Me Atrae Mi Hijo

heroher

Virgen
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Jul 31, 2012
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Soy una mujer de 42 años, divorciada, Argentina, con estudios universitarios, aunque no ejerzo actualmente mi actividad profesional de socióloga pues no paso apuros económicos y prefiero dedicarme a mi hogar y a actividades sociales. Me casé muy joven con un hombre bastante mayor que yo, que me prometió una vida llena de placeres que no se concretaron. A los 19 años quedé embarazada sin que lo deseara mi marido. A los 21 era mamá de un niño y una niña. De allí basta. Eso fue suficiente para que mi marido perdiera interés en mi como mujer, yéndose raudamente tras la cola meneante de una adolescente que supo darle la frescura de su cuerpo, sin llantos ni pañales sucios que hallaba en nuestro hogar.
Una amiga mía ocupó el lugar que él había dejado. Fue madrina de mi hija, compañera, amiga, y amante voluptuosa ya que supo abrir con su dulzura y su amor increíble, las puertas de mi homosexualidad latente, no exteriorizada hasta ese momento. Si bien en mi adolescencia había experimentado el placer sexual con alguna compañera de escuela, no había pasado a mayores pues éste no era acompañado más que por la curiosidad, no por el amor. Más tarde, por los muchachos que asediaban y codiciaban mi cuerpo, mis padres insistieron en un matrimonio que según ellos "me convenía" y convencida de que era normal que lo hiciera, me convertí a los 18 años en la mujer de un hombre de 38, para el que yo durante pocos meses fui solo objeto de su morbosa pasión sexual, y una conquista exhibida ante sus amigos, frente a los cuales muchas veces debía presentarme vestida en forma provocativa e incitante, a fin de mostrarme como un trofeo y satisfacer así su ego de macho exultante al contemplar las miradas lascivas de ellos y también alguna que otra mano que intentaba descubrir mis encantos, en medio de las risotadas de todos que crecían cuando alguno, más atrevido, lograba poner mis senos al descubierto.
Mi marido no solo permitía eso sino que golpeando el puño contra su otra mano les insinuaba claramente, que, dinero de por medio podían obtener mis favores.
Mi amiga-amante suplió con creces el amor mezquino que mi marido me había dado como una limosna. Y allí conocí por primera vez el amor con mayúscula.
Digo por primera vez pues luego conocí otro superior, objeto de este relato.
Una vez felizmente separada y gracias a mi amiga que cuidaba mis niños pude continuar mis estudios y finalizarlos exitosamente. No dependía de nadie económicamente pues el juicio de divorcio me había permitido amasar una pequeña fortuna, con cuya renta podíamos vivir holgadamente.
Los niños fueron creciendo y educándose en muy buenas escuelas. Mi amiga, cuyo nombre no diré pues le prometí secreto, me ayudaba en su educación y era mi compañera, mi refugio, el complemento de mi ser y de mi cuerpo. Pero no todo es un jardín de rosas. Luego de algunos años, cuando mis hijos tenían 13 y 12 de edad, debió irse a España para cuidar a su madre enferma y aunque me prometió volver, no lo hizo más, dejándome acongojada y desconsolada.
