Mi Experiencia en Familia - Capitulos 001 al 002

heranlu

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Mi Experiencia en Familia - Capitulo 001

Éramos tres primos y una prima, Javier, Jacinto, Alicia y yo. Desde muy niños era Alicia la que cortaba el bacalao. A mí me llamaba Randa, a mi primo Javier le llamaba Gato y a su hermano le llamaba Rata y por supuesto ella era Alicia Babá. Le faltaban 37 ladrones, pero cómo ella decía: "Por algo se empieza".

Nuestra cueva, Sésama, estaba era el monte y tenía cuatro colchones, mantas y sábanas, un mueble viejo con cajones una mesa, cuatro sillas, cuatro platos, cuatro cucharas, cuatro cuchillos, trapos, velas y un quinqué que habíamos mangado en una casa abandonada.

El monte tenía un estanque donde nos bañábamos desnudos mis primos y yo cuando Alicia no estaba.

Un día a mi prima le empezaron a salir las tetas y desde ese momento dejaría de enredarnos en sus aventuras, aventuras que serían muy largas de contar, pero que básicamente se trataban de peleas o de pequeños hurtos de fruta, de enseres en las casas abandonadas, cositas en la taberna mientras alguno distraía a la tabernera..., pero a lo que iba, ese día nos dijo con aires de superioridad:

-Dejo de ser vuestra jefa. Sois muy críos para mí.

Alicia era delgada cómo un fideo y tenía la misma edad que yo, pero la verdad era que me gustaba, por eso no tomé bien lo de su marcha. Le dije:

-Sin tiempo no era. Ya estaba cansado de obedecer a un adefesio.

Se puso alta.

-¿Qué coño es un adefesio?

Me puse más alta que ella.

-Míralo en el diccionario, inculta.

Levantó la mano. La miré con cara de mal hostia, se rajó y se fue. Debió preguntar lo que significaba adefesio, ya que dejó de hablarme.

Unos años más tarde, Jacinto, Javier y yo éramos tres muchachos delgados, de estatura mediana y bastante apuestos. Estaba bien entrada la primavera cuando fuimos a bañarnos en el embalse, un embalse que tendría unos quince metros de largo por unos seis de ancho y que estaba cubierto por nenúfares por los lados. Sobre ellos y entre ellos croaban las ranas de aquel embalse que regaba las huertas de los vecinos de mi aldea. Nos bañamos en pelotas. Después cogimos nuestras ropas y bocadillos y fuimos para un pequeño campo de hierba rodeado por matorrales. Allí en pelotas sobre la hierba nos pusimos a conversar mientras oíamos titear a las perdices, cantar a los grillos, trinar pájaros de distintas clases... Jacinto, el hermano de Alicia, nos dijo:

-Sé de un juego que os va a dejar...

Lo corté.

-Con el culo roto.

-Puede, nunca se sabe.

-¿Y qué juego es ese?

-El de la gallina ciega.

Javier le dijo:

-Ese juego es de niñas

-Sí, y jugué a él con mi hermana y con Conchita. Se pasa de puta madre.

Me picó el gusanillo de la curiosidad.

-¿Les tocaste las tetas?

Jacinto se hizo el interesante.

-¡Ah! Si queréis saber lo que les hice tendréis que jugar.

-Me late que es un juego diferente al de la gallina ciega -le dijo Javier-. ¿Me equivoco?

-No, mi hermana y la Rubia, acabaron cómo estamos nosotros.

-¡¿Has visto desnudas a tu hermana y a Conchita?!

-Si, después de vendarme los ojos se desnudaron, y cuando me quité la venda las vi. ¿Jugáis o no jugáis?

Aquello me olía a mariconada.

-Dime cómo va la cosa.

-La cosa va así. Yo me vendo los ojos y vosotros os cambiáis de sitio, yo no sabré donde estáis. Al encontraros os chuparé las tetas, os besaré y si aún no descubrí quien es quien os chuparé las pollas hasta que lo descubra.

-A ver, a ver -le dije yo-. ¿Me estás diciendo que le comiste la boca, las tetas y la almeja a tu hermana?

-A ella y a Conchita.

-Joder, joder, joder ¡Lo que daría por haber estado en tu sitio! ¿Se corrieron?

-¿Tú que crees?

-Que no, tú no tienes idea de cómo se come un coño.

Por primera vez en su vida me habló con aires de superioridad.

-Lo sé comer mejor que tú.

-A ver, atontado, un culo no es un coño. ¿Lo pillas?

-A lo mejor algún día pillas tú la idea de que cuando se le come el coño a una mujer también se le come el culo.

-A tu hermana no me importaría comerle el culo si ella quisiera.

-A lo mejor está deseando que le comas ambas cosas.

-Más quisiera yo, pero tu hermana me odia desde que le dije que era un adefesio.

-Las mujeres son muy complicadas, Quique. A ver. ¿Jugáis?

Javier se anotó.

-Yo juego un ratito.

No me lo podía creer.

-¡¿Vas a dejar que te dé besos y te la chupe?!

-Todo es cuestión de cerrar los ojos y pensar que es su hermana.

-¡Par de maricones!

Jacinto no estaba conforme.

-Solo contigo no sería jugar a la gallina ciega, Javier, además, a ti ya te la chupé.

Miré para Javier y me dijo:

-¡¿Qué?! Es mejor que tirar una paja.

-Fijo que también le diste por el culo.

-¿Y si le di, qué?

-Me late que también te dio él a ti.

-En el sexo no hay que ser egoísta.

-¡La hostia! Y yo bañándome desnudo con vosotros. Se me quitaron las ganas de comer el bocadillo.

