Mi Madre “Xochi” (Diosa Quetzal)

heranlu

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Como cada mañana nos levantábamos y luego de desayunar nos preparábamos para irnos a la playa, mientras tomábamos el desayuno, mi padre y Marcos preparando el auto; mientras que “Mena” y mi madre “Xochi” (la diosa Quetzal) preparaban los bártulos de playa. Mingo (el amante oficial de mi madre y por muchos años, aunque no el único) en zunga blanca y musculosa no dejaba de mirar a su hembra, insinuándole gestos que ella respondía bajando la cabeza y ruborizándose. No falto mucho para que él con la excusa de la heladera rozara su prominente bulto sobre el short negro de que traía mi madre sobre la tanga que dejaba asomar sus hilos sobre la cintura, haciéndola más pervertida. Ella sintió esa pija y suavemente —tratando de ser discreta— curvó su cintura y empujó su cola hacia esa sensación, mientras levantando la cabeza y al verme entrar en la cocina, me clavó la mirada, —yo me hice el distraído—.

Buen día Richard, ¿qué tal, dormiste bien?

Respondí con otros buenos días y le regalé una sonrisa, me acerqué le di un beso en la mejilla y dejé que mi mano, aún más mis uñas se deslizaran por su espalda, no podía resistir empezar a gozarla de algún modo; ellos (mi madre y su amante) estaban jugando sus deseos delante de quienes no advertían esos antojos. Mingo me miro y como la noche anterior (que ya contaré) me guiño un ojo. Mi madre descubrió esa complicidad del incesto y de sus placeres entre su amante y su hijo, —ruborizándose y sonriendo bajó la cabeza y siguió en sus quehaceres.

Mamá se volvió a su cuarto para cambiarse y alistarse para ir a la playa, era evidente que se había dado cuenta que yo ya sospechaba o que furtivo había presenciado de sus placeres, porque se quedó mirándome sonrojada, mientras iba desabrochando su camisa, la que llevaba anuda a la cintura, descalza y con su short negro que eran lujuria para mis ojos.

—Perdón, le dije, cuando me sumergí en su cuarto y la descubrí desnuda.

Mi madre era una deidad solo cubierta con la tanga de su traje de baño color naranja, con tiras que subían y atravesaban su cuello, dejando sus senos al aire; sus pezones eran el centro desde el cual giraban las aureolas rozadas y suaves ante mis ojos, el universo de esos senos perfectos y ya pervertidos en el ardor del sexo sucio e infiel, eran el morbo de mi placer.

—Veo en tu mirada que te gusta lo que acabas de descubrir. —Dijo mi madre, girando y mostrándome también su cola firme, trabajada en el gimnasio y cabalgada la noche anterior.

—Va a ser un secreto entre nosotros. Ok?

Se veía fantástica. Sus pechos eran grandes y los vi rebotar mientras se calzaba ese traje de baño. —Demasiado erótico para estas playas—, le dije.

Con casi cuarenta años, su cuerpo era una escultura delineando sus curvas, sus caderas de infarto, tenía un vientre plano y tonificado, una maravillosa cola que bajaba como dos peras desde su cintura hacia sus piernas, como si hubieran sido talladas por el mismo libidinoso dios Eros. Me quedaría todo un día admirando su cuerpo, cada vez que camina hipnotiza por las playas, cuando lleva jeans aún más se esculpen sus formas, su cola y su vulva se cincelan sobre la tela y se resaltan si lleva botas de caña alta; y debajo de todo ello su ropa interior que no deja de provocar intenciones lascivas, mi mente me golpea con pensamientos eróticos, —pero no siento remordimiento—, todo eso es ella, aunque Laura “Xochi”, mi diosa, la diosa del placer siga siendo mi madre.

No pude evitar que mi pija se pusiera dura al mirarla. Ella descubrió mi erección y tomándose su tiempo comenzó a frotarse con crema hidratante, sus manos se deslizaban sobre su cuerpo, asegurándose de extender la crema sobre cada centímetro de su piel, indicando hacia donde debía llevar mi mirada, hasta que luego de pasar por sus piernas, subió con sus dedos por la marca que se dibujó cuando ella apretó entre sus labios vaginales la tanga, llevando hasta la locura mi imaginación. No pude evitar gemir y ella se detuvo y se volvió hacia mí:

—Ya llegará tu tiempo, por ahora disfruta. —Me dijo, mientras me acarició las mejillas y me besó tiernamente. No resistí y acabé bajo mi short de baño.

Salimos del cuarto; “Mena” la miró con complicidad de duda al ver que yo venía detrás de ella y mamá con gesto de sin importancia, le sonrió y nadie se dio cuenta de todo lo que había pasado y de la complicidad que nacía ese día, hasta hoy, algunos años después.

Llegamos a la playa, instalados y corriendo por la arena y las olas; mamá y “Mena” siempre se apartaban hacia el borde de la costa, como exponiendo sus figuras al sol, a las aguas del mar y a los dichos que provocaban, algunos generosos otros bien sucios, pero estos últimos eran los que incitaban ellas y buscaban para sus universos paralelos.

—Richard. Me llamó mamá, mientras yo jugaba a las paletas con mi hermano. Le pasé mi raqueta a papá y fui tras ellas que comenzaban a caminar alejándose de nuestra carpa y perdiéndose entre las gentes.

Me acerqué a ellas y en un principio me daba vergüenza el traje de baño que lleva mi madre, ya que insinuaba por demás y hasta dejaba escapar a propósito sus lolas por los costados de los finos breteles, mientras su cola era ardor puro expuesto al sol; pero poco a poco fui acostumbrándome a las miradas que la lujuriaban y que lejos de enfadarse o avergonzarse, mi madre correspondía con una sonrisa al igual que “Mena”, pero menos entregada que mi madre, y que la divertía e incluso —diría yo—también la excitaba sexualmente. A veces, me rezagaba un poco con la excusa de recoger algún caracol o piedrecilla de la orilla, y la miraba desde lejos viendo como provocaban, lo que me excitaba aún más. De vez en cuando se agachaban a recoger también conchas, y yo me encontraba en estado próximo al éxtasis, ya que las tangas desaparecían entre sus cachetes y parecía ir sin ellas, pero, cada tanto metía sus dedos entre sus nalgas y se arreglaba la braguita.

Pero no era lo único que le sucedía, ya que, al agacharse, cuando yo estaba frente a ella, no perdía detalle de sus tetas, que pugnaban por salir del pequeño sostén que eran simplemente dos tiras que nacían desde la tanga misma, dibujando siempre sus pezones bajo la tela mojada por el sudor, cuando más de una vez una de sus lolas se atrevía a escaparse ante la mirada morbosa de hombres y de mujeres con los que nos cruzábamos por esas playas.

Morboso yo, no le advertía sus deslices, no por vergüenza sino por el placer que sentía al ver cómo todos disfrutaba viendo el erotismo de mi madre, la escultura de su cuerpo, su pelo negro y sus ojos verdes, más allá de la lujuria de su boca. No solamente influía el buen físico que tenía, el bikini tan pequeño que llevaba, sino también mis hormonas estaban en plena efervescencia, de forma que solamente pensara en ella, masturbándome prácticamente todos los días, incluso varias veces al día, después de empezar a compartir sus secretos.

Cuando emprendimos el camino de regreso hacia nuestra carpa, aún todos seguían jugando; mi padre leyendo el diario, Marcos (el esposo de “Mena”) tomando sol y yo guardando en silencio todo lo que había escuchado entre ambas; la confesión de mi madre a su fiel amiga, revelando que no solo había tenido el mejor sexo de su vida con Mingo, alcanzando cientos de orgasmos esa madrugada, sino que hacía tiempo que se había enamorado del rubio, musculoso y muy bien dotado; “Mena” abrió los ojos, la miró y le dijo —ahí lo tenés, ahí viene.

—Hacete la descompuesta, le dijo mamá a “Mena”.

—¿Qué…?

—Hacete la descompuesta, como que tragaste agua de mar y te tengo que llevar a la casa, haceme caso.

Así fue, como “Mena” llegó tosiendo y escupiendo, fingiendo malestar, cuando Mingo la tomó del brazo y mamá le dijo —llevémosla a tomar algo a casa, tragó agua de mar—. Los tres se alejaban de la playa mientras nosotros nos quedábamos allí, mi padre y Marcos sin sospechar nada se quedaron en la playa. Yo sabiendo que era un juego de mi madre… por lo que, saliendo a caminar, me dirigí entre los médanos hacia la casa, siguiendo de lejos la 4x4 de Mingo; mi madre iba pegada a su lado, “Mena” del lado del acompañante. Por el baboseo que se dieron ahí mismo, ya era evidente la relación de amantes y de pareja que duró más de diez años, aunque también infieles entre ellos.

—No te alejes tanto, me gritó mi padre.

—No, no, voy hasta el muelle y regreso.

La casa no estaba muy lejos de la playa, apenas unos quinientos metros que recorrí a pie, dándoles tiempo a llegar a ellos y dejar que el clima se adecuara a lo que, por supuesto no solo era mi sospecha, sino el fin de la excusa de mi madre en complicidad con “Mena”. Al llegar vi que “Mena” estaba regando el jardín del frente (haciendo la guardia), la 4x4 de Mingo a un costado del garaje, me permitió ingresar por su costado hacia el fondo de la casa y acercarme al dormitorio del cual provenían murmullos y risas cómplices de los amantes.

Mi madre, seguía con su tanga de traje de baño y con una camisa anudada a su cintura, entreabierta dejando ver sus lolas y una vez más sus pezones en relieve delatando el morbo de su excitación. Mingo recostado a su lado acariciaba su bulto, cada vez más alargado bajo la zunga negra, que mi madre comenzó a acariciar con su mano, mientras se reían, recordaban aventuras escondidas, compartidas y como las escondían del cornudo de mi padre.

—¿Te gusta nena?, hace tiempo que deseaba que fueras mi hembra, que seas mi puta y casada con tu cornudo.

—Me volvés loca Mingo, no sé qué adrenalina me excitas, pero quiero que me cojas.

—Mi puta, te voy a coger, chúpame la pija, mojala bien porque te va a doler hasta el útero; hoy te perforo y los cuernos le van a doler también a tu marido.

Descubriendo su pene era tan grande que parecía un brazo, mi madre se arrodillo en la cama delante de él y su boca comenzó a devorarlo hasta un poco menos de la mitad de ese tronco, sus flujos, sus jugos chorreaban sin cesar entremezclados con la saliva.

Mi madre se desató la camisa y comenzaron a pajearse: los dedos de Mingo corriéndole la tanguita se perdieron en la concha de mi madre, mientras ella se saboreaba con su boca y con sus manos sobre una pija cada vez más rígida; Mingo lamiendo sus dedos y volviendo a meterlos suavemente, le rosaban el ano, que estaba también súper excitado, aunque nadie aún se lo había penetrado profundamente.

—Puta… te quiero coger ese culo, por favor putita…

—Hmmm no sé, tenés la pija como un tubo (…) —Le dijo, muy caliente, mientras le chupaba y mordía los huevos más grandes que había visto yo, tan cargados de leche.

—Bueno, pero voy a acabarte, no puedo más.

Tenía las pelotas demasiado hinchadas y su miembro erecto iba de su boca hacia los pezones de mi madre hacia uno y hacia otro. Ella seguía acariciando sus testículos y le pajeaba la pija con lengüetazos, apenas inclinándolo y haciéndolo más rígido en su boca.

—Si, acabá, dame tu leche caliente y babosa, lubricá mis pezones que explotan, mirá lo que son tus bolas, no das más mi potro. Suspiro mi madre.

Mingo se echó hacia atrás curvando su físico y su glande comenzó a escupir chorros de semen que ella con su mano uso para dibujar círculos entre sus pezones. Mi madre comenzó a masturbarse, su clítoris se tensó entre sus dedos que separaban sus labios vaginales, mientras su boca buscaba aquellos restos de semen que fregó sobre sus labios cerrados.

—Chupala, mamala, limpiame la pija hasta la última gota, tragate toda mi poronga pensando en el cornudo de tu marido. Me calienta hacerte cada vez más atorranta, más guasa y vas a ser muy cortesana para mí delante de todos, ¿entendés “Xochi”, entendés putita? (Le decía mientras le sostenía en pelo con fuerza, para besarla con un morbo extremo).

—¿Me vas a coger potro, o me vas a dejar así de caliente?, sodomizame, soy tu perra erótica y en celo.

—Ponete en cuatro, separa tus piernas y abrí con tus manos ese culo.

Ella obedece y la pija dura y puntiaguda va forzando el esfínter de mi madre, solo la penetra un poco, apenas le deja sentir el glande, ella espera y siente el ardor, goza de la dilatación con los restos de semen cual leve lubricación; pero Mingo solo se la deja sentir, no la deja morir adentro, sale y la penetra, la cabalga en su concha salvajemente mientras ella cae rendida de cabeza sobre la cama en un orgasmo larguísimo, sus ojos se ponen blancos, sus uñas rasgan las sábanas, la pija de Mingo escapa, y aún erecta golpetea y se derrama otra vez en semen sobre los labios sucios de esa vulva enrojecida.

Descubro que en la puerta del dormitorio “Mena” se masturbaba sobre su tanga húmeda, se cruzan las miradas compinches con mi madre, yo acabo del otro lado de la ventana y regreso a la playa, mi padre se pasa las manos por sus cabellos, acaso sintiendo sus crecientes cuernos de esposo y yo guardando en silencio la complicidad, el morbo y el incesto con mi madre.
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Como todas las mañanas de verano (aunque de vacaciones) papá se iba a trabajar muy temprano, eran entonces cuando yo me pasaba a la cama de mi madre, quién muchas veces me esperaba con su cuerpo en llamas, o cuando no la encontraba masturbándose sobre sus tangas, acariciando y mordisqueando sus pezones coronados de rosadas diademas. La veracidad de mis relatos está en la complicidad de lo vivido con mi madre, siempre cómplices.

Me encantaba escuchar ciertas mañanas de nuestras vacaciones y en la penumbra de su cuarto sus relatos eróticos, sus aventuras sexuales con sus amigos, siempre más jóvenes, sobre todo con sus amantes Mingo, Paulo o alguno casual.

Yo ya estaba al “palo” marcando sobre mi bóxer una erección máxima como cada mañana, la que fui acariciando hasta que ingresé al cuarto de mis padres, cuando vi la cama vacía, escuchando que mi madre se encontraba (como cada mañana) en la ducha. Sabiendo que siempre salía con su toalla anudada sobre sus lolas, y esa mañana no fue la excepción. Al verme en su cuarto el toallón fue a rodar al suelo dejándola desnuda en su altura de metro setenta y con su figura de ninfa; ella simplemente comenzó a menearse con una mano sobre su cabello, el que revolvía aún mojado y con su otra mano bajando hacia su pubis, acariciando su monte de venus finamente prolijo, aún húmedo y brillante con restos de gotas de agua la ducha.

—Buen día Richard…

—Hola Lau… (Hacía tiempo que llamaba a mi madre, a esta hembra por su nombre, nos excitaba a ambos que así fuera, o por su apodo erótico de “Xochi”.

—Vení, que hoy tengo necesidad de mi príncipe.

—Y yo que estoy así desde anoche, pensando cual fue tu última aventura.

—¿Tenés ganas de escuchar algo muy caliente de tu mami?

—Si, como siempre. —¿Cuándo fue la última vez que hiciste un trío, cómo fue y con quién? —le pregunté con morbo.

—Que morbo que tenés hijo, espero que te colmes de leche porque te quiero saborear hasta la última gota.

—¿Si Querés mucha leche lo llamo a Eduardo, te cogemos, hacemos un trío y te llenamos la boca de semen como la última vez?

—No, hoy no porque quizá más tarde viene Mingo y mientras vos te haces el dormido me doy una revolcada profunda y tengo la leche de las pijas que más me gustan, la tuya y la de Mingo, ¿dale?

—Dale.

Una noche con “Mena” (comenzó a contarme mamá), decidimos ir a pasar la noche a una disco, las dos solas —sabés que tu padre no baila y Marcos el esposo de "Mena" menos— y así nos fuimos bien tarde. Yo como siempre y lo sabés, bien provocadora y muy caliente me puse unos pantalones blancos muy ajustados, que marcaban mi cola, los labios de mi vulva partiéndola en dos y marcada mi cintura, con unos tops sin corpiño debajo para que marcara mis lolas y mis pezones con el primer roce al bailar, mis botas negras, mis ojos delineados como una gata y mis labios marcados a fuego para quemar cualquier boca y terminar dejando ese color sobre el glande del mejor amante que me regalara la noche.

—¿Qué le dijiste a papá, para salir esa noche?

