Tengo una hija a la que su madre no me dejó reconocer… y lo digo tal cual, apenas me enteré de que mi para entonces novia estaba embarazada quise hacerme cargo de mi responsabilidad pero tanto su madre como su familia pensaban que yo no le convenía y por ello prefirió casarse con un viejo acaudalado quien me amenazó con matarme si me atrevía a seguir buscando a la hija que él ya había “adoptado”.
Sufrí por años la pérdida de aquella hija con la que siempre soñé y siempre pensé en buscarla pero dado a mi condición social y económica sabía que lo mejor sería no meterme en líos con gente de poder tanto económico como político y me quedé como un tonto perdedor cruzado de brazos.
Pronto, con los años, el recuerdo de mi ex amor ya no me importaba; ya no me interesaba saber nada de Juliana y, aunque el recuerdo de la hija que nunca pude conocer seguía en mi mente, logré terminar de estudiar medicina y pronto me consolidé como un gran médico cirujano y conseguí una buenísima posición tanto social como económica.
Cambié de ciudad debido a que me ofrecieron un excelente trabajo en una clínica privada, me mude a una gran casa y las pretendientas me llovían al por mayor. Me follaba doctoras, enfermeras, estudiantes de medicina y no me daba abasto pero con ninguna pretendía formalizar una relación… Viajaba en BMW, tenía una casa lujosa y parecía tener una vida perfecta pero justo cuando cumplí 40, una visita cambió mi vida...
Una tarde al salir de mi consultorio, la secretaria me dijo que una mujer rubia de porte muy elegante había ido a buscarme. Al principio supuse que se trataba de una de las tantas mujeres con las que me había acostado que iba a reclamarme el no haberla vuelto a buscar después de una noche salvaje de sexo pero, tras pedirle mayores detalles a mí secretaria, el retrato hablado parecía ser el de Juliana.
Pronto tuve que encontrarme personalmente con aquella mujer que tanto dolor había causado en mi vida y como si nunca hubiese pasado nada me saludaría después de poco más de 18 años de inexistencia:
-Hola Roberto! No sabes cuánto tiempo he estado buscándote…
-Disculpa Juliana pero yo contigo no tengo de que hablar.- le dije y me di la vuelta tratando de huir de aquél momento que, por extrañas razones que supongo fueron recuerdos muertos que volvían a nacer, tanto dolor me estaba volviendo a causar.
-Ni si quiera de tu hija?- Me dijo Juliana haciendo que detuviera mi escape que tan apresurado comenzaba a ser.
Aquello fue mi punto débil pues si bien a Juliana la había olvidado completamente, o al menos eso pensaba, a mi hija nunca la olvidé. Decidí darle unos segundos para que se expresara y tras oír tontería y media como el fallecimiento de su marido, el cual era el padre adoptivo de Rosita- que era como me enteré se llamaba mi hija- finalmente me dijo el motivo principal de su visita y el motivo por el que le había permitido hablar conmigo pues en el fondo yo añoraba oír eso.
-Nuestra hija te quiere conocer.
"Nuestra" hija me quiere conocer… ahora resulta que sí es mi hija.- pensé y de inmediato supuse que Juliana de alguna manera se había enterado de mi éxito económico y, ahora que su marido estaba muerto, de alguna manera querría sacar provecho.
Sin embargo no iba a negarme a conocer al amor que me había sido arrebatado años atrás y que tanto había soñado conocer. Así que fue así como Rosita llegó en julio a mí vida para pasar las vacaciones de verano conmigo. Tenía 18 años recién cumplidos… llegó a mi casa con varias maletas, cara de susto y mirándome como al extraño que realmente era para ella.
Era una chica bastante educada, preciosa desde luego, alta, con melena rubia y unos enormes ojos azules como los de su madre. De piel muy blanca y un cuerpecito delgado pero muy bien formado. No hablaba mucho supongo por la desconfianza que le daba el no conocerme. Aun así, no nos costó demasiado acostumbrarnos el uno al otro pues aunque nunca antes habíamos vivido juntos, parecíamos tener los mismos gustos como por ejemplo, entre otras cosas, nos gustaba a los dos dormir temprano, hacer ejercicio, dormir con una luz encendida, el agua de mango y salir a caminar cuando llovía.
Rosita parecía ser la hija perfecta. Conforme pasaban las semanas nos fuimos tomando confianza a tal grado que ella comenzaba a decirme papá en vez de don Roberto; que era como me decía cuando me conoció.
Sin embargo todo cambiaría cuando una tarde al prestarle mi laptop ella olvidaría cerrar su e-mail. Lo primero que quise fue cerrarlo y no andar hurgando en sus intimidades bien dicen que la curiosidad siempre termina ganando y tras hurgar un poco entre sus correos vi uno que me dejó más decepcionado que pasmado. Se trataba de un mail de su madre quien le preguntaba cómo iba todo, si yo la trataba bien, si comía a sus horas, si mi casa era tan grande como le habían dicho y si al fin había logrado que yo me encariñara con ella. Pero la frase final era lo que resumía todo el legajo de hojas.