Jacinto me dijo:

-Vaya tontería.

Javier nos dejaba.

-Visto el cariz que toman las cosas me voy comiendo el bocadillo camino a casa. Tengo muchas cosas que hacer.

Javier al día siguiente se iba para Ferrol a hacer la mili. Se vistió y se fue comiendo el bocadillo. Al irse Javier, Jacinto me dijo:

-Me muero por hacerte una paja.

Sin levantar la voz, le dije:

-Pues muérete.

-Te gustaría si te la chupo.

-No me va a gustar porque tú no vas a chupar nada.

-Si cierras los ojos y piensas que es mi hermana quien te la chupa...

Para que me dejara en paz le quise dar donde más duele.

-Me gusta más tu madre, la debe chupar de maravilla.

Estaba equivocado, le había dado donde más le gustaba.

-Sí, fue ella la que me aprendió a chupar pollas.

Aquella confesión no me la esperaba.

-¡¿No me mientes?!

-No, no te miento, mi madre está muy necesitada. Al estar mi padre en Alemania pasa muchas ganas.

-¿Te dijo ella que estaba muy necesitada?

-Sí, eso y muchas cosas más.

-¿Cómo qué?

-Cómo que le gusta que le coman el coño hasta que se corre, mamarla, que se la metan en el culo..., cosas así.

-¿Te la follas?

-Sí, por el culo.

-Por donde a ti te gusta.

-Me gusta por los dos lados, pero en el coño no me deja meterla porque tiene miedo a quedar preñada

-¿Y a tu hermana?

-A mi hermana no la follé ni por un lado ni por el otro.

-¡Si llega a saber que follas con tu madre...!

-Lo sabe.

-No te creo. ¿Cómo lo supo?

-Lo supo una noche que dormimos mi hermana, ella y yo en su cama, hacía mucho calor y dormíamos destapados. Yo estaba a su lado y mi hermana al mío. Debían ser más de las dos de la madrugada cuando sentí una mano dentro de mi calzoncillo. Abrí los ojos y vi que era la de mi madre. Tenía una mano dentro de sus bragas y la otra donde te dije. Pasado un tiempo, miró para mi hermana, vio que estaba dormida, acercó su boca a mi oído y susurró:

-"Cómeme el coño".

-Me había aprendido ella a comer un coño. Me metí entre sus piernas. Al lamer vi que tenía el coño encharcado. En ese momento no supe que era porque ya se había corrido, y eso hizo que me llevase un mundo de tiempo hacer que se corriera de nuevo... Ya llevaba un buen rato comiéndole el coño cuando miré para el lado y vi que mi hermana nos estaba mirando. Tenía una mano dentro de las bragas y esa mano se movía de abajo a arriba y de arriba a abajo, o sea, que se estaba haciendo una paja. Ya no dejé de mirar para mi hermana ni ella dejó de mirar para mí. Al rato se bajó las bragas hasta las rodillas y se giró para mi lado. Yo agarré la polla y me la empecé a menear... Poco después mi hermana tapaba la boca con una mano y se encogía. Se estaba corriendo y yo me corrí al verla gozar. Mi madre me sintió gemir en bajito, me cogió la cabeza con una mano, frotó el coño contra mi nariz y mi cara y se corrió como una cerda.

-Me acabas de poner a mil.

Me miró para la polla.

-Se nota, se nota, se te puso gorda. ¡Qué rica debe estar!

-No la vas a catar por más que me calientes por la oreja, mariconazo. ¿Después de eso pasó algo?

-Sí, una media hora después cuando Alicia sintió a nuestra madre roncar.

-¿Qué pasó?

-Que mi hermana me cogió una mano y me la llevó a su coño. Lo tenía empapado, me desplacé hacia su lado, metí mi cabeza entre sus piernas y le comí el coño. ¡Estaba delicioso!

-¿Estaba más rico que el de tu madre?

-Estaba mucho más rico que el de mi madre. Volví a coger la polla y comencé a menearla. Al rato mi hermano empezó a echar tal cantidad de agua por el coño que creí que se estaba meando con el gusto, pero no, no era meó, ya que no olían ni sabía a meo, eran los jugos de su corrida, me los papé y papándolos me corrí en mi mano.

-Debe ser una maravilla follar con ella.

-Follar, lo que es follar no sé, pero comerle el coño, lo es.

-Y yo pensaba que no tenías idea de comer un coño.

-La vida nos da sorpresas.

Ya que se había soltado tenía que aprovechar el momento. Le pregunté:

-¿Cómo fue la primera vez con tu madre?

-Pues ella estaba meando y...

-Me refería a lo que hicisteis la primera vez.

-La primera vez me hizo muchas cosas.

-¿Te hizo una mamada?

-Sí.

-¿Cómo la hace?

-Recuerdo que me cogió los huevos, me miró a los ojos y después lamió y chupó la cabeza de mi polla. Con la yema de un dedo me acarició el ojete, la otra mano bajó y subió por mi polla y ya me corrí en su boca. Se tragó la leche y siguió chupando para que no se me bajara.

-¿Para qué quería que no se te bajara?

-Para follar conmigo. Se puso a cuatro patas y me dijo:

-"Agarra mis tetas, magréalas, lame mi ojete y mete y saca tu lengua de él·"

-¿Eso te dijo?

-Sí, y mientras hacía lo que me había dicho se metió dos dedos en el coño.

-¡Qué puta!

-Putísima.

-¿Y después le diste por el culo?