No tuve problemas en relacionarme con hombres, pues debo decir que soy una mujer no solo sumamente atractiva, de cuerpo exuberante y belleza inusual, lo digo sin jactancia, sino con todas las dosis de simpatía y otras cualidades que decidían a aquellos a acercarse a mi, incluso con intenciones matrimoniales. Fui deseada, conquistada, amada, poseída, gozada, y alternativamente decepcionada, elogiada, vilipendiada y maldecida por aquellos a los que me había negado, pero por sobre todas las cosas totalmente satisfecha en mi yo de mujer. Con el tiempo mi belleza fue afirmándose, ya que iba poco a poco dejando de lado la inocencia de niña que poseía al casarme, adquiriendo en su lugar una elegancia, prestancia e imponencia que me abrían las puertas fácilmente en los lugares que frecuentaba, sea para algún trámite, sea para participar de alguna reunión social. Muchos de los hombres con los que yo simpatizaba y a los que otorgaba la oportunidad de prodigarnos mutuo placer sexual fuera del círculo de amigos de mi ex marido, quedaban perplejos cuando me negaba a afirmar una relación mediante matrimonio, puesto que después de convencerme de que mi amiga no volvería, me volqué enteramente hacia mis hijos a los que veía crecer y hacerse hermosos, inteligentes y aplicados en sus respectivas carreras. Especialmente mi hijo, con el que tenía una relación muy cercana, y que a algunos les podría resultar sospechosa, lo que no me importaba en lo más mínimo. Mi hijo, Carlos, era mi preferido en los bailes y siempre quería que me acompañara a toda reunión donde me invitaban. A los 18 años era un mozo, diríamos apetitoso para toda chica normal, y también, debo confesarlo y decirlo con orgullo, para su propia madre. En esos momentos pensaba que mi amor por él no albergaba ningún componente erótico, pero poco a poco cierta fantasía se iba introduciendo en mi mente. En mis noches muchas veces me dormía pensando que pasaría si no fuera su madre, pues verdaderamente comenzaba a sentir que mis hormonas iban lentamente convirtiéndome otra vez en mujer sensual, preparada para ser poseída por un macho. Mucho tiempo sin conocer el amor de una mujer parecía que hiciera que olvidara esa inclinación, de la que jamás me arrepentí, y me convertían nuevamente en hembra codiciada. Extraña consecuencia de mi líbido contenida: ver en el componente de la familia más intensamente ligado a mi el objeto de mis sueños y deseos despojados en mi pensamiento febril de todo tabú o consideración convencional.
El hecho es que Carlos comenzó a ser mi obsesión. Cuidaba de él y le daba todos los gustos pequeños como a un niño malcriado. Le compraba ropa, cada vez más atractiva, de hombre, no de imberbe, y cuando me di cuenta no podía ya dejar de hacer esas tonterías de mujer enamorada. Me vestía para él, sondeándolo para conocer sus gustos en eso, me peinaba como a él le gustaba.
Es claro que al muchacho todo eso le fascinaba y me decía siempre:" mamá, ay si no fueras mi mamá, sabes como me enamoraría de ti?". Y yo le contestaba siempre riendo: "y si no fueras mi hijo sabes cuanto hace que seríamos novios?".Claro está, la situación daba para más, pero ese tabú de 25 generaciones nos presionaba, nos aniquilaba, trababa nuestros sentimientos y nuestros deseos, que no podían manifestarse más que con una mirada, un sonrojo, una turgencia entre las piernas que notaba cuando bailábamos.
Transcurrieron dos años, siempre al límite del desborde. Inútil fuera que hiciera viajes al exterior. Donde quiera que estuviera el teléfono nos mantenía unidos y las palabras cariñosas de ambos precipitaban mi regreso.
Ambos sabíamos lo que queríamos y no nos atrevíamos a decirlo. Eran cada vez más ardientes sus lisonjas y halagos, y más de una vez encontraba en el mi dormitorio flores frescas, que ante mis preguntas él protestaba negándome que fueran de él. Una tarde salimos de paseo y vio en una joyería un reloj de marca importante que le gustó. Al día siguiente lo encontró sobre su almohada. Desde entonces lo llevó puesto siempre, diciendo que es regalo de su novia.
El verano pasado sucedió algo que preanunciaba lo que sobrevendría. Al borde de la piscina estaba yo tomando sol, sin sostén pues creía estar sola. Al rato una voz desde atrás: "bendigo al sol y lo envidio", escuché. Sin mirarlo le contesté: "tanto sol me hace mal, Carlos, me pasas bronceador?". Y fue la primera vez que mis senos impúdicamente se ofrecían a sus ojos y a la caricia de sus manos que con el pretexto de la crema recorrían todo mi busto haciéndome suspirar de voluptuosidad. No veía nada malo en su actitud. Ya había visto mis senos desnudos varias veces espiándome a hurtadillas, con mi complicidad que dejaba puertas entreabiertas.
La verdad es que esa vez mis pezones respondieron claramente y él jugó con ellos con picardía.
