En los días de verano desde hacía tal vez tres años, mis padres me enviaban sola a la casa del abuelo Lauro.
A mi me encantaba ir desde siempre y a medida que fui creciendo me gustaba mucho más.
El abuelo Lauro vivía con un hijo y nadie más. La abuela había muerto hacía muchos años.
Era regla también desde ese tiempo en que iba sola, que debía andar sin ropas por la casa. La casa era grande, tenía dos plantas. Un enorme patio con árboles y flores y una piscina enorme que siempre estaba limpia y preparada para entrar, en cualquier momento del día.
__¡Oye cariño, he estado pensando!__ dijo un día el abuelo Lauro
__¿Qué cosa abuelito?__ así lo llamaba siempre o casi siempre
__¡Creo que deberías andar sin ropas por la casa!
__¿Cuando?
__¡Siempre!__ dijo el atrayéndome hacía el y estampándome un beso en la boca. Sonoro y mojado.
Desde ese momento fui hasta mi cuarto y me saqué la ropa frente al gran espejo que tenía y observé mis tetas creciendo en punta, con los pezones gruesos y siempre ardiendo. Mi cola redonda y dura, bien marcada. Mi cintura delicada. Unos muslos gruesos y potentes, firmes.
Ese año en que llegué a la casa , la indicación de Lauro, mi abuelo, era que debía andar con una pollerita. Así es que fui a la habitación y tenía de varios colores y modelitos, todas eran muy cortas y apenas tapaban mis glúteos y los remarcaban más aún. Eran a cuadritos.
Elegí la que me mas me gustó en ese momento. También tenía un hermoso envase que contenía lubricantes de sabores exóticos y rabiosos. Unte febrilmente en mi ojetito y en mi conchita que ya parecían aguas de manantiales, a rabiar, chorreaban entre mis piernas los jugos mas íntimos.
Bajé las escaleras contoneándome bien putita, como le gustaba al abuelo. Me movía de un lado a otro, mis pechitos se balanceaban turgentes y sentía que mi piel ardía de los pies a la cabeza.
No andaba el abuelo por ahí, así que fui hasta la cocina y allí estaba sentado en la mesa, mirando hacia el ventanal grande que daba a la mesada. El sol entraba por allí fuertemente.
__¡Hola abuelito!__ salude
__¡Hola belleza!__ dijo abriendo sus ojos en forma desmesurada. Sé que su calentura creció a tope. Yo me servía un jugo moviendo mi cola y sabiendo que el tenía una vista privilegiada hasta de la rajita carnosa y de mis labios vaginales hinchados.
__¿Te gusta tu ropita?__ preguntó. Yo gire moviéndome como una modelo sensual.
__¡Claro abuelito me encanta!
__¡Ven, ven aquí!__ dijo el y fui a sentarme en sus piernas. Suspiro gimiendo caliente. Beso mis orejas, lamiendo suave. Sus manos acariciaban mis muslos fibrosos y potentes. Me olía. Me hocicaba. Pellizcaba mis carnes.
__¡Ohh que rico hueles mi vida!!
__¿Te gusta abuelito?
__¡Me pones muy caliente!¡No sabes lo que te extraño cuando te marchas!¡No veo la hora de que llegue el verano!__ gemía frotando ahora mis pechitos haciendo que mis gruesos pezones se pusieran duros y rocosos.
Con la otra mano bordeaba mi vagina palpitante y mojada. Rozaba mis labios externos, y de vez en cuando rozaba mi clítoris erecto y febril.
Yo sentía su dureza acrecentándose lentamente. Me gustaba mucho poner asi a los hombres, sobretodo si eran mayores.
Buscó de pronto mis nalgas, se entretuvo con ellas, sobándolas, pellizcándolas y manoseándolas a placer, a gusto, tomándose su tiempo.
Luego con un dedo entró en mi ojete cerradito todavía. Empezó a meter y sacar aquel dedo y luego lo llevo a mi boca para que lo chupara. Así lo hice gimiendo, lo mamé un buen rato, pasando la lengua varias veces y sintiendo el sabor de mi propio interior, luego el abuelo volvió clavarlo en mi culito que ya se abría de forma brutal y entraban dos dedos en el.
