Me Aprovecho de Mamá

heranlu

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Mi madre se había divorciado hacía un año más o menos. La situación con mi padre se había vuelto insoportable con sus constantes peleas, sus borracheras y sus cuernos de modo que mi madre decidió pedirle el divorcio.

Antes lo habló conmigo y yo mismo fui quien se lo aconsejó. No tenía nada en contra de mi padre, pero las cosas entre ellos se habían degradado a tal extremo que no veía que aquello tuviese solución o fuera sano para ellos o para mí, su único hijo.

Así que ella se lo dijo y mi padre simplemente se fue de casa. Yo creo que lo estaba esperando y por eso ni siquiera montó una escena ni nada.

Desde ese momento fuimos solos mi madre y yo. Pero, ¿qué pasó con mi padre? Pues de vez en cuando comíamos juntos y así fue como conocí a su novia, se notaba que ya llevaban tiempo juntos de modo que mi madre tomó la decisión acertada y tanto para ella como para él fue lo mejor.

Su novia era menor que él, una rubia tonta como suele decirse aunque conmigo se portaba bien. ¡Tenía unas tetas postizas que flipas! Y para mí, un adolescente por aquel entonces me la ponía durísima imaginando como mi padre se la follaba.

Para colmo me hacía regalos, por aquello de caerle bien al hijo de su amante, de modo que podríamos decir que no teníamos una mala relación.

Pero no quiero desviarme del asunto principal pues, desde que mi madre se divorció su vida no mejoró al instante, pasó por las etapas que todo duelo requiere: Negación, cuando descubrió que mi padre tenía una amante más joven que ella. Ira, en ese justo instante, con peleas acerca de por qué lo había hecho. Negociación, cuando intentó convencerse de que aquello sería algo pasajero. Depresión, cuando mi padre se marchó fuimos dos solos en casa y finalmente aceptación de su situación.

Por el camino había ganado algunos kilos, aunque con la aceptación llegó el momento de deshacerse de todo lo que le sobraba, incluidos los recuerdos de una vida que nunca volvería.

Se apuntó al gimnasio y se puso en forma, yo mismo me sorprendí del cuerpo que empezaba a tener, con glúteos subidos, reducción de vientre y, ¡hasta pechos más firmes!

Con esto llegaron las citas, yo no quería interferir aunque me pedía opinión de cada nuevo pretendiente y al final veíamos que la cosa no funcionaba y así iban desfilando cada sábado o viernes tras invitarla a cenar y de vez en cuando pegarse algún revolcón pues, ¡tenía derecho a ello!

Yo no era quien para reprochárselo, así que si algún domingo se levantaba con resaca o volvía a casa bien entrada la mañana, simplemente la saludaba y actuaba con naturalidad.

Sin duda eso propició que me contase sus aventuras con todos aquellos hombres y compartiésemos juntos nuestras inquietudes. Yo también le contaba las chicas que me gustaban y si iba al cine con amigos en pandilla si había conseguido hablar con ella o no. Ella me daba buenos consejos sobre cómo acercarme a ella y aunque parecían tribales, como: “hazla reír y la tendrás en el bote”. En la práctica se me hacían muy cuesta arriba.

Yo me estaba preparando las oposiciones a juez, recién terminada mi carrera de derecho, por lo que no salía y estudiaba de doce a catorce horas diarias, sin nada de tiempo para chicas o el ocio.

Así aquella noche de sábado la vi arreglarse mientras yo, con el pijama puesto cenaba algo. Se había puesto un vestido rojo muy provocativo, se había maquillado y secado el pelo rubio tras echarse mechas, de forma que estaba muy guapa aquel día.

—Bueno cariño, ¿cómo estoy? —me preguntó antes de salir asomándose a mi cuarto.

—¡Qué guapa mamá! —dije yo desde mi mesa de estudio.

—¡Tú siempre tan halagador! —me dijo ella acercándose y dándome un beso en la mejilla para, a continuación, limpiármela pues me había llenado de rojo carmín, a juego con su rojo vestido.