"Uh, mami, que hermosa estás". Me levanté de un salto antes que las cosas pasaran de una simple caricia y fui corriendo al dormitorio. Me siguió. No quise arriesgar nada esa vez y no le permití entrar.
Al día siguiente el calor intenso nos invitaba a refrescarnos en la piscina.
Nadamos y jugueteamos un rato hasta que Carlos quiso salir y ducharse. Yo aproveché para tirarme en la reposera desnuda, apenas cubierta con una túnica. Estábamos solos en la casa. Desde la ducha me llamó: "mamá, me alcanzas jabón". "Si, Carlos, enseguida". Llegué al baño y entreabrí la puerta para alcanzárselo. El la abrió del todo; la lluvia mojaba todo su cuerpo desnudo, mi vista bajó hasta su enorme pene enhiesto que apuntaba al cielo. "Veni, mamá, ayúdame a enjabonarme, tengo una mano lastimada". Tapada solo con la túnica comencé a enjabonarle la espalda, el pecho y la tremenda estaca que se manifestaba plenamente impúdica. Total, era mi hijo, tantas veces lo había bañado. La lluvia de inmediato empapó le tela adhiriéndola a mi cuerpo. Me apretó contra si. No pude resistir más... Mis labios se apretaron contra los suyos, nuestras lenguas se unieron, mis suspiros le decían todo. Me abandoné a él.
Envueltos en un toallón me alzó en upa y me llevó al dormitorio. Me depositó en la cama, entre un sinnúmero de almohadas, que se mojaron con nuestros cuerpos. Nada me importaba más que ser su mujer. Me sentó en el borde de la cama con las piernas hacia el suelo, abrió suavemente mis piernas y su cabeza se perdió entre ellas. Su lengua encontró el nido jugoso que sería de él, solo de él. Mi clítoris recibió las caricias de su lengua suave y enérgica y el deseo contenido durante siglos hizo explosión. Un orgasmo interminable sacudió todo mi cuerpo y los estertores, serían como 15 o 20 me sacudían mientras mis manos apretaba su cabeza contra mi vientre. El mundo se había detenido, solo el más intenso placer que experimentara en mi vida me envolvió.

Lo digo con orgullo y sin el más mínimo arrepentimiento desde que descubrí la pasión que nos envolvió desde el primer instante que me hizo suya, pues ésta se ha manifestado en todos los momentos felices de mi vida junto a él, que han sido muchos, y que culminaron en lo máximo, como pasaré a describir.
Jamás olvidaré esa primera vez, que aunque infinitamente repetida no borraron el supremo deleite de sentirme la hembra de mi propio hijo, sabiendo el placer que le daba sentir su cuerpo dentro del mío en medio de un éxtasis indescriptible.
Como esta historia es real omitiré nombres para conservar el anonimato, que romperé solo cuando otras parejas con similares experiencias se contacten conmigo y me demuestren seriamente deseos de compartir esta inefable experiencia.
Esa tarde, solos los dos en mi cama matrimonial, saboreando aún con escalofríos el deleite de mi primer orgasmo con mi hijo, pretendí con caricias hacerle comprender que no había sido correcto obtener mi placer de esa manera. Quería darle a entender que no debía gozar con mi propio hijo.
Interpretó distinto mis palabras y me dijo que él también quería gozar, y que estaba harto de masturbarse mirando mi cuerpo desnudo o hundiendo su rostro entre mis prendas íntimas impregnadas de mi olor de hembra en celo.