__¡Ay abuelito, como me gusta!!
__¿Te gusta mi putita?
__¡Sí si, ay, ahhh, me encanta, sigue, sigue!!
__¡Siempre supe que eras una putona calentona, mi amorcito, bebe, ame tu lengua, dámela!!__ así entonces la boca del abuelo se hundía en mi boca abierta y caliente, babeando, Los dedos aumentaban el frenesí en mi colita abierta. Yo gemía chorreando saliva.
Nuestras lenguas se chocaban en un torrente de frenesí y lujuria explosiva. Con mis manitos aprese la serpiente del abuelo que bailaba dura y elástica fuera de su short.
La masajeaba indómita, furiosa, caliente. Gruñía el abuelo Lauro mordiendo mi boca con pasión y salvajismo. Sin dejar de meter los dedos en mi cola hasta el fondo. Yo había tenido ya un par de orgasmos increíbles, explotando jugos por todas partes, mojada por completo.
Chupaba mi lengua, insaciable, yo apretaba y meneaba aquel pedazo de carne firme y sabroso. Sopesaba sus bolas gordas y llenas de leche para mi, sabiendo que sería toda para mi, que el quería dármela a beber y que deseaba tanto, sabiendo que aquello acabaría así.
__¡Sabes lo que quiero abuelito, ohhh, ahhh!!
__¿Qué quieres mi putita, dile a tu abuelito, qué quieres?
__¡Quiero tomar tu lechita espesa, ahhh!!__ los dedos se clavaban fuertemente en mi cola. Estaba tan abierta, sentía hormigueos en mi piel. Mi paja iba creciendo en intensidad. Me aferraba a la vara gruesa y potente, bajando y subiendo aquel perno adorado por mi.
__¡Me estas ordeñando, ohhh, que salvaje eres, ohhh, si, sigue, sigue!!__ decía el abuelo mientras me mordía el cuello, lo obsceno de la situación me calentaba tanto que no nos habíamos movido del lugar inicial, todo ocurría en la silla y en las piernas del abuelo, llegando a ser un poco incomodo, pero la calentura era tal que aquella acabada sería en ese lugar, solo que esperaba hasta el final para ponerme de rodillas y recoger el néctar que me daría aquel hombre ardiente.
__¿Vas a beber tu lechita?
__¡Sí abuelito, claro!
__¿Vas a tragar hasta la última gota?__ decía aguantando y gruñendo bestial
__¡Si, sí abuelito ohh, claro!!!__ yo aceleraba la masturbada. El abuelo se retorcía gimiendo acalorado, revolví sus huevos gordos. Los apretaba, llegando a rozar el perineo, para que vibrara y se sacudiera de forma extraña, de forma fantasmal.
Se puso cada vez más tenso. Sus venas se hinchaban un poco más así como su serpiente gruesa.
__¡Ohh ya viene amor, ya viene!!
__¡Oh si dámela abuelito dámela!!__ rápidamente me hinqué de rodillas frente a ese aparato hermoso al que yo adoraba, le di unas cuantas masajeadas , esperando que saltara aquella bebida caliente, espesa y salobre que tanto me gustaba beber.
Abrí la boca y recibí los escupitajos con tanta presión que fueron directo al fondo de mi garganta. Varios chorros golpearon el interior de mi boquita glotona. Tragué y luego de comer todo lo que aquel hombre, mi abuelo, me había obsequiado, empecé a lamer y chupar, hasta dejar muy limpio y brillante aquel pedazo de verga que buscaba reposo, por unos minutos, besé alrededor de aquel animal alicaído.
Luego me puse de pie. Bese la boca del abuelo y moviendo mi cola abierta por los gruesos dedos, muy caliente aún, lo mire
__¡Voy arriba y allí te espero!!__ dije y empecé a retirarme sin dejar de menear mis caderas, mientras oía la respiración agitada de aquel hombre.
Sentí los pasos del abuelito subiendo las escaleras y acercándose a mi habitación. Mi vulva estaba hecha agua. Mi ojete palpitaba dilatado y sediento de un buen pedazo. Era la putita de aquella casa y como tal estaba con muchas ganas de verga.
El abuelo entró a la habitación con su vergota bamboleando semi dura. Me miró largamente desnuda y con las piernas abiertas. Su mirada denotaba tolda la lujuria que le provocaba aquella depiladita conchita mía, brillante con gotitas de humedad salina.