—¡Deséame suerte! —me dijo antes de irse tras coger su coqueto bolso de mano.

—¡Suerte mamá! ¿Volverás a casa esta noche? —le pregunté sin pensar mucho en mis palabras.

—¡Oh cariño, eso no se pregunta a una dama como yo! —dijo ella riendo.

—¡Bueno lo siento mamá, no quería ofenderte. Como otras veces lo pasas bien pues ya sabes que no me importa, era solo por saberlo.

—¡Lo sé cariño! Hoy es mi primera cita con alguien que conocí en el gimnasio es algo menor que yo —me dijo—. Pero me ha caído bien y he decidido cenar con él, como es nuestra primera cita no volveré tarde —me aclaró—. ¡No quiero que piense que soy una guarra! —agregó.

—¡Por supuesto que no mamá! —dije yo.

Y se marchó mientras yo me quedaba estudiando en mi cuarto. Era sábado así que decidí relajarme un poco, ponerme algo de porno y masturbarme, pues el estudiante también necesita desahogo.

Recuerdo que descubrí a una pareja que publicaba sus vídeos en una página porno y me gustaron, ella tenía un coño depilado a veces y peludo en otras escenas aunque depilado por las ingles y se veía que era una mujer muy caliente.

Sus hermosos pechos de tamaño medio eran preciosos, junto al cuerpazo que tenía me ponían muy, ¡muy caliente! El novio, marido o lo que fuese le frotaba su coño hasta hacer que se corriese y ella gesticulaba unos orgasmos, ¡geniales!

Su sexo casero era glorioso y me tragué bastantes escenas mientras me la meneaba y me bajé los vídeos que más me gustaron para mi colección pues, ¡un hombre no es un hombre hasta que colecciona escenas porno!

Al final me corrí sobre un buen puñado de kleenex y me acosté no muy tarde, pues en la mañana debía madrugar para seguir estudiando. No llevaría ni media hora durmiendo cuando me sonó el móvil.

Al ver el número me sorprendió la identificación de este: “Comandancia de la guardia civil”. Esto me puso en alerta, ¡qué demonios hacía la guardia civil llamándome!

Entonces el peor de los presagios se cernió sobre mi mente, ¿mi madre había vuelto?

Di un salto de la cama y fui a su cuarto mientras contestaba la llamada…

—¿Diga?

—¡Hola! Mire su madre está bien, no se preocupe no le ha pasado nada —dijo la otra voz al teléfono justo cuando encendí la luz de su cuarto para comprobar que su cama estaba intacta y que efectivamente, ¡no había vuelto!

—¿Si? —pregunté sintiéndome un tanto estúpido al teléfono.

—¡Tranquilo! —solo la ha recogido una de nuestras parejas de guardia ante las llamadas que nos ha hecho una pareja que la ha visto por la calle desorientada y como medida de precaución la he llevado a hospital más cercano para que la examinen.

—¿Dónde está? —dije automáticamente.

—Está en la paz, ¿lo conoces? —me dijo el amable agente.

—¡Sí claro! Es nuestro centro de referencia —dije yo.

—Pues acércate, no hay prisa creo que estabas durmiendo, ¿verdad?

—Bueno yo, sí agente —admití.

—¡Tranquilo! Está bien, cógete un taxi y pregunta por ella, ellos te darán más información, ¿vale?

—Vale —dije yo.

—Muy bien, pues lo dicho, tu madre está bien pero necesitan que alguien esté con ella y tú figurabas en su teléfono como número de urgencia —me dijo el guardia.

—¡Claro, claro! —dije yo y colgó.

Me vestí rápidamente, no sabía por qué pero, ¡empecé a temblar de lo nervioso que me puse! Entonces recordé las palabras del guardia: ¡Ella está bien! —me repetí.

Y así pude concluir la tarea, coger algo de dinero y llamar a un taxi a través de una app del móvil. Este apenas tardó unos minutos en llegar a la puerta de casa así que me monté y condujo hacia el hospital.