Pórtate bien con él y cúmplele todos sus caprichos, recuerda que necesitamos mucho de su dinero para que puedas seguir estudiando en esa escuela tan cara…
Bingo! Ahí tenía el motivo de su visita pues, si el amor de padre me había cegado totalmente y no me había dado cuenta de las intenciones de Juliana, el mail me abría los ojos de lleno y me hacía sufrir mucho más que la primera vez que me habían arrebatado a mi hija.
No supe que hacer más que romper en llanto desconsolado. Esa noche me salí a beber sin un amigo; quería estar solo con mis pensamientos, como lo había estado hacía mucho... Llegué a casa bastante borracho, las luces estaban apagadas con excepción de la del baño que mi hija seguramente había dejado prendida.
-Bah, malditas cosas en común falsas… seguramente su madre le contó todo de mí y todo lo tenían planeado para que yo pensara en lo mucho que teníamos en común y le agarrara más cariño.- murmure entre dientes como el borracho que apenas articula palabra.
A duras penas caminaba hacia mi habitación dispuesto a tumbarme en la cama y dormir profundamente para al día siguiente pensar con mayor claridad qué hacer con ese par de arpías. Pero cuando pasé por su habitación escuché ruidos bastante inquietantes. Intente concentrar y agudizar mi sentido del oído, debilitado por el alcohol, al máximo para lograr escuchar con mayor claridad aquellos ruidos pero, tras pegar la oreja a la puerta, lo único que pude concluir era de que se trataba del llanto de una mujer.
Giré la perilla dispuesto a gritarle mi descubrimiento y dejar libre mi ira pero al entrar hallé a mi hija Rosita muy sofocada encima de la cama vistiendo tan solo un camisón, con el pelo revuelto y sobresaltada de verme allí; era obvio que no me esperaba.
-¿Qué haces? Me pareció oírte llorar.- Fue lo único que se me ocurrió decirle cambiando rotundamente mis planes y sintiendo como la borrachera se me bajaba casi de golpe.
-Nada papá, era la tele...- me dijo mientras se acomodaba nerviosa el cabello.
Volteé a ver la televisión y efectivamente estaba encendida en un canal de animales salvajes.
-vaya borrachera que me he puesto el día de hoy- pensé- mira que confundir el llanto de una mujer con los rugidos de algún animal salvaje, que confusión!
-Está bien, pero apaga ya la televisión que ya es muy tarde para estar despierta no lo crees?
-Si papá, lo que tú digas…
Desde aquella noche me quedé pensando, había sido tanta mi borrachera para producir tal confusión?
Dos noches más tarde comprobé que, aunque borracho estaba, no había perdido totalmente la noción pues, estando a punto de dormir, escuché los mismos ruidos que provenían de su cuarto. Con mucho cuidado me levanté tratando de no hacer ruido, opté por usar mis pantuflas en vez de las sandalias para lograr mí objetivo y silenciosamente me dirigí hacia su habitación.
Esta vez, en lugar de entrar de golpe como lo había hecho la otra noche, abrí lentamente la
puerta de su alcoba sin hacer ruido de forma que no se enterara de mi presencia. En ese momento me quedé alucinado al ver a mi hija echada en su camita, con el camisón subido hasta el ombligo, las bragas blancas enrolladas en sus tobillos y entre sus muslos una almohada que apretaba fuertemente provocando una notoria masturbación; se veía increíblemente sensual!
De inmediato sentí como el semen se me iba a la punta de la verga que se me puso tiesa al instante.
No supe que hacer y tan solo me quedé allí, de pie, pasmado y endiosado con la imagen.
Rosita seguía jadeando con los ojos cerrados, las mejillas rojas como tomates y el pelo
alborotado de sudor mientras se retorcía por toda la cama.
Cuando supuse que estaba por terminar, nuevamente cerré la puerta con mucho cuidado y me fui a mi habitación. Esa noche ni dormí ni logré que la verga se me bajara de la erección que me provocaba nomás acordarme de mi hija desnuda revolcándose por toda la cama.
Al día siguiente ya no la volví a ver igual y es que si bien desde hacía 2 días que le guardaba cierto rencor, ahora no solo era eso si no que comenzaba a fijarme más en ella pero como mujer. Me imaginaba que sería verle desnudos esos pechitos tan lindos que eran como del tamaño de dos jugosas mandarinas. Me empezó a obsesionar su cuerpo a tal grado que el culo se lo idolatraba y con cada imagen suya me iba a masturbar al baño.