Sin decir más se colocó sobre mi y comenzó a acariciar y besar mis pechos, hinchados ya de deseo. Entreabrí algo las piernas como un sutil sometimiento, y levantando algo mi cola coloqué un almohadón debajo como signo de entrega total. Mi hijo no necesitó más, sus manos en mis senos y su boca ávida alternando mis pezones con mis labios, hundió su miembro durísimo en mi nido palpitante ya empapado de mis jugos y me penetró, sin ayuda de sus manos, tal era el grado de erección. La cópula fue suave y dulce, interminable hasta que sus testículos llegaron a tocar su pelvis y entonces sus gemidos se hicieron notorios. Comenzó un tenue movimiento que no alcanzaba para retirar su pene, el que se encontraba en la gloria, dentro de mi concha ya acomodada a su tamaño. Con el esfínter yo le daba pequeños apretones que se sincronizaban con sus gritos de placer. Así estuvimos diez minutos tras los cuales mi agitación y mi lengua ávida de la suya mostraron cabalmente la inminencia de mi orgasmo, que se produjo de inmediato aún más dulce que el primero. Tras las delicias incontenidas de mis numerosos espasmos, aflojó mi cuerpo la tensión acumulada y me abandoné sumisa a sus embates de macho, hasta que sus movimientos y gemidos me sacaron de mi obnubilación. Alcancé a hacerlo retirar de adentro mío justo en el instante que eyaculaba. Ay, jamás había visto tal cantidad de semen. El primer chorro pasó por sobre mi cuerpo y mojó el respaldar del lecho, el segundo me empapó la cara y el pelo y los que seguían emanando de su verga jugosa hicieron como un laguito entre mis pechos que con mis manos había unido para no desperdiciar una gota. No obstante bastante esperma mojó las sábanas y el resto lo esparció mi hijo en mi cara y el resto de mi cuerpo, impregnándome con el olor tan característico del semen recién eyaculado. Se desplomó sobre mi y sus besos continuaron hasta que calmados nos acostamos uno junto al otro, felices, calmados de este primer embate, como dos enamorados cien por ciento satisfechos."Uy, mi amor, cuanto tenías", le dije riendo, "no me imaginabas que tuvieras tanta lechita"."te gustó, mamita?, te gustó el machito que tienes"?.
No le contesté pero mi mano se dirigió a su entrepierna donde aún el bulto permanecía erecto. "mami, me regañó, no me dejaste acabar adentro tuyo". Le puse un dedo en sus labios," shhtt, no me embaraces todavía,"alcancé a decirle, y súbitamente al escuchar estas palabras volvió a montarme.
"descansa, hijito, te va a hacer mal". Pero su verga decía lo contrario. Mi mano la acariciaba y su tamaño volvió a ser el de antes. Diez minutos de descanso habían alcanzado. Me sentía felicísima porque creí que una vez satisfecho se olvidaría de mi, y no fue así. Ansiaba ser su mujer nuevamente pero temía un embarazo pues estaba en los días más fértiles del mes, y no me sentía segura de quitarlo de adentro mío en le momento culminante, y además no quería. Entonces lamí su verga que al instante descubrió su glande rojo y firme, y así de costado, mientras él jugaba con mi pelo, así con las manos la carne palpitante y comencé a chuparla con fruición haciéndola entrar en mi boca hasta la garganta. A mi hijo esto lo llevó al cielo y a mi me producía un placer inenarrable, al pensar en el que yo le estaba procurando.
Sus gemidos iban in creciendo y los míos también, aunque no podía expresarlos pues tenía la boca totalmente ocupada. Con su mano acarició mi concha y no tardó en encontrar mi clítoris. En el momento en que sus caricias hicieron explosión en otro orgasmo, sobrevino el suyo. Sentí el semen escurrirse por el pene que tenía cogido con las manos y al punto mi boca se llenó completamente, tras varios estertores, confundidos con los míos. No dejé salir ni una gota. Me tragué todo su jugo, no de una vez, tal era la cantidad. Era increíble, la segunda eyaculación había sido tan copiosa como la primera. Volvimos a recostarnos, agotados, exhaustos, felices otra vez.
Eran casi las 11 y mi hija volvería en cualquier momento. Mi hijo quiso nuevamente prodigarme su potencia pero lo disuadí con ese argumento. "Mami, me dijo, quiero repetirlo". "Yo también, mi amor". "Cuando?", me preguntó.
Me reí. "Siempre", le dije.... "Y te vas a cuidar siempre así?". " ay, hijo, quieres embarazarme?". "Si, mami, eso es lo que quiero". "Yo también, mi amor", le dije besándolo con pasión en la boca, "pero debemos planearlo".