El tipo se interesó por mí, pues al decirle que iba al hospital me preguntó si tenía algún familiar enfermo, yo le dije que más o menos y ante mi falta de explicaciones desistió y respetó mi intimidad.

Me bajé del taxi justo en urgencias y tras pagarle entré al centro que bullía de gente entrando y saliendo, no por nada era sábado noche y entendí que lo habitual era eso en un sitio como aquel donde acababan los comas etílicos, los accidentes o las peleas que se sucedían en los antros al entrar la madrugada.

—¡Hola buenas! —dije—. Me han dicho que mi madre está aquí —dije a la primera enfermera que me topé de frente.

—Está bien guapo, pregunta en ventanilla —me contestó pues se la veía muy ocupada y no era para menos.

Tuve que hacer un poco de cola, para hablar con la enfermera que atendía en información así que me armé de paciencia hasta que llegó mi turno.

—¡Hola me ha llamado la policía porque mi madre está aquí! —le espeté nada más quedarse libre.

—¡Ah vale tú debes ser el hijo de la mujer de rojo! —dijo la mujer que daba información.

—¡Sí esa! —dije yo acordándome de su vestido.

—¡Oh, está bien! Espera en la sala a que te llamen y un médico te explicará lo ocurrido —me dijo sin más.

Así que me senté en una atestada sala de espera mientras oía toda clase de nombres y el tiempo pasaba muy, muy despacio…

En aquella sala había toda clase de gente, más jóvenes, más ancianos y yo, un chico solitario en busca de su madre sin saber qué había pasado.

Los minutos se sucedían uno tras otro en un desesperante y lento ritmo, mientras oía una alocución que iba llamando a sucesivas personas allí presentes pero en ningún momento me llamaban a mi o a mi madre.

Allí estuve no menos de tres cuartos de hora cuando de pronto:

—Familiares de “Bella García”, pasen por consulta seis —dijo la voz.

Di un salto, como movido por un resorte interior y me encaminé a la puerta por donde iban desapareciendo todas aquellas personas que nombraban. ¡Por fin la espera había terminado!

Pero ahora, ¿qué pasaría? —me pregunté mientras traspasaba la enigmática puerta tras la cual un largo pasillo de consultas que comenzaban por la uno e iban en orden creciente se alargaban mientras caminaba buscando el seis.

Al llegar a la puerta esta estaba cerrada a cal y canto, por lo que con buena educación llamé antes de abrir y me asomé a la puerta.

—¡Pase! —dijo una joven doctora que parecía había salido hacía poco de la facultad de medicina.

—¡Hola soy le hijo de Bella! —dije cerrando la puerta tras de mí.

—¡Siéntate! ¿Eres Amaris? —dijo la chica leyendo mi nombre con dificultad.

—¡Sí soy su hijo! —dije yo confirmando estúpidamente una vez más su pregunta acerca de quién era.

—Vale, está bien, pasa y toma asiento —me dijo la doctora.

Entonces me habló.

—Mira tu madre ha sido encontrada por la calle y al parecer una pareja ha llamado a la policía y ellos nos la han traído —me explicó.

—¡Sí eso ya lo sé! Pero qué le ha pasado —dije yo con impaciencia.

—Claro, me imagino que te lo habrán contado pero tenía que decírtelo por si no lo sabías.

>>Tú madre está bien físicamente, responde a estímulos y a preguntas —me explicó.

Ante mi cara de asombro ella continuó.

—Pero estaba desorientada, como te he dicho y al llegar aquí la hemos observado y hecho alguna prueba, el caso es que parece que ha sido drogada —me dijo finalmente.

—¿Drogada? —dije yo incrédulo.

—¡Sí drogada pero como te he dicho está perfectamente! —dijo la doctora ante mi alarma.

>>Creemos que la droga que le han dado es escopolamina —agregó.

—¿Y esa droga qué hace? —dije yo sin tener ni idea.

—Vulgarmente se lo conoce como burundanga —me dijo—. Hay quien dice que no es posible que esté aquí en nuestro país, pero como no sabemos cómo detectarla pero sí los síntomas que provoca pues todo parece apuntar en este sentido.