Una noche que no dejaba de pensar en ella, armado de valor y con sed de venganza, entré sigilosamente en su alcoba.
Rosita estaba dormida sin taparse con las cobijas porque hacía mucho calor, yo llevaba tan solo mi bóxer como única vestimenta. Encendí la luz de la lámpara de mesa y noté que Rosita dormía de lado, muy tranquila, con su camisón tapándole las largas y torneadas piernas.
Ya tenía en mente que decirle si se despertaba; le confesaría que ya sabía de sus malas intenciones y que su madre y ella eran un par de arpías.
Me acosté a su lado despacio e inmediatamente me cautivó el olor de su pelo rubio perfumado, me acerqué más a ella y besé su cabello, me atreví un poco más y… continué con su nuca, después sus hombros… la fui cubriendo de tiernos besos y mientras mi polla luchaba por liberarse de mi bóxer…
Con manos temerosas acaricié su cintura, breve y estrecha, jamás había tenido una cintura tan perfecta en mis manos. En eso, Rosita volvió su cabeza hacia mí con los ojos muy abiertos. Un silencio inundó la habitación por varios segundos hasta que un poco más relajada me dijo:
-Enorme susto el que me has dado papá… pero, que estás haciendo?
-Lo siento mucho hija, pensé que estabas dormida…
Mi hija me miró a los ojos como queriendo encontrar la verdad en ellos. Al parecer sabía perfectamente de mis morbosas intenciones o al menos mi estancia a esas horas de la noche en su alcoba, cuando sabía perfectamente que ella dormía, le hacía desconfiar.
-Mmmm mi papito… seguramente estas triste como la otra noche no es así?
-triste yo?
-Sí, o no fue por eso que bebiste tanto la otra noche?
-Bueno fue por algo que me entristeció mucho sabes? Me enteré de que una persona bastante cercana a mí, con la que recién me comenzaba a encariñar, me había traicionado.
Mi hija permaneció en silencio algunos segundos más y tras meditarlo un poco, supongo yo, me dijo:
- abrázame, anda...
Rodeándola con mis brazos por detrás, la abracé y, para sorpresa mía, ella se apretujó contra mí de forma que su espalda se pegó a mi pecho y su culito respingón rozó ligeramente mi verga. Juro que en ese momento creí que la poseería allí mismo, pero afortunadamente pude controlarme.
Era una delicia tenerla así, tan cerquita de mi cuerpo. Y es que desde que me había enterado de su traición le había tomado tanto rencor que la noche que la sorprendí masturbándose en su cama, sin dudarlo opte por formular un plan, un plan morboso que así como podría llevarme a probar su divino cuerpo podía llevarme al infierno mismo.
Así como estaba, abrazado a ella, me atreví a ir más lejos y, con mis manos llenas de deseo y sin darle tiempo de reacción, le subí poco a poco el camisón hasta poder acariciar sus piernas largas y suaves, su vientre liso, sus muslos duros, para después, subiendo un poco más mis manos hasta los lugares tan prohibidos como divinos de su cuerpo, pasar mis manos por debajo de su camisón y coger con la palma de mis manos sus redondos pechos. En el momento que apreté aquellos jugosos senitos en mis manos como si se tratasen de 2 enormes toronjas a las que quisiere sacarles jugo, la sentí estremecerse y noté que los pezoncitos se ponían muy duritos.
- Ayyy Rosita…- fue lo único que atine a decir al sentir tal delicia en la palma de mis manos.
Ella callaba y yo aprovechaba su silencio interpretándolo a mi conveniencia como su consentimiento. La notaba respirar un poco agitaba bajo mis manos. Acaricié una y otra vez sus pechitos, apretando sus pezones, pellizcándolos muy suavemente hasta notarlos erectos y excitados, estuve como media hora masajeando los pechos de mi hija y frotando muy suave mi polla, protegida por la barrera que significaba mi bóxer, contra su culito protegido tan solo por el camisón. No cabe duda de que era lo más delicioso que había sentido en mi vida.
Bajé mis manos hacia sus bragas y noté que estaba ya medio mojadita. Acaricié su coñito por encima de la braga y noté como su cuerpo se ponía tenso al contacto, y un gemido escapaba de sus labios.
-Que delicia, ya estas toda mojadita… pero imagino que debe ser una delicia penetrar un coñito tan lindo…
Me incorporé en la cama, y lleno de deseo la volteé de forma
que la puse boca arriba. Rosita me miraba con los ojos muy abiertos, las
mejillas coloradas y el pelo sudoroso. Al parecer estaba casi tan excitada como yo y se
dejaba hacer como una muñeca… mi muñeca.
Sin esperar más tiempo, la despojé del camisón. Sus preciosos pechos aparecieron a mi
vista, perfectos, sonrosados, aún con los pezones erectos y con boca hambrienta los introduje en mi boca uno detrás del otro.
