Mi Cuñada y mis Ganas de Mujer -01-

heranlu

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Esta carta estaba en los papeles que alguien dejó en el piso que he alquilado este mes, sobre la mesa del despacho vacío. Estaba metida en un sobre, con un sello, como si alguien olvidase echarla al correo.

“Querida amiga:

Me he animado a escribirte de una vez, aunque no veas lo que me ha costado convencerme a mi misma de que estaba actuando correctamente. Conocí tu existencia por casualidad, cuando estaba trabajando en el ordenador de mi hermano y me tropecé con un directorio que se titulaba “Contact”. Como soy muy curiosa, entré en él y me encontré con que era una parte copiada de una página de relaciones, de esas que están tan de moda. La verdad es que nunca pensé que había tanta gente desinhibida y con ganas de probar cosas nuevas, sobre todo entre las parejas de casados. Tu foto estaba en el medio, morbosa y excitante. Después de mucho pensármelo, decidí probar a mandarte mi relato.

Voy a empezar desde el principio. Estoy estudiando en el campus de la ciudad ingeniería naval. Es mi último año de carrera y pedí a mi hermano que este mes estuviese con él. No me queda casi nada y quería dejar el piso para ahorrarme el dinero del alquiler e irme de viaje en verano. A él no le importó. Está casado con Maite y son una de esas parejas ideales, guapos y agradables. Tienen un piso grande, no tienen niños. Genial.

Soy una chica normal, no muy alta, con ojos verdes, herencia familiar porque mi hermano también los tiene. Mi cuñada trabaja en una farmacia y mi hermano está todo el día en el estudio de delineación que tiene junto a su suegro. Tengo clases por la mañana y por la tarde Maite y yo pasamos mucho tiempo juntas. Salimos de compras, nos reímos muchísimo, vamos al cine, a ver exposiciones. Hablamos de nuestras cosas. Escucha siempre con mucha atención. Siempre la notaba muy receptiva, con esa sonrisa que me atraía como un imán. Y sus manos, sus ojos. Toda ella tenía imán. Todo era muy extraño.

Maite lleva genial los casi 40, que dice que tiene. Se cuida, va al gimnasio. Hace deporte, mira por su alimentación, pero no es de las que están obsesionadas con su cuerpo. No le hace falta, desde luego.

Lo que voy a contar sucedió la semana pasada. Hizo bastante calor para esta época del año. Yo estaba en la sala viendo el documental de la 2 que ponen habitualmente por la tarde después de comer, hojeando al mismo distraídamente una revista. Maite estaba dándose una ducha y me llamó desde su cuarto de baño. Necesitaba una toalla. Fui a su armario y se la llevé.

Toqué suavemente con los nudillos en la puerta y desde dentro ella me dijo que entrase. Entonces la vi, desnuda, hermosa, mojada, de pie sobre la alfombra blanca. Me sonrió y me dio las gracias. Yo me quedé muda, no supe qué decir, más que sonreír. Antes de salir, volví la mirada de nuevo hacia ella, que se estaba secando. Mis ojos se fueron a sus tetas, grandes y redondas, blancas en comparación con su piel, coronadas por unos erectos pezones oscuros. Se bamboleaban mientras se secaba la espalda y por efecto de la puerta abierta, se le había puesto una ligera piel de gallina. Miré para su rostro, enmarcado en su pelo oscuro y largo, mojado y ensortijado. Me sonrió y siguió con la toalla sobre la piel y el pelo. Me di cuenta que lo había hecho adrede por su suavidad en la tarea, como si quisiese que la observase mientras lo hacía.

Cerré la puerta tras de mi y me apoyé en la pared del pasillo, cerrando los ojos. Tragué saliva. No podía creer lo que había pasado y era incapaz de sacarme del pensamiento aquellos pezones erizados ni el pelo ensortijado, sobre su rostro y en su pubis, recortado en un rectángulo perfecto sobre la línea de sus labios. Fui hacia mi habitación y me metí en el aseo que tengo dentro. Respiraba enérgicamente, mientras continuaba tragando saliva. Apoyada en el lavabo, me vi reflejada en el espejo. Estaba algo despeinada y se me caía un poco el pelo sobre la cara. Tenía puesto un vestido corto, con botones. Mi pecho subía y bajaba al ritmo de mi respiración.