—Bueno doctora, pero entonces, ¿cuál es el problema?

—Verás, esa droga anula la voluntad de la persona, de forma que le pueden ordenar lo que quieran que ella obedecerá, además crea amnesia por lo que mañana no recordará nada de lo sucedido. —dijo ella.

No dije nada pues entendí que ella continuaría su argumentación.

—El caso es que parece que no la han robado según nos ha confirmado la policía ya que conserva su bolso y el dinero que llevaba, así que sólo nos queda la posibilidad de que hayan abusado sexualmente de ella —concluyó.

No podía creer lo que me estaba diciendo aquella joven doctora, ¿mi madre violada?

Ante mi silencio ella continuó de nuevo.

—Normalmente la paciente nos daría consentimiento para hacerle pruebas que confirmen la violación así como la extracción de muestras para obtener ADN ante una posible denuncia, pero dadas las circunstancias su consentimiento no es válido así que necesitamos que tú, como su hijo nos autorices a practicar dichas pruebas.

—¡Oh doctora, eso es horrible! —dije yo sin poder creerlo.

—Sé que es muy impactante pero ahora lo prioritario es analizarla y obtener muestras para elaborar un informe y así poder detener al agresor —insistió la doctora.

—Me dijo que conoció a alguien en el gimnasio, más joven que ella y que le iba a dar una oportunidad —dije yo en estado de shock.

—Bueno eso se lo podrás contar a la policía cuando presentéis la denuncia, estoy segura de que es de utilidad para ellos —me cortó la doctora, que sin duda tenía más pacientes esperando aquella loca noche de sábado.

—Pero si crea amnesia y ella no recordará nada, cómo se podrá demostrar que fue él quien se la administró —dije con pesadumbre conocedor de la ley y los procesos judiciales, pues para eso había estado preparando durante tantos años en la carrera.

—Bueno eso no lo sabemos —dijo la doctora contrariada—. Para eso está la policía —añadió.

—Verá doctora, si le han hecho algo tan horrible como eso y mañana ella no se va a acordar de nada, pienso que es mejor que me la lleve a casa y que se olvide del asunto —argumenté.

—¡Pero eso dejará a su agresor libre! —dijo la doctora.

—Bueno, como tantos hay por ahí —dije sabedor de que la ley cae sobre quien se puede demostrar fehacientemente lo que hizo.

La doctora parecía contrariada por mi actitud pero no encontraba palabras para argumentar en contra de mi razonamiento.

—Doctora, me quiero llevar a mi madre a casa, si no le importa le firmaré el alta voluntaria y nos iremos.

—Pero, no puedo entender que no apruebe las pruebas para saber si su madre ha sido abusada sexualmente —dijo ella contrariada una vez más.

—Saberlo no va a cambiar los hechos, no le han robado nada, simplemente andaba desorientada.

—Está bien entonces imprimiré el alta y se la podrá llevar —dijo finalmente la doctora.

Y tras firmarle la autorización me ella se levantó y me pidió que la siguiese.

Al verla caminar de espaldas no pude pasar por alto su hermoso culo redondo, ¡la doctora estaba bastante buena! Y como yo estudiaba tanto no tenía tiempo para ligar así que estaba muy salido.

Finalmente llegamos a otra sala me encontré al fin con: ¡mi madre!

—¡Mamá! —dije nada más verla y me acerqué a ella para darle un abrazo.

Aunque tras abrazarla ella simplemente me miró y se sonrió pero no dijo nada.

La doctora de antes estaba junto a ella y portaba un sobre en la mano.

—¡Tranquilo aún está bajo los efectos de la droga! Está desorientada aunque te conoce no es capaz de hablarte.

—¿Cuánto tiempo estará así? —dije yo confuso.

—Los efectos máximos se alcanzan entre una y dos horas y luego desaparecen paulatinamente. También depende de la dosis que haya recibido aunque parece que le han metido un buen chute. Lo importante es que se hidrate y que duerma, mañana poco a poco recuperará su consciencia y el habla —me explicó la doctora.