Era una delicia chupar aquellos pezones rosados y duros… saborearlos, mordisquearlos…
Rosita se retorcía de placer, gemía como toda una mujer escandalosamente. Cerraba los ojos dejándose hacer todo lo que su papá quisiera. Lamí toda su piel desde el cuello hasta la goma de sus bragas blancas y después se las saqué con los dientes tirando hacia abajo.
Tenía un coñito suave y rosado, sin un solo pelo en él pues al parecer lo depilaba constantemente.
Con mis dedos separé sus labios vaginales, estaban hinchaditos y rosados, pegajosos del flujo que segregaban. Rápidamente comencé a acariciarlo viendo cómo se abría como una flor inmaculada y según avanzaban mis dedos hacia su agujero Rosita gemía más y más agitadamente. Comencé a bajar mi bóxer hasta deshacerme de él completamente y dejar libre mi larga y gorda verga que estaba a punto de explotar de excitación.
Comencé a penetrarla cuidadosamente con los dedos en su coñito, que estaba ardiendo y
chorreando. Tanto así que mis dedos entraban y salían fácilmente. Ansioso por probar su sabor, separé sus piernas y hundí mi boca en su entrepierna. Como loco comí hambriento de aquel manjar que se me ofrecía.
Cuando ya no pude más me incorporé y me eché sobre ella, su cuerpecito se estremeció bajo el mío al sentir la punta de mi verga en la entrada de su cuevita. Con cuidado metí la punta de mi verga que estaba ardiendo de calentura en su abertura y pareció que me aprisionaba la carne con aquel coñito tan calientito como apretadito.
-Métemela papá, métemela ya!- Gritó mi hija mientras una lágrima comenzaba a correr por su precioso rostro.
-Tranquila que te la daré toda, la vas a tener toda, te voy a follar hasta llenarte de leche caliente... Hmm
En ese momento la ensarté con mi verga de un solo golpe y oh sorpresa, su himen se rompió. Había desvirgado a mi propia hija! Quien lo hubiera pensado! Virgen ella!!!
Rosita gritó al sentirse desvirgada y me agarró los brazos con fuerza, era delicioso sentirme dentro de aquel cuerpecito tan deseado. Mi verga latía ardiendo dentro de su pequeño coño chorreando flujo y un poco de sangre que escurría por sus piernas. Cuando la sentí quieta, empecé a bombearla una y otra vez, metía y sacaba mi polla de su coñito cada vez más rápido, a cada embestida era una explosión de placer lo que nos provocaba a los dos. Ella gemía como una mujer arqueándose hacia mí, moviendo su culito para que a cada follada que le hacía me sintiese más dentro. Creí que iba a traspasarla de tanto que la penetraba y tan fuerte que la metía a cada empujón.
-Aaahhhhh papá, papito!! Másss asíiii siii papiiii Hmm
Estuvimos así follando casi media hora, sin parar de embestirla, a veces paraba de follarla para detenerme a comerle los pechos o lamerle su vagina dilatada y ardiente pero en seguida la volvía a penetrar otra vez.
Al final, cuando sentí que ya no podría aguantar más la volteé de forma que con un almohadón la puse a cuatro patas sobre la cama y agarrando sus caderas la atraje hacia mí.
-Aún falta lo mejor, este culito tiene que ser mío o muero en el intento...-dicho esto, inmediatamente empecé a lamer su ano, estaba dilatado y chorreado de sus jugos vaginales… Enseguida se abrió como pidiendo que lo poseyera. Cuando ya lo creí preparado, la ensarté de golpe, apenas duraron unos minutos sus lágrimas y sus quejas, porque enseguida entraba y salía mi polla de su culito como el cuchillo en la mantequilla, era un placer increíble follarme el culo de mi recién conocida y traicionera hija.
Pronto, ella misma golpeaba sus nalgas contra mi verga para sentir más placer a cada empujón que yo le daba, y en unos minutos me corrí dentro de ella inundando su culito de leche caliente que le escurría por los muslos abajo.
Después de aquello, los dos nos quedamos agotados, dormidos, desnudos y abrazados. Al día siguiente, al despertar con ella en mis brazos, le dije:
-Creo que es hora de que mandes un correo a la arpía de tú madre para que le informes que tus problemas económicos han terminado pues de hoy en adelante te vienes a vivir aquí conmigo… después de lo que han intentado hacerme ya no puedo verte como una hija pero si me encantaría tenerte a mi lado como mujer… después de todo serás mi esposa y es mi deber mantener a la mujer que cuide de mi hogar…
-Y la escuela papá?