Jacinto abrió su bocadillo de mantequilla, paso un dedo por él, se puso a cuatro patas y se lo metió en el culo mientras me decía:

-Y le entró así de fácil. ¿Por qué no untas tu polla de mantequilla?

-No voy a dejar que me la chupes.

-Lo que quiero es que me la metas en el culo.

A ver, yo estaba empalmado y cachondo a más no poder, su culo era un reclamo tentador, la situación era la de ser o no ser, si era, pues era, y si no era, pues era peor, así que pringué la mano con la mantequilla de su bocadillo, unté la polla, me arrodillé detrás de él, la puse en la entrada del ojete, lo agarré por la cintura, cerré los ojos, pensé que se la iba a meter a su madre en el culo y empujé. La cabeza entró tan apretada que casi jodo el frenillo. La seguí metiendo mientras mi primo se la pelaba entre gemidos de placer... A rato giró la cabeza, los ojos se le pusieron en blanco, se corrió sobre la hierba y yo me corrí dentro de su culo.

--

Mi madre quiere follar contigo.

Jacinto y yo bajábamos la cuesta de la aldea. Iba a la tienda a hacer un recado. Me dijo:

-Mi madre quiere follar contigo.

Lo miré con cara de asombro.

-¡¿Te lo dijo ella?!

-Sí, le dije lo larga y gorda que era tu polla y se muere por jugar con ella.

-¿Y qué más le dijiste?

-Que te la mamé.

-¿Es que le cuentas todo lo que haces?

-Soy un buen hijo.

-Un buen hijo de puta.

-Eso también. ¿Vas a ir a mi casa?

-¿Cuándo quiere que vaya?

-Después de comer Alicia y yo nos vamos a Pontevedra a la casa de los abuelos. Te estará esperando en su cama.

Llegamos al río y allí estaba mi tía Carmen lavando la ropa. Carmen era una mujer fibrosa, alta, morena, con el cabello negro azabache que le llegaba al culo, cabello que en ese momento llevaba recogido en una cola de caballo. Creo recordar que tenía 38 años, lo que recuerdo bien es su culo redondo, sus gordas tetas y sus labios carnosos, labios que jamás había pintado. Frotando una pieza de ropa en la piedra del fregadero miró para su hijo y para mí. Vimos cómo sonreía y cómo las tetas se le movían hacia delante y hacia atrás. La polla se me puso dura. Mi primo vio el bulto y me echó la mano al empalme. Le dije:

-Estate quieto que nos pueden ver, cabrón.

Media hora después fui al monte con la idea de hacerme una paja a la salud de mi tía y al pasar por delante de Sésama sentí un ruido que venía de dentro. Hacía años que no entraba en la cueva y pensaba que estaría todo lleno de humedad. No era así, estaba casi igual que la última vez que comiéramos allí unas cerezas. Entré en la cueva y me encontré a Conchita, estaba de espalda a mí con las manos en la cara. Siempre fui rápido pensando. Era nuestra cueva, y si Jacinto le comiera el coño a ella y a su hermana, entre ellas había algo. Le dije:

-Así que este es vuestro nido de amor.

Conchita se dio la vuelta, tiró al suelo las bragas que estaba oliendo, echó una mano al corazón y me dijo:

-¡Casi me matas del susto!

Me acerqué a ella.

-¿Quién es una chica mala?

-Déjame salir de aquí, Quique.

Me aparté y le dejé espacio para que se fuera.

-Tira. ¡Que suerte tiene mi prima, coño!

No se movió del sitio.

-Tu prima y yo no jugamos a esas cosas que tú piensas.

Mirando para las bragas que había estado oliendo y que tirara al suelo, le dije:

-¿No? Entonces aún es peor, pues esas bragas son de prima.

-¿Y tú cómo sabes eso?

Las había visto en la huerta de mi tía, estaban a secar sujetas con pinzas, pero no le iba a decir eso, le dije:

-Lo sé y punto, cómo sé que si yo no aparezco, ahora mismo te estarías haciendo una paja.

Se hizo la decente.

-¡Qué dices!

-A ver, Conchita, si estabas oliendo unas bragas es porque te ibas a hacer una paja, y yo si vine al monte fue para hacer otra. ¿Te hago yo una y me haces tú otra a mí?

Se puso altanera.

-¡¿Me has visto cara de guarra?!

-Tu cara es de angelita, pero de una angelita que se hace pajas.

Le eché las manos al culo y sintió mi polla dura en su pelvis. Quise besarla, me hizo la cobra, y temblando me dijo:

-Déjame.

-¿Echamos un polvo?

Sin revolverse, me respondió:

-Ni en tus sueños.

-En mis sueños ya follamos.

La besé en el cuello. Seguía temblando al preguntar:

-¡¿Te la pelaste pensando en mí?!

-Muchas veces. Deja que te coma la boca, las tetas y el coño.

-No te voy a dejar hacer nada.

Forcejeando conseguí que mis labios se juntaran con los suyos y al meterle la lengua en la boca ya no los apartó. Al acabar de besarla, colorada cómo una grana, me dijo:

-Si no cuentas nada del lío que tengo con tu prima dejo que me hagas una paja, pero la haces sin quitarme las bragas.

Ya no se lo iba a decir a nadie, pero coño, con aquella cosita sexy a mi lado no iba a decirle que no diría nada aunque no jugáramos, así que le dije:

-Dalo por hecho.

Conchita tenía mi estatura, 166, era rubia, de ojos castaños y su cuerpo era ideal para el pecado, o sea, que tenía todo muy bien puesto. Ese día llevaba puesto un vestido de flores rojo y amarillo con cuello de pico que le daba por encima de las rodillas y calzaba unas sandalias marrones. Le di un pico y le levanté el vestido. Me dijo:

-Sin más besos.