Entonces me pilló mirándole las tetas tras su escote y su bata blanca y se sonrió.

—Bueno, aquí tienes el parte de alta, ya os podéis marchar —dijo la doctora finalmente.

—Muy bien doctora, ¡gracias por todo! —dije yo agradecido dándole la mano a modo de despedida.

—Si notas que mañana no mejora nos la traes de nuevo, ¿vale? —dijo haciéndole una carantoña a mi madre acariciándole la barbilla, gesto que ella recompensó con una sonrisa.

Así que cogí del brazo a mi madre y la saqué de urgencias bien entrada la madrugada.

Conseguí otro taxi por la app y este nos llevó de vuelta a casa mientras de reojo observaba a mi madre y esta simplemente me sonreía y miraba por la ventana. No parecía ella misma, tal como había dicho la doctora.

El trayecto se hizo más largo que a la ida. Mientras estábamos parados en un semáforo me percaté que mi madre viajaba con las piernas abiertas y su vestido se había bajado hasta sus ingles y para colmo vi que, ¡no llevaba bragas! Por lo que su sexo negro fue visible para mi perfectamente a la luz cálida de la farola, de forma que me apresuré a subir su vestido y juntarle las piernas para que el taxista no viese nada, pues ella viajaba en el asiento de en medio.

Tras perturbadora y fugaz visión de su sexo en el taxi con mi posterior reacción para tapar su intimidad por fin llegamos a nuestra casa. La metí en el ascensor y ella me miraba con cara extraña como antes.

La hice pasar a nuestro piso y pensé que despertarse duchada y en su cama era una forma mejor de despertarse que sintiéndose sucia y sudada después de una noche en la que dios sabe lo que le habían hecho.

—¿Te apetece ducharte? —le dije.

Pero ella no contestó, así que le pedí que me siguiese y obedeció. La hice pasar al baño y le dije que se podía duchar pero ella simplemente me sonrió.

—¡Vamos desnúdate y date una ducha! —le dije mientras me giraba y comprobaba si había toallas para que se secase.

Pero entonces, al darme la vuelta la vi completamente “en cueros” y la visión de su cuerpo desnudo sonriéndome me perturbó.

—¡Oh mamá, pensaba que te desnudarías cuando yo me hubiese ido! —dije a modo de excusa—. ¡Vamos entra en la ducha y dúchate! —le dije sonriendo.

Ella me obedeció entrando en la ducha pero allí simplemente me miró y se sonrió una vez más.

Aquello parecía que iba a ser más complicado, así que saqué un poco de entereza y cogiendo la alcachofa de la ducha la abrí y esperé a que saliese agua caliente, una vez que esta apareció mojé su cuerpo sin mojarle el pelo y le pedí que se diese la vuelta para mojar su espalda.

Esto hizo que me fijase en su culo y dejase de ver sus pechos pequeños, que resbalaban por sus costillas como dos gotas de agua, con sus pezones duros y su sexo poblado por bello en su Monte de Venus pero depilado en las ingles, formando un gracioso triángulo.

De espaldas la visión era menos perturbadora, pero su culo en forma de pera me llamó poderosamente la atención y admiré su buen estado de forma.

Entonces cogí la esponja que solía usar y la mojé con la alcachofa, para luego echarle una buena cantidad de jabón y estrujarla hasta que se formó abundante espuma. Luego la puse en su espalda y procedí a enjabonarla por completo.

Ella simplemente se dejaba hacer. Hasta que llegué a su trasero donde la paseé en círculos con la duda de si hacerlo por sus partes íntimas. En ese momento vinieron a mi mente imágenes de aquel tipo follándosela y corriéndose en su sexo y pensé que esto debería asearse un poco así que la pasé entre sus muslos y bajo su sexo tratando de no impresionarme pero, ¡fue una mala idea!

Mi polla se puso tremendamente dura y apretó mi pantalón vaquero así que paré de inmediato y le pedí que se girase para continuar por delante, tarea que tampoco ayudaría a normalizar mi estado de excitación.

