pidas también que pierda la poca dignidad que me queda, por favor…



-Tú no has perdido la honra mamá –le dije enfadado- la honra la pierden las putas y tú no eres ninguna puta ¿vale?



Mi madre me vio con cara de enfadado, me miró con carita suplicante y dándome un montón de besitos en los labios, me pidió:




-No te enfades conmigo, cariño, porque eso sí que no podría soportarlo. Si no quieres que vaya con papá pues no voy, porque para mí, después de esto, tampoco será agradable acostarme con él; yo te quiero muchísimo, hijo, te quiero muchísimo como mujer y como madre, e ir ahora a dormir aunque sólo sea una vez con papá será ponerte los cuernos, cariño, pero una de dos: o voy ahora, o ya nunca más podré volver al pueblo, ¿lo comprendes, hijo? y como estar enamorada de ti no es ninguna deshonra, sino todo lo contrario, tengo que ir ahora porque quiero volver más veces, quiero volver orgullosa de ti y orgullosa de mí por poder procrear todavía y darte una hijita, una hijita a la que quiero que paseemos juntos por el pueblo y por todas partes, ¿comprendes, mi amor… dime que sí, por favor…




-Sí, mamá, lo comprendo… perdóname porque de verdad que te entiendo –y dándole un besito le pregunté- ¿Y cómo sabes que va a ser una hijita… no puede ser un niño?



-No, cariño, las mamás sabemos… será una niña… tu hijita, ya lo verás.



-La querré con locura, mamá, tanto como te quiero a ti, ¿y cuándo te vas?




-Cuanto antes, cariño… esto tengo que hacerlo cuanto antes.



-Vale, mamá –le dije- vete dos o tres días con papá, pero prométeme dos cosas; la primera, que en cuanto vuelvas, nos vamos tú y yo un fin de semana a París, que es la ciudad del amor, y la segunda: que nunca más volverás a acostarte con él, pase lo que pase, nunca más, quiero que seas sólo mía.




-Cariño, me hará muchísima ilusión que me lleves a París y aunque fuera a otro sitio, tampoco me importaría, ya te dije que yo contigo voy al fin del mundo si tú me lo pides, y en cuanto a lo otro… te juro que luego voy a ser siempre tuya –me contestó besándome- pero ahora sí tengo que ir al pueblo, mi vida, porque una cosa es entregarme a ti en cuerpo y alma como lo hago, y otra que lo sepa la gente, porque yo me moriría si se enteraran…




-Ya lo sé, mamá, perdóname, sé que lo que vas a hacer será un nuevo sacrificio por nosotros dos, pero me muero de celos, porque te quiero tanto…




-Yo también te quiero muchísimo, hijo, y no quiero que pienses de mí lo que no soy, yo sólo he estado con dos hombre en mi vida, con papá y contigo…



-Ya lo sé, mamá, pero ¿a qué viene eso ahora?




-A que no creas que voy con papá por placer, cariño, porque desde aquella tarde en la ducha, ya sólo disfruto contigo, cariño y mis piernas ya sólo se abren para ti, mi vida, para darte gusto a ti, nunca más volví a hacerlo con él, pero ahora tengo que hacerlo.


-Te quiero muchísimo, mamá, -le dije, besándola y con mi verga de nuevo dura y apretada contra uno de sus muslos.




-Mi amor, -dijo mi madre- te deseo otra vez…




-Yo también, mamá, pero ahora quiero que me des tu culito…




-Te doy mi culito y te doy mi vida, cariño, porque mamá es tuya…



Mi madre se puso de lado y de espaldas a mí, dobló una de sus piernas, yo le separé sus deliciosas nalgas y con movimientos muy suaves, fui colocando poco a poco mi polla en la entrada de su culito y mientras le llenaba de besos la espalda y el cuello, fui empujando muy despacio, con la mayor suavidad y ternura de las que fui capaz.