-Tú mandas.

Metí mi mano dentro de sus bragas y me encontré con el acolchado de sus pelos y con el coño ligeramente mojado. Con su cabeza apoyada entre mi cuello y mi hombro comencé a meter y a sacar de su coño el dedo medio de la mano derecha... El coño se fue mojando y ella empezó a gemir muy en bajito. Poco después levantó la cabeza y me dio un pico, dos, tres, y después me besó con lengua, luego su mano bajó la cremallera de mi pantalón. Estaba tan empalmado que no podía quitar la polla. Abrí el cinturón y el botón de arriba y bajé los pantalones. Me cogió la polla. No sabía qué hacer con ella, solo la agarraba. Moví el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás y cuando paré ya ella sabía cómo hacerlo. Algo después dejó de besarme, me quitó los dedos de su coño y se bajó las bragas. Al volver a meter los dedos ya fueron dos los que entraron en su coño encharcado. Nos comimos a besos hasta que su coño apretó mis dedos y descargó sobre ellos. Fue una corrida grandiosa. Apretó tanto mi polla mientras se corría que al soltarla le puse el vestido perdido de leche.

Conchita tuvo miedo de que las manchas de leche secasen y no saliesen, por eso fuimos a lavarlo a un riachuelo que pasaba por el monte. Por culpa del vestido no la follé.

Ese día comiendo en mi casa no me salía mi tía de la cabeza. ¿Cómo serían sus tetas? ¿Cómo sería su coño? ¿Cómo follaría? Comía y sentía mi polla latir y mojar mi calzoncillo. Tuve que estar sentado cinco o seis minutos a la mesa después de comer para que se me bajara la erección.

Media hora más tarde fui a la casa de mi tía. La puerta de la casa estaba cerrada, pero sin llave, ya que antiguamente nadie cerraba la puerta de su casa con llave. Sabía donde dormía, así que fui a su habitación. Estaba boca abajo, sin bragas, sin sujetador, sin nada. Me fijé en su culo redondo y blanco. ¡Qué culo más rico tenía! Pensé que se había quedado dormida esperando por mí. Se dio la vuelta. En lo primero que me fijé fue en su coño. No se veía el corte con la cantidad de pelo negro que tenía, después le miré para las tetas, iban a su bola, una caía hacia un lado y la otra hacia el otro, sus areolas eran de color marrón oscuro y sus pezones metían miedo de lo grandes y gordos que eran. Me quité los pantalones y mi polla se puso a mirar para las telarañas, luego me quité el resto de la ropa y los tenis y me eché sobre ella. Abrió los ojos, vio mi cara y me sacó de encima de un empujón. Se levantó de cama, y con una cara que acojonaba, me dijo:

-¡¿Qué coño pensabas que ibas a hacer, Quique?!

Me olió que mi primo me había engañado.

-Jacinto me dijo que me esperabas para follar...

-¡Y yo voy y me lo creo! ¡¡Ven aquí, cabrón!

Al coger una zapatilla marrón de las que tenía al lado de la cama quise escabullirme, pero la habitación era demasiado pequeña y ella demasiado grande. Me agarró, se sentó en el borde de la cama, me puso en sus rodillas y me dio a romper.

-¡¡¡Plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss!!

Me dejó el culo en carne viva, ya que la zapatilla era una de esas con piso de goma rojo que solo se cambiaban cando aparecían agujeros debajo. Rabioso y empalmado cómo un burro, le dije:

-¡Al maricón de tu hijo cuando lo vea le voy a meter una capa de hostias!

Mi tía me volvió a dar.

-¡¡¡Plassss, plasssss, plasssss, plassss!!!

-Si es que te dijo lo que dices que te dijo me encargo yo de reprenderlo, a ti que no se te ocurra tocarle o le dijo a tu madre lo que me hiciste hacer.

-¡La puta que lo parió!

-¡¡¡Plasssss, plasssss, plasssss, plasssss!!!

Dejó que me pusiera en pie, y me preguntó:

-¿A quién llamas tú puta, cabrón?

Ya me había llegado hasta los cojones.

-A ti, cabrona, a ti. Seguro que ya tienes el coño mojado. ¿Te excita pegarle a un hombre?

Se rio de mí.

-¿Hombre? Tú no eres más que un muñeco.

Vino a mi lado, me cogió la cabeza y me la frotó contra sus tetas.

-¿Son estas las que le querías mamar a la puta?

-Sí, abusona.

Me cogió por la nuca y me llevó la boca a su coño.

-¿Era aquí donde querías meter?

Me estaba poniendo perro, pero perro, perro, perro.

-¡Sí, quería coño, quería!

Me agarró la polla, la estranguló y su mano subió y bajó por ella.

-¡A mí no me chilles! ¿Querías meter esto en el coño de la puta?

-Sí.

Mi tía queriéndome humillar se había calentado, ya que su cara la tenía roja. Le eché las manos a las tetas. Me metió dos bofetadas y me corrí cómo un pajarito. Viendo cómo la leche salía del meato e iba a parar a su dedo pulgar y anular, dedos que abarcaban mi polla, el cuerpo se le estremeció, y casi susurrando dijo:

-La madre que te parió.

Al acabar de correrme, le dije:

-¿Estás cachonda, tía?

Limpiando la leche de su mano a una sábana, mintió.

-No. Vístete y vete.

Estaba empalmado y mi tía estaba desnuda. No me iba de su habitación a no ser que me echara a hostias.

-No, no me voy sin comerte el coño.

Se hizo la dura.

