Mi inolvidable iniciación [parte 6]

kamuix99

Pajillero
Registrado
Ene 2, 2014
Mensajes
73
Likes Recibidos
20
Puntos
28
Después del pacto secreto que mi hermana y yo hiciéramos, sin duda el panorama se ofrecía más claro, ya que ambas estábamos decididas a llevar nuestro inquietante jueguito hasta donde pudiéramos llegar, con la finalidad de disfrutar al máximo del sexo recién descubierto por mí, y que a nuestra edad se convertía en un motor poderoso que gobernaba ya nuestras vidas, sin nosotras saberlo.
Al otro día, cuando los tres retornábamos de la escuela caminando por el sendero, María comenzó a poner en práctica nuestro plan, pues escuché cuando ella le dijo a mi hermano: -Pepe.
tengo algo que decirte.
-Si, Mary.
-No me ha parecido bien que siempre dejemos sola a Angelita.
podría sucederle algo.
Recordando las escenas que yo le había platicado, y de las cuales María estaba totalmente ignorante, Pepe de inmediato reaccionó como nosotras queríamos, pues en seguida contestó: -Si.
tienes razón.
pero Mary,.
cómo le hacemos para.
? -Es fácil, manito.
mira, te propongo que hoy te la lleves a ella a cortar mangos, y yo me quedaré cuidando de las mochilas.
que opinas? -Pero tú.
te quedarás también solita.
-Si, claro.
pero yo estoy más grande.
sé defenderme, gritar o huir en caso necesario.
-Eso si.
–contestó mi hermano- -Además.
creo que lo mejor sería que nos turnáramos.
qué te parece.
? -Qué quieres decir.
? –dijo él con el ceño fruncido- -Mira, manito.
un día te vas tú con ella, y la siguiente ocasión me voy yo contigo –le dijo María, guiñándole un ojo con complicidad- -Pero.
esos días en que ella se quede sola.
correrá riesgos.
-Pues sí.
pero estarás de acuerdo en que el riesgo disminuye.
no es así? -Pues eso sí.
-Entonces qué dices.
?.
aceptas? -Si.
está bien.
así lo haremos.
Para entonces habíamos llegado precisamente al sitio donde los caminos se cruzaban, de manera que nos desviamos con rumbo al bosque.
Una vez que arribamos al lugar de costumbre, María nos pidió nuestras mochilas y se sentó debajo de un árbol, mientras nos decía: -Bueno, ya váyanse.
no perdamos más el tiempo.
-Si.
–contestó Pepe, tomándome de la mano- En seguida nos encaminamos hacia el oculto lugar donde Pepe nos hacía todas esas cosas que tanto nos agradaban.
Habiendo llegado hasta el claro del bosque, nuestro sitio favorito, rápidamente mi hermano me pidió que me desnudara, en tanto él también se quitaba sudoroso su ropa.
Yo me apliqué con presteza a seguir su consejo, quedando solamente en bragas.
Al mirar hacia Pepe, pude ver que ya tenía su verga bien dura, completamente parada, y no pude evitar compararla mentalmente y de nueva cuenta con el descomunal falo que le colgaba de allí mismo al desconocido de mis sueños.
Pero de momento tenía que conformarme, me decía yo, con lo que tuviera a la mano.
Y lo que tenía a la mano era justamente el pene de mi hermano, que aunque delgaducho y cortito, de todos modos se me antojaba tenerlo adentro, aún cuando sólo me hiciera cosquillitas.
Sentándose en el suelo, seguramente embramado por no haber tenido sexo durante varios días, mi hermano me jaló hacia él, despojándome de mi pantaleta y procediendo a revisar mi chochito, para ver si ya había sanado.
El entonces me dijo: -Mmmm.
Angelita.
ya veo que no tienes nada.
ya te compusiste de allí.
-Si.
–le contesté, con mi respiración agitada- -Anda.
ven.
móntate sobre mí.
que te la voy a meter toda adentro.
-Ay.
siii.
métemela ya, manito.
–le dije, embramada como me hallaba en esos instantes.