—Que teníamos una cena entre viejas amigas de la facultad.

—Pero, ¿cómo saliste vestida con esas ropas de casa?

—Tonto, me cambié en la casa de “Mena”.

—Siempre cómplices Uds. dos; bien de trolas, bien putas.

Llegamos a la disco, la que era para swingers, solos y solas, pero en un momento tuve un lapsus, porque me quedé mirando a una chica joven que me hipnotizó apenas entramos, era algo raro. Me hizo cosquillas en el vientre, me quedé oliendo mi propio perfume, me imaginé mi pubis depilado, encaramada sobre los tacos de diez centímetros de mis botas, con un liguero debajo del pantalón y una tanga que se clavaba entre mis formas; “Mena” me miró y me preguntó si me pasaba algo, porque fue muy raro quedarme inmóvil sin que esa mujer dejara de notarlo.

Se acercó a mí, yo intentaba controlar cierto escalofrío sobre mi piel, mi cuerpo reacciona cuando me estrecha la mano y sujetándola me da un beso en la mejilla. Esbozo una sonrisa y cuando reacciono a su voz, me doy cuenta que es un travesti; nos miramos con “Mena”, pero lo que iba a pasar esa noche cambiaría o ampliaría mis gustos eróticos y pornográficos. Apenas si puede decirle —hola.

“Mena” se aleja de la mano de un chico hacia la pista de baile, mientras Verónica “la chica joven” clava sus ojos en mis labios que comenzaron a mordisquearse.

No me dice nada, me mira, me observa, siento que me saborea con detenimiento.

Sus ojos y su mirada me confunden, no sé si estoy mirando a un hombre o a una mujer, pero me excita la duda y pienso que será el después.

Me encantaba que me observe, era la primera vez que me miraban de tal forma, quizá indefinida en lo lascivo.

Sus manos toman las mías, siento la suavidad en su piel, me hace sentir sin embargo la firmeza de sus manos, me siento entregada a una emoción que nunca antes había sentido. “Mena” me mira desde lejos y le doy un Ok con mi mirada volviendo a morderme los labios.

—Vamos a bailar —me ordena.

Obviamente titubeé pues no esperé que dijera eso y más aún si yo nunca había bailado con una mujer. Su hermoso rostro y su esbelta figura eran tan bellas que envidiaba por un instante su figura. Ella, al notar mi desconcierto, me toma de las manos e insiste con un suave susurro en mi oído.

—No sé bailar bien —le mentí.

—No importa, yo te enseño.

Cómo podría negarme a tal gesto amable y compartir una experiencia nueva e inimaginable con otra mujer. Estaba deseando hacerlo y a su vez me temblaban las piernas, no lo pensé más y acepté ir con ella dejándome llevar.

Mientras ella me hablaba yo miraba con más detenimiento esos enormes ojos color cielo de muñeca, que jamás había visto. Pero más me atrapaba su sensualidad y sus gestos, algo me seducía más de lo común y aún más nerviosa me ponía. Pero me olvidé del mundo y me entregué a ese derroche de música, de experimentar, esa sensación hasta que tanto fue el entusiasmo con el que me contagió que no me había dado cuenta que habíamos juntado nuestras lolas y poco a poco creía que éramos dos locas conquistando la pista, cual novias enamoradas atravesadas por las miradas.

Aún más se va estrechando en mí, hasta que pega todo su cuerpo al mío y, para que yo no dude, me presiona fuertemente con sus dos brazos rodeando mi cintura. Continuó bailando tan junto a mí que rozaba su mejilla radiante que pude observar al detalle y por momentos la perfección de su cutis y sus pestañas con rizo natural y bien delineadas. Un rostro sin maquillaje, totalmente natural.

Quisiera besarla, me provoca estar bailando con un travesti; Quiero que me bese, pero no lo hace, me corre los labios y murmura en mi oído, —todavía no sabés que soy, pero te provoca sentirme— Siento su inmenso bulto crecer pegado a mi vientre y me confunden los deseos. En ese instante se atreve y coloca su pierna derecha entre mis piernas quedando la mía también entre las suyas y así continuamos como si el tiempo se hubiera detenido y solo quedaba descubrir esa sensación que sentía entre mis piernas.

De mi boca no sale ningún sonido, quisiera decir algo, pero apoyo mi frente sobre su hombro y siento un perfume encantador que me transporta al igual que su voz. Vuelvo a ofrecerle mis labios, pero pone su dedo índice sobre mis labios y me hace callar.

Cierro los ojos y me entrego al sentir de su aliento, su bulto creció aún más subiendo hacia mi vientre y me excita.

Me toma del cuello suavemente, creo que va a abrazarme aún más, pero no lo hace. ¡Me excita aún más!

—Estás jugando conmigo —le pregunto a media voz, me hace callar nuevamente mientras acaricia mi cuello, acaricia mi espalda a través de la seda anudada del top que la cubre apenas, se da cuenta que no llevo corpiño y aún más aprieta su pecho sobre mis lolas, baja sus manos, sigue con lentitud infinita hasta que encuentra mi cintura y acaricia mis caderas. Estoy acalorada, confundida, yo que me acosté con la mismísima lujuria entre mil sábanas y gemí en varios idiomas cierro los ojos una vez más, le vuelvo a ofrecer mis labios, mi corazón se acelera, mis deseos no pueden contenerse y busco con mis manos su bulto. Encuentro una dureza y un glande que se marca en la palma de mi mano, —me encanta, me entrego y pienso que será la primera vez con un travesti— ya no lo dudo y me dejo llevar degeneradamente hacia el placer.

Mientras bailamos “cheek to cheek” siento su perfume que no resisto saborear con mi lengua sobre su cuello, lo siente y me deja lamerlo, pero necesito un trago, todo iba muy rápido, era la primera vez que no tenía el control. —Tomemos un trago, le pedí y nos sentamos en una mesa apartados. “Mena” nos vio y se acercó con su amigo casual.

—Que rara estás Lau, dijo “Mena” mirándome fijo

—Es que tengo una hermosa sorpresa que presentarte, mi nueva amiga Verónica

—Yo te presento a José.

—No entendés “Mena”, sentate al lado de Verónica, —le sugerí.

Cuando “Mena” me obedeció mirando el short blanco de Verónica, abrió los ojos más que un dique, no resistió y mordiéndose los labios… —Pero vos sos el placer en varios cuerpos.

—¿No es una belleza mi amiga? —Les pregunté a “Mena” y a José que se quedó petrificado y sin decir nada se levantó y se fue…

—No te preocupes nena —dijo Verónica— tengo una amiga con sorpresa para vos también, ¿si Querés?

—Guau… si es tan bonita como vos, me la como a besos —Suspiró “Mena”, pasando su mano por sobre el short de Verónica sintiendo su bulto.

—No te entusiasmes —le dije— que esa erección es solo mía.

Verónica me agarró de la mano y me secuestró entre la oscuridad atravesando la pista y llevándome a un reservado. Yo me dejé llevar, me entregué.

Ahora me besa, me come la boca, pero ya no estamos en la pista de baile, la penumbra del reservado huele a whisky, se aparta de mí, me ofrece uno sin decir palabra, pero me domina con la mirada.

Su cuerpo es una escultura de mujer, sus lolas y su bulto se pierde debajo del short blanco, pero se vuelve a delatar.

Soy una escultura de carne temblando sin controlar mi cuerpo, la miro… Soy una puta a merced de un demonio que va a llevarme a lo desconocido.

Estoy muy excitada, quiero sentirte —murmuré, mientras me mojaba los labios con el primer sabor de whisky.

—Lo sé —murmura—. Pero no me toca. Lo que vos querés es que te coja, que te deje jugar con mi bulto.

Esas palabras me excitaron más, pero sentía que me dominaba con la mirada y su poder era enloquecedor.

—Estoy más que caliente, me vuelve loca tu juego. Quiero que me cojas, que me partas el culo.

—Eso me gusta escuchar de zorras como vos, vienen con alianzas y se dejan romper el culo.

—No, el culo me lo rompió mi hijo hace unos años en unas vacaciones lujuriosas en las playas de Brasil.

—Que puta degenerada, más me gustas, ahora desnudame, ¡perra incestuosa!

Su orden no hizo más que alimentar mi sumisión ardiente, yo me sentía mojada, chorreando entre mis piernas. Me arrodillé delante de ese provocador short blanco y comencé a quitárselo, dejándole caer sentí entre mis manos los encajes de un culote que escondía una preciada maravilla erecta de veintiocho centímetros, era monstruosa, larga y ancha, —no miento si te digo que me dio miedo, el solo pensar que si me penetraba por el culo me iba a partir literalmente, pero el instinto de perra dejaría llevarme al intento, como cuando me lo partiste vos y me hiciste arder hasta el orgasmo o Mingo acabando su leche dentro de mis intestinos; mis dos pijas preferidas.

Le rocé esa esa erección y mientras aparecía el glande por sobre el culote, me quedé perpleja, tenía el glande hinchado y brillante, era un trofeo para mis labios, solo imaginar la leche que saldría de esa pija.

—Chupala perra incestuosa, pensá en tu hijo cogiéndote y seguramente en el múltiple cornudo de tu marido.

Yo que estaba en cuclillas sentía bajar mis flujos mojando mi tanga, pero no podía más, un calambre volvió a atravesar mi cuerpo y comencé a enterrar su enorme pija en mi boca forzando la comisura de mis labios.

Yo deseaba mamársela más que el propio deseo de ese travesti, durante un largo rato saboreé con mi garganta profunda entre arcadas y espasmos sobre mi cuerpo, haciendo que llegue al límite con mi habilidad, lo que fue suficiente para que tremendos chorros de semen fueran a parar directamente hasta mi paladar, su sabor quedó en su última gota sobre mi lengua cuando se la sacudía apretando ese tubo con mis manos.

Mirándola a los ojos, dejé que se desbordara por mis labios junto a mi saliva como un manantial de lujuria y vicios incontrolables, chorreando tanto por mi boca que llegó a mojar las formas de mis húmedos labios vaginales, manchando mi pantalón blanco con todo su semen y el jugo nacarado de mi saliva.

Tan grande era ese miembro que aún, habiendo acabo tanto semen no se había puesto flácido, mi boca volvió a devorarlo con ansiedad, con la intención de sentirlo penetrar en mi vientre. ¡Era una tentación de los infiernos! Quería que me coja, quería sentirlo.

—Puta hermosa, que hermosa conchita que tenés, bien dibujada con esos pendejos rasurados.

—¿Te gusta?, cogeme, penetrame toda. Estoy como loca por sentir esa pija jugando con mi clítoris.

—Tranquila nena. Chupala y deja que yo decida lo que voy a hacer con vos. Ahora vas a estar sodomizada a mis instintos.

—Aunque estoy recaliente, no puedo quedarme toda la noche, aunque me volvés loca, acabá otra vez en mi boca, —le dije—, cuando comenzó a cogerme la boca de forma violenta hasta atravesar mi garganta.

—No nena… Ahora te vas a poner a cuatro patas y te voy a hacer sentir mi pija te voy a coger como la puta que sos, y hasta que me dé la gana, ya me sacaste la primera leche de la noche, ahora te voy a volver loca.

Sin pensarlo un momento empecé a quitarme el pantalón, el top que cubría mis tetas, mis pezones ya se habían encendidos, me quedé con la tanga y “él o ella” se coloca delante de mí, me recuesta sobre el sillón y poniendo mis piernas sobre sus hombros comenzó a lamer con su lengua mi clítoris, entrando a la vez y saliendo de mis labios nacarados por el flujo que bebía.

Y así, cuando me tuvo bien húmeda comenzó a frotar su enorme glande entre mi clítoris y mi ano, pasando por mi vagina que pedía a gritos ser cogida. Empecé a temer que quisiera cogerme por el culo sin siquiera molarlo con sus labios, pero de repente la hundió apenas en mi vagina, jugando, como humedeciéndose con mis jugos; volvió a apoyarla sobre mi esfínter y comenzó a hundirse, dilatándome muy suavemente, —y yo sin dejar de sentir el divino ardor.

De repente me dio una cachetada en mi culo que ardió tanto que no dejó que sintiera cuanto enterró toda su pija de veintitantos centímetros en mi vientre, hasta que sentí que sus pelotas se estrecharon con mi piel.

—¿Qué haces? —Pero lejos de amilanarse, me dio otra cachetada, aún más fuerte.

—Callate zorra, o tendré que darte otra, y te aseguro que la tercera te va a dejar una hermosa marca en este culo.

—No, no me marques, sino mi marido se daría cuenta que le pongo los cuernos cada vez más seguido.

—Que puta incestuosa que sos, me gustas así.

No podía dejar que me marcara… aunque siempre llevo la marca de algún amante, así que me callé, tiré mi cabeza hacia atrás y traté de disimular el hecho de que esos dos azotes, más allá de la humillación y el picor de piel, habían conseguido excitarme aún más. Deseaba que metiese su erección dentro de mí. Escupió en su mano y con su saliva pasó la mano otra vez por mi esfínter, lubricándome, que a esas alturas ya no necesitaba tanto, pero agradecí la caricia sonriéndole, ya que me hacía estremecer.

—Por Dios, enterrala otra vez, metémela de una vez.

—Ah, despacio, que la tenés enorme, —Pero ya la había vuelto enterrar, yo no sé cuántos orgasmos tuve en ese momento, siendo violada por un travesti que me volvía loca y a su vez me convidaba con sus lolas esculpidas y su belleza.

Acercó la punta, la frotó otra vez por mis labios exteriores, alcanzando la punta de mi clítoris y volviendo a retroceder hasta enterrarse por mi ano. —me arde mucho, lubricame otra vez con tu saliva —le rogué, pero no me contestó y con su lengua lamio mi esfínter y lo escupió agresivamente. Sin hacerme mucho caso volvió a embestirme hasta el fondo, arrancando otro grito de mi garganta. La tercera vez que lo hizo ya no grité, me embistió como un loco durante al menos diez minutos seguidos, —Tu padre (me dice) no hubiese aguantado ni un minuto a ese ritmo, pero ese travesti me estaba dando con todas sus fuerzas de macho y ternura de mujer. Sosteniendo mis caderas, embestía y se volvía para enterrarse en mis intestinos, el sonido húmedo de sus embestidas, de su cuerpo chocando contra mi culo, se mezclaba con mis constantes gemidos. Mis brazos se doblaron por la intensidad, me dejé caer de espaldas en la cama, y cuando empezaba a temer que fuese a acabar, empecé a sentir uno de los mejores orgasmos que hasta ese momento había tenido cogiendo con un hombre o con otra mujer.

Mi cuerpo se convulsionó, me contraje, pegué mi espalda contra la cama y con mis brazos abría más mis piernas para que pudiera penetrarme aún más, sintiéndolo sobre mí. Grité creo que como nunca. Ignoro si escucharon mis gritos, pero no me importaba si nos oían; estaba plena de pija. No podía controlar mi cuerpo, que se estremecía antes sus embestidas, que seguían siendo tan intensas y rítmicas como al principio. Ese travesti, ese ser parecía no tener fin.

Verónica, mi travesti activo, llevaba más de quince minutos cogiéndome a un ritmo tremendo, alternando con ratos más tranquilos en los que jugaba con su lengua hundiéndola en mi esfínter. Finalmente aceleró de nuevo. Tuve un tercer orgasmo, y cuando llegaba el cuarto cielo mientras se volvía a hundir en mí trasero, sentí como también gemía, resoplaba y se agarraba a mí, reduciendo el ritmo, casi deteniendo sus movimientos, pero no, con apenas lentas estocadas en las que sacaba casi por competo su pija y lentamente la volvía a hundir, apretando al llegar al fondo de mis intestinos, que lo sentían.

Cuando terminó su orgasmo se dejó caer sobre mí, y entonces volví a tener al alcance su boca. Esa boca que antes me había llevado al cielo, ahora estaba a mi lado, abierta, tomando aire mientras intentaba recuperar su ritmo habitual.

Lo besé. —dulce y suavemente lo besé— Me habían vuelto loca esos labios al comienzo de la noche. —Me devolvió el beso del mismo modo.

Ahora ya sin urgencias, sin vicio, sin lujuria, me arrodillé delante de esa pija húmeda de mis jugos nacarados y de su último dejo de semen, tomándola con mis dos manos, exprimí hasta su última gota sobre mis labios, clavándole mis ojos en su mirada.

Sonrió, me tomó de los cabellos apretándome sobre su pubis depilado y acabó en mi boca.

Ya era demasiado tarde para ser temprano o demasiado temprano para ser tarde, la busqué a “Mena” que estaba en otro privado mamándose a otro travestí, mientras yo me fumaba un cigarrillo, dejé que ella acabara; cuando abrió los ojos y me vio, le dije: —vamos nena, esto es el placer adictivo y debemos salir.