-¡Qué coño vas a comer tú!

-El tuyo.

-No me hagas reír.

-No, te voy a hacer correr.

No pensé que me sería tan fácil. Le di un pequeño empujón entre las tetas y su cuerpazo se dejó caer hacia atrás sobre la cama. Me dijo:

-Por tu madre, Quique, de esto no le digas nada a nadie.

-¿Ni a tu hijo?

-A nadie.

Me arrodillé, puse mi mano entre sus muslos y sus piernas se abrieron. Con las dos manos separé los pelos para los lados. Allí estaba el coño más grande que había visto, y estaba empapado. No era un experto comiendo coños, pero le metía la lengua dentro de la vagina y al sacarla lamía hasta el clítoris apretando mi lengua en cada lamida. Así hiciera correr a tres chavalas antes de follarlas y así pensaba hacer que se corriera ella... De vez en cuando paraba y veía cómo la vagina se abría y se cerraba y cómo sus jugos bajaban del coño al ojete y caían en la cama. Mi tía no era de las que gemía, ni siquiera hablaba mientras disfrutaba, y cuando habló fue para decir:

-¡Qué corrida me vas a hacer echar, cabrón!

Me agarró la cabeza con las dos manos, apretó mi boca contra su coño y moviendo la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo se corrió y me baño la cara de jugos espesos, diciendo:

-¡Toma, cabrón, toma!

Al acabar de correrse me lamió los jugos de la cara. Me dio un beso con lengua, después se echó en cama boca abajo y me preguntó:

-¿Te gusta mi culo?

-Mucho

-Hazme con la lengua en el culo lo que me hiciste en el coño.

Antes de comerle el culo me apetecía besarla en el cuello y en la espalda y fue lo que hice. Besé su cuello por un lado, besé la nuca, besé el otro lado del cuello, y después bajé besando y lamiendo su espalda por la columna hasta llegar al hueso palomo. Abrí sus nalgas con las dos manos y vi el agujero de su culo, tenía estrías, cómo el de una de las chavalas que había follado, eso me dijo que ya le follaran el culo. Lamí de abajo a arriba. Al lamer el ojete se abría y se cerraba y lamiendo hacía arriba el ojete se abrió y la punta de mi lengua se coló dentro. M tía, cómo ya he dicho, no era de las que gemía, pero al sentir mi lengua entrar en su culo lo echó hacia arriba para que entrara más y soltó un dulce gemido: "Oooooh". Aquel gemido hizo latir a mi polla, que ya estaba más que mojada. Desde ese momento lamí, metí y saqué mi lengua de su ojete. Mi tía con la cabeza hacia un lado y la coleta hacia el otro no paraba de gemir. Metió una mano por debajo de su cuerpo y comenzó a hacerse una paja. En esas estaba cuando levantó las posaderas y me dijo:

-Métemela en el culo.

La polla entró apretada en el culo pero no más que en un coño cerrado. Follándoselo me dijo:

-¡Pégame en el culo!

Le di con las palmas de las dos manos.

-¡Plasssss plassss, plasssss, plassss, plassss, plassss!

Mi tía se volvía loca y jadeaba cómo una perra. Sus dedos chapoteaban en su coño.

-¡Clashhh, clashhh, clashhh, clashhh...!

-Dame más fuerte.

¡¡Plasssss, plassssss, plasssss, plasssss!!

-¡Más fuerte!!

-¡¡¡Plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss, plasssss!!!

Sintió que se corría, y dijo:

-¡¡Me corro!!

Su ojete apretó mi polla y ya no pude más, le llené el culo de leche.

Al acabar de corrernos, quise follarle el coño. Me preguntó:

-¿Has traído condones?

-No.

-Pues sin condones no metes en mi coño.

Por ese día se acabara la fiesta.

Compré los condones en el mercado, pero iba a estrenar la caja con su hija y alguien más.

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Mi Experiencia en Familia - Capitulo 002

Alicia venía de la fuente con un cubo de agua en una mano, otro en la otra y un tercero en la cabeza. Un gato perseguido por un perro pasó entre sus piernas a toda pastilla, tropezó con él y mi prima probó la dureza de la tierra del camino. En medio de la tierra mojada le di una mano para que se levantara. Al estar en pie vi que le sangraban las rodillas, pero a ella lo que le preocupaba era cómo le quedara la cara. Se limpió al vestido las manos manchadas de tierra y me preguntó:

-¿Tengo la cara sucia?

Oír su voz después de tanto tiempo me dio un subidón.

-Sí, pero así aún estás más bonita.

-No digas tonterías que no es el momento.

-Te sangran las rodillas y eso no es ninguna tontería.

-Que sangren, tengo que volver a la fuente a llenar los cubos de agua.

-Voy yo, espera a que vuelva.

-¿Y cómo vas a traer el tercer cubo? Voy contigo.

Fuimos a la fuente. Mojé mi pañuelo con el agua que salía del caño y le dije:

-Deja que te limpie la tierra de las rodillas.

Levantó un poquito la falda, falda que le daba por debajo de las rodillas.

-Limpia con cuidado.

Estábamos hablando cómo si no lleváramos años sin hacerlo. Le dije:

-Esta situación me recuerda un chiste que inventé.

-No sabía que los inventabas, cuéntamelo.

-Es muy picante.

-Me gustan los chistes picantes.

