Mi Exnovia y su Hermana – Capítulos 01 al 02

heranlu

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Mi Exnovia y su Hermana – Capítulo 01


Mientras estudiaba, tuve oportunidad de primero salir y luego convivir un tiempo con Carla, una morocha tremenda, de ojos verdes, que estudiaba medicina. Ella era de la prov. de Santa Fe y vivía en una pensión estudiantil. Siempre tuvimos un sexo espectacular, con sus 22 años sabía gozar a la perfección su cuerpo, y hacer gozar a su compañero. A pesar de la convivencia, en los dos últimos años, nos dábamos libertad, y si bien ella nunca trajo a un hombre al departamento, yo sí llevaba mujeres.

Fue una mañana, cuando con mi ocasional pareja fuimos a la cocina a desayunar, Carla que me miró sonriendo. Mi compañera se quedó helada al encontrarla.

—Hola Sergio…

—Buen día Carla, te presento a Fátima.

—Hola preciosa… flor de caramelito te comiste…

—Hola… eh…

—Tranquila, convivimos, pero tenemos libertades. —Dije.

—Ah…

—Hey Fátima, sos muy linda y yo tengo la mente abierta, entre otras cosas que tengo abiertas, si te pinta en ganas, decile a Sergio y pasamos los tres una noche divertida.

—Bueno, eh, yo… la verdad es que nunca… Sergio, me voy, llamame…

—Dale, te llamo.

Fátima se fue y me la quedé mirando a Carla.

—Que tengamos una relación abierta no implica que no me ponga celosa… además, esos 22 cm. de pija que tenés, no los consigo en cualquier lado…

—¿Fue en serio lo del trio?

—No sé… si la piba me va…

—Bueno… lo voy a tener en cuenta…

—Con una sola mujer no me animaría, porque la conozco y las dos con vos, sería explosivo, y mi cuerpo quedaría destruido.

—¿Y quién es?

—Mi hermana gemela…

—Nunca me contaste que tenías una hermana gemela.

—Gemela idéntica, hasta nosotras mismas nos confundimos mirándonos el espejo.

—¿Vos y ella?

—Estábamos tan solas… Jajaja. —Dijo riendo con todo.

—Decile que nos visite…

—Veremos…

La verdad es que nunca nos visitó, nunca me mostró una foto, nada, por lo que llegué a pensar que era producto de su fantasía o un juego erótico. Yo cuando terminé la carrera me fui a EEUU, y solo mantuvimos contacto por mail. Por lo que me contó, se recibió, volvió a su ciudad y se casó con un Ingeniero Agrónomo. Nunca mencionó a la hermana.

Hace dos meses volví al país, tentado por el proyecto en que ahora trabajo y le escribí contándole la novedad. Me contestó que se alegraba que estuviera de vuelta y que esperaba que algún día pudiéramos tomar un café.

Por trabajo tuve que viajar a una base militar en Córdoba, para probar un prototipo que ya estaba en las fases finales. Era un trabajo de tres días, y me quedaban dos para mí, más el fin de semana. Cuando me enteré, le mandé un mensaje, contándole.

—“Queda cerca de mi ciudad. ¿Querés que tomemos un café?” —Me contestó.

—Puede ser, pero de jueves a domingo, los otros días voy a estar escaso de tiempo. ¿Tu marido no te hará problema?

—No, tranquilo… lo manejo.

—Bueno. Avísame cuando venís.

El jueves me avisó que el viernes estaría en Córdoba, y me citó en un bar muy céntrico y concurrido a las 18 h. Por supuesto que le dije que sí, aunque debo reconocer que me sorprendió la hora.

A pesar de tener por costumbre llegar antes a mis citas, y esa vez no fue la excepción, cuando llegué la vi sentada en una mesa mirando hacia la entrada. Se puso de pie y estaba con una mini impresionante, una camisa hermosa y un prendedor rojo furioso. Y el mismo cuerpo espectacular, la misma cara hermosa.

—Wow, no cambiaste nada, estás hermosa como la última vez que nos vimos.

—Sergio… tan gentil y hermoso como siempre… vos tampoco cambiaste.

—Unas canas van apareciendo…

—Te quedan muy bien… Cuantos recuerdos, y muchos muy calientes.

—Cierto. ¿Contame de tu vida?

—Hola Sergio. —Escuché a mis espaldas, juro que era la misma voz. Me di vuelta y no lo pude creer. Era Carla que estaba detrás de mí, pero con un prendedor azul…

—Dios… si no fuera por los prendedores, pensaría que estoy alucinando.

—No alucinas. Te dije que éramos gemelas idénticas. —Me dijo la Carla con prendedor rojo.

—Me acuerdo, pero vos no sos Carla, ella es Carla. —le dije mientras se sentaba.

—¿Y cómo sabe quién es cada una?

—Fácil, el prendedor azul… —siempre Carla tenía algo azul en su ropa.

—Te dije que era inteligente, observador y analítico. Hola amor…

—Hola genia, ¿Me la presentas?

—Que es mi hermana, no te quedan dudas. Cata, este es Sergio…

—Que gusto conocerte finalmente Sergio, Carla me tiene podrida hablando de vos…

—¿Para tanto?

—Y más, te lo aseguro…

—Empecemos por vos Carla. Contame de tu vida.

—Médica, casada, con algunos temitas… sin hijos, trabajo en el hospital del pueblo y una clínica. ¿Vos?