Cuando estuve completamente dentro del culito de mamá, le acaricié la cadera y su barriguita mientras ella dejó escapar un ¡ay!, maravilloso.



-¿Te hago daño, mamá?




-No, cariño, me gusta… me gusta muchísimo, mi amor…



Pegué mi pubis contra las deliciosas nalgas de mi madre y ella arqueó su espalda y se apretó más contra mí, luego se quedó quieta, jadeando con fuerza mientras recibía mi polla por su agujerito pequeño, sintiendo a su hijo dentro de ella, me acarició una pierna y me dijo:




-Qué delicia, mi vida, voy a morir de tanto placer…


-No, mamá, no vas a morir, vas a disfrutar y a hacerme disfrutar a mí…




-Eso es lo que mamá quiere, cariño, que disfrutes de mí…



Pasé un brazo por encima de ella y empecé a acariciarle las tetas, seguí besándole la espalda mientras le susurraba al oído palabras de amor; como a ella le gusta:



-Mamá, estás buenísima… y te quiero, no sabes cómo me pones… estaría toda mi vida así, abrazándote, adorando tu embarazo y con mi polla dentro de ti…




-Me alegro que te guste mamá, golfo - susurró mi madre con voz entrecortada por la calentura - no sabes lo calentita que me pones cuando me hablas así…




Mientras hablábamos estábamos quietos, sólo ella agitaba sus nalgas muy despacio para colocar mi polla de forma que se sintiera cómoda con ella dentro, luego me dijo:




-Dame ahora, mi vida… dame despacito…



Empujé despacio, tal y como mi madre me pedía y mi verga se deslizó suavemente en su culito, señal de que ya se había dilatado, entonces se la le saqué de su estrecho canalito y le pedí que se pusiera boca abajo, con la barriguita sobre la almohada para elevarme sus preciosas nalgas, luego me coloqué entre sus piernas, acerqué mi polla a su culito y empujé muy despacio...

Mi polla entró suavemente dentro de aquella maravilla cueva de placer que mi madre me ofrecía, hasta que mi pelvis tocó contra sus nalgas; entonces me incliné sobre ella, apoyé mi pecho en su espalda, pasé los brazos bajo los de ella para acariciar sus tetas y se susurré al oído:



-No te puedes ni imaginar cuánto te quiero, mamá…



Metía y sacaba mi polla de su culito mientras mi pubis rozaba sus nalgas, era una enculada lenta y deliciosa; quería que mi madre la recordara al día siguiente cuando estuviera follando con mi padre, aunque me cuidé muy mucho de decírselo a ella, su embarazo había despertando en nosotros una voluptuosidad mayor de la que ya teníamos y yo, sólo de pensar que había dejado preñada a mi madre y que pariría una hija mía, me volvía loco de gozo.




-Mi vida… ¿te gusta el culito de mamá?



-Muchísimo, mamá, me gusta mucho… mucho…



Mi madre empezó a respirar agitadamente, mientras sus dedos se clavaban en mis piernas y su culito se contraía cada vez más rápido.




-Dame, hijo, dame fuerte… -mientras exclamaba esto, tensó su cuerpo mientras su ano aprisionó mi polla con fuerza.



-Mamá, prepárate, voy a llenarte el culito y tú ya sabes de qué… -y mientras le decía esto, empujé toda mi polla dentro de su culito y me dejé ir...




-Te quiero, hijo, te quiero muchísimo mi amor, no sé cómo conseguiste enamorarme, pero te adoro cariño…



Al día siguiente, acompañé a mi madre a la estación del ferrocarril, un poco antes de llegar a ella, aparqué mi coche y nos estuvimos besando con pasión durante un buen rato, luego ella (siempre tan sensata), se separó y me dijo:



-Tengo que irme ya, cariño, porque si no el tren se irá sin mi…


-Estaré pensando en ti, mamá…



-Volveré pronto, mi amor, y no te fijes en ninguna ¿eh? recuerda lo que decían en la película Casablanca: "…siempre nos quedará París…"​
 
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