—Debíamos volver a casa, estaba amaneciendo; Verónica se ofreció a llevarnos y así fue; me despidió en la puerta de casa con un chupón interminable en los labios, enamorándome.

Llegamos y tu padre que dormía, como vos, no sintió que me duché quitándome tanta lujuria y tanto morbo de ese travesti, me puse mi culote negro y mi camisolín blanco, me acosté de espaldas, y volví a acariciar mi conchita por sobre la suave seda, aún me ardía al igual que mi esfínter, jamás me habían dilatado tanto con semejante pija.

—Guau mami. —Le dije, mientras ella me masturbaba con sus manos y sobre sus lolas.

No tardé en acomodarme para enterrar suave y sintiéndola y haciéndole sentir mi cómplice erección en la delineada raja de sus labios, cuando tremendamente caliente y mordiéndole ya la boca, le dejé correr mi leche dentro de su húmeda vagina. Ella mirándome a los ojos y jadeando me confiesa:

—Nunca te dije que la masajista que viene dos veces por semana, es Verónica.
 

heranlu

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Como todos los jueves con el grupo de hombres de la playa (entre ellos mi padre “ya el gran cornudo y Marcos, esposos de “Mena”, el nuevo cornudo) se había programado una embarcación de pesca hasta el domingo por la mañana.

Ello dio lugar a que mi madre y “Mena” organizaran también su “finde libre” de maridos, por lo que se turnarían en salir una noche cada una. El plan estaba resuelto, la primera en salir sería mi madre con Mingo, “su joven amante”; habían decidido ir a un boliche en La Barra, a unas playas de la nuestra y pasar la noche donde el juego acabara.

Mi madre, mujer muy culta como atractiva y con dejos de cortesana fina, riendo dijo —desde hoy ya en las noches seré “Xochi”.

“Mena” y Mingo se miraron sin entender; el buen cornudo de mi padre, solo dijo: —pero siempre lleva preservativos en tu cartera— como profetizando o sintiendo las cornamentas sobre su cabeza, aunque no sabía de qué trataba el tema y menos aún sospechaba que mi madre ya no usaba preservativos con sus amantes, sino solo con él.

La Diosa Xochiquétzal, en la mitología azteca era la diosa de la sensualidad y la belleza, el arquetipo de una mujer joven en plena potencia sexual. Es la amante divinizada que evoca el amor, la voluptuosidad, la sensualidad, el deseo sexual y el placer en general. —Esta era mi madre, una cortesana de mitologías, cuando se apareció en la puerta de su dormitorio como encerrada en el marco de un cuadro. Depilada, perfumada, elevada sobre botas negras con tacos, las que cubrían parte de su metro veinte de piernas, dejando sus muslos bronceados y tratados con aceites aromáticos por debajo de un vestido negro entallado a sus caderas, el que subía sobre su escultura cubriendo el deleite de sus senos dibujados y su “entre senos” por donde correría la lujuria de esa noche.

“Mena” quedó helada al ver semejante “perra” vestida para el pecado. Mingo, pasó sus manos por sus cabellos rubios y se mordía los labios.

Mi madre me miró (yo ya estaba recostado en el ****** haciéndome el dormido) se acercó me dio un “pico” con sus labios sobre los míos, creo que algo le hizo recordar a mi padre, que ya no estaba en la casa sino de pesca, cuando se reveló en un pensamiento algo íntimo, —“seré una perra, una ramera de clase, con un incómodo liguero y una tanga que se clava en mis carnes, pero soy fiel a mis instintos y deseos”.

Mingo la tomó de su mano y la hizo girar bajo su brazo, como exhibiendo el pecado, besándola y corriéndole el labial rojo como herida de sangre sobre su boca, —esta noche boliche, sexo y acabar desnudos en la playa.

— No bebe, esta noche no es tuya, hoy también vos, vas a sentir los cuernos que te va a poner esta perrita, tomándole el bulto, —Tu putita.

— ¿Qué…? dijo “Mena”

— ¿Pero…? balbuceó Mingo

La bocina de un auto que se había detenido delante del chalet, sonó dos veces…

Mi madre se corrigió el labial rojo, lo besó otra vez con un simple piquito —pórtense bien— y la puerta se cerró detrás de las curvas de sus caderas sujetadas por ese vestido encajado y la fina línea de la tanga perdiéndose en sus zancas.

Me trepo a la ventana y mamá se abraza con un hombre que no distingo en la oscuridad de la noche, este le pasa su palma de la mano desde la espalda desnuda hasta esa cola dibujada, ella levanta su pierna izquierda hacia atrás, como saludando a los que estábamos detrás de las ventanas, “Mena” y Mingo desde el ******, y yo espectadores del morbo de un beso interminable. Se escucha decir:

— Desde esta tarde en la playa, se me ha hecho interminable la espera.

— Desde la época de la facultad que deseaba este momento Lau, y tu marido que no te larga.

— No, para vos esta noche y siempre seré Xochi, la diosa, la amante divinizada, la sensualidad, tu deseo sexual y mi placer.

Él le abre la puerta del auto, ella se sienta con la fina delicadeza de una dama y el auto se pierde en la noche.

“Mena” en silencio y boca abierta, se queda mirando a su hermano Mingo.

—Tremenda puta, pero la amo. —Exclamó el amante engañado.

— Yo también la amo, me calienta, me la quiero coger y sentir que tiene en la piel ese pubis exquisitamente dibujado, frotar sus labios con los míos. —Mena suspira.

(…)

Amanecía, eran las siete y media de la mañana según mi reloj, (suelo despertarme con la primera claridad del día) cuando siento que se abre la puerta de casa con sigilo; mamá volvía con sus botas en la mano, sus pies con arena, su pelo desprolijo, sus ojeras delatando excesos de alcohol y su falda subida dejando ver su tanga negra traspasada de jugosos orgasmos.

— ¿Lau… te ves tremenda, se ve que aprovechaste la noche hasta la última gota del rocío.

— Si Filo, la última gota quedó en mi boca… ¿No viste la última paja que le di recién con mis labios?

— No, pero déjame sentirla, déjame saborearla desde tu boca.

“Mena” excitada, caliente y en bikini, se acercó y en punta de pies le comió la boca, mi madre respondió rodeándola con sus brazos; se apoyaron los senos y mi madre le ofreció un juego de salivas que de boca a labios era lujuria lésbica ante mis ojos.

— ¿Qué rico semen tiene ese guacho, o es tu sabor que me empalaga?

— Ven a mi cuarto que te cuento. La tomó y se la llevó de la mano.

Mi madre le volví a meter la lengua dentro de sus labios, “Mena” dejó correr un hilo de saliva que fue a rodar al encaje de su corpiño, los pezones en un juego lésbico del amanecer, se erotizaron.

¿Todos dormían, me distrae Mingo (quien dormía en mi cuarto), su bulto se mueve erecto debajo de la zunga blanca —soñará con mi madre— No sintió el murmullo de las hembras en celo, pero yo sí.

Los besos de mi madre sobre los labios de “Mena” despertaron aún más el vicio, “Mena” apretó más su boca contra la de mi madre y sus manos comenzaron a quitarle el ajustado vestido; mi madre no traía puesto el corpiño, sus pezones era como siempre la evidencia, la marca cierta de su calentura extrema.

— Contame perra, ¡ahora también vas a ser mi hembra y yo tú perrita!, me volviste loca anoche, me dejaste muy caliente con el chupón que le diste a ese tipo.

— Se llama Paulo, fuimos compañeros de la “facu” y lo crucé en la playa hace unos días; es diplomático y nos habíamos gustado y franeleado varias veces, pero nunca pudimos cogernos.

— Guau… calentura de tiempos contenida (balbuceó Mena)

— Ni te imaginas la pija que tiene, un semental acabando interminable por toda mi piel. Se la había sentido hasta bailando en los ágapes en embajadas, pero nunca pudimos. Anoche me dejó morbosa.

— Tu amante Mingo, también se quedó caliente, sentí que se hacía una paja encerrado en el baño.

— Hmmmm. Me imagino a los dos cogiéndome, cabalgando como una puta con mis dos amantes.

— Sos capaz…

— Me dejo coger por mi hijo y su amigo Eduardo, ¡mirá sino me voy a “enfiestar” con mis dos amantes! —Te cuento…

— Anoche en el boliche, mientras bailábamos con Paulo se acercó un amigo, tremendo moreno y me apretó por detrás, me hizo sentir la pija, era un tubo rígido apoyado en mi cola, mientras “Pau” me apoyaba en la pelvis sus veinticinco centímetros que después me devoré en el Vip… Deliré ahí nomás, morbo, sexo y más morbo.

— ¿Te cogiste a los dos?… preguntaba “Mena” mientras acariciaba la tanga húmeda de mamá, dándole mordisco a sus pezones, para después besarle suavemente los labios, una y otra vez.

— Fue tremendo Mena, bailé con uno, con otro y con los dos juntos mientras me estrujaban entre ellos subiendo caricias a cuatro manos sobre mi falda, bebí demasiado, después solo recuerdo que estábamos en la playa, Paulo me penetraba, yo de rodillas clavada sobre él, besándonos sin aliento de años, mientras el moreno Carlo pretendía cogerme abriendo mi cola, pero era inmensa, me ardía el esfínter, pero no logró dilatarme, solo podía entrar por mi boca, me acabaron por todos lados, yo no paraba con mis orgasmos, era un “femme fontaine”.

— Ahora vas a acabar en mi boca, dame ese clítoris, todavía estás llena de “semen” en esa concha, se siente espesa y te sigue bajando… Puta, ahora sos mía.

Mamá se tumbó en la cama con su tanga todavía puesta, mientras que “Mena” le empezó a enterrar la lengua enloquecida y sus dedos entre sus labios, los revolvía buscando combinados derrames de semen y de flujo, los que llevaba luego a su boca y a la de mi madre; era un ardor entre ambas. “Mena” descubrió que de esa vulva de salía un hilo rojo del cual comenzó a tirar suavemente, mamá curvó su espalda, cerró sus ojos y abriendo su boca en un jadeo, exhaló:

— Tirá… tirá despacio de ese hilo y vas a ver una sorpresa….

— ¿Qué tenés?

Comenzó a jalar suavemente de ese hilo rojo, una serie de bolas rojas y húmedas cada vez más pequeñas comenzaron a salir de la concha de mi madre.

— Me las fue metiendo Paulo mientras me besaba anoche en el vip del boliche, después que el negro me cogió un rato largo con esa tremenda “pija de negro” que dejó morir adentro; mientras yo eyaculaba el semen de Carlo, Pau aprovechando la lubricación, me enterró esas bolas, las tengo desde anoche, me las sacó en la playa para volver a cogerme entre los dos y me las puso de penitencia porque no le di mi colita; ¡me vuelven loca!

— Dejame limpiarlas con mis labios, con mi lengua. (Exclamó Mena)

El beso fue interminable entre ambas perras, mientras se unieron cruzando sus piernas una sobre otra, frotaron sus labios mojados, gimieron, acabaron una vez más. Mamá se tumbó sobre el cuerpo de “Mena”, le comió la boca locamente mientras se la cogía como si la otra tuviera un falo erecto, iba y venía refregándose, hasta que un mismo orgasmo las invadió otra vez, restos de semen y flujos de una y de otra quedaban sobre las sábanas blancas. Volví a mi cama, me masturbé imaginándome y sintiendo la suave piel del pubis rasurado de mi madre, cuando la escuché decir:

— Ah. Nos invitó a navegar en su barco, mañana nos viene a buscar a las siete, te tenemos una sorpresa.

— Yo me cojo al moreno, insistió “Mena”

— Eso lo veremos, respondió mi madre.
-----

Como todas las mañanas mi padre salía de casa muy temprano, los negocios aún en vacaciones no le dejaban estar mucho tiempo con nosotros.

Era muy temprano en la mañana y como de costumbre nos quedábamos solos mi madre y yo cuando mi padre salía a sus negocios, generalmente sentía cuando él se despide de mi madre, que luego de cerrar la puerta se apoyaba contra ella con su salto de cama blanco, corto y muy provocativo.

Yo me levanté para ir al baño y ella que estaba acariciando su tanga de encaje también blanca, me sonrió.

Esas mañanas tempranas cuando mi padre salía de la casa, sin tardar mucho llegaba Mingo o Paulo, cualquiera de los amantes de mi madre, —ya que muy ramera ella no se conformaba con uno—. Esa mañana le tocaba a Mingo, pero este no llegaba y mi madre mordisqueando sus labios, yéndose a su cuarto me sugirió volver a mi cama, ya que era temprano. Luego de salir del baño con mi pija tremendamente erecta sobre mi bóxer, verla sensualmente caliente fue el éxtasis, espié en su cuarto viendo que mi madre que se encontraba tendida en la cama, pero esta vez se había puesto sus sandalias blancas de tacones y acariciaba su pubis por sobre la tanga.

— Que hacés? —me sorprendió en la puerta del cuarto.

— Me volvés loco ma.

— ¿Te gusta verme así?

— Me gusta verte coger con tus amigos, ver como te cogen y sentir como gemís y gritas.

— Vos me viste coger, sé que te gusta espiarme cuando estoy con mis amigovios.

— Si, muchas veces, pero Mingo es el que más te coge y del que vos estás enamorada.

— Veni, sentate a mi lado, —Vos sabés, ya que me viste, y sé que me espias, y que a mí me gustan muchos los hombres, esos que me calientan apenas me tocan o me apoyan.

— Vos sos una puta, una ninfómana, que no puede vivir sin coger, sin sexo cada día.

— Sí, eso me pasa y hoy no va a venir Mingo, ¿vos lo sentís cuando viene tan temprano?

— Si, lo veo y como te chuponea la boca y vos te le subís encima y te pega tremenda cogida en la mesa de la cocina y vos terminás chupando la leche.

— Pero a vos también te lo hice en Río y me gustó como me cogiste, fuiste el primero en cogerme el culo y me calienta todavía. Tenemos que repetir, tu pija tiene más leche (…)?

— Me encanta que seas mi madre, y a la vez tan puta.

No eran las once de la mañana cuando todavía estábamos en su cama hablando de sexo y de sus amantes, cuando tocaron a la puerta, era mi amigo de adolescencia Eduardo y ya estudiábamos juntos en la facultad, pero de vacaciones compartíamos también encuentros en la playa.

Dejando caer su bata de seda frente a la ventana, como mostrando o incitando a alguien, dejándome ver una vez más su espalda ardiente y poblada de lunares y sobre su cola esa tanga blanca perdiéndose en la lujuria.

— ¿Quién será?, pregunté a mi madre.

— Es Eduardo, mirando ella por la ventana.

— Hacelo pasar, ya me levanto.

— Hacelo pasar vos, que les preparo el desayuno.

— Hola Richard, me pareció ver a tu vieja en la ventana.

— Pasá Edu, vamos a desayunar, antes de irnos a la playa.

Mi madre demoro el salir de su cuarto, cuando aún estaba con su corto camisón blanco, que le dejaba ver su tanga blanca; pero sus pezones que se habían asomado sobre la seda, se estaban endureciendo, convirtiéndose en dos ápices sobre el camisón… Yo no sabía qué hacer… Me había puesto nervioso y a la vez me calentaba verla frente a mi amigo con esa actitud, no pensaba que podía calentarse también con Eduardo. Él me miró sorprendido, cuando ella lo abrazó y apoyándole esas tetas sobre su pecho, le dio un beso y se alejó hacia la cocina, llevándose un dedo a su boca y mirándome.

— Richard, que potra está tu vieja, con razón se la comen con los ojos. Tremenda perra.

— ¿Qué sentiste Edu, ahora que te besó?

— Me hizo sentir los pezones en mi pecho, estoy al palo viéndola con ese camisolín.

— ¿Te la querés coger?

Mi madre apareció desde la cocina, viendo que estábamos aún en el ****** y con un gesto adrede dejó que su mano al levantarse hacia su cabello se enredara con el camisolín, mostrando que solo llevaba esa tanga, se me acercó y puso sus brazos alrededor de mi cuello, mirándome a los ojos y sintiendo mi erección.

— ¿Qué pasa, bebe?... ¿No crees que tu madre también es sexy para tu amigo?

— Claro que eres sexy y creo que Eduardo también lo cree, mira su short.

— ¿Entonces seguimos con lo que comenzamos en la cama?

Casi antes de que ella terminara de decir esas palabras, me comió la boca delante de Eduardo. Pero esta vez fue tan profunda su lengua en mi boca que logró chupar la mía con morbo de insatisfecha. No pude contener más y finalmente comencé a besarla, dejando que Eduardo viera como nuestras lenguas iban y venían en nuestras bocas. Acariciando la espalda de mi madre, comencé a levantarle la bata dejando a los ojos de mi amigo la desnudez color canela de sus piernas, de sus caderas, de su cola y de su espalda desnuda, mientras nuestras salivas se mezclaban.