—Como te conté, volví hace mes y medio, a un proyecto interesante y bien pago.

—¿Soltero?

—Muy soltero.

—¿Eso significa que tampoco novia?

—Exacto, tampoco novia.

—Me acorte el nombre, ¿A Fátima la volviste a ver?

—Yegua, la espantaste, huyo despavorida, nunca más quiso verme.

—Jajaja… pendeja cagona… Cata tu turno.

—La misma edad de ella, bueno, minutos mayor, divorciada, sin hijos, arquitecta.

—Les juro, y te cuento Cata, pensé que eras una hermana imaginaria de Carla, porque nunca te conocí, nunca me mostro una foto tuya, nunca hablaron por celular delante de mí, nada. Y por lo que me dijo, pensé que era un juego que estaba haciendo.

—Fue todo a propósito Sergio, quería sembrarte la duda, volverte loco con ese tema.

—Siempre Carla fue una hija de puta… de hacer esas cosas…

—¿Entonces era cierto lo que me contó?

—Quizás…

—¿Qué pasa Sergio, te quedaste pensativo?

—Siempre me pregunté porque a pesar de haber convivido dos años, no llegamos a nada.

—Que pregunta… yo también me la hice, te lo aseguro y se la hice a Cata. Creo que porque los dos estábamos muy enfocados en nuestras carreras, tu último año ya con trabajo listo en EEUU, yo con la idea de volver a mi ciudad, y quizás un poco de miedo a una relación “seria”, de mi parte digo.

—Coincido en casi todo, lo último es tuyo. De mi parte, reconozco cierta obsesión por recibirme e irme del país, y no estar preparado para algo “serio”.

—¿Se arrepienten? Preguntó Cata.

—Las damas primero. Dije.

—Maldito… Sí, hasta hoy me arrepiento.

—¿Sobre qué preguntas Cata?

—Cata, un clásico de Sergio, preguntar algo para ganar tiempo y pensar la respuesta a tu pregunta.

—Si se arrepienten de no haber ido un poco más allá.

—No, no me arrepiento, y explico porque. Me fui con un contrato corto, seis meses y no sabía si aprobaría la exigencia y me tendría que volver. De habernos ido juntos ella tendría que haber abandonado la carrera y no estaba dispuesto a pedirle eso.

—Nunca me lo dijiste, ni me dejaste tomar la decisión.

—No.

—¿Esperabas volver a verla?

—Por supuesto que esperaba, deseaba volver a verla. Aunque no lo creas Cata, no sé que te habrá contado ella, pero éramos muy buenos amigos. Teníamos charlas muy buenas.

—No me contaste eso…

—Me olvidé…

—Sos una boluda… te casaste con ese pelotudo, sos infeliz, al pedo… ni siquiera te coge bien cogida.

—Basta Cata. Por favor…

—¿A qué hora se vuelven?

—Eh… bueno, ese es un temita… Dijo Carla riendo.

—Otra vez esa cara…

—No tenemos ni hora ni día de regreso… Estamos desde la mañana en Carlos Paz, en casa de una tía enferma. Dijo Cata.

—Entiendo…

—Ojo, que estamos en Carlos Paz es cierto. Cata tiene una casa a orillas del dique. Y fuimos hoy a la mañana a abrirla y hacer compras. Dijo Carla.

—Esta boluda no se anima. ¿Sergio, querés pasar por el hotel, buscar tus cosas y vamos a mi casa? Tenemos todo para cenar juntos, los tres. Ojo, y te aclaro. Nada forzado, nada obligatorio. Nada. Ni con Carla, ni conmigo ni juntas. Como amigo de Carla.

—Carla, ¿No vas a tener problemas con tu marido?

—No Sergio, tranquilo.

—Bueno, yo estoy con una camioneta de la empresa. ¿Cómo hacemos?

—Te seguimos al hotel y luego vos a nosotras. ¿O si querés, vamos y si te sentís cómodo, mañana buscas tus cosas? Dijo Cata.

—No se enojen, prefiero eso.

—Vamos entonces. Nuestro auto es un Toyota Corolla Rojo, está en la esquina.

—Mi camioneta a un poco más atrás.

—Listo.

Pagué y fui a la camioneta, y cuando se pusieron en marcha las seguí. No podía negarme que la atracción que Carla tenía era la de siempre, hermosa, aunque ahora más contenida. Cata por su parte, se mostraba mucho más cerebral, y tan hermosa como Carla. Me preguntaba como terminaría esto.

Llegamos y guardamos los dos vehículos en la casa.

—Pasa Sergio por favor, siéntete como en tu casa.

—Gracias Cata.

—Ay… que tontas, no te dijimos que hay pileta… Escuchame, lo digo por mí, ni te preocupes si querés quedarte y meterte en bóxer o slip, lo que uses, no me voy a sorprender ni asustar.

—En serio. ¿Te parece un pechito?

—¿Vas a hacer toples Carla?

—Cerdo, pechito a la parrilla.

—Dale, no hay problema.

—Me voy a cambiar.

—Yo también. Dijo Cata haciendo que no con la cabeza y sonriendo.

Cuando volvieron Carla estaba con una malla enteriza hermosa y Cata, con una tremenda bikini.

—Para que nos diferencies. Dijo Carla…

—Les aseguro que me sorprenden con la elección de las mallas. Hubiera asegurado que iban a estar con las mallas invertidas.