Abriendo lo más que pude mis piernas me acomodé por encima de su cuerpo desnudo, tratando de que su pequeño pene, ya bien parado, quedara orientado en la dirección exacta hasta la entradita de mi caverna, cosa que Pepe aprovechó para comenzar a jalarme por los hombros hacia abajo, hasta que quedé sentadita en la puntita de su glande, que ya estaba jabonoso como consecuencia de los elíxires mágicos que le salían del conducto frontal.
Yo también, claro está, me sentía igual, pues advertía cómo desde antes de desnudarnos, mi bollito rezumaba con abundancia el clásico y delicioso flujito que tantas delicias proporciona, particularmente en el momento de la penetración.
Mi hermano me penetró con desesperación, y yo contribuí con ansias en sus potentes acometidas, y de un solo golpe me la metió completamente, mientras yo aprovechaba ese momento para prácticamente sentarme encima de él, en tanto nos movíamos rítmicamente buscando el consabido delirio del orgasmo.
Me parecía que a Pepe, quizás con el tiempo, aún debía crecerle más su verga, pues pensaba que tal vez, debido a su edad, el desarrollo total en esa parte tan preciosa de su cuerpo aún no había florecido completamente.
Evocaba en mi mente, tengo que decirlo, las proporciones enormes de la verga de mi amante desconocido, y pensando en él, me vine por primera vez gritando como una loca, mientras mi hermano también me derramaba su leche dentro de mi rajita, llenándome el caliente conducto con su húmedo y pegajoso semen.
De nueva cuenta comprobaba el poco control que Pepe ejercía sobre sus eyaculaciones, pues me parecía que se venía demasiado rápido, lo que me causaba una especie de sentimiento muy parecido a decepción, sobre todo al pensar en cuánto demoraba el desconocido cuando me cogía, teniéndome con la verga atravesada partiendo mi cuerpo en dos, sin darme la menor tregua y por largos y deliciosos minutos que se me hacían una eternidad.
Pero comprendiendo que por el momento tenía que conformarme con lo poco que mi hermano me podía ofrecer en ese sentido, traté de concentrarme en las manipulaciones que ahora me hacía en el centro de mi esfínter trasero, seguramente con la intención de volver a metérmela por detrás.
Como aquello en verdad me agradaba, me entregué al placer de ser atravesada por el culito, aún cuando el pito de Pepe no fuera lo suficientemente demoledor como para desflorar en definitiva mi conducto anal, que ahíto a más no poder, se abría y se cerraba latiendo con fuerza por el deseo de sentir la carne caliente entrando en la cavidad rectal.
Recordando de pronto a María, me pregunté si la cachonda de mi hermana acaso estaría escondida entre los matorrales cercanos disfrutando de las escenas que gratuitamente le ofrecíamos.
Pero como para entonces Pepe ya me había puesto en cuatro patas con la firme intención de meterme la verga por detrás, sentí cuando me colocó su erguido miembro en la puerta de mi culito, que reaccionó de inmediato abriéndose a él con presteza, en tanto que mi hermano, loco de la brama, comenzaba a empujarlo hacia adentro poco a poco, hasta que por fin y sin ninguna dificultad debido a la delgadez de su cuerpo invasor, se perdió dentro de mi hábitat prohibido, entrando y saliendo una y otra vez hasta que finalmente, sin poder aguantarse más, se volvió a venir adentro de mi hoyito trasero depositando toda la leche que le quedaba.
Habiendo acabado con nuestra sesión del día, él me instó a que nos limpiáramos y nos vistiéramos de prisa, pues me dijo que no quería que María viniera y nos fuera a descubrir.
Yo hice lo que me pedía, y minutos después estábamos listos para regresar al lugar donde se había quedado mi hermana.
En el trayecto yo me sentía ansiosa de más verga, ya que como he dicho, Pepe no alcanzaba a llenar y mucho menos a calmar en su totalidad los tremendos e irrefrenables deseos que mi cuerpo me pedía.
Ahora sólo pensaba en aquel hombre desconocido, en el adorado desflorador de mi chochito, deseando ardientemente su presencia para que me traspasase por delante y por detrás con su grueso y largo cañón que disparaba duras balas.