— Ahora te toca a vos, le dijo mi madre a Eduardo. —Que estaba mudo, pero acariciando su pija.

— Hijo de puta (me dijo) te coges a tu vieja, ahora va a ser mía también.

— Eso según como te portes. –Le respondió mi madre, tomándole la pija con una mano y acercando sus labios para besarlo.

Eduardo, no podía creerlo, me miraba de reojo mientras franeleaba a mi madre con sus manos, sin despegar sus labios de su boca. Me calentaba ver que mi madre se iba a coger delante de mí a mi amigo y que ello iba a cambiar toda nuestra relación con Eduardo, ahora la complicidad de la conducta de mi madre era un secreto compartido, ya que muchas veces nos pajeábamos con Eduardo en nuestros dormitorios con alguna que otra porno; ahora la porno estaba desnudándose delante nuestro.

Eduardo bajó con su boca hasta las tetas y mordisqueándole los pezones; así como si hubiera recibido una descarga eléctrica, mi madre flexionó todo su cuerpo mientras se arqueaba hacia atrás y dejaba escapar un gemido, mientras guiñándome un ojo apretaba la cara de Eduardo entre sus tetas.

— Ahora vas a conocer los Secretos de Laura, la mami de tu amigo. — Le dijo mi madre.

Eduardo se bajó el short ente sus piernas musculosas y peludas pelando una pija que yo conocía de tantas pajas que nos hicimos, pero nunca la había visto tan erecta y brillosa. Me acerqué, lo miré a los ojos y se la tomé con una mano, hasta que arrodillándome me la metí entera en la boca; hacía tiempo que, entre las calenturas con mi madre y la pija de Eduardo, yo también quería sentir como me iban a romper el esfínter y me calentaba pensar que podía ser Eduardo. Se la pajeaba con mis labios apretando su glande y con mis manos sosteniéndolo desde las pelotas que golpeaban en mi cara, pajeándose.

Mi madre nos miró, dejó caer su camisolín y se acomodó sobre el sillón ofreciéndonos su concha y su culo húmedo de deseo.

— No le acabes en la boca. —Le ordenó mi madre.

— Ahora que me la mojaste bien putito, se la voy a enterrar a tu mami.

— No, primero cógetelo a Richard delante mío, los quiero ver coger a Uds.

Yo lo miré a Eduardo, y sabía que me iba a coger, pero yo quería que mi primer macho fuera también el amante de mi madre, Mingo, que tenía un tubo no una pija, quería sentir lo mismo que ella en mi esfínter, pero las cosas se precipitaron y Eduardo fue mi primer macho.

Mi madre metió sus dedos bien profundos en su vagina, abriéndose los labios, para luego humedecer así mi orificio, introduciendo sus dos dedos húmedos y dilatando mi esfínter.

—Ahora vas a sentir que lindo es ser una puta y que te cojan por el culo, te va a arder, pero también te va gustar mucho.

—Acomodate putito, te voy a desvirgar ese culito. —me dijo Eduardo mientras también se salivaba la pija.

Apoyó su glande entre mis piernas y comenzó a hundirse en mi culo, el ardor era infinitamente placentero, más cuando mi madre toda desnuda apoyó sus pezones en mi boca, y luego dejando que yo chupara los labios de su concha; era un perfecto sesenta y nueve mientras Eduardo la sostenía del cabello para chuparle la boca; los tres explotábamos de calentura extrema. La pija de Eduardo fue a enterrarse en lo profundo de mi grito cuando sentí sus pelotas junto a las mías, me había roto el culo y mamá comenzó a hacerme una paja con su boca.

— ¡Vamos hacer esto bien!, dijo ella y se apartó de nosotros.

Mamá, se acercó al sillón del ******, se subió y se arrodilló sobre él, mirando a Eduardo con una mirada casi animal en sus ojos, lo señaló y con su dedo le indicó que se acercara, separando con sus dedos los labios de su húmedo nácar. Eduardo, mostrándole su pija bien dura, le dio algunos frotamientos con los dedos, desde la concha hasta por encima del culo, pero pronto comenzó a lamerle la abertura de esos labios vaginales nacarados.

Cuando ella comenzó a retorcerse por su goce oral, se volvió hacia mí… Sus ojos me dieron una mirada aún más caliente que antes. — Richard, vení aquí, déjame devorar también esa pija dura.

Ya estaba ella de rodillas cuando Eduardo comenzó a pajearse sobre los labios de mi madre y yo frotándole mi glande sobre sus tetas, veía como se ponían sus pezones aún más duros.

—Vamos a ver quién de los dos me coge más duro. —dijo mi madre.

Me calentaba verla chupándome la pija, —Eduardo sonrió…

—Putita ahora te vas a comer esta poronga por el culo. Te vas a portar como la buena puta que sos…

Mi madre se puso en cuatro sobre el sillón dejando que yo me sentara delante de ella mientras me comía la pija, Eduardo apoyando su glande comenzó a enterrarse en su esfínter y tomándola de las caderas se la clavó de un solo empujón, mi madre devoró mi erección, teniendo que contener mi eyaculación de tanta calentura, ya que el vaivén de la cogida que le estaba dando Eduardo repercutía entre la boca de mi madre y mi glande.

— Vamos a la cama chicos, así estaremos más cómodos

Me obligó a acostarme boca arriba cuando puso su concha en mi boca abriendo sus labios para que mi lengua encontrara su clítoris, no tardé nada en encontrar su caramelo y jugar, saboreándolo inmensamente, inagotablemente, hasta que mi nariz fue a perderse junto con mi boca dentro de la concha de mí madre, hasta que alcanzó un profundo orgasmo dejándose caer sobre mí y empapando mi boca de jugos nacarados, cuando Eduardo encontró húmedo el nácar, comenzó a rozar el glande enterrándose también en ella; yo no aguanté mi deseo y acomodándome pude chupar esos jugos de mi madre y la dureza de Eduardo que salía y embestía dentre esos labios.

— No puede ser que seas tan puta. Le soltó Eduardo.

— Vos nene, no sabés de lo que soy capaz con una pija como la tuya.

— Ya lo veo, cométela hasta que mis pelotas se pierdan en tu concha.

— No nene, quiero que los dos me acaben en la boca.

— No podés ser tan puta, pero te voy a atragantar de tanta leche. Le repitió Eduardo.

— ¡Voy a acabar! — gritó Eduardo. No podía más.

— ¡En mi boca! — dijo mi madre, agarrándonos las pijas a los dos y llevándoselas a la boca.

— ¡Abrí la boca! — Le dije yo, enterrándole mi pija —toma tu leche puta.

Eduardo se empezó a pajear con gusto cuando varios chorros de semen empezaron a salir disparados directamente hacia la cara de mi madre., mientras ella se seguía masturbando y pedía más y más con la boca abierta, la que rebalsaba de semen.

El glande de Eduardo blanco de leche, se introdujo en la boca de mi madre mientras ambas acabadas se escapaban por la comisura de sus labios, sobre los cuales golpeteábamos y sacudíamos nuestras últimas gotas de leche.

— Jamás voy a olvidar esto. —dijo Eduardo.

— Y lo vamos a repetir bebe. —respondió mi madre.

Después del mejor momento sexual de su vida, Eduardo se limpió el resto de semen sobre la cara de mi madre, que le lamió la pija hinchada y larga con profundo deseo, y luego con un tremendo chupón que le pegó en la boca, mi madre jadeó y le recibió abriendo su boca facilitándole su lengua profunda con ese beso. Con una palmada en mi cola, me hizo chupársela también y se fue dejando rastros de semen sobre las sucias sábanas de la cama y en nuestras bocas, las que se juntaron al final en un intercambio de semen y de sabores de pecado.

Mi verga que había perdido su tamaño, pero aún tenía jugos de su húmeda vagina, después de un descanso, mi madre me pido que la volviera a coger.

Comencé a enterrarme suave en su vagina dejando que mi pija se fuera endureciendo sin penetrarla totalmente, cuando una vez más el placer entre Edipo y Yocasta se recreaba en la mitología, mientras acabando profundo y duro en su vientre, el morbo de su jadeo fue interminable entre nuestras bocas húmedas de incesto.
 

heranlu

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Recién amanecía y ya se sentía la ducha en el baño de la suite, cuando aproveché la excusa de entrar en él, ya que en el de huéspedes, “Mena” hacía rato que se escuchaba también en la ducha. Detrás del vidrio fumé, el cuerpo de mi madre era la silueta de una ninfa esculpida. Me rocé suavemente la pija sobre mi bóxer y dejé que mamá notara que yo estaba allí, espiando sus curvas.

—Ricardo, sos vos?

—Si ma… “Mena” está en el otro baño

—Ve al de planta baja

—Estoy medio dormido, me caería por las escaleras

—Tonto, ya sé a qué venís, hoy salimos a navegar con un viejo amigo mío. ¿Venís?

Ella salió de la ducha, apareciendo envuelta en un toallón rojo que colgada desde sus senos hasta por debajo de su cola, dejando librada a mi imaginación aún húmedas su cola y su vulva, cuando algunas gotas caprichosas todavía rodaban por el ocre de sus piernas.

—Pasame una toalla del placard para el pelo. —Mientras sacudía su cabellera inclinado su cabeza hacia un costado, toda ella era la sensualidad reflejándose en el espejo.

—Si mamá, tomá.

Al sacudir su cabellera, el toallón que la cubría cayó sobre el piso y su cuerpo esculpido quedó reflejado en mis ojos, doblemente cautivable, por su espalda y sus nalgas delante de mí y su cuerpo reflejado en el espejo, sus senos siempre con sus aureolas grandes rosadas y esos pezones rígidos, siempre su pubis depilado con su cuidada y delicada línea delineada hacia el clítoris.

—Ya viste bastante, pásame esa toalla

—Si, mamá y salí del baño con una erección, pero aguanté no masturbarme, pero seguí mi juego de voyeur.

Se ajustó un bikini blanco sobre el bronceado de su piel, sin soutien, delineó sus ojos con rímel negro, sus labios carnosos, aún más revivían con un rouge rosado pero suave cual el color de sus pezones, colgó de su cuello su cadena de plata con una cruz, -quizá crucificando sus pecados.

Un sombrero de paja blanca despuntado y desprolijo coronaba su figura mientras delante del espejo se tomaba una foto cubriendo un seno con el codo sosteniendo la cámara, mientras en la otra mano lucía un anillo con una margarita blanca, cobijando el pezón derecho entre sus dedos que pellizcaba.

Desde el corredor de la planta alta podía ver a “Mena” en el balcón mirando el amanecer sobe el mar y el verde de los médanos. Su corta bata, descubriendo su espalda y su cadera escapando del rojo de aquella, su pelo castaño se tornaba en un dorado con el reflejo del amanecer. —La sensualidad provocando a Helios, —el dios del sol.

También mirarla era un placer entregado a Eros, sensual giró sobre los rayos del sol y descubriéndome del otro lado de la ventana, que la enmarcaba, solo me dijo, acariciándome el cabello:

—Buen día bebe.

“Mena” ingresó en el toilette de mi madre; —ten.... guau perra, besándole la boca. Te venía a preguntar: ¿cómo tenía que vestirme, que ponerme?, pero ya veo; vamos de lujuria.

—Lo más sexi que tengas y llevá ropa para noche de cena y boliche en algún lugar de Brasil

—¿Vamos a navegar hasta Brasil?

—Si mí beba, placeres como estos no pueden durar solo una noche, hoy te presento a Carlo y a su mascota

—Su mascota…. Jajajaja

—¿los chicos?

—En un rato llegará mi madre, se queda con ellos

—¿Qué vas a hacer con Mingo?

—Lo voy a dejar bien caliente y me lo “cojo” a full cuando regresemos

Mama terminó de colocarse una corta blusa playera blanca de crochet calado, que dejaba ver su bikini y entre esos espacios el dorado de sus senos y escapando entre los tejidos el rozado de sus pezones, sandalias playeras cuyos sus tejidos simulaban botas en sus piernas y su sombrero desflecado. “Mena” llevaba un vestido gitano color rosado de crochet que dejaba traslucir su bikini y su corpiño también blancos.

—¿Pero Uds. dos van de putas, o qué? dijo Mingo (el amante de mi madre) sorprendido al aparecer en el ****** con la zunga que dibujaba una tentadora erección.

—No sos el único bebe que tiene una pija que me calienta, pero vuelvo y te “garcho” con ganas.

—Como dice el cornudo de tu marido, lleva preservativos en la cartera, “putita”.

—Salimos de la casa, un auto nos esperaba en la puerta, el que nos llevó hasta el puerto, un barco a vela que lucía en un costado de su casco “PÉCHÉ” (Pecados en francés), en el puente de mando un tipo de unos cuarenta y tantos levantó la mano al vernos y al distinguir a mi madre, dijo:

—"Ici Lau"…

—"Mon grand plaisir", dijo mi madre en perfecto francés, también levantando su mano al viento.

“Mena” sonrió y abordamos, era inmenso con cuatro camarotes, en la cubierta, hacia proa tres tipos, uno de ellos muy morocho se dirigió a mi madre y dándole un beso en la mejilla no dejó de abrazarla por debajo de su cintura: —me debés tu colita—

—Mamá sonrió, —te traje a una amiga, “Mena”

—Hmmm, me quedo con “Mena”, porque a vos te están esperando en el puente de timón, pero igual estás en deuda con tu colita de caramelo.

Mamá subió unos escalones meneando su cuerpo, tentando a los otros dos calvos y musculosos en la proa, que la miraban negando con la cabeza.

—“Ma bien-aimée”, dijo Paulo, acariciando la cola de mi madre.

—“Mon pénis”, respondió mi madre dándole un suave beso en los labios.

Paulo izó velas dejando atrás la bahía de Maldonado, la playa “La Mansa” de Punta del Este, poniendo rumbo hacia la isla de Lobos.

La idea es fondear cerca de la isla, pasar la noche a la luz del faro, cenar en cubierta allí antes de salir a mar abierto rumbo a Barra de Chuy en la frontera entre Uruguay y Brasil, y quizá remontarnos hasta la ciudad de Pelotas en la Laguna de Los Patos. —Dijo Paulo.

—Disfrutar del sol de “meu Brasil, brasileiro” —cantó mi madre, meneando sus curvas, junto a su otro “amigovio amante”, ya que había dejado a Mingo, su amante oficial muy caliente en la casa.

El sol era una maravilla reflejado sobre el Atlántico sur, cálida y húmeda la brisa marina se alentaba sobre nuestros rostros, cuando pudimos descubrir el verde de la costa junto a las espectaculares playas de la isla y esos lobos marinos que dejaban escuchar sus ladridos. Todo el litoral muestra un sorprendente contraste entre el continente y la isla, fundiéndose el dorado de la arena, en el azul del mar y el verde de la isla en uno de los paisajes más bellos que uno puede encontrar.

—Con algo de suerte quizá demos con una familia de delfines –comentó Roxana, la hija de Paulo con quien yo ya estaba y disfrutando de su belleza adolescente.

—¿Hablas en serio? –preguntó “Mena” completamente entusiasmada.

—Si damos con ellos verás una auténtica maravilla. Respondió Paulo.

¿Qué tal si se cambian? –preguntó el moreno Carlo dirigiéndose a mi madre y a “Mena”. El día está maravilloso, el viento y el mar están ideales para darnos un chapuzón, antes de llegar a la isla.

—Si todo sigue así podremos cenar aquí en la isla a la luz del faro donde no nos molesten los lobos, aún para nadar en la noche. Respondió Paulo.

Mamá y “Mena” bajaron a los camarotes, Carlo le indicó a mamá cual era el que ocuparía ella, en la puerta podía leerse “Capitaine”, —evidentemente era el camarote de Paulo—Mientras que a “Mena” la guio con su mano sobre su espalda a uno más apartado, ingresando con ella, cuando “Mena” sintió la mano del moreno sobre su piel, volteándose la miró a mi madre y le guiñó un ojo mientras se mordía los labios, gesto que mi madre devolvió con otro morderse de labios.

Al cabo de un buen rato, mi madre salió a cubierta con una amplia sonrisa frente a la brisa, Paulo le extendió la mano para subir junto a él al puente de timón. ¡Laura era una diosa!, cuando ambos se fundieron en un “chupón” de labios apoyándose las pelvis uno con el otro, mi madre le rodeó el cuello, Paulo subió sus manos por la espalda dorada jugando con la blusa de mi madre dejando al descubierto lo evidente, mi madre no llevaba el soutien y su tanga blanca se hundía entre su cola y sus caderas.