Ella me miraba y me sonreía sin decir nada mientras yo enjabonar sus pechos y su abdomen, luego bajé a sus muslos y continué hasta sus pies.

Entonces vi su sexo frente a mí, sus labios vaginales arrugados se presentaron sin tapujos frente a mi cara y la espuma que corría en torno a ellos no mejoró la situación, me imaginé su leche cayendo y mezclándose con el jabón.

Mi imaginación me estaba jugando malas pasadas y el tener el cuerpo desnudo de mi madre en frente no ayudaba, ¡en absoluto!

Decidí que ya estaba bien y recuperando la esponja aclaré su cuerpo pidiéndole que se girase y ella obedeció, siempre con aquella enigmática sonrisa en su cara.

Luego la sequé con la toalla mientras palpaba más su cuerpo, su espalda, sus glúteos redondos y por delante, sus pechos y hasta su sexo, pues joder, ¡tenía que secarla!

Y mi polla parecía que iba a estallar en mi pantalón vaquero. Le pedí que esperase fuera de la ducha en la alfombra, completamente desnuda y fui a su cuarto a buscar unas bragas y un sujetador deportivo que usaba para dormir. Me los traje y le pedí que subiese los brazos para ponerle lo último.

El hecho de ver sus tetas levantarse y hacer bajar la prenda por sus brazos hasta colocarla sujetando sus pechos me hizo excitarme un poco más si cabe.

Para colmo cuando le pedí que levantase una pierna para meterla por sus braguitas tenía su sexo frente a mi cara y luego esta hizo lo mismo con la otra para terminar incorporándome y subiendo la prenda hasta cubrir su sexo peludo por el monte de Venus pero perfectamente depilado en sus ingles y labios vaginales.

Entonces le ordené que me siguiese a su cuarto y ella obedeció con ese silencio inquietante sin contestar, para luego pedirle que se sentase en su cama tras retirar las sábanas.

Entonces su carita risueña quedó a la altura de mi bulto en el pantalón vaquero y me imaginé que me sacaba la polla y se la ponía en la boca pidiéndole que me la chupase.

¡Joder cómo vas a hacer algo así! —dije para mis adentros.

Pero luego recordé su sexo depilado, sus pechos y sus pezones negros y erizados. Su suave culo y sus muslos carnosos y todas estas sensaciones se juntaron en mi mente para hacerme explotar el cerebro…

—¡Acuéstate! —le dije un poco molesto conmigo mismo por mis turbios pensamientos.

Pero ella simplemente me miró y me sonrió desde abajo, sentada en su cama de matrimonio, tan solitaria y triste desde que mi padre se marchó de casa pues, ella nunca se atrevió a traer uno de sus ligues para follar en casa.

Comprendí que no lo haría nada que le ordenase así que la tumbé yo mismo sujetándola por los hombros e inclinándola hacia atrás. Ella me dejó hacer y manteniendo su sonrisa se tumbó, luego subí sus piernas y la vi tumbada en la cama antes de taparla. Vestida únicamente con sus braguitas y su sujetador me quedé embobado contemplándola, ¡parecía tan distante!

Entonces hice algo impensable, inimaginable, una locura del más puro estilo cinematográfico, me senté junto a ella y acaricié sus muslos. Ella me miró y sonrió. Subí mi mano hasta sus ingles y acaricié sus braguitas, su sexo bajo la tela se marcó cuando deslicé un dedo justo en medio de éstas.

Ella no decía nada, ¡y a mí el corazón me iba a mil por hora! Aparté a un lado el elástico de sus braguitas de color beige y descubrí su sexo preciosamente depilado, con sus labios vaginales arrugados y su surco marcado, ¡era tan bonito!

Era una mujer madura pero su belleza era cautivadora, me imaginaba a aquel hombre introduciéndole un dedo en aquella vagina arrugada y osé pasear me índice por entre sus labios vaginales para notar su gran lubricidad, ¡estaba excitada!

Lo paseé varias veces desde el perineo hasta su clítoris. Yo aún era virgen y mi polla iba a estallar, ¡de no haber sido por la paja que me dediqué antes de irme a la cama en ese momento me habría corrido!