-De la escuela te olvidas… aquí en casa no necesitas más que practicar en mi cama para darme todo lo que necesito… a partir de ya eres la mujer de este hogar y empezarás a comportarte como tal…! te presentaré como mi esposa y serás la mujer del cirujano más solicitado de la ciudad…
Ese mismo día Rosita le envió un mail a su madre informándole que no regresaría, las razones, papá la había sodomizado…
Sufrí por años la pérdida de aquella hija con la que siempre soñé y siempre pensé en buscarla pero dado a mi condición social y económica sabía que lo mejor sería no meterme en líos con gente de poder tanto económico como político y me quedé como un tonto perdedor cruzado de brazos.
Pronto, con los años, el recuerdo de mi ex amor ya no me importaba; ya no me interesaba saber nada de Juliana y, aunque el recuerdo de la hija que nunca pude conocer seguía en mi mente, logré terminar de estudiar medicina y pronto me consolidé como un gran médico cirujano y conseguí una buenísima posición tanto social como económica.
Cambié de ciudad debido a que me ofrecieron un excelente trabajo en una clínica privada, me mude a una gran casa y las pretendientas me llovían al por mayor. Me follaba doctoras, enfermeras, estudiantes de medicina y no me daba abasto pero con ninguna pretendía formalizar una relación… Viajaba en BMW, tenía una casa lujosa y parecía tener una vida perfecta pero justo cuando cumplí 40, una visita cambió mi vida...
Una tarde al salir de mi consultorio, la secretaria me dijo que una mujer rubia de porte muy elegante había ido a buscarme. Al principio supuse que se trataba de una de las tantas mujeres con las que me había acostado que iba a reclamarme el no haberla vuelto a buscar después de una noche salvaje de sexo pero, tras pedirle mayores detalles a mí secretaria, el retrato hablado parecía ser el de Juliana.
Pronto tuve que encontrarme personalmente con aquella mujer que tanto dolor había causado en mi vida y como si nunca hubiese pasado nada me saludaría después de poco más de 18 años de inexistencia:
-Hola Roberto! No sabes cuánto tiempo he estado buscándote…
-Disculpa Juliana pero yo contigo no tengo de que hablar.- le dije y me di la vuelta tratando de huir de aquél momento que, por extrañas razones que supongo fueron recuerdos muertos que volvían a nacer, tanto dolor me estaba volviendo a causar.
-Ni si quiera de tu hija?- Me dijo Juliana haciendo que detuviera mi escape que tan apresurado comenzaba a ser.
Aquello fue mi punto débil pues si bien a Juliana la había olvidado completamente, o al menos eso pensaba, a mi hija nunca la olvidé. Decidí darle unos segundos para que se expresara y tras oír tontería y media como el fallecimiento de su marido, el cual era el padre adoptivo de Rosita- que era como me enteré se llamaba mi hija- finalmente me dijo el motivo principal de su visita y el motivo por el que le había permitido hablar conmigo pues en el fondo yo añoraba oír eso.
-Nuestra hija te quiere conocer.
"Nuestra" hija me quiere conocer… ahora resulta que sí es mi hija.- pensé y de inmediato supuse que Juliana de alguna manera se había enterado de mi éxito económico y, ahora que su marido estaba muerto, de alguna manera querría sacar provecho.
Sin embargo no iba a negarme a conocer al amor que me había sido arrebatado años atrás y que tanto había soñado conocer. Así que fue así como Rosita llegó en julio a mí vida para pasar las vacaciones de verano conmigo. Tenía 18 años recién cumplidos… llegó a mi casa con varias maletas, cara de susto y mirándome como al extraño que realmente era para ella.
Era una chica bastante educada, preciosa desde luego, alta, con melena rubia y unos enormes ojos azules como los de su madre. De piel muy blanca y un cuerpecito delgado pero muy bien formado. No hablaba mucho supongo por la desconfianza que le daba el no conocerme. Aun así, no nos costó demasiado acostumbrarnos el uno al otro pues aunque nunca antes habíamos vivido juntos, parecíamos tener los mismos gustos como por ejemplo, entre otras cosas, nos gustaba a los dos dormir temprano, hacer ejercicio, dormir con una luz encendida, el agua de mango y salir a caminar cuando llovía.
Rosita parecía ser la hija perfecta. Conforme pasaban las semanas nos fuimos tomando confianza a tal grado que ella comenzaba a decirme papá en vez de don Roberto; que era como me decía cuando me conoció.
Sin embargo todo cambiaría cuando una tarde al prestarle mi laptop ella olvidaría cerrar su e-mail. Lo primero que quise fue cerrarlo y no andar hurgando en sus intimidades bien dicen que la curiosidad siempre termina ganando y tras hurgar un poco entre sus correos vi uno que me dejó más decepcionado que pasmado. Se trataba de un mail de su madre quien le preguntaba cómo iba todo, si yo la trataba bien, si comía a sus horas, si mi casa era tan grande como le habían dicho y si al fin había logrado que yo me encariñara con ella. Pero la frase final era lo que resumía todo el legajo de hojas.