—Viste… en algo te sorprendemos… Dijo Cata.

—Voy prendiendo el fuego, me gusta hacerlo lento.

—Otra cosa en que cambiaste.

—Desgraciado… ¿No te vas a meter a la pileta?

—¿No les molesta?

—Para nada, dale.

Y delante de ellas me saque la ropa quedando en bóxer.

—Es para matarte boluda, en serio lo digo… Dijo Cata.

Nos quedamos charlando de sus trabajos y la ciudad donde vivían, de mi nuevo trabajo, y en todo momento Carla se mostraba distante, callada. Era Cata la que hablaba. Sin duda Carla estaba incomoda. Nos metimos en la pileta los tres y Carla no se acercaba a mí para nada. Cuando salimos les dije:

—Bueno, hasta aquí llegamos chicas, me voy a vestir al baño y me voy. Dije y Carla agacho la cabeza.

—¿Por qué? ¿Qué pasa Sergio? ¿Así de repente? ¿Te rayaste por algo? Preguntó Cata.

—Cata, Carla esta super incomoda, es fácil notarlo conociéndola, no habla, guarda distancia, ni se acerca por casualidad. No quiero que se sienta así. Mejor me voy. Dije y Cata la miro seria a Carla.

—Esperá Sergio… tenés razón, estoy muy incómoda, pero no es por tu culpa, es por mí…

—No entiendo Carla.

—Sergio, tengo pánico que me roces la piel y no poder frenarme y besarte con todo y…

—Entiendo, tu marido…

—Mi marido las pelotas… Yo Sergio, yo… estoy prendida fuego desde que te vi entrar al bar… y no sé si vos…

—¿Cata, sabes hacer pechito?

—Mi amor, con estas tetas… ¿45 minutos les alcanzan?

—Creo que sí… Dije y caminé hacia la parrilla, la abracé y le di beso con todas mis fuerzas.

Ella me abrazo y me devolvió el beso con todo, me soltó y bajándome el bóxer se puso a chuparme la pija sin importarle que Cata estuviese mirando. Chupaba y me miraba a los ojos sonriendo, disfrutando mientras con una mano se tocaba la concha por encima de la malla. Fueron varios minutos, hasta que sin soltar mi pija se quitó la malla.

Me acorde de Cata y la busque con la mirada. Estaba sentada en un banco, mirándonos absorta y se tocaba por encima de la bikini con una mano mientras se chupaba dos dedos imitando a Carla.

—Tírate en el pasto. Me dijo Carla imperativa.

Lo hice y me empezó a montar con todo, directamente saltaba sobre mi pija en medio de gemidos de placer y ayes de dolor.

—Hijo de puta, no se achico para nada, me sigue partiendo al medio… Me dijo.

La tome de la cintura pero ella tomo una de mis manos y la llevo a uno de sus pechos e hizo que lo apriete. Era una máquina infernal de coger esa mujer, no había perdido nada de su fuego sexual… Mire a mi lado y Cata estaba con la tanga corrida y metiéndose tres dedos en la concha, y gimiendo de placer…

—Me está partiendo Cata, me está destrozando la concha… Dijo Carla sin parar de moverse…

Tuvo un tremendo orgasmo y se dejó caer. La hice correr y poner en cuatro patas, la tomé de la cintura con una mano y con la otra guie mi pija nuevamente su concha. Entro, y sosteniéndola con firmeza, entraba y salía con todo de su concha. Carla imitaba mis movimientos casi enterrándose la mano entera y apretándose una teta… Carla la miró y sonrió…

—Guacha, tenés una porno en vivo…

—Y muy buena…

Le di un chirlo en el culo a Carla y ella dio un grito de placer. Le encantaba jugar algo duro, que la domine. Con uno de mis dedos empecé a jugar en su orto y Cata abrió los ojos con todo…

—¿Seguís siendo una putita viciosa?

—Con vos, una puta viciosa mi amor…

—Entonces sabes lo te tenés que hacer… Dije.

Ella volteó y me miró sonriendo. Apoyando los hombros en el césped, con una mano se empezó a tocar el clítoris y con la otra saco mi dedo, para meter dos de ella y darse con todo en el culo. Cata hacía que no con la cabeza y mordiéndose los labios la imitó…

Carla la miro y se puso totalmente loca, ella misma se movía enterrándose toda mi pija en la concha, gimiendo y enterrándose los dedos en el culo… la solté y me quedé quieto. Ella hacia todo por mí…

—Sergio, sigo siento tu puta, mi amor… le mejor puta del mundo…

—No lo dudo…

Estuvimos unos minutos así y cuando la tome de nuevo por la cintura dijo:

—Dedos a Cata.

—¿Qué? Pregunté.

—Entiérrale los dedos a Cata, no da más…

Sin decir nada, ni para negarse ni hablar, Cata se puso a la par de Carla en la misma posición. Solo que con una mano separaba sus cachetes mientras con la otra se tocaba el clítoris. Su otro era toda una invitación… Le enterré dos dedos y ella dio un grito, mezcla de placer y de dolor. Carla la tomo de la cabeza y le dio un tremendo beso.

Me puse loco y en un par de bombeadas acabé en la concha de Carla y enterré a fondo los dedos en el culo de Cata que como Carla tuvo un tremendo orgasmo, ella anal… Se quedaron quietas y Carla lentamente se corrió para darse vuelta y chuparme la pija, haciendo que Cata mire como la limpiaba por completo y luego se dieron un tremendo beso, compartiendo mi leche.