Cuando hubimos llegado hasta donde estaba esperándonos mi hermana, Pepe le preguntó: -Nos tardamos mucho, María? -Fíjate que no.
yo pensé que se demorarían un poquito más.
-Lo que sucede es que casi ya no hay mangos –mintió pepe descaradamente- -Bueno, es que nosotros ya los hemos cortado todos.
jajajajaja –rió María, contenta de que el plan que ella había urdido caminara sin contratiempos.
-Eso debe ser –dijo Pepe- Aunque los que están chiquitos crecerán pronto.
Pero ya vámonos a casa.
no quiero que mamá nos regañe.
-Está bien.
–asintió María, guiñándome un ojos sin que mi hermano la viera-.
Esa misma noche, estando en casa, mi hermana María me hizo señas para que saliéramos fuera.
Cuando estuvimos alejadas de oídos indiscretos, ella comenzó a preguntarme.
-Que pasó.
?.
que fue lo que Pepe te hizo esta vez, Angelita.
?.
anda.
cuéntame.
-Ay.
pues lo mismo de siempre.
-Te la metió toda.
? -Tú que crees?.
pues claro que sí.
pero.
-Qué.
acaso no te gusta, bribona.
? -No es eso.
claro que me gusta.
es sólo que.
no sé como decirlo.
-Qué te pasa, manita?.
no disfrutas el pene de Pepe o qué?.
-Ay claro que sí.
y mucho.
pero a veces siento como que.
al terminar.
no sé.
-Anda.
dímelo de una vez.
entre nosotras debe haber una total confianza.
recuerda nuestra promesa.
-Sí, si.
claro.
-Mira, Angelita.
si me confías qué es lo que piensas.
tal vez yo pueda orientarte.
al fin y al cabo no olvides que soy mayor que tú.
-Si.
lo sé, manita.
-Entonces.
me lo dirás.
? -Ay, Mary.
sucede que.
bueno, siento que Pepe como que no me llena.
la verdad es que me quedo con muchas ganas después de que él me lo hace.
-Y eso por qué, manita.
? -No lo sé.
no estoy segura.
pero creo ha de ser porque él se me viene muy rápido adentro.
-Ah, si.
? -Si.
mira, Mary, te confieso que cuando apenas estoy empezando a calentarme al máximo, de repente él eyacula dentro de mí.
y eso hace que pierda un poco el interés.
y me queda como un sentimiendo de insatisfacción que no puedo describir.
no sé si me comprendes.
-Perfectamente.
si.
-Y.
qué me puedes decir al respecto.
?.
crees que eso sea normal, manita?.
-Bueno.
mira, la verdad yo nadamás lo he hecho con él.
así que no estoy segura si así es siempre o si hay algo más.
algo mejor que eso.
-Eso crees.
? -Si.
pero para serte sincera, te confiaré algo.
yo también, a pesar de que llevamos ya bastante tiempo cogiendo, como que en ocasiones he sentido que al final me falta algo.
a veces me he llegado a sentir como tú te sientes hoy.
como que me quedo con más ganas.
quisiera hacerlo por más tiempo.
como que.
no sé explicartelo, manita.
-Yo te entiendo.
porque es exactamente lo mismo que me pasa a mi, Mary.
-Eso debe ser entonces.
pero para eso no tenemos el remedio.
o si? -Creo que no.
al menos no por el momento.
–le mentí nuevamente- -A qué te refieres.
? –me preguntó intrigada- -No.
a nada.
sólo fantaseaba un poco.
–le respondí cortante-.
-Ay sí.
es lindo pensar en fantasías.
ay, manita, de pronto me estoy imaginando a un hombre mayor haciéndome el amor.
un hombre con mucha más experiencia en esas lides que nuestro hermanito.
y quizás.
hasta.
-Con un pene más grande.
? –le interrumpí, con la intención de conocer sus pensamientos- -Exacto.
un pene más grueso y más largo que el de Pepe.
te imaginas.
? Mmmmmm.
-Si.
me imagino todo eso.
créemelo.
–le dije evocando la figura del pito de mi amante secreto- En ese momento oímos que mamá nos llamaba desde la casa, diciéndonos que nos fueramos a la cama porque ya era tarde.