Pórtate bien con él y cúmplele todos sus caprichos, recuerda que necesitamos mucho de su dinero para que puedas seguir estudiando en esa escuela tan cara…
Bingo! Ahí tenía el motivo de su visita pues, si el amor de padre me había cegado totalmente y no me había dado cuenta de las intenciones de Juliana, el mail me abría los ojos de lleno y me hacía sufrir mucho más que la primera vez que me habían arrebatado a mi hija.
No supe que hacer más que romper en llanto desconsolado. Esa noche me salí a beber sin un amigo; quería estar solo con mis pensamientos, como lo había estado hacía mucho... Llegué a casa bastante borracho, las luces estaban apagadas con excepción de la del baño que mi hija seguramente había dejado prendida.
-Bah, malditas cosas en común falsas… seguramente su madre le contó todo de mí y todo lo tenían planeado para que yo pensara en lo mucho que teníamos en común y le agarrara más cariño.- murmure entre dientes como el borracho que apenas articula palabra.
A duras penas caminaba hacia mi habitación dispuesto a tumbarme en la cama y dormir profundamente para al día siguiente pensar con mayor claridad qué hacer con ese par de arpías. Pero cuando pasé por su habitación escuché ruidos bastante inquietantes. Intente concentrar y agudizar mi sentido del oído, debilitado por el alcohol, al máximo para lograr escuchar con mayor claridad aquellos ruidos pero, tras pegar la oreja a la puerta, lo único que pude concluir era de que se trataba del llanto de una mujer.
Giré la perilla dispuesto a gritarle mi descubrimiento y dejar libre mi ira pero al entrar hallé a mi hija Rosita muy sofocada encima de la cama vistiendo tan solo un camisón, con el pelo revuelto y sobresaltada de verme allí; era obvio que no me esperaba.
-¿Qué haces? Me pareció oírte llorar.- Fue lo único que se me ocurrió decirle cambiando rotundamente mis planes y sintiendo como la borrachera se me bajaba casi de golpe.
-Nada papá, era la tele...- me dijo mientras se acomodaba nerviosa el cabello.
Volteé a ver la televisión y efectivamente estaba encendida en un canal de animales salvajes.
-vaya borrachera que me he puesto el día de hoy- pensé- mira que confundir el llanto de una mujer con los rugidos de algún animal salvaje, que confusión!
-Está bien, pero apaga ya la televisión que ya es muy tarde para estar despierta no lo crees?
-Si papá, lo que tú digas…
Desde aquella noche me quedé pensando, había sido tanta mi borrachera para producir tal confusión?
Dos noches más tarde comprobé que, aunque borracho estaba, no había perdido totalmente la noción pues, estando a punto de dormir, escuché los mismos ruidos que provenían de su cuarto. Con mucho cuidado me levanté tratando de no hacer ruido, opté por usar mis pantuflas en vez de las sandalias para lograr mí objetivo y silenciosamente me dirigí hacia su habitación.
Esta vez, en lugar de entrar de golpe como lo había hecho la otra noche, abrí lentamente la
puerta de su alcoba sin hacer ruido de forma que no se enterara de mi presencia. En ese momento me quedé alucinado al ver a mi hija echada en su camita, con el camisón subido hasta el ombligo, las bragas blancas enrolladas en sus tobillos y entre sus muslos una almohada que apretaba fuertemente provocando una notoria masturbación; se veía increíblemente sensual!
De inmediato sentí como el semen se me iba a la punta de la verga que se me puso tiesa al instante.
No supe que hacer y tan solo me quedé allí, de pie, pasmado y endiosado con la imagen.
Rosita seguía jadeando con los ojos cerrados, las mejillas rojas como tomates y el pelo
alborotado de sudor mientras se retorcía por toda la cama.
Cuando supuse que estaba por terminar, nuevamente cerré la puerta con mucho cuidado y me fui a mi habitación. Esa noche ni dormí ni logré que la verga se me bajara de la erección que me provocaba nomás acordarme de mi hija desnuda revolcándose por toda la cama.
Al día siguiente ya no la volví a ver igual y es que si bien desde hacía 2 días que le guardaba cierto rencor, ahora no solo era eso si no que comenzaba a fijarme más en ella pero como mujer. Me imaginaba que sería verle desnudos esos pechitos tan lindos que eran como del tamaño de dos jugosas mandarinas. Me empezó a obsesionar su cuerpo a tal grado que el culo se lo idolatraba y con cada imagen suya me iba a masturbar al baño.
Una noche que no dejaba de pensar en ella, armado de valor y con sed de venganza, entré sigilosamente en su alcoba.