__¡Eres tan bella mi putita hermosa!
__¿Te gusta así?__ pregunté ronroneando gatunamente prostituta alzada.
__¡Eres un demonio con belleza de diosa!__ mientras hablaba su poronga buscaba levantarse. Cabeceando animada para endurecerse por segunda vez aquella mañana cercana a mediodía ya. Camino despacio hacia mi. Cuando llegó al borde de mi cama. Agachándose me tomo de la cintura y me giro poniendo mi culito redondo y perfecto hacia arriba. Me dio dos chirlos suaves y unos mas picante enrojeciendo mis nalgas deseosas.
Pellizco mis cachetes y yo gemía enloquecida de placer y gusto.
__¡Eres un maltratador abuelito!!
__¡Me encantan estos cachetitos que tienes niña bella!!__ acto seguido bajo hasta ellos y los olfateo, tomaba su aroma, lamió a la piel encendida. Mordió suavemente mi carne ardiendo. Chupeteó a gusto, llenándome de saliva todas las nalgas de arriba a abajo. Por fin abrió los cachetes. Hundió su lengua en mi ojal receptivo y muy caliente. Beso mi agujerito. Ya se abría como flor. Su lengua feroz escarbaba en mi anillo desesperado y rozagante. La saliva chorreaba por mi vagina. De vez en cuando el pasaba su lengua por allí y me contorsionaba como una loca.
Pero volvía a incursionar en mi ojito caliente. Me besaba, me succionaba, feroz, animal, salvaje. Clavó un dedo y luego dos, escupía en ellos y también me los ponía en la boca, para que yo apreciara mis propios sabores y me calentaba plenamente mucho más, mi temperatura iba en aumento descontrolado y ya necesitaba que metiera su poronga en mi ojete.
__¡Ay, ay abuelito, necesito que metas tu garrote dentro de mi culo, por favor, ahhh!!!
__¡Eso me gusta, que ruegues putita, que ruegues por tu pedazo!!
__¡Sí, si hazlo, por favor, ohhh, estoy tan caliente!!
__¡Ya va, no te apures aguanta, belleza, ya te cogeré!!__ seguía con los dedos clavados en mi culo y mordía mis nalgas, me besaba la espalda baja, lamía la piel, en tanto yo rasguñaba las sábanas.
Mi conchita manaba gran cantidad de jugos y yo misma acariciaba mi botoncito y ya había gritado dos orgasmos vibrantes y casi salvajes, llevándome hasta las lagrimas.
El abuelo nuevamente me giro y poniéndose en sesenta y nueve hizo que tomará con mi boca el garrote y el siguió hurgando en mi arito. Chupé con ganas y estaba tan duro como cuando estuvimos en la cocina. Con mis manos jugaba con sus bolas otra vez gordas y llenas. Sabía que me daría otra buena ración de leche. La saliva iba bañando nuestros genitales, el de vez cuando chupaba con fruición mi almeja sacada y me hacía explotar en otro feroz orgasmo. Temblaba unos minutos, de tanto placer, me mojaba mas y mas mis jugos chorreaban a mis nalgas y caían hacía las sábanas todas manchadas.
__¡Ohh ángel del demonio!¡Quiero que me chupes el culo como la otra vez, anda bebe, chúpalo!__ pidió el abuelito y ya segada de lujuria, fui más abajo, abrí sus cachetes aún deseables y lindos y mi lengua mordaz se metió en el ojete del macho. Vibró y pego un aullido de lobo. Sacudió su cuerpo ancho y fuerte y tensó su víbora un poco más, saltando como loca mientras mi lengua se metía mas profundo en el culo del abuelito que se retorcía enloquecido.
Di un paso mas y metí un dedo en aquel túnel. Abuelito bufo y su vergota se puso como roca golpeando en mi cara. Bese al pasar sus bolas, las lamía, en tanto el abuelito metía la lengua en lo hondo de mi caverna arrancando otro orgasmo más eléctrico. Otro orgasmo que me hacía volar y necesitar cada vez más ser cogida, que me metiera su gran nabo en la cola o donde el quisiera , pero yo sabía que el primero me cogería el culito como lo había hecho desde la primera vez en que estuvimos juntos, y a mi me encantaba.
Paso su cuerpo por sobre el mío y tomándome de las caderas me beso las nalgas, y las mordió, abuelito estaba listo para darme su virilidad de una buena vez, yo gemía y el gruñía. Muy calientes y expectantes. Quería recibir mi porción de poronga de Lauro, quería que me cogiera y entrara en mi de una buena vez.