¿”Mena” aún no había salido del camarote, ello me llevó a asomarme por el ojo de buey, cuando Roxana me sorprendió —¿a vos también te gusta ser voyeur? —Nos miramos con la flaca, nos sonreímos y nos quedamos en silencio mirando como “Mena” arrodillada sostenía entre sus tetas desnudas el tronco de esa pija que devoraba después en su boca, como una morcilla negra de veintiséis centímetros y un diámetro que le exigía más y más a esos labios. Las arcadas que profería eran evidencia de su garganta profunda, cuando de sus labios dejó caer una abundante espuma con semen en burbujas, las que chorreaba sobre sus pezones alcanzando sus piernas como derrames de hilos blancos.

Cuando todavía la pija de Carlo seguía escupiendo leche, “Mena” se acomodó sobre la litera acomodando sus piernas, abriendo sus ancas, facilitando que el moreno apoyara el glande sobre el esfínter y con la lubricación del semen dejó enterrar lentamente ese tubo, que desapareció en cada gemido y en cada orgasmo de esa “troia” cada vez más caliente.

“Mena” había logrado su deseo de cogerse a Carlo, cuando quedando tendida sobre la litera, un estirado chorro de “esperma” brotaba desde su latente y dilatado esfínter.

—Lau, no me va a perdonar que me hayas roto el culo antes que a ella. —dijo “Mena”

—Para esa “Xochi”. le tenemos preparado una fiestita, Esta noche poronga doble para Laura.

—¿Y yo qué?

—Vos vas a ser espectadora “la troia” (puta en italiano) y te vas a pajear viendo como nos cogemos con Paulo a tu amiga, mañana es al revés, a vos te cogemos en manada y Lau se pajea, tenemos todo de acuerdo a plan de navegación, —guiñándole un ojo—

—¿Y Roxana y Ricardo? —Preguntó “Mena”.

—Los chicos tienen su propio programa, olvídate y gozá.

Acomodándose la bikini y su blusa playera, “Mena” subió a cubierta junto con Carlo, mi madre y Paulo les sonrieron desde el puente de timón, “Mena” le hizo un gesto a mi madre al cual le sonrió cómplice; descendieron a la cubierta de proa, tendieron sus toallas y quitándose las blusas playeras quedaron desnudas, solo con sus tangas bikinis de espaldas al sol, pero a la mirada de todos, mientras sus pezones y sus lolas se acomodaban sobre esas toallas.

—¿Te lo cogiste? —Preguntó murmurando mi madre

—No, él me “regarchó” a mí, me destrozó el culo, me atravesó y acabo dentro de mi dos veces

—Guacha, esa poronga era para mí culo, quería que me lo parta primero a mí, ya que no lo pude aguantar la otra noche en el boliche, ¿y vos?

—Me mordía en las sábanas, pero el ardor de mi esfínter me gustaba y con toda la leche que le saqué con una buena mamada en mi garganta, me lubricó y me enterró hasta que sentí la punta de sus vellos erizados en mí concha. Para vos tienen preparado una fiesta con Paulo.

—Naaah, yo sola con ellos y sus tremendas pijas, y vos?

—Yo voy a estar en penitencia, me tengo que masturbar a dos manos, mirándote.

—Demasiada ropa para la cubierta de este yate. —Les gritó Paulo desde el puente de timón.

Ambas se miraron y se quitaron las únicas prendas que traían puestas, sus tangas, quedando desnudas a los ojos de Morfeo, que caía sobre la piel de dos ninfas esculpidas enmarcadas con el verde del mar de fondo.

Muy cerca Carlo clavó la mirada en ambas perras y acariciándose el bulto por sobre su short ajustado, se apretó una erección y se la dedicó a mi madre.

Laura (mi madre), la diosa Xochi le respondió tirándole un besito, con un aire de cortesana.

—Carlo, divino, ¿me pasarías bronceador por mi espalda? —dijo “Mena” con voz sensual

—Perra, le dijo mi madre con cierta envidia y sacándole la lengua

—No solo por tu espalda nena, le dijo el moreno, acercándose, pero provocando a mi madre también con su mirada

Carlo se sentó sobre la cola desnuda de “Mena” haciéndole sentir su miembro, cuando comenzó a untarla con sus dos manos morenas, llevándola a un relax y a un clímax sensual y erótico, mientras no le quitaba la mirada a mi madre. Mi madre se puso boca abajo y dejó ver también su cola, cerrando los ojos y con la cabeza echada a un lado tratando de relajarse, mientras sentía a su lado el gemido suave de “Mena”. Ella quería sentir las manos de Carlo sobre su espalda, mientras veía como esas manos alcanzaban también las caderas y las piernas de “Mena”, abriéndole y acariciando lo inimaginable en el orgasmo que sintió cuando sonó el suspiro de su amiga.

Entreabriendo mínimamente los ojos, mi madre sintió que Carlo le acariciaba con un dedo su columna, desde el cuello hasta el comienzo de su cola, mi madre levantó su cadera invitándolo, pero Carlo abandonó la caricia antes de hundirse entre los glúteos de mi madre en extrema excitación.

—Gracias Carlo, la crema estaba fría, pero me encantó sentirla con este calor que quema la piel. Dijo “Mena”, provocando a mi madre

—Carlo es muy bueno dando masajes, deberías probarlo Lau… dijo —Paulo desde el timón orientando la nave, hacia el viento.

No había duda que la estaban provocando entre los tres, mi madre ardía de deseo, pero sus orgasmos debían esperar aún más. El desinhibido bulto de Carlo seguía rígido bajo la suave tela del short que llevaba, al parecer poco a poco todos nos íbamos desinhibiendo; Roxana y yo también tomando mayor confianza.

—Tranquila Lau, ya llegará tu hora, ahora es tiempo de disfrutar de un buen chapuzón –dijo Carlo dándole una cachetada en el muslo a mi madre.

Después de que tiraron anclas, mi madre, “Mena”, Carlo y Paulo se arrojaron a las verdes aguas mientras nadaban, el pelado José (el tercer tripulante) se hizo cargo del timón. Roxana y yo también nadábamos desde la playa de la isla hacía el yate, cuando los cruzamos en ese ida y vuelta entre las olas, ellos nadaban hacia la isla. José, “el pelado” acomodó la escalerilla para que subamos con Roxana, la dejé escalar primero para ver su hermosa cola porque también sus lolas de pendeja, estaban al aire con sus pezones firmes por el agua fría.

—¿Te gusta más mi cola o mis pezones?, —Se giró Roxana preguntándome y tomándome de la mano, ayudándome a subir por la escalerilla, mientras más me gustaba y me imaginaba su conchita depilada en mi boca —iba a ser la primera vez que chupara un clítoris, iba a ser mi debut, pensaba—, mientras que de su tanga se escurría un hilo de agua de mar hacia mi cara.

—Vení Ricardo, vamos a agarrar los catalejos y te enseño porqué este yate se llama “PÉCHÉ”.

Subimos al puente de timón y Roxana con los catalejos apuntando hacia la playa de la isla, exclamó —guau, que perra es tu mamá, con razón mi papá siempre habla de ella y mi mamá se pone celosa mal, tomá, miralos.

Tomé los catalejos, y mi madre estaba echada sobre Carlo, que la penetraba por el culo, mientras que Paulo, sosteniéndola del cuello le chupaba la boca más que besarla. Ella sonreía o gemía al sentir al fin, su esfínter dilatándose con la pija del moreno.

No faltó mucho para ver que el trío al final se conformaría en esa pose que mi madre tanto anhelaba y que me confiara en nuestros pecados en Río de Janeiro años después.

Carlo se acomodó para penetrarla por el nácar de su vagina y esta vez Paulo montándola, le fue hundiendo sus veinticinco centímetros en su esfínter; a lo lejos y con los catalejos, se veía la boca de mi madre suspirando placeres y orgasmos.

¡Es por ello que mi madre jamás quedaría satisfecha después de estas cogidas! y yo sería su placer y su confidente.

Luego de tumbarse en las arenas, “Mena” se acercó al trío y quiso tomarles unas fotos con su cámara, a mi madre le tomó una foto que aún hoy sigue en mi memoria y en la biblioteca de mi escritorio entre otros secretos. De rodillas desnuda en la arena y con las breves olas del mar llegando a la orilla, mi madre se tomaba un seno, pellizcándose un pezón, mientras con la otra mano se masturbaba junto a la espuma de aquellas olas que enjuagaba sus orgasmos.
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Caía la noche cuando ya todos estábamos de regreso en el yate, Roxana (mi novia, amiga y aún hoy "de vez cuando" mi amante) y yo jugando en la popa aún con los pies en las aguas del mar. Mientras “Mena” se encontraba en la cubierta de proa junto a Carlo y al pelado José, los murmullos y las sonrisas de ellos delataban juegos eróticos bajo la luz del faro de la isla. Aunque con su camisola playera “Mena” era manjar de placer para esos sos dos hombres que buscaban la seducción y el erotismo que anunciaba la noche.

Mi madre se había perdido en el camarote del “Capitaine” junto a Paulo, cuando por el ojo de buey podía vérsela arrodillada en la litera con culote y corpiño negro de encajes transparentes; sus manos apoyadas sobre sus caderas, sus cabellos cayendo sobre el dorado de su espalda, esperando insaciable el juego de su amante.

Cuando Paulo salió de la ducha con su torso desnudo con un toallón anudado a su cintura, contemplo a la ninfómana de mi madre en actitud de apetito sexual.

— No “ma petite chienne” todavía es temprano para tu fiesta.

— Cogeme, cogeme… —le pidió mi madre.

— No, ahora me vas a chupar la pija y beberás la leche, pero no te voy a tocar.

— Por favor, cogeme, cogeme por el culo, me arde de calentura.

— No. hoy te vas a portar como yo digo toda la noche en cubierta, ponete este consolador de bolas otra vez en tu culo, dilata aún más ese esfínter.

Paulo dejó caer su toallón y su glande ya estaba entre los labios de mi madre que tomaba esa pija por la base del tronco hundiéndola en su boca. Paulo le sostenía la cabeza bombeando dentro de esa sucia y babosa boca. Mi madre cerró los ojos mientras pellizcaba su clítoris cuando él se alejó de ella para tomar de una caja de colores.

Mi madre lo mira lascivamente y él le extiende esa caja de raso rojo, esta noche vas a usar todo esto. Paulo se masturba y deja caer su semen sobre su boca y sobre sus pezones, mi madre con sus dedos va juntando los restos de leche para desparramarlo entre su lengua y sus labios, dejando sobre su rostro la lechosa pija devorando “guasca”, cerrando los ojos al sabor y gozando.

— Me gusta tu leche espesa y blanca —Jadea y saborea mi madre.

— Cogeme, cogeme, chupame, deborame, mi clítoris explota.

— Te dije que no, puta. Tus orgasmos están reservados para esta noche, hoy vas a ser humillada sexualmente delante de todos y tu hembrita “Mena” se va a masturbar mirándote.

Mi madre queda de pie, con sus encajes negros, dejando caer de su hombro derecho la bata, el liguero que sostiene sus medias negras. ¡Es la excitación misma!

Se recuesta sobre la cama, (Paulo la deja sola), ella comienza a acariciar su pubis buscando el nacarado orgasmo que detiene mientras su miel comienza a surcar los labios de su vagina.

Moja sus dedos dentro de ellos y busca su esfínter suavemente, humedece su ano e introduce un dedo, dos, se dilata y gime a boca abierta, pero tiene prohibido acabar.

Se relaja y comienza a introducir bola por bola ese rosario, dilatando su esfínter mojado de flujos y mucosas. Se siente humillada y aún más se excita.

Permanece tendida en la cama, con sus ojos cerrados jadeando en cada bola que se introduce, vuelve a gemir —quiere pajear su clítoris, pero no lo hace—. El contacto del acero de cada bola es helado, se le hace imposible introducirlas todas, son muy grandes, pero su esfínter cede. Teme que Paulo vuelva y la reprenda, le aterra la idea que entre y ella no esté lista, hace el último esfuerzo con las piernas abiertas, empuja las esferas y en su culo desaparece la última bola negra y cuelga un hilo lubricado entre sus labios. Sabe que será humillada, escupida, sometida, penetrada, enculada y manoseada por dos, tres, cuatro hombres; su esfínter arde, pero se reincorpora y termina de vestirse, siente en su vientre comprimidas las bolas de Geisha. Pero goza sabiendo que hará lo que Paulo su amo le pida en cubierta, ello le multiplica el éxtasis, goza de placer y se eleva en sus tacos altos, su vestido corto deja ver sus encajes y sus pezones vuelven a dibujarse sobre la tela beige de ese ajustado cofre de placeres.

Aparece suavemente subiendo las escaleras hacia cubierta, sus caderas se menean, atrapa las lascivas miradas de esos cuatro machos, “Mena” le clava la mirada y mordiendo una copa de champagne también la desea. Mi madre sonríe y baja la mirada, para luego clavar sus ojos en Paulo, asintiendo su mandato, su sodomía; él le devuelve el gesto con una sonrisa ladeada y le da la espalda, dejándola a merced de la noche.

La mesa estaba puesta para seis, mi madre, “Mena” y esos cuatro hombres, Roxana y yo comeríamos en nuestro camarote atendidos por uno de ellos, Roxana también estaba dispuesta a satisfacer los deseos de mi pubertad, pero era más fuerte entre nosotros el deseo de seguir siendo espiones “voyeurs” que explorar nuestro sexo que llegaría poco después y recreando estos protagonismos.

A lo lejos tiritaban las luces de la costa de Punta del Este, el Faro de la isla ya iluminaba las aguas cuando “Mena” mirándola a mi madre, le recordó su apodo para esas noches “Xochi”. Mi madre acercándose le devolvió el recuerdo con un besito en los labios y le susurró: —estoy sodomizada, tengo el rosario de bolas en mi culo, ni puedo sentarme—. “Mena” se mordió los labios y acaricio la concha de Xochi suavemente.

— Aún no. —Las interrumpió Paulo, tomándola de la nuca a mi madre pidiéndole que se concentre en su esfínter y sienta mirando el bulto de Carlo y el de José; vos “Mena” esta noche sentirás el deseo que no acabará en vos.

— Para ella tengo esto, (apretándose el “tubo” por sobre el short) le dijo Néstor —”Mena” es mía esta noche.

— Xochi, siéntate, le ordena Paulo a mi madre.

— Me molesta el rosario, no puedo dominarlo.

Carlo sin quitarse el short, extrae su negra y larga pija. “Mena” y mi madre se miran, se muerden los labios, ansiosas. “Mena” lo toma, pero Paulo le prohíbe tocarlo. —hoy es para Laura— mi madre toma ese miembro entre sus manos, mientras Néstor la toma del pelo por la nuca y pega sus labios en la boca de mi madre. “Mena” pretende seducir a Paulo, pero este la esquiva y se concentra en mi madre, la mira con lujuria y la obliga a que chupe la pija de Néstor y a masturbar la negra poronga de Carlo que desborda semen sobre la agitada boca de “Mena”, arrodillada y sumisa.

Mi madre no contiene el éxtasis y frotando su vulva sobre las piernas de Paulo, alcanza su orgasmo, Paulo responde dejando caer su semen sobre la tanga de mi madre, la penetra y le devuelve más semen sobre la lycra negra de su tanga, Paulo la vuelve a besar mientras no deja de masturbar su pija sobre sus labios, mi madre cierra los ojos y siente el caliente sabor de más semen sobre su rostro.

Mi madre no deja que una gota de “guasca” se escape a sus labios.

— Me voy a dar una ducha, estoy muy caliente. —dijo mi madre.

— Y sobre todo estás toda cubierta de leche. — le dijo “Mena”.

— Ni se te ocurra quitarte el rosario de bolas de tu culo. —le ordenó Paulo a mi madre.

— No lo soporto, me está desgarrando.

— Vete a la ducha, ahora iré contigo. —le volvió a ordenar Paulo.

Desnuda, descalza, viciada y violada en semen, mi madre descendió de cubierta con la mirada sumisa en el piso, mientras aún sus dedos juntaban los restos de sabores de tanto esperma sobre su piel, para llevarlos a su boca.

Empapada en semen mi madre se metió bajo la ducha caliente del camarote del “capitán”, su éxtasis aún duraba en el rizado de su piel.

Su tanga negra aún la llevaba puesta, como para enjuagar y quitar las evidencias de tanta cogida en cubierta, su mano enjuagaba rozando su pubis y aún su boca se abría gimiendo al placer.

Quería quitarse el rosario de bolas que llevaba en su ano incrustado desde muy temprano, acarició el hilo y tiró de él sacando la primera bola y gimió.