Así que esa noche me dormí pensando con ansias en los fenomenales atributos del hombre desconocido de los cinco pesos, y hasta creo que soñé con él, que me hacía nuevamente el amor, porque al otro día amanecí con la pantaleta toda pegajosa de lechita.
Pasados dos días le tocó el turno a María, así que cuando estuvimos de regreso de la escuela, ellos partieron hacia el escondite secreto, mientras yo me quedaba solita cuidando las mochilas.
Sólo que esta vez, ardiendo de deseos porque mi amante desconocido hiciera acto de presencia, no me moví de mi lugar, a pesar de que me quemaba por dentro deseando ver de nuevo a mis hermanos en acción.
Pero reconocía que era mucho mayor el deseo y la excitación que experimentaba de tan sólo pensar en que de pronto se apareciera por el bosque el hombre que más amaba ya en el mundo.
Los minutos fueron pasando con lentitud, mientras yo oteaba los alrededores esperando escuchar algún ruido procedente de la espesura del campo.
Pero en esta ocasión mi espera fue inútil, ya que mis hermanos regresaron como una hora después, encontrándome sentada y triste debajo del árbol.
Pepe me preguntó: -Qué paso, Angelita?.
no viste nada raro.
? -No.
nada.
todo está tranquilo.
-Está bien.
y ahora ya vámonos porque se nos ha hecho tarde.
Cabizbaja por el deseo no satisfecho de haberme encontrado con el desconocido, caminé junto a ellos de regreso a casa.
Por la noche, una vez más María me hizo señales para que saliéramos fuera de la casa.
Yo la seguí hasta un tronco que había como a cien metros de nuestro hogar, y donde nos sentábamos a conversar sin que nadie escuchara.
Ella me dijo: -Qué te pasa, manita?.
te he notado como triste.
te has sentido mal?.
-No.
no es eso.
-Entonces.
qué tienes?.
no me lo vas a decir.
? -No me pasa nada.
es sólo que.
-Anda.
ya dímelo.
-Pues.
pensaba en la fantasía que me dijiste la otra noche.
lo recuerdas? -Ahh.
la fantasía.
sí.
la recuerdo.
pero qué con eso, linda.
? -Pues nada.
simplemente que me gustaría hacer eso realidad.
-Ja ja ja.
ay, manita.
tú sí que vas bien rápido.
no crees? -Por qué te ríes?.
qué acaso crees que eso no pueda ser posible.
? -No.
no digo eso.
no te enojes, niña.
sólo que.
bueno.
pues ya me doy cuenta que eres tanto o más caliente que yo.
-Eso debe ser.
si.
-Pero no te preocupes, manita.
mira, por ahora tenemos que conformarnos con lo que está disponible.
y yo creo que si esa fantasía se llegara a hacer realidad.
pues habrá que aprovecharla ampliamente en su momento, no crees? -Eso pienso yo también, Mary.
-Oye manita.
no quieres que te cuente lo que hice hoy con Pepe?.
-Mmmm.
mira, Mary.
hoy no estoy de mucho humor.
mejor me lo cuentas otro día, quieres.
? -Si.
por supuesto.
pero ya despabílate, mujer.
-Si.
eso haré.
oye Mary, quiero pedirte un gran favor.
-Claro, manita.
lo que quieras.
para qué son las hermanas confidentes si no.
? -Ay gracias, Mary.
lo que quiero pedirte es que la próxima vez que vayamos allá mejor te vayas tú con Pepe.
-Ohhh.
no me digas.
y ahora por qué esa reacción, Angelita.
? -No.
por nada.
es sólo que en estos días no me he sentido con muchas ganas.
pero la próxima yo iré.
lo harás? -Ay, pero claro que sí.
no te apures.
yo me iré con él y tú te quedas cuidando las mochilas.
-Si.
-Oye.
Angelita.
no querrás espiarnos para calentarte tú solita, no?.
ji ji ji ji.
-Bueno.
adivina.
algo hay de eso –le contesté sonriendo- -Está bien.
será cómo tú quieres.
no te preocupes.
sólo deja que yo lo maneje todo con Pepe.
-Si.
hazlo.
