La Nena Salvage
Virgen
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Me ponen a cien las nalgadas. No las que buscan demostrar la superioridad sobre el otro, sino las que están imbuidas de un grado de ternura y de mucha calentura. De hecho gracias a las nalgadas fue que me adentre a la vida sexual práctica.
Ni mi papá ni mi mamá me dieron nunca nalgadas para castigarme o recomponerme, las nalgaditas que me daban eran de apoyo. Esas que en el golpe leve va implícito el apoyo. Las recibí también de mis compañeras de voleibol y de mi coach. Así que no era ajena de tal expresión. Pero ninguna me había hecho sentir lo que ahora disfruto y gozo.
Fue con uno de mis tíos que empecé a vivir de otra manera las nalgadas. Él se había quedado unas semanas a vivir con nosotros. Me gustaba mucho. Corrijo.
Me gusta mucho. Es un hombre guapo, alto, fornido sin llegar al exceso, moreno, ojos penetrantes y una sonrisa arrobadora. Desde siempre me sentí atraída hacia él, pero sólo se había quedado en la idea, nada más. Un día estando en la casa, solos, veíamos el televisor. Se acabaron las palomitas y me toco ir a rellenar el boll. Cuando pasé frente a él me dio una nalgada. Nunca una nalgada me había hecho sentir una corriente pasar por todo mi cuerpo. Mi única queja fue un “Oye” cargado con una sonrisa.
Cuando regresé con las palomitas me quedé con el boll y comencé a arrojárselas directamente a la cara. Cálmate, Ana, sino te voy a agarrar a nalgadas, amenazo. Ay, sí, cómo no, la réplica llevaba reto. No aguanto mucho la lluvia de palomas y me halo, me acostó sobre sus piernas, me levanto la faldita y comenzó a nalguearme. La verdad es que me sentí encantada. Me ardían poco a poco las nalgas produciéndome una especie de comezón gozosa. Sentí el ardor como algo que se corría hasta mis pezones y logro ponerlos en punta. Me dolía.
Era el dolor de la impotencia, de sentir a mi cuerpo trabajando sin mi permiso. Comencé a llorar. Mi tío se saco de onda. Oye pero no te pegue tan fuerte, dijo. No importaba, seguía llorando. Entonces me volteo, me cargó con sus brazos y sus rodillas y me sobó por debajo de la falda las nalgas. La excitación subió de grado.
Lo miré con mis ojitos llorosos y mi boca se lanzó a darle un beso. Primero fue un beso tierno con los labios y los ojos cerrados. No esperaba que la otra boca reaccionara, pero así fue, se abrió y apareció la lengua. Sentí como recorría mi boca y jugaba con mi lengua, las salivas se hicieron una. Mis dientes inexpertos chocaban a ratos con los otros dientes, pero no me importaba. Las manos de mi tío pasaron de sobar a acariciar con fragor mis nalgas.
Mientras el beso continuaba subiendo el calor de mi cuerpo, los dedos de mi tío se habían puesto a juguetear con mi vulva. La recorría de arriba abajo y a ratos mi ano compartía la dicha del jugueteo. Empecé a mojarme, mis calzones se llenaron de mí y mi tío tuvo la excelente idea de sacármelos. Sus manos y dedos se divirtieron aún más con la sensación natural de mi cuerpo.
Dejó de besarme y me miró con esos ojos claros y profundos. Sin abandonar el jugueteo con mi vulva me pidió que me quitara la blusa. Me costó algo de trabajo pero me deshice de ella y del bra. Su boca paso a besar mis pezones, a lamerlos y chuparlos, a lengüetear mis pechos, grandes ya y seguramente sabrosos porque tardo un buen rato dándose y dándome gusto. Yo acariciaba su cabellera negra.
Mi vagina estaba completamente mojada y mis pechos llenos de su saliva. De pronto se detuvo y me levanto. Yo intuía que ahí terminaría todo, y no quería, así que me solté a decir: Mamá y papá van a tardar en llegar, todavía es temprano. ¿De verdad? Sí. Pues entonces, concluyó bajándose el cierre del pantalón y sacando una enorme y suculenta verga.
Hoy le digo así, pero en ese momento me pareció enorme, estuve a punto de arrepentirme pero el calor de mi cuerpo era tal que de ninguna manera lo hubiera hecho.