—Este es mi hombre Cata…

—Dios santo… tremendo hombre…

—Perdón, tremendas mujeres, dije y me metí a la pileta. Ellas me siguieron y Carla se colgó de mi cuello para besarme.

Salimos y Cata fue a buscar toallas. Cuando volvió Carla riendo le dijo:

—Boluda, tenías que hacer el pechito…

—Anda a cagar Carla…

Nos largamos a reír los tres, ellas se pusieron las mallas y yo el bóxer.

Pusieron el pechito, hicieron más fuego y nos sentamos a tomar un vino.

—Por favor, ¿Siempre fueron así? Preguntó Cata

—Cata, por favor… hoy estuvimos calmados, yo re tensa.

—¿Qué?

—Si, tiene razón Carla, Cata. Quizás después nos soltemos los dos… Pasa que estamos grandes… 35 y 32.

—Hijo de puta…

—Por eso nunca te lo quise presentar…

—Porque lo amas pelotuda…

—Eso aparte… No sabes lo que era escuchar a las minitas que llevaba al departamento y volverme loca de celos. Mira que te lo iba a presentar a vos, mi hermana, para que te vuelvas loca…

—Vos fuiste la que dijiste el primer día de “pareja abierta”.

—Porque pensaba que no me iba a enganchar… pero…

—¿Vos alguna vez llevaste un tipo? Preguntó Cata.

—Nooo, ni loca… y tampoco salí con ninguno mientras estuvimos juntos… Dijo Carla mirando a la parrilla.

—Vos me contabas otra cosa…

—Para no parecer una boluda… Sergio, como voy a buscar otro tipo si vos me destrozabas la concha, el culo y la cabeza por lo menos cuatro veces por semana… encima, enamorada…

—Nunca me dijiste eso…

—Tenía miedo que me pegues una patada en el culo y me eches… Yo había puesto las reglas…

—¿Y vos Sergio llevaste muchas?

—El hijo de puta llevaba una cada día que no me cogía… es un semental… ni siquiera por rendir finales paraba. El tipo llamaba por celular, aparecía una pendeja y a la mierda. El único consuelo que me quedaba era que le duraban un solo polvo… las destruía. Y a las pocas que le pudo hacer el culo… casi en ambulancia salían…

—También… eso es casi inhumano, por el largo y el grosor…

—Pero hermosa… Dijo Carla y me dio un beso.

—Conta de vos Cata.

—“La máquina de voltear muñecos”. Dijo Carla.

—Desgraciada… Sabes que pasa Sergio, ahora los tipos no tienen ese feeling con las mujeres que una mujer necesita, saber que y cuando… van derecho a la chupada y meterla…

—Tu hermana recién…

—No, vos la dejaste hacer. Lo hace con un tipo cualquiera y se asusta… te lo aseguro. Vos porque sos distinto, me viste pajeándome y no te volviste loco y me quisiste tocar, me dejaste hasta que Carla te lo tuvo que decir dos veces…

—¿No pensás que hay mucho histeriqueo entre las mujeres?

—También, no te lo niego…

—Yo tengo una teoría Cata, “la mujer manda”. Si ella sabe gozar, conoce su cuerpo, sabe hablar y decir lo que le gusta…

—Pero el hombre tiene que aceptar esa “libertad” de la mujer.

—Cierto…

—¿Cómo es en EEUU? Pregunto Carla.

—Depende donde te muevas, a que nivel de mujeres llegues… En mi caso, todas +35…

—¿Por qué?

—Porque en muchos casos pasaron por la bisexualidad, otras por separaciones por insatisfacción. En los dos casos, se conocen, saben que quieren gozar.

—¿Te molesta la bisexualidad?

—Para nada, me encanta… pero en mujeres… realmente bisexuales, que disfrutan todo.

—Tríos… Dijo Cata.

—Son las mejores, te lo aseguro.

—Por la forma en que hablas, te gustan los tríos. ¿Por qué? Preguntó Carla.

—Solo con esas mujeres, que quieren gozar con todo, que saben dar y recibir placer sin tabúes, ni rollos.

—Ah… Dijo Cata.

—Voy a preparar la ensalada… Dijo Carla guiñándome un ojo, y no entendí.

Mientras estuvimos solos, Cata evito mirarme siquiera, ni que hablar de dirigirme la palabra. Carla volvió con la ensalada y los platos, cubiertos… Estábamos sentados, Carla frente a mí y Cata a su lado. Cenamos charlando pavadas, y cuando estábamos en el postre Carla me preguntó:

—Aquello que te dije, de hacer un trío… ¿Te interesa todavía?

—Depende… Fátima está lejos y no creo que le interese…

—Con Cata y conmigo. Dijo Carla y me sonreí.

—Desgraciado… Dijo Cata.

—¿Por qué decís eso?

—Porque adivino tu respuesta.

—No creo… Quizás Carla, pero sinceramente, no creo que Cata se suelte como para gozar los tres.

—¿Te parece?

—Sí. Dije mirando a Cata.

—¿Qué es soltarse para Uds. degenerados? Preguntó Cata.

—No poner límites, o decir que no a nada… Dijo Carla.