-Bueno, Angelita.
pues ya vámonos.
antes de que a mamá se le ocurra gritarnos otra vez.
Poniéndonos de pie regresamos a casa y nos fuimos a dormir.
Llegado el anhelado día de volver a lo oculto del bosque, Mary convenció a Pepe de que yo me quedara esta vez cuidando las valijas, diciéndole que ella iría con él a cortar mangos.
Pepe accedió sin protestar, seguramente porque le daba igual cogérsela a ella o a mi, pues al fin y al cabo disponía de toda la complacencia de nuestra parte para follar a su antojo los culos de sus dos hermanas.
Cuando ellos se perdieron entre el tupido follaje, yo me dispuse a esperar al desconocido por el que mi corazón latía tan fuertemente, ardiente y deseosa de que esta vez por fin apareciera.
No habían pasado ni diez minutos cuando escuché los ruídos de las ramas que se sacudían entre el verdor de los árboles, apareciendo de pronto ante mis ojos la amada figura del hombre cuya presencia tanto anhelaba.
Al verlo mi corazón dio un vuelco, latiendo apresuradamente, mientras comenzaba a sentir cómo me escurría la babita por el interior de mis muslos.
Sonriendo como siempre lo hacía, él me dijo: -Hola, Angelita.
como has estado.
? -Bien.
muy bien.
–le respondí con temblorosa voz, que sin duda él notó de inmediato- -Parece ser que me esperabas, no?.
o me equivoco, linda.
? -No.
está usted en lo cierto.
-Ya veo.
eso es bueno.
-Por qué no había usted venido?.
lo he esperado otras veces.
pero nada que se aparece.
-Bueno.
lo que sucede es que tengo que trabajar en la milpa.
y hay días en que no dispongo de tiempo para venir a esta hora.
-Si.
entiendo.
-Pero como ves.
ya estoy aquí.
y tus hermanos.
? –dijo, mirando las tres mochilas sobrepuestas sobre el pasto-.
-Se acaban de ir a cortar mangos.
y yo creo que aún van a tardar.
–le contesté gozosa- -Qué bien, no?.
y qué tal si aprovechamos el tiempo, Angelita linda? -Ay sssiii.
-le dije emocionada, sintiendo cómo me palpitaba con fuerza increíble el interior de mi hendidura, húmeda ya de tanto flujo que me salía-.
-Bueno, pequeña.
pues vámonos para allá atrás, por si ellos regresan antes.
no quiero que nadie nos vea.
-Sssi –le dije totalmente embramada pensando en lo que esta vez me haría-.
Mientras él caminaba hacia un promontorio de espesos matorrales que nos ocultarían totalmente de miradas indiscretas, yo le seguí con paso rápido, casi corriendo, adelantándome a él y volteando a verlo de frente, por lo cual dándose cuenta de ello, el hombre me dijo: -Estás ansiosa.
no Angelita.
? -La verdad si.
es que.
han pasado muchos días.
–le contesté con la mirada nublada y fijamente clavada en el centro de su pantalón, donde ya podía admirar debajo de la tela aquel enorme bulto que se alzaba majestuoso, guardando aquella hermosa pieza de carne con nervios que ahora se había convertido en mi manjar más deseado-.
-Te han parecido muchos los días que no nos hemos visto, linda.
? -Ssi.
yo quisiera.
quisiera.
-Qué quisieras.
Angelita mía.
? -Pues.
quisiera que nos pusiéramos de acuerdo para vernos más seguido.
no sé si usted quiera eso.
-Claro que sí, niña mía.
y lo haremos.
ya verás.
pero por lo pronto ven acá –me dijo, tomándome entre sus sudados brazos y apretando mi cuerpo con fuerza-.
Yo sentí como si una especie de mareo invadiera de pronto toda mi cabeza, aturdiéndome por completo debido a la brutal excitación que la presencia de aquel macho cabrío me provocaba.
Él, mientras tanto, comenzó a quitarme la ropa con calma, con maestría, hasta dejarme completamente desnuda frente a sus ojos.