Limpiando las heridas, le dije:

-Eran dos novios, ella se había caído y se había dañado las rodillas, el novio después de limpiarle la herida le sopló en ella y besando la parte interna de sus muslos, cantó: "Sana, sana, colita de rana, si o sanas hoy, sanarás mañana..." La muchacha a medida que el novio cantaba y subía besando los muslos fue subiendo la falda. Al llegar arriba el novio vio que tenía las bragas mojadas debajo del chochito, le dio un beso en la humedad. Después volvió a soplarle en la herida, y le peguntó: "¿Cura?" La muchacha le respondió: "Lo veo, lo veo" "¡Qué ves" "¡Al cura en tu entierro cómo no acabes lo que empezaste!"

Mi prima sonrió y me dijo:

-¡Qué malo!

Acabara de limpiarle la herida, me incorporé, y le dije:

-Por eso no se los cuento a nadie.

-Bueno, por lo menos fui la primera en algo.

-Eso sonó a reproche.

-Y lo es.

Llenamos los cubos, yo cogí dos y ella uno y fuimos hablando hasta su casa. Le iba diciendo:

-... Yo te sigo queriendo, Alicia.

Me miró raro.

-¿¡Qué?!

-Que siempre te quise cómo amiga.

-Déjalo, me llamaste adefesio.

-Porque me gustabas.

-¡Pues vaya manera de decir que te gustaba!

Llegó el sacamuelas de Jacinto a nuestro lado y al ver a su hermana con el vestido perdido y las rodillas rascadas, le pregunto:

-¿Te peleaste con alguien?

-No, me caí.

-Bueno, si valió para que volvierais a hablar...

Alicia le dio la razón.

-Visto así...

Al llegar a mi casa no había nadie. Era un buen momento para echarle un polvo a la barra de pan. ¿Qué cómo se le echa un polvo a una barra de pan? Pues se corta un trozo de pan duro de un tamaño cómo para hacer un bocadillo, se le mete un dedo a la miga y después se mete la polla en él y se comienza a follar. Es cómo hacer una paja, pero metiendo en algo blando. El pan era el coño de mi prima en mi imaginación. Masturbándome le comía la boca como se la comí a Conchita. Dejé de pensar en mi prima y el agujero del pan era el coño de Conchita. Poco después aceleré y me corrí dentro del pan. Solo me dio tiempo a guardar la polla antes de que entrara mi hermana en casa. Venía acompañada de su novio, un tipo que de otra aldea que no me caía bien porque era un vago y un chulo de mierda. Para disimular abrí el pan, cogí un cuchillo y esparcí la leche por el pan cómo si fuera leche condensada. Le estaba acabando de echar membrillo por encima con idea de echárselo a las gallinas en el momento que pudiera, cuando me dijo el novio de mi hermana:

-¡Cómo te vas a poner!

-¿Sí gustas?

-Sí, gusto, dame un trozo.

-El pan es duro.

-Más duro que yo no hay nada.

-Pues todo para ti, hombre duro, todo para ti.

Le di el bocadillo, le metió un mordisco, masticó, tragó y después me dijo:

-Está bueno. ¿No haces otro para ti?

-Se me quitaron las ganas al verte comer.

Esa misma tarde Alicia y yo dimos un paseo por el monte y acabamos en el pequeño campo rodeado de matorrales, campo donde tantas veces hiciera ella el reparto de nuestras fechorías. Alicia llevaba puesta una blusa marrón, una falda gris de tablas que le daba bastante más arriba de las rodillas y calzaba unas sandalias cerradas. Yo llevaba puesta una camisa roja, unos Lois y calzaba unos tenis azules. Sentados Sobre la hierba me preguntó:

-¿Te gustó hacerlo con Pili, con Loli y con Marta?

Estábamos a solas en medio del monte y Alicia estaba cómo un queso, un queso con dos trenzas que olía a jabón de la Toja y a desodorante Rexona. Había que preparar el camino, así que le dije:

-Esas cosas siempre gustan, pero no me gustó tanto cómo yo esperaba.

-¿Por qué?

-Porque ninguna de ellas eras tú.

-¿Quieres decir que me buscabas a mí en ellas?

-Sí.

-Cuéntame otro cuento.

-Mis chistes son todo picantes.

-No me entendiste, pero cuenta, cuenta, ya te dije que me gustan los chistes picantes.

Había que complacerla.

-Este es de una pareja andaluza que va por el campo y se encuentran de frente a un toro. Él sale corriendo y se sube a un árbol. Ella, que va vestida de rojo, se queda paralizada. El novio le dice: "Quita la falda y la blusa a ver si así no te entra". La muchacha se quita la blusa y la falda y en queda en sujetador y bragas, que también son de color rojo. El toro baja la cabeza y bufa. El novio le dice."Quita el sostén y las bragas a ver si así no te entra." La muchacha se quita el sujetador y las bragas y queda totalmente desnuda. Al toro se le estira la tremenda verga. La muchacha, asustada, le pregunta al novio: "¿Me entrará, Paco?" El novio le responde: "Tú sabrás, María, tú sabrás."

Alicia rompió a reír al tiempo que me daba un empujón, luego me dijo:

-¡Qué bruto!

-Y tú que bonita.

Se puso sería.

-¿Son bonitas desnudas?

Volvía a preguntar por mis aventuras. Estaba visto que no le había gustado que estuviera con otras chicas.

-Todas las mujeres son bonitas desnudas, pero tú debes ser preciosa.

-No, no lo soy, si me vieras desnuda ya no te gustaría tanto.

-Me gustarías aún más. Si te viera desnuda sería porque íbamos a hacer el amor, y serías la primera mujer con la que lo haría...

No me dejó acabar. Preguntó:

-¿Entonces qué hiciste con ellas?

-Follar. -le entré a saco-.¿Me enseñasuna teta?.

-¿Para qué?