— Ni se te ocurra. —La sorprendió Paulo desnudándose e ingresando a la ducha.

Mi madre se trepó con una pierna a la cintura, le acercó su boca y apoyando sus senos, sus pezones se perdieron en el sudor sobre el pecho de su macho encendido que le comía la boca, mientras sus largos dedos rasgaban la piel de mi madre.

Tomándola en sus brazos y sin desprenderse de los labios Paulo la llevó hacia la litera donde dejó caer el cuerpo desnudo y mojado de mi madre. Ella pretende acariciarlo, extiende sus manos, pero él se aparta.

— Bésame., déjame besarte. —Le implora mi madre.

— Vas a gozar con cada pijazo que te pegue. —Responde Paulo sin tocarla.

Sus manos, las de él, comienzan a descender por el cuerpo húmedo de esa mujer entregada, frota su nariz entre los senos, inicia una travesía con su lengua, resbala sus labios, la piel de mi madre se eriza, y él llega al pubis que mordisquea, chupa y saborea. Ella, cerrando los ojos, tomó los cabellos de Paulo mientras él comenzó a introducirse entre sus piernas saboreando sus labios de nácar, el placer estaba evidente en la erección de sus pezones. Una perra en celo que no dejaba de gozar en su fiebre vaginal. La cogida tuvo sus diferentes poses, sus jadeos atravesaban el ojo de buey desde donde el protagonismo era placer para los cómplices que en silencio éramos Roxana y yo.

— Así puta, así vas a estar siempre, te voy a llenar de leche. —La despreció Paulo.

— Me encanta que me ensucies, que me llames tu puta. —Le devolvió mi madre.

Las caderas de mi madre comienzan a moverse, acompañan siguiendo el ritmo de la boca de su amante, sus manos arrancan del cabello de Paulo el último orgasmo con un grito final.

Roxana y yo nos miramos en silencio, nos abrazamos y nos tiramos en la cubierta, subido sobre ella en posición de misionero, acabé sobre mi short y sobre su bikini en un beso interminable de igual calentura.

Todavía cabalgando sobre la pija de Paulo, dejo caer el semen que vertía desde sus entrañas como un manantial de orgasmos, que el temblor de su cuerpo delataba.

Mi madre, esa puta hermosa, una vez más se durmió sucia de sexo frente a mis ojos. El rosario aún quedaba dentro de su esfínter.

Paulo subió a cubierta y dejó a mi madre en su camarote, dormida. Carlo que estaba junto a “Mena” apoyados en la baranda besándose y franeleando a chupones de labios contra labios, se acomodó el bulto y le sonrió a Paulo, que le asintió con una sonrisa.

“Mena” se volteó mirando la noche hundiéndose en el mar, y fue abrazada por el pelado que la rodeo por la espalda.

Carlo descendió al camarote del capitán y mi madre de espaldas a la puerta, boca abajo dejaba ver su concha desnuda, sus labios rosados y el esfínter aún sumiso por el rosario. Carlo se desnudó sacando su negra pija y se clavó en lo profundo del sueño de mi madre, quien exhaló un ahogo profundo alzando su cabeza y dejándola caer nuevamente sobre la almohada, aún más humillada se sentía en ese sueño de placeres y violaciones.

Mi madre giró su cabeza, borracha de ron, de sexo y de sueño para adivinar quien la estaba violando, Carlo tomó el hilo de su esfínter y comenzó a quitarle bola por bola, a las cuales ella respondía con un gemido cada vez más intenso, pero el ahogo final fue sentir enterrarse en su ano el tremendo tronco del moreno; que le pegó una tremenda cogida dejándola morir adentro, mientras mi madre giraba de dolor y placer sobre su cintura, vertiendo hilos de semen brotaban de su ano que jugaban entre los labios de sus vulva enrojecida.

Hubo un suspiro profundo desde la boca de mi madre que atravesó el camarote, cuando mi mano detrás del ojo de buey se llenó de semen, el cual Rosana fue limpiando con sus labios para besarnos después, mientras mi madre también limpiaba su boca mirándonos de reojo y sonriéndome cómplice una vez más.
 

heranlu

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—Vení más tarde, que todavía están los chicos.

Esas fueron las palabras que mi madre le estaba diciendo a Mingo esa mañana cuando aún no eran las nueve, y casi desnuda en la puerta de la casa se abrazaba a su amante quien le devoraba la boca en un profundo beso, mientras que este con sus manos deslizándose entre la tanga acariciaba la espalda y las caderas de mi madre. Ella apoyando sus senos sobre el pecho de su amante jadeaba un deseo que se mojaba entre esos labios, sucios de besos.

—Te quiero coger Laura, anoche me pajeaba pensando en vos, putita.

—Vení más tarde que voy a estar sola, hace una semana que no apareces y también te tengo ganas, estoy muy caliente.

Yo que no hacía mucho me había despertado escuché toda esa conversación morbosa, cargada de sexo y de placer que compartía en secreto con mi madre. Ella cerró la puerta detrás de su amante, que volvería por la tarde; sensual se volvió a la cocina a preparar el desayuno con esa tanga blanca y agresiva, con su camisolín corto, el que prefería para recibir a sus amigovios y amantes.

Mi madre era una ninfómana y sus placeres siempre fueron mi morbo.

Esa mañana comenzó un juego que acabaría como siempre en el deseado incesto, mientras yo iba provocando poco a poco las travesuras a las que ella no le era esquiva y que su vez fuimos asumiendo como un juego de complicidades. Si bien mi madre tenía sus amigas y entre ellas a “Mena” hermana de Mingo, su amante oficial y padre de dos abortos de mi madre entre otros que tuvo; yo era no solo un juguete de sus deseos, sino cómplice de sus aventuras.

Eran los primeros tiempos de los celulares con cámara y yo ya tenía el mío, jugar con mi madre a descubrirla con mi cámara era para ella también, un deseo de posar eróticamente, mostrarse sensual y reflejar su belleza para compartirla con sus amigos. Una tarde mientras arreglaba sus plantas en el jardín, su musculosa húmeda, dibujaba sus pezones, sus tetas iluminadas por gotas caprichosas de sudor pretendían escaparse mientras rodaban por el escote; ella me mira y se sonríe, juega a excitarme sin culpa, mientras yo muerdo mis labios delante de sus ojos y ella vuelve a sonreír.

—Te tomo una foto ma... sonríeme.

Me mira, vuelve a sonreír con una mirada lasciva y vuelca el pelo sobre su hombro, la figura de una ramera en pose se descubre en mi cámara y volvemos a sonreírnos, cuando ella se quita por sobre su cabeza la musculosa y sus lolas inundadas de pecas se descubren para mí; rozadas sus aureolas y erectos sus pezones.

—Escuchaste que vino Mingo esta mañana?

—Si ma, lo escuché y te vi cómo te entregas a él con tanta calentura.

—Entre vos y yo, esto no pueda salir de nuestro secreto, pero estoy embarazada de Mingo.

—Ya lo sé, te escuché hace unos días cuando “Mena” y “Eve” te decían que lo tengas.

—Pero ya sabés que es imposible… encima con el único que me cuido es con tu padre.

—Si, pero Mingo es demasiado rubio para que tengas un hijo con él, sería muy evidente.

—No es el primero que tengo con él, sería el segundo y con otros dos amigos otros dos también, creo que me tendré que atar las trompas, para no quedar embarazada y correr más riesgos con ellos.

—Es que vos tenés amantes muy jóvenes mamá y te embarazan apenas te penetran.

—Si, por ello ya tengo hecho cuatro raspajes y no quiero otro; además el médico que me los practica también me somete sexualmente, me obliga a acostarme con él, amenazándome que le contaría a tu padre y no lo puedo parar.

—¿Cuántos amantes tuviste o tenés? —le pregunte a mi madre.

—Tantos que ya perdí la cuenta, pero en los últimos dos años llevo siete.

—Pero Mingo…

—Mingo es mi juguete preferido, me vuelve loca en la cama, pero me deja caliente por eso busco más.

Mientras jugábamos sensualmente, yo le seguía tomando fotos en el jardín cuando sonó el timbre, no era Mingo, sino otro amigo del grupo de mi madre, José, mecánico también del auto de mi padre. Mamá se acomodó la musculosa aún mojada y sexi estirándola hasta cubrir parte de su tanga desprolija que apenas cubría su conchita suave y depilada, cuando sus pezones y sus aureolas volvieron a ser el bajo relieve en la tela blanca de algodón.

—Le abro má?...

—No, dejá que lo atiendo yo, vos seguí con las plantas.

De espaldas dejaba ver sus caderas latinas y su piel tostada, apenas cubierta por esa tanga blanca, profunda entre su cola cual peras bajando desde su cintura hasta sus piernas. No podía dejar de excitarme al verla caminar sobre sus pies descalzos; era una perra, era una puta; era mi madre cuando dejó pasar a José, quien se quedó helado al ver como ella se meneaba con un sensual saludo, haciéndolo pasar al garaje. Yo sabía cuál eran las intenciones de mi madre, en tanto seguía acariciándose el cabello mientras le explicaba los percances del auto.

—Cómo te va Richard —Me saludo José.

—Bien José. —le contesté, mientras me acercaba para saludarlo y ver que ya acomodaba con su mano el bulto que se marcaba en su jean; mi madre mordió sus labios y mirándome me guiñó un ojo, inmediatamente entendí sus apetitos.

—Ma, voy a salir unos minutos.

Fue mi reacción para dejarlos a solas mientras me apartaba sin dejar de escuchar la conversación entre mi madre y José, que se volvían cada vez más sensual en el tono de sus voces, como en el juego de manos que se habían comenzado a confiar entre audaces caricias. No hubo tiempo de nada cuando una mirada de mi madre fue suficiente para que José la abrazará arrinconándola sobre la pared y comenzaran un juego de lujuria y sexo desenfrenado; la boca de mi madre se confundía lascivamente en la boca de José que la recorría desde los labios buscando los pezones marcados en esa musculosa sudada de antojos y vicios. En un giro brusco mi madre se volteó eróticamente sobre la pared dándole la espalda a su macho, dejándole a merced su cola mientras la elevaba poniéndose en punta de pie, con sus manos separaba sus glúteos y José comenzó a descender con sus besos por esa espada hasta que introdujo toda su cara en un frenético juego de saliva en la cola de mi madre, que iba cerrando sus ojos, abriendo más su boca y arañando la pared en cada orgasmo que se le iba precipitando cuanto más pajeaba también su clítoris.

José dejó caer sus pantalones cuando su erección explotó por sobre su bóxer y esa pija larga y bien carnosa se refregó en la raja del culo de mi madre, subiendo y bajando, haciéndole sentir esa erección, cuanto más jadeaba ella su aliento sobre la pared el juego se hacía más intenso, mientras el franeleo seguía subiendo la temperatura.

—Dejame puntearte la colita —Le dijo José a mi madre.

—Despacio, despacio, pero no pares. —respondió mi madre, que masturbaba aún más su clítoris dejando su mano húmeda de jugos nacarados que corrían en su placer.

El ahogo intenso de mi madre y sus ojos que se abrieron sin aliento delataron la penetración profunda en su esfínter, José estrujó más a mi madre sobre la pared y sus lolas explotaron por los costados de la musculosa empapada de sudor, la cogida era tan profunda como la larga erección de José que la sometía aún con más y fuertes embestidas analmente.

—Por favor no pares (suplicó mi madre) pero no acabes todavía.

—No putita, vamos a dejar que tu hijo también nos vea coger de esta manera; ¿te gusta así?

—Por Dios, no pares, que me calienta más que nos esté espiando, pero no te des vuelta, déjalo disfrutar.

—Que apretadito tenés este culito, te juro que te lo voy a seguir rompiendo por un rato largo, putita.

—No pares…. Enterrámela profundo.

Volviendo con sus manos a abrir sus ancas, José pegó una embestida que mi madre volvió a revolear sus ojos hacia el infinito; pero antes que acabara, se giró y lo volvió a besar apretando contra su boca la cara de José, devorando un chupón más que un beso; se arrodilló y comenzando a introducir en su garganta la pija que la seguía embistiendo con furia, José dejaba golpetear sus testículos depilados sobre la cara de mi madre.

—Ay perrita, al fin sos mía Laura o como te llaman Xochi, después de tanto escuchar de tus virtudes y de lo puta que sos.

—No te vas a olvidar jamás de la chupada que te voy a dar. —decía mi madre mientras se introducía y saboreaba esa pija dura y carnosa en su boca.

Las piernas y los glúteos de José se tensaban, no queriendo eyacular sobre su perra en celo, mientras que sosteniéndola del pelo la embestía continuamente, dejando mi madre caer por la comisura de sus labios su baba, cuando sus arcadas delataban su sin aliento.

—Ahora cogeme hijo de puta —Le ordenó mi madre.

—No putita, no te voy a tocar esa concha, sos muy puta para que me enganches sin preservativos.

—No te preocupes que ya estoy preñada de Mingo. —Le soltó mi madre.

—¿También te coges a Mingo, desde cuando puta ninfómana?

—Desde que me gustan las pijas grandes, largas y llenas de leche como la tuya.

En ese momento un chorro de semen fue a parar a los ojos de mi madre, que apretando la pija con sus dos manos y pajeándola volvió a saborearla en su boca, oprimiendo hasta la última gota que dejo correr por su garganta también profunda. Las miradas de una puta y de su macho se saborearon en silencio, mi madre se incorporó sin soltar de una de sus manos la todavía erección que acomodó entre sus piernas y queriendo besar los labios de José, este le esquivó la boca. Mi madre quedó humillada limpiándose con su mano el semen que aún salía sobre sus labios, volvió a arrodillarse y volvió a besar el glande flácido de su nuevo amante, cuando sonó el timbre, yo que estaba disimulado en el ****** me asomé y vi que era Mingo, miré hacia dónde estaban mi madre y José, cuando pude verlos que se apuraban en arreglarse…

—Que mi leche te la chupe Mingo a mí me vas a satisfacer; voy a venir solo para “garcharte”, ¿entendés nena?

—Todas las veces que quieras, acá me tenés para sacarte hasta última gota potro, ahora soy tu putita también.

—¿Richard, estás por ahí?…

—Si ma, acabo de entrar.

—¿Así que tu hijo es cómplice? —Le pregunto José a mi madre.

—No solo cómplice, sino mucho más, le respondió ella, dándole un piquito en los labios.

—Abrile a Mingo porfi. —Me dijo mi madre.

José le pidió a mi madre que levantara el capot del auto, mientras ella sentándose el asiento del conductor dejó caer un bretel de su musculosa dejando al descubierto su hombro y parte de sus prominentes pecosas tetas. Cuando abrí la puerta de entrada, José ya estaba sobre el motor y mi madre sentada en el volante, pero con rasgos de la cogida que había tenido hacía unos minutos, su pelo revuelto, el sudor marcando su entre senos y los pezones bajo relieve en la musculosa blanca manchada ahora de semen.

Mingo entró y me preguntó —¿Y tu madre?

—En el garaje con Paulo, —Le guiñé un ojo.

—Que puta… —murmuró Mingo.
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Era una de noches de estudio con mi inseparable amigo de la "facu" y de aventuras Eduardo, esa misma tarde le había comprado a mi novia un traje de encajes de tangas y body calado haciendo juego, los que aún estaban en una bolsa de regalo sobre mi cama.

Habíamos cenado con mis padres y ya casi las nueve de la noche decidimos encerrarnos a preparar el final que tendríamos en la “facu”, mi padre se retiró a su cuarto mientras que mi madre se dedicó a levantar la mesa quedándose sola en la planta baja, donde también está el dormitorio de mis padres, por lo tanto con Eduardo nos fuimos hacia la planta alta, sin dejar de percibir que con cierta mirada pícara me sonrió mi madre, mientras que su remera musculosa blanca se marca sobre escote provocándonos con sus hermosas lolas de cuarentañera.

—Suban chicos, en un rato les llevo café.

—Gracias Laura, —le dijo Eduardo, a quien también le sonrió dulcemente.

—Cada vez más perra tu vieja, —me dijo Eduardo mientras subíamos las escaleras.

—Tiene un nuevo amante (le susurre al oído) y van…

—Es que con ese lomo y lo que provoca, cualquiera se rinde a esos antojos, ¿y tú viejo?

—Bien gracias.

Estábamos en mi cuarto entre libros y concentrados con Eduardo ejercitando formulas, esas integrales y complejas derivadas, cuando mi madre apareció con una bandeja con las tazas de café y un par de alfajores de chocolate, casi provocándolo dejó caer café sobre su propia remera, ese fue un gesto premeditado, como una invitación a que nuestros ojos fueran a parar sobre su escote, el que estiraba como limpiando esas gotas de café que más aún, dibujaban las formas de sus tetas sin soutien. —Eduardo me miró sorprendido.