Rosita estaba dormida sin taparse con las cobijas porque hacía mucho calor, yo llevaba tan solo mi bóxer como única vestimenta. Encendí la luz de la lámpara de mesa y noté que Rosita dormía de lado, muy tranquila, con su camisón tapándole las largas y torneadas piernas.
Ya tenía en mente que decirle si se despertaba; le confesaría que ya sabía de sus malas intenciones y que su madre y ella eran un par de arpías.
Me acosté a su lado despacio e inmediatamente me cautivó el olor de su pelo rubio perfumado, me acerqué más a ella y besé su cabello, me atreví un poco más y… continué con su nuca, después sus hombros… la fui cubriendo de tiernos besos y mientras mi polla luchaba por liberarse de mi bóxer…
Con manos temerosas acaricié su cintura, breve y estrecha, jamás había tenido una cintura tan perfecta en mis manos. En eso, Rosita volvió su cabeza hacia mí con los ojos muy abiertos. Un silencio inundó la habitación por varios segundos hasta que un poco más relajada me dijo:
-Enorme susto el que me has dado papá… pero, que estás haciendo?
-Lo siento mucho hija, pensé que estabas dormida…
Mi hija me miró a los ojos como queriendo encontrar la verdad en ellos. Al parecer sabía perfectamente de mis morbosas intenciones o al menos mi estancia a esas horas de la noche en su alcoba, cuando sabía perfectamente que ella dormía, le hacía desconfiar.
-Mmmm mi papito… seguramente estas triste como la otra noche no es así?
-triste yo?
-Sí, o no fue por eso que bebiste tanto la otra noche?
-Bueno fue por algo que me entristeció mucho sabes? Me enteré de que una persona bastante cercana a mí, con la que recién me comenzaba a encariñar, me había traicionado.
Mi hija permaneció en silencio algunos segundos más y tras meditarlo un poco, supongo yo, me dijo:
- abrázame, anda...
Rodeándola con mis brazos por detrás, la abracé y, para sorpresa mía, ella se apretujó contra mí de forma que su espalda se pegó a mi pecho y su culito respingón rozó ligeramente mi verga. Juro que en ese momento creí que la poseería allí mismo, pero afortunadamente pude controlarme.
Era una delicia tenerla así, tan cerquita de mi cuerpo. Y es que desde que me había enterado de su traición le había tomado tanto rencor que la noche que la sorprendí masturbándose en su cama, sin dudarlo opte por formular un plan, un plan morboso que así como podría llevarme a probar su divino cuerpo podía llevarme al infierno mismo.
Así como estaba, abrazado a ella, me atreví a ir más lejos y, con mis manos llenas de deseo y sin darle tiempo de reacción, le subí poco a poco el camisón hasta poder acariciar sus piernas largas y suaves, su vientre liso, sus muslos duros, para después, subiendo un poco más mis manos hasta los lugares tan prohibidos como divinos de su cuerpo, pasar mis manos por debajo de su camisón y coger con la palma de mis manos sus redondos pechos. En el momento que apreté aquellos jugosos senitos en mis manos como si se tratasen de 2 enormes toronjas a las que quisiere sacarles jugo, la sentí estremecerse y noté que los pezoncitos se ponían muy duritos.
- Ayyy Rosita…- fue lo único que atine a decir al sentir tal delicia en la palma de mis manos.
Ella callaba y yo aprovechaba su silencio interpretándolo a mi conveniencia como su consentimiento. La notaba respirar un poco agitaba bajo mis manos. Acaricié una y otra vez sus pechitos, apretando sus pezones, pellizcándolos muy suavemente hasta notarlos erectos y excitados, estuve como media hora masajeando los pechos de mi hija y frotando muy suave mi polla, protegida por la barrera que significaba mi bóxer, contra su culito protegido tan solo por el camisón. No cabe duda de que era lo más delicioso que había sentido en mi vida.
Bajé mis manos hacia sus bragas y noté que estaba ya medio mojadita. Acaricié su coñito por encima de la braga y noté como su cuerpo se ponía tenso al contacto, y un gemido escapaba de sus labios.
-Que delicia, ya estas toda mojadita… pero imagino que debe ser una delicia penetrar un coñito tan lindo…
Me incorporé en la cama, y lleno de deseo la volteé de forma
que la puse boca arriba. Rosita me miraba con los ojos muy abiertos, las
mejillas coloradas y el pelo sudoroso. Al parecer estaba casi tan excitada como yo y se
dejaba hacer como una muñeca… mi muñeca.
Sin esperar más tiempo, la despojé del camisón. Sus preciosos pechos aparecieron a mi
vista, perfectos, sonrosados, aún con los pezones erectos y con boca hambrienta los introduje en mi boca uno detrás del otro.