—Eso es…

—Y… desde chuparte la concha, a romperte el culo con un consolador, para que luego te lo rompa Sergio, o que me cojas la concha mientras yo lo monto con su pija en mi culo. O al revés, depende lo que Sergio quiera…

—Duda mucho Carla… no…

—Sabes que pasa Sergio, siempre ella fue la dominante en nuestros encuentros, ahora sabe que la voy a dominar, a romperle el culo y la concha por más que grite, y que yo misma voy a guiar tu pija para que le rompas el culo y me voy a poner a chuparle la concha mientras vos disfrutas de su culo virgen de pija.

—¿Culo virgen…? Me encanta, bien cerradito, asustado… Pero primero le cogería la boca mientras vos le chupas bien la concha…

—Basta… son más degenerados que yo…

—Bueno… Dijo Carla, se levantó de la mesa y entro en la casa.

La mire a Cata y bajo la mirada, las manos le temblaban… Carla volvió con una bolsa sonriendo…

—Cata, date el gusto, chupale la pija.

—Carla…

—Boluda, te morís por chuparle la pija.

Me baje el bóxer y con mi pija totalmente parada la mire. Ella miro mi pija, se acercó y se puso a chuparme la pija. Primero despacio y de a poco, con más ímpetu. Carla se sacó la malla y de la bola saco un consolador y se lo metió en la concha, mirando como Cata me chupaba.

—Como te gusta la pija de mi hombre… pensa lo que lo vas a gozar cuando te coja por todos lados…

—Hija de puta…

—Tu madre…

Hicimos un alto y fuimos a un dormitorio… Me acosté y Cata se puso de rodillas para seguir chupándome…

De la bolsa, Carla sacó un arnés, se lo puso y engancho otro consolador, bastante grande por cierto, y se puso detrás de la hermana, y sin mediar palabra lo enterró en la concha de Cata, que con mi pija en la boca dio un tremendo grito.

Carla la cogía con furia, dándole golpes en el culo mientras Cata chupaba sin parar mi pija. Y empezó a tener orgasmos, Carla se ría y más fuerte le daba con el consolador…. Tras uno de los orgasmos, cambiamos de lugar, yo con mi pija en su concha y Carla con el consolador en la boca.

Como podía, Cata gritaba de placer… así la tuvimos un rato, hasta que Carla me miro y se acercó a mí…

—Te lo preparo… Dijo Carla y le empezó a meter un dedo.

—No, por favor, no va a entrar, me va a lastimar…

—Callate putita, vas a ver como vas a gozar… Dijo Carla y le metió un segundo dedo mientras yo seguía en la concha de Cata…

Uno a uno, fueron entrando cuatro dedos y Cata gritaba de placer…

—Listo amor… Todo tuyo.

—Sergio, por favor, no…

—Silencio, como buena puta me vas a chupar la concha. Dijo Carla y se sentó frente a Cata con las piernas abiertas de par en par.

Acerqué mi pija al orto de Cata, y empecé a empujar. Cata aqueó la espalda y tomándole con fuerza de los cabellos Carla hizo que le siga chupando la concha. Lentamente entro toda la pija y fui aumentando la velocidad y la fuerza cada vez más. Era un placer hacerle el culo estrecho… un par de minutos, ella tuvo un tremendo orgasmo y se dejó caer en la cama…

—Ahora, es todo mío. Acostate Sergio… Dijo Carla.

Y se sentó en mi pija, enterrándola lentamente en su culo. Cuando la tuvo toda adentro, se empezó a mover, primero en círculos y luego arriba abajo, dándome la espalda, y cada vez con más velocidad.

—Cata, dos dedos en mi concha y chupame las tetas…

Cata obedeció y Carla no paraba de cogerse el culo con mi pija, era infernal su ritmo de subir y bajar. Estaba totalmente loca. Nunca me había cabalgado así…

—Chupame la concha, ahora. Dijo Carla.

Sin sacar los dedos de la concha de Carla, Cata se puso a chuparle el clítoris y como podía la concha…

—Mi macho, mi hombre… y vos, mi putita hermana… chupame bien… Grito Carla sin parar de moverse.

Tiré de sus cabellos y les dije que hagan un 69, sin dejar de coger el culo de Carla. Las dos se chupaban como locas y al cabo de unos minutos, acabe en el intestino de Carla que dio un grito tremendo. Carla hizo que Cata me limpie la pija y las dos se besaron… Nos levantamos y fuimos al quincho a buscar los vasos de vino.

—¿Qué decís Cata?

—Que me rompió el culo, y me encantó, y chuparte mientras gozabas… tremendo…

—¿Cuántos tipos como él te cogieron?

—Ninguno, te lo aseguro…

—¿Te quedas a dormir Sergio?

—Si. Dije sin dudar.

—Cata, se queda a dormir, vamos a dormir los tres juntos, siguen las mismas reglas, nada de “no”, “eso no”… él es nuestro macho… y vos, nuestra puta…

—Carla…

—Vos quisiste venir, te dije lo que podía pasar y aceptaste, ahora no va echarse para atrás… Dijo Carla.

—Bueno…

Tomamos más vino y nos fuimos a la cama. Carla fue la que ordenó como nos acostábamos: Yo en una punta, Cata en el medio y Carla en la otra punta. Los tres desnudos, así nos dormimos. Yo estaba durmiendo y sentí como Cata se ponía de costado y se acercaba a mí, totalmente dormida. Y mi pija se empezó a parar… me puse de costado y acomodé mi pija entre sus cachetes. Miré a Carla y parecía dormir. Lentamente corrí la pierna de Cata y apoyé mi pija en su orto. Ella se despertó y pude taparle la boca. Sin soltarla, empecé a hacer fuerza y fui entrando en su orto hasta meterla totalmente. La hice poner boca abajo y le empecé a dar con todo.