Posteriormente se desnudó él, en tanto yo no cejaba, con mirada voraz, en mi febril intento de ver ya de fuera aquel aparato descomunal producto de mis más ardientes fantasías, de aquellas sensaciones de lujuria incontenible, hambrienta y deseosa como estaba de que me atravesara con él partiéndome en dos, metiéndomelo hasta lo más profundo de mis insatisfechas entrañas.
Estando frente a mí, pegado junto a mi cuerpo, no pude contenerme más y cogí con mis manos aquel falo de enormes proporciones y grosor sin igual, admirando sus formas, observando la venosidad que sobresalía en todo lo largo del tronco hinchado, regodéandome a mis anchas con el tamaño enorme de su cabeza enrojecida y húmeda, que sobresalía con donaire entre el matojo de pelos negros, que brillaban ensortijados por encima de su tremendo par de colgantes huevos.
Sin poder contenerme, me puse de rodillas en el suelo y acerqué con inocultable ansiedad aquella espada endurecida hasta mi boca, metiéndome la cabezota enrojecida entre mis labios, comenzando a chupar con frenesí aquel caramelo tamaño familiar, temblando de deseos y de brama, y llorando de la tremenda lujuria que en aquel momento experimentaba.
Él se dejó hacer todo eso disfrutando ampliamente de aquella niña que le prodigaba tantos placeres y que ya sabía que era suya, que le pertenecía, dándose cuenta que sin duda yo estaba totalmente perdida por él, y que de ahora en adelante yo haría lo que él me pidiera, todo lo que él me ordenara, todo lo que él quisiera.
Y así era en efecto.
Por varios minutos estuve mamando con fruición aquella hermosa verga que quería hacer mía para siempre, pasándole mi lengua alrededor de la cabeza, apretando con mis labios la endurecida y descomunal punta pelada, intentando meterme lo más que podía el tronco erguido sin que eso fuese posible, pues veía que tan sólo un pequeño pedazo de aquel precioso mástil me llenaba por completo la cavidad bucal, de lo larga y gruesa que era.
Por fin llegó el ansiado momento de la penetración, pues mi amante, diciéndome que me acostara sobre el musgo, me la sacó de la boca.
Yo obedecí ciega de brama y calentura las órdenes del hombre tan deseado, dispuesta a hacer lo que él me pidiera.
Así que, teniéndome recostada boca arriba sobre el pasto, él me colocó primero el tremendo y rojo corazón de su glande en la boquita de mi bollito, sintiendo cómo ésta continuaba manando leche de una manera increíble, como nunca jamás había visto, de modo que nuestros fluidos se confundían en un sólo río de placer.
El hombre empezó primero a frotarme con suavidad aquel botón enardecido a todo lo largo de mi raja, como tratando de remojar bien mi entradita con la pegajosa humedad que ambos rezumábamos, a fin de usarla como catalizador natural para facilitar la brutal penetración Sinceramente yo estaba dispuesta a todo, inclusive a que me matara del placer, pues lo ansiaba tanto y lo deseaba tanto, que aquel compás de espera mientras me frotaba su inflamada verga en mi chochito, me hicieron gritarle con desesperación: -Ya.
por favor.
métamela toda yaaaa.
tenga piedad.
ya la quiero.
la quiero todaaaa.
Mi desconocido amante no esperó de nuevo mi angustiosa petición, y levantando mis piernas hasta depositarlas sobre sus musculosos hombros, comenzó a empujar lentamente su cañón de acero hacia adentro de mi pequeña rendijita frontal.
Yo sentía que me moría de placer tratando de ajustarme y pegarme lo más posible a su cuerpo con el fin de ayudarle en la embestida animal, colgada como estaba de sus hombros con mis piernas totalmente abiertas, que por momentos me daba cuenta que estaba yo en el aire.
Enardecido por la pasión que yo manifestaba abiertamente ante él sin inhibición alguna, él dejó caer su pesado cuerpo sobre el frágil centro de mi entrepierna, metiéndome de un jalón más de la mitad de aquel palo parado, largo y grueso, mientras yo gritaba con furia inaudita las más bajas palabras soeces que nunca antes había pronunciado, pero que ahora salían impúdicas de mi anhelante garganta.