Me incorporé del escritorio y tratando de ayudarla vi cierto antojo en sus ojos y en el morderse (otra vez) de sus labios.

—¿Te quemaste mami?

—No, estoy bien, solo dolió un poquito.

Pero sus pezones se habían marcado en un bajorrelieve debajo de la musculosa sucia de café, a la que anudó sobre su ombligo dejando al aire su vientre y mostrando que su short ajustado de tiro bajo estaba desabrochado, su biquini negro, que sensual enmarcaba su cadera hasta su entrepierna, pero al salir del cuarto advirtió el regalo para mi novia.

—Y este regalo, ¿es para mí?, ¿encajes negros? Hmmm!!!

—No Ma, es para Roxana, mi novia.

Lo tomó y saliendo del cuarto se llevó el regalo, mientras yo la seguí por el corredor, cuando viendo que estaba detrás de ella, se volteó y poniendo su dedo índice sobre mis labios, me hizo callar y susurrando, —les voy a dar una sorpresa a vos y a “Edu”—. Me excitaron demasiado esas palabras, más, el modo de su susurro, verla manchada de café, sucia y con ese short desflecado, estuve a punto de comerle la boca, pero pensé que mi padre aún podía estar dando vueltas, por lo que me contuve, pero ella no, me dio un piquito en los labios… —Ya vuelvo bebe.

Mi madre, Laura ya con sus 49 años estaba en lo mejor de su edad, su cuerpo era siempre una escultura que cuidaba con natación y sus semanales rutinas al gimnasio con su personal trainer y masajista Verónica, que no era más que un travesti bien dotado y uno de sus dos amantes exclusivos el que había conocido en una disco. 1,70 de sensualidad provocativa, era una mujer deseada, aún por sus mismas amigas que supieron de sus antojos lésbicos y de sus placeres swingers entre secretos que yo también callaba y disfrutaba.

—Xochi, tu móvil está sonando, es “Mena”, —Le gritó mi padre desde planta baja.

—Atendela por favor, ya bajo, —respondió mi madre

—Es un whatsapp, dice que se reúnen con las chicas en el “club house” y que te pasa a buscar

—Ok.

Como era viernes, luego de cenar mi padre se reunía en casa de “Mena” con su esposo —otro cornudo— y con otros amigos a jugar al póker hasta bien entrada la madrugada, mientras que “Mena” vendría a casa a pasar películas con mi madre en el ****** y esa noche no sería la excepción y eso se confirmó cuando mi padre se despidió desde la puerta de entrada; pero los planes cambiaron con aquel mensaje de “Mena”. Yo volví a mi cuarto a estudiar con Eduardo cuando a poco sonó el timbre de la entrada, como mi madre no atendía, y luego de advertir que ella estaba en su cuarto, bajé a abrirle a “Mena”.

—Hola Richard, ¿Tu mami?

—Guau… —exclamé en un suspiro, al verla deslumbrantemente erótica, pero nada ostentosa—Pasá, se estaba duchando, Estás hermosa “Mena”, cuando sentí unas cosquillas en mi glande; me costó desviar la mirada de las pecas de su escote y de la minifalda que traía, en composé con su cabello pelirrojo y sus ojos verdes al igual que los de mi madre.

Mi madre se asomó por la baranda del primer piso envuelta en un toallón meneándose el cabello, mientras volteaba la cabeza hacia un costado, actitud que me excitaba cada vez que lo hacía con un dejó de provocación sensual.

—Hola “Mena”, me doy un baño y bajo…

—Dale, subo y hablamos…

Los ojos de “Mena” se iluminaron al ver a mi madre que se abría el toallón delante de ella mostrando en su desnudez su belleza infinita; en ese momento Eduardo con un libro en sus manos salía de mi cuarto, presenciando el momento lésbico cuando “Mena” beso con un “piquito” los labios de mi madre. No llegué a escuchar lo que mi madre le murmuró al oído a “Mena” cuando esta, bajando las escaleras me pidió que le sirviera un poco de vino, —me llamó la atención, pero accedí, cuando veo que mi madre se pierde en el corredor de la planta alta y Eduardo se vuelve a mi cuarto.

— ¿Cómo van los estudios? —Me pregunto “Mena”, llevando el cristal de la copa a sus labios y con cierto morbo.

— Bien, complicado como todo en ingeniería. –Le contesté medio temblando, cosa que se notaba mientras me servía mi copa de vino.

— Y… ¿siempre estudian juntos con “Edu”?

— Si, somos muy amigos desde chicos y hacemos buen equipo en la facu.

— Me lo imagino, respondió dándome la espalda, la que llevaba descubierta, notando que tampoco llevaba soutien.

Siempre me excitó “Mena”, era una de esas mujeres no muy alta, pero con buen físico, de glúteos dibujados acorde con unos senos regado de pecas, siempre usa tacos para salvar justamente su altura, delicada piel —y como dije— regada de pecas y con esos fulminantes ojos verdes, debajo de eróticas pestañas negras. No imaginé que “Mena” también iba a dejar caer sobre esas tetas un derrame de vino, se volteó y me quedé mirando sus dos ojos que se clavaron en los míos…

— No seas tonto, subile a tu amigo una copa de vino, que también la va a estar necesitando.

Sonreí y subiendo las escaleras, el silencio era provocativo, solo de fondo se escuchaba la ducha en la suitte de mi madre, al pasar por mi dormitorio vi que Eduardo no estaba en este, con la copa de vino en mi mano seguí sigiloso por el corredor cuando descubrí a Edu masturbándose, mientras espiaba a mi madre a través de la puerta entreabierta del baño, lo que me provocó una erección tan dura como la pija que “Edu” agitaba en su mano.

—¿Te gusta la perra que es? —Le dije ofreciéndole la copa de vino…

—Hijo de puta, me tiene loco tu vieja, mirá que conchita depilada para comerla, ¡y esos pezones!

—No seas boludo, —le dije— mientras le agarraba con mi otra mano su pija, sintiendo su calentura.

—Me la quiero coger Richard.

—¿Y qué esperas?, metete en el baño y cogétela, no ves que ya se dio cuenta.

El agua de la ducha y resbalaba sobre la piel de mi madre, que tomando sus lolas se fue deslizando apoyada sobre pared, mientras esa espuma se confundía en el entre de sus piernas abiertas, mostrando su pubis y sus labios vaginales cubiertos de esa espuma. Me alejé por el corredor, mientras Eduardo empujaba la puerta del baño dejándose ver por mi madre que salía de la ducha…

—Perdón Lau, no me di cuenta que estaba ocupado... —Dijo Eduardo temblorosamente.

—Hmmm y esa erección a quien se la estabas dedicando. —Suspiró mi madre.

Ella, aún, chorreando gotas de agua sobre su piel, lo arrinconó sobre la mesada del lavabo comenzando a besarlo, apoyando esos dorados pezones con sus pecosas lolas pecadoras, acomodó la pija de “Edu” entre sus piernas mojadas, y entre chupones morbosos abriendo sus piernas se fue poniendo de rodillas delante de esa erección carnosa de veintitantos centímetros, la que fue devorando en su boca y en silencio. Eduardo echó su cabeza hacia atrás, pero mientras acariciaba la cabellera húmeda de mi madre, con la otra sosteniendo la copa bebiendo a sorbos el vino, que dejaba correr por su pecho y su vientre, desde su boca hasta que mojaba su pubis donde mi madre pajeaba semejante erección entre sus labios confundiendo los sabores.

El voyerismo sobre mi madre fue lo que siempre despertaba mis más bajos instintos de placer, pero “Mena” que estaba en un silencio provocativo apoyada sobre la baranda de las escaleras, con su minifalda bastante subida sobre sus caderas, a tal punto que su tanga se asomaba dibujando la raja de su vulva, mientras seguía bebiendo a sorbos de su copa, me volvió loco y adiviné que la noche iba a ser demasiado caliente.

—Y tu mami, ¿tiene para mucho? —Me sorprendió la pregunta de “Mena”.

—Creo que está bastante entretenida con un “pete”, —le respondí.

—¿Y no te gustaría mirar cómo disfruta?, —Tomándome de la mano me llevó hasta la suitte de mi madre.

—Mami tiene un encanto que envilece a cualquiera.

—Es tan puta y lo sabe disimular tanto.

—¿Uds. tienen sexo lésbico? —Le pregunté a “Mena”, haciéndome el sorprendido.

—Dale Richard, a esa potra no la puede satisfacer un solo tipo, ni una sola hembra.

Cuando nos asomamos por el corredor, reflejada en el espejo del baño, mi madre seguía en cuclillas saboreando la pija de Eduardo, dejando caer sobre sus pechos la miel de su saliva, mientras la sostenía fuerte del cabello apretándola contra su pubis, haciendo que las arcadas dejaran percibir su garganta profunda; en esa cogida bucal se dibujaba en relieve en los cachetes la erección tremenda de “Edu”, que se descubrió cuando se la quitaba e introducía en la boca, cuando mi madre levantando la vista, le dijo —Quiero más, quiero tu leche—. Le volvió a dar una tremenda mamada, dejando que su saliva caiga desde ese glande como mieles.

—Primero me voy a sacar las ganas de cogerte… Lau, de acabarte en esa conchita tan putita que tenés.

—Rompeme la colita primero, excitame más con esa pija que me arde de placer, ¡porfi!

Ella se acomodó, apoyando sus manos sobre borde la tina, levantado sus muslos firmes, separando sus altas piernas y quebrando su cadera, Eduardo comenzó jugar con su lengua, enterrándola en ese esfínter antes de comenzar a acomodar su glande en ese culo lubricado por tantos besos negros; los ojos de mi madre se cerraron al placer que inhalaba con su boca, al momento que comenzamos a ver con “Mena” como veintitantos centímetros de pija se enterraban en mi madre, hasta que el ritmo de la cogida comenzó a sentirse en el golpeteo de esos cuerpos. Eduardo embestía con tanta fuerza que mi madre comenzó con clamores de ahogos y suspiros a rasguñar y sostenerse de las paredes. Eduardo la estrujó aún más, mientras la cogida era cada vez más profunda como la larga erección con la que la sometía con más y fuertes embestidas en ese rasgado esfínter.

—Por favor no pares (suplicó mi madre) pero no acabes todavía.

—Que apretadito lo tenés, te juro que te lo voy a seguir rompiendo por un rato largo, putita.

—No pares…. Enterrámela profundo. —suplicó mi madre.

“Mena” que ya se masturbaba a mi lado, me agarró la cara con sus dos manos y me enterró su lengua en mi boca.

—Ahora es nuestro turno Richard.

—Siempre le tuve ganas a tus lolas “Mena”. —Le decía mientras acariciaba su conchita sobre su tanga ya húmeda.

—¿Y qué esperabas tonto? —Me decía mientras me volvía a besar.

Me arrodillé delante de “Mena” y comencé con pequeños mordiscos a saborear sus labios debajo de la seda negra de su tanga, hasta que le introduje mis dedos buscando su punto “G”, dentro de su vagina suave y húmeda, me tomó de la cabeza y me empujó contra su pelvis. —chupame bebe, chupame—, haceme acabar antes que tu madre venga y te coja también— No tuve tiempo a reaccionar, su orgasmo explotó entre mis labios. “Mena” se desplomó contra la pared y cayendo hacia el suelo de rodillas delante de mí, comenzó a desnudarse, le pedí que se dejara la tanga, que mi pija rozaba poniéndose aún más tiesa. Los dos estábamos arrodillados enfrentados, sus labios me tentaban y comenzamos a besarnos frenéticamente, mi saliva iba y venía con la suya cayendo sobre sus tetas que me tentaron dejándoles correr esa saliva sobre las pecas que brillaban sobre sus lolas y sobre sus pezones.

No dejaban de tentarnos aún más los grititos que venían desde la suitte cuando un ahogo de Eduardo anunciaba su acabada dentro de mi madre, “Mena” con sonrisa pícara me pidió también que acabara en su boca, pero mientras cogía profundamente esa garganta, mi madre y Eduardo aparecieron desnudos en el corredor, mi madre lo sostenía de la pija; —acá también están cogiendo, pero no acabes bebe— dijo mi madre dándome un chirlo en mi cola. “Mena” levantó los ojos hacia los míos, cuando con un chorro de semen comencé a vaciarme sobre su cara y en sus labios, mi madre se arrodilló también y se besaron baboseándose mi esperma entre sus labios. “Edu” nos sonrió, cuando dejé que mi semen acabara en el paladar de mi madre.

—Vistámonos y vamos a tomar algo por ahí —sugirió Eduardo.

—Vendría bien, —Dijo mi madre y se encerró con “Mena” en su cuarto.

—¿Y “Edu”?... ¿Te la cogiste lindo?

—Tu vieja es una puta hermosa, creo que le acabé tanto, que temo haberla embarazado.

—No te preocupes, toma anticonceptivos, que si fuera por las acabadas que tiene adentro hubiera tenido más abortos de los que tuvo.

—Le rompí el orto, espero que tu viejo no se dé cuenta, porque me llenó la pija de sangre.

—Siempre le sale un poco de sangre porque es estrecha, no te preocupes, antes que me viejo le vea el culo a mi vieja, seguro que otra pija se la coge, y esta noche tengo ganas de acabarle también yo.

—Espero que la noche siga así, me la quiero coger también a “Mena”. —dijo Eduardo.

Estábamos con “Edu” esperando a las dos potras de “Mena” y mi madre que en estos casos pasaba a ser “Xochi”, cuando aparecieron bajando las escaleras, “Mena” con esa minifalda y su blusa sin soutien y con su espalda descubierta, mi madre más putita con un pantalón blanco bien ajustado demarcando su apetecible cola y blusa sin corpiño, resaltado sus pezones y con botas de caña alta por sobre las botamangas del pantalón; —Tremendas perras, murmuró “Edu”.

Hacía tiempo que con mi madre Xochi no teníamos un encuentro, apenas juegos eróticos que no pasaban de una caricia atrevida, ya que siempre reservábamos nuestras delicias incestuosas para las vacaciones lejos de miradas y de entornos familiares; eso sí, siempre fui el cómplice de sus placeres y de sus cotidianos pecados. Pero poco duramos en un boliche al que habíamos llegado los cuatro, ya que “Mena” le pidió a “Edu” que la alcanzara a su casa, era imposible dejar de apreciar que “Mena” se había calentado demasiado con Eduardo, cuando veíamos como se la cogía a mi madre. No obstante, mi madre y yo decidimos quedarnos un poco más, —la noche era joven para volver a casa—, así que seguimos bailando y tomando como una pareja más entre tanto olor a morbo y trampa en esa disco; Laura mi madre estaba bastante picadita de alcohol, era momento de bailar más apretaditos y sentir sus lolas en mi pecho mientras acariciaba su espalda haciéndole sentir mis uñas que bajaban hasta su cola.

—Me estás calentando Richard… —me susurró al oído.

—Eso quiero putita, calentarte mucho.

—Pero hay un tipo que nos está mirando y me gusta.

—¿Te gusta que nos miré, o te estás calentando con ese tipo?

—¿Me dejás bailar un rato con él, a ver que quiere?

—Dale, pero esta noche te quiero coger, aunque estemos en Buenos Aires.

Me volví a la barra, cuando mientras pedía otro trago, mi madre comenzó a bailar con ese tipo, que la sujetaba contra su cuerpo provocándole sensaciones que ella me compartía con su mirada, cuando no, mordiéndose los labios (gesto típico de placer de mi madre); en un momento y bajo la poca luz de la pista, Jorge —este tipo— comenzó a besuquearla y a dejar que sus manos jugaran sobre el pantalón blanco de mi madre, que cerrando los ojos abría aún más su boca devorando esos besos. Yo sabía que ya estaba por demás excitada, pero no entregada a ese tipo.

—¿Quién es el que te acompaña?, Le preguntó Jorge.

—Es mi hijo, ¿algún problema? Le respondió ella.

—Ah, que bueno, ¿salís con tu hijo?

—Es mi cómplice y mi guardián en todo.

—Y la noche… ¿con quién la pensás terminar?

—Hmmm eso depende (…).

Mi madre le dio un piquito en los labios, pero lo dejó solo en el medio de la pista, se me acercó, me tomó de la mano y mirándolo me dijo, —vamos bebe— y me cerró la boca con un beso, mientras yo provocándolo, le acaricié la cola y le murmuré a ese desconocido —esta puta es mía—

—¿A dónde me vas a llevar, Fran?

—¿Qué te parece si, después de tanto, vos y yo vamos a un “telo”? hace dos años que te veo coger con tus amigovios y desde la nuestra última vez en Punta del Este, no hago más que dedicarte mis pajas.