"Yo te aviso". Se retiró a su dormitorio y yo dormí plácidamente hasta la mañana. Me despertó él y se acostó a mi lado, desnudo y en erección como si no hubiera hecho nada durante el día anterior. Era demasiado para mi, me quité el sostén y la tanga y me desnudé también. "Estás loco, mi amor, le dije","Estamos locos, mami, pero que linda locura". "Si, hijo, soy tu mujer, cogeme, date el gusto y dámelo a mi". "Si mami, y sin decir más me puso boca abajo. Me tomó de los pechos y nuevamente su verga se introdujo fácilmente.
"AAAAAAAAAAAHHHHHHH, hijo, exclamé tras un minuto ahí está, ACABOOOOOOOOOOO!. Y exploté en otro orgasmo espectacular. El descanso nocturno nos había ayudado pues él al cabo de no más de cinco minutos echó dentro mío otra buena cantidad de semen."Ay, que hemos hecho", exclamé alarmada, y fui al baño para lavarme. De pié bajo la ducha notaba el semen que salía de mi vagina y corría por mi pierna. Me higienicé a conciencia, pero no quedé calmada. Esa tarde consulté con un ginecólogo que me tranquilizó, puesto que tras tres eyaculaciones, el semen del macho carece de espermatozoides maduros, por lo cual debía esperar 48 horas para que ellos fueran fértiles. O sea, señora, me dijo, su marido deberá yacer con usted luego de 48 horas de la última vez. El creía que yo deseaba el embarazo, era evidente. Y yo ya sabía algo, que me ayudaría a planear lo que luego sucedió.
Tras la primera vez mi hijo comenzó a ver en mi a la hembra de sus sueños, y como era erótico al máximo, puesto que su potencia así lo indicaba, lograba con sus insinuaciones que yo me vistiera, cuando mi hija no estaba, de la manera más excitante posible, como una de esas putas de la calle. Ello lo ponía loco, sobre todo las falditas cortas, tacos altísimos y blusas transparentes que más que insinuaban mostraban mis pechos enormes y los pezones bien notorios. Yo estaba recontenta pues me sentía como una diosa codiciada y al mismo tiempo llena de ternura hacia mi hijo al que quería darle todo el placer que pudiera. A pesar de mis años, me decía, no me cambiaba por ninguna, y así era porque lo notaba en su vehemencia cuando copulábamos y con su dedicación, traducida en detalles algunos ínfimos, y otros importantes. Obtuvo un empleo en un juzgado que le permitía contar con dinero que usaba exclusivamente para llenarme de regalos, que yo, disimuladamente ante mi hija, le decía que eran de un pretendiente mío, un fantasma que había creado para justificar mi futuro e inevitable embarazo.
El mismo mes de mi primera experiencia sexual con mi hijo, acercándose mis días infértiles, le di al fin el gusto que quería. Una noche que mi hija había salido con sus amigas, me puse un conjunto íntimo transparente y sugestivo al máximo, bajo una bata más discreta. El estaba con una remera blanca y después de cenar sus manos ávidas pugnaron por desabrocharme una de las ligas. Tomé su mano y la dirigí al lugar entre mis piernas donde encontró unos botoncitos que abrían la puerta del nido. Presa de una locura infantil me alzó en upa y me llevó al dormitorio. Con manos torpes quiso desnudarme pero le pedí que me dejara a mi. Entonces voluptuosamente me fui quitando la ropa muy despacio, mientras veía su verga de 24 cm. al tope.
Desnuda como estaba me dirigí a la ducha, sin quitarme los zapatos de taco, los que me daban un porte escultural. Se vino tras de mi, y desnudos nos duchamos. "Viste?, le dije, como el primer día". E hizo lo mismo. Me alzó en upa y me puso sobre la cama. Abrí las piernas y nos tomamos de las manos.
Nos miramos y al punto me penetró sin ninguna dificultad. Mi sexo se había ya amoldado al suyo como una llave a su cerradura. Aun estábamos mojados por la ducha pero no nos importaba. Así estuvimos en plena cópula cada vez más furiosa hasta que le dije: "yo estoy, y vos?".