Cata lloraba y gemía al mismo tiempo, y eso me excitaba más todavía. Le daba con todo a su culo y ella no paraba de llorar y gemir… acabe en su culo y agarrándola fuerte, gire hasta ponerme boca arriba, con ella sobre mí, con mi pija en su culo… Así nos dormimos.

Cuando desperté, estaba solo en la cama. Me fui a duchar y vi marcas de sangre en mi pija, del culo de Cata. Me puse el bóxer nuevamente y fui a la cocina. Las dos tomaban café.

—Desgraciado, le rompiste el culo de nuevo…

—Era la que estaba más cerca… vos lo decidiste…

—Yo y mis decisiones…



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Mi Exnovia y su Hermana – Capítulo 02



La charla siguió mientras desayunábamos, y las miradas de Cata eran super caliente. Yo la miraba a Carla y le guiñaba un ojo.

—Sos un animal, me hiciste mierda el culo… pero que placer sentirte por favor… –Dijo Cata.

—Y tu culo, un placer gozarlo.

—Desgraciado… —Dijo Carla.

—¿Celosa? —Pregunto Cata.

—Muy…

—¿Les parece si voy a hotel, paso por un shopping y traigo mis cosas, aunque sea hasta mañana? —Pregunté.

—Me encantaría, ¿vos tenés algún problema Cata?

—Para sentarme… No, al contrario. ¿Puedo ir con vos Sergio? Necesito pasar por una farmacia.

—Por supuesto.

—Ojo lo que haces Cata…

—No estoy para hacer nada… te lo aseguro.

Subimos a mi camioneta y nos dirigíamos a Córdoba cuando Cata me preguntó:

—¿Qué pensás Sergio?

—¿De qué hablas?

—De mi hermana.

—No pienso nada Cata… ni pienso decir nada.

—Y si yo te dijera…

—Si llegas a decir algo, paro al costado de la ruta y te rompo el culo otra vez.

—Sos muy capaz… —Dijo y la miré sonriendo.

Mientras yo retiraba mis cosas y pagaba el hotel, Cata me esperaba en la camioneta. Subí y me guio a un shopping donde entre otras cosas había una farmacia. Ella compro un par de cremas y fuimos a ver una malla para mí.

—¿Qué te parece esta? —Le pregunté mostrándole una sunga.

—Que es una bestialidad si te pones eso…

—Tu bikini no es mucho menos…

—Cierto…

Volvíamos y Cata miraba hacia adelante pensando.

—¿Qué pensás? —Pregunté.

—Te vas a reír de mí… Estoy mojada… nunca me pasó con un tipo, acordarme de anoche y mojarme…

—¿Puedo comprobarlo?

—Sergio, no seas hijo de puta…

Vi que metros más adelante había un espacio para hacer picnic, arbolado y vacío y detuve la camioneta.

—¿Qué vas a hacer?

—Comprobar lo que dijiste.

—Sergio…

—Bajemos…

Bajamos y aprovechando que estaba con una mini, puse mi mano sobre su tanga y estaba empapada. Ella suspiro y me miró seria…

—Muy mojada… —Dije y tomándole la cabeza le di un beso con todo.

Ella dejo los brazos colgando, sin abrazarme. Sin dejar de besarla llevé mi mano nuevamente a su concha y corriendo la tanga, la fui acariciando y jugando con su clítoris. Me sorprendía que no se moviese, y se dejase hacer. La hice girar, apoyando su pecho contra la puerta de la camioneta y ella separo las piernas y puso sus manos al costado de la cabeza.

Besándole la nuca, tome una de sus manos y la apoye sobre mi pantalón, justo sobre mi pija que estaba parada. Ella suspiró y la acariciaba, con una mano, fui a su culo y ella separó aún más sus piernas. Puse mis dedos sobre su culo y ella se estremeció, lentamente fui acariciando su ano, en círculos, pero sin penetrarla. Empezó a gemir sin parar y me apretaba la pija por sobre el pantalón…

Con una mano le apretaba un pecho, mientras con la otra jugaba en su ano, o en el clítoris, pero siempre sin penetrarla. Cuando sentí que estaba por llegar a un orgasmo, me separé y le dije:

—Subí, vamos.

—¿Qué?

—Que subas.

—Subió y me miro furiosa.

—¿Qué pasa que me miras así?

—Te odio, me dejaste peor que una fundición de acero…

—Interesante… ¿Hay alguna forma de calmarte?

—Por supuesto que hay… que me cojas, por donde quieras, como quieras, pero que me cojas…

—No… Dame la mano. —Dije y ella extendió su mano y la puse sobre mi pija que estaba parada.

—Hijo de puta… no podes…

—Sacate la tanga y separa bien las piernas.

—Sergio, estas manejando…

—Vos no… Bueno, si no querés…

No me contesto, y sin dejar de acariciar mi pija se quitó con la otra mano la tanga y separo las piernas.

—Tocate.

—No…

La tomé de los cabellos y la hice acercarse. Quitando solo un segundo la vista del camino, la miré a los ojos y le dije:

—Tocate. —Y la solté.