—Mi bebe, esta noche vas a acabar adentro de mis entrañas. —Me decía cuando se trepó entre piernas al subir al auto y mi pija sintió la necesidad de pegarse a los labios partidos que su pantalón fatalmente dibujaban. Nos comimos la boca y volvimos a ser amantes sin dejar de ser madre e hijo. Como en esas películas “porno” mientras yo conducía, ella comenzó a desabrochar mi pantalón hasta que acomodándome pude dejar que mi erección fuera a parar hasta el fondo de su garganta, no podía contenerme con la tremenda felación de su boca, no debía acabar, quería hacerlo dentro de ella, en lo más profundo de su vientre.

El “telo” (albergue transitorio de parejas informales y de trampas), no estaba lejos; gracias que pude contenerme de no eyacularle mientras conducía, permitió que mi erección aún seguía firme bajo mi jean, que ella disfrutaba morbosamente.

Creo que no llegamos a atravesar la puerta de la suitte que ya estábamos desnudos, los senos de mi madre apoyados sobre mi pecho y mi pija entre sus piernas sintiendo la humedad de su vagina amantemente depilada y dibujada apenas por esa fina línea de vellos que bajaba en su pubis. Calientes, muy excitados nos besábamos con antojos de lujuria, retenidos por esos años de abstinencia local, cuando fui penetrándola por el solo hecho de su lubricación, ella abrió un poco sus piernas, mientras que cerrando los ojos volvimos a besarnos.

Maldito celular, el que sonó en el preciso momento que comenzaba a cogerme una vez más a mi madre, que sin dejar de penetrarla se fue recostando sobre la cama. El mensaje era de mi padre, —¿están bien?, estás con tu madre?... cuídense! —Le contesté que estábamos bien, mientras le sonreía y ella me devolvía la mirada pellizcando sus pezones; tirando el celular, me tumbé sobre su cuerpo de latina hasta que sentí que ya estaba tan dentro de ella que cogimos un buen rato conteniendo los orgasmos, transpirando lujuria entre sus flujos.

—Dejame chuparte esa pija, dame esa erección en la boca, quiero tu semen.

—Tragatela toda perrita, le decía mientras se volvió a arrodillar y con su arte no dejaba que de sus labios se escapara mi glande, iba y venía sobre este, yo sosteniéndole con fuerza su pelo, dejé que mis espermas fueran a parar desde el fondo de su garganta hasta que se convirtiera en una catarata sobre sus pecosas tetas; tosió lo suficiente para que esas arcadas tragaran a su vez, el resto de semen que fue —como ella quería— hasta el fondo de su vientre.

Nos metimos juntos en el jacuzzi y pedí champagne, que dejé correr después sobre su cuerpo para volver a cogernos; ella apoyó sus pezones en la mampara de la tina reflejándose en el espejo que nos devolvía desde la pared opuesta, me levantó la cola y por detrás comencé a penetrarla mientras resbalaba con la espuma dentro de su concha, me apreté sobre ella y le dejé sentir un rato mi erección latente dentro de ella; con sus dos manos separaba a la vez sus glúteos para sentir mi penetración más profunda, seguimos cogiendo y brindamos después por lo tarde que era para regresar a casa; así nos sorprendió la madrugada cuando acabe mi semen con una estocada final dentro de su delicada conchita, la que despedía como una vertiente tanto semen, quizá lo que mucho le había acabado “Edu”, más mi fatal orgasmo dentro de ella.

—Me coges como nadie hijo, sos mi mejor macho.

—Y vos la peor de todas las putas, y como ninguna la mejor.

Volvimos a casa, entramos con nuestro silencio cómplice, ambos descalzos, pero nadie había llegado, ni mi padre, ni mi hermano; ello provocó que nos volviéramos a besar en el baño donde había comenzado la noche. Me fui a mi cuarto, pero no sé cuánto habría pasado, cuando ella mi madre, vistiendo el traje de encajes de tanga y body calado, que habrían sido para mi novia y semidesnuda me despertó con el desayuno en mi cuarto.

—Richard, ya es sábado, más de mediodía y estamos solos en casa…

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Aún con sus 58 años mi madre seguía teniendo su buen físico, “un tremendo lomazo” trabajado en el gimnasio y con su rutina de entrenamiento junto a su “personal trainer” que seguía siendo Vanessa, (un travestí muy bien dotado e hiperactivo que había conocido una noche de putas), tal seguía siendo el buen estado de mi madre que todavía los hombres, alguna que otra amiga y aún los más jóvenes seguían acosándola y provocándola hasta llevarla a la cama o bien tener con ella un “touch and go”, que era lo que generalmente le apetecía; ya nada de amantes temporales como en otros tiempos, sino más bien “un buen polvo y listo”. Yo con mis 33 años ya estaba casado y tenía un excelente sexo con mi mujer, con la que de vez en cuando provocábamos un encuentro swingers en nuestra casa o de vacaciones con algunos amigos, pero mi madre Laura aún seguí siendo mi deseo permanente y despertando mis erecciones en las noches o en esas madrugadas que me animaba para masturbarme con nuestras locuras y los secretos que aún guardábamos cómplices entre nosotros y los que provocaban alguna conversación erótica; pero hacía tiempo que no teníamos esos enérgicos encuentros lascivos y pornográficos en esos viajes al exterior o cuando en casa nos quedábamos solos.

Pero todo se vuelve a repetir en la historia y era hora que un excelente pretexto nos volviera a provocar el destino de estar en un viaje juntos, a solas y lejos de Buenos Aires. Ese viaje se daba ante el compromiso de mi madre en Viña del Mar, en Chile; como en estos tiempos de pandemia no había transporte, ni manera de viajar por avión o bus, —sería un buen motivo acompañarla—, pensé en un instante recordando aquellos tiempos de Yocasta y Edipo en Río de Janeiro o en Punta del Este o simplemente los que desatábamos en Buenos Aires. Estábamos esa noche de sábado cenando en mi casa junto a mi esposa, cuando mi padre me sugirió que viajáramos con mi auto y nos quedáramos una semana allí, hasta que mi madre terminara sus gestiones comerciales. Los ojos verdes de mi madre se clavaron en los míos, y yo mordiéndome los labios le guiñé un ojo; nadie se dio cuenta en la mesa, pero mi madre que estaba sentada frente a mí pasó su pierna por debajo de la mesa, cuando con su pie comenzó a acariciar mi entrepierna, yo le tomé el pie y lo sostuve firme hasta que ella sintiera mi erección, al momento que me devolvió un guiño de ojo. Al terminar la noche y despidiéndonos en la puerta, cuando mi madre me daba un beso y poniendo su mano en mi bulto me susurró al oído, —vamos a recordar viejos tiempos. Mi mujer que advirtió la escena, al volver a ingresar a casa, me miró y me dijo:

—¿Te la vas a volver a coger?, espero que me vayas contando los polvos que se echarán en el camino.

—¿Querés que te cuente?... ¿así fantaseas con tus amigas?

—Sí, y también con alguna buena pija que me atienda mientras no estas, esta vez te voy a hacer bien cornudo, pero me calienta que te cojas a tu mami, sabiendo que le rompes el orto llenándola de leche; todo se sabe amor. Me beso, me agarró el bulto y nos echamos un polvo en el medio del ****** tirados en la alfombra.

—Partime la cola antes que te vayas, dejame la leche adentro, así no te extraño tanto y no tengo celos cuando estés cogiendo y acabando dentro del vientre de tu putita preferida.

Mi mujer tenía razón, la putita preferida era y es mi madre, por ello en mi biblioteca tengo una fotografía muy erótica de ella y cerca de mis antojos; no faltó mucho cuando logramos un trío con mami y mi mujer al regresar de este viaje; pero eso queda para otro relato.

Esos días de verano estaba haciendo mucho calor en Buenos Aires, y aunque en el auto tengo aire acondicionado, mi madre viajaba con su short desflecado de jean y su camisa blanca anudada sobre su ombligo dejando al aire la belleza de sus pecosas tetas, pero apenas salimos de Buenos Aires, se quitó las sandalias y acomodándose en su asiento, comenzó a poner música romántica y a murmurar esas melodías; soltaba su cabello que había teñido de rubio con corte carré (al mejor estilo Farrah Fawcett) y suspiró:

—Vuelvo a sentirme libre y tengo ganas de gozar mucho. Mientras se quitaba el soutien liberando sus tetas.

—Tenemos unas cuantas horas hasta Viña del Mar, y sobre todo cruzar la cordillera, así que relájate mami.

—Qué lindo estar solos otra vez, vos y yo, me encanta y me haces sentir bien, solo con pensarlo.

—¿Recordar viejos tiempos, eso querés? —Le pregunté con tono provocativo.

—¿Recordar?, todo lo que quieras, pero también volver a hacer realidad nuestras fantasías.

—Pero vos seguís portándote mal con Vanessa, ¿o ya no?

—Si me faltaría Vanessa, esa pija y esa leche que tiene, no podría vivir.

—O sea, ¿todavía te atiende?

—Dos veces por semana tonto, todavía me gusta cuando acaba en mi boca y me sigue cogiendo duro… ¡si me faltara me muero!

—Y solo con Vanessa te portas mal, ¿o tenés algún otro “chongo”?

—¿Cuándo tu mami se conformó con una sola aventura?, el gimnasio también es un buen “telo”.

—Puta linda, —le dije mientras veía que sus pezones se marcaban bajo relieve en esa camisa blanca.

—Manejá tranquilo, que cuando lleguemos vamos a ver quién se porta mal o más peor que mal.

Caía el atardecer y con rumbo hacia el oeste la ruta se iba haciendo más oscura, los hoteles alojamiento iban apareciendo como una tentación para nuestra lujuria, instintos que se gritaban en silencio mientras seguía sonando la música, cuando mi madre deslizó su mano sobre mi pierna, jugando con su dedo hacia mi bulto que no tarda tanto en mostrarle el placer de sentirla. Pero nos detuvimos en un resto a cenar en plena ruta cuando ya anochecía, ella, mi madre, bajó del auto y no pocos giraron la mirada cuando entramos a ese “bolichongo” diciendo —buenas noches—; como estaba un poco cansado me levanté de la mesa dejándola sola frente a la mirada de muchos hombres que aún con sus mujeres, se baboseaban con la lujuria que despertaba la perra, que era mi madre.

—¿Esa mina que está en tu mesa, te habrá costado unos cuantos mangos? Me preguntó un tipo en el baño,

—No creo que tu billetera pueda bancar semejante puta con todos sus antojos, y eso que es mi madre.

El tipo se me quedó mirando, sacudió su pantalón y salió corriendo del baño, pero cuando volví a la mesa junto a mi madre, el mismo tipo no dejaba de mirarnos y murmurando con su mujer, se veía que se había quedado con la duda; por eso cuando salimos de allí, mientras abrazándola, (frente a la vista de todos) bajé mi mano hasta que sostuve las caderas de mi madre, provocando con un dedo al tipo que nos seguía con la mirada; me di vuelta, lo miré y le sonreí, se quedó con la boca abierta, cuando mi madre, me dijo: —Vamos hijo, tenemos mucho viaje y tenemos que descansar esta noche. Subimos al auto y seguimos el viaje, pero yo me había quedado caliente con lo que me había dicho el tipo por lo que tenía la pija hinchada.

—Que te dijo ese tipo en el baño, que lo sobraste cuando salimos del restaurante.

—¿Qué, cuanto me había salido la puta que está en mi mesa?

—¿Y qué le contestaste?

—Que no le alcanzaba la billetera para bancar semejante puta con todos tus antojos, y que eras mi madre.

—¿Y eso hizo que tuvieras esta erección? —Decía mi madre mientras pasaba su mano sobre mi bulto; ¿Querés que te alivie, así seguimos tranquilo el viaje?

Como pude… y bajando la velocidad, comencé a quitarme el jean quedándome solo con mi bóxer, mi erección era tal que mi glande comenzó a asomarse sobre el elástico; necesitaba acabar, pero los hoteles habían quedado atrás en la ruta. Mi madre comenzó a acariciar mis cabellos con un suave y sensual masaje, deslizaba su mano por mi pecho llevándola por debajo de mi remera, sintiendo al llegar a mi vientre que me había depilado todo.

—¿Estás depilado bebe?, ¡Que rico!

—Siii, me depilé para vos, para ver, como mi pija se pierde en tu garganta.

Mientras sostenía mi erección con su mano izquierda, con la otra comenzó a quitarse el short hasta que comenzó a masturbar su clítoris sobre la tanga negra. Inclinó su cabellera sobre mis piernas cuando sus labios comenzaron junto a sus manos a masturbarme; yo que había reducido la velocidad, dejaba que sintiera el palpitar de mi pija que entraba y salía de su garganta, provocándole pequeñas arcadas, a la vez que cerraba los ojos y gemía de placer.

—Cómo extrañé tu pija y tu leche, todos estos años desde que te casaste hijo.

—Seguí, seguí… Pero no dejes que una sola gota caiga fuera de tu boca. Le dije mientras sentía sus labios y empujaba mi pelvis hacia arriba enterrándome en ella; sus pecosas tetas revotaban en mis piernas, dejándome sentir sus pezones cada vez más rígidos. La siento disfrutar… subir y bajar con sus labios, en círculos que provoca su lengua envolviendo mi glande, el que saborea, —no suspira… ahora gime—. Siento que trata de no atragantarse y de no tener arcadas, entonces sube otra vez por mi pija provocando aún más mi erección.

—Seguí, le vuelvo a repetir; hasta que, levantando sus ojos hacia mí, le escucho decir:

—No acabes que estás muy rico, así todo depilado, me encanta sentir tu piel y ver que mami te provoca esta calentura.

Se aparta un poco con la boca, sin dejar de masturbarme y alzando la cabeza para mirarme a los ojos, me gime; —¿Querés que mami te trague toda la leche?, solo quiero sentir tu semen caliente en mi garganta, me muero de ganas de tragarme lo tenés contenido aquí dentro, —dice mientras acaricia mis bolas.

La sola idea de imaginarme chorros y chorros de semen atravesando otra vez la garganta de mi madre me hace estirar mis piernas y vuelvo a levantarle la pelvis, enterrándome en ella. Me sigue mamando con ansias, mientras alterna su boca con sus manos para chuparme aún más abajo, juega con mi esfínter y me sigue enloqueciendo.

—Quiero que acabes en mi boca, tragarme hasta tu última gota de “guasca”.

—Más despacio, le ruego jadeando, —no quiero acabar todavía. Me cuesta horrores contenerme, pero la dejo. Voy más despacio a la vez que siento mi glande golpeteando en su paladar y el mordisqueo suave de sus dientes.

Vuelve a ahogarse hasta el fondo de su garganta y le dejo escuchar mis gemidos de placer. —Seguís siendo la mejor “petera” de mi vida, le decía mientras tenía que contenerme ante su exquisita felación, sus tetas rodearon mi pija sin dejar de pajearme, pero su boca volvió a devorarme y sentí que un calambre me atravesaba desde la cabeza, desde mis sienes hasta el glande. No sé cuánto tiempo pasó, quizá minutos, quizá sólo unos segundos; noto que sigo clavándome en ella. Voy conduciendo despacio por la ruta que me permite relajarme cuando comienzo a sentir que brotan de mí, chorros y chorros de semen que no deja escapar de sus labios. Uno, dos, tres y hasta cinco “guascazos” que se atravesaron dentro de su boca. Ya no son gemidos los que sentimos, sino el grito del orgasmo que dejo expirar desde su garganta. Un buen rato tuvo que contenerse sin desprenderse de mí (como cuando se taponan dos perros) hasta que sentí que comenzó a tragarse todo el semen que le había precipitado en la boca.

—Nene, ¿estabas contenido o tu mujer no sabe cogerte? me decía, mientras con un dedo rescataba los restos de semen desde la comisura de sus labios para introducirlos en su boca, saboreando como lo haría si los tuviera llenos de crema.

—Es lo más delicioso que he probado nunca—, repite, cuando todavía se retuerce en el asiento masturbándose sobre su tanga, hasta que siento el grito final de su propio orgasmo, mojando el tapizado del asiento.

—Este viaje va a ser inolvidable, me sonríe, se quita la tanga mojada y la pasa por su boca y la arroja por la ventanilla.

—¿Qué hiciste?, le pregunto.

—Tiré la tanga, así alguien sabe que por aquí pasamos Edipo y Yocasta y nos echamos un buen polvo en la ruta.

—Que linda puta que sos, prepárate porque vamos a coger toda la semana.

—Eso espero hijo (…)

Aceleré y nos perdimos en la noche hacia una aventura, la que yo iba dibujando desde nuestras viejas fantasías, mientras mami se quedó dormida, pude cubrirla con una manta que habíamos dejado a mano.
 
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