-Para ver si la tienes más bonita que las que vi hasta ahora.

-Me da vergüenza.

Yo ya estaba empalmado, así que le dije:

-¿Quieres que te enseñe yo algo antes?

-¿Qué me quieres enseñar?

Miré para el bulto de mi pantalón vaquero y le dije:

-Eso.

Alicia, o era curiosa cómo ella sola, o tenía tantas ganas cómo yo. Me dijo:

-Sí, pero después la guardas.

Bajé la cremallera y saqué la polla empalmada. Se ve que solo viera la polla de su hermano, ya que al ver mi polla, dijo:

-¡Hostias que grande y que gorda es!

-¿Me enseñas ahora una teta?

-No, que ya tienes esa cosa dura, y si te la enseño vas a querer más.

Ya casi la tenía, solo había que darle cuerda.

-Me conformo con ver.

-¿Una sola?

-Si me enseñas las dos mejor.

La cosa comenzó a ponerse al rojo vivo.

-Te las voy a enseñar, pero las manos quietas, eh, las manos quietas.

Se desabotonó la camisa, se abrió el sujetador, y me enseño las tetas, unas tetas preciosas. Parecían dos pequeñas pirámides coronadas con unas areolas oscuras y unos pezones finos.

-¡Qué bonitas son!

-¿Son las más bonitas que has visto?

-¡Sin comparación! Deben estar riquísimas.

Vio mi intención y me dijo:

-No te voy a dejar que me las chupes.

-¿Ni un poquito?

Alicia con las tetas al aire y mirando para mi polla tiesa, que obviamente no había guardado, me respondió:

-Ni un poquito ni un muchito.

Acerqué mi cabeza muy lentamente a su teta izquierda. Sin moverse, me dijo:

-No.

Le pasé la lengua por el pezón, y después le dije:.

-Solo un poquito, mujer.

-Vale, pero solo un poquito, eh.

Le pasé la lengua por el pezón, unas doce veces, otras tantas por la areola y después se la chupé, hasta que me apartó la cabeza y roja cómo un pimiento morrón, me dijo:

-Eso fue un muchito.

-¿Quieres saber lo rica que está?

Acerqué mi boca a su boca. Me hizo la cobra.

-No, ya llegamos demasiado lejos.

Le cogí la nuca y la besé con lengua. El beso se prolongó y Alicia acabó cogiendo mi polla, la apretó y movió su mano de arriba a abajo y de abajo a arriba. Le comí la otra teta, después le comí las dos y le dije:

-Te voy a hacer el amor.

-Mejor fóllame cómo las follaste a ellas.

Se echó boca arriba sobre la hierba. Me arrodillé entre sus piernas le levanté la falda, le eché las manos a la goma de las bragas, ella levantó el culo y se las quité. Estaban tan mojadas que poco quedaba seca de ellas. Le levanté la falda del todo, para lo que ella volvió a levantar el culo y vi su coño peludo. No había visto otro igual, el clítoris era muy grande y salía de él una pequeña polla con su cabeza puntiaguda. Comencé besando las heridas de sus rodillas. Luego fui besando y lamiendo el interior de sus muslos hasta llegar al coño. Olía a polvos de talco. Lo lamí y saqué la lengua pringada de jugos pastosos que me tragué, Alicia al lamerle el coño se había estremecido, luego le chupé la pequeña polla y me dijo:

-Sigue, sigue, no pares.

Seguí chupando y en nada se corrió, cuando dejé de chupar la pequeña polla aún era más grande que antes de chuparla. Le pregunté:

-¿Quieres llegar hasta el final?

-No, que puedo quedar preñada.

-Tengo condones.

-Los condones se rompen.

No me quedó más remedio que frotarle la polla en el coño y correrme entre sus labios vaginales. Al acabar, con el coño perdido de leche, me dijo:

-Joder, Quique, me volviste a poner cachonda.

-¿Quieres correrte otra vez?

-Sí, cómeme coño de nuevo.

Su pequeño coño ya no olía a polvos de talco, olía a semen y a jugos vaginales, olía de maravilla. Al pasar mi lengua por él se me pringó con una mezcla viscosa, tragué y después le clavé la lengua en el coño varias veces, para después lamer sus labios y su gran clítoris. Al rato, Alicia, a punto de correrse, me cogió la cabeza con las dos manos y me dijo:

-Ven.

Subí encima de ella, me cogió la polla con su mano derecha, la puso en la entrada del coño, con la otra mano empujó mi culo hacia ella y la polla fue entrando despacito en su coño estrechito. Con toda la polla dentro, me besó, y después me dijo:

-Fóllame. Quiero correrme en tu polla.

La follé al ritmo que marcaban sus dos manos en mis nalgas. Un ritmo suave que se detuvo al correrse. Se corrió convulsionándose y ahogando sus gemidos en mi boca. Sus uñas se clavaron en mi culo, su boca chupó mi lengua y su coño apretó mi polla y la baño con una corrida brutal.

Al acabar de correrse la follé un poquito más, después la quité. Me iba a correr en su vientre, pero me dijo:

-En la boca, dámela en la boca.

Se la metí en la boca y se tragó hasta la última gota.

La habitación estaba completamente a oscuras, Me desudé y me metí en la cama. Le quité las bragas, puse las manos en el interior de los muslos. Las abrió de par en par. Tenía el coño seco, pero al rato ya era cómo una pista de patinaje por la que se deslizaba mi lengua. Lamiendo su coño le acaricié las piernas y me encontré con pelo. No las había afeitado y eso aún me gustaba más. Le trabajé el coño bien trabajado. Poco después, con mi lengua lamiendo su clítoris comenzó a temblar y se corrió cómo una burra.