Con su verga de fuera me tomo el brazo y sin mediar palabra hizo que me hincara frente a él. Fue pura intuición, sabía qué hacer, digo, ya muchas veces había practicado con paletas de hielo y helados, pero esto tenía otro sabor y consistencia, tenía otra temperatura. No sé si ardía en mis manos o era yo quien ardía. En fin, después de besar tiernamente aquella cabecita de ciclope que me miraba juguetona, la lengüetee para limpiar las lagrimitas que salían de su único ojo.
Lamí y lamí aquella cara de haba y luego hice lo que me gritaba la naturaleza la metí en mi boca y comencé a succionarla y meterla y sacarla. La llené de baba. La bañé completamente con mi saliva, la chupe todo lo que pude hasta que sentí mi boca llenarse de su leche. La verga me había escupido leche en la boca y se derramaba por la comisura de mis labios y me empapaba la barbilla. Mi tío la limpio con una servilleta con cierto grado de ternura.
Me puse de pie dispuesta a concluirlo todo pero él ya estaba más que listo para continuar.
Me tomo de la mano y me colocó de espalda haciendo que me sentará sobre su sexo. Estaba tan mojada, tan llena de jugo, que la penetración fue casi indolora, si bien era la primera vez que un pene entraba por ahí, yo ya había jugado con mis dedos y unas cuantas verduras, je pero eso es otra historia.
Monte por un rato aquel sexo erguido, sintiendo como recorría mis paredes y me golpeaba por dentro. Qué maravilla, mi primera vez, y con alguien que adoraba. Sus manos me sujetaban con firmeza, casi con dolor, mis tetas. Mordió con suavidad mi espalda y apretó mis pezones mientras me llenaba con chorros de su esperma. Yo por mi parte bañe sus piernas de mis jugos. Me recosté sobre él dejando que su pene se quedará habitando en mi vagina, y sus manos acariciaban adormiladas mis tetas. Eres mi novio, le dije. Soy tu tío, contesto, y eso nunca lo olvides.
Cuando llegaron papá y mamá nos encontraron tumbados en el sofá viendo la tele. Mañana voy a ir con el tío al cine, les anuncié. No sé cansan de ver películas, reprocho mamá. No, contesté divertida. ¿Y, cuál van a ir a ver? El regreso del ciclope, contesté. No la he escuchado, grito papá. Está muy buena, respondí.
Ni mi papá ni mi mamá me dieron nunca nalgadas para castigarme o recomponerme, las nalgaditas que me daban eran de apoyo. Esas que en el golpe leve va implícito el apoyo. Las recibí también de mis compañeras de voleibol y de mi coach. Así que no era ajena de tal expresión. Pero ninguna me había hecho sentir lo que ahora disfruto y gozo.
Fue con uno de mis tíos que empecé a vivir de otra manera las nalgadas. Él se había quedado unas semanas a vivir con nosotros. Me gustaba mucho. Corrijo.
Me gusta mucho. Es un hombre guapo, alto, fornido sin llegar al exceso, moreno, ojos penetrantes y una sonrisa arrobadora. Desde siempre me sentí atraída hacia él, pero sólo se había quedado en la idea, nada más. Un día estando en la casa, solos, veíamos el televisor. Se acabaron las palomitas y me toco ir a rellenar el boll. Cuando pasé frente a él me dio una nalgada. Nunca una nalgada me había hecho sentir una corriente pasar por todo mi cuerpo. Mi única queja fue un “Oye” cargado con una sonrisa.
Cuando regresé con las palomitas me quedé con el boll y comencé a arrojárselas directamente a la cara. Cálmate, Ana, sino te voy a agarrar a nalgadas, amenazo. Ay, sí, cómo no, la réplica llevaba reto. No aguanto mucho la lluvia de palomas y me halo, me acostó sobre sus piernas, me levanto la faldita y comenzó a nalguearme. La verdad es que me sentí encantada. Me ardían poco a poco las nalgas produciéndome una especie de comezón gozosa. Sentí el ardor como algo que se corría hasta mis pezones y logro ponerlos en punta. Me dolía.
Era el dolor de la impotencia, de sentir a mi cuerpo trabajando sin mi permiso. Comencé a llorar. Mi tío se saco de onda. Oye pero no te pegue tan fuerte, dijo. No importaba, seguía llorando. Entonces me volteo, me cargó con sus brazos y sus rodillas y me sobó por debajo de la falda las nalgas. La excitación subió de grado.