Esta vez ya no tenía yo ninguna duda de que eso que me estaba metiendo aquel hombre era justamente lo que mi ansiosa rajita necesitaba, pues con tan sólo la mitad de su miembro perdido en la breve cavidad de mi vulva, me sentía tan esplendorosamente llena, tan fuertemente traspasada, que anhelaba con loco furor que jamás me la sacara de adentro.
Una vez más él volvió a dejarse caer otra vez sobre mis piernas abiertas a su merced, experimentando yo por fin la total llenura, ahíta y taponeada por el enorme tronco de carne palpitante que se perdió irremediablemente en las profundidades de mis entrañas.
Aún cuando me hallaba extasiada por la despiadada penetración, pude sentir claramente la vellosidad de su pubis golpeando y frotándose contra mi vulvita imberbe, la cual estaba en esos momentos con la boca completamente abierta.
El hombre aquel por fin me había traspasado por completo, no quedando ni un sólo milímetro de su enorme verga fuera de mí.
Teniéndome así atravesada con su descomunal espada de duro acero, yo me relajé con la intención de que esta vez él no encontrara oposición de mi parte para que me hiciera todo lo que él deseaba, y ese relajamiento de mi cuerpo favoreció tremendamente el encajamiento de su enorme verga, pues ahora notaba cómo él se movía suavemente en movimientos circulares con su larga y gruesa daga perdida hasta las cachas en medio de mi triangulito sin vellos, que sin palabras le pedían a gritos más y más placer.
Por largos minutos que yo quería hacer eternos, él estuvo moviéndose de un lado para otro, metiendo y sacando su falo con una velocidad pasmosa, lo cual provocó que yo explotara febrilmente en una serie de interminables orgasmos que me transportaron al otro mundo.
A pesar de que él se dio cuenta de que yo me venía una y otra vez sin que mis espasmos cesaran, continuaba metiéndome y sacando su verga aún más inflamada de adentro de mi boqueante coñito, lo cual me estremecía de delirio como jamás lo había sentido antes.
Al terminar los espasmódicos estremecimientos producidos por los inacabables orgasmos, el hombre aquel me bajó las piernas de sus hombros, haciéndome señas para que cambiásemos de posición.
Yo obedecí enfebrecida como me hallaba por la brama del momento, deseando que nunca me la sacara, y sintiendo cómo mis pliegues internos capturaban con furia aquel trozo de carne ardiente apoderándose plenamente de él, como reclamando su propiedad para siempre.
Nos reacomodamos como pudimos pero sin habérmela sacado, quedando por fin hincada de rodillas sobre el piso y puesto él detrás de mi grupa abierta, con aquel falo de tamaño indescriptible metido hasta la base de sus peludos huevos.
De nuevo en posición de ataque, el desconocido reinició los consabidos movimientos de mete y saca, que en aquella posición nunca antes practicada por mí, me causaron un exquisito e inenarrable placer que sentía morir de deleite.
No pudiendo soportar por más tiempo las salvajes acometidas de aquel invasor extraterrrestre, me volví a venir en sucesivos y largos orgasmos que de nueva cuenta me hicieron gritar con fuerza, teniendo él que taparme rápidamente la boca para que no fuese yo escuchada por mis hermanos.
No tuve tiempo de contar, por supuesto, la increíble cantidad de veces que me había venido con aquel palo adentro, pero calculaba que al menos serían como unos diez o doce orgasmos los que acababa de experimentar de un solo golpe, uno tras otro, sin temor a equivocarme.
Pero el hombre aquel aún no había terminado conmigo, pues ahora, sentándose sobre el suelo, me abrió las piernas y me sentó a horcajadas sobre su enhiesta verga que tanto amaba ya, volviendo de nuevo a la carga con singular ahínco, que desde luego mi hermano estaba muy, pero muy lejos de igualar.
Yo me decía para mis adentros que esto sí era una verga, que esto sí era un hombre, un macho verdadero, ante el cual la figura de mi hermano se desvanecía como el humo.
No pude seguir pensando en eso, ya que el desconocido había vuelto a penetrarme profundamente, sintiendo cómo mis nalguitas se encontraban ahora completamente pegadas a la vellosidad de su pubis y de sus piernas.