Me puse a su lado y le eché una mano a las tetas. Aquellas no eran las tetas de mi tía, estaban muy blandas y eran más grandes. ¿Con quién estaba follado? A ver, mi primo me había dicho que volvían a casa de sus abuelos paternos, que su madre me esperaba esa noche en su habitación con la luz apagada y que antes de nada le comiera el coño. El caso es que ya me oliera mal la cosa cuando me lo dijo y ahora apestaba, pero seguí adelante. Jugué con las tetas, lamiendo y chupando, mamando y magreando. Sus gordos pezones acabaron duros, después se puso de lado y me mamó la polla. La mamada fue sublime. Lamió por todos los lados. Me chupó la cabeza de la polla cómo si estuviera chupando la cabeza de un langostino... La metió entera en la boca... Me chupó los huevos y me mordió la polla sin fuerza... A salir la leche chupó solo la punta de la polla y se la fue tragando. Tanto le gustó mi leche que hasta la sentí sorber. Luego me montó y me cabalgó... Metía y sacaba la polla moviendo el culo de atrás hacia delante a toda hostia, paraba, la sacaba hasta dejar solo la punta de la cabeza dentro. Su coño se abría y se cerraba. Era como si su coño fuese una diminuta boca que chupaba mi polla. Así estuvo unos cinco o seis minutos hasta que me corrí. Descargué mientras su coño se abría y se cerraba en la punta de mi polla. Con el coño lleno de leche me volvió a follar a toda hostia y no paró hasta que se corrió. Corriéndose se derrumbó sobre mí. Tenía la boca pegada a mi oído y pude sentir sus gemidos y también sentí su cuerpo temblar sobre el mío.

Al acabar de gozar se quitó de encima, se dio la vuelta, me dio la espalda y encendió la luz. Era mi tía abuela Camila, que sonriente me dijo:

-Vales las mil pesetas que dijo Jacinto, por valer vales mucho más.

Me interesaba saber cómo me la jugara el hijo puta.

-¿Y qué más te dijo Jacinto?

-Que a él no le cobras porque te busca clientas, que te gusta mucho el vino tinto, y muchas cosas más.

El cabrón me había hecho pasar por puto. En mis adentros me cagué en la puta madre que lo parió. Esta vez le caía una camada de hostias que le ponía la cara del revés. Camila se inclinó hacía un lado de la cama, cogió del piso una botella de vino tinto, le quitó el tapón y me la dio:

-Toma, que no se diga que no tuve un detalle.

Cogí la botella, le di un tragó largo, la puse en el piso, me eché el alma a la espalda y le pregunté:

-¿Qué te gustaría que te hiciera?

-De todo.

Mi tía abuela Camila era una mujer de sesenta años que llevaba tres años viuda. Tenía el pelo blanco, en la cabeza, ya que en el coño tenía una tremenda mata de pelo negro, por tener tenía pelo en el coño, en las axilas, en las piernas y en los brazos, por tener hasta tenía un pequeño bigote, poco más que de pelusilla, pero lo tenía. Las únicas arrugas que tenía en su cara morena eran las patas de gallo de sus ojos negros. Sus tetas eran meloneras y decaídas. Delgada no estaba, por eso tenía un tremendo culo y grandes caderas. A ver, para su edad no estaba mal, o sea que aún estaba potable... Me iba a ganar las mil pesetas. Lo primero que hice fue comerle la boca al mismo tiempo que acariciaba su ojete con la yema de mi dedo medio después de haberla mojado en su coño. Camila se derretía con los besos y las caricias en su ojete, de acariciarlo con la yema del dedo pasé a metérselo despacito, despacito pero hasta el fondo. Sin dejar de comerle la boca le follé el culo con él. Se puso tan cachonda que me dijo:

-Quiero que me metas tu polla en el culo.

No me lo tuvo que pedir dos veces.

-Date la vuelta.

Camila se dio la vuelta y se puso a cuatro patas. Le abrí las nalgas con las dos manos y le lamí el periné y parte del ojete. Camila no era cómo su hija, gemía y gemía aún con más ganas cuando mi lengua penetró en su ojete y mis manos le aplaudieron las gordas nalgas. Seguí con un rosario de lamidas, folladas, cachetes y gemidos que acabaron cuando Camila, cachonda cómo en su juventud, me dijo:

-¡Métemela en el culo de una puta vez!

Se la metí, pero se la metí en el coño, la follé y le llené el coño de leche, luego la saqué y antes de que la polla perdiera algo de cuerpo, le clavé el glande en el culo, exclamó:

-¡Diooos! ¡¡Toda, métemela toda!

Se la clavé en el culo hasta el fondo y después echándole una mano al coño encharcado, le di a mazo, le di a romper mientras mi mano se rozaba con su clítoris. Poco después con su culo apretando mi polla, dijo:

-¡Me corro!

Sentí sus jugos mojando la palma de mi mano y me volví a correr, esta vez le llené el culo de leche. Mi tía abuela, al igual que su hija, sufrió una especie de ataque de epilepsia, con la diferencia de que la espuma la echaban por el coño.

Al acabar me mandé otro trago de vino, e iba a seguir follándola, pero Camila cogió la cartera que tenía encima de la mesita de noche, la abrió, me dio un billete de mil pesetas, y me dijo:

-Vuelve a casa, no vaya a ser que despierten y vean que no estás.

Cogí el billete y le dije:

-Cuando necesites polla, avisa.

-Tengo mucha leña que partir, ya te avisaré.
-
 
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