___¡Tienes el culito abierto para mi, ohhh, que putita mas dulce eres!!
__¡Es todo tuyo abuelito, anda, ay, ahhh, cógeme soy tu puta, ahhh!!!__ gemía y rogaba por una buen porción de carne.
Rozó con la cabeza del garrote los contornos de mi ojete abierto en flor, esperaba, mi respiración se hacía cada vez más intensa y volcánica, no razonaba, quería que metiera su pedazo en mi hondura, en mi túnel, en mis carnes frescas y jóvenes.
Poso la cabeza del glande y empujo, lentamente la cabezota se fue hundiendo y yo clamaba por mas, se fue metiendo y metiendo, larga y gruesa como era aquella poronga riquísima y dura que me daba el abuelo Lauro. Al fin golpeó con sus llenas bolas mis nalgas, lo sentí todo adentro y comencé a mover suave mis caderas, totalmente penetrada. Totalmente enculada, con el ojete abierto y estirado como nunca.
Sentía su garrote poderoso en mi, yendo y viniendo con ardor y paciencia, reteniendo el líquido para mi supremo goce. Me estiraba y con mis dedos largos y finos acariciaba de vez en cuando las bolas de Lauro, mi abuelito y se estremecía gimiendo un poco mas y acelerando sus embestidas de amante perdido y lujurioso.
__¡Ohhh chiquilla eres tan hermosa, que culito tienes, ahhh, no podré encontrar otro igual , ohh que belleza, mi cariño, ohhh!!!
__¡Es tuyo abuelito, cógelo, así, ahhhhh, ay, ay me gusta, rómpelo, me gusta, perfórame, Lauro, si es todo tuyo este culito, que ricaaaa poronga tienes, Ahhhh!!!__ lloriqueaba de placer. Arrugaba la punta de los pies y sacaba mas mi cola en punta para que su bombeada me llegara hasta el fondo de los sentidos. Inundándome de una perversión creciente. Llenándome de una urgente necesidad de ser poseída. De ser penetrada.
El abuelito me mordía la nuca y babeaba mi espalda blanca y con pequeños lunares, salpicados por doquier. El macho aquel me serruchaba ahora con velocidad. Agresivo. Aunque también me daba sonoros besos, marcando mi piel, seguramente.
__¡Ohhh mi nena te voy a llenar la cola!
__¡Ohh si abuelito, dame tu lechita otra vez, dásela a la nena!!__ gemía muy putita y sacada. Lloriqueaba teniendo otro orgasmo, mi respiración se agitaba y cada vez mas sentía que me desmayaría en cualquier instante.
En un momento se prendió a mis tetas con sus manazas y las empezó a frotar y pellizcar, tomó mis pezones y los retorcía. Las ondas eléctricas estallaban en mis sienes. Mis pezones eran rocas puntiagudas, alzadas, mi vagina largaba jugos ininterrumpidamente, chorreaban entre mis piernas con aquellos jugos. En ese trance el abuelito comenzó a llenarme con su líquido espeso y caliente. Yo me moví mucho mas rápido para ordeñarlo con mi cola del todo, no quería dejarle una gota de leche, la quería toda para mi. Los gritos del abuelo Lauro retumbaban en toda la casa. Eran gritos de ardor y rozando casi con la locura de aquellos momentos únicos e íntimos.
Quedó el hombre sobre mi espalda. Los dos desinflados, desmadejados, buscando aire, para no morir de tanto placer y gusto. No nos movíamos, habíamos quedado ensartados, en tanto sentía latir la vergota del abuelo en mi ojete agrandado y chorreante, rebalsado de leche pegajosa y salobre. El abuelito perverso tomaba gotas con la yema de los dedos que se me escurrían y las pasaba por mis labios y yo las comía gustosamente perdida.
Al rato comenzamos a corrernos. El abuelito sacó su potente manguera aún chorreando de mi entrada trasera. Terminaron de correr pequeños ríos de jugos internos. Me di vuelta y sus labios se comieron a los míos. Nuestras lenguas empezaron a jugar cándidamente insaciables.
Luego Lauro, mi abuelito empezó a comer mis tetas, a morder, a chupar, besar, lamer cada centímetro de ellos, arrancándome gemidos, creí que ese día no llegaría al fin del día.