Fui entonces cuando noté que me mojaba. Por dentro. Con un acaloramiento anormal que subía por la entrepierna y llegaba a mi cuello. Por el escote de mi vestido vi una gotita de sudor que me resbalaba por el canalillo. Me encontraba excitadísima, como no recordaba en mucho tiempo. Todavía no sé como ocurrió, porque fue casi inconsciente, pero de repente me empecé a desabrochar el vestido por el escote, metí las manos por dentro del sostén y me saqué las tetas. Me las estrujé con fuerza mientras me veía en el espejo y eso me puso a mil. Me pellizqué los pezones que estaban enormes y gemí ligeramente. Empezaron a pasarme ideas por la cabeza, muy rápido, como si lo que acabase de ver en el cuarto de baño de mi cuñada fuese algo que esperaba desde hacía tiempo.

Me senté entonces en la tapa del báter, porque desde ella me veía reflejada en un armario con espejos que estaba en el lateral. Levanté la falda y me abrí de piernas; en aquella postura miré para mis braguitas blancas, de algodón y para la mancha húmeda que se notaba claramente. Mi mano izquierda separó un poquito la goma y metí los dedos de la mano derecha, notando enseguida lo mojada que estaba. Tocar el clítoris casi era imposible, de lo excitado que lo tenía, así que empecé a pasar los dedos sobre los labios y los líquidos que se habían abierto paso en el agujero en el que se había convertido mi coño.

No fue difícil introducir el índice directamente, hasta el fondo. Después de uno, metí dos, notando como entraban y salían, lubricados por las ideas, mi respiración, los pellizcos a mis pezones y mi imaginación. En ella veía a Maite arrodillada delante de mí, mientras los dedos de su mano derecha eran los míos y su mano izquierda jugueteaba con su boca, sus tetas, su coño. Me decía guarradas, obscenidades, - Quiero que te corras mientras te como el coño encharcado… para después meter su lengua en mi entrepierna y comerme hasta hacerme gritar. Yo estaba apurando con los dedos ahora y me hacía círculos sobre mi clítoris. – ¿Notas mi lengua recorrer tus labios?... Me lo decía casi sin levantar la cabeza, mientras metía sus largos dedos hasta el fondo, arañando con suavidad mis paredes. – Lámete los pezones, zorra… Y yo obedecía, pellizcando con mis dientes, chupando mis garbanzos carnosos. Le grito - No pares… Hazme gritar como una puta… Mientras ella se llena la boca con mis líquidos. – Córrete para mí, putita, vamos… Dame tu corrida en la boca…



Apuré salvajemente la ida y venida de mis dedos dentro de mi cueva, encharcada como nunca había estado. Cuando me vino con fuerza, un chorro de líquido inundó mis muslos y mis gemidos se ahogaron en mis temblores. Había tenido un orgasmo explosivo, tremendo y había mojado el suelo del baño, mis muslos, el báter, el espejo…

E imaginaba a Maite sorbiendo los jugos, corriéndose frente a mí, con su boca en mi coño y sus dedos envueltos en jugos de ambas corridas.

Desde entonces mi vida ha cambiado radicalmente. Ya no soy la misma y desde luego la relación con mi cuñada ha tenido algunos detalles que te iré contando poco a poco, si tú quieres.

Hasta pronto.

A.”

La carta me puso cachonda perdida y mientras la leía no tuve más remedio que consolarme aquí mismo, en la silla del despacho. Tiene una dirección de un apartado de correos.

He decidido enviarla.
Estos días he pensado mucho en la carta que he enviado. No he parado de masturbarme imaginando la respuesta que podía recibir, de alguien que no conozco.

Pero la historia me rondaba la cabeza permanentemente y decidí continuarla, escribiendo yo una segunda respuesta, en caso de recibir algo.

Así que comencé en mi ordenador…

“Desde aquel momento en que ocurrió lo del baño, ya no miraba a mi cuñada del mismo modo y ella lo notó. Me fijaba en su culo, en sus labios, en cómo me excitaba físicamente verla arreglarse frente a cualquier espejo de casa.

No hablábamos de esto, pero sabía que cualquier día podía pasar cualquier cosa.

Y sucedió.

Ese jueves por la noche, decidimos salir con unas amigas comunes. Entre risas y cervezas, acabamos en una disco. Estábamos en la pista y los “moscones” no paraban de acercarse, para pegarse a nosotras o directamente intentar algo. Maite me dijo entre risas que se acercaba al baño, acompañada de Lucía y yo me quedé en la pista con Carmen y Sonia.