Ahora realmente me sentía empalada, atravesada, como toda mujer desearía estar con un hombre para siempre.
Él seguía moviendo sus caderas empujando con fuerza hacia adentro y hacia fuera, mientras mi frágil cuerpecito cabalgaba de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, rebotando como una pelota contra su velludo vientre, con la diferencia de que cada movimiento significaba para mí una nueva penetración y un nuevo gozo que se sucedían sin parar, una y otra vez, mientras mi trasero galopaba con fuerza inaudita sobre la carne caliente de mi incansable amante.
Ante la increíble ferocidad de aquellas geniales embestidas, no había poder humano que pudiera impedir que me viniera de nuevo, cada vez con mayor intensidad y placer, pues cada orgasmo que tenía era mejor que el anterior, lo cual ocasionaba que emitiera ansiosos gritos y hasta como una especie de aullidos, que el hombre trataba de ahogar con desesperación, poniendo sus manos sobre mi boca, en tanto continuaba penetrándome con salvajismo incontenible.
¿ Cuántas veces me vine esta vez? No lo sé.
quizás fueron otros diez deliciosos e inolvidables orgasmos, o tal vez serían más.
no lo sabía con certeza.
Yo había caído en una especie de trance, con los ojos cerrados y la mirada totalmente perdida, pero con una sonrisa de satisfacción plena aflorando en mis labios.
Teniéndome en ese estado pude sentir cuando mi amado amante se derramó por fin dentro de mí, explotando con la fuerza de una bomba de tiempo, mientras gozaba de los chorros interminables de leche que golpeaban las paredes interiores de mi vagina, la cual se abría y se cerraba palpitante, como bebiendo golosamente aquel elíxir del delirio sin querer desaprovechar en lo absoluto ni una sola gota de su savia exquisita.
El hombre jadeaba de placer mientras me besaba la boca, me olía las axilas y me tallaba su lengua en el cuello, produciéndome extrañas sensaciones que no quería que acabaran.
No obstante y como todo lo que empieza tiene que terminar, volví en mí nuevamente cuando escuché sus palabras: -Ya.
Angelita.
ya debes bajarte.
-Ay.
noooo.
por qué.
? -Mira linda.
yo quisiera estar más tiempo contigo.
pero acuérdate de tus hermanos.
tengo temor de que ya estén de regreso.
Al escuchar aquellas palabras, me saqué de un salto la verga de adentro de mi ahora satisfecha rajadita, recobrando la cordura y pensando en que quizás fuese cierto lo que mi amante me decía.
Así que rápidamente limpiamos nuestros cuerpos y nos vestimos con apresuramiento, temerosa de que Pepe y María ya estuvieran buscándome por allí.
Pero antes de retornar al sitio de espera, yo le pregunté con ansiedad a mi amante: -Cuando quiere usted que venga otra vez.
? -Mmmm.
mira linda, no te preocupes.
yo te buscaré por aquí.
-No.
–le contesté con firmeza- mejor dígame una fecha.
-Está bien.
te parece bien la próxima semana? -Si.
pero qué día.
? -El siguiente jueves estaría bien.
-Si.
de acuerdo.
el siguiente jueves.
-Bueno,.
ahora vete.
ándale.
porque ahora sí que nos hemos demorado.
-Si.
hasta el jueves.
-Adios.
linda niña.
Con algo de tristeza reflejada en mi rostro, pero satisfcha por dentro por el inolvidable encuentro que acababa de tener con mi hombre amado, caminé hasta el árbol donde se hallaban las mochilas.
Para mi tranquilidad, me di cuenta de que mis hermanos aún no regresaban del bosque, así que me tendí sobre la hierba y me quedé dormida, seguramente por el desgaste tan tremendo que acababa de experimentar con aquel amante increíble.
Al poco rato sentí cuando María me hablaba al oído.
-Angelita.
despiértate.
despiértate.
-Hummmmm.
? -Ay manita.
te quedaste bien dormida.
-Oh.
si.
-Anda levántate, que ya tenemos que irnos –dijo Pepe- ya es muy tarde.
Si.
vámonos ya.
–respondí yo-.
 
Arriba Pie