A mi me encantaba ir desde siempre y a medida que fui creciendo me gustaba mucho más.
El abuelo Lauro vivía con un hijo y nadie más. La abuela había muerto hacía muchos años.
Era regla también desde ese tiempo en que iba sola, que debía andar sin ropas por la casa. La casa era grande, tenía dos plantas. Un enorme patio con árboles y flores y una piscina enorme que siempre estaba limpia y preparada para entrar, en cualquier momento del día.
__¡Oye cariño, he estado pensando!__ dijo un día el abuelo Lauro
__¿Qué cosa abuelito?__ así lo llamaba siempre o casi siempre
__¡Creo que deberías andar sin ropas por la casa!
__¿Cuando?
__¡Siempre!__ dijo el atrayéndome hacía el y estampándome un beso en la boca. Sonoro y mojado.
Desde ese momento fui hasta mi cuarto y me saqué la ropa frente al gran espejo que tenía y observé mis tetas creciendo en punta, con los pezones gruesos y siempre ardiendo. Mi cola redonda y dura, bien marcada. Mi cintura delicada. Unos muslos gruesos y potentes, firmes.
Ese año en que llegué a la casa , la indicación de Lauro, mi abuelo, era que debía andar con una pollerita. Así es que fui a la habitación y tenía de varios colores y modelitos, todas eran muy cortas y apenas tapaban mis glúteos y los remarcaban más aún. Eran a cuadritos.
Elegí la que me mas me gustó en ese momento. También tenía un hermoso envase que contenía lubricantes de sabores exóticos y rabiosos. Unte febrilmente en mi ojetito y en mi conchita que ya parecían aguas de manantiales, a rabiar, chorreaban entre mis piernas los jugos mas íntimos.
Bajé las escaleras contoneándome bien putita, como le gustaba al abuelo. Me movía de un lado a otro, mis pechitos se balanceaban turgentes y sentía que mi piel ardía de los pies a la cabeza.
No andaba el abuelo por ahí, así que fui hasta la cocina y allí estaba sentado en la mesa, mirando hacia el ventanal grande que daba a la mesada. El sol entraba por allí fuertemente.
__¡Hola abuelito!__ salude
__¡Hola belleza!__ dijo abriendo sus ojos en forma desmesurada. Sé que su calentura creció a tope. Yo me servía un jugo moviendo mi cola y sabiendo que el tenía una vista privilegiada hasta de la rajita carnosa y de mis labios vaginales hinchados.
__¿Te gusta tu ropita?__ preguntó. Yo gire moviéndome como una modelo sensual.
__¡Claro abuelito me encanta!
__¡Ven, ven aquí!__ dijo el y fui a sentarme en sus piernas. Suspiro gimiendo caliente. Beso mis orejas, lamiendo suave. Sus manos acariciaban mis muslos fibrosos y potentes. Me olía. Me hocicaba. Pellizcaba mis carnes.
__¡Ohh que rico hueles mi vida!!
__¿Te gusta abuelito?
__¡Me pones muy caliente!¡No sabes lo que te extraño cuando te marchas!¡No veo la hora de que llegue el verano!__ gemía frotando ahora mis pechitos haciendo que mis gruesos pezones se pusieran duros y rocosos.
Con la otra mano bordeaba mi vagina palpitante y mojada. Rozaba mis labios externos, y de vez en cuando rozaba mi clítoris erecto y febril.
Yo sentía su dureza acrecentándose lentamente. Me gustaba mucho poner asi a los hombres, sobretodo si eran mayores.
Buscó de pronto mis nalgas, se entretuvo con ellas, sobándolas, pellizcándolas y manoseándolas a placer, a gusto, tomándose su tiempo.
Luego con un dedo entró en mi ojete cerradito todavía. Empezó a meter y sacar aquel dedo y luego lo llevo a mi boca para que lo chupara. Así lo hice gimiendo, lo mamé un buen rato, pasando la lengua varias veces y sintiendo el sabor de mi propio interior, luego el abuelo volvió clavarlo en mi culito que ya se abría de forma brutal y entraban dos dedos en el.