Pero empezó a tardar y me preocupé. Podía haberle pasado cualquier cosa. Decidí ir a buscarla y me metí en los aseos. El jaleo era enorme y no funcionaban algunas luces; estaba abarrotado y no la veía. Fui por las puertas de los wáteres pero estaban cerradas y decidí asomarme por la parte superior. Miré en el primero y estaba una tía meando, casi dormida, con otra amiga que le aguantaba el bolso. Me acerqué al segundo y había una vomitando. Pero en el tercero…

Allí estaba. Con Lucía. Maite estaba sobre la pared, con los ojos cerrados y una pierna sobre la taza del báter, sin bragas dejando que los dedos de Lucía, frenéticamente, entrasen y saliesen en su coño. Sus lenguas se dejaban entrever y de vez en cuando, se entrelazaban, con saliva y gemidos…

No quise ver más. Era increíble. Dos veces en una semana era demasiado. Salí corriendo afuera para que me diese el aire. Estaba mareada, no sabía si era de la bebida o de la escena que había visto dentro. Me senté en la acera y apoyé mis brazos en las rodillas, dejando la cabeza apoyada sobre ellos. No sé cuánto tiempo pasó, pero una mano se posó en mi hombro y levanté la vista. Era Maite. En cuanto la vi, me salió del alma llorar. Le dije que estaba preocupada, que era una idiota, mientras ella se lo pasaba de miedo con una amiga…

Ella me levantó, sonriendo y me secó las lágrimas con la palma de la mano. Todavía olía a mujer, a caldos calientes, de otro cuerpo, de otros muslos. Me pasó un brazo por la espalda y así abrazadas comenzamos a caminar, en silencio. No sé cuando nos paramos, pero me miró a los ojos, me puso sus manos en las mejillas y me besó. Fue un beso húmedo, suave, que después respondí con excitación y enseguida me separé. – Qué haces…. – Susurré- Esto no está bien. Pero mientras decía esto, sólo se me ocurrió abrazarla.

En el abrazo nos juntamos de un modo que no había notado nunca con nadie y juntamos nuestras caras, con los ojos cerrados. Notaba su respiración y mi corazón que se iba a salir del pecho. Nos volvimos a besar, esta vez de un modo diferente. – Dame tu lengua…. La quiero en mi boca – me dijo- Su lenga, larga y áspera, entró en mi boca y respondí con la mía, enredando las puntas. Mis pezones se pusieron como piedras cuando ella pasó su mano por mi escote. Estaba completamente mojada cuando llegamos a casa.

Subimos en silencio en el ascensor, cogidas de la mano. Sabía que mi hermano no estaba, por un viaje y teníamos todo el tiempo para nosotras. Me asustaba y me excitaba el momento, la ocasión, lo que iba a pasar…

Abrió la puerta y me agarró de la cintura. Me besó frenéticamente y nuestras lenguas no dejaban de entrar y salir de las bocas, con la saliva a borbotones y nuestros gemidos llenando el silencio de aquella semioscuridad en la que estábamos.



Ella me empujó hacia la mesita del hall, donde estaba el teléfono. – Siéntate ahí… quiero que te abras de piernas… - Yo me senté, tirando de mi falda hacia arriba. Metió su mano entre mis muslos y acarició mi coño sobre mi braga, que estaba absolutamente mojada. Yo me desabotoné la camisa y dejé al descubierto mi sostén. Maite succionó mis teas, mientras separaba la tela y chupaba mis pezones, erectos, duros como una piedra.

- Ah…ah… Ahu… Sigue… por favor – gemí yo mientras notaba como su lengua y su boca hacían endurecer mis pezones.



Estaba excitadísima y no paraba de gemir, porque lo que me hacía me gustaba, de eso no había ninguna duda. Nos besamos y yo quería juntarme a su cuerpo con fuerza, mientras notaba mi interior mojado, hirviendo. Seguía sentada en la mesa, nos abrazamos y le agarré el culo con las dos manos, tirando de ella hacia mí. – Ven… Quiero probarte – Se quitó la camiseta, arrojó el sujetador y cogiendo sus tetas con ambas manos me las ofreció – Chúpame… Con fuerza… Dame placer como una perrilla…



Obedecí totalmente excitada. Lo que me decía me ponía a mil. Sí, sería su perra, porque era lo que quería sentirme. Sucia y perra. Lo hice con fuerza, notando crecer sus pezones entre mis labios y mi lengua. Lamía alternativamente una y otra mientras ella gemía y me susurraba guarrerías – Así perra… Cómeme las tetas, así… Chupa, zorra, que me vas a hacer correr con tu lengua… Uffff…. Mmmmmm…. Sí, eso es… - Estaba fuera de control y yo casi a punto de correrme, solo con comerme sus tetas.