Ella llevó su mano y se empezó a tocar y a gemir…

—Hijo de puta, no me podés estar haciendo esto…

—Vos lo estás haciendo, yo manejo…

—Y me ordenas que hacer… y yo como buena sumisa, te hago caso…

—¿No eras dominante?

—Con vos imposible… sos… Agg… sos imposible de dominar y me encanta ser sumisa con vos…

—No quiero que acabes…

—Sergio, por favor, dejame acabar…

—No…

—Hijo de puta… —Dijo y dejo de tocarse…

—Tenes que ponerte crema en el culo.

—Cuando llegue a casa…

—Ahora… y bien adentro…

—Maldito desgraciado…

Tomo la crema, la abrió y puso un poco en un dedo. Volvió a apoyar su mano en mi pija, se puso de costado y empezó a meterlo.

—Duele…

—Necesita más crema…

—La puta madre…

—Más…

Ella se puso más en el dedo y ya estábamos circulando por Carlos Paz.

—Movelo, así penetra bien…

—Me estás haciendo pajear el culo maldito…

—Pero no podés acabar…

—Hijo de puta…

Llegamos y cuando entramos la cara de Cata era de furia total.

—¿Qué te pasa Cata? —Pregunto Carla.

—Que este hijo de puta me hizo pajearme, concha y culo… y no me deja acabar, tengo 25 orgasmos atravesados y no doy más.

—No podés ser tan desgraciado…

—Me voy a poner la malla.

—No… —Dijo Cata y Carla se rio.

Me puse la malla, Carla armo unos sándwiches y fuimos al quincho a comer los tres y tomar cerveza.

—Carla… tu hermana es sumisa…

—Desgraciado… —Dijo Cata.

—¿En serio?

—Sí, veníamos, y pare en un bosquecito, bajamos y no sabes como se dejaba hacer, la puse contra la camioneta dándome la espalda, puso las manos a la altura de la cabeza y separo las piernas sin que yo diga nada.

—Ah bueno… ¿En serio Cata? —Pregunto Carla.

—Si… —dijo bajando la vista y Carla me miró sonriendo.

—Entonces tenés dos sumisas…

—Dos sumisas y dos dominantes… se me ocurren varias cosas… —Dije.

—Contame Sergio. —Dijo Carla…

—Mejor, terminemos los sándwiches y entremos…

—Bueno…

Cuando entramos fuimos directo al dormitorio.

—Quiero verlas jugar, pero sin aparatitos, nada y sin meterse dedos, claro. —Dije.

Mientras ellas se comenzaban a besar, yo me quité la sunga y me senté apoyado en el espaldar de la cama. En segundos se quitaron las mallas y se besaban y acariciaban sin parar. Carla asumió una posición dominante como yo esperaba y Cata no intento serlo. Carla la hizo poner de rodillas en la cama, y le chupaba los pechos mientras le acariciaba la concha, el culo. Cata gemía cada vez más fuerte y no quitaba su vista de mi pija parada.

—Cata, chupame despacio, tranquila la pija, y vos Carla, chupale la concha y el culo.

—Que placer me voy a dar… —Dijo Carla.

Cata apenas se podía contener para chuparme despacio, Carla le fue sacando orgasmos y el cuerpo de Cata no paraba de temblar…

—Me están cocinando el cerebro, paren por favor.

—Cata, te aseguro que esto recién empieza… —Dijo Carla.

Cata la escucho y tuvo un orgasmo.

—Sentate en mi boca Cata, mirándome…

—No, por favor…

—Sí… no quiero dejar de saborear tu concha…

Carla le dio un chirlo en el culo y ella se puso sobre mi boca y empecé a chuparla, mientras Carla me chupaba despacio la pija. Cuando Cata sintió mis dientes apretando su clítoris y mi lengua golpeándolo grito con todo y tuvo un tremendo orgasmo, no me detuve y pasé a su concha, chupándola y metiéndole mi lengua todo lo que podía.

Cata no paraba de gemir y de tener orgasmos. Le hice una seña a Carla y se puso a chuparle los pechos mientras yo no paraba de chupar su concha… Estuvimos un par de minutos y le dije que me monte. Como pudo, se puso sobre mi pija y Carla guio mi pija para que la penetre a la hermana. Cata grito de placer cuando fue bajando y mi pija entrando en su concha.

—Animal, no podés estar destrozándome así. Apenas entra… —Gritó.

Carla le dio un chirlo en el culo para que se mueva y siguió chupando los pechos de la hermana, que subía y bajaba como enloquecida, gritando y gozando, la tome de la cintura y a sus movimientos sume los míos y en unos minutos acabe en su concha con todo, llenándola de leche por completo…

—Ahora vas a conocer a Sergio hermanita… Chupale le pija.

—Yo no doy más Carla.

—Chupale la pija y vas a ver como podes…

Cata le hizo caso y se puso a limpiar y chupar mi pija de rodillas, mientras Carla le chupaba la concha y tragaba todo el semen y fluidos que salían de ella… Ahora Cata chupaba con todo, metiéndose toda mi pija en la boca, teniendo arcadas, tosiendo, pero no paraba…

Vi que Carla se puso el arnés y en él colocó un consolador… y se puso a chuparle el culo y meterle dedos a la hermana, que no paraba de chupar y gritar con mi pija en su boca.

—Ahora es mi turno de darte placer Cata… Ven… —Dijo Carla.