__¡Ay abuelito, como me gusta!!
__¿Te gusta mi putita?
__¡Sí si, ay, ahhh, me encanta, sigue, sigue!!
__¡Siempre supe que eras una putona calentona, mi amorcito, bebe, ame tu lengua, dámela!!__ así entonces la boca del abuelo se hundía en mi boca abierta y caliente, babeando, Los dedos aumentaban el frenesí en mi colita abierta. Yo gemía chorreando saliva.
Nuestras lenguas se chocaban en un torrente de frenesí y lujuria explosiva. Con mis manitos aprese la serpiente del abuelo que bailaba dura y elástica fuera de su short.
La masajeaba indómita, furiosa, caliente. Gruñía el abuelo Lauro mordiendo mi boca con pasión y salvajismo. Sin dejar de meter los dedos en mi cola hasta el fondo. Yo había tenido ya un par de orgasmos increíbles, explotando jugos por todas partes, mojada por completo.
Chupaba mi lengua, insaciable, yo apretaba y meneaba aquel pedazo de carne firme y sabroso. Sopesaba sus bolas gordas y llenas de leche para mi, sabiendo que sería toda para mi, que el quería dármela a beber y que deseaba tanto, sabiendo que aquello acabaría así.
__¡Sabes lo que quiero abuelito, ohhh, ahhh!!
__¿Qué quieres mi putita, dile a tu abuelito, qué quieres?
__¡Quiero tomar tu lechita espesa, ahhh!!__ los dedos se clavaban fuertemente en mi cola. Estaba tan abierta, sentía hormigueos en mi piel. Mi paja iba creciendo en intensidad. Me aferraba a la vara gruesa y potente, bajando y subiendo aquel perno adorado por mi.
__¡Me estas ordeñando, ohhh, que salvaje eres, ohhh, si, sigue, sigue!!__ decía el abuelo mientras me mordía el cuello, lo obsceno de la situación me calentaba tanto que no nos habíamos movido del lugar inicial, todo ocurría en la silla y en las piernas del abuelo, llegando a ser un poco incomodo, pero la calentura era tal que aquella acabada sería en ese lugar, solo que esperaba hasta el final para ponerme de rodillas y recoger el néctar que me daría aquel hombre ardiente.
__¿Vas a beber tu lechita?
__¡Sí abuelito, claro!
__¿Vas a tragar hasta la última gota?__ decía aguantando y gruñendo bestial
__¡Si, sí abuelito ohh, claro!!!__ yo aceleraba la masturbada. El abuelo se retorcía gimiendo acalorado, revolví sus huevos gordos. Los apretaba, llegando a rozar el perineo, para que vibrara y se sacudiera de forma extraña, de forma fantasmal.
Se puso cada vez más tenso. Sus venas se hinchaban un poco más así como su serpiente gruesa.
__¡Ohh ya viene amor, ya viene!!
__¡Oh si dámela abuelito dámela!!__ rápidamente me hinqué de rodillas frente a ese aparato hermoso al que yo adoraba, le di unas cuantas masajeadas , esperando que saltara aquella bebida caliente, espesa y salobre que tanto me gustaba beber.
Abrí la boca y recibí los escupitajos con tanta presión que fueron directo al fondo de mi garganta. Varios chorros golpearon el interior de mi boquita glotona. Tragué y luego de comer todo lo que aquel hombre, mi abuelo, me había obsequiado, empecé a lamer y chupar, hasta dejar muy limpio y brillante aquel pedazo de verga que buscaba reposo, por unos minutos, besé alrededor de aquel animal alicaído.
Luego me puse de pie. Bese la boca del abuelo y moviendo mi cola abierta por los gruesos dedos, muy caliente aún, lo mire
__¡Voy arriba y allí te espero!!__ dije y empecé a retirarme sin dejar de menear mis caderas, mientras oía la respiración agitada de aquel hombre.
Sentí los pasos del abuelito subiendo las escaleras y acercándose a mi habitación. Mi vulva estaba hecha agua. Mi ojete palpitaba dilatado y sediento de un buen pedazo. Era la putita de aquella casa y como tal estaba con muchas ganas de verga.
El abuelo entró a la habitación con su vergota bamboleando semi dura. Me miró largamente desnuda y con las piernas abiertas. Su mirada denotaba tolda la lujuria que le provocaba aquella depiladita conchita mía, brillante con gotitas de humedad salina.