- Dale… Sigue… Más fuerte … Sí… estoy a punto… a punto… Eso… Ahora… Ahora…. Perra… Mi perra…. Sigueeeee…. Síiiiiiiii…. Me corrooooo…..



Increíble. Con mi lengua y mi boca se había corrido. Comiéndole las tetas, la muy zorra se había corrido….

Entonces ella descendió por mi cuerpo, besándome el ombligo. Se puso de rodillas sobre la alfombra – Separa las piernas… Te voy a comer el coño y voy a hacer que me mojes la cara mientras te corres… Mi perrita…. – Yo estaba mareada, incapaz de reaccionar, y solo quería decirle - Sí, quiero ser tu perra… Soy tu zorra y quiero correrme sobre tu puta boca…



Arrodillada a mis pies y yo sobre la mesita, subí mis pies y agarré los tobillos con mis manos, quedando totalmente abierta. Ella separó mis labios con los dedos suavemente, mientras deslizaba su lengua por ellos. Rodeó mi clítoris con la punta y sus dedos entraron en mi coño de un modo profundo, casi violento. Tres dedos que me llegaron al fondo y grité – Aaaaahhh… dame más… Más fuerte… Fóllame con los dedos…. – Gemí con fuerza y mi excitación me decía que estaba a punto. Inició con sus dedos un entra y sale salvaje, golpeándome con los nudillos la entrada del coño y su boca jugaba con mi garbanzo erecto – Córrete, puta…. Córrete mi zorra….Mmmmm



Y entonces me fui. Agarré su pelo con mis manos y la obligué a hundirse en mis ingles, notando su respiración agitada, casi ahogada y me corrí con una explosión líquida. Un chorro salió de mi coño con fuerza y mojó su cara, su boca, su pelo….

Maite se levantó, con una sonrisa húmeda, sorbiendo el líquido que tenía en la cara con la lengua y me abrazó. Nos besamos y supe cómo sabía yo. Chupé su cara con mi lengua. Se quitó la falda y su tanga y se pegó a mi. – Pásame tus piernas por la cintura y no te sueltes. Quiero follarte en el suelo…- Me dijo. Nuestros pezones se entrechocaban y notaba la calidez de su barriga, de su coño.

Agarré su cuello con mis brazos y ella me agarró por el culo, levantándome con fuerza. Estaba en una nube. Me llevó al suelo, dejando mi espalda sobre la alfombra y ella se quedó encima de mí. No parábamos de darnos besos, juntando las lenguas, notando la saliva salir de nuestras bocas, humedeciendo las mejillas y las caras.

Tal como estábamos, sentí la sensación extraña de querer que me follase, que me metiese su cuerpo dentro y me hiciese sentir todo su poder dentro de mi coñito. – Ábrete de piernas, mi putita… Quiero restregarme y correrme contigo – Me agarró los muslos y yo levanté un poco el culo del suelo, al tiempo que ella se arrodillaba un poco, dejando ambos coños pegados. Empezó a restregarse conmigo y sus líquidos hacían que los míos saliesen a borbotones. Mi clítoris era un volcán en erupción y el suyo se rozaba de un modo como nunca había sentido nada en mi vida. Los labios chocaban y sentía cómo empezaba la excitación a vencerme, desde la raiz de mi espina dorsal, iniciando un movimiento más rápido, como queriendo que su pollita me hiciese correr con ella.

- Mmm...…. Eso… Fóllame, por favor… Más…. Así – acerté a decir mientras dejaba que Maite follase mi coño con el suyo – Haz que me corra ya… Quiero ser tu puta… Sigue…

- Sí…. Ahora… Estoy a punto – gemía ella, agarrándome las tetas con fuerza y chupándome los pezones.

- Aaaaahhhh…. Sííííí´…. Cómemeeeee…. Casi… Ya llegoooo…. – Le dije yo, casi en un susurro.



Y entonces llegamos. Las dos a la vez, entre gritos e insultos. Gimiendo y gritando, llenando la alfombra de líquidos.



Abrazadas y extenuadas, rendidas las dos, exhaustas, respirando el mismo aire, notando nuestros latidos y nuestros líquidos, mezclados en el suelo…”

...

Mientras escribía esto, me masturbé furiosamente, mojé la silla con un chorro de líquidos cálidos, mientras mis dedos mojaban las teclas del pc, en las últimas palabras del relato...

Ahora después de describirlo, tengo ganas de mujer. Quiero comerme un coño y follarme una zorra que me coma las tetas, me chupe los pezones y se deje follar…. Como una perra…

... Y no dejo de pensar en mi cuñada..
 
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