Y tomándola de la mano, hizo que cata se sienta sobre mi pija, dándome la espalda y haciendo que apoye mi pija en su orto.

—Carla, no por favor, no doy más, y tengo el orto que no da más…

—Tranquila Cata… que vas a gozar como tu hermana…

—Dios…

Y lentamente fue bajando y enterrándose mi pija en el culo. Escuchaba como sollozaba y gemía, Carla le chupaba los pechos y le acariciaba la concha.

—Así hermanita, goza como una yegua por primera vez en tu vida… aprende lo que es el placer que te da un verdadero hombre. —Dijo Carla.

En ese momento se paró al lado de la hermana y le dio a chupar el consolador. Para mi sorpresa, Cata se puso a chuparlo con todo, y aumento sus movimientos de subida y bajada sobre mi pija…

—Cuando vos me digas Sergio… —Me dijo Carla.

Pasaron unos minutos y le avise que estaba cerca… Carla se puso frente a la hermana, levanto un poco las piernas de Cata y lentamente fue penetrando su concha.

—Hija de puta… —Gritó Carla.

—Goza Cata, goza…

Ahora éramos Carla y yo los que nos movíamos, yo, levantando un poco a Cata para poder entrar y salir bien de su culo. Por casi cinco minutos la estuvimos cogiendo de esa forma y cuando acabé Cata tuvo un orgasmo bestial y quedo temblando. Carla no se detuvo hasta tener su propio orgasmo cogiendo a su hermana, y cuando lo tuvo, le dio un tremendo beso.

Las dos se corrieron, para acostarse besándose tiernamente. Yo me paré y me empecé a masturbar, mi calentura no bajaba para nada…

—Cata, míralo…

—No puede ser Carla, es imposible…

—Con Sergio todo es posible y es un terrible alago para nosotras… Ponete de rodillas y chupale la pija, yo me ocupo de vos.

—No… por favor…

—Te va a coger la boca boluda…

—Desgraciado… —Dijo Cata y se puso a chupar con todo.

Carla se metió entre las piernas de Cata y le metió el consolador en la concha. Pareció que Cata revivía y empezó a cabalgar a la hermana que se apretaba con todo las tetas y le metía dos dedos en el culo a Cata. Yo tomé su cabeza y la empecé a coger con todo, Cata con los brazos colgando al costado de su cuerpo se dejaba hacer por mí y por la hermana. Cuando estuve a punto de acabar, me masturbe frente a ella que abrió su boca y trago todo, se limpió los labios con la lengua y me limpio la pija.

Carla se corrió y Cata se tiró en la cama.

—Seguís siendo un animal… te amo por eso… —Dijo Carla me dio un tremendo beso.

Miramos a Cata y estaba dormida. Con Carla nos pusimos las mallas y cuando íbamos a salir a la orilla del lago me dijo:

—Sergio, no podés ir con esa sunga… es pornográfico.

—Única malla que tengo…

Tomamos dos lonas y fuimos a la orilla del lago. Nos tiramos boca arriba en silencio y al rato escuché la risa de Carla.

—¿De qué te reis?

—Boludo, todas las minas pasan mirando tu bulto, una ya paso mirando cuatro veces.

—No jode que miren…

—Una se acerca y le parto la cara…

—¿Cómo pudiste compartirme con tu hermana?

—Justamente, porque es mi hermana. Con ella es la única que puedo compartirte.

—¿Hablamos?

—¿Es necesario? ¿No querés que vaya a buscar nada a Córdoba caminando?

—Entonces no hablamos. —Dije y nos quedamos callados.

Tomamos sol un rato y volvimos a la casa para meternos en la pileta. Cata seguía durmiendo. Nos metimos en la pileta y ella se sacó el corpiño de su bikini para tomar sol.

—¿Gozaste con Cata?

—Pregunta pelotuda. Claro que goce. ¿Vos? —Dije.

—Goce con ella, viéndote gozar a vos y cumpliendo dos fantasías al mismo tiempo.

—¿Cuáles?

—Verte coger a una mina, y hacer un trio con mi hermana, pero no con cualquier tipo, con vos.

—No me imaginaba que tuvieras esas fantasías…

—¿Vos no tenés fantasías para cumplir?

—Un par… pero nuevas, de hoy…

—¿Cuáles?

—Atarte a la cama, y hacer que mires como cojo a tu hermana.

—Hijo de puta… ¿y la otra?

—Soltarte y dejar que Cata se saque las ganas con vos…

—¿Y vos?

—Sorpresa, lo que Cata diga.

—Sos muy mal tipo.

—Mal tipo, un hijo de mil putas es este tipo, no sé de que hablan, pero no puede existir este tipo, por favor… ¿De qué hablan? —Dijo Cata acercándose.

—Primero, ¿Estás bien?

—Carla, imposible estar bien después de lo que me hicieron… Estoy genial, nunca estuve mejor… Aunque físicamente destruida, y mi cerebro quemado.

—Sergio me contaba un par de fantasías, que te involucran por cierto.

—Por favor, dame un poco de tiempo para recuperarme querido, así no estoy para nada…

—Una de sus fantasías es atarme, y hacer que vea como te coge.

—Hijo de puta… me está gustando.

—Y la otra, es soltarte, y que hagas con Carla lo que vos quieras, y que decidas que hago yo…

—Ahora me gusta mucho más la idea… Pero por favor, dame tiempo, por lo menos hasta la noche…

Basura, soy tu hermana.

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