__¡Eres tan bella mi putita hermosa!
__¿Te gusta así?__ pregunté ronroneando gatunamente prostituta alzada.
__¡Eres un demonio con belleza de diosa!__ mientras hablaba su poronga buscaba levantarse. Cabeceando animada para endurecerse por segunda vez aquella mañana cercana a mediodía ya. Camino despacio hacia mi. Cuando llegó al borde de mi cama. Agachándose me tomo de la cintura y me giro poniendo mi culito redondo y perfecto hacia arriba. Me dio dos chirlos suaves y unos mas picante enrojeciendo mis nalgas deseosas.
Pellizco mis cachetes y yo gemía enloquecida de placer y gusto.
__¡Eres un maltratador abuelito!!
__¡Me encantan estos cachetitos que tienes niña bella!!__ acto seguido bajo hasta ellos y los olfateo, tomaba su aroma, lamió a la piel encendida. Mordió suavemente mi carne ardiendo. Chupeteó a gusto, llenándome de saliva todas las nalgas de arriba a abajo. Por fin abrió los cachetes. Hundió su lengua en mi ojal receptivo y muy caliente. Beso mi agujerito. Ya se abría como flor. Su lengua feroz escarbaba en mi anillo desesperado y rozagante. La saliva chorreaba por mi vagina. De vez en cuando el pasaba su lengua por allí y me contorsionaba como una loca.
Pero volvía a incursionar en mi ojito caliente. Me besaba, me succionaba, feroz, animal, salvaje. Clavó un dedo y luego dos, escupía en ellos y también me los ponía en la boca, para que yo apreciara mis propios sabores y me calentaba plenamente mucho más, mi temperatura iba en aumento descontrolado y ya necesitaba que metiera su poronga en mi ojete.
__¡Ay, ay abuelito, necesito que metas tu garrote dentro de mi culo, por favor, ahhh!!!
__¡Eso me gusta, que ruegues putita, que ruegues por tu pedazo!!
__¡Sí, si hazlo, por favor, ohhh, estoy tan caliente!!
__¡Ya va, no te apures aguanta, belleza, ya te cogeré!!__ seguía con los dedos clavados en mi culo y mordía mis nalgas, me besaba la espalda baja, lamía la piel, en tanto yo rasguñaba las sábanas.
Mi conchita manaba gran cantidad de jugos y yo misma acariciaba mi botoncito y ya había gritado dos orgasmos vibrantes y casi salvajes, llevándome hasta las lagrimas.
El abuelo nuevamente me giro y poniéndose en sesenta y nueve hizo que tomará con mi boca el garrote y el siguió hurgando en mi arito. Chupé con ganas y estaba tan duro como cuando estuvimos en la cocina. Con mis manos jugaba con sus bolas otra vez gordas y llenas. Sabía que me daría otra buena ración de leche. La saliva iba bañando nuestros genitales, el de vez cuando chupaba con fruición mi almeja sacada y me hacía explotar en otro feroz orgasmo. Temblaba unos minutos, de tanto placer, me mojaba mas y mas mis jugos chorreaban a mis nalgas y caían hacía las sábanas todas manchadas.
__¡Ohh ángel del demonio!¡Quiero que me chupes el culo como la otra vez, anda bebe, chúpalo!__ pidió el abuelito y ya segada de lujuria, fui más abajo, abrí sus cachetes aún deseables y lindos y mi lengua mordaz se metió en el ojete del macho. Vibró y pego un aullido de lobo. Sacudió su cuerpo ancho y fuerte y tensó su víbora un poco más, saltando como loca mientras mi lengua se metía mas profundo en el culo del abuelito que se retorcía enloquecido.
Di un paso mas y metí un dedo en aquel túnel. Abuelito bufo y su vergota se puso como roca golpeando en mi cara. Bese al pasar sus bolas, las lamía, en tanto el abuelito metía la lengua en lo hondo de mi caverna arrancando otro orgasmo más eléctrico. Otro orgasmo que me hacía volar y necesitar cada vez más ser cogida, que me metiera su gran nabo en la cola o donde el quisiera , pero yo sabía que el primero me cogería el culito como lo había hecho desde la primera vez en que estuvimos juntos, y a mi me encantaba.
Paso su cuerpo por sobre el mío y tomándome de las caderas me beso las nalgas, y las mordió, abuelito estaba listo para darme su virilidad de una buena vez, yo gemía y el gruñía. Muy calientes y expectantes. Quería recibir mi porción de poronga de Lauro, quería que me cogiera y entrara en mi de una buena vez.