Era una delicia chupar aquellos pezones rosados y duros… saborearlos, mordisquearlos…
Rosita se retorcía de placer, gemía como toda una mujer escandalosamente. Cerraba los ojos dejándose hacer todo lo que su papá quisiera. Lamí toda su piel desde el cuello hasta la goma de sus bragas blancas y después se las saqué con los dientes tirando hacia abajo.
Tenía un coñito suave y rosado, sin un solo pelo en él pues al parecer lo depilaba constantemente.
Con mis dedos separé sus labios vaginales, estaban hinchaditos y rosados, pegajosos del flujo que segregaban. Rápidamente comencé a acariciarlo viendo cómo se abría como una flor inmaculada y según avanzaban mis dedos hacia su agujero Rosita gemía más y más agitadamente. Comencé a bajar mi bóxer hasta deshacerme de él completamente y dejar libre mi larga y gorda verga que estaba a punto de explotar de excitación.
Comencé a penetrarla cuidadosamente con los dedos en su coñito, que estaba ardiendo y
chorreando. Tanto así que mis dedos entraban y salían fácilmente. Ansioso por probar su sabor, separé sus piernas y hundí mi boca en su entrepierna. Como loco comí hambriento de aquel manjar que se me ofrecía.
Cuando ya no pude más me incorporé y me eché sobre ella, su cuerpecito se estremeció bajo el mío al sentir la punta de mi verga en la entrada de su cuevita. Con cuidado metí la punta de mi verga que estaba ardiendo de calentura en su abertura y pareció que me aprisionaba la carne con aquel coñito tan calientito como apretadito.
-Métemela papá, métemela ya!- Gritó mi hija mientras una lágrima comenzaba a correr por su precioso rostro.
-Tranquila que te la daré toda, la vas a tener toda, te voy a follar hasta llenarte de leche caliente... Hmm
En ese momento la ensarté con mi verga de un solo golpe y oh sorpresa, su himen se rompió. Había desvirgado a mi propia hija! Quien lo hubiera pensado! Virgen ella!!!
Rosita gritó al sentirse desvirgada y me agarró los brazos con fuerza, era delicioso sentirme dentro de aquel cuerpecito tan deseado. Mi verga latía ardiendo dentro de su pequeño coño chorreando flujo y un poco de sangre que escurría por sus piernas. Cuando la sentí quieta, empecé a bombearla una y otra vez, metía y sacaba mi polla de su coñito cada vez más rápido, a cada embestida era una explosión de placer lo que nos provocaba a los dos. Ella gemía como una mujer arqueándose hacia mí, moviendo su culito para que a cada follada que le hacía me sintiese más dentro. Creí que iba a traspasarla de tanto que la penetraba y tan fuerte que la metía a cada empujón.
-Aaahhhhh papá, papito!! Másss asíiii siii papiiii Hmm
Estuvimos así follando casi media hora, sin parar de embestirla, a veces paraba de follarla para detenerme a comerle los pechos o lamerle su vagina dilatada y ardiente pero en seguida la volvía a penetrar otra vez.
Al final, cuando sentí que ya no podría aguantar más la volteé de forma que con un almohadón la puse a cuatro patas sobre la cama y agarrando sus caderas la atraje hacia mí.
-Aún falta lo mejor, este culito tiene que ser mío o muero en el intento...-dicho esto, inmediatamente empecé a lamer su ano, estaba dilatado y chorreado de sus jugos vaginales… Enseguida se abrió como pidiendo que lo poseyera. Cuando ya lo creí preparado, la ensarté de golpe, apenas duraron unos minutos sus lágrimas y sus quejas, porque enseguida entraba y salía mi polla de su culito como el cuchillo en la mantequilla, era un placer increíble follarme el culo de mi recién conocida y traicionera hija.
Pronto, ella misma golpeaba sus nalgas contra mi verga para sentir más placer a cada empujón que yo le daba, y en unos minutos me corrí dentro de ella inundando su culito de leche caliente que le escurría por los muslos abajo.
Después de aquello, los dos nos quedamos agotados, dormidos, desnudos y abrazados. Al día siguiente, al despertar con ella en mis brazos, le dije:
-Creo que es hora de que mandes un correo a la arpía de tú madre para que le informes que tus problemas económicos han terminado pues de hoy en adelante te vienes a vivir aquí conmigo… después de lo que han intentado hacerme ya no puedo verte como una hija pero si me encantaría tenerte a mi lado como mujer… después de todo serás mi esposa y es mi deber mantener a la mujer que cuide de mi hogar…
-Y la escuela papá?
-De la escuela te olvidas… aquí en casa no necesitas más que practicar en mi cama para darme todo lo que necesito… a partir de ya eres la mujer de este hogar y empezarás a comportarte como tal…! te presentaré como mi esposa y serás la mujer del cirujano más solicitado de la ciudad…
Ese mismo día Rosita le envió un mail a su madre informándole que no regresaría, las razones, papá la había sodomizado…