"Si, mami, te espero". Cuando comencé a acabar el hizo lo propio y sentí por primera vez su semen inundarme toda. A pesar de que mi vagina era suficientemente grande, el esperma no tenía mucho lugar pues su verga la ocupaba toda, y comenzó a salir mojando todas mis nalgas. "Te gustó, nene?, te diste el gusto al fin?". "Si, mami, gracias, que hermoso polvo me hiciste echar".Quedamos unidos, penetrada durante mucho tiempo hasta que noté la flaccidez de su pene. Yo quedé toda la noche con el semen de mi hijo dentro mío, y pensar en ello me produjo otro orgasmo involuntario.
Por suerte a los pocos días noté que no me había embarazado. Podía entonces planearlo como queríamos.
El hipotético pretendiente mío llenaba las conversaciones en la mesa, y con la complicidad de mi hijo, mi hija quedó convencida de que yo tenía un amante.
Mi embarazo se produjo tal como lo había planeado. A mediados de mi ciclo, le hice notar a mi hijo que estaba receptiva, con gestos, besos y ropa elocuente. No quise que se hiciera en mi dormitorio. Nos fuimos a un hotel donde todos me miraban y envidiaban a mi pareja. Con desesperación nos despojamos de la ropa y penetrada de inmediato, veía y sentía sus movimientos gracias a un espejo en el techo. Me sentía una puta deseada y en dos minutos mi hijo me provocó el primer orgasmo, lo que le estimuló más aún. Volvimos a hacer lo del primer día. Quedó quieto con su verga totalmente dentro mío y con movimientos del esfínter lo fui llevando a donde yo quería. En diez minutos estaba a punto de ebullición. Oí sus gemidos y su temblor. "Ahora, mi amor, ahora quieres?", le pregunté en un susurro. "Si mami, ahora te doy todo". "Si, mi amor, lo quiero todo, juntos, mi amor, juntos"... y Así fue, al notarlo apretarse fuertemente contra mi en la primera parte de su orgasmo previa a la eyaculación, cuando el placer era más intenso, tuve otro mío incontenible. Los jugos se mezclaron, esta vez su esperma me fecundó. Me coloqué un apósito para no perder nada del jugo vital.
Salimos del hotel tomados de la mano como dos adolescentes. Al llegar a nuestra casa le dije a mi hija que nos estaba esperando que me había encontrado con mi "novio" y que mi hijo me había traído a casa casualmente.
Al día siguiente ni nos miramos.
Al segundo día, como quería asegurarme el embarazo, recibí a mi hijo, esta vez en el dormitorio, a la madrugada, donde me encontró despierta y esperándolo desnuda completamente. Mis senos hinchados y mis pezones eran los de una hembra en celo. El vello de mi pubis era invitador; ya estaba empapado de mis jugos. Quitarse el slip y arrojarse sobre mi fue todo uno. "Ay, mami, hace dos días que no lo hacemos". "Así lo quiero, bebé, vas a tener una sorpresa". Y nuevamente me aseguré estar fecundada. Esta vez dejé que eyaculara con el pene en el borde de mi vagina y con movimientos de mi pelvis hice que no quedara ni una gota fuera de ella.
Y así sucedió. Mi falta, como así la del mes siguiente constataron mi embarazo. Cuando le dije a mi hijo que tenía un atraso de varios días, con mis ojos radiantes y mi sonrisa, quedó más enamorado que nunca.
Ahora estoy embarazada de 6 meses. Mi hija sospecha de mi amante invisible.
Por ahora no pensamos decirle nada.
Cuando podemos mi hijo pasea conmigo orgulloso de tener a su lado a su mamá-mujer embarazada.
Por supuesto nuestras relaciones son cada vez más frecuentes, hasta que mi pancita lo permita. Por las mañanas, cuando mi hija va a cumplir sus tareas escolares, mi hijo me visita, y antes de ir él también a su empleo me deja su esperma, que conservo hasta el medio día, en que me ducho y hago las labores de la casa, junto con mi ayudanta que llega a esa hora.
 

epale62

Virgen
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Que manera de complicar las cosas. porque el embarazo?... Pero muy buen relato Gracias
 
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