___¡Tienes el culito abierto para mi, ohhh, que putita mas dulce eres!!
__¡Es todo tuyo abuelito, anda, ay, ahhh, cógeme soy tu puta, ahhh!!!__ gemía y rogaba por una buen porción de carne.
Rozó con la cabeza del garrote los contornos de mi ojete abierto en flor, esperaba, mi respiración se hacía cada vez más intensa y volcánica, no razonaba, quería que metiera su pedazo en mi hondura, en mi túnel, en mis carnes frescas y jóvenes.
Poso la cabeza del glande y empujo, lentamente la cabezota se fue hundiendo y yo clamaba por mas, se fue metiendo y metiendo, larga y gruesa como era aquella poronga riquísima y dura que me daba el abuelo Lauro. Al fin golpeó con sus llenas bolas mis nalgas, lo sentí todo adentro y comencé a mover suave mis caderas, totalmente penetrada. Totalmente enculada, con el ojete abierto y estirado como nunca.
Sentía su garrote poderoso en mi, yendo y viniendo con ardor y paciencia, reteniendo el líquido para mi supremo goce. Me estiraba y con mis dedos largos y finos acariciaba de vez en cuando las bolas de Lauro, mi abuelito y se estremecía gimiendo un poco mas y acelerando sus embestidas de amante perdido y lujurioso.
__¡Ohhh chiquilla eres tan hermosa, que culito tienes, ahhh, no podré encontrar otro igual , ohh que belleza, mi cariño, ohhh!!!
__¡Es tuyo abuelito, cógelo, así, ahhhhh, ay, ay me gusta, rómpelo, me gusta, perfórame, Lauro, si es todo tuyo este culito, que ricaaaa poronga tienes, Ahhhh!!!__ lloriqueaba de placer. Arrugaba la punta de los pies y sacaba mas mi cola en punta para que su bombeada me llegara hasta el fondo de los sentidos. Inundándome de una perversión creciente. Llenándome de una urgente necesidad de ser poseída. De ser penetrada.
El abuelito me mordía la nuca y babeaba mi espalda blanca y con pequeños lunares, salpicados por doquier. El macho aquel me serruchaba ahora con velocidad. Agresivo. Aunque también me daba sonoros besos, marcando mi piel, seguramente.
__¡Ohhh mi nena te voy a llenar la cola!
__¡Ohh si abuelito, dame tu lechita otra vez, dásela a la nena!!__ gemía muy putita y sacada. Lloriqueaba teniendo otro orgasmo, mi respiración se agitaba y cada vez mas sentía que me desmayaría en cualquier instante.
En un momento se prendió a mis tetas con sus manazas y las empezó a frotar y pellizcar, tomó mis pezones y los retorcía. Las ondas eléctricas estallaban en mis sienes. Mis pezones eran rocas puntiagudas, alzadas, mi vagina largaba jugos ininterrumpidamente, chorreaban entre mis piernas con aquellos jugos. En ese trance el abuelito comenzó a llenarme con su líquido espeso y caliente. Yo me moví mucho mas rápido para ordeñarlo con mi cola del todo, no quería dejarle una gota de leche, la quería toda para mi. Los gritos del abuelo Lauro retumbaban en toda la casa. Eran gritos de ardor y rozando casi con la locura de aquellos momentos únicos e íntimos.
Quedó el hombre sobre mi espalda. Los dos desinflados, desmadejados, buscando aire, para no morir de tanto placer y gusto. No nos movíamos, habíamos quedado ensartados, en tanto sentía latir la vergota del abuelo en mi ojete agrandado y chorreante, rebalsado de leche pegajosa y salobre. El abuelito perverso tomaba gotas con la yema de los dedos que se me escurrían y las pasaba por mis labios y yo las comía gustosamente perdida.
Al rato comenzamos a corrernos. El abuelito sacó su potente manguera aún chorreando de mi entrada trasera. Terminaron de correr pequeños ríos de jugos internos. Me di vuelta y sus labios se comieron a los míos. Nuestras lenguas empezaron a jugar cándidamente insaciables.
Luego Lauro, mi abuelito empezó a comer mis tetas, a morder, a chupar, besar, lamer cada centímetro de ellos, arrancándome gemidos, creí que ese día no llegaría al fin del día.