Lo miré con mis ojitos llorosos y mi boca se lanzó a darle un beso. Primero fue un beso tierno con los labios y los ojos cerrados. No esperaba que la otra boca reaccionara, pero así fue, se abrió y apareció la lengua. Sentí como recorría mi boca y jugaba con mi lengua, las salivas se hicieron una. Mis dientes inexpertos chocaban a ratos con los otros dientes, pero no me importaba. Las manos de mi tío pasaron de sobar a acariciar con fragor mis nalgas.
Mientras el beso continuaba subiendo el calor de mi cuerpo, los dedos de mi tío se habían puesto a juguetear con mi vulva. La recorría de arriba abajo y a ratos mi ano compartía la dicha del jugueteo. Empecé a mojarme, mis calzones se llenaron de mí y mi tío tuvo la excelente idea de sacármelos. Sus manos y dedos se divirtieron aún más con la sensación natural de mi cuerpo.
Dejó de besarme y me miró con esos ojos claros y profundos. Sin abandonar el jugueteo con mi vulva me pidió que me quitara la blusa. Me costó algo de trabajo pero me deshice de ella y del bra. Su boca paso a besar mis pezones, a lamerlos y chuparlos, a lengüetear mis pechos, grandes ya y seguramente sabrosos porque tardo un buen rato dándose y dándome gusto. Yo acariciaba su cabellera negra.
Mi vagina estaba completamente mojada y mis pechos llenos de su saliva. De pronto se detuvo y me levanto. Yo intuía que ahí terminaría todo, y no quería, así que me solté a decir: Mamá y papá van a tardar en llegar, todavía es temprano. ¿De verdad? Sí. Pues entonces, concluyó bajándose el cierre del pantalón y sacando una enorme y suculenta verga.
Hoy le digo así, pero en ese momento me pareció enorme, estuve a punto de arrepentirme pero el calor de mi cuerpo era tal que de ninguna manera lo hubiera hecho.
Con su verga de fuera me tomo el brazo y sin mediar palabra hizo que me hincara frente a él. Fue pura intuición, sabía qué hacer, digo, ya muchas veces había practicado con paletas de hielo y helados, pero esto tenía otro sabor y consistencia, tenía otra temperatura. No sé si ardía en mis manos o era yo quien ardía. En fin, después de besar tiernamente aquella cabecita de ciclope que me miraba juguetona, la lengüetee para limpiar las lagrimitas que salían de su único ojo.
Lamí y lamí aquella cara de haba y luego hice lo que me gritaba la naturaleza la metí en mi boca y comencé a succionarla y meterla y sacarla. La llené de baba. La bañé completamente con mi saliva, la chupe todo lo que pude hasta que sentí mi boca llenarse de su leche. La verga me había escupido leche en la boca y se derramaba por la comisura de mis labios y me empapaba la barbilla. Mi tío la limpio con una servilleta con cierto grado de ternura.
Me puse de pie dispuesta a concluirlo todo pero él ya estaba más que listo para continuar.
Me tomo de la mano y me colocó de espalda haciendo que me sentará sobre su sexo. Estaba tan mojada, tan llena de jugo, que la penetración fue casi indolora, si bien era la primera vez que un pene entraba por ahí, yo ya había jugado con mis dedos y unas cuantas verduras, je pero eso es otra historia.
Monte por un rato aquel sexo erguido, sintiendo como recorría mis paredes y me golpeaba por dentro. Qué maravilla, mi primera vez, y con alguien que adoraba. Sus manos me sujetaban con firmeza, casi con dolor, mis tetas. Mordió con suavidad mi espalda y apretó mis pezones mientras me llenaba con chorros de su esperma. Yo por mi parte bañe sus piernas de mis jugos. Me recosté sobre él dejando que su pene se quedará habitando en mi vagina, y sus manos acariciaban adormiladas mis tetas. Eres mi novio, le dije. Soy tu tío, contesto, y eso nunca lo olvides.
Cuando llegaron papá y mamá nos encontraron tumbados en el sofá viendo la tele. Mañana voy a ir con el tío al cine, les anuncié. No sé cansan de ver películas, reprocho mamá. No, contesté divertida. ¿Y, cuál van a ir a ver? El regreso del ciclope, contesté. No la he escuchado, grito papá. Está muy buena, respondí.