De repente ella gimió, reaccionó a mis caricias excitándose y sus muslos se movieron rozándose uno contra otro.

¡Aquello era increíble, impensable, inimaginable! Yo acariciando su sexo y ella respondiendo a mis caricias.

Entonces me incorporé, la hice levantarse y sentarse de nuevo al borde de la cama. Ahora saqué mi polla dura y erecta por la bragueta de mi vaquero, sin bajarlos y se lo dije.

—¡Abre la boca! —le ordené…

Y ella obedeció…

Introduje mi erección en su boca y luego añadí.

—¡Chúpala! —y ella chupó…

Por unos segundos sentí su mamada allí abajo, suavemente, succionando mi glande y mientras yo sujetaba su cabecita y como no aplicaba mucha presión comencé a mover mis caderas para hacerla entrar y salir de su boca. ¡Uf! ¡Aquello era demasiado para mí!

Estaba a punto de correrme en su boca pero, el mero hecho de pensar en hacer algo así me produjo rechazo. De repente sentí remordimientos, me sentí mal por hacerlo, aunque sabía que ella no recordaría nada, ¿cómo podría vivir yo con aquello?

Sacudí mi cabeza y se la saqué de la boca, la tenía dura y excitada, brillaba por la saliva de su boca y ella me miraba desde bajo.

De repente comencé a masturbarme con gran frenesí frente a ella mientras miraba su boca y su cuerpo cubierto por prendas íntimas y me corrí en unos instantes, soltando gran cantidad de leche en el suelo frente a ella mientras cerraba los ojos con fuerza y me apoyaba en su hombro con una mano para no caerme de las impresionantes sensaciones que llegué a sentir en ese momento.

Tras disfrutar del intenso orgasmo abrí los ojos…

—¡Joder! ¿Pero qué has hecho? —me pregunté en voz alta a mí mismo en su presencia.

Mi madre estaba literalmente perdida de leche, esta había caído en su pecho manchando su sujetador. Chorreaba por su escote y se había formado un pequeño charco en su canalillo.

Su barriga también estaba manchada de mi semen y este resbalaba hasta sus braguitas.

Me sentía terriblemente mal por haberlo hecho, ella simplemente me miraba con su sonrisa perdida pero en algún lugar allí adentro aún era mi madre. Así que fui al baño por una toalla, la desnudé de nuevo dejando caer al suelo las prendas íntimas manchadas con mi semen y con la toalla la limpié a conciencia.

Era tan extraño verla desnuda así… pasar la toalla por su piel, por sus pechos, su barriguita y luego sus muslos, ingles y sexo, ¡uf! Tuve que hacer acopio de valor para terminar la tarea sin mirar mucho pues, pues me producía sensación de culpabilidad y rechazo el simple hecho de hacerlo.

A todo esto, ella obedecía sin rechistar todas mis órdenes, lo cual facilitó la tarea de limpiarla y volverla a vestir. Le puse unas braguitas nuevas y otro sujetador deportivo.

A continuación le pedí que se volviese a recostar en la cama y la tapé con la sábana. Antes de salir por la puerta le eché un último vistazo y parecía tranquila y dispuesta a dormirse, por lo que apagué la luz y cerré la puerta.

Luego me fui a mi habitación, me tiré en la cama de espaldas y respiré hondo. Aún sentía una gran excitación y tenía la polla erecta con una gran calentura entre las piernas. Así que la saqué de mi bóxer dispuesto a hacerme una paja más para aliviar la gran agitación sexual que aún tenía en mi interior por toda aquella extraña situación vivida aquella noche.

Me corrí en pocos segundos, pues sólo deseaba un orgasmo más. Tras limpiarme seguía sin poder dormir pues, en el fondo me sentía culpable por lo que había hecho. ¡Había traspasado un límite que nunca imaginé cruzar! Aún me perturbaba la visión de mi polla en su boca, ¿cómo pude metérsela? La sensación de rechazo y excitación que sentía en aquellos momentos me llevaron a hacer algo tan excitante como